Evangelización

Marie de Saint-Exupéry: mucho más que la madre del autor de ‘El Principito’

Los años 2024 y 2025 han conmemorado al aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry. Biografías sólidas y otros textos destacan la figura de su madre, Marie Boyer de Fonscolombe (1875-1972), Marie de Saint-Exupéry, mujer cristiana resiliente que vio morir a tres hijos, llena de fe y entrega a los demás.

Francisco Otamendi·29 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos
Antoine de Saint-Exupéry en Toulouse, 1933.

Antoine de Saint-Exupéry en Toulouse, Francia, 1933. Fuente: New York Times en línea. (Distribuido por Agence France-Presse, Wikimedia commons).

Olivier d’Agay, sobrino nieto de Antoine de Saint-Exupéry, que desapareció en 1944 mientras pilotaba un avión aliado en la Segunda Guerra Mundial, dijo en alguna entrevista, en junio de este año, que su tío abuelo tendría un sentimiento agridulce. 

Por una parte, alegría, al constatar el éxito de su Principito del Asteroide B-612. Pero por otra, tristeza, “porque la humanidad no avanzó” (‘La Crónica de hoy’). 

No sabemos si estaría triste la madre del escritor y piloto, Marie Boyer de Fonscolombe. Pero es muy cierto que Marie fue mucho más que la madre del aviador, dan a entender sus biógrafos, que destacan su resiliencia y su profunda fe.

Fortaleza ante la muerte de sus hijos

Porque Marie de Saint-Exupéry llevó con fortaleza el fallecimiento de su marido Jean, muerto repentinamente en 1904, y de tres de sus cinco hijos (Francois a los 15 años, de fiebre reumática (1917); Marie-Madeleine, en 1926, de tuberculosis;  y el poeta piloto, Antoine, en 1944).

Unas pérdidas que marcaron profundamente su vida, pero a las que sobrevivió con una fe perseverante y una intensa dedicación a los demás hasta su muerte en 1972. 

Ideales, cultura y fe

Marie Boyer de Fonscolombe había nacido en una familia de antigua nobleza francesa profundamente marcada por ideales, cultura y fe, lo que influyó fuertemente en su formación y valores. Recibió parte de su educación en las Hermanas del Sagrado Corazón de Lyon.

Las biografías de Stacy Schiff y Persane‑Nastorg, citadas al final, y los trabajos familiares recogidos por Olivier d’Agay, muestran que Marie educó a sus hijos –en particular a Antoine–, en un clima poco común para su época: una combinación de exigencia moral y gran libertad interior.

Viuda muy joven, a los 28 años, con cinco hijos a su cargo, no optó por una educación rígida ni autoritaria. Por el contrario, fomentó la imaginación, la sensibilidad artística y la reflexión personal.

Fidelidad a la llamada

A su hijo Antoine le transmitió una convicción constante: la vida solo tiene sentido cuando se vive como una llamada, no como una comodidad. Este consejo no se formulaba como teoría, sino como ejemplo. Marie insistía en la importancia de la fidelidad a la propia conciencia, incluso cuando ello implicaba riesgo o incomprensión. Esta actitud está en la raíz del sentido del deber que Antoine mostró como aviador y escritor, y que atraviesa obras como ‘Tierra de hombres’.

Las biografías señalan que Marie no desalentó nunca las decisiones difíciles de su hijo –ni siquiera su vocación peligrosa como piloto–, aunque le causaran temor. Su consejo constante no era “evita el peligro”, sino “sé fiel a lo que estás llamado a hacer”.

En este punto, Schiff subraya que Antoine encontró en su madre una figura de apoyo incondicional, capaz de sostener sin poseer, y de orientar sin dominar.

Una vida de fe discreta, profunda y esperanzada

Uno de los rasgos más llamativos de Marie de Saint-Exupéry es la discreción de su fe. No fue una mujer de discursos religiosos ni de protagonismo espiritual. Sin embargo, todas las biografías coinciden en que su vida estuvo sostenida por una fe cristiana firme, heredada de su familia y asumida de forma personal y madura.

Esta fe se manifestó sobre todo en su esperanza, puesta a prueba por circunstancias extremas. Marie sobrevivió a su esposo y a tres de sus hijos, como hemos visto, afrontando la desaparición de Antoine con su avión, en Córcega, durante la Segunda Guerra Mundial.

En lugar de encerrarse en la amargura, su respuesta fue una confianza persistente en Dios y en el sentido último de la vida, incluso cuando ese sentido no era visible.

La biografía ‘Marie de Saint-Exupéry, l’étoile du Petit Prince’ describe su espiritualidad como una fe atravesada por el dolor. No se trata de una religiosidad ingenua, sino de una esperanza trabajada, silenciosa, sostenida por la oración y por la convicción de que la muerte no tiene la última palabra. Esta certeza fue decisiva para su equilibrio interior y para su capacidad de seguir entregándose a los demás.

En la visión que transmitió a Antoine, la fe no aparece como un sistema cerrado de respuestas, sino como una orientación hacia la luz, incluso en medio de la noche. Esta actitud ayuda a comprender ‘El Principito’, donde la esperanza no se impone, sino que se propone como una búsqueda.

Servicio a los demás en las guerras mundiales

Si hay un punto en el que todas las fuentes coinciden con claridad es en que Marie vivió su fe sirviendo. Su espiritualidad fue eminentemente práctica.

Durante la Primera Guerra Mundial se formó y trabajó como enfermera, atendiendo a soldados heridos en hospitales militares. Fue un compromiso sostenido, exigente y físicamente duro.

Después de la guerra, y especialmente tras la muerte de su hija Marie-Madeleine, intensificó su dedicación a los demás. Colaboró con instituciones de asistencia, con la Cruz Roja y con iniciativas locales de ayuda a enfermos y personas vulnerables. Durante la Segunda Guerra Mundial, ya mayor, volvió a implicarse en tareas de cuidado y apoyo a civiles afectados por el conflicto.

Las biografías subrayan que este servicio no fue una huida del sufrimiento personal, sino una respuesta consciente al mismo. Marie parecía convencida de que el dolor solo puede transformarse cuando se comparte y se orienta hacia el bien de otros.

Esta lógica marcó profundamente a Antoine, que en sus escritos insiste en la fraternidad, la responsabilidad y el valor del sacrificio por algo que nos trasciende.

Se recogen a continuación algunas frases de Marie de Saint-Exupéry, con formulaciones de fuentes familiares. 

“La fe no consiste en no tener noches, sino en caminar hacia la luz”

En una carta dirigida a uno de sus hijos, Marie expresaba su fe no como certeza fácil, sino como búsqueda perseverante, en términos que las biografías resumen así: “La fe no consiste en no tener noches, sino en caminar hacia la luz incluso cuando no se la ve”. La idea viene recogida en las biografías.

“No hemos perdido a quienes amamos; han ido antes que nosotros”.

En una síntesis muy cercana al texto original, también de fuentes familiares, tras la muerte de alguno sus hijos, Marie escribió palabras que expresan su esperanza cristiana: “No hemos perdido a quienes amamos; han ido antes que nosotros”.  Y esta esperanza la llevó a una entrega aún mayor al servicio de los demás.

Sobre Dios y la interioridad

Según explicaciones de testimonios familiares recogidos por Olivier d’Agay, Marie insistía ante Antoine en que la relación con Dios no se impone desde fuera, sino que se descubre en lo más íntimo de la persona. Cada ser humano lleva en sí algo que lo supera; es allí donde Dios espera, decía. Antoine dirá en ‘El Principito’: “lo esencial es invisible a los ojos”.

Estas ideas se desprenden de biografías como ‘Marie de Saint-Exupéry, l’étoile du Petit Prince’, de Michèle Persane‑Nastorg, Éditions du Triomphe, París, 2023; la del citado Olivier d’Agay, la de Stacy Schiff, ‘Saint-Exupéry: A Biography”, que ofrece contexto familiar profundo, y artículos literarios o no en digital (Aleteia), o en revistas académicas en particular.

El autorFrancisco Otamendi

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