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En recuerdo de Mons. Javier Echevarría

Transcurridos muy pocos días desde el fallecimiento de Mons. Javier Echevarría, el Vicario auxiliar de la Prelatura del Opus Dei redacta para Palabra estas líneas de recuerdo. En ellas señala dos características destacadas de la personalidad del Prelado.

Fernando Ocáriz·2 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

Como es natural, he experimentado y sigo experimentando una pena muy grande –como todos los fieles de la Obra y muchísimas otras personas– por el inesperado fallecimiento de quien durante 22 años ha dirigido como Prelado el Opus Dei y llamábamos, con toda propiedad, Padre. A la vez, el Señor da serenidad, porque gracias a la fe sabemos que, con la muerte, la vida no se pierde sino que se cambia en otra mejor: en la existencia bienaventurada que Jesucristo prometió a quienes le aman. Y el amor de Mons. Javier Echevarría a Nuestro Señor y, por Él, a todas las criaturas, era grandísimo, sincero, lleno de consecuencias prácticas.

Fidelidad dinámica

En estas breves líneas, quisiera subrayar sólo dos rasgos fundamentales. El primero es su sentido de la fidelidad: una lealtad sin fisuras a la Iglesia, al Papa, al Opus Dei, a los fieles de la Prelatura, a sus amigos, que era consecuencia o expresión de su fidelidad a Jesucristo, nuestro Dios y Señor. Toda su existencia, desde que pidió la admisión en el Opus Dei en el lejano año 1948, estuvo marcada por esta virtud humana y sobrenatural, que fue creciendo gracias a la estrecha relación que mantuvo, primero, con san Josemaría, y luego con el beato Álvaro del Portillo, con quienes colaboró durante muchos años en el gobierno de la Prelatura. Como manifesté a las pocas horas de su fallecimiento, el haber vivido durante tantos años al lado de estos dos santos, dejó una impronta incancelable en el alma de Mons. Echevarría, que da razón –al menos en parte– de su profundo sentido de la fidelidad.

Era la suya una fidelidad dinámica, que, conservando intacta la sustancia, el espíritu, buscaba también la Voluntad de Dios ante las necesidades cambiantes de los tiempos y las personas.

Pocos minutos antes de su fallecimiento quiso legarnos este anhelo. Como recogió de sus labios quien le asistía más inmediatamente en esos momentos, la intención de su oración al Señor fue la fidelidad de todas y de todos.

Amor al Papa

Una particular manifestación de fidelidad se refiere a la oración por el Romano Pontífice. Siguiendo las exhortaciones de sus predecesores, era constante su estímulo a rezar más y más por el Vicario de Cristo en la tierra. También de este modo, hizo realidad la aspiración del Fundador de la Obra: servir a la Iglesia como la Iglesia desea ser servida, dentro de las características que Dios mismo comunicó a san Josemaría. Una manifestación de esa comunión con todo el Cuerpo místico de Cristo es la ordenación de algo más de 600 presbíteros en los años de su servicio como Prelado del Opus Dei.

En este contexto, me place señalar la generosidad con que Mons. Echevarría acogía las peticiones de los Obispos de muchos lugares, para que algunos sacerdotes incardinados en la Prelatura colaborasen directamente en oficios o encargos pastorales diocesanos. Y esto a pesar de que el número de sacerdotes de la Prelatura, siendo alto, no basta para subvenir tantas necesidades de la pastoral ordinaria.

Interés por cada persona

La segunda característica que deseo destacar es la dedicación generosa a cada persona que le pedía un consejo, una orientación, una plegaria; o simplemente le dirigía un saludo o un comentario al encontrarse por un pasillo. No se limitaba a escuchar; se involucraba en lo que oía, atento, reposado, nunca con prisa, siempre con un interés cuya autenticidad resultaba evidente.

Su afán de Pastor no se limitaba al cuidado de la pequeña parte del Pueblo de Dios que es la Prelatura. Su corazón se había ido ampliando más y más. Como sacerdote y como obispo, sentía el peso de las almas, sobre todo de las más necesitadas. ¡Cuánto rezaba!: por las víctimas de calamidades naturales o del terrorismo; por los refugiados; por los enfermos; por la paz en Siria, en Irak, en Venezuela y en cualquier país que estuviera atravesando momentos difíciles; por las personas que se hallaban sin empleo o con dificultades familiares de cualquier tipo… Cada semana, en Roma, recibía a grupos de personas procedentes de todo el mundo, que le pedían oraciones por sus necesidades espirituales y materiales. Todos tenían un lugar en su corazón, como había aprendido de san Josemaría y del beato Álvaro del Portillo.

Caridad

Una manifestación más de su preocupación por los demás: el día anterior a su fallecimiento, Mons. Echevarría me comentó que le apenaba que tantas personas tuviesen que ocuparse de él, atendiéndole en sus necesidades. Me salió de dentro responderle: ¡No, Padre!, es usted quien nos sostiene a todos. En este nuevo período que se abre ante nosotros, me gustaría repetirle estas palabras y pedirle que, con su intercesión, nos sostenga, y nos ayude a ser buenos hijos de la Iglesia, con la ayuda de san Josemaría y del beato Álvaro.

Mons. Echevarría llevaba cada día a la Santa Misa todas esas intenciones. El Sacrificio del Altar es como el molde donde las aspiraciones y las obras de los hombres adquieren su verdadero sentido, por su unión al sacrificio de la Cruz. Ahora, me consuela pensar que, desde el Cielo, su Misa se ha hecho eterna: no ya bajo los velos del sacramento, sino en la visión cara a cara de la gloria divina, con su intercesión sacerdotal por todos. Así lo pido al Señor por la mediación materna de la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra.

El autorFernando Ocáriz

Vicario auxiliar y general del Opus Dei

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Recursos

La ética de las instituciones políticas

El artículo subraya la especificidad de la ética política respecto de la ética personal. Para la primera, el problema real no es el fin que se quiere alcanzar, sino los medios a emplear, con los recursos disponibles y teniendo en cuenta las condiciones reales.

Ángel Rodríguez Luño ·30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 10 minutos

Puesto que se me ha invitado de nuevo a escribir sobre los desafíos que la teología moral tiene hoy ante sí, querría proponer algunas consideraciones de orden general sobre la ética política, una rama de la moral que está bastante descuidada.

Ética personal y ética política

En el lenguaje ordinario, cuando se habla de ética se suele pensar en una reflexión que valora como bueno o malo el modo de vivir de las personas singulares según su conformidad u oposición al bien global de la vida humana. Con ese modo de pensar en realidad se está tomando la parte por el todo. Del modo de vivir de los individuos se ocupa la éti­ca personal, pero la ética tiene también otras partes como son, por ejemplo, la ética económica, la ética médica, la ética social o la ética política.

La ética política se ocupa de las acciones mediante las cuales los individuos reunidos en una comunidad políticamente organizada (el Estado, el municipio, etc.) dan forma a su vida en común desde el punto de vista constitucio­nal, jurídi­co, administrativo, económico, educacional, sanitario, etc. Es­tas accio­nes proceden de organismos legislativos o de gobierno, o bien de individuos que ejercen una función de gobierno, pero propia­mente son acciones de la comunidad política, que es la que, median­te repre­sentantes elegidos por ella, se da a sí misma una forma u otra. Así, por ejemplo, las leyes que regulan la ense­ñanza universitaria, o el sistema sanitario, o los impuestos, etc., son le­yes del Estado, y no de los diputa­dos Juan y Pablo, aunque estos hayan sido sus promotores.

El criterio por el que la ética política valora estas acciones de la comunidad es su mayor o menor conformidad con el fin por el que los individuos quisieron y siguen queriendo vivir juntos en una sociedad or­ganizada. A este fin se le llama bien común político (de modo más sen­cillo, pero mucho menos exacto, se le podría llamar tam­bién bienestar ge­neral). En pocas palabras, la ética política considera moralmente bue­nas las acciones del aparato público (estatal, autonómico, municipal, etc.) que son conformes y pro­mueven el bien común político, mientras que consi­dera moralmente malas las que dañan o se oponen a ese bien.

Na­turalmente se habla ahora de la moralidad política, que no coin­cide exactamente con la mo­ralidad de la que trata la ética perso­nal, aunque sí se relaciona con ella, a veces de modo muy estrecho. En efec­to, las acciones políticamente inmo­rales proceden a veces de la fal­ta de honestidad per­sonal… pero no siempre. Pueden ser también conse­cuencia de la simple incompeten­cia, o bien de catego­rías ideológicas, o de concepciones económicas poco acertadas que al­gunos sostienen de buena fe. Para la ética política lo determinante no es tanto la buena (o mala) fe, sino más bien la conformidad y la promoción del bienes­tar ge­neral.

De lo anterior se despren­den algunos principios de distinción entre la ética personal y la ética política. El más evidente es que cada una de estas ramas de la ética se ocupa generalmente de diferentes tipos de acciones: las individuales y las de la comunidad políticamente organizada (instituciones legislativas y de gobierno). Cuando una y otra parecen ocuparse de un mismo tipo de accio­nes, consideran en realidad dos dimen­siones de la moralidad formal­mente diferentes. Pensemos, por ejem­plo, que los dipu­tados que votan una ley en el parlamento están sincera­mente convencidos de que la nueva ley es conforme al in­terés general de su país. Pasado un año y medio, la experiencia de­muestra con toda eviden­cia que la nueva ley ha sido un mal. ¿Se pue­de decir que la aprobación de esa ley fue un mal moral? Pues depende. Desde el punto de vista de la ética personal, los que, después de haberse informado, votaron en buena fe carecen de culpa personal, y no se puede decir que obraran mo­ralmente mal. En cambio, desde el punto de vista de la ética política, ha surgido un mal ético: independientemente de lo que sucediera en la conciencia de quienes votaron a favor de aquella ley, su contrarie­dad al bien común es un hecho (y lo seguirá siendo cuando, con el transcurso de los años, todos los diputados que la votaron hayan pasa­do a mejor vida). La cuali­dad moral positiva o negativa de la forma que se da a nuestra vida en común y a nuestra colaboración –que es formalmente distinta del mé­rito y de la culpa moral personales– es el objeto específi­co de la éti­ca po­lítica.

El bien personal y el bien común político

El fin que se propone la ética personal es enseñar a los hombres a vivir bien; o, dicho con otras palabras, ayudar a cada uno a proyectar y vi­vir una vida buena. Esto suscita inmediatamente unas cuantas pregun­tas: ¿con qué autoridad puede “la ética” introducirse en mi existencia para decir­me cómo debo vivir?; ¿puede una instancia ex­terna a mí im­ponerme un modo de vivir?

En realidad, la ética no es una instancia externa que quiera impo­nernos algo, sino que está dentro de cada uno de nosotros. Atendamos un momento a nuestra propia experiencia. Conti­nuamente pensamos qué nos conviene hacer y qué nos conviene evitar; trazamos nuestros pla­nes; proyectamos nuestra vida; decidimos qué profesión queremos ejercer, etc. A ve­ces, poco o mu­cho tiempo después de haber tomado una decisión, uno mismo se da cuenta de que se ha equivocado, se arrepiente, y se dice a sí mismo que, si fuese posible volver atrás, daría a la pro­pia vida un rum­bo bas­tante diferente. La experiencia del arrepentimiento nos hace ver la con­veniencia de reflexionar sobre los razonamientos interiores que prece­den y preparan nuestras decisio­nes.

Y esa reflexión es la ética. Esta, en efecto, no es otra cosa que una reflexión que trata de ob­jetivar nuestras deliberaciones inte­riores, examinándolas con la mayor objetividad posible, controlan­do críticamente nuestras in­ferencias, va­lorando las experiencias pasa­das y tratando de prever las consecuen­cias que un determinado comporta­miento puede tener para nosotros y para los que nos rodean. La ética personal es, por tanto, una reflexión que nace en una con­ciencia libre, y sus hallazgos se proponen a otras conciencias igual­mente libres.

Volviendo a la cuestión que estamos analizando, esto plantea a la ética política una difícil cuestión. Si, como ya hemos dicho, su punto de referencia fundamental es el bien común político, ¿qué relación existe entre éste y la vida buena a la que mira la ética perso­nal? No nos de­tendremos ahora en revisar las diversas respuestas que se han dado a lo largo de la historia. Vamos a poner de relieve sola­mente una especie de antinomia que plantea esta relación.

Por una par­te, si la vida buena es el fin que la ética propone a la libertad, y sólo puede hacerse realidad en cuanto querida libre­mente, ¿cómo podría ser también el principio regulador de un conjunto de instan­cias, como son las políticas, que usan la coacción, y que de la coacción tienen el monopolio? Si la vida buena de los ciudadanos fue­se también el fin de las instituciones políticas, ¿no sucedería que el Esta­do podría conside­rar obligatorio todo lo que es bueno, y prohibido todo lo que es malo? Y si entre los ciudadanos hubiera distintas concepcio­nes de la vida bue­na, ¿correspondería al Estado determinar cuál de ellas es la verdadera y por tanto la obligatoria?

Por otra parte, dado que vivi­mos juntos para hacer posible me­diante la colaboración social nuestro vivir y nuestro vivir bien, no cier­tamente nuestro vivir mal, ¿pueden las instituciones políticas no consi­derar en absoluto lo que es bueno para nosotros? Si se hiciera caso omiso de nuestro bien, ¿qué otros criterios podrían inspirar la vida de la sociedad políticamente organiza­da? Además, la idea de un Estado “éticamente neutro” no parece realista ni acertada, sencillamente por­que no es posible. En efecto, los ordenamientos jurídicos de los Estados civiliza­dos prohíben el homicidio, el fraude, la discriminación por moti­vo de raza, sexo o religión, etc. Tienen, por tanto, un contenido ético. Otra cosa es que no se considere lícito que la coacción política invada la conciencia y sus convicciones íntimas, pero esto es una exigencia éti­ca sustancial, ligada a la libertad característica de la condición huma­na, y no una ausencia de ética. Por esa razón, un ambiente político del que se hubiesen expulsado todas las consideraciones éticas en nombre de la libertad se volvería contra la libertad misma, pues el “vacío ético” generaría en los ciudadanos un conjunto de hábitos anti-sociales y anti-solidarios que acabarían por hacer imposible el respeto de la libertad ajena y el acatamiento de las reglas de justicia que permiten resolver de modo civil los conflictos que surgen inevitablemente entre personas libres. Terminaría imponiéndose el más fuerte. Ejemplos históricos no faltan.

¿Cómo hay que entender, entonces, la relación entre vida bue­na y bien común político? Ahora no disponemos de espacio para dar una respuesta completa. Pero es posible proponer dos consideraciones. La primera es que el bien común político ni coincide completamente con la vida bue­na, ni es totalmente heterogéneo respecto a ella. La segunda es que las instituciones políticas (el Estado) están al servicio de la cola­boración so­cial (la sociedad), y esta última existe en función de que las personas puedan li­bremente alcanzar su bien (no digo que efectiva­mente lo alcancen, sino que puedan li­bremente alcanzarlo). Para malvi­vir y hacernos miserables no buscaría­mos la ayuda de los demás.

De estas dos consideraciones se siguen importantes consecuen­cias. En primer lugar, permiten comprender que algunas exigencias del bien personal sean absolu­tamente vinculantes para la ética política. Así, por ejemplo, nunca sería ad­misible, desde un punto de vista políti­co, una ley que declarase positivamente conforme al dere­cho una ac­ción considerada por la mayor parte de la sociedad como ética­mente negativa (cosa bien diversa es la “tolerancia de hecho” o el “silen­cio le­gal”, que en ciertas circunstancias puede ser conveniente). Menos aún cabría admitir una ley que prohibiese de forma explícita un comportamien­to per­sonal que comúnmente se considera como éticamente obligato­rio, o que declarase obligatorio uno que la ge­neralidad de los ciudadanos piensa que no se puede realizar sin come­ter una cul­pa mo­ral.

A la vez, la no plena coincidencia entre la vida buena y el bien co­mún político comporta que, cuando se quiere argumentar que un deter­minado acto debe ser prohibido y sancionado por la ley, de poco sirve demostrar que constituye una culpa mo­ral. En efecto, se admite gene­ralmente que no todo lo que es moralmente malo para la persona ha de ser prohibido por el Estado. En pocas palabras, no todo pecado es –ni debe ser– un delito. Sólo deben ser prohibidos por el Estado aquellos comportamientos que inciden nega­tivamente de modo notable sobre el bien común. Es esto lo que se debe demostrar, si se quiere argumentar que tal o cual modo de obrar debe prohibirse.

En tercer lugar, la buena organización y el buen funcionamiento del aparato público son necesarios, pero no suficientes. La buena política establece instancias e instrumen­tos de control, divide el poder entre diversos organismos con el propó­sito de que el ejercicio del poder sea siempre limitado. Sin em­bargo, estas medidas –que podríamos llamar estructurales– necesitan del complemento de la virtud personal. No es difícil compren­der el porqué: por muchos sistemas de control y de división del poder que se establezcan, si la corrupción se introduce masivamente en todos los ni­veles de una estructura política, la corrupción prevalece, y en tal caso, como dijo san Agustín, sería imposible distinguir al Es­tado de una ban­da de la­drones.

La importancia del punto de vista políti­co

La experiencia enseña que a veces los problemas políticos se plan­tean y se tratan de resolver sin haber conseguido encuadrarlos debida­mente en lo que es el punto de vista específico de la ética política. A menudo se propone una u otra solución sobre la base de razonamientos que po­drían ser apropiados para la ética personal, pero que no rozan ni si­quiera la sustancia política del problema estudiado. Con más frecuen­cia todavía se insiste en la necesidad de obtener algunas finalidades, que se presentan como bandera de una posición ideológica, sin advertir que sobre ellas no existe ningún problema. Y no lo hay, sencillamente, porque sobre la mayoría de los fines que salen a relucir en los debates públicos estamos todos de acuerdo: todos queremos que desaparezca el paro, que ningún ciudadano carezca de una asistencia sanitaria de cali­dad, que haya crecimiento económico, que mejore el nivel de vida de las cla­ses económicamente débiles, que mejore el nivel medio de ins­trucción; por no hablar del deseo que haya paz en las regiones más conflictivas del mundo, que se encuentre una solución para el problema de los emi­grantes y de los refugiados procedentes de los países en gue­rra, etc. Sobre lo que no estamos tan de acuerdo es sobre el modo de alcanzar esas finalidades.

En pocas palabras, el problema real que la política debe resolver no es el del fin que se quiere alcanzar, sino el de los medios concre­tos que permitan resolver esas delicadas cuestiones, con los recursos disponibles, y teniendo en cuenta las condiciones rea­les en que nos en­contramos.

Por ello, mientras no se propongan solu­ciones concretas razonables para el problema de los medios, tanto quienes han de tomar las decisiones como los ciudadanos que les han de dar o negar su voto, se encontra­rán a la hora de la verdad sin saber qué hacer. Es como si el piloto de un avión no supiera adónde tiene que llevar a los pasajeros o, peor toda­vía, si ni siquiera estos últimos supie­ran adónde tienen que ir.

La ética política y los procesos sociales

Ya hemos dicho que la ética política se ocupa de la actividad de las instituciones políticas de diverso nivel (estatal, comunitario, munici­pal). Estas instituciones tienen las características típicas de las organi­zaciones: poseen una estructura jerárquica y están reguladas por un conjunto de normas precisas en función de los fines que buscan. Ahora bien, es necesario que estos últimos estén bien definidos, y no se pier­da de vista que, en último término, consis­ten en servir a la sociedad y los ciudadanos. De otro modo, lo que era un medio (la organización) se convertirá en algo importante por sí mismo. Eso es lo que sucede cuan­do, en lugar de favorecer la colaboración social, las instituciones políti­cas caen en la tentación de la autorreferencialidad: la tendencia a ali­mentarse a sí mismas y a aumentar de tamaño, a convertir lo inútil en necesario, y a obstaculi­zar burocráticamente los procesos sociales.

Los procesos políticos y los procesos sociales son muy diferentes. En los primeros hay una mente (puede ser también un grupo de exper­tos) que los dirige en función del fin que se busca: se concibe un orden y se dispone de la coacción para hacerlo respetar. Los procesos socia­les, en cambio, nacen de la libre colaboración entre los hombres y, ade­más, generalmente no responden a un designio intencional. Frente a la coacción y la previsión milimétrica, típica de los procesos políticos, los procesos sociales se caracterizan por ser espon­táneos. Tanto los ámbi­tos como los instrumentos de estos procesos –como pueden ser el mer­cado, el dinero y el mismo lenguaje– han surgido sin responder al or­den impuesto por una mente directiva. De igual modo, el conocimiento que los regula se forma en la mente de millones de hom­bres a medida que estos interactúan. Por eso, es un conocimiento disperso, difícilmen­te formalizable. En estos procesos se ponen en relación per­sonas que no se conocen, con intereses diferentes, pero que en un de­terminado momento pueden beneficiarse recíprocamente.

Desde el punto de vista de la ética política, es muy importante no sólo conocer, sino sobre todo respetar esta diferencia entre procesos políticos y procesos sociales. No es deseable controlar política­mente estos últimos. Y no es deseable, sobre todo, porque no es posible. Nin­gún experto o grupo de expertos puede poseer el conocimiento nece­sario para hacerlo. Los intentos de ingenie­ría social acaban en el más ro­tundo fracaso, dañan la libertad, inhiben la creatividad y desperdi­cian los recursos humanos y materiales. La idea de orden social como orden espontáneo, propuesta brillantemente por F.A. Hayek, me sigue pare­ciendo plenamente váli­da, aunque requiera tal vez algún ligero re­toque.

Incluso en el ámbito estrictamente político, que ya hemos conside­rado más afín a una organización, la idea de proyecto de ingeniería sus­cita dudas y temores. Querer alterar instituciones seculares sin la debida reflexión, sin que preceda un debate social sereno, reposado y profundo, sin tener en cuenta la sensibilidad y las convicciones de buena parte de los ciudada­nos, así como las dinámicas espontáneas de la libertad, únicamente porque se posee la mayoría parlamentaria para hacerlo, es signo de la presunción que suele acompañar a la poca inteligencia y a la ceguera ideo­lógica. Dos fenómenos que, por desgracia van casi siempre juntos. La política ha de res­petar y favorecer la libre colaboración social, sin pretender encorsetar­la o adecuarla a las intuiciones del “experto” que detenta el poder. Some­ter el conocimiento colectivo y secular a las ideas de un gobernante o grupo de gobernantes supon­drá siempre, cuando menos, un gran empobrecimiento de la vida so­cial, y, muchas veces también, un irrespe­tuoso e injusto atropello, sea cual sea la intención a la que responda. Atropellar y empobrecer es precisamente lo que la buena política nunca hace.

El autorÁngel Rodríguez Luño 

Profesor ordinario de teología moral fundamental
Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma)

Mundo

Quiénes son los cristianos perseguidos de Oriente Medio

Omnes·30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 11 minutos

Óscar Garrido Guijarro*, profesor de Relaciones Internacionales

Los acontecimientos en Oriente Medio forman parte de la actualidad informativa que envuelve nuestras vidas. En medio de las dolorosas e inquietantes noticias que nos llegan desde allí aparecen términos como coptos, caldeos o maronitas que nos resultan familiares, pero posiblemente no sepamos bien dónde situarlos o de dónde provienen. Óscar Garrido, autor de Arrancados de la Tierra Prometida (San Pablo, 2016), analiza en estas páginas la delicada situación de los cristianos en el mundo árabe.

En ese complejo mosaico étnico-religioso del Oriente Medio, muchos desconocen que hay países que no son completamente musulmanes, o se ignora que alrededor del 40 % de la población libanesa es cristiana, que los cristianos suponen el 10 % de la población en Egipto, o que representaban hasta hace bien poco un 10 % en Siria y un 5 % en Irak.

Por lo general, los árabes cristianos en Oriente Medio son ciudadanos de segunda clase en su propia tierra –en términos de libertades, igualdad y derechos sociales y políticos– y han sido y son objeto de ataques, discriminaciones y persecuciones, aunque con diversa intensidad dependiendo de la época y del país que se trate. Los cristianos han sido discriminados de manera clara, y así ha quedado “legislado” a lo largo de la historia del islam, y lo sigue siendo ahora en nuestra época contemporánea.

Con respecto a su influjo en Occidente, los cristianos árabes, por ejemplo, nunca han ocupado un papel significativo en la política de Estados Unidos, principal valedor de los valores occidentales en Oriente Medio. Y aunque entienden que Europa ha mostrado en ocasiones sensibilidad hacia su delicada situación, sin embargo saben de las limitaciones europeas. Europa se ha convertido en un continente post-cristiano que, además, carece del poder militar necesario. Y la actuación de las potencias europeas en defensa de los árabes cristianos a lo largo de la historia ha conllevado problemas para estas comunidades. Las circunstancias de peligro se han incrementado para los árabes cristianos cuando se han visto envueltos en medio de conflictos entre musulmanes y europeos, porque a veces los musulmanes han percibido a los árabes cristianos como colaboradores del enemigo.

Presente y perspectivas de futuro

Los recientes acontecimientos que han causado o están causando cambios en el devenir político y social de Irak, Siria y Egipto afectan sin duda al estatus de las comunidades árabes cristianas en estos países. El auge del islamismo político –fundamentalista y moderado–, que propone volver a una estructura política basada en la tradición legal islámica –sharía– está conduciendo a las comunidades árabes cristianas a una marcha atrás en términos de libertades y derechos; y lo que es más grave: el derecho más básico, el derecho a la vida, se ve amenazado para muchos cristianos. La noción de ciudadanía y de igualdad de derechos, tal como es considerada en la cultura política occidental, todavía está sin resolver en la tradición cultural y política musulmana, donde esta noción de ciudadanía sigue descansando en la filiación religiosa y no en la filiación al Estado.

En los últimos años la dictadura laica de Irak ha sido derrocada, la de Egipto peligró con la llegada de los Hermanos Musulmanes al poder y la de Siria está tocada de muerte. Como acertadamente ha descrito M. A. Bastenier, “el régimen tiránico y sanguinario de Sadam Hussein era la hermética tapa que cerraba la caja de Pandora. En su territorio no prosperaba Al Qaeda porque entre las gravísimas taras del dictador –como Assad en Damasco– no figuraba el integrismo religioso, y su dictadura no consentía competidores”. Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, ha subrayado también que “la primavera árabe que transformaría democráticamente Oriente Próximo ha resultado ser un periodo de violentas incertidumbres y realineamientos geopolíticos inesperados. Los optimistas estrategas de la promoción de la democracia no previeron que la caída de los dictadores podría generar una fragmentación violenta de la región”.

 Mártires del siglo XXI

La instauración del Califato por parte del grupo terrorista Daesh en zonas de Irak y Siria en junio de 2014 ha hecho visible ante los ojos de la opinión pública mundial las violentas persecuciones que sufren los cristianos en Oriente Medio. Las macabras fotografías y vídeos de torturas y crucifixiones de cristianos aireadas por los propios terroristas para sembrar el pánico han supuesto un toque de atención a las conciencias de muchos líderes políticos y sociales del planeta. El impactante vídeo de los terroristas de Estado Islámico decapitando a cuchillo en una playa de Libia a 21 cristianos coptos egipcios dio la vuelta al mundo en febrero de 2015. Lo mismo las imágenes de las casas de los cristianos marcadas con la letra árabe nun –inicial de la palabra “nasrani” (“nazarenos”)–, que nos recuerdan las prácticas nazis para estigmatizar y aterrorizar a los judíos, y que han hecho caer en la cuenta al mundo entero de este fenómeno de salvaje persecución contra los cristianos denunciada en tantas ocasiones, también antes de la irrupción de Daesh.

Por aquel entonces la activista somalo-holandesa Aayan Hirsi Ali publicaba un artículo en el semanal norteamericano Newsweek titulado La guerra global contra los cristianos en el mundo musulmán. Aayan Hirsi Ali denunciaba que “los cristianos están siendo asesinados en el mundo islámico a causa de su religión. Es un creciente genocidio que debería provocar la alarma global […]. La conspiración del silencio que rodea esta violenta expresión de intolerancia religiosa debe detenerse. Nada menos que el destino de la cristiandad –y en última instancia de todas las minorías religiosas en el mundo musulmán– está en juego”.

En otro artículo, el secretario ejecutivo del American Jewish Committee, David Harris, ha resaltado la pasividad y el mutismo ante este fenómeno de intolerancia y violencia: “Lo que ha habido es silencio. Como judío encuentro ese silencio incomprensible. Los judíos sabemos muy bien que el pecado del silencio no es una solución ante los actos de opresión. […] ¿Cuántos ataques más, cuántos más fieles muertos, cuántas iglesias destruidas más y cuántas familias más tendrán que huir antes de que el mundo encuentre su voz, manifieste su indignación moral, exija algo más que fugaces declaraciones oficiales de aflicción y no abandone a las comunidades cristianas en peligro?”.

Según la organización Open Doors, en la actualidad alrededor de cien millones de cristianos sufren algún tipo de persecución en más de sesenta países, y más de siete mil cristianos murieron en 2015 por causa de su fe. International Society for Human Rights, una ONG alemana, estima que el 80 % de la discriminación religiosa que actualmente tiene lugar en el mundo está dirigida contra los cristianos.

El 13 de marzo de 2015, cincuenta países firmaron una resolución en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que se reunía en Ginebra, “en apoyo de los derechos humanos de los cristianos y otras comunidades, sobre todo en Oriente Medio”. La resolución, cuyos principales impulsores fueron Rusia, Líbano y la Santa Sede, pide a los países que apoyen la presencia histórica arraigada de todas las comunidades étnicas y religiosas en Oriente Medio, y recuerda que las comunidades cristianas en esta región se encuentran en particular peligro: “Oriente Medio está viviendo una situación de inestabilidad y conflicto que recientemente se ha visto agravada. Las consecuencias están siendo desastrosas para la región. La existencia de muchas comunidades religiosas está seriamente amenazada. Los cristianos están viéndose ahora especialmente afectados. Estos días incluso su supervivencia está en cuestión […]. La situación de los cristianos en Oriente Medio, una tierra en la que llevan viviendo durante siglos y donde tienen derecho a permanecer, es motivo de grave preocupación”.

Tres días después de la aprobación de la mencionada resolución, el representante diplomático del Vaticano ante la Naciones Unidas en Ginebra, Silvio Tomasi, afirmaba: “Tenemos que parar esta especie de genocidio. De lo contrario, en el futuro nos preguntaremos por qué no hicimos nada, por qué permitimos que una tragedia tan terrible sucediera”. Más recientemente el obispo sirio de Homs, Mons. Jean Abdou, ha denunciado la existencia de un verdadero genocidio en Siria y que “a algunos países no les preocupan los cristianos de Oriente Medio”.

Entre las conclusiones del informe sobre libertad religiosa en el mundo en 2016 publicado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el sacerdote sirio católico Jacques Murad

–secuestrado en mayo de 2015 por Daesh y que logró escapar tres meses después, como cuenta en la sección Gente que Cuenta–, subraya que “nuestro mundo vacila al borde de la completa catástrofe desde que el extremismo amenaza con borrar todo rastro de diversidad en la sociedad. Pero si hay algo que nos enseña la religión es el valor de la persona humana, la necesidad de respetarnos unos a otros como un don de Dios”. Y explica cómo, de vuelta a su ciudad, Al Qaryatayn, pudo recuperarse con la ayuda de un amigo musulmán. “Lo más fácil para mí habría sido caer en la ira y el odio, pero Dios me mostró otro camino. A lo largo de toda mi vida de monje en Siria he buscado puntos de encuentro con los musulmanes”.

            El citado informe destaca “el surgimiento de un nuevo fenómeno de violencia religiosa que podríamos llamar ‘hiperextremismo’ islamista”, que se caracteriza por su “credo extremista y el sistema legal y de gobierno radicales, su intento sistemático de aniquilar o expulsar a cualquier grupo que no comparta sus opiniones, su trato cruel a las víctimas, el uso de las redes sociales para reclutar a sus seguidores o intimidar al contrario y la búsqueda de repercusión mundial favorecida por grupos extremistas asociados”.

Los efectos perversos de este hiperextremismo para los cristianos árabes son patentes: “En algunas zonas de Oriente Medio, entre ellas Siria e Irak, está eliminando toda forma de diversidad religiosa”. Debido al radicalismo islamista, según Naciones Unidas el número de refugiados en el mundo ha crecido de 5,8 millones en 2015 a 65,3 millones en 2016.

 Egipto y los coptos

El término “copto” se usa con sentidos diferentes, no sólo en el habitual, que es el religioso. Para la mayoría de los coptos el término no es simplemente una designación religiosa; le dan también un sentido cultural e incluso étnico. Subrayan que el término procede del griego “Aygyptos” y sostienen que la identidad copta está intrínsecamente unida a la identidad, historia y cultura egipcias. Constituyen la mayor comunidad árabe cristiana de Oriente Medio.

La violencia contra los coptos por motivos de identidad religiosa es un fenómeno reciente. Apareció por primera vez en 1972 cuando los musulmanes de la ciudad de Khankah quemaron una iglesia ilegal y destruyeron propiedades coptas. La violencia ha continuado desde entonces. A lo largo de las últimas décadas han sido asesinados unos 1.800 coptos y se han perpetrado cientos de actos de vandalismo contra propiedades de cristianos sin que casi nadie haya sido juzgado por ello, y mucho menos castigado.

El ataque más cruento contra los cristianos tuvo lugar en Alejandría el 1 de enero de 2011 cuando un terrorista suicida atentó contra los coptos que participaban en una iglesia en los oficios religiosos de Año Nuevo. Murieron 21 cristianos y 97 sufrieron heridas. En julio de 2013, tras las protestas que acabaron con el derrocamiento del presidente islamista Mursi, se desencadenaron jornadas de intensa violencia que enfrentaron al ejército con seguidores de los Hermanos Musulmanes. Los coptos fueron violentamente perseguidos por los islamistas, que les acusaban de estar detrás del golpe contra Mursi. Durante el verano de 2013, medio centenar de iglesias y varios centenares de propiedades cristianas fueron atacadas o quemadas y decenas de coptos fueron asesinados. Jordi Batallá, coordinador del trabajo sobre Norte de África de Amnistía Internacional, denunció entonces la pasividad de las fuerzas de seguridad del Estado.

 Irak: asirios y caldeos

Las principales comunidades árabes cristianas en Irak son los caldeos y los asirios. En las últimas décadas del siglo XX los cristianos de Irak, lo mismo que sus compatriotas musulmanes, sufrieron bajo el régimen totalitario de Sadam Hussein, que no toleraba ninguna forma de organización o institución colectiva sin el control directo por parte del Estado. A pesar del reconocimiento constitucional de la libertad religiosa, la religión y la práctica religiosa estaban muy vigiladas. Tras la caída de Sadam Hussein en 2003, Al Qaeda, primero, y Daesh, después, han desatado la caza del cristiano. Sólo entre 2004 y 2009 se registraron unos 65 atentados contra iglesias cristianas en Irak. En octubre de 2010, un centenar de cristianos fueron secuestrados por un grupo de yihadistas en una iglesia asiria cristiana de Bagdad. El resultado fue la muerte de 58 rehenes y 67 heridos. Los secuestradores entraron a tiro limpio durante la misa de víspera del día de difuntos. En la Navidad de 2013, Daesh perpetró una matanza de cristianos en Bagdad. Un coche bomba estalló frente a una iglesia, mientas se celebraba la Misa del gallo. Murieron 38 personas y 70 resultaron heridas.

El 9 de junio de 2014 Daesh se hizo con el control de una considerable parte del centro y del oeste de Irak, y del este de Siria. El 29 de junio publicó una grabación en la que anunciaba la constitución del califato desde Alepo (Siria) hasta Diyala (Irak). Unos días más tarde, Daesh se dirigía en un mensaje por escrito a los cristianos de Mosul a los que amenazaba con la muerte si no se convertían al islam.

En septiembre de 2014, el patriarca caldeo, Louis Raphael Sako, en un encuentro con el embajador de Estados Unidos ante la ONU, Keith Harper, hizo un llamamiento para que se protegiera a los cristianos iraquíes. El patriarca advirtió de que si los cristianos iraquíes no podían retornar a sus lugares de procedencia en la llanura de Nínive, cerca de Mosul, tendrían el mismo destino que los desplazados palestinos. Y añadió: “Los cristianos en Irak tendremos un futuro si la comunidad internacional nos ayuda inmediatamente. La población está decepcionada por la poca ayuda que se ha recibido hasta ahora. Actualmente están desplazados en Irak unos 120.000 cristianos. Necesitan de todo, porque los terroristas de Daesh les han quitado todo.

Siria: melquitas y siriacos

En Siria, las dos principales comunidades cristianas son los melquitas y los siriacos. El Estado sirio se configura como una república bajo una dictadura militar presidida por Bashar Al Assad. Bajo esta dictadura, las comunidades árabes cristianas en Siria son supervisadas por el régimen, pero el gobierno les da libertad para comprar tierras y construir iglesias. Las iglesias dirigen sus asuntos internos con libertad. El gobierno se encarga además de proporcionar a las iglesias luz y agua. Los cristianos practican su fe libremente y las liturgias de las fiestas religiosas son emitidas por los medios de comunicación públicos.

Esta situación ha variado sustancialmente en los últimos cinco años. Inspirada por los levantamientos populares ocurridos en Túnez y Egipto, en marzo de 2011 una multitud de manifestantes sirios se movilizó en la calle contra el régimen sirio. Al Assad respondió utilizando la fuerza militar. Todavía hoy, tras más de cinco años de guerra civil, el régimen sirio continúa desmoronándose sin que existan expectativas de que una intervención externa o una rebelión armada puedan acelerar su caída y poner fin a la represión, que ya ha causado centenares de miles de muertos, desplazados y refugiados.

Con la entrada en el conflicto sirio del Daesh, que lucha por el derrocamiento del régimen de Al Assad y trata de atraer a las fuerzas rebeldes que actúan contra el régimen, la situación del conflicto ha cambiado radicalmente. Así lo experimentan los cristianos sirios, y así también lo perciben Estados Unidos y los aliados occidentales, que pasaron de barajar una intervención armada en Siria contra el régimen de Al Assad, en el verano de 2013, a desarrollar, desde finales de septiembre de 2014 y hasta hoy, una intervención contra Daesh, en colaboración con Al Assad, en suelo sirio.

Entre 2011 y 2013, un millar de cristianos sirios perdieron la vida y unos 450.000 han sido desplazados, según declaraciones del patriarca de Antioquía para los melquitas católicos, Gregorio III Laham. En dos años, la ciudad de Alepo, que anteriormente contaba con la comunidad cristiana más grande de Siria, había perdido la mayor parte de sus miembros. El éxodo de cristianos de Siria es una repetición de lo que ha venido ocurriendo en Irak durante los últimos diez años. En 2014, Daesh se lanzó a la persecución de los cristianos en el territorio que controlaba en el norte de Siria. Según el informe de 2015 de la organización Open Doors, desde que comenzó la guerra el 40 % de la población cristiana ha abandonado el país: alrededor de 700.000 personas. 

Líbano y los maronitas

Los maronitas son la principal comunidad árabe cristiana en Líbano, el único país de Oriente Medio en el que los cristianos –el 40 % de la población– no son una minoría. Es el único país de la zona cuyo Jefe de Estado ha de ser, según establece la Constitución, un cristiano. Este hecho convierte a Líbano en un país singular, aunque también hay que decir que la reciente elección de Michel Aoun ha requerido un año de intensas negociaciones.

Los cristianos en Líbano, como pueblo libre, han tenido la capacidad de liderar el renacimiento cultural e intelectual árabe de la primera parte del siglo XX, y han trabajado como agentes de progreso en Líbano en todos los terrenos: educativo, medios de comunicación, innovación comercial, banca o industria del entretenimiento. Beirut, a pesar de casi tres décadas de guerra civil, es todavía la ciudad más libre del mundo árabe, y continúa además siendo el pulmón para muchos cristianos que han emigrado de Turquía, Armenia, Siria o Irak.

Las revoluciones y cambios de régimen que han sacudido Oriente Medio en los últimos años no han afectado a nivel institucional al país, aunque las consecuencias se hacen notar habida cuenta de la oleada de refugiados sirios que acoge Líbano, más de un millón, en un país de sólo cuatro millones de habitantes.

Palestina e Israel

Las comunidades árabes cristianas que viven en territorio palestino-israelí no son numéricamente tan importantes como las de Líbano, Egipto, Siria o Irak.

En Israel viven unos 161.000 cristianos, el 80 % de origen árabe. La mayoría residen en el norte. Las ciudades con más cristianos son Nazaret (alrededor de 15.000), Haifa (15.000); Jerusalén (12.000) y Shjar’am (10.000).

En territorio palestino (Cisjordania y Gaza) viven unos 52.000 cristianos árabes, en su mayoría melquitas greco-ortodoxos. El resto son siriacos, católicos romanos, greco-católicos, armenios, coptos y maronitas.

 

TribunaCardenal Carlos Osoro Sierra

Después del Año de la Misericordia diseñemos la época nueva

Recién elevado a la dignidad cardenalicia, el arzobispo de Madrid realiza un balance del año jubilar de la misericordia e invita a mirar al futuro, llamando a ser diseñadores y protagonistas de una nueva época de la misericordia.

30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Siguiendo las huellas de sus predecesores, en el Año de la Misericordia, el Papa ha querido ofrecer a la Iglesia un tiempo de gracia para tomar y asumir un camino claro, atractivo, radical; lo que él mismo nos decía en la bula de convocatoria: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (Misericordiae vultus 10). Francisco nos lo ha recordado permanentemente en estos meses y ha logrado poner en el corazón de los hombres el deseo del Señor: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7).

Ya en los primeros momentos de su pontificado, nos dijo de formas diferentes que la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. Recuerdo que, cuando celebró su primera Misa con el pueblo de Roma, en marzo de 2013, señaló que “el mensaje más contundente del Señor” es la misericordia. ¿Por qué? ¿Nos damos cuenta del mundo en el que vivimos? ¿Percibimos los efectos de trazar fronteras y permanecer siempre en juicio sobre los otros?

Ahora que hemos clausurado el Año de la Misericordia creo que Jesucristo nos volvería a decir más o menos: “No hagáis eso entre vosotros ni con los que os rodean, inclinaos ante cada persona que os encontréis por el camino. Tened el atrevimiento de comenzar la época nueva inaugurada por Mí; lo viejo ha pasado, ha comenzado algo nuevo”. La mejor respuesta a la gracia de este año es imitar al Dios que se hizo hombre para decirnos quién es Él y quiénes somos los hombres: perdona no con decretos sino con caricias, acaricia las heridas de nuestros pecados para sanarlos. Si hemos tenido la experiencia de dejarnos sanar por Dios, salgamos a cambiar este mundo con la gracia y la fuerza que Él nos da.

Como aseguraba san Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II, “la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad”. Y como subrayaba el beato Pablo VI: “Miseria mía, misericordia de Dios. Que al menos pueda honrar a Quien Tú eres, el Dios de infinita bondad, invocando, aceptando, celebrando tu dulcísima misericordia” (Meditación de Pablo VI ante la muerte).

San Juan Pablo II, teniendo presente a santa Faustina Kowalska, intuyó después que nuestro tiempo es precisamente el tiempo de la misericordia. En la encíclica Dives in misericordia, nos decía que “la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia –el atributo más estupendo del Creador y del Redentor–” (n. 13). Y en esta línea, su sucesor, el Papa Benedicto XVI, incidió en que “la misericordia es en realidad el núcleo central del mensaje evangélico” (Domingo de la Divina Misericordia, 30 de marzo de 2008).

Hoy es el Papa Francisco quien, con sus numerosos gestos –con refugiados, ancianos, personas sin techo, etc.– y ahora en la carta apostólica Misericordia et misera, nos vuelve a recordar que “este es el tiempo de la misericordia”. “Cada día de nuestra vida está marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos con el poder de la gracia que el Espíritu infunde en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar. Es el tiempo de la misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura, […] para que los débiles e indefensos, los que están lejos y solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus necesidades, […] para que cada pecador no deje de pedir perdón y de sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre” (n. 21).

Tengamos la osadía de dejarnos conducir por el Señor, en esta nueva época, en este nuevo tiempo, para diseñar el mundo con la misericordia. Prestemos la vida para hacerlo. ¿Os imagináis a todos los hombres del mundo en la comunión y amistad sincera y abierta con Nuestro Señor Jesucristo, dando al mundo la medicina de la misericordia de Dios revelada en Él? Siempre he comprendido esta medicina desde la fidelidad de Dios a todos los hombres: “Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo” (Tim 2, 13). Tú y yo podemos renegar de Dios, darle la espalda e incluso pecar contra Él, pero Dios no puede renegar de sí mismo. Él permanece fiel, siempre fiel, pase lo que pase. No se cansa, espera, alienta, ayuda a levantarse, nunca reprocha nada.

La humanidad tiene profundas heridas, fruto del descarte, los enfrentamientos o tantas esclavitudes nuevas. Muchos creen que no hay soluciones, que no hay posibilidad de rescate. Hombres y mujeres de todas las edades y situaciones sociales necesitan un abrazo que los salve, que los perdone en la raíz y los inunde de un amor infinito. Esta es la misericordia que te ofrece Jesucristo y la que te devuelve al camino. Prueba. No cuesta nada. Basta simplemente con que dejes que te abrace y te perdone. Nunca te pasa cuentas, pues te hace experimentar lo que el hijo pródigo vio y vivió: “Era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15, 32).

Atrevámonos a ser diseñadores y protagonistas de la época de la misericordia, teniendo muy presente todo lo que hemos vivido a lo largo de este año.

El autorCardenal Carlos Osoro Sierra

Arzobispo de Madrid

Experiencias

Consejos prácticos a los profesores de Religión

Omnes·30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 6 minutos

Ante el inicio del curso escolar, la incertidumbre política reinante está generando gran inestabilidad educativa. No se sabe qué será de la LOMCE, pero con ella o sin ella el encaje académico de la Religión sigue sin estar bien resuelto. Y el profesorado padece la reducción de horarios por opciones ideológicas poco respetuosas con la voluntad de los padres. ¿Qué recomendaciones prácticas cabría hacer?

– Dionisio Antolín Castrillo

Delegado diocesano de Enseñanza de Palencia

Al ponerme a escribir este artículo dirigido a los profesores de Religión y ante el inicio del curso escolar, que está la vuelta de la esquina, resulta que España ha pasado ya por dos elecciones generales, y los resultados habidos y la posterior composición y distribución de escaños en la Parlamento dibuja una situación compleja de verdad: un gobierno en funciones y el mandato popular para que los partidos políticos dialoguen, negocien y acuerden y, desde el pacto, den un gobierno a España.

Del gobierno que se forme va a depender en gran medida la continuidad en la aplicación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). No hay buenas perspectivas. Y es difícil pensar que se mantenga tal y como está.

Hubo un momento en el que los partidos políticos parecían dispuestos a tender puentes y consensos en el campo educativo, dando así respuesta a las demandas sociales. Pero ese tiempo ya pasó y son muy variadas las actitudes. Si forma gobierno el Partido Popular (PP), su LOMCE es y debe ser el punto de partida, pero tendrá que repensar y retrasar su aplicación en aspectos que en algunas  autonomías no están todavía desarrollados, en otras están siendo ralentizados  y, desde luego, se aplican con muchas dificultades, incluso en aquellas comunidades con gobierno del PP. Si forma gobierno el Partido Socialista (PSOE), la LOMCE es lo primero que derogará, como ha anunciado reiteradamente, aunque tendría serias dificultades para sacar adelante una nueva ley, también por la mayoría absoluta del PP en el Senado,

Encaje académico

Me disgusta oír en tertulias televisivas o leer en artículos de periódicos el soniquete de que es necesario eliminar el encaje académico de la asignatura de Religión como condición para mejorar el sistema educativo. Paradójicamente, por lo que he leído recientemente, las propuestas educativas van por otro lado: los países que integran la OCDE proponen que la prueba PISA de 2018 incluya, junto a las pruebas ya conocidas de Matemáticas, Lectura y Ciencias, un cuestionario que analice la actitud de los alumnos de 15 años y evalúe la competencia global de los alumnos para vivir en un mundo inclusivo en el que se reconozca y respete la diversidad cultural y religiosa. Ciertamente, debemos ponernos ya de acuerdo sobre la necesidad de dotar a los alumnos de herramientas para gestionar un futuro cambiante en el que no van a ser suficientes las soluciones científico-técnicas y donde se exigen unas opciones éticas claras. Hoy tiene más sentido y es más necesaria que nunca la presencia de la Religión en la escuela pública.     La escuela es el espacio en el que debe articularse curricularmente, en diálogo parejo con las demás asignaturas, el reconocimiento de la diversidad religiosa. Hay que seguir reivindicando que no es mejor sistema educativo el que prescinde de la dimensión espiritual o aquel que no tiene hueco académico para acoger la diversidad cultural y religiosa.

Calendario de aplicación de la LOMCE

Por otro lado, la LOMCE avanza y cumple su calendario con los cursos que faltaban.

Ya conocemos la regulación estatal y autonómica para todos los niveles de la enseñanza obligatoria y, por tanto, la diferente carga lectiva para cada uno de los cursos. El trato tan diferente proporcionado a la asignatura en cada una de las Comunidades Autonómicas ha llevado a maestros, profesores, padres, delegados diocesanos y obispos a un desconcierto-hastío descorazonador. Los recursos ante los tribunales han sido numerosos; y las sentencias, favorables. Pero hemos de seguir denunciando para que, desde el Ministerio, se cumpla la ley  reclamando de las autonomías una carga lectiva digna y que se imparta la Religión con la calidad pedagógica que se exige para las demás asignaturas.

Estabilidad del profesorado

Los maestros-profesores que imparten religión, trabajadores de lo público como los demás con igual preparación e implicación, no pueden convertirse en prescindibles en función de opciones ideológicas unilaterales, no consensuadas con la comunidad, y claramente no compartidas por tantos padres y madres que, como señalan las estadísticas, eligen cada curso de forma mayoritaria la asignatura de religión para sus hijos.

En medio estamos los delegados diocesanos de Enseñanza, a quienes los departamentos de recursos humanos de cada Comunidad Autónoma comunican las necesidades educativas para los centros educativos de aquella diócesis y les piden sus propuestas de profesorado. Con auténticos juegos de muñeca y gran dolor de corazón buscamos cómo hacer compatibles la reducción de horas lectivas en Primaria con el número de profesores que tenemos en plantilla. A veces, las jubilaciones han sido la solución. Pero realmente ha sido la solidaridad entre el profesorado, el perder todos para que nadie se quede sin trabajo, lo que ha abierto camino. Todo ello con el peligro de tener profesionales sólo a media jornada.

Currículo

Ya disponemos de currículo de Religión católica para todos los niveles educativos (Primaria/Secundaria/ Bachillerato), que se ajusta perfectamente al marco pedagógico de la LOMCE. Un currículo que subraya la legitimidad y fundamentación de la Religión en el marco de la educación integral y de su contribución educativa (esta perspectiva es más pedagógica y no se basa tanto en los acuerdos Iglesia-Estado y el derecho de las familias).

Es un currículo que asume el marco curricular de la LOMCE, al vincular las aportaciones de la enseñanza de la Religión a la finalidad propia de la Escuela, al presentar el aprendizaje por competencias y al afirmar que la Religión asume como punto de partida los objetivos que se fijan para cada etapa en el desarrollo de las diversas capacidades.

Un currículo que estructura los contenidos en cuatro bloques que recogen el saber antropológico cristiano acumulado a lo largo de los siglos. Se explica que en los cuatro bloques se incluyan conceptos, procedimientos y actitudes que están orientados al logro de los objetivos de la etapa.

Por cierto, en la resolución ministerial del 13 de febrero de 2015, que ordena la publicación del nuevo currículo, se dice que el alumnado de Bachillerato que así lo solicite tiene derecho a recibir la enseñanza de Religión católica; que a la jerarquía le corresponde señalar los contenidos de dicha enseñanza, así como la determinación del currículo y de los estándares de aprendizaje evaluables que permitan la comprobación del logro de los objetivos y la adquisición de las competencias correspondientes a la asignatura de Religión; que se incluirá la Religión católica como área o materia en los niveles educativos que corresponda; que será de oferta obligatoria para todos los centros y de carácter voluntario para los alumnos; que las decisiones sobre utilización de libros de texto y materiales didácticos y, en su caso, la supervisión y aprobación de los mismos es competencia de la autoridad religiosa.

El turno del profesor

Ahora la tarea corresponde a cada profesor. Es él el último peldaño en el que se concreta el currículo. Sobre él y su dedicación recae, en gran medida, lo que representa la asignatura en los centros educativos. Es, por tanto, necesario hacer la actualización pedagógica que reclama el momento. Ahí debiéramos estar atentas las delegaciones diocesanas de Enseñanza. Y propongo algunas tareas posibles:

-Pienso que es necesario conocer el nuevo marco curricular de la LOMCE por las consecuencias e impacto significativo en las programaciones didácticas y en el modo de impartir clase a partir de ahora. En concreto la Orden ECD/65/2015, del 21 de enero de 2015, sobre la relación entre los componentes del currículo, ayudará a comprender el lugar de las asignaturas, Religión incluida, en el nuevo marco pedagógico de la LOMCE, donde aparecen todas ellas vinculadas al logro de los objetivos de etapa y de las competencias clave.

-El nuevo currículo de Religión para las tres etapas en las que ha sido renovado con motivo de la LOMCE trata de justificar los porqués de la enseñanza de la Religión en el sistema educativo. Creo conveniente leer o releer el documento episcopal de 1979 sobre la identidad escolar de la enseñanza de la Religión. Es un documento clave, elaborado en un momento clave.

-Como es lógico, un reto siempre esencial en la formación, tanto inicial como permanente  del profesorado de Religión, debe tener presente una buena síntesis teológica del mensaje cristiano. Hay materiales muy buenos; al lado de los de la Conferencia Episcopal Española, ya conocidos, hay otros que abren nuevas perspectivas de acceso. Me parece muy bueno el del editorial Verbo Divino, Un Dios que actúa en la historia (son tres libritos: Antiguo Testamento; Jesucristo; Iglesia. Aborda el tema desde los textos, en un lenguaje sencillo, en perspectiva de trabajo en grupo, etc.).

En fin. Estoy convencido de ello. Por encima de las incertidumbres políticas, de la legislación, de los neologismos pedagógicos con los que se justifican las reformas, de los recortes, de tantas cosas… lo que el  profesor de religión encuentra son alumnos, vidas en construcción que reclaman lo mejor de ellos, y sé que la mayor parte de ellos –si no todos– hacen todo lo posible por darlo. Y están convencidos de que la educación sirve de preludio, acompañamiento y siembra, para poder recoger luego una respuesta personal y madura a la transcendencia o la adhesión a Jesucristo.

Experiencias

Artesanía religiosa: las manos ocupan el lugar fundamental

La reciente restauración de la monumental custodia de la Catedral de Toledo, llevada a cabo por Talleres de Arte Granda con un equipo multidisciplinar compuesto por historiadores, plateros, gemólogos, etcétera, trae a la actualidad la insustituible contribución de artesanos orfebres y textiles al desarrollo de la liturgia, a la adecuada riqueza del culto y a la misma devoción religiosa. Estas páginas describen el momento actual y el futuro de estos oficios artesanos.

Omnes·29 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 10 minutos

El orfebre Enrique de Arfe realizó la custodia eucarística de la catedral de Toledo entre 1515 y 1523. La reciente restauración de esta gran pieza de orfebrería, de estilo gótico flamígero, ha exigido desmontar sus 5.500 piezas, entre ellas un total de 260 estatuillas. La restauración coincide, además, con que los talleres madrileños encargados de estos trabajos –Talleres de Arte Granda, fundados en 1891 por el sacerdote asturiano Félix Granda– celebran 125 años de existencia. PALABRA ha conversado varios de sus artesanos para acercar a nuestros lectores al mundo de la artesanía religiosa, sin la cual la liturgia perdería su esplendor y la devoción se resentiría. Así nos lo sugería Juan Carlos Martínez Moy, escultor: “Las imágenes religiosas y los objetos de culto no hay que verlos como ídolos, sino como ventanas que dan al cielo”.

Bordadoras y confeccionistas

Uno de los oficios artesanales fundamentales es el de bordadoras y confeccionistas de casullas, capas pluviales, albas, manteles, etcétera. En el taller de Los Rosales, en Villaviciosa de Odón, dependiente de Talleres de Arte Granda –explica la diseñadora Pilar Romero–, “llevamos a cabo tres tipos de bordados: bordado en aplicación; bordado matizado, que reproduce imágenes con hilos de seda natural; y bordado clásico español en hilo de oro, con el que se adornan los mantos de la Virgen, tan característicos en Andalucía”.

Los bordados en los manteles se suelen hacer a máquina, pero son artesanales porque el dibujo se guía con las manos. “Todo lo que hacemos es artesanal, ya que las manos ocupan un lugar fundamental”, subraya Pilar. Reconoce que cada vez más se emplea el bordado a máquina, por ordenador, que transforma en puntadas el diseño digitalizado. Resulta más económico, pero el ideal del oficio es la calidad, la belleza y que el producto sea litúrgicamente adecuado.

De unos años acá ha cambiado la mentalidad y el futuro está, opina Pilar, “en introducir tecnologías; pero el bordado a mano y la confección artesanal no creo que se pierdan, no es conveniente incluso técnicamente. Los buenos talleres, como el nuestro, ponen mucho empeño en la calidad de su trabajo artesanal”. Una señal de esto es, a su juicio, que los jóvenes seminaristas siguen encargando para su primera Misa buenas casullas. Hace poco “un seminarista español encargó una casulla del catálogo, pero bastante rica, con bordados a mano. Y como no disponía de dinero, propuso a su familia y a sus parroquianos que, en lugar de regalarle otras cosas, participaran todos en esa compra”.

En casi todos los oficios que sirven a lo sagrado hay gran escasez de artesanos y la edad media de las bordadoras que conocen el oficio es alta. El propio taller, comenta Pilar, “se ha convertido en estos 58 años en escuela de formación. Ahora nuestra cantera proviene de escuelas de formación profesional con las que colaboramos. Alumnas de patronaje, confección y moda hacen sus prácticas en el taller”.

Pilar es historiadora del arte, pero “siempre quise trabajar en algo manual, porque desde pequeña tengo facilidad. La carrera me ha dado formación estética y me ayuda mucho a la hora de diseñar, que es mi trabajo fundamental”.

En otro orden de cosas, comenta que “las personas con fe tenemos una visión más completa de ese trabajo”. El trabajo es similar a confeccionar un buen vestido civil, pero “lo nuestro tiene como destino la Misa, el culto, la liturgia. Creo que nunca comprenderemos del todo lo que significa esto”.

Al final de nuestra conversación nos enseña las casullas que ha diseñado para los tres últimos Papas. Mostrándome la foto del Papa Francisco con la más reciente, sobria y con bordados a máquina, concluye con orgullo y una amplia sonrisa: “Sí, los últimos tres Papas han sido mis mejores clientes”

Plateros

Juan Tardáguila es platero y fabrica piezas de orfebrería: cálices, custodias, viriles, navetas, incensarios… Trabaja el latón, la plata, el oro y el acero para los vástagos de los vasos sagrados, materiales todos ellos de una cierta pureza que no se oxidan. Explica que se metió en el oficio a los 15 años, más por necesidad que por vocación, y que el aprendizaje ha sido largo: “Manejarlo todo es muy difícil; se necesita casi toda una vida. Exige, además, gran creatividad”.

Le preocupa el futuro porque formar gente joven resulta difícil. Hay escuelas, pero la formación que imparten es insuficiente y hay que completarla en el taller. Antes había más sitios donde trabajar, pero ahora el mercado se ha reducido. En Andalucía es donde hay más plateros.

Para Juan la calidad de una pieza, aparte de los materiales, está en su diseño. Es diferente una pieza exclusiva, fuera de catálogo, de la que se reproduce en serie. En la primera no se usan moldes y se hace a medida. Requiere más dedicación y es más cara.

Juan se siente orgulloso de haber trabajado en la restauración de la custodia de Toledo: “Me ha impresionado cómo en el siglo XVI pudieron hacerla. Hoy nos ayuda la tecnología, pero entonces tenían que hacer la misma materia prima en el propio taller: chapa, hilo, tornillos y tuercas de plata… De allí vienen tantos procedimientos orfebres”. Le motiva hacer bien su trabajo y que la gente lo aprecie: “A veces nos llegan las enhorabuenas de los clientes, y es una gran satisfacción”.

Por último, se muestra escéptico con la mecanización de su oficio: “En las piezas exclusivas no pueden entrar demasiado las máquinas. Casi todo hay que hacerlo a mano. En la repetición de piezas sí, pero se corre el peligro de desplazar a los artesanos. Es lo que ha pasado con los grabadores: quedan ya muy pocos y dependemos casi por completo de las máquinas que, sin embargo, no son válidas o rentables para algunos trabajos, como grabar una fecha. Y al no compaginar hombres y máquinas se acaban perdiendo las técnicas artesanales”.

Broncistas

Juan Carriazo es broncista especializado en hacer sagrarios. Explica que son normalmente de latón, pero tienen partes recubiertas con oro de 24 quilates o plata, y suelen tener dos carcasas: una interior, donde se depositará el Santísimo, y la exterior. Luego se añaden los elementos decorativos. También se instala la cerradura. “Cada vez nos piden más cerraduras de caja fuerte y planchas de acero de refuerzo por motivos de seguridad”.

Un sagrario bueno lo es por su diseño exclusivo y bonito, y por el enriquecimiento que se le añade: esmaltes, grabados, columnas, joyas…, aunque éstas las suele aportar el cliente. Y está también la mano de obra: “Hay sagrarios que exigen más de tres meses de trabajo: unas 400 horas”, asegura Juan.

Juan comenta con enorme satisfacción: “Tengo sagrarios hechos por mí en los cinco continentes. De todos conservo una fotografía. El mejor fue el de la Catedral de Alabama, de estilo gótico, con brillantes en su interior de plata  y con esmaltes: ¡espectacular! Tardamos dos años en realizar ese encargo de la catedral”. Y explica que trabaja en esto “por tradición familiar, no lo aprendí en la escuela.  Mi padre trabajó aquí durante cincuenta años, y un tío mío también estuvo aquí 50 años. Al entrar a trabajar a los 14 años me gustó el oficio, y hasta hora”.

Y para que me haga una idea del reto que supone cada sagrario, me cuenta el caso de un cliente que vino con una puerta de sagrario peculiar –tenía un mecanismo de apertura–, y le pidió un sagrario para esa puerta.

Juan se jubilará pronto, pero afirma que el futuro de su tarea está asegurado con sus dos aprendices. Pero advierte que “la artesanía tiene que gustar mucho. Si no, la acabas dejando. Y te tienes que implicar. Pero es un oficio precioso del que estoy muy orgulloso”.

Esmaltistas

“El esmalte es una técnica artesanal muy antigua. No se conoce muy bien su origen, pero como los principales elementos del esmalte son el metal y el vidrio, exigen un grado de civilización importante”, explica Montse Romero.

Los primeros restos de esmaltes, añade, aparecen en Mesopotamia, pero fueron los egipcios quienes desarrollaron el vidrio coloreado e iniciaron esta técnica para adornar con color el metal. Se hacía también con piedras preciosas, pero los esmaltes dan mucha versatilidad a los adornos. Por eso el esmalte siempre ha ido en paralelo con la orfebrería religiosa, aunque también se hacen esmaltes para joyería y decorativos (con motivos religiosos o no), como el cuadro de la Virgen que Montse me señala frente a donde charlamos.

Ahora se hacen menos esmaltes, porque es una técnica cara, sobre todo por la mano de obra cualificada que exige. Por su gran dificultad técnica, hay muy poca gente que sepa hacerlos. Ahí el buen artista tiene que ser también un buen artesano, pues son procesos en los que “o se dominan los materiales o ellos te dominan a ti. Hay que dominar el fuego –con hornos a más de 800 grados–, el vidrio y el metal. Y aunque el metal y el vidrio parecen materiales muy diferentes, tienen dilataciones parecidas y se adhieren por la acción del calor sin llegar a fundirse. Pienso que con el tiempo esta artesanía se valorará más que ahora”.

“Lo que hace valioso un esmalte es la habilidad del artesano y la expresividad que consiga. Los materiales no son caros: el cobre, la plata y el vidrio, que es sílice con pigmentos. Y hay que tener en cuenta que no hacemos nada estándar: todos los esmaltes están hechos a mano. Me pueden encargar un cáliz con esmaltes de los evangelistas, pero al final cada evangelista que hago es distinto. No hay moldes con los que se puedan reproducir los mismos esmaltes. Es algo parecido a pintar a mano, pero sobre el cobre y con vidrio”.

Montse reconoce que la artesanía religiosa supone un plus de motivación. “Una vez pinté una Virgen y me invitaron a la bendición de la imagen. Me impresionó muchísimo cuando vi a todo un pueblo en fila para besar la imagen. Yo me quedé en un rincón sentada y conmovida. Imagino que Dios tendrá en cuenta un trabajo que es para su servicio. También los que no tienen fe se dan cuenta de que hay algo más, de que tienen que hacer el trabajo muy bien porque tenemos un cliente muy especial: la Iglesia”.

Mi empeño, observa Monte, es “conseguir que cada imagen transmita algo. Y eso, hoy por hoy, no lo hace la máquina”. Pero el oficio “tiene lógicamente que evolucionar. Se pueden introducir máquinas que quiten el trabajo duro, como conformar las piezas, o el lijado del metal, pero la esencia artesanal va a continuar, estoy convencida”.

La crisis ha afectado mucho a la cantera de esmaltistas y son los talleres los que funcionan como escuela de aprendices. Hoy, salvo en Cataluña, hay poca gente inclinada hacia el oficio. Montse, que es arquitecta de interiores, lo aprendió en el taller, en estos 18 años que lleva trabajando como esmaltista y policromadora en Granada.

 Pulidores

José Chicharro explica su oficio indicando que, al final, todas las piezas de orfebrería han de pasar por sus manos: “Yo les doy vida; sin mi trabajo, por muy bien que trabaje el orfebre, no lucirían”.

También este oficio se aprende en el taller: “Yo empecé a los 18 años. Aprendí mucho en una platería familiar. En este oficio se requiere bastante fuerza, porque hay que apretar y por el peso de algunas piezas. Y hay que saber algunos trucos, sobre todo para las piezas planas”.

Advierte que “las máquinas automáticas son rentables cuando se trata de muchas piezas iguales, pero las de orfebrería religiosa son muy diferentes y las máquinas no acaban de compensar. Un sagrario, por ejemplo, tiene unas cien piezas y hay que pulir cada pieza a mano. Por eso sale caro. Pero ahí está la calidad y el arte”.

También comenta su satisfacción al entrar en las iglesias y ver las cosas relacionadas con su oficio. Hace poco vio en la catedral de Granada un sagrario que había salido de su taller. Disfrutó mucho presumiendo con los que estaban allí de que lo había pulido él. Y sobre todo, “estoy muy contento del templete de plata que pulí para una custodia de Vigo. Cuando ves gente viendo tu trabajo sientes una gran satisfacción”.

A José le faltan pocos años para jubilarse. Por eso comenta: “Creo que he dejado un legado bastante importante a mi aprendiz. Para que no se pierda el oficio se necesita gente joven, pues muchos artesanos estamos cerca de la jubilación”.

Escultores y tallistas

El imaginero o tallista, explica Juan Carlos Martínez Moy, es un tipo de escultor dedicado a la talla en madera, policromada y de tema religioso. Algo muy específico. Él, sin embargo, se considera escultor: “Talla directa he hecho alguna, pero pocas en comparación al barro, que es lo que más trabajo. Casi todo lo que hago es figurativo y religioso, porque son los encargos que más llegan al taller”. En su opinión, “el folio en blanco de la escultura es el barro. A fuerza de trabajar con él, para mí se ha convertido en el material más noble: tiene una expresividad que no lo tiene ningún otro. Parto de un boceto de barro y luego se hace el molde del que se saca la pieza, o bien se digitaliza y se reproduce después en el tamaño que se quiera. El mundo digital facilita multitud de pasos, aunque en estos últimos diez años he repetido muy pocas cosas”.

Señala que “la cara de la figura es donde más me vuelco, porque es lo que más transmite, especialmente en el arte sacro. Puedes coger un tronco de árbol sin descortezar, hacer una cara y una mano bonitas, y no hace falta más”. También subraya que “mi mayor ilusión es que la Iglesia sea vanguardia artística, como lo fue antaño, y que el lenguaje del arte moderno sirva como expresión del Evangelio, que eso es el arte sacro. Joseph Ratzinger escribió que el icono está destinado a remover el eco de lo sagrado que todos llevamos dentro. Y ese es mi objetivo: que una obra mía conmueva, porque es la ventana al cielo. Por eso procuro cuidar mi vida espiritual: la necesito para mi trabajo. Muchas veces he tenido ideas artísticas rezando”.

Juan Carlos lamenta los pocos escultores que se dedican arte sacro: “Algunos hacen incursiones, pero no siempre afortunadas”. Donde hay más imaginería es en Andalucía, en Sevilla concretamente. Y no hay más artistas porque es difícil vivir de la escultura.

Policromadores

Begoña Espinos se dedica a policromar los objetos de arte religioso: “Este oficio artesanal es antiquísimo. Y ya en el románico y gótico aparece la técnica del estofado, que es la reina de la policromía. Se trata de una técnica difícil y para la que se requiere mucho pulso y, sobre todo, muchas horas. No sólo es cara por el material, sino porque se tiene que hacer a mano. De momento no es posible mecanizar la policromía, porque para dar ese toque que favorece la expresividad de una imagen hacen falta las manos del artesano”. Aunque explica que ahora se hace una policromía más neutra. Incluso se dejan las imágenes tal cual.

Hay buenos policromadores en Inglaterra. También abundan en el sur de España y en Madrid. Ella llegó al oficio por una clara vocación profesional y subraya que “cuando se trata de imaginería religiosa, lo haces con más cariño, porque sabes que detrás hay algo sagrado, que tienes que hacerlo muy bien para que a la gente le dé devoción. Yo, además, rezo mucho a las imágenes en las que estoy trabajando”.

Restauradores

Dulce Piñeiro explica que “el arte me ha gustado siempre, pero no me veía como artista, sino más bien como médico de las obras de arte”. Y la restauración, añade, “es un oficio muy necesario. Es importante que la gente se plantee la conservación de sus piezas más valiosas. Muchas veces no conocen su valor histórico-artístico y, más que adquirir otras nuevas, quizá lo oportuno sería restaurar aquellas y devolverlas al culto. Nosotros nos ocupamos de valorar si es oportuno el arreglo o la restauración, y cuál sería la limpieza adecuada.

Explica que “hay muchas obras de arte que se han estropeado por ignorancia”.

Y señala que “una restauración buena es la que respeta el original, está documentada, fotografiada, es reversible y da pistas a los restauradores que vengan detrás. Es el caso de la restauración de la custodia de la catedral de Toledo: las indicaciones de los anteriores restauradores nos han sido de gran ayuda. Trabajaron muy bien y ahora la custodia ha podido recuperar de nuevo su esplendor, que no significa que brille más. Pulirla de nuevo hubiera supuesto eliminar material. Sí se han eliminado arañados, imperfecciones y suciedad”.

Por último, Dulce insiste en que la principal dificultad en su trabajo es hacer ver a los clientes que a veces no es conveniente que la pieza quede como si fuera nueva.

Experiencias

Migrantes: los muros no son la solución

Primero fue Lampedusa, luego Lesbos; el Mediterráneo convertido en cementerio; sirios huyendo de la guerra; centroafricanos buscando las costas italianas desde Libia… Los flujos migratorios se multiplican, y encuentran muros. “Los muros no son la solución. El problema permanece con más odio”, afirma el Papa Francisco.

Rafael Miner·28 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 8 minutos

El proceso de desmantelamiento del campamento de refugiados de Calais (Francia), donde han estado alojados miles de inmigrantes que deseaban llegar al Reino Unido, ha sido noticia estos días.

Muchos han sido redistribuidos en centros de acogida repartidos por toda Francia, aunque en torno a dos mil, bastantes de ellos menores, preferían quedarse como fuera posible para intentar alcanzar Gran Bretaña, donde aseguran tener familiares a los que no saben si alguna vez en su vida podrán ver y abrazar.

La mayoría de los analistas consideran que se trata de otro parche ante un tema de enorme envergadura, como el de los flujos migratorios, realmente poliédrico, pero que tiene como protagonistas a cientos de miles de personas -millones si se suman las cifras desde hace años-, completamente desesperadas por alcanzar un futuro mejor, más digno, y salir de la pobreza extrema.

Las cifras son tercas. Desde enero a primeros de octubre de este año 2016, en poco más de nueve meses, más de trescientos mil migrantes han llegado a Europa a través del Mediterráneo; casi 170.000 por Grecia, y 130.000 a través de Italia, y se han ahogado o han desaparecido más de 3.500 personas. En el momento de publicarse este número de Palabra, quizá la cifra ascienda a cuatro mil.

Hace muy pocos días, el país heleno, inmerso en una importante crisis económica y financiera, ha solicitado ayuda urgente para atender a 60.000 refugiados que han quedado atrapados en su país tras el cierre de las fronteras por el pacto entre la Unión Europea y Turquía. “Necesitamos mantas ahora”, dice el gobierno griego.

Lampedusa

Desde que fue elegido para llevar el timón de la barca de Pedro, el Papa Francisco ha seguido muy de cerca el drama de la inmigración.

Lo mostró en julio de 2013, al disponer que su primer viaje oficial fuera a la isla siciliana de Lampedusa, de apenas cinco mil habitantes, conocida por el desembarco continuo de inmigrantes, y por innumerables naufragios.

Allí, el Santo Padre golpeó los corazones y se refirió casi por primera vez a un fenómeno que haría reflexionar al mundo: la “globalización de la indiferencia”.“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias?”. “Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto… La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”, dijo el Papa.

¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Nadie. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita”.

Niños en la degradación humana

Tres años más tarde, el pasado 13 de octubre, el Papa Francisco ha hecho público el “Mensaje para la Jornada anual del Migrante y el Refugiado 2017”, en el que denuncia que “los niños emigrantes acaban en lo más bajo de la degradación humana”. El título específico de su mensaje es “Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz”. El texto advierte sobre todo del grave riesgo que corren los que viajan solos, y reclama su “derecho a jugar”.

El discurso del Santo Padre tenía lugar justo el día en que asociaciones humanitarias y ONG informaban sobre la desaparición de alrededor de diez mil menores inmigrantes tras haber llegado a Europa.

Sólo a Italia han llegado desde Libia 16.800 menores no acompañados en lo que va de año: acaban viviendo en la calle, desapareciendo, como clamó Francisco. Sólo los más afortunados, o más pequeños, son acogidos en hogares con familias.

El Papa criticó que “en lugar de favorecer la integración social de los niños emigrantes, o programas de repatriación segura y asistida, se busca sólo impedir su entrada, beneficiando de este modo que se recurra a redes ilegales”.

Los medios informan que desde que la Unión Europea firmó el acuerdo con Turquía, la llegada de sirios, y también de otros inmigrantes de otros países de Oriente Medio, a través del mar Egeo, ha disminuido.

Pero Libia ha tomado el relevo. A Libia llegan emigrantes en oleadas procedentes de otros países africanos, huyendo del hambre, de la sed, de la pobreza, de las guerras. Y la salida natural es hacia Italia.

Muros polémicos

La cuestión ahora podría centrarse en analizar si comienzan a surgir iniciativas que secunden de algún modo, aunque sea parcial, los llamamientos del Santo Padre.

Es cierto que la Unión Europea ha comenzado a firmar acuerdos con varios países africanos -Nigeria, Senegal, Mali, Níger y Etiopía-, como veremos enseguida. Sin embargo, la intensa actividad en la construcción de vallas y muros, o al menos en su anuncio, con el fin de evitar efectos llamada, no invita al optimismo.

En el otro lado del Atlántico, el candidato republicano Donald Trump, en plena recta final de campaña, reiteraba la promesa que ha molestado tanto al mundo hispano: “Quiero construir el muro, tenemos que construir el muro” (con México). Aunque ya no repetía lo que ha indignado aún más a los mexicanos estos meses: que tendrían que pagar ellos la factura de los más de tres mil kilómetros.

A este lado del océano, en simultáneo al desmantelamiento de “la jungla” de Calais, Francia y Reino Unido anunciaban en septiembre la construcción de un muro de cuatro metros de alto y un kilómetro de extensión en la misma localidad gala con el fin de prevenir la llegada de refugiados e inmigrantes a Gran Bretaña, informaba la CNN.

Ya hicimos la cerca. Ahora haremos un muro”, anunció el ministro de Inmigración británico Robert Goodwill. A pesar de las actuales medidas de seguridad –que incluyen una cerca–, Goodwill dijo que algunas personas aún se arriesgan a viajar a Reino Unido.

Sin embargo, han surgido ya algunas protestas y argumentos en contra del muro de Calais. Los conductores de camiones británicos han criticado su construcción por considerarlo “un uso pobre del dinero de los contribuyentes”, en palabras de Richard Burnett, líder de la Asociación de Mercancías por Carretera.

Y en declaraciones recogidas por el diario británico The Guardian, François Guennoc, de la ONG Auberge des Migrants, que trabaja en Calais, asegura que «este muro solo hará que los inmigrantes tengan que ir más lejos para atravesarlo». «Cuando levantas muros en cualquier lugar del mundo, la gente encuentra maneras de saltarlos. Es una pérdida de dinero. Puede hacer que las cosas sean más peligrosas. Aumentarán las tarifas de los traficantes de personas y la gente acabará asumiendo más riegos«, señaló Guennoc.

Sin embargo, también en países que han visto crecer y caer el muro de Berlín, por pertenecer a la antigua órbita soviética, se han comenzado a levantar cercas y muros, con el fin de frenar a los migrantes camino de Alemania.

Algunos de los Estados que han tomado iniciativas de este estilo son Bulgaria, en la frontera turca; Hungría, en sus fronteras con Serbia y Croacia; Eslovenia, con Croacia; Macedonia, con Grecia; y Estonia, que ha votado construir un muro en la frontera con Rusia, además de Grecia y de los citados Reino Unido y Francia.

Como es sabido, España tiene altas vallas con Marruecos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla desde hace años, de 8 y 12 kilómetros respectivamente, con el fin de disuadir de la entrada ilegal a migrantes por el país alauita. Y no hay que olvidar el muro de Israel en Cisjordania, de más de 700 kilómetros de barrera con los palestinos.

En definitiva, con la caída del muro de Berlín en 1989, y la economía globalizada, no pocos analistas pensaban que se acabarían los muros, pero los flujos migratorios y los conflictos los han puesto en marcha de nuevo.

Junto al levantamiento de estos muros, hay que mencionar también una reciente iniciativa con tintes positivos, aunque los matices no son conocidos en su totalidad: La Unión Europea ha comenzado a firmar acuerdos con países africanos. El motivo no es facilitar la acogida de migrantes, ni su integración en Europa, pero está llegando a compromisos. Se trata de Nigeria, Senegal, Mali, Níger y Etiopía.

El objetivo de la Unión es el control migratorio. Se acusa a los organismos de la UE de condicionar la ayuda al desarrollo de los Estados. Pero Bruselas lo niega. El tiempo dará o quitará razones, mientras el Papa Francisco llama a Europa a “recuperar la capacidad de integrar que siempre ha tenido”.

“Todos los muros caen, hoy o mañana”

Volviendo de Filadelfia el año pasado, un periodista alemán preguntó al Papa por la crisis migratoria, y por la decisión de varios países de blindar sus fronteras con alambres de espino. El Santo Padre Francisco fue tajante. La palabra crisis esconde detrás un proceso largo, provocado en buena parte por “la explotación de un continente contra África”, y por las guerras. Sobre las vallas y alambres, manifestó: “Todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. El problema permanece. Y permanece con más odio”.

Más adelante, reiteró la misma idea en una catequesis de los miércoles, ya en Roma: “En algunas partes del mundo surgen muros y barreras. A veces parece que la obra silenciosa de muchos hombres y mujeres que, de muchos modos, se ofrecen para ayudar y asistir a los prófugos y migrantes, sea opacada por el murmullo de dan voz a un instintivo egoísmo”.

La mayor solidaridad: Italia

La nación italiana se ha convertido en los últimos tiempos en el país de acogida por excelencia. No sólo rescata de morir ahogados a 160.000 migrantes al año, sino que parece querer acoger a los que Francia y Alemania no admiten.

Mario Marazitti, presidente de la Comisión de Asuntos Sociales de la Cámara de Diputados, asegura que Italia, al contrario que otros países de Europa, ya ha tomado una decisión. En declaraciones recogidas por El País, ha manifestado: “Europa es una vieja señora, casi sin descendencia, que tiene que decidir si quiere seguir envejeciendo sola, encerrada en su hermosa casa, rodeada de muebles, cuadros y joyas, o compartiendo el futuro con los que llegan. Las migraciones, en vez de un peligro, son una gran ocasión. Una transfusión de futuro y solidaridad para la vieja señora”.

El prefecto Mario Morcone, jefe del departamento de Inmigración del Ministerio del Interior, ha manifestado: “No hay conexión entre inmigración y criminalidad, como no hay ninguna conexión entre inmigración y terrorismo. Ninguna. Y no es una opinión mía. Lo dicen los datos. No hay ningún tipo de conexión”.

Nuestro país” -explica Morcone- “era hasta hace poco un lugar de paso para los migrantes, pero ahora, al ser rechazados por Francia o Alemania, no tienen más remedio que quedarse aquí. En la actualidad, son casi 160.000 las personas que tenemos en situación de acogida, distribuidas por todo el territorio, sostenidas por familias, asociaciones y Ayuntamientos. Pero hoy la apuesta no es tanto la acogida, sino la inclusión y la integración”.

Con este fin, el Estado italiano ha comenzado a buscar apoyos en la sociedad civil. Un ejemplo son los corredores humanitarios puestos en marcha por la Comunidad de San Egidio y la Iglesia Evangélica.

Cifras y datos en torno a los flujos migratorios

-Trescientos mil migrantes sólo este año. En lo que llevamos de 2016, más de trescientos mil migrantes han llegado a Europa por el Mediterráneo; casi 170.000 por Grecia, y 130.000 a través de Italia, y se han ahogado o desaparecido más de 3.500 personas. Grecia ha solicitado ayuda estos días para atender a 60.000 refugiados, atrapados en su país tras el cierre de las fronteras por el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. “Necesitamos mantas ahora”, dice el Ejecutivo heleno.

-Nuevos anuncios de muros. Con el fin de disuadir la llegada de migrantes, algunos países han anunciado o puesto en marcha cercas y vallas fronterizas, también muros, que se suman a los existentes en naciones como Israel o España. Son Francia y Reino Unido en Calais, Bulgaria, en la frontera turca; Hungría, en sus fronteras con Serbia y Croacia; Eslovenia, con Croacia; Macedonia, con Grecia; y Estonia en la frontera con Rusia. En Estados Unidos, Trump ha anunciado un muro en la frontera con México si gana las elecciones.

-Italia, un esfuerzo de solidaridad. La nación italiana se ha convertido en el país de con mayor acogida de migrantes. No sólo rescata de morir ahogados a 160.000 migrantes al año, sino que parece querer acoger a los que Francia y Alemania rechazan. Ahora tiene más de 160.000 personas alojadas por todo el país, y sostenidas por familias, asociaciones y ayuntamientos.

Cultura

Hannah Arendt y la nostalgia de Dios

El atractivo de la figura y el pensamiento de Hannah Arendt es más grande cada día que pasa. No habla de Dios, pero sus lectores podemos quizá reconocer la nostalgia de Dios en su valiente defensa del ser humano y de su razón.

Carmen Camey y Jaime Nubiola·27 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Hannah Arendt es una mujer difícil de encasillar. Aunque de origen judío, no era religiosa ni creía en Dios a la manera tradicional. Se autodenominó agnóstica en varias ocasiones y, sin embargo, Hannah Arendt era una mujer de fe. Pasó la mayor parte de su vida intentando que sus contemporáneos la recuperaran: la fe en la razón, la fe en la humanidad, la fe en el mundo. Hay dos elementos persistentes a lo largo de su vida y de su obra: la confianza y el pensamiento. Estos se alimentan mutuamente: Arendt confiaba en el pensamiento y cuanto más pensaba, más aumentaba su confianza en él.

La persona

Hannah Arendt había nacido en octubre de 1906 en un pueblo cercano a Hannover. Estudia en Marburgo, donde conoce a Martin Heidegger, se traslada a Friburgo para estudiar con Husserl y finalmente se doctora en Heidelberg en 1929 con una tesis sobre El concepto de amor en San Agustín, dirigida por Karl Jaspers. Desarrolla una amplia actividad política en estos años y ante la persecución de los judíos decide emigrar a los Estados Unidos, donde se instala a partir de 1941 con su segundo esposo Heinrich Blücher. En los Estados Unidos trabajó como periodista y como profesora de ciencia política en varias universidades. Reflexionó mucho sobre su experiencia vital en Alemania y en Estados Unidos. En 1951 obtendrá la nacionalidad estadounidense, después de años de apátrida por habérsele retirado la nacionalidad en Alemania.

En 1961 fue enviada como reportera por The New Yorker a Jerusalén para dar cuenta del juicio de Adolf Eichmann, el alto mando nazi detenido en Argentina y llevado a Israel. El resultado de aquella experiencia fue su libro Eichmann en Jerusalén que tan controvertido resultó y resulta todavía. Arendt propone una tesis para intentar comprender cómo hombres y mujeres aparentemente normales pudieron prestarse a las atrocidades cometidas durante la Alemania nazi. Sostenía que el mal de un hombre como Adolf Eichmann, un ejemplo de hombre cualquiera, no era un mal calculado, sádico o ideológico, sino que, al contrario, era un mal banal, superficial, resultado no del exceso de pensamiento, sino precisamente de su ausencia.

A juicio de Arendt, fue la incapacidad personal de dar una respuesta reflexionada a una situación moral conflictiva lo que llevó a estas personas a convertirse en asesinos y en colaboradores del mal. Este intento de arrojar luz sobre lo que ocurrió entre 1940-1945 le valió duras críticas por “defender a un nazi y traicionar a su propio pueblo”. Lo que muchos no entendieron fue que, durante el juicio de Eichmann, la filósofa alemana no intentó defender a un demonio, sino defender a la humanidad.

Las razones del mal

La situación intelectual y general en la que Hannah Arendt desarrolla su tesis de la banalidad del mal era de desconfianza ante el mundo y ante el hombre mismo. Los hombres desconfiaban de la razón porque creían que esta había llevado a tan inmensos desastres: era la razón la que había construido las cámaras de gas y las armas nucleares. Lo que Arendt logra es precisamente refutar esta idea al afirmar que el mal no tiene profundidad, que el mal –de ordinario– no proviene del cálculo, sino precisamente de la falta de reflexión, de la superficialidad.

Arendt recupera la confianza en el hombre como un ser que puede hacer el mal sin por ello ser pura maldad; en su comprensión del hombre queda espacio abierto a la redención, a la esperanza de que cuando el hombre se comporta como tal, no se convierte en un demonio. Somos capaces de hacer el mal, pero no es el pensamiento lo que nos lleva al mal, no son nuestras cualidades más humanas, sino más bien el no usarlas plenamente, lo que puede llevarnos a cometer crímenes horribles.

Pensar lleva a plantearnos las cuestiones últimas. Estos mismos principios son los que invocamos cuando tenemos dudas en nuestro actuar, cuando estamos en una encrucijada moral y necesitamos una guía. El problema surge cuando estos principios no existen, cuando la renuncia a pensar los ha convertido en clichés vacíos que se caen ante el más mínimo asomo de presión y no nos permiten ser capaces de dar una respuesta razonada y personal a los problemas.

Fe en el hombre, fe en Dios

Este deseo de sacralidad, de una fe más grande en el hombre y en sus capacidades, se transparenta en todas las obras de Hannah Arendt, en las que todos los grandes ideales humanos son reverenciables. Alfred Kazin explica que leer a Arendt le evoca un mundo al que debemos todos nuestros conceptos de la grandeza humana. Sin Dios no sabemos quiénes somos, no sabemos quién es el hombre. Esto es lo que la filosofía de Arendt parece insinuar: su confianza y su gratitud por el regalo de ser. Su fe en la justicia, en la verdad, en todo lo que hace grande y bueno al hombre la convirtió en una incomprendida que se alejaba de las convenciones de un mundo que reducía la grandeza y el misterio del hombre. Arendt está muy lejos del nihilismo y de la frustración a los que muchos llegaron después de ser testigos de los sucesos del siglo pasado, pues no pierde la esperanza y su búsqueda de la verdad evoca algunas rendijas por las que se abre a una realidad trascendente, a un misterio inabarcable, a Dios.

Arendt muestra una visión abierta a una realidad trascendente porque no tiene una fe ciega en el ser humano; es perfectamente consciente de lo que el hombre es capaz de hacer, no cierra los ojos a la maldad humana. Sin embargo, esto no es motivo de desesperanza pues su fe no es solo en el hombre mismo, sino en lo que hace grande al hombre. Es consciente de que cuando el hombre sólo cree en sí mismo se frustra, no es capaz de ser hombre en plenitud. Esto se ve plasmado, por ejemplo, en la conversación que mantuvo Hannah Arendt una noche con Golda Meir. Esta le dijo: “Siendo yo socialista, naturalmente no creo en Dios. Creo en el pueblo judío”. Y Arendt explicará: “Me quedé sin respuesta… Pero podía haberle dicho: la grandeza de este pueblo brilló en una época en que creía en Dios y creía en Él de tal manera que su amor y su confianza hacia Él eran mayores que su temor. ¿Y ahora este pueblo solo cree en sí mismo? ¿Qué bien puede derivarse de ello?”. Precisamente, la visión de Arendt es esperanzadora porque no confía solo en sus propias capacidades, sino en algo que está más allá del ser humano, deja espacio al misterio, a esa impredecibilidad (unpredictability) de la que tanto le gusta hablar. El verdadero mal, para el hombre, es renunciar a ser hombre, es hacerse superfluo como ser humano y esto ocurre cuando el hombre sólo confía en sí mismo.

Lo que Arendt hace en sus escritos es preparar el terreno para que quepa Dios. En un mundo donde el hombre es malo y su razón también lo es, Dios no puede existir. Dios existe cuando el ser humano se comprende a sí mismo como lo que es, cuando se sabe poseedor de grandes capacidades y a la vez capaz de los más grandes horrores, cuando pone confianza en sí y a la vez deja espacio para el misterio que lo supera. Por eso, en la filosofía arendtiana podemos percibir esa apertura y esa confianza que están muy lejos de la nada y muy cerca de Dios.

El autorCarmen Camey y Jaime Nubiola

Cultura

Aleš Primc. Se trata de los niños

Aleš Primc ha impulsado tres referéndums en Eslovenia a favor de la familia y conseguido en todos ellos la victoria. Nos acercamos a esas iniciativas y a su principal promotor, conversando con él en Ljubljana, la capital eslovena.

Alfonso Riobó·21 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos

La primera ocasión fue en 2001, tras la aprobación de una ley sobre inseminación artificial que permitía que también fueran inseminadas las madres solteras. Con otros amigos y sin apoyo partidista, consiguieron que fuera rechazada por el 72,4 % de los votantes en junio de 2001.

Luego vino un segundo referéndum. Esta vez formaron una organización propia, la Iniciativa Civil por la Familia y los Derechos de los Niños, para dar más eficacia al esfuerzo. Desde que se constituyó la plataforma hasta que se celebró la consulta en mayo de 2012, “fue un verdadero maratón”, nos explica el propio Aleš Primc. Se trataba de frenar una “ley de la familia” que permitía a las parejas del mismo sexo adoptar al hijo de su pareja (no la adopción conjunta) y que por tanto “ignoraba el derecho del niño a tener un padre y una madre, el significado de la paternidad y la maternidad para su desarrollo y educación”. Tras reunir más de 60.000 firmas de apoyo, en el referéndum consiguieron el voto de más del 52 % de los participantes.

Primc subraya esta clave de la campaña: “Utilizamos nuestro propio lenguaje, no entramos al juego de la terminología de los activistas homosexuales. Lo que ellos pretenden no es promover el matrimonio homosexual, sino abolir el matrimonio, ese mismo que yo contraje con mi mujer. Hay aquí una batalla por el lenguaje. Lamento ver que en algunos países ya se ha asumido su terminología, y ni siquiera habiendo en ellos filósofos tan destacados se consigue desvelar el verdadero significado de las palabras”. Por ejemplo, “no aceptamos la palabra ‘género’, que es una ideología. Sobre esto no hay discusión”. Por lo demás, la razón de la victoria es que “la gente entiende que los niños necesitan un padre y una madre, y no están de acuerdo en que hay parejas homosexuales. Los activistas juegan con nuestros hijos; y nosotros planteamos las cosas desde esa perspectiva: se trata de entender la relación del niño con sus padres. Presentamos y recordamos las relaciones naturales básicas, y no cuestiones ideológicas, que la gente no entiende”.

El tercer referéndum, en diciembre de 2015, se dirigía contra una ley que creaba un “matrimonio” homosexual en igualdad con el natural, incluida la adopción. Para oponerse nació la plataforma “Se trata de los niños”, y se estudió bien el enfoque: “Puede que discrepemos de otros en lo relativo al matrimonio; pero podemos coincidir en lo relativo a los niños. Es un planteamiento realista”. Resultado: el 63,36 % de los votantes rechazó la ley: “Es un triunfo para todos nuestros niños», dijo entonces Primc. Eslovenia ha sido así el primer país en dar marcha atrás en referéndum a una ley de ese tipo.

Ahora está a punto de cumplirse el año durante el cual, según la ley, no puede aprobarse una nueva legislación en la misma materia. Pero Primc nos explica que no habrá más referéndums: han creado el “Movimiento por los Niños y la Familia”, con el que acudirán a las elecciones para “movilizar a todos los que quieran favorecer la familia y la libertad religiosa”. Subraya que “no iremos con mentalidad de partido. Queremos hacer una política civil, reuniendo a la gente que piense como nosotros en torno a 38 puntos que resumen nuestro programa”; e insiste en que “no nos mueve el cálculo electoral. Queremos ser claros, comprensibles, honrados. Queremos buscar lo que es correcto, también con ayuda de la oración”.

Le preguntamos por él mismo. ¿Quién es Aleš Primc? Nació en Ljubljana, pero sus padres son del sur del país; ambos son católicos, pero debido a la presión durante el comunismo, “la generación de mis padres ya no era tan religiosa como la de mis abuelos, y mi generación ya ni siquiera lleva en la sangre esa tradición católica. Yo procuro alimentar de varios modos mi fe”.

Estudió Filosofía del Estado, social y política, y luego Ciencias Sociales; enseguida empezó a trabajar en el Ministerio de Agricultura, hasta ahora. De hecho, cuando hablamos acaba de regresar de un día pasado entre viñedos, realizando tareas de control, y va vestido del modo informal que requiere ese trabajo. En 1992 entró en política para dar cauce a su preocupación por la justicia social y promover políticas familiares, y ocupó diversos cargos de responsabilidad en el Partido Popular.

Está casado y tiene tres hijos (un chico de 12 años y dos niñas, de 8 y 6 años). Su esposa, funcionaria, es para él un gran apoyo y una fuente de consejos: “En una actividad como esta es importante tener a la familia a favor: para poder organizar los viajes y las reuniones, atender las llamadas de teléfono. Mis hijos lo entienden menos, y me preguntan: Papá, ¿por qué tienes que irte?, ¿qué hay más importante que yo?”. Lee mucho, y publica libros. Se ha especializado en la historia de los movimientos sociales, y en concreto de las cooperativas. Fuera de eso, “no tengo tiempo para el deporte; mi trabajo es pegado al terreno. Todo el tiempo que me quede es para mi familia”.

Las iniciativas en favor de la familia no han sido una propuesta religiosa, “aunque las tres veces la Iglesia nos ha apoyado abiertamente, y en 2015 los obispos han declarado que la ideología de género es atea, contraria al plan de Dios sobre el hombre: es su papel en la sociedad, y la gente entiende que hablen claro”.

Finalmente, lanza una mirada atrás: “Cuando pienso en estos 15 años, sólo lamento que, como somos un país pequeño, el mundo no se haya enterado de lo que ha pasado aquí”.

Mundo

Rabino Yonatan Neril: «Las crisis ecológica y espiritual son globales»

El rabino Yonatan Neril fundó en 2010 en Jerusalén el Centro Interreligioso para el Desarrollo Sostenible (ICSD), la mayor organización medioambiental interreligiosa en Oriente Medio, que tiene numerosos canales de actividad en colaboración con científicos y líderes religiosos del mundo. El rabino Neril ha analizado con otros estudiosos la encíclica ‘Laudato Si’ del Papa Francisco.

Rafael Miner·13 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

El rabino Yonatan Neril lleva más de seis años impulsando en Israel un centro interreligioso orientado a afrontar los retos medioambientales. ¿Por qué interreligioso? En Tierra Santa, cristianos, judíos y musulmanes viven en la misma tierra, respiran el mismo aire y beben la misma agua. “Los desafíos ambientales trascienden las fronteras y las afiliaciones religiosas, y por lo tanto existe un foco de interés común entre las personas de diferentes nacionalidades y religiones”, por lo que “requieren la colaboración de todas las confesiones”.

¿Puede explicar qué es el ‘Interfaith Center for Sustainable Development” (ICSD), cuándo se fundó y por quién, y los objetivos que persigue?

-El Centro Interreligioso para el Desarrollo Sostenible (ICSD, siglas en inglés) trabaja para catalizar la transición hacia una sociedad sostenible, próspera y espiritualmente consciente a través de la dirección de las comunidades de fe. ICSD une a las comunidades de fe, maestros y líderes para promover la convivencia, la paz y la sostenibilidad mediante la promoción, educación y proyectos orientados a la acción. Fundé la organización en 2010.

¿Qué le movió a impulsar este Centro? ¿Considera que la Tierra se enfrenta a desafíos sin precedentes, hasta el punto de poner en peligro su propia supervivencia?

-Lo que me motivó a fundar el centro fue la comprensión de que en la Tierra Santa, los cristianos, judíos y musulmanes viven en la misma tierra, respiran el mismo aire y beben la misma agua. Los desafíos ambientales trascienden las fronteras y las adscripciones religiosas, y por lo tanto existe un foco de interés común entre las personas de diferentes nacionalidades y religiones.

Es un centro interreligioso. ¿Puede explicar qué le llevó a hacerlo de este modo, sin ceñirse únicamente a la religión judía?

-Partiendo de la premisa de que ambas crisis, la ecológica y la espiritual, son globales, la manera de atenderlas también debe de ser global. Es aquí donde la colaboración entre religiones es tan importante. En julio pasado participé y hablé en una conferencia de prensa en España, donde los científicos y los miembros del clero se unieron en una causa común para la sostenibilidad. La conferencia culminó con la redacción de la Declaración de Torreciudad, que fue cubierta ampliamente en la prensa española.

Esta declaración es el resultado del Seminario Internacional sobre Cooperación entre Ciencia y Religión para el Cuidado Ambiental, basado en la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco. En el seminario participaron científicos, teólogos y líderes religiosos con interés en los problemas del medio ambiente, provenientes de las principales tradiciones espirituales del planeta. La declaración está abierta a quienes reconozcan la importancia de los problemas ambientales y la necesidad de promover una mayor cooperación entre las ciencias y las principales tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad para contribuir a la solución de los mismos.

Como primera parte de la Declaración, se menciona: «La gran mayoría de la población que habita nuestro planeta cree en la importancia de las tradiciones espirituales y religiosas en su vida diaria. Estas tradiciones constituyen una importante fuente de inspiración y una base que sustenta sus valores morales, así como una cosmovisión sobre quiénes somos en relación con Dios, con la Tierra y con el resto de los seres humanos.

Como se indica en la Laudato Si, “esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad” (n. 201)».

¿Qué canales de acción están llevando a cabo estos años, y más específicamente en 2016?

-En este año estamos llevando a cabo cinco canales de acción. El primero es el Proyecto sobre Fe y Ecología, un programa que promueve la educación de cristianos, musulmanes, judíos en temas de fe y ecología. Al centrarse en la formación de valores y métodos de enseñanza para los líderes del clero y la fe emergente, ICSD busca crear un efecto exponencial. ICSD organiza talleres para directores, profesores y estudiantes del seminario, y emitió el primer informe sobre Cursos de fe y ecología en Norteamérica.

El segundo es el Proyecto de Ecología Interreligioso de la Mujer. Reúne a mujeres jóvenes cristianas, musulmanas y judías en Jerusalén, para realizar acciones conjuntas destinadas a promover la sostenibilidad ambiental, el fortalecimiento de los lazos entre comunidades, y la superación de los conflictos interreligiosos. Al centrarse específicamente en las mujeres, este proyecto pretende destacar el papel de la mujer para actuar como agente de cambio, proporcionando herramientas específicas y amplificando sus voces en educación de la fe y el movimiento de ambiental. Al mismo tiempo, el proyecto fomenta positivamente una conjunción interreligiosa y un enfoque intercultural con el objetivo de trabajar hacia una reconciliación pacífica y abordar cuestiones de interés mutuo.

La Alianza de Fe y Ciencia de la Tierra es el tercer proyecto, que utiliza videoconferencias y reuniones en vivo para conectar a los principales líderes religiosos, espirituales y científicos alrededor del mundo y difundir un mensaje en común hacia la protección del medio ambiente. El contenido de vídeo de estas reuniones se difundirá a través de redes sociales y medios de comunicación para promover la conciencia pública, la voluntad política, y la acción.

Al mismo tiempo, tenemos las Conferencias Interreligiosas Ambientales. Son un foro para los líderes religiosos y científicos que hablan sobre la intersección de la fe y las cuestiones ambientales. ICSD ha organizado, junto a nuestros colaboradores, cuatro conferencias ambientales interreligiosas. Las conferencias recibieron cobertura mediática en más de 60 medios de comunicación internacionales. También crean un terreno en común y conducen hacia un cambio positivo entre musulmanes, judíos y cristianos, palestinos e israelíes.

Finalmente, menciono Eco Israel Tours, rama del ICSD que trabaja con grupos conectando la ecología, Israel y las enseñanzas de fe. El recorrido de Yehuda Machane de Jerusalén es uno de los doce programas que se ofrecen. En los últimos cinco años y medio hemos trabajado con más de 3.000 participantes.

¿El ICSD se dirige más específicamente al clero, incluso a seminaristas, ó también a toda aquella persona o institución que se interese por la fe y el medio ambiente?

-Uno de nuestros proyectos está dirigido específicamente a los seminarios, mientras que los otros proyectos están dirigidos a otros públicos.

¿Se sienten ayudados o apoyados por gobiernos, empresas y sociedad civil, ó tienen dificultades para transmitir sus ideas? ¿Quiénes son más sensibles a sus proyectos y tareas?

-La mayor parte de la ayuda filantrópica para nuestro trabajo proviene de fundaciones e individuos. La Embajada de Alemania en Tel Aviv también ha apoyado nuestro trabajo. También tenemos asociaciones y otras ONG, con sede en varios países. ICSD tiene una gama única de alianzas con instituciones religiosas en Israel, lo que permitirá la implementación de nuestros programas ambientales en varias comunidades.

¿Tiene el ICSD algún nuevo proyecto que pueda transmitir?

-El proyecto para “reverdecer” instituciones religiosas en Jerusalén se involucrará en tres instituciones religiosas: una iglesia, una mezquita y una sinagoga o un seminario. Se trata de un proceso de «reverdecimiento» tanto del edificio y los terrenos, así como del contenido educativo que se comunica a los miembros de la congregación. Al menos una institución musulmana, una judía y una cristiana estarán involucradas. El proyecto creará modelos para la transformación ecológica de las instituciones religiosas de Jerusalén, a través del compromiso de educar a sus líderes y miembros sobre las acciones para mejorar el medio ambiente.

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Actualidad

Madre Teresa de Calcuta, una santa para nuestros días

El 4 de septiembre, en el ámbito del Jubileo de la Misericordia y a 19 años de su nacimiento al cielo, el Papa Francisco canoniza en la plaza de San Pedro a la monja de origen albano Madre Teresa de Calcuta, beatificada por san Juan Pablo II en 2003. Premio Nobel de la Paz, hizo del amor a los últimos y a los desheredados su principal misión terrena.

Giovanni Tridente·12 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Una Santa para nuestros días. El domingo 4 de septiembre, el Papa Francisco canoniza en la plaza de San Pedro a la beata Madre Teresa de Calcuta, fundadora de los Misioneros y Misioneras de la Caridad, cuyo apostolado terreno estuvo enteramente dedicado al cuidado de los más pobres y marginados de la sociedad.

Elevándola a los honores de los altares en el Jubileo de la Misericordia, a los diecinueve años de su nacimiento al cielo, el Santo Padre la propone como modelo y esperanza para nuestra época, y de una Iglesia que se ocupa de los que se han quedado atrás o incluso son “descartados” cotidianamente. La Madre Teresa gastó todas sus energías –desde el vigor de los primeros años a los crecientes problemas de salud de los últimos tiempos– a sanar los sufrimientos de los pobres más pobres, de tantos “no queridos, no amados, no atendidos” que encontraba por las calles. Y hoy es señalada como “apóstola de los últimos”.

Hay sólo un Dios, y es un Dios para todos

Una mujer que ha sido capaz de transformar la concepción de las prácticas de asistencialismo, poniendo en el centro el modelo evangélico, que es relación recíproca entre quien da y quien recibe, en la comprensión y en el respeto, compartiendo los estilos y condiciones de vida.

Ella consideraba que “ser rechazado es la peor enfermedad que pueda sufrir un ser humano”, y por eso sus iniciativas tuvieron siempre un carácter inclusivo y acogedor, aun en la diversidad de culturas, lenguas y religiones. “Hay sólo un Dios, y es un Dios para todos”, escribió una vez; por eso “es importante que todos aparezcan iguales ante Él”: “debemos ayudar a un hindú a ser mejor hindú, a un musulmán a ser mejor musulmán, y a un católico a ser mejor católico”.

La Congregación fundada por ella fue reconocida oficialmente en 1950 en la archidiócesis de Calcuta, y poco a poco comenzó a extenderse por varios lugares de la India; la difusión en otros países del mundo, incluidos los comunistas de la antigua Unión Soviética y Cuba, se produjo a partir de 1965, cuando Pablo VI concedió a las Misioneras de la Caridad el derecho pontificio.

Más adelante, la Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad (1963), la rama contemplativa de las hermanas (1979), los Hermanos contemplativos (1979), y los Padres Misioneros de la Caridad (1984), por lo que se refiere a las vocaciones religiosas; pero fundó también la rama laica de los Misioneros y la de los Colaboradores, de diversos credos y nacionalidades, y el Movimiento Corpus Christi (1991) para los sacerdotes que quisieran compartir su carisma. A su muerte, las hermanas de la Madre Teresa eran unas 4.000, presentes en las 610 casas de misión repartidas por 123 países; hoy el número de casas en el mundo es de 758 (242 en India), y las hermanas son 5.150.

En el prefacio al libro “Amemos a quien no es amado” –publicado en las pasadas semanas y que recoge dos intervenciones inéditas de la nueva santa en 1973 en Milán, en un encuentro con jóvenes y religiosas–, sobre el ejemplo de la Madre Teresa, el Papa Francisco invita a los jóvenes a ser “constructores de puentes para vencer a la lógica de la división, del rechazo, del miedo de los unos por los otros” y a ponerse al servicio de los pobres.

Cinco palabras clave

A continuación evidenció 5 palabras clave que resumen bien la trayectoria existencial y misionera de la apóstola de la caridad. Ante todo, la oración, para redescubrir cada día “el gusto de la vida” y “dar una mirada renovada a quien encontramos”. Caridad, para hacerse próximos “a las periferias de los hombres” y “testigos de la caricia de Dios por cada herida de la humanidad”. Misericordia operosa, que para la Madre Teresa fue “la guía de su vida, el camino hacia la santidad, y podría serlo también para nosotros”. Familia, donde destaca la figura de la madre: precisamente a las madres pedía la religiosa albana que llevaran de nuevo “la oración a vuestras familias”, siendo “cada vez más la alegría y el consuelo de Dios”. Finalmente, jóvenes, a los que el Papa, a ejemplo de la santa, pide que “no pierdan la esperanza, que no se dejen robar el futuro”, que vuelen alto, que se nutran de la Palabra de Dios y, dialogando, ofrezcan un testimonio al mundo entero.

Las iniciativas

Las iniciativas previstas para el que ha sido considerado uno de los eventos más significativos del Año Santo de la Misericordia –junto con la traslación y veneración de los restos de san Pío de Pietrelcina y san Leopoldo Mandic en la basílica vaticana, en el mes de febrero– son numerosas.

Después de una gran exposición temática dedicada a la Madre Teresa en el tradicional Meeting de Rímini para la amistad entre los pueblos –la reunión organizada por el movimiento Comunión y Liberación, que se repite desde hace 37 años– el 2 de septiembre, en la basílica de san Juan de Letrán se desarrolla una Vigilia de oración con el cardenal vicario Agostino Vallini, seguida por una solemne adoración eucarística. Las intenciones de oración estarán dirigidas a la santidad de las familias, de los religiosos y especialmente de los sacerdotes, ministros de misericordia. Durante la adoración será posible, además, acercarse al Sacramento de la Confesión en diversos idiomas.

El 3 de septiembre, en la plaza de San Pedro se desarrolla la catequesis jubilar del Papa Francisco, y por la tarde, en la basílica de Sant’Andrea della Valle, está previsto un momento de oración y meditación con arte y música, seguido por la Santa Misa y la veneración de las reliquias de la santa.

El otro acontecimiento importante, después del momento culminante de la canonización del 4 de septiembre en la plaza de San Pedro presidida por el Papa Francisco, será la celebración de la Misa de acción de gracias al día siguiente, presidida por el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, en la primera fiesta litúrgica de la santa.

En la tarde del 5 de septiembre en la basílica de San Juan de Letrán, será posible venerar las reliquias de la religiosa, que estarán expuestas también durante el día siguiente. Los días 7 y 8 de septiembre las reliquias irán a la iglesia de San Gregorio Magno, donde será posible también visitar la habitación de la Madre Teresa en el convento contiguo.

El milagro

El milagro atribuido a la intercesión de la futura santa consiste en la curación, que se produjo en el año 2008, de un hombre brasileño de la diócesis de Santos, hoy de 42 años, que entró en estado de coma en la sala de operaciones por “abscesos cerebrales múltiples  con hidrocefalia obstructiva”, en la práctica el último estadio de un tumor maligno en el cerebro. Tras un retraso de media hora por problemas técnicos, al entrar el cirujano en la sala operatoria, encontró al paciente perfectamente consciente, sentado, despierto y sin síntomas; más tarde se supo que su mujer había pedido a sus conocidos que rezaran a la beata de Calcuta, a la que tenía devoción.

En septiembre del año pasado, la desaparición de la enfermedad fue declarada inexplicable científicamente, de modo unánime por la consulta médica. Sucesivamente llegó también el parecer favorable de los consultores teólogos y de los obispos y cardenales.

Icono del Buen Samaritano

La Madre Teresa está enterrada en Calcuta, en la sede de las Misioneras de la Caridad. Sobre su tumba, sencilla y de color blanco, está escrito el versículo del Evangelio de Juan: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”, en memoria de su extraordinario testimonio de misericordia operosa.

San Juan Pablo II, al proclamarla beata en 2003, dijo de ella: “Icono del buen samaritano, iba por doquier para servir a Cristo en los más pobres de entre los pobres. Ni siquiera los conflictos y las guerras lograban detenerla”. Y añadió: “Con el testimonio de su vida, madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada con la oración y la escucha de la palabra de Dios”. Su grandeza, continuó diciendo el Papa polaco en la homilía, “reside en su habilidad para dar sin tener en cuenta el costo, dar ‘hasta que duela’. Su vida fue un amor radical y una proclamación audaz del Evangelio”.

Cronología

5.9.1997 La Madre Teresa rinde su alma a Dios. A menos de dos años de su muerte se inicia la Causa de Canonización.

19.10.2003 Es beatificada por san Juan Pablo II durante la Jornada Misionera Mundial, tan sólo seis años después de su muerte.

4.9.2016 El Papa la proclama Santa. El milagro atribuido a su intercesión es la curación de un hombre gravemente enfermo.

TribunaPaweł Rytel-Andrianik

La JMJ ha superado todas las expectativas

Hace un mes que concluyó en Cracovia la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Una multitud de jóvenes de infinidad de países se reunió en torno al Papa Francisco y renovó su fe. El acontecimiento tuvo un especial significado para Polonia, sobre el que reflexiona en este artículo el portavoz de la Conferencia Episcopal.

12 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Gracias al estilo directo del Papa, al entusiasmo de los jóvenes y a la buena organización, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en las diócesis y en Cracovia ha superado todas las expectativas. Podríamos decir que este evento ha sido uno de los más importantes de los más de 1.000 años de la historia de Polonia. Por primera vez, un encuentro ha contado con la participación de jóvenes de más de 180 países.

“Jóvenes-sofá”: estas palabras, pronunciadas por el Papa Francisco en italiano y en polaco, expresan que el tiempo que hoy estamos viviendo necesita personas que no confundan la felicidad con la comodidad del sofá y la pereza. Sin duda, para muchos es más fácil y rentable tener jóvenes engañados, que confunden la felicidad con un canapé o un sofá; les conviene más que tener jóvenes inteligentes, que quieran responder a todas las aspiraciones del corazón. “Os pregunto a vosotros: ¿queréis ser jóvenes adormilados, embobados y atontados? ¿Queréis que otros decidan el futuro por vosotros? ¿Queréis ser libres?”, dijo a los jóvenes el Papa Francisco, animándoles dos veces a tomar las riendas de su propia vida y a no jubilarse a los 20 años.

El entusiasmo de la fe es una característica de las JMJ. En Cracovia no ha sido fácil oír a los que hablaban en polaco, porque las calles se han llenado con el canto de personas de todo el mundo. Su entusiasmo, sus sonrisas y su alegría han sido compartidos por los habitantes de Cracovia, que han mostrado su sentido de la hospitalidad acogiendo generosamente a los peregrinos. En los encuentros con el Papa podíamos sentir el ambiente familiar, y el Santo Padre parecía un abuelo dirigiéndose a sus nietos.

Los jóvenes elogiaron la organización de la JMJ. Algunos participantes dijeron que el Campus Misericordiae en Brzegi era la infraestructura más grande y mejor preparada de la historia de las JMJ. Apreciaron los esfuerzos del Estado y de la Iglesia, así como de los voluntarios, para acoger lo mejor posible a los jóvenes provenientes del mundo entero.

Los Obispos de Polonia, como los jóvenes, están muy agradecidos al Santo Padre Francisco por haber escogido Polonia, y en concreto Cracovia para esta JMJ, que ha coincidido con la celebración del 1.050 aniversario del Bautismo de Polonia y con el Jubileo de los Jóvenes, en el Año de la Misericordia. La Santa Misa de despedida ha sido como un envío de chispas de misericordia a todo el mundo. Los jóvenes han aceptado el reto con entusiasmo.

Llegan cada vez más noticias de conversiones de jóvenes que han experimentado la cercanía de Dios y la transformación de su vida después de la JMJ. También se ha despertado en muchas personas el hambre de valores. Es evidente incluso en la web, donde los jóvenes quieren compartir los contenidos de la fe y su espiritualidad. Es mérito de Francisco, que una vez más ha sorprendido a muchos. El sucesor de San Pedro, a sus casi 80 años, ha hablado el lenguaje de los adolescentes, utilizando comparaciones que se imprimían en la imaginación.

Tal vez por primera vez en la historia de la Iglesia se ha oído en la homilía de un Papa la expresión “disco duro”. Los jóvenes, sin embargo, han entendido exactamente lo que expresaban las palabras del Papa: “Fiaos del recuerdo de Dios: su memoria no es un ‘disco duro’ que registra y almacena todos nuestros datos, su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal” (Campus Misericordiae, 31 de julio de 2016). De misma manera, hablaban a la imaginación las palabras: “Ante Jesús no podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados; a él, que nos da la vida, no podemos responderle con un pensamiento o un simple ‘mensajito’”. Pero no se trata sólo del lenguaje con que el Papa habló a los jóvenes, sino también de su significado. Los jóvenes sentían que estaban hablando con alguien cercano a ellos. Volviendo de Polonia, Francisco, confesó a bordo del avión que había hablado con los jóvenes como un abuelo con sus nietos.

Después de la JMJ, la Presidencia de la Conferencia de los Obispos Polacos subrayó: “En los últimos días ha surgido una vez más entre nuestros compatriotas el espíritu comunitario que nuestra Patria tanto necesita para su desarrollo. El espíritu comunitario, extendiendo sus raíces en los 1.050 años en nuestra historia, dio a los polacos durante siglos un fuerte sentido de identidad. Una comunidad de valores, que está por encima de las divisiones, nos hace mirar hacia el futuro de nuestro país con esperanza”.

Con esperanza aguardamos lo que sucederá después de la JMJ de Polonia, confiando en que el tesoro –en sentido bíblico– no quedará enterrado, sino que se multiplicará. Ahora bien, ahora mucho depende de cada uno de nosotros.

Paweł Rytel-Andrianik

El autorPaweł Rytel-Andrianik

Director de la Oficina de Comunicación Internacional, Secretariado de la Conferencia Episcopal de Polonia.

La Iglesia rejuvenece

El 14 de junio se hizo pública la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Iuvenescit Ecclesia (“La Iglesia rejuvenece”), sobre la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos para la vida y misión de la Iglesia.

3 de septiembre de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Tiene fecha del 15 de mayo, solemnidad de Pentecostés, y cuenta con la aprobación expresa del Sumo Pontífice Francisco, en Audiencia concedida al Prefecto de la Congregación el 14 de marzo del presente año. Se trata, pues, de un documento que participa del magisterio ordinario del sucesor de Pedro.

En este caso, concurre además una circunstancia que aumenta el interés de la Carta: es el primer documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe aprobado por Francisco en su pontificado. El objetivo del texto es “recordar, a la luz de la relación entre dones jerárquicos  y carismáticos, los elementos teológicos y eclesiológicos cuya comprensión puede favorecer una participación fecunda y ordenada de las nuevas agregaciones a la comunión y a la misión de la Iglesia”. Tras repasar los elementos fundamentales de la doctrina sobre los carismas en la Escritura y en el Magisterio, ofrece elementos de identidad de los dones jerárquicos y carismáticos y aporta algunos criterios para el discernimiento de los nuevos grupos eclesiales. Aunque el interés se centra en estos nuevos grupos, los fundamentos doctrinales que recuerda la Carta son de enorme importancia para comprender de manera correcta la relación entre el ministerio apostólico y la vida consagrada.

Frente a quienes erróneamente han pre- sentado la relación en la Iglesia entre la dimensión institucional y la carismática en términos de contraste o contraposición, el Magisterio desde san Juan Pablo II ha insistido en que ambas dimensiones son igualmente esenciales (co-esenciales) para la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesús. La coesencialidad no se debe entender a modo de una vía con dos rieles paralelos, sino como surco único en el que anchura y profundidad –aun distinguiéndose– son inseparables, pues, como afirmaba Benedicto XVI, “en la Iglesia también las instituciones esenciales son carismáticas y los carismas deben institucionalizarse de un modo u otro para tener coherencia y continuidad”.

El último documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe aparece así, en tiempo y contenido, como el pórtico que permite entrar en la lectura coherente de algunas intervenciones recientes del Papa. La Carta Apostólica Los bienes temporales, sobre algunas competencias en materia económica y financiera, ofrece nuevas directrices para una mayor transparencia en la administración del patrimonio de la Santa Sede. La Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina, a la vez que desea expresar aprecio, alabanza y agradecimiento por la vida consagrada y la vida contemplativa monástica, ofrece disposiciones sobre doce temas que deberán incorporarse a las Constituciones o Reglas de cada uno de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica: formación, oración, Palabra de Dios, Eucaristía y Reconciliación, vida fraterna en comunidad, autonomía, federaciones, clausura, trabajo, silencio, medios de comunicación y ascesis. El día 4 de agosto, descrito por Francisco, como el día de “un jesuita entre frailes”, el Papa se ha dirigido, por la mañana, a los Dominicos en el encuentro con el Capítulo General de la Orden de los Frailes Predicadores, y por la tarde, a los Franciscanos en la visita a la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís, con ocasión del VIII Centenario del “Perdón de Asís”. Tras la pausa de julio, han vuelto las catequesis en las audiencias de los miércoles centra- das de nuevo en el Año de la misericordia.

La Iglesia ha vuelto a mostrar su rostro rejuvenecido en la Jornada Mundial de la Juventud, concebida por Francisco como “señal profética para Polonia, para Europa y para el mundo”, una señal de esperanza llamada fraternidad, de la que tan necesitada está hoy nuestro mundo en guerra.

El autorRamiro Pellitero

Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.

La unidad que los ortodoxos tienen que reconocer

El esperado concilio pan-ortodoxo, largamente preparado, se ha celebrado en Creta con la ausencia de algunas importantes Iglesias, entre ellas la de Moscú. ¿También un signo, a pesar de todo?

31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Se ha celebrado en la isla de Creta lo que tendría que haber sido –en la intención inicial– el primer concilio panortodoxo después de más de mil años de historia, una reunión de las catorce iglesias de la ortodoxia que reconocen alguna forma de primado de honor del Patriarca de Constantinopla. “Tendría que haber sido”, porque finalmente cuatro de las catorce iglesias ortodoxas no han participado en el concilio, y entre ellas estaba la de Moscú, es decir, la Iglesia ortodoxa más poderosa y numerosa, que engloba a más de la mitad de todos los fieles ortodoxos del mundo.

Se puede analizar los hechos: en enero 2016 todos los primados ortodoxos decidieron celebrar el concilio en junio en Creta, y firmaron la decisión. No obstante haber sido adoptado este acuerdo en una reunión sinodal, en las semanas anteriores al acontecimiento, los jerarcas de algunas Iglesias empezaron a rechazar lo establecido, poniendo nuevamente en discusión documentos y controversias. Hay problemas en el interior de la comunión ortodoxa que han de ser resueltos: la discrepancia entre los patriarcas de Antioquía y Jerusalén acerca de quién tiene que ejercitar su autoridad canónica en la comunidad ortodoxa de Qatar; la petición de una parte de los ortodoxos de Ucrania de fundar una Iglesia autocéfala separada del patriarcado de Moscú; divergencias relativas a la interpretación y planteamiento de las relaciones con los demás cristianos, etc.

Todo esto motivó la decisión de las Iglesias de Moscú, Bulgaria, Georgia y Antioquía de cancelar su participación en el concilio. Si consideramos el acontecimiento –que tiene en realidad características constantes en la historia de los concilios– con ojos “políticos”, veremos una realidad confusa, un concilio (el de Creta) que parece un ejemplo de lo que puede producir la división entre Iglesias que pertenecen a la misma comunión, pero que son en alguna medida “víctimas” del nacionalismo por ser Iglesias-Estados. Sin embargo, si lo miramos con otros ojos (como ha hecho de manera muy clara el Patriarca Bartolomé de Costantinopla), podemos considerar lo que está pasando como una prueba, como un primer paso hacia una unidad que sea un testimonio frente al mundo, abandonando del todo la “mundanidad espiritual”, que es una enfermedad tremenda para todas las Iglesias. Lo sucedido en Creta es interesante en primer lugar para todo el mundo cristiano, y el proceso empezado puede ser un signo también para la paz en el mundo.

El autorOmnes

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Como una madre amorosa

La Carta Apostólica, en forma de Motu proprio "Como una madre amorosa" explicita aún más los cánones del Código de Derecho Canónico en los que se regulan los “motivos graves” que pueden llevar a la remoción de los obispos diocesanos, eparcas y los asimilados a estos por el derecho.

31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

En el último mes hemos recibido del Papa Francisco un nuevo documento muy representativo de su modo de responder, como Sucesor de Pedro, a los desafíos del momento presente. Se trata de la Carta Apostólica, en forma de Motu proprio, titulada Como una madre amorosa, un pequeño texto de carácter normativo que explicita aún más los cánones del Código de Derecho Canónico en los que se regulan los “motivos graves” que pueden llevar a la remoción de los obispos diocesanos, eparcas y los asimilados a estos por el derecho.

Con este documento, el Papa precisa que entre las causas graves se encuentra la negligencia de los obispos en el cumplimiento de su oficio, en concreto en lo relativo a los casos de abusos a menores. El amor que la Iglesia profesa a todos sus hijos, como el de una madre amorosa, se traduce en cuidado y atención especiales hacia los más pequeños e indefensos. La negligencia en la defensa de los desvalidos, como son los niños que han sufrido el horror de los abusos, daña mortalmente el amor de madre y provoca en muchos casos heridas incurables. La firmeza ante la negligencia es exigencia del amor materno y escuela eficaz de prevención. En este Año santo extraordinario, con esta Carta Apostólica, el Papa nos vuelve a mostrar que la misericordia es el entrañable amor materno, que se conmueve ante la fragilidad de su creatura recién nacida y la abraza, supliendo todo lo que le falta para que pueda vivir y crecer. Bajo la perspectiva del amor materno, bien se pueden repasar otras intervenciones del Papa Francisco en las últimas semanas.

Como madre amorosa, continúa el Papa comentando pasajes evangélicos en las catequesis de las Audiencias de los miércoles y de los sábados, para introducirnos en el misterio insondable de la misericordia divina. A través de algunas parábolas de la misericordia se nos ha enseñado la actitud correcta para rezar e invocar la misericordia del Padre. También mediante los milagros, entendidos como signos, Jesucristo nos revela el amor de Dios, como en las bodas de Caná o en la curación del ciego que estaba junto al camino o del leproso que suplicante se acercó a Él. “Jesús nunca permanece indiferente a la oración hecha con humildad y con confianza, rechaza todos los prejuicios humanos, y se muestra cercano, enseñándonos que tampoco nosotros tenemos que tener miedo de acercarnos y tocar al pobre y al excluido, porque en ellos está el mismo Cristo”.

Con la paciente actitud de una madre amorosa, se ha sentado el Papa ante los sacerdotes reunidos para celebrar su Jubileo en este Año Santo y les ha dirigido tres meditaciones dentro del Retiro espiritual organizado con esta ocasión. Mostrando el camino que media entre la distancia y la fiesta, Francisco ha meditado primero sobre la “dignidad avergonzada” y la “vergüenza dignificada”, que es el fruto de la misericordia. Ha meditado después sobre el “receptáculo de la misericordia” que es nuestro pecado y ha presentado a María como recipiente y fuente de misericordia. En la última meditación, ha propuesto centrarse en las obras de misericordia, bajo el título “El buen olor de Cristo y la luz de su misericordia”. El retiro sacerdotal, predicado en la víspera de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, ha sido ocasión preciosa para aconsejarnos que volvamos a leer la Encíclica Haurietis aquas de Pío XII y recordarnos que el centro de la misericordia es el Corazón de Cristo y que “el corazón que Dios une a esa miseria moral nuestra es el corazón de Cristo, su Hijo amado, que late como un solo corazón con el del Padre y el del Espíritu”.

Ejercicio de madre amorosa hemos encontrado, en fin, en el Jubileo de los enfermos y personas discapacitadas, en las audiencias variadas y en el viaje apostólico a Armenia, la tierra de Noé, donde la pequeña comunidad católica y la Iglesia Apostólica Armenia, un siglo después del genocidio de 1915, reciben el abrazo materno del Papa, que quiere con sus palabras y gestos, mostrar la especial solicitud hacia los más desvalidos.

El autorRamiro Pellitero

Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.

TribunaPedro José Caballero

Una educación de calidad exige libertad

Desde la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos se propone una enseñanza de calidad que forme a la persona en libertad, respetando a los padres, principales educadores de los hijos, y sin injerencias ideológicas ajenas a la familia.

31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

La educación, en sentido amplio, es el camino para lograr la plenitud de los valores y aptitudes de cada persona, e incluso la satisfacción personal que produce la autorrealización durante toda la vida. Además, tiene una dimensión solidaria en cuanto permite contribuir a la mejora de la sociedad y, por tanto, a ayudar a los demás. La educación es primordial en la vida de las personas, más aún si tenemos en cuenta que quien renuncia a ella se autolimita.

El derecho a la educación es un derecho básico, recogido en casi todos los tratados, declaraciones y constituciones de los últimos siglos, especialmente a partir de la II Guerra Mundial; y que en España recoge el artículo 27 de la Constitución.

Es cierto que en muchos países aún no se han logrado principios tan esenciales como la plena escolarización –más de 124 millones de menores en edad de cursar estudios básicos no asistían a la escuela según datos de  la ONG Entreculturas, presentados en 2015–, pero también es verdad que se está luchando por conseguirlo y que se han logrado muchos avances en los últimos años.

Este derecho a la educación lo ostenta el niño, pero su ejercicio recae en los padres, que son sus representantes y los primeros educadores. Ellos son los responsables de su educación y es en la familia donde los hijos reciben sus primeros aprendizajes y donde posteriormente van a acudir como referente.

Los padres tienen el derecho y la obligación de educar a sus hijos en el bien, la verdad y la libertad, proporcionándoles una educación acorde con sus propios criterios. Por eso es tan importante la formación de los padres.

Los hijos deben ser educados conforme a los principios y convicciones de sus padres, que serán su referente moral toda la vida, y no conforme a los principios interesados que quiera imponer un estado o partido político.

Por otra parte, los progenitores  no pueden llegar a instruir a sus hijos en todas las ramas del saber instrumental y pedagógico, y por eso la sociedad ha tenido que buscar escuelas que suplan esta función.

Pero no podemos olvidar que la escuela educa por delegación de los padres y, por tanto, su función es secundaria y complementaria a la de la familia. Por eso, las familias acuden a terceras instancias: los colegios o centros educativos.

Esta necesidad social de las escuelas no tiene que suponer que los padres se desentiendan de la formación de sus hijos cargando las responsabilidades educativas sobre la escuela, sino que ambas han de colaborar y de compartir su trabajo y dedicación para lograr la mejor educación posible del alumno, de modo que éste desarrolle al máximo sus potencialidades.

Esta es una de las labores que fomenta y apoya CONCAPA en su defensa de la educación y de la familia dentro de la libertad, porque no puede haber educación de calidad ni formación de la persona sin libertad.

La libertad de enseñanza –educar a nuestros hijos según nuestras convicciones religiosas, morales o pedagógicas– es un derecho reconocido en la mayoría de los países, aunque a menudo no se cumple de una forma efectiva por la tentación totalitaria de algunos gobiernos que pretenden imponer sus ideologías por encima de las de la familia.

Desde CONCAPA seguimos defendiendo enseñanza de calidad en libertad, donde se respete a los padres como principales educadores responsables de los hijos, libres de ingerencias ideológicas ajenas a la familia. De este modo toda la sociedad saldrá ganando, ya que se formarán ciudadanos responsables, respetuosos y libres.

La familia es el referente del niño, del adulto y del anciano. Un referente necesario que –cuando no existe– origina conflictos en la persona.

Es cierto que la familia de hoy funciona de forma diferente a la de hace treinta años, pero por la propia dinámica social, lo que no significa que no tenga que haber unas claves comunes que constituyen el engranaje fundamental de la institución familiar, entre otras, la de introducir a los hijos en los ámbitos más valiosos de la vida: la transcendencia, el amor, la solidaridad, el respeto…

En cuanto a la educación, hay que comenzar hablando de la escuela de la familia para después pasar a otros aspectos como: ¿Quién enseña a los padres a educar a sus hijos? ¿Quién colabora con los padres en la educación de sus hijos? ¿Qué derecho tienen los padres a elegir lo que quieren para sus hijos?

Es evidente que los padres tienen todo el derecho del mundo a elegir lo mejor para sus hijos aunque no siempre se les deja elegir, pero también es cierto que nadie enseña a los padres en su labor de paternidad, sino que van aprendiendo a través de la experiencia, del sentido común, de las lecturas o, en el mejor de los casos, asistiendo a algún curso.

Por eso, es importante esa colaboración con otra entidad, la escuela, que es a quien confía a sus hijos y de quien espera ayuda, por lo que la relación fluida en este campo es fundamental.

Padres, hijos, profesores… es la manera de lograr un clima adecuado que permita avanzar en la educación de los hijos, porque los intereses de cada uno son diversos pero confluyen en el bien del niño.

Además, los padres y profesores conocen una faceta diferente de ese niño que se pueden comunicar entre sí para enriquecer su percepción mutua, sin interferir entre ellos.

El autorPedro José Caballero

Presidente Nacional de CONCAPA

España

Mons. Juan Carlos Elizalde: “El Papa nos pide que levantemos el ánimo de los fieles”

Desde que el 12 de marzo tomara posesión como nuevo obispo de Vitoria, Mons. Juan Carlos Elizalde ha puesto en marcha, entre otras cosas, una misa dominical vespertina para jóvenes en la catedral, y la diócesis, en sintonía con el Papa, ha celebrado recientemente un significativo gesto de solidaridad con los refugiados.

Rafael Hernández Urigüen·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Entre las prioridades pastorales del nuevo obispo de Vitoria está potenciar un buen número de proyectos que están en marcha en la diócesis para atender mejor a los necesitados, fomentar la paz, atender a las familias, impulsar la evangelización y la transmisión de la fe y suscitar vocaciones.

La diócesis de Vitoria pertenece a la provincia eclesiástica de Burgos y tiene por patronos a san Prudencio y a san Ignacio. Con un siglo y medio de existencia, cuenta con dos catedrales (la vieja de Santa María y la nueva de la Inmaculada).

Atiende a sus 330.000 habitantes gracias a sus 432 parroquias y a sus 230 sacerdotes. En misiones hay, además, otros 63 sacerdotes vitorianos. Los religiosos sacerdotes son 72 y los religiosos profesos no sacerdotes son 62. Hay nueve monasterios contemplativos femeninos y uno masculino. El número total de religiosas profesas es de 600. Hay también dos seminaristas mayores. En 2014 fue la última ordenación sacerdotal.

En el último año registrado hubo en la diócesis 1.406 bautizos, 1.358 primeras comuniones, 228 confirmaciones y 343 matrimonios canónicos. Cáritas diocesana invirtió en los necesitados recursos por valor de más de 2 millones y medio de euros y cuenta con 26 centros de atención donde fueron asistidas 18.956 personas.

Antes de nada, agradecemos mucho a Mons. Elialde que haya encontrado hueco en su agenda para atender  esta entrevista, que sin duda  esperan los lectores de Palabra, tanto en España como en Latinoamérica.

            Llega a Vitoria con una rica experiencia, que abarca la pastoral universitaria, la animación del Camino de Santiago desde la Colegiata de Roncesvalles (donde ha ejercido su ministerio como prior) y también en la curia diocesana de Pamplona. ¿Considera que esa experiencia puede inspirar su nuevo ministerio episcopal?

–Es verdad que lo que uno hace le va haciendo, configurando y formando. El nuncio, para animarme en mi nueva y tarea, me dijo: “No se preocupe. Lo que el Papa quiere es que usted sea en Vitoria como era en Roncesvalles, en Pamplona o en la universidad. Y el Camino de Santiago es como una parábola de la vida, que es camino, proceso, maduración, crecimiento”.

A mí esto me ayuda a acompañar y a creer aprovechando los cambios que toda persona tiene que afrontar. La experiencia de vicario episcopal en Pamplona me ha enseñado a estar cerca de mis hermanos sacerdotes, incondicionalmente. Y la universidad me confirma que los jóvenes son la alegría y el futuro de la Iglesia y que, por tanto, tienen que estar en el corazón de mi ministerio episcopal.

La diócesis de Vitoria cuenta con la tradición de un movimiento sacerdotal que buscaba en  el ejercicio  del ministerio la principal fuente de espiritualidad. ¿Cómo traducirlo en la actualidad, de manera que contribuya a la revitalización del seminario diocesano?

–La alegría sacerdotal creo que es la primera fuente de vocaciones. Entiendo que hoy el perfil del sacerdote, la identidad sacerdotal es muy clara. Cuando uno relee los textos sacerdotales del Magisterio de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta ahora y piensa en el perfil sacerdotal de los últimos Papas, uno se emociona. ¿Qué sacerdote no va a caber ahí?

Si uno sabe quién es y está compartiendo el sacerdocio con amigos sacerdotes, casi es inevitable contagiarlo. Desde esa alegría sacerdotal surgirán iniciativas creativas para promocionar las vocaciones: testimonios, peregrinaciones, encuentros de oración, acompañamiento personal y mil actividades más.

Vitoria tiene colegios católicos de prestigio y una juventud que dispone de medios de acceso a la cultura. ¿Cómo podrían apoyar en concreto a la animación vocacional? ¿Desde su experiencia, cómo cree que se fomentan mejor las inquietudes vocacionales en el ámbito de la enseñanza?

–La diócesis de Vitoria es la Iglesia que peregrina en Vitoria. Incluye, claro, a los grandes colegios y a sus religiosos y religiosas. Los jóvenes tienen que reconocerse como cristianos fuera del aula también y eso implica una red de celebraciones, eventos, encuentros y campos de colaboración y de servicio. Ahí estamos todos, y si el joven tiene a su lado sacerdotes, religiosas y religiosos y matrimonios a los que quiere y valora, seguro que se sentirá llamado vocacionalmente.

Vitoria  es también una ciudad universitaria. Cuenta con varios centros de la Universidad Pública y también escuelas privadas. Si no recuerdo mal, suman diez entre facultades y escuelas. ¿Cómo piensa trasladar su experiencia universitaria a la capital alavesa? ¿Qué diría de este campo específico de evangelización?

–Es un campo tan apasionante como difícil. Muchos de los que estudian en el campus de Vitoria no son de Álava y no dejan de estar de paso. Los más comprometidos de los cristianos alaveses ya están comprometidos en sus parroquias y comunidades de origen y esa es una de las razones por las que no es fácil trabajar en la universidad.

La propuesta actual de pastoral universitaria es crear foros de trabajo donde quepa un encuentro fe-cultura, un crecimiento intelectual de los militantes cristianos y una forma de evangelizar a los jóvenes. Es una periferia que hay que atender con creatividad y altura. Creo que Vitoria lo está haciendo bien. Quizás habría que impulsar más la interrelación de la pastoral universitaria con el trabajo que se hace con toda la juventud y con la labor vocacional.

Al conocerse su nombramiento, se subrayó también su amplia experiencia en el mundo de los medios de comunicación. El Papa Francisco insiste con su magisterio y testimonio constantes en la importancia de evangelizar desde las distintas plataformas que conforman la opinión pública. ¿Qué ideas prácticas podría sugerir en este ámbito?

–De verdad que no soy ningún experto. Creo que la comunicación transparente  y profunda hace mucho bien y crea una dinámica de confianza, interés y cercanía hacia la Iglesia y el mensaje de Jesús. Admiro a la gente que maneja maravillosamente las redes y comunica cosas que merecen la pena. Hay que “subirse a ese carro” porque se hace mucho bien y nosotros los cristianos tenemos algo grandioso que comunicar. Tendríamos que ir de la mano de los profesionales de la comunicación y de la frescura de los jóvenes que son tan creativos a la hora transmitir el interior.

Vitoria es la capital de la Comunidad Autónoma Vasca. ¿Ha tomado contacto ya con las autoridades civiles? ¿Cómo ve la cooperación de la Iglesia con las instituciones políticas en el ámbito concreto y plural de Euskadi?

–Sí, me he reunido con tranquilidad con las autoridades locales y autonómicas. La mayoría están estrenando mandato y, por tanto, he comprobado que tienen mucha ilusión y que hay muchos puntos de interés común, aunque también hay temas irreconciliables. Hemos coincidido después en muchos eventos.

Tanto en los encuentros formales como en los más ocasionales he reivindicado el hecho religioso como parte de la vida, inspirador de las conductas más nobles y, en consecuencia, un bien social y no algo marginal, reducido a la esfera privada y sin ningún tipo de visibilidad, reconocimiento o apoyo social. Creo que los cristianos debemos ayudar a que los gobernantes descubran la contribución de la Iglesia a la sociedad y, desde ahí, solicitar su colaboración, pues se trata de algo que afecta al bien común.

¿Querría añadir alguna otra cosa?

–Aún estoy bajo la emoción de mi ordenación episcopal, pero tengo que reconocer que nunca he rezado tanto ni nunca he notado tanto la oración de los hermanos. Cuando la misión del Señor desborda, hay que ir a lo fundamental y apoyarse en lo que no te puede fallar. Sorprendentemente estoy sereno y contento, confiado en el Señor, en sus mediaciones y en la plegaria de los pacientes lectores. El Papa Francisco, cuando le saludé en la Plaza de San Pedro con ocasión de mi nombramiento, me dijo que los pastores tenemos que levantar el ánimo de nuestras comunidades, porque a veces está un poco bajo. Y es una observación que tengo muy presente.

El autorRafael Hernández Urigüen

Cultura

Hilary Putnam (1926-2016): un filósofo americano

Hilary Putnam ha sido uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Su pensamiento ha evolucionado desde el cientismo más estricto del Círculo de Viena hasta un pragmatismo abierto en el que hay un amplio espacio para el conocimiento no científico, las humanidades, la ética, la estética y la religión.

Jaime Nubiola·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos

El pasado 13 de marzo fallecía en su casa en Arlington, cerca de Boston, a los 89 años de edad, el filósofo norteamericano Hilary Putnam. Como escribía Martha Nussbaum en un emocionante obituario en el Huffington Post, “los Estados Unidos han perdido a uno de los más grandes filósofos que esta nación ha producido. Los que tuvieron la suerte de conocerle como estudiantes, compañeros y amigos recuerdan su vida con profunda gratitud y amor, ya que Hilary no solo era un gran filósofo, sino sobre todo un ser humano de una extraordinaria generosidad”. Putnam ha sido un gigante de la filosofía americana, que ha enseñado a generaciones de estudiantes en Harvard y que a través de sus numerosas publicaciones ha invitado a pensar a muchísima gente. Un rasgo muy llamativo de su personalidad era su amable cordialidad y una extraordinaria humildad intelectual que rechazaba de plano todo culto a la personalidad. En mi caso, mi deuda para con él es enorme tanto en lo personal como en lo intelectual, y con estas líneas quiero tributar un emocionado homenaje a quien ha sido mi “maestro americano” a lo largo de los últimos 25 años.

Nacido en Chicago en 1926, estudió matemáticas y filosofía en Pensilvania. Obtuvo el doctorado en 1951 en la Universidad de California, Los Ángeles, con una tesis sobre la justificación de la inducción y el significado de la probabilidad. Estos eran temas centrales del trabajo de su director de tesis Hans Reichenbach, miembro destacado del Círculo de Viena y emigrado a los Estados Unidos a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Entre los alumnos de Reichenbach se encontraba Ruth Anna, filósofa también, con la que Hilary Putnam se casaría en 1962. En 1965 Putnam se incorporó al prestigioso Departamento de Filosofía de la Universidad de Harvard, donde ocupó hasta su jubilación en mayo del año 2000 la cátedra Walter Beverly Pearson de Matemática Moderna y Lógica Matemática. Antes de incorporarse a Harvard había enseñado en Northwestern, Princeton y en el MIT.

Pensador de vanguardia

Sin duda alguna, puede afirmarse con rotundidad que Putnam fue un pensador de vanguardia. Como escribió Stegmüller, puede decirse de él que en su evolución intelectual ha compendiado la mayor parte de la filosofía de la segunda mitad del siglo XX.

Su producción filosófica se centró durante décadas en los grandes temas de la discusión contemporánea en filosofía de la ciencia y filosofía del lenguaje. Sus artículos están escritos con un rigor extraordinario, en conversación –mejor dicho, en discusión– con Rudolf Carnap, Willard Quine y sus colegas de la filosofía académica angloamericana. Además de la calidad de su escritura, impresiona la delicada discriminación a la que somete los problemas más dificultosos para ganar en su comprensión. Con su manera de trabajar, Putnam enseña que la filosofía es difícil, es decir, que la reflexión filosófica –tal como sucede en las demás áreas del saber cuando se llega a las cuestiones más básicas– tiene una complejidad técnica considerable. Por supuesto Putnam sabía que muchos de los problemas filosóficos son a fin de cuentas irresolubles, pero gustaba repetir con palabras de su amigo Stanley Cavell: “Hay maneras mejores y peores de pensar acerca de ellos”.

De entre su amplísima producción filosófica me gusta destacar su libro Renewing Philosophy, en el que reúne las Gifford Lectures impartidas en la University of St Andrews en 1990, quizá porque en el verano de 1992 estaba yo en Harvard con él y me dejó leer las galeradas. Como el título sugiere, esas páginas están escritas con la convicción de que la penosa situación de la filosofía en la actualidad reclama una revitalización, una renovación temática. Putnam concebía aquel libro como un diagnóstico de la situación de la filosofía y sugería las direcciones que podría tomar esa renovación. Putnam no escribía un manifiesto, sino que mostraba un estilo de hacer filosofía, de aunar el rigor y la relevancia humana, que son las propiedades que se han considerado como distintivas de dos modos radicalmente opuestos de hacer filosofía, la filosofía analítica angloamericana y la filosofía europea.

Hilary Putnam nunca se dejó llevar por los vientos de las modas intelectuales y –lo que no es frecuente entre los filósofos– ha rectificado una y otra vez sus opiniones conforme ha ido afinando en su comprensión de los problemas que abordaba. Eso ha llevado a algunos a acusarle de volubilidad filosófica, pero me parece a mí que la capacidad de rectificar es realmente la marca distintiva del amor a la verdad. “Antes pensaba esto…, en cambio ahora pienso esto otro”. Tal como hacemos todos en nuestra vida ordinaria que cambiamos de parecer cuando recibimos nuevos datos y comprendemos mejores razones, ¿por qué iba a ser distinto al hacer filosofía?

En este sentido, merece la pena transcribir lo que escribía en el prólogo de su reciente Philosophy in an Age of Science (2012): “Hace mucho abandoné las (diferentes) versiones del empirismo lógico de Carnap y de Reichenbach, pero continúo sacando inspiración de la convicción de Reichenbach de que el examen filosófico de la mejor ciencia contemporánea y pasada es de gran importancia filosófica, y del ejemplo de Carnap en su continuo re-examen y crítica de sus propias opiniones anteriores, así como del compromiso político y moral tanto de Carnap como de Reichenbach”.

Sin embargo, lo que quizás algunos no le han perdonado ha sido su conversión a la religión de sus abuelos, el judaísmo. En las últimas décadas de su vida comenzó a dedicar veinte minutos al día a las plegarias judías tradicionales y poco a poco la reflexión sobre ética y religión fue apareciendo cada vez con más frecuencia en sus textos: “Como judío practicante” –explicaba en Cómo renovar la filosofía–, “soy alguien para quien la dimensión religiosa de la vida es cada vez más importante, aunque sea una dimensión sobre la que no sé cómo filosofar, excepto indirectamente. Cuando empecé a enseñar filosofía, a principios de los años 50, me consideraba un filósofo de la ciencia (aunque en una interpretación generosa de la expresión ‘filosofía de la ciencia’ incluía la filosofía del lenguaje y la filosofía de lo mental). Quienes conozcan mis escritos de aquella etapa pueden preguntarse cómo conciliaba mi vena religiosa, que incluso entonces estaba en cierta medida detrás, con mi concepción general del mundo materialista-científica en aquel tiempo. La respuesta es que no las reconciliaba: era un concienzudo ateo y era un creyente; simplemente mantenía separadas esas dos partes de mí mismo”.

Esta “doble vida”, estas dos partes divididas de sí mismo, no le resultaba satisfactoria en su última etapa: “Soy una persona religiosa y a la vez un filósofo naturalista, pero no un reduccionista”, escribió a este respecto en su recentísima autobiografía con la que se abre el grueso volumen dedicado a él en la Library of Living Philosophers. Recuerdo ahora que Putnam me llamaba a veces “el pragmatista católico”: gracias a él había yo descubierto la filosofía pragmatista y el pensamiento de Charles S. Peirce al que me he dedicado desde 1992. Rezo ahora por su eterno descanso y confío en algún día poder proseguir las amables conversaciones con este gigante de la filosofía que no tuvo miedo en reconocer abiertamente su religiosidad en un mundo académico paganizado.

Iniciativas

Investigar los secretos del éxito en el matrimonio

Omnes·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Cuando dos jóvenes se unen en matrimonio lo hacen con la ilusión de amarse y de unir sus vidas para siempre. No obstante, las cifras oficiales muestran de manera alarmante que muchas parejas abandonan ese sueño en alguna parte del camino: el número de rupturas matrimoniales crece de manera paulatina todos los años.

— Jokin de Irala, Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública. Investigador principal del proyecto «Educación de la afectividad y la sexualidad humana» (EASH) del Instituto cultura y sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra.

—Alfonso Osorio, Investigador del proyecto EASH y profesor de Psicología en la Universidad de Navarra.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2014 se celebraron en España 162.554 matrimonios. El mismo año se produjeron 105.893 sentencias de nulidades, separaciones y divorcios, lo que supuso una proporción de 2,3 por cada 1.000 habitantes. Es un 5,4 % superior a lo que se registró en 2013.

Las cifras resultan preocupantes porque el divorcio no solo supone un impacto negativo para la pareja -según estudios, las personas divorciadas padecen más problemas relacionados con la salud-, sino también para los hijos y para la sociedad en general.

 

Cultura

Martín Ibarra Benlloch. La memoria de los mártires

Martín Ibarra Benlloch tiene 54 años, está casado y es padre de familia numerosa. Es doctor en Historia y profesor en la Universidad de Navarra y en la de Zaragoza. Compagina su labor universitaria con la presidencia de la Comisión Histórica de los Mártires de la diócesis de Barbastro Monzón.

Omnes·31 de agosto de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Martín Ibarra es una persona especialmente comprometida con la memoria de los mártires españoles del siglo XX. Historiador especializado en historia Antigua, en concreto en la mujer de la Antigüedad, en el año 1998 comenzó a trabajar como director del archivo del santuario de Torreciudad y en el Instituto Mariológico. En el año 2004 el obispo de Barbastro-Monzón le pidió que ayudara en la causa de los mártires en la Comisión Histórica de la diócesis.

“Fruto de esa investigación conocí a mucha gente. Reuní mucha documentación que publiqué en un libro de dos tomos sobre la persecución religiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón. Es un libro que comienza en el año 1931 y termina en el año 1941. En él se estudia la persecución religiosa en España explicando las causas de la persecución y las consecuencias como un fenómeno único”, señala. A raíz de esta publicación llegó a la conclusión de que en apariencia sabemos mucho de los mártires pero que en realidad sabemos muy poco. “A mí me hacen cinco o seis preguntas de cada uno de los mártires y no sé ni responderlas. De muchos no tengo ni siquiera la foto. En la Antigüedad hubo muchos mártires, pero nadie recogió bien la información sobre ellos. Como consecuencia, con el paso de los años y los siglos, la gente empezó a inventar relatos”, explica.

Para evitar situaciones similares con los mártires de los siglos XX y XXI, decidió  recoger la máxima información posible sobre ellos. “Me junté con varias personas amigas de los mártires y sacamos adelante las Jornadas Martiriales de Barbastro. He contado con el apoyo de los Claretianos, que tienen en Barbastro el Museo de los Mártires Claretianos, un museo único. Tienen un montón de reliquias, de objetos que pertenecieron a los mártires. He contado con ese apoyo y luego he ido recabando apoyo de otras personas, en su mayoría laicos, pero también de sacerdotes y de instituciones religiosas”.

Fruto de esos apoyos nacieron las Jornadas Martiriales de Barbastro, cuya primera edición se celebró en 2013. Las jornadas suelen contar con la presencia de catedráticos de universidad, sacerdotes, religiosos, familiares de los mártires y laicos interesados en los mártires. Además de las mesas redondas, organizan conciertos de música martirial, presentación de libros, proyección de cine y concursos de cortometrajes.

“Por un lado hemos conseguido que estas jornadas se conviertan en un referente en toda España, aunque son jornadas humildes. Por otro, hemos conseguido que por primera vez haya una difusión clara de este asunto al margen de los procesos de beatificación de martirio”, destaca. Martín lamenta que una vez que se beatificaba a los mártires ya no se volvía a hablar de ellos, “y eso no tiene sentido. Hay que hablar mucho antes y, sobre todo, después de beatificados. Hay que dar mucha información de ellos”.

Así fue cómo se le ocurrió, a él y al resto de miembros de la Comisión Histórica de la diócesis, poner en marcha el concurso de cortometrajes sobre mártires en el contexto de las jornadas. “La idea es muy sencilla. Si hay un grupo de gente joven proveniente de parroquias, colegios, institutos, universidades…, que deciden hacer un cortometraje sobre un mártir, al final va a terminar interesándose por saber quién era esa persona. Van a pedir documentación, van a investigar…. En el caso de los pueblos, si esto lo hacen en el lugar de donde era el mártir, van a acabar recogiendo mucha documentación que nosotros en los obispados no tenemos. Es la forma de salvar mucha información que de otro modo se podría perder. Además, de esta manera, los jóvenes que participan en un cortometraje se van llenando de valores buenos que tenían los mártires”.

España

Cristianismo y emotividad

Omnes·30 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 7 minutos

“¿Por qué no detenernos a hablar de los sentimientos y de la sexualidad en el matrimonio?”, se pregunta el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia (n. 142). La cuestión ha inquietado a antropólogos e historiadores desde que Roland Barthes denunció la postergación de los sentimientos en la Historia: “¿Quién hará la historia de las lágrimas? ¿En qué sociedades, en qué tiempos se ha llorado?”

— Álvaro Fernández de Córdova Miralles, Universidad de Navarra

Recientes investigaciones han revelado la influencia del cristianismo en la emotividad occidental. Su historia, olvidada y laberíntica, debe rescatarse.

Pocas frases han tenido mayor repercusión que la exhortación de san Pablo a los Filipenses “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Jesús” (Fl 2, 5). ¿Cabe un análisis histórico de esta singular propuesta? Hace setenta años, Lucien Febvre se refería a la historia de los sentimientos como a “esa gran muda”, y décadas después Roland Barthes se preguntaba: “¿Quién hará la historia de las lágrimas? ¿En qué sociedades, en qué tiempos se ha llorado? ¿Desde cuándo los hombres (y no las mujeres) ya no lloran? ¿Por qué la “sensibilidad” en cierto momento se ha vuelto ‘sensiblería’?”.

Tras el giro cultural experimentado por la historiografía en los últimos decenios, se ha abierto una nueva frontera para los investigadores que ha recibido el nombre de giro emocional (emotional turn). Aunque sus contornos son aún difusos, la historia del dolor, la risa, el temor o la pasión, permitiría conocer las raíces de nuestra sensibilidad, y advertir la huella del cristianismo en el paisaje de los sentimientos humanos. El período medieval se ha revelado, en este sentido, un lugar privilegiado para estudiar el paso de las estructuras psíquicas del mundo antiguo a las formas de la sensibilidad moderna. Para ello ha sido necesario sustituir las categorías de “infantilismo” o “desorden sentimental” adjudicadas al hombre medieval (M. Bloch y J. Huizinga), por una lectura más racional del código emocional que dio forma a los valores occidentales (D. Boquet y P. Nagy).

De la apatheia griega a las novedades evangélicas (s. I-V)

La historia de los sentimientos medievales parte de la “cristianización de los afectos” en las sociedades paganas de la Antigüedad Tardía. El choque no pudo ser más drástico entre el ideal estoico de la apatheia (liberación de toda pasión concebida en términos negativos) y el nuevo Dios que los cristianos definían con un sentimiento: Amor. Un amor que el Padre manifestó a los hombres entregando a su propio Hijo, Jesucristo, que no ocultó sus lágrimas, ni su ternura, ni su pasión por sus hermanos los hombres. Conscientes de ello, los intelectuales cristianos promovieron la dimensión afectiva del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, considerando que suprimir los afectos suponía “castrar al hombre” (castrare hominem), como afirma Lactancio en expresiva metáfora.

Fue San Agustín –padre de la afectividad medieval– quien mejor integró la novedad cristiana y el pensamiento clásico con su teoría del “gobierno” de las emociones: los sentimientos debían someterse al alma racional para purificar el desorden introducido por el pecado original, y distinguir los deseos que conducen a la virtud de los que llevan al vicio. Su consecuencia en la institución matrimonial fue la incorporación del deseo carnal –condenado por los ebionitas– al amor marital (Clemente de Alejandría), y la defensa del vínculo frente a las tendencias disgregadoras que lo banalizaban (adulterio, divorcio o segundas nupcias).

No se trataba de una austeridad moral más o menos admirada por los paganos. Era el camino hacia la “pureza de corazón” que llevó a vírgenes y célibes a las más altas cotas del liderazgo cristiano por el autodominio y la reorientación de la voluntad que suponía.

Eros destructor y Eros unitivo (s. V-VII)

El nuevo equilibrio psicológico tomó forma gracias a las primeras reglas que promovían el ejercicio ascético y la práctica de la caridad en aquellas “utopías fraternales vivientes” que fueron los primeros monasterios. Clérigos y monjes se afanaron por cartografiar el proceso de conversión de las emociones, y reconstruir la estructura de la personalidad humana actuando sobre el cuerpo: éste no era un enemigo a abatir, sino un vehículo para unir a la criatura con el Creador (P. Brown).

El ideal de la virginidad, fundado en la unión con Dios, no estaba tan lejos del ideal del matrimonio cristiano asentado en la fidelidad y refractario a las prácticas divorcistas y poliándricas extendidas entre las sociedades germánicas de Occidente. Así lo revela la alianza entre los monasterios irlandeses y la aristocracia merovingia, que grababa en sus lápidas funerarias los términos carissimus (-a) o dulcissimus (-a) referidos a un marido, una esposa o un hijo; signo de la impregnación cristiana de aquellas “comunidades emocionales” que pretendían escapar a la cólera y al derecho de venganza (faide) (B. H. Rosenwein).

La mentalidad común no evolucionó tan rápidamente. Las prohibiciones eclesiásticas contra el rapto, el incesto, o lo que hoy llamaríamos “violencia doméstica”, no se asumieron hasta el siglo X. En ningún texto, ni laico ni clerical, se emplea la palabra amor en sentido positivo. Su contenido semántico estaba lastrado por la pasión posesiva y destructora que desembocaba en los crímenes descritos por Gregorio de Tours.

Poco se sabía entonces de la extraña expresión charitas coniugalis, usada por el papa Inocencio I (411-417) para describir la ternura y amistad que caracterizaba la gracia conyugal. La dicotomía de ambos “amores” se refleja en las notas de aquel escolar del siglo XI: amor, deseo que trata de acapararlo todo; caridad, tierna unidad” (M. Roche). Idea que reaparece en Amoris laetitia: “El amor matrimonial lleva a procurar que toda la vida emotiva se convierta en un bien para la familia y esté al servicio de la vida en común” (n. 146).

Lágrimas carolingias (s. VIII-IX)

Apoyándose en el optimismo antropológico  cristiano, los reformadores carolingios revindicaron la igualdad de los sexos con una insistencia casi revolucionaria, considerando la conyugalidad el único bien que Adán y Eva conservaron de su paso por el Paraíso (P. Toubert).

En este contexto emergió una nueva religiosidad laica, que invitaba a una relación menos “ritual” y más íntima con Dios, enlazando con la mejor plegaria agustiniana. Comenzó a valorarse el dolor o la compunción por los pecados cometidos, que llevaba a gestos tan ampulosos como la penitencia pública de Luis el Piadoso por el asesinato de su sobrino Bernardo (822). Aparecieron entonces las misas “de petición de lágrimas” (Pro petitione lacrimarum): lágrimas de amor de Dios que mueven el corazón del pecador y purifican sus pecados pasados.

Este sentimiento, solicitado como gracia, está en la base del don de lágrimas, considerado signo de la imitación de Cristo que lloró tres veces en las Escrituras: tras la muerte de Lázaro, ante Jerusalén y en el huerto de los Olivos. Mérito o don, virtud o gracia, habitus (“disposición habitual” según Santo Tomas de Aquino) o carisma, los hombres píos van en busca de las lágrimas que, a partir del siglo XI, se convierten en criterio de santidad (P. Nagy).

La revolución del amor (s. XII)

Los hallazgos psicológicos más audaces se produjeron en dos ámbitos aparentemente antitéticos. Mientras los canonistas defendían el libre intercambio de consentimiento para la validez del matrimonio, en las cortes provenzales se inventó el fin d’amors (“amor cortés”) –tantas veces adulterino– que explotaba los sentimientos de alegría, libertad o angustia, frente a los casamientos impuestos por el linaje. Clérigos y segundones de la aristocracia descubrieron entonces el amor de elección (de dilection) donde el otro es amado en su alteridad por lo que es, y no por lo que aporta al cónyuge o al clan. Un amor libre y exclusivo que facilitaba la entrega de cuerpos y almas, como expresó Andrea Capellanus y experimentaron aquellos trovadores occitanos que pasaron del amor humano al divino profesando en un monasterio (J. Leclercq).

Los nuevos descubrimientos tardaron en impregnar la institución matrimonial, plegada a los intereses políticos y económicos del linaje. Entre los siglos XI al XIV la familia extensa (parentela de distintas generaciones) fue progresivamente sustituida por la célula conyugal (los esposos con sus hijos), debido en buena parte al triunfo del matrimonio cristiano elevado ahora a sacramento. Los canonistas más audaces desarrollaron el concepto de “afecto marital” (affectio maritalis) que contemplaba la fidelidad y las obligaciones recíprocas de la unión conyugal, más allá de la función social que se le venía asignando.

El camino hacia la santidad fue más lento. Se impulsó en el siglo XIII al ser canonizados cuatro laicos casados (san Homobono de Cremona, santa Isabel de Hungría, santa Eduvigis de Silesia y san Luis de Francia), que retomaban la santidad laical del cristianismo antiguo, aunque el ideal esponsal no se reflejara en los procesos conservados como camino específico de perfección (A. Vauchez).

De la emoción mística a los debates de la modernidad (s. XIV-XX)

La crisis socio-económica del siglo XIV modificó la cartografía sentimental del Occidente europeo. La devoción religiosa comenzó a identificarse con la emoción que encarnaba. Fue la conquista mística de la emoción. Mujeres laicas como Marie d’Oignies († 1213), Angela da Foligno († 1309) o Clara de Rímini († 1324-29) desarrollaron una religiosidad demostrativa y sensorial, cargada de un misticismo arrebatador. Se buscaba ver, imaginar e incorporar los sufrimientos de Cristo, pues su Pasión adquirió el lugar central de las devociones. Nunca hasta entonces las lágrimas se hicieron tan plásticas, ni se representaron con la fuerza de un Giotto o un Van der Weyden.

Las emociones medievales dejaron un profundo surco en el rostro del hombre moderno. El protestantismo radicalizó las notas agustinianas más pesimistas, y el calvinismo reprimió sus expresiones con una estricta moralidad centrada en el trabajo y la riqueza (M. Weber). En esta encrucijada antropológica, los sentimientos oscilaron entre el menosprecio racionalista y la exaltación romántica, mientras la educación se debatía entre el naturalismo roussoniano y el rigorismo que introducía en los cuentos infantiles la consigna “los niños no lloran”.

No fue por mucho tiempo. El romanticismo amoroso barrió al puritanismo burgués de la institución matrimonial, de manera que hacia 1880 las uniones impuestas –tan combatidas por los teólogos medievales– se convirtieron en una reliquia del pasado. El sentimiento se erigió en garante de una unión conyugal progresivamente fracturada por la mentalidad divorcista y una afectividad contaminada de hedonismo que triunfó en mayo del 68. No todo fue positivo. El desconcierto emocional de los adolescentes, el vagabundeo sexual o el aumento de abortos son consecuencia de aquel sistema idealista y naif que ha dado paso a otro realista y sórdido llamado a replantearse el sentido de sus conquistas.

La Amoris laetitia es una invitación a hacerlo escuchando la voz de aquellos sentimientos que el cristianismo rescató de la atonía clásica, orientó a la unión familiar y proyectó a las cimas de la emoción mística. Paradójicamente, la grandeza de su historia espejea en la superficie de sus sombras: las lágrimas de agua y de sal descubiertas por los mismos carolingios que apuntalaron la unión conyugal. El papa Francisco ha querido rescatarlas, consciente quizá de aquellas palabras que Tolkien puso en boca de Gandalf: “No os diré: no lloréis; pues no todas las lágrimas son amargas”

Vaticano

La urgencia de una misión de proximidad

Giovanni Tridente·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En varias ocasiones durante las últimas semanas, el Santo Padre ha reiterado la importancia de la atención a cada criatura, en particular a quien padece necesidad o sufre.

— Giovanni Tridente, Roma

@gnntridente 

Diálogo, paz y solidaridad, salud, sufrimiento y consolación, pero también pobreza e inmigración, proximidad en la misión, economía inclusiva y cuidado de la creación. Son los ejes centrales de la mayor parte de los discursos del Papa Francisco en las audiencias habidas con diversos interlocutores en las pasadas semanas. El hilo conductor es siempre el mismo: la atención a todo individuo que habita la tierra, en particular, a aquellos que se encuentran en situaciones de necesidad o en la condición de víctimas de los más disparatados “sistemas” corruptos…

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Experiencias

Mons. Juan del Río: “El militar tiene una religiosidad natural innata”

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

El Servicio de Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas españolas (SARFAS) ha cumplido 25 años. El Seminario castrense celebró también el 18 de abril sus cinco lustros de vida. El arzobispo castrense, Mons. Juan del Río, explica la específica tarea de su arzobispado para garantizar la asistencia religiosa a militares, policías y sus familias.

— Enrique Carlier

En el contexto de los 25 años del SARFAS y del Seminario castrense, el 16 de abril tuvo lugar en el arzobispado castrense un emotivo encuentro al que acudieron los rectores, formadores y sacerdotes que han pasado por el Seminario castrense a lo largo de sus veinticinco años de existencia. En el encuentro se rindió homenaje al cardenal José Manuel Estepa Llaurens, quien erigió el seminario castrense y fue también uno de los redactores de la Constitución apostólica Spirituali militum curae.

Esta Constitución, que regula la atención espiritual a los militares a través de los ordinariatos castrenses, fue firmada por san Juan Pablo II el 21 de abril de 1986.

El 17 de abril, y coincidiendo con la Jornada mundial de oración por las vocaciones, Mons. del Río presidió la ordenación de un nuevo presbítero castrense.

Sobre el SARFAS, el seminario castrense y la peculiar tarea pastoral que lleva a cabo el arzobispado castrense, conversamos con quien está a la cabeza de esta circunscripción eclesiástica: Mons. Juan del Río. Nos recibe en su despacho de la calle del Nuncio, donde destaca una imagen no pequeña de la Macarena que apunta el pasado hispalense del arzobispo, confirmado luego al oír su nítido acento andaluz.

¿Qué es exactamente el SARFAS?
Se trata del Servicio de Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas. Se estableció por el Real Decreto 1145, de 7 de septiembre de 1990, y desarrolla el acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español sobre asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas del 3 de enero de 1979.

El arzobispado castrense presta la parte de este servicio que asiste religiosa y espiritualmente a los miembros católicos de las Fuerzas Armadas y de la Policía.

¿Qué novedad ha traído el SARFAS con respecto a la configuración del antiguo cuerpo eclesiástico del ejército?
—El SARFAS es fruto de un paso importante que se dio en 1990 cuando los antiguos capellanes del cuerpo eclesiástico, que tenían entonces condición militar, pasaron a una nueva configuración. En ella se acentúan más los aspectos pastorales del capellán castrense y de la presencia de la Iglesia católica en las Fuerzas Armadas.

Actualidad

Cuidados paliativos: atención integral cuando lo importante es el bienestar

Pocas situaciones son tan delicadas como la última etapa de la vida, y en pocas hay tanta falta de claridad. Junto a los cuidados paliativos (“una forma privilegiada de caridad desinteresada”, dice el Catecismo) se manejan conceptos como muerte digna y eutanasia, o se desconoce el objetivo de la sedación.

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Tratar lo mejor posible a cada persona cuando se acerca al final de su vida es, sin duda, un reto muy importante. Un paciente, en cierta ocasión, comentaba a su doctor: “Usted tiene una especialidad un poco ingrata, los pacientes y sus familiares esperamos que los médicos curen; sin embargo, usted no los cura, usted controla que no tengan dolor y ¡que no sufran!”.

Este comentario, que nos hace reflexionar, permite reconocer una parte de la verdad. En el ámbito de los cuidados paliativos, los médicos curan las enfermedades comunes del paciente, aquellas que se pueden curar. Pero cuando el final se acerca porque hay una enfermedad incurable, el enfermo debe ser cuidado y acompañado durante el proceso para procurar que tanto él como su familia vivan cada momento con el mayor bienestar posible.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los cuidados paliativos como “el enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento mediante la identificación precoz y de la impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas físicos, psicosociales y espirituales”.

Esta definición indica que el objetivo de la atención sanitaria al final de la vida es tanto el paciente como su familia. La familia es la unidad de cuidados. Además, para tratar adecuadamente los diferentes tipos de sufrimientos es necesaria una atención integral que cuente con la aportación de los profesionales más preparados en cada área. Los médicos, las enfermeras, los auxiliares de enfermería, el psicólogo, el agente de atención religiosa o capellán, el trabajador social, el fisioterapeuta, etc., deben aportar lo mejor de sus conocimientos y trabajar en equipo para controlar el sufrimiento del paciente.

Xavier Sobrevia es médico y delegado de la Pastoral de la Salud del Obispado de Sant Feliu de Llobregat.

Christian Villavicencio-Chávez es médico geriatra. Máster en cuidados paliativos. Profesor asociado de Bioética y Medicina Paliativa. Universidad Internacional de Cataluña.

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Una coincidencia histórica

17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Hace ochocientos años san Francisco de Asís solicitó una indulgencia para quienes acudieran a la Porciúncula: un claro precedente de lo que el Papa Francisco desea en el Jubileo de la Misericordia.

Justo el 2 de agosto de 2016, en pleno Año Santo de la Misericordia, se cumplirán 800 años de la Porciúncula, el lugar para el que san Francisco de Asís pidió al Papa Honorio III, en aquel momento en Perugia, que le concediera la indulgencia plenaria para todos aquellos que frecuentaran este lugar y se confesaran. Sería la primera vez que se habría dado una indulgencia fuera de Roma, Santiago, San Miguel de Gárgano y Jerusalén. Sobre todo, se habría concedido el perdón de todo gratuitamente. Como cuenta el Diploma de Teobaldo, después de algunas dudas, el Papa accedió, pero inmediatamente un cardenal de su séquito lo instó a limitar los términos de la indulgencia: “Tenga en cuenta, señor, que si concede a este hombre tal indulgencia, destruiría a aquellas de ultramar”.

Quizás si hubiera sido acogida la petición de san Francisco de Asís, no habría habido ocasión para la reforma que vino planteada por Lutero por el abuso sobre la cuestión de las limosnas y las indulgencias. Aunque restringida, san Francisco obtuvo algo y así lo pudo anunciar: “¡Hermanos míos, quiero llevaros a todos al paraíso!”. Con ochocientos años de anticipo había obtenido aquello que ahora es normal, es decir, obtener la completa remisión de las culpas simplemente arrepintiéndose, confesándose y acudiendo a una iglesia.

El autorOmnes

Mundo

Un gran honor para la primera nación cristiana

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Con motivo de la visita del Papa a Armenia, el Embajador en España escribe para PALABRA un análisis sobre el significado del viaje de Francisco a su país.

— Avet Adonts

La visita del Papa a cualquier país, como en este caso a Armenia, es un gran honor y un evento muy importante. A pesar de que la Iglesia apostólica armenia es una Iglesia independiente, históricamente se han constituido con la Iglesia católica, y en particular con la Santa Sede, relaciones muy cálidas, que continúan preservándose y desarrollándose.

En nuestros días también esas relaciones continúan desarrollándose activamente. Como piezas fundamentales que ejemplifican el respeto mutuo, cabe mencionar la colocación en el año 2005 de la estatua de san Gregorio el Iluminador (o el Armenio), apóstol de Armenia y fundador de la Iglesia armenia, en uno de los nichos exteriores de la basílica de San Pedro del Vaticano, siendo la primera vez que la estatua de un santo de rito oriental se colocaba entre los santos fundadores que rodean el exterior de la basílica de San Pedro; y el reconocimiento oficial del clérigo y filósofo armenio san Gregorio de Narek como Doctor de la Iglesia por parte del Papa Francisco en la Misa oficiada por el Centenario del Genocidio Armenio.

Literalmente hace dos o tres días se comunicó el lema de la visita del Papa Francisco a Armenia, el cual reza Visita al primer país cristiano. De esta manera, el Papa Francisco, recoge la estafeta del Papa Juan Pablo II, quien visitó Armenia en el año 2001 en el marco de los eventos conmemorativos del aniversario número 1700 de la adopción del cristianismo en Armenia. Tal y como indicó Su Santidad el Papa Francisco en su Mensaje a los Armenios, en la Misa oficiada el 12 de abril de 2015, Armenia fue “la primera entre las naciones que a lo largo de los siglos abrazaron el Evangelio de Cristo”.

En el año 301 Armenia, adoptando el cristianismo como religión oficial de estado, se convirtió en el primer país cristiano del mundo. Durante siglos, estando rodeado por países e imperios no cristianos, el pueblo armenio se sometió a muchas privaciones, a múltiples guerras, pero se quedó firme en su decisión. Nunca puso en duda su fe cristiana. La visita del Papa a Armenia es un tributo al pueblo armenio y a su historia milenaria, así como un llamado a la paz para la región y el mundo.

Esta visita también se prioriza por parte del Vaticano. Eso queda en evidencia en el programa de la visita. El Papa pasará tres días en Armenia: del 24 al 26 de junio. Además de la capital Ereván y de la Santa Sede de Armenia, Echmiatsín, también visitará Gyumrí, la segunda gran ciudad de la República, así como lugares de peregrinaje de gran importancia religiosa en el territorio de Armenia. Su Santidad El Papa será recibido por las más altas autoridades políticas y religiosas de Armenia.

Avet Adonts es embajador extraordinario y lenipotenciario de la República de Armenia en el Reino de España.

Mundo

El Papa no se olvida de los armenios

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Del 24 al 26 de junio el Papa Francisco recorrerá Armenia en un viaje apostólico que se espera sea un nuevo hito en las relaciones ecuménicas. El viaje concluirá con la firma de una declaración conjunta con el Catholicós de la Iglesia apostólica armenia.

 Miguel Pérez Pichel

La llegada del Papa Francisco a Armenia el próximo 24 de junio se enmarca en su llamamiento a evangelizar tanto en las periferias geográficas como en las existenciales. También se enmarca en la necesidad de impulsar el diálogo ecuménico y estrechar lazos entre la Iglesia católica y la Iglesia apostólica armenia. En este sentido, el Papa Francisco proclamó al religioso armenio san Gregorio Narek como Doctor de la Iglesia el 12 de abril de 2015 durante la Misa celebrada en San Pedro con motivo del centenario del genocidio armenio.

Armenia es un país de 3.060.631 habitantes y una extensión de 29.800 quilómetros cuadrados, fronterizo con Turquía, Georgia, Azerbaiyán e Irán. La población armenia es mayoritariamente ortodoxa. El 94,7 % de la población pertenece a la Iglesia apostólica armenia (de tradición ortodoxa). El 4 % es católico o protestante, el 1,3 % son yazidíes y hay también una pequeña comunidad musulmana.

La Iglesia apostólica armenia tiene su origen en la evangelización por los apóstoles Bartolomé y Tadeo. Armenia adoptó el cristianismo como religión oficial en el año 301 durante el reinado de Tirídates III gracias a la labor de san Gregorio el Iluminador. Por lo tanto, es el primer país del mundo en proclamarse cristiano. En 428 el imperio persa sasánida conquistó el reino, aunque los armenios consiguieron que se garantizara su libertad religiosa y cierta autonomía. En el año 506 los cristianos armenios aceptaron el monofisismo. En el siglo VII el califato islámico, surgido en la península arábiga, absorbió Armenia. El país consiguió establecer una amplia autonomía del poder árabe tras una revuelta en el año 780. Recuperó su independencia en el año 885. A partir de esa fecha los armenios tuvieron que lidiar con las pretensiones expansionistas de bizantinos y árabes, así como con las invasiones de turcos, mongoles y otros pueblos asiáticos. Esta situación dejó al reino armenio exhausto ante el naciente poder otomano a finales de la Edad Media.

España

Sevilla acoge la muestra Expovida

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En estos días se puede visitar en la capital hispalense una exposición que desmonta, con imágenes, los principales argumentos de quienes justifican el aborto.

— Rafael Ruiz Morales

El 13 de mayo, festividad de la Virgen de Fátima, la Fundación Valentín de Madariaga, en Sevilla, acogió la inauguración Expovida, una muestra itinerante promovida y sustentada por la organización Derecho a Vivir que permanecerá abierta al público hasta el próximo 13 de junio.

Ante un buen número de participantes, la doctora Gador Joya dio el pistoletazo de salida con una reflexión sobre la situación actual del derecho a la Vida en España, sutilmente enmarcada en el período preelectoral que vivimos.

La exhibición se ha dispuesto en el privilegiado entorno del patio principal del que fuera pabellón de Estados Unidos durante la Exposición Universal de 1929, alrededor del cual se ubican los elementos que la conforman.

Llaman la atención las ocho reproducciones a tamaño natural de las distintas fases de evolución del feto dentro del útero materno, que hacen visible y tangible una realidad que, más allá de opiniones y superando cualquier posicionamiento ideológico, tiene entidad por sí misma. Junto a éstas se hila un interesante discurso, principalmente gráfico, que se abre con la recopilación de datos científicos relativos a la gestación del ser humano, tras los que, bajo el epígrafe “El otro holocausto”, revela las descarnadas técnicas empleadas en la eliminación de la vida humana por medio de la práctica del aborto.

Continúa mostrando las silenciadas consecuencias físicas y psicopatológicas que sufre la mujer sometida a esta intervención.

La exposición lanza un mensaje rotundo: la mujer, la madre, tiene que ser zona libre de pena de muerte.

España

Un tercio de los monasterios del mundo está en España

Omnes·17 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

El 22 de mayo se celebró la Jornada anual para pedir por las vocaciones a la vida consagrada contemplativa. En España hay 9.153 monjas y monjes.  

— Enrique Carlier

El domingo 22 de mayo, Solemnidad de la Santísima Trinidad, se celebró en toda España la Jornada Pro orantibus, día en el que toda la Iglesia ora al Señor por las vocaciones a la vida consagrada contemplativa.

En sintonía con el Año Santo convocado por el Papa Francisco, el lema de este año era “Contemplad el Rostro de la misericordia”, y sus objetivos: orar por los consagrados y consagradas en la vida contemplativa, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que representan; dar a conocer esta vocación específica, tan actual y necesaria para la Iglesia; y promover iniciativas para incentivar la vida de oración y la dimensión contemplativa en las Iglesias particulares mediante la participación de los fieles en alguna celebración de algún monasterio.

819 monasterios
Con motivo de la Jornada Pro orantibus, el Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ha publicado un conjunto de datos ciertamente reveladores sobre la numerosa representación de la vida contemplativa en España, hasta el punto de que nuestro país cuenta con “un tercio del número total de monasterios  de todo el mundo”.

Señala también el Secretariado que “la presencia más numerosa es la vida contemplativa femenina, con un total de 784 monasterios femeninos y 8.672 monjas” (estos datos están referidos a diciembre de 2015). Las clarisas y las carmelitas descalzas son las congregaciones con mayor número de monjas contemplativas en España y en toda la Iglesia.

Nos referimos aquí a monasterios autónomos, con un vínculo directo con el obispo de la diócesis en la que se encuentran.

Los monasterios masculinos se rigen por una normativa similar a la vida religiosa, lo cual también se refleja en la misión apostólica específica que realizan.

En diciembre de 2015 España contaba con 35 monasterios masculinos y un total  de 481 monjes. Los monasterios con más monjes son los benedictinos y cistercienses.

En esta Jornada Pro orantibus  también se reza por los ermitaños y ermitañas, que viven su espiritualidad contemplativa de una manera todavía más solitaria. Hay algunos que viven esta vida eremítica escondida a los ojos de los hombres residiendo en apartados parajes de varias diócesis españolas.

Por diócesis
Toledo es la diócesis que más monasterios femeninos tiene 39, seguido de cerca por Sevilla, 37; Madrid, 32; Valladolid, 27; Burgos, 26; Valencia, 25; Pamplona y Tudela, Granada y Córdoba, con 22; y Málaga 19.

Por su parte, Burgos es la diócesis que cuenta con más monasterios masculinos: 4, seguido de Madrid con 3 y Canarias, Orihuela-Alicante y Pamplona y Tudela con 2.

Con ocasión de la jornada, Mons. Vicente Jiménez Zamora, arzobispo de Zaragoza y presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, señaló que “dentro de la Iglesia, la vida consagrada y, de modo especial, la vida consagrada contemplativa, está llamada a ser transparencia viva del Rostro misericordioso de Cristo”.

España

Asignatura de Religión: se duplican los alumnos en Bachiller

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Del último informe de la Conferencia Episcopal sobre la opción del alumnado por la enseñanza religiosa católica sorprende positivamente el notable incremento de alumnos de Bachillerato.

— Javier Hernández Varas y Diego Pacheco

Ante la perspectiva de la elaboración de un pacto educativo que se pondría en marcha tras las elecciones generales, se presentan unas consideraciones en cuanto a la enseñanza de la religión que convendría tener presente al confeccionar un documento tan importante y de tanta trascendencia para el futuro de nuestros alumnos.

En una primera argumentación de carácter estadística, se debería tener en cuenta que, a pesar de la situación actual que origina dificultades objetivas que repercuten en el deterioro de la clase de religión, el 63 % de los alumnos siguen queriendo recibir enseñanza religiosa católica. En el curso 2015-16 de un total de 5.811.643 alumnos escolarizados se han matriculado en ella 3.666.816 alumnos.

Repensar la fe en la era digital

16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En la era digital en la que nos ha tocado vivir, no podemos negar los riesgos que corremos, pero tampoco podemos dejar de ver las grandes oportunidades que se nos presentan.

Un tema irreversible: las redes sociales. Políticos, televisiones, radios, empresas, comercios, etc., todo el mundo, las ha asumido de manera que ya no se conciben estas realidades sin ellas. También para las entidades católicas son un reto y una oportunidad.

Un reto porque influyen (para bien y para mal) en nuestras vidas. Una oportunidad porque en relación a la evangelización nos ofrecen ventajas antes impensables.

El autorOmnes

España

El impacto económico de la actividad cultural de la Iglesia: 32.000 millones de euros

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La misión de la Iglesia es, sin duda, de carácter espiritual, pero su actividad tiene una benéfica repercusión sobre la economía. Así lo demuestran los últimos estudios publicados por la CEE.

— Enrique Carlier

En estas últimas semanas y dentro del contexto de la campaña para la declaración del impuesto sobre la renta, la Conferencia Episcopal Española (CEE) está llevando a cabo una loable labor de transparencia al facilitar a la opinión pública abundante información no sólo de las actividades de la Iglesia y de cómo emplean los 250 millones de euros que aproximadamente recibe cada año de los contribuyentes, sino también del impacto económico que tiene todo el conjunto de su actividad cultural, caritativa, litúrgica y educativa.

Ciertamente, se puede afirmar que a la sociedad española le ha tocado la lotería con la Iglesia, con su rico patrimonio cultural y con todo ese cúmulo de actividades, iniciativas y esfuerzos de personas e instituciones eclesiales que luego revierte –ya sea de manera directa o indirecta– en beneficio de todos. Nadie con un poco de objetividad pone en duda esta realidad. Lo difícil es cuantificarla. Y en eso está ahora la CEE, particularmente su Vicesecretaría para asuntos económicos.

Cultura

Pentecostés en el arte

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 1 minuto

El 20 de mayo de 1985 Juan Pablo II pronunció una homilía en una Misa con los artistas en Bruselas: “Hace mucho tiempo que la Iglesia ha hecho una alianza con vosotros […] ¡No interrumpáis este contacto extraordinariamente fructífero! ¡No cerréis vuestro espíritu al soplo del Espíritu divino!”. Este diálogo entre el arte y la Iglesia fue sin duda una preocupación importante de Juan Pablo II. En Bruselas se refirió al problema de la representación artística de Dios.

La representación del misterio divino es un problema básico del arte cristiano. Atañe también a la manera de representar al Espíritu Santo. Los artistas han de decidir en qué lenguaje simbólico puede expresarse más adecuadamente la realidad que hay detrás de las cosas visibles. Tampoco la representación del Espíritu Santo es obvia en la historia del arte.

Las primeras representaciones iconográficas de Pentecostés surgieron en el siglo V como consecuencia de las decisiones dogmáticas de los Concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381). En todo caso, la fórmula más importante para el Espíritu Santo en las imágenes de la antigüedad tardía fue la paloma (Mt 3,16), de conformidad con la gran importancia del testimonio bíblico en la fe de la Iglesia temprana. También en el arte actual la imagen más frecuente del Espíritu Santo es la paloma.

En los siglos III y IV, los escritores eclesiásticos habían referido alegóricamente la paloma a Cristo o al alma humana, y el mismo significado tenía en los relieves y pinturas del arte sepulcral de aquella época. Pero desde que la verdad bíblica del Dios trino fue elevada a dogma de la Iglesia, (381), en las imágenes la paloma quedó reservada para la Persona del Espíritu Santo. En las imágenes, los rayos que la rodean o que parten de ella indican su condición de don divino.

Iniciativas

Esperanza en Austria para cristianos de Oriente Medio

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Austria tiene 8,7 millones de habitantes, y el año pasado ha acogido 90.000 refugiados: salvo Suecia, ningún otro país de la Unión Europea ha acogido a tantos. AMAL es una de las asociaciones de inspiración cristiana donde colaboran personas que quieren ayudar y apoyar a los refugiados.

AMAL es una palabra árabe que significa esperanza. La asociación compaña sobre todo a familias de migrantes cristianos, en su mayoría de Siria e Irak, a los que el Estado ya ha concedido asilo y que permanecerán en el país.

Imad, su esposa Ghadir y sus tres hijos, de edades que van de los 4 a los 8 años, están muy agradecidos por el trabajo de AMAL. Son una familia católica de Damasco, donde Imad tenía un buen trabajo como gerente de una empresa. Pero vino la guerra, y la persecución de los cristianos. La familia huyó a Austria en un accidentado viaje. “Cuando llegamos a Austria, explicamos a todos que éramos cristianos. Se sorprendían mucho: aquí no sabían que hubiera cristianos en Siria. Tuvimos que explicarles primero que sí, que, en efecto, ¡hay cristianos en Siria!”, cuenta Imad.

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América Latina

Populismos en América, más pena que gloria

Omnes·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La izquierda bolivariana se bate en retirada en América Latina, ahogada por sus propios excesos: la mala gestión del Estado, la corrupción, el abuso de poder, el personalismo y la crisis económica. 

— Juan Ignacio Brito

La estrella política de la izquierda populista latinoamericana se está extinguiendo. Hace una década brillaba con fuerza; hoy ha sido alejada del poder, tiene las horas contadas o se halla bajo amenaza severa en los países donde hasta hace poco dominaba sin contrapesos. El deterioro de la situación económica, el cansancio de la población con un discurso polarizador, la corrupción rampante y el agotamiento de los personalismos han terminado por poner en jaque a una tendencia política que prometió liberar a América Latina de sus cadenas y ha finalizado generando odiosidades y más pobreza. No es raro que la izquierda bolivariana haya criticado la decisión del Senado brasileño de abrir juicio político y suspender por 180 días a la mandataria Dilma Rousseff, denunciando que se trataba de un “golpe de Estado”. Se trata de una acusación habitual en el vocabulario político del populismo progresista. Sin ir más lejos, Nicolás Maduro, el presidente venezolano, recurrió a ella para justificar su decisión de decretar el estado de emergencia económica y llamar a “recuperar el aparato productivo, que está siendo paralizado por la burguesía”, a través de tomas de empresas. El objetivo, según Maduro, es “derrotar el golpe de Estado”.

Juan Ignacio Brito es decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes, Santiago de Chile.

América Latina

Ir a la periferia del Gran Norte canadiense

Canadá: diez millones de quilómetros cuadrados, segundo país más grande del mundo, treinta y seis millones de habitantes, el 40 % católicos… Diez provincias en el sur y tres territorios nacionales en el Grand Nord: una periferia con algunas de las diócesis más grandes y más despobladas del mundo. Sus obispos nos hablan.

Fernando Mignone·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

En Canadá hay 62 diócesis de rito latino y diez de rito oriental. El pasado 25 de enero el Papa Francisco transfirió seis diócesis del norte canadiense a la legislación ordinaria canónica. Es decir, ya no recibirán ayuda financiera de Roma como misiones. Pero como evidentemente la necesitan (sólo dos de las 32 comunidades de los Territorios del Noroeste son autosuficientes), la Conferencia Episcopal Canadiense (CCCB) estudia soluciones. El 25 de enero el presidente de la CCCB, el obispo de Hamilton (Ontario) Mons. Douglas Crosby, OMI, recordó que la Iglesia peregrina es misionera por naturaleza. “Como católicos, hemos entrado en una nueva fase de nuestra historia. Ahora, todos juntos, debemos continuar nuestro común esfuerzo para hallar nuevos modos de sostener y extender nuestra presencia y servicio en el Canadá Septentrional”.

Territorio de Yukon

Mons. Héctor Vila nació en Lima en 1962. El 7 de febrero de este año tomó posesión de los 725.000 quilómetros cuadrados de la diócesis de Whitehorse, en la que viven 42.000 personas, de los cuales 8.000 son católicos. “Las distancias son un reto. La misión más lejana está a mil quilómetros de distancia. En invierno, con 40 o 50 grados bajo cero, hay zonas que quedan absolutamente incomunicadas”. En una ocasión, el obispo anterior se había desplazado hasta una localidad muy lejana un Jueves Santo. El problema fue que coincidió con una final de hockey, por lo que sólo fue una persona a la Misa in Cena Domini. “Ir a la iglesia los domingos es relativo aquí: el sacerdote puede llegar después de un largo viaje, pero a lo mejor hay un juego de bingo que es prioridad para la gente, más que la Misa”

“Otro desafío es que somos cinco sacerdotes y yo para 23 parroquias y misiones. Es difícil cubrirlas, excepto en Whitehorse, donde resido. Dependiendo de la cercanía a Whitehorse, se va a esos lugares una o dos veces al mes. Este hecho abre una distancia entre la Iglesia y el pueblo. A veces mandamos sacerdotes que vienen de fuera y que se quedan uno o dos años pero después vuelven a sus diócesis. No se puede formar comunidad”, lamenta. La necesidad de pastores es grande. “En la temporada del verano, en algunos lugares como Dawson City, hay más concurrencia. Van los turistas a mirar la naturaleza y se incrementa el número de fieles. Pero cuando el pueblo se retira de la ciudad, va a la pesca o a la caza en lo profundo del bosque…, disminuye mucho la concurrencia a Misa”. Por lo tanto, “falta una pastoral de presencia y cada comunidad tiene sus dificultades. En ciertas partes hay suicidios, casos de droga, alcohol…”.

No obstante, “en la comunidad de Teslin es diferente. Tienen los elders [ancianos, jefes] que vienen a Misa siempre. Esta comunidad cuenta con la labor de la hermana Trudy, de la asociación pública de fieles canadiense Madonna House, que está en la diócesis desde hace 62 años. Desde hace 20 ó 30 años Trudy visita a la comunidad, a los ancianos, en cualquier necesidad. Esa pastoral de presencia ha hecho que cuando les visité, encontré una comunidad bien formada”.

Territorios del Noroeste

Mons. Mark Hagemoen, cuya diócesis de Mackenzie-Fort Smith cubre 1.500.000 quilómetros cuadrados, cuenta que el domingo 1 de mayo llegó a una localidad en la que bautizó a diez fieles y confirmó a otros 65. Pero para llegar a allí su avioneta hizo seis “segmentos aéreos” (vuelos). Había estado en otra aldea poco antes, cuya capilla los vecinos habían reparado después de ser destruida en una inundación. Mons. Hagemoen pudo dar 17 primeras comuniones. No las había habido allí desde hacía 20 años. “Fue una buenísima manera de reabrir esa capilla, que rebosaba. A nuestra gente le encanta celebrar los sacramentos, y los funerales. Tengo 8 sacerdotes, 5 religiosas, y un joven, de origen vietnamita, que va a empezar en septiembre el primer año en el seminario de Cristo Rey, cerca de Vancouver”. Esta labor pastoral favorece a una población de 50.000 personas, la mitad católicos. Se habla media docena de idiomas y dialectos indígenas (algunos en peligro de extinción), además de inglés y francés.

Mons. Hagemoen nació en Vancouver en 1961 y fue ordenado sacerdote el 12 de mayo de 1990. Era rector de una pequeña universidad católica y un montañero apasionado cuando fue nombrado obispo en octubre de 2013. Laudato si´ habla de manera especial a este pueblo”, dice, “ya que muchos de sus fieles son cazadores y pescadores; pero los caribús están desapareciendo debido al cambio climático, y la explotación minera debe ceder ante las exigencias del Creador, según varios elders

Hace pocos días conecté por teléfono móvil con Mons. Hagemoen mientras él estaba de gira por el Ártico occidental. “Visito con frecuencia nuestras 32 comunidades, sólo 5 de las cuales son parroquias. Cuando llegué, hace menos de tres años, 7 no tenían torres para teléfonos celulares; hoy todas tienen…”, lo que es una bendición, ya que supone una mejor comunicación, y al mismo tiempo es un infortunio, porque favorece la homogeneización cultural, el materialismo y el hedonismo. “Tenemos, en la ciudad de Yellowknife dos escuelas primarias y un colegio secundario católicos, subsidiados por el estado”. Son los únicos de la diócesis. Yellowknife es la capital del territorio, y fue visitada por san Juan Pablo II. Ese Papa intentó reunirse con indígenas en Fort Simpson, (población 1.300 habitantes) en su gira por Canadá en septiembre de 1984, pero la neblina le impidió aterrizar. Se desvió a Yellowknife, desde donde prometió por radio a los que lo esperaban que volvería. Lo hizo el 19 y 20 de septiembre de 1987.

Territorio de Nunavut

La diócesis de Churchill-Hudson Bay, con una extensión de casi 2.000.000 quilómetros cuadrados, engloba el norte de la provincia de Manitoba y gran parte del Territorio de Nunavut, cuyo caparazón de hielo llega al Polo Norte. En Nunavut viven 35.000 personas; el 85 % son inuits (esquimales). Hay unos 10.000 católicos en la diócesis. Hablan inuktikut, idioma en el que publican muchas revistas religiosas.

Mons. Anthony (Tony) Krotki, misionero Oblato de María Inmaculada, nació en 1964 y fue ordenado en 1990 en Polonia. Enseguida fue a Nunavut, donde fue ordenado obispo hace tres años. No fue fácil localizarlo por teléfono, porque una tormenta de nieve le impidió viajar a su destino tras haber administrado confirmaciones en Whale Cove. Tiene a su cargo 17 parroquias, 8 sacerdotes (4 son Oblatos polacos) más el obispo emérito Mons. Reynald Rouleau OMI, dos religiosas (en Whale Cove) y un seminarista de origen polaco que será ordenado sacerdote diocesano en 2017. Tendrá entonces dos sacerdotes incardinados en la diócesis. Habla con pasión de ir a la periferia. “Si te aceptan, ellos mismos te llevan a las periferias. Puede tratarse de una situación en casa, como la pérdida de un ser querido, cuando la familia está tan mal que necesitan tu presencia para estar y caminar con ellos”.

Este pueblo tiene grandes dificultades. “Nuestra gente era nómada, viajaban. Hoy, en los pueblos que tenemos, ya no pueden viajar porque tienen una casa que está construida. Es difícil para la juventud hacer frente a su situación. ¿Qué haces?; no tienes trabajo, no tienes mucha posibilidad de empleo. Tendrás que ir a otro lugar para estudiar, pero cuando terminas y tienes un diploma, ¿dónde trabajas si tu comunidad tiene 300 ó 600 personas? No hay empleos para nadie. Y entonces hay frustración. Así que la vida es muy difícil. Están siempre buscando”.

Mons. Krotki pide a los misioneros “que estén presentes en cada momento de la vida de las familias. Las familias son lo más importante, para nosotros. Vemos que todo empieza en la familia. Las familias aquí son muy grandes, y están conectadas con comunidades lejanas, a mil o dos mil quilómetros de distancia. Tienen que ser fuertes para seguir conectados con parientes que no pueden visitar”.

Por eso la Iglesia debe adaptarse a esa particularidad. “Los misioneros tenemos que abrazar su estilo de vida, sus costumbres, su historia, y eso no es fácil cuando tenemos otra cultura. Debemos crear un espacio para lo nuevo que vemos en el Ártico. Y nuestra gente que vive aquí se da cuenta de quién puede aceptar su cultura, costumbres, tradiciones, estilo de vivir y de sobrevivir. ¿Todos los misioneros pueden hacerlo? Yo he conocido a algunos que no pudieron. Encontramos la periferia a diario. Y especialmente cuando la gente joven lo pasa mal, para sobrevivir, para vivir, cuando su vida cuelga de un hilo fino” (se refiere al hecho de que hay muchos suicidios, especialmente entre los jóvenes).

“En mi experiencia, es el pueblo el que me dice adónde debo ir, dónde están las periferias, qué tengo que hacer. Sólo necesito escuchar. Pienso que los misioneros de hoy debemos estar atentos. Si no, no podremos hacer todo el bien que se nos pide”.

El autorFernando Mignone

Montreal

América Latina

“El Papa Francisco es el hombre de la Iglesia para este momento”

Omnes·13 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Rememoramos algunos momentos importantes de la historia reciente de la Iglesia con Mons. Szymanski, quien con sus 94 años ha sido testigo de primera mano de algunos hitos, como el Concilio Vaticano II en el que participó. 

— Lourdes Angélica Ramírez, San Luis Potosí

El 8 de octubre de 1965 Pablo VI clausuró el Concilio Vaticano II, al que asistieron 2.540 obispos de todo el mundo. Entre los que aún sobreviven se encuentra Mons. Arturo Antonio Szymanski Ramírez, de 94 años, arzobispo emérito de San Luis Potosí (México). Hombre culto y sencillo, cuya inteligente narrativa se intercala con un humor jovial que contagia. Con simpatía repasa recuerdos personales de aquellos años.

Usted fue Padre conciliar y allí conoció a Benedicto XVI y a Juan Pablo II. ¿Qué nos puede decir de ellos?
–Benedicto XVI es un sabio que llegó a tratar de meter en orden las doctrinas. Fue un Papa que hizo mucho por la Iglesia. A mí me maravilló. Nomás que es alemán y había sido maestro. Yo a él lo conocí en el Concilio Vaticano II. En la primera sesión del Concilio, Ratzinger iba como consejero del cardenal Josef Frings, arzobispo de Colonia. Pero ya en la segunda sesión lo nombraron teólogo conciliar porque vieron que tenía mucha capacidad. En el Concilio peleaban el cardenal Alfredo Ottaviani, que era de la corriente romana, y el cardenal Frings, que era de la corriente renovadora de la Iglesia. Estaba bien interesante, porque los dos estaban medio ciegos y uno en el Concilio veía cómo se daban agarrones en el aula conciliar para después de discutir ir los dos medio cegatones cogidos de la mano a la cafetería a la que íbamos todos al lado de la basílica de San Pedro.

En el Concilio fui a aprender lo que pensaba el episcopado de todo el mundo. Me tocó estar con africanos, con chinos… Las charlas durante las comidas eran muy enriquecedoras.

El cardenal Wyszynski, que era el primado de los obispos polacos, invitó a todos los de apellido polaco a comer y me invitó a mí, por mi apellido, pero yo no era polaco [ríe]. Y fui a la comida, en una calle cerca del palacio de justicia, cerca del Vaticano. Llegué y a la hora ir a la mesa, Wyszynski, que era como un príncipe para los polacos, se sentó a la cabeza y a mí me sentó a su derecha y al otro lado a un obispo joven llamado “Lolek”. Y estuvimos comiendo, platicando…, en fin, que nos hicimos muy amigos y al terminar de comer me preguntó el cardenal si había traído carro. Le digo: “Me vine en un taxi”. Entonces le dijo a “Lolek”, “Llévalo”. “Lolek” era Karol Wojtyła, claro. Entonces él me llevó en un Fiat chiquito y nos hicimos amigos. Y tratábamos y nos buscábamos y todo. Era más o menos de mi edad, un poco mayor que yo. Me caía bien porque era muy tratable. Después nos escribíamos y de repente, cuando el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo I, un día el cardenal Corripio, que entonces no era cardenal, me habló y me dijo: “Oye, ¿no has oído en la radio que salió Papa uno con un apellido muy raro? ‘Woj-algo’. Yo creo que ha de ser un africano”. Y puse la radio y me enteré de que mi amigo había sido elegido Papa. Le mandé unas letritas diciéndole que me daba gusto que el Papa fuera mi amigo. Y cuando iba a Roma yo le escribía diciéndole que iba a ir y siempre me invitaba a concelebrar, o a comer o a desayunar. Siempre que iba me invitaba. El Papa era mi amigo, y fue mi chófer.

Ya han pasado varios meses desde el viaje apostólico del Papa Francisco a México. ¿Qué balance hace?
–El Papa es el hombre de la Iglesia para este momento, y la visita es, todos nos dimos cuenta, la visita de un Pastor. Él vino como Pastor, no se fijó si eran ovejas o eran cabritos o sabe Dios qué. Habló a todos como miembros de la familia humana y vino a hacer lo que muchas veces ha dicho: vivir la liturgia del encuentro. Para vivir la liturgia del encuentro hay que saber cada quien qué personalidad tiene, su temperamento. Con el temperamento que Dios nos ha dado debemos ser personas de buen carácter, así es que no debemos ser peleoneros. Conociendo cada uno su carácter, debe darse cuenta de que no somos iguales, que somos diversos. Por ello, debemos vivir la diversidad, y en la diversidad hemos de tratar con los que creen y con los que no creen. Con todos. Somos diversos. ¿Qué tenemos que hacer? Buscar el bien común, y esa es la teología del encuentro que vino a realizar el Papa ahora que estuvo en México.

Argumentos

Pedir con corazón

La liturgia nos propone tres fiestas con un carácter “sintético”: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús.

Juan José Silvestre·1 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 6 minutos

Después del tiempo fuerte del año litúrgico que, centrándose en la Pascua se prolonga durante tres meses –primero los cuarenta días de la Cuaresma y luego los cincuenta días del Tiempo pascual–, la liturgia nos propone tres fiestas que tienen un carácter “sintético”: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y, por último, el Sagrado Corazón de Jesús. Esta última solemnidad nos hace considerar el Corazón de Jesús y, con él, toda su persona pues el corazón es el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones: “Dios es amor” (1 Jn4, 8). Cuando con la antífona de comunión de esta solemnidad ponemos nuestra mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla san Juan (cfr. 19, 37), comprendemos la fortísima afirmación del Evangelista en su primera carta: “Dios es amor”. “Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar” (Deus caritas est, 12).

Sagrado Corazón

La fiesta del Sagrado Corazón nos facilita abrir nuestro corazón, nos ayuda a ver con el corazón. Es bueno recordar que los Padres de la Iglesia consideraban que el mayor pecado del mundo pagano era su insensibilidad, su dureza de corazón, y citaban con frecuencia la profecía del profeta Ezequiel: “Os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (cfr. Ez36, 26). Convertirse a Cristo, hacerse cristiano, quería decir recibir un corazón de carne, un corazón sensible ante la pasión y el sufrimiento de los demás. Es también el Papa Francisco quien, en nuestros días, recuerda con fuerza que se expande, cada vez más, una globalización de la indiferencia: “En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!” y por eso pedía con intensidad: “Dios de misericordia y Padre de todos, despiértanos del sopor de la indiferencia, abre nuestros ojos a sus sufrimientos y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano y del encerrarnos en nosotros mismos” (Francisco, Oración en memoria de las víctimas de las migraciones, Lesbos, 16-IV-2016).

Hemos de empaparnos de la realidad de que nuestro Dios no es un Dios lejano intocable en su bienaventuranza. Nuestro Dios tiene un corazón; más aún, tiene un corazón de carne. Se hizo carne precisamente para poder sufrir con nosotros y estar con nosotros en nuestros sufrimientos. Se hizo hombre para darnos un corazón de carne y para despertar en nosotros el amor a los que sufren, a los necesitados. Como decía gráficamente san Josemaría: “Fijaos en que Dios no nos declara: en lugar del corazón, os daré una voluntad de puro espíritu. No: nos da un corazón, y un corazón de carne, como el de Cristo. Yo no cuento con un corazón para amar a Dios, y con otro para amar a las personas de la tierra. Con el mismo corazón con el que he querido a mis padres y quiero a mis amigos, con ese mismo corazón amo yo a Cristo, y al Padre, y al Espíritu Santo y a Santa María. No me cansaré de repetirlo: tenemos que ser muy humanos; porque de otro modo, tampoco podremos ser divinos” (Es Cristo que pasa, 166).

Lágrimas de Jesús

Una manifestación admirable de este corazón de carne de Cristo es que nuestro Dios sabe llorar. Es una de las páginas más conmovedoras del Evangelio: cuando Jesús, viendo llorar a María por la muerte de su hermano Lázaro, ni siquiera él fue capaz de contener las lágrimas. Experimentó una profunda conmoción y rompió a llorar (cfr. Jn 11, 33-35). “El evangelista Juan, con esta descripción, muestra cómo Jesús se une al dolor de sus amigos compartiendo su desconsuelo. Las lágrimas de Jesús han desconcertado a muchos teólogos a lo largo de los siglos, pero sobre todo han lavado a muchas almas, han aliviado muchas heridas” (Francisco, Vigilia de las lágrimas, 5-V-2016). Ante el desconcierto, el desconsuelo, las lágrimas, del co- razón de Cristo brota la oración al Padre. “La oración es la verdadera medicina para nuestro sufrimiento” (idem).

Pedir el perdón de los pecados

En la Santa Misa son muchos los momentos en los que nos encontramos con la oración al Padre ante el sufrimiento y el dolor por los pecados cometidos, verdadera fuente de todo mal. Uno de ellos es la oración que el sacerdote dirige a Dios como conclusión del acto penitencial de la Misa: “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. Esta fórmula la encontramos ya en el manuscrito del Archivo de Santa María Mayor del siglo XIII, y también la hallamos, similar, en el Pontifical Romano Germánico del siglo X, entre las oraciones que, en los ordines de la penitencia pública o privada, acom- pañaban la confesión del penitente.

Estas palabras de súplica a Dios dirigidas por el sacerdote, en las que pide de forma general el perdón de los pecados (“dimissis peccatis nostris”), manifiestan su función de mediador, que le corresponde en cuanto representa sacramentalmente a Cristo, que siempre intercede por nosotros ante el Padre.

Al considerar ese papel de mediador, de intercesor del sacerdote, podemos considerar unas palabras del Papa Francisco en las que recuerda a los sacerdotes la necesidad del don de las lágrimas. “¿De qué modo el sacerdote acompaña y hace crecer en el camino de la santidad? A través del sufrimiento pastoral, que es una forma de la misericordia. ¿Qué significa sufrimiento pastoral? Quiere decir sufrir por y con las personas. Y esto no es fácil. Sufrir como un padre y una madre sufren por los hijos; me permito decir, incluso con ansiedad…

Para explicarme os hago algunas preguntas que me ayudan cuando un sacerdote viene a mí. Me ayudan también cuando estoy solo ante el Señor. Dime: ¿Tú lloras? ¿O hemos perdido las lágrimas? Recuerdo que en los Misales antiguos, los de otra época, hay una oración hermosa para pedir el don de las lágrimas. Comenzaba así la oración: ‘Señor, Tú que diste a Moisés el mandato de golpear la piedra para que brotase agua, golpea la piedra de mi corazón para que las lágrimas…’: era así, más o menos, la oración. Era hermosísima. Pero, ¿cuántos de nosotros lloramos ante el sufrimiento de un niño, ante la destrucción de una familia, ante tanta gente que no encuentra el camino?… El llanto del sacerdote… ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu pueblo? Dime, ¿tú haces la oración de intercesión ante el sagrario? ¿Tú luchas con el Señor por tu pueblo, como luchó Abrahán?: ‘¿Y si fuesen menos? ¿Y si son 25? ¿Y si son 20?…’ (cfr. Gn 18, 22–33). Esa oración valiente de intercesión… Nosotros hablamos de parresía, de valor apostólico, y pensamos en los proyectos pastorales, esto está bien, pero la parresía misma es necesaria también en la oración. ¿Luchas con el Señor? ¿Discutes con el Señor como hizo Moisés? Cuando el Señor estaba harto, cansado de su pueblo y le dijo: ‘Tú quédate tranquilo… destruiré a todos, y te haré jefe de otro pueblo’. ‘¡No, no! Si tú destruyes al pueblo, me destruyes también a mí’. ¡Éstos tenían los pantalones! Y hago una pregunta: ¿Tene- mos nosotros los pantalones para luchar con Dios por nuestro pueblo?” (Francisco, Discurso al clero de la diócesis de Roma, 6.III.2014). ¡Cuánto bien nos haría rezar esta breve oración con el espíritu de intercesión del que nos habla el Padre Santo, con un verdadero corazón de carne!

Nuestros pecados

Volviendo a la oración, con su verbo en subjuntivo, expresa un deseo o promesa, de modo que la fórmula se presenta como súplica dirigida a Dios. En este contexto, el Misal recuerda expresamente que esta absolución carece de la eficacia propia del sacramento de la Penitencia (cfr. Misal Romano, IGMR, n. 51). Un último detalle de esta fórmula de absolución es el uso de la primera persona del plural (“nosotros… nuestros pecados… nos lleve”) que manifiesta que el sacerdote, que se había unido a la asamblea en la confesión general, también ahora se siente necesitado del valor propiciatorio de la Eucaristía y busca disponerse a la participa- ción fructuosa de la Santa Misa a través de un adecuado espíritu de penitencia. El sacerdote intercede ante el Padre, pero es también miembro del Pueblo de Dios. Como cualquier fiel que participa de la celebración, el celebrante se reconoce pecador, necesitado de disponerse fructuosamente a la celebración, confesando ser pecador e invocando la purificación que proviene de Dios. Como recordaba san Agustín: “Yo, hermanos, por haberlo Dios querido así, ciertamente soy sacerdote suyo, pero soy pecador, y con vosotros me golpeo el pecho y con vo- sotros pido perdón” (San Agustín, Sermón 135, 7). Así pues, toda la Iglesia “es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación” (Lumen gentium, n. 8).

Esta breve oración nos recuerda que pido a Dios el perdón, pues sólo Él puede otorgárm- elo, y a la vez, pido perdón con toda la Iglesia y por toda la Iglesia. De este modo celebrar es realmente celebrar “con” la Iglesia: el corazón se ensancha y no se hace algo, sino que se está con la Iglesia en coloquio con Dios.

Vaticano

Premio Carlomagno, el sueño de un nuevo humanismo europeo

Giovanni Tridente·1 de junio de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

En presencia de dirigentes políticos, reyes, embajadores y representantes internacionales, el Papa Francisco ha recibido en el Vaticano el Premio internacional “Carlomagno” 2016.

— Giovanni Tridente

“Un nuevo humanismo europeo”. Con este sueño, expresado “con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe”, el Papa Francisco ha concluido su apasionado discurso con ocasión de la entrega del Premio Carlomagno, que recibió el 6 de mayo en la Sala Regia de la Ciudad del Vaticano.

En presencia de dirigentes políticos, reyes, embajadores y representantes internacionales, el Papa ha evocado la memoria de los padres fundadores de Europa, recordando cómo ellos mismos supieron “buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto marcado por las heridas de la guerra”.

Para hacer efectivo este sueño de un nuevo humanismo, es necesario volver a descubrir, según el Papa, tres capacidades. La primera es saber “integrar”, porque “más que aportar grandeza, riqueza y belleza, la exclusión provoca bajeza, pobreza y fealdad”; no en vano “la identidad europea es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural”.

Además hay que saber re-encontrar la “capacidad de diálogo”, reconociendo “al otro como un interlocutor válido” y mirando “al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado”. Finalmente, hay que volver a “generar”, quizá recurriendo a “nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad”.


Otros premiados: 

2016: Francisco
2009: Andrea Riccardi
2008: Angela Merkel
2004: Juan Pablo II
1999: Tony Blair
1988: Helmut Kohl

El Patriarca y el Papa: un ecumenismo de solidaridad

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

La reciente visita del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé a la isla de Lesbos ha puesto de relieve cómo unas relaciones ecuménicas abiertas contribuyen al avance de los derechos humanos. He aquí una valoración desde el Patriarcado de Constantinopla.

John Chryssavgis 

No se puede restar importancia al significado de la visita conjunta a Lesbos que realizaron el sábado 16 de abril los máximos representantes de las Iglesias cristianas de Oriente y Occidente. Y no debería empequeñecerse su impacto sobre la crisis de los refugiados, a pesar de la dimensión espiritual y simbólica que tuvo, así como su naturaleza apolítica y su refrescante espontaneidad.

Esta ha sido la quinta vez que ambos líderes se han encontrado, y la segunda que han peregrinado conjuntamente desde la elección del Papa Francisco en 2013. En cada una de estas ocasiones ambos han manifestado su solidaridad con la gente que sufre a causa de la guerra, la persecución, la pobreza y el hambre, así como por las repercusiones ecológicas de la injusticia social. Francisco y el Patriarca Bartolomé han puesto de relieve en varias ocasiones, y desde el inicio mismo de sus relaciones, que entienden bien el papel de la Iglesia en el mundo. Saben qué importa o, al menos, qué debería importar a la Iglesia; y comprenden que la responsabilidad y el ministerio de la Iglesia deben hacerse presentes en el mundo.

Muchos de los encuentros de estos dos hombres extraordinarios han sido espontáneos. Por ejemplo, cuando el Patriarca asistió a la Misa inaugural del pontificado del Papa, en marzo de 2013, fue la primera vez en la historia que ocurría algo así: no desde el siglo XX o desde el Concilio de Florencia en el siglo XV, no desde el cisma (o ruptura) entre la Iglesia Romana y las Iglesias ortodoxas; nunca antes había ocurrido.

Justo un año después, cuando Francisco invitó a los presidentes Peres y a Abbas al Vaticano, en junio de 2014, solicitó de forma espontánea a Bartolomé que extendiera juntamente con él la invitación a esos dos líderes políticos. Fue también una manera de recordarles que lo religioso debe trascender a lo político y que la violencia no puede sostenerse en nombre de la religión.

John Chryssavgis archidiácono del Patriarcado Ecuménico; asesor teológico del Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé.

El autorOmnes

Ecumenismo de emergencia

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La novedad reseñable de la visita del Papa Francisco a los refugiados en la isla griega de Lesbos no está sólo en su mensaje de misericordia. Se trata además de un viaje verdaderamente ecuménico.

En su muy rápido viaje a Lesbos –estuvo en la isla solo cinco horas–, el Papa Francisco nos ha dado un testimonio importante sobre la emergencia humanitaria de los refugiados. El entonces cardenal Joseph Ratzinger escribió varias veces que en Europa estamos regresando hacia una forma de “neopaganismo”, y explicó que una de las características del paganismo antiguo era la “insensibilidad”. Fue el cristianismo el que enseñó a compadecer y a considerar nuestro “próximo” al otro que sufre. Ahora, en nuestro viejo Continente, cada vez menos cristiano, se ven y se leen reacciones de líderes llamados cristianos, y también de otras personas, caracterizadas por esta “insensibilidad”.

El autorOmnes

Mundo

Lesbos: Una visita entre los “últimos” para sensibilizar a los poderosos

Giovanni Tridente·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Francisco ha explicado así el objetivo del viaje a la isla griega: atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria.

— Giovanni Tridente, Roma

Es un Papa muy cansado el que habla a los periodistas en el vuelo de regreso desde Lesbos, la isla griega que se ha convertido en puerta de entrada a Europa para tantos inmigrantes y refugiados que escapan del hambre y las guerras en los países que se asoman a las orillas opuestas del Mediterráneo. Allí, en el campo de prófugos de Moria, donde se alojan varios centenares, Francisco –junto a su Santidad Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, y a Su Beatitud Ieronymos, arzobispo de Atenas y de toda la Grecia–, ha estrechado la mano, una por una, a más de doscientas personas, sobre todo niños. Una jornada que ha sido “para mí demasiado fuerte, demasiado fuerte…”. En el fondo, el Papa había anunciado a la ida que sería “un viaje marcado por la tristeza”: “vamos a conocer la catástrofe humanitaria más grande después de la Segunda Guerra Mundial”, había dicho a los periodistas que le acompañaban.

La finalidad del viaje, de algunas horas de duración y organizado en poquísimos días, la comunica el propio Papa quien a los refugiados: estar con vosotros y deciros que no estáis solos, además de “atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria” e “implorar la solución de la misma”: “Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común”. Les alienta a no perder la esperanza: “El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración”. Una visita entre los “últimos”, para sensibilizar a los potentes, en el signo del ecumenismo

Después de haber estrechado manos, abrazado a personas y besado a niños, el Papa Francisco, el Patriarca Bartolomé y el arzobispo Ieronymos han firmado una declaración conjunta, pidiendo la atención de la opinión pública para esta “colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales”. Si, por una parte, es necesario devolver a estas personas los niveles de seguridad y el retorno a sus casas y comunidades, hay que continuar haciendo todos los esfuerzos necesarios para “asistir y proteger a los refugiados de todas las confesiones religiosas”. Dicho con otras palabras, las prioridades de la comunidad internacional deben ser la protección de vidas humanas y la adopción de políticas inclusivas para todos.

Vaticano

Un monumento a la misericordia en cada diócesis, como recuerdo del Jubileo

Giovanni Tridente·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Un “monumento” a la misericordia en cada diócesis, como recuerdo viviente del Jubileo: el Papa Francisco ha confiado este deseo a los fieles, al término de la Vigilia de Oración con los seguidores de la espiritualidad de la Divina Misericordia, celebrada el 2 de abril sobre el sagrato de la basílica de San Pedro. 

 Giovanni Tridente, Roma

La idea, que ha de ser precisada con los obispos, es construir, donde sea posible, obras estructurales donde se viva la misericordia, como pueden ser un hospital, una casa para ancianos, una casa-familia para niños abandonados, una escuela donde sea necesario, una comunidad de recuperación de tóxico-dependientes… como iniciativa y signo concretos del Año Santo.

El propio Santo Padre, en el discurso a la Vigilia, ha hablado del hecho de que Dios no se cansa nunca de expresar su misericordia, “y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla”. Una circunstancia muy fecunda ha sido este año esa celebración, pues a coincidido con el día del décimo primer aniversario del nacimiento al cielo de san Juan Pablo II, que siendo Pontífice instituyó el “Domingo de la divina misericordia” dando cumplimiento a una petición de santa Faustina Kowalska.

Refiriéndose a “tantos rostros” que Dios asume mediante su misericordia, el Papa ha hablado de que “siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla”. La misericordia, ha añadido, expresa “sobre todo cercanía de Dios a su pueblo”, que “se manifiesta principalmente como ayuda y protección” y por tanto como actitud de “ternura”: “palabra casi olvidada y de la que hoy el mundo –todos nosotros– tenemos necesidad”. Ciertamente, a la facilidad con que es posible hablar de misericordia corresponde una exigencia más comprometida para “ser testigos de esa misericordia en lo concreto”.

Entre los demás rostros de la misericordia, el Santo Padre ha destacado también el compadecer y el compartir “como compasión y comunicación”: “Quién más la recibe, más está llamado a ofrecerla, a comunicarla; no se puede tener escondida ni retenida sólo para sí mismo”. Por otra parte, “sabe mirar a los ojos de cada persona”, que le es preciosa por ser única. Este dinamismo misericordioso es también algo que “nunca puede dejarnos tranquilos”, pero de lo que no hay que tener miedo.

En la Santa Misa celebrada al día siguiente sobre el sagrato de la basílica de San Pedro, Francisco ha invitado a los fieles a “leer y releer” el Evangelio, “libro de la misericordia de Dios”, que permanece abierto y en el que cada uno deberá continuar escribiendo “los signos de los discípulos de Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia”. El Papa ha invitado a estar precavidos en la cotidiana “lucha interior entre el corazón cerrado y la llamada del amor a abrir las puertas cerradas y a salir de nosotros mismos”. Conviene, en esto, mirar al ejemplo de Cristo, que después de haber atravesado “las puertas cerradas del pecado, de la muerte y del infierno, desea entrar también en cada uno para abrir de par en par las puertas cerradas del corazón”.

“Muchas personas piden ser escuchadas y comprendidas”, ha añadido el Santo Padre. Por este motivo “el Evangelio de la misericordia, para anunciarlo y escribirlo en la vida” necesita “personas con el corazón paciente y abierto”, tantos “‘buenos samaritanos’ que conocen la compasión y el silencio ante el misterio del hermano y de la hermana; pide siervos generosos y alegres que aman gratuitamente sin pretender nada a cambio”.

Cultura

Hombre, ¿quién eres? El legado intelectual de san Juan Pablo II

Omnes·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Han pasado 30 años desde que el Papa san Juan Pablo II iniciara las Jornadas Mundiales de la Juventud. Karol Wojtyła falleció en abril de 2005 y es posible que, once años después, muchos de los jóvenes que acudirán en julio a la XXXI JMJ de Cracovia ignoren ya su extraordinaria figura. Estas páginas ayudan a conocer su legado intelectual, centrado en el valor de la persona, del amor y del cuerpo.   

— Juan Manuel Burgos

El pensamiento de Karol Wojtyła/Juan Pablo II como filósofo, teólogo y poeta resulta, a la vez, extenso y profundo. Ofrece aportaciones en cuestiones muy variadas: desde la mujer (Mulieris dignitatem y Carta a las mujeres) hasta su nación, Polonia, o la patria. Entendió, por ejemplo, que la sociedad debía fundarse en la participación y no en la alienación, y que el sistema-prójimo debía tener la prioridad sobre el sistema-comunidad; defendió en Naciones Unidas su visión de los derechos humanos y de las relaciones internacionales; y consideró la familia como “communio personarum”.

Aquí, por cuestión de espacio, nos ocuparemos solo de sus aportaciones más fundamentales y a las que dedicó más espacio en sus escritos.

De la poesía a la filosofía
Pero para poder interpretar y valorar su pensamiento, es necesario conocer antes su interesante historia intelectual. Y esa historia comienza con la poesía. De hecho, su primer texto publicado, bajo seudónimo, es el poema Sobre tu blanca tumba: “Sobre tu blanca tumba/ madre, amor mío apagado, / una oración desde mi amor filial: / dale el reposo eterno”.

El joven Wojtyła llora a su madre muerta mientras inicia sus estudios de filología polaca en la Universidad Jagellónica de Cracovia. Su vocación literaria y artística era tan fuerte que continuó escribiendo poesía hasta su muerte (Tríptico romano), pero, por encima de ella, prevaleció la llamada al sacerdocio en el contexto de una Polonia ocupada por las tropas  nazis. Fue así como entró en contacto con la filosofía y, más concretamente, con el tomismo. “Al principio fue el gran obstáculo. Mi formación literaria, centrada en las ciencias humanas, no me había preparado en absoluto para las tesis ni para las fórmulas escolásticas que me proponía el manual, de la primera a la última página. Tenía que abrirme camino a través de una espesa selva de conceptos, análisis y axiomas, sin poder identificar siquiera el terreno que pisaba. Al cabo de dos meses de desbrozar vegetación se hizo la luz y se me alcanzó el descubrimiento de las razones profundas de aquello que aún yo no había experimentado o intuido. Cuando aprobé el examen, dije al examinador que, a mi juicio, la nueva visión del mundo que había conquistado en aquel cuerpo a cuerpo con mi manual de metafísica era más preciosa que la nota obtenida. Y no exageraba. Aquello que la intuición y la sensibilidad me habían enseñado del mundo hasta entonces, había quedado sólidamente corroborado” (No tengáis miedo, André Frossard, pp. 15-16).

Wojtyła consolidó su formación de filósofo (y teólogo) tomista en el Angelicum de Roma, con una tesis sobre san Juan de la Cruz, otra de sus grandes fuentes de inspiración. Pero al volver a Cracovia sucedió algo relevante: le propusieron realizar la tesis de habilitación sobre el fenomenólogo Max Scheler, entonces muy de moda. Sucedía que Scheler, aunque era discípulo de Husserl –y, por lo tanto, se encuadraba en la filosofía moderna (muy alejada del tomismo)–, proponía una ética que parecía tener muchos puntos de contacto con el cristianismo. Wojtyła decidió analizar esta cuestión, que resultó determinante en su evolución intelectual. “Debo verdaderamente mucho a este trabajo de investigación [la tesis sobre Scheler]. Sobre mi precedente formación aristotélico-tomista se injertaba así el método fenomenológico, lo cual me ha permitido emprender numerosos ensayos creativos en este campo. Pienso especialmente en el libro Persona y acción. De este modo me he introducido en la corriente contemporánea del personalismo filosófico, cuyo estudio ha tenido repercusión en los frutos pastorales” (Don y misterio, p. 110). El estudio sobre Scheler, en efecto, le puso en contacto con la filosofía contemporánea mostrándole que poseía elementos valiosos que debían ser integrados en ella, y que el mejor modo para lograrlo era el personalismo filosófico.

Cuando Karol Wojtyła formula esta convicción, su camino de formación intelectual ha concluido. A partir de aquí comenzará su propio itinerario con un punto de partida muy preciso: la persona.

Juan Manuel Burgos es profesor titular de la Universidad CEU – San Pablo.

Experiencias

Misioneros de la Misericordia, no hay excusa para no dejarse acoger

Omnes·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Los Misioneros de la Misericordia, nombrados por el Papa Francisco en el contexto del presente Año Jubilar, son una herramienta más para acercar a los pecadores al perdón de Dios, para acoger a los arrepentidos y para invitar a la conversión. Jesús Higueras, párroco de Santa María de Caná (Pozuelo) y Misionero de la Misericordia, explica sus funciones.

— Jesús Higueras Esteban

Para los niños que se preparan para la primera Comunión, y para muchos de los jóvenes que participan en las catequesis de confirmación, el Papa san Juan Pablo II es un personaje histórico, reciente sí, pero que no conecta con nada de su experiencia vital. Para las generaciones anteriores ese santo Pontífice es el Papa de nuestra juventud, el Papa de nuestra vocación, el Papa que ha marcado los principales hitos de la primera parte de nuestra vida. Por su origen polaco estaba profundamente sensibilizado con las revelaciones de santa Faustina Kowalska, hasta el punto de que podríamos decir que es el Papa de la Divina Misericordia.

Contemplación de la Misericordia
Por ello, podemos ver como una continuidad con el Pontificado de Juan Pablo II el deseo expresado por el Papa Francisco al inicio de la Cuaresma de 2015 de convocar un Año jubilar dedicado a la contemplación de la Misericordia de Dios. Es una idea que nos ha repetido desde el inicio de su Pontificado. Ya en su primer Ángelus del 17 de marzo de 2013 nos decía: “No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. ‘Y, padre, ¿cuál es el problema?’. El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre”. Este mensaje lo ha repetido de distintas maneras durante estos años.

Pero a todos nos sorprendió el anuncio del Papa en el número 18 de la Bula Misericordiae Vultus en la que decía que “durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la intención de enviar los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios, para que entre en profundidad en la riqueza de este misterio tan fundamental para la fe. Serán sacerdotes a los cuales daré la autoridad de perdonar también los pecados que están reservados a la Sede Apostólica, para que se haga evidente la amplitud de su mandato. Serán, sobre todo, signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están en busca de su perdón. Serán Misioneros de la Misericordia porque serán los artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad, fuente de liberación, rico de responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar la vida nueva del Bautismo. Se dejarán conducir en su misión por las palabras del Apóstol: ‘Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos’ (Rm 11, 32). Todos entonces, sin excluir a nadie, están llamados a percibir el llamamiento a la misericordia. Los misioneros vivan esta llamada conscientes de poder fijar la mirada sobre Jesús, ‘sumo sacerdote misericordioso y digno de fe’” (Hb 2, 17). En estas palabras se condensa todo lo que el Papa espera de nosotros con el fin de que la Misericordia de Dios se palpe a lo largo de este Año en todas partes. Esta nueva figura de los “Misioneros de la Misericordia” acerca el Jubileo y las gracias que lo acompañan, fuera de los límites de la Ciudad Eterna.

En primer lugar manifiesta que esta experiencia es eclesial, es la Iglesia quien nos envía, no vamos por nuestra cuenta sino que, como los Apóstoles, también nosotros somos enviados para “anunciar un año de gracia del Señor”. La Iglesia, como Madre, quiere velar por todos sus hijos, tanto por los que viven en la casa paterna como por aquellos, que por muy distintos motivos y en muy diversas circunstancias, se han alejado de ella. Este es un Año para que todos, venidos de cerca o de lejos, escuchemos el mensaje de salvación de Jesucristo, Hijo de Dios, un mensaje que es de Misericordia y comprensión.

Jesús Higueras Esteban, es párroco de Santa María de Caná.

Mundo

Condena clara al genocidio de Daesh en Reino Unido

Omnes·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Nadie duda de que los crímenes de Daesh constituyen un genocidio en toda regla. Pero  se echaba en falta una condena clara de la comunidad internacional. 

— Miguel Pérez Pichel

Es difícil calcular las cifras de la barbarie de Daesh (también conocido como Estado Islámico) contra las minorías religiosas de Irak y Siria (cristianos, yazidíes, chiíes y otras minorías), o simplemente contra aquellos que disientan de sus prácticas extremas, con independencia de su credo. Los testimonios de primera mano que nos llegan por medio de testigos que consiguen huir del territorio bajo control de Daesh son muy reveladores: asesinatos masivos, mutilaciones, esclavitud, violaciones…

En febrero, el Parlamento Europeo hizo un llamamiento para poner fin al genocidio ocasionado por Daesh. Los eurodiputados condenaron las graves violaciones de los derechos humanos perpetradas por este grupo terrorista y sus técnicas de exterminio particularmente contra miembros de minorías religiosas y étnicas. En marzo, fue el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, quien afirmó que los crímenes de Daesh contra la población iraquí y siria, en concreto contra los miembros de las minorías religiosas allí existentes, constituyen un violento genocidio. Por último, en abril, la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico ha aprobado, por 278 votos a favor y ninguno en contra, declarar y confirmar que es un verdadero genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas el que se está verificando en Siria y en Irak.

Europa, faro de humanidad

13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: < 1 minuto

La crisis de los refugiados afecta directamente a Europa. El Papa Francisco, quien ha estado con los refugiados en la isla de Lesbos, ha abordado este problema en un importante discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.

La emigración masiva hacia Europa es un fenómeno nuevo originado por la guerra, la pobreza y la amenaza del terrorismo en áreas de alta sensibilidad geoestratégica, como es el caso de Oriente Medio.

El autorOmnes

Mundo

Fátima prepara el centenario de las apariciones con oración, penitencia y conversión

La Iglesia en Portugal se prepara para celebrar, dentro de un año, las apariciones de la Virgen en Fátima. ¿Qué significa el mensaje de Fátima para el cristiano de hoy?

Ricardo Cardoso·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

La sucesión de los tiempos nos acerca al centenario de las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima. Preparar la celebración de un centenario no es tarea fácil, pero más difícil es conocer, entender, acreditar y vivir los acontecimientos determinantes que hacen de Fátima el altar del mundo, como decía san Juan Pablo II. El centenario se reviste de un significado más profundo, pues no se trata de celebrar el tiempo pasado o la historicidad, sino de redescubrir los designios que la eternidad de Dios desea para la temporalidad del hombre.

La experiencia de Fátima

Estamos acostumbrados a mirar a Fátima partiendo de realidades fraccionadas, parciales o estancas. Para unos se acentuarán las dimensiones histórica y sociológica, reconociendo la pluralidad y la numerosa proveniencia de miles de personas que, en el último siglo, llegan frecuentemente a Fátima. Para otros, la sociología se especializa en datos de asistencia a Misas, confesiones, peregrinaciones y otras actividades con cariz religioso. En el ámbito de la fe, hay quien mira sin dar crédito a este “fenómeno religioso”; otros se distancian al no aceptar las múltiples formas de manifestaciones de piedad popular o de la sencillez con que muchos peregrinos saben manifestar su amor más sincero y natural a la Santísima Virgen. Otro grupo, no menos reducido, resume la experiencia de Fátima a la práctica de piadosos actos y de una religiosidad masificada, pero olvidándose de que Fátima no está fuera del dinamismo teológico y, por consiguiente, del plan salvífico de Dios para la humanidad y para la vida concreta de cada hombre y mujer de todos los tiempos.

Concretando lo que se está diciendo, se torna claro y evidente que el centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima tiene que ser analizado de un punto de vista amplio, total y transversal. O sea, en rigor hay que clarificar que las apariciones de Fátima son una verdadera y profunda lección de Teología, donde el encuentro de Dios con el hombre sigue siendo una necesidad de manifestación de su Amor y de su Misericordia, creando condiciones para que el hombre acoja la salvación ya operada en Cristo. Siendo así, las apariciones de Fátima son una garantía y una invitación a vivir más plenamente el don de la fe en circunstancias concretas, en dinamismos concretos y en vidas concretas.

El contexto histórico

Las llamadas “apariciones privadas” no pueden ser comprendidas simplemente como respuestas a los problemas humanos. Es necesario entenderlas como apelación de Dios en el decurso de los tiempos para que la radicalidad del Evangelio y el anuncio de la Buena Nueva no se queden ahogados por las circunstancias en que están inseridas. Así se puede entender el planteamiento del contexto histórico de las apariciones de Fátima. 

Los pastorcitos nacen en el inicio del siglo XX, durante los últimos años de la monarquía portuguesa. La república se implanta agresivamente en Portugal por una élite revolucionaria, armada y anticlerical que pretende cambiar el tejido socio-cultural de la nación portuguesa. Las primeras leyes republicanas desamortizan todos los bienes de la Iglesia, se persigue al clero, se extinguen las órdenes y hermandades religiosas que habían sobrevivido al liberalismo y se prohíben los actos públicos religiosos. Por otro lado, Europa se había convertido en un campo de batalla; el mundo se peleaba en la primera guerra mundial y la Rusia de los zares daba lugar a la revolución bolchevique.

Delante de lo que la Virgen identifica como “los males del mundo”, el mensaje de Fátima llega como respuesta de Dios a los riesgos que amenazaban con colapsar la Humanidad. Al mismo tiempo, es importante detenernos en algunas de las características de los receptores del mensaje (los tres niños): pertenecían a familias pobres, y eran inocentes, verdaderos y piadosos. Ante las apariciones revelarán asombro, confianza, curiosidad, alguna ignorancia cultural y, en el momento en que las autoridades republicanas los llevan presos y los amenazan, permanecen fieles a la verdad de la que eran testigos.

¿Qué es Fátima?

Sería más fácil decir lo que Fátima ya no es desde el 13 de mayo de 1917. En esa fecha dejó de ser un pueblo aislado de todo el mundo y habitado por gente buena y sencilla. Con las apariciones de la Santísima Virgen todo cambió: Fátima se quedó como referencia en la mirada de creyentes y no creyentes.

Fátima es uno de los mejores lugares de encuentro de la gente y de la gente con Dios. Anteriormente se decía que el mensaje de Fátima era una lección de profunda Teología del encuentro de Dios con el hombre y, en consecuencia, el santuario de Fátima manifiesta ese encuentro con la pluralidad de personas y de sensibilidades que allí llegan. Así, el santuario de Fátima se convirtió en un Atrium donde se mueven las miles de personas impulsadas por las más distintas motivaciones o intenciones. 

El santuario de Fátima no solo se experimenta en la variedad social, espacial, arquitectónica y cultural. También es un verdadero pulmón de espiritualidad. Allí se mezclan católicos de todas las naciones, pruebas de amor de todos los géneros posibles, sensibilidades de todo el tipo con el principio y el fin de sus miradas en la Virgen María. Aunque no sea muy conocido el mensaje de Fátima, que mucho nos clarificaría la razón, hay que entender bien que los miles de peregrinos que llegan a Fátima son llevados por el corazón, en un encuentro de corazón a Corazón. La certeza de la presencia de la Madre de Dios en ese lugar es lo que la gente busca, con la certeza de que allí todo es distinto porque todo es testigo de la presencia de la Virgen.

Partiendo de la consideración de que Fátima es un lugar de especial encuentro con nuestra Madre, es posible testificar el designio del Amor de Dios que no desiste de, por todas las maneras, volver nuestros corazones a Su Amor. Contactando con el mensaje de Nuestra Señora en Fátima, sobre todo con las Memorias de sor Lucía, nos detenemos en la dialéctica del cielo y de la tierra, del mundo de Dios y del mundo de los hombres, de un dialogo y de una revelación, de la certeza y de la duda. La lejanía en la que se encontraba la Humanidad se resuelve por la cercanía de Dios que envía a los ángeles a preparar los encuentros de la Virgen con los pastorcitos, y suplanta la dureza de los adultos por la docilidad de los niños a la voz de la Virgen.

Punto de partida y de llegada

En nuestro tiempo, en que todo vuelve a estar sumergido en una lejanía de los hombres respecto a Dios, el mensaje de Fátima puede ser víctima de distintas interpretaciones. Por eso, más que mirar interpretaciones, hay que asumir la actitud y el dinamismo del Amor.

Para resumir el mensaje de Nuestra Señora en Fátima nos bastan tres palabras: oración, penitencia y conversión. Allí, la Virgen nos invita a una vida de intimidad con el Señor y vivida totalmente en Él; nos mueve a hacer actos de penitencia que manifiesten nuestro amor por Él en reparación de los pecados de los hombres; y nos invita a cambiar, a experimentar una continua conversión donde el Amor sea nuestra única certeza.

Por todo esto, el centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima nos lleva a querer que nuestras vidas sean vividas en la total confianza en Dios y en el Inmaculado Corazón de la Virgen. El Corazón de la Madre se convierte, entonces, en punto de partida y en punto de llegada de nuestros corazones, donde la Virgen nos da la garantía de que “Mi Corazón será tu refugio” (aparición de junio) para que no nos falte la certeza revelada en la aparición de julio: ¡Por fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará!”.

El autorRicardo Cardoso

Vila Viçosa (Evora, Portugal)

Cultura

Van Gogh, buscando los colores de Dios

Vincent Van Gogh es, sin duda, uno de los artistas esenciales del siglo XIX. Sus cuadros –y sus cartas– nos impresionan hoy a nosotros y a miles de nuestros contemporáneos, porque dicen mucho, hasta el punto de que incluso pueden hablarnos de Dios. Por eso es un pintor de frontera, hoy más actual que nunca.

Jaime Nubiola·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

En la sorprendente novela de Markus Zusak, La ladrona de libros (2005), la pequeña Liesel intenta describirle al joven Max, prisionero en un sótano, cómo se ve el cielo aquel día: “Hoy el cielo está azul, Max, y hay una enorme nube alargada, desenrollada como una cuerda. Al final de la nube, el sol parece un agujero amarillo”. Después de escuchar el relato, el joven suspira emocionado. Ha podido representarse el cielo en las palabras de Liesel.

Quizá sea esto lo que nos conmueve y emociona al contemplar las pinturas de Vincent van Gogh (1853-1890), quien supo captar el alma de las cosas sencillas y cotidianas para así poder volcarlas en su obra: “El arte es sublime cuando es simple”, escribe a su hermano Théo. Cuando leemos sus cartas –que son el mejor autorretrato de su alma– descubrimos el historial de una pasión, la llamada ineludible hacia el lugar en que la belleza no permite distracciones: “Cuántas veces en Londres, al volver a casa por la tarde desde Southampton Street”, le escribe el 12 de octubre de 1883, “me detuve a dibujar en los muelles del Támesis”; o los trigales bajo el cielo de Arlés que le arrebataban el corazón: “Son inmensas extensiones de trigo bajo cielos cubiertos, y no me vi en apuros para tratar de expresar la tristeza, la extrema soledad” (10-VII-1890).

Si intentáramos descifrar el relato de la vida de Vincent van Gogh, sus limitaciones y miserias materiales, sin duda, nos abrumaría con sus marcadas tristezas: “Era una miseria demasiado larga y demasiado grande la que me había descorazonado hasta tal punto que ya no podía hacer nada” (24-IX-1880). Sin embargo, su alma pudo nutrirse de una felicidad incomprensible para la mayoría, privilegio de los espíritus exquisitos y lúcidos; en la misma carta añadirá: “No sabría decirte lo feliz que me siento por haber retomado el dibujo” (24-IX-1880). La pasión por su arte le permite seguir produciendo belleza, aun desde el abismo de una enfermedad devastadora: “Me enfermé” –escribe el 29 abril de 1890– “en la época en que hacía las flores del almendro. Si hubiera podido seguir trabajando, hubiera hecho otros árboles en flor, como puedes suponer. Ahora los árboles en flor casi se terminaron”. El privilegio que goza el presente con respecto al pasado nos permite saber que los árboles que pintó, esas flores de almendro, ya habían ingresado en la historia de las obras llenas de hermosura; pero también el abatimiento le había alcanzado el corazón, el mundo académico le había dado la espalda y la soledad lo había desquiciado.

Van Gogh tenía un profundo deseo de conocerse, de poner en claro qué cosas perturbaban su alma, qué pasiones incontrolables lo acorralaban: “Yo soy un hombre apasionado, capaz y sujeto a hacer cosas más o menos insensatas de las que a veces me arrepiento” (VII-1880); esto explicaría la razón por la que escribió a su hermano Théo unas 650 cartas y por la que pintó 27 autorretratos: “Se dice y lo creo de buena gana que es difícil conocerse a uno mismo; pero tampoco es fácil pintarse a uno mismo. Por eso estoy trabajando en dos autorretratos en este momento, también por falta de otro modelo” (5 o 6 de octubre de 1889). En sus cartas esbozó un autorretrato tan elocuente en sus descripciones como lo son sus pinturas: “Quiero decir que aunque encuentre dificultades relativamente grandes, aunque para mí haya días sombríos, no querría, no me parecería justo que alguien me contara entre los desdichados”.

Van Gogh fue un gran lector, enamorado de los libros y del conocimiento –“Yo tengo una pasión irresistible por los libros. Necesidad de instruirme como de comer mi pan” (VII-1880)–, con unas ansias de superación que nunca lo abandonaron: “Gasté más en colores y en telas que en mí” (5-IV-1888). El trabajo le produce una alegría desbordante: “Siento en mí una fuerza que querría desarrollar, un fuego que no puedo dejar extinguir, que debo atizar” (10-XII-1882). Y las ansias por perfeccionar su arte le posibilitan, incluso, caminos de reflexión: “La vida pasa así, el tiempo no vuelve, pero yo me encarnizo en mi trabajo, a causa justamente de saber que las ocasiones de trabajar no se repiten” (10-IX-1889). Como para avalar su convicción, cita una frase del pintor norteamericano Whistler: “Sí, lo hice en dos horas, pero para hacerlo en dos horas tuve que trabajar durante años” (2-III-1883).

Rememorando un poema de Goethe de 1810: “Si la vista no fuese como un sol, nunca podría mirarlo; si en nosotros no se encontrase el poder de Dios mismo, ¿cómo podría lo divino extasiarnos?”, estremece recordar la candidez del alma de Van Gogh en sus primeros años, cuando el amor a Dios era su amparo y su refugio. En 1875, desde París, Vincent cuenta a Théo que alquiló una habitación y ha colocado cuadros en la pared; entre ellos Lectura de la Biblia de Rembrandt. En la carta describe e interpreta la escena del cuadro: “Es una escena que hace pensar en las palabras: ‘En verdad os digo, cuando dos o tres seres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos’” (6-VII-1875). Es un momento en el que los sueños le apretujan el alma y en que el amor a Cristo regocija su corazón en busca de esa luz que resplandecerá luego en su obra: “Tú sabes que una de las verdades fundamentales del Evangelio es que la luz brille en las tinieblas. Por las tinieblas hacia la luz” (15-XI-1875). El corazón de Vincent está empapado de amor a Dios. Había querido ser pastor y misionero en su juventud y solo se dedicó fervientemente a la pintura en sus diez últimos años de vida.

Desde la diafanidad de una mente y un corazón que aún no habían sufrido los embates de la enfermedad, Vincent, el artista que amaba los libros, el que prefería comprar pinceles y colores antes que alimentos, pudo asegurar con conmovedora convicción, la presencia de Dios en todo lo bello y bueno: “Del mismo modo sucede que todo lo que es verdaderamente bello y bueno, de belleza interior, moral, espiritual y sublime en los hombres y en sus obras, pienso que eso viene de Dios y que todo cuanto hay de malo y malvado en las obras de los hombres y en los hombres mismos, no es de Dios y tampoco a Dios le parece bien” (VII-1880). Medio siglo después, Simone Weil en A la espera de Dios escribirá en este mismo sentido: “En todo lo que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de la belleza está realmente la presencia de Dios”.

El escritor argentino Roberto Espinosa ha visitado recientemente la iglesia de Auvers-Sur-Oise, “esa iglesia gótica donde su corazón religioso se ha conmovido” y donde descansan los restos del artista: “Luego de deambular sin ton ni son en busca del ‘monumento’, sobre un muro y entre dos mausoleos, dos lápidas miran sin pestañear al sol del mediodía: Ici repose Vincent van Gogh (1853-1890) y a su lado, Théodore van Gogh (1857-1891). Un tapiz de hiedra abriga el dolor de las tumbas fraternas”. Ninguno de los dos había cumplido los cuarenta años. Sus almas unidas, entre misivas y pinceles, en busca de la eternidad, de los colores y la luz de Dios.

 

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Argumentos

El cielo: máxima expresión de lo divino y de lo humano

Lo llamamos cielo, porque evoca la trascendencia, la infinitud, la superación del límite. También decimos “visión de Dios”.

Paul O´Callaghan·13 de mayo de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos
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Lo llamamos cielo, porque evoca la trascendencia, la infinitud, la superación del límite. También decimos “visión de Dios”, visión beatífica, porque Dios a quien se ve, es infinitamente beato, feliz. La expresión comunión también vale para hablar del destino inmortal del hombre, porque se trata de una unión estrecha con Dios que no elimina al sujeto humano, una unión entre dos que se aman: el Creador y la criatura. Se podría decir también felicidad perfecta, porque con Dios el hombre encuentra una satisfacción definitiva. El término paraíso, “jardín precintado”, expresa bien el deleite material y corpóreo que espera a los hombres que han sido fieles a Dios. Lo llamamos también gloria, porque denota honor, riqueza, poder, influencia, luz. Y por último, la expresión joánica vida eterna, la vida que Dios infunde en el hombre cuando lo crea y lo salva, pero en este caso la vida de Dios, y por lo tanto eterna, permanente como es Dios.

Vida eterna y fe en Jesucristo

Según el Nuevo Testamento el don de la vida eterna depende de la fe en Jesucristo. “Todo el que ve al Hijo y cree en él tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 40). “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna” (Jn 5, 24). Es decir, para quien cree en Jesucristo ya en esta vida comienza la vida eterna, la vida de Dios. Quizá por eso podemos hablar, como hace un documento del siglo VII, el “Antifonario de Bangor”, de “la vida eterna en la gloria de Cristo”.

En su encíclica Spe salvi, Benedicto XVI se pregunta si la promesa de la vida eterna es realmente capaz de mover el corazón del hombre y motivar su vida. “¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don… Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable” (n. 10). Para muchos, en efecto, el cielo lleva a pensar en un aburrimiento perpetuo. ¿Vale la pena jugarse la vida por la promesa de un vacío perpetuo? “No tengo miedo a la muerte”, decía en una ocasión el escritor Jorge Luis Borges. “He visto morir a muchas personas. Pero tengo miedo a la inmortalidad. Estoy cansado de ser Borges” (El inmortal). Este sentimiento toca el corazón de muchos hombres cuando oyen hablar del más allá.

Divinización

Y a la vez, la respuesta de la fe no es compleja. Todo lo contrario. La vida eterna, el cielo, es fruto de la infusión de la vida divina en el hombre que se abre en la fe, y se consuma en la gloria. El hombre, decían los Padres de la Iglesia, es “divinizado”, hecho divino (2 Pt 1, 4). El hombre comparte a fondo la vida divina, sin llegar a ser Dios, sin confundirse con la naturaleza divina. En ese sentido, la felicidad del cielo no es algo que resulta de estar en la “compañía” de Dios, de estar presente en el ambiente divino, porque es una participación en la vida misma por la que Dios es feliz. Dios es, nos enseña el Concilio Vaticano I, “en sí mismo y a partir de sí mismo perfectamente feliz”. Por eso, si el hombre no fuera perfectamente feliz para siempre en el cielo, la culpa la tendría Dios. Como los enamorados, Dios no nos dice: “serás feliz conmigo”, sino: “yo te haré feliz”. Se trata de una santa y divina determinación. Jesús mismo dice a los justos en el juicio final: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante: entra en el gozo de tu señor” (Mt 25, 21.23). El hombre participa en la vida y en la alegría de Dios; por esto se vuelve feliz para siempre, sin desfallecimientos. El hombre alaba a Dios, ciertamente, pero también es alabado por Dios, y se queda encantado por el eterno afecto de su Padre Dios. Y así para siempre.

Pero queda otra dificultad. Si el hombre está unido con Dios hasta el punto de experimentar la vida divina como propia, ¿no habría que decir que ha sido absorbido por Dios, fundido en Él, sin personalidad propia? ¿No será el hombre como un grano de sal que cae en el océano divino y se disuelve sin dejar rastro de su individualidad? Se trata de una cuestión importante para la antropología cristiana: si el hombre pierde su personalidad en Dios en el cielo, entonces ¿qué valor tendrá su ser persona en este mundo? Es interesante lo que dice al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica: “Vivir en el cielo es ‘estar con Cristo’. Los elegidos viven ‘en Él’, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre” (n. 1025).

Plenitud para el hombre

Donde queda mejor expresada la idea de que el divinizado se encuentra a sí mismo plenamente realizado en Dios es la doctrina que los justos ven a Dios, gozan de la visión beatífica. La visión expresa no sólo la unión, sino también la separación, la distinción. No se ve aquello que se tiene demasiado cerca de los ojos. La vista requiere objetividad, alteridad, distancia. Así, dice san Pablo en la carta a los Corintios: “Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios” (1 Cor 13,12). Y también en la primera carta de san Juan: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es (1 Jn 3,2).

Así, cuando el hombre ve a Dios con una luz que Dios mismo le infunde (el lumen gloriae), goza plenamente de la vida divina, sin la mediación de ninguna cosa vista, es decir, cara a cara. Goza para siempre. Y no quiere, ni puede, dejar de contemplar la fiesta eterna de la vida divina. Se quedará libremente con Dios para siempre.

El autorPaul O´Callaghan

Profesor Ordinario de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma

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