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Carlos Manuel Cecilio Rodríguez: un enamorado de la liturgia

La vida del primer beato puertorriqueño está marcada por su amor a la divina liturgia y su apostolado constante en este camino de amor a Dios.

P. José Gabriel Corazón López·12 de septiembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
Beato Carlos Manuel Rodríguez

Beato Carlos Manuel Rodríguez

Carlos Manuel, primer beato puertorriqueño, nació el 22 de noviembre de 1918 en Caguas, P.R. Es el segundo de cinco hijos del matrimonio de Manuel Baudilio Rodríguez Rodríguez y Hermina Santiago Esterás.

A los pocos meses de su nacimiento la familia sufre el incendio de la casa y el negocio de su padre. Por causa de este incidente la familia se mudará a la casa de sus abuelos maternos.

La abuela materna, Alejandrina, será de gran influencia en su vida de fe y piedad llegando a heredar el altar de su casa en donde pasará sus tiempos de oración.

Su vida diaria, desde pequeño porque así lo aprendió, estaba centrada en la vida litúrgica y la Eucaristía, convirtiéndose en el centro de su vida. Acudiendo a su parroquia, en el pueblo de Caguas, comienza a involucrarse en la vida pastoral.

Siendo monaguillo entra en un contacto más directo con la liturgia enamorándose de ella, sobre todo, de la Vigilia Pascual. Tendrá en gran estima la celebración de la Pascua y el domingo descubriendo la centralidad del Resucitado en la vida cristiana. Podríamos afirmar que desarrolla y vive una espiritualidad litúrgico-pascual.

La espiritualidad litúrgica

La espiritualidad litúrgica es, o debería llegar a ser, una espiritualidad pascual porque la liturgia celebra el Misterio Pascual. La Pascua para el Beato Carlos llegó a ser una experiencia vital para el cristiano, pero para esto había que “entrar ‘dentro de la cosa’”. Es una experiencia vital para el cristiano dependiendo el concepto de vida cristiana o católica se tenga.

Carlos Manuel definía la vida católica con las siguientes palabras: “La vida católica es algo único, es una tremenda participación vive en el nuevo orden inaugurado por la muerte y resurrección de Cristo; es una vida en el sentido más profundo, real y pleno de la palabra; Cristo viviendo en nosotros”. La forma en como esta vida se alimenta y profundiza es por medio de la liturgia.

Consciente que “la Liturgia es para el pueblo y no para un grupo selectos de eruditos” se dedicó a promover la vivencia litúrgica en Puerto Rico. Para promover la vivencia recta de la liturgia se convirtió en un autodidacta. Por sus problemas de salud no pudo concluir estudios universitarios, pero esto no le impidió aprender sobre la Iglesia, en especial, sobre este tema tan apasionante para él. Leía y estudiaba los escritos sobre el tema emanados en su tiempo, impulsa la aplicación de las reformas litúrgicas de Pio XII, se suscribe a revistas y estudios de la época. Lo que aprendía lo daba a conocer por medio del apostolado.

El Círculo de Cultura Cristiana

Carlos Manuel llevó a cabo su apostolado por medio de la amistad y el acompañamiento, en especial con quienes visitaban el Centro Universitario Católico, y la correspondencia. Suscribía a distintas personas para que le llegasen artículos sobre liturgia y formación religiosa en general. Además, estando en el Centro Universitario funda un boletín llamado Liturgia, el Círculo de Cultura Cristiana y los “Días de vida cristiana”.

El Círculo de Cultura Cristiana es descrito por el propio Carlos Manuel en una carta en donde trata el tema: “El Círculo de Cultura Cristiana es una agrupación de estudiantes profesionales que funciona dentro del Centro Universitario Católico Puertorriqueño. Los fines generales del Círculo son:
Lograr que sus miembros lleguen a ser intelectuales católicos y apostólicos.
Laborar por la restauración y renovación de una cultura verdaderamente cristiana.
Laborar por la realización de los ideales del Movimiento Litúrgico”.

Los “Días de vida cristina” eran ocasión para reunirse, compartir y formarse. El tiempo estaba dividido para la oración, diversión, formación y conversación. Cada encuentro giraba en torno a algún tema, ya fuera, sobre el tiempo litúrgico que se estaba viviendo o temas de actualidad como el secularismo. La idea era ayudar a comprender la vivencia de cada misterio de la Iglesia.

La Vigilia Pascual

Finalmente, propagó la importancia de la celebración de la Vigilia Pascual respetando su tiempo y estructura. En una carta titulada “No echemos a perder la Vigilia Pascual”, Carlos Manuel afirma la centralidad de esta noche, la importancia de que se celebre según las normas para no crear una mentalidad errónea en los fieles, entre otros.

Su defensa de la Vigilia Pascual parte de su pensamiento de que la liturgia era para el Pueblo Santo de Dios, que todos podían llegar a entenderla y que siendo el centro de la vida cristiana se debía promover como medio de apostolado.


Carlos Manuel muere el 13 de julio de 1963 viviendo su pascua personal. Busca al Dios vivo mientras experimenta la noche oscura del alma y recupera su serenidad cuando redescubre la palabra que tiene un gran significado para él: Dios. Se encuentra con el Dios vivo, con el Resucitado, luego de sufrir por largos años una enfermedad gastrointestinal: colitis ulcerosa, la cual no demostraba. Vivió su vida intentando enamorar a otros de la alegría del Resucitado y de la centralidad de la liturgia para la vida cristiana.

El autorP. José Gabriel Corazón López

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