Cultura

Hannah Arendt y la nostalgia de Dios

El atractivo de la figura y el pensamiento de Hannah Arendt es más grande cada día que pasa. No habla de Dios, pero sus lectores podemos quizá reconocer la nostalgia de Dios en su valiente defensa del ser humano y de su razón.

Carmen Camey y Jaime Nubiola·27 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Hannah Arendt es una mujer difícil de encasillar. Aunque de origen judío, no era religiosa ni creía en Dios a la manera tradicional. Se autodenominó agnóstica en varias ocasiones y, sin embargo, Hannah Arendt era una mujer de fe. Pasó la mayor parte de su vida intentando que sus contemporáneos la recuperaran: la fe en la razón, la fe en la humanidad, la fe en el mundo. Hay dos elementos persistentes a lo largo de su vida y de su obra: la confianza y el pensamiento. Estos se alimentan mutuamente: Arendt confiaba en el pensamiento y cuanto más pensaba, más aumentaba su confianza en él.

La persona

Hannah Arendt había nacido en octubre de 1906 en un pueblo cercano a Hannover. Estudia en Marburgo, donde conoce a Martin Heidegger, se traslada a Friburgo para estudiar con Husserl y finalmente se doctora en Heidelberg en 1929 con una tesis sobre El concepto de amor en San Agustín, dirigida por Karl Jaspers. Desarrolla una amplia actividad política en estos años y ante la persecución de los judíos decide emigrar a los Estados Unidos, donde se instala a partir de 1941 con su segundo esposo Heinrich Blücher. En los Estados Unidos trabajó como periodista y como profesora de ciencia política en varias universidades. Reflexionó mucho sobre su experiencia vital en Alemania y en Estados Unidos. En 1951 obtendrá la nacionalidad estadounidense, después de años de apátrida por habérsele retirado la nacionalidad en Alemania.

En 1961 fue enviada como reportera por The New Yorker a Jerusalén para dar cuenta del juicio de Adolf Eichmann, el alto mando nazi detenido en Argentina y llevado a Israel. El resultado de aquella experiencia fue su libro Eichmann en Jerusalén que tan controvertido resultó y resulta todavía. Arendt propone una tesis para intentar comprender cómo hombres y mujeres aparentemente normales pudieron prestarse a las atrocidades cometidas durante la Alemania nazi. Sostenía que el mal de un hombre como Adolf Eichmann, un ejemplo de hombre cualquiera, no era un mal calculado, sádico o ideológico, sino que, al contrario, era un mal banal, superficial, resultado no del exceso de pensamiento, sino precisamente de su ausencia.

A juicio de Arendt, fue la incapacidad personal de dar una respuesta reflexionada a una situación moral conflictiva lo que llevó a estas personas a convertirse en asesinos y en colaboradores del mal. Este intento de arrojar luz sobre lo que ocurrió entre 1940-1945 le valió duras críticas por “defender a un nazi y traicionar a su propio pueblo”. Lo que muchos no entendieron fue que, durante el juicio de Eichmann, la filósofa alemana no intentó defender a un demonio, sino defender a la humanidad.

Las razones del mal

La situación intelectual y general en la que Hannah Arendt desarrolla su tesis de la banalidad del mal era de desconfianza ante el mundo y ante el hombre mismo. Los hombres desconfiaban de la razón porque creían que esta había llevado a tan inmensos desastres: era la razón la que había construido las cámaras de gas y las armas nucleares. Lo que Arendt logra es precisamente refutar esta idea al afirmar que el mal no tiene profundidad, que el mal –de ordinario– no proviene del cálculo, sino precisamente de la falta de reflexión, de la superficialidad.

Arendt recupera la confianza en el hombre como un ser que puede hacer el mal sin por ello ser pura maldad; en su comprensión del hombre queda espacio abierto a la redención, a la esperanza de que cuando el hombre se comporta como tal, no se convierte en un demonio. Somos capaces de hacer el mal, pero no es el pensamiento lo que nos lleva al mal, no son nuestras cualidades más humanas, sino más bien el no usarlas plenamente, lo que puede llevarnos a cometer crímenes horribles.

Pensar lleva a plantearnos las cuestiones últimas. Estos mismos principios son los que invocamos cuando tenemos dudas en nuestro actuar, cuando estamos en una encrucijada moral y necesitamos una guía. El problema surge cuando estos principios no existen, cuando la renuncia a pensar los ha convertido en clichés vacíos que se caen ante el más mínimo asomo de presión y no nos permiten ser capaces de dar una respuesta razonada y personal a los problemas.

Fe en el hombre, fe en Dios

Este deseo de sacralidad, de una fe más grande en el hombre y en sus capacidades, se transparenta en todas las obras de Hannah Arendt, en las que todos los grandes ideales humanos son reverenciables. Alfred Kazin explica que leer a Arendt le evoca un mundo al que debemos todos nuestros conceptos de la grandeza humana. Sin Dios no sabemos quiénes somos, no sabemos quién es el hombre. Esto es lo que la filosofía de Arendt parece insinuar: su confianza y su gratitud por el regalo de ser. Su fe en la justicia, en la verdad, en todo lo que hace grande y bueno al hombre la convirtió en una incomprendida que se alejaba de las convenciones de un mundo que reducía la grandeza y el misterio del hombre. Arendt está muy lejos del nihilismo y de la frustración a los que muchos llegaron después de ser testigos de los sucesos del siglo pasado, pues no pierde la esperanza y su búsqueda de la verdad evoca algunas rendijas por las que se abre a una realidad trascendente, a un misterio inabarcable, a Dios.

Arendt muestra una visión abierta a una realidad trascendente porque no tiene una fe ciega en el ser humano; es perfectamente consciente de lo que el hombre es capaz de hacer, no cierra los ojos a la maldad humana. Sin embargo, esto no es motivo de desesperanza pues su fe no es solo en el hombre mismo, sino en lo que hace grande al hombre. Es consciente de que cuando el hombre sólo cree en sí mismo se frustra, no es capaz de ser hombre en plenitud. Esto se ve plasmado, por ejemplo, en la conversación que mantuvo Hannah Arendt una noche con Golda Meir. Esta le dijo: “Siendo yo socialista, naturalmente no creo en Dios. Creo en el pueblo judío”. Y Arendt explicará: “Me quedé sin respuesta… Pero podía haberle dicho: la grandeza de este pueblo brilló en una época en que creía en Dios y creía en Él de tal manera que su amor y su confianza hacia Él eran mayores que su temor. ¿Y ahora este pueblo solo cree en sí mismo? ¿Qué bien puede derivarse de ello?”. Precisamente, la visión de Arendt es esperanzadora porque no confía solo en sus propias capacidades, sino en algo que está más allá del ser humano, deja espacio al misterio, a esa impredecibilidad (unpredictability) de la que tanto le gusta hablar. El verdadero mal, para el hombre, es renunciar a ser hombre, es hacerse superfluo como ser humano y esto ocurre cuando el hombre sólo confía en sí mismo.

Lo que Arendt hace en sus escritos es preparar el terreno para que quepa Dios. En un mundo donde el hombre es malo y su razón también lo es, Dios no puede existir. Dios existe cuando el ser humano se comprende a sí mismo como lo que es, cuando se sabe poseedor de grandes capacidades y a la vez capaz de los más grandes horrores, cuando pone confianza en sí y a la vez deja espacio para el misterio que lo supera. Por eso, en la filosofía arendtiana podemos percibir esa apertura y esa confianza que están muy lejos de la nada y muy cerca de Dios.

El autorCarmen Camey y Jaime Nubiola

Cultura

Aleš Primc. Se trata de los niños

Aleš Primc ha impulsado tres referéndums en Eslovenia a favor de la familia y conseguido en todos ellos la victoria. Nos acercamos a esas iniciativas y a su principal promotor, conversando con él en Ljubljana, la capital eslovena.

Alfonso Riobó·21 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos

La primera ocasión fue en 2001, tras la aprobación de una ley sobre inseminación artificial que permitía que también fueran inseminadas las madres solteras. Con otros amigos y sin apoyo partidista, consiguieron que fuera rechazada por el 72,4 % de los votantes en junio de 2001.

Luego vino un segundo referéndum. Esta vez formaron una organización propia, la Iniciativa Civil por la Familia y los Derechos de los Niños, para dar más eficacia al esfuerzo. Desde que se constituyó la plataforma hasta que se celebró la consulta en mayo de 2012, “fue un verdadero maratón”, nos explica el propio Aleš Primc. Se trataba de frenar una “ley de la familia” que permitía a las parejas del mismo sexo adoptar al hijo de su pareja (no la adopción conjunta) y que por tanto “ignoraba el derecho del niño a tener un padre y una madre, el significado de la paternidad y la maternidad para su desarrollo y educación”. Tras reunir más de 60.000 firmas de apoyo, en el referéndum consiguieron el voto de más del 52 % de los participantes.

Primc subraya esta clave de la campaña: “Utilizamos nuestro propio lenguaje, no entramos al juego de la terminología de los activistas homosexuales. Lo que ellos pretenden no es promover el matrimonio homosexual, sino abolir el matrimonio, ese mismo que yo contraje con mi mujer. Hay aquí una batalla por el lenguaje. Lamento ver que en algunos países ya se ha asumido su terminología, y ni siquiera habiendo en ellos filósofos tan destacados se consigue desvelar el verdadero significado de las palabras”. Por ejemplo, “no aceptamos la palabra ‘género’, que es una ideología. Sobre esto no hay discusión”. Por lo demás, la razón de la victoria es que “la gente entiende que los niños necesitan un padre y una madre, y no están de acuerdo en que hay parejas homosexuales. Los activistas juegan con nuestros hijos; y nosotros planteamos las cosas desde esa perspectiva: se trata de entender la relación del niño con sus padres. Presentamos y recordamos las relaciones naturales básicas, y no cuestiones ideológicas, que la gente no entiende”.

El tercer referéndum, en diciembre de 2015, se dirigía contra una ley que creaba un “matrimonio” homosexual en igualdad con el natural, incluida la adopción. Para oponerse nació la plataforma “Se trata de los niños”, y se estudió bien el enfoque: “Puede que discrepemos de otros en lo relativo al matrimonio; pero podemos coincidir en lo relativo a los niños. Es un planteamiento realista”. Resultado: el 63,36 % de los votantes rechazó la ley: “Es un triunfo para todos nuestros niños», dijo entonces Primc. Eslovenia ha sido así el primer país en dar marcha atrás en referéndum a una ley de ese tipo.

Ahora está a punto de cumplirse el año durante el cual, según la ley, no puede aprobarse una nueva legislación en la misma materia. Pero Primc nos explica que no habrá más referéndums: han creado el “Movimiento por los Niños y la Familia”, con el que acudirán a las elecciones para “movilizar a todos los que quieran favorecer la familia y la libertad religiosa”. Subraya que “no iremos con mentalidad de partido. Queremos hacer una política civil, reuniendo a la gente que piense como nosotros en torno a 38 puntos que resumen nuestro programa”; e insiste en que “no nos mueve el cálculo electoral. Queremos ser claros, comprensibles, honrados. Queremos buscar lo que es correcto, también con ayuda de la oración”.

Le preguntamos por él mismo. ¿Quién es Aleš Primc? Nació en Ljubljana, pero sus padres son del sur del país; ambos son católicos, pero debido a la presión durante el comunismo, “la generación de mis padres ya no era tan religiosa como la de mis abuelos, y mi generación ya ni siquiera lleva en la sangre esa tradición católica. Yo procuro alimentar de varios modos mi fe”.

Estudió Filosofía del Estado, social y política, y luego Ciencias Sociales; enseguida empezó a trabajar en el Ministerio de Agricultura, hasta ahora. De hecho, cuando hablamos acaba de regresar de un día pasado entre viñedos, realizando tareas de control, y va vestido del modo informal que requiere ese trabajo. En 1992 entró en política para dar cauce a su preocupación por la justicia social y promover políticas familiares, y ocupó diversos cargos de responsabilidad en el Partido Popular.

Está casado y tiene tres hijos (un chico de 12 años y dos niñas, de 8 y 6 años). Su esposa, funcionaria, es para él un gran apoyo y una fuente de consejos: “En una actividad como esta es importante tener a la familia a favor: para poder organizar los viajes y las reuniones, atender las llamadas de teléfono. Mis hijos lo entienden menos, y me preguntan: Papá, ¿por qué tienes que irte?, ¿qué hay más importante que yo?”. Lee mucho, y publica libros. Se ha especializado en la historia de los movimientos sociales, y en concreto de las cooperativas. Fuera de eso, “no tengo tiempo para el deporte; mi trabajo es pegado al terreno. Todo el tiempo que me quede es para mi familia”.

Las iniciativas en favor de la familia no han sido una propuesta religiosa, “aunque las tres veces la Iglesia nos ha apoyado abiertamente, y en 2015 los obispos han declarado que la ideología de género es atea, contraria al plan de Dios sobre el hombre: es su papel en la sociedad, y la gente entiende que hablen claro”.

Finalmente, lanza una mirada atrás: “Cuando pienso en estos 15 años, sólo lamento que, como somos un país pequeño, el mundo no se haya enterado de lo que ha pasado aquí”.

Mundo

Rabino Yonatan Neril: «Las crisis ecológica y espiritual son globales»

El rabino Yonatan Neril fundó en 2010 en Jerusalén el Centro Interreligioso para el Desarrollo Sostenible (ICSD), la mayor organización medioambiental interreligiosa en Oriente Medio, que tiene numerosos canales de actividad en colaboración con científicos y líderes religiosos del mundo. El rabino Neril ha analizado con otros estudiosos la encíclica ‘Laudato Si’ del Papa Francisco.

Rafael Miner·13 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

El rabino Yonatan Neril lleva más de seis años impulsando en Israel un centro interreligioso orientado a afrontar los retos medioambientales. ¿Por qué interreligioso? En Tierra Santa, cristianos, judíos y musulmanes viven en la misma tierra, respiran el mismo aire y beben la misma agua. “Los desafíos ambientales trascienden las fronteras y las afiliaciones religiosas, y por lo tanto existe un foco de interés común entre las personas de diferentes nacionalidades y religiones”, por lo que “requieren la colaboración de todas las confesiones”.

¿Puede explicar qué es el ‘Interfaith Center for Sustainable Development” (ICSD), cuándo se fundó y por quién, y los objetivos que persigue?

-El Centro Interreligioso para el Desarrollo Sostenible (ICSD, siglas en inglés) trabaja para catalizar la transición hacia una sociedad sostenible, próspera y espiritualmente consciente a través de la dirección de las comunidades de fe. ICSD une a las comunidades de fe, maestros y líderes para promover la convivencia, la paz y la sostenibilidad mediante la promoción, educación y proyectos orientados a la acción. Fundé la organización en 2010.

¿Qué le movió a impulsar este Centro? ¿Considera que la Tierra se enfrenta a desafíos sin precedentes, hasta el punto de poner en peligro su propia supervivencia?

-Lo que me motivó a fundar el centro fue la comprensión de que en la Tierra Santa, los cristianos, judíos y musulmanes viven en la misma tierra, respiran el mismo aire y beben la misma agua. Los desafíos ambientales trascienden las fronteras y las adscripciones religiosas, y por lo tanto existe un foco de interés común entre las personas de diferentes nacionalidades y religiones.

Es un centro interreligioso. ¿Puede explicar qué le llevó a hacerlo de este modo, sin ceñirse únicamente a la religión judía?

-Partiendo de la premisa de que ambas crisis, la ecológica y la espiritual, son globales, la manera de atenderlas también debe de ser global. Es aquí donde la colaboración entre religiones es tan importante. En julio pasado participé y hablé en una conferencia de prensa en España, donde los científicos y los miembros del clero se unieron en una causa común para la sostenibilidad. La conferencia culminó con la redacción de la Declaración de Torreciudad, que fue cubierta ampliamente en la prensa española.

Esta declaración es el resultado del Seminario Internacional sobre Cooperación entre Ciencia y Religión para el Cuidado Ambiental, basado en la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco. En el seminario participaron científicos, teólogos y líderes religiosos con interés en los problemas del medio ambiente, provenientes de las principales tradiciones espirituales del planeta. La declaración está abierta a quienes reconozcan la importancia de los problemas ambientales y la necesidad de promover una mayor cooperación entre las ciencias y las principales tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad para contribuir a la solución de los mismos.

Como primera parte de la Declaración, se menciona: «La gran mayoría de la población que habita nuestro planeta cree en la importancia de las tradiciones espirituales y religiosas en su vida diaria. Estas tradiciones constituyen una importante fuente de inspiración y una base que sustenta sus valores morales, así como una cosmovisión sobre quiénes somos en relación con Dios, con la Tierra y con el resto de los seres humanos.

Como se indica en la Laudato Si, “esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad” (n. 201)».

¿Qué canales de acción están llevando a cabo estos años, y más específicamente en 2016?

-En este año estamos llevando a cabo cinco canales de acción. El primero es el Proyecto sobre Fe y Ecología, un programa que promueve la educación de cristianos, musulmanes, judíos en temas de fe y ecología. Al centrarse en la formación de valores y métodos de enseñanza para los líderes del clero y la fe emergente, ICSD busca crear un efecto exponencial. ICSD organiza talleres para directores, profesores y estudiantes del seminario, y emitió el primer informe sobre Cursos de fe y ecología en Norteamérica.

El segundo es el Proyecto de Ecología Interreligioso de la Mujer. Reúne a mujeres jóvenes cristianas, musulmanas y judías en Jerusalén, para realizar acciones conjuntas destinadas a promover la sostenibilidad ambiental, el fortalecimiento de los lazos entre comunidades, y la superación de los conflictos interreligiosos. Al centrarse específicamente en las mujeres, este proyecto pretende destacar el papel de la mujer para actuar como agente de cambio, proporcionando herramientas específicas y amplificando sus voces en educación de la fe y el movimiento de ambiental. Al mismo tiempo, el proyecto fomenta positivamente una conjunción interreligiosa y un enfoque intercultural con el objetivo de trabajar hacia una reconciliación pacífica y abordar cuestiones de interés mutuo.

La Alianza de Fe y Ciencia de la Tierra es el tercer proyecto, que utiliza videoconferencias y reuniones en vivo para conectar a los principales líderes religiosos, espirituales y científicos alrededor del mundo y difundir un mensaje en común hacia la protección del medio ambiente. El contenido de vídeo de estas reuniones se difundirá a través de redes sociales y medios de comunicación para promover la conciencia pública, la voluntad política, y la acción.

Al mismo tiempo, tenemos las Conferencias Interreligiosas Ambientales. Son un foro para los líderes religiosos y científicos que hablan sobre la intersección de la fe y las cuestiones ambientales. ICSD ha organizado, junto a nuestros colaboradores, cuatro conferencias ambientales interreligiosas. Las conferencias recibieron cobertura mediática en más de 60 medios de comunicación internacionales. También crean un terreno en común y conducen hacia un cambio positivo entre musulmanes, judíos y cristianos, palestinos e israelíes.

Finalmente, menciono Eco Israel Tours, rama del ICSD que trabaja con grupos conectando la ecología, Israel y las enseñanzas de fe. El recorrido de Yehuda Machane de Jerusalén es uno de los doce programas que se ofrecen. En los últimos cinco años y medio hemos trabajado con más de 3.000 participantes.

¿El ICSD se dirige más específicamente al clero, incluso a seminaristas, ó también a toda aquella persona o institución que se interese por la fe y el medio ambiente?

-Uno de nuestros proyectos está dirigido específicamente a los seminarios, mientras que los otros proyectos están dirigidos a otros públicos.

¿Se sienten ayudados o apoyados por gobiernos, empresas y sociedad civil, ó tienen dificultades para transmitir sus ideas? ¿Quiénes son más sensibles a sus proyectos y tareas?

-La mayor parte de la ayuda filantrópica para nuestro trabajo proviene de fundaciones e individuos. La Embajada de Alemania en Tel Aviv también ha apoyado nuestro trabajo. También tenemos asociaciones y otras ONG, con sede en varios países. ICSD tiene una gama única de alianzas con instituciones religiosas en Israel, lo que permitirá la implementación de nuestros programas ambientales en varias comunidades.

¿Tiene el ICSD algún nuevo proyecto que pueda transmitir?

-El proyecto para “reverdecer” instituciones religiosas en Jerusalén se involucrará en tres instituciones religiosas: una iglesia, una mezquita y una sinagoga o un seminario. Se trata de un proceso de «reverdecimiento» tanto del edificio y los terrenos, así como del contenido educativo que se comunica a los miembros de la congregación. Al menos una institución musulmana, una judía y una cristiana estarán involucradas. El proyecto creará modelos para la transformación ecológica de las instituciones religiosas de Jerusalén, a través del compromiso de educar a sus líderes y miembros sobre las acciones para mejorar el medio ambiente.

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Actualidad

Madre Teresa de Calcuta, una santa para nuestros días

El 4 de septiembre, en el ámbito del Jubileo de la Misericordia y a 19 años de su nacimiento al cielo, el Papa Francisco canoniza en la plaza de San Pedro a la monja de origen albano Madre Teresa de Calcuta, beatificada por san Juan Pablo II en 2003. Premio Nobel de la Paz, hizo del amor a los últimos y a los desheredados su principal misión terrena.

Giovanni Tridente·12 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Una Santa para nuestros días. El domingo 4 de septiembre, el Papa Francisco canoniza en la plaza de San Pedro a la beata Madre Teresa de Calcuta, fundadora de los Misioneros y Misioneras de la Caridad, cuyo apostolado terreno estuvo enteramente dedicado al cuidado de los más pobres y marginados de la sociedad.

Elevándola a los honores de los altares en el Jubileo de la Misericordia, a los diecinueve años de su nacimiento al cielo, el Santo Padre la propone como modelo y esperanza para nuestra época, y de una Iglesia que se ocupa de los que se han quedado atrás o incluso son “descartados” cotidianamente. La Madre Teresa gastó todas sus energías –desde el vigor de los primeros años a los crecientes problemas de salud de los últimos tiempos– a sanar los sufrimientos de los pobres más pobres, de tantos “no queridos, no amados, no atendidos” que encontraba por las calles. Y hoy es señalada como “apóstola de los últimos”.

Hay sólo un Dios, y es un Dios para todos

Una mujer que ha sido capaz de transformar la concepción de las prácticas de asistencialismo, poniendo en el centro el modelo evangélico, que es relación recíproca entre quien da y quien recibe, en la comprensión y en el respeto, compartiendo los estilos y condiciones de vida.

Ella consideraba que “ser rechazado es la peor enfermedad que pueda sufrir un ser humano”, y por eso sus iniciativas tuvieron siempre un carácter inclusivo y acogedor, aun en la diversidad de culturas, lenguas y religiones. “Hay sólo un Dios, y es un Dios para todos”, escribió una vez; por eso “es importante que todos aparezcan iguales ante Él”: “debemos ayudar a un hindú a ser mejor hindú, a un musulmán a ser mejor musulmán, y a un católico a ser mejor católico”.

La Congregación fundada por ella fue reconocida oficialmente en 1950 en la archidiócesis de Calcuta, y poco a poco comenzó a extenderse por varios lugares de la India; la difusión en otros países del mundo, incluidos los comunistas de la antigua Unión Soviética y Cuba, se produjo a partir de 1965, cuando Pablo VI concedió a las Misioneras de la Caridad el derecho pontificio.

Más adelante, la Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad (1963), la rama contemplativa de las hermanas (1979), los Hermanos contemplativos (1979), y los Padres Misioneros de la Caridad (1984), por lo que se refiere a las vocaciones religiosas; pero fundó también la rama laica de los Misioneros y la de los Colaboradores, de diversos credos y nacionalidades, y el Movimiento Corpus Christi (1991) para los sacerdotes que quisieran compartir su carisma. A su muerte, las hermanas de la Madre Teresa eran unas 4.000, presentes en las 610 casas de misión repartidas por 123 países; hoy el número de casas en el mundo es de 758 (242 en India), y las hermanas son 5.150.

En el prefacio al libro “Amemos a quien no es amado” –publicado en las pasadas semanas y que recoge dos intervenciones inéditas de la nueva santa en 1973 en Milán, en un encuentro con jóvenes y religiosas–, sobre el ejemplo de la Madre Teresa, el Papa Francisco invita a los jóvenes a ser “constructores de puentes para vencer a la lógica de la división, del rechazo, del miedo de los unos por los otros” y a ponerse al servicio de los pobres.

Cinco palabras clave

A continuación evidenció 5 palabras clave que resumen bien la trayectoria existencial y misionera de la apóstola de la caridad. Ante todo, la oración, para redescubrir cada día “el gusto de la vida” y “dar una mirada renovada a quien encontramos”. Caridad, para hacerse próximos “a las periferias de los hombres” y “testigos de la caricia de Dios por cada herida de la humanidad”. Misericordia operosa, que para la Madre Teresa fue “la guía de su vida, el camino hacia la santidad, y podría serlo también para nosotros”. Familia, donde destaca la figura de la madre: precisamente a las madres pedía la religiosa albana que llevaran de nuevo “la oración a vuestras familias”, siendo “cada vez más la alegría y el consuelo de Dios”. Finalmente, jóvenes, a los que el Papa, a ejemplo de la santa, pide que “no pierdan la esperanza, que no se dejen robar el futuro”, que vuelen alto, que se nutran de la Palabra de Dios y, dialogando, ofrezcan un testimonio al mundo entero.

Las iniciativas

Las iniciativas previstas para el que ha sido considerado uno de los eventos más significativos del Año Santo de la Misericordia –junto con la traslación y veneración de los restos de san Pío de Pietrelcina y san Leopoldo Mandic en la basílica vaticana, en el mes de febrero– son numerosas.

Después de una gran exposición temática dedicada a la Madre Teresa en el tradicional Meeting de Rímini para la amistad entre los pueblos –la reunión organizada por el movimiento Comunión y Liberación, que se repite desde hace 37 años– el 2 de septiembre, en la basílica de san Juan de Letrán se desarrolla una Vigilia de oración con el cardenal vicario Agostino Vallini, seguida por una solemne adoración eucarística. Las intenciones de oración estarán dirigidas a la santidad de las familias, de los religiosos y especialmente de los sacerdotes, ministros de misericordia. Durante la adoración será posible, además, acercarse al Sacramento de la Confesión en diversos idiomas.

El 3 de septiembre, en la plaza de San Pedro se desarrolla la catequesis jubilar del Papa Francisco, y por la tarde, en la basílica de Sant’Andrea della Valle, está previsto un momento de oración y meditación con arte y música, seguido por la Santa Misa y la veneración de las reliquias de la santa.

El otro acontecimiento importante, después del momento culminante de la canonización del 4 de septiembre en la plaza de San Pedro presidida por el Papa Francisco, será la celebración de la Misa de acción de gracias al día siguiente, presidida por el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, en la primera fiesta litúrgica de la santa.

En la tarde del 5 de septiembre en la basílica de San Juan de Letrán, será posible venerar las reliquias de la religiosa, que estarán expuestas también durante el día siguiente. Los días 7 y 8 de septiembre las reliquias irán a la iglesia de San Gregorio Magno, donde será posible también visitar la habitación de la Madre Teresa en el convento contiguo.

El milagro

El milagro atribuido a la intercesión de la futura santa consiste en la curación, que se produjo en el año 2008, de un hombre brasileño de la diócesis de Santos, hoy de 42 años, que entró en estado de coma en la sala de operaciones por “abscesos cerebrales múltiples  con hidrocefalia obstructiva”, en la práctica el último estadio de un tumor maligno en el cerebro. Tras un retraso de media hora por problemas técnicos, al entrar el cirujano en la sala operatoria, encontró al paciente perfectamente consciente, sentado, despierto y sin síntomas; más tarde se supo que su mujer había pedido a sus conocidos que rezaran a la beata de Calcuta, a la que tenía devoción.

En septiembre del año pasado, la desaparición de la enfermedad fue declarada inexplicable científicamente, de modo unánime por la consulta médica. Sucesivamente llegó también el parecer favorable de los consultores teólogos y de los obispos y cardenales.

Icono del Buen Samaritano

La Madre Teresa está enterrada en Calcuta, en la sede de las Misioneras de la Caridad. Sobre su tumba, sencilla y de color blanco, está escrito el versículo del Evangelio de Juan: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”, en memoria de su extraordinario testimonio de misericordia operosa.

San Juan Pablo II, al proclamarla beata en 2003, dijo de ella: “Icono del buen samaritano, iba por doquier para servir a Cristo en los más pobres de entre los pobres. Ni siquiera los conflictos y las guerras lograban detenerla”. Y añadió: “Con el testimonio de su vida, madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada con la oración y la escucha de la palabra de Dios”. Su grandeza, continuó diciendo el Papa polaco en la homilía, “reside en su habilidad para dar sin tener en cuenta el costo, dar ‘hasta que duela’. Su vida fue un amor radical y una proclamación audaz del Evangelio”.

Cronología

5.9.1997 La Madre Teresa rinde su alma a Dios. A menos de dos años de su muerte se inicia la Causa de Canonización.

19.10.2003 Es beatificada por san Juan Pablo II durante la Jornada Misionera Mundial, tan sólo seis años después de su muerte.

4.9.2016 El Papa la proclama Santa. El milagro atribuido a su intercesión es la curación de un hombre gravemente enfermo.

TribunaPaweł Rytel-Andrianik

La JMJ ha superado todas las expectativas

Hace un mes que concluyó en Cracovia la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Una multitud de jóvenes de infinidad de países se reunió en torno al Papa Francisco y renovó su fe. El acontecimiento tuvo un especial significado para Polonia, sobre el que reflexiona en este artículo el portavoz de la Conferencia Episcopal.

12 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Gracias al estilo directo del Papa, al entusiasmo de los jóvenes y a la buena organización, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en las diócesis y en Cracovia ha superado todas las expectativas. Podríamos decir que este evento ha sido uno de los más importantes de los más de 1.000 años de la historia de Polonia. Por primera vez, un encuentro ha contado con la participación de jóvenes de más de 180 países.

“Jóvenes-sofá”: estas palabras, pronunciadas por el Papa Francisco en italiano y en polaco, expresan que el tiempo que hoy estamos viviendo necesita personas que no confundan la felicidad con la comodidad del sofá y la pereza. Sin duda, para muchos es más fácil y rentable tener jóvenes engañados, que confunden la felicidad con un canapé o un sofá; les conviene más que tener jóvenes inteligentes, que quieran responder a todas las aspiraciones del corazón. “Os pregunto a vosotros: ¿queréis ser jóvenes adormilados, embobados y atontados? ¿Queréis que otros decidan el futuro por vosotros? ¿Queréis ser libres?”, dijo a los jóvenes el Papa Francisco, animándoles dos veces a tomar las riendas de su propia vida y a no jubilarse a los 20 años.

El entusiasmo de la fe es una característica de las JMJ. En Cracovia no ha sido fácil oír a los que hablaban en polaco, porque las calles se han llenado con el canto de personas de todo el mundo. Su entusiasmo, sus sonrisas y su alegría han sido compartidos por los habitantes de Cracovia, que han mostrado su sentido de la hospitalidad acogiendo generosamente a los peregrinos. En los encuentros con el Papa podíamos sentir el ambiente familiar, y el Santo Padre parecía un abuelo dirigiéndose a sus nietos.

Los jóvenes elogiaron la organización de la JMJ. Algunos participantes dijeron que el Campus Misericordiae en Brzegi era la infraestructura más grande y mejor preparada de la historia de las JMJ. Apreciaron los esfuerzos del Estado y de la Iglesia, así como de los voluntarios, para acoger lo mejor posible a los jóvenes provenientes del mundo entero.

Los Obispos de Polonia, como los jóvenes, están muy agradecidos al Santo Padre Francisco por haber escogido Polonia, y en concreto Cracovia para esta JMJ, que ha coincidido con la celebración del 1.050 aniversario del Bautismo de Polonia y con el Jubileo de los Jóvenes, en el Año de la Misericordia. La Santa Misa de despedida ha sido como un envío de chispas de misericordia a todo el mundo. Los jóvenes han aceptado el reto con entusiasmo.

Llegan cada vez más noticias de conversiones de jóvenes que han experimentado la cercanía de Dios y la transformación de su vida después de la JMJ. También se ha despertado en muchas personas el hambre de valores. Es evidente incluso en la web, donde los jóvenes quieren compartir los contenidos de la fe y su espiritualidad. Es mérito de Francisco, que una vez más ha sorprendido a muchos. El sucesor de San Pedro, a sus casi 80 años, ha hablado el lenguaje de los adolescentes, utilizando comparaciones que se imprimían en la imaginación.

Tal vez por primera vez en la historia de la Iglesia se ha oído en la homilía de un Papa la expresión “disco duro”. Los jóvenes, sin embargo, han entendido exactamente lo que expresaban las palabras del Papa: “Fiaos del recuerdo de Dios: su memoria no es un ‘disco duro’ que registra y almacena todos nuestros datos, su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal” (Campus Misericordiae, 31 de julio de 2016). De misma manera, hablaban a la imaginación las palabras: “Ante Jesús no podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados; a él, que nos da la vida, no podemos responderle con un pensamiento o un simple ‘mensajito’”. Pero no se trata sólo del lenguaje con que el Papa habló a los jóvenes, sino también de su significado. Los jóvenes sentían que estaban hablando con alguien cercano a ellos. Volviendo de Polonia, Francisco, confesó a bordo del avión que había hablado con los jóvenes como un abuelo con sus nietos.

Después de la JMJ, la Presidencia de la Conferencia de los Obispos Polacos subrayó: “En los últimos días ha surgido una vez más entre nuestros compatriotas el espíritu comunitario que nuestra Patria tanto necesita para su desarrollo. El espíritu comunitario, extendiendo sus raíces en los 1.050 años en nuestra historia, dio a los polacos durante siglos un fuerte sentido de identidad. Una comunidad de valores, que está por encima de las divisiones, nos hace mirar hacia el futuro de nuestro país con esperanza”.

Con esperanza aguardamos lo que sucederá después de la JMJ de Polonia, confiando en que el tesoro –en sentido bíblico– no quedará enterrado, sino que se multiplicará. Ahora bien, ahora mucho depende de cada uno de nosotros.

Paweł Rytel-Andrianik

El autorPaweł Rytel-Andrianik

Director de la Oficina de Comunicación Internacional, Secretariado de la Conferencia Episcopal de Polonia.

La Iglesia rejuvenece

El 14 de junio se hizo pública la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Iuvenescit Ecclesia (“La Iglesia rejuvenece”), sobre la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos para la vida y misión de la Iglesia.

3 de septiembre de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Tiene fecha del 15 de mayo, solemnidad de Pentecostés, y cuenta con la aprobación expresa del Sumo Pontífice Francisco, en Audiencia concedida al Prefecto de la Congregación el 14 de marzo del presente año. Se trata, pues, de un documento que participa del magisterio ordinario del sucesor de Pedro.

En este caso, concurre además una circunstancia que aumenta el interés de la Carta: es el primer documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe aprobado por Francisco en su pontificado. El objetivo del texto es “recordar, a la luz de la relación entre dones jerárquicos  y carismáticos, los elementos teológicos y eclesiológicos cuya comprensión puede favorecer una participación fecunda y ordenada de las nuevas agregaciones a la comunión y a la misión de la Iglesia”. Tras repasar los elementos fundamentales de la doctrina sobre los carismas en la Escritura y en el Magisterio, ofrece elementos de identidad de los dones jerárquicos y carismáticos y aporta algunos criterios para el discernimiento de los nuevos grupos eclesiales. Aunque el interés se centra en estos nuevos grupos, los fundamentos doctrinales que recuerda la Carta son de enorme importancia para comprender de manera correcta la relación entre el ministerio apostólico y la vida consagrada.

Frente a quienes erróneamente han pre- sentado la relación en la Iglesia entre la dimensión institucional y la carismática en términos de contraste o contraposición, el Magisterio desde san Juan Pablo II ha insistido en que ambas dimensiones son igualmente esenciales (co-esenciales) para la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesús. La coesencialidad no se debe entender a modo de una vía con dos rieles paralelos, sino como surco único en el que anchura y profundidad –aun distinguiéndose– son inseparables, pues, como afirmaba Benedicto XVI, “en la Iglesia también las instituciones esenciales son carismáticas y los carismas deben institucionalizarse de un modo u otro para tener coherencia y continuidad”.

El último documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe aparece así, en tiempo y contenido, como el pórtico que permite entrar en la lectura coherente de algunas intervenciones recientes del Papa. La Carta Apostólica Los bienes temporales, sobre algunas competencias en materia económica y financiera, ofrece nuevas directrices para una mayor transparencia en la administración del patrimonio de la Santa Sede. La Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina, a la vez que desea expresar aprecio, alabanza y agradecimiento por la vida consagrada y la vida contemplativa monástica, ofrece disposiciones sobre doce temas que deberán incorporarse a las Constituciones o Reglas de cada uno de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica: formación, oración, Palabra de Dios, Eucaristía y Reconciliación, vida fraterna en comunidad, autonomía, federaciones, clausura, trabajo, silencio, medios de comunicación y ascesis. El día 4 de agosto, descrito por Francisco, como el día de “un jesuita entre frailes”, el Papa se ha dirigido, por la mañana, a los Dominicos en el encuentro con el Capítulo General de la Orden de los Frailes Predicadores, y por la tarde, a los Franciscanos en la visita a la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís, con ocasión del VIII Centenario del “Perdón de Asís”. Tras la pausa de julio, han vuelto las catequesis en las audiencias de los miércoles centra- das de nuevo en el Año de la misericordia.

La Iglesia ha vuelto a mostrar su rostro rejuvenecido en la Jornada Mundial de la Juventud, concebida por Francisco como “señal profética para Polonia, para Europa y para el mundo”, una señal de esperanza llamada fraternidad, de la que tan necesitada está hoy nuestro mundo en guerra.

El autorRamiro Pellitero

Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.

La unidad que los ortodoxos tienen que reconocer

El esperado concilio pan-ortodoxo, largamente preparado, se ha celebrado en Creta con la ausencia de algunas importantes Iglesias, entre ellas la de Moscú. ¿También un signo, a pesar de todo?

31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Se ha celebrado en la isla de Creta lo que tendría que haber sido –en la intención inicial– el primer concilio panortodoxo después de más de mil años de historia, una reunión de las catorce iglesias de la ortodoxia que reconocen alguna forma de primado de honor del Patriarca de Constantinopla. “Tendría que haber sido”, porque finalmente cuatro de las catorce iglesias ortodoxas no han participado en el concilio, y entre ellas estaba la de Moscú, es decir, la Iglesia ortodoxa más poderosa y numerosa, que engloba a más de la mitad de todos los fieles ortodoxos del mundo.

Se puede analizar los hechos: en enero 2016 todos los primados ortodoxos decidieron celebrar el concilio en junio en Creta, y firmaron la decisión. No obstante haber sido adoptado este acuerdo en una reunión sinodal, en las semanas anteriores al acontecimiento, los jerarcas de algunas Iglesias empezaron a rechazar lo establecido, poniendo nuevamente en discusión documentos y controversias. Hay problemas en el interior de la comunión ortodoxa que han de ser resueltos: la discrepancia entre los patriarcas de Antioquía y Jerusalén acerca de quién tiene que ejercitar su autoridad canónica en la comunidad ortodoxa de Qatar; la petición de una parte de los ortodoxos de Ucrania de fundar una Iglesia autocéfala separada del patriarcado de Moscú; divergencias relativas a la interpretación y planteamiento de las relaciones con los demás cristianos, etc.

Todo esto motivó la decisión de las Iglesias de Moscú, Bulgaria, Georgia y Antioquía de cancelar su participación en el concilio. Si consideramos el acontecimiento –que tiene en realidad características constantes en la historia de los concilios– con ojos “políticos”, veremos una realidad confusa, un concilio (el de Creta) que parece un ejemplo de lo que puede producir la división entre Iglesias que pertenecen a la misma comunión, pero que son en alguna medida “víctimas” del nacionalismo por ser Iglesias-Estados. Sin embargo, si lo miramos con otros ojos (como ha hecho de manera muy clara el Patriarca Bartolomé de Costantinopla), podemos considerar lo que está pasando como una prueba, como un primer paso hacia una unidad que sea un testimonio frente al mundo, abandonando del todo la “mundanidad espiritual”, que es una enfermedad tremenda para todas las Iglesias. Lo sucedido en Creta es interesante en primer lugar para todo el mundo cristiano, y el proceso empezado puede ser un signo también para la paz en el mundo.

El autorOmnes

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Como una madre amorosa

La Carta Apostólica, en forma de Motu proprio "Como una madre amorosa" explicita aún más los cánones del Código de Derecho Canónico en los que se regulan los “motivos graves” que pueden llevar a la remoción de los obispos diocesanos, eparcas y los asimilados a estos por el derecho.

31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

En el último mes hemos recibido del Papa Francisco un nuevo documento muy representativo de su modo de responder, como Sucesor de Pedro, a los desafíos del momento presente. Se trata de la Carta Apostólica, en forma de Motu proprio, titulada Como una madre amorosa, un pequeño texto de carácter normativo que explicita aún más los cánones del Código de Derecho Canónico en los que se regulan los “motivos graves” que pueden llevar a la remoción de los obispos diocesanos, eparcas y los asimilados a estos por el derecho.

Con este documento, el Papa precisa que entre las causas graves se encuentra la negligencia de los obispos en el cumplimiento de su oficio, en concreto en lo relativo a los casos de abusos a menores. El amor que la Iglesia profesa a todos sus hijos, como el de una madre amorosa, se traduce en cuidado y atención especiales hacia los más pequeños e indefensos. La negligencia en la defensa de los desvalidos, como son los niños que han sufrido el horror de los abusos, daña mortalmente el amor de madre y provoca en muchos casos heridas incurables. La firmeza ante la negligencia es exigencia del amor materno y escuela eficaz de prevención. En este Año santo extraordinario, con esta Carta Apostólica, el Papa nos vuelve a mostrar que la misericordia es el entrañable amor materno, que se conmueve ante la fragilidad de su creatura recién nacida y la abraza, supliendo todo lo que le falta para que pueda vivir y crecer. Bajo la perspectiva del amor materno, bien se pueden repasar otras intervenciones del Papa Francisco en las últimas semanas.

Como madre amorosa, continúa el Papa comentando pasajes evangélicos en las catequesis de las Audiencias de los miércoles y de los sábados, para introducirnos en el misterio insondable de la misericordia divina. A través de algunas parábolas de la misericordia se nos ha enseñado la actitud correcta para rezar e invocar la misericordia del Padre. También mediante los milagros, entendidos como signos, Jesucristo nos revela el amor de Dios, como en las bodas de Caná o en la curación del ciego que estaba junto al camino o del leproso que suplicante se acercó a Él. “Jesús nunca permanece indiferente a la oración hecha con humildad y con confianza, rechaza todos los prejuicios humanos, y se muestra cercano, enseñándonos que tampoco nosotros tenemos que tener miedo de acercarnos y tocar al pobre y al excluido, porque en ellos está el mismo Cristo”.

Con la paciente actitud de una madre amorosa, se ha sentado el Papa ante los sacerdotes reunidos para celebrar su Jubileo en este Año Santo y les ha dirigido tres meditaciones dentro del Retiro espiritual organizado con esta ocasión. Mostrando el camino que media entre la distancia y la fiesta, Francisco ha meditado primero sobre la “dignidad avergonzada” y la “vergüenza dignificada”, que es el fruto de la misericordia. Ha meditado después sobre el “receptáculo de la misericordia” que es nuestro pecado y ha presentado a María como recipiente y fuente de misericordia. En la última meditación, ha propuesto centrarse en las obras de misericordia, bajo el título “El buen olor de Cristo y la luz de su misericordia”. El retiro sacerdotal, predicado en la víspera de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, ha sido ocasión preciosa para aconsejarnos que volvamos a leer la Encíclica Haurietis aquas de Pío XII y recordarnos que el centro de la misericordia es el Corazón de Cristo y que “el corazón que Dios une a esa miseria moral nuestra es el corazón de Cristo, su Hijo amado, que late como un solo corazón con el del Padre y el del Espíritu”.

Ejercicio de madre amorosa hemos encontrado, en fin, en el Jubileo de los enfermos y personas discapacitadas, en las audiencias variadas y en el viaje apostólico a Armenia, la tierra de Noé, donde la pequeña comunidad católica y la Iglesia Apostólica Armenia, un siglo después del genocidio de 1915, reciben el abrazo materno del Papa, que quiere con sus palabras y gestos, mostrar la especial solicitud hacia los más desvalidos.

El autorRamiro Pellitero

Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.

TribunaPedro José Caballero

Una educación de calidad exige libertad

Desde la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos se propone una enseñanza de calidad que forme a la persona en libertad, respetando a los padres, principales educadores de los hijos, y sin injerencias ideológicas ajenas a la familia.

31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

La educación, en sentido amplio, es el camino para lograr la plenitud de los valores y aptitudes de cada persona, e incluso la satisfacción personal que produce la autorrealización durante toda la vida. Además, tiene una dimensión solidaria en cuanto permite contribuir a la mejora de la sociedad y, por tanto, a ayudar a los demás. La educación es primordial en la vida de las personas, más aún si tenemos en cuenta que quien renuncia a ella se autolimita.

El derecho a la educación es un derecho básico, recogido en casi todos los tratados, declaraciones y constituciones de los últimos siglos, especialmente a partir de la II Guerra Mundial; y que en España recoge el artículo 27 de la Constitución.

Es cierto que en muchos países aún no se han logrado principios tan esenciales como la plena escolarización –más de 124 millones de menores en edad de cursar estudios básicos no asistían a la escuela según datos de  la ONG Entreculturas, presentados en 2015–, pero también es verdad que se está luchando por conseguirlo y que se han logrado muchos avances en los últimos años.

Este derecho a la educación lo ostenta el niño, pero su ejercicio recae en los padres, que son sus representantes y los primeros educadores. Ellos son los responsables de su educación y es en la familia donde los hijos reciben sus primeros aprendizajes y donde posteriormente van a acudir como referente.

Los padres tienen el derecho y la obligación de educar a sus hijos en el bien, la verdad y la libertad, proporcionándoles una educación acorde con sus propios criterios. Por eso es tan importante la formación de los padres.

Los hijos deben ser educados conforme a los principios y convicciones de sus padres, que serán su referente moral toda la vida, y no conforme a los principios interesados que quiera imponer un estado o partido político.

Por otra parte, los progenitores  no pueden llegar a instruir a sus hijos en todas las ramas del saber instrumental y pedagógico, y por eso la sociedad ha tenido que buscar escuelas que suplan esta función.

Pero no podemos olvidar que la escuela educa por delegación de los padres y, por tanto, su función es secundaria y complementaria a la de la familia. Por eso, las familias acuden a terceras instancias: los colegios o centros educativos.

Esta necesidad social de las escuelas no tiene que suponer que los padres se desentiendan de la formación de sus hijos cargando las responsabilidades educativas sobre la escuela, sino que ambas han de colaborar y de compartir su trabajo y dedicación para lograr la mejor educación posible del alumno, de modo que éste desarrolle al máximo sus potencialidades.

Esta es una de las labores que fomenta y apoya CONCAPA en su defensa de la educación y de la familia dentro de la libertad, porque no puede haber educación de calidad ni formación de la persona sin libertad.

La libertad de enseñanza –educar a nuestros hijos según nuestras convicciones religiosas, morales o pedagógicas– es un derecho reconocido en la mayoría de los países, aunque a menudo no se cumple de una forma efectiva por la tentación totalitaria de algunos gobiernos que pretenden imponer sus ideologías por encima de las de la familia.

Desde CONCAPA seguimos defendiendo enseñanza de calidad en libertad, donde se respete a los padres como principales educadores responsables de los hijos, libres de ingerencias ideológicas ajenas a la familia. De este modo toda la sociedad saldrá ganando, ya que se formarán ciudadanos responsables, respetuosos y libres.

La familia es el referente del niño, del adulto y del anciano. Un referente necesario que –cuando no existe– origina conflictos en la persona.

Es cierto que la familia de hoy funciona de forma diferente a la de hace treinta años, pero por la propia dinámica social, lo que no significa que no tenga que haber unas claves comunes que constituyen el engranaje fundamental de la institución familiar, entre otras, la de introducir a los hijos en los ámbitos más valiosos de la vida: la transcendencia, el amor, la solidaridad, el respeto…

En cuanto a la educación, hay que comenzar hablando de la escuela de la familia para después pasar a otros aspectos como: ¿Quién enseña a los padres a educar a sus hijos? ¿Quién colabora con los padres en la educación de sus hijos? ¿Qué derecho tienen los padres a elegir lo que quieren para sus hijos?

Es evidente que los padres tienen todo el derecho del mundo a elegir lo mejor para sus hijos aunque no siempre se les deja elegir, pero también es cierto que nadie enseña a los padres en su labor de paternidad, sino que van aprendiendo a través de la experiencia, del sentido común, de las lecturas o, en el mejor de los casos, asistiendo a algún curso.

Por eso, es importante esa colaboración con otra entidad, la escuela, que es a quien confía a sus hijos y de quien espera ayuda, por lo que la relación fluida en este campo es fundamental.

Padres, hijos, profesores… es la manera de lograr un clima adecuado que permita avanzar en la educación de los hijos, porque los intereses de cada uno son diversos pero confluyen en el bien del niño.

Además, los padres y profesores conocen una faceta diferente de ese niño que se pueden comunicar entre sí para enriquecer su percepción mutua, sin interferir entre ellos.

El autorPedro José Caballero

Presidente Nacional de CONCAPA

España

Mons. Juan Carlos Elizalde: “El Papa nos pide que levantemos el ánimo de los fieles”

Desde que el 12 de marzo tomara posesión como nuevo obispo de Vitoria, Mons. Juan Carlos Elizalde ha puesto en marcha, entre otras cosas, una misa dominical vespertina para jóvenes en la catedral, y la diócesis, en sintonía con el Papa, ha celebrado recientemente un significativo gesto de solidaridad con los refugiados.

Rafael Hernández Urigüen·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Entre las prioridades pastorales del nuevo obispo de Vitoria está potenciar un buen número de proyectos que están en marcha en la diócesis para atender mejor a los necesitados, fomentar la paz, atender a las familias, impulsar la evangelización y la transmisión de la fe y suscitar vocaciones.

La diócesis de Vitoria pertenece a la provincia eclesiástica de Burgos y tiene por patronos a san Prudencio y a san Ignacio. Con un siglo y medio de existencia, cuenta con dos catedrales (la vieja de Santa María y la nueva de la Inmaculada).

Atiende a sus 330.000 habitantes gracias a sus 432 parroquias y a sus 230 sacerdotes. En misiones hay, además, otros 63 sacerdotes vitorianos. Los religiosos sacerdotes son 72 y los religiosos profesos no sacerdotes son 62. Hay nueve monasterios contemplativos femeninos y uno masculino. El número total de religiosas profesas es de 600. Hay también dos seminaristas mayores. En 2014 fue la última ordenación sacerdotal.

En el último año registrado hubo en la diócesis 1.406 bautizos, 1.358 primeras comuniones, 228 confirmaciones y 343 matrimonios canónicos. Cáritas diocesana invirtió en los necesitados recursos por valor de más de 2 millones y medio de euros y cuenta con 26 centros de atención donde fueron asistidas 18.956 personas.

Antes de nada, agradecemos mucho a Mons. Elialde que haya encontrado hueco en su agenda para atender  esta entrevista, que sin duda  esperan los lectores de Palabra, tanto en España como en Latinoamérica.

            Llega a Vitoria con una rica experiencia, que abarca la pastoral universitaria, la animación del Camino de Santiago desde la Colegiata de Roncesvalles (donde ha ejercido su ministerio como prior) y también en la curia diocesana de Pamplona. ¿Considera que esa experiencia puede inspirar su nuevo ministerio episcopal?

–Es verdad que lo que uno hace le va haciendo, configurando y formando. El nuncio, para animarme en mi nueva y tarea, me dijo: “No se preocupe. Lo que el Papa quiere es que usted sea en Vitoria como era en Roncesvalles, en Pamplona o en la universidad. Y el Camino de Santiago es como una parábola de la vida, que es camino, proceso, maduración, crecimiento”.

A mí esto me ayuda a acompañar y a creer aprovechando los cambios que toda persona tiene que afrontar. La experiencia de vicario episcopal en Pamplona me ha enseñado a estar cerca de mis hermanos sacerdotes, incondicionalmente. Y la universidad me confirma que los jóvenes son la alegría y el futuro de la Iglesia y que, por tanto, tienen que estar en el corazón de mi ministerio episcopal.

La diócesis de Vitoria cuenta con la tradición de un movimiento sacerdotal que buscaba en  el ejercicio  del ministerio la principal fuente de espiritualidad. ¿Cómo traducirlo en la actualidad, de manera que contribuya a la revitalización del seminario diocesano?

–La alegría sacerdotal creo que es la primera fuente de vocaciones. Entiendo que hoy el perfil del sacerdote, la identidad sacerdotal es muy clara. Cuando uno relee los textos sacerdotales del Magisterio de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta ahora y piensa en el perfil sacerdotal de los últimos Papas, uno se emociona. ¿Qué sacerdote no va a caber ahí?

Si uno sabe quién es y está compartiendo el sacerdocio con amigos sacerdotes, casi es inevitable contagiarlo. Desde esa alegría sacerdotal surgirán iniciativas creativas para promocionar las vocaciones: testimonios, peregrinaciones, encuentros de oración, acompañamiento personal y mil actividades más.

Vitoria tiene colegios católicos de prestigio y una juventud que dispone de medios de acceso a la cultura. ¿Cómo podrían apoyar en concreto a la animación vocacional? ¿Desde su experiencia, cómo cree que se fomentan mejor las inquietudes vocacionales en el ámbito de la enseñanza?

–La diócesis de Vitoria es la Iglesia que peregrina en Vitoria. Incluye, claro, a los grandes colegios y a sus religiosos y religiosas. Los jóvenes tienen que reconocerse como cristianos fuera del aula también y eso implica una red de celebraciones, eventos, encuentros y campos de colaboración y de servicio. Ahí estamos todos, y si el joven tiene a su lado sacerdotes, religiosas y religiosos y matrimonios a los que quiere y valora, seguro que se sentirá llamado vocacionalmente.

Vitoria  es también una ciudad universitaria. Cuenta con varios centros de la Universidad Pública y también escuelas privadas. Si no recuerdo mal, suman diez entre facultades y escuelas. ¿Cómo piensa trasladar su experiencia universitaria a la capital alavesa? ¿Qué diría de este campo específico de evangelización?

–Es un campo tan apasionante como difícil. Muchos de los que estudian en el campus de Vitoria no son de Álava y no dejan de estar de paso. Los más comprometidos de los cristianos alaveses ya están comprometidos en sus parroquias y comunidades de origen y esa es una de las razones por las que no es fácil trabajar en la universidad.

La propuesta actual de pastoral universitaria es crear foros de trabajo donde quepa un encuentro fe-cultura, un crecimiento intelectual de los militantes cristianos y una forma de evangelizar a los jóvenes. Es una periferia que hay que atender con creatividad y altura. Creo que Vitoria lo está haciendo bien. Quizás habría que impulsar más la interrelación de la pastoral universitaria con el trabajo que se hace con toda la juventud y con la labor vocacional.

Al conocerse su nombramiento, se subrayó también su amplia experiencia en el mundo de los medios de comunicación. El Papa Francisco insiste con su magisterio y testimonio constantes en la importancia de evangelizar desde las distintas plataformas que conforman la opinión pública. ¿Qué ideas prácticas podría sugerir en este ámbito?

–De verdad que no soy ningún experto. Creo que la comunicación transparente  y profunda hace mucho bien y crea una dinámica de confianza, interés y cercanía hacia la Iglesia y el mensaje de Jesús. Admiro a la gente que maneja maravillosamente las redes y comunica cosas que merecen la pena. Hay que “subirse a ese carro” porque se hace mucho bien y nosotros los cristianos tenemos algo grandioso que comunicar. Tendríamos que ir de la mano de los profesionales de la comunicación y de la frescura de los jóvenes que son tan creativos a la hora transmitir el interior.

Vitoria es la capital de la Comunidad Autónoma Vasca. ¿Ha tomado contacto ya con las autoridades civiles? ¿Cómo ve la cooperación de la Iglesia con las instituciones políticas en el ámbito concreto y plural de Euskadi?

–Sí, me he reunido con tranquilidad con las autoridades locales y autonómicas. La mayoría están estrenando mandato y, por tanto, he comprobado que tienen mucha ilusión y que hay muchos puntos de interés común, aunque también hay temas irreconciliables. Hemos coincidido después en muchos eventos.

Tanto en los encuentros formales como en los más ocasionales he reivindicado el hecho religioso como parte de la vida, inspirador de las conductas más nobles y, en consecuencia, un bien social y no algo marginal, reducido a la esfera privada y sin ningún tipo de visibilidad, reconocimiento o apoyo social. Creo que los cristianos debemos ayudar a que los gobernantes descubran la contribución de la Iglesia a la sociedad y, desde ahí, solicitar su colaboración, pues se trata de algo que afecta al bien común.

¿Querría añadir alguna otra cosa?

–Aún estoy bajo la emoción de mi ordenación episcopal, pero tengo que reconocer que nunca he rezado tanto ni nunca he notado tanto la oración de los hermanos. Cuando la misión del Señor desborda, hay que ir a lo fundamental y apoyarse en lo que no te puede fallar. Sorprendentemente estoy sereno y contento, confiado en el Señor, en sus mediaciones y en la plegaria de los pacientes lectores. El Papa Francisco, cuando le saludé en la Plaza de San Pedro con ocasión de mi nombramiento, me dijo que los pastores tenemos que levantar el ánimo de nuestras comunidades, porque a veces está un poco bajo. Y es una observación que tengo muy presente.

El autorRafael Hernández Urigüen

Cultura

Hilary Putnam (1926-2016): un filósofo americano

Hilary Putnam ha sido uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Su pensamiento ha evolucionado desde el cientismo más estricto del Círculo de Viena hasta un pragmatismo abierto en el que hay un amplio espacio para el conocimiento no científico, las humanidades, la ética, la estética y la religión.

Jaime Nubiola·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos

El pasado 13 de marzo fallecía en su casa en Arlington, cerca de Boston, a los 89 años de edad, el filósofo norteamericano Hilary Putnam. Como escribía Martha Nussbaum en un emocionante obituario en el Huffington Post, “los Estados Unidos han perdido a uno de los más grandes filósofos que esta nación ha producido. Los que tuvieron la suerte de conocerle como estudiantes, compañeros y amigos recuerdan su vida con profunda gratitud y amor, ya que Hilary no solo era un gran filósofo, sino sobre todo un ser humano de una extraordinaria generosidad”. Putnam ha sido un gigante de la filosofía americana, que ha enseñado a generaciones de estudiantes en Harvard y que a través de sus numerosas publicaciones ha invitado a pensar a muchísima gente. Un rasgo muy llamativo de su personalidad era su amable cordialidad y una extraordinaria humildad intelectual que rechazaba de plano todo culto a la personalidad. En mi caso, mi deuda para con él es enorme tanto en lo personal como en lo intelectual, y con estas líneas quiero tributar un emocionado homenaje a quien ha sido mi “maestro americano” a lo largo de los últimos 25 años.

Nacido en Chicago en 1926, estudió matemáticas y filosofía en Pensilvania. Obtuvo el doctorado en 1951 en la Universidad de California, Los Ángeles, con una tesis sobre la justificación de la inducción y el significado de la probabilidad. Estos eran temas centrales del trabajo de su director de tesis Hans Reichenbach, miembro destacado del Círculo de Viena y emigrado a los Estados Unidos a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Entre los alumnos de Reichenbach se encontraba Ruth Anna, filósofa también, con la que Hilary Putnam se casaría en 1962. En 1965 Putnam se incorporó al prestigioso Departamento de Filosofía de la Universidad de Harvard, donde ocupó hasta su jubilación en mayo del año 2000 la cátedra Walter Beverly Pearson de Matemática Moderna y Lógica Matemática. Antes de incorporarse a Harvard había enseñado en Northwestern, Princeton y en el MIT.

Pensador de vanguardia

Sin duda alguna, puede afirmarse con rotundidad que Putnam fue un pensador de vanguardia. Como escribió Stegmüller, puede decirse de él que en su evolución intelectual ha compendiado la mayor parte de la filosofía de la segunda mitad del siglo XX.

Su producción filosófica se centró durante décadas en los grandes temas de la discusión contemporánea en filosofía de la ciencia y filosofía del lenguaje. Sus artículos están escritos con un rigor extraordinario, en conversación –mejor dicho, en discusión– con Rudolf Carnap, Willard Quine y sus colegas de la filosofía académica angloamericana. Además de la calidad de su escritura, impresiona la delicada discriminación a la que somete los problemas más dificultosos para ganar en su comprensión. Con su manera de trabajar, Putnam enseña que la filosofía es difícil, es decir, que la reflexión filosófica –tal como sucede en las demás áreas del saber cuando se llega a las cuestiones más básicas– tiene una complejidad técnica considerable. Por supuesto Putnam sabía que muchos de los problemas filosóficos son a fin de cuentas irresolubles, pero gustaba repetir con palabras de su amigo Stanley Cavell: “Hay maneras mejores y peores de pensar acerca de ellos”.

De entre su amplísima producción filosófica me gusta destacar su libro Renewing Philosophy, en el que reúne las Gifford Lectures impartidas en la University of St Andrews en 1990, quizá porque en el verano de 1992 estaba yo en Harvard con él y me dejó leer las galeradas. Como el título sugiere, esas páginas están escritas con la convicción de que la penosa situación de la filosofía en la actualidad reclama una revitalización, una renovación temática. Putnam concebía aquel libro como un diagnóstico de la situación de la filosofía y sugería las direcciones que podría tomar esa renovación. Putnam no escribía un manifiesto, sino que mostraba un estilo de hacer filosofía, de aunar el rigor y la relevancia humana, que son las propiedades que se han considerado como distintivas de dos modos radicalmente opuestos de hacer filosofía, la filosofía analítica angloamericana y la filosofía europea.

Hilary Putnam nunca se dejó llevar por los vientos de las modas intelectuales y –lo que no es frecuente entre los filósofos– ha rectificado una y otra vez sus opiniones conforme ha ido afinando en su comprensión de los problemas que abordaba. Eso ha llevado a algunos a acusarle de volubilidad filosófica, pero me parece a mí que la capacidad de rectificar es realmente la marca distintiva del amor a la verdad. “Antes pensaba esto…, en cambio ahora pienso esto otro”. Tal como hacemos todos en nuestra vida ordinaria que cambiamos de parecer cuando recibimos nuevos datos y comprendemos mejores razones, ¿por qué iba a ser distinto al hacer filosofía?

En este sentido, merece la pena transcribir lo que escribía en el prólogo de su reciente Philosophy in an Age of Science (2012): “Hace mucho abandoné las (diferentes) versiones del empirismo lógico de Carnap y de Reichenbach, pero continúo sacando inspiración de la convicción de Reichenbach de que el examen filosófico de la mejor ciencia contemporánea y pasada es de gran importancia filosófica, y del ejemplo de Carnap en su continuo re-examen y crítica de sus propias opiniones anteriores, así como del compromiso político y moral tanto de Carnap como de Reichenbach”.

Sin embargo, lo que quizás algunos no le han perdonado ha sido su conversión a la religión de sus abuelos, el judaísmo. En las últimas décadas de su vida comenzó a dedicar veinte minutos al día a las plegarias judías tradicionales y poco a poco la reflexión sobre ética y religión fue apareciendo cada vez con más frecuencia en sus textos: “Como judío practicante” –explicaba en Cómo renovar la filosofía–, “soy alguien para quien la dimensión religiosa de la vida es cada vez más importante, aunque sea una dimensión sobre la que no sé cómo filosofar, excepto indirectamente. Cuando empecé a enseñar filosofía, a principios de los años 50, me consideraba un filósofo de la ciencia (aunque en una interpretación generosa de la expresión ‘filosofía de la ciencia’ incluía la filosofía del lenguaje y la filosofía de lo mental). Quienes conozcan mis escritos de aquella etapa pueden preguntarse cómo conciliaba mi vena religiosa, que incluso entonces estaba en cierta medida detrás, con mi concepción general del mundo materialista-científica en aquel tiempo. La respuesta es que no las reconciliaba: era un concienzudo ateo y era un creyente; simplemente mantenía separadas esas dos partes de mí mismo”.

Esta “doble vida”, estas dos partes divididas de sí mismo, no le resultaba satisfactoria en su última etapa: “Soy una persona religiosa y a la vez un filósofo naturalista, pero no un reduccionista”, escribió a este respecto en su recentísima autobiografía con la que se abre el grueso volumen dedicado a él en la Library of Living Philosophers. Recuerdo ahora que Putnam me llamaba a veces “el pragmatista católico”: gracias a él había yo descubierto la filosofía pragmatista y el pensamiento de Charles S. Peirce al que me he dedicado desde 1992. Rezo ahora por su eterno descanso y confío en algún día poder proseguir las amables conversaciones con este gigante de la filosofía que no tuvo miedo en reconocer abiertamente su religiosidad en un mundo académico paganizado.

Iniciativas

Investigar los secretos del éxito en el matrimonio

Omnes·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Cuando dos jóvenes se unen en matrimonio lo hacen con la ilusión de amarse y de unir sus vidas para siempre. No obstante, las cifras oficiales muestran de manera alarmante que muchas parejas abandonan ese sueño en alguna parte del camino: el número de rupturas matrimoniales crece de manera paulatina todos los años.

— Jokin de Irala, Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública. Investigador principal del proyecto «Educación de la afectividad y la sexualidad humana» (EASH) del Instituto cultura y sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra.

—Alfonso Osorio, Investigador del proyecto EASH y profesor de Psicología en la Universidad de Navarra.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2014 se celebraron en España 162.554 matrimonios. El mismo año se produjeron 105.893 sentencias de nulidades, separaciones y divorcios, lo que supuso una proporción de 2,3 por cada 1.000 habitantes. Es un 5,4 % superior a lo que se registró en 2013.

Las cifras resultan preocupantes porque el divorcio no solo supone un impacto negativo para la pareja -según estudios, las personas divorciadas padecen más problemas relacionados con la salud-, sino también para los hijos y para la sociedad en general.

 

Cultura

Martín Ibarra Benlloch. La memoria de los mártires

Martín Ibarra Benlloch tiene 54 años, está casado y es padre de familia numerosa. Es doctor en Historia y profesor en la Universidad de Navarra y en la de Zaragoza. Compagina su labor universitaria con la presidencia de la Comisión Histórica de los Mártires de la diócesis de Barbastro Monzón.

Omnes·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Martín Ibarra es una persona especialmente comprometida con la memoria de los mártires españoles del siglo XX. Historiador especializado en historia Antigua, en concreto en la mujer de la Antigüedad, en el año 1998 comenzó a trabajar como director del archivo del santuario de Torreciudad y en el Instituto Mariológico. En el año 2004 el obispo de Barbastro-Monzón le pidió que ayudara en la causa de los mártires en la Comisión Histórica de la diócesis.

“Fruto de esa investigación conocí a mucha gente. Reuní mucha documentación que publiqué en un libro de dos tomos sobre la persecución religiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón. Es un libro que comienza en el año 1931 y termina en el año 1941. En él se estudia la persecución religiosa en España explicando las causas de la persecución y las consecuencias como un fenómeno único”, señala. A raíz de esta publicación llegó a la conclusión de que en apariencia sabemos mucho de los mártires pero que en realidad sabemos muy poco. “A mí me hacen cinco o seis preguntas de cada uno de los mártires y no sé ni responderlas. De muchos no tengo ni siquiera la foto. En la Antigüedad hubo muchos mártires, pero nadie recogió bien la información sobre ellos. Como consecuencia, con el paso de los años y los siglos, la gente empezó a inventar relatos”, explica.

Para evitar situaciones similares con los mártires de los siglos XX y XXI, decidió  recoger la máxima información posible sobre ellos. “Me junté con varias personas amigas de los mártires y sacamos adelante las Jornadas Martiriales de Barbastro. He contado con el apoyo de los Claretianos, que tienen en Barbastro el Museo de los Mártires Claretianos, un museo único. Tienen un montón de reliquias, de objetos que pertenecieron a los mártires. He contado con ese apoyo y luego he ido recabando apoyo de otras personas, en su mayoría laicos, pero también de sacerdotes y de instituciones religiosas”.

Fruto de esos apoyos nacieron las Jornadas Martiriales de Barbastro, cuya primera edición se celebró en 2013. Las jornadas suelen contar con la presencia de catedráticos de universidad, sacerdotes, religiosos, familiares de los mártires y laicos interesados en los mártires. Además de las mesas redondas, organizan conciertos de música martirial, presentación de libros, proyección de cine y concursos de cortometrajes.

“Por un lado hemos conseguido que estas jornadas se conviertan en un referente en toda España, aunque son jornadas humildes. Por otro, hemos conseguido que por primera vez haya una difusión clara de este asunto al margen de los procesos de beatificación de martirio”, destaca. Martín lamenta que una vez que se beatificaba a los mártires ya no se volvía a hablar de ellos, “y eso no tiene sentido. Hay que hablar mucho antes y, sobre todo, después de beatificados. Hay que dar mucha información de ellos”.

Así fue cómo se le ocurrió, a él y al resto de miembros de la Comisión Histórica de la diócesis, poner en marcha el concurso de cortometrajes sobre mártires en el contexto de las jornadas. “La idea es muy sencilla. Si hay un grupo de gente joven proveniente de parroquias, colegios, institutos, universidades…, que deciden hacer un cortometraje sobre un mártir, al final va a terminar interesándose por saber quién era esa persona. Van a pedir documentación, van a investigar…. En el caso de los pueblos, si esto lo hacen en el lugar de donde era el mártir, van a acabar recogiendo mucha documentación que nosotros en los obispados no tenemos. Es la forma de salvar mucha información que de otro modo se podría perder. Además, de esta manera, los jóvenes que participan en un cortometraje se van llenando de valores buenos que tenían los mártires”.

España

Cristianismo y emotividad

Omnes·30 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 7 minutos

“¿Por qué no detenernos a hablar de los sentimientos y de la sexualidad en el matrimonio?”, se pregunta el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia (n. 142). La cuestión ha inquietado a antropólogos e historiadores desde que Roland Barthes denunció la postergación de los sentimientos en la Historia: “¿Quién hará la historia de las lágrimas? ¿En qué sociedades, en qué tiempos se ha llorado?”

— Álvaro Fernández de Córdova Miralles, Universidad de Navarra

Recientes investigaciones han revelado la influencia del cristianismo en la emotividad occidental. Su historia, olvidada y laberíntica, debe rescatarse.

Pocas frases han tenido mayor repercusión que la exhortación de san Pablo a los Filipenses “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Jesús” (Fl 2, 5). ¿Cabe un análisis histórico de esta singular propuesta? Hace setenta años, Lucien Febvre se refería a la historia de los sentimientos como a “esa gran muda”, y décadas después Roland Barthes se preguntaba: “¿Quién hará la historia de las lágrimas? ¿En qué sociedades, en qué tiempos se ha llorado? ¿Desde cuándo los hombres (y no las mujeres) ya no lloran? ¿Por qué la “sensibilidad” en cierto momento se ha vuelto ‘sensiblería’?”.

Tras el giro cultural experimentado por la historiografía en los últimos decenios, se ha abierto una nueva frontera para los investigadores que ha recibido el nombre de giro emocional (emotional turn). Aunque sus contornos son aún difusos, la historia del dolor, la risa, el temor o la pasión, permitiría conocer las raíces de nuestra sensibilidad, y advertir la huella del cristianismo en el paisaje de los sentimientos humanos. El período medieval se ha revelado, en este sentido, un lugar privilegiado para estudiar el paso de las estructuras psíquicas del mundo antiguo a las formas de la sensibilidad moderna. Para ello ha sido necesario sustituir las categorías de “infantilismo” o “desorden sentimental” adjudicadas al hombre medieval (M. Bloch y J. Huizinga), por una lectura más racional del código emocional que dio forma a los valores occidentales (D. Boquet y P. Nagy).

De la apatheia griega a las novedades evangélicas (s. I-V)

La historia de los sentimientos medievales parte de la “cristianización de los afectos” en las sociedades paganas de la Antigüedad Tardía. El choque no pudo ser más drástico entre el ideal estoico de la apatheia (liberación de toda pasión concebida en términos negativos) y el nuevo Dios que los cristianos definían con un sentimiento: Amor. Un amor que el Padre manifestó a los hombres entregando a su propio Hijo, Jesucristo, que no ocultó sus lágrimas, ni su ternura, ni su pasión por sus hermanos los hombres. Conscientes de ello, los intelectuales cristianos promovieron la dimensión afectiva del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, considerando que suprimir los afectos suponía “castrar al hombre” (castrare hominem), como afirma Lactancio en expresiva metáfora.

Fue San Agustín –padre de la afectividad medieval– quien mejor integró la novedad cristiana y el pensamiento clásico con su teoría del “gobierno” de las emociones: los sentimientos debían someterse al alma racional para purificar el desorden introducido por el pecado original, y distinguir los deseos que conducen a la virtud de los que llevan al vicio. Su consecuencia en la institución matrimonial fue la incorporación del deseo carnal –condenado por los ebionitas– al amor marital (Clemente de Alejandría), y la defensa del vínculo frente a las tendencias disgregadoras que lo banalizaban (adulterio, divorcio o segundas nupcias).

No se trataba de una austeridad moral más o menos admirada por los paganos. Era el camino hacia la “pureza de corazón” que llevó a vírgenes y célibes a las más altas cotas del liderazgo cristiano por el autodominio y la reorientación de la voluntad que suponía.

Eros destructor y Eros unitivo (s. V-VII)

El nuevo equilibrio psicológico tomó forma gracias a las primeras reglas que promovían el ejercicio ascético y la práctica de la caridad en aquellas “utopías fraternales vivientes” que fueron los primeros monasterios. Clérigos y monjes se afanaron por cartografiar el proceso de conversión de las emociones, y reconstruir la estructura de la personalidad humana actuando sobre el cuerpo: éste no era un enemigo a abatir, sino un vehículo para unir a la criatura con el Creador (P. Brown).

El ideal de la virginidad, fundado en la unión con Dios, no estaba tan lejos del ideal del matrimonio cristiano asentado en la fidelidad y refractario a las prácticas divorcistas y poliándricas extendidas entre las sociedades germánicas de Occidente. Así lo revela la alianza entre los monasterios irlandeses y la aristocracia merovingia, que grababa en sus lápidas funerarias los términos carissimus (-a) o dulcissimus (-a) referidos a un marido, una esposa o un hijo; signo de la impregnación cristiana de aquellas “comunidades emocionales” que pretendían escapar a la cólera y al derecho de venganza (faide) (B. H. Rosenwein).

La mentalidad común no evolucionó tan rápidamente. Las prohibiciones eclesiásticas contra el rapto, el incesto, o lo que hoy llamaríamos “violencia doméstica”, no se asumieron hasta el siglo X. En ningún texto, ni laico ni clerical, se emplea la palabra amor en sentido positivo. Su contenido semántico estaba lastrado por la pasión posesiva y destructora que desembocaba en los crímenes descritos por Gregorio de Tours.

Poco se sabía entonces de la extraña expresión charitas coniugalis, usada por el papa Inocencio I (411-417) para describir la ternura y amistad que caracterizaba la gracia conyugal. La dicotomía de ambos “amores” se refleja en las notas de aquel escolar del siglo XI: amor, deseo que trata de acapararlo todo; caridad, tierna unidad” (M. Roche). Idea que reaparece en Amoris laetitia: “El amor matrimonial lleva a procurar que toda la vida emotiva se convierta en un bien para la familia y esté al servicio de la vida en común” (n. 146).

Lágrimas carolingias (s. VIII-IX)

Apoyándose en el optimismo antropológico  cristiano, los reformadores carolingios revindicaron la igualdad de los sexos con una insistencia casi revolucionaria, considerando la conyugalidad el único bien que Adán y Eva conservaron de su paso por el Paraíso (P. Toubert).

En este contexto emergió una nueva religiosidad laica, que invitaba a una relación menos “ritual” y más íntima con Dios, enlazando con la mejor plegaria agustiniana. Comenzó a valorarse el dolor o la compunción por los pecados cometidos, que llevaba a gestos tan ampulosos como la penitencia pública de Luis el Piadoso por el asesinato de su sobrino Bernardo (822). Aparecieron entonces las misas “de petición de lágrimas” (Pro petitione lacrimarum): lágrimas de amor de Dios que mueven el corazón del pecador y purifican sus pecados pasados.

Este sentimiento, solicitado como gracia, está en la base del don de lágrimas, considerado signo de la imitación de Cristo que lloró tres veces en las Escrituras: tras la muerte de Lázaro, ante Jerusalén y en el huerto de los Olivos. Mérito o don, virtud o gracia, habitus (“disposición habitual” según Santo Tomas de Aquino) o carisma, los hombres píos van en busca de las lágrimas que, a partir del siglo XI, se convierten en criterio de santidad (P. Nagy).

La revolución del amor (s. XII)

Los hallazgos psicológicos más audaces se produjeron en dos ámbitos aparentemente antitéticos. Mientras los canonistas defendían el libre intercambio de consentimiento para la validez del matrimonio, en las cortes provenzales se inventó el fin d’amors (“amor cortés”) –tantas veces adulterino– que explotaba los sentimientos de alegría, libertad o angustia, frente a los casamientos impuestos por el linaje. Clérigos y segundones de la aristocracia descubrieron entonces el amor de elección (de dilection) donde el otro es amado en su alteridad por lo que es, y no por lo que aporta al cónyuge o al clan. Un amor libre y exclusivo que facilitaba la entrega de cuerpos y almas, como expresó Andrea Capellanus y experimentaron aquellos trovadores occitanos que pasaron del amor humano al divino profesando en un monasterio (J. Leclercq).

Los nuevos descubrimientos tardaron en impregnar la institución matrimonial, plegada a los intereses políticos y económicos del linaje. Entre los siglos XI al XIV la familia extensa (parentela de distintas generaciones) fue progresivamente sustituida por la célula conyugal (los esposos con sus hijos), debido en buena parte al triunfo del matrimonio cristiano elevado ahora a sacramento. Los canonistas más audaces desarrollaron el concepto de “afecto marital” (affectio maritalis) que contemplaba la fidelidad y las obligaciones recíprocas de la unión conyugal, más allá de la función social que se le venía asignando.

El camino hacia la santidad fue más lento. Se impulsó en el siglo XIII al ser canonizados cuatro laicos casados (san Homobono de Cremona, santa Isabel de Hungría, santa Eduvigis de Silesia y san Luis de Francia), que retomaban la santidad laical del cristianismo antiguo, aunque el ideal esponsal no se reflejara en los procesos conservados como camino específico de perfección (A. Vauchez).

De la emoción mística a los debates de la modernidad (s. XIV-XX)

La crisis socio-económica del siglo XIV modificó la cartografía sentimental del Occidente europeo. La devoción religiosa comenzó a identificarse con la emoción que encarnaba. Fue la conquista mística de la emoción. Mujeres laicas como Marie d’Oignies († 1213), Angela da Foligno († 1309) o Clara de Rímini († 1324-29) desarrollaron una religiosidad demostrativa y sensorial, cargada de un misticismo arrebatador. Se buscaba ver, imaginar e incorporar los sufrimientos de Cristo, pues su Pasión adquirió el lugar central de las devociones. Nunca hasta entonces las lágrimas se hicieron tan plásticas, ni se representaron con la fuerza de un Giotto o un Van der Weyden.

Las emociones medievales dejaron un profundo surco en el rostro del hombre moderno. El protestantismo radicalizó las notas agustinianas más pesimistas, y el calvinismo reprimió sus expresiones con una estricta moralidad centrada en el trabajo y la riqueza (M. Weber). En esta encrucijada antropológica, los sentimientos oscilaron entre el menosprecio racionalista y la exaltación romántica, mientras la educación se debatía entre el naturalismo roussoniano y el rigorismo que introducía en los cuentos infantiles la consigna “los niños no lloran”.

No fue por mucho tiempo. El romanticismo amoroso barrió al puritanismo burgués de la institución matrimonial, de manera que hacia 1880 las uniones impuestas –tan combatidas por los teólogos medievales– se convirtieron en una reliquia del pasado. El sentimiento se erigió en garante de una unión conyugal progresivamente fracturada por la mentalidad divorcista y una afectividad contaminada de hedonismo que triunfó en mayo del 68. No todo fue positivo. El desconcierto emocional de los adolescentes, el vagabundeo sexual o el aumento de abortos son consecuencia de aquel sistema idealista y naif que ha dado paso a otro realista y sórdido llamado a replantearse el sentido de sus conquistas.

La Amoris laetitia es una invitación a hacerlo escuchando la voz de aquellos sentimientos que el cristianismo rescató de la atonía clásica, orientó a la unión familiar y proyectó a las cimas de la emoción mística. Paradójicamente, la grandeza de su historia espejea en la superficie de sus sombras: las lágrimas de agua y de sal descubiertas por los mismos carolingios que apuntalaron la unión conyugal. El papa Francisco ha querido rescatarlas, consciente quizá de aquellas palabras que Tolkien puso en boca de Gandalf: “No os diré: no lloréis; pues no todas las lágrimas son amargas”

Vaticano

La urgencia de una misión de proximidad

Giovanni Tridente·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En varias ocasiones durante las últimas semanas, el Santo Padre ha reiterado la importancia de la atención a cada criatura, en particular a quien padece necesidad o sufre.

— Giovanni Tridente, Roma

@gnntridente 

Diálogo, paz y solidaridad, salud, sufrimiento y consolación, pero también pobreza e inmigración, proximidad en la misión, economía inclusiva y cuidado de la creación. Son los ejes centrales de la mayor parte de los discursos del Papa Francisco en las audiencias habidas con diversos interlocutores en las pasadas semanas. El hilo conductor es siempre el mismo: la atención a todo individuo que habita la tierra, en particular, a aquellos que se encuentran en situaciones de necesidad o en la condición de víctimas de los más disparatados “sistemas” corruptos…

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Experiencias

Mons. Juan del Río: “El militar tiene una religiosidad natural innata”

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

El Servicio de Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas españolas (SARFAS) ha cumplido 25 años. El Seminario castrense celebró también el 18 de abril sus cinco lustros de vida. El arzobispo castrense, Mons. Juan del Río, explica la específica tarea de su arzobispado para garantizar la asistencia religiosa a militares, policías y sus familias.

— Enrique Carlier

En el contexto de los 25 años del SARFAS y del Seminario castrense, el 16 de abril tuvo lugar en el arzobispado castrense un emotivo encuentro al que acudieron los rectores, formadores y sacerdotes que han pasado por el Seminario castrense a lo largo de sus veinticinco años de existencia. En el encuentro se rindió homenaje al cardenal José Manuel Estepa Llaurens, quien erigió el seminario castrense y fue también uno de los redactores de la Constitución apostólica Spirituali militum curae.

Esta Constitución, que regula la atención espiritual a los militares a través de los ordinariatos castrenses, fue firmada por san Juan Pablo II el 21 de abril de 1986.

El 17 de abril, y coincidiendo con la Jornada mundial de oración por las vocaciones, Mons. del Río presidió la ordenación de un nuevo presbítero castrense.

Sobre el SARFAS, el seminario castrense y la peculiar tarea pastoral que lleva a cabo el arzobispado castrense, conversamos con quien está a la cabeza de esta circunscripción eclesiástica: Mons. Juan del Río. Nos recibe en su despacho de la calle del Nuncio, donde destaca una imagen no pequeña de la Macarena que apunta el pasado hispalense del arzobispo, confirmado luego al oír su nítido acento andaluz.

¿Qué es exactamente el SARFAS?
Se trata del Servicio de Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas. Se estableció por el Real Decreto 1145, de 7 de septiembre de 1990, y desarrolla el acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español sobre asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas del 3 de enero de 1979.

El arzobispado castrense presta la parte de este servicio que asiste religiosa y espiritualmente a los miembros católicos de las Fuerzas Armadas y de la Policía.

¿Qué novedad ha traído el SARFAS con respecto a la configuración del antiguo cuerpo eclesiástico del ejército?
—El SARFAS es fruto de un paso importante que se dio en 1990 cuando los antiguos capellanes del cuerpo eclesiástico, que tenían entonces condición militar, pasaron a una nueva configuración. En ella se acentúan más los aspectos pastorales del capellán castrense y de la presencia de la Iglesia católica en las Fuerzas Armadas.

Actualidad

Cuidados paliativos: atención integral cuando lo importante es el bienestar

Pocas situaciones son tan delicadas como la última etapa de la vida, y en pocas hay tanta falta de claridad. Junto a los cuidados paliativos (“una forma privilegiada de caridad desinteresada”, dice el Catecismo) se manejan conceptos como muerte digna y eutanasia, o se desconoce el objetivo de la sedación.

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Tratar lo mejor posible a cada persona cuando se acerca al final de su vida es, sin duda, un reto muy importante. Un paciente, en cierta ocasión, comentaba a su doctor: “Usted tiene una especialidad un poco ingrata, los pacientes y sus familiares esperamos que los médicos curen; sin embargo, usted no los cura, usted controla que no tengan dolor y ¡que no sufran!”.

Este comentario, que nos hace reflexionar, permite reconocer una parte de la verdad. En el ámbito de los cuidados paliativos, los médicos curan las enfermedades comunes del paciente, aquellas que se pueden curar. Pero cuando el final se acerca porque hay una enfermedad incurable, el enfermo debe ser cuidado y acompañado durante el proceso para procurar que tanto él como su familia vivan cada momento con el mayor bienestar posible.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los cuidados paliativos como “el enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento mediante la identificación precoz y de la impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas físicos, psicosociales y espirituales”.

Esta definición indica que el objetivo de la atención sanitaria al final de la vida es tanto el paciente como su familia. La familia es la unidad de cuidados. Además, para tratar adecuadamente los diferentes tipos de sufrimientos es necesaria una atención integral que cuente con la aportación de los profesionales más preparados en cada área. Los médicos, las enfermeras, los auxiliares de enfermería, el psicólogo, el agente de atención religiosa o capellán, el trabajador social, el fisioterapeuta, etc., deben aportar lo mejor de sus conocimientos y trabajar en equipo para controlar el sufrimiento del paciente.

Xavier Sobrevia es médico y delegado de la Pastoral de la Salud del Obispado de Sant Feliu de Llobregat.

Christian Villavicencio-Chávez es médico geriatra. Máster en cuidados paliativos. Profesor asociado de Bioética y Medicina Paliativa. Universidad Internacional de Cataluña.

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Una coincidencia histórica

17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Hace ochocientos años san Francisco de Asís solicitó una indulgencia para quienes acudieran a la Porciúncula: un claro precedente de lo que el Papa Francisco desea en el Jubileo de la Misericordia.

Justo el 2 de agosto de 2016, en pleno Año Santo de la Misericordia, se cumplirán 800 años de la Porciúncula, el lugar para el que san Francisco de Asís pidió al Papa Honorio III, en aquel momento en Perugia, que le concediera la indulgencia plenaria para todos aquellos que frecuentaran este lugar y se confesaran. Sería la primera vez que se habría dado una indulgencia fuera de Roma, Santiago, San Miguel de Gárgano y Jerusalén. Sobre todo, se habría concedido el perdón de todo gratuitamente. Como cuenta el Diploma de Teobaldo, después de algunas dudas, el Papa accedió, pero inmediatamente un cardenal de su séquito lo instó a limitar los términos de la indulgencia: “Tenga en cuenta, señor, que si concede a este hombre tal indulgencia, destruiría a aquellas de ultramar”.

Quizás si hubiera sido acogida la petición de san Francisco de Asís, no habría habido ocasión para la reforma que vino planteada por Lutero por el abuso sobre la cuestión de las limosnas y las indulgencias. Aunque restringida, san Francisco obtuvo algo y así lo pudo anunciar: “¡Hermanos míos, quiero llevaros a todos al paraíso!”. Con ochocientos años de anticipo había obtenido aquello que ahora es normal, es decir, obtener la completa remisión de las culpas simplemente arrepintiéndose, confesándose y acudiendo a una iglesia.

El autorOmnes

Mundo

Un gran honor para la primera nación cristiana

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Con motivo de la visita del Papa a Armenia, el Embajador en España escribe para PALABRA un análisis sobre el significado del viaje de Francisco a su país.

— Avet Adonts

La visita del Papa a cualquier país, como en este caso a Armenia, es un gran honor y un evento muy importante. A pesar de que la Iglesia apostólica armenia es una Iglesia independiente, históricamente se han constituido con la Iglesia católica, y en particular con la Santa Sede, relaciones muy cálidas, que continúan preservándose y desarrollándose.

En nuestros días también esas relaciones continúan desarrollándose activamente. Como piezas fundamentales que ejemplifican el respeto mutuo, cabe mencionar la colocación en el año 2005 de la estatua de san Gregorio el Iluminador (o el Armenio), apóstol de Armenia y fundador de la Iglesia armenia, en uno de los nichos exteriores de la basílica de San Pedro del Vaticano, siendo la primera vez que la estatua de un santo de rito oriental se colocaba entre los santos fundadores que rodean el exterior de la basílica de San Pedro; y el reconocimiento oficial del clérigo y filósofo armenio san Gregorio de Narek como Doctor de la Iglesia por parte del Papa Francisco en la Misa oficiada por el Centenario del Genocidio Armenio.

Literalmente hace dos o tres días se comunicó el lema de la visita del Papa Francisco a Armenia, el cual reza Visita al primer país cristiano. De esta manera, el Papa Francisco, recoge la estafeta del Papa Juan Pablo II, quien visitó Armenia en el año 2001 en el marco de los eventos conmemorativos del aniversario número 1700 de la adopción del cristianismo en Armenia. Tal y como indicó Su Santidad el Papa Francisco en su Mensaje a los Armenios, en la Misa oficiada el 12 de abril de 2015, Armenia fue “la primera entre las naciones que a lo largo de los siglos abrazaron el Evangelio de Cristo”.

En el año 301 Armenia, adoptando el cristianismo como religión oficial de estado, se convirtió en el primer país cristiano del mundo. Durante siglos, estando rodeado por países e imperios no cristianos, el pueblo armenio se sometió a muchas privaciones, a múltiples guerras, pero se quedó firme en su decisión. Nunca puso en duda su fe cristiana. La visita del Papa a Armenia es un tributo al pueblo armenio y a su historia milenaria, así como un llamado a la paz para la región y el mundo.

Esta visita también se prioriza por parte del Vaticano. Eso queda en evidencia en el programa de la visita. El Papa pasará tres días en Armenia: del 24 al 26 de junio. Además de la capital Ereván y de la Santa Sede de Armenia, Echmiatsín, también visitará Gyumrí, la segunda gran ciudad de la República, así como lugares de peregrinaje de gran importancia religiosa en el territorio de Armenia. Su Santidad El Papa será recibido por las más altas autoridades políticas y religiosas de Armenia.

Avet Adonts es embajador extraordinario y lenipotenciario de la República de Armenia en el Reino de España.

Mundo

El Papa no se olvida de los armenios

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Del 24 al 26 de junio el Papa Francisco recorrerá Armenia en un viaje apostólico que se espera sea un nuevo hito en las relaciones ecuménicas. El viaje concluirá con la firma de una declaración conjunta con el Catholicós de la Iglesia apostólica armenia.

 Miguel Pérez Pichel

La llegada del Papa Francisco a Armenia el próximo 24 de junio se enmarca en su llamamiento a evangelizar tanto en las periferias geográficas como en las existenciales. También se enmarca en la necesidad de impulsar el diálogo ecuménico y estrechar lazos entre la Iglesia católica y la Iglesia apostólica armenia. En este sentido, el Papa Francisco proclamó al religioso armenio san Gregorio Narek como Doctor de la Iglesia el 12 de abril de 2015 durante la Misa celebrada en San Pedro con motivo del centenario del genocidio armenio.

Armenia es un país de 3.060.631 habitantes y una extensión de 29.800 quilómetros cuadrados, fronterizo con Turquía, Georgia, Azerbaiyán e Irán. La población armenia es mayoritariamente ortodoxa. El 94,7 % de la población pertenece a la Iglesia apostólica armenia (de tradición ortodoxa). El 4 % es católico o protestante, el 1,3 % son yazidíes y hay también una pequeña comunidad musulmana.

La Iglesia apostólica armenia tiene su origen en la evangelización por los apóstoles Bartolomé y Tadeo. Armenia adoptó el cristianismo como religión oficial en el año 301 durante el reinado de Tirídates III gracias a la labor de san Gregorio el Iluminador. Por lo tanto, es el primer país del mundo en proclamarse cristiano. En 428 el imperio persa sasánida conquistó el reino, aunque los armenios consiguieron que se garantizara su libertad religiosa y cierta autonomía. En el año 506 los cristianos armenios aceptaron el monofisismo. En el siglo VII el califato islámico, surgido en la península arábiga, absorbió Armenia. El país consiguió establecer una amplia autonomía del poder árabe tras una revuelta en el año 780. Recuperó su independencia en el año 885. A partir de esa fecha los armenios tuvieron que lidiar con las pretensiones expansionistas de bizantinos y árabes, así como con las invasiones de turcos, mongoles y otros pueblos asiáticos. Esta situación dejó al reino armenio exhausto ante el naciente poder otomano a finales de la Edad Media.

España

Sevilla acoge la muestra Expovida

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En estos días se puede visitar en la capital hispalense una exposición que desmonta, con imágenes, los principales argumentos de quienes justifican el aborto.

— Rafael Ruiz Morales

El 13 de mayo, festividad de la Virgen de Fátima, la Fundación Valentín de Madariaga, en Sevilla, acogió la inauguración Expovida, una muestra itinerante promovida y sustentada por la organización Derecho a Vivir que permanecerá abierta al público hasta el próximo 13 de junio.

Ante un buen número de participantes, la doctora Gador Joya dio el pistoletazo de salida con una reflexión sobre la situación actual del derecho a la Vida en España, sutilmente enmarcada en el período preelectoral que vivimos.

La exhibición se ha dispuesto en el privilegiado entorno del patio principal del que fuera pabellón de Estados Unidos durante la Exposición Universal de 1929, alrededor del cual se ubican los elementos que la conforman.

Llaman la atención las ocho reproducciones a tamaño natural de las distintas fases de evolución del feto dentro del útero materno, que hacen visible y tangible una realidad que, más allá de opiniones y superando cualquier posicionamiento ideológico, tiene entidad por sí misma. Junto a éstas se hila un interesante discurso, principalmente gráfico, que se abre con la recopilación de datos científicos relativos a la gestación del ser humano, tras los que, bajo el epígrafe “El otro holocausto”, revela las descarnadas técnicas empleadas en la eliminación de la vida humana por medio de la práctica del aborto.

Continúa mostrando las silenciadas consecuencias físicas y psicopatológicas que sufre la mujer sometida a esta intervención.

La exposición lanza un mensaje rotundo: la mujer, la madre, tiene que ser zona libre de pena de muerte.

España

Un tercio de los monasterios del mundo está en España

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

El 22 de mayo se celebró la Jornada anual para pedir por las vocaciones a la vida consagrada contemplativa. En España hay 9.153 monjas y monjes.  

— Enrique Carlier

El domingo 22 de mayo, Solemnidad de la Santísima Trinidad, se celebró en toda España la Jornada Pro orantibus, día en el que toda la Iglesia ora al Señor por las vocaciones a la vida consagrada contemplativa.

En sintonía con el Año Santo convocado por el Papa Francisco, el lema de este año era “Contemplad el Rostro de la misericordia”, y sus objetivos: orar por los consagrados y consagradas en la vida contemplativa, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que representan; dar a conocer esta vocación específica, tan actual y necesaria para la Iglesia; y promover iniciativas para incentivar la vida de oración y la dimensión contemplativa en las Iglesias particulares mediante la participación de los fieles en alguna celebración de algún monasterio.

819 monasterios
Con motivo de la Jornada Pro orantibus, el Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ha publicado un conjunto de datos ciertamente reveladores sobre la numerosa representación de la vida contemplativa en España, hasta el punto de que nuestro país cuenta con “un tercio del número total de monasterios  de todo el mundo”.

Señala también el Secretariado que “la presencia más numerosa es la vida contemplativa femenina, con un total de 784 monasterios femeninos y 8.672 monjas” (estos datos están referidos a diciembre de 2015). Las clarisas y las carmelitas descalzas son las congregaciones con mayor número de monjas contemplativas en España y en toda la Iglesia.

Nos referimos aquí a monasterios autónomos, con un vínculo directo con el obispo de la diócesis en la que se encuentran.

Los monasterios masculinos se rigen por una normativa similar a la vida religiosa, lo cual también se refleja en la misión apostólica específica que realizan.

En diciembre de 2015 España contaba con 35 monasterios masculinos y un total  de 481 monjes. Los monasterios con más monjes son los benedictinos y cistercienses.

En esta Jornada Pro orantibus  también se reza por los ermitaños y ermitañas, que viven su espiritualidad contemplativa de una manera todavía más solitaria. Hay algunos que viven esta vida eremítica escondida a los ojos de los hombres residiendo en apartados parajes de varias diócesis españolas.

Por diócesis
Toledo es la diócesis que más monasterios femeninos tiene 39, seguido de cerca por Sevilla, 37; Madrid, 32; Valladolid, 27; Burgos, 26; Valencia, 25; Pamplona y Tudela, Granada y Córdoba, con 22; y Málaga 19.

Por su parte, Burgos es la diócesis que cuenta con más monasterios masculinos: 4, seguido de Madrid con 3 y Canarias, Orihuela-Alicante y Pamplona y Tudela con 2.

Con ocasión de la jornada, Mons. Vicente Jiménez Zamora, arzobispo de Zaragoza y presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, señaló que “dentro de la Iglesia, la vida consagrada y, de modo especial, la vida consagrada contemplativa, está llamada a ser transparencia viva del Rostro misericordioso de Cristo”.

España

Asignatura de Religión: se duplican los alumnos en Bachiller

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Del último informe de la Conferencia Episcopal sobre la opción del alumnado por la enseñanza religiosa católica sorprende positivamente el notable incremento de alumnos de Bachillerato.

— Javier Hernández Varas y Diego Pacheco

Ante la perspectiva de la elaboración de un pacto educativo que se pondría en marcha tras las elecciones generales, se presentan unas consideraciones en cuanto a la enseñanza de la religión que convendría tener presente al confeccionar un documento tan importante y de tanta trascendencia para el futuro de nuestros alumnos.

En una primera argumentación de carácter estadística, se debería tener en cuenta que, a pesar de la situación actual que origina dificultades objetivas que repercuten en el deterioro de la clase de religión, el 63 % de los alumnos siguen queriendo recibir enseñanza religiosa católica. En el curso 2015-16 de un total de 5.811.643 alumnos escolarizados se han matriculado en ella 3.666.816 alumnos.

Repensar la fe en la era digital

16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En la era digital en la que nos ha tocado vivir, no podemos negar los riesgos que corremos, pero tampoco podemos dejar de ver las grandes oportunidades que se nos presentan.

Un tema irreversible: las redes sociales. Políticos, televisiones, radios, empresas, comercios, etc., todo el mundo, las ha asumido de manera que ya no se conciben estas realidades sin ellas. También para las entidades católicas son un reto y una oportunidad.

Un reto porque influyen (para bien y para mal) en nuestras vidas. Una oportunidad porque en relación a la evangelización nos ofrecen ventajas antes impensables.

El autorOmnes

España

El impacto económico de la actividad cultural de la Iglesia: 32.000 millones de euros

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La misión de la Iglesia es, sin duda, de carácter espiritual, pero su actividad tiene una benéfica repercusión sobre la economía. Así lo demuestran los últimos estudios publicados por la CEE.

— Enrique Carlier

En estas últimas semanas y dentro del contexto de la campaña para la declaración del impuesto sobre la renta, la Conferencia Episcopal Española (CEE) está llevando a cabo una loable labor de transparencia al facilitar a la opinión pública abundante información no sólo de las actividades de la Iglesia y de cómo emplean los 250 millones de euros que aproximadamente recibe cada año de los contribuyentes, sino también del impacto económico que tiene todo el conjunto de su actividad cultural, caritativa, litúrgica y educativa.

Ciertamente, se puede afirmar que a la sociedad española le ha tocado la lotería con la Iglesia, con su rico patrimonio cultural y con todo ese cúmulo de actividades, iniciativas y esfuerzos de personas e instituciones eclesiales que luego revierte –ya sea de manera directa o indirecta– en beneficio de todos. Nadie con un poco de objetividad pone en duda esta realidad. Lo difícil es cuantificarla. Y en eso está ahora la CEE, particularmente su Vicesecretaría para asuntos económicos.

Cultura

Pentecostés en el arte

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 1 minuto

El 20 de mayo de 1985 Juan Pablo II pronunció una homilía en una Misa con los artistas en Bruselas: “Hace mucho tiempo que la Iglesia ha hecho una alianza con vosotros […] ¡No interrumpáis este contacto extraordinariamente fructífero! ¡No cerréis vuestro espíritu al soplo del Espíritu divino!”. Este diálogo entre el arte y la Iglesia fue sin duda una preocupación importante de Juan Pablo II. En Bruselas se refirió al problema de la representación artística de Dios.

La representación del misterio divino es un problema básico del arte cristiano. Atañe también a la manera de representar al Espíritu Santo. Los artistas han de decidir en qué lenguaje simbólico puede expresarse más adecuadamente la realidad que hay detrás de las cosas visibles. Tampoco la representación del Espíritu Santo es obvia en la historia del arte.

Las primeras representaciones iconográficas de Pentecostés surgieron en el siglo V como consecuencia de las decisiones dogmáticas de los Concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381). En todo caso, la fórmula más importante para el Espíritu Santo en las imágenes de la antigüedad tardía fue la paloma (Mt 3,16), de conformidad con la gran importancia del testimonio bíblico en la fe de la Iglesia temprana. También en el arte actual la imagen más frecuente del Espíritu Santo es la paloma.

En los siglos III y IV, los escritores eclesiásticos habían referido alegóricamente la paloma a Cristo o al alma humana, y el mismo significado tenía en los relieves y pinturas del arte sepulcral de aquella época. Pero desde que la verdad bíblica del Dios trino fue elevada a dogma de la Iglesia, (381), en las imágenes la paloma quedó reservada para la Persona del Espíritu Santo. En las imágenes, los rayos que la rodean o que parten de ella indican su condición de don divino.

Iniciativas

Esperanza en Austria para cristianos de Oriente Medio

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Austria tiene 8,7 millones de habitantes, y el año pasado ha acogido 90.000 refugiados: salvo Suecia, ningún otro país de la Unión Europea ha acogido a tantos. AMAL es una de las asociaciones de inspiración cristiana donde colaboran personas que quieren ayudar y apoyar a los refugiados.

AMAL es una palabra árabe que significa esperanza. La asociación compaña sobre todo a familias de migrantes cristianos, en su mayoría de Siria e Irak, a los que el Estado ya ha concedido asilo y que permanecerán en el país.

Imad, su esposa Ghadir y sus tres hijos, de edades que van de los 4 a los 8 años, están muy agradecidos por el trabajo de AMAL. Son una familia católica de Damasco, donde Imad tenía un buen trabajo como gerente de una empresa. Pero vino la guerra, y la persecución de los cristianos. La familia huyó a Austria en un accidentado viaje. “Cuando llegamos a Austria, explicamos a todos que éramos cristianos. Se sorprendían mucho: aquí no sabían que hubiera cristianos en Siria. Tuvimos que explicarles primero que sí, que, en efecto, ¡hay cristianos en Siria!”, cuenta Imad.

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América Latina

Populismos en América, más pena que gloria

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La izquierda bolivariana se bate en retirada en América Latina, ahogada por sus propios excesos: la mala gestión del Estado, la corrupción, el abuso de poder, el personalismo y la crisis económica. 

— Juan Ignacio Brito

La estrella política de la izquierda populista latinoamericana se está extinguiendo. Hace una década brillaba con fuerza; hoy ha sido alejada del poder, tiene las horas contadas o se halla bajo amenaza severa en los países donde hasta hace poco dominaba sin contrapesos. El deterioro de la situación económica, el cansancio de la población con un discurso polarizador, la corrupción rampante y el agotamiento de los personalismos han terminado por poner en jaque a una tendencia política que prometió liberar a América Latina de sus cadenas y ha finalizado generando odiosidades y más pobreza. No es raro que la izquierda bolivariana haya criticado la decisión del Senado brasileño de abrir juicio político y suspender por 180 días a la mandataria Dilma Rousseff, denunciando que se trataba de un “golpe de Estado”. Se trata de una acusación habitual en el vocabulario político del populismo progresista. Sin ir más lejos, Nicolás Maduro, el presidente venezolano, recurrió a ella para justificar su decisión de decretar el estado de emergencia económica y llamar a “recuperar el aparato productivo, que está siendo paralizado por la burguesía”, a través de tomas de empresas. El objetivo, según Maduro, es “derrotar el golpe de Estado”.

Juan Ignacio Brito es decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes, Santiago de Chile.

América Latina

Ir a la periferia del Gran Norte canadiense

Canadá: diez millones de quilómetros cuadrados, segundo país más grande del mundo, treinta y seis millones de habitantes, el 40 % católicos… Diez provincias en el sur y tres territorios nacionales en el Grand Nord: una periferia con algunas de las diócesis más grandes y más despobladas del mundo. Sus obispos nos hablan.

Fernando Mignone·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

En Canadá hay 62 diócesis de rito latino y diez de rito oriental. El pasado 25 de enero el Papa Francisco transfirió seis diócesis del norte canadiense a la legislación ordinaria canónica. Es decir, ya no recibirán ayuda financiera de Roma como misiones. Pero como evidentemente la necesitan (sólo dos de las 32 comunidades de los Territorios del Noroeste son autosuficientes), la Conferencia Episcopal Canadiense (CCCB) estudia soluciones. El 25 de enero el presidente de la CCCB, el obispo de Hamilton (Ontario) Mons. Douglas Crosby, OMI, recordó que la Iglesia peregrina es misionera por naturaleza. “Como católicos, hemos entrado en una nueva fase de nuestra historia. Ahora, todos juntos, debemos continuar nuestro común esfuerzo para hallar nuevos modos de sostener y extender nuestra presencia y servicio en el Canadá Septentrional”.

Territorio de Yukon

Mons. Héctor Vila nació en Lima en 1962. El 7 de febrero de este año tomó posesión de los 725.000 quilómetros cuadrados de la diócesis de Whitehorse, en la que viven 42.000 personas, de los cuales 8.000 son católicos. “Las distancias son un reto. La misión más lejana está a mil quilómetros de distancia. En invierno, con 40 o 50 grados bajo cero, hay zonas que quedan absolutamente incomunicadas”. En una ocasión, el obispo anterior se había desplazado hasta una localidad muy lejana un Jueves Santo. El problema fue que coincidió con una final de hockey, por lo que sólo fue una persona a la Misa in Cena Domini. “Ir a la iglesia los domingos es relativo aquí: el sacerdote puede llegar después de un largo viaje, pero a lo mejor hay un juego de bingo que es prioridad para la gente, más que la Misa”

“Otro desafío es que somos cinco sacerdotes y yo para 23 parroquias y misiones. Es difícil cubrirlas, excepto en Whitehorse, donde resido. Dependiendo de la cercanía a Whitehorse, se va a esos lugares una o dos veces al mes. Este hecho abre una distancia entre la Iglesia y el pueblo. A veces mandamos sacerdotes que vienen de fuera y que se quedan uno o dos años pero después vuelven a sus diócesis. No se puede formar comunidad”, lamenta. La necesidad de pastores es grande. “En la temporada del verano, en algunos lugares como Dawson City, hay más concurrencia. Van los turistas a mirar la naturaleza y se incrementa el número de fieles. Pero cuando el pueblo se retira de la ciudad, va a la pesca o a la caza en lo profundo del bosque…, disminuye mucho la concurrencia a Misa”. Por lo tanto, “falta una pastoral de presencia y cada comunidad tiene sus dificultades. En ciertas partes hay suicidios, casos de droga, alcohol…”.

No obstante, “en la comunidad de Teslin es diferente. Tienen los elders [ancianos, jefes] que vienen a Misa siempre. Esta comunidad cuenta con la labor de la hermana Trudy, de la asociación pública de fieles canadiense Madonna House, que está en la diócesis desde hace 62 años. Desde hace 20 ó 30 años Trudy visita a la comunidad, a los ancianos, en cualquier necesidad. Esa pastoral de presencia ha hecho que cuando les visité, encontré una comunidad bien formada”.

Territorios del Noroeste

Mons. Mark Hagemoen, cuya diócesis de Mackenzie-Fort Smith cubre 1.500.000 quilómetros cuadrados, cuenta que el domingo 1 de mayo llegó a una localidad en la que bautizó a diez fieles y confirmó a otros 65. Pero para llegar a allí su avioneta hizo seis “segmentos aéreos” (vuelos). Había estado en otra aldea poco antes, cuya capilla los vecinos habían reparado después de ser destruida en una inundación. Mons. Hagemoen pudo dar 17 primeras comuniones. No las había habido allí desde hacía 20 años. “Fue una buenísima manera de reabrir esa capilla, que rebosaba. A nuestra gente le encanta celebrar los sacramentos, y los funerales. Tengo 8 sacerdotes, 5 religiosas, y un joven, de origen vietnamita, que va a empezar en septiembre el primer año en el seminario de Cristo Rey, cerca de Vancouver”. Esta labor pastoral favorece a una población de 50.000 personas, la mitad católicos. Se habla media docena de idiomas y dialectos indígenas (algunos en peligro de extinción), además de inglés y francés.

Mons. Hagemoen nació en Vancouver en 1961 y fue ordenado sacerdote el 12 de mayo de 1990. Era rector de una pequeña universidad católica y un montañero apasionado cuando fue nombrado obispo en octubre de 2013. Laudato si´ habla de manera especial a este pueblo”, dice, “ya que muchos de sus fieles son cazadores y pescadores; pero los caribús están desapareciendo debido al cambio climático, y la explotación minera debe ceder ante las exigencias del Creador, según varios elders

Hace pocos días conecté por teléfono móvil con Mons. Hagemoen mientras él estaba de gira por el Ártico occidental. “Visito con frecuencia nuestras 32 comunidades, sólo 5 de las cuales son parroquias. Cuando llegué, hace menos de tres años, 7 no tenían torres para teléfonos celulares; hoy todas tienen…”, lo que es una bendición, ya que supone una mejor comunicación, y al mismo tiempo es un infortunio, porque favorece la homogeneización cultural, el materialismo y el hedonismo. “Tenemos, en la ciudad de Yellowknife dos escuelas primarias y un colegio secundario católicos, subsidiados por el estado”. Son los únicos de la diócesis. Yellowknife es la capital del territorio, y fue visitada por san Juan Pablo II. Ese Papa intentó reunirse con indígenas en Fort Simpson, (población 1.300 habitantes) en su gira por Canadá en septiembre de 1984, pero la neblina le impidió aterrizar. Se desvió a Yellowknife, desde donde prometió por radio a los que lo esperaban que volvería. Lo hizo el 19 y 20 de septiembre de 1987.

Territorio de Nunavut

La diócesis de Churchill-Hudson Bay, con una extensión de casi 2.000.000 quilómetros cuadrados, engloba el norte de la provincia de Manitoba y gran parte del Territorio de Nunavut, cuyo caparazón de hielo llega al Polo Norte. En Nunavut viven 35.000 personas; el 85 % son inuits (esquimales). Hay unos 10.000 católicos en la diócesis. Hablan inuktikut, idioma en el que publican muchas revistas religiosas.

Mons. Anthony (Tony) Krotki, misionero Oblato de María Inmaculada, nació en 1964 y fue ordenado en 1990 en Polonia. Enseguida fue a Nunavut, donde fue ordenado obispo hace tres años. No fue fácil localizarlo por teléfono, porque una tormenta de nieve le impidió viajar a su destino tras haber administrado confirmaciones en Whale Cove. Tiene a su cargo 17 parroquias, 8 sacerdotes (4 son Oblatos polacos) más el obispo emérito Mons. Reynald Rouleau OMI, dos religiosas (en Whale Cove) y un seminarista de origen polaco que será ordenado sacerdote diocesano en 2017. Tendrá entonces dos sacerdotes incardinados en la diócesis. Habla con pasión de ir a la periferia. “Si te aceptan, ellos mismos te llevan a las periferias. Puede tratarse de una situación en casa, como la pérdida de un ser querido, cuando la familia está tan mal que necesitan tu presencia para estar y caminar con ellos”.

Este pueblo tiene grandes dificultades. “Nuestra gente era nómada, viajaban. Hoy, en los pueblos que tenemos, ya no pueden viajar porque tienen una casa que está construida. Es difícil para la juventud hacer frente a su situación. ¿Qué haces?; no tienes trabajo, no tienes mucha posibilidad de empleo. Tendrás que ir a otro lugar para estudiar, pero cuando terminas y tienes un diploma, ¿dónde trabajas si tu comunidad tiene 300 ó 600 personas? No hay empleos para nadie. Y entonces hay frustración. Así que la vida es muy difícil. Están siempre buscando”.

Mons. Krotki pide a los misioneros “que estén presentes en cada momento de la vida de las familias. Las familias son lo más importante, para nosotros. Vemos que todo empieza en la familia. Las familias aquí son muy grandes, y están conectadas con comunidades lejanas, a mil o dos mil quilómetros de distancia. Tienen que ser fuertes para seguir conectados con parientes que no pueden visitar”.

Por eso la Iglesia debe adaptarse a esa particularidad. “Los misioneros tenemos que abrazar su estilo de vida, sus costumbres, su historia, y eso no es fácil cuando tenemos otra cultura. Debemos crear un espacio para lo nuevo que vemos en el Ártico. Y nuestra gente que vive aquí se da cuenta de quién puede aceptar su cultura, costumbres, tradiciones, estilo de vivir y de sobrevivir. ¿Todos los misioneros pueden hacerlo? Yo he conocido a algunos que no pudieron. Encontramos la periferia a diario. Y especialmente cuando la gente joven lo pasa mal, para sobrevivir, para vivir, cuando su vida cuelga de un hilo fino” (se refiere al hecho de que hay muchos suicidios, especialmente entre los jóvenes).

“En mi experiencia, es el pueblo el que me dice adónde debo ir, dónde están las periferias, qué tengo que hacer. Sólo necesito escuchar. Pienso que los misioneros de hoy debemos estar atentos. Si no, no podremos hacer todo el bien que se nos pide”.

El autorFernando Mignone

Montreal

América Latina

“El Papa Francisco es el hombre de la Iglesia para este momento”

Omnes·13 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Rememoramos algunos momentos importantes de la historia reciente de la Iglesia con Mons. Szymanski, quien con sus 94 años ha sido testigo de primera mano de algunos hitos, como el Concilio Vaticano II en el que participó. 

— Lourdes Angélica Ramírez, San Luis Potosí

El 8 de octubre de 1965 Pablo VI clausuró el Concilio Vaticano II, al que asistieron 2.540 obispos de todo el mundo. Entre los que aún sobreviven se encuentra Mons. Arturo Antonio Szymanski Ramírez, de 94 años, arzobispo emérito de San Luis Potosí (México). Hombre culto y sencillo, cuya inteligente narrativa se intercala con un humor jovial que contagia. Con simpatía repasa recuerdos personales de aquellos años.

Usted fue Padre conciliar y allí conoció a Benedicto XVI y a Juan Pablo II. ¿Qué nos puede decir de ellos?
–Benedicto XVI es un sabio que llegó a tratar de meter en orden las doctrinas. Fue un Papa que hizo mucho por la Iglesia. A mí me maravilló. Nomás que es alemán y había sido maestro. Yo a él lo conocí en el Concilio Vaticano II. En la primera sesión del Concilio, Ratzinger iba como consejero del cardenal Josef Frings, arzobispo de Colonia. Pero ya en la segunda sesión lo nombraron teólogo conciliar porque vieron que tenía mucha capacidad. En el Concilio peleaban el cardenal Alfredo Ottaviani, que era de la corriente romana, y el cardenal Frings, que era de la corriente renovadora de la Iglesia. Estaba bien interesante, porque los dos estaban medio ciegos y uno en el Concilio veía cómo se daban agarrones en el aula conciliar para después de discutir ir los dos medio cegatones cogidos de la mano a la cafetería a la que íbamos todos al lado de la basílica de San Pedro.

En el Concilio fui a aprender lo que pensaba el episcopado de todo el mundo. Me tocó estar con africanos, con chinos… Las charlas durante las comidas eran muy enriquecedoras.

El cardenal Wyszynski, que era el primado de los obispos polacos, invitó a todos los de apellido polaco a comer y me invitó a mí, por mi apellido, pero yo no era polaco [ríe]. Y fui a la comida, en una calle cerca del palacio de justicia, cerca del Vaticano. Llegué y a la hora ir a la mesa, Wyszynski, que era como un príncipe para los polacos, se sentó a la cabeza y a mí me sentó a su derecha y al otro lado a un obispo joven llamado “Lolek”. Y estuvimos comiendo, platicando…, en fin, que nos hicimos muy amigos y al terminar de comer me preguntó el cardenal si había traído carro. Le digo: “Me vine en un taxi”. Entonces le dijo a “Lolek”, “Llévalo”. “Lolek” era Karol Wojtyła, claro. Entonces él me llevó en un Fiat chiquito y nos hicimos amigos. Y tratábamos y nos buscábamos y todo. Era más o menos de mi edad, un poco mayor que yo. Me caía bien porque era muy tratable. Después nos escribíamos y de repente, cuando el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo I, un día el cardenal Corripio, que entonces no era cardenal, me habló y me dijo: “Oye, ¿no has oído en la radio que salió Papa uno con un apellido muy raro? ‘Woj-algo’. Yo creo que ha de ser un africano”. Y puse la radio y me enteré de que mi amigo había sido elegido Papa. Le mandé unas letritas diciéndole que me daba gusto que el Papa fuera mi amigo. Y cuando iba a Roma yo le escribía diciéndole que iba a ir y siempre me invitaba a concelebrar, o a comer o a desayunar. Siempre que iba me invitaba. El Papa era mi amigo, y fue mi chófer.

Ya han pasado varios meses desde el viaje apostólico del Papa Francisco a México. ¿Qué balance hace?
–El Papa es el hombre de la Iglesia para este momento, y la visita es, todos nos dimos cuenta, la visita de un Pastor. Él vino como Pastor, no se fijó si eran ovejas o eran cabritos o sabe Dios qué. Habló a todos como miembros de la familia humana y vino a hacer lo que muchas veces ha dicho: vivir la liturgia del encuentro. Para vivir la liturgia del encuentro hay que saber cada quien qué personalidad tiene, su temperamento. Con el temperamento que Dios nos ha dado debemos ser personas de buen carácter, así es que no debemos ser peleoneros. Conociendo cada uno su carácter, debe darse cuenta de que no somos iguales, que somos diversos. Por ello, debemos vivir la diversidad, y en la diversidad hemos de tratar con los que creen y con los que no creen. Con todos. Somos diversos. ¿Qué tenemos que hacer? Buscar el bien común, y esa es la teología del encuentro que vino a realizar el Papa ahora que estuvo en México.

Argumentos

Pedir con corazón

La liturgia nos propone tres fiestas con un carácter “sintético”: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús.

Juan José Silvestre·1 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 6 minutos

Después del tiempo fuerte del año litúrgico que, centrándose en la Pascua se prolonga durante tres meses –primero los cuarenta días de la Cuaresma y luego los cincuenta días del Tiempo pascual–, la liturgia nos propone tres fiestas que tienen un carácter “sintético”: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y, por último, el Sagrado Corazón de Jesús. Esta última solemnidad nos hace considerar el Corazón de Jesús y, con él, toda su persona pues el corazón es el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones: “Dios es amor” (1 Jn4, 8). Cuando con la antífona de comunión de esta solemnidad ponemos nuestra mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla san Juan (cfr. 19, 37), comprendemos la fortísima afirmación del Evangelista en su primera carta: “Dios es amor”. “Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar” (Deus caritas est, 12).

Sagrado Corazón

La fiesta del Sagrado Corazón nos facilita abrir nuestro corazón, nos ayuda a ver con el corazón. Es bueno recordar que los Padres de la Iglesia consideraban que el mayor pecado del mundo pagano era su insensibilidad, su dureza de corazón, y citaban con frecuencia la profecía del profeta Ezequiel: “Os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (cfr. Ez36, 26). Convertirse a Cristo, hacerse cristiano, quería decir recibir un corazón de carne, un corazón sensible ante la pasión y el sufrimiento de los demás. Es también el Papa Francisco quien, en nuestros días, recuerda con fuerza que se expande, cada vez más, una globalización de la indiferencia: “En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!” y por eso pedía con intensidad: “Dios de misericordia y Padre de todos, despiértanos del sopor de la indiferencia, abre nuestros ojos a sus sufrimientos y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano y del encerrarnos en nosotros mismos” (Francisco, Oración en memoria de las víctimas de las migraciones, Lesbos, 16-IV-2016).

Hemos de empaparnos de la realidad de que nuestro Dios no es un Dios lejano intocable en su bienaventuranza. Nuestro Dios tiene un corazón; más aún, tiene un corazón de carne. Se hizo carne precisamente para poder sufrir con nosotros y estar con nosotros en nuestros sufrimientos. Se hizo hombre para darnos un corazón de carne y para despertar en nosotros el amor a los que sufren, a los necesitados. Como decía gráficamente san Josemaría: “Fijaos en que Dios no nos declara: en lugar del corazón, os daré una voluntad de puro espíritu. No: nos da un corazón, y un corazón de carne, como el de Cristo. Yo no cuento con un corazón para amar a Dios, y con otro para amar a las personas de la tierra. Con el mismo corazón con el que he querido a mis padres y quiero a mis amigos, con ese mismo corazón amo yo a Cristo, y al Padre, y al Espíritu Santo y a Santa María. No me cansaré de repetirlo: tenemos que ser muy humanos; porque de otro modo, tampoco podremos ser divinos” (Es Cristo que pasa, 166).

Lágrimas de Jesús

Una manifestación admirable de este corazón de carne de Cristo es que nuestro Dios sabe llorar. Es una de las páginas más conmovedoras del Evangelio: cuando Jesús, viendo llorar a María por la muerte de su hermano Lázaro, ni siquiera él fue capaz de contener las lágrimas. Experimentó una profunda conmoción y rompió a llorar (cfr. Jn 11, 33-35). “El evangelista Juan, con esta descripción, muestra cómo Jesús se une al dolor de sus amigos compartiendo su desconsuelo. Las lágrimas de Jesús han desconcertado a muchos teólogos a lo largo de los siglos, pero sobre todo han lavado a muchas almas, han aliviado muchas heridas” (Francisco, Vigilia de las lágrimas, 5-V-2016). Ante el desconcierto, el desconsuelo, las lágrimas, del co- razón de Cristo brota la oración al Padre. “La oración es la verdadera medicina para nuestro sufrimiento” (idem).

Pedir el perdón de los pecados

En la Santa Misa son muchos los momentos en los que nos encontramos con la oración al Padre ante el sufrimiento y el dolor por los pecados cometidos, verdadera fuente de todo mal. Uno de ellos es la oración que el sacerdote dirige a Dios como conclusión del acto penitencial de la Misa: “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. Esta fórmula la encontramos ya en el manuscrito del Archivo de Santa María Mayor del siglo XIII, y también la hallamos, similar, en el Pontifical Romano Germánico del siglo X, entre las oraciones que, en los ordines de la penitencia pública o privada, acom- pañaban la confesión del penitente.

Estas palabras de súplica a Dios dirigidas por el sacerdote, en las que pide de forma general el perdón de los pecados (“dimissis peccatis nostris”), manifiestan su función de mediador, que le corresponde en cuanto representa sacramentalmente a Cristo, que siempre intercede por nosotros ante el Padre.

Al considerar ese papel de mediador, de intercesor del sacerdote, podemos considerar unas palabras del Papa Francisco en las que recuerda a los sacerdotes la necesidad del don de las lágrimas. “¿De qué modo el sacerdote acompaña y hace crecer en el camino de la santidad? A través del sufrimiento pastoral, que es una forma de la misericordia. ¿Qué significa sufrimiento pastoral? Quiere decir sufrir por y con las personas. Y esto no es fácil. Sufrir como un padre y una madre sufren por los hijos; me permito decir, incluso con ansiedad…

Para explicarme os hago algunas preguntas que me ayudan cuando un sacerdote viene a mí. Me ayudan también cuando estoy solo ante el Señor. Dime: ¿Tú lloras? ¿O hemos perdido las lágrimas? Recuerdo que en los Misales antiguos, los de otra época, hay una oración hermosa para pedir el don de las lágrimas. Comenzaba así la oración: ‘Señor, Tú que diste a Moisés el mandato de golpear la piedra para que brotase agua, golpea la piedra de mi corazón para que las lágrimas…’: era así, más o menos, la oración. Era hermosísima. Pero, ¿cuántos de nosotros lloramos ante el sufrimiento de un niño, ante la destrucción de una familia, ante tanta gente que no encuentra el camino?… El llanto del sacerdote… ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu pueblo? Dime, ¿tú haces la oración de intercesión ante el sagrario? ¿Tú luchas con el Señor por tu pueblo, como luchó Abrahán?: ‘¿Y si fuesen menos? ¿Y si son 25? ¿Y si son 20?…’ (cfr. Gn 18, 22–33). Esa oración valiente de intercesión… Nosotros hablamos de parresía, de valor apostólico, y pensamos en los proyectos pastorales, esto está bien, pero la parresía misma es necesaria también en la oración. ¿Luchas con el Señor? ¿Discutes con el Señor como hizo Moisés? Cuando el Señor estaba harto, cansado de su pueblo y le dijo: ‘Tú quédate tranquilo… destruiré a todos, y te haré jefe de otro pueblo’. ‘¡No, no! Si tú destruyes al pueblo, me destruyes también a mí’. ¡Éstos tenían los pantalones! Y hago una pregunta: ¿Tene- mos nosotros los pantalones para luchar con Dios por nuestro pueblo?” (Francisco, Discurso al clero de la diócesis de Roma, 6.III.2014). ¡Cuánto bien nos haría rezar esta breve oración con el espíritu de intercesión del que nos habla el Padre Santo, con un verdadero corazón de carne!

Nuestros pecados

Volviendo a la oración, con su verbo en subjuntivo, expresa un deseo o promesa, de modo que la fórmula se presenta como súplica dirigida a Dios. En este contexto, el Misal recuerda expresamente que esta absolución carece de la eficacia propia del sacramento de la Penitencia (cfr. Misal Romano, IGMR, n. 51). Un último detalle de esta fórmula de absolución es el uso de la primera persona del plural (“nosotros… nuestros pecados… nos lleve”) que manifiesta que el sacerdote, que se había unido a la asamblea en la confesión general, también ahora se siente necesitado del valor propiciatorio de la Eucaristía y busca disponerse a la participa- ción fructuosa de la Santa Misa a través de un adecuado espíritu de penitencia. El sacerdote intercede ante el Padre, pero es también miembro del Pueblo de Dios. Como cualquier fiel que participa de la celebración, el celebrante se reconoce pecador, necesitado de disponerse fructuosamente a la celebración, confesando ser pecador e invocando la purificación que proviene de Dios. Como recordaba san Agustín: “Yo, hermanos, por haberlo Dios querido así, ciertamente soy sacerdote suyo, pero soy pecador, y con vosotros me golpeo el pecho y con vo- sotros pido perdón” (San Agustín, Sermón 135, 7). Así pues, toda la Iglesia “es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación” (Lumen gentium, n. 8).

Esta breve oración nos recuerda que pido a Dios el perdón, pues sólo Él puede otorgárm- elo, y a la vez, pido perdón con toda la Iglesia y por toda la Iglesia. De este modo celebrar es realmente celebrar “con” la Iglesia: el corazón se ensancha y no se hace algo, sino que se está con la Iglesia en coloquio con Dios.

Vaticano

Premio Carlomagno, el sueño de un nuevo humanismo europeo

Giovanni Tridente·1 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En presencia de dirigentes políticos, reyes, embajadores y representantes internacionales, el Papa Francisco ha recibido en el Vaticano el Premio internacional “Carlomagno” 2016.

— Giovanni Tridente

“Un nuevo humanismo europeo”. Con este sueño, expresado “con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe”, el Papa Francisco ha concluido su apasionado discurso con ocasión de la entrega del Premio Carlomagno, que recibió el 6 de mayo en la Sala Regia de la Ciudad del Vaticano.

En presencia de dirigentes políticos, reyes, embajadores y representantes internacionales, el Papa ha evocado la memoria de los padres fundadores de Europa, recordando cómo ellos mismos supieron “buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto marcado por las heridas de la guerra”.

Para hacer efectivo este sueño de un nuevo humanismo, es necesario volver a descubrir, según el Papa, tres capacidades. La primera es saber “integrar”, porque “más que aportar grandeza, riqueza y belleza, la exclusión provoca bajeza, pobreza y fealdad”; no en vano “la identidad europea es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural”.

Además hay que saber re-encontrar la “capacidad de diálogo”, reconociendo “al otro como un interlocutor válido” y mirando “al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado”. Finalmente, hay que volver a “generar”, quizá recurriendo a “nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad”.


Otros premiados: 

2016: Francisco
2009: Andrea Riccardi
2008: Angela Merkel
2004: Juan Pablo II
1999: Tony Blair
1988: Helmut Kohl

El Patriarca y el Papa: un ecumenismo de solidaridad

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

La reciente visita del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé a la isla de Lesbos ha puesto de relieve cómo unas relaciones ecuménicas abiertas contribuyen al avance de los derechos humanos. He aquí una valoración desde el Patriarcado de Constantinopla.

John Chryssavgis 

No se puede restar importancia al significado de la visita conjunta a Lesbos que realizaron el sábado 16 de abril los máximos representantes de las Iglesias cristianas de Oriente y Occidente. Y no debería empequeñecerse su impacto sobre la crisis de los refugiados, a pesar de la dimensión espiritual y simbólica que tuvo, así como su naturaleza apolítica y su refrescante espontaneidad.

Esta ha sido la quinta vez que ambos líderes se han encontrado, y la segunda que han peregrinado conjuntamente desde la elección del Papa Francisco en 2013. En cada una de estas ocasiones ambos han manifestado su solidaridad con la gente que sufre a causa de la guerra, la persecución, la pobreza y el hambre, así como por las repercusiones ecológicas de la injusticia social. Francisco y el Patriarca Bartolomé han puesto de relieve en varias ocasiones, y desde el inicio mismo de sus relaciones, que entienden bien el papel de la Iglesia en el mundo. Saben qué importa o, al menos, qué debería importar a la Iglesia; y comprenden que la responsabilidad y el ministerio de la Iglesia deben hacerse presentes en el mundo.

Muchos de los encuentros de estos dos hombres extraordinarios han sido espontáneos. Por ejemplo, cuando el Patriarca asistió a la Misa inaugural del pontificado del Papa, en marzo de 2013, fue la primera vez en la historia que ocurría algo así: no desde el siglo XX o desde el Concilio de Florencia en el siglo XV, no desde el cisma (o ruptura) entre la Iglesia Romana y las Iglesias ortodoxas; nunca antes había ocurrido.

Justo un año después, cuando Francisco invitó a los presidentes Peres y a Abbas al Vaticano, en junio de 2014, solicitó de forma espontánea a Bartolomé que extendiera juntamente con él la invitación a esos dos líderes políticos. Fue también una manera de recordarles que lo religioso debe trascender a lo político y que la violencia no puede sostenerse en nombre de la religión.

John Chryssavgis archidiácono del Patriarcado Ecuménico; asesor teológico del Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé.

El autorOmnes

Ecumenismo de emergencia

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La novedad reseñable de la visita del Papa Francisco a los refugiados en la isla griega de Lesbos no está sólo en su mensaje de misericordia. Se trata además de un viaje verdaderamente ecuménico.

En su muy rápido viaje a Lesbos –estuvo en la isla solo cinco horas–, el Papa Francisco nos ha dado un testimonio importante sobre la emergencia humanitaria de los refugiados. El entonces cardenal Joseph Ratzinger escribió varias veces que en Europa estamos regresando hacia una forma de “neopaganismo”, y explicó que una de las características del paganismo antiguo era la “insensibilidad”. Fue el cristianismo el que enseñó a compadecer y a considerar nuestro “próximo” al otro que sufre. Ahora, en nuestro viejo Continente, cada vez menos cristiano, se ven y se leen reacciones de líderes llamados cristianos, y también de otras personas, caracterizadas por esta “insensibilidad”.

El autorOmnes

Mundo

Lesbos: Una visita entre los “últimos” para sensibilizar a los poderosos

Giovanni Tridente·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Francisco ha explicado así el objetivo del viaje a la isla griega: atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria.

— Giovanni Tridente, Roma

Es un Papa muy cansado el que habla a los periodistas en el vuelo de regreso desde Lesbos, la isla griega que se ha convertido en puerta de entrada a Europa para tantos inmigrantes y refugiados que escapan del hambre y las guerras en los países que se asoman a las orillas opuestas del Mediterráneo. Allí, en el campo de prófugos de Moria, donde se alojan varios centenares, Francisco –junto a su Santidad Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, y a Su Beatitud Ieronymos, arzobispo de Atenas y de toda la Grecia–, ha estrechado la mano, una por una, a más de doscientas personas, sobre todo niños. Una jornada que ha sido “para mí demasiado fuerte, demasiado fuerte…”. En el fondo, el Papa había anunciado a la ida que sería “un viaje marcado por la tristeza”: “vamos a conocer la catástrofe humanitaria más grande después de la Segunda Guerra Mundial”, había dicho a los periodistas que le acompañaban.

La finalidad del viaje, de algunas horas de duración y organizado en poquísimos días, la comunica el propio Papa quien a los refugiados: estar con vosotros y deciros que no estáis solos, además de “atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria” e “implorar la solución de la misma”: “Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común”. Les alienta a no perder la esperanza: “El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración”. Una visita entre los “últimos”, para sensibilizar a los potentes, en el signo del ecumenismo

Después de haber estrechado manos, abrazado a personas y besado a niños, el Papa Francisco, el Patriarca Bartolomé y el arzobispo Ieronymos han firmado una declaración conjunta, pidiendo la atención de la opinión pública para esta “colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales”. Si, por una parte, es necesario devolver a estas personas los niveles de seguridad y el retorno a sus casas y comunidades, hay que continuar haciendo todos los esfuerzos necesarios para “asistir y proteger a los refugiados de todas las confesiones religiosas”. Dicho con otras palabras, las prioridades de la comunidad internacional deben ser la protección de vidas humanas y la adopción de políticas inclusivas para todos.

Vaticano

Un monumento a la misericordia en cada diócesis, como recuerdo del Jubileo

Giovanni Tridente·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Un “monumento” a la misericordia en cada diócesis, como recuerdo viviente del Jubileo: el Papa Francisco ha confiado este deseo a los fieles, al término de la Vigilia de Oración con los seguidores de la espiritualidad de la Divina Misericordia, celebrada el 2 de abril sobre el sagrato de la basílica de San Pedro. 

 Giovanni Tridente, Roma

La idea, que ha de ser precisada con los obispos, es construir, donde sea posible, obras estructurales donde se viva la misericordia, como pueden ser un hospital, una casa para ancianos, una casa-familia para niños abandonados, una escuela donde sea necesario, una comunidad de recuperación de tóxico-dependientes… como iniciativa y signo concretos del Año Santo.

El propio Santo Padre, en el discurso a la Vigilia, ha hablado del hecho de que Dios no se cansa nunca de expresar su misericordia, “y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla”. Una circunstancia muy fecunda ha sido este año esa celebración, pues a coincidido con el día del décimo primer aniversario del nacimiento al cielo de san Juan Pablo II, que siendo Pontífice instituyó el “Domingo de la divina misericordia” dando cumplimiento a una petición de santa Faustina Kowalska.

Refiriéndose a “tantos rostros” que Dios asume mediante su misericordia, el Papa ha hablado de que “siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla”. La misericordia, ha añadido, expresa “sobre todo cercanía de Dios a su pueblo”, que “se manifiesta principalmente como ayuda y protección” y por tanto como actitud de “ternura”: “palabra casi olvidada y de la que hoy el mundo –todos nosotros– tenemos necesidad”. Ciertamente, a la facilidad con que es posible hablar de misericordia corresponde una exigencia más comprometida para “ser testigos de esa misericordia en lo concreto”.

Entre los demás rostros de la misericordia, el Santo Padre ha destacado también el compadecer y el compartir “como compasión y comunicación”: “Quién más la recibe, más está llamado a ofrecerla, a comunicarla; no se puede tener escondida ni retenida sólo para sí mismo”. Por otra parte, “sabe mirar a los ojos de cada persona”, que le es preciosa por ser única. Este dinamismo misericordioso es también algo que “nunca puede dejarnos tranquilos”, pero de lo que no hay que tener miedo.

En la Santa Misa celebrada al día siguiente sobre el sagrato de la basílica de San Pedro, Francisco ha invitado a los fieles a “leer y releer” el Evangelio, “libro de la misericordia de Dios”, que permanece abierto y en el que cada uno deberá continuar escribiendo “los signos de los discípulos de Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia”. El Papa ha invitado a estar precavidos en la cotidiana “lucha interior entre el corazón cerrado y la llamada del amor a abrir las puertas cerradas y a salir de nosotros mismos”. Conviene, en esto, mirar al ejemplo de Cristo, que después de haber atravesado “las puertas cerradas del pecado, de la muerte y del infierno, desea entrar también en cada uno para abrir de par en par las puertas cerradas del corazón”.

“Muchas personas piden ser escuchadas y comprendidas”, ha añadido el Santo Padre. Por este motivo “el Evangelio de la misericordia, para anunciarlo y escribirlo en la vida” necesita “personas con el corazón paciente y abierto”, tantos “‘buenos samaritanos’ que conocen la compasión y el silencio ante el misterio del hermano y de la hermana; pide siervos generosos y alegres que aman gratuitamente sin pretender nada a cambio”.

Cultura

Hombre, ¿quién eres? El legado intelectual de san Juan Pablo II

Omnes·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Han pasado 30 años desde que el Papa san Juan Pablo II iniciara las Jornadas Mundiales de la Juventud. Karol Wojtyła falleció en abril de 2005 y es posible que, once años después, muchos de los jóvenes que acudirán en julio a la XXXI JMJ de Cracovia ignoren ya su extraordinaria figura. Estas páginas ayudan a conocer su legado intelectual, centrado en el valor de la persona, del amor y del cuerpo.   

— Juan Manuel Burgos

El pensamiento de Karol Wojtyła/Juan Pablo II como filósofo, teólogo y poeta resulta, a la vez, extenso y profundo. Ofrece aportaciones en cuestiones muy variadas: desde la mujer (Mulieris dignitatem y Carta a las mujeres) hasta su nación, Polonia, o la patria. Entendió, por ejemplo, que la sociedad debía fundarse en la participación y no en la alienación, y que el sistema-prójimo debía tener la prioridad sobre el sistema-comunidad; defendió en Naciones Unidas su visión de los derechos humanos y de las relaciones internacionales; y consideró la familia como “communio personarum”.

Aquí, por cuestión de espacio, nos ocuparemos solo de sus aportaciones más fundamentales y a las que dedicó más espacio en sus escritos.

De la poesía a la filosofía
Pero para poder interpretar y valorar su pensamiento, es necesario conocer antes su interesante historia intelectual. Y esa historia comienza con la poesía. De hecho, su primer texto publicado, bajo seudónimo, es el poema Sobre tu blanca tumba: “Sobre tu blanca tumba/ madre, amor mío apagado, / una oración desde mi amor filial: / dale el reposo eterno”.

El joven Wojtyła llora a su madre muerta mientras inicia sus estudios de filología polaca en la Universidad Jagellónica de Cracovia. Su vocación literaria y artística era tan fuerte que continuó escribiendo poesía hasta su muerte (Tríptico romano), pero, por encima de ella, prevaleció la llamada al sacerdocio en el contexto de una Polonia ocupada por las tropas  nazis. Fue así como entró en contacto con la filosofía y, más concretamente, con el tomismo. “Al principio fue el gran obstáculo. Mi formación literaria, centrada en las ciencias humanas, no me había preparado en absoluto para las tesis ni para las fórmulas escolásticas que me proponía el manual, de la primera a la última página. Tenía que abrirme camino a través de una espesa selva de conceptos, análisis y axiomas, sin poder identificar siquiera el terreno que pisaba. Al cabo de dos meses de desbrozar vegetación se hizo la luz y se me alcanzó el descubrimiento de las razones profundas de aquello que aún yo no había experimentado o intuido. Cuando aprobé el examen, dije al examinador que, a mi juicio, la nueva visión del mundo que había conquistado en aquel cuerpo a cuerpo con mi manual de metafísica era más preciosa que la nota obtenida. Y no exageraba. Aquello que la intuición y la sensibilidad me habían enseñado del mundo hasta entonces, había quedado sólidamente corroborado” (No tengáis miedo, André Frossard, pp. 15-16).

Wojtyła consolidó su formación de filósofo (y teólogo) tomista en el Angelicum de Roma, con una tesis sobre san Juan de la Cruz, otra de sus grandes fuentes de inspiración. Pero al volver a Cracovia sucedió algo relevante: le propusieron realizar la tesis de habilitación sobre el fenomenólogo Max Scheler, entonces muy de moda. Sucedía que Scheler, aunque era discípulo de Husserl –y, por lo tanto, se encuadraba en la filosofía moderna (muy alejada del tomismo)–, proponía una ética que parecía tener muchos puntos de contacto con el cristianismo. Wojtyła decidió analizar esta cuestión, que resultó determinante en su evolución intelectual. “Debo verdaderamente mucho a este trabajo de investigación [la tesis sobre Scheler]. Sobre mi precedente formación aristotélico-tomista se injertaba así el método fenomenológico, lo cual me ha permitido emprender numerosos ensayos creativos en este campo. Pienso especialmente en el libro Persona y acción. De este modo me he introducido en la corriente contemporánea del personalismo filosófico, cuyo estudio ha tenido repercusión en los frutos pastorales” (Don y misterio, p. 110). El estudio sobre Scheler, en efecto, le puso en contacto con la filosofía contemporánea mostrándole que poseía elementos valiosos que debían ser integrados en ella, y que el mejor modo para lograrlo era el personalismo filosófico.

Cuando Karol Wojtyła formula esta convicción, su camino de formación intelectual ha concluido. A partir de aquí comenzará su propio itinerario con un punto de partida muy preciso: la persona.

Juan Manuel Burgos es profesor titular de la Universidad CEU – San Pablo.

Experiencias

Misioneros de la Misericordia, no hay excusa para no dejarse acoger

Omnes·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Los Misioneros de la Misericordia, nombrados por el Papa Francisco en el contexto del presente Año Jubilar, son una herramienta más para acercar a los pecadores al perdón de Dios, para acoger a los arrepentidos y para invitar a la conversión. Jesús Higueras, párroco de Santa María de Caná (Pozuelo) y Misionero de la Misericordia, explica sus funciones.

— Jesús Higueras Esteban

Para los niños que se preparan para la primera Comunión, y para muchos de los jóvenes que participan en las catequesis de confirmación, el Papa san Juan Pablo II es un personaje histórico, reciente sí, pero que no conecta con nada de su experiencia vital. Para las generaciones anteriores ese santo Pontífice es el Papa de nuestra juventud, el Papa de nuestra vocación, el Papa que ha marcado los principales hitos de la primera parte de nuestra vida. Por su origen polaco estaba profundamente sensibilizado con las revelaciones de santa Faustina Kowalska, hasta el punto de que podríamos decir que es el Papa de la Divina Misericordia.

Contemplación de la Misericordia
Por ello, podemos ver como una continuidad con el Pontificado de Juan Pablo II el deseo expresado por el Papa Francisco al inicio de la Cuaresma de 2015 de convocar un Año jubilar dedicado a la contemplación de la Misericordia de Dios. Es una idea que nos ha repetido desde el inicio de su Pontificado. Ya en su primer Ángelus del 17 de marzo de 2013 nos decía: “No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. ‘Y, padre, ¿cuál es el problema?’. El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre”. Este mensaje lo ha repetido de distintas maneras durante estos años.

Pero a todos nos sorprendió el anuncio del Papa en el número 18 de la Bula Misericordiae Vultus en la que decía que “durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la intención de enviar los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios, para que entre en profundidad en la riqueza de este misterio tan fundamental para la fe. Serán sacerdotes a los cuales daré la autoridad de perdonar también los pecados que están reservados a la Sede Apostólica, para que se haga evidente la amplitud de su mandato. Serán, sobre todo, signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están en busca de su perdón. Serán Misioneros de la Misericordia porque serán los artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad, fuente de liberación, rico de responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar la vida nueva del Bautismo. Se dejarán conducir en su misión por las palabras del Apóstol: ‘Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos’ (Rm 11, 32). Todos entonces, sin excluir a nadie, están llamados a percibir el llamamiento a la misericordia. Los misioneros vivan esta llamada conscientes de poder fijar la mirada sobre Jesús, ‘sumo sacerdote misericordioso y digno de fe’” (Hb 2, 17). En estas palabras se condensa todo lo que el Papa espera de nosotros con el fin de que la Misericordia de Dios se palpe a lo largo de este Año en todas partes. Esta nueva figura de los “Misioneros de la Misericordia” acerca el Jubileo y las gracias que lo acompañan, fuera de los límites de la Ciudad Eterna.

En primer lugar manifiesta que esta experiencia es eclesial, es la Iglesia quien nos envía, no vamos por nuestra cuenta sino que, como los Apóstoles, también nosotros somos enviados para “anunciar un año de gracia del Señor”. La Iglesia, como Madre, quiere velar por todos sus hijos, tanto por los que viven en la casa paterna como por aquellos, que por muy distintos motivos y en muy diversas circunstancias, se han alejado de ella. Este es un Año para que todos, venidos de cerca o de lejos, escuchemos el mensaje de salvación de Jesucristo, Hijo de Dios, un mensaje que es de Misericordia y comprensión.

Jesús Higueras Esteban, es párroco de Santa María de Caná.

Mundo

Condena clara al genocidio de Daesh en Reino Unido

Omnes·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Nadie duda de que los crímenes de Daesh constituyen un genocidio en toda regla. Pero  se echaba en falta una condena clara de la comunidad internacional. 

— Miguel Pérez Pichel

Es difícil calcular las cifras de la barbarie de Daesh (también conocido como Estado Islámico) contra las minorías religiosas de Irak y Siria (cristianos, yazidíes, chiíes y otras minorías), o simplemente contra aquellos que disientan de sus prácticas extremas, con independencia de su credo. Los testimonios de primera mano que nos llegan por medio de testigos que consiguen huir del territorio bajo control de Daesh son muy reveladores: asesinatos masivos, mutilaciones, esclavitud, violaciones…

En febrero, el Parlamento Europeo hizo un llamamiento para poner fin al genocidio ocasionado por Daesh. Los eurodiputados condenaron las graves violaciones de los derechos humanos perpetradas por este grupo terrorista y sus técnicas de exterminio particularmente contra miembros de minorías religiosas y étnicas. En marzo, fue el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, quien afirmó que los crímenes de Daesh contra la población iraquí y siria, en concreto contra los miembros de las minorías religiosas allí existentes, constituyen un violento genocidio. Por último, en abril, la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico ha aprobado, por 278 votos a favor y ninguno en contra, declarar y confirmar que es un verdadero genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas el que se está verificando en Siria y en Irak.

Europa, faro de humanidad

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La crisis de los refugiados afecta directamente a Europa. El Papa Francisco, quien ha estado con los refugiados en la isla de Lesbos, ha abordado este problema en un importante discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.

La emigración masiva hacia Europa es un fenómeno nuevo originado por la guerra, la pobreza y la amenaza del terrorismo en áreas de alta sensibilidad geoestratégica, como es el caso de Oriente Medio.

El autorOmnes

Mundo

Fátima prepara el centenario de las apariciones con oración, penitencia y conversión

La Iglesia en Portugal se prepara para celebrar, dentro de un año, las apariciones de la Virgen en Fátima. ¿Qué significa el mensaje de Fátima para el cristiano de hoy?

Ricardo Cardoso·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

La sucesión de los tiempos nos acerca al centenario de las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima. Preparar la celebración de un centenario no es tarea fácil, pero más difícil es conocer, entender, acreditar y vivir los acontecimientos determinantes que hacen de Fátima el altar del mundo, como decía san Juan Pablo II. El centenario se reviste de un significado más profundo, pues no se trata de celebrar el tiempo pasado o la historicidad, sino de redescubrir los designios que la eternidad de Dios desea para la temporalidad del hombre.

La experiencia de Fátima

Estamos acostumbrados a mirar a Fátima partiendo de realidades fraccionadas, parciales o estancas. Para unos se acentuarán las dimensiones histórica y sociológica, reconociendo la pluralidad y la numerosa proveniencia de miles de personas que, en el último siglo, llegan frecuentemente a Fátima. Para otros, la sociología se especializa en datos de asistencia a Misas, confesiones, peregrinaciones y otras actividades con cariz religioso. En el ámbito de la fe, hay quien mira sin dar crédito a este “fenómeno religioso”; otros se distancian al no aceptar las múltiples formas de manifestaciones de piedad popular o de la sencillez con que muchos peregrinos saben manifestar su amor más sincero y natural a la Santísima Virgen. Otro grupo, no menos reducido, resume la experiencia de Fátima a la práctica de piadosos actos y de una religiosidad masificada, pero olvidándose de que Fátima no está fuera del dinamismo teológico y, por consiguiente, del plan salvífico de Dios para la humanidad y para la vida concreta de cada hombre y mujer de todos los tiempos.

Concretando lo que se está diciendo, se torna claro y evidente que el centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima tiene que ser analizado de un punto de vista amplio, total y transversal. O sea, en rigor hay que clarificar que las apariciones de Fátima son una verdadera y profunda lección de Teología, donde el encuentro de Dios con el hombre sigue siendo una necesidad de manifestación de su Amor y de su Misericordia, creando condiciones para que el hombre acoja la salvación ya operada en Cristo. Siendo así, las apariciones de Fátima son una garantía y una invitación a vivir más plenamente el don de la fe en circunstancias concretas, en dinamismos concretos y en vidas concretas.

El contexto histórico

Las llamadas “apariciones privadas” no pueden ser comprendidas simplemente como respuestas a los problemas humanos. Es necesario entenderlas como apelación de Dios en el decurso de los tiempos para que la radicalidad del Evangelio y el anuncio de la Buena Nueva no se queden ahogados por las circunstancias en que están inseridas. Así se puede entender el planteamiento del contexto histórico de las apariciones de Fátima. 

Los pastorcitos nacen en el inicio del siglo XX, durante los últimos años de la monarquía portuguesa. La república se implanta agresivamente en Portugal por una élite revolucionaria, armada y anticlerical que pretende cambiar el tejido socio-cultural de la nación portuguesa. Las primeras leyes republicanas desamortizan todos los bienes de la Iglesia, se persigue al clero, se extinguen las órdenes y hermandades religiosas que habían sobrevivido al liberalismo y se prohíben los actos públicos religiosos. Por otro lado, Europa se había convertido en un campo de batalla; el mundo se peleaba en la primera guerra mundial y la Rusia de los zares daba lugar a la revolución bolchevique.

Delante de lo que la Virgen identifica como “los males del mundo”, el mensaje de Fátima llega como respuesta de Dios a los riesgos que amenazaban con colapsar la Humanidad. Al mismo tiempo, es importante detenernos en algunas de las características de los receptores del mensaje (los tres niños): pertenecían a familias pobres, y eran inocentes, verdaderos y piadosos. Ante las apariciones revelarán asombro, confianza, curiosidad, alguna ignorancia cultural y, en el momento en que las autoridades republicanas los llevan presos y los amenazan, permanecen fieles a la verdad de la que eran testigos.

¿Qué es Fátima?

Sería más fácil decir lo que Fátima ya no es desde el 13 de mayo de 1917. En esa fecha dejó de ser un pueblo aislado de todo el mundo y habitado por gente buena y sencilla. Con las apariciones de la Santísima Virgen todo cambió: Fátima se quedó como referencia en la mirada de creyentes y no creyentes.

Fátima es uno de los mejores lugares de encuentro de la gente y de la gente con Dios. Anteriormente se decía que el mensaje de Fátima era una lección de profunda Teología del encuentro de Dios con el hombre y, en consecuencia, el santuario de Fátima manifiesta ese encuentro con la pluralidad de personas y de sensibilidades que allí llegan. Así, el santuario de Fátima se convirtió en un Atrium donde se mueven las miles de personas impulsadas por las más distintas motivaciones o intenciones. 

El santuario de Fátima no solo se experimenta en la variedad social, espacial, arquitectónica y cultural. También es un verdadero pulmón de espiritualidad. Allí se mezclan católicos de todas las naciones, pruebas de amor de todos los géneros posibles, sensibilidades de todo el tipo con el principio y el fin de sus miradas en la Virgen María. Aunque no sea muy conocido el mensaje de Fátima, que mucho nos clarificaría la razón, hay que entender bien que los miles de peregrinos que llegan a Fátima son llevados por el corazón, en un encuentro de corazón a Corazón. La certeza de la presencia de la Madre de Dios en ese lugar es lo que la gente busca, con la certeza de que allí todo es distinto porque todo es testigo de la presencia de la Virgen.

Partiendo de la consideración de que Fátima es un lugar de especial encuentro con nuestra Madre, es posible testificar el designio del Amor de Dios que no desiste de, por todas las maneras, volver nuestros corazones a Su Amor. Contactando con el mensaje de Nuestra Señora en Fátima, sobre todo con las Memorias de sor Lucía, nos detenemos en la dialéctica del cielo y de la tierra, del mundo de Dios y del mundo de los hombres, de un dialogo y de una revelación, de la certeza y de la duda. La lejanía en la que se encontraba la Humanidad se resuelve por la cercanía de Dios que envía a los ángeles a preparar los encuentros de la Virgen con los pastorcitos, y suplanta la dureza de los adultos por la docilidad de los niños a la voz de la Virgen.

Punto de partida y de llegada

En nuestro tiempo, en que todo vuelve a estar sumergido en una lejanía de los hombres respecto a Dios, el mensaje de Fátima puede ser víctima de distintas interpretaciones. Por eso, más que mirar interpretaciones, hay que asumir la actitud y el dinamismo del Amor.

Para resumir el mensaje de Nuestra Señora en Fátima nos bastan tres palabras: oración, penitencia y conversión. Allí, la Virgen nos invita a una vida de intimidad con el Señor y vivida totalmente en Él; nos mueve a hacer actos de penitencia que manifiesten nuestro amor por Él en reparación de los pecados de los hombres; y nos invita a cambiar, a experimentar una continua conversión donde el Amor sea nuestra única certeza.

Por todo esto, el centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima nos lleva a querer que nuestras vidas sean vividas en la total confianza en Dios y en el Inmaculado Corazón de la Virgen. El Corazón de la Madre se convierte, entonces, en punto de partida y en punto de llegada de nuestros corazones, donde la Virgen nos da la garantía de que “Mi Corazón será tu refugio” (aparición de junio) para que no nos falte la certeza revelada en la aparición de julio: ¡Por fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará!”.

El autorRicardo Cardoso

Vila Viçosa (Evora, Portugal)

Cultura

Van Gogh, buscando los colores de Dios

Vincent Van Gogh es, sin duda, uno de los artistas esenciales del siglo XIX. Sus cuadros –y sus cartas– nos impresionan hoy a nosotros y a miles de nuestros contemporáneos, porque dicen mucho, hasta el punto de que incluso pueden hablarnos de Dios. Por eso es un pintor de frontera, hoy más actual que nunca.

Jaime Nubiola·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

En la sorprendente novela de Markus Zusak, La ladrona de libros (2005), la pequeña Liesel intenta describirle al joven Max, prisionero en un sótano, cómo se ve el cielo aquel día: “Hoy el cielo está azul, Max, y hay una enorme nube alargada, desenrollada como una cuerda. Al final de la nube, el sol parece un agujero amarillo”. Después de escuchar el relato, el joven suspira emocionado. Ha podido representarse el cielo en las palabras de Liesel.

Quizá sea esto lo que nos conmueve y emociona al contemplar las pinturas de Vincent van Gogh (1853-1890), quien supo captar el alma de las cosas sencillas y cotidianas para así poder volcarlas en su obra: “El arte es sublime cuando es simple”, escribe a su hermano Théo. Cuando leemos sus cartas –que son el mejor autorretrato de su alma– descubrimos el historial de una pasión, la llamada ineludible hacia el lugar en que la belleza no permite distracciones: “Cuántas veces en Londres, al volver a casa por la tarde desde Southampton Street”, le escribe el 12 de octubre de 1883, “me detuve a dibujar en los muelles del Támesis”; o los trigales bajo el cielo de Arlés que le arrebataban el corazón: “Son inmensas extensiones de trigo bajo cielos cubiertos, y no me vi en apuros para tratar de expresar la tristeza, la extrema soledad” (10-VII-1890).

Si intentáramos descifrar el relato de la vida de Vincent van Gogh, sus limitaciones y miserias materiales, sin duda, nos abrumaría con sus marcadas tristezas: “Era una miseria demasiado larga y demasiado grande la que me había descorazonado hasta tal punto que ya no podía hacer nada” (24-IX-1880). Sin embargo, su alma pudo nutrirse de una felicidad incomprensible para la mayoría, privilegio de los espíritus exquisitos y lúcidos; en la misma carta añadirá: “No sabría decirte lo feliz que me siento por haber retomado el dibujo” (24-IX-1880). La pasión por su arte le permite seguir produciendo belleza, aun desde el abismo de una enfermedad devastadora: “Me enfermé” –escribe el 29 abril de 1890– “en la época en que hacía las flores del almendro. Si hubiera podido seguir trabajando, hubiera hecho otros árboles en flor, como puedes suponer. Ahora los árboles en flor casi se terminaron”. El privilegio que goza el presente con respecto al pasado nos permite saber que los árboles que pintó, esas flores de almendro, ya habían ingresado en la historia de las obras llenas de hermosura; pero también el abatimiento le había alcanzado el corazón, el mundo académico le había dado la espalda y la soledad lo había desquiciado.

Van Gogh tenía un profundo deseo de conocerse, de poner en claro qué cosas perturbaban su alma, qué pasiones incontrolables lo acorralaban: “Yo soy un hombre apasionado, capaz y sujeto a hacer cosas más o menos insensatas de las que a veces me arrepiento” (VII-1880); esto explicaría la razón por la que escribió a su hermano Théo unas 650 cartas y por la que pintó 27 autorretratos: “Se dice y lo creo de buena gana que es difícil conocerse a uno mismo; pero tampoco es fácil pintarse a uno mismo. Por eso estoy trabajando en dos autorretratos en este momento, también por falta de otro modelo” (5 o 6 de octubre de 1889). En sus cartas esbozó un autorretrato tan elocuente en sus descripciones como lo son sus pinturas: “Quiero decir que aunque encuentre dificultades relativamente grandes, aunque para mí haya días sombríos, no querría, no me parecería justo que alguien me contara entre los desdichados”.

Van Gogh fue un gran lector, enamorado de los libros y del conocimiento –“Yo tengo una pasión irresistible por los libros. Necesidad de instruirme como de comer mi pan” (VII-1880)–, con unas ansias de superación que nunca lo abandonaron: “Gasté más en colores y en telas que en mí” (5-IV-1888). El trabajo le produce una alegría desbordante: “Siento en mí una fuerza que querría desarrollar, un fuego que no puedo dejar extinguir, que debo atizar” (10-XII-1882). Y las ansias por perfeccionar su arte le posibilitan, incluso, caminos de reflexión: “La vida pasa así, el tiempo no vuelve, pero yo me encarnizo en mi trabajo, a causa justamente de saber que las ocasiones de trabajar no se repiten” (10-IX-1889). Como para avalar su convicción, cita una frase del pintor norteamericano Whistler: “Sí, lo hice en dos horas, pero para hacerlo en dos horas tuve que trabajar durante años” (2-III-1883).

Rememorando un poema de Goethe de 1810: “Si la vista no fuese como un sol, nunca podría mirarlo; si en nosotros no se encontrase el poder de Dios mismo, ¿cómo podría lo divino extasiarnos?”, estremece recordar la candidez del alma de Van Gogh en sus primeros años, cuando el amor a Dios era su amparo y su refugio. En 1875, desde París, Vincent cuenta a Théo que alquiló una habitación y ha colocado cuadros en la pared; entre ellos Lectura de la Biblia de Rembrandt. En la carta describe e interpreta la escena del cuadro: “Es una escena que hace pensar en las palabras: ‘En verdad os digo, cuando dos o tres seres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos’” (6-VII-1875). Es un momento en el que los sueños le apretujan el alma y en que el amor a Cristo regocija su corazón en busca de esa luz que resplandecerá luego en su obra: “Tú sabes que una de las verdades fundamentales del Evangelio es que la luz brille en las tinieblas. Por las tinieblas hacia la luz” (15-XI-1875). El corazón de Vincent está empapado de amor a Dios. Había querido ser pastor y misionero en su juventud y solo se dedicó fervientemente a la pintura en sus diez últimos años de vida.

Desde la diafanidad de una mente y un corazón que aún no habían sufrido los embates de la enfermedad, Vincent, el artista que amaba los libros, el que prefería comprar pinceles y colores antes que alimentos, pudo asegurar con conmovedora convicción, la presencia de Dios en todo lo bello y bueno: “Del mismo modo sucede que todo lo que es verdaderamente bello y bueno, de belleza interior, moral, espiritual y sublime en los hombres y en sus obras, pienso que eso viene de Dios y que todo cuanto hay de malo y malvado en las obras de los hombres y en los hombres mismos, no es de Dios y tampoco a Dios le parece bien” (VII-1880). Medio siglo después, Simone Weil en A la espera de Dios escribirá en este mismo sentido: “En todo lo que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de la belleza está realmente la presencia de Dios”.

El escritor argentino Roberto Espinosa ha visitado recientemente la iglesia de Auvers-Sur-Oise, “esa iglesia gótica donde su corazón religioso se ha conmovido” y donde descansan los restos del artista: “Luego de deambular sin ton ni son en busca del ‘monumento’, sobre un muro y entre dos mausoleos, dos lápidas miran sin pestañear al sol del mediodía: Ici repose Vincent van Gogh (1853-1890) y a su lado, Théodore van Gogh (1857-1891). Un tapiz de hiedra abriga el dolor de las tumbas fraternas”. Ninguno de los dos había cumplido los cuarenta años. Sus almas unidas, entre misivas y pinceles, en busca de la eternidad, de los colores y la luz de Dios.

 

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Argumentos

El cielo: máxima expresión de lo divino y de lo humano

Lo llamamos cielo, porque evoca la trascendencia, la infinitud, la superación del límite. También decimos “visión de Dios”.

Paul O´Callaghan·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos
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Lo llamamos cielo, porque evoca la trascendencia, la infinitud, la superación del límite. También decimos “visión de Dios”, visión beatífica, porque Dios a quien se ve, es infinitamente beato, feliz. La expresión comunión también vale para hablar del destino inmortal del hombre, porque se trata de una unión estrecha con Dios que no elimina al sujeto humano, una unión entre dos que se aman: el Creador y la criatura. Se podría decir también felicidad perfecta, porque con Dios el hombre encuentra una satisfacción definitiva. El término paraíso, “jardín precintado”, expresa bien el deleite material y corpóreo que espera a los hombres que han sido fieles a Dios. Lo llamamos también gloria, porque denota honor, riqueza, poder, influencia, luz. Y por último, la expresión joánica vida eterna, la vida que Dios infunde en el hombre cuando lo crea y lo salva, pero en este caso la vida de Dios, y por lo tanto eterna, permanente como es Dios.

Vida eterna y fe en Jesucristo

Según el Nuevo Testamento el don de la vida eterna depende de la fe en Jesucristo. “Todo el que ve al Hijo y cree en él tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 40). “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna” (Jn 5, 24). Es decir, para quien cree en Jesucristo ya en esta vida comienza la vida eterna, la vida de Dios. Quizá por eso podemos hablar, como hace un documento del siglo VII, el “Antifonario de Bangor”, de “la vida eterna en la gloria de Cristo”.

En su encíclica Spe salvi, Benedicto XVI se pregunta si la promesa de la vida eterna es realmente capaz de mover el corazón del hombre y motivar su vida. “¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don… Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable” (n. 10). Para muchos, en efecto, el cielo lleva a pensar en un aburrimiento perpetuo. ¿Vale la pena jugarse la vida por la promesa de un vacío perpetuo? “No tengo miedo a la muerte”, decía en una ocasión el escritor Jorge Luis Borges. “He visto morir a muchas personas. Pero tengo miedo a la inmortalidad. Estoy cansado de ser Borges” (El inmortal). Este sentimiento toca el corazón de muchos hombres cuando oyen hablar del más allá.

Divinización

Y a la vez, la respuesta de la fe no es compleja. Todo lo contrario. La vida eterna, el cielo, es fruto de la infusión de la vida divina en el hombre que se abre en la fe, y se consuma en la gloria. El hombre, decían los Padres de la Iglesia, es “divinizado”, hecho divino (2 Pt 1, 4). El hombre comparte a fondo la vida divina, sin llegar a ser Dios, sin confundirse con la naturaleza divina. En ese sentido, la felicidad del cielo no es algo que resulta de estar en la “compañía” de Dios, de estar presente en el ambiente divino, porque es una participación en la vida misma por la que Dios es feliz. Dios es, nos enseña el Concilio Vaticano I, “en sí mismo y a partir de sí mismo perfectamente feliz”. Por eso, si el hombre no fuera perfectamente feliz para siempre en el cielo, la culpa la tendría Dios. Como los enamorados, Dios no nos dice: “serás feliz conmigo”, sino: “yo te haré feliz”. Se trata de una santa y divina determinación. Jesús mismo dice a los justos en el juicio final: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante: entra en el gozo de tu señor” (Mt 25, 21.23). El hombre participa en la vida y en la alegría de Dios; por esto se vuelve feliz para siempre, sin desfallecimientos. El hombre alaba a Dios, ciertamente, pero también es alabado por Dios, y se queda encantado por el eterno afecto de su Padre Dios. Y así para siempre.

Pero queda otra dificultad. Si el hombre está unido con Dios hasta el punto de experimentar la vida divina como propia, ¿no habría que decir que ha sido absorbido por Dios, fundido en Él, sin personalidad propia? ¿No será el hombre como un grano de sal que cae en el océano divino y se disuelve sin dejar rastro de su individualidad? Se trata de una cuestión importante para la antropología cristiana: si el hombre pierde su personalidad en Dios en el cielo, entonces ¿qué valor tendrá su ser persona en este mundo? Es interesante lo que dice al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica: “Vivir en el cielo es ‘estar con Cristo’. Los elegidos viven ‘en Él’, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre” (n. 1025).

Plenitud para el hombre

Donde queda mejor expresada la idea de que el divinizado se encuentra a sí mismo plenamente realizado en Dios es la doctrina que los justos ven a Dios, gozan de la visión beatífica. La visión expresa no sólo la unión, sino también la separación, la distinción. No se ve aquello que se tiene demasiado cerca de los ojos. La vista requiere objetividad, alteridad, distancia. Así, dice san Pablo en la carta a los Corintios: “Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios” (1 Cor 13,12). Y también en la primera carta de san Juan: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es (1 Jn 3,2).

Así, cuando el hombre ve a Dios con una luz que Dios mismo le infunde (el lumen gloriae), goza plenamente de la vida divina, sin la mediación de ninguna cosa vista, es decir, cara a cara. Goza para siempre. Y no quiere, ni puede, dejar de contemplar la fiesta eterna de la vida divina. Se quedará libremente con Dios para siempre.

El autorPaul O´Callaghan

Profesor Ordinario de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma

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Los retos de la Iglesia en Estados Unidos

El descenso de vocaciones sacerdotales supone un importante desafío para la Iglesia católica en Estados Unidos. También la llegada de sacerdotes extranjeros exige un esfuerzo de adaptación tanto por parte de los fieles como del clero.

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Hay muchas cuestiones que están afrontando los líderes de la Iglesia católica en Estados Unidos: la libertad religiosa, la emergente mayoría hispana, el horror de los abusos sexuales por parte de algunos sacerdotes… Sin embargo, hay otros desafíos muy significantes que afronta la Iglesia. Uno de ellos es la creciente escasez de clérigos.

Mientras que el número de sacerdotes activos varía obviamente de diócesis a diócesis, en general el descenso ha sido sorprendente. De acuerdo con las estadísticas procedentes del Centro de Investigación Aplicada al Apostolado (CARA, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos había en 1970 un total de 58.000 sacerdotes, con una media de edad de 35 años. En 2009, el número era de 41.000 sacerdotes, con una media de edad de 63 años. Al mismo tiempo, la población católica continúa creciendo en un ratio de entre un 1 % y un 2 % al año.

Para empeorar las cosas, CARA estima que entre 2009 y 2019, se jubilará la mitad de los actuales sacerdotes en activo. La buena noticia es el número de sacerdotes que se ordenan al año: quinientos. La mala noticia es que esos nuevos sacerdotes sólo reemplazan a la tercera parte de los sacerdotes que se retiran o mueren.

A lo largo de la mayor parte de la historia de la Iglesia católica en Estados Unidos ha habido escasez de sacerdotes nacidos, y la mayor parte de esa escasez ha sido históricamente cubierta por sacerdotes extranjeros. En los últimos años han aumentado los sacerdotes procedentes de África, Asia y América Latina. Aproximadamente el 25 % de los sacerdotes diocesanos que están sirviendo actualmente en Estados Unidos ha nacido fuera del país; pero, debido a las restricciones de la inmigración, lo normal es que permanezcan aquí alrededor de cinco años.

Esta afluencia de sacerdotes extranjeros ha sido una bendición, pero también puede ser un reto. Preparar sacerdotes para servir en un país lejano, diferente en cuanto a costumbres y actitudes, supone un desafío. Otro es preparar a los sacerdotes estadounidenses y a los parroquianos para recibir y comprender a esos sacerdotes extranjeros.

La cuestión que deben afrontar los líderes de la Iglesia católica en Estados Unidos en la próxima década es cómo continuar cubriendo las necesidades pastorales ante la previsible reducción del clero. El incremento de los diáconos permanentes, el aumento de la responsabilidad del laicado en las tareas pastorales y la realización de mayores esfuerzos vocacionales para que crezca el número de seminaristas podrán ser parte de la solución.

El autorGreg Erlandson

Periodista, autor y editor. Director de Catholic News Service (CNS)

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Mensaje de Semana Santa

20 de abril de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

La Semana Santa en Pontevedra no es la de Valladolid o la de Sevilla pero, a pesar de todo, me ha sorprendido el número de jóvenes que salieron a las calles en una zona de España donde el derroche de emoción no es precisamente el gesto habitual. Mientras veía pasar los sucesivos pasos pensé en cómo muchos jóvenes somos capaces de sentirnos conmovidos ante la belleza de un Cristo doliente sin que eso repercuta significativamente en nuestra vida. Las procesiones no son un invento del cristianismo, en la antigüedad griega, los habitantes de las polis ya sacaban a hombros a sus dioses. La admiración del hombre europeo por el espectáculo se encuentra en los genes, la oportunidad de entrever la realidad sobrenatural del símbolo religioso está en el alma. No existe nada más terriblemente bello que un Dios muriendo, que se lo pregunten a Unamuno, Velázquez o a Mel Gibson. Pero para un cristiano, la muerte de Cristo no es espectáculo, es algo que debe ser vivido desde dentro.

La maravilla de las procesiones no estriba en su capacidad de electrizar la sensibilidad, sino en la posibilidad de que la tensión de los sentidos mueva el alma a compartir la cruz de Cristo. Existen en la Pasión dos perspectivas fundamentales: la del espectador y la de Simón de Cirene. El espectador contempla un escenario que puede provocarle risa, indiferencia, repulsión o admiración; siempre guardará una distancia con la belleza que contempla por lo que esta difícilmente tendrá impacto en su vida. Simón de Cirene no sabe como fue el camino de Cristo hacia el Calvario, no podría pintarlo, ni describirlo como lo han hecho tantos artistas; pero sí conoce bien el peso exacto de aquella Cruz, el ardor de las astillas clavadas en la carne o el jadeo extenuado de Jesús. En las procesiones de Semana Santa, en las clases en la Universidad, con nuestros amigos o conocidos siempre adoptamos un papel de los dos anteriores, muchas veces, dejando que los genes nos jueguen una mala pasada.

El autorOmnes

Vaticano

Causas de los santos, nuevas reglas sobre los bienes

El proceso de reforma que atañe a diversos organismos de la Curia Romana ha centrado su foco en las pasadas semanas en la Congregación para las Causas de los Santos.

Giovanni Tridente·13 de abril de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Con la aprobación del Papa Francisco han sido difundidas las nuevas “Normas sobre la administración de los bienes de las Causas de beatificación y canonización”, que han derogado las que se remontaban al 20 de agosto de 1983, establecidas bajo el pontificado de Juan Pablo II. Estarán en  vigor ad experimentum durante tres años.

En el rescrito en que, con la firma del cardenal Secretario de Estado, se informa de la decisión, se destaca enseguida el renovado papel de vigilancia que será ejercitado por la Sede Apostólica para que todas las causas que lleguen a Roma –después de la clausura de la fase diocesana– no sufran obstáculos ni frenos debido a gastos y honorarios demasiado altos. Estas reglas inciden, por lo tanto, sobre la corrección de la gestión administrativa y sobre la transparencia de los diversos actos que conducen a la inscripción de un Siervo de Dios en el libro de los santos. Quien proponga una Causa de beatificación y canonización –diócesis, congregación religiosa, instituto, etc.– deberá constituir un fondo económico en el que converjan todas las ofrendas y aportaciones recibidas para el sostenimiento de la misma causa. En ese mismo sentido, deberá nombrar un Administrador de este “fondo de causa pía”, función que también podrá ser desempeñada por el Postulador General.

Entre las tareas que corresponden a la nueva figura están las de hacer respetar escrupulosamente las intenciones de quienes hayan ofrecido donativos para la causa; llevar una contabilidad regularmente actualizada, y redactar anualmente los balances económicos –tanto preventivo, antes del 30 de septiembre, como consuntivo, hasta el 31 de marzo–, que luego deberán ser aprobados por el llamado “Actor”, es decir, por quien propone la causa. Una vez aprobados, estos balances deberán ser enviados también al Postulador. En el caso de Postulaciones Generales –como es típico en las órdenes religiosas-, se especifica que éstas deberán llevar separadamente la contabilidad de las diferentes causas.

Otra novedad introducida se refiere a la vigilancia sobre la administración de estos bienes, que será ejercitada, según los casos, por el obispo diocesano, el superior mayor, las conferencias episcopales o, donde esté previsto, la propia Sede Apostólica. Esta vigilancia se extenderá a todos los movimientos económicos referentes a la causa, así como a la revisión y aprobación de los balances anuales.

La instancia más alta de vigilancia sigue siendo la Congregación para las Causas de los Santos, que deberá ser informada puntualmente y podrá solicitar en cualquier momento informaciones y documentaciones financieras, además de verificar los balances adquiridos. El control incluirá también el respeto de los honorarios y de los diversos gastos según las tarifas establecidas por la misma Congregación por lo que se refiere  la fase romana de la causa.

Quien, por la razón que fuera, no respetase todas estas reglas o cometiera abusos de naturaleza administrativo-financiera podrá ser sancionado por la Congregación, como prevé el Código de Derecho Canónico (enajenación de bienes eclesiásticos, extorsión, corrupción).

Una innovación ulterior se refiere a la constitución de un “Fondo de Solidaridad” en la Congregación, en el cual confluirán, además de las ofrendas libres, posibles remanentes de las distintas causas, una vez celebrada la canonización. Estará destinado a sostener aquellas causas que, llegadas ya a la fase romana, se encuentren en dificultad para sostener los costes del proceso. Pertenecerá siempre a la discreción de la Congregación acoger eventuales solicitudes de contribución de los proponentes de las causas, que deberán ser siempre respaldadas por el obispo y, en todo caso, por el ordinario competente.

Las contribuciones que los proponentes deberán ingresar para la fase romana de las causas son establecidas por la Congregación y se comunican al Postulador, y después deben ser ingresadas en diversos momentos, según se trate de reconocimiento del martirio o de la heroicidad de las virtudes, o del reconocimiento del presunto milagro.

FirmasAndrea Tornielli

Reformas: primero, el corazón

Sin la reforma de los corazones, las reformas estructurales imitarían criterios que no tienen en cuenta la naturaleza de la Iglesia: esta idea de fondo subyace a las palabras y al testimonio del Papa.

13 de abril de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

A los tres años de pontificado de Francisco, la Iglesia tiene tareas pendientes: se ha completado la reforma de las instituciones financieras y económicas de la Santa Sede, se trabaja en la reforma de la Curia romana y de los medios de comunicación. Con motivo del aniversario de la elección se ha oído la crítica de que se esperaba mucho más en las reformas, y de que hay mucho por hacer.

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Es verdad que la Iglesia es “semper reformanda”, tiene que ser siempre reformada en un proceso que nunca termina. Pero la mayor reforma, que debería ser cotidiana y no sólo para la jerarquía sino para todos los fieles, es la fidelidad al Evangelio, para que este mensaje sea anunciado y testimoniado cada vez mejor, dejando incrustaciones, prejuicios, esquemas que corren el riesgo de transformarse en ideología. Junto con testimoniar, anunciar y enseñar, la Iglesia tiene que convertirse y mirar siempre a su origen, sin transformarse en una ONG o en un grupo de poder: reformarse a sí misma cada día. Lo que el Papa con su testimonio de misericordia y de ternura, su ejemplo, sus gestos y sus palabras, pide a toda la Iglesia y a quienes le escuchan sin prejuicios es una gran reforma, que no es primero “estructural”, sino una reforma de los corazones. Sin ésta, toda reforma estructural está condenada al fracaso.

Las palabras del Papa indican claramente que la reforma de los corazones, la “conversión pastoral”, es una condición necesaria para las reformas estructurales, no una consecuencia de ellas ni algo separado. Se corre el riesgo de que el mensaje del Pontificado sea reducido a eslogan, como si bastara cambiar alguna palabra clave: ahora se han puesto de moda términos como “periferias”. El testimonio del Papa, en realidad, sugiere a todos una radicalidad evangélica, sin la cual las reformas imitarían criterios empresariales y podrían caer en tecnicismos que no tienen en cuenta la naturaleza de la Iglesia, que no puede ser comparada a la de las transnacionales, como repitió a menudo en el pasado Benedicto XVI.

El autorAndrea Tornielli

Vaticano

Decretos de canonización: la Madre Teresa de Calcuta será santa el 4 de septiembre

La Madre Teresa de Calcuta, la monja albanesa fundadora de las Misioneras de la Caridad, será canonizada el próximo domingo 4 de septiembre. El decreto ha sido firmado por el Papa Francisco en el Consistorio ordinario que ha tenido lugar en el Vaticano el 15 de marzo. 

Giovanni Tridente·13 de abril de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

En la misma ocasión han sido oficializadas también las fechas para las canonizaciones de otros 4 futuros santos: el domingo 5 de junio serán elevados a la gloria de los altares el sacerdote polaco Estanislao de Jesús María y la religiosa María Isabel Hesselblad, fundadora de la orden de Santa Brígida. Y el domingo 16 de octubre serán proclamados santos José Sánchez del Río, martirizado en 1929 en México cuando tenía tan sólo 14 años de edad, y José Gabriel del Rosario Brochero, sacerdote muy popular en Argentina de quien el Papa Francisco es muy devoto.

La canonización de la Madre Teresa ya había sido anunciada hace meses como cercana precisamente durante el Jubileo del Misericordia, por el testimonio de servicio a los últimos que ha caracterizado toda su existencia y por su apostolado entre los pobres, los enfermos, y en general los “últimos y olvidados”. Su humildad, no obstante el inmenso bien que ha generado en el mundo, la llevaba a definirse un “pequeño lápiz en las manos de Dios”; la fuerza para este inmenso trabajo caritativo, a menudo en situaciones verdaderamente cercanas al límite de la dignidad humana, la encontraba en la oración. La Madre Teresa será también el primer Premio Nobel (de la Paz, recibido en 1979, cuando en el célebre discurso en Oslo con ocasión de la entrega hizo un conmovedor llamamiento contra el aborto: “Por favor, no destruyáis a los niños, nosotros los acogeremos”) en ser elevado al honor de los altares.

También la historia de María Isabel Hesselblad, fundadora de las “brígidas”, está ligada a los más necesitados; emigrada a América siendo muy joven para ayudar económicamente a la familia, trabajó como enfermera en un gran hospital de Nueva York, y allí conoció la experiencia del dolor y del sufrimiento. Más tarde, en 1904, reconstituyó en Roma la orden de Santa Brígida; durante la segunda guerra mundial dio refugio a muchos hebreos perseguidos y transformó su casa en un oasis de caridad. Hoy es venerada como Madre de los pobres y Maestra del espíritu.

El apostolado del polaco Estanislao de Jesús María se remonta al año 1600, ejercitado como predicador y confesor, hasta la fundación de la Congregación de los Clérigos Menores Marianos, que tiene entre sus finalidades el sufragio por las almas necesitadas del purgatorio.

La figura de José Gabriel del Rosario Brochero remite inmediatamente al primer Papa argentino. Amadísimo por su pueblo, el sacerdote vivió en Argentina entre los siglos XIX y XX, y era conocido como el “sacerdote gaucho” porque –como los ganaderos en su país– recorría sobre una mula distancias inmensas para hacerse cercano a todos. En 2013, con ocasión de su beatificación, Francisco describió su figura como la un pastor con olor a oveja, un sacerdote “que se hizo pobre entre los pobres” y se convirtió en “una caricia de Dios hacia su pueblo”.

Otro nuevo santo de América Latina es José Sánchez del Río, muerto mártir en 1928 con sólo 14 años, durante la revuelta de los “cristeros” contra las persecuciones anticatólicas ordenadas por el entonces presidente mexicano Calles. Capturado por los soldados gubernamentales, no renegó de la fe a pesar de las torturas y maltratos, gritando hasta la muerte: ¡Viva Cristo Rey!”. En su cuerpo se encontraría este escrito: “Querida mamá, me han capturado. Te prometo que en el paraíso prepararé un buen sitio para todos vosotros”, concluyendo: “Tu José muere en defensa de la fe católica por amor de Cristo Rey y de la Virgen de Guadalupe”.

Nuevos decretos

El Papa Francisco ha autorizado también a la Congregación para las Causas de los Santos a la promulgación de otros decretos referentes a los milagros atribuidos a la intercesión del beato Manuel González García, que fue obispo de Palencia y fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de la Congregación de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret; de la beata Isabel de la Trinidad, monja profesa de la orden de los Carmelitas Descalzos; del Siervo de Dios María-Eugenio de Jesús Niño, también monje profeso de los carmelitas descalzos y fundador del Instituto Secular de Nuestra Señora de la Vida; y de la Sierva de Dios María Antonia de San José, argentina fundadora del Beaterio de los Ejercicios Espirituales en a Buenos Aires. 

Por otra parte, han sido autorizados los decretos de las virtudes heroicas de los Siervos de Dios Stefano Ferrando, salesiano, que fue obispo de Shillong y fundador de la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Auxilio de los Cristianos; Enrico Battista Stanislao Verjus, obispo  titular de Limyra, perteneciente a la Congregación de los Misioneros del Sacratísimo Corazón de Jesús; Giovanni Battista Quilici, párroco y fundador de la Congregación de las Hijas del Crucificado; Bernardo Mattio, también párroco; Quirico Pignalberi, sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales; y de las Siervas de Dios Teodora Campostrini, fundadora de la Congregación de las Hermanas Mínimas de la Caridad de María de los Dolores; Bianca Piccolomini Clementini, fundadora en Siena de la Compañía de Santa Ángela de Merici; María Nieves Sánchez y Fernández, religiosa profesa de las Hijas de María de las Escuelas Pías.

Liturgia penitencial en San Pedro

El 4 de marzo, el Papa Francisco ha celebrado de nuevo una liturgia penitencial en la basílica de San Pedro, por la iniciativa “24 horas para el Señor”, llevada a cabo en todo el mundo para ayudar a redescubrir el Sacramento de la Reconciliación durante la Cuaresma. No por casualidad él mismo ha recurrido a la confesión, antes de confesar a algunos fieles.

“Hoy más que nunca, sobre todo nosotros los Pastores, estamos llamados a escuchar el grito, quizás escondido, de cuantos desean encontrar al Señor”, ha dicho Francisco en el curso de la homilía, añadiendo que “no debemos ciertamente disminuir las exigencias del Evangelio, pero no podemos correr el riesgo de malograr el deseo del pecador de reconciliarse con el Padre, porque lo que el Padre espera antes que nada es el regreso del hijo a casa”

Aumentan los católicos en el mundo

En los días pasados se han dado a conocer los datos estadísticos relativos a la Iglesia católica en el período 2005-2014, de los cuales resulta ante todo que los fieles católicos han crecido en estos últimos años un 14,1 %, a un ritmo superior que la población mundial (10,8 %). Evidentemente, el crecimiento es muy diverso en cada continente: por ejemplo, es muy alto en África (41 %) y Asia (20 %), bueno en América (11,7 %) y algo escaso en Europa (2 %), donde los católicos representan en cambio el 40 % de la población.

Per lo que se refiere a la distribución de católicos en el mundo, el primado corresponde a América (48 %), seguida por Europa (23 %), África (17 %), Asia (11 %) y Oceanía (1 %).

Un aumento global se ha registrado también en el número de los sacerdotes (+ 2,3%), que han pasado a 415.792, con diferencias también aquí según el área geográfica: en África y Asia se registra un aumento respectivamente del 32,6 % y del 27,1 %, en Europa en cambio hay una disminución del 8 %. La evolución de los seminaristas es análoga, y desde 2005 han aumentado de 114.439 a 116.939, gracias sobre todo a los continentes emergentes, Asia y África. 

El número de religiosas en el mundo es de 668.729, mientras el componente eclesial que ha crecido más en los últimos años (+33,5 %) es la de los diáconos permanentes, que han pasado de los 33.000 de 2015 a 45.000 de 2014.

Experiencias

Ética en la empresa: un acompañamiento espiritual serio, claro y provechoso

La Doctrina Social de la Iglesia afirma que es posible el perfeccionamiento personal y la santidad en el mundo de la empresa. Pero ciertos enfoques y conductas pueden también alejar de Dios. De ahí la conveniencia de un acompañamiento espiritual que ofrezca criterios claros de justicia y caridad, y sugiera modos de vivir la espiritualidad cristiana en ese ámbito.

Omnes·13 de abril de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

El trabajo en la empresa ocupa un lugar muy importante en la vida de muchas personas, tanto en tiempo dedicado como en aspectos existenciales. Este trabajo puede llenar gran parte de la mente de quienes participan de sus actividades  –a veces también fuera del horario laboral–; puede generar también estados de ánimo en uno u otro sentido; afecta a la familia, tanto en términos económicos como en aportación personal; es fuente continua de relaciones con otras personas –compañeros, clientes, jefes–; y, lo que es más importante, el trabajo en la empresa afecta a las relaciones con Dios.

En efecto, ciertos enfoques, actitudes y conductas en la empresa pueden alejar de Dios o, por el contrario, pueden llevar a santificar esas realidades, a dar testimonio cristiano y santificarse uno mismo. Se aplican aquí unas luminosas palabras del último Concilio: “Aquellos que están dedicados a trabajos muchas veces fatigosos deben encontrar en esas ocupaciones humanas su propio perfeccionamiento, el medio de ayudar a sus conciudadanos y de contribuir a elevar el nivel de la sociedad entera y de la creación”.  (Lumen Gentium, 41).

Todo ello lleva a afirmar que quienes, de diversos modos, trabajan en la empresa tienen necesidad de acompañamiento espiritual en aspectos relativos a esta faceta de su vida.

Un planteamiento serio de este acompañamiento espiritual en el trabajo de la empresa requiere conocer, aunque sea mínimamente, qué son y cómo funcionan las empresas, así como los problemas morales más frecuentes que se presentan en ellas.

De todo ello nos ocupamos a continuación, para concluir después con un conjunto de ideas que pueden ser útiles para un adecuado acompañamiento espiritual de personas en este ámbito empresarial.

La razón de ser de la empresa

La empresa tiene una razón de ser que le da legitimidad moral. Y esta razón de ser no es “ganar dinero”, sin más, como podría afirmarse desde una visión muy simplista de la empresa, y quizá un tanto cínica. La empresa debe ganar dinero por lo menos para sobrevivir, y también para crecer y seguir haciendo inversiones productivas y crear puestos de trabajo. Pero sólo “ganar dinero” –o dicho en términos más precisos “crear riqueza” – no es suficiente para dar legitimidad moral a la empresa. Eso también lo hacen y de modo muy eficaz las mafias de la droga.

La legitimidad de la empresa, como la de cualquier institución social, viene de su contribución al bien común. La Iglesia, como afirmaba san Juan Pablo II, “reconoce la positividad del mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común” (Centesimus Annus, 43). En esta línea, añadía que “la finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera” (cf. ibid., 35).

Por su parte, el Papa Francisco no ha dudado en hablar de la vocación del empresario, añadiendo que esta vocación “es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo” (Evangelii gaudium, 203). Y en su última encíclica, el Papa actual, al tiempo que condenaba no pocos abusos empresariales, insistía en que la actividad empresarial “es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos” (Laudato si’, 129).

La empresa dirigida con criterios éticos y cristianos contribuye ciertamente al bien común y, en definitiva, mejora el mundo de diversos modos: produce con eficacia bienes y servicios realmente útiles; proporciona puestos de trabajo dignos que permiten el desarrollo personal y el sostenimiento del trabajador y su familia; hace posible la actividad de otras empresas y profesionales; crea riqueza que en parte pasa a la sociedad como rentas, impuestos y quizá donaciones; innova y genera conocimientos que, de algún modo, contribuyen al bien de toda la sociedad; y da un cauce eficaz para hacer fructificar los ahorros.

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Experiencias

San Francisco de Guayo: una misión para los indígenas waraos del Orinoco

Las terciarias capuchinas misioneras son las que han dado estabilidad a la misión de San Francisco de Guayo, fundada en 1942. Hoy atiende, por medio de una iglesia, un hospital y una escuela, a un millar y medio de indígenas de etnia warao en el delta laberíntico del Orinoco venezolano.

Marcos Pantin y Natalia Rodríguez·13 de abril de 2016·Tiempo de lectura: 7 minutos

Hernán acaba de regresar a Caracas de vuelta de sus prácticas médicas. Han sido siete horas de viaje por río y diez por carretera desde la misión de San Francisco de Guayo. Extenuado, habla con pausa, sopesando las palabras, como quien necesita discernir entre las vivencias y algunas sombrías reflexiones que le ocuparon durante estos meses.

La misión de Guayo reúne unos 1.500 indígenas de la etnia warao (gente de las canoas), que habitan en palafitos (construcciones en terrenos anegables, sobre estacas), a orillas de los caños del delta del Orinoco, en el extremo oriental de Venezuela. Cuenta con un pequeño hospital, una iglesia, una escuela y poco más. Desde el hospital de la misión se atiende a una veintena de pequeñas comunidades dispersas en un laberinto de agua y selva. No hablan castellano. En sus palafitos sin paredes los waraos no disponen de más agua potable que la que recogen de las lluvias. Se alimentan de peces, tubérculos y arepa de maíz.

Los waraos son la etnia más pacífica de los indígenas precolombinos. Se dispersaron por el delta huyendo de las tribus guerreras. Los hombres se dedican a la pesca y las mujeres cuidan a los niños y hacen piezas de artesanía que venden como pueden. A pesar de la creciente inculturación, la brecha entre los dos mundos se mantiene enorme. Es lo que hostiga al joven médico mientras nos describe la misión de Guayo, a continuación.

En condiciones críticas

No hay médico permanente en el pueblo. Sólo los que estamos en prácticas. La continuidad de la asistencia médica descansa en tres enfermeros, de los cuales dos son religiosas capuchinas misioneras. El hospital general más cercano está a varias horas de navegación. En ocasiones llegamos a atender a más de cien pacientes diarios. Algunos de ellos acuden remando durante más de tres horas desde sus asentamientos dispersos por el delta.

Gradualmente nos hacíamos cargo de la situación. Estas comunidades están en serios problemas de supervivencia. Algunas han desaparecido barridas por dos enfermedades prevalentes: la tuberculosis y el VIH. 

Casi la mitad de los que nacen no llegarán a los cinco años de edad. La altísima mortalidad infantil se debe a la deshidratación, causada principalmente por afecciones diarreicas. Además, el agua que traen las barcas cisternas del Estado no es del todo saludable.

La situación general de desabastecimiento de los hospitales públicos se agudiza cruelmente en Guayo. El tratamiento contra la tuberculosis y el VIH es costoso y escaso. 

Poco a poco entendimos que se trataba de una lucha paciente: debíamos mantener encendida la ilusión a pesar de las dificultades y hacer todo lo que pudiéramos. Los waraos no son muy efusivos en sus muestras de agradecimiento. Al principio nos chocaba, comparándolo lo que ocurre en el resto del país donde los pacientes, agradecidos, no dejan de retribuir al médico de alguna manera. Pero aunque no terminamos de entender esta diferencia cultural, nos impulsaba el deseo de servir.

Manteníamos largas conversaciones con los habitantes del pueblo. Entrábamos en los palafitos para compartir y adentrarnos en su mundo. En Guayo el tiempo fluye intermitente. Hay periodos de intensa actividad en el hospital o en las comunidades extremas, y horas de mucha calma al caer el día.

El atractivo del servicio

Con todo, no hay que imaginar un panorama sombrío. Las dificultades están entretejidas de esperanza. Resulta paradójico, pero Guayo es un imán para los corazones grandes. En la ribera opuesta vive un matrimonio de franceses. Louis es médico, y Ada antropóloga. Llevan doce años en el pueblo. Quieren con locura a los waraos y han hecho mucho bien. Regentaron una posada donde disponían de una planta de tratamiento de agua que también surtía al pueblo. Al disminuir el turismo, el gobierno confiscó la planta. Ahora se apañan con una instalación pequeñita.

Nunca faltan médicos en prácticas. Una tarde, al regresar de mis rondas por algunas comunidades dispersas por los caños, absorto en mis pensamientos, casi tropiezo con unos niños que hacían dibujos sobre las tablas de las pasarelas entre los palafitos. Se trataba de un concurso para ganar regalos en Reyes. Lo había organizado Natalia, estudiante de medicina que, terminada su pasantía, había regresado de Caracas con un cargamento de ropa, medicinas y juguetes. Natalia hizo sus prácticas médicas en otra comunidad, pero solía venir a Guayo para echar una mano.

Terciarias capuchinas de la Sagrada Familia

La misión de San Francisco de Guayo la funda el padre Basilio de Barral en 1942. Estudioso de la lengua warao, publica un catecismo y varias obras didácticas en este idioma. Las terciarias capuchinas misioneras llegaron después y han dado permanencia a la misión.

La hermana Isabel López llegó de España muy joven, en 1960. Vino con estudios de enfermería y ha ejercido varias décadas en el delta. Ha visto crecer el pueblo y expandirse la evangelización. Hoy el hospital de Guayo lleva su nombre, pero eso no le importa mucho. Me causó gran impresión la hermana Isabel. Mientras camina sin prisas por el pueblo, va esparciendo a su alrededor optimismo y esperanza. Una tarde volvía yo desinflado de una ronda por las comunidades; imágenes y recuerdos grotescos me acosaban como nube de mosquitos llenan un manglar al atardecer. Isabel me vio venir y se hizo la encontradiza. No recuerdo bien qué me dijo, pero me hizo recuperar el entusiasmo. Todavía me sorprende la habilidad con la que repartía caramelos a los niños que le tiraban del hábito mientras conversábamos.

Algunas confidencias

Natalia pudo registrar algunas confidencias de la hermana Isabel en una improvisada entrevista que aquí transcribo.

Le dijo la hermana: “Mira, sin el amor a Jesucristo no haría nada. Jesús es el centro de mi vida consagrada, de mi vida espiritual y de mi vida comunitaria. Sin Él no haría nada. Él es mi apoyo, por eso estoy aquí, y fíjate que estoy feliz, con la edad que tengo. Es una cosa extraordinaria. Escúcheme, doctora: si yo volviera a nacer, sería terciaria capuchina de la Sagrada Familia y misionera. Ciento por ciento misionera, y con una sonrisa, porque yo he sido muy alegre siempre y no he perdido la sonrisa. Algo más mayor sí, porque una es más vieja, pero la sonrisa no se pierde.

La motivación inicial para venir aquí fue la evangelización, para hacer gente cristiana, porque en Guayo no había nada. Las motivaciones actuales siguen siendo iguales o mayores todavía. Tengo mucha ilusión, mucha preocupación por la gente, por lo que estamos viendo en Guayo: la enfermedad, la pobreza, los niños que se mueren.

Hay quienes critican a los misioneros por ser muy paternalistas. Pero yo no puedo evitarlo. ¿Que venga un niño a mi casa y no le dé un caramelo? Los niños y los ancianos son mi predilección. Y los chiquitines me miran y algo ven: el cariño. Yo sí quisiera tener muchas cosas para darles a los niños, aunque me digan que soy paternalista o maternalista”.

A continuación, Natalia preguntó a la hermana Isabel cuáles habían sido sus miedos o momentos más difíciles. Le respondió así: ”Yo no he tenido muchos momentos difíciles, yo he sido muy feliz y siempre me siento feliz. ¿Momentos difíciles? Pues, ver esa pobreza tan grande, ver que se muere la gente. El río me impresiona muchísimo. Ver el agua, te metes en una barca y no sabes… Yo he pasado muchos peligros en el río. Pero momentos difíciles, muy pocos. Yo he tenido mucha alegría, muy contenta, muy entregada.

No estoy cansada. La gente dice que Isabel es un jilguero. Pero yo tengo setenta y siete años y a veces van faltando las fuerzas. Se nota en el trabajo, pero desde luego, muy bien. No me siento mayor. Me siento igual. Te lo decía: después de 56 años, parece que fue ayer y que no he hecho nada. No he salido del Delta”.

Un médico en el delta del Orinoco

Para ejercer la medicina en Venezuela cada estudiante debe realizar un año de prácticas supervisadas. Generalmente se llevan a cabo en zonas menesterosas, pero hay posibilidad de trabajar en la ciudad y recibir alguna compensación económica. No faltan estudiantes que buscan las zonas y condiciones más duras en las periferias.

Alfredo Silva estudió medicina en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, y está próximo a terminar sus prácticas trabajando para los indígenas del delta del Orinoco, en aquella maraña  de canales en la que el río se deshace antes de llegar al Atlántico. Le hacemos algunas preguntas.

¿Por qué decidiste hacer aquí tus prácticas?

Vine al delta por primera vez en las vacaciones de Semana Santa de 2006. Fue por un voluntariado organizado por mi colegio. Hicimos labor social y actividades de catequesis. El lugar y la gente me conquistaron.

Volví por dos meses en 2014, durante el sexto año de carrera. Traje conmigo a Jan, compañero de estudios. Fue muy enriquecedor. Nos sentimos útiles. Comprobamos cómo nuestro esfuerzo daba resultados. Podíamos ayudar mucho y dar oportunidades a quien no tenía ninguna.

A inicios del 2015 decidimos hacer aquí la pasantía de final de carrera. No fue fácil. Estábamos cortos de dinero. Otros destinos ofrecían beneficios económicos, mientras que venir aquí exige levantar fondos y siempre poner algo de lo tuyo. Pero la medicina se nos había metido muy dentro y nos empujaba a servir. Desde hace años he pensado apuntarme a Médicos sin Fronteras, una ONG que presta ayuda humanitaria en zonas afectadas por la guerra o por catástrofes naturales. Pero aquí hemos afrontado situaciones equiparables a aquellas en cuanto a mortalidad, condiciones alimentarias y de enfermedades graves se refiere.

¿Cómo han evolucionado tus motivaciones durante estos meses?

–Un profesor nos propuso impulsar un estudio sobre la tuberculosis y el VIH que devastan estas comunidades. La vertiente académica calmó a muchos de nuestros familiares, preocupados por las dificultades que enfrentaríamos. Los resultados del estudio podrían facilitarnos acceder a estudios de postgrado.

Con el paso de los meses, la miseria que tocábamos a diario reafirmó nuestra motivación de servicio mientras avanzamos en nuestra investigación. Es el modo de enfrentar esta triste paradoja: los waraos viven en la indigencia propia del mundo indígena, pero azotados por los males la sociedad actual.

¿Cuáles han sido tus mejores momentos?

Es algo que no se busca. Más bien te sorprende el estar contento, realizado, trabajando en los lugares más miserables. La necesidad ajena te hace sentirte útil.

Hace meses visitamos a una familia donde madre e hija padecían tuberculosis. El hijo mayor estaba malogrado por la desnutrición. Hicimos los trámites necesarios para conseguir el tratamiento médico necesario, que tardó en llegar. Al volver al lugar sólo había sobrevivido el hijo. En esta sombría condición pudimos salvar al muchacho. Es muy duro, tardas en asimilarlo, pero también puede resultar muy enriquecedor.

¿Cuáles han sido tus miedos?

–Cuando presencias situaciones tan fuertes, quieres ayudar y hacer cosas. Es el miedo de no poder ayudar, porque luchas contra algo que te supera. Esto implica una lucha constante por mantener la motivación. Asusta pensar que cuando te vayas, aquello terminará por derrumbarse.

Los waraos son muy receptivos a nuestra ayuda, pero los recursos son insuficientes. Siempre necesitan más. Si atiendes una comunidad, esperarán que vengas cada día. Pero las medicinas son limitadas. El hospital más cercano queda demasiado lejos para que vayan remando en canoa. Si intentara describir a los waraos, diría que son supervivientes natos. Tienen pocos instrumentos, pero mucha paciencia para enfrentarse al mundo actual. Sin embargo, luchan con la alegría y el sencillo encanto de lo prístino. Todavía confían, son nobles, acogedores.

¿Si retrocedieras en el tiempo, volverías?

–Sí, claro, totalmente. No me arrepiento. Han pasado muchas cosas buenas y he aprendido muchísimo. Te das cuentas de que no necesitas tantas cosas para vivir.

El autorMarcos Pantin y Natalia Rodríguez

Caracas