El proceso sinodal actualmente en curso en la Iglesia tiene muchos desafíos por delante, y varios de ellos se refieren también a la comunicación y al modo en que se difunden periodísticamente los avances de este «caminar juntos». Así lo afirmó el cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo de los Obispos, en su intervención en la Universidad de la Santa Cruz de Roma para presentar el libro Una Iglesia en diálogo, publicado por la Facultad de Comunicación con motivo de su 25 aniversario. Estos retos representan, al mismo tiempo, una oportunidad para aprender a «comunicar eficazmente el Sínodo», sabiendo que en el centro de esta comunicación debe estar el diálogo.
Entre los elementos de dificultad que el Cardenal prevé y que todos han podido experimentar en estos primeros meses del camino sinodal, muchos fueron identificados por el propio Papa Francisco en la apertura del Sínodo en octubre de 2021: «el riesgo de formalismo, es decir, de centrarse en el proceso; el riesgo de intelectualismo”, es decir, de ver el Sínodo como «una especie de grupo de estudio» en el que «los de siempre dicen las cosas de siempre». Acabar siguiendo las consabidas e infructuosas divisiones ideológicas y partidistas»; y el riesgo de la complacencia o la indiferencia, de «no tomarse en serio los tiempos en que vivimos».
Las lecturas negativas
También están las «lecturas negativas» que presentan el proceso como algo «diseñado para imponer cambios en la doctrina», sugiriendo que todo está ya decidido desde el principio; o la idea -extendida entre otros grupos- de que al final la consulta no conducirá a ningún cambio real, sin ninguna propuesta de acción sino sólo a una discusión estéril:
«Esto también plantea cuestiones importantes desde el punto de vista de la comunicación sobre la gestión de las expectativas respecto a los resultados del Sínodo», comentó Grech.
Otros temores son el riesgo de que la Iglesia se encierre aún más en sí misma, en una especie de autorreferencialidad sobre cuestiones internas, cuando en cambio deberíamos «mirar al mundo, anunciando el Evangelio a las periferias y comprometiéndonos en el servicio a los necesitados».
«Reconocer estas interpretaciones erróneas es el primer paso para responder eficazmente», explicó el Presidente del Sínodo de los Obispos.
¿Cómo comunicar eficazmente?
¿Cómo, entonces, comunicar eficazmente la Iglesia sinodal? Una de las claves puede venir de «renovar nuestra misión evangélica, para dar testimonio de la Iglesia ‘hospital de campaña’ que estamos llamados a ser», reflexionó el Cardenal. Es necesaria, por tanto, la capacidad -también comunicativa- de mostrar una Iglesia capaz de acompañar a la gente de nuestro tiempo, sirviendo por ejemplo a las personas que se encuentran «heridas al borde de nuestras carreteras, y también en las calles digitales», y sin caer en particularismos.
En el centro de este proceso debe estar el diálogo, que inevitablemente «empieza por escuchar». De hecho, «sólo prestando atención a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos podemos crecer en el arte de comunicar», cuyo núcleo no es una teoría o una técnica, sino «la apertura del corazón que hace posible la cercanía», añadió el Cardenal, citando al Papa Francisco en su Mensaje para la pasada Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
Fue de nuevo el Pontífice en la apertura del Sínodo quien recordó que «el verdadero encuentro nace sólo de la escucha» y de la escucha con el corazón, a través de la cual «las personas se sienten escuchadas, no juzgadas; se sienten libres de contar sus propias experiencias y su propio camino espiritual».
Para un encuentro auténtico
Otro aspecto destacado por Grech es la empatía, la capacidad de «sentir con los demás”, esencial para que crezca el diálogo, conocer a las personas allí donde viven «y asumir que sus opiniones son fruto de intenciones positivas». De este modo, el encuentro y la escucha son verdaderamente auténticos; una responsabilidad, por cierto, que corresponde a todos los bautizados, entendiendo que dialogar «significa también resistir a las ideologías preconstituidas sin dejarse realmente interpelar, cuando no incluso molestar, por la palabra del otro».
Al fin y al cabo, hay que tener paciencia y sentirse a gusto en las tensiones que inevitablemente hay que afrontar, «no confiando únicamente en nuestras propias capacidades, sino invocando siempre la asistencia del Espíritu Santo», concluyó el Cardenal.