Lecturas del domingo

«Una presencia dinámica que actúa en el tiempo». Lecturas del domingo de Pentecostés

Andrea Mardegan comenta las lecturas del domingo de Pentecostés y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo. 

Andrea Mardegan / Luis Herrera·2 de junio de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos

Foto: vidriera del Espíritu Santo. ©Mateus Campos Felipe

Lucas comienza el relato de Pentecostés en los Hechos con la expresión: “Al cumplirse el día de Pentecostés”. Utiliza el mismo verbo griego en su Evangelio con el mismo sentido: “Al cumplirse los días en que sería exaltado en lo alto, tomó la firme decisión de ponerse en camino hacia Jerusalén” (9, 51) y para el llenarse de la barca en la tormenta del lago (8, 23).

Por tanto, nos transmite la idea de una plenitud que está por llegar. En efecto, Pentecostés es el cumplimiento de la Pascua y su plenitud. Pero no es la plenitud como punto de llegada, sino como el comienzo de una presencia, la del Espíritu en la Iglesia y en cada uno de sus miembros: una presencia dinámica que actúa en el tiempo. 

Como el viento impetuoso con el que apareció en el Cenáculo, que da forma a las dunas del desierto y alisa las rocas. Como el fuego que eligió para ser visible, que ilumina, calienta, cocina progresivamente los alimentos haciéndolos más comestibles y hace que los metales sean maleables para que el trabajo de los hombres produzca utensilios y joyas.

Así, el permanecer “para siempre” con nosotros del “otro Paráclito” es un permanecer activo, que nos transforma, nos moldea y nos hace crecer en el camino de nuestra historia.

A lo largo de la historia de la Iglesia y de nuestra vida, el Espíritu Santo nos enseña todo y nos recuerda, haciéndolas comprender, las palabras de Jesús. Él, que es el amor mismo de Dios, nos lleva a amar a Jesús y, por tanto, a cumplir sus mandamientos y a preparar nuestras almas como morada fija del Padre y del Hijo. 

La liturgia de hoy nos dice que Espíritu Santo es capacidad de hacerse entender en todas las lenguas humanas: la superación de la torre de Babel.

Es el creador de la unidad respetando la diversidad. Él es el enviado que renueva la faz de la tierra: es el Espíritu creador.

Él es quien, como escribe Pablo a los romanos, al habitar en nosotros nos ayuda a superar la tendencia a ser dominados por la carne. Los exégetas explican que por “carne” Pablo se refiere a ese principio negativo que hace que la persona se encierre en sí misma, persiga sus propias necesidades y ambiciones, confíe en sus propios recursos, esté llena de sí misma, sea orgullosa, esclavizada y sujeta al miedo. 

El Espíritu, en cambio, vence esta resistencia debida al pecado original dando a la persona la libertad de los hijos de Dios, la capacidad de salir de sí misma para abrirse a Dios, a los demás en fraternidad y a la creación.

Con gratuidad y en caridad. Ven, Padre de los pobres; ven, dador de dones; ven, luz de los corazones.

Consuelo perfecto; dulce huésped del alma; dulcísimo alivio.

En el trabajo, descanso; en el calor, refugio; en el llanto, consuelo.

La homilía sobre las lecturas de Pentecostés

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.

El autorAndrea Mardegan / Luis Herrera

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