Al contemplar las diversas esculturas, pinturas o elementos arquitectónicos presentes en los diferentes templos, a menudo topamos con elementos de origen bíblico cuya significación se relaciona de manera directa con la escena o el personaje representado, formando parte de una iconografía que comunica visualmente el mensaje teológico.
Algunas son más conocidas, como la imagen del cordero o la serpiente pisada por el pie de la Virgen María, pero existen otros elementos, que aparecen con frecuencia en la iconografía popular cuyo significado o referencia es, en ocasiones, desconocido para muchos de los fieles.
Cordero
La figura del cordero es un elemento bíblico referido a Jesús. Así como en la antigua Alianza, el sacrificio del cordero era ofrecido en expiación de los pecados, con la nueva Alianza, Jesús, el Cordero de Dios, borra con su muerte los pecados del mundo.
En la narración del Éxodo 12, la sangre del cordero sobre las puertas de las casas de los hebreos les liberó de la plaga sobre los egipcios; la sangre de Cristo, derramada en su Pasión y muerte, saca a los hombres del pecado y los limpia: “Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero” (Ap 7, 14).
Jeremías e Isaías ya utilizan la imagen del cordero para referirse al Mesías: “Yo, como manso cordero, era llevado al matadero” (Jer 11, 19) y “como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador” (Is 53, 7).
La figura del cordero tomará su poder mayor en el Apocalipsis con la presencia del cordero apocalíptico: “Vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra” (Ap 5, 6-7).
La iconografía cristiana ha tomado estas dos imágenes del cordero: el eucarístico que derrama su sangre, mansamente, por los pecados del mundo; y el poderoso cordero del último libro ante quien se postran los reyes de la tierra y que vence al dragón diabólico.
Árbol de Jesé, genealogía de Jesús
El Árbol de Jesé se refiere a la genealogía de Jesús, que se encuentra detallada en los Evangelios de Mateo y Lucas en el Nuevo Testamento. La primera genealogía traza la ascendencia de Jesús desde el rey David hasta José, su padre terrenal y la segunda se remonta hacia Dios mismo
La importancia de la genealogía era clave en el pueblo judío pues establecían la legitimidad y el cumplimiento de las profecías mesiánicas en Jesús, señalan los estudiosos. Al demostrar su conexión con figuras clave del Antiguo Testamento, se subraya que Jesús es el esperado Mesías prometido a Israel.
Una de las representaciones más hermosas de este Árbol de Jesé se encuentra en el retablo de la capilla de Santa Ana de la Catedral de Burgos, obra de Gil de Siloe, cuyo tema iconográfico central representa el origen genealógico de la Virgen a través del Árbol de Jesé.
Profetas, reyes y sacerdotes
En 1997, san Juan Pablo II dedicó una de sus audiencias al tema “Cristo en la historia de la humanidad que lo precedió”. Las palabras del Papa polaco suponen una guía práctica para identificar, en los antepasados de Cristo, las características clave de su naturaleza mesiánica.
El pontífice citaba a Abraham, Jacob, Moisés y David, figuras que se repiten en las distintas representaciones artísticas de la vida de Cristo: Abraham que se alegra por el nacimiento de Isaac y por su renacimiento después del sacrificio era una alegría mesiánica: anunciaba y prefiguraba la alegría definitiva que ofrecería el Salvador. Moisés como liberador y, sobre todo, David, como rey. Son algunas de las imágenes que se repiten en cuadros y esculturas referidas directamente a Cristo.
Una de las referencias cruzadas más originales es la de la figura de los Magos de Oriente y la reina de Saba y Salomón. Así como los magos fueron a adorar al Señor gracias a su conocimiento, la reina de Saba visita a Salomón para acceder a la sabiduría del hijo de David.
Esta simbología puede verse, por ejemplo, en el Tríptico de La Adoración de los Magos, pintado por El Bosco en 1494, en el que la escena de la reina de Saba se materializa en la capa de Gaspar.
La inclusión de estos personajes como figuras secundarias de retablos o en las bases de custodias sacramentales fue una constante en el Barroco, tanto en Europa como en Latinoamérica, creando una linea visual de continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
La calavera de Adán
Con mucha frecuencia, en las representaciones de Cristo crucificado aparece, a los pies del madero, una calavera.
Algunos ejemplos notorios los podemos ver en La Crucifixión de Andrea Mantegna o de Giotto, El Calvario de Luís Tristán, o el espléndido Cristo crucificado tallado en marfil de Claudio Beissonat.
La presencia de esta calavera y algunos huesos a los pies de la Cruz apunta al hecho de que, según la tradición, los restos de Adán reposarían en el mismo lugar donde fue crucificado Jesús.
De este modo, Cristo, con su muerte y resurrección supera la muerte de Adán y paga el rescate del alma del hombre caído. No en vano, la capilla que se encuentra bajo el Calvario, en la basílica del Santo Sepulcro, se llama así, Capilla de Adán.
Esta simbología de la calavera de Adán aparece, en no pocas ocasiones, unida a la representación arbórea de la cruz, haciendo referencia directa al madero en el que fue clavado Jesucristo.
Expulsión del paraíso y el jardín
La expulsión de Adán y Eva del paraíso narrada en el tercer capítulo del Génesis es una de las imágenes constantes en la iconografía cristiana. Aparecen relacionados en el misterio de la Salvación en diferentes etapas.
Una de las relaciones más interesantes es la inclusión de Adán y Eva en la representación de la Anunciación a la Virgen, de la que tenemos un ejemplo paradigmático, en la delicada y detallista obra de Fra Angélico sobre este particular. La desobediencia de Adán y Eva se contrapone a la obediencia total de la Virgen en su “Hágase en mi”.
Adán y Eva son expulsados de un jardín puro en el que brotaba la vida: el jardín que prefigura el seno virginal de María donde nace la Vida que es Cristo y del que Cantar de los Cantares se hace eco también: “Eres huerto cerrado, hermana mía, esposa; manantial cerrado, fuente sellada”. María, como Puerta del Cielo, vuelve a abrir al hombre el Paraíso al dar a luz al Salvador.
Serpiente pisada
Es una de las imágenes de simbología mariana más populares: el pie de la Virgen aplastando a una serpiente / dragón.
La imagen tiene su origen en el Génesis 3, 15: “Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón”.
Esta imagen se encuentra especialmente ligada a las representaciones de la Inmaculada Virgen María ya que ella es “la Mujer” por antonomasia.
La alegoría de la serpiente bajo el pie de la Virgen puede contemplarse, por ejemplo, en la imagen que corona la Colonna dell’Immacolata en Roma así como en la mayor parte de las representaciones pictóricas y escultóricas de la Inmaculada Concepción.
La cierva
La cierva es uno de los animales que aparece en el Antiguo Testamento, íntimamente relacionada con el estado del alma del ser humano con Dios.
“Como busca la cierva corrientes de agua” (Sal 42, 2), este salmo fue inspiración, especialmente en los primeros siglos del cristianismo, como imagen del cristiano catecúmeno que se preparaba a recibir sus sacramentos, el agua viva.
La imagen de la cierva en ornamentos y objetos de culto, especialmente ligados a la Eucaristía, como cálices y textiles e incluso como molde para hostias eucarísticas sel tipo del hallado en Túnez y que data del siglo VI.