Monseñor Mitchell Thomas Rozanski es, desde el año 2020, el arzobispo de St. Louis (Missouri, Estados Unidos). La arquidiócesis que dirige cuenta con casi 500 mil católicos, en una población de más de dos millones de personas.
Para atender a todas estas personas, la arquidiócesis tiene 296 sacerdotes diocesanos y 247 sacerdotes religiosos. Al mismo tiempo, en el territorio viven casi mil religiosas. Muchas de estas personas consagradas se dedican a la educación o ayudan en las actividades de las 178 parroquias que hay.
Monseñor Rozanski se encarga en su día a día de que todas estas personas “dispongan de los medios que necesitan para continuar con esos ministerios”. Además, visita con frecuencia las iglesias de la arquidiócesis para estar cerca de los fieles.
Para explicar su labor y dar a conocer la “Iglesia vibrante” de Missouri, el arzobispo habla en esta entrevista sobre su figura dentro de la jerarquía eclesiástica, los retos pastorales a los que se enfrenta y su visión del Sínodo de la Sinodalidad que vive la Iglesia católica en estos momentos.
¿Cómo es su día a día como arzobispo?
– Nunca es aburrido. Cada día es ciertamente diferente. Como arzobispo paso mucho tiempo en reuniones y en la administración. Pero mis mejores momentos son cuando puedo estar con nuestra gente en las celebraciones parroquiales. Ahí es donde realmente me lleno de energía.
Cuando era párroco, me encantaba trabajar en una parroquia. Pero lo bueno de ser arzobispo es que me da una visión más amplia de la Iglesia y me reta más en mi sacerdocio.
¿Cómo describiría su posición dentro de la jerarquía eclesiástica?
– En el ministerio ordenado hay tres órdenes diferentes: obispo, sacerdote y diaconado. Dentro del oficio de obispo ciertamente tenemos a nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, y luego tenemos a los cardenales. Y luego, los arzobispos y obispos. Todos ellos son parte del episcopado. El Papa es elegido por los cardenales, los cardenales están llamados a asesorar al Papa, los arzobispos son los que supervisan las arquidiócesis, y el obispo es el que dirige cada diócesis individual.
¿Cree que existen ideas erróneas en torno a la figura del arzobispo?
– Sí, la gente cree que tengo más poder del que tengo. Como arzobispo, tengo que vivir no por «fiat» o por decreto, sino que tengo que vivir reuniendo al pueblo de Dios. Algunos dicen que lo único que tengo que hacer es decir que algo se haga, pero no funciona así.
Es un cargo de gran responsabilidad dentro de la Iglesia, pero es un ministerio de la Iglesia. Creo que cualquier poder que ejerza debo hacerlo con humildad y a la luz del Evangelio.
¿Cuál es la tarea más importante que realiza en relación con los laicos de la arquidiócesis?
– Creo que la tarea más importante que puedo hacer como arzobispo es proclamar la fe. Hay una columna semanal en el periódico de nuestra arquidiócesis en la que hablo de la fe y de distintos aspectos de ella. Creo que ser proclamador de la Palabra y testigo del Evangelio es muy importante.
Hay bastantes sacerdotes y personas consagradas en la archidiócesis. ¿Cuáles son sus responsabilidades para con ellos?
– Como arzobispo, estoy llamado a marcar el tono pastoral del ministerio en la arquidiócesis. Tenemos muchas comunidades diferentes en la arquidiócesis, así que mi papel es mantener una buena relación con esas comunidades religiosas, reunirme con ellas de vez en cuando y ver cómo podemos colaborar en el ministerio aquí en la arquidiócesis.
Muchas de nuestras comunidades religiosas se dedican a la educación. Algunas se ocupan directamente de los pobres. Así que mi objetivo es ayudarlas para que dispongan de los medios que necesitan para continuar con esos ministerios.
La Iglesia atraviesa hoy un momento de tensión y parece agravarse a medida que se acerca el Sínodo. ¿Qué le diría a la gente para que esté tranquila en este proceso y se sienta cerca del Santo Padre?
– Lo primero que diría es que muchos no tienen sentido de la historia. Cada vez que la Iglesia ha tenido un concilio importante, como el que tuvimos hace sesenta años en el Vaticano II, realmente se necesitan unos cien años para que ese concilio tenga su pleno efecto. Y creo que el Papa Francisco considera que su papel en este momento de la historia es ayudar a que el Vaticano II surta todo su efecto en nuestra Iglesia. Por ello tenemos el Sínodo de la Sinodalidad.
Creo que lo que el Santo Padre ha dicho de muchas maneras diferentes es que no estamos cambiando la doctrina, no estamos cambiando las enseñanzas básicas de la Iglesia, pero en un mundo donde las cosas cambian tan rápidamente, necesitamos un enfoque diferente en la forma de presentar el Evangelio.
Lo principal, a mi modo de ver, que puedo resumir del Sínodo de la Sinodalidad es la capacidad de la Iglesia para escuchar, encontrar y acompañar. Y eso es lo que Jesús pide a todos sus discípulos. Tengo muchas esperanzas y soy muy positivo respecto a este Sínodo.
¿Cuáles son las prioridades pastorales de la arquidiócesis de St. Louis?
– Acabamos de pasar por dos años de discernimiento para ver lo que necesitamos en términos de nuestra infraestructura, en términos de nuestro apoyo de la Curia y de llegar a las parroquias. El motor de todo esto ha sido la evangelización. Así que diría que nuestras prioridades son llegar a las parroquias y evangelizar. En resumen, veo las prioridades del Sínodo de la Sinodalidad como las prioridades de la arquidiócesis de St. Louis.
También, hemos tenido algunas ideas creativas. Hemos creado una nueva parroquia para los hispanos y el ministerio latino. Vimos la necesidad en cierta zona de la arquidiócesis y pusimos allí nuestros recursos. También enviamos a uno de nuestros jóvenes sacerdotes a la pastoral universitaria en otra diócesis, a un campus universitario donde muchos nativos de St. Louis son estudiantes.
Solemos olvidarnos de las personas mayores de nuestras diócesis. ¿Cómo les ayudan a encontrarse con Dios en la arquidiócesis de St. Louis?
– Creo que ofrecemos muchas oportunidades de servicio a nuestros mayores, ya sea en los ministerios parroquiales o simplemente en los ministerios de oración, que es igual de importante. Si no pueden salir de casa, siempre hay intenciones por las que pueden rezar. Por tanto, es importante mantenerlos conectados a la Iglesia, y asegurarse de que tal vez puedan ser llevados en coche a la iglesia.
Creo que los ancianos, como ha dicho muchas veces el Papa Francisco, nos aportan una sabiduría infinita. No podemos olvidar a nuestros mayores.
¿Qué le gustaría que la gente supiera sobre la arquidiócesis de St. Louis y sus miembros?
– Bueno, estamos en el medio oeste, que es diferente de otras partes del país. Aquí encuentro una gran hospitalidad y un profundo sentido de la fe. Cuando celebro Misa en distintas parroquias, veo familias jóvenes en la Iglesia, y eso es muy alentador. Veo una Iglesia vibrante, que se da cuenta de que tenemos una misión que cumplir y evangelizar, y una Iglesia dispuesta a asumir esos retos.
Como arzobispo, ¿qué le gustaría decir a nuestros lectores, que podrían incluso ser personas de la arquidiócesis de St. Louis?
– Llevo tres años en St. Louis como arzobispo y me siento muy bien acogido y agradecido por las oportunidades de visitar tantas parroquias, organizaciones, obras de caridad católicas… Y veo el gran trabajo que está haciendo la Iglesia en la arquidiócesis. Así que les diría que sigan con ese buen trabajo y ministerio, y que sigan proclamando el Evangelio.