Los premios CEU Ángel Herrera, creados en 1997, tienen como finalidad reconocer la labor social, docente e investigadora de personas y grupos del ámbito del CEU. Entre los galardonados de este año están la JMJ, Obras Misionales Pontificias y la influencer @soyunamadrenormal.
Desde 1997 el CEU celebra los premios CEU Ángel Herrera, con el fin de reconocer el trabajo social, investigador y docente de distintas personas o grupos. Este año, en la XXVI edición, los premiados son organizaciones, como la JMJ, o influencers como “Soyunamadrenormal”.
El jurado está compuesto por tres personas, siendo distintas para cada categoría de los premios, cuyos nombres serán públicos el día de la entrega de los premios.
Difusión de la cultura católica
La Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar este agosto en Lisboa, ha recibido un premio por su “difusión de la cultura católica para reconocer, desde el protagonismo de los jóvenes, la promoción de la paz, la unión y la fraternidad entre los pueblos y las naciones de todo el mundo”.
A la hora de considerar al ganador, el jurado ha apreciado también que este evento otorga “una experiencia de Iglesia Universal, fomentando el encuentro con Jesucristo y constituir para los jóvenes un lugar de nacimiento de vocaciones para el matrimonio y la vida consagrada”.
Mejor trabajo en materia de Doctrina Social de la Iglesia
El jurado ha reconocido también el mejor trabajo en materia de Doctrina Social de la Iglesia, otorgando el galardón a la periodista María Ángeles Fernández y al equipo de comunicación de Obras Misionales Pontificias.
Ética y valores
En la categoría relacionada con la transmisión de valores se ha concedido el premio a la Fundación Nemesio Rodríguez y a Vicente del Bosque. Por otro lado, se ha premiado a la influencer Irene Alonso, conocida en las redes sociales como “soyunamadrenormal”, por su difusión de los valores del matrimonio y la familia a través de sus plataformas digitales.
Solidaridad, cooperación del desarrollo y emprendimiento social
Por último, el jurado ha premiado el trabajo que realiza la Fundación Kirira, que desde hace años lucha contra la mutilación genital femenina.
Las religiones abrahámicas a favor de la tecnología centrada en el ser humano
Representantes de las religiones judía y musulmana firman en el Vaticano el Llamamiento de Roma por la Ética de la IA, el documento de la Pontificia Academia para la Vida dedicado a la ética en la implementación, desarrollo y uso de la Inteligencia Artificial. Posteriormente fueron recibidos por el Papa.
«Las religiones acompañan a la humanidad en el desarrollo de una tecnología centrada en el ser humano mediante una reflexión ética compartida sobre el uso de algoritmos». Este fue el comentario que el Papa Francisco hizo en Twitter al margen de la firma conjunta del Llamamiento de Roma por la Ética de la IA por católicos, judíos y musulmanes el 10 de enero en la Casina Pío IV del Vaticano.
La firma congiunta della #RomeCall for #AIEthics da parte di cattolici, ebrei e musulmani è un segno di speranza. Le religioni accompagnano l'umanità nello sviluppo di una tecnologia centrata sull'uomo grazie alla riflessione etica condivisa sull’uso degli algoritmi. #algoretica
El propio Papa Francisco había recibido a los firmantes poco antes en la Sala Clementina: junto al arzobispo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida (PAV) y promotor del Llamamiento, estaban el rabino Eliezer Simha Weisz y el jeque Abdallah bin Bayyah.
También estuvieron presentes el presidente de Microsoft, Brad Smith, el vicepresidente mundial de IBM, Darío Gil, y el economista jefe de la FAO, Máximo Torero Cullen, que a su vez habían firmado el documento en 2020 en una primera iniciativa pública promovida por la PAV.
La tecnología al servicio del bien común
En su discurso, el Pontífice reiteró cómo la tecnología debe ponerse siempre al servicio del bien común de todos, y una de las condiciones para alcanzar tal objetivo es la «fraternidad», que a su vez requiere actitudes de justicia y paz.
Una clara referencia a su última encíclica Fratelli Tutti, pero también un llamamiento para evitar que los algoritmos influyan de algún modo malicioso en la convivencia civil.
El Papa puso como ejemplo concreto la práctica relacionada con las solicitudes de los solicitantes de asilo, especificando cómo no es aceptable «que la decisión sobre la vida y el destino de un ser humano se confíe a un algoritmo».
Algoritmos que deciden el destino
Este tipo de práctica está muy extendida en algunos países europeos para uso de sus respectivas oficinas de migración y refugiados (la Band en Alemania, por ejemplo) y también ha sido criticada y valorada como incorrecta en algunas circunstancias por AlgorithmWatch, una ONG que estudia los algoritmos y sus impactos en la sociedad. También emitió juicios poco halagüeños la European Digital Rights (Edri), organismo que defiende los derechos digitales a escala europea.
Lo que le importa al Papa, y por tanto a la Iglesia, es que «no arraigue el uso discriminatorio de estas herramientas a costa de los más frágiles y excluidos». De ahí que sea bueno que se cree en todo el mundo una dinámica que pueda promover y desarrollar una especie de «antropología digital», basada en tres coordenadas específicas: «ética, educación y derecho» -los tres ámbitos de impacto de la IA destacados por la Convocatoria-, contando al mismo tiempo con diferentes cosmovisiones, como es el caso de las distintas tradiciones religiosas.
Llamamiento de Roma a la ética de la IA
El Llamamiento de Roma por la Ética de la IA es esencialmente uno de los últimos documentos oficiales promovidos por organismos de la Santa Sede sobre las cuestiones de la Inteligencia Artificial y el impacto que estos sistemas pueden tener en los seres humanos.
Promovida por primera vez por la Pontificia Academia para la Vida en febrero de 2020, esta declaración tuvo el mérito de ser firmada no tanto y no sólo por académicos de la Academia Vaticana -como sucedió en el pasado para documentos similares-, sino principalmente por exponentes de las principales organizaciones tecnológicas e instituciones de importancia pública, que se encargaron de adherirse al documento.
Las empresas necesitan un «suplemento de alma
Como relata el arzobispo Vincenzo Paglia en el libro Anima digitale. La Chiesa alla prova dell’Intelligenza Artificiale(Tau Editrice), la Llamada parte de una pregunta y una reflexión de Brad Smith, Presidente de Microsoft. «Él mismo me confió que necesita una especie de ‘suplemento de alma’ en la empresa».
En resumen, «los ingenieros encuentran soluciones, pero las soluciones no son éticamente indiferentes: necesitamos ser conscientes y responsables no sólo del uso de los dispositivos, sino de las implicaciones éticas presentes en cada fase de su ciclo de producción, que implica a distintos sujetos, desde investigadores a ingenieros y desde políticos a ciudadanos». De ahí nació nuestra relación de diálogo y colaboración».
Esto demuestra, sigue reflexionando Paglia, que «las tecnologías necesitan hombres y mujeres conscientes y atentos, para que se proyecten hacia la mejora, hacia el desarrollo positivo, social e individual».
El Llamamiento de Roma es también, por el momento, el único texto -de los muchos firmados a lo largo de los años en el ámbito vaticano en relación con la IA- que se ha presentado en una conferencia con periodistas en la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Sometido a la aprobación de la Secretaría de Estado vaticana, dio lugar a la creación de la fundación «RenIAssance«, que hoy apoya el proyecto.
Disponible en inglés, se refiere a él como un «documento de compromisos compartidos» a través del cual estimular el sentido de la responsabilidad de organizaciones, gobiernos, instituciones y sector privado para un futuro en el que los avances tecnológicos y la innovación digital estén al servicio del «genio humano» y la creatividad, sin provocar su progresiva sustitución.
En la firma de 2020, Kelly, de IBM, reiteró en su nombre y en el de la empresa la asunción de una responsabilidad compartida para garantizar que todas las tecnologías emergentes se desarrollen y utilicen por el bien de la humanidad y del medio ambiente.
Para el Presidente de Microsoft, siempre es importante promover un debate respetuoso sobre estos temas, que incluya principios éticos sólidos que puedan ayudar a resolver los grandes retos del mundo actual.
Los educadores católicos tenemos una misión clave y crucial: introducir a nuestros alumnos en el amor a Cristo. El amor que centró las últimas palabras de Benedicto XVI
Las últimas palabras de Benedicto XVI en su lecho de muerte, antes de morir, tal como nos narra su secretario personal, fueron «Jesus, ich liebe dich» («Jesús, te amo», en alemán). En ese momento crucial en el que nos encontramos solos ante el Señor, no caben imposturas, brota directamente del corazón aquello que ha marcado nuestra vida. Y el resumen de la vida del papa alemán fue este gran y único amor.
Con ello el papa Benedicto XVI, ese gran maestro, nos daba una gran lección, la última y definitiva. Solo el amor es lo que marca la vida. Solo aquello que hayamos amado es lo que quedará eternizado. Al atardecer de la vida, como decía san Juan de la Cruz, se nos examinará en el amor. Solo en eso.
Quizás no esté de más que los que nos dedicamos a la educación y a la transmisión de la fe recordemos especialmente esta lección. Hay que formar la mente y la voluntad. Hay que introducir en el misterio de lo sobrenatural. Hay que comprometer la vida y entregarla. Pero todo esto nada vale si no se hace desde el amor, como les recordaba el apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Por ello nuestra principal misión es, ante todo, introducir a los niños y a los jóvenes en esa historia de amor. Acompañarlos para que conozcan a Jesucristo. Introducirles en esa relación personal, que es la esencia del cristianismo. Y con nuestra propia vida, enseñarles que ese Cristo vivió y resucitado, es el gran amor de nuestra vida.
Esto es lo más lejano a la ñoñería y al sentimentalismo. Solo un amor verdadero sostiene el sí en la dificultad, atraviesa las fronteras del dolor, se hace definitivo hasta la muerte. Especialmente el amor a Cristo tiene muy poco que ver con las ‘mariposas en el estómago’, porque es un amor real, pero trascendente. Y si se puede tocar, es en la carne del hermano herido, es en el Pan de cada día. Y eso da para pocas mariposas. Da para algo mucho más grande. Para intuir ese amor que solo cabe en el corazón de Dios.
Mi pregunta como educador es si realmente estamos introduciendo a los jóvenes en ese amor a Cristo. Porque si no lo estamos haciendo, por mucha parafernalia que montemos, no haremos absolutamente nada. El papa Benedicto nos lo recordaba constantemente. Ser cristiano nace de un encuentro, no de una convicción moral. Y ese encuentro con Jesús no puede dejarnos indiferentes. Como nos repetían nuestros catequistas de jóvenes ‘no es posible conocer a Jesús y no amarle; no es posible amarle y no seguirle’.
Por eso el primer paso es dar a conocer a Jesús. Y el principal medio para ello es introducir en una relación orante con la Escritura. Leer y rezar el evangelio será el camino que puede poner en contacto a los jóvenes con el Verbo encarnado. Y enseñar a descubrirlo en el silencio de nuestra propia alma, en los últimos repliegues de nuestro ser.
La música en particular y el arte en general, serán una puerta que ayuden a despertar la sensibilidad y facilitar ese encuentro. Pero el cuerpo a cuerpo, el contacto, ese tocarse que exige el amor, se da en la oración y, de una manera privilegiada, en el pan de la eucaristía.
San Manuel González, el obispo del sagrario abandonado, hablando de una niña que quería que le adelantasen la primera comunión, contaba que estaba reticente por la corta edad de la niña y que, por ello, le animaba a que esperase. Pero la niña argumentó con la sabiduría del corazón que ella necesitaba comulgar, ‘porque pa’ quererse hay que rozarse’. Aquello fue suficiente para convencer al santo obispo.
Para quererse hay que rozarse, hay que tocarse. El amor nace del encuentro personal.
Benedicto XVI nos da esa lección definitiva de amor tierno e íntimo en sus últimas palabras. Su corazón latía al ritmo de ese amor. Su último aliento fue para proclamar con voz débil y potente a la vez que el amor es la palabra definitiva que sostiene nuestra vida.
Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.
En la Sierra Norte de Madrid se esconde una senda que guarda una peculiar similitud con la peregrinación de los hobbits por la Tierra Media. Sus 122 kilómetros son una experiencia que acerca a los caminantes a la grandeza de la Creación.
“El Camino permite viajar hasta la mítica Tierra Media por la que caminaban enanos, elfos u orcos. El valle de Moria, Bree, Rivendel, la Comarca, Hobbiton, la Cima de los Vientos y muchos más lugares claves de la película y el libro te harán sentirte el protagonista de tu viaje exterior e interior a la par que descubrirás una naturaleza fascinante y desarrollarás el sentido del asombro, de la belleza y del cuidado de la misma”. Así describen esta peregrinación los encargados del Camino del Anillo en su página web.
Pedro de la Herrán, gerente de esta iniciativa, habla en Omnes sobre este proyecto al que todos están invitados, ya les encante el Señor de los Anillos, ya sean sencillamente amantes del deporte o de la naturaleza.
¿De dónde surge la idea de realizar este Camino?
“El Camino del Anillo surge como una iniciativa de desarrollo rural para promocionar los pueblos olvidados de la Sierra Norte de Madrid. Cuando salieron las películas de El Señor de los Anillos, nos dimos cuenta del parecido geográfico extraordinario entre esta peculiar Sierra y los escenarios creados por Tolkien. Así surgió la idea de invitar a la gente a visitar la Tierra Media en Madrid. De esta forma, además, la gente podría tener una experiencia de belleza en la naturaleza y la literatura, de encuentro con uno mismo y con los demás”.
¿Por qué está involucrada la Archidiócesis de Madrid?
“La iniciativa necesitaba una estructura que la apoyara. La Archidiócesis vio en esto una posibilidad de hacer un bien a la Sierra de Madrid, a la vez que promover un camino espiritual de encuentro con la Creación. Hoy está muy de moda hablar de cambio climático y de sostenibilidad. Si bien son temas importantes, se nos olvida que una verdadera ética ambiental ha de partir de entender qué es la naturaleza y quiénes somos los seres humanos respecto a ella. La Iglesia Católica mira la naturaleza como un regalo de Dios que debemos cuidar, como una casa común donde aprendemos a amarnos y dejarnos amar por Dios. De esta forma, la admiración y el cuidado por la naturaleza surgen solos”.
El mapa de la peregrinación (Foto: Página web El Camino del Anillo)
¿Cómo ayuda espiritualmente a las personas hacer este Camino?
“Cuando haces el Camino te encuentras con el profundo entramado psicológico de los personajes de Tolkien, con los que te sientes identificado. Destruir el anillo es una batalla que dura toda la vida, consiste en hacer una opción radical por el bien, cosa que no se consigue sin la ayuda de una compañía de amigos (una comunidad del anillo) que apuestan por ti y te ayudan a destruir tu anillo para siempre. La gente que recorre el Camino del Anillo se encuentra con su interioridad, con la potencia inefable de la belleza de la Creación, con la compañía de personas que te quieren aún sin conocerte. Es una experiencia única”.
¿Se puede encontrar a Dios haciendo esta peregrinación? ¿Cómo?
“Se puede encontrar a Dios a través de la belleza de la Creación y de la compañía de los demás. En cada detalle de la naturaleza descubrimos que somos amados por un Creador que ha puesto cada cosa en su sitio, y nos descubrimos como parte de esa belleza casi infinita que se despliega en la luz y la vida. Además, el cariño y el servicio incondicional de las personas que te acompañan te invita a entender la vida como una comunión en la que vamos todos juntos, en las que cada uno es para el otro y la vida adquiere un sentido nuevo”.
¿Qué es lo más importante en cuanto a la preparación?
“La actitud de asombro. Nosotros preferimos no contar demasiado de lo que te vas a encontrar. Solemos decir que el Camino habla, que los bosques hablan, que la luz habla. Claro que hay que tener un poco de forma física y ganas de caminar, pero lo más importante es abrir el corazón para dejarte sorprender. En el Camino hacemos una experiencia del WOW al AH. “WOW, qué maravilla”. “AHH, entiendo por qué todo es tan maravilloso”. Sólo se entiende esta experiencia cuando la vives en primera persona”.
¿Cuál es el principal beneficio espiritual de hacer el Camino del Anillo?
“La mayoría de la gente encuentra paz y serenidad. Éstas provienen de entender que la vida no se trata de hacer muchas cosas o de cumplir las expectativas de la sociedad. En el Camino descubres que la vida consiste en dejarte amar. Cuando vuelves a casa, has entendido claves nuevas que te abren a la comunidad y al Creador”.
¿Cuáles son los anillos o dragones contra los que solemos luchar a día de hoy?
“Eso tiene que descubrirlo cada uno. No se trata de las estructuras políticas o las tramas criminales. Es algo interior. El mayor enemigo de Faramir no era Sauron, sino su tentación de ponerse el anillo de poder y gobernar manipulando la realidad. El verdadero enemigo es lo que encuentras en tu vida que no te deja ser libre del todo, es la tentación de hacer el bien usando el mal. Sólo si tienes esperanza en que la belleza y el bien existen, serás capaz de desear destruir el anillo. Y sólo lograrás cumplir ese deseo si tienes una comunidad de amigos que apuestan por ti. Hoy en día se dice mucho que uno tiene que ser bueno, pero no tonto. Es un ejemplo del apego que le tenemos al mal. ¿Y si consiguiéramos ser buenos de verdad, optar por el bien siempre, y si tuviéramos un corazón al que no le importa sacrificar la vida por los ideales que verdaderamente importan?”.
Sanación y vocación: Ética médica fundamentada en las virtudes
La publicación en castellano de "Sanación y vocación" recupera la obra escrita por los estadounidenses Pellegrino y Thomasma y que reúne una colección de trabajos bajo un único hilo conductor, a saber, cómo deben conformarse la razón natural y la fe en medicina.
Vicente Soriano·12 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
Acaba de editarse una traducción del libro Helping and healing, que en 1997 publicaron los estadounidenses Pellegrino y Thomasma, por muchos considerados los padres de la ética médica moderna. La obra representó el culmen de la prolífica producción científica y humanista de los autores. Por entonces, Pellegrino, médico, tenía 77 años, mientras que Thomasma, más joven y filósofo, tenía 58 años. Ambos eran profesores de la Universidad Georgetown en Washington DC.
El libro tiene poco más de 300 páginas. Las 50 iniciales recogen el extraordinario análisis que realiza el Dr. Manuel de Santiago, traductor de la obra y conocedor, como pocos, de la vida y obras de Pellegrino.
En la introducción del texto original, los autores dejan claro que el libro supone una recopilación de artículos de años anteriores, algunos de escasa circulación. El propósito del libro es reunir una colección de trabajos bajo un único hilo conductor, a saber, cómo deben conformarse la razón natural y la fe en medicina. Se trata de formular una nueva y verdadera doctrina ética de la medicina, a partir de la moralidad del acto médico. De un modo sin precedentes, la profesión médica es vista por los autores como una empresa moral cristiana.
De Santiago reconoce varias etapas en la vida de Pellegrino, que van desde un periodo secular hasta el tramo final de gran dimensión religiosa. En el entremedio se suceden un periodo científico ligado a su actividad asistencial como médico internista, una etapa docente como profesor de universidad y un periodo humanista, centrado en la consideración de los valores humanos en la práctica médica. A partir de ese momento Pellegrino se lanza a la reconstrucción de la ética médica y la fundamenta en las virtudes, recuperadas por entonces por grandes filósofos contemporáneos, como Alasdair MacIntyre y Elizabeth Anscombe, ambos conversos al catolicismo. Frente al auge del principialismo y la bioética de Beauchamp y Childress, Pellegrino subraya la beneficencia, la búsqueda del bien del paciente, como el principal fundamento de la moral en la práctica médica.
Sanación y vocación. El compromiso religioso en cuidados de la salud
Autores: Manuel de Santiago Corchado ; Edmund Pellegrino ; David C. Thomasma
Editorial: EUNSA
Páginas: 332
Año: 2022
Ciudad: Pamplona
Fue en 1986 cuando tuvo lugar el giro de Pellegrino a la perspectiva religiosa desde la visión más secular, fundamentada en las virtudes médicas. El detonantes fue un simposio de filosofía y medicina organizado por la Universidad Georgetown. Desde ese momento, Pellegrino configura la moral médica a partir de la virtud de la caridad, transformada en compasión por el paciente. La compasión es mucho más que lástima o condolencia, es sentir y sufrir con el enfermo y acompañarlo en su fragilidad como ser humano. Aún así, el respeto a la conciencia del médico debe prevalecer frente a ciertas peticiones autónomas del paciente.
Una ética médica fundamentada en las virtudes y regulada por la caridad es para Pellegrino una ética de ágape, que va más allá de los principios, reglas y obligaciones de los médicos, pero no para absorberlos o negarlos, sino para perfeccionarlos. De este modo, la práctica médica se convierte en un medio de servicio a los demás, en una misión específica -vocación- a la que Dios ha llamado al médico.
Pellegrino fue invitado a ser miembro de la Academia Pontificia para la Vida, fundada por San Juan Pablo II en 1998. Su pensamiento se identificaba con el personalismo cristiano del Papa. Frente al relativismo y al pluralismo de la sociedad secular, herencia de la Ilustración, donde los avances tecnológicos parecían dar respuesta a todo, Pellegrino quiere recuperar la práctica médica con la filosofía moral y la luz de la fe.
El autorVicente Soriano
Médico. Especialista en infecciones por virus y genómica. Editor jefe de la revista AIDS Reviews. Asesor del Plan Nacional de SIDA, ha sido también asesor de la OMS, así como investigador en múltiples ensayos clínicos internacionales y en proyectos de la Comisión Europea. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNIR. Autor de numerosas publicaciones.
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Mons. Luis Argüello: “Todos los carismas de la Iglesia son necesarios”
Durante los últimos cuatro años el nombre de Luis Argüello ha estado ligado, esencialmente, a la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española, pero, desde el pasado noviembre, Mons. Luis Argüello tiene una única y clara misión: pastorear la Iglesia diocesana en Valladolid. Una sede en la que ya ha servido como auxiliar de su predecesor, Mons. Ricardo Blázquez y en la que ha vivido toda su vida sacerdotal.
Mons. Luis Argüello García es, desde julio de 2022 el arzobispo de Valladolid. Licenciado en Derecho Civil, fue profesor universitario antes de ingresar en el seminario. De su faceta como profesor perdura su profundo análisis de la realidad y su conocimiento del ser humano, así como una vasta cultura que se abre paso en las conversaciones e intervenciones de quien ha sido, durante cuatro años, el portavoz del episcopado español.
Su nueva etapa en la Iglesia en Valladolid, la sociedad actual, la secularización, son temas que aparecen en esta conversación con Omnes en la que Mons. Argüello amplía su análisis desde las tierras castellanoleonesas a la Iglesia universal.
Usted no llega “de nuevas”. Valladolid ha sido siempre su diócesis y en ella ha servico como obispo auxiliar. Pero, ¿no se le pide a todo nuevo obispo cierta novedad?
—La Iglesia siempre conjuga fidelidad y novedad. En este sentido, mi propia posición en Valladolid se sitúa también en este equilibrio. Por una parte, he compartido ya muchas responsabilidades en estos años en Valladolid. Desde ahí, hay una senda de fidelidad; pero creo que las propias características de la Iglesia vallisoletana y de la propia sociedad de Valladolid me piden, a mí y a toda la Iglesia diocesana, un impulso de novedad. ¿En qué puntos? Yo diría que en todo lo que significa la trasmisión de la fe, tanto anuncio como iniciación cristiana. Una llamada a una nueva manera de estar en el territorio y en la sociedad y un aliento para testimoniar la novedad del amor de Jesucristo a nuestros contemporáneos.
Habla del anuncio de la fe. La escucha a la Iglesia parece cada vez menor, especialmente entre los jóvenes. ¿No existe interés, o no sabemos dirigirnos al mundo de hoy?
—Creo que hay un poco de ambas cosas. Todo el camino de la secularización, de la autonomía de personas y sociedad respecto de Dios, y de lo que la Iglesia significa, tiene un acento singular. No sólo en los jóvenes, sino en las personas de menos de 60 años que, casualmente son los padres de los chicos y adolescentes. Es, precisamente, la secularización de la generación que hoy tiene entre 40 y 60 años lo que más influye en el desconocimiento de Jesús y de la Iglesia que tienen muchos de los niños, adolescentes y jóvenes.
Por otra parte, hay un ambiente cultural que propone otros “atractivos” al sin duda corazón en búsqueda de adolescentes y jóvenes.
Evidentemente la Iglesia, las comunidades cristianas, la vida de las parroquias…, tienen también su responsabilidad. Quizás, a la hora de la propuesta de la catequesis, de la formación de adolescentes y jóvenes etc., hemos continuado en una inercia sin tener en cuenta este gran cambio del contexto vital, familiar y cultural en el ambiente de los colegio, los institutos o el ambiente que entra por las pantallas.
Con todo, creo que las generalizaciones, además de ser injustas, despistan. Hace pocos meses vivíamos la Peregrinación de Jóvenes en Compostela (PEJ’22) y es verdad que eran 12.000 personas en el conjunto de los jóvenes españoles, es decir, una gota. Pero en ese encuentro se percibió en los jóvenes una búsqueda especial de un sentido nuevo, de aquello más explícitamente sobrenatural, si se me permite la expresión, y no tanto de “actividades”. Me sorprendió, por ejemplo, el interés que mostraron los jóvenes en los talleres de razón y fe, de ciencia y fe, el estudio de algunos de los filósofos de moda en la actualidad, una manera de enfrentarse también a las series o películas. Se manifestaba una inquietud de los propios participantes: la de querer dar razón de su fe a sus compañeros de instituto y de universidad. Eso también existe.
Cada vez estoy más convencido de que la época que vivimos es una época post-secular, y los acentos de la vida de la Iglesia están marcados, en muchos casos todavía, por la vivencia del tiempo pre-secular.
En esta post-secularidad hay búsquedas insospechadas, de lo mas variopintas, a veces de lo más estrambóticas; pero también hay búsquedas de sentido, de espiritualidad y de Dios
¿Entonces, se trata de dar una nueva propuesta?
—Exactamente. Se trata de ofrecer, sin complejos, aquellos que creemos y que intentamos vivir. Con humildad, con una confianza mayor en la gracia.
Una de las características de este tiempo post-secular es que la Iglesia, en occidente, sale de siglos y siglos de un empaste entre sociedad e Iglesia, que ha marcado unas determinadas relaciones con los poderes. Aún estamos ahí, porque estos procesos duran mucho, duran siglos, y tenemos que tener una nueva manera de estar en el territorio.
En Castilla y León hay montones de pequeños municipios, de pocos habitantes, dispersos…, y en todos, el gran edificio es la iglesia. En todos, hay una torre con un campanario y, hasta hace no mucho tiempo, debajo de cada torre había un bonete.
Nuestra forma de estar en el territorio es, a día de hoy, otra. Nuestra forma de comprender la parroquia ha de ser otra. Esto en lo que se refiere al territorio. Y luego, la forma de estar en la sociedad; en la que hay un cruce de caminos porque, para determinados aspectos, la gran mayoría de nuestra sociedad de estos municipios castellano leoneses sigue siendo católica: para celebrar las fiestas del patrono, en la Semana Santa, en la Navidad. Pero luego, en montones de aspectos de la vida cotidiana se vive como si Dios no existiera, también en los pueblos pequeños,
Mons. Chaput apunta que consideramos la fe “un mueble bonito que hemos heredado” y que no encaja en nuestro pisito moderno…
—En muchos casos, creo que es así y a veces, incluso, sin el pisito moderno. Pero, al mismo tiempo, hay búsqueda, hay inquietud, porque el Señor va siempre delante.
Lo que hablamos como una “transformación eclesial” forma parte de un giro social en el que el elogio a ultranza de la autonomía del individuo frente al común, de la libertad frente al amor, genera insatisfacción, genera malestar. Un malestar muy concreto que se llama “soledad”, que se llama “consumo de psicofármacos”; en el límite, se llama no saber qué hacer con la vida.
Por otra parte, hay un deseo escondido que aparece en miles de pequeñas causas de fraternidad, de bien común, de cuidado de la creación, etc. Eso es lo que subraya con frecuencia el Papa Francisco.
La característica del kerygma de Francisco es que es trinitario. El centro es siempre el anuncio de que Jesucristo ha vencido al pecado y la muerte, pero junto a esto, anunciar a Dios creador y, desde ahí todo lo que surge de la afirmación de la creación: las dimensiones ecológicas. Anunciar también que Dios es Padre. De ahí, nace el hablar de fraternidad, de vínculos, de alianzas.
Estos dos latidos son fuertes en el corazón de nuestros contemporáneos pero, a veces, parecen imposibles de vivir, porque se estima más fuerte el latido de la autonomía que el de la fraternidad.
Otro de los temas que viene implícito al hablar de una sede castellano-leonesa es el del patrimonio. ¿Estamos convirtiendo las iglesias en simples museos?
—El principal desafío de la mayoría de los templos de Castilla y León es que están cerrados, que ni siquiera se abren para ser visitados. El segundo desafío es su conservación, porque los hemos recibido de generaciones pretéritas. El tercero es que unos edificios que se mantienen y se puedan abrir para lo que fueron creados, es decir, para hacer posible la entrada a un ámbito que nos sitúa ante el misterio de Dios y su presencia.
En un tiempo como el nuestro, que es misionero, y en el que muchas personas no conocen los códigos del propio templo y no reconocen la presencia real del Señor en el Sagrario, además tenemos el reto de que la apertura y la visita, quizás al inicio con un criterio más histórico-cultural, pueda ser una ocasión para conocer lo que el templo es, lo que significa el templo, también lo que significa el Sagrario con una lámpara encendida.
Esta es una cuestión discutida, especialmente, en las relaciones con las administraciones públicas. Porque muchas de estas construcciones se levantaron como edificaciones eclesiales, pero también es verdad que lo hicieron en un tiempo en el que ese empaste entre sociedad e Iglesia del que ya he hablado era muy grande.
Por otra parte, la Iglesia es consciente de que ella sola no puede mantener muchos de estos edificios situados, muchas veces, en los pueblos pequeños. Esto es algo que no sólo ocurre en Castilla y León sino que pasa en otros lugares de España.
Reconocemos que son lugares eclesiales y que su razón de ser es la celebración del culto, pero hay que recordar que “culto” y “cultura” tienen una misma raíz. ¿Cuál es el problema? Que, desgraciadamente —no solo en los templos sino en la vida en general—, la cultura tiene más que ver con productos culturales y cada vez menos que ver con el cultivo de la natura, que es lo que nos define como humanos.
Hoy “lo cultural” está muy de moda. En cuanto te descuidas, oyes hablar de cultura: la cultura el vino, la cultura de la abubilla verde…, pero no se sabe muy bien qué significa eso. Más bien lo que uno percibe es que hay productos culturales.
El riesgo de nuestro patrimonio eclesial es que sea un producto cultural más, tan sólo medido por su valor económico. Evidentemente su valor económico no es desdeñable, especialmente en una época de fuertes crisis económicas…, pero lo genuinamente cultural es aquello que cultiva la naturaleza humana. Los templos añaden a ese coloquio entre cultura y natura aquello que, para un creyente, constituye la clave de ambas: la gracia. La gracia que está en la natura, en la naturaleza humana –porque somos don de Dios– y la gracia que se hace cultura, manera de vivir, y que transforma la naturaleza, en la vida nueva, en la vida eterna.
Cuando los obispos de la Iglesia en Castilla impulsan Edades del Hombre, ya en el texto fundacional se habla tanto del diálogo fe–cultura como de una Iglesia samaritana ante estas realidades de una sociedad que se disuelve como lo que habría de ser seña de identidad de la Iglesia en Castilla. Evidentemente, para muchas personas, Edades del Hombre es tan sólo una marca cultural que se mide por el valor económico que deja en la hostelería.En otros aspectos, Edades del Hombre trata de contar, año tras año, un relato que tiene que ver con la propuesta genuinamente cultural de la Iglesia.
Usted conoce la Iglesia española a fondo. En los últimos documentos de la CEE se ha hablado repetidamente de la necesidad de la unidad entre los cristianos. ¿Percibe división dentro de la Iglesia? ¿Hay corrientes enfrentadas?
—La desunión siempre es antievangélica; las corrientes, no.
Nosotros somos católicos. No somos una de esas múltiples Iglesias salidas de la Reforma en las que, cada vez que surge un acento o una diversidad surge una nueva Iglesia.
En la Iglesia católica a las diversas sensibilidades a veces les llamamos carismas, que han dado pie a congregaciones religiosas, movimientos, comunidades…, distintas en la Iglesia y todas reconocidas y proclamando el mismo Credo y reconociendo en los sucesores de los Apóstoles el principio de unidad.
La comunión católica no es una comunión en una uniformidad en la que todos, exactamente vivimos con la misma intensidad las mismas páginas del Evangelio.
En las épocas de crisis, es cierto que se produce un fenómeno típico: el de la tensión entre las diferentes percepciones. Unos hermanos ponen el acento en una orilla y otros en la otra orilla. Hablamos de nuevo de fidelidad y novedad.
Las épocas de gran cambio sitúan a la Iglesia en polarizaciones. A veces desde la buena intención y a veces desde las consecuencias del pecado original.
El Papa Francisco es el primer Papa que viene de una megalópolis del sur; esto a los europeos nos descoloca un poco. Pero también descolocó el Papa Wojtyla, que venía de una Polonia que había sufrido dos totalitarismos, o la altura intelectual de Benedicto XVI… que llegaron tras siglos de Papas italianos.
En este pontificado, el Papa Francisco pone el acento en el kerygma, la (Evangelii Gaudium) y para anunciar el kerygma, hay que ser santo (Gaudete et exultate). Este kerygma que anunciamos nos coloca en un coloquio social, porque el kerygma tiene una encarnación (Fratelli Tutti)…
La propuesta moral que nosotros hemos de hacer tiene una raíz que es una antropología, y esa antropología tiene una luz, que es la cristología, Cristo. Entrar en debates morales con individuos que no comparten la antropología o que rechazan que en Cristo, el Verbo encarnado, se haya manifestado “al hombre lo que significa ser hombre” es, como poco, complicado.
El Papa nos llama a anunciar lo esencial y desde ahí construir una propuesta de persona y de moral. Es fácil decirlo y, efectivamente, hay quien puede sentirse desarmado ante los grandes debates sociales y morales. Pueden tener razón, si no tenemos un empeño grande en el anuncio de Jesucristo, del Padre y del Espíritu Santo.
Para evangelizar situaciones personales tan variopintas como las actuales todos los carismas de la Iglesia vienen bien y las diversas sensibilidades se han de unir en una comunión fundante, la acogida del credo y la centralidad de la Eucaristía.
Un manantial vivo. Domingo II del tiempo ordinario (A)
Joseph Evans comenta las lecturas del II domingo del tiempo ordinario y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo.
Joseph Evans·12 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
Es delicioso escuchar la segunda lectura de hoy (1 Cor 1, 1-3) y percibir la frescura del cristianismo primitivo. San Pablo se dirige a una de las primeras comunidades cristianas y lo hace con gran belleza, llamándolas “los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre Nuestro Señor Jesucristo”.
Les recuerda a ellos, y a nosotros, su (nuestra) llamada a la santidad. Ser cristiano es estar llamado a la santidad, con independencia de dónde estemos geográfica o existencialmente. ¿Cómo? En primer lugar, mediante la oración a Jesús, que es el Señor de todo.
Vale la pena recordar quiénes eran los corintios: gente de la ciudad de Corinto en la antigua Grecia, a la que Pablo había evangelizado. Corinto era una ciudad pagana famosa por su inmoralidad. Pablo tiene que regañar a los corintios por haberse dividido en facciones y por haber tolerado un caso escandaloso de incesto. Los corintios amaban lo extraordinario, los dones especiales del Espíritu Santo -hablar en lenguas y profetizar-, y el apóstol tiene que ayudarles a entender que lo que importa mucho más es el amor: no los dones extraordinarios, sino el esfuerzo diario por amarse unos a otros.
La conversión de estos corintios al cristianismo forma parte del cumplimiento de la primera lectura (Is 49, 3.5-6). La salvación de Dios está llegando hasta “los confines de la tierra”, incluida la pagana Corinto. No es sólo para Israel, sino que es para todos. De ahí que Pablo diga a los corintios que es “Señor de ellos y nuestro”.
Las lecturas de hoy pueden recordarnos nuestra propia llamada a la santidad, y la necesidad de mantener viva la frescura del cristianismo, sin permitir que se estanque en nuestras vidas o comunidades. Puede suceder que tengamos que vivir y dar testimonio en un lugar inmoral. Tendremos nuestras faltas y excesos, y en ocasiones necesitaremos que nos corrijan. Pero es mejor ser corregido por exceso de pasión que por falta de ella. Fuera lo que fuera lo que se pudiera decir de los corintios, no sería que les faltaba entusiasmo.
Pero este entusiasmo no es un mero sentimiento humano. Así, el Evangelio de hoy (Jn 1, 29-34) nos señala su fuente: la acción del Espíritu Santo en nuestras almas. Jesús bautiza con el Espíritu Santo, “es el Elegido de Dios” y el Espíritu se posa sobre él. Juan el Bautista está recordando la escena del bautismo de Cristo en el río Jordán. De este modo, nos invita a entrar también en esas aguas para vivir nuestro bautismo en nuestra vida cotidiana. El bautismo no es un simple acontecimiento pasado. Sus aguas deben surgir en nosotros cada día. Es un manantial vivo, que vierte agua buena, la gracia de Dios, que luego se derrama sobre los demás a través de nuestro ejemplo y nuestro testimonio de Cristo: con nuestra familia y amigos, en nuestro ocio y en nuestro lugar de trabajo o estudio.
La homilía sobre las lecturas del domingo II del tiempo ordinario (A)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.
Mons. George Pell, el cardenal australiano que fue injustamente acusado de abusos y sufrió prisión durante más de un año ha fallecido a los 81 años. En la foto, el cardenal Pell durante la misa de apertura de la JMJ de Sydney en 2008.
«Uno para todos y todos para Él”, el nuevo lema de Infancia Misionera
El próximo domingo 15 de enero se celebra la Jornada de la Infancia Misionera. Este día viene precedido por una rueda de prensa en la que se presenta el nuevo lema de esta iniciativa de Obras Misionales Pontificias: “Uno para todos y todos para Él”.
El miércoles 11 de enero ha tenido lugar una rueda de prensa sobre Infancia Misionera, una de las iniciativas de Obras Misionales Pontificias (OMP). En la rueda han intervenido José María Calderón, director nacional de OMP España, y Jaime Palacio, coordinador de la Fundación Corazonistas y misionero laico en Perú durante 12 años con su mujer y cinco hijos.
Infancia Misionera y las Obras Misionales Pontificias
La Infancia Misionera nace en Francia para animar a los más pequeños a unirse a la tarea de evangelización que todos los cristianos tienen desde su bautismo. Los principales protagonistas de esta obra son los niños, con el objetivo de que entre los más jóvenes de la Iglesia se cree “una relación de comunión”, como ha señalado José María Calderón.
Las Obras Misionales Pontificias no consisten “en una ayuda de los ricos a los pobres, sino que es una ayuda entre los cristianos”. No se puede reducir a un plano económico, dice Calderón, sino que hay que incluir la espiritualidad y la alegría de la fe.
Calderón menciona que para él es importante que los niños sepan que “la Iglesia no es su barrio, su colegio o su parroquia, sino que la Iglesia está en todo el mundo. Hay muchos niños en el mundo que viven su fe y también ellos son importantes”.
Las OMP no se reducen solo a esta tarea con los niños, “hay que concienciar a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad de que los niños necesitan nuestra colaboración”, afirma el director nacional.
Uno para todos y todos para Él
El lema de este año está sacado de una obra de Alejandro Dumas, “Los tres mosqueteros”. Es importante saber que en este mundo “muchos no tienen una vida familiar y, si la tienen, esta es muy pobre. La Iglesia está ahí para que aprendan”.
España y la Infancia Misionera
Destaca Calderón que “España es uno de los países que más aporta a Infancia Misionera”. Esto debe despertar el sentido de la responsabilidad y del orgullo para continuar con esta labor. El pasado 2021 se recaudaron, desde España, más de dos millones de euros para las labores de OMP.
José María Calderón, director nacional de OMP España (Flickr / OMP)
Un ejemplo concreto del trabajo de Infancia Misionera
La labor misionera de la Iglesia está presente en más de 1000 países. Este año se ha tomado como ejemplo un territorio, Yurimaguas, en Perú, que abarca un espacio equivalente al doble de Cataluña. Este vicariato tiene un siglo de existencia y está encomendado a los misioneros pasionistas.
Jaime Palacio, coordinador de la Fundación Corazonistas y misionero laico en Perú (Flickr / OMP)
Jaime Palacio es un misionero laico que ha vivido durante 12 años en Yurimaguas. Allí ha tenido a sus cinco hijos y se ha presentado en la rueda de prensa para dar su testimonio acerca de las misiones en Perú. Describe la dificultad para el transporte, que debe realizarse a través de ríos o avionetas, la riqueza cultural y natural, “uno tiene la sensación de que ha llegado al fin del mundo o de que, al contrario, ha llegado al principio, al Paraíso”.
Palacio informa de que lo primero que hizo la Iglesia al llegar a esta zona de Perú fue organizar una red de escuelas para llevar la educación a todas las regiones. Lo primordial ahora mismo en este sentido es la alimentación, pues faltan desayunos y comidas para combatir la desnutrición infantil.
El otro gran pilar de las misiones en Perú es la sanidad, pues se están construyendo centros sanitarios para atender a todas las personas que viven allí. La dificultad para la movilidad empeora la situación, por lo que es necesario establecer una fuerte red de atención sanitaria.
A continuación, el vídeo con la intervención completa de Jaime Palacio y José María Calderón:
Papa Francisco: “Todo empieza por la mirada de Jesús»
El Papa Francisco ha empezado hoy un nuevo ciclo de catequesis durante la audiencia general. El tema que tratará durante los próximos meses es el celo apostólico.
El Papa Francisco ha mantenido hoy la audiencia general en el Aula Pablo VI. Tras saludar a los fieles allí congregados, ha anunciado el inicio de un nuevo ciclo de catequesis, centrado en “la pasión por la evangelización, es decir, el celo apostólico”.
Refiriéndose a este celo, el Papa ha mencionado que es “una dimensión vital para la Iglesia. La comunidad de los discípulos de Jesús, de hecho, nace apostólica, misionera”. El Santo Padre ha indicado de inmediato que la actitud misionera no es proselitista, “nada tiene que ver una cosa con la otra”, ha querido recalcar el Papa.
La necesidad de evangelizar
Francisco señala que el Espíritu Santo, desde el principio, plasma una Iglesia en salida “para que no se doble en sí misma, sino que sea extrovertida, testigo contagioso de Jesús”.
“Puede suceder” avisa el Papa, “que el ardor apostólico, el deseo de alcanzar a los otros con el buen anuncio del Evangelio, disminuya”. “Hay cristianos encerrados en sí mismos, que no piensan en los demás, pero cuando la vida cristiana pierde de vista el horizonte del anuncio se enferma”, dice Francisco.
Cuando la Iglesia pierde la pasión por la evangelización, “la fe se marchita. Sin embargo, la misión es el oxígeno de la vida cristiana, la tonifica y la purifica”. Para encender este celo apostólico, el Papa Francisco anuncia que durante este ciclo de catequesis profundizará en la Sagrada Escritura y después tomará como referencia a personas que vivieron la misión evangelizadora, “para que nos ayuden a avivar el fuego que el Espíritu Santo quiere hacer arder siempre en nosotros”.
El ejemplo de Mateo
Para empezar las catequesis, Francisco se ha fijado en primer lugar en el pasaje evangélico que describe la llamada de Mateo. “Todo empieza por Jesús”, señala el Papa. Mateo era un hombre despreciado, un traidor, un publicano. “Pero a los ojos de Jesús, Mateo es un hombre, con sus miserias y su grandeza”. El Santo Padre nos invita a caer en la cuenta de que “Jesús no se fija en adjetivos, Jesús siempre busca sustantivos”.
“Mientras entre Mateo y su gente hay distancia”, continúa, “Jesús se acerca a él, porque todo hombre es amado por Dios”. Cristo nos demuestra así que “esta mirada que ve al otro, sea quien sea, como un destinatario de amor, es el inicio de la pasión evangélica. Todo parte de esa mirada”.
El Papa nos invita a que nos preguntemos “cómo es nuestra mirada hacia los otros, cuántas veces vemos los defectos y no las necesidades”. “Jesús mira a todos con misericordia y predilección”, dice Francisco, y nosotros debemos aprender de su ejemplo.
“Todo empieza por la mirada de Jesús”, señala el Papa. Cristo, llamando a Mateo, “le pone en movimiento hacia los otros, le hace dejar una posición de supremacía para ponerlo a la par con sus hermanos y abrirle los horizontes del servicio”. Esta idea es fundamental para los cristianos pues tenemos que saber “levantarnos, ponernos en camino hacia los otros, buscar a los otros”.
Lo primero que ocurre una vez Mateo responde a la llamada de Cristo es que el publicano vuelve a su casa, acogiendo al Maestro, pero “vuelve cambiado y con Jesús. Su celo apostólico no empieza en un lugar nuevo, puro e ideal, sino ahí donde vive, con la gente que conoce”.
Anunciar, hoy, ahora
“No debemos esperar ser perfectos”, dice Francisco, “y tener hecho un largo camino detrás de Jesús para testimoniarlo. Nuestro anuncio empieza hoy, ahí donde vivimos”. Esta misión de anuncio, además, “no empieza tratando de convencer a los otros, sino testimoniando cada día la belleza del amor que nos ha mirado y nos ha levantado”.
Es esencial recordar, avisa el Papa Francisco, “de que nosotros anunciamos al Señor, no nos anunciamos a nosotros mismos”. “La Iglesia crece, no por proselitismo, crece por atracción”, repite el Santo Padre, porque quienes “hacen proselitismo no tienen corazón cristiano”.
“Este testimonio atractivo y alegre es la meta a la que nos lleva Jesús con su mirada de amor y con el movimiento de salida que su Espíritu suscita en el corazón”. Francisco concluye la audiencia pidiendo que valoremos si nuestra mirada se parece a la de Cristo.
George Pell, el cardenal australiano que fuera prefecto de Economía del Vaticano y que fue injustamente acusado abusos, ha fallecido esta madrugada a causa de un paro cardíaco tras complicaciones de la cirugía de prótesis de cadera a la que se sometió el 10 de enero.
“Una persona inocente pudo ser condenada”
Los últimos años de la vida del Cardenal Pell han estado marcados por su paso de más de un año por la prisión después de ser condenado por cinco cargos relacionados con el abuso de dos niños del coro. En junio de 2002, el arzobispo Pell se apartó de sus funciones como arzobispo de Melbourne al ser acusado, por primera vez, de abusos sexuales a un menor. Una investigación eclesiástica no pudo encontrar pruebas suficientes para corroborar la acusación, que se remontaba a 1961.
Un año más tarde, el arzobispo Pell fue creado cardenal por el Papa Juan Pablo II. Como él mismo apuntaba en una entrevista con este motivo, predicar el mensaje de Cristo y presentar claramente la doctrina era, a su juicio, la única manera de garantizar el crecimiento y la fidelidad continuos de la Iglesia católica.
El cardenal Pell participó en el cónclave de 2005 que eligió al papa Benedicto XVI y en el de 2013 que eligió al papa Francisco. Fue nombrado por el Papa Francisco prefecto inaugural de la Secretaría para la Economía, función que desempeñó técnicamente de 2014 a 2019. Aunque, ya el 2017 Pell se tomó una excedencia de su cargo de prefecto para regresar a Australia y hacer frente a las acusaciones de abusos sexuales históricos a menores. Defendió incondicionalmente su inocencia durante todo el proceso que condujo a una condena el 11 de diciembre de 2018 por los cinco cargos en su contra. Dos días después, el Papa Francisco lo retiró de su círculo íntimo de cardenales.
El 13 de marzo de 2019, el cardenal Pell fue condenado a seis años de prisión. Después de 13 meses de encarcelamiento, fue liberado en abril de 2020 tras su segunda apelación.
Durante su estancia en prisión, ocho meses en régimen de aislamiento, el cardenal Pell escribió sus pensamientos y experiencias en el libro «Diario de prisión». El libro recoge las irregularidades existentes en su proceso, la soledad que vivió e incluso, el pesar por la sospecha que muchas personas de la Iglesia tenían hacia él y el abandono que sufrió dentro incluso de círculos eclesiásticos.
En una decisión dictada el 7 de abril de 2020, el Tribunal Superior de Australia anuló esa condena, concluyendo que existía «una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido condenada porque las pruebas no establecían la culpabilidad con el nivel de prueba requerido.»
El propio Papa Francisco agradeció el testimonio de fe, perdón y valentía del cardenal australiano en una reunión privada el 12 de octubre de 2020, seis meses después de que el Tribunal Superior de Australia anulara la condena del cardenal por cargos de abuso sexual.
El cardenal Pell apuntaba que su experiencia de condena injusta en la cárcel le ayudó a comprender el sufrimiento de Cristo: «quien no acepta su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo», recordaba el cardenal que admitía que ese paso por el sufrimiento «lo hace difícil para los cristianos».
El presidente de la Conferencia Episcopal Católica Australiana, el arzobispo Timothy Costelloe, SDB, ha señalado que «el cardenal Pell ha proporcionado un liderazgo fuerte y claro dentro de la Iglesia católica en Australia, como arzobispo de Melbourne y arzobispo de Sydney y como miembro de la Conferencia Episcopal durante más de 25 años. Mientras le recordamos y reflexionamos sobre su legado, invito a todos los católicos y a otras personas de buena voluntad a unirse en oración por el cardenal Pell, un hombre de fe profunda y permanente, y por el descanso de su alma.»
Por su parte, el Arzobispo metropolitano de Sídney y Primado de Australia, mons. Anthony Fisher, O.P., ha celebrado la misa por el cardenal fallecido el 11 de enero en la catedral de Santa María de Sydney, en cuya cripta será enterrado.
Vida del cardenal George Pell
George Pell nació el 8 de junio de 1941 en Ballarat (Australia), hijo de George Arthur y Margaret Lillian Pell. Su padre era anglicano no practicante; su madre era una devota católica de ascendencia irlandesa.
Pell asistió al St. Patrick’s College de Ballarat de 1956 a 1959. Jugador destacado de fútbol, después de la universidad, fichó por lo que hoy es la Liga Australiana de Fútbol, pero entonces sintió la llamada al sacerdocio, por lo que comenzó sus estudios teológicos en 1960 en el seminario regional Corpus Christi College.
En 1963, Pell continuó sus estudios en la Pontificia Universidad Urbana de Roma, y se licenció en Teología en 1967. Durante su último año de estudios, fue ordenado sacerdote de la diócesis de Ballarat el 16 de diciembre de 1966, en la basílica de San Pedro del Vaticano.
En 1971, se doctoró en Filosofía e Historia de la Iglesia por la Universidad de Oxford (Inglaterra), y en 1982 obtuvo un máster en educación por la Universidad de Monash (Australia). Como sacerdote, ocupó diversos cargos parroquiales y diocesanos, entre ellos el de vicario episcopal para la educación y rector del seminario de Corpus Christi.
En 1987, George Pell fue nombrado obispo auxiliar de Melbourne (Australia). El 16 de julio de 1996 fue nombrado arzobispo de Melbourne, Cinco años más tarde, el 26 de marzo de 2001 fue nombrado arzobispo de Sydney, y su toma de posesión tuvo lugar el 10 de mayo de 2001.
En junio de 2002, el arzobispo Pell se apartó de sus funciones al ser acusado, por primera vez, de abusos sexuales a un menor. Una investigación eclesiástica no pudo encontrar pruebas suficientes para corroborar la acusación, que se remontaba a 1961.
En un consistorio celebrado el 21 de octubre de 2003, el arzobispo Pell fue creado cardenal por el Papa Juan Pablo II.
Asimismo, fue miembro de diversos cargos en la Curia romana. Allí formó parte del Consejo Pontificio para la Paz y la Justicia, la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En 2002, fue nombrado presidente de Vox Clara, el comité que asesora al Culto Divino y a los Sacramentos sobre las traducciones litúrgicas al inglés. También fue consultor del Pontificio Consejo para la Familia. Fue miembro del comité directivo de la Comisión Católica Internacional de Migraciones, y miembro del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. En 2012, fue nombrado miembro de la Congregación para los Obispos.
El cardenal Pell participó en el cónclave de 2005 que eligió al papa Benedicto XVI y en el de 2013 que eligió al papa Francisco. Fue nombrado por el Papa Francisco prefecto inaugural de la Secretaría para la Economía, función que desempeñó técnicamente de 2014 a 2019. Su visión y empeño en restaurar la limpieza y la transparencia en las finanzas vaticanas le granjeó no pocas presiones.
En 2017, el cardenal Pell se tomó una excedencia de su cargo de prefecto para regresar a Australia y hacer frente a las acusaciones de abusos sexuales históricos a menores. Él profesó incondicionalmente su inocencia durante todo el proceso que condujo a una condena unánime el 11 de diciembre de 2018 por los cinco cargos en su contra. Dos días después, el Papa Francisco lo retiró de su círculo íntimo de cardenales.
La condena del cardenal Pell se hizo pública el 26 de febrero de 2019. El arzobispo Mark Coleridge de Brisbane, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Australiana, dijo en un comunicado en ese momento que «la noticia de la condena del cardenal George Pell por cargos históricos de abuso sexual infantil ha conmocionado a muchos en toda Australia y en todo el mundo, incluidos los obispos católicos de Australia».
El 13 de marzo de 2019, el cardenal Pell fue condenado a seis años de prisión con un período de no libertad condicional de tres años y ocho meses. Después de 13 meses de encarcelamiento, fue liberado en abril de 2020 tras su segunda apelación. Apenas un año más tarde, el Tribunal Superior de Australia anulaba esa condena, concluyendo que existía «una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido condenada porque las pruebas no establecían la culpabilidad con el nivel de prueba requerido.»
Emérito. Rebobinando a Ratzinger firmado por el periodista Álvaro Sánchez Leon dibuja un retrato multicolor del Papa Benedicto XVI. Mas de 40 testimonios cercanos de colaboradores, amigos, biógrafos de Ratzinger y vaticanistas conforman un cuadro único y sorprendente que nos presenta al sacerdote, vecino de Borgo Pío y casi desconocido, al teólogo profundo y sereno, al Papa humilde que se echó a un lado a pesar de la incomprensión de muchos.
Álvaro Sánchez León (Sevilla, 1979) periodista freelance especializado en entrevistas y reportajes sociales y autor, entre otros títulos de En la tierra como en el cielo. Historias con alma, corazón y vida de Javier Echevarría (Rialp, 2018) o España en pause (2022) habla con Omnes sobre este nuevo libro sobre un Benedicto XVI distinto y, al mismo tiempo, cercano.
En Emérito. Rebobinando a Ratzinger usted ofrece diferentes retratos de Benedicto XVI ¿Qué le ha llamado más la atención? ¿Ha sido el Papa emérito para usted también un nuevo descubrimiento?
–Este libro es un único retrato pintado con palabras, pero realizado con diferentes técnicas periodísticas. Con voces de personas que le han tratado de primera mano, con sus textos, sus palabras, sus acciones y su impronta, trato de enfocar en directo sobre el alma de una persona que fue Papa y que será, siempre, una bombona de oxígeno para toda la Iglesia.
Mi especialidad profesional son las entrevistas que buscan conocer a las personas a fondo. En este caso, hago una entrevista polifónica con el deseo de dar en el blanco de una de las figuras mundiales más potentes de nuestro tiempo.
Me han llamado la atención muchas cosas: la bondad auténtica, la inteligencia cercana, la coherencia, la sencillez… La vida de Ratzinger es una línea recta ascendente. Si se sigue de cerca, uno también se eleva.
Para mí ha sido un descubrimiento meterme a fondo en su alma, en su historia, en el más allá de su mirada, y comprobar hasta qué punto una persona que reza, que piensa y que vive con naturalidad lo que ama puede transformar todo lo que toca con una discreción maravillosa.
Usted recoge también semblanzas del Ratzinger más cercano, ese sacerdote discreto que vivía en Borgo Pio ¿cómo era el Ratzinger de «a pie»?
–Joseph Ratzinger ha sido -¡es!- una persona sencilla a la que solo han entendido de verdad la gente sencilla, por eso el barrio romano de Borgo Pio, en el que vivió desde que aterrizó en Roma para liderar la Congregación para la Doctrina de la Fe hasta que fue elegido Papa, es la salsa urbana donde conocemos mejor a la persona, sin aditamentos curiales, y sin reconocimientos académicos.
El portero de su edificio en la plaza de Cittá Leonina, el zapatero, el sastre, el panadero o el camarero de enfrente de su casa le recuerdan así, como un sacerdote bueno con alergia a darse importancia. Tímido, pero cercano.
Han pasado los años, y todos estos personajes anónimos cruciales a los que he entrevistado se emocionan al hablar de él, porque de tanto abrirles su alma, escuchar sus historias y contemplar su bondad, le consideran como alguien de la familia a quien tuvieron el honor de conocer de rebote. Probablemente, a muchos de ellos esos encuentros de barrio le hayan cambiado la vida.
Ratzinger es un modelo interesante para que muchos hombres de jerarquía eclesiástica vuelvan a meditar cómo se ejerce un cargo en la Iglesia y por qué no importan nada los puestos si no sirven para hacerse santos por el camino.
Álvaro Sánchez León. Autor de «Emérito. Rebobinando a Ratzinger»
La vocación sacerdotal y la vida de los sacerdotes ha sido una de las “pasiones” teológicas de Benedicto XVI ¿Qué destaca de su concepción del sacerdocio y de su vocación?
–El día de la ordenación sacerdotal fue el más feliz de su vida, como cuenta él mismo en su autobiografía. Desde pequeño, el joven Joseph fue educado en un hogar cristiano en el que seguir la voluntad de Dios era el mejor regalo para uno mismo. Con una guerra mundial como preseminario, su alma sacerdotal se forjó en una relación interior muy estrecha con el único modelo de su vida: Jesucristo.
Ratzinger fue “un sacerdote que arde” hasta el final de sus días. Su ejemplo sin querer dar ejemplo puede ser el mejor pulmón para algunos sacerdotes a los que las circunstancias de la vida les han congelado el corazón.
De su sacerdocio, llaman la atención unas cuantas cosas, porque resultan atractivas y muy contagiosas. Por un lado, él entiende el sacerdocio como un puente entre Dios y los hombres que solo funciona si su vida interior es el pilar fundamental. Por otro, su sacerdocio son brazos abiertos a toda la humanidad. Aunque tuvo poca práctica pastoral, porque enseguida fue requerido por la jerarquía de la Iglesia para ser obispo, cardenal, y Papa, utilizó su sensibilidad intelectual para consolar, con su búsqueda de la verdad, a muchas cabezas y a muchos corazones inquietos.
De su biografía sin fuegos artificiales, atrae su visión del sacerdote como servidor a quien no se le caen los anillos, aunque sean anillos de Pedro. Ratzinger es un modelo interesante para que muchos hombres de jerarquía eclesiástica vuelvan a meditar cómo se ejerce un cargo en la Iglesia y por qué no importan nada los puestos si no sirven para hacerse santos por el camino.
Y un apunte final, muy luminoso. Aunque Ratzinger quiso ser sacerdote desde pequeño y le pedía a los Reyes breviarios infantiles, nunca fue una persona clerical. Entendió perfectamente el papel de los laicos en la Iglesia y dio alas a todos los movimientos que ayudaban a las personas a encontrarse con Dios en medio del mundo. Era un universitario tan todoterreno, que su ministerio sacerdotal era un abrazo a toda la humanidad con los brazos hermanados de la razón y la fe.
–Cuando Benedicto XVI renunció ya se hizo ese balance, aunque quizá ahora que han pasado diez años somos más conscientes de ese legado. De todas formas, es pronto para hablar de herencia con seguridad.
Mi impresión es que Benedicto XVI dejó una Iglesia más clara, más esencial, más dependiente de Jesucristo, más equilibrada entre razón y emoción, más serena, más fiel, y más moderna en su apertura a las periferias intelectuales.
Hay muchas personas no practicantes que viven una sed potente de trascendencia, pero no encuentran en la Iglesia una respuesta. Por lo que sea. Muchas de esas personas se sienten muy a gusto leyendo a Benedicto XVI, porque entienden que su magisterio está tan unido a la Verdad hecha carne que no deja a nadie indiferente. Comprueban que sus palabras no son teoría, sino vida en primera persona, y eso es tan auténtico que derriba muchos prejuicios e ilumina las ilusiones que satisfacen el fondo de nuestros corazones.
La renuncia de Benedicto XVI ha sido uno de los acontecimientos que ha marcado la Iglesia en los últimos decenios y, al mismo tiempo, difícilmente comprensible para muchos católicos. ¿Cómo se entiende esta decisión?
–Cualquier persona que conozca el alma de Ratzinger sabe que aquella decisión tomada en conciencia solo puede ser el resultado del consenso virtuoso entre la voluntad de Dios y la libertad del hombre.
Sobre aquella renuncia hay miles de thrillers y muchas películas montadas, pero él mismo explicó en más de una ocasión que fue una decisión adoptada por motivos de salud. Punto. No hay más cera que la que arde. Así de sencillo es el discurrir vital del papa emérito. Él, que es listo y humilde, y se conoce, sabe que para ser Papa necesita un vigor que no tiene, y deja paso.
Muchas personas han entendido mejor a este hombre grande después de aquella renuncia discreta. Pasar a un segundo plano voluntariamente es algo que no se entiende en esta sociedad de focos, poder y gloria. Bajar a la trastienda para rezar por la unidad de la Iglesia y ser feliz detrás del telón es una enseñanza como un templo.
Los católicos que se dedican a juzgar intenciones eso no lo entenderán nunca.
Los católicos y los no católicos que valoran la libertad de las conciencias rectas no solo respetan, sino que aplauden la vida de verdad de un sacerdote valiente que ha apostado todas sus cartas al juicio exclusivo de lo que piense Dios.
Emérito. Rebobinando a Ratzinger, editado por la editorial Palabra y que saldrá muy pronto a la venta, ha contado con los testimonios, entre otros, de quien fuera el director de Comunicación del Vaticano durante el pontificado de Benedicto XVI, Federico Lombardi; su secretario personal, Monseñor Georg Gänswein o el prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, pero también personajes anónimos como otros anónimos, como el sastre, el zapatero o el panadero de Benedicto XVI desde su época de cardenal.
El Papa Francisco ha publicado un vídeo con la intención que encomienda a la Red Mundial de Oración. Estos vídeos, de carácter mensual, tienen como objetivo unirse al Papa en la oración por propósitos concretos del Santo Padre.
El Papa Francisco ha hecho pública su intención de oración para el mes de enero. A través de esta iniciativa, Francisco encarga a su Red Mundial de Oración propuestas concretas para que todo el mundo rece con él por diversas intenciones. Esta vez pide que se rece por los educadores:
“Quiero proponer a los educadores que añadan un nuevo contenido en la enseñanza: la fraternidad. La educación es un acto de amor que ilumina el camino para que recuperemos el sentido de la fraternidad, para que no ignoremos a los más vulnerables. El educador es un testigo que no entrega sus conocimientos mentales, sino sus convicciones, su compromiso con la vida. Uno que sabe manejar bien los tres lenguajes: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos, armonizados. Y de ahí la alegría de comunicar. Y ellos serán escuchados mucho más atentamente y serán creadores de comunidad. ¿Por qué? Porque están sembrando este testimonio. Oremos para que los educadores sean testigos creíbles, enseñando la fraternidad en lugar de la confrontación y ayudando especialmente a los jóvenes más vulnerables”.
El Papa Francisco ha publicado un breve mensaje por la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el próximo 11 de febrero. El Santo Padre ha comenzado advirtiendo de que “la enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana”.
Francisco indica que estas experiencias de la enfermedad nos permiten “ver cómo estamos caminando: si realmente caminamos juntos, o si vamos por el mismo camino, pero cada uno lo hace por su cuenta, velando por sus propios intereses y dejando que los demás se las arreglen”.
Los enfermos y el camino sinodal
El Papa invita a que, teniendo en cuenta el camino sinodal, aprovechemos la Jornada Mundial del Enfermo para “reflexionar sobre el hecho de que, es precisamente a través de la experiencia de la fragilidad y de la enfermedad, como podemos aprender a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura”.
Haciéndose eco de un pasaje del libro del profeta Ezequiel, Francisco reflexiona que “la experiencia del extravío, de la enfermedad y de la debilidad forman parte de nuestro camino de un modo natural, no nos excluyen del pueblo de Dios; al contrario, nos llevan al centro de la atención del Señor, que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino”. Es, por tanto, el mismo Dios quien nos enseña a “ser verdaderamente una comunidad que camina unida, capaz de no dejarse contagiar por la cultura del descarte”.
La encíclica Fratelli Tutti
El Papa recuerda su encíclica Fratelli Tutti, firmada el 3 de octubre de 2020, en la cual profundiza en la parábola del buen samaritano que Jesús cuenta en el Evangelio. Dice Francisco sobre este parábola: “La escogí como eje, como punto de inflexión, para poder salir de las “sombras de un mundo cerrado” y “pensar y gestar un mundo abierto” (cf. n. 56)”.
Reclamando la actualidad del mensaje que se pronuncia en el citado pasaje del Evangelio, el Santo Padre afirma que “existe una conexión profunda entre esta parábola de Jesús y las múltiples formas en las que se niega hoy la fraternidad”. Así, continuando con la comparación, observa que “el hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino, representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda”.
Analizando la situación de la víctima de la parábola, el Papa dice que “lo importante aquí es reconocer la condición de soledad, de abandono. Se trata de una atrocidad que puede superarse antes que cualquier otra injusticia, porque, como nos dice la parábola, todo lo que se necesita para eliminarla es un momento de atención, el movimiento interior de la compasión”. La actitud del samaritano, pues, “sin siquiera pensarlo, cambió las cosas, generó un mundo más fraterno”.
El miedo a la fragilidad
Francisco continúa su mensaje con una afirmación rotunda: “nunca estamos preparados para la enfermedad”. El Papa va más allá cuando dice que “tenemos miedo a la vulnerabilidad y la cultura omnipresente del mercado nos empuja a negarla. No hay lugar para la fragilidad. Y, de este modo, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja aturdidos”.
Las consecuencias de esto se dejan ver pronto y “puede suceder, entonces, que los demás nos abandonen, o que nos parezca que debemos abandonarlos, para no ser una carga para ellos. Así comienza la soledad, y nos envenena el sentimiento amargo de una injusticia, por el que incluso el Cielo parece cerrarse”.
No solo se ven afectadas las relaciones con los demás, sino que también “nos cuesta permanecer en paz con Dios”. Ante esto, el Papa considera necesario que “toda la Iglesia, también en lo que se refiere a la enfermedad, se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano, para llegar a convertirse en un auténtico hospital de campaña”.
La experiencia de la fragilidad es un recordatorio de que “todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar. La situación de los enfermos es, por tanto, una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos”.
La Jornada Mundial del Enfermo
Por todo esto, la Jornada Mundial del Enfermo es importante y actual, ya que “no sólo invita a la oración y a la cercanía con los que sufren. También tiene como objetivo sensibilizar al pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias y a la sociedad civil sobre una nueva forma de avanzar juntos”.
Volviendo al pasaje evangélico mencionado, el Papa dice que la conclusión de la parábola del buen samaritano nos sugiere cómo el ejercicio de la fraternidad, iniciado por un encuentro de tú a tú, puede extenderse a un cuidado organizado”.
Recordando la gran crisis iniciada por la pandemia del COVID 19, Francisco comenta que “los años de la pandemia han aumentado nuestro sentimiento de gratitud hacia quienes trabajan cada día por la salud y la investigación. Pero, de una tragedia colectiva tan grande, no basta salir honrando a unos héroes”. Es esencial que “la gratitud vaya acompañada de una búsqueda activa, en cada país, de estrategias y de recursos, para que a todos los seres humanos se les garantice el acceso a la asistencia y el derecho fundamental a la salud”.
“Cuida de él”
El Papa finaliza su mensaje con el reclamo que hace Jesucristo a través de la parábola: «Cuida de él» (Lc 10,35) es la recomendación del samaritano al posadero. Jesús nos lo repite también a cada uno de nosotros, y al final nos exhorta: «Anda y haz tú lo mismo». Como subrayé en Fratelli tutti, «la parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común» (n. 67)”.
Las situaciones de dolor nos recuerdan que «hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor» (Encíclica Fratelli Tutti, n. 68).
Francisco ha invitado también a que “el 11 de febrero de 2023, miremos también al Santuario de Lourdes como una profecía, una lección que se encomienda a la Iglesia en el corazón de la modernidad. No vale solamente lo que funciona, ni cuentan solamente los que producen. Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado”. Junto a esto, el Papa ha encomendado la intercesión de la Virgen María para todos los enfermos y las personas que se encargan de ellos, y les ha enviado su bendición.
«Todo para ti», el testimonio de un joven seminarista
Un joven que deja su trabajo y entra en el seminario, enamorado de Dios, de las vocaciones, de la Eucaristía. Diego de La-Chica cuenta en Omnes su testimonio como seminarista.
“Si tuviésemos fe, veríamos a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras el cristal, como el vino mezclado con agua”. Esto afirmó el Santo Cura de Ars. Diego de La-Chica, un joven seminarista, tiene un corazón enamorado de Dios que ha entregado por completo para ser ese cristal que deje pasar la luz. En Omnes cuenta su testimonio en el seminario, explicando su día a día, lo que más le impresiona de su vocación y su relación con Cristo.
¿Cómo pasas de ser un estudiante de Psicología a ser seminarista en Navarra?
Yo ya estaba trabajando, había terminado la carrera y había hecho el máster. Antes de empezar el máster, yo ya lo veía más o menos claro, pero me daba bastante vértigo. Antes de terminar el máster, que era de un año y medio, cuando llevaba un año, me lancé. Hablé con el rector y realicé un año de propedéutico, que es un tiempo de introducción que es obligatorio en España.
Durante el año de propedéutico yo cada vez iba teniendo más ganas porque iba viendo que el Señor me estaba llamando. Lo más difícil fue dejar el trabajo. Llevaba cinco meses trabajando en Proyecto Hombre, estaba en la parte residencial, con personas que pasan nueve meses ahí ingresados. Aprendía mucho de ellos, me lo pasaba muy bien. Era un trabajo muy bonito que me gustaba mucho y es lo que más me ha costado dejar.
¿Tu labor como psicólogo y tus estudios te ayudan a entender cosas o te permiten proyectarte mejor en tu labor como sacerdote?
Claro que me han ayudado, en el seminario tenemos dos asignaturas de psicología. En Proyecto Hombre me di cuenta de que muchas personas tenían problemas que no eran de carácter psicológico o físico, sino espiritual.
Yo creo que la psicología es muy importante. En la dirección espiritual, en la confesión o para la labor en las parroquias conviene que sepas de psicología, para poder entrar bien, para conocer las causas.
A pesar de todo, la misericordia del Señor es la única que sabe, pero tú puedes ayudar a que vean desde el punto de vista de la psicología. Esto hay que matizarlo, pero creo que en eso los estudios puede ayudar.
¿Cómo es tu día a día en el seminario?
Cambia mucho el horario de lunes a viernes pero nosotros, a excepción del lunes, tenemos oración personal a las siete y cuarto. A las ocho menos cuarto hay Misa con laudes, a las ocho y media desayuno. Luego, de nueve y cuarto hasta la una y cinco o dos menos diez, depende de las asignaturas, tenemos clase.
Después hacemos la hora intermedia, una oración de la Liturgia de las Horas. Al terminar, comemos, recogemos y limpiamos. De tres a cuatro solemos tener tiempo libre, que se dedica casi siempre al deporte. A las cinco y media tenemos merienda y después, dependiendo del día, hay lectio divina, adoración, formación con visitas externas, etc.
Después de cenar, algunos rezamos el Rosario, luego hacemos completas (otra oración) y a partir de las diez hay silencio hasta la mañana siguiente.
En tus manos van a estar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, tú vas a ser otro Cristo, ¿cómo reaccionas al saber eso?
Depende del momento. Algunas veces lo piensas y es una pasada, una locura. Hay veces que tengo sensación de vértigo y de miedo porque soy un pecador, sigo igual de pecador que siempre. Muchas veces no somos conscientes pero en alguna asignatura, en la que vamos hablando de las partes de la Misa, hemos profundizado en el misterio, en el lenguaje apocalíptico y su modo de plasmarse en la Santa Misa, y lo vas pensando, lo vas viviendo, y cuando lo ves alucinas.
Hay una tontería que me ocurre mucho y es que hay un momento en la Misa en el que soy consciente de que está Cristo, detrás de Cristo, sosteniendo a Cristo. Cuando el sacerdote, que es Jesús, eleva a Jesús Eucaristía detrás de Cristo altar, es una locura.
Cuanto más consciente eres de lo que es la Misa, de lo que significa cada cosa, todo se vuelve más bonito y, a la vez, te das cuenta de que es algo serio. De hecho creo que el demonio muchas veces ataca con eso, tanto con hacerte pensar que no hay más, que lo importante es solo la Eucaristía y que todo lo demás da igual; o te hace ver que no eres nada y que no mereces nada de esto. Si bien, es verdad que no lo merecemos, no podemos hacer nada que nos haga merecer sostener a Cristo, y menos aún consagrar su Cuerpo y su Sangre.
¿Es saber que vas a consagrar lo que más te impresiona de tu vocación?
Yo diría que sí. Eso y el perdonar pecados que es también una locura. O el bautizar, hacer que alguien sea hijo de Dios. Muchas veces lo vemos de refilón, pero todos los sacramentos son una pasada.
¿Qué tiene que tener claro un chico antes de entrar al seminario?
No hay nada que se pueda imponer, de decir que tiene que tenerlo claro al 100%, porque entonces nadie entraría en el seminario. Lo único es que realmente esa persona, en mayor o menor medida, sea consciente de que Dios le está salvando y que la vocación no es una cosa para ti. Ahora no hablo solo del sacerdocio, cualquier vocación es de entrega. El matrimonio es claramente una entrega completa a Dios a través de tu marido o de tu mujer.
Hay que tener clara, en mayor o menor medida, la entrega, y que la vocación es un don que no mereces, que es para servir a Dios y saber que Él te ha salvado. Si no ves a Cristo como salvador, no tiene sentido que entres al seminario.
Es importante también ser capaz de amar las demás vocaciones y estar dispuesto a lo que te pida el Señor. En general, para saber cuál es tu vocación, para poder escuchar a Dios y saber lo que te está pidiendo realmente, tienes que estar dispuesto a cualquier vocación a la que te llame. Para eso tienes que amar esas vocaciones. Otra cosa es que veas que no es lo tuyo, eso es normal.
¿Ha cambiado tu relación con Cristo desde que estás en el seminario y sabes que vas a ser sacerdote?
En parte sí y en parte no. La oración cada vez es más fácil, cada vez hay más temas, igual que con un amigo. En ese sentido, yo diría que ha cambiado la relación en cuanto que es más, pero no en cuanto a diferente.
Durante la lectio divina cogemos las lecturas del domingo, las meditamos y compartimos entre nosotros lo que el Señor nos dice en esa oración. Ahí sí que noto que Dios habla de muchas formas y una de ellas es a través de la gente.
Cuando estaba en Proyecto Hombre había un hombre, ateo declarado, que me vacilaba mucho por ser católico. Nos llevábamos muy bien y un día me pidió que le bautizara. Yo le dije que no podía porque, sin ser sacerdote, solo le podía bautizar en peligro de muerte. Él me respondió que, por no estar bautizado, ya estaba en peligro de muerte. Dios habla mucho a través de estas cosas y eso lo noto mucho especialmente en la lectio.
Este es uno de los puntos que más me ayuda y más me gusta del seminario en la oración. Es una locura que, cuando estás en la iglesia ayudando, escuchas las lecturas varias veces, recuerdas lo que tus compañeros han dicho porque el Señor les ha inspirado y eso también te habla a ti. Disfrutas la Misa muchísimo. Rezas y estás con el Señor muy cerca.
Acolitar, ser monaguillo, es una locura. Tienes a Dios a dos metros en el momento de la Consagración. Vas viendo, vas entendiendo las cosas que Dios te quiere decir.
La oración al final es conocer y hablar con Dios que te conoce, te ama. Le vas conociendo, te dejas conocer más por Él, te conoces más a ti mismo y te sorprendes de cómo Dios te ha ido ayudando en cada momento. Te das cuenta de los signos y señales que Él ha ido dejando para que te des cuenta de cuál es tu vocación, que pueden ser cosas muy pequeñas pero que son para ti, que es el lenguaje que tú necesitas. El Señor lo hace todo para ti y es maravilloso.
Maestro del soneto, su voz poética es fácilmente reconocible por su clasicidad, su transparencia, su fervor, su fluidez, su humana sencillez y su aliento positivo, consiguiendo crear desde la emoción más viva un mundo muy personal donde la belleza es caudal constante de inspiración y gozo.
Carmelo Guillén·10 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 5minutos
Tuve ocasión de tratarlo a partir de mi servicio militar; me abrió las puertas de su casa y de su familia; me regaló su amistad; me dedicó uno de sus libros (Brindis), que le prologué; acabó siendo una de esas personas a las que se les echa en falta cuando desaparecen físicamente. El valdepeñero Paco Creis, uno de sus más acendrados confidentes, señaló tres rasgos de su carácter que vale la pena tener en cuenta: pureza en el amor, claridad en la fe y limpieza en sus ideales; tres rasgos que lo definen humana y espiritualmente y es que, además de ser un excelente y prolífero poeta, lo tuvimos por una persona cercana, viva, entusiasta, de ésas que compensa frecuentar. Su hogar ―sobre todo, aquella habitación madrileña rodeada de libros y cuadros que constituía su despacho― fue marco de muchísimas tertulias donde la lectura de versos, tanto suyos como de los contertulios, corrió como el vino en un interminable festín.
En perfecta consonancia se unían, pues, en López Anglada su bonhomía, su cordialidad, su capacidad de escucha y, por supuesto, su creatividad poética. Dentro de ésta última, hay un hilo sutil que la configura: la naturalidad. Desde ella fue capaz de abordar cualquier tema dotándolo de consistencia lírica. De manera especial, destaca el amor esponsal, presente a lo largo de su trayectoria literaria, aunque quizás convenga ampliar el arco temático a todo lo que le rodeaba: sus hijos, su patria, su profesión militar, su ciudad de nacimiento (Ceuta), la localidad abulense de Fontiveros (allí están enterrados sus restos junto con los de Maruja, su esposa), Burgohondo (Ávila), sus autores favoritos (santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, Antonio Machado, Gerardo Diego), sus amigos y, sin lugar a dudas, Dios, al que cantó en múltiples ocasiones de manera chispeante como una presencia continuada en su transcurrir personal, visible particularmente en Territorio del sueño, con el que consiguió el Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística en 1995: un libro de madurez, escrito casi en el “arrabal de la senectud”, como diría Jorge Manrique, pero fresco, emocionante, lleno de luminosidad, con la sabia experiencia del que tiene claro que “a la vida es preciso llenarla de esperanzas”.
Autobiografía poética
Es, en realidad, su propia biografía, en el trajín de la edad, a lo que él constantemente canta, como si la existencia fuera un “hoy es siempre todavía” en el decir machadiano. Y se le ve en pleno enamoramiento, escribiendo una de las historias amorosas más gozosas, pulcras, apasionadas y hermosas de la poesía española de posguerra, donde la amada tiene nombre propio o bien se le llama “amiga”, o “amor mío”, o es un continuo referente al que apela sin cesar; y así, lo mismo le inspira un soneto que una oda, porque ella es: “la lucha que levanta / el alma de la arena y al cuerpo de las horas” y, desde que la conoce, “solo importa este huerto / de nieves y azucenas rodeado / donde tú, exacta y única, / completas el destino llevándome al mañana”. Poesía toda ella íntegra, pundonorosa, optimista, de la más excelsa de la lírica contemporánea, de la que mueve al agradecimiento a Dios por tan alentadora fuente de inspiración. Y es aquí, precisamente aquí, en sus poemas amorosos, donde se contienen gran parte de sus versos más inspirados
Y junto a la amada —fruto del amor mutuo—los hijos. Desde el primogénito: “pétalo casi, pequeño / pero presente, / continuándome la vida / para siempre”, hasta aquélla que se entrega al oficio de la alfarería: «Tengo una de mis hijas alfarera. Sabedlo, amigos; con sus manos toma / el barro y me fabrica una paloma (…)”; pasando por la experiencia de los ocho primeros descendientes, a los que celebra en inspirados sonetos aunados en “Redondel de los ocho niños” o por la contemplación del conjunto de su prole: «Tierra y amor la descendencia mía; / tierra para el dolor y luz que ardía / para encender los ámbitos sombríos / donde hoy estáis y todo es ya blancura, / donde hoy la tierra es infantil y pura, / donde hoy os vemos Dios y yo, hijos míos”. Sin lugar a dudas, muestras de poemas a favor de su progenie no le faltan.
Al mismo tiempo, son los amigos —sobresalen poetas y pintores— otra de sus preferencias. Al ser frecuentes las composiciones que les escribe, dejo de lado centrarme en alguna concreta. Sin teorías, sin planteamientos abstractos, en cada una de ellas hace gala de su culto perseverante a la amistad con textos encomiásticos, emotivos, atentos a sacar de los demás, en palabras de Pedro Salinas, “su mejor tú”.
Territorio del sueño
Con todo, y como ya apunté, Dios es su más intensa vivencia íntima. Por lo general, en sus primeros poemarios le canta o lo nombra vinculándolo a su amada. Será con el transcurso de los años cuando su presencia se haga más sólida, directa, cruda y llameante; a veces enhebrada con el tema de la muerte. Territorio del sueño es, en este sentido, como ya dije, su gran poemario religioso. Aunque tiene editados otros libros en los que se acerca fervientemente a concretos acontecimientos de la biografía sanjuanista o a la de santa Teresa de Jesús, o revive de modo versificado la inolvidable visita que hizo en compañía de su esposa a Tierra Santa en 1983, no es sino en este poemario con el que alcanza su más honda expresión de acercamiento a Dios. De este modo, el volumen se presenta en principio como una sucesión de poemas desasosegados, interrogativos, en los que prevalece la idea calderoniana de que esta vida es posiblemente un sueño —la auténtica será la que venga después: la vida eterna—. Lo sea o no, no lo impulsa al pesimismo, a la desolación, sino al convencimiento —se constata una y otra vez— de que Dios está de su parte: “Tú, a mi lado, escuchándome”, y de que el mero hecho de pensar en él le es más que suficiente para confirmar su existencia: «Yo pienso, luego existes”, consideración que no hay que entender como una proyección de su propia conciencia sino como una realidad distinta de sí mismo a la que se dirige fundamentalmente con el apelativo «Señor». Así, los poemas se suceden de manera dialógica, discurriendo por algunos de las inquietudes más acuciantes de su trayectoria vital: sus hijos, sus desazones interiores o la constatación de su misma existencia en el mundo.
La temporalidad
A estos primeros textos le sigue un curioso apartado repleto de imágenes surrealistas, “Parábolas”, constituido por cinco poemas de orientaciones muy diversas y con un hilo común: la temporalidad como lugar donde se forja la existencia del ser humano y en el que caben los sueños, las esperanzas, las alegrías e incluso el pensamiento de otra posible vida futura. Sección a la que sigue “Salida a la luz»: cuatro composiciones escritas igualmente en una atmósfera compleja, arrebatada, de sabor casi lorquiano, en las que se confunden distintos episodios enmarcados en la infancia del poeta, en su batalla con las palabras y en su afán por descubrir puntos de luz a los que aferrarse,
El final del Territorio del sueño lo forma el apartado “Cara a cara”: nueve sonetos de sabor eucarístico —sabiamente construidos, emotivos, confidenciales, muy en la línea de la poesía angladiana, pero deliciosos como falsillas para la oración— que descubren una vez más al poeta cargado de humanidad y sencillez que fue López Anglada, convencido de que “vivir es mañana”, por eso deja escrito en un magnífico poema de La mano en la pared —por cierto, también con espléndidos textos religiosos—: “Mi corazón recuerda que vivir es mañana. / (…) Alma mía, / ya está todo dispuesto. No me faltes mañana”. Con esa mira vivió en plenitud.
El Papa denuncia los «intentos de foros internacionales de imponer un pensamiento único»
El discurso del Santo Padre al cuerpo diplomático ha tratado temas como el derecho a la vida, la libertad religiosa, el totalitarismo ideológico y la condena de la carrera armamentística mundial.
La Sala de la Bendición ha acogido la Audiencia a los Miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante la Santa Sede para la presentación de saludos de Año Nuevo al Papa Francisco.
Un discurso amplio tanto en extensión como en contenido. El encuentro del Papa Francisco con los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede ha sido el escenario de una “invocación por la paz en un mundo que ve cómo crecen las divisiones y las guerras” como ha querido señalar el Papa.
El Papa ha vuelto a referirse a la tercera guerra mundial que vivimos actualmente “a trozos” y ha querido recordar las claves de la EncíclicaPacem in terris de san Juan XXIII, de la que se cumplen 60 años y que sigue, por desgracia, de plena actualidad.
El Papa Francisco ha querido enmarcar su discurso en el sesenta aniversario de la Encíclica Pacem in terris de san Juan XXIII. Como ha querido apuntar el pontífice, la amenaza nuclear que entonces se cernía sobre el mundo “es evocada todavía hoy, arrojando al mundo en el miedo” y ha señalado directamente su preocupación ante“el estancamiento de las negociaciones acerca del reinicio del Plan de Acción Integral Conjunto, más conocido como Acuerdo sobre el programa nuclear iraní”.
“Hoy está en curso la tercera guerra mundial de un mundo globalizado, en el que los conflictos parecen afectar directamente sólo a algunas áreas del planeta, pero que implican sustancialmente a todos”, ha señalado el Papa. En esta guerra a pedazos, el Papa ha recordado el conflicto actual que vive Siria, el aumento de la violencia entre palestinos e israelíes, la situación del Cáucaso meridional, los dramas que viven las poblaciones de Burkina Faso, Malí y Nigeria y la situación de Myanmar. En todos ellos, ha denucniado el Papa se “ponen siempre de relieve las consecuencias letales de un continuo recurso a la producción de armamento”, una realidad ante la que Francisco ha afirmado tajantemente que “ninguna paz es posible allí donde proliferan instrumentos de muerte”.
El aborto, un ataque violento a la paz y la dignidad de la vida
El Papa ha querido seguir cuatro “bienes fundamentales” que recoge la Pacen in terris: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad.
En relación a la primera, la Paz en la verdad, el Papa ha señalado que “la paz exige que ante todo se defienda la vida, un bien que hoy es puesto en peligro no sólo por los conflictos, el hambre y las enfermedades, sino demasiadas veces incluso desde el seno materno, afirmando un presunto “derecho al aborto”.
Una condena clara de las políticas abortistas y antinatalistas que se ha repetido en el discurso del Papa que ha apuntado el “’miedo’ a la vida, que en muchos lugares se traduce como temor al futuro y dificultades para formar una familia o tener hijos” y que lleva a la realidad de un invierno demográfico, como el europeo, difícilmente sobrellevable en un estado de bienestar.
En esta línea el Papa ha querido hacer “un llamado a las conciencias de los hombres y las mujeres de buena voluntad, particularmente de cuantos tienen responsabilidades políticas, para que trabajen por tutelar los derechos de los más débiles y se erradique la cultura del descarte, que lamentablemente incluye también a los enfermos, las personas discapacitadas y los ancianos”.
Denuncia del totalitarismo ideológico
Quizás uno de los puntos más fuertes del discurso a los diplomáticos de este año ha sido la denuncia de las faltas de libertad en el mundo realizada por el Papa. El Pontífice ha ido más allá de las “conocidas” faltas de para denunciar las “crecientes polarizaciones e intentos de diversos foros internacionales para que se imponga un pensamiento único, lo que impide el diálogo y margina a aquellos que piensan distinto”.
Frente a los representantes de diversas naciones del mundo el Santo Padre ha señalado “un totalitarismo ideológico, que promueve la intolerancia respecto al que no adhiere a supuestas posiciones de ‘progreso’” y que emplea “cada vez más recursos para imponer, especialmente en relación a los países más pobres, formas de colonización ideológica, creando, por otra parte, un nexo directo entre la concesión de ayudas económicas y la aceptación de tales ideologías”.
Tampoco ha querido olvidar el Papa la ideologización a la que se ha sometido el sistema educativo en muchos países que intentan imponer leyes educativas que atentan contra la libertad de conciencia y de creencia de las familias. El Papa ha recordado que “educar exige siempre el respeto integral por la persona y por su fisonomía natural, evitando imponer una nueva y confusa visión del ser humano”.
La libertad religiosa, una de las cuestiones que más preocupa al Papa en la actualidad, ha tenido también su parte en este discurso. A este propósito, Francisco ha recordado que “un tercio de la población mundial vive persecución a causa de su fe. Junto a la falta de libertad religiosa está también la persecución por motivos religiosos”.
El Papa ha puesto el foco en la violencia y las discriminaciones contra los cristianos que ocurren no sólo en lugares en los que los cristianos son una minoría sino “allí donde los creyentes ven reducida la posibilidad de expresar sus propias convicciones en el ámbito de la vida social, en nombre de una mala interpretación de la inclusión. La libertad religiosa, que no puede reducirse a la mera libertad de culto, es uno de los requisitos mínimos necesarios para vivir de manera digna”.
Migraciones, trabajo y cuidado del planeta
Por último, siguiendo la línea expresada en documentos como Fratelli Tutti o Laudato Si’, el pontífice ha querido subrayar “tres ámbitos, en los que emerge con particular fuerza la interconexión que une hoy a la humanidad”: migraciones, trabajo y economía y cuidado del planeta.
En cuanto a las migraciones, Francisco ha vuelto a pedir “reforzar el marco normativo, por medio de la aprobación del Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo, para que se puedan implementar políticas adecuadas que acojan, acompañen, promuevan e integren a los migrantes.
Al mismo tiempo, ha pedido “dar dignidad a la empresa y al trabajo, combatiendo toda forma de explotación que termina por tratar a los trabajadores del mismo modo que una mercancía” y, por último, ha recordado los negativos efectos que el cambio climático está teniendo para las poblaciones más vulnerables.
El Papa ha cerrado su discurso mostrando, asimismo, “el debilitamiento, en muchas partes del mundo, de la democracia y de la posibilidad de libertad” y ha lanzado un deseo casi utópico “sería hermoso que alguna vez pudiéramos encontrarnos solamente para agradecer al Señor omnipotente por los beneficios que siempre nos concede, sin vernos obligados a enumerar las situaciones dramáticas que afligen a la humanidad” antes de dar las gracias a los representantes diplomáticos allí reunidos.
¿Cómo conservan los traductores el espíritu de la Escritura mientras adaptan a las lenguas modernas el texto original? ¿Cuál es el mayor reto en la traducción de textos? ¿Hemos perdido detalles esenciales por no leer la Sagrada Escritura en su idioma original? ¿Por qué existen tantas versiones distintas de la Biblia? Responde a estas preguntas don Luis Sánchez Navarro, catedrático de la Universidad de san Dámaso.
Luis Sánchez Navarro·9 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
La Biblia se ha escrito para ser traducida. Aquel que dijo “id y haced discípulos a todas las naciones… Y yo estoy con vosotros hasta la culminación del tiempo” (Mt 28,19-20) estaba encomendando a los Doce la tarea de llevar el Evangelio a todos los hombres de todos los tiempos. Y eso ha requerido, requiere y requerirá la traducción. Por eso, cada generación está llamada a traducir la Biblia.
Traducción y «traición»
La teoría lingüística explica que la traducción exacta es imposible, ya que cada lengua es distinta e impide las equivalencias automáticas entre términos y expresiones; por ello, el acto de traducción es ya una interpretación. Pero esto, inevitable, permite también la transmisión del mensaje. Se ha hecho famoso el lema italiano traduttore traditore, “traductor traidor”; es imposible una traducción 100% exacta. Pero la expresión también se podría traducir como “traductor transmisor” (traditore deriva de traditio, “tradición”): el traductor se convierte así en canal para perpetuar un texto.
La traducción es un arte delicado, pues requiere una doble fidelidad: al autor y al lector; pero esta tensión no es excluyente, sino fecunda. Además, la traducción de la Biblia es si cabe más compleja, porque al autor humano se une el Autor divino. Por ello, entre la fidelidad al lector y la fidelidad al Autor, ha de prevalecer la segunda, como sostenía el inolvidable P. Manuel Iglesias, eminente traductor del Nuevo Testamento al castellano en los últimos cincuenta años. Sin embargo, este nuevo “actor” genera un hecho singular: porque resulta que ese Autor, Dios, está vivo, y por lo tanto es capaz de hablar hoy a través de una palabra de ayer.
Por eso, todo intento de despojar la palabra de su misterio ha de ser desechado. Corresponde al lector creyente entrar en ese misterio para descubrir la luz que despliega. Por ello, la traducción ha de buscar siempre la fidelidad al original, siempre dentro –claro está– de la máxima corrección y cuidado lingüísticos. Corresponderá al editor el proporcionar (en introducciones o notas) aquellas explicaciones que considere necesarias para iluminar esa traducción, indicar otras traducciones posibles y mostrar su actualidad.
La Sagrada Escritura y la Liturgia
Teniendo en cuenta todo lo anterior, hay diversos tipos de traducciones; no es lo mismo, por ejemplo, una traducción de estudio (que privilegia una cercanía máxima a las lenguas originales: hebreo, arameo o griego) que una traducción litúrgica (en la que prima la sobria y digna belleza en orden a la proclamación). Pero todas ellas han de expresar esa doble fidelidad que, privilegiando al Autor, busca iluminar la mente y el corazón del lector. Por último, notar que la lectura de la Sagrada Escritura es siempre un acto eclesial; por ello, su ámbito más propio es la liturgia. En ese contexto, no hay miedo de perder datos esenciales: el Espíritu Santo se ocupa de introducir al oyente o lector, por medio de esta palabra, en la Revelación del Dios vivo. La Biblia, entregada al pueblo de Dios, permite a todo cristiano entrar en esa relación de amor; por ello, la Iglesia nos enseña que los santos nos dan la “traducción” genuina del Evangelio (ver Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, nºs 48-49).
El autorLuis Sánchez Navarro
Catedrático de Nuevo Testamento II Facultad de Teología Universidad San Dámaso
Libertad, santidad y razón en la enseñanza de Benedicto XVI
Joseph Weiler, el ganador del Premio Ratzinger 2022, el último de los que el Papa emérito ha podido ver en vida, realiza en este artículo una reflexión sobre la concepción de la libertad y la religión de Benedicto XVI.
Joseph Weiler·8 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 11minutos
Un Papa habla urbi et orbi, como obispo de Roma, pero también como guía moral para todo el mundo, para las personas pertenecientes a todas las confesiones, incluidas las no creyentes. Y nunca fue esto más evidente que en sus famosos discursos de Ratisbona y en su alocución ante el Bundestag, el parlamento alemán.
Leer a Ratzinger es, en cierto modo, como leer las Escrituras. Está abierto a más de una interpretación. Lo que sigue es, pues, mi interpretación, sin pretender que sea la única, ni siquiera la mejor posible. Caveat, lector!
Libertad “de” religión y libertad “frente a” la religión en un mundo secular
¿Cuál es la “religión cívica” que nos une a todos los europeos? Sin duda creemos en la necesidad de la democracia liberal como marco en el que debe desarrollarse nuestra vida pública. Las elecciones libres con sufragio universal, la protección de los derechos humanos fundamentales y el Estado de Derecho constituyen la “santísima trinidad” de esta fe cívica.
La libertad “de” religión está consagrada en todas las constituciones europeas. Pero se entiende comúnmente, y con razón, que incluye también la libertad “frente a» la religión. Se trata de la libertad religiosa positiva y negativa en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Sin embargo, la libertad “frente a” la religión plantea un desafío a la teoría liberal. No tenemos una noción similar, por ejemplo, de la libertad “frente al” socialismo. O de la libertad “frente al” neoliberalismo. Si un gobierno socialista es elegido democráticamente, esperamos políticas que deriven de una visión socialista del mundo y la apliquen, obviamente respetando los derechos de las minorías. Y, nos guste o no, se espera que cumplamos las leyes que concretan estas políticas, aunque no seamos socialistas. Lo mismo ocurriría, por ejemplo, con un gobierno neoliberal. Pero si es un gobierno de orientación católica el elegido, tomarse en serio la libertad “frente a” la religión significa que este gobierno tiene las manos atadas a la hora de aprobar leyes derivadas de su visión religiosa del mundo.
En efecto, uno de los más grandes filósofos políticos del siglo XX, John Rawls, ha defendido que nuestra misma práctica democrática, independientemente de si es de izquierdas o de derechas, debe basarse siempre en argumentos derivados de la razón humana, cuyas reglas puedan ser compartidas por todos independientemente de su orientación ideológica, y por tanto estar abierta a la persuasión y al cambio de opinión. La religión, ha afirmado Rawls sin atribuirle una connotación despreciativa, se basa en verdades inconmensurables y no negociables, autorreferenciales y trascendentales. Y, por tanto, inadecuadas para el terreno democrático.
Tenemos, pues, dos retos en el seno de nuestra sociedad multicultural compuesta de creyentes y no creyentes.
El primero: ¿cómo puede la teoría liberal explicar y justificar la libertad “frente a” la religión? Por supuesto, hay muchos intentos de racionalizar esta cuestión dentro de un marco liberal. Ninguno de ellos me convence realmente. En última instancia, si un socialista tiene el derecho de imponer su visión del mundo a la sociedad, ¿por qué habría de negársele lo mismo a un católico?
Y el segundo, el rawlsiano: ¿qué pretensión tienen los grupos de creyentes de participar en la vida democrática -como personas de fe- si, en efecto, la cosmovisión religiosa está (y lo está) ligada a verdades no negociables, autorreferenciales y trascendentales?
En mi opinión, Benedicto, con sus discursos en Ratisbona y en el Bundestag, ha dado la respuesta más convincente a estos dos desafíos.
II. Juan Pablo II, seguido por Benedicto, tenía la costumbre de reivindicar la libertad de religión como la más fundamental de todas las libertades. En nuestra cultura laica, esta afirmación era recibida generalmente con una sonrisa indulgente: “¿Qué libertad te esperabas que privilegiase un Papa?”, interpretando tal afirmación en un sentido corporativista, como si el Papa fuera un dirigente sindical preocupado por asegurar beneficios a sus afiliados. No hay nada de innoble en que el pastor cuide de su rebaño, pero esta interpretación pasa por alto el verdadero sentido de la postura del Pontífice.
Lo que no había recibido suficiente atención, en todo el alboroto causado por los comentarios del Papa en Ratisbona, era el hecho de que, en la libertad religiosa a la que aludía el Pontífice, la atención estaba concentrada en la libertad frente a la religión: la libertad de adherirse a la religión elegida por cada uno o de no ser religioso en absoluto. Benedicto articuló con fuerza todo esto, y mostró explícitamente lo que ya estaba expresado en la Dignitatis Humanaedel Vaticano II, que Juan Pablo II había subrayado, y que ciertamente también forma parte del magisterio del Papa Francisco.
Nótese bien: su justificación y defensa de la libertad “frente a” la religión no fue una expresión de, ni una concesión a, las nociones liberales de tolerancia y libertad. Era la expresión de una profunda propuesta religiosa. “No imponemos la fe a nadie. Ese proselitismo es contrario al cristianismo. La fe sólo puede desarrollarse en libertad”, afirmó el Papa en Ratisbona, dirigiéndose a sus fieles y al mundo entero. Así pues, en el corazón de la libertad religiosa está la libertad de decir “no” incluso a Dios.
Evidentemente, aquella libertad debe tener una dimensión externa: el Estado debe garantizar por ley a todos la libertad “de” religión y la libertad “frente a” la religión. Pero no menos importante, según he entendido su mensaje, era la libertad interior. Los judíos decimos: “Todo está en manos de Dios, excepto el temor de Dios”. Así lo quiso Dios, dejándonos la elección a nosotros. La verdadera religiosidad, un verdadero “sí” a Dios, puede venir de un ser que no sólo tiene las condiciones materiales exteriores, sino también la capacidad espiritual interiores para comprender que la elección, del sí o del no, y la responsabilidad de esa elección, son nuestras.
Benedicto ha hecho de la libertad “frente a” la religión, por tanto, una proposición teológica. Al fin y al cabo, este es el corazón del Concilio Vaticano II y de la contribución de Ratzinger al Concilio y a su posterior interpretación. Esto, a su vez, tiene un profundo significado antropológico. La libertad religiosa toca la noción más profunda del ser humano como agente autónomo con la facultad de elección moral, también respecto de su propio Creador. Cuando el hebraísmo y el cristianismo expresan la relación entre Dios y el hombre en términos de alianza, celebran esa doble soberanía: la soberanía del ofrecimiento divino y la soberanía del individuo al que se le ofrece.
Creo que todos, creyentes y no creyentes, pueden comprender que si se aceptara la existencia de un Creador omnipotente, insistir como proposición religiosa intrínseca en la libertad de decir no a tal Creador es fundamental para la comprensión misma de nuestra condición humana. En este sentido es primordial que Juan Pablo II y Benedicto XVI hayan defendido el primado de la libertad religiosa: esta se erige en emblema de la ontología misma de la condición humana. De lo que significa ser humano.
Se puede dar todavía un paso más allá. Citando a Santiago, Benedicto XVI explica en su homilía de Ratisbona (a la que se ha prestado demasiada poca atención) que “la ley regia”, la ley de la realeza de Dios, es también “la ley de la libertad”. Esto es desconcertante: si, ejerciendo esta libertad, uno acepta la ley regia trascendental, ¿cómo puede esto constituir una mejora real de la propia libertad? ¿No implica la ley, por su propia naturaleza, aceptar restricciones a nuestra libertad?
Entiendo que Benedicto haya dicho que actuando fuera de los vínculos de la ley de Dios me convierto simplemente en esclavo de mi condición humana, de mis deseos humanos. En palabras de San Ambrosio: “Quoam multos dominos habet qui unum refugerit!”. Aceptar la ley de Dios, como “ley regia”, la ley de Aquel que trasciende este mundo, es afirmar mi libertad interior frente a cualquiera y a cualquier cosa de este mundo. No hay mejor antídoto contra toda forma de totalitarismo en este mundo. Esta es la verdadera libertad.
III. ¿Qué decir entonces del segundo reto, el rawlsiano? En mi comprensión del discurso del Bundestag, Benedicto no rechazó la premisa rawlsiana. Sin mencionarla por su nombre, Ratzinger no cuestionó la premisa de Rawls, sino su errónea comprensión del cristianismo.
Cuando el católico, argumentaba Benedicto, entra en el espacio público para avanzar propuestas sobre la normatividad pública que pueden llegar a ser vinculantes por ley, no hace esas propuestas basándose en la revelación y la fe o en la religión (aunque puedan coincidir con éstas). Forma parte, como hemos visto, de la antropología cristiana que los seres humanos estén dotados de la facultad de la razón, común a la humanidad, que, es más, constituye el lenguaje legítimo de la normatividad pública general. El contenido de la pregunta cristiana en el interior de la esfera pública estará, por tanto, en el ámbito de la razón práctica: la moral y la ética como expresadas a menudo a través de la ley natural. Si puedo poner un ejemplo, cuando Caín mató a Abel, no se volvió y le dijo al Señor: tú nunca me has dicho que matar estaba prohibido. Tampoco el lector de las Escrituras plantea tal objeción. Se entiende que en virtud de su creación (para los creyentes a imagen de Dios) todos nosotros tenemos la capacidad de distinguir entre lo justo y lo injusto y no necesitamos la revelación divina para ello.
Tampoco esta es una concesión al secularismo. Es un resultado inevitable de las proposiciones religiosas que informaron el discurso de Ratisbona. Adoptar una norma públicamente vinculante basada únicamente en la fe y la revelación violaría precisamente ese profundo compromiso, religiosamente fundamentado, con la libertad religiosa, para el cual la fe forzada es una contradicción y es contraria a la voluntad divina.
Es también una proposición audaz. Sí, por un lado constituye el visado de entrada del católico en la plaza pública normativa de igual a igual. Al mismo tiempo, impone una disciplina seria y severa a la comunidad de fe. La disciplina de la razón podría obligar a revisar las posiciones morales. Ya no se tiene ese comodín en la baraja: “Esto es lo que Dios ha mandado”. Esto no forma parte de la razón pública compartida. Si se adopta una lengua, hay que hablarla luego correctamente para que ser comprendido y ser convincente. Y esto también sirve también para el lenguaje de la Razón.
El valor de la santidad
IV. Paso ahora a lo que considero una enseñanza extraordinaria dirigida específicamente a la comunidad de los fieles, y que se encuentra oportunamente en la homilía de Ratisbona, más que en el famoso discurso a la comunidad académica.
El nexo entre normatividad general y razón es seductor y, en cierto modo, constitutiva de la identidad cristiana. Pero aquí anida un peligro interesante para el homo religiosus. Es el peligro de reducir la propia religiosidad a la ética como se expresa a menudo en el derecho natural, por muy importante que sea.
“Las cuestiones sociales y el Evangelio son inseparables” fue uno de los mensajes centrales de la homilía de Ratisbona. Es una frase impactante. Para mí, la pregunta más interesante es: ¿por qué el Papa consideró necesario recordar a su rebaño que las preocupaciones sociales y el Evangelio son inseparables?
Comenzaré ahora a responder a esta pregunta, con la obvia humildad y desconfianza que deriva del hecho de que yo, un extraño, entre en el terreno de una comunidad de fe a la que no pertenezco. Si estoy equivocado, estaría encantado de que me corrijan.
El Papa nos advertía, a los creyentes en general, y más específicamente a su grey católica, del peligro de considerar que la exigencia cristiana de normatividad pública expresada a través del lenguaje de la razón general aplicable a todos los seres humanos, agota el significado de una vida religiosa o incluso de una normatividad cristiana.
Las “cuestiones sociales”, como expresión de la moralidad y ética, son centrales para las religiones abrahámicas, pero por sí solas no definen ni la sensibilidad religiosa ni el ímpetu religioso ni el sentido religioso. Al fin y al cabo, la religión no tiene el monopolio de la moral y de la ética. Un ateo puede llevar una vida ética y tener un interés por las cuestiones sociales no menos noble que los creyentes.
La categoría religiosa por excelencia, la que no tiene equivalencia, ni correspondencia, en una visión laica del mundo, es la santidad. Reducir la religión exclusivamente a preocupaciones ético-sociales, por importantes que éstas sean, conduce a disminuir fatalmente el significado de la santidad. Por supuesto, la santidad no está separada de la ética y de la moralidad. La moralidad y la ética son condiciones necesarias, pero no son suficientes para la santidad. La santidad no se agota en la ética y en la moral. Denota algo más: la cercanía al amor de Dios por nosotros y a nuestro amor por Él, Su presencia en toda nuestra existencia.
Quiero compartir un famoso pasaje de la Escritura, que se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento -Ama a tu prójimo como a ti mismo-, que creo que coincide perfectamente con la insistencia de Benedicto en su homilía en el hecho de que las cuestiones sociales y el Evangelio son inseparables.
¿Dónde se encuentra por primera vez este pasaje? Está en el Levítico, capítulo 19. Un capítulo muy especial de toda la Biblia porque aborda explícitamente la noción de santidad.
“El Señor dijo de nuevo a Moisés: ‘Habla a toda la comunidad de los israelitas y ordénales: Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19, 1-2).
Es este capítulo donde se encuentra el precepto “Ama a tu prójimo”. Pero todos tendemos a olvidar el final de ese pasaje. No se trata simplemente de “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, sino de “Ama a tu prójimo como a ti mismo, yo soy el Señor”. Y es esta parte final la que introduce al homo religiousus en la noción de santidad, que va más allá de la moral común de toda la humanidad.
Quiero subrayar que, en mi opinión, el “valor añadido” de la santidad no hace al religioso superior a sus hermanos laicos. Simplemente lo hace diferente.
Permítanme investigar el significado más profundo de “Ama a tu prójimo como a ti mismo – Yo soy el Señor”, y ofrecer una interpretación.
Ante todo, en la prescripción del amor se va más allá de nuestra comprensión normal del comportamiento ético que puede traducirse en el derecho natural. A nadie se le ocurriría transponer a una ley laica el deber de amar a nuestro prójimo. Este es más bien una manifestación de la normatividad católica, exquisitamente expresada en el Evangelio según San Mateo: “Y si alguno te pide que le acompañes una milla, acompáñale dos”.
En segundo lugar, la parte final ―Yo soy el Señor― explica por qué este famoso pasaje se encuentra en un capítulo que comienza con la prescripción de buscar la santidad. Cuando cumplimos la obligación de amar al prójimo, no sólo expresamos nuestro amor al prójimo y a nosotros mismos. Su realización es también expresión de nuestro amor al Señor. Y aquí es donde reside la santidad.
Me parece significativo que Benedicto nos haya dado esta enseñanza en el contexto de la celebración eucarística. Porque, en la medida en que los entiendo, los diversos sacramentos, la oración, la Misa en general y la celebración eucarística en particular, así como todas las demás prácticas similares, son los medios por los que la Iglesia ofrece al creyente la posibilidad de expresar el amor y la devoción al Señor. Y esto con toda seguridad va más allá de llevar simplemente una vida ética.
Si hay algún mérito en esta interpretación, es que encierra una notable ironía histórica.
En la época de profetas como Amós e Isaías, y obviamente en el Evangelio, había que recordar a los fieles que la fe y la santidad no podían alcanzarse simplemente siguiendo los sacramentos y rituales si éstos no iban acompañados de un comportamiento ético y de la Ley regia del Amor.
Hoy, la situación se invierte y es necesario recordar a los creyentes que la riqueza del sentido religioso no se agota simplemente en llevar una vida ética y solidaria. Llevar una vida ética es una condición necesaria, pero desde luego no suficiente. La conducta ética y solidaria debe ir acompañada de una relación con lo divino, a través de la oración, a través de los sacramentos, buscando la mano del Creador en el mundo que Él ha creado.
Es parte de la condición moderna que hace que muchos fieles casi se avergüencen del Evangelio, de los sacramentos, así como de las afirmaciones, las palabras utilizadas y de las prácticas que expresan los aspectos sacramentales de su religión y fe. Estos aparecen, ironía de las ironías, como “irrazonables” (¡intenta decírselo a Santo Tomás de Aquino o a San Agustín!) Y este fenómeno está extendido entre todos los hijos de Jacob/Israel.
El profeta Miqueas predicaba: “Hombre, te sido enseñado lo que es bueno y lo que el Señor te pide: practicar la justicia, amar la piedad, caminar humildemente con tu Dios” (Mi 6, 8). Camina humildemente, ¡no a escondidas!
Me gustaría terminar con una nota personal. He tenido el privilegio de reunirme con el Papa Benedicto en tres ocasiones. Una vez fue en 2013, poco antes de su jubilación, un encuentro bastante breve en el que le presenté a dos de mis hijas. La segunda ocasión fue unos años más tarde, cuando a petición suya fui invitado, para mi sorpresa, ya que nunca había sido formalmente alumno de Ratzinger, a pronunciar la conferencia principal en el célebre “Ratzinger Schülerkreis”, su Círculo de discípulos, después de la cual tuve el puro placer de mantener una larga conversación de tú a tú con el Papa emérito: pura teología. Y, finalmente, nuestro último encuentro tuvo lugar hace aproximadamente un mes, junto con los padres Fedou, Lombardi y Gänswein, con ocasión del Premio Ratzinger 2022. Estos encuentros han quedado indeleblemente grabados en mi mente. Sus palabras de despedida fueron significativas y conmovedoras: “Por favor, mis recuerdos a sus hijas”.
Jorge Gutiérrez: «La adicción a la pornografía es silenciosa y lenta»
Jorge Gutiérrez es director de la entidad Dale Una Vuelta, un proyecto que tiene como objetivo aportar información sobre el consumo problemático de la pornografía y ayudar a las personas que sufren adicción a esta.
Jorge Gutiérrez es director de Dale Una Vuelta. En esta entidad tienen como objetivo ofrecer información, prevenir y recuperar a las personas con adicción a la pornografía o a su consumo problemático.
En esta entrevista, Jorge Gutiérrez habla sobre el consumo de la pornografía, su relación con los derechos de las mujeres, los cambios en la conducta y las nuevas plataformas de contenido sexual.
Los datos indican que la pornografía es consumida por más varones que mujeres, ¿a qué se debe esto?
Jorge Gutiérrez, director de «Dale Una Vuelta»
– Los datos, en efecto, son así de contundentes. Todas las encuestas y todos los estudios siempre hablan de una abrumadora mayoría de hombres más que de mujeres en el consumo. Aunque es verdad que cada vez hay más mujeres que ven pornografía. Sí que notamos que todo lo que tiene que ver con la adicción o con un uso problemático de la pornografía sí que es mucho más exclusivo de hombres que de mujeres.
Entre las razones, se suele decir que tiene mucho que ver con la propia forma de ser y con la naturaleza del hombre y de la mujer. El hombre, normalmente, se estimula mucho más con la vista que la mujer. El varón tiene una sexualidad un poco más primaria y eso se manifiesta en que el consumo de pornografía es abrumadoramente mayor en hombres.
¿Por qué el consumo de la pornografía se relaciona con los comportamientos sexuales agresivos?
– Hay que ponerlo todo entre comillas. Hay mucho debate en esto y no sería muy científico decir que hay una relación causal evidente entre el consumo de pornografía y la violencia. Pero sí que es verdad que se puede decir que la pornografía facilita, normaliza y, a veces, es un paso previo para actitudes violentas. También las mujeres que consumen pornografía normalizan más la propia agresividad del varón sobre la mujer.
Por otro lado, hay gente que dice lo contrario. A veces el consumo de pornografía lo que evita precisamente es una actitud violenta porque evitas pasar a la acción, digamos.
Sí que es verdad que con la violencia que se ve en la pornografía esto es un estímulo y, desde luego, se está viendo últimamente más todavía en esas agresiones en menores de edad.
¿Qué tipo de cambios se producen en la estructura de los cerebros de las personas adictas a la pornografía?
– Cada vez hay más estudios sobre adicciones comportamentales, como sería esta. Con estudios de neuroimagen se ve que hay cambios similares en un cerebro de alguien que consume sustancias adictivas con alguien que consume de forma problemática, compulsiva o perjudicial la pornografía. Esto quiere decir que afecta a áreas del cerebro similares y tiene unos circuitos neurológicos igual de afectados que con otro tipo de sustancias.
¿Esto significa que es igual de adictiva una cosa que la otra? No. ¿Afectan de la misma manera? Tampoco. Pero sí que hay una relación muy parecida entre el consumo de sustancias con las adicciones de la conducta.
Los expertos en neurología y adicciones son los que tendrán que dar la información, pero desde luego en los últimos quince años se han hecho muchos más estudios que en los cien anteriores por estos temas y se ve que ambas cosas tienen similitudes.
¿Por qué hay cada vez mayor consumo de pornografía?
– Yo creo que, en la medida en que todo es mucho más accesible que antes, eso facilita mucho. Hay que tener en cuenta que cada vez hay más personas con teléfono móvil y a más temprana edad.
También, en la sociedad, en todo el tema de contenidos, el sexo en general se considera casi como un bien de consumo más. Parece que se ha normalizado. Parece también que si este contenido lo consumes con cierta moderación no pasa nada, es una manera de aprender y de entretenerte. Lo que ocurre es que no es fácil parar, es muy adictivo, es uno de los mayores placeres que tienes en el bolsillo del pantalón a cualquier hora del día. Esto se ha visto que tiene un gran impacto.
Los últimos datos que salen sobre relaciones sexuales desvelan que hay menos que hace unos años. Una de las causas es porque hay mucho más acceso a Internet, al sexo digital, etc. La pornografía requiere menos esfuerzo, no hacen falta preámbulos, es directo y es gratis. Es una combinación, en ese sentido, ganadora.
¿Qué piensan sobre plataformas como OnlyFans, que dejan la puerta abierta a la compraventa de contenido pornográfico?
– Es un paso más hacia identificar la prostitución con la pornografía. Ya casi no hay diferencias entre una y otra. Nosotros decimos que es la pornografía 3.0.
Es el último grito, el último paso donde se hace muy atractiva. Ya no solamente eres espectador de una serie de vídeos y de imágenes, ahora tienes la posibilidad de interactuar con otra persona. Eso genera todavía más intensidad. Entre comillas, también parece que crea más intimidad. Parece que estás con una persona a solas a la que puedes pedir lo que quieras. También, entre comillas, parece que hay más proximidad. Por otro lado, da la sensación de mayor exclusividad, porque crees que es a ti a quien está atendiendo.
Hay gente que dice que se crean “novios virtuales”. De manera ingenua, todo parece más cercano e íntimo. Es un paso importante de cambio. El problema con la pornografía es que siempre se está buscando algo más, algo diferente.
¿Por qué están tan relacionados los derechos de la mujer con la lucha contra la pornografía?
– A día de hoy la pornografía es machista, en la inmensa mayoría se usa a la mujer. Al final, esa cosificación del placer dirigido al hombre utilizando a la mujer, de manera violenta muchas veces, agrede a la mujer desde distintos puntos de vista.
Por un lado, muchas de las mujeres que se dedican a la pornografía son explotadas o engañadas. Y cuando están en la industria porque quieren, suele ser por temas de necesidad.
Por otro lado, muchas mujeres sufren los problemas de las consecuencias del consumo de pornografía por parte de sus parejas. Sus parejas algunas veces quieren imitar actos que han visto en la pornografía que son denigrantes.
Otra manera en que afecta mucho a las mujeres es a través de cómo responden ellas cuando descubren que su pareja ve pornografía. En Dale Una Vuelta tenemos una sección llamada “Nosotras” que va dirigida a ese público, que son las mujeres que sienten muchas veces de una manera diferente a los hombres el consumo de pornografía por parte de ellos. Para las mujeres suele ser algo muy duro que les supone un dolor muy grande, una sensación de traición y de infidelidad. Les distancia de su pareja, se crea una gran falta de comunicación y ellas se pueden llegar a sentir culpables.
Es bueno explicar a las mujeres que puede ocurrir que el hombre sigue queriéndola pero también consume pornografía.
¿Cómo se rescata una relación herida por la pornografía?
– Conocemos ejemplos de parejas que lo han conseguido solucionar. Es muy importante el perdón, la comunicación y la capacidad para perdonarse. Hace falta mucha paciencia y mucho tiempo.
En esta vida todo tiene arreglo. Es importante que ambos cedan y se comprendan. Creo que es preciso, a veces, hablar más y empezar a poner soluciones paso a paso.
Sabiendo todo esto,¿cuál es la principal consecuencia de la adicción a la pornografía?
– La principal consecuencia es la falta de empatía y de sensibilidad en las relaciones. Uno va perdiendo la capacidad para una relación afectiva, en definitiva, la capacidad para querer a la persona con la que está. Cada vez se distancia más. Esto me parece lo más duro.
Otra consecuencia clara es la mentira, la incomunicación, el aislamiento. Una cosa muy complicada de la adicción a la pornografía es que es muy silenciosa y lenta. Puede pasar mucho tiempo antes de darse cuenta de que hay un problema de fondo. Se crean hábitos difíciles de cambiar.
También ocurre muchas veces que los varones tienen algún tipo de disfunción sexual, pues acumulan tantas horas de escenas eróticas que les cuesta relacionarse sexualmente. Llegan a un extremo en el que necesitan un estímulo muy fuerte.
Pero yo resaltaría, como principal consecuencia, la falta de empatía y de sensibilidad en las relaciones con otras personas, ya no solo con tu pareja.
El Papa Francisco está convencido de que solo la fraternidad universal y la filiación divina común pueden transformar nuestro mundo de hoy.
8 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
¿Existe realmente una cura que pueda sanar al mundo de las heridas causadas por el egoísmo, las guerras, la violencia, la indiferencia?
El Papa Francisco está convencido de que esta medicina existe, y tiene un nombre: fraternidad universal. Lo ha repetido muchas veces durante sus casi diez años de pontificado. Cada uno de sus documentos magisteriales contiene una clara referencia a cómo hoy es más urgente que nunca que cada corazón abandone su propio egoísmo y se deje contagiar por el corazón del otro, de forma empática y no simplemente superficial.
En su reciente mensaje para la 56 Jornada Mundial de la Paz de 2023, el Santo Padre volvió a explicar cómo la dura lección de Covid-19 hizo comprender a toda la humanidad que no puede haber un futuro pacífico si no nos ayudamos unos a otros, que nadie puede salvarse solo. La dimensión de la fraternidad universal concierne también a los Estados y a los gobiernos. Las relaciones diplomáticas no pueden sino estar impregnadas de respeto y apoyo mutuos, de lo contrario se generan tensiones, rivalidades y conflictos.
El ejemplo más flagrante es la guerra de Ucrania. Precisamente en relación con la falta de fraternidad universal, el Papa juzga la agresión rusa “una derrota de toda la humanidad y no sólo de las partes implicadas”. Para ser verdaderamente sólida, la fraternidad universal debe apoyarse en lo que el Papa Francisco llama un pilar sólido e indestructible: la conciencia de la filiación divina común. El histórico documento sobre Hermandad humana para la paz mundial y la coexistencia común, firmado en Abu Dabi en 2019 con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, deja claro que toda religión lleva al creyente a ver en el otro un hermano al que apoyar y amar. “Desde la fe en Dios, creador del universo, de las criaturas y de todos los seres humanos -iguales por su Misericordia-, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, salvaguardando la creación y el universo entero y apoyando a toda persona, especialmente a los más necesitados y pobres”, reza el texto. Aquí, esta indicación, tan simple como cierta, hace que parezca una profunda ofensa a Dios que la enseñanza religiosa incite al odio, a la venganza y a la guerra santa. La fraternidad universal, en definitiva, es la única salida para el mundo, aunque parezca frágil, y cada uno de nosotros -creyente o no- debe practicarla y defenderla. La alternativa es una humanidad sin esperanza, perdida en sus inconmensurables penas.
El autorFederico Piana
Periodista. Trabaja en Radio Vaticana y colabora con L'Osservatore Romano.
¿Qué importancia tienen los afectos en la vida espiritual, y cómo han de considerarse en el examen de conciencia y en la oración? El Papa ha dedicado la audiencia de los miércoles en los últimos meses a este tema, no en la perspectiva del acompañante o director espiritual (excepto la última catequesis), sino desde el conocimiento de sí mismo.
Según el diccionario del español, discernir significa distinguir algo de otra cosa, sobre todo en el campo del ánimo o del espíritu humano. Es decir, en el ámbito espiritual. En el cristianismo, el discernimiento suele vincularse al proceso que antecede a las acciones humanas, para tratar de actuar en conformidad con la voluntad de Dios. Suele relacionarse con la virtud de la prudencia (“la recta razón del obrar”), aunque, en la acepción más popular, ese término suene simplemente a precaución o cautela; en realidad, la prudencia también puede llevarnos a actuar con prontitud y audacia, y siempre con justicia y con generosidad.
Discernir para decidir
En su primera catequesis (cfr. Audiencia general, 31-VIII-2022), Francisco explicó que el discernimiento nos concierne a todos, porque tiene que ver con las elecciones o decisiones de la vida, la mayor parte de ellas bien corrientes (la comida, la ropa, algo en relación con el trabajo o con los demás).
Tanto en la vida común como en las enseñanzas del Evangelio se nos enseña la importancia de tomar las decisiones correctas. Y en ello intervienen el conocimiento, la experiencia, el afecto y la voluntad, así como el esfuerzo (porque la vida no nos da todo hecho) y la libertad. Podemos elegir porque no somos animales, pero también por eso podemos equivocarnos en nuestras elecciones.
El Papa se sitúa en la perspectiva de la antropología y de la ética, que requiere el conocimiento de uno mismo y de lo que es bueno llevar a cabo aquí y ahora. Desde el punto de vista cristiano, el discernimiento requiere sobre todo una relación filial con Dios, también la amistad con Jesucristo y la luz del Espíritu Santo.
Los trayectos del corazón
El segundo miércoles (cfr. Audiencia general, 7-IX-2022), Francisco puso el ejemplo de Ignacio de Loyola, que supo reconocer el paso de Dios junto a él.
El discernimiento es una ayuda para reconocer las señales con las que Dios se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables; o, por el contrario, para percibir algo que haga empeorar en el camino.
En ese marco, las enseñanzas del Papa pueden distribuirse en tres partes: los elementos del discernimiento; una consideración especial sobre la desolación y la consolación; y una tercera parte sobre la verificación, la vigilancia y las ayudas en relación con el discernimiento.
Los elementos del discernimiento
Francisco se refirió en primer lugar a la familiaridad con el Señor (cfr. Audiencia general, 28-IX-2022) sobre todo a la confianza que hemos de manifestarle por medio de la oración (cfr. Audiencia general. 28-IX-2022). En la oración hemos de tratarle –propone– con sencillez y familiaridad, como a un amigo.
“Esta familiaridad vence el miedo o la duda de que su voluntad no sea por nuestro bien, una tentación que a veces atraviesa nuestros pensamientos y vuelve el corazón inquieto e inseguro o también amargo”. Tal es el secreto de los santos. Muchas veces los obstáculos para seguir al Señor son sobre todo afectivos, del corazón. En ese sentido, la tristeza o el miedo ante Dios son signos de lejanía con Dios, como se ve en el caso del joven rico del Evangelio (cfr. Mt 9 17 ss.). Pero Jesús no le fuerza a seguirle.
“Discernir qué sucede dentro de nosotros” –señala el sucesor de Pedro– “no es fácil, porque las apariencias engañan, pero la familiaridad con Dios puede disolver suavemente dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a su ‘amable luz’, según la bonita expresión de san John Henry Newman”.
Y añade que, al igual que dos esposos que viven juntos mucho tiempo acaban pareciéndose, la oración nos va haciendo parecidos a Jesús. Para eso necesitamos la cercanía con Él, una “cercanía afectiva”, tratándole como el amigo fiel que nunca nos abandona; y no solo con palabras, sino también con gestos y buenas obras.
Conocerse a uno mismo y los deseos
En segundo lugar, el Papa trató sobre el conocerse a sí mismo (cfr. Audiencia general, 5-X-2022). Señala cómo en la base de las dudas espirituales y de las crisis vocacionales suele haber un déficit de conocimiento de nosotros mismos, de nuestra personalidad y de nuestros deseos más profundos; pues “casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los demás, sino también cuando nos miramos al espejo” (Thomas H. Green).
El discernimiento es necesario –señala el Papa con términos de nuestra cultura digital– para “conocer las contraseñas de nuestro corazón, a las que somos más sensibles, para protegernos de quien se presenta con palabras persuasivas para manipularnos, y también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de eslóganes llamativos y superficiales”. Pues lo cierto es que con frecuencia nos dejamos llevar por sentimientos provocados de esa manera.
Para todo ello ayuda el examen de conciencia. Y no se refiere al examen previo a la confesión sacramental (para descubrir los pecados de los que nos hemos de acusar) sino del examen de conciencia general al final de la jornada. “Examen de conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este día?Han pasado muchas cosas….¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron en el corazón?”.
El tercer “ingrediente” del discernimiento es el deseo (cfr. Audiencia general, 12-X-2022). Francisco toma este término no en el sentido de las ganas del momento, sino de su etimología: de-sidus, que se puede entender como “la falta de la estrella”; Es importante conocer cuáles y cómo son nuestros deseos, y cuidar que sean deseos grandes y operativos, porque a veces nos quedamos en las quejas (cfr. Jn 5, 6 ss), que más bien empequeñecen o atrofian el deseo.
Leer la propia vida
En cuarto lugar, Francisco se detuvo en la importancia que tiene, para el discernimiento, conocer “el libro de la propia vida”: la propia historia de vida (cfr. Audiencia general, 19-X-2022). Si lo hacemos, podremos detectar tantos elementos “tóxicos” o pesimistas que nos frenan (no valgo nada, todo me va mal, etc.), quizá con la ayuda de alguien que nos ayude a reconocer también nuestras cualidades, las cosas buenas que Dios siembra en nosotros.
Es bueno tener un “enfoque narrativo”, no detenerse en una acción puntual, sino incluirla en un contexto: “¿De dónde viene este pensamiento? Lo que siento ahora, ¿de dónde viene? ¿Adónde me lleva lo que estoy pensando ahora? ¿Lo he tenido antes? ¿Es algo nuevo que me viene ahora, o lo he encontrado otras veces? ¿Por qué es más insistente que otros? ¿Qué me quiere decir la vida con esto?”.
Desolación y consolación
En una segunda parte de la catequesis, Francisco pasó a tratar sobre “la materia” del discernimiento, centrándose en el binomio desolación-consolación. Primero, la desolación (cfr. Audiencia general, 26-X-2022) o tristeza espiritual.
Saber gestionar la tristeza espiritual
La desolación ha sido definida como una “oscuridad del alma” (san Ignacio de Loyola), como una “tristeza” que no tiene por qué ser mala. A veces tiene que ver con un remordimiento por algo malo que hemos hecho, y es una invitación a emprender el camino. En estos casos, como señala santo Tomás, se trata de un “dolor del alma”, un aviso, como un semáforo en rojo, para detenernos.
Otras veces –explica Francisco– puede ser una tentación con la que el demonio quiere desanimarnos en el camino del bien, busca encerrarnos en nosotros mismos y que no hagamos nada por los demás: paralizarnos en el trabajo o el estudio, en la oración, en la perseverancia en la propia vocación. Jesús nos da ejemplo para rechazar esas tentaciones con una firma resolución (cfr. Mt 3, 14-15; 4, 11-11; 16, 21-23).
En todo caso, conviene preguntarse por la raíz de esa tristeza (cfr. Audiencia general, 16-XI-2022), sabiendo que Dios nunca nos abandona y con él podemos vencer toda tentación (cfr. 1 Co 10, 13). Pero no tomar decisiones apresuradas en esas situaciones.
Hay que aprender y aprovechar esa desolación. “De hecho” –advierte el Papa–, “si no hay un poco de insatisfacción, un poco de tristeza saludable, una sana capacidad de vivir la soledad y estar con nosotros mismos sin huir, corremos el riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas y no entrar nunca en contacto con el centro de nuestra existencia”.
Por tanto, aconseja el Papa, no es bueno permanecer en un “estado de indiferencia” que nos haría inhumanos con nosotros mismos y los demás. Es buena una “sana inquietud” como la han experimentado los santos.
Por otra parte, la desolación nos da la posibilidad de crecer, de madurar en la capacidad de darnos a los demás con gratuidad, sin buscar nuestro propio interés o nuestro simple bienestar. En la oración hay que aprender a estar con el Señor, mientras seguimos buscándole, quizá en medio de esa tentación, o de ese vacío que experimentamos. Pero sin dejar la oración, porque su respuesta llega siempre.
Verdaderas y falsas consolaciones
En la vida espiritual se presenta también la consolación (cfr. Audiencia general, 23-XI-2022), en forma de alegría, paz y armonía duraderas, que fortalecen la esperanza y nos llenan de audacia para servir a los demás, como escribe Edith Stein.
Pero hay que distinguir la consolación espiritual de las falsas consolaciones, quizá ruidosas y llamativas, pero que son entusiasmos pasajeros que se buscan por sí mismos (por interés propio), en lugar de buscar al Señor. El discernimiento nos ayudará a distinguir las verdaderas consolaciones (que traen una paz profunda y duradera) de las falsas. En estas últimas el mal puede aparecer desde el principio, por ejemplo, en forma de evasión de los propios deberes; otras veces aparece en el medio, quizá buscándonos a nosotros mismos; o al final, porque nos lleva a tratar mal a los demás.
Por eso, apunta Francisco, hay que aprender a distinguir los “bienes” quizá aparentes, para buscar los verdaderos bienes que nos hacen crecer. Para todo ello es necesario el examen de conciencia cada día: ver qué ha pasado hoy. Con atención a las consecuencias de nuestros afectos.
Verificación, vigilancia, ayudas en el discernimiento
En una tercera parte de estas catequesis, Francisco invita a fijarse en la fase posterior a la toma de decisiones, para confirmar si han sido adecuadas o no (cfr. Audiencia general, 7-XII-2022). Ya vimos la importancia que tiene el trascurso del tiempo en esto, y también la observación de si esas decisiones nos traen una paz duradera.
Por ejemplo, “si tomo la decisión de dedicar media hora más a la oración, y después me doy cuenta de que vivo mejor los otros momentos del día, estoy más sereno, menos ansioso, desempeño con más cuidado y gusto el trabajo, incluso las relaciones con algunas personas difíciles se vuelven más fáciles…: todos esos son signos importantes que sostienen la bondad de la decisión tomada”. La vida espiritual es circular: la bondad de una elección es beneficiosa para todos los ámbitos de nuestra vida. Porque es participación en la creatividad de Dios.
Hay otros signos que pueden confirmar si fue una buena decisión: el considerar la decisión como una respuestas de amor al Señor (que no nace del miedo ni de una obligación); el “sentirse en el propio sitio” (pone el ejemplo de los dos puntos en la plaza de San Pedro del Vaticano, desde donde se ven alineadas las columnas), es decir, el crecimiento en orden, integración y energía; el permanecer interiormente libres en esa situación (y no tener una actitud obsesiva o posesiva), respetando y venerando a Dios con confianza.
Vigilar para no dormirse
Después de la decisión, es también importante la actitud de vigilancia (cfr. Audiencia general, 14-XII-2022), para no adormecerse, no acostumbrarse, no dejarse llevar por la rutina (cfr. Lc 12, 35-37). Es algo necesario, subraya el sucesor de Pedro, para asegurar la perseverancia, la coherencia y el buen fruto de nuestras decisiones.
El que se vuelve demasiado seguro de sí mismo, pierde la humildad y por falta de vigilancia del corazón puede dejar entrar de nuevo al demonio (cfr. Mt 12, 44 ss). Esto puede vincularse, señala Francisco, al orgullo malo, a la presunción de ser justos, de ser buenos, de estar a gusto; a la excesiva confianza en uno mismo y no en la gracia de Dios. Se ha perdido el miedo a caer y con ello la humildad… y se acaba perdiendo todo.
En definitiva, este es el consejo: “Vigilar el corazón, porque la vigilancia es señal de sabiduría, es señal sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la humildad es el camino maestro de la vida cristiana”.
El Evangelio en el bolsillo
En la Audiencia general del 21-XII-2022 el obispo de Roma propuso algunas ayudas para el discernimiento, que parece difícil o complicado, pero que es necesario.
Las ayudas principales son la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia. La Palabra de Dios la encontramos en la Sagrada Escritura (sobre todo en la lectura asidua de los Evangelios) con la ayuda del Espíritu Santo.
Por eso insiste, como otras veces, Francisco: “Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco minutos al día, no más. Lleva un Evangelio de bolsillo, en el bolso, y cuando viajes, tómalo y lee un poco durante el día, dejando que la Palabra de Dios se acerque a tu corazón”.
Señala también, de acuerdo con la experiencia de los santos, la importancia de contemplar la pasión del Señor y verlo en el Crucifijo; el recurso a la Virgen; pedir luces al Espíritu Santo (que es “el discernimiento en acción”) y tratarlo con confianza, junto con el Padre y el Hijo.
En la última catequesis el Papa señaló la importancia del guía espiritual y de darse a conocer para conocerse a sí mismo y caminar en la vida espiritual.
“El jugador”, de Dostoyevski: Relato de una adicción
En esta magistral obra, Dostoyevski muestra dos claves para asomarnos correctamente al laberinto de la adicción: la historia de cada ser humano y la entrega, irracional, a la pasión.
En el siglo XIX era la ruleta, hoy es el póker online. En cualquier caso, la lucha de un hombre contra la adicción al juego puede ser tan terrible para él, como enigmática y desesperante para las personas que lo rodean.
Es común que quienes ven a un ser querido despilfarrar su tiempo en los obstinados espejismos de la suerte intenten detenerlo, ayudarlo, hacerle entrar en razón… y, en cambio, sólo consigan alternar la alarma y la frustración ante las caídas y recaídas de esa persona cada día más poseída por el vicio. ¿Cómo reflexionar sobre esto?
Dostoyevski conoce bien el arte de presentar personajes límite para enseñarnos nuevas dimensiones del ser humano. En la novela “El jugador” (¡de solo 183 páginas!), Fiodor nos presenta la caída de un joven normal en el submundo del juego compulsivo. Esta historia, si la observamos con humildad, tiene una fuerza poderosísima para ayudarnos a empatizar con las personas que han caído en una adicción, y también para comprendernos mejor a nosotros mismos.
El argumento
En la novela arrancan dos líneas narrativas principales, que rivalizan dentro del corazón del protagonista: el amor desgarrado por una mujer y una fiebre creciente por la ruleta. Frente a estas dos fuerzas tan difíciles de moderar, la pregunta es inminente: ¿Cuál de ellas conquistará el alma de Alexei?
La familia de un general ruso en retiro está pasando una temporada de ocio en la ciudad ficticia de “Rulettenburg”, en el suroeste de Alemania. Como se deduce del nombre de la ciudad, allí el casino concentra las atenciones.
El ambiente que se respira en torno a la ruleta es oscuro y nervioso: unos y otros son arrastrados por la avidez de multiplicar dinero, las deudas se asoman por las esquinas como fantasmas burlones y los vicios desfilan impúdicamente por los pasillos: codicia, egoísmo, envidia, ira, frivolidad, desesperación, etc.; aunque todo esto matizado por el disimulo, las buenas maneras y la inconsciencia general.
Dentro del séquito del general encontramos al protagonista del relato: Alexei Ivánovich, un joven tutor ruso que habla y lee 3 idiomas, y que trabaja para el jefe de familia en la educación de sus hijos pequeños.
El general es viudo y está enamorado de una francesa sofisticada y frívola, que, por lo que se comenta, dará su sí a la propuesta matrimonial en cuanto haya noticias acerca de una herencia que espera el pretendiente.
Los acompañan también otros familiares, un francés cínico, un inglés de buen corazón y la hijastra del general, Polina, de quien Alexei está enamorado hasta los dientes.
Inicialmente, el joven Alexei consigue defenderse más o menos del espíritu de mezquindad general, pero Polina le pide estrenarse en el juego para que apueste por cuenta suya. Le va bien en esa primera operación y eso lo mueve a asumir sus propios riesgos; gana, y entonces la novela adquiere otro vuelo: la adrenalina se infiltra por sus venas, una fuerza lo empuja a volver con seductoras promesas de fama, gloria y éxito; él advierte remotamente que la ruleta contraría su razón, pero ¡qué difícil resulta alejarse!, ¿cómo no recuperar lo perdido?
Después de muchas peripecias que alternan episodios de amor y angustia, la compulsión por el juego va creciendo en el corazón de Alexei; la situación es tensa y una catástrofe familiar hace estallar la red de relaciones (no doy detalles por eso del spoiler). La familia se dispersa y el joven Alexei acaba solo, degradado en la piel de un adicto inconfeso. Ha dejado de ser un tutor, ahora es un jugador compulsivo que a ratos se da cuenta de su cautiverio, pero que en cuanto consigue unas monedas corre hacia los brazos del Azar.
La descripción que él mismo hace de su situación es conmovedora: “Vivo, ni qué decir tiene, en perpetua zozobra; juego cantidades muy pequeñas y estoy a la espera de algo, hago cálculos, paso días enteros junto a la mesa de juego observándolo, hasta lo veo en sueños; y de todo esto deduzco que voy como insensibilizándome, como hundiéndome en agua estancada».
La doble cara de la adicción
Dostoyevski sabe que los problemas humanos necesitan un enfoque doble para ser resueltos, el de la teoría y el de la experiencia. En su caso, el segundo suele guardar más información que el primero. En esta línea, al autor nos conduce con una destreza inaudita por el intrincado laberinto de un hombre que poco a poco pierde el dominio de sí.
Cuando el Azar desplaza a Dios de su trono y los hombres depositan en él su confianza, ese ídolo muestra sus colmillos; a veces da, a veces pide; pero sobre todo pide, y en ocasiones pide también sacrificios humanos.
Alexei era un hombre que sabía ahorrar, proyectar y vivir, pero acaba degradado en alguien que solo gasta, lamenta y malvive. Un hombre con futuro, carrera y amigos termina respirando como un simple pajarito del campo, nervioso e inconsciente de su alienación, dedicado en cuerpo y alma a buscar gusanillos para comer, en una interminable voracidad sin sentido.
Atisba su miseria, pero se condena a sí mismo al postergar el cambio de vida para un siempre ilusorio “mañana”.
Dostoyevski nos entrega dos claves para asomarnos correctamente al laberinto de la adicción: primero, nos muestra la historia de un ser humano que se va dejando engañar irremisiblemente por un señuelo diabólico y nos hace testigos de cada paso, de cada vacilación del hombre carcomido por la pasión.
Gracias a este esfuerzo, de pronto nos damos cuenta de que somos capaces de empatizar con su aflicción. La segunda clave, más interesante en mi opinión, es que Dostoyevski hace surgir en nosotros la inquietante pregunta de si Alexei, de algún modo no muy remoto, podría acaso ser yo.
¿Si hubieras estado en la piel de Alexei, te habrías comportado mejor? Lo cierto es que estamos tan expuestos a caer en una adicción como el personaje de Dostoyevski; el jugador de la novela vive dentro de nosotros y está esperando que juguemos con fuego para saltar a tomar el control de nuestras vidas. Es así, somos perfectamente capaces de llegar al último escalón de la existencia moral (además, hoy es mucho más fácil encontrar una ruleta, u otras fuentes de adicción, pues las llevamos en el bolsillo…).
Con la conciencia de nuestra naturaleza caída nos resulta más fácil ser caritativos con el pecador, pues ¿cómo voy a despreciar a alguien por sus caídas, cuando mañana el adicto podría ser yo? Con esta actitud humilde y realista podemos acercarnos a esa persona e intentar comprenderlo, ayudarlo e incluso amarlo.
Así se nos abre la puerta para dar un auxilio eficaz, pues en el amor al prójimo descubrimos a Cristo: y Él es el único que nos puede salvar.
Supongo que Dostoyevski pensó en todo esto cuando creó a estos personajes, pues él dictó la novela solo tres años después de haber caído en la misma telaraña que atrapó a Alexei. En su caso, todo empezó a fines de agosto de 1863. Fiodor estaba de paso por Alemania, agobiado por deudas, y probó fortuna en la ruleta: ganó unos 10.000 francos. Hasta ahí parecía ir todo bien, pero cometió el error de no alejarse de la ciudad.
Una tentación irresistible lo condujo de vuelta al casino y así empezó una fiebre que lo perturbaría durante el resto de su vida. Escribir “El jugador” en 1866 le ayudó a sobrevivir; y desde entonces nos ayuda nosotros a vivir.
El 6 de enero, solemnidad de la Epifanía, el Papa Francisco ha centrado su reflexión habitual del Ángelus en los dones de los tres Reyes Magos: la llamada, el discernimiento y la sorpresa.
La llamada
En cuanto al primero de los dones, la llamada, el Papa dice que “los Magos no la intuyeron leyendo las Escrituras o a través de una visión de ángeles, sino estudiando las estrellas. Esto nos dice algo importante: Dios nos llama a través de nuestros más grandes deseos y aspiraciones”. Para atender a esta llamada, dice Francisco, “los Magos se dejaron asombrar e incomodar”. Cuando vieron la estrella, “se sintieron llamados a ir más allá. Esto también es importante para nosotros: estamos llamados a no contentarnos, a buscar al Señor saliendo de nuestra comodidad, caminando hacia Él con los demás, sumergiéndonos en la realidad. Porque Dios llama cada día, aquí y hoy, en nuestro mundo”.
El discernimiento
El segundo don de los tres Reyes es el discernimiento. “Como buscan un rey, van a Jerusalén para hablar con el rey Herodes, quien, sin embargo, es un hombre ávido de poder y quiere utilizarlos para eliminar al Mesías niño. Pero los Magos no se dejan engañar por Herodes. Saben distinguir entre la meta del viaje y las tentaciones que encuentran en el camino”. Recordando las catequesis que el Papa ha predicado sobre el discernimiento desde agosto de 2022, durante el Ángelus exclamó: “¡Qué importante es saber distinguir la meta de la vida de las tentaciones del camino! ¡Saber renunciar a lo que seduce, pero lleva por mal camino, para comprender y elegir los caminos de Dios!”
La sorpresa
Hay un tercer don que podemos contemplar si reflexionamos acerca del pasaje de los tres Reyes Magos. El Papa invita a que nos fijemos en lo que ocurre cuando llegan al pesebre estos hombres sabios que, “tras un largo viaje, ¿qué encuentran estos hombres de alta posición social? Un bebé con su madre”. Podría pensarse en desilusión puesto que “no ven ángeles como los pastores, sino que encuentran a Dios en la pobreza. Tal vez esperaban un Mesías poderoso y prodigioso, y se encuentran con un bebé”. Pero los Magos no se dejan llevar por sus propias expectativas, “no creen haberse equivocado, saben reconocerlo. Acogen la sorpresa de Dios y viven su encuentro con Él maravillados, adorándole: en la pequeñez reconocen el rostro de Dios”. Asegura el Santo Padre que “así es como se encuentra al Señor: en la humildad, en el silencio, en la adoración, en los pequeños y en los pobres”.
Los tres dones en la vida del cristiano
Francisco concluye invitando a todos los cristianos a buscar y custodiar en su propia vida los tres dones del pasaje de los tres Reyes Magos. “Todos somos llamados por Jesús, todos podemos discernir su presencia, todos podemos experimentar sus sorpresas. Hoy sería bueno recordar estos dones, que ya hemos recibido: recordar cuándo sentimos una llamada de Dios en nuestra vida; o cuándo, quizá después de mucho esfuerzo, fuimos capaces de discernir su voz; o también, en una sorpresa inolvidable que Él nos ha dado, asombrándonos. Que la Virgen nos ayude a recordar y custodiar los dones recibidos”.
El Papa Francisco: “No podemos confinar la fe entre los muros de los templos”
El Papa Francisco ha presidido la Santa misa de la solemnidad de la Epifanía del Señor, la penúltima de las grandes celebraciones de esta Semana de Navidad que ha estado marcada por la despedida a Benedicto XVI.
La basílica de san Pedro ha vuelto a ser el epicentro de la vida de la Iglesia en Roma. Junto a obispos y sacerdotes y unos 5.000 fieles, el Papa Francisco ha presidido la Santa misa de la solemnidad de la Epifanía del Señor. Una celebración en la que el Papa Francisco ha comparado la vida de fe con el camino de los magos de Oriente.
El Papa ha querido comenzar sus palabras apuntando cómo la “fe no nace de nuestros méritos o de razonamientos teóricos, sino que es don de Dios”, una gracia de Dios que hace despertar en nosotros una “inquietud que nos mantiene despiertos; cuando nos dejamos interrogar, cuando no nos conformamos con la tranquilidad de nuestros hábitos, sino que nos la jugamos”.
La respuesta personal es ese ponerse en camino de los magos que, asumiendo sus riesgos, dejan sus tranquilidades para buscar a Dios. En esta línea, el Papa ha advertido sobre los “tranquilizantes del alma”, que se multiplican en la actualidad y que aparecen como “sustitutos para sedar nuestra inquietud y apagar esas preguntas, desde los productos del consumismo a las seducciones del placer, desde los debates sensacionalistas hasta la idolatría del bienestar”.
Así ha señalado el Papa los dos primeros puntos que podemos aprender de la actitud de los magos: en primer lugar, la inquietud de las preguntas. El segundo lugar, el riesgo del camino en el que encontramos a Dios.
Esta actitud de camino, de pregunta interior y de búsqueda sincera de Dios a pesar de renunciar a las comodidades, “de nada sirve activarnos pastoralmente si no ponemos a Jesús en el centro y lo adoramos”, es lo que describe la vida de fe, ha continuado el Papa “sin un camino continuo y un diálogo constante con el Señor, sin la escucha de la Palabra, sin la perseverancia, no se puede crecer. La fe, si permanece estática, no crece; no podemos reducirla a una mera devoción personal o confinarla entre los muros de los templos, sino que es necesario manifestarla”.
El Papa ha concluido sus palabras con una llamada a “adorar a Dios y no a nuestro yo; adoremos a Dios para no inclinarnos ante las cosas que pasan ni ante las lógicas seductoras y vacías del mal”.
La celebración ha seguido su curso habitual terminando con la adoración a la imagen del Niño Jesús, propio de este tiempo de Navidad.
Millones de personas estuvieron con el Papa Benedicto XVI en Cuatro Vientos durante la adoración al Santísimo, bajo la lluvia y el fuerte viento que se levantó de manera imprevista.
He tenido el privilegio de estar muchas veces con Benedicto XVI durante su pontificado: en España, en Roma y en Castel Gandolfo; pero hay una de ellas que recuerdo con toda viveza -pienso que nunca lo olvidaré- y quiero compartir con Vds. en estos momentos en los que el catolicismo y el mundo entero despide al papa emérito, y no siempre con la honestidad que su egregia figura merece. Y lo hago como reconocimiento y agradecimiento a lo mucho que nos ha dado: es mi humilde homenaje al Papa Benedicto XVI.
Prolegómenos
Nos retrotraemos al sábado 20 de agosto de 2011, en Madrid, durante la Jornada Mundial de la Juventud. Ese día estaba programado un encuentro con el Papa en Cuatro Vientos y allí nos dirigimos desde por la mañana los dos millones de personas que llegamos al lugar del encuentro para acompañarle y escucharle y participar en los actos -esa tarde Niña Pastori interpretó ante el Papa un Ave María maravillosa-.
Por la mañana, recién llegado desde Sevilla, donde participaba en un curso de verano, tomé el metro que me acercaría a la explanada donde se iba a celebrar el encuentro con el Papa; al salir de la estación de destino, me sorprendió el escenario que me encontré: riadas de peregrinos, jóvenes y no tan jóvenes, mujeres y varones, procedentes de todo el mundo -a juzgar por las banderas que enarbolaban-, caminábamos todos hacia un mismo destino: Cuatro Vientos.
El día era soleado y muy caluroso, tan caluroso era que los vecinos de las calles por las que pasábamos se animaron a aliviar nuestros sudores con agua en todo tipo de recipientes, e incluso nos duchaban con mangueras desde ventanas y balcones. Todas estas desinteresadas atenciones las recibíamos con enorme agradecimiento. Ni una nube se contemplaba en el horizonte.
Los numerosos y diversos grupos de peregrinos llegábamos a la explanada y, previo paso por los controles donde cada quien debía acreditar que disponía de invitación para el evento, íbamos ocupando nuestras respectivas parcelas o sillas reservadas. Muchos grupos levantaban tiendas de campaña o sombrillas para protegerse del sol durante lo que quedaba de día. También había repartidas por toda la explanada tiendas de campaña en las que se guardaban con todo respeto las sagradas formas que se darían al día siguiente en la comunión de la Eucaristía que presidiría Benedicto XVI y que cerraría los actos de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.
A media tarde apareció una pequeña nube por el sur, que no infundió temor alguno en la gente, ya que ninguna previsión metereológica pronosticaba la más mínima incidencia para esa tarde ni para el día siguiente; pero la nube fue creciendo, al principio lentamente y luego cada vez más rápido, hasta que todo el cielo que teníamos a nuestra vista quedó completamente oscuro y sobremanera amenazante. De pronto se levantó un vendaval, seguidamente comenzó a llover y finalmente se desencadenó una furiosa tormenta que bien podríamos calificar de “tormenta perfecta”: el viento amenazaba con elevar por los aires toda la estructura montada para el estrado y el altar, de hecho hubo alguna puerta y otros elementos que salieron volando. El terreno quedó completamente embarrado y encharcado, toda la gente tenía la ropa empapada de agua y a muchos se les veía rezando, de rodillas, sobre el barro.
Exposición y adoración al Santísimo Sacramento
Debido a estos acontecimientos, completamente inesperados, los comentarios que se oían por todas partes iban en la línea de que se suspendería la exposición y adoración al Santísimo Sacramento prevista como último acto de la tarde-noche; pero, de repente, vimos que en el estrado aparecía la cruz de la custodia de Arfe, la cual se elevaba, en medio de un silencio sobrecogedor -todavía éramos más de un millón de personas- hasta quedar toda ella, majestuosa y deslumbrante, a la vista de todos en el estrado, junto al altar. Era la custodia de Arfe, traída desde Toledo para la ocasión, una de las obras de orfebrería más bellas jamás creada.
Lo que se vivió después no me siento capaz de describirlo. Sólo apuntaré los hechos y que cada quien deje volar su imaginación: durante un buen rato, todos arrodillados sobre el barro del terreno, en absoluto silencio, rezamos y adoramos al Santísimo expuesto en la custodia, cada uno interiormente.
Al terminar el acto, el Papa nos dirigió unas cariñosas palabras, agradeciendo nuestra presencia y animándonos a descansar antes de volver a vernos al día siguiente para la Santa Misa. Recuerdo textualmente una frase que nos dijo: “hemos vivido una aventura juntos.” Y era verdad: una aventura emocionante.
Una explicación de los hechos
Yo oí contar, de viva voz en primera persona, al sacerdote D. Javier Cremades, que formó parte del equipo de organizadores del acto de Cuatro Vientos y que estuvo presente la tarde-noche de autos, que los más inmediatos colaboradores del Papa le insistían en suspender la exposición y adoración con el Santísimo Sacramento, porque temían que pudiera ocurrir alguna desgracia, a causa del deterioro que había ocasionado el vendaval en la estructura el estrado donde iba a rezar el Papa, junto con los muchos acompañantes -sobre todo eclesiásticos-. Pero Benedicto XVI, según d. Javier, se mantuvo firme y dio la orden de que se izara la Custodia de Arfe y se celebrara, según los previsto, la exposición y adoración al Santísimo Sacramento.
También recuerdo que d. Javier, a título personal, nos dijo que él estaba convencido de que el vendaval y la tormenta de esa tarde-noche en Madrid fue obra del diablo, en un intento de sabotear el acto. Esta interpretación no es en absoluto descartable, recuérdese, como ya he dicho más arriba, que ninguna previsión meteorológica pronosticaba lluvia para ese día en Madrid.
Mi humilde opinión sobre estos hechos es que Benedicto XVI tuvo, de la manera que sea, la certeza de que efectivamente el demonio había tratado de sabotear la exposición y adoración al Santísimo Sacramento, y también que nadie iba a sufrir ningún daño, ya que el demonio sólo tiene poder para atemorizarnos a los hombres, pero no puede causarnos daño.
El autorJulio Iñiguez Estremiana
Físico. Profesor de Matemáticas, Física y Religión en Bachillerato
Regalo misionero es la iniciativa de cinco amigos que, durante un tiempo, se convierten en unos singulares Reyes Magos para llevar regalos a hospitales, casas de acogida y residencias de ancianos. Gracias a la ayuda de decenas de particulares y empresas, los regalos repartidos se cuentan por miles y esperan llegar a más personas.
Es Navidad, la época de los regalos. Mientras muchas personas se levantan en sus casas el día de Reyes y abren los presentes llegados de Oriente, no pocos se quedan sin saborear las delicias de ese mágico día.
El proyecto Regalo misionero busca lograr que reciban regalos aquellos que no suelen tener nada que desenvolver y así puedan sentir algo de ese espíritu navideño, porque quien recibe un regalo percibe que alguien le quiere: ¡han repartido 4.000!
Me siento a tomar un café con Laura, María, Bea, Aída y Antonio, cinco amigos unidos cada vez más estrechamente gracias al grupo de fe parroquial en el que participan. Sin duda ese deseo de tratar a Dios y darle a conocer ha contribuido al intenso trabajo por esta hermosa iniciativa que lleva la alegría a tantas personas.
Al principio pensaron solamente en niños, pero gracias a una amiga, que trabaja en Cáritas, se dieron cuenta que a todas las edades hace ilusión recibir regalos.
Me cuenta María que este proyecto surgió en época del Covid y ha crecido exponencialmente: “empezamos con 16 centros beneficiarios y ahora estamos en 60. De los beneficiarios particulares la mayoría son niños pero hay muchos ancianos”. Incluyeron residencias de personas con pocos recursos, pero también tienen algún hospital, centros de paliativos o casas de acogida: “todo procede de donaciones, tanto de particulares como de empresas”. Hicieron una campaña desde mediados de noviembre con muchos carteles. Lo divulgaron en redes, estados de whatsapp y grupos de amigos. También por las parroquias. La gente les lleva regalos, cosas usadas, pero resulta esencial que se mantengan en buen estado. El lema que tienen es que si no vale para mí no vale para nadie. Muchas personas entregan también donaciones en efectivo. Las empresas, tiendas o grandes almacenes hacen numerosas donaciones de sus productos. Algunos comercios, por ejemplo, les entregaron cajas llenas de bufandas. El aluvión de generosidad ha sido impresionante.
Los cinco comandan esta aventura, recibiendo donaciones, contactando con los centros para saber cuántos residentes hay, qué les haría ilusión recibir o en qué fechas les viene mejor la aparición de los regalos: “a nosotros nos encantaría recibir, por ejemplo, setenta fulares”, como pasó en una ocasión.
Filtran materiales. Clasifican los regalos por edades. Luego aterrizan los voluntarios, que envuelven durante todos los fines de semana: “hicimos formularios para que la gente se apuntase y poder distribuir los turnos, de diez a dos y de cuatro a ocho. Llegamos a tener un grupo de 60 voluntarios en una sola mañana, de todas las edades, empaquetando regalos. Son grupos de todo tipo: de institutos, de scouts, adultos, señoras de avanzada edad, desconocidos… En total hemos estado casi 400 voluntarios en todos los fines de semana”. A ellos se les pregunta si tienen disponibilidad de coche o furgoneta para repartir y les adjudican un centro.
“¿Paquetes para nosotros?”: unas monjas cuentan la gran sorpresa e incredulidad de los residentes, que nada esperaban. Esta hermosa iniciativa ha ido acompañada de muchas casualidades, que atribuyen a la providencia. Una amiga de Laura, cuando le contó el proyecto, le confesó que había pedido a sus amigas que este año no le regalasen nada por su cumpleaños, que le dieran dinero para poder donarlo a quien lo necesitase: “¡y cuando estaba buscando a quién entregárselo, apareciste tú!”.
La Navidad es diferente cuando uno deja de mirarse el ombligo: ¡hay tanto que hacer! La creatividad, ilusión y sacrificio generoso de estos cinco amigos ha llevado la alegría a tantísimos que se iban a quedar sin regalos.
Kénosis es un grupo de jóvenes del Regnum Christi con un proyecto musical en alza. Con Cristo en el centro, cantan para llevar a Dios a todos a través de la música.
Kénosis es un grupo de rock cristiano que tiene ya más de tres mil oyentes en plataformas como Spotify. Su misión es acercar a Dios a todo el mundo a través de la música. Este grupo de jóvenes quedó en segundo puesto en la pasada edición del concurso Madrid Live Talent. En Omnes hablan sobre su trayecto musical y su visión de la música cristiana.
¿Podéis empezar contando vuestra historia como grupo?
Kénosis surge como una respuesta ante una situación que algunos de nosotros observamos. Al principio unos cuantos empezamos cantando en las adoraciones de Regnum Christi y en las misas, e íbamos viendo cómo las canciones ayudaban mucho a la gente a acercarse a Dios, cómo salían de las misas o las horas eucarísticas y nos agradecían que determinada canción le había ayudado mucho en su oración. A esto se le añade que también algunos de nosotros empezamos a hacer canciones propias y a compartirlas entre aquellos que veíamos que teníamos don para la música.
Logo del grupo (Foto: Regnum Christi)
Así, el verano del 2021 todo esto llevó a la decisión de reunir a esta gente y formalizar un apostolado cuya misión es dar gloria a Dios con nuestra música y ayudar a la gente a acercarse a Él a través de ella. Empezamos a quedar de vez en cuando para ensayar, especialmente orientados a las horas eucarísticas y para grabar nuestra primera canción, Resucitados, siempre con un ambientazo en los ensayos, de amistad, familia y oración, que vimos que era fruto de la presencia del Espíritu Santo en el proyecto. A eso le siguieron comuniones, bodas, funerales… ¡Incluso nos presentamos a un concurso de música católica de Madrid y quedamos en el segundo puesto! Y así hasta llegar a hoy, abiertos a gente nueva que quiera compartir este apostolado.
¿Cómo definiríais vosotros la música católica?
Probablemente al ser tantos en el grupo la respuesta a esta pregunta sea algo diversa. Pero desde mi punto de vista la música católica es toda aquella que, inspirada por el Espíritu Santo, pone palabras a intuiciones, sentimientos, agradecimientos, peticiones hacia, por y para Cristo. Y esas palabras son las que ayudan a otros a orar, pues muchas veces nuestro corazón no encuentra las palabras y, aunque Cristo lee directamente lo que hay en él, como seres humanos necesitamos expresarlo mediante palabras.
¿Qué os diferencia de la música sacra?
De nuevo puede haber matices entre el grupo. Pero en general creemos que la música sacra es aquella pensada para momentos y celebraciones concretas de la liturgia o en contextos religiosos. Y en este sentido parte de nuestra música es sacra, pues sacra no implica un estilo concreto, pero es cierto que ampliamos el marco más allá de esta música, haciendo canciones que se pueden llevar al día a día, para poner el en coche, para cantar con amigos, en la ducha, en el estudio… Y es que es muy importante subrayar y hacernos conscientes que ser cristiano, tener fe, no es una cosa con horarios, sino que es una forma de vida, que toda nuestra vida, cada segundo sea una oración, un estar con Cristo incluso cuando no estamos en una iglesia o delante del santísimo, es también parte de lo que queremos que nuestra música haga en la gente.
¿Cómo es vuestro proceso creativo para componer las canciones de Kénosis?
Digamos que tenemos dos modalidades de composición. Por un lado, hay quien tiene ese don completo, en el sentido que hace letra y música, canciones increíbles. Estas personas pueden tener distintos procesos creativos, a raíz de la Palabra, de la oración personal, incluso algunos les vienen inspiraciones del Espíritu Santo mientras duermen, se levantan y graban lo que les ha surgido en la cabeza para luego pulirlo y darle forma. Algunas de estas canciones se quedan ya listas y otras tienen pequeños cambios según el conjunto del grupo, pues al final eso es lo que somos. La segunda forma es más en forma de grupo, nos reunimos, invocamos al Espíritu Santo y ponemos en común letras, oraciones o cosas a las que no se ha sabido poner música. Entre todos, cada uno con nuestros dones, le damos forma y ponemos música, hacemos algún giro de las palabras o incluimos cosas nuevas.
¿Por qué la música es un buen modo de acercarse a Dios?
A parte de que la música pone palabras a intuiciones del corazón que son difíciles de expresar, creemos que la música también eleva al hombre, lo hace trascender en un sentido limitado, acercándolo a Dios. Los ritmos, las melodías van a una parte muy íntima del ser humano que es de donde realmente parte la experiencia religiosa. Consigue atravesar tus preocupaciones, tus cuestiones de la vida de labor, tus problemas, para ir al núcleo de lo que somos y de allí conectar con lo que la música esté expresando. Esto pasa en general con toda la música, eleva a las personas a otro plano, las “evade”. Pero cuando es música con un sentido trascendental no te evade a la nada o de tus problemas, sino que te evade con un sentido hacia el Sentido.
Jesús, el justo. Solemnidad del Bautismo del Señor (A)
Joseph Evans comenta las lecturas de la Solemnidad del Bautismo del Señor (A) y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo.
Joseph Evans·6 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
El relato que hace Mateo sobre el bautismo de Jesús, la gran fiesta que celebramos hoy, sitúa los acontecimientos en el río Jordán, en un contexto muy judío. El evangelio de Mateo fue escrito especialmente para los judíos, tanto los convertidos del judaísmo como los aún no convertidos, para convencerlos de que Jesús era el Mesías que anhelaban. Y esto se muestra en la forma en que describe el bautismo de Cristo realizado por Juan.
El texto que leemos hoy está precedido en el evangelio actual por una narración del ministerio del Bautista, en la que arremete contra los líderes religiosos de Israel, los fariseos y los saduceos, llamándolos “raza de víboras”. En la versión de Lucas, Juan dice esto “a los que venían a ser bautizados”, en general. Al restringir esta reprimenda a la élite religiosa de Israel, Mateo aborda el bautismo de Cristo desde el punto de vista de la renovación de Israel (mientras que Lucas tiene una visión más universal).
Jesús dejará claro más tarde, en el Sermón de la Montaña (no de modo sorprendente, en la versión de Mateo), que ha venido “a dar plenitud” (en griego: plerosai) a la ley (Mt 5, 17). Y en el relato de Mateo, cuando Juan se resiste a bautizarlo, Nuestro Señor insiste utilizando exactamente la misma palabra: “Conviene que así cumplamos (plerosai) toda justicia” (Mt 3, 15).
“Justicia” (dikaiosuné) es una palabra clave a lo largo de toda la Biblia. Será muy utilizada por san Pablo. En el mejor de los casos puede referirse a hombres santos, “justos”, como san José (Mt 1, 19). Pero también se puede malinterpretar si pensamos que podemos ser agradables a Dios por nuestras propias obras y ofrendas rituales (Lc 18, 11-12). Fundamentalmente se refiere a la fidelidad a la ley de Dios. Jesús es “el justo” por excelencia (Hch 22, 14). La justicia estaba frecuentemente vinculada a la eliminación del pecado: se ofrecían sacrificios a Dios para reparar los pecados, para estar en un estado justo ante él. Eso buscaban los sacrificios del Antiguo Testamento, sin éxito, en opinión de Pablo. Jesús insiste en ser bautizado por Juan para dejar claro que, a pesar de que estaba libre de pecado, está entrando en el pecado humano, como entra en el agua, para ser cubierto o “empapado” en él. Va a tomar nuestros pecados sobre sí mismo. Como profetiza Isaías en sus visiones del “varón de dolores”, previendo al Mesías sufriente, Jesús, “mi siervo justificará a muchos” (Is 53, 11). Él es verdaderamente justo, libre de pecado, en un estado de justicia ante Dios (Él es Dios), y puede hacernos justos y libres de pecado.
Entender el relato del bautismo de Mateo en su contexto judío nos da una gran esperanza. Jesús comienza su ministerio público con este notable episodio, en el que se revela la Trinidad y Jesús es declarado Hijo de Dios. Pero el enfoque preciso es el cumplimiento de las esperanzas del Antiguo Testamento. Lo que los numerosos sacrificios de Israel no pudieron conseguir, lo conseguirá Jesús: la reconciliación de la humanidad con el Padre celestial.
La homilía sobre las lecturas de la Solemnidad del Bautismo del Señor (A)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.
El día 5, a las 9:30, el Papa Francisco presidió en la Plaza de San Pedro la misa exequial por Benedicto XVI. Han concelebrado más de 400 obispos y cuatro mil sacerdotes. Asistieron también 120 cardenales. Estaban presentes en la Misa más de 50.000 fieles (además de los 165.000 de los días anteriores, que le pudieron rendir homenaje en la Basílica de San Pedro). Hay alrededor de 1000 periodistas acreditados. Las oraciones por el Pontífice emérito y todos los ritos que han precedido y seguido al funeral, han sido transmitidos en directo por televisión vaticana.
Representantes internacionales
Para el funeral de Benedicto XVI estaban presentes las delegaciones oficiales de Alemania e Italia, encabezadas por el Presidente Sergio Mattarella y el Presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, junto con representantes de casas reales, entre ellos la Reina Sofia, madre de Felipe VI, Rey de España, delegaciones de gobiernos e instituciones internacionales, así como numerosos representantes ecuménicos, entre ellos los Metropolitas Emmanuel de Calcedonia y Policarpo de Italia, por el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, y el Metropolitano Antonio de Volokolamsk, presidente del Departamento de Relaciones Eclesiásticas Exteriores del Patriarcado de Moscú. Y asimismo obispos de muchas Iglesias ortodoxas de Europa, América y Asia. También estaba presente el moderador del Consejo Ecuménico de las Iglesias, el obispo Heinrich Bedford-Strohm.
La Misa de las exequias
La Misa duró dos horas y las lecturas se hicieron – como es costumbre – en varios idiomas. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», comenzó Francisco en su homilía, con las últimas palabras que pronunció el Señor en la cruz. El Papa Francisco agradeció a Benedicto XVI la «sabiduría, delicadeza y dedicación» que «ha sabido difundir a lo largo de los años». Francisco se refirió a Ratzinger «como el Maestro, lleva sobre sus hombros el cansancio de la intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad está en lucha y sus hermanos ven peligrar su dignidad». «Amar significa estar dispuesto a sufrir» y «dar a las ovejas el verdadero bien», que según Francisco es «el alimento de la presencia de Dios».
El Papa Francisco se despide de Benedicto XVI
El Papa también subrayó la «apasionada búsqueda» de su predecesor por comunicar el Evangelio e instó a la Iglesia a «seguir sus pasos». Al final de la homilía se refirió directamente al Papa emérito, pronunciando su nombre: «Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz.». El Papa Francisco presidió la Misa, que fue concelebrada como oficiante principal por el Decano del Colegio Cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re.
El traslado del féretro
Al final de la celebración eucarística, el Papa Francisco presidió el rito de la Ultima Commendatio (la última recomendación) y la Valedictio (la despedida). A continuación, el féretro del Pontífice emérito fue trasladado a la Basílica de San Pedro y, posteriormente, a las Grutas Vaticanas para su entierro. Durante el rito, de forma privada, se colocó una cinta alrededor del féretro, con sellos del Capítulo de San Pedro, de la Casa Pontificia y de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas. A continuación, el ataúd de ciprés se colocó dentro de un ataúd de zinc más grande que se ha soldado y sellado. Este féretro de zinc se introdujo a su vez en una caja de madera, que se pondrá en el lugar que antes ocupaba, hasta la beatificación, el féretro de san Juan Pablo II.
A las 12:30 la plaza de San Pedro se ha vaciado. Se mantienen las banderas de Baviera, que ondean junto con las de Alemania y la Ciudad del Vaticano. La muchedumbre camina por Via della Conciliazione, donde todavía se ven las barreras que se están retirando en otros lugares. La Basílica y la plaza están actualmente cerradas al público, pero se reabrirán a las 16.30 horas, tal y como se muestra en las pantallas gigantes.
Un Papa que marcó la vida de muchos
Poco a poco, los fieles que asistieron al funeral de Joseph Ratzinger, el Papa emérito Benedicto XVI, van abandonando los alrededores de San Pedro. Entre los numerosos religiosos y fieles hay muchos extranjeros y familias con niños que desafiaron el frío para presentar su último homenaje a Ratzinger, como un sacerdote norteamericano, George Wohl, de 28 años, que decía «Vivo en Roma, donde estudio teología dogmática, pero soy canadiense». «Estaba en Quebec, en casa, de vacaciones. Pero volví antes, quería concelebrar por el Papa Benedicto, un gran hombre y un gran Pontífice’, o como un joven alemán de 26 años de Bonn, que dice (mientras llora y abraza a su prometida Margaretha): «Es como si mi padre hubiera muerto. Perdona, no puedo hablar, para nosotros es como si nuestro padre hubiera muerto».
Tres ideas del Papa en la Misa funeral de Benedicto XVI
En la Misa de Exequias celebrada en la Plaza de San Pedro por Benedicto XVI, el Papa Francisco centró su homilía en el ejemplo de Jesucristo, el Pastor que entrega su vida al Padre en la cruz, modelo cumplido en “Benedicto, fiel amigo del Esposo”.
Francisco Otamendi·5 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 4minutos
La homilía del Santo Padre Francisco en la sobria Misa funeral por Benedicto XVI, como quería el Papa emérito, se centró en Jesucristo, y podría sintetizarse en tres ideas.
En primer lugar, la entrega del Señor en manos de su Padre como Pastor y modelo de pastores. Así comenzó su homilía el Romano Pontífice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46). Son las últimas palabras que el Señor pronunció en la cruz; su último suspiro ―podríamos decir―, capaz de confirmar lo que caracterizó toda su vida: una continua entrega en manos de su Padre”.
En segundo lugar, el Papa trazó los perfiles y características de la entrega del Señor en manos de su Padre Dios: dedicación agradecida de servicio; entrega orante y adoradora; y sostenida por el consuelo del Espíritu.
Por último, el Papa señaló cómo ese modelo de Pastor se ha cumplido en Benedicto XVI.
En la parte final, tras citar a san Gregorio Magno, el Santo Padre trazó a grandes rasgos el panorama de la Misa de Exequias: “Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien ha sido su pastor. Como las mujeres del Evangelio junto al sepulcro, estamos aquí con la fragancia de la gratitud y el ungüento de la esperanza para mostrarle, una vez más, el amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo otorgar a lo largo de los años”.
Finalmente, el Papa concluyó retornando a las palabras iniciales de su breve homilía, con una mención expresa al Papa emérito difunto: “Queremos decir juntos: Padre, en tus manos entregamos su espíritu. Benedicto, fiel amigo del Esposo, ¡que tu gozo sea perfecto al oír su voz definitivamente y para siempre!”.
Unas palabras que recordaban a las que mencionó al final del primer Ángelus de este año, en la solemnidad de la Madre de Dios, al día siguiente del fallecimiento de Benedicto XVI, al que llamó fiel servidor del Evangelio y de la Iglesia”:
“El inicio de un nuevo año está encomendado a María Santísima, que hoy celebramos como Madre de Dios. En estas horas invocamos su intercesión en particular para el Papa emérito Benedicto XVI, que ayer por la mañana dejó este mundo. Nos unimos todos juntos, con un único corazón y una única alma, al dar gracias a Dios por el don de este fiel servidor del Evangelio y de la Iglesia”.
“Se dejó cincelar por la voluntad de Dios”
En su bella homilía, el Papa, que se refirió a Jesús en todo momento, describió las “manos de perdón y compasión, manos de curación y misericordia, manos de unción y bendición, que le impulsaron a entregarse también en manos de sus hermanos. El Señor, abierto a las historias que encontró en su camino, se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta que vio sus manos plagadas de amor: ‘Mira mis manos’, le dijo a Tomás (Jn 20,27), y nos lo dice a cada uno de nosotros”.
“Manos heridas que se tienden y no cesan de ofrecerse, para que conozcamos el amor que Dios nos tiene y creamos en él (cf. 1 Jn 4,16)”, continuó el Romano Pontífice. ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’ es la invitación y el programa de vida que susurra y quiere moldear como un alfarero (cf. Is 29,16) el corazón del pastor, hasta palpitar en él los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2,5)”.
Al enumerar los rasgos de esa entrega, el Papa habló de una “dedicación agradecida de servicio al Señor y a su pueblo que nace de haber aceptado un don totalmente gratuito: «Me perteneces… les perteneces», balbucea el Señor; “estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas”.
“Dedicación orante, silenciosamente moldeada y refinada en medio de las encrucijadas y contradicciones que debe afrontar el pastor (cf. 1 Pe 1,6-7) y la invitación confiada a apacentar el rebaño (cf. Jn 21,17)”, prosiguió el Santo Padre. “Como el Maestro, lleva sobre sus hombros el cansancio de la intercesión y el cansancio de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad debe luchar y los hermanos ven amenazada su dignidad (cf. Hb 5,7-9)”.
“En este encuentro intercesor, el Señor va generando la mansedumbre capaz de comprender, acoger, esperar y apostar más allá de las incomprensiones que esto pueda provocar. Mansedumbre invisible y esquiva, que proviene de saber en manos de quién se deposita la confianza (cf. 2 Tim 1,12)”, añadió.
“Pastorear significa estar dispuesto a sufrir”
“Confianza orante y adoradora”, señaló Francisco, “capaz de interpretar las acciones del pastor y de adaptar su corazón y sus decisiones a los tiempos de Dios (cf. Jn 21,18): Pastorear significa amar, y amar significa también estar dispuesto a sufrir. Amar significa: dar a las ovejas el verdadero bien, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios, el alimento de su presencia”.
Y también, por último, “dedicación sostenida por el consuelo del Espíritu, que le precede siempre en la misión: en la búsqueda apasionada de comunicar la belleza y la alegría del Evangelio (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 57), en el testimonio fecundo de quienes, como María, permanecen de muchas maneras al pie de la cruz, en esa paz dolorosa pero robusta que ni asedia ni subyuga; y en la esperanza obstinada pero paciente de que el Señor cumplirá su promesa, como prometió a nuestros padres y a su descendencia para siempre (cf. Lc 1, 54-55)”.
“Confiar a nuestro hermano a las manos del Padre”
“También nosotros”, subrayó el Papa, “firmemente unidos a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, deseamos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano a las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él derramó y testimonió durante su vida (cf. Mt 25, 6-7)”.
Benedicto XVI es una figura que acaparó titulares, inspiró a alumnos y movió a millones de personas, pero siempre con una humildad y serenidad que resaltan quienes conocieron al Papa emérito.
Entre los varios encuentros que tuve con el profesor, más tarde cardenal y luego Papa Benedicto, destaca uno: el inesperado honor de hablar sobre la Nueva Evangelización en las conversaciones con su “Círculo de estudiantes” en la residencia de verano de Castel Gandolfo en agosto de 2011. Uní mi experiencia con la audiencia predominantemente agnóstica en la Universidad Técnica (TU) de Dresden a una mirada a desarrollos filosóficos alentadores, pues precisamente en la era postmoderna muchos pensadores se sirven (de nuevo) del “Thesaurus” bíblico. Mi tema, “Atenas y Jerusalén”, estaba dedicado al Papa como “teórico de la razón”.
En el bello, pero sencillo marco de Castel Gandolfo volvíamos a encontrarnos con el Profesor quien, todavía algo cansado y encorvado por la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, seguía sin embargo con atención las conferencias y dirigía a los 60 estudiantes, contenía con humor sus disquisiciones intelectuales más largas y las reconducía al tema, y corregía también especulaciones filológicas o de otro tipo. Había un ambiente alegre de amistad, impregnado también por la atmósfera de un seminario universitario, cuando el Santo Padre animaba a sus “alumnos” a tomar postura o planteaba objeciones. Sobre todo, impresionaba la notable sencillez de su comportamiento, como ya había experimentado en varias ocasiones. No había ninguna “corte”, y uno podía moverse libremente por las salas designadas y disfrutar de la maravillosa vista del lago Albano y de los jardines de regadío, hasta una Roma difuminada en la bruma.
El carácter de Benedicto XVI
El domingo a mediodía tenía lugar el clásico rezo del Ángelus con un breve discurso del Papa. Ya una hora antes, el patio interior de Castel Gandolfo estaba abarrotado de peregrinos. El entusiasmo era ya palpable, como una ola, mucho antes de que apareciera el Papa y de que, con cierta dificultad, restableciera la calma. Se notaba la naturalidad y la gran alegría con que le saludaban, y pensaba con vergüenza en los medios de comunicación centroeuropeos, que habían desarrollado verdadera maestría en la minusvaloración incluso de los éxitos grandes y visibles, como en la Jornada Mundial de la Juventud. Uno se preguntaba por qué no pocos medios de comunicación deforman, quieren deformar, su imagen. Su carisma inconfundible y tranquilo, su profundidad y sabiduría llegaban sin duda a quienes tenían los ojos abiertos. Cuando relaciono estos encuentros con el primero, en el castillo de Rothenfels (Burg Rothenfels) en 1976, siguen teniendo algo en común: la tranquilidad, la profunda amabilidad, la serenidad.
En las últimas impresiones prevaleció algo aún más: la humildad. Y esta actitud es probablemente lo más sorprendente para un Papa. Quizá parezca extraño subrayar esta impresión acudiendo a Goethe: “Las personas más grandes que he conocido, y que tenían el cielo y la tierra libres ante su mirada, eran humildes y sabían lo que tenían que apreciar gradualmente” (Artemis Gedenkausgabe 18, 515). “Gradualmente” significa conocer una jerarquía de los bienes, haber desarrollado una capacidad de discernir en la diversidad lo importante. Y de nuevo, en otro tono: “Todas las personas dotadas de fuerza natural, tanto física como espiritual, son por regla general modestas” (Ibid. 8, 147).
El Papa y la opinión pública
El Papa emérito fallecido no necesita tales juicios, pero es notable cómo esta impresión inmediata de humildad y reserva a menudo se pasa por alto, tal vez incluso se retuerce precipitada o deliberadamente. Esta alusión puede aplicarse a lo que posiblemente sean los reproches mediáticos más tontos que se le hicieron, desde “Panzerkardinal” a “rottweiler de Dios” (en realidad, uno se resiste a repetir estas tonterías). Estos errores son una nueva confirmación de una estupidez que es maldad, o de una malicia que es estupidez (o quizá sólo desesperación). Pero también son signo de un clima que intuía algo invencible en este hombre y en su ministerio, y por eso quería intervenir, con un instinto de distorsión y deseo de malentender que, sin embargo, y por eso, duele.
Esto sitúa en una gran cercanía al hombre y a su tarea. Está implícito cada vez que se encuentran la aprobación y la contradicción. Hans Urs von Balthasar escribió con impresionante agudeza sobre el primer Papa: “Pedro debió parecer bastante ridículo cuando fue crucificado con los pies en alto; era simplemente una buena broma …, y la forma en que su propio jugo goteaba constantemente por su nariz. … Está muy bien que la crucifixión sea aquí cabeza abajo; evitar cualquier confusión, y a pesar de ello, se crea un reflejo evocador de lo único, puro, recto, en las turbias aguas de lo cristiano-demasiado cristiano. Se hace penitencia por culpas impensables, amontonadas hasta que el sistema se derrumbó”.
Y Balthasar expresa el tremendo pensamiento de que el ministerio en la Iglesia, desde su primer representante, tiene que ver con soportar vicariamente la culpa. “Ay de nosotros, si ya no existe el punto donde el pecado de todos nosotros se reúne para manifestarse, igual que el veneno que circula por el organismo se concentra en un lugar y estalla como un absceso. Y por eso bendito el oficio -sea Papa, obispos o simples sacerdotes que se mantienen firmes, o cualquiera que se dé por aludido cuando se dice ‘la Iglesia debería’- que se entrega a esta función de ser el foco de la enfermedad” (Aclaraciones. Sobre el examen de los espíritus, Friburgo 1971, 9).
Para quienes estas declaraciones les parezcan demasiado amargas, ahí están los frutos de esta amargura. Provienen de la lucha incesante de Jacob, sin la cual el antiguo y el nuevo Israel son impensables. Este entrelazamiento de desafío y bendición, de resistencia y victoria, de noche y final amanecer, es un mensaje de la esencia de Dios y de la esencia de los elegidos. El poder de Dios no llega destrozando. Exige un máximo de fuerza, un “optimum virtutis”, pero no abruma. En cuanto resistencia incluso quiere ser captado como amor. Lo que llega como resistencia y aparente contrapoder, llega -cuando se libra la buena batalla- como bendición. Por eso hay algo de acero y de inalcanzable en la figura tranquila y vulnerable del Papa. Precisamente sus viajes al extranjero, considerados por anticipado un fracaso, por ejemplo el viaje a Inglaterra, o también a la difícil Alemania, se convirtieron en notables victorias. Una cantante de rock italiana lo consideraba “cool”. Puede que sea una palabra de moda poco sutil, pero da en el clavo.
Me disculpo por citar a Goethe por tercera vez, en esta ocasión en aras de una profundidad que comparable en estos dos alemanes. La cita procede del gran ensayo geológico de Goethe sobre las rocas de granito, una imagen que -en mi opinión- también es descubre algo simbólico de la manera de ser de Joseph Ratzinger: “Tan solitario, digo, se siente el hombre que sólo quiere abrir su alma a los sentimientos más antiguos, primeros y profundos de la verdad”.
Benedicto XVI y el Logos
Así que el último pensamiento va hacia la verdad que está por encima de este pontificado. ¿Cuándo fue defendida por última vez por un Papa la reivindicación de la razón de forma tan implacable, y a la vez atractiva? ¿Y cuándo la razonabilidad de la fe y el ecumenismo de la razón, existente ya desde la antigüedad griega, que puede reunir filosofías, teologías y ciencias? El Cantar de los Cantares del Logos por parte de Benedicto XVI accede precisamente al “atrio de los gentiles”, y ha estimulado una conversación que abandona el estancamiento del posmoderno vacío de sentido. Jerusalén “tiene que ver” con Atenas, y eso pese a todos los veredictos, sean de una ortodoxia sectaria, por un lado, o de una ciencia sectaria, por otro. “No se puede tensar una cuerda si sólo se sujeta por un lado”, decía Heiner Müller, el dramaturgo de la República Democrática Alemana, en relación con el (aparentemente perdido) más allá (Lettre international 24, 1994). Así, con Joseph Ratzinger la patrística despierta a una nueva vida inesperada, que debe al Logos el discernimiento de los espíritus, para implantar la sabiduría del mundo antiguo en la joven cristiandad. De este modo, no sólo se “salva” a la antigüedad y a los primeros tiempos de la Iglesia para la nueva era, sino que también rescata el momento presente de su contradictorio encogimiento de hombros acerca de la verdad. Hay una piedad del pensamiento, que es al mismo tiempo conversión a la realidad.
Esta capacidad de aclarar lo no abarcable, lo controvertido, con fe en la posibilidad de la verdad, ya estaba planteada desde el principio, y se hizo visible muy pronto. Escuchemos la voz de Ida Friederike Görres (1901-1971), la incorruptible. En una carta del 28 de noviembre de 1968 a Paulus Gordan, benedictino de Beuron, escribe sobre la “congoja eclesiástica” que se observa en todo el país ante el rápido hundimiento de cierto catolicismo provinciano como consecuencia de la propaganda del 68. Pero ahora, añade, ha encontrado a su “profeta en Israel”, un joven Profesor Ratzinger en Tubinga, desconocido para ella hasta entonces, que podría convertirse en “la conciencia teológica de la Iglesia alemana”.
“Ecce, unus propheta in Israel”. Con estos trazos quiero expresar mi más sincero agradecimiento al difunto Papa emérito Benedicto XVI.
El mundo da su último adiós a Benedicto XVI, este 5 de enero, tras unas intensas jornadas en las que miles de fieles y personajes públicos han mostrado su cariño y respeto al Papa emérito visitando su cuerpo expuesto en la basílica de san Pedro.
María José Atienza / Paloma López·5 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
La mañana del 31 de diciembre de 2022 quedó marcada en el calendario del mundo ante el anuncio, por parte de la Santa Sede de la muerte de Benedicto XVI a las 9:34 de esa misma mañana.
El último día del año, el Papa emérito falleció en el Vaticano dando lugar a una cascada de informaciones sobre su vida, despedidas de personalidades cercanas o no y, por supuesto, la reacción cariñosa de la mayor parte de los fieles católicos.
Apenas se había publicado el testamento espiritual de Benedicto XVI, cuando ya, algunas personas, se acercaron al monasterio Mater Ecclesiae para presentar sus respetos y orar ante el difunto.
El Papa Francisco, por su parte, daba la bienvenida al nuevo año rogando a la Virgen María, el día de su solemnidad, por el alma de su predecesor.
La madrugada del 2 de enero el cuerpo de Benedicto XVI fue trasladado a la basílica de san Pedro, donde ha estado expuesto durante cinco días para que, quienes así lo deseen, pudieran acercarse a despedir al Papa sabio cuyo pensamiento espiritual y académico ha dejado una huella indeleble en la Teología del siglo XX.
«El teólogo más grande que se ha sentado en la cátedra de Pedro”
En esta línea una de las personas que mejor conoció a Benedicto XVI es su biógrafo, Peter Seewald, quien, en una entrevista reciente con Thomas Kycia, de OSV News, califica a Joseph Ratzinger como “una cabeza muy inteligente, que no se pone en primer plano, sino que, desde el conocimiento de la Iglesia, desde los testigos del Evangelio, desde la tradición del catolicismo y desde su propia fuerza de pensamiento e inspiración, puede decirte algo que transforma a una persona de nuestro tiempo, a una persona moderna”.
En esa misma entrevista recuerda que el Papa Francisco afirma que la enseñanza de Benedicto XVI es indispensable para el futuro de la Iglesia y que se mostrará cada vez más grande y poderosa con el tiempo. Seewald apunta que el Papa emérito ha sido “sin duda, el teólogo más grande que se ha sentado en la cátedra de Pedro”.
La intensa semana vivida, no sólo en el Vaticano, sino en el mundo entero, se cierra con el funeral que preside el Papa Francisco y en el que participan representantes de diversas confesiones religiosas, personalidades de la esfera civil, cultural y política.
A pesar de todo, el funeral de Joseph Ratzinger nada tiene que ver con los de sus predecesores. En este caso, sólo cuenta con dos delegaciones oficiales correspondientes a las naciones de Alemania, tierra natal del pontífice, e Italia.
Un funeral sencillo, como pidió el propio Benedicto XVI, que descansará en el sepulcro de las grutas vaticanas que ocupara su predecesor, san Juan Pablo II, antes de ser trasladado a la basílica de san Pedro tras su canonización.
El autor del artículo, doctor en Ciencias Políticas y en Derecho Internacional Público, ha escrito recientemente "La Voz de la Razón Ética. Benedicto XVI desde el Westminster Hall de Londres y el Reichstag de Berlín".
José Ramón Garitagoitia·5 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 6minutos
Joseph Ratzinger (1927-2022) sintió profundamente desde su juventud una vocación académica. Cuando en 1977 Juan Pablo II le nombró arzobispo de Múnich y Freising, le costó dejar su labor docente en la universidad de Ratisbona.
Tiempo después, en 1982, fue llamado a Roma para trabajar con el papa polaco como uno de sus más estrechos colaboradores. Aceptó, pero no fue una decisión fácil. En varias ocasiones pidió el relevo de sus obligaciones en el Vaticano, y san Juan Pablo II respondió confirmándole en su cargo: lo necesitaba cerca, hasta el final.
Tras la muerte de Wojtyla, el antiguo profesor de Ratisbona, de 78 años se convirtió, el 19 de abril de 2005, en el 264º sucesor de san Pedro. Eligió el nombre de Benedicto, en simbólica continuidad con Benedicto XV, que accedió a la Cátedra de Roma en los tiempos convulsos de la primera guerra mundial.
Ver lo increíble hecho realidad fue para él un shock: “estaba convencido de que había otros mejores y más jóvenes”. Desde su profunda dimensión de fe, se abandonó en Dios. “Tendría que familiarizarme lentamente con lo que puedo hacer, y me limitaría siempre al siguiente paso”, explicaría con sencillez años más tarde.
En la inauguración del pontificado, Benedicto XVI aludió a cuantos vagan por los desiertos contemporáneos: “el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado (…), de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas, que ya no tienen conciencia de la dignidad, y del rumbo del ser humano”. Desde ese día, hasta su renuncia, el 28 de febrero de 2013, puso al servicio de la misión recibida su enorme potencia intelectual. Visitó en 24 ocasiones diferentes lugares del mundo. Cada viaje le supuso un notable esfuerzo: “representan siempre grandes exigencias para mí”, reconocía con sencillez.
El papa profesor
Transcurridos cinco años desde la elección concedió una amplia entrevista al periodista Peter Seewald, publicada con el título Luz del mundo. La conversación recorre un amplio rango de temas, relacionados el pontificado, las crisis de la Iglesia, vías de futuro, la sociedad contemporánea y el panorama cultural en el tránsito del siglo XX al XXI.
En lo que se refiere a la misión como Romano Pontífice, tendría que confiar mucho en sus colaboradores, y dejar muchas cosas en sus manos para centrarse en lo específico: “conservar la visión interior del conjunto, el recogimiento, del cual puede provenir entonces la visión de lo esencial”.
Juan Pablo II fue un gigante en muchos aspectos. Por su sola presencia, por su voz y sus gestos, tuvo una amplia resonancia mediática. La personalidad del papa alemán era diferente: “usted no tiene necesariamente la misma estatura, ni la misma voz, ¿ha sido un problema?”, le preguntó Seewlad. La respuesta muestra dudas sobre su capacidad de resistencia: “a veces estoy preocupado y me pregunto si desde el punto de vista meramente físico podré aguantar hasta el final”.
Desde esa actitud sencilla se empeñó en cumplir su misión: “me dije, simplemente: yo soy como soy. No intento ser otro. Lo que puedo dar lo doy, y lo que no puedo dar no intento tampoco darlo. No procuro hacer de mi algo que no soy, he sido elegido —de eso son culpables los cardenales— y hago lo que puedo”.
Cuando el periodista le pidió una clave para entender el pontificado, se refirió a su vocación académica: “pienso que, ya que Dios ha hecho papa a un profesor, quería que precisamente este aspecto de la reflexividad, y en especial la lucha por la unidad de fe y razón, pasaran a primer plano”.
El pontificado de la razón
Los siete años y diez meses que estuvo al frente de la Iglesia Católica quedan para la Historia con una característica propia: el pontificado de la razón. En el desempeño de su misión asumió el consejo del filósofo Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929) en el coloquio que ambos mantuvieron en Múnich, en enero de 2004: hacer propuestas que pudiese entender el gran público. El dialogo entre ambos intelectuales sobre las ‘bases morales prepolíticas del Estado liberal’ quedaba atrás, pero las ideas confrontadas seguían siendo más actuales que nunca.
En sus intervenciones procuró contribuir a la interiorización de las ideas planteando preguntas y haciendo asequibles a sus interlocutores los argumentos sobre el gran tesoro que supone ser persona, y sobre la transformación espiritual del mundo: “es la gran tarea que se nos presenta en esta hora. Sólo podemos esperar que la fuerza interior de la fe, que está presente en el hombre, llegue a ser después poderosa en el campo público, plasmando asimismo el pensamiento a nivel público y no dejando que la sociedad caiga simplemente en el abismo”. Insistió en que el ser humano está sujeto a un conjunto de estándares más altos. Precisamente estas demandas son las que hacen posible una mayor felicidad: “sólo por medio de ellas llegamos hasta la altura, y sólo entonces podemos experimentar la belleza del ser. Considero de gran importancia enfatizarlo”.
Estaba firmemente convencido de que la felicidad es un reto y una meta accesible a todos, pero necesita dar con el camino: “ser humano es como una expedición a la montaña, que incluye algunas pendientes arduas. Pero cuando llegamos a la cima somos capaces de experimentar por primera vez lo hermoso que es estar allí. Hacer hincapié en esto es de particular interés para mí». La comodidad no es el mejor modo de vivir, ni el bienestar el único contenido de la felicidad.
Desde los modernos areópagos
Benedicto XVI no esquivó asuntos complicados, y planteó las cuestiones siempre en positivo. Apuntó alto en sus argumentos sobre la naturaleza y destino de las personas, y las exigencias morales de la sociedad. Los más variados areópagos de la sociedad contemporánea le abrieron sus puertas, con gran impacto en la opinión pública.
Guardo un recuerdo imborrable de sus palabras en Auschwitz (2006) sobre el silencio de Dios, que escuché contemplando de cerca su rostro doliente.
Ese mismo año fue invitado a su antigua alma mater, la universidad de Ratisbona. Dedicó su lección magistral a explicar la relación entre religión y razón. En el discurso preparado para la apertura de curso en la universidad de La Sapienza (2008) de Roma se preguntó que podía decir un papa en una universidad pública.
Abordó el surgimiento de la universidad medieval como reflexión sobre la verdad de la persona en las distintas disciplinas. El fundamento de los derechos humanos centró su intervención ante la Asamblea General de la ONU (2008), y en el Collège des Bernardins de París compartió con la intelectualidad de Francia las fuentes de la cultura europea.
La visita de Benedicto XVI al Reino Unido, en septiembre de 2010, tuvo también una incuestionable dimensión política. Un momento muy especial fue su discurso en Westminster Hall, donde se dirigió a la sociedad británica desde el parlamento con más solera del mundo: 1800 invitados, representando al mundo político, social, académico, cultural y empresarial del Reino Unido, junto al cuerpo diplomático, y los miembros de ambas Cámaras del parlamento, Lores y los Comunes.
En el mismo lugar donde el lord Canciller Tomás Moro había sido juzgado y condenado a muerte en 1535, recibió una cálida bienvenida. Consciente del momento y del entorno, dedicó su discurso a subrayar la importancia del diálogo constante entre fe y razón, y sobre el papel de la religión en el proceso político.
Las fuentes de la cultura europea
Al año siguiente, con ocasión de su visita a Alemania, se dirigió al parlamento federal en el Reichstag de Berlín. Desde ese lugar emblemático disertó sobre la fundamentación ética de las opciones políticas, la democracia y el Estado de Derecho. Abordó la justicia y el servicio político, con sus objetivos y límites. Siguiendo su estilo escolástico se hizo algunas preguntas y ofreció respuestas: “¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente?”
Explicó que la cultura occidental, también jurídica, se desarrolló en un humus humanista que lo empapaba todo, también ámbitos considerados no estrictamente religiosos. Era consecuencia de las fuentes comunes de la cultura europea, que ha dejado su impronta tanto en la Ilustración como en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Pero en la segunda parte del siglo XX se había producido un cambio en la situación cultural al que era necesario responder, y liberar a la razón de su encerramiento en sí misma: “donde rige el dominio exclusivo de la razón positivista —y este es, en gran parte, el caso de nuestra conciencia pública— las fuentes clásicas de conocimiento del ethos y del derecho quedan fuera de juego”. Era urgente abrir un debate público sobre la cuestión, y reconoció que este había sido el objetivo principal de su intervención en el Reichstag.
El papa-profesor habló siempre de una manera amable y respetuosa, con rigor intelectual. En cada uno de esos lugares argumentó sobre lo que interesaba a los demás, cualquiera que fuese su ideología, credo o condición política. Razonó siempre a fondo sus propuestas sobre los objetivos y responsabilidades de una sociedad digna de la condición humana.
El autorJosé Ramón Garitagoitia
Doctor en Ciencias Políticas y en Derecho Internacional Público
Encuentros del «abuelo del mundo» con el «abuelo de Italia»
Lino Banfi y Benedicto XVI, uno el "abuelo de Italia" y otro el "abuelo del mundo" mantuvieron al menos dos encuentros, según recuerda el propio actor.
Francisco Otamendi·5 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 3minutos
La primera vez que oí hablar del actor italiano Lino Banfi fue al propio Banfi, en directo, cuando se dirigió a Benedicto XVI en el Encuentro Mundial de las Familias de 2006, en Valencia, y le dijo que él era “el abuelo de Italia”, y el Papa Benedicto “el abuelo del mundo”.
Constan al menos dos encuentros del actor italiano Lino Banfi con Benedicto XVI; uno como Papa en Valencia, y otro como Papa emérito en 2016. Y consta también una audiencia con el Papa Francisco, el 2 de marzo de 2022.
Era el mes de julio de 2006 en Valencia, quizá algunos se acuerden. Lucía un sol de justicia. Valencia y numerosísimas familias españolas se volcaron con Benedicto XVI, con “el abuelo del mundo”, como le llamó cariñosamente el actor Lino Banfi, al que a su vez denominaban ‘el abuelo de Italia’. Banfi contaba entonces con 69 años, quizá 70, y su nombre es en realidad Pasquale Zagaria.
El sucesor de san Juan Pablo II, que había sido hasta 2005 su firme apoyo, fue desgranando ideas centrales sobre el matrimonio y la familia, que se han convertido en patrimonio de la humanidad.
“La familia es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad y un gran tesoro de los esposos durante toda su vida”, afirmó Benedicto XVI. “Es un bien insustituible para los hijos, que han de ser fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Proclamar la verdad integral de la familia, fundada en el matrimonio como Iglesia doméstica y santuario de la vida, es una gran responsabilidad de todos. Invito, pues, a los gobernantes y legisladores a reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad, como recuerda la Santa Sede en la Carta de los Derechos de la Familia”.
Más adelante, en el mismo encuentro festivo y testimonial, el entonces Papa Benedicto XVI se refirió directamente a los abuelos, como Lino Banfi: “Deseo referirme ahora a los abuelos, tan importantes en las familias. Ellos pueden ser ―y son tantas veces―, los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar. Son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe ante la cercanía de la muerte”.
Años más tarde, en 2013
Unos años más tarde, en octubre de 2013, meses más tarde de su renuncia, volvieron averse, esta vez en el monasterio Mater Eclesiae. Tras un encuentro de unos 35 minutos, Lino Banfi manifestó que el Papa emérito Benedicto XVI “toca el piano, lee, estudia y reza” y está “muy bien”, evocó en radio RT, según Europa Press.
El actor italiano destacó que había encontrado al Papa emérito “muy sereno” y recordó su participación en el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, cuando habló en un “español-pugliese”, y llamó “abuelo del mundo” a Benedicto XVI, que en Valencia tenía 79 años, diez más que Lino Banfi.
En 2022, con Lolo Kiko
El 2 de marzo del año pasado, antes de la audiencia general, fue el Papa Francisco quien mantuvo un encuentro con el actor italiano Lino Banfi, el “abuelo de Italia”. La Oficina de Prensa de la Santa Sede compartió el testimonio de Banfi, que pidió al Santo Padre “una oración por la paz en Ucrania y otra por mi mujer Lucía, porque ayer celebramos 60 años de matrimonio”.
“El Papa y yo tenemos la misma edad, nacimos en 1936: se lo recordé, señalando que soy cinco meses mayor”, comentó el cómico. “Me parece extraordinario que haya elegido dar una catequesis sobre la vejez, que no es la edad del ‘descarte’… ¡al contrario! Me agrada que me llamen ‘abuelo de Italia’, y le dije al Papa que realmente es el ‘abuelo del mundo’, porque los ancianos son fundamentales para el futuro… ¡cada vez más!”.
Pero, “precisamente porque soy viejo”, continuaba Banfi, “le confié al Papa que nunca pensé que vería otra guerra en Europa, y que me siento cerca de la gente que sufre, como un abuelo, rezando por la paz”.
Unos años antes de la pandemia, en pleno desarrollo del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, el Papa Francisco tuvo un encuentro en el que aconsejó a los abuelos cómo transmitir la fe a sus nietos. Y rememoró en esos momentos “un recuerdo muy bonito. Cuando estuve en Filipinas, la gente me saludó llamándome: ¡Lolo Kiko! ¡Abuelo Francesco! ¡Lolo Kiko, estaban gritando! Me alegré mucho al ver que se sentían cerca de mí como un abuelo”, contó el Papa.
‘Como tener al abuelo sabio en casa’
En un reportaje de Omnes de estos días, se cuenta que cuando algunos periodistas han preguntado estos años al Papa Francisco por su relación con el Papa emérito Benedicto XVI, ha manifestado: “es de hermanos, de verdad”; “le siento como si tuviera un abuelo en casa por sabiduría”; “me hace bien escucharle”; “también me anima mucho”. “Como tener al abuelo sabio en casa”, repitió Francisco en el encuentro con los ancianos en septiembre de 2014.
Un libro recogerá el pensamiento espiritual de Benedicto XVI
Dio è sempre nuovo (Dios es siempre nuevo) es el título del libro que publicará Libreria Editrice Vaticana, la editorial oficial de la Santa Sede y que está prologado por el Papa Francisco.
«Dios es siempre nuevo porque es fuente y razón de la belleza, la gracia y la verdad. Dios nunca es repetitivo, Dios nos sorprende, Dios trae novedad», así resume el Papa Francisco en su prólogo el acertado título bajo el que la editorial vaticana recoge una «síntesis espiritual» de los escritos de Benedicto XVI en la que, como destaca Francisco «brilla su capacidad de mostrar siempre nueva la profundidad de la fe cristiana».
El libro, editado por la Libreria editrice Vaticana, y que verá a luz el próximo 14 de enero, aborda, en palabras del prólogo «una gama de temas espirituales y son un incentivo para que permanezcamos abiertos al horizonte de eternidad que el cristianismo lleva en su ADN. El de Benedicto XVI es y seguirá siendo un pensamiento y un magisterio fecundos en el tiempo, porque ha sabido centrarse en las referencias fundamentales de nuestra vida cristiana: en primer lugar, la persona y la palabra de Jesucristo, y después las virtudes teologales, es decir, la caridad, la esperanza y la fe. Y por ello toda la Iglesia le estará agradecida».
El Papa Francisco ha querido plasmar también en este prólogo su agradecimiento a Dios «por habernos dado al Papa Benedicto XVI: con su palabra y su testimonio, nos ha enseñado que mediante la reflexión, el pensamiento, el estudio, la escucha, el diálogo y, sobre todo, la oración, es posible servir a la Iglesia y hacer el bien a toda la humanidad; nos ofreció herramientas intelectuales vivas para que todo creyente pudiera dar razones de su esperanza utilizando una forma de pensar y de comunicar comprensible para sus contemporáneos». Su intención fue constante: entrar en diálogo con todos para buscar juntos los caminos a través de los cuales podemos encontrar a Dios».
Rome Reports·4 de enero de 2023·Tiempo de lectura: < 1minuto
En sus casi ocho años de pontificado, Benedicto XVI vivió momentos divertidos entre los que destacan, por ejemplo, algunas audiencias originales como la concedida a un grupo de circenses en los que el Papa acarició a un cachorro de león o el regalo de un volante de Formula 1.
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Papa Francisco: “La fragilidad es, en realidad, nuestra verdadera riqueza»
El Papa Francisco se ha encontrado hoy con los fieles en el aula Pablo VI para la audiencia general de los miércoles. Es la primera audiencia de este 2023.
El Papa Francisco ha estado hoy en el aula Pablo VI con fieles de todo el mundo que han asistido a la audiencia general, muchos de ellos también se han despedido del Papa emérito Benedicto XVI.
El Santo Padre ha comenzado la audiencia mencionando a Benedicto XVI, cuyo “pensamiento agudo y educado no era autorreferencial, sino eclesial, porque siempre quiso acompañarnos al encuentro con Jesús. Jesús, el Crucificado resucitado, el Viviente y el Señor, fue la meta a la que nos condujo el Papa Benedicto, llevándonos de la mano”.
Darse a conocer
Con la predicación en la audiencia de hoy el Papa concluye la catequesis sobre el discernimiento, que se lleva sucediendo desde el mes de agosto. Para cerrar este ciclo, Francisco ha remitido al “acompañamiento espiritual, importante en primer lugar para el conocimiento de uno mismo, que hemos visto que es una condición indispensable para el discernimiento”.
En el acompañamiento espiritual, ha dicho el Papa, “es importante, en primer lugar, darnos a conocer, sin tener miedo a compartir los aspectos más frágiles, en los que nos descubrimos más sensibles, débiles o temerosos de ser juzgados. La fragilidad es, en realidad, nuestra verdadera riqueza, que debemos aprender a respetar y acoger, porque, ofrecida a Dios, nos hace capaces de ternura, de misericordia, de amor. Nos hace humanos”. Esta fragilidad no es tanto algo negativo como parte de la belleza de la naturaleza humana, pues “Dios, para hacernos semejantes a Él, quiso compartir hasta el final nuestra fragilidad”.
El acompañamiento espiritual y el discernimiento
El acompañamiento espiritual es una herramienta necesaria para el discernimiento, porque “si es dócil al Espíritu Santo, ayuda a desenmascarar incluso graves malentendidos en nuestra consideración de nosotros mismos y en nuestra relación con el Señor”. A través de un acompañamiento espiritual que se asemeje a las confidencias de los personajes del Evangelio con Cristo puede encontrarse a Dios. Hay ejemplos de esto en los relatos evangélicos que recuerdan que “las personas que tienen un verdadero encuentro con Jesús no temen abrirle su corazón, presentarle su vulnerabilidad y su insuficiencia. De este modo, su compartir se convierte en una experiencia de salvación, de perdón libremente recibido”.
El Santo Padre asegura que “contar al frente de otra persona lo que hemos vivido o lo que buscamos ayuda, en primer lugar, a aportar claridad en nuestro interior, sacando a la luz los muchos pensamientos que nos habitan y que a menudo nos perturban con sus insistentes estribillos”. A través del acompañamiento, “descubrimos con sorpresa formas distintas de ver las cosas, signos de bondad que siempre han estado presentes en nosotros”.
Con todo, es importante recordar que “quien acompaña no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor”.
Las bases del acompañamiento espiritual
El Papa no ha querido olvidar los pilares sobre los que se sostiene el acompañamiento espiritual. Así, dice que “el acompañamiento puede ser fructífero si, por ambas partes, hemos experimentado la filiación y la fraternidad espiritual. Descubrimos que somos hijos de Dios cuando descubrimos que somos hermanos, hijos del mismo Padre. Por eso es indispensable formar parte de una comunidad itinerante. No se acude solo al Señor. Como en el relato evangélico del paralítico, a menudo somos sostenidos y curados gracias a la fe de otra persona”. Cuando no se tienen firmes estas bases, “el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil”.
María, maestra
No solo en Jesús se encuentra un maestro que enseña a vivir el acompañamiento, el Papa resalta la figura de santa María, “maestra de discernimiento: habla poco, escucha mucho y guarda su corazón”. Cuando habla, dice Francisco en la audiencia, lo hace con sabiduría. “En el Evangelio de Juan, hay una frase muy breve pronunciada por María que es una consigna para los cristianos de todos los tiempos: «Hagan lo que Él les diga» (cf. 2,5)”.
Esta sabiduría de la Virgen nace porque “María sabe que el Señor habla al corazón de cada uno, y nos pide que traduzcamos esta palabra en acciones y opciones”. Ella supo encarnar todo ello en su vida, de tal modo que “está presente en los momentos fundamentales de la vida de Jesús, especialmente en la hora suprema de su muerte en la cruz”.
Discernimiento, arte y don
El Papa ha concluido esta última catequesis sobre el discernimiento afirmando que este “es un arte, un arte que se puede aprender y que tiene sus propias reglas. Si se aprende bien, permite vivir la experiencia espiritual de manera cada vez más bella y ordenada. Ante todo, el discernimiento es un don de Dios, que hay que pedir siempre, sin presumir nunca de experto y autosuficiente”.
Es importante tener en cuenta que “la voz del Señor siempre se reconoce, tiene un estilo único, es una voz que apacigua, anima y tranquiliza en las dificultades”. Esta voz es la que a lo largo de toda la Biblia repite un “No temas”. Sabiendo esto, “si confiamos en su palabra, jugaremos bien el juego de la vida, y podremos ayudar a los demás. Como dice el Salmo, su Palabra es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino (cf. 119.105)”.
Los retos «políticos» de los viajes al extranjero de Benedicto XVI
Su secretario personal, Georg Gänswein, reflexiona sobre la contribución política y diplomática de algunos de los discursos más significativos pronunciados durante sus Viajes Apostólicos por Benedicto XVI ante las instituciones europeas e internacionales.
Como bien muestran los múltiples reportajes de estos días, el Papa emérito Benedicto XVI fue también un Pontífice que mantuvo la tradición de sus predecesores de emprender Viajes Apostólicos al extranjero, y no sólo a Italia. Una serie inaugurada a los cuatro meses de su pontificado viajando a su patria para la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia.
Volvió a Alemania dos veces más, en 2006 (a Baviera, donde se produjo el conocido «incidente de Ratisbona») y en 2011, en visita oficial al país.
En total, Benedicto XVI ha realizado 24 viajes apostólicos al extranjero, varios a Europa (tres veces a España), pero también a América Latina (Brasil, México, Cuba), Estados Unidos (2008), África (Camerún, Benín) y Australia (2008), como también informó OMNES en días pasados.
Confirmación en la fe
Evidentemente, la primera razón para realizar estos viajes fuera del Vaticano a países lejanos es de carácter espiritual; el Vicario de Cristo peregrina a las tierras habitadas por católicos bautizados -incluso allí donde son minoría- para confirmarlos en la fe y llevarles la cercanía y la bendición de toda la Iglesia.
También hay razones políticas, ya que se trata de visitas a un país concreto, con su propia representación institucional que le acoge -y sobre todo le invita-, con sus propias tradiciones y culturas, problemas, retos y perspectivas de futuro, que cada Pontífice realiza para valorizar e integrar en el conjunto de su magisterio, dejando siempre semillas de posible crecimiento y desarrollo.
Este fue, por tanto, también el caso de Benedicto XVI, que durante su mandato de siete años al frente de la Iglesia universal no dejó de reunirse con diversos líderes políticos y culturales de países europeos y realidades internacionales.
Esta experiencia -y los discursos que ha pronunciado de vez en cuando en sus diversos viajes- nos permite extraer una serie de reflexiones sobre cuestiones fundamentales de la sociedad, como la relación entre justicia y libertad religiosa, la confrontación entre fe y razón, la dinámica que existe entre ley y derecho, etc.
Una diplomacia al estilo Ratzinger
Sobre estos temas, su secretario particular, monseñor Georg Gänswein, ofreció en 2014, un año después de la renuncia de Benedicto XVI, algunas reflexiones que realzan precisamente el impacto «político» de la diplomacia de formato Ratzinger, deteniéndose en cinco grandes discursos del Papa emérito, dirigidos a otros tantos contextos y audiencias diferentes, pero de los que surgen ciertas «ideas clave» desarrolladas «de manera orgánica y coherente».
El primero de estos discursos destacados por el Prefecto de la Casa Pontificia es sin duda el pronunciado en Ratisbona el 12 de septiembre de 2006, pronunciado en un contexto académico y basado conceptualmente en la relación entre fe y razón y en el Dios-logos. Evidentemente, la verdadera importancia de este pronunciamiento no radica en las críticas que siguieron.
Un segundo discurso es el pronunciado ante las Naciones Unidas en Nueva York dos años después, centrado en los derechos humanos y en el proyecto que supuso sesenta años antes la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
A continuación, Gänswein subrayó como significativo el discurso pronunciado en el Collège des Bernardins de París (12 de septiembre de 2008), dirigido a las élites culturales de un país considerado secularizado y hostil a las religiones. Benedicto XVI recordó aquí la contribución de la fe cristiana al desarrollo de la civilización europea.
En 2010, el 17 de septiembre, Benedicto XVI habló en Londres en la sede de aquel Parlamento que, entre otras cosas, decretó la muerte de Tomás Moro a raíz de disensiones religiosas. En aquella ocasión supo apreciar la tradición democrática liberal, al tiempo que denunciaba los ataques a la libertad religiosa que se estaban produciendo en Occidente.
Por último, de importancia política y diplomática fue su discurso ante el Bundestag alemán el 22 de septiembre de 2011, en el que Benedicto XVI abordó la cuestión de la fundamentación del ordenamiento jurídico y los límites del consiguiente positivismo dominante a lo largo del siglo XX en Europa.
A partir de estos pronunciamientos, el Secretario Particular de Benedicto XVI vislumbra un hilo conductor en tres perspectivas.
Religión y Derecho
La primera de ellas tiene que ver con el núcleo del pensamiento de Benedicto XVI sobre la contribución de la religión al debate público y, en consecuencia, a la construcción del orden jurídico. Esto se ve muy bien en el discurso al Bundestag de Berlín, cuando Ratzinger afirma: «En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados de modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres.
Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha remitido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios».
Había propuesto un concepto similar en Westminster Hall, para disipar los temores que ven en la religión una «Autoridad» que se impone de algún modo en cuestiones jurídicas y políticas, frustrando la libertad y el diálogo con los demás.
La propuesta de Benedicto XVI, más bien, tiene una visión universal y se sitúa precisamente en la interrelación entre razón y naturaleza. Gänswein reflexiona: «La primera y fundamental aportación de Benedicto XVI es el recordatorio de que las fuentes últimas del Derecho se encuentran en la razón y la naturaleza, no en un mandato, sea quien sea».
Razón y naturaleza
Una segunda perspectiva pedagógica se refiere al ámbito de la relación entre razón y naturaleza, en el que «está en juego el destino de las instituciones democráticas, su capacidad de producir el «bien común», es decir, la posibilidad, por una parte, de decidir por mayoría de votos una gran parte de la materia que debe regularse jurídicamente y, por otra, de esforzarse continuamente por reconocer y reafirmar lo que no puede votarse», recuerda monseñor Gänswein.
En sus discursos públicos, Benedicto XVI denuncia abiertamente la tentación de reducir la razón a algo mensurable y la compara con un búnker de hormigón sin ventanas. Más bien: «Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver de nuevo la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo», dijo en Berlín.
Por eso no hay que tener miedo a medirse con la realidad pensando que la única forma de acceder a ella es reducirla a esquemas preconstituidos o incluso preconcebidos. Aquí hay prácticamente ‘una corrección del racionalismo moderno, que permite restablecer una relación correcta entre razón y realidad. Una razón positivista o autosuficiente es incapaz de salir del pantano de las incertidumbres», comenta Gänswein.
Interrelación entre razón y fe
Por último, un paradigma fundamental de todo el pontificado, la interrelación entre razón y fe, que brilla mucho en los discursos que el entonces Pontífice pronunció teniendo como referencia el continente europeo. «La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa», volvió a decir Ratzinger en su discurso ante el Bundestag.
La reflexión sobre cómo la fe cristiana ha contribuido a la rehabilitación de la razón surge en cambio del contenido del pronunciamiento en el Collège des Berardins de París, cuando el emérito cita el ejemplo del monacato occidental como una oportunidad para el renacimiento de una civilización hasta ahora «sepultada bajo las ruinas de la devastación de la barbarie» -recuerda Gänswein- al haber «derribado viejos órdenes y antiguas certezas».
En resumen, en la perspectiva de Benedicto XVI existe una profunda relación de amistad entre la fe y la razón, y ninguna quiere subyugar a la otra. Dijo en Westminster Hall: «el mundo de la razón y el mundo de la fe -el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas- necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización. Por lo tanto, la religión, para cualquier legislador, no es en absoluto un problema a resolver, los legisladores no son un problema a resolver, ‘sino una contribución vital al debate nacional’.
Tardaremos años, quizá decenios, en apreciar la talla intelectual, humana y espiritual del Papa emérito Benedicto XVI, fallecido la mañana del sábado 31 de diciembre.
Hay personas que destacan por algún rasgo eminente de su personalidad -por ejemplo, un talento artístico o una inteligencia preclara-, pero a las que una cierta torpeza de carácter: un genio fogoso, una sensibilidad excesiva o una timidez revestida de inseguridad, les impide brillar con todo su potencial.
En ocasiones no se trata de un factor temperamental, sino de un revés o contratiempo externo a ellas, como una circunstancia histórica adversa. Y también puede darse una combinación de ambos, en un cóctel desafortunado. Por suerte, muchas veces el paso del tiempo se encarga de hacer justicia y poner a cada uno en el sitio que le corresponde.
Así le ocurrió a artistas como Il Caravaggio o Vincent Van Gogh. Más de un santo se ha despedido de este mundo envuelto en la controversia. Pienso que no exagero al afirmar que tardaremos años, quizá decenios, en apreciar la talla intelectual, humana y espiritual de Benedicto XVI.
En los días transcurridos tras su reciente fallecimiento, el pasado 31 de diciembre, no han faltado quienes han señalado, con una ignorancia presuntuosa -doble ignorancia- su pasado en las juventudes hitlerianas o le han acusado de encubrir los casos de pederastia perpetrados por clérigos en el seno de la Iglesia.
Sin embargo, un hecho que nadie puede descalificar es la decisión que tomó en 2013 de renunciar a la sede de Pedro ante las crecientes limitaciones físicas y psíquicas provocadas por la edad. Y es precisamente ahí donde, si uno tiene un mínimo de honradez intelectual, comienza a vislumbrar la grandeza de Joseph Ratzinger, un hombre profundamente fiel a ese Dios al que dedicó sus mejores fuerzas y a sí mismo.
El emérito arrancó su pontificado presentándose ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro y ante el mundo como un humilde trabajador de la viña del Señor. Cualquiera que hubiera tenido a mano en ese momento su currículum, no habría tenido más remedio que fruncir el ceño y atribuirle una falsa modestia. Pero Ratzinger no mentía. Así se sentía él y así había procurado transcurrir toda su existencia.
Podría haber sido uno de los teólogos más prolíficos del siglo XX, pero acogió la invitación a ser pastor de la diócesis de Múnich y a trabajar en la ingrata Congregación para la Doctrina de la Fe, a pesar de que los libros se le daban mejor que las ovejas, y aun sabiendo que el sambenito inquisitorial se volvería contra él y le acompañaría de entonces en adelante.
Su timidez fue su peor defecto, pero seguramente también su mejor virtud, pues se convirtió en la salvaguarda de su humildad y, en consecuencia, de una fe sin fisuras.
No pretendió nunca defenderse de las críticas. No tenía tiempo más que para la misión que se le había encomendado al servicio de la Iglesia. Solo al final de sus días decidió poner blanco sobre negro ante las denuncias de encubrimiento de un sacerdote pederasta mientras fue obispo de Múnich. Escribió una carta en la que aclaraba la situación, pero sobre todo en la que volvía a pedir perdón en nombre de toda la institución por la peor lacra de su milenaria historia.
El magisterio de Ratzinger como Romano Pontífice es deleite para el oído, alimento para la inteligencia y bálsamo para el corazón. Ha ejercido a través de él de “pater familias”, al modo evangélico, extrayendo del baúl de la doctrina lo bueno y dándoselo exquisitamente masticado a sus hijos. Serán generaciones de cristianos las que se nutran de sus enseñanzas a lo largo del tiempo.
Dos factores externos han jugado en contra de este pontificado, que pasará a los libros de historia por su abrupto e inesperado epílogo: de un lado, el relativismo reinante que el propio Papa denunció y trató de combatir con sus mejores armas.
Un relativismo que ha engendrado, junto a la superficialidad, esa ignorancia presuntuosa a la que me refería anteriormente. De otro, la elección de consejeros y aliados que no supieron acompañarlo en una agitada travesía. Y así se desencadenaron crisis como la de los hijos de Lefebvre, la mala interpretación del discurso de Ratisbona, el escándalo de Vatileaks e incluso la tarda respuesta de la institución -no del Papa Benedicto- a la condena de la pedofilia.
Dicen que cuando estaba pensando en renunciar al pontificado compartió esta duda con varios de sus consejeros más allegados. Todos trataron de disuadirle, pero él ya había tomado una decisión en la presencia de Dios. El tiempo demostró después que hizo bien en desatender a sus palabras.
La historia calificará a esta generación como injusta por no haber sabido comprender a Benedicto XVI y por no haberlo apreciado en toda su magnitud. Tendremos que excusarnos diciendo que su timidez, en esta era de la imagen, no ayudaba, o que los titulares sesgados y mentirosos nos lo impidieron. Pero en cualquier caso espero que ella sea más acertada que nosotros y haga brillar para las siguientes generaciones la figura de este hombre de Dios, que bajo una apariencia torpe y frágil llevaba dentro de sí a un gigante.
Se ha publicado la lista de los representantes religiosos que acudirán este jueves 5 de enero al funeral de Benedicto XVI en Roma. Estos asistentes se unen a las miles de personas que, se prevé, irán al Vaticano a despedirse del Papa emérito.
Los representantes de muchas confesiones religiosas quieren asistir al funeral de Benedicto XVI que se celebrará este jueves 5 de enero en Roma. Estos nombres se unen a los de tantas personas que se van a movilizar durante los próximos días para dar un último adiós al Papa emérito.
Representantes ortodoxos
Así, desde el Patriarcado Ecuménico, de la Iglesia ortodoxa de Constantinopla, se prevé la asistencia de sus eminencias Policarpo de Italia y Emmanuel de Calcedonia. También como representante ortodoxo griego se espera al obispo Gennadios de Botsuana.
Por su parte, desde el Patriarcado de Moscú, en Rusia, acudirán al funeral tanto el Presidente del Departamento de Relaciones Eclesiásticas Exteriores, Antonio de Volokolamsk, como el Asistente de dicho departamento, Ivan Nikolaev. Por otro lado, el patriarcado serbio tendrá como representante al obispo de Bec.
Desde Rumanía, irán en nombre del patriarcado rumano el obispo de la diócesis ortodoxa rumana del norte de Italia, monseñor Siluan, y su obispo auxiliar, Atanasio.
Los patriarcados de Bulgaria y Georgia tendrán como representantes a Ivan Ivanov, Administrador de las comunidades búlgaras en Italia, y al párroco de la comunidad georgiana de Roma, Ioane Khelaia, respectivamente.
La iglesia de Chipre enviará al obispo metropolitano Basilio de Constanza, y la iglesia griega estará representada por el metropolitano Ignacio de Dimitriades. Como representantes de Macedonia del Norte, estarán su Alteza Josif de Tetovo-Gostivar y el diácono Stefan Gogovski.
Por su parte, en nombre de la Iglesia ortodoxa de América (IOA) asistirán al funeral el Primado de la IOA, Tikhon, y su secretario, Alessandro Margheritino.
Se cuenta también con la presencia del obispo para Italia del patriarcado copto ortodoxo, Monseñor Bernabé El Soryany. Por parte de la iglesia apostólica armenia, se espera al representante ante la Santa Sede, el arzobispo Khajag Barsamian, a Bagrat Galstanyan de Diócesis de Tavush en Armenia, y al legado pontificio de Europa central, Tiran Petrosyan. De esta misma iglesia, pero desde Cilicia, asistirá el arzobispo Nareg Alemezian.
Abraham Mar Stephanos, metropolitano para el Reino Unido y Europa, será quien represente a la iglesia siria Malankara; y Mar Odisho Oraham, obispo para Escandinavia y Alemania, es el enviado desde la iglesia asiria de Oriente.
Representantes veterocatólicos
La iglesia veterocatólica de Utrecht contará con la representación del obispo Heinrich Lederleitner, de Austria.
Representantes anglicanos
En nombre de la comunión anglicana viajarán a Roma el representante del arzobispo de Canterbury ante la Santa Sede y Director del Centro Anglicano en Roma, Ian Ernest; el representante del Secretario General de la Comunión Anglicana, monseñor Christopher Hill; y el obispo sufragáneo de la Diócesis en Europa, Mons. David Hamid.
Representantes metodistas
El Consejo Metodista Mundial enviará al Reverendo Matthew Laferty, Director de la Oficina Ecuménica Metodista en Roma.
Representantes luteranos
Por otro lado, la parroquia luterana de Roma tendrá como representante al pastor Michael Jonas, de la Comunidad Evangélica Luterana de Roma.
Representantes del Consejo Ecuménico
En nombre del Consejo Ecuménico de las Iglesias irá al Vaticano el obispo Heinrich Bedford-Strohm, Moderador del Consejo.
Representantes evangélicos
Samuel Chiang, Secretario General Adjunto de Ministerios de la Alianza Evangélica Mundial, es el representante de los evangélicos en el funeral.
Representantes de los jóvenes
Por último, en representación de la Asociación Cristiana de Jóvenes en Italia, irán el presidente del Congreso Federico Serra; el presidente del Comité Nacional, Maurizio Donnangelo; y el Secretario General de la Federación, Alessandro Indovina.
Los excesos del lenguaje inclusivo, que rozan a veces el ridículo, o la apisonadora de la ideología de género, que amenaza con convertir en delincuente a quien se niegue a decir que lo blanco es negro, son solo ejemplos de una práctica bien conocida por los gobernantes de todas las épocas.
3 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
«La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza». Son las tres consignas del partido que rematan el faraónico edificio del Ministerio de la Verdad en la novela 1984. La manipulación del lenguaje alcanza hoy niveles parecidos.
De verdad que no soy nada conspiranoico, pero creo que no estamos nada lejos de la aplastante sociedad distópica que imaginaba George Orwell. Allí, el llamado “neolenguaje” servía al omnipresente Gran Hermano para controlar a los ciudadanos; aquí, las ideologías se sirven del lenguaje para dulcificar lo que no tragaríamos si llamaran a las cosas por su nombre.
Los excesos del lenguaje inclusivo, que rozan a veces el ridículo, o la apisonadora de la ideología de género, que amenaza con convertir en delincuente a quien se niegue a decir que lo blanco es negro, son solo ejemplos de una práctica bien conocida por los gobernantes de todas las épocas.
Las últimas en quejarse de la manipulación del lenguaje han sido las asociaciones de familias numerosas que entienden como una agresión la nueva ley que prepara el Gobierno de España. En la exposición de motivos del anteproyecto que ha desvelado el diario ABC, el Gobierno reconoce a las claras el carácter ideológico de la norma afirmando que “ya no existe la familia, sino las familias en plural”.
Según la norma, desaparece el concepto de familia numerosa, reconociendo en su lugar hasta 16 tipos diferentes de familias entre las que aparece incluso (¡qué cosas!), la compuesta por una sola persona.
Protestan las familias numerosas con razón de que “si todo es familia, ya nada es familia” alegando la falta de reconocimiento, en el contexto demográfico actual, de la función social que cumplen.
A pesar de que, año tras año, la familia siga apareciendo en primer lugar en la clasificación de las instituciones más valoradas, lo cierto es que, conforme los usos sociales la van haciendo cada vez más pequeña y frágil, más se va desdibujando su papel. Hay quien habla ya de que la verdadera familia son los amigos, porque son “los que uno elige”, por lo que el Gran Hermano va cumpliendo, paso a paso, su proyecto de ingeniería social consistente en eliminar vínculos para conseguir individuos cada vez más solos, más desarraigados, más dependientes del Estado y, por lo tanto, más manipulables. Vaciar de significado la palabra familia, nos acerca cada vez más al rebaño –o a la jauría o a la piara, lo que usted prefiera–; nos hace menos humanos y más esa otra cosa en que nos quieren convertir.
Y es que, el nombre de las cosas y también el de las personas, se hace imprescindible para no confundirnos, para saber de qué hablamos, de quién hablamos. ¿Qué pasaría si, en busca de la igualdad efectiva, todos nos llamáramos igual? Pues que el mundo sería un caos, nadie sabría quién es quién, ni uno mismo.
Hoy celebramos, precisamente, la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús, un término que significa, en hebreo, “Dios salva”, indicando claramente la misión del niño. Ojalá sepamos llamar a las cosas por su nombre y no dejarnos manipular por esos falsos salvadores de la humanidad. Porque la humanidad ya ha sido salvada por un sencillo hombre que aprendió a serlo y a llevar este concepto a plenitud en esa escuela de humanidad llamada familia. Su nombre, sobre todo nombre: Jesús. Acudamos a él cuando estemos confundidos.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.
La cuestión ecológica en Benedicto XVI mantiene un interesante equilibrio entre quien se abre el mundo actual, valorando lo positivo que incorpora, a la vez que sabe iluminar con la luz del cristianismo más auténtico los problemas y expectativas de sus contemporáneos.
Emilio Chuvieco·3 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 5minutos
Me parece que no es necesario ampliar la larga lista de reconocimientos que la labor teológica y pastoral del Papa Benedicto ha merecido en los últimos días con motivo de su fallecimiento. Tampoco voy a perder un minuto en contestar a los desvaríos de quienes le critican sin apenas conocer sus escritos y sin haberle tratado personalmente.
Me parece mucho más propio subrayar otra dimensión de su pensamiento –quizá no nuclear, pero ciertamente importante- que me resulta cercana. Servirá así como modesto homenaje y gratitud a un gran intelectual, a un hombre sabio y bueno, a quien tocó conducir la Iglesia en los últimos 40 años -primero como apoyo fundamental de sanJuan Pablo II y luego como obispo de Roma-, hacia una renovación auténtica de la Iglesia en el siglo XXI, asumiendo lo más sustancial y fructífero del Concilio, conjugando la Tradición con la apertura a la Modernidad, en una fidelidad dinámica que siempre se pregunta qué es lo que nos pediría Jesucristo si predicara a nuestros contemporáneos.
Me refiero a la visión de Benedicto XVI sobre las cuestiones ambientales, tan debatidas actualmente. La posición de Benedicto XVI en este tema me parece especialmente atrayente, ya que ejemplifica muy bien ese equilibrio entre quien se abre el mundo actual, valorando lo positivo que incorpora, a la vez que sabe iluminar con la luz del cristianismo más auténtico los problemas y expectativas de sus contemporáneos.
Para muchos cristianos se trata de temas ajenos –en el mejor de los casos- a nuestra fe, cuando no ocasión para debilitar el mensaje cristiano con intereses espurios o abiertamente paganos. Para otros, la Iglesia no puede estar en silencio ante cualquier cuestión que tiene una trascendencia intelectual y un amplio interés social.
La trayectoria del magisterio eclesiástico en la llamada “cuestión ecológica” parece, a primera vista, muy reciente, aunque hay referencias muy interesantes a la admiración y apertura a la naturaleza en autores tan relevantes como san Basilio, san Agustín o san Benito.
Sin embargo, el análisis del magisterio reciente arranca de alguna alusión en textos de san Juan XXIII, san Pablo VI, y algún escrito más específico de san Juan Pablo II y Benedicto XVI, para desembocar en la encíclica dedicada a este tema por el Papa Francisco, en 2015. El texto del papa actual es muy profundo y relevante, con algunas notas originales, pero que no sale del vacío: se apoya en los escritos de sus predecesores, además de los documentos que han elaborado distintas conferencias episcopales. Ahora me quiero centrar en las aportaciones del papa Benedicto a esta trayectoria.
Conviene recordar que Benedicto XVI era alemán, y que en Alemania la sensibilidad ambiental es un componente básico de la vida cotidiana (conviene recordar que es uno de los pocos países del mundo que tiene un partido verde con amplia representación parlamentaria).
La cuestión ecológica en Benedicto XVI
Sus referencias a la “cuestión ecológica” son a la vez frecuentes y profundas. Por ejemplo, dedica a este tema, en cuatro años de sus 8 de pontificado alusiones centrales en sus Mensajes para la Jornada mundial de la Paz.
En el de 2007 introduce un tema enormemente importante, el concepto de ecología humana, dándole una interpretación a la vez moral y doctrinal: «La humanidad, si tiene verdadero interés por la paz, debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es decir el respeto por la naturaleza, y la ecología humana. La experiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa» (n. 8).
También Benedicto XVI es el primero en conectar directamente la justicia ambiental con las generaciones futuras, algo que ahora se incluye plenamente en las legislaciones internacionales como un principio moral, por más que jurídicamente sea complicado de aplicar. Recordando que… “Respetar el medio ambiente no quiere decir que la naturaleza material o animal sea más importante que el hombre”, afirmaba que no podemos utilizar la naturaleza “…de manera egoísta, a plena disposición de los propios intereses, porque las generaciones futuras tienen también el derecho a obtener beneficio de la creación, ejerciendo en ella la misma libertad responsable que reivindicamos para nosotros» (Benedicto XVI, Mensaje en la jornada mundial de la paz, 2008, n. 7).
Ahora bien, la ecología humana que propone Benedicto XVI va más allá. Hace referencia a la conexión profunda entre equilibrio natural y equilibrio humano, proponiendo que seamos guiados por la ley natural, engarzando la naturaleza humana con la “natural”, porque al fin y al cabo somos parte de ese mismo sustrato natural. La verdad del hombre y de la naturaleza llevan a una actitud de respeto y cuidado: no son aspectos separados.
En este sentido, secunda lo ya apuntado por san Juan Pablo II, que la degradación ambiental está ligada a la degradación moral del hombre, puesto que ambas implican un desprecio hacia el designio Creador de Dios, pero Benedicto XVI lo extiende diversas facetas del actuar moral: «Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas.
El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral» (Caritas in veritate, 2009, n. 51). De ahí surge el concepto que ha desarrollado más recientemente el Papa Francisco de Ecología integral, que hace referencia al cuidado de la naturaleza y de las personas, pues al fin y al cabo este planeta es nuestro hogar común.
No puede haber discontinuidad entre estos dos aspectos, ni por un extremo, ni por el otro. Tan extraviado estaría el que cuidara el ambiente, denigrando a las personas que sobre él viven, como el que degradara el ambiente gratuitamente para, supuestamente, favorecer a las personas. Hay una sola crisis –como menciona el papa Francisco tan frecuentemente- a la vez social y ambiental.
La solución al problema ambiental, entonces, no es sólo técnica, sino también moral. Es preciso que cada uno descubra qué aspectos de su vida pueden renovarse. Ahí se enmarca del concepto de conversión ecológica, que tanto gusta al Papa Francisco, pero que fue propuesto por Juan Pablo II, y extendido por Benedicto XVI, concretado en cambios personales: «Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común, sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones » (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 2009, n. 51).
También merece destacarse las alusiones que hizo Benedicto XVI a la cuestión ambiental en su memorable discurso en el parlamente alemán. Allí señaló que el respeto a la naturaleza también es una forma de reconocer una verdad objetiva que no creamos nosotros, sino a la que debemos reconocimiento.
Por eso indicaba que: «Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente”, ligando ese reconocimiento al de la propia naturaleza humana: “El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando se acepta como lo que es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana».
En resumen, en el amplísimo magisterio de Benedicto XVI, la dimensión ecológica se propone como algo central a la experiencia cristiana, parte de una concepción de Dios Creador, que ha embellecido el mundo que nos rodea con una biodiversidad inmensa, de Dios Redentor, que quiso compartir nuestra naturaleza humana, viviendo en armonía con su entorno, y de Dios Santificador, que utiliza la materia natural como vehículo de la Gracia en los sacramentos.
El Papa Francisco nos lo ha recordado en su encíclica y sus múltiples alusiones en su magisterio, pero también los pontífices anteriores, singularmente Benedicto XVI, merecen un sitio de honor entre los precedentes de este magisterio.
El autorEmilio Chuvieco
Catedrático de Geografía de la Universidad de Alcalá.
Mayte Rodríguez:»Judíos y cristianos hemos de trabajar y dialogar en todo lo que nos une»
Hace pocas semanas, la sala capitular de la catedral de la Almudena en Madrid se convertía en un punto de encuentro interreligioso en la celebración de los 50 años de la erección del Centro de Estudios Judeo–Cristianos. Medio siglo “siendo la institución oficial de la Iglesia para el diálogo con el judaísmo”, como destaca Mayte Rodríguez, directora del Centro.
La historia del Centro de Estudios Judeo-Cristianos, dependiente del arzobispado de Madrid, no se entiende sin hablar de la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Sión.
Esta congregación, fundada bajo la inspiración de Theodore y Alphonse Ratisbonne, dos hermanos de origen judío, que se convirtieron al catolicismo y fueron ordenados sacerdotes, tiene como carisma el trabajo y la oración en la Iglesia para revelar el amor fiel de Dios por el pueblo judío y hacer realidad el reino de Dios en la tierra mediante una colaboración fraterna.
Esta ha sido la línea de estos 50 años de trabajo, como destaca en esta entrevista Mayte Rodríguez, una laica que conoció el carisma de las Hermanas de Sion al poco tiempo de llegar a España y que, desde entonces, ha formado parte de este Centro de Estudios.
¿Cuándo nace el Centro de Estudios Judeo-Cristianos?
—En torno a 1960, sor Esperanza y sor Ionel llegaron a España. Lo primero que hicieron fue dirigirse a la comunidad judía, que las recibió con los brazos abiertos. Ahí se gesta la fundación de la Amistad Judeo-Cristiana, aprobada por el arzobispado de Madrid.
Estamos hablando de antes del Concilio Vaticano II. Después del Concilio, el cardenal Tarancón decide erigir un Centro de Estudios Judeo-Cristianos, es decir, lo convierte en una institución oficial de la Iglesia.
De hecho, somos la única institución oficial de la Iglesia para el diálogo con el judaísmo aquí en España. El Centro, como tal se erige el 21 de septiembre de 1972, encomienda su gestión a la Congregación de Nuestra Señora de Sión.
¿Por qué se establece la Congregación en España?
—Para entender esto hay que remitirse al encuentro de Seelisberg: en el verano de 1947, un grupo grande de judíos y cristianos de 19 países se reunieron en Seelisberg, Suiza. Entre ellos estaban Jacques Maritain o Jules Isaac. Aquella reunión fue clave. Allí se pone de manifiesto, entre otras cosas, cómo cierta parte del horror del holocausto judío reciente habría podido venir de una errónea visión de los cristianos hacia los judíos. Nos referimos a ideas como que los judíos eran “culpables de la muerte de Cristo”. En Seelisberg se promueve lo que conocemos como “amistades judeo-cristianas”.
Es cierto que, en España, al no ser partícipe de la II guerra mundial, no teníamos quizás la misma percepción con respecto a la persecución de los judíos como podía darse en Francia o Alemania, pero en España había una raíz sefardita, judía evidente. No en vano, los judíos se dividen en sefarditas y askenazis, los primeros de origen español, y el resto, de raíz centroeuropea.
En esta historia, ¿qué papel juega la declaración Nostra Aetate?
—En los últimos años se han multiplicado los documentos de la Iglesia a este respecto. Hay que reconocer que ha habido siglos de desencuentro y eso ha llevado a incomprensiones, malos entendidos, etc.
En los últimos años se ha avanzado mucho. En este sentido, la aportación del Concilio Vaticano II y, especialmente, de la declaración Nostra Aetate, ha sido fundamental. Esto se debe, a mi juicio, a tres personas: san Juan XXIII, Jules Isaac y el cardenal Agustín Bea SJ.
Después de este encuentro de Seelisberg, Jules Isaac pidió una entrevista con san Juan XXIII. En aquella entrevista le manifiesta su pena porque, si bien no encontraba en los evangelios ningún punto antisemita, se preguntaba de dónde venía la histórica animadversión al pueblo judío. En esa conversación, Isaac le pregunta al Papa: “Santidad, ¿puedo llevarle esperanza a mi pueblo?”, a lo que Juan XXIII le contestó: “Ustedes tienen derecho a algo más que una esperanza”. Tras aquella entrevista, el Papa encomendó al cardenal Agustín Bea la preparación de lo que luego sería la declaración Nostra Aetate. Esta declaración tuvo muchísima controversia: para algunos sectores de la Iglesia se quedaba corta, y para otros era excesiva. También hubo incomprensiones por parte de las otras confesiones. Al final Nostra Aetate salió adelante y ese fue el comienzo del cambio. No sólo por la parte de los católicos, sino, en el caso de la comunidad judía, de cómo nos veían a los cristianos.
¿Ha habido también un cambio de mentalidad por parte de la comunidad judía?
—Hay que tener en cuenta que para los judíos, los cristianos hemos sido considerados muchas veces como una especia de secta, una herejía del judaísmo.
En los últimos años se han dado pasos significativos. Por ejemplo, en los últimos documentos los judíos reconocen que los cristianos somos parte del plan infinito de Dios. No sólo eso, sino que, en cierto modo, seguimos caminos paralelos y que cuando Dios quiera nos encontraremos. Mientas tanto, hemos de trabajar y dialogar en todo lo que nos une. Esto es muy importante.
Realmente es paradójico, pero lo que más nos une a nuestros hermanos mayores en la fe es también lo que más nos separa: la figura de Cristo. Jesús era judío, su Madre era judía, los apóstoles eran judíos… La gran diferencia es que para nosotros es el Mesías y para ellos es un gran rabino. En este punto, muchas veces me remito al nombre de la revista del centro, El Olivo. Esta revista debe su nombre a esas palabras del capítulo 11 de la carta a los Romanos: “Si la raíz es santa, también lo son las ramas. Por otra parte, si algunas de las ramas fueron desgajadas, mientras que tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de la savia del olivo”. Los judíos son el tronco, y si nosotros somos santos es porque ellos son santos también. Muchas veces, dentro de los propios cristianos apreciamos que existe una visión lejana del pueblo judío. Creo que es más una falta de interés que otra cosa. Sin embargo, gracias a Dios vemos que esto va cambiando y hay más apertura. Pero hace falta mucho más.
Ahora que se han cumplido 50 años, ¿qué perspectiva de futuro tiene el Centro?
—Pienso que este Centro es una cosa que Dios quiere, así que Él sabrá qué hacer para el futuro. Hemos pasado, y pasamos aún, por multitud de peripecias. Todas las mañanas, cuando llego al Centro, voy a la capilla que tenemos aquí y le digo al Señor “Esto es tuyo, ¡a ver qué haces!”. Pienso que es eso, una obra de Dios. Nosotros trabajamos para su pueblo y por su pueblo, y los que sentimos este cariño lo vemos así.
En el Centro casi todos somos voluntarios, incluso el magnífico cuadro de profesores de nuestras conferencias lo hace de manera voluntaria. Cuando las Hermanas de Sion llegaron a España y reunieron a un grupo de intelectuales, políticos, etc. el punto clave era que amaran a al pueblo judío y quisieran difundir su cultura, y eso es lo que seguimos haciendo. Además de los ciclos de conferencias sobre diversos temas relacionados con el judaísmo y el cristianismo tenemos cursos de hebreo, abiertos a todo el mundo. La mayoría de las personas que vienen aquí son mayores, porque tienen más tiempo y tienen inquietud por conocer cuestiones sobre la historia del pueblo judío o la relación con los cristianos. Nos gustaría que vinieran más personas jóvenes pero, con el tiempo tan justo que tienen, es difícil. Además tenemos una biblioteca muy buena, abierta a estudiosos y profesores, sobre todo lo relacionado con el mundo judío y también cristiano.
¿Cómo definiría la relación actual con la comunidad judía?
—Excelente. Gracias a Dios, tenemos una relación de fraternidad. Hay una cooperación constante entre nosotros y hay que destacar que nos ayudan de muy diversas maneras: tanto para mantener este Centro, como para colaborar muchas veces en obras de caridad de la Iglesia, por ejemplo, en campañas de Cáritas o recogidas de alimentos. Algunos de los momentos más entrañables se dan cuando nos acompañamos mutuamente en fiestas señaladas. Celebramos con ellos fiestas como Yom Kipur o Purim y ellos vienen el 20 de enero, que es la fiesta anual de nuestro centro. Hay que tener en cuenta que, además, muchos de los judíos que viven en España han ido a colegios o universidades católicas y nuestras fiestas les son muy cercanas.
Miles de personas visitan los restos mortales de Benedicto XVI
Miles de personas hacen cola estos días para dar su último adiós al Papa emérito. El protocolo vaticano trabaja para un funeral inédito que estará presidido por el Papa Francisco.
Stefano Grossi Gondi·2 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 7minutos
Está siendo una intensa jornada el primero de los días en los que ha sido posible dar un último homenaje y oración a Benedicto XVI en la Basílica Vaticana.
El traslado de los restos mortales de Benedicto XVI a la basílica de San Pedro tuvo lugar a las 7.00 horas de esta mañana, y la llegada a la Basílica fué a las 7.15 horas. El breve rito estuvo presidido por el Card. Gambetti, que duró hasta las 7:40.
A continuación se completó la preparación de la Basílica para la llegada de los fieles que visitaron al Papa emérito. Desde el principio, a las 9 de la mañana, momento en el que se abrió la Basílica, y durante todo este lunes, ha estado siempre presente una sensación de calma en las colas, sin muchos selfies, con recogimiento.
Las primeras imágenes de los restos mortales de Benedicto XVI han suscitado algunos comentarios entre los fieles y peregrinos. Cuando Juan Pablo II murió en 2005, no llevaba mitra ni báculo cuando descansaba en su capilla privada. Mientras que sí las llevaba Benedicto.
Una de las grandes dudas de un hecho inédito como la muerte de un pontífice emérito era el rito funerario y el protocolo que se establecería.
La vestimenta aporta algunas pistas, ya que Benedicto XVI ha sido ataviado de rojo papal, pero sin el palio: el ornamento que se coloca al cuello y que indica el poder ejercido en el momento de su muerte. La ausencia de dicha pieza señala que el alemán, justamente, estaba retirado. Benedicto XVI ha sido revestido con las vestiduras pontificias de color rojo, que es el color reservado a los pontífices. Lleva una casulla solemne roja y una mitra con bordes dorados.
Como renunció a ser pontífice, tampoco lleva la «cruz pastoral», el bastón rematado con una cruz que tiene un significado paralelo al del palio. Tampoco lleva zapatos de color burdeos, que en la tradición papal evocan la sangre derramada por los mártires siguiendo los pasos de Cristo.
Además, Benedicto tiene un rosario entrelazado en las manos. Está apoyado en un catafalco cubierto por una tela de terciopelo rojo y sostenido por dos almohadillas pardas. A su lado hay un cirio encendido. Un dato interesante: el Papa emérito Benedicto yace en el altar con la casulla que llevó en la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney 2008.
Desde el principio de la mañana ha estado presente junto al túmulo el Arzobispo Ganswein, secretario personal del Papa Benedicto, que ha recibido el pésame de numerosas personalidades durante toda la jornada, comenzando por Matarella, Presidente de la República Italiana y la Primera Ministra, Giorgia Meloni.
Largas colas en la plaza de San Pedro para despedir a Benedicto XVI
Durante todo el día ha habido largas colas en la plaza de San Pedro para despedir a Benedicto XVI Los que entran y salen se entrecruzan y empiezan los preparativos para el funeral del jueves. Nos encontramos además, en una situación muy especial, ya que no vivimos lo que se pudo experimentar cuando falleció Juan Pablo II, para reinante. Benedicto XVI lleva 10 años retirado, pero la plaza de San Pedro vuelve a recobrar vida y vida joven. Hemos podido ver a muchos peregrinos jóvenes, para los que Benedicto XVI era, es y seguirá siendo una referencia en su vida cristiana. Estamos ante un papa que creía profundamente en el poder de la Verdad, que amaba la Verdad, que ha muerto amando la Verdad en sus labios.
Empezamos a contar con muchas reacciones tras la desaparición del primer «papa emérito» de la historia, un Papa que ha producido una ingente tarea doctrinal: 3 encíclicas, 275 cartas, 125 constituciones apostólicas, 4 exhortaciones apostólicas, 67 cartas apostólicas, 13 Motu proprios, 199 mensajes, 349 homilías, y unos 1500 discursos
Recogiendo las impresiones de los turistas y peregrinos es frecuente escuchar valoraciones como las de una familia italiana, originaria de Milán, que subrayan (una pareja de mediana edad) que Benedicto era sobre todo una persona afable, de una elocuencia sencilla y directa, típico de una persona extraordinariamente educada, con una rara habilidad para captar el corazón con un concepto y una idea».
No muy diferente es el recuerdo de don Lluís Clavell, ex rector de la de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y profesor de metafísica en la misma Universidad. «Vino a vernos dos veces. Una vez sólo para estar con nosotros y responder a nuestras preguntas. Y de sus respuestas, reflexivas se notaba que tenía una rara habilidad para escuchar. Para responder primero hay que escuchar bien. Ratzinger poseía ambas cualidades».
También hemos podido escuchar en la radio las declaraciones del cardenal Pell, que confirmaba: «Papa Ratzinger era un caballero cristiano. Un verdadero profesor alemán, un hombre de modales exquisitos, de alta cultura, un caballero de la vieja escuela, muy, muy educado.»
Otras personas en la Plaza decían, como la monja italiana Lucia: «Estoy aquí desde muy temprano. Le debia el saludarle en estos momentos, después de todo lo que ha hecho por la Iglesia». A su lado, miles de personas han hecho cola durante todo el dia para entrar en la Basílica. Se espera que unas 35.000 personas visiten cada día la capilla ardiente, que permanecerá abierta hasta el miércoles. Hoy se ha podido confirmar que han pasado por la Basílica 40.000 personas.
Los primeros fieles en entrar en la basílica han sido un grupo de sacerdotes de la India. La coincidencia de la muerte de Benedicto XVI con las vacaciones navideñas ha hecho que muchos de los curiosos fueran meros turistas. Como Jennifer K., una estadounidense que junto a varios amigos subrayaba la «suerte» de haber estado en Roma en estos días. “Me da pena la muerte de Benedicto XVI, pero para nosotros ha sido una gran carambola que nos coja en Roma, y aquí estamos». Otros, como un grupo de españoles unos metros más allá, aprovecharon su viaje de vacaciones para asistir a la exequias. “Nosotros lo hacemos por respeto a Benedicto, aunque la verdad no lo hemos conocido mucho”, apuntaba Luis Mesa, de 36 años.
Para otras personalidades, como Sor Alessandra Smerilli, secretaria de uno de los Dicasterios más importantes de la Santa Sede,el testamento del Papa Benedicto XVI recuerda sus orígenes humildes, la relación con su familia. Un testamento sencillo, sencilla su vida, siguió firme permaneciendo ante Dios momento a momento». Otros, como Gustavo Entrala, el comunicador español que ayudó a Benedicto a enviar su primer tweet, ha recordado online cómo él y su equipo metieron al Papa Benedicto XVI en las redes sociales. Hoy, @Pontifex es un éxito indiscutible. Y eso tuvo su origen con el Papa anterior, asesorado por el comunicador español.
Según el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, fue Benedicto XVI el primero que empezó a enfrentarse a «la cara oscura» de los abusos sexuales cometidos por clérigos, impulsando una serie de medidas que hoy constituyen el núcleo de la política de «tolerancia cero» de la Iglesia. Antes de su elección al papado, el entonces cardenal Joseph Ratzinger «desempeñó un papel decisivo en el largo proceso de actualización de la legislación y los procedimientos» para hacer frente a delitos graves como los abusos sexuales a menores, afirmó Scicluna. Tanto como prefecto del Vaticano como Papa, ha dicho Scicluna, Benedicto XVI lideró la reforma «en constante diálogo con los expertos canónicos» y promovió «la formación a todos los niveles». Durante sus ocho años como Papa, dijo Scicluna, Benedicto dedicó tiempo cada semana a revisar casos de sacerdotes abusadores que necesitaban decisiones.
Haciendo un rápido repaso a la herencia de Benedicto, que tantos recuerdan precisamente hoy, podríamos mencionar la “Fe y razón que se reencuentran de un modo nuevo”, también que durante su pontificado, repitió muchas veces que el hombre es capaz de la verdad y debe buscarla. Que ella necesita criterios para ser verificada y debe ir unida a la tolerancia real. La medida de verdad para los católicos es el Hijo de Dios. Con respecto al Vaticano II, siempre recordó “La hermenéutica de la reforma”. Luchó para que se entendiera realmente el sentido del Concilio Vaticano II, como una búsqueda de “síntesis de fidelidad y de dinamismo”. En el ámbito de la Nueva evangelización, insistió en “Redescubrir la alegría de creer”: para Benedicto, la nueva evangelización deberá encargarse de encontrar los caminos para hacer más eficaz el anuncio de la salvación, sin el cual la existencia personal permanece contradictoria y privada de lo esencial. pero también insistió con fuerza en la importancia de dialogar con todos. Aunque Benedicto XVI mostró siempre firme su defensa de la fe, procuró limar asperezas y tender puentes dentro y fuera de la Iglesia. Movido por un afán de unidad, intentó atraer a quienes por un motivo u otro se habían apartado de Roma.
Los preparativos para los funerales
Los preparativos para los funerales solemnes del Papa Benedicto XVI, previstos para el jueves 5, están en pleno apogeo. Los funerales de Joseph Ratzinger serán los de un Romano Pontífice, con los ritos y la veneración que la Iglesia siempre ha tributado al sucesor (Benedicto fue el 265º) del Apóstol Pedro.
Aunque el protocolo vaticano, habitualmente muy preciso y detallado para la despedida de un Papa, se encuentra por primera vez en sus dos mil años de historia registrando el funeral de un Pontífice celebrado por su sucesor, el Papa Francisco. Y así se está trabajando para redactar nuevas normas.
Pero, ¿qué son la Ultima Commendatio y la Valedictio, las bendiciones que preceden al entierro? La traducción del latín de la primera suena como «la última recomendación». Como prescribe el ritual litúrgico romano, al final de la liturgia de la palabra (es decir, las lecturas de pasajes de la Biblia y del Evangelio, acompañadas de himnos, la homilía, la profesión de fe y la oración universal o de los fieles) el celebrante con los concelebrantes rocía el féretro con agua bendita e incienso. A esto sigue una oración, que generalmente es: «Entregamos el cuerpo mortal de nuestro hermano (o hermana) a la tierra en espera de su resurrección; que el Señor reciba su alma en la gloriosa comunión de los santos; que abra los brazos de su misericordia, para que este hermano nuestro, redimido de la muerte, absuelto de toda culpa, reconciliado con el Padre y llevado sobre los hombros del buen Pastor, participe de la gloria eterna en el Reino de los Cielos».
La Valedictio, del saludo latino «Vale», que los romanos decían o escribían al saludarse y que equivale a nuestro «Hasta luego» con el añadido de un deseo de salud y paz, representa el último adiós al difunto. La más utilizada es «Venid, santos de Dios, daos prisa, ángeles del Señor». Recibe su alma y preséntala en el trono del Altísimo. Que Cristo, que os ha llamado, os reciba, y los ángeles os conduzcan con Abraham al paraíso. Recibe su alma y preséntala en el trono del Altísimo. Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para él la luz perpetua. Recibe su alma y preséntala en el trono del Altísimo’.
A continuación, el féretro es llevado al lugar de inhumación, que para el Papa Ratzinger debería ser, según su petición, el lóculo de las Grutas Vaticanas donde se depositó el cuerpo de Juan Pablo II antes de ser trasladado a la parte superior de la Basílica.
El 2022 de Amigos de Monkole: más de 400.000 euros en 11 proyectos
Desde su fundación, hace 12 años, Amigos de Monkole ya ha prestado ayuda a más de mil mujeres embarazadas del Centro Hospitalario Monkole, ubicado en uno de los barrios más pobres de Kinshasa (R. D. del Congo).
La Fundación Amigos de Monkole, ha logrado financiar con más de 400.000 euros sus 11 proyectos solidarios en la República Democrática del Congo, “lo que supone una cifra récord, alrededor de un 40% más que en 2021, gracias a nuestros donantes y a las ayudas recibidas de diversas instituciones y organismos públicos y privados”, como ha explicado Enrique Barrio, presidente de la fundación. Más de 35.000 personas, especialmente mujeres y niños, se han beneficiado, de manera directa o indirecta, gracias a estos proyectos.
Los proyectos a los que se ha destinado el dinero han abracado desde Operaciones de raquitismo en niños (20.000 euros), intervenciones de prótesis de cadera (18.290,5 euros), Forfait Mamá, ayudas en el parto a 107 madres (29.000 euros), Neonatología (39.200 euros, incluyendo una ayuda de 20.000 euros de la Fundación Ordesa), hasta el Proyecto Elikia: cribado de cáncer de útero (29.700 euros).
Otros proyectos son el Proyecto dental con el apoyo el colegio de dentistas de Asturias (5.600 euros), Escuela de Enfermería (90.000 euros), Formación en África con médicos de Europa (10.605,89 euros), rehabilitación de la antena sanitaria Kimbondo (6.000 euros, con la ayuda de la Junta de Castilla y León), envío de lavadoras y planchadoras industriales (50.251,27 euros, con la ayuda de la Junta de Castilla y León), Pozo sanitario en Niangara (17.800 euros), producción de oxígeno (30.700 euros), creación de Cantinas Populares para la nutrición infantil (7.000 euros junto con la Fundación Roviralta, el fondo María Felicidad Jiménez Ferrer y Moneytrans), campaña lucha con el VIH (48.531,78 euros con el Ayuntamiento de Valladolid). En total, la ayuda enviada suma un total de 402.679,44 euros.
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El cuerpo de Benedicto XVI ha sido traslado a la basílica de san Pedro para recibir el último adiós de los fieles. El funeral será oficiado por el Papa Francisco el 5 de enero.
Benedicto XVI. Un funeral con sólo 2 delegaciones oficiales
Rome Reports·2 de enero de 2023·Tiempo de lectura: < 1minuto
El Vaticano se preparar para el funeral de Benedicto XVI. El cuerpo del Pontífice emérito se puede visitar, desde la mañana del 2 de enero, en la basílica de San Pedro.
El jueves 5 de enero a las 9:30 de la mañana, el Papa Francisco oficiará su funeral en el que solo habrá dos delegaciones oficiales. Por un lado la de Italia y, por otro, la de Alemania, por ser el país de origen de Benedicto XVI.
El Vaticano confirmó que sus restos descansarán en la cripta de los papas, cerca de la tumba de San Pedro.
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El "Clavigero Vaticano", heredero del antiguo Mariscal del Cónclave, posee 2.798 llaves, con las que acceder a los lugares más inaccesibles de los Museos Vaticanos.
Antonino Piccione·2 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 5minutos
Esta es la historia de Gianni Crea, el «Clavigero Vaticano«, uno de los custodios autorizados a utilizar las 2.797 llaves que abren y cierran los tesoros pontificios, es decir, los Museos Vaticanos, nada menos que once colecciones diferentes expuestas al público más allá de la Muralla Leonina, en la Ciudad del Vaticano. La Capilla Sixtina, las Estancias y la Logia de Rafael, los mármoles romanos, los museos Gregoriano Egipcio y Etrusco, la Galería de los Tapices, la Galería de los Candelabros, la Galería de los Mapas, el Apartamento Borgia y el Apartamento de San Pío V, y se podría seguir y seguir.
No hay lugar en el mundo tan rico en arte, genio, gusto y fe. Un viaje exclusivo que golpea el corazón y la mente, nadie puede permanecer indiferente, nadie se siente excluido, es el milagro secular del gran arte. Paolo Ondarza lo contaba el 13 de diciembre en Vatican News.
La ruta del clavigero
Cada día abre y cierra las puertas de los siete kilómetros del recorrido expositivo de los Museos Vaticanos. Son poco más de las 5 de la mañana cuando todo empieza. Frente al bistró que dentro de unas horas acogerá a visitantes de todo el mundo, el clavigero abre una puerta: conduce al búnker que guarda, protegidas por un sistema de climatización diseñado para evitar la oxidación, las 2798 llaves que abren los 11 sectores de los Museos. Semanalmente se prueban, una a una, para comprobar el funcionamiento de las cerraduras y cerciorarse de su integridad.
«Hay tres llaves más importantes que las demás: la número ‘1’ abre la puerta monumental a la salida de los Museos Vaticanos; la ‘401’ pesa cerca de medio kilo, fue forjada en 1700 y es la más antigua y abre la puerta de entrada del Museo Pio Clementino, primer núcleo de los Museos Vaticanos; y por último la más preciada, la llave sin número, forjada en 1870, abre la puerta de la Capilla Sixtina, sede del Cónclave desde 1492», explica Gianni Crea, clavigero desde 1999. La llave sin número se guarda dentro de una caja fuerte en un sobre sellado por la dirección del Museo Vaticano. Cada mañana, el ritual con el que se extrae evoca la fascinación de siglos lejanos y el vínculo histórico entre los clavigeros -en plural porque hoy son once los que realizan este servicio- y el antiguo Mariscal del Cónclave y Custodio de la Santa Iglesia Romana: aquel a quien hasta 1966 se encomendó la tarea de sellar todos los accesos al sacellum cuando los cardenales se reunían para elegir al Papa.
El clavigero comienza al amanecer, en soledad, la ruta que repetirá al atardecer. Abre, una tras otra, las quinientas puertas y ventanas de todo el itinerario para visitar las colecciones papales, recorriendo cinco siglos de historia en aproximadamente una hora. Abre la pesada verja del Museo Pio Clementino. Atraviesa el núcleo más antiguo de la colección vaticana, pasando por la Biblioteca hasta las Estancias de Rafael. Conoce todos los secretos de los Museos Vaticanos, como los rudimentarios sismógrafos, ocultos en las paredes de la Sala de la Inmaculada Concepción pintada en el siglo XIX por Francesco Podesti: se utilizaban para controlar la estabilidad del edificio tras cualquier temblor sísmico.
El haz de luz de la linterna con la que inspecciona cada sala en la oscuridad saca de la penumbra la belleza inmortal de frescos y esculturas, revelando secretos y detalles que el ojo apenas puede captar a plena luz del día, cuando el museo está abarrotado.
A lo largo del antiguo corredor de los Mapas, la insólita representación invertida de Sicilia y Calabria interroga a la mirada. Se representan así porque se observan desde Roma en dos de los 40 mapas gigantes que recorren 120 metros a lo largo de la mayor representación topográfica jamás realizada de Italia, de norte a sur, con extremo detalle. Fue encargado por Gregorio XIII Boncompagni a los mejores paisajistas del siglo XVI. Dejando atrás puertas y portones abiertos, el paso del clavigero evoca por un momento el histórico «salto de gigante para la humanidad» del 20 de julio de 1969. De hecho, en las galerías inferiores se exponen fragmentos de rocas lunares de la expedición Apolo 11, donadas por el presidente estadounidense Richard Nixon, junto con la bandera del Estado de la Ciudad del Vaticano llevada al espacio por los astronautas en aquella memorable fecha.
Todo tipo de llaves
Llaves antiguas y modernas, de hierro o aluminio, forjadas a mano, desgastadas por el tiempo, hoy incluso electrónicas, las llaves abren también estancias inaccesibles al público, que el guardián tiene el deber de inspeccionar a diario: almacenes subterráneos que custodian, envueltos en el misterio, retratos anónimos de época romana cuya mirada interroga a quien se cruza con ellos; almacenes y desvanes en cuyas paredes antiguos custodios han dejado a lo largo de los siglos huellas de su paso con grafitis e inscripciones a lápiz.
Son cerca de las 7 de la mañana. La última puerta que se abre es la más esperada. De madera, con mango de latón en forma de «S». «S» de «secreto», que significa reservado, cerrado; es la sala donde tiene lugar el escrutinio y la elección del Sucesor de Pedro: la Capilla Sixtina.
El guardián de las puertas
«Ser clavigero es una tarea que casi te da la sensación de custodiar la historia. Con motivo de la elección del Papa, 12 llaves permiten al clavigero cerrar toda la zona que rodea la Capilla Sixtina. Inmediatamente después, observando escrupulosamente un antiguo protocolo, le corresponde seguir, junto con las autoridades competentes, el trabajo del cerrajero que coloca los sellos para guardar el secreto de todo lo que ocurre en el interior de la capilla más famosa del mundo; después, el clavigero deposita las llaves en una caja metálica: permanecerá bajo custodia de la Gendarmería hasta que se haya elegido al nuevo Papa».
Hasta el pontificado de san Juan Pablo II, los cardenales, una vez que entraban en el Cónclave, sólo podían abandonar los alrededores de la Capilla Sixtina cuando se había producido la elección: eran alojados, en estado de reclusión, en el interior de diversas salas de los Palacios Vaticanos, adaptadas como dormitorios para la ocasión. Inmediatamente después del «extra omnes», era deber del Mariscal del Cónclave asegurarse de que todas las puertas, ventanas y mirillas de la zona donde se alojaban los cardenales estuvieran bien cerradas. Al final del control, este agente de seguridad colocaba las llaves dentro de una bolsa roja. Aquí permanecían hasta la fumata blanca.
Siendo un laico perteneciente a la aristocracia romana, el Mariscal del Cónclave desempeñó un papel clave durante la sede vacante. Inicialmente fue la Casa romana de Savelli la que ostentó el título, heredado desde 1712 hasta su supresión bajo Pablo VI por el hijo mayor de la Casa de Chigi. De hecho, la bandera del Mariscal lleva el escudo de armas de la familia noble de origen sienés junto con el símbolo del camarlengo y las dos llaves, no cruzadas como en los escudos papales, sino separadas y colgando lateralmente.
La Capilla Sixtina es el lugar donde termina la ruta clavigera, que desde 2017 se puede realizar con cita previa. «Cuando empecé en 1999», dice Gianni Crea, «éramos tres, pero tuve que esperar tres años para poder abrir la Capilla Sixtina. Imaginé ese momento durante mucho tiempo y la emoción sigue siendo indescriptible: cada día me cuesta creer que tenga el honor de abrir el centro del cristianismo a visitantes de todo el mundo».
En las paredes pintadas al fresco por artistas del siglo XV, un cuadro de Pietro Perugino, maestro de Rafael, llama la atención por su alto valor semántico y simbólico. Representa la «Entrega de las llaves a San Pedro». Uno está dorado y vuelto hacia Cristo, el otro plateado: recuerdan respectivamente el poder sobre el Reino de los Cielos y la autoridad espiritual del papado en la tierra.
«A ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos»: éste es el mandato de Jesús al apóstol Pedro, el «clavigero del cielo».
La sabiduría de los Magos. Solemnidad de la Epifanía del Señor (A)
Joseph Evans comenta las lecturas de Solemnidad de la Epifanía del Señor (A) y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo.
Joseph Evans·2 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2minutos
Los Reyes Magos vieron una estrella extraordinaria, que iluminaba el cielo de sus tierras orientales. Conocían los escritos proféticos de Israel que anunciaban el nacimiento de un gran Mesías, de un Rey Salvador, y vieron este presagio como una señal de que ese rey había nacido. Inspirados por el Espíritu Santo, salieron a adorarle. Y así, como señaló el Papa Benedicto XVI, fueron guiados a Jesús por la estrella y por los libros sagrados de Israel, o, en otras palabras, por la creación y por la palabra de Dios. Hicieron uso de lo que Dios les había enviado. La estrella no era una señal inequívoca. Su movimiento invitaba a seguirla, pero no era un mensaje explícito. No se dio a los Magos una explicación completa ni un mapa claro. Asimismo, su conocimiento de las Escrituras habría sido limitado. Como hemos dicho, habrían oído hablar de las profecías del Mesías, pero probablemente no tenían sus propias copias de ellas. Habían oído y estaban dispuestos a escuchar; para quienes tienen el corazón abierto, es suficiente incluso un poco de información.
Los Reyes Magos eran sabios precisamente porque hacían uso de lo que Dios les daba. No se quejaron de que Dios no les diera instrucciones más explícitas, de que el plan fuera tan desconocido y tan incierto. La sabiduría consiste en hacer buen uso de lo que tenemos, por poco que sea, y en luchar contra las ilusiones de tener más, o algo diferente.
Los expertos de Jerusalén, los sumos sacerdotes y los escribas tenían muchos más conocimientos que los Magos. Pero los Magos eran sabios, y los expertos no. Éstos conocían la teoría, pero su conocimiento más perfecto no les llevó a actuar. Pudieron decirle a Herodes que el Mesías iba a nacer: “En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá; pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel’”. Pero, fuera por indiferencia o por miedo al rey, no oímos que ninguno de ellos siguiera la estrella.
La sabiduría es versátil y dispuesta a seguir en la oscuridad, como los Reyes Magos siguieron la estrella en la noche. Pero siempre hay una estrella en esa oscuridad, ya sea nuestra conciencia, la enseñanza de la Iglesia o el consejo de un sacerdote sabio o de un amigo.
Siguiendo la estrella, al final de su viaje encontraron al que es la luz del mundo. Todas las verdades parciales, si las seguimos con sinceridad, conducen a la plenitud de la verdad, que es Jesucristo mismo, aunque esa verdad venga “envuelta” en pobreza y debilidad. Presentaron sus dones y les fue indicado que regresaran a su tierra “por otro camino” a salvo de Herodes. La generosa disposición de buscar la verdad acaba conduciendo a Dios, y Él nos muestra un camino seguro para seguirle en la vida ordinaria, “en nuestra propia tierra”.
La homilía sobre las lecturas de Solemnidad de la Epifanía del Señor (A)
El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.
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