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El Papa invita a la vida espiritual con una carta dedicada a san Francisco de Sales

El Papa Francisco reflexiona sobre el magisterio de san Francisco de Sales en una carta apostólica publicada con motivo del cuarto centenario de la muerte del santo.

Giovanni Tridente·28 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos
El Papa frente al Belén

El Papa en la audiencia, en la que ha anunciado la publicación de "Totum Amoris est" (CNS Photo/ Vatican Media)

En el IV centenario de la muerte del obispo y doctor de la Iglesia que vivió en Francia a finales del siglo XVII, el Papa Francisco dedicó una reflexión a su magisterio, para extraer de él enseñanzas para nuestro tiempo.

La experiencia de Dios del hombre está totalmente anclada en su corazón; sólo contemplando y viviendo la Encarnación se puede leer la historia y habitarla con confianza; preguntarse en cada momento y circunstancia de la vida dónde se encuentra «más amor»; cultivar una vida espiritual y eclesial sana; aprender a distinguir la verdadera devoción mediante el discernimiento; concebir la propia existencia como un camino realista de santidad en las ocupaciones cotidianas…

Estas son las innumerables intuiciones que el Papa Francisco ha extraído de la vida y el ejemplo de San Francisco de Sales y ha entregado a la Iglesia hoy a través de la Carta Apostólica Totum amoris est. Un texto basado en gran parte en el Tratado sobre el amor de Dios del santo obispo de Ginebra, que vivió entre 1567 y 1622, publicado el día del cuarto centenario de su muerte.

Se trata, en cierto modo, de presentar también a los cristianos de nuestro tiempo el legado de este pastor que proclamó el Evangelio desde su juventud «abriendo horizontes nuevos e impredecibles en un mundo en rápida transición».

El mismo «cambio» que experimenta hoy la Iglesia, llamada -escribe Francisco- a no ser autorreferencial, «libre de toda mundanidad», pero al mismo tiempo capaz «de compartir la vida de la gente, de caminar juntos, de escuchar y de acoger», como ya había dicho el año pasado a los obispos y sacerdotes con los que se reunió durante su viaje a Bratislava.

De origen noble, Francisco de Sales eligió el camino del sacerdocio tras completar sus estudios jurídicos en París y Padua. Debido a su talento, fue enviado como misionero a la región calvinista de Chablais; posteriormente fue nombrado coadjutor del obispo de Ginebra, a quien sucedió de 1602 a 1622. Su apostolado se desarrolló principalmente en contacto con el mundo de la Reforma, utilizando un método no opresivo de «diálogo» que generaba en el interlocutor el deseo de que Dios fuera acogido con libertad.

No es casualidad que en sus textos más conocidos, Tratado y Filotea, deje claro que la relación con Dios es siempre «una experiencia de gratuidad que manifiesta la profundidad del amor del Padre», reflexiona el Papa Francisco en la Carta.

Totum amoris se inspira inicialmente en la experiencia biográfica del Santo Doctor de la Iglesia, que entre otras cosas es también el patrono de la obra de San Juan Bosco -no por casualidad conocido como «salesiano»-, que tomó de él los principios del optimismo, la caridad y el humanismo cristiano.

La síntesis de su pensamiento

El Papa Francisco comienza dejando inmediatamente clara cuál es la síntesis del pensamiento de san Francisco de Sales, a saber, que «la experiencia de Dios es una evidencia del corazón humano», que se sirve del asombro y de la gratitud para reconocer a Aquel que lleva a la profundidad y a la plenitud del amor en todas las circunstancias de la existencia.

Una actitud de fe que conduce «una verdad que se presenta a la conciencia como una ‘dulce emoción’, capaz de suscitar un correspondiente e irrenunciable bien-querer por cada realidad creada».

El criterio del amor

El criterio último sigue siendo el del amor, que es la culminación de un deseo profundo que debe ponerse a prueba mediante el discernimiento, pero también mediante «una escucha atenta de la experiencia» que se madura evidentemente a través de una relación desinteresada con los demás. En resumen, no hay doctrina separada de la iluminación del Espíritu y sin una verdadera acción pastoral.

Los rasgos esenciales de la teología

Aunque en sus intenciones nunca estuvo la pretensión de elaborar un verdadero y articulado sistema teológico, el Papa Francisco reconoce en el santo y místico francés algunos rasgos esenciales del hacer teología, que se sirven de «dos dimensiones constitutivas»: la vida espiritual – «es en la oración humilde y perseverante, en la apertura al Espíritu Santo, que se puede tratar de comprender y de expresar al Verbo de Dios»- y la vida eclesial -el «sentirse en la Iglesia y con la Iglesia»-.

Síntesis de Evangelio y cultura

Inevitablemente, también se apoyó en el ejemplo de su acción pastoral, que maduró en unas circunstancias de cambio de época que planteaban grandes problemas y nuevas formas de verlos, de las que también se desprendía una sorprendente exigencia de espiritualidad, como ocurría en el ambiente calvinista al que tuvo que enfrentarse como misionero en el Chablais.

«Conocer a esas personas y tomar conciencia de sus interrogantes fue una de las circunstancias providenciales más importantes de su vida», escribe el Pontífice. Tanto es así, que lo que inicialmente parecía un empeño inútil e infructuoso, se convirtió en una «síntesis fecunda» entre «Evangelización y cultura», «de la que derivó la intuición de un método auténtico, maduro y claro para una cosecha duradera y prometedora», que supo interpretar el cambio de época y guiar a las almas sedientas de Dios. Al fin y al cabo, éste era también el propósito de su Tratado.
¿Qué tiene que enseñar aún hoy San Francisco de Sales? El Papa Francisco en su Carta Apostólica Totum Amoris Est destaca «algunas de sus decisiones cruciales es importante también hoy, para vivir el cambio con sabiduría evangélica».

Relación entre Dios y el ser humano

En primer lugar, es imprescindible volver a partir de la «feliz relación entre Dios y el ser humano», para releerla y proponerla a cada persona según su propia condición, sin imposiciones externas ni fuerzas despóticas y arbitrarias, como explicó san Francisco en su Tratado. Más bien -escribe el Papa- necesitamos «la forma persuasiva de una invitación que mantenga intacta la libertad del hombre».

Verdadera devoción

También hay que aprender a distinguir la verdadera devoción de la falsa, en la que a menudo uno se siente realizado y «llegado», olvidando en cambio que es más bien una manifestación de la caridad y conduce a ella: «es como una llama con respecto al fuego: reaviva su intensidad, sin cambiar su naturaleza». No se puede ser devoto, en definitiva, sin la concreción del amor, un «estilo de vida», que «recoge[s] e interpreta[s] las pequeñas cosas de cada día, la comida y el vestido, el trabajo y el descanso, el amor y la descendencia, la atención a las obligaciones profesionales», iluminando así la vocación de cada uno.

El éxtasis de la acción vital

La culminación de este compromiso de amor por cada hombre se traduce en lo que el santo obispo llama «el éxtasis de la obra y de la vida», que se desprende de las «páginas centrales y más luminosas del Tratado«, como las llama el Papa Francisco.

Es una experiencia «que, ante toda aridez y frente a la tentación de replegarse sobre sí misma, ha encontrado de nuevo la fuente de la alegría», una respuesta verdadera también al mundo actual, invadido por el pesimismo y los placeres superficiales. El secreto de este éxtasis está en saber salir de uno mismo, lo que no significa abandonar la vida ordinaria ni aislarse de los demás, ya que «quien presume de elevarse hacia Dios, pero no vive la caridad para con el prójimo, se engaña a sí mismo y a los demás».

El misterio del nacimiento de Jesús

La audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco la dedicó también al santo obispo y doctor de la Iglesia, deteniéndose en particular en algunos de sus pensamientos sobre la Navidad, entre ellos el confiado a santa Juana Francisca de Chantal -con quien, entre otras cosas, fundó el instituto de la Visitandina-: «Prefiero cien veces ver al querido Niñito en el pesebre, antes que a todos los reyes en sus tronos».

Y, en efecto, el Santo Padre reflexionaba: ‘el trono de Jesús es el pesebre o el camino, durante su vida cuando predicaba, o la cruz al final de su vida: esto es el trono de nuestro Rey», «el camino hacia la felicidad».

El autorGiovanni Tridente

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