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La misión de la “llena de gracia”. Colecta del IV Domingo de Adviento

El cuarto domingo de Adviento se encuentra dentro de la parte del Adviento que prepara más directamente el nacimiento del Salvador. La Iglesia lo vive prácticamente como una fiesta mariana. Lo notaremos a través de sus oraciones, pero también a través de las lecturas y cantos asignados a la Misa de hoy.

Carlos Guillén·22 de diciembre de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos

José busca un lugar para el nacimiento del Niño (Michael Rieser, "Am Abend vor Christi Geburt", 1869)

Por la evolución que ha seguido este domingo de Adviento en la historia litúrgica, ha sido el último en recibir oraciones propias. La colecta en uso hasta antes de la reforma conciliar se reemplazó por una más afín a la fisonomía que fue adquiriendo este domingo. La nueva plegaria proviene de los antiguos sacramentarios Adriano y Paduense, y es la única que no estaba ya en un formulario de Adviento.

Cabe señalar que la colecta de Adviento que presentamos a continuación no solo se usa en este y otros formularios del Misal, sino también en la Liturgia de las Horas, e incluso como culminación de la oración del Angelus. Probablemente estamos ante una joya de la liturgia.

«Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección».

«Grátiam tuam, quaésumus, Dómine, méntibus nostris infúnde, ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem ad resurrectiónis glóriam perducámur».

En cuanto a la estructura de esta plegaria, notamos que comienza directamente con una petición (quáesumus… grátiam tuam) dentro de la que se introduce la breve invocación al Padre (Dómine). Sigue a continuación la referencia a la Anunciación (con el ablativo absoluto Ángelo nuntiánte) y Encarnación de Cristo, que es el corazón del misterio celebrado hoy. Y termina explicando cuál es la finalidad de la petición. Recorramos con calma cada elemento.

María siempre junto a Jesús

El mejor modo de prepararnos para el nacimiento del Hijo de Dios es hacer memoria del momento de su Encarnación (Christi Fílli tui incarnatiónem) en las entrañas purísimas de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, tal como se lo anunció el Arcángel san Gabriel. Como bien sabemos, la fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana y la anunciación a María inaugura ya la plenitud de los tiempos (cfr. Catecismo, nn. 463, 484).

En la colecta resuena el evangelio que se nos propone para este domingo en el ciclo B (Lc 1, 26-38). En los ciclos A y C, en cambio, se proponen los pasajes del nacimiento de Jesús y de la visitación de María a Isabel. Vale la pena notar que, en todos los casos, el personaje que constantemente aparece junto a Jesús es su Santísima Madre. No podía ser de otra manera, pues, como dicen los Padres de la Iglesia: “El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe”. Así recordamos cómo Ella colaboró con su fe y obediencia libres en la salvación de la humanidad.

Hasta el Cielo

Un gran mérito de esta oración es la presentación tan completa que hace del misterio de nuestra redención. Captemos el hilo que nos conduce de la Encarnación y la vida oculta de nuestro Señor, a través de su vida pública, hasta su Pasión y Muerte en la Cruz, para llegar finalmente a su Resurrección. Podría parecer extraña esta perspectiva en el Adviento, pero al contrario, prepararse para la Navidad exige mirar con profundidad este misterio por el cual dio inicio nuestra redención. Como lo expresa san León Magno, “la generación de Cristo es el comienzo del pueblo cristiano, y el nacimiento de la cabeza lo es al mismo tiempo del cuerpo” (Sermón 6 en la Natividad del Señor).

De esta manera, se nos promete que la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado llegará a ser también la nuestra. Estamos llamados a participar en este misterio salvífico a través de la liturgia, en la que “lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios» (Sermón 74). Lo resume admirablemente bien esta colecta con tan solo dos palabras, una situada al inicio y otra al final: gracia y gloria. Según afirmaba el santo cardenal Newman: “La gracia es la gloria en el exilio, y la gloria es la gracia en casa”. Dios, en su gran misericordia, nos revela que su auxilio divino abraza toda nuestra vida y nos conduce hasta la vida eterna. El misterio de la Navidad es un misterio de esperanza. Y nos llega a través de la que es la “llena de gracia”.

El autorCarlos Guillén

Sacerdote de Perú. Liturgista.

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