Evangelización

Una referencia mundial. Ecumenismo en Finlandia

El autor forma parte del grupo oficial de Diálogo luterano-católico en Finlandia. El grupo ultima un documento conjunto sobre la Iglesia, la Eucaristía y el ministerio ordenado que espera presentar al Papa en octubre, en medio de un clima de confianza que califica de excepcional.

Raimo Goyarrola·12 de abril de 2017·Tiempo de lectura: 9 minutos

“Pero éste que habla, ¿es luterano o católico?”. Así preguntaba extrañado un obispo luterano alemán a la persona sentada a su lado. Esto ocurría en el reciente Simposio internacional sobre Lutero y los sacramentos celebrado en la romana Universidad Gregoriana en febrero de este año. El conferenciante en este caso era Jari Jolkkonen, obispo luterano de Kuopio, una ciudad finlandesa. El tema tratado en su exposición fue el sacramento de la Eucaristía según Lutero. Este simposio ha sido patrocinado, entre otros, por el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. Asistieron unas 300 personas, venidas en su mayoría desde Alemania. De Finlandia participamos en total 15 teólogos de ambas confesiones, haciendo eco a la invitación expresa que nos hizo el propio Pontificio Consejo.

“Pero éste que habla, ¿es luterano o católico?”. Aunque el motivo de esta exclamación parte de una perplejidad cuanto menos distante, me parece que evidencia muy bien la diferencia entre la actual teología luterana alemana y la finlandesa. Esa pregunta está en el fondo del trabajo que estamos desarrollando en el grupo de Diálogo oficial luterano-católico en Finlandia. Desde hace tres años nos reunimos seis teólogos luteranos y otros tantos católicos para estudiar y profundizar sobre qué es la Iglesia, la Eucaristía y el ministerio ordenado. El documento conjunto va avanzando. Nuestro objetivo es presentarlo al Santo Padre en el próximo mes de octubre.

Este tiempo de coloquio y trato personal nos ha servido para darnos cuenta de lo cerca que estamos en profesar una misma fe, con algunas diferencias explicativas que no implican contenidos opuestos o incompatibles. En la mente de nuestros compañeros luteranos de trabajo ellos se consideran más cercanos a los católicos que a los propios luteranos alemanes. Y así es. La situación en nuestro país es única. Se dice que las comparaciones no suelen ser buenas, y quizás menos en el ámbito ecuménico, pero la realidad muestra que el diálogo ecuménico con los luteranos en los países nórdicos está a años luz del que se desarrolla en el centro de Europa. Dentro de los países nórdicos, Finlandia también es especial, diría excepcional.

Peculiar reforma luterana en Finlandia

Esta excepción que supone Finlandia en buena parte se debe a motivos históricos. La fe cristiana llegó de manos de san Henrik, primer obispo asignado a una sede propia en Finlandia a comienzos del siglo XII. La Reforma luterana entró en nuestro país de manos del rey de Suecia, a cuya corona pertenecían las tierras finlandesas. Todos los historiadores luteranos han reconocido que el motivo fundamental fue de índole económico-social. La Iglesia católica en Finlandia era una Iglesia viva, arraigada en los corazones y conciencias de los pobladores finlandeses.

La Reforma luterana como concepto teológico, litúrgico y disciplinar fue penetrando muy poco a poco en el modus credendi et vivendi del pueblo y de la jerarquía finlandesas. De hecho, se ha documentado que hasta pasado el año 1600 se conservaban todavía sagrarios y culto eucarístico en varias iglesias esparcidas a lo largo de la costa suroeste, donde habitaba la mayoría de la población. Los finlandeses no tenían por qué hacer notar de manera ostentosa, como se hizo en Alemania, su separación con Roma. El pueblo finlandés era sencillo y piadoso. En la actualidad se conservan más de 80 iglesias de piedra. Teniendo en cuenta que la mayoría de las iglesias construidas eran de madera y se quemaron, esta cifra nos habla de una fe muy extendida y profunda: allí donde habitaban varias familias constituyendo un pequeño pueblecito, allí tenían su propia iglesia.

A Mikael Agrikola se le considera el primer obispo luterano. Estudió en Alemania, donde conoció a Lutero y su deseo de reforma. A la vuelta a Finlandia dedicó mucho esfuerzo a la traducción de la Sagrada Escritura, de textos litúrgicos y de oraciones al finés. Fue elegido obispo, ya en separación con la sede de Pedro, por el rey de Suecia. Pero Agrikola no vio con buenos ojos una Iglesia sometida al poder temporal. Quiso escenificar ese descontento volviendo a utilizar los ornamentos litúrgicos que se usaban en la época católica, e hizo un misal basado en el antiguo misal católico aprobado para Finlandia.

De hecho, en Finlandia se ha conservado la línea de una sucesión episcopal y una liturgia que ha seguido desarrollándose en paralelo a la romana. En el diálogo ecuménico actual estamos estudiando si también han conservado la sucesión apostólica. Los luteranos así lo reclaman. Es un tema delicado, pues no se entiende la sucesión apostólica sin la Tradición y sin la comunión universal en el episcopatus unus et indivisus. Algunas diferencias fundamentales en el campo de la moral, y la introducción en 1986 de la ordenación de mujeres, nos hablan de una posible brecha profunda no sólo de componente pastoral sino también doctrinal. Son temas que afrontamos y afrontaremos con sinceridad, respeto a la verdad y confianza en la gracia divina.

Consejo de las Iglesias en Finlandia

Hace justo 100 años se erigió en Finlandia el Consejo Ecuménico de la Iglesias. Desde hace algunos años también la Iglesia católica en Finlandia es miembro pleno de dicho Consejo. En su comité permanente siempre hay un representante de la Iglesia católica. Se ha hecho mucho y se ha avanzado una enormidad. Por poner un ejemplo, se puede afirmar, sin exagerar, que en Finlandia ha nacido el acercamiento afectivo y efectivo que se ha dado a nivel mundial con la Comunidad pentecostal. Aquí tuvimos una reunión oficial con representantes de ambas confesiones, en la que participaron también delegados enviados por la Santa Sede. En ese encuentro sucedió algo especial. El Espíritu Santo tocó las mentes y corazones de todos. Algo así como que de repente desapareció un velo que dificultaba ver la cara del otro interlocutor como hermano en Cristo. Y esto ocurrió en Finlandia.

A la Iglesia ortodoxa de Finlandia, dependiente del Patriarcado de Constantinopla, pertenecen unos 60.000 fieles (casi el 2 % de la población). Con ella hay una relación fraterna llena de cariño y confianza. Nos dejan utilizar sus templos para celebrar la Santa Misa los domingos, debido a la escasez de parroquias católicas. En una ocasión, después de su Divina Liturgia a la que asistí en su catedral de Helsinki, me rodearon los sacerdotes y diáconos exclamando con pena, pero con esperanza: “¡Cuándo seremos una sola Iglesia!”. Coincidimos en que hay que rezar, purificarse y dialogar más. De hecho, meses después, organizamos unas jornadas teológicas donde abordamos los sacramentos y el ministerio petrino. Fue una experiencia única al constatar que prácticamente somos ya una misma Iglesia. Se quedó en abordar con más detalle el ministerio petrino más adelante. Nadie duda de que es el principal escollo.

El ecumenismo es necesario. El gran reto, en mi muy personal opinión, es no reducirlo a hablar y tratar sólo de lo que nos une. Es importante entrar a temas y aspectos en los que hay diferencias de apreciación. Un riesgo real que estamos palpando en el Consejo Ecuménico es centrarnos sólo en lo social, las injusticias, la inmigración, la violencia, las guerras. Hemos de ser valientes para afrontar temas teológicos que nos separan, como nos han insistido varias veces Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Sin miedo ni prejuicios, pero se ha de tratar de antropología, de sacramentaria, de moral matrimonial, de bioética, etc.

Tanto con la Iglesia Evangélica Luterana de Finlandia como con la Iglesia ortodoxa vamos a elaborar un temario de temas teológicos para los próximos años, donde avanzar en el conocimiento mutuo intentando limar las posibles diferencias. Indudablemente, para ello contamos con la luz del Espíritu Santo.

Delegación ecuménica en Roma

Desde hace casi 30 años, con motivo de la fiesta de san Henrik, patrón de Finlandia, se viene organizando una peregrinación a Roma videre Petrum. Esta delegación ecuménica se encuentra ininterrumpidamente con el Papa cada mes de enero. Es una delegación reducida, apenas 10 personas. Por parte católica está presente el obispo de Helsinki, cuya diócesis comprende todo el país, a quien acompaña un sacerdote que va turnándose cada año con otros. Por parte luterana participa un obispo, también por turno, con algunos pastores. Este recibimiento oficial del Papa es excepcional. Comenzó después del viaje que hizo Juan Pablo II a Finlandia en 1989. Volvió muy impresionado por lo que vio aquí. A su vuelta ya en Roma mostró su interés en potenciar el diálogo con la Iglesia Evangélica Luterana de Finlandia.

El clima de estos encuentros es muy agradable y familiar. Hay discursos oficiales, obviamente. Pero se respira un clima nada “oficial”. Este encuentro con el Papa es seguido o precedido por una visita guiada a la tumba de san Pedro, donde rezamos por la unidad. Además, cada año se alterna la celebración de una Misa católica y el servicio litúrgico luterano, también llamado por ellos “Misa”. Con un permiso especial de la Santa Sede, en la Misa católica predica la homilía el obispo luterano, y en la Misa luterana predica el obispo católico. Además, esos días rezamos juntos la Liturgia de las Horas.

Este encuentro privado con el Papa, junto a la visita al Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos, donde se tiene una conversación con su presidente, son una muestra más de la excepcionalidad que estamos viviendo en Finlandia.

Diálogo: Iglesia, Eucaristía y ministerio

Pero volvamos al diálogo teológico bilateral con la Iglesia Evangélica Luterana. Tuvimos la última sesión en Roma justo antes del simposio arriba mencionado. Previamente, el cardenal Kurt Koch nos había visitado en Helsinki en 2015. Nos ofreció unas líneas maestras que podríamos seguir a la hora de elaborar el documento. Y allí nos lanzamos con mucha ilusión. Partiendo del misterio de la Iglesia y su sacramentalidad podíamos centrarnos en el sacramento de la Eucaristía. Se trataría de examinar con honradez teológica y en profundidad qué significa la Eucaristía, su celebración litúrgica como memorial del sacrificio redentor de Cristo en la Cruz, como Comunión y como presencia real y sustancial de Cristo. Ante tan inmenso misterio habría que plantearse si hay otro misterio, otro sacramento que haga posible la Eucaristía. Para ello estudiaríamos el ministerio ordenado y su apostolicidad, el episcopado y su sacramentalidad, el ministerio de unidad y su necesidad.

No anticipo los resultados. Sólo pido oraciones. El cardenal Koch, en su discurso inaugural del simposio ya mencionado, hizo referencia a nuestro diálogo finlandés, como documento de referencia mundial. Entre nosotros, los finlandeses, nació una especie de orgullo sano, a la vez que un sentido de enorme responsabilidad. Hasta ahora hemos dado varios pasos de gigante en el acercamiento doctrinal entre nuestras dos Iglesias. ¿Y si, con la gracia de Dios, nos atreviéramos a dar un salto más hacia adelante? Esto se verá antes de la próxima Navidad.

“Cum Petro”, sin dudar. “Sub Petro”, posibilidad abierta

La Iglesia Evangélica Luterana de Finlandia tiene su sede primacial en Turku, la antigua capital de Finlandia, entonces territorio sometido al reino de Suecia. Esa fue la primera sede episcopal, desde la que san Henrik impulsó la evangelización del país. Hoy en día, no son pocos los arzobispos luteranos de dicha ciudad que se presentan como sucesores de san Henrik. Podría sonar a título honorífico o a mera anécdota, pero el caso es que según un sentimiento generalizado dentro de la jerarquía luterana, la actual Iglesia Evangélica Luterana es la continuadora de la Iglesia católica en Finlandia. De una parte, es claro que no es así. Y esto provoca algunos malentendidos. Pero, por otra parte, dice mucho de la idea de fondo: se sienten en continuidad con la Iglesia católica del siglo XVI y en cierto modo en comunión con Pedro.

En la actualidad, cualquier cristiano en el ámbito ecuménico aceptaría la conveniencia de un ministerio de unidad para toda la Iglesia de Cristo. Muchos verían, incluso con buenos ojos, el sujeto de este ministerio en el Papa. Finlandia, como siempre, va por delante. No sólo es conveniente este ministerio de unidad, sino que es también necesario. La Iglesia Evangélica Luterana acepta un ministerio de unidad, y éste sería el ministerio petrino. La comunión cum Petro es necesaria para estar en comunión con la Iglesia universal. El interrogante se plantea cuando se pregunta qué significa sub Petro. En el diálogo estamos intentando responder conjuntamente a esta crucial pregunta. Dios mediante, en el documento se ofrecerá una respuesta con las condiciones luteranas finlandesas para aceptar el sub Petro.

Iglesia en salida

Me gusta considerar, y se lo dije personalmente al Papa Francisco el mes pasado, que la última palabra que Jesús pronunció antes de subir a los cielos fue “Finlandia”. “Estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. En un mapa de la tierra en dos dimensiones, al menos en Europa, Finlandia queda arriba del mismo. Las nieves y hielos de la separación se están derritiendo. Rezando, dialogando y trabajando juntos esa agua divina irrigará también otros países y diálogos ecuménicos.

Ha llegado la hora de anunciar el Evangelio juntos. No hay más tiempo que perder. El mundo, asfixiado por tanta enfermedad personal y social, pide a gritos hidratación, oxigenación y nutrición espiritual. El testimonio común de la Palabra de Dios, sustentado por la oración común, nos llevará a la unidad.

Con ocasión de un viaje largo al norte de Finlandia pasé la noche en casa de un buen amigo mío, pastor luterano. A la mañana siguiente, obviamente con su permiso, celebré la Misa en el salón. El participó muy piadosamente contestando a las diversas oraciones. Al final de la Misa le agradecí haber podido celebrar la Misa. Con ojos húmedos por las lágrimas, me respondió que era él quien me agradecía que hubiera celebrado la Misa, porque “por primera vez Jesús ha estado físicamente en mi casa”.

En definitiva, ecumenismo es dejar entrar a Jesús en nuestra casa, en cada corazón, en cada comunidad, en cada Iglesia. Sólo Él con la fuerza del Espíritu Santo puede llevar a cabo su propia petición al Padre: “ut unum sint”. Y en Finlandia el Espíritu sopla fuerte. n

Algunas referencias

  • San Enrique (Henrik). Apóstol y primer obispo con sede en Finlandia, vivió en el siglo XII. En su fiesta (19 de enero) una delegación ecuménica acude a Roma.
  • Gustavo I de Suecia (Gustavo Vasa). Reinó en Suecia a partir de 1523. Estableció en el país el protestantismo.
  • Mikael Agrikola. Primer obispo luterano, fallecido en 1557. Es considerado el primer escritor en lengua finesa.
  • Porcentajes. El 73,7 % de los finlandeses son luteranos, el 2 % ortodoxos y el 0,2 % católicos.
El autorRaimo Goyarrola

Corresponsal de Omnes en Finlandia.

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Cultura

Rilke y la joven poeta

Hace más de 100 años Rainer Maria Rilke escribió diez cartas a un joven poeta que deseaba aprender a escribair poesía. Aquellas cartas, reunidas en un libro memorable, siguen siendo actuales porque interpelan vitalmente a aquellos lectores de hoy que anhelan ser poetas.

Jaime Nubiola·11 de abril de 2017·Tiempo de lectura: 4 minutos

Desde hace años el libro que regalo con más frecuencia a los estudiantes que se me acercan para preguntarme cómo aprender a escribir es la obra de Rainer Maria Rilke (1875-1926) Cartas a un joven poeta, publicada originalmente en 1929. En ese volumen se reúnen las diez cartas que entre el 17 de febrero de 1903 y el 26 de diciembre de 1908 escribió Rilke al joven Franz Xaver Kappus, estudiante entonces en la Academia Militar de Viena. Hace varios años regalé ese libro a la joven poeta Ana Gil de Pareja y me encanta traer hoy a estas páginas algo de lo que me escribió después de su emocionada lectura: 

«Comencé a leer Cartas a un joven poeta ensimismada, subrayando página a página lo que me llegaba al corazón. Se trata de un libro que hay que releer cuando la vida tira de más de una parte de nosotros mismos, cuando estamos desesperanzados, cuando sentimos una angustiosa soledad o cuando necesitamos un buen consejo que ahonde en la profundidad del alma”. Eso es lo que más admiro de este libro de Rilke: que lo que pudo ayudar al joven poeta con aquellas cartas llega a lo más hondo de un lector de hoy.

Rilke con sus cartas consigue despertar la inquietud del futuro escritor no mediante la persuasión, sino por medio de la enseñanza. Es todo un maestro en despertar la pasión de la vocación literaria de Kappus, mostrándole el placer de ver más allá de lo que muchos ven, es decir, descubrir la belleza de lo ordinario. “Si su vida cotidiana le resulta pobre no la acuse a ella; cúlpese a sí mismo, dígase que no es lo suficientemente poeta como para extraerle sus riquezas. Para el verdadero creador no hay pobreza ni lugares comunes” (p. 24). Con sus cartas Rilke guía la atención del joven hacia lo verdaderamente importante. Y, en cierto modo, guió también mi descubrimiento de lo auténticamente valioso. 

El gran poema puede no gustar a todos, pero nuestras almas no son muy distintas unas de otras. Todos hemos sufrido dolores semejantes, pues todos, de un modo u otro, vestimos la misma piel. Es el poeta quien sabe describir las sensaciones que percibe, describe su aspecto, su aroma, sus reacciones al entorno, sus heridas y cicatrices… Él es quien se encarga de hacer una auténtica joya de lo ordinario en bruto; el poeta viene a ser un pulidor de la realidad.

El oficio de pulidor consiste en borrar todas las marcas que han quedado en la joya a lo largo de su elaboración. Debe estar atento para concentrarse en tratar las joyas que le confían con la máxima delicadeza. La paciencia es también una cualidad necesaria en este trabajo, ya que el acabado de las joyas puede requerir mucho tiempo. Por tanto, además de la habilidad y precisión necesarias para llevarla a cabo lo que sobre todo necesita es un gran deseo de convertir su trabajo en una obra de arte.

Ha escrito Simone Weil que la inteligencia no puede ser movida más que por el deseo y creo que así entiende Rilke la labor del poeta. El auténtico poeta escribe no porque nazca con la pluma en la mano, sino porque lo que en verdad nace de él es un gran deseo de escribir y una profunda necesidad de hacerlo. La labor de un artista surge porque realmente desea crear su obra, porque nace de lo más hondo de su ser darle vida para dar vida a quienes la contemplen. 

Al leer aquellas páginas sentí que mi gran ilusión era –al igual que Kappus– la de ser una gran poeta. Sin embargo, ¿cómo podía entonces saber si la poesía era lo mío? “Pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿tengo la necesidad de escribir? Sumérjase en lo más íntimo de su ser para obtener una respuesta. Y si fuese afirmativa, si se ve capaz de contestar a esta grave cuestión con un simple y rotundo ‘Sí, debo’, construya entonces toda su vida en torno a dicha necesidad” (p. 23). Hasta la famosa cantante Lady Gaga lleva tatuada en su brazo izquierdo esta frase en el alemán original. Procede de la primera de las cartas y muestra, con especial detalle, el punto al que quiero llegar. Es posible que mis escritos no sean mejores que los de los grandes escritores, pero son trozo y voz de mi propia vida. Por ello, debía cuestionarme si era mi deber alzar mi voz para que pudiese ser escuchada, porque nadie más podría decir lo que yo tenía que decirle al mundo. Mis palabras eran y seguirán siendo únicas e irrepetibles.

Ante este descubrimiento, el alma de un escritor inquieto no queda indiferente. Este libro avivó mis ilusiones por mostrar la riqueza de lo ordinario, por contarle al mundo las grandes historias que aún no han sido contadas porque todavía nadie las ha descubierto. Esas historias que desde mucho tiempo atrás nos pertenecen y que al darles vida pueden llegar a pertenecer a otros. En definitiva, descubrí que mi vocación era la escritura, pues lo bello no estaba solo en mis escritos, sino sobre todo en su finalidad, esto es, en lo que provocan en quienes los lean. Entendí que ese efecto nace en cada alma singular: el éxito del escritor reside en la autenticidad de su alma y en cómo consigue mostrarla al mundo de modo transparente, sin sombras ni contrastes. El gran poeta no triunfa porque escriba cosas excelsas, sino porque transmite una creencia propia a quienes tienen capacidad de creer lo mismo que él cree. Creencias y miradas profundas, únicas e irrepetibles, que embellecen el mundo: en eso trabaja el joven poeta».

Hasta aquí lo que me escribía la joven poeta Ana Gil de Pareja. Por este hermoso testimonio –y por tantos otros que he acumulado en estos años– me parece que vale la pena seguir recomendando hoy la lectura de este libro.

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Reverendo SOS

Vitaminas y minerales (y II)

Se ha extendido la percepción de que conviene tomar suplementos de vitaminas y minerales, en todo caso. ¿Es cierto? En particular, ¿qué función alimentaria cumplen los minerales y dónde se encuentran?

Pilar Riobó·11 de abril de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

Los minerales son, como las vitaminas, micronutrientes que participan como coenzimas en el metabolismo de los nutrientes, tienen funciones estructurales (como el calcio y el fósforo, constituyentes del esqueleto), participan en el transporte de oxígeno a los tejidos (como el hierro, esencial para formación de los glóbulos rojos de la sangre), o intervienen como constituyentes de las proteínas musculares (es el caso del hierro) o de las hormonas tiroideas (el iodo). Además, el calcio participa en funciones de transmisión de señales nerviosas en el cerebro y en el músculo. Otros minerales, como el sodio (constituyente de la sal común) controlan el equilibrio del agua y los niveles de tensión arterial.

El potasio es el principal ión que se encuentra en las células. Junto con el sodio y el cloro interviene en la hidratación del organismo y en la transmisión neuromuscular. Debido a su importancia fisiológica, todos ellos están sometidos a una fina regulación en el organismo, principalmente gracias a la acción del riñón, por lo que no suelen producirse variaciones importantes en su nivel en el organismo, salvo que haya una patología subyacente.

En el organismo, el 65 % del hierro se encuentra formando parte de la hemoglobina. Esta proteína, contenida en los glóbulos rojos, es la encargada de transportar el oxígeno desde el pulmón a los tejidos. El resto del hierro forma parte de la mioglobina, proteína que se encuentra en el músculo y le cede oxígeno cuando lo precisa, y que también se almacena en el hígado o el bazo. Desde estos depósitos, el hierro es movilizado para formar más hemoglobina cuando es necesario.

El déficit de hierro impide que se sintetice la hemoglobina. Esto es lo que se llama anemia ferropénica. La deficiencia de hierro es muy frecuente sobre todo en adolescentes y en mujeres en edad fértil, y en las mujeres embarazadas, que tienen mayores requerimientos. En las personas mayores, la razón más frecuente de anemia ferropénica son pérdidas crónicas, sobre todo a nivel gastrointestinal, aunque sean de pequeña cuantía, y siempre debe buscarse su causa.

Algunos micronutrientes (las vitaminas A y E, el selenio, y el zinc) tienen capacidad antioxidante, por lo que evitan la formación de radicales libres (que se han relacionado con el envejecimiento, con la génesis de tumores, con la formación de cataratas, con la aterosclerosis y con el infarto de miocardio). 

El calcio y el fósforo juegan un papel primordial en la formación del hueso. Debido a la dieta occidental e hiperproteica que tomamos, no suele haber deficiencias de fósforo, aunque es frecuente que la ingesta de calcio no llegue a cubrir los requerimientos. En concreto, éstos son elevados en los niños y adolescentes, época en la que se está formando el hueso y se llega al llamado “pico de masa ósea”. A partir de este momento, cuando el hueso es más fuerte, se irá perdiendo hueso muy lentamente. La pérdida de masa ósea se acelera en la época de la menopausia, al faltar las hormonas sexuales femeninas, por lo que los requerimientos son también elevados en torno a esos años. Se ha demostrado que la alta ingesta de calcio en esta época de la vida atenúa la pérdida; si es acelerada, o si el pico de masa osea al que se llegó en la adolescencia no es adecuado, aparece más fácilmente osteopenia y luego osteoporosis (“hueso poroso”, que se rompe fácilmente con traumatismos pequeños), con sus temidas consecuencias (fracturas de cadera, vertebrales, del radio…).

Entonces, ¿es necesario tomar suplementos farmacológicos de vitaminas y minerales? Si se realiza una dieta abundante y variada, y no se padecen enfermedades, generalmente no es necesario: las vitaminas están contenidas en los alimentos. Hay casos concretos, como los antes mencionados (anemia por carencia de hierro, deficiencia de sol, aporte de calcio en la menopausia, vitamina B12 en ancianos, problemas de mala absorción…) en los que sí que puede interesar consumir suplementos vitamínicos, siempre tras consultar con su médico.  

Los principales minerales y sus fuentes alimentarias se muestran a continuación:

  • Hierro: carne, morcilla, huevos, legumbres;
  • Calcio: productos lácteos, raspa de los pescados;
  • Fósforo: carne, pescado, lácteos, huevos;
  • Magnesio: verduras, legumbres, frutos secos, carne, chocolate, mariscos;
  • Sodio: sal común;
  • Potasio: frutas, verduras y hortalizas;
  • Iodo: sal iodada, pescados;
  • Selenio: mariscos, riñones, hígado y carne;
  • Zinc: ostras, carne, hígado, huevos, leche.
El autorPilar Riobó

Médico especialista en Endocrinología y Nutrición.

Iniciativas

Una pastoral juvenil para el siglo XXI

Cada generación hace presente el mensaje de Jesucristo en su época, con su lenguaje y en su propia cultura. La pastoral juvenil no permanece ajena a estos cambios, y debe presentar la belleza del cristianismo de modo adecuado. Una experiencia como Life Teen puede dar pistas sobre modos de catequesis:  participativa y en un lenguaje actual, sin recortes en la doctrina y con una práctica sacramental profunda.

Pablo Alfonso Fernández·11 de abril de 2017·Tiempo de lectura: 4 minutos

El próximo Sínodo de los obispos, previsto para el año 2018, se centrará en los jóvenes y el discernimiento vocacional. Cuenta ya con un Documento preparatorio que se ha hecho público a comienzos de este año. Este texto ayuda a enfocar hoy de modo adecuado la pastoral juvenil, y como en otras ocasiones, incluye un cuestionario al final cuyas respuestas servirán de base para elaborar el Documento de trabajo para el Sínodo. El tono es optimista y esperanzado, y su lectura anima a la Iglesia a percibir la voz del Señor a través de los jóvenes que, también hoy, saben distinguir los signos de nuestro tiempo. Como se dice en la introducción de este Documento, al escuchar las aspiraciones de los jóvenes, se puede entrever el mundo del mañana y las vías que la Iglesia está llamada a recorrer.

Son muchos los agentes de pastoral que trabajan con gente joven, y en ocasiones su dedicación no muestra los frutos que se esperan. Esta situación conduce a cierto desaliento, y se puede tener la impresión de que el mensaje de Cristo fuera algo anticuado, que no conecta con los intereses y las aspiraciones de los jóvenes de hoy. Surge entonces la tentación de recortar las exigencias del Evangelio, o de mostrar una figura del cristianismo algo más difusa, que no requiera un compromiso vital tantas veces percibido como costoso. Sabemos que esa no es la solución. De hecho el cristianismo a la carta, al perder su autenticidad, también desdibuja el atractivo de un ideal, de algo por lo que merece la pena luchar. Y los jóvenes de hoy, como los de otras épocas, son quienes buscan mejorar el mundo. Valoran lo auténtico. No se conforman con sucedáneos. Son capaces de compromiso si se muestra el mensaje de Cristo con toda la fuerza y el atractivo que tienen.

Un grupo de jóvenes que funciona

Existen muchas iniciativas que se dirigen a integrar más a los jóvenes en proyectos de vida cristiana. Una de ellas es el método de Life Teen, que tuvo su inicio en 1985 en una parroquia de Arizona, en los Estados Unidos, y hoy está presente en cerca de 2.000 parroquias de más de 30 países. Lo puso en marcha Randy Raus, con el afán de acercar a los jóvenes a Cristo tras vivir un proceso de conversión personal. 

Este padre de familia es ahora el presidente y uno de los fundadores del proyecto evangelizador de Life Teen, que presenta con profesionalidad y entusiasmo en todo el mundo. Cuando comenzó a sentir esta inquietud apostólica tuvo ocasión de conocer a la Madre Teresa y le preguntó: –Madre Teresa ¿qué debería hacer Life Teen? –Llévalos a la Eucaristía. – ¿Eso es todo?, preguntó él; pero, debe de haber algo más. Madre Teresa respondió: –No os preocupéis por los números, ayudad sólo a una persona a la vez y empezad por la que esté más cerca de vosotros en una ocasión.

Las parroquias en las que se implanta el método de catequesis de Life Teen forman grupos de jóvenes que comparten su fe en un tono desenfadado y alegre, al mismo tiempo que viven una propuesta profunda de encuentro con Cristo en la Eucaristía, y de formación semanal en la doctrina de la Iglesia Católica. Los pilares de su formación se encuentran por lo tanto en la Misa, en unas sesiones dinámicas de catequesis y en la comunidad en la que conviven con otros jóvenes.

Life Night: experiencia nueva para adolescentes

En las catequesis de Life Teen se otorga el protagonismo a los propios jóvenes. Antes que la transmisión de una doctrina, las sesiones se organizan con la finalidad de compartir espacios y de aprender a través del encuentro. Existen dos modalidades de sesiones en función de la edad de los participantes: los más jóvenes se incorporan al grupo Edge, y a partir de los 15 ó 16 años se agrupan en el denominado Life Teen

Su dinámica incluye cuatro momentos sucesivos que se nombran en inglés con los términos Gather, Proclaim, Break, y Send. En el primer momento (la reunión), se recibe a los participantes en un contexto festivo, como una merienda o un juego, que permite conocerse y entablar una primera aproximación. A continuación se imparte la catequesis, que explica algún aspecto doctrinal o cuestiones de actualidad que afectan directamente a los jóvenes. Después se comparte el tema explicado en pequeños grupos, donde se favorece la participación de todos. Por último se vuelven a reunir esta vez para un momento de oración.

Las parroquias que utilizan este método reciben tres veces al año materiales específicos para las sesiones de catequesis. Son recursos diseñados para llegar a la cultura de la gente joven, habituada a recibir muchos reclamos a través de los medios audiovisuales. Además se incluyen guías litúrgicas con sugerencias para la predicación y para la música de los encuentros de adoración eucarística. Este es un elemento importante en las reuniones, en especial la música de alabanza, que a través de un ritmo vibrante y melodías pegadizas impulsa a sentir la presencia de Dios y mueve el corazón al diálogo personal con Dios.

Piensa en grande

El último encuentro europeo de Life Teen se ha celebrado en Barcelona en marzo. Allí hubo cerca de 200 asistentes que compartieron experiencias y buscaron modos de hacer más eficaz y profunda la evangelización entre la juventud. Jordi Massegú, el responsable de este método en España, explica que es importante acompañar a los adolescentes allí donde están, y en concreto en las redes sociales que ellos utilizan y en las que están presentes, como Instagram y Snapchat

Al mismo tiempo sugiere que los agentes de pastoral juvenil sepan mostrar sus actividades de modo más atractivo, cuidando por ejemplo la profesionalidad en su organización y difusión, con la confección de carteles de diseño más visual y directo. Existen herramientas específicas para la elaboración de estos materiales, como Worswag o Canva. Por supuesto, el recurso a las redes o la apariencia externa de los materiales no sustituye al trato presencial con la amistad y el acompañamiento sincero que los jóvenes aprecian y contribuyen a generar con su entusiasmo y su iniciativa.

En una audiencia de 2014 a la Comisión para América Latina, el Papa Francisco pensaba en los jóvenes al destacar tres aspectos del encuentro de Jesús con el joven rico: la acogida, el diálogo y la invitación. Este pasaje nos puede ayudar como icono del acompañamiento a los jóvenes, y como explica el Papa, ayudarles a entender que “Cristo no es un personaje de novela, sino una persona viva, que quiere compartir ese deseo irrenunciable que ellos tienen de vida, de compromiso, de entrega. Si nos contentamos con darles un mero consuelo humano, los defraudamos. Es importante ofrecerles lo mejor que tenemos: a Jesucristo, su Evangelio, y con ello un horizonte nuevo, que les haga afrontar la vida con coherencia, honradez y altura de miras”.

El autorPablo Alfonso Fernández

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Foco

Acompañamiento de los jóvenes. Necesitan ser tratados en serio

Fulgencio Espa Feced·11 de abril de 2017·Tiempo de lectura: 10 minutos

Suponer que el acompañamiento espiritual hunde sus raíces no en la tierra, sino en el cielo, y que produce sus frutos en la historia, es en definitiva jugar con ventaja. En el fondo, toda realidad que trate de lo sobrenatural es susceptible de ser interpretada de esta manera. De hecho, la imagen del árbol invertido que se enraíza en el cielo y da fruto en los altares fue fecundamente detallada durante la época patrística en referencia a la Eucaristía. La savia corre por el tronco de la cruz y se derrama en los dones eucarísticos, hechos cuerpo y sangre de Cristo. 

Las cartas están marcadas, por tanto, por el resello de lo sobrenatural. Hablo de acompañamiento espiritual desde una perspectiva de gracia, de don sobrenatural. Vamos a describir los rasgos esenciales de un encuentro entre hermanos o, si se prefiere, de un hijo con su padre. Paternidad espiritual y fraternidad cristianas se hallan al origen de esta práctica espiritual. En el acompañamiento no hay clientes, como en el coaching; ni pacientes, como en el psiquiatra; hay, sencillamente, hermanos. En el coloquio espiritual no hay terapia, como en el legítimo y provechoso mundo de la psicología; hay apertura de corazón, diálogo de fraternidad, conversación filial. 

Cuando se quiere llevar a cabo cualquier estudio de la índole que sea, la pregunta primera de todo ensayista o investigador versa sobre las fuentes. ¿Dónde se hallará conocimiento? ¿Qué bibliografía hay que consultar? ¿Qué artículos han salido últimamente?

Escribo sobre acompañamiento espiritual a jóvenes, y confieso que la fuente fundamental para estas letras han sido ellos mismos. Dicho de otra manera: para describir este árbol de gracia que es el acompañamiento espiritual, comienzo –¿por qué no?– detallando sus maravillosos frutos en los corazones jóvenes. En estos años de vida pastoral son muchos a los que he visto crecer al calor del diálogo espiritual. En esta reflexión es necesario descalzarse, se pisa terreno sagrado (cfr. Ex 3, 5): la tarea de la gracia en las almas es tan delicada, que se hace merecedora de nuestra primera atención.

Fruto

No se define a la planta improductiva por sus frutos. Si uno se toma la molestia de buscar el evangélico término “cizaña” en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, no hallará en ella la palabra “fruto”. Se habla de que es una planta tóxica, difícil de extirpar sin arrancar también la buena semilla, que puede dañar ella sola cosechas enteras.

Por el contrario, si uno busca “trigo”, es casi inmediata la referencia a su hermosa “hilera de grano y fruto”. El fruto dice mucho de la planta, hasta el punto de poder calificar su existencia como beneficiosa o dañina.

Ahora bien, ¿cuál es el fruto producido por el acompañamiento espiritual en las almas jóvenes? Por encima de todo, el amor. Sé que suena genérico para el oído escéptico, y como está en mi ánimo hacerlo creyente, descenderemos bien abajo para detallar qué significa, en este contexto, el amor.

Comienza, aunque no se busque (quizá porque no se busca), por un recto amor a uno mismo. Son muchas las chicas y los chicos que aprendieron a respetarse a sí mismos a través del acompañamiento espiritual. Cuando el diálogo extrema la delicadeza, mueve a ese respeto que comienza por uno mismo. Los muchachos comienzan a pensar que son capaces de algo. Son demasiadas las veces que han escuchado palabras de reprobación, juicios poco prudentes –y quizá falsos– sobre la bondad de los tiempos pasados, sentencias reprobatorias de su voluble voluntad. Por fin, alguien cree en ellos, y no me refiero al acompañante espiritual, sino a Dios mismo. Se llega, poco a poco, a la impresionante convicción de que algo espera de mí ese que existe antes de que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, y desde siempre y por siempre es Dios (cfr. Sal 89, 2).

El amor habla siempre de compartir algo. Amans amato bonum velit, decían los clásicos. O sea, que amar es compartir lo bueno. Descubrir al alma joven que tiene algo que compartir con Dios es abrirle al apasionante mundo de la oración. El corazón se hace grande en el diálogo de la plegaria, porque la juventud –siempre que sea joven– no repara en las dificultades cuando percibe la grandeza del amor, la belleza de un ideal amoroso. Todo eso se desvela cuando se persevera en la oración, y el acompañamiento espiritual es sinónimo de palabras de ánimo cuando se refiere a este particular. 

En el coloquio espiritual se aprende a orar, se crece en el trato con Dios, se pretende poner a la persona “cara a cara” con Dios (cfr. Ex 33, 11). Queremos, como Abraham, escuchar su voz (cfr. Gn 12, 1). Al principio quizá no seamos conscientes de que esa escucha puede implicar también salir de nuestra tierra. No importa. Dios no pide nada que antes no dé. El diálogo periódico con el acompañante está orientado fundamentalmente a cumplir Su voluntad; la de Dios. El principal y primer tema de la conversación espiritual es la oración, la plegaria, la queja y la acción de gracias a Dios: el diálogo íntimo con Él.

La luz de la gracia recibida en la oración pone de manifiesto las divisiones del alma. ¿Qué quiere decir esto? Como detalla el documento preparatorio para el Sínodo de los Obispos de 2018 sobre los jóvenes, “el corazón humano, debido a su debilidad y al pecado, se presenta normalmente divido a causa de la atracción de reclamos diferentes, o incluso opuestos”. El joven evidencia esta oposición, y distingue, nuevamente, los frutos de aquellas ramas que hunden sus raíces en el cielo, de esos otros que nacen por y para lo mundano. El acompañamiento espiritual despierta en el joven el ansia de lo mejor, y abre su corazón y su inteligencia a una vida con relieve. 

El joven que con autenticidad se deja acompañar espiritualmente escapa del conformismo, y ya no actúa solo si “renta” o “no renta”. En su corazón anida algo más que la sensualidad y la comodidad, que nada tiene que ver con un ideario pesado, sino más bien con un amor abrasador. 

El joven que reza sinceramente, y profundiza sin cesar en ello, hace brillar su alma con los más bellos destellos. No se deja engañar. Descubre la perla escondida, y es capaz de vender cuanto tiene con tal de adquirirla (cfr. Mt 13, 45-46). Es mucho más que un joven con valores; es un joven con vida sobrenatural. Esa vivencia marca su mirar cotidiano; ha hallado el tesoro escondido del amor de Dios y observa un mundo diferente: no ve extraños sino hermanos; no experimenta dificultades, sino pruebas en el amor; no conoce la queja, sino el desafío de la entrega.

En el camino de la vida, afirma el documento citado, conviene decidir, “porque no se puede permanecer indefinidamente en la indeterminación. Pero es necesario dotarse de los instrumentos para reconocer la llamada del Señor a la alegría del amor y elegir responder a ella”. El fruto más sobrenatural que el acompañamiento espiritual puede producir en la juventud es el discernimiento de la propia vocación, porque implica la serena convicción de un amor extraordinario de Dios que, en su infinitud y omnipotencia, ha reparado en mi pobreza. 

“Escucha, hija, mira, inclina el oído; prendado está el rey de tu belleza; póstrate ante él que él es tu Señor” (Sal 44, 11). Este, y no otro, es el contexto de toda vocación: un diálogo de amor en el que uno tiene algo que entregar. Esto es lo bonito: que Dios quiera mendigar algo del alma joven. Y esto es lo apasionante: que ese chico, que esa chica, pueda dárselo. Un fruto de tan extraordinaria belleza, ¿podrá estar enraizado en otro lugar distinto del cielo mismo?

Ramas y tallo

Estos maravillosos frutos “entallan” en una personalidad bien concreta: una humanidad que desea crecer. Es la juventud tiempo de ideales, y quien piense que eso acabó con el siglo pasado es que, de hecho, no trata o no sabe tratar a los jóvenes. Perder la esperanza de que la juventud pueda ser la edad de los sueños es perder la esperanza en la humanidad entera. 

“La juventud no está hecha para el placer”, afirmaba certeramente el poeta Paul Claudel, “sino para el heroísmo”. Hoy, como siempre, la juventud necesita a alguien que le recuerde su grandeza. Esos frutos que son los corazones nobles de los jóvenes penden de unas ramas que necesitan ser podadas, de un tallo merecedor de las más exquisitas atenciones. En definitiva, los jóvenes necesitan ser seriamente tratados, y no como deficientes morales o, lo que es peor, psicológicamente incapaces. Juventud ha de ser sinónimo de una mayor generosidad, y no de una vida raquítica.

Hacen falta hombres que comprendan lo que de verdad interesa a los jóvenes, y puedan moverles al más fino amor. Lo dicen –¡lo piden!–  ellos mismos. Los acompañantes espirituales tienen que estar persuadidos del heroísmo de la juventud. 

“Nosotros pudimos responder”, decía un anciano presbítero al grupo de sacerdotes que se apiñaba alrededor suyo, “porque alguien se ilusionó con nosotros”. Chicos y chicas necesitan ese alguien que les enseñe a amar lo verdaderamente importante y a no distraerse con los engaños del camino… Y eso lo aprenden muchas veces no tanto como fruto de largas peroratas, sino como consecuencia de una verdadera pasión por ellos de mil modos manifestada: sus ideales, sus gustos, sus canciones, sus valores, sus inquietudes. Quererles

Porque alguien se ilusionó con nosotros. Los que acompañan espiritualmente deberían grabarse a fuego estas palabras en sus corazones si desean sinceramente ayudar a los más jóvenes. Ilusionarse con la juventud, ilusionarse con que un joven sea llamado por Dios a una entrega sin reservas, ilusionarse con que todos ellos puedan llegar a las más altas cotas del amor de Dios. Tener pasión por la juventud hace a los jóvenes noblemente apasionados. Ellos notan pronto quién tiene deseo de vivir, empeño por estar alegre y confianza en la juventud. Cuando el sacerdote o el acompañante espiritual tiene ilusión por los muchachos, consigue comunicar naturalmente sus aspiraciones, sin fingimientos ni cosas extrañas. Ellos encuentran por fin un adulto que les entiende y les habla al corazón, que no quiere sacar nada de ellos sino que únicamente busca que encuentren la verdadera felicidad: su propio (y más alto) camino. No hay sospecha, al contrario: saben que pueden hablar con él de sus cosas más íntimas, porque nunca le parecerá demasiado. Ese hombre, esa mujer, enseña continuamente de palabra y de obra que ser de Dios es un regalo, y que quien ha sido elegido por Dios es un privilegiado. 

Nosotros pudimos responder, porque alguien se ilusionó con nosotros. Volviendo al símil agrario, hay que cuidar la planta de la juventud a costa de los más grandes esfuerzos, si bien el mayor de todos es quererles sinceramente y de todo corazón. Con su amor y su palabra, el acompañante espiritual librará al joven de las numerosas plagas a las que se halla expuesta: los respetos humanos, la crítica feroz, la procacidad, la sensualidad y la falta de arraigos. 

El miedo a Dios

En el acompañamiento espiritual es necesaria la maestría de un cuidador de bonsais. Delicadeza extrema para tratar al alma cristiana. El curso de la conversación espiritual tratará sobre diversas cuestiones: la oración, la fe en Dios, las dudas y las zozobras, los sacrificios de la jornada y las circunstancias del día a día. Cada uno tiene su modo propio de entablar este coloquio, si bien en todos los casos se habrá de buscar el encuentro más sincero y veraz con Dios. Toca al acompañante espiritual la bella tarea de escuchar y de poner al joven delante de Dios para que haga no lo que más le apetece, sino lo que conduce al mayor amor de Dios. Toca al maestro abrir horizontes de rectitud y de amor que sean motor de las decisiones más difíciles; mover a las almas a la comunión con Dios para poder traer el cielo a la tierra. 

A esa delicadeza extrema corresponde la sinceridad más total. Es sincero quien dice todo lo que sabe, y eso representa al menos tres aspectos de máximo interés. En primer lugar, se quiere decir que no se oculta nada por vergüenza o por temor a quedar mal. Nunca se queda mal en la dirección espiritual si se dice la verdad. Para ello, el acompañante no ha de mostrarse nunca decepcionado, porque tal actitud no sería en ningún caso evangélica. ¿Acaso el Padre del hijo pródigo manifestó en algún momento sombra de decepción?

En segundo lugar, ser sincero significa profundizar y crecer día a día en el conocimiento propio. Decir todo lo que uno sabe no significa saberlo todo. Para dejarse acompañar es oportuno tener un profundo espíritu de examen que ayude a un progresivo conocimiento propio.

Finalmente, ser sincero significa ser dócil a las indicaciones. Si uno dice todo siempre, y no hace caso nunca a los consejos, difícilmente hallará en el acompañamiento un instrumento eficaz para su vida espiritual.

Raíz

La raíz está en el cielo; o bien en el cielo que se hizo tierra: Jesucristo. Él es el ejemplar primero y paradigma absoluto de todo acompañamiento espiritual, que se expresa en la totalidad de su humanidad: la mirada amorosa (la vocación de los primeros discípulos, cfr. Jn 1, 35-51); la palabra con autoridad (la enseñanza en la sinagoga de Cafarnaún, cfr. Lc 4, 32); la capacidad de hacerse prójimo (la parábola del buen samaritano, cfr. Lc 10, 25-37); la opción de caminar al lado (los discípulos de Emaús, cfr. Lc 24, 13-35); el testimonio de autenticidad, sin miedo a ir en contra de los prejuicios más generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cfr. Jn 13, 1-20). 

Por la humanidad de Jesús llegó la gracia a los primeros discípulos, a los habitantes de Nazaret, a los que escuchaban su enseñanza, a los discípulos de Emaús y a los Apóstoles. Por medio del acompañamiento espiritual, siguen llegando torrentes de gracia a los jóvenes, sacándolos del más insulso anonimato, y llevándolos a las más altas cotas del amor de Dios: como a Pedro y a Santiago, como a Juan y a Andrés, como a María Magdalena.

La meta en este caso es el origen. El acompañamiento espiritual, que hunde su raíz en la gracia de Dios, tiene por término a Dios mismo. Muchas personas buscan estar bien. Los jóvenes también. Es razonable; a nadie le gusta sentirse mal. El acompañamiento espiritual contribuye, qué duda cabe, a la paz interior, pero su objetivo es más trascendente. En último término, el acompañamiento espiritual quiere llevar al joven a la santidad, y por eso es para toda alma cristiana. En el último Concilio se nos ha recordado esa llamada universal a la santidad, y vinculada a ella se podría subrayar legítimamente que también hay una llamada universal al acompañamiento espiritual.

Es cierto, el acompañamiento espiritual no es el único medio para la santidad. Los medios de santificación son infinitos, como infinito es el amor de Dios por cada criatura. Pero, como subrayaba un alma joven, el acompañamiento espiritual es lluvia fina, sugerencia delicada, indicación suave que mueve fuertemente los corazones y fecunda las almas. En efecto, el acompañamiento espiritual no es el único medio de santificación, pero si uno de los más privilegiados.

Una comunidad juvenil donde se recurre al acompañamiento espiritual rectamente vivido habla claro de un conjunto y de un cada uno bien orientado. La conversación periódica con el hombre o la mujer espirituales pone en la buena dirección a cada alma y a la entera comunidad. 

Lo que hemos visto con nuestros ojos (1 Jn 1,1)

“Los judíos pudieron contemplar milagros”, afirmaba san Juan Crisóstomo en una de sus catequesis; “tú los verás también, y más grandes todavía, más fulgurantes que cuando los judíos salieron de Egipto”. 

El milagro es una hermosa cosecha; eso es lo que vieron nuestros ojos y palparon nuestras manos. Una cosecha divina, que habla de jóvenes entregados, totalmente modernos y plenamente cristianos. Un mismo fruto (el camino a la santidad) expresado de modos muy distintos: almas consagradas en la vida religiosa, jóvenes entregados al sacerdocio, chicos y chicas que abrazan el celibato apostólico y decenas y decenas de jóvenes que forman familias conforme al amor de Dios. En efecto, milagros más fulgurantes que cuando los judíos salieron de Egipto: el triunfo del amor de la Nueva Alianza (la gracia) en el alma joven.

“Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu”, afirmaba el Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, “para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño” (n. 171). 

Proteger al rebaño, cuidar la planta…. y hacerla crecer. “En el compromiso de acompañar a las nuevas generaciones la Iglesia”, sentencia el documento preparatorio del Sínodo de 2018, “acoge su llamada a colaborar en la alegría de los jóvenes, más que intentar apoderarse de su fe (cfr. 2 Cor 1, 24). Dicho servicio se arraiga en última instancia en la oración y en la petición del don del Espíritu que guía e ilumina a todos y a cada uno”.

El autorFulgencio Espa Feced

Párroco de Santa María de Nazaret (Vallecas, Madrid)

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FirmasAndrea Tornielli

Misioneros que se dejan evangelizar

Los cristianos saben que han de ser misioneros, pero también que su misión más importante no es dar a los demás algo que poseemos y que debemos de dar, si no buscar en los demás, y particularmente en los necesitados, lo que ellos necesitan.

11 de abril de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

¿Por qué el Papa Francisco ha repetido ya varias veces aquellas palabras de su predecesor Benedicto sobre la evangelización, cuando explicó que la Iglesia crece por atracción y no por proselitismo? ¿No está en la naturaleza y misión de la Iglesia el “conquistar” prosélitos? En realidad, las palabras de Benedicto asumidas por su sucesor Francisco nos hablan de un método, que es el método que Dios siempre tuvo: no el de coaccionar la libertad. No el de los grandes eventos históricos, ni el de las intervenciones extraordinarias, sino el de la comunicación en el susurro de la brisa, en el brillo de la belleza, en el atractivo de una vida que se testimonia por sí misma.

Esta convicción la podemos descubrir en la historia de la Iglesia y y en cómo se comunicó la fe cristiana. En la perspectiva de Francisco, conviene comprender algunas consecuencias, y sobre todo esta: el creyente sabe que ha de ser misionero, pero que su principal misión no es llevar algo a alguien, ser protagonista y su capaz de dar algo a otros que lo necesitan. Por ejemplo, hablando del tema de la periferias geográficas y existenciales, la misión no es principalmente llevar a los pobres o a los desesperados nuestro anuncio, como si fuera algo que nosotros mismos poseemos, y que por ser cristianos damos para que quienes lo acogen puedan convertirse.

La perspectiva es diferente y nos pide una continua conversión. Es la del misionero que va a las periferias para buscar algo que necesita. Va a buscar el rostro de Dios en los pobres y necesitados, a ser evangelizado tocando en ellos la carne de Jesucristo. El Papa lo explicó muy bien el 6 de enero. Los cristianos no son los que hablan mucho, se lamentan, estudian estrategias de marketing para ganar gente para su “empresa” eclesial. Son como mendigos que buscan cada día el encuentro con Dios en el encuentro con los necesitados. Y como ha dicho hace poco el cardenal Parolin, hablando de las raíces cristiana de Europa: “De los cristianos no se espera que digan qué hacer, sino que demuestren con sus vidas el camino que hay que recorrer”.

El autorAndrea Tornielli

El Papa y los sin techo

En las primeras semanas del año ha caído hielo sobre Roma, empeorando las condiciones de vida de los sin techo. Por eso el Papa Francisco ha autorizado a Mons. Krajewski a dejar abiertos los dormitorios las 24 horas del día. Sin embargo, sorprendentemente, algunos vagabundos preferían no dejar el ángulo de las calles donde se “alojan” habitualmente: no porque lo consideren su “casa”, sino porque es el mejor sitio para mendigar durante el día.

22 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Y el Papa ha ido a su encuentro, en la calle, cerca de los lugares preferidos por los que carecen de techo, con los coches de la Limosnería: si tú no vienes, voy yo. Porque el protagonista de mi bien es quien padece necesidad. En Roma se dice: “ata el asno donde quiere el amo”. Y si el amo es un vagabundo que no quiere un techo sino sólo un modo de protegerse del frío, el Papa le presta un coche. Es ayudar sirviendo, es decir, ayudar amando.

Cuando hacemos el propósito de ser mejores no tenemos que pensar primero en el objeto a regalar, sino a quién queremos hacer el bien. Si quiero regalar un techo a un sin techo puede suceder que el sin techo no lo quiera. Entonces no le explico por qué está equivocado, sino que saco el coche del garaje y se lo presto por la noche. Si viviésemos así el servicio al otro tendríamos verdadera autoridad, seríamos de verdad “regios”, viviríamos verdaderamente el ministerio sacerdotal ordinario del bautismo: servir.

No hemos de esforzarnos por mejorar nosotros mismos, sino querer al otro: esto es –paradójicamente, diría Viktor Frankl- el único modo auténtico de mejorar nosotros mismo. Si mi atención se dirige al destinatario último de mi acción, al final el verdadero beneficiario del propósito soy yo, mi alma, mi corazón, mi vida. Entrar en el orden de ideas de ayudar ahora, en lo pequeño, en lo concreto, al otro, con aquello que tengo, es además el único modo de no transformar los buenos propósitos en buñuelos de viento. Un buen propósito se cumple velozmente. Un buen propósito está hecho con lo que tenemos, con lo que somos.

El autorMauro Leonardi

Sacerdote y escritor.

Hospitales en Siria

22 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

La guerra en Siria no sólo ha provocado éxodos masivos y hambre. En Alepo hay 2,2 millones de personas sin atención sanitaria.  Hoy en Siria mueren más personas por falta de cuidados que en el campo de batalla. La iniciativa Hospitales abiertos pretende asegurar curas hospitalarias y ambulatorias gratuitas.

– María Laura Conte

Parece no bastar que la guerra en Siria haya sido definida varias veces, en todas los ambientes internacionales, como “la mayor crisis humanitaria de nuestra era”. No basta, porque la indiferencia y el acostumbramiento nos empujan a volver la cabeza hacia otro lado, y hasta a bajarla a menudo para ver sólo nuestro ombligo.

No obstante, 13,5 millones de desplazados, 6 millones de los cuales son niños, no pueden dejar de remover algo en quien piensa un poco que el mundo es su casa.

Gran parte de estos sirios, casi 9 millones, vive en condiciones de inseguridad alimentaria. Y después de seis años de guerra, el sistema sanitario sirio está colapsado. La ONU habla de 11,5 millones de personas que no tiene acceso a la atención sanitaria. Y el 40 % son niños. Sólo en Alepo hay más de 2,2 millones de personas sin posibilidad de acceder a las curas médicas. Se estima que el 58 % de los hospitales públicos y el 49 % de los centros sanitarios están cerrados o funcionan de manera sólo parcial, y que más de 658 personas que trabajaban en estas estructuras han muerto desde el inicio de la crisis.

Según algunas estimaciones, solamente sigue activo en el país el 45 % del personal sanitario que trabajaba en Siria antes del inicio de la crisis. La esperanza de vida ha bajado en 15 años para los hombres y 10 para las mujeres.

Hoy en Siria mueren más personas por falta de cuidados que en el campo de batalla”. Estas palabras del nuncio en Siria, el cardenal Mario Zenari, han movido a idear un nuevo proyecto, “Hospitales abiertos”, para ayudar a las personas a encontrar atención y alivio en las heridas del cuerpo y también del alma. Son el hospital Italiano y el St. Louis en Damasco, el hospital Al Rajaa  y el St. Louis de Alepo. Lo ha estudiado la Fundación AVSI, junto con Cor Unum y con la colaboración sanitaria de la Fundación Policlínico Universitario Gemelli.

El proyecto de AVSI pretende potenciar las actividades hasta el 90% de sus posibilidades y asegurar a los pacientes más necesitados curas hospitalarias y ambulatorias gratuitas. Sostener estos hospitales (también a través de avsi.org), apoyar el trabajo de quien en Siria está al lado de la población, es un modo sencillo de no mirar hacia otro lado y entender que Siria está aquí.

 

El autorMaria Laura Conte

Licenciada en Letras Clásicas y doctora en Sociología de la Comunicación. Directora de Comunicación de la Fundación AVSI, con sede en Milán, dedicada a la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria en todo el mundo. Ha recibido varios premios por su actividad periodística.

FirmasAndrea Tornielli

Colombia y diplomacia de los gestos

La Santa Sede ha confirmado el 10 de marzo que el Papa Francisco viajará a Colombia los días 6 al 11 de septiembre de este año. Andrea Tornielli explica los antecedentes.

22 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: < 1 minuto

El Papa Francisco hace su propia “diplomacia” con gestos tal vez sorprendentes y totalmente suyos. A ningún diplomático se le habría pasado nunca por la cabeza invitar el mismo día, cuando ya estaba programada la audiencia oficial a un Jefe de Estado, también a su principal opositor político.

Es lo que pasó el día 16 de diciembre 2016, cuando el Papa recibió en la misma mañana al presidente de Colombia Juan Manuel Santos y a Álvaro Uribe, el jefe de la oposición que ganó el referéndum popular por el que se rechazó el acuerdo entre el gobierno colombiano y los guerrilleros de las FARC.

Francisco había dicho que, en caso de victoria del acuerdo que pone fin a más de medio siglo de guerra civil, estaba dispuesto a viajar a Colombia y a hallarse presente en la fecha de la paz. El sorprendente resultado del referéndum del día 2 de octubre, que por un bajo porcentaje dijo “no” al acuerdo, había tenido el resultado de aplazar (algunos dicen cancelar) el viaje.

Pero el diálogo empezado entre Santos y Uribe fue la ocasión para que el presidente pidiera al Papa que no cancele la visita. Por eso Francisco, con una decisión inédita y sorpresiva de “diplomacia pastoral”, convocó en el Vaticano a Uribe el mismo día que Santos y, tras dos audiencias separadas, los tres –el Papa, el presidente y su opositor– se reunieron para dialogar.

En este difícil, pero nuevo clima en el sufrido camino de reconciliación y perdón, el viaje a Colombia ha vuelto a ser posible. Y parece que ahora se está empezando a trabajar en este sentido. Es temprano para anuncios oficiales, pero el país latinoamericano ha retomado su presencia entre los probables viajes de 2017.

El autorAndrea Tornielli

Cultura

María Franco. Valorar lo que importa de verdad

Omnes·10 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

En noviembre de este año se cumple el décimo aniversario del primer congreso de  la fundación Lo que de verdad importa, creada y presidida por María Franco. Ella nos explica qué es lo que la llevó a idear la fundación, y cómo ésta impulsa proyectos para incentivar valores universales en la sociedad dentro de diversos ámbitos.

– Jaime Sánchez Moreno

La fundadora y presidenta de Lo que de verdad importa, María Franco, estudió Secretariado Internacional, pero reconoce que tuvo la intención de estudiar Periodismo, y que siempre ha tenido vocación de periodista. De hecho, su primera experiencia laboral la ejerció en ABC, en el departamento de Relaciones Externas. “No estudié la carrera porque realmente vivía el mundo del periodismo muy de cerca”, explica. Además, en este periódico descubrió su segunda vocación: organizar eventos para ayudar a los demás.

María es madre de tres hijas. En su trayectoria profesional, trabajó en una empresa que se dedicaba a realizar eventos para ayudar a fundaciones y ONG. Un día una amiga suya le contó el caso de un amigo, Nicholas Fortsmann, un multimillonario estadounidense que también tuvo cáncer, enfermedad que le quitó la vida. Este hombre escribió un libro para sus hijos, titulado What Really Matters, con el fin de que tanto ellos como él mismo apreciasen “lo que de verdad importa” (el título de la obra) para disfrutar verdaderamente de la vida. María recibió el libro gracias a su amiga. Para María el libro supuso una lección vital: “Me llegó al corazón, porque cuando la vida te golpea, piensas lo mismo y reflexionas sobre lo que de verdad importa. […] Es a través de historias lo que ayuda a las personas a descubrir lo que de verdad importa”.

Con la ayuda de otra amiga, Pilar Cánovas, la directora institucional de Lo que de verdad importa, realizó el primer congreso de esta fundación en honor a Fortsmann para transmitir valores a jóvenes universitarios y preuniversitarios, siendo la primera edición de un evento gratuito. El acto se celebró en el Palacio de Congresos del Paseo de la Castellana de Madrid, que se llenó con más de 2.000 asistentes. La convocatoria tuvo un fuerte eco mediático, y ocho ciudades españolas se interesaron en difundir su proyecto. Ahora, la fundación se encuentra en otros seis países: Portugal, Francia, Reino Unido, Austria, Ecuador y Perú.

En los congresos de la ONG se busca que la gente reflexione sobre valores que le hagan ver lo que de verdad importa en situaciones determinadas. Además de dirigirse a los jóvenes mediante congresos, la fundación lleva a cabo iniciativas para niños, como Kliquers, realizada en colegios, y otra donde los voluntarios leen cuentos. Para adultos, charlas sobre historias reales que les estimulen para su vida familiar y laboral. Como novedad, el equipo ha incorporado otra iniciativa, Mi historia de verdad importa, enfocada a gente mayor. “El voluntario y la persona (normalmente mayor) a la que atender firman un convenio comprometiéndose a trabajar codo con codo seis meses. Al voluntario le llamamos narrador y a la persona mayor, protagonista. En visitas semanales, el narrador intenta desgranar la vida del protagonista, hablando con él. El fin es que, pasados esos seis meses, se edite un libro de su vida, del que el narrador regale diez ejemplares al protagonista. Es un legado buenísimo para sus hijos. Para el protagonista es un ‘chute’ de alegría, y para el joven, conocer la historia de una persona que, aunque sea de otra generación, es igual que él y ha vivido lo mismo”.

En la sede de Lo que de verdad importa todos sus integrantes son mujeres, y ellas llevan el “timón” de la fundación. María comenta que este aspecto es casualidad, porque el equipo que la dirige es el que es por compromiso y pasión, y que las mujeres que lo integran trabajan en un clima de mutua colaboración. “Somos siete enamoradas de la causa y trabajamos muchísimo todas juntas. Esta es una fundación de equipo y, sobre todo, de familia, porque cada vez que se unen ponentes se convierten en parte de la fundación. Acabamos de celebrar nuestra gala de décimo aniversario. Fue muy bonita”.

El 17 de febrero se estrenó en los cines una película que en español lleva el nombre de la fundación, dirigida por Paco Arango. Este director ha participado en congresos de la ONG para hablar de su testimonio. En 2005, creó la Fundación Aladina, que se ha unido con Lo que de verdad importa para la recaudación de la película destinada a SeriousFun Children´s Network, una red de campamentos para niños enfermos fundada por el actor Paul Newman.

Cultura

La Anunciación en el arte hasta el Medioevo

La Anunciación del Señor (Lc 1, 26-38) es, en la tradición cristiana, el momento de la Encarnación. En la historia de la salvación, la anunciación a María constituye la “plenitud de los tiempos” (Gal 4, 4). Con su asentimiento al mensaje divino, la Virgen María se convierte en Madre de Jesús. Esta escena bíblica ha sido frecuentemente representada en el arte.

Omnes·10 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 4 minutos

Nueve meses antes de la fiesta de la Natividad del Señor, la Iglesia celebra la fiesta de la Anunciación a María. Artistas de todos los tiempos la han representado. Su principal fuente iconográfica es el relato del Evangelio de san Lucas (1, 26-38). Las representaciones más antiguas están en las catacumbas de Roma; por ejemplo, en la pintura en la bóveda de un cubiculum de las catacumbas de Priscila, del siglo III. Desde el siglo V, también encontramos este motivo en el interior de iglesias.

En la basílica romana de Santa María la Mayor (432-440), la Anunciación es la primera escena de la izquierda en el arco triunfal. María aparece representada como una Reina. Ataviada con un vestido imperial dorado, está sentada en un trono. A los lados le asisten con solemnidad tres ángeles en vestiduras blancas. Tiene el pelo adornado con perlas preciosas, y sus pies descansan sobre un suppedaneum. Estos detalles ceremonial-cortesanos se explican por la decisión del Concilio de Éfeso (431) de definirla como Madre de Dios (Theotokos).  

Diálogo entre María y Gabriel

La escena del nacimiento de Cristo no aparece en el arco triunfal de la basílica. Por eso hay que suponer que la Anunciación comprende aquí a la Encarnación. Sobre las nubes del cielo, el cuarto ángel anuncia la concepción a María. Además, puede verse una paloma blanca como símbolo del Espíritu Santo.

María prepara un tejido de púrpura para el velo del templo, que está representado a la izquierda de manera sintética. El motivo de tejer el velo de púrpura se remonta a añadidos legendarios del Protoevangelio de Santiago (PsJac 11, 1-3), del siglo II. Una fuente ulterior es el Evangelio del pseudo-Mateo (PsMt 9), del siglo IX. En la piedad popular y en la iconografía el motivo estaba muy extendido, también hasta la tardía Edad Media, porque la Legenda aurea (hacia 1264) de Jacobo de Vorágine, muy leída, recibió estos dos textos apócrifos.

Sobre todo en el arte bizantino estaba difundido el motivo de la elaboración del tejido de púrpura. En el relieve de marfil de la Anunciación en la cátedra del arzobispo Maximiano (entre 546 y 556 en Rávena, Museo Arzobispal) María aparece sentada en un trono de alto respaldo. Su mano izquierda agarra un huso de púrpura. La derecha indica al Arcángel Gabriel, que le anuncia la buena nueva. Como angelos, Gabriel suele llevar un cayado de mensajero. En Rávena, un bastón de mando le distingue como “Príncipe de la milicia celeste” (Archistrategos). María lleva la cabeza cubierta con el velo de virgen (Maphorion).  

En la Edad Media, los artistas representaron el diálogo entre María y Gabriel en la mayor parte de los casos con ambas figuras de pie, subrayando los gestos de las manos y las miradas. También en la iluminación de los libros y manuscritos, las composiciones preferían las figuras de pie. El Evangeliario de Otón III (en torno a 1000, Aquisgrán, Cámara del tesoro catedralicio) muestra la Anunciación en un estilo solemne y monumental (fol. 125r). La mano de Dios Padre, en lo alto, en una imagen redonda, indica la acción sobrenatural durante la Encarnación del Hijo. El citado tipo, con las figuras de pie, continuó en la escultura de los portales de las catedrales góticas, como en Chartres, Reims, Amiens, Estrasburgo, Bamberg, Friburgo y Colonia.

El Espíritu Santo, principio eficiente de la Encarnación, solía ser representado de manera simbólica como paloma a lo largo de un rayo de luz, como en la pintura de Carlo Crivelli (1486, Londres, National Gallery) o justo encima del rostro de María, como en 1480-1489 en la pintura de Hans Memling (Nueva York, The Metropolitan Museum of Art).

Realismo narrativo

En el siglo XV surgió un tipo de Anunciación en que el Niño Jesús aparece plenamente formado. El Antependium del altar mayor de la catedral de Teramo (1433-1448, Nicola da Guardiagrele) presenta a Jesús como bambino en manos del ángel, que lo ofrece a María. En cambio, en el relieve del tímpano de la capilla de la Virgen de Würzburgo (1430-1440), Jesús desciende boca abajo por el rayo. Con apariencia de manguera, este rayo de luz va de la boca de Dios Padre a la oreja de María, donde el Espíritu Santo le sopla al oído la buena nueva (conceptio per aurem). En la tabla central del Tríptico de Mérode (1425-1435), de Robert Campin (Nueva York, Metropolitan Museum of Art), el Niño Jesús aparece con una pequeña cruz sobre los hombros.

¿Qué significado puede tener esta pequeña figura de Cristo que llega “volando” a María? A primera vista parece haber aquí un conflicto con la tradición dogmática. En el Credo, la Iglesia reza aun hoy: “…por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen” (et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine). Un repaso de la iconografía bizantina y occidental medieval muestra que los cuadros mencionados no han de ser considerados “heréticos” en absoluto. Con la ayuda del ejemplo de la “dormición de María” (koimesis, dormitio) se comprueba que el alma humana se representaba en la tradición artística de la época como una pequeña figura. En las representaciones de la Anunciación, el “Niño” simboliza así el alma creada por Dios, mientras el cuerpo de Jesús procede sólo de María.

El lugar de la Anunciación se representó desde el siglo XV como un espacio concreto. En Italia, en 1452-1466 Piero della Francesca situó la escena en un palacio (Arezzo, San Francisco) y Fra Angélico en 1430-1432 en un pórtico (Madrid, Prado). Los dos subrayan igualmente la majestad y la humildad de María. Los primitivos flamencos prefirieron el interior de una iglesia, como Jan van Eyck en 1434-1436 (Washington, National Gallery of Art) o el interior burgués contemporáneo, como Rogier van der Weyden alrededor de 1455 en el Tríptico del altar de Santa Columba, de Colonia (Múnich, Alte Pinakothek). El realismo narrativo de estos cuadros buscaba llamar la atención de los observadores.

Reverendo SOS

Vitaminas y minerales (I)

Las vitaminas son micronutrientes que cumplen una función reguladora: por ejemplo, la vitamina C tiene un papel antioxidante, la vitamina D fortalece los huesos, etc. Una dieta variada suele bastar para garantizar su aporte.

Pilar Riobó·10 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

Los micronutrientes son sustancias esenciales para el organismo, pero se requieren sólo en muy pequeñas cantidades. Incluyen las vitaminas y los minerales, ambos con una esencialmente función reguladora, pues ayudan en la metabolización de los otros nutrientes (por ejemplo, son necesarios para que la glucosa se queme y produzca energía). 

En este momento nos referiremos a las vitaminas, dejando a los minerales para un artículo posterior.

Las vitaminas se clasifican en liposolubles (las vitaminas A, D, E, K) e hidrosolubles, que son el resto: las vitaminas B1 o tiamina, B2 o riboflavina, B3 o niacina, B5 o ácido pantoténico, B6 o piridoxina, B12 o cianocobalamina, ácido fólico y vitamina C.

La vitamina C está relacionada con los procesos de óxido-reducción celular, en los que juega un papel antioxidante. 

La vitamina A tiene tanto una función antioxidante como otra de mantenimiento de los epitelios y las mucosas. 

Las vitaminas del grupo B actúan principalmente como reguladoras del metabolismo intermediario de los carbohidratos y de las proteínas. 

Por su parte, la vitamina B12 está relacionada con la síntesis de glóbulos rojos y con la función cerebral. Se encuentra en alimentos de origen animal, y por lo tanto en vegetarianos estrictos puede producirse una carencia. También tienen un cierto riesgo de carencia de vitamina B12 los ancianos y las personas que consumen de forma continuada (durante años) ciertos fármacos como metformina (para la diabetes) y omeprazol (para el estómago); el cuadro clínico es de anemia megaloblástica (llamada así porque los glóbulos rojos son más grandes de lo normal) y alteración del funcionamiento cerebral (demencia), e incluso de parálisis de los miembros.

La vitamina D se forma en la piel por acción de los rayos ultravioleta del sol. Está involucrada en el metabolismo fosfo-cálcico: favorece la absorción del calcio, y ayuda a formar y mantener los huesos fuertes. 

Tiene, además, otras funciones. Por ejemplo, es importante para que los músculos funcionen adecuadamente y así contribuye a reducir las caídas en ancianos; y algunos estudios sugieren que puede ayudar a prevenir la diabetes mellitus, hipertensión y muchos cánceres. 

Asimismo interviene en la función inmunológica, y es capaz de destruir el bacilo de la tuberculosis. Quizás ésta sea la razón por la que a los pacientes con tuberculosis, antes de la era antibiótica, se les exponía al sol. A pesar de todo, alrededor del 35 % de los adultos jóvenes y hasta el 60 % de los adultos de mayor edad presentan deficiencias de esta vitamina. A ello contribuyen la falta de exposición a la luz solar en los meses de invierno (¡a pesar de encontramos en un país tan soleado como el nuestro!), el uso de cremas con factor de protección muy elevado y las dietas bajas en vitamina D. 

Finalmente, la vitamina E es un importante antioxidante, y la vitamina K está involucrada en los procesos de coagulación.

Las fuentes alimentarias de las principales vitaminas se muestran a continuación:

  • Vitamina A: se encuentra en la mantequilla, la yema de huevo, la leche entera y las frutas;
  • Vitamina D: se ingiere con los aceites de pescado, el salmón, el arenque, loa huevos, la leche fortificada y el aceite de hígado de bacalao; también se puede formar en la piel por la acción de los rayos ultravioleta;
  • Vitamina E: la aportan los aceites vegetales, los frutos secos y las verduras;
  • Vitamina K: contenida en vegetales, cereales, carne y leche;
  • Vitamina C: la aportan las frutas (principalmente cítricos) y las hortalizas;
  • Vitaminas del grupo B: se encuentran en legumbres, huevos, cereales, levadura de cerveza;
  • Ácido fólico: vegetales, carne, huevos;
  • Vitamina B12: carne, huevos, pescado, leche.
El autorPilar Riobó

Médico especialista en Endocrinología y Nutrición.

España

V Centenario. La leyenda veraz del Caballero de Gracia

Enrique Carlier·10 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos

El Caballero de Gracia fue una relevante figura del Siglo de Oro español y madrileño. Desplegó a lo largo de su prolongada vida (102 años, de los cuales más de 30 como sacerdote) una magnífica labor diplomática, cultural y pastoral en Madrid. Su vida santa, sin embargo, se ha visto ensombrecida por una infundada y fantasiosa leyenda.

Esa leyenda parte de dos obras escritas por Antonio Capmany y Montpalau en 1863, dos siglos y medio después de la muerte del Caballero. Ahí se forja la leyenda que presenta al Caballero de Gracia como una especie de “don Juan Tenorio” que, tras enamorar a diversas damas, tiene una iluminación divina –justo mientras intenta seducir a otra mujer– que le conmina a cambiar de vida. Capmany no indica de dónde saca esa historia, ni cita fuente documental alguna. Además, parece desconocer la biografía de Alonso Remón, contemporáneo del Caballero.

La cosa no se queda ahí. Algunos años más tarde, Luis Mariano de Larra, hijo de Mariano José de Larra y compositor de libretos de zarzuelas y dramas, ofrecerá esa misma versión distorsionada de Capmany en su obra El caballero de Gracia, representada allá por el año 1871. También la zarzuela La Gran Vía, estrenada en 1886, proyectará una imagen peyorativa del Caballero, al personificar la calle madrileña del Caballero mediante un personaje chulesco, mujeriego y presumido.

Angel Fernández de los Ríos, autor de Guía de Madrid. Manual del madrileño y del forastero (1876), dibujará también una imagen grotesca del Caballero, similar a la de Capmany. Es, además, el inventor de la referencia a Jacobo Gratij como “gemelo en lo disoluto de don Juan Tenorio”.

Carlos Cambroneo e Hilario Peñasco, autores del libro Las calles de Madrid, recogerán en 1889 las mismas fantasmagóricas historietas sobre este personaje. Finalmente, Pedro de Répide (+1948) incidirá en lo propalado por Capmany en otro libro también titulado Las calles de Madrid.

Frente a esa imaginaria leyenda, la recientemente publicada biografía El Caballero de Gracia. Vida y leyenda, obra de José María Sanabria y José Ramón Pérez Aranguena (Editorial Palabra), contribuye a desmentir la fraudulenta leyenda de Jacobo Gratij, que desgraciadamente ha acabado deslizándose en tres voces de Wikipedia. Con razón los autores de la biografía subrayan que “no hay ningún dato, testimonio ni documento que acredite el más mínimo pormenor de lo imaginado por Capmany”, luego voceado por los demás autores reseñados. “Tildarlo de ambicioso especulador inmobiliario, y de libertino, tenorio, casanova, seductor, o de terror de padres y esposos, dista un mundo” de lo que era en realidad el Caballero de Gracia. La investigación histórica rigurosa de su figura no ha detectado desliz libidinoso alguno en su trayectoria, cosa que sí se ha documentado en numerosos personajes de su época: emperadores, papas, reyes, cardenales, duques, obispos… Ninguna fuente documental habla del Caballero de Gracia como si fuera un Miguel de Mañara, ni siquiera un hombre enamoradizo como lo fue su amigo Félix Lope de Vega. Ni consta que el Caballero tuviera que “arrepentirse” de fechoría alguna o de llevar un género de vida licencioso, como apuntan los autores antes citados. Y del único juicio al que fue sometido por cuestión de dineros, quedó probada su inocencia.

Los testimonios históricos coinciden en esa línea. Por ejemplo, Jerónimo de la Quintana (1570-1664), contemporáneo del Caballero, señala en Historia de la antigüedad, nobleza y grandeza de Madrid que “el varón de noble alcurnia Jacobo de Gratiis, fundador de la Vble. Congregación de Indignos Esclavos del Santísimo Sacramento, fue hombre eminente en virtud y ciencia y murió a los 102 años en olor de santidad”. Y Mesonero Romanos (1803-1882) afirma también que “la calle del Caballero de Gracia lleva este título del Caballero de la Orden de Cristo Jacome o Jacobo de Gratiis, virtuoso sacerdote, natural de Módena, que vino a España con el Nuncio de su Santidad”.

Semblanza

Jacobo Gratij –el Caballero de Gracia después de castellanizar su apellido– nació en Módena (Italia) el 24 de febrero de 1517 y falleció en Madrid el 13 de mayo de 1619.

Su biografía resulta jugosa y variada en acontecimientos e iniciativas. En Bolonia, la mejor universidad de su tiempo, conoció a Juan Bautista Castagna, quien llegaría a ser el Papa Urbano VII. Desde entonces será su amigo y hombre de confianza.

En 1550 comenzó a trabajar para la Santa Sede. Intervino en 1551 en el tratado de paz que puso fin a la guerra entre Francia, Venecia y la Santa Sede por un lado y España por otro. En 1563 participará como colaborador de Castagna en la tercera sesión del Concilio de Trento, donde se trató la presencia real de Cristo en la Eucaristía, lo que, tal vez, influyó en la iniciativa del Caballero de fundar la Congregación del Santísimo Sacramento.

Nunciatura en España

De 1566 a 1572 trabaja en la Nunciatura de España junto al cardenal Hugo Boncompagni, futuro Papa Gregorio XIII; Felice Peretti, futuro Papa Sixto V; y Juan Bautista Castagna, nuncio y, como queda dicho, futuro Urbano VII. En esos 7 años Jacobo formó parte de la delegación papal que intervino en trascendentales contactos con la corte de Felipe II para la formación de la Liga Santa que acudió a la batalla de Lepanto, para la guerra de los 80 años en Flandes, las guerras de religión en Francia y para la resolución del proceso inquisitorial contra el cardenal de Toledo Bartolomé Carranza.

Jacobo se sentía a gusto en Madrid. Su buena relación con la princesa Juana, hermana de Felipe II y madre del rey Sebastián de Portugal, hizo que ésta obtuviera de su hijo la máxima distinción honorífica portuguesa para Jacobo: ser Caballero de la Orden del Hábito de Cristo. De ahí el nombre de Caballero con el que ha pasado a la historia.

Vuelta definitiva a España

Tras una temporada en Venecia y luego en Bolonia, Jacobo vuelve a España a finales de 1575 con una delicada misión secreta. Para ello es nombrado protonotario apostólico. En 1583 le acusan de haberse aprovechado de su cargo en la nunciatura y de haberse apropiado de treinta mil escudos. Sufre arresto domiciliario y es sometido a juicio, pero pronto se comprueba la falsedad de las acusaciones y es absuelto de toda culpa. Perdona a los acusadores y ofrece a Dios el sufrimiento moral padecido. Gregorio XIII, al saberlo, alabó la prudencia y paciencia de su diplomático. Felipe II le felicitó y compensó también económicamente.

Después de llevar a cabo otra misión en Colonia, Jacobo vuelve a prestar servicio en la nunciatura de Madrid hasta 1592. Tras el fallecimiento del Papa Sixto V, Giovanni Battista Castagna, su mentor, es elevado al solio pontificio el 15 de septiembre de 1590, pero murió el 27 del mismo mes. Poco pudo beneficiarse el Caballero de la elección papal de su amigo.

Ordenación sacerdotal y fundaciones

Jacobo fue ordenado sacerdote en 1587 o 1588, con 70 años de edad. Antes de su ordenación, fundó en 1571 el convento del Carmen calzado, en la que ahora es la iglesia del Carmen de Madrid. En 1581, mientras desempeña las funciones de nuncio, funda el Hospital para italianos. De esa misma época es el Hospital para convalecientes, promovido en colaboración con el beato Bernardino de Obregón. También ese año funda el colegio Nuestra Señora de Loreto, para niñas huérfanas.

En 1594 funda en su propia casa el Convento de los Clérigos Regulares Menores de San Francisco Caracciolo. Y crea luego la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento, que será aprobada en 1609 por el cardenal de Toledo Bernardo de Rojas y Sandoval. Su finalidad era y sigue siendo la difusión de la devoción a la Eucaristía. Unas dos mil personas pertenecieron a ella en vida del fundador.

El Caballero de Gracia fue también gran promotor de la cultura, particularmente en el ámbito musical y literario. Participaron en sus tertulias literarias el beato Obregón, san Simón de Rojas, Lope de Vega, Alonso Remón, Tirso de Molina y el joven poeta Gabriel Bocángel. Cervantes ingresó al mismo tiempo que el Caballero en la Congregación de Esclavos del Olivar, en cuyas reuniones debieron coincidir. A la tertulia asistían también Andrés de Spínola y el historiador benedictino Prudencio de Sandoval, además del capitán Calderón, Juan del Espada y Alonso Cedillo.

Con Lope de Vega tuvo un trato más intenso, pues pertenecía a la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento. En la Navidad de 1615, Lope hace representar a la compañía teatral de Riquelme, la mejor del momento, el auto sacramental Caballero de Gracia.

Muerte y fama de santidad

El Caballero falleció en la madrugada del 13 de mayo de 1619 con fama de santidad. En los 12 días siguientes, aunque en su testamento había dispuesto que sus funerales fueran sencillos, muchas comunidades religiosas y numerosos fieles celebraron funerales por su alma con los mejores predicadores y gran solemnidad. Sus restos, tras diversos traslados, se veneran en el Oratorio del Caballero de Gracia, en la Gran Vía madrileña.

El autorEnrique Carlier

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FirmasÁlvaro Sánchez León

Hijos del relativismo

“De aquellos polvos vienen estos lodos”, reza el conocido refrán. Pues sí, del relativismo proceden hoy el falso diálogo social y el postureo, el afectuosismo patológico, el exhibicionismo de la intimidad o la posverdad.

10 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

La búsqueda del sentido de la vida progresa en la biografía de cada persona. A la vez, fuera, en el camino, el relativismo engorda sin piedad. La verdad no existe. El bien es subjetivo. La belleza es discrecional. Y punto. Una bomba en los cimientos. Un puro. Y miles de insatisfacciones cristalizadas en tensión interior, dialécticas huecas, depresiones, risitas, soledades, mentiras, mal, feísmos.

El relativismo es una higa a la sed de felicidad que naufraga ante la debilidad del hombre para conquistar las verdades como puños. Es una duda adolescentemente madura que evita cualquier compromiso para justificar el vacío.

El relativismo es una enfermedad de la razón aquejada de afectuosismo que impide a la voluntad elegir el recto –y difícil- camino de la conciencia.

El relativismo es un monstruo que viene a verme con ira postergando el romanticismo de la vida a un pesimismo existencial lleno de preguntas sin respuestas por voluntad propia y por insistencia ajena.

Del relativismo absolutista nace el lema de las sociedades unidas sólo por la virtualidad de las redes: hago lo que me da la gana, pienso lo que me da la gana, te mando a dónde me da la gana. Piérdete. No me importas. 

El relativismo era un arma contra el dogma y se ha convertido en una mina contra los principios. Y ahora lo asfixiantemente correcto es elegir entre ser relativista, o ser medieval, integrista, apostólico y romano… 

La posverdad con la que se nos llena la boca es hija del relativismo. Ahora es mayor, está juguetona y displicente, y se ha rebajado la falda para enseñarnos sus carnes. Y esas carnes expresan su esencia: mentiras.

El falso diálogo social es otro hijo legítimo, amante del postureo, desmelenado y locuaz, que conversa sin oír. Sólo el desvergonzado relativismo es capaz de vender la confrontación a hierro como diálogo tolerante. 

La simple autenticidad es hija de sangre. Pava. Tonta. Yo soy así. No cambies. Arriba mi yo mismo. Abajo el mundo.

El exhibicionismo de la intimidad. Otra. La hija casquivana que retrata con su despelote la insoportable levedad del ser sólo cuerpos.

El libro de familia del relativismo es una enciclopedia de problemas contemporáneos que perderán la batalla. Lo augura la esperanza. Otros prefieren pensar que esta familia Monster es la reina del mambo. OK. Nunca es tarde para huir de Neverland.

El autorÁlvaro Sánchez León

Periodista

Mundo

Mons. Jorge Carlos Patrón Wong: “La formación sacerdotal, antes que nada, es formación del corazón de un discípulo de Jesús”

La Congregación para el Clero ha publicado la nueva Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, que sirve de base a la formación de los sacerdotes del mundo. Lo explica Mons. Patrón Wong, responsable de los seminarios en esa Congregación, y arzobispo-obispo emérito de Papantla. “Lo más importante es que el sacerdote siempre está en formación y que esta formación es integral”, asegura.

Alfonso Riobó·10 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 8 minutos

Entrevista al Secretario para los Seminarios, de la Congregación para el Clero

La Santa Sede acaba de actualizar las líneas  guía de la formación de los sacerdotes. Mons. Patrón Wong explica el nuevo documento. 

¿Cómo valora la evolución numérica de las vocaciones sacerdotales?

–El sacerdocio nunca ha sido una cuestión numérica. Lo que realmente importa es la santidad de los sacerdotes. Un sacerdote que se entrega con fidelidad en el ministerio sacerdotal ayuda a tantas personas, su corazón está lleno de nombres; ayuda incluso sin darse cuenta, porque su sola vida sacerdotal es un gran bien para muchos. 

Por otro lado, las necesidades pastorales no se solucionan sólo por medio de sacerdotes. Para eso está el apostolado de los laicos y de los religiosos y religiosas. Ahora bien, el número sí es necesario, porque las vocaciones maduran en comunidad y para ello se requiere un número suficiente de seminaristas, que formen un ambiente y constituyan un clima formativo. 

¿Cuál es el perfil actual de los candidatos al sacerdocio?

–La sociedad actual necesita evangelizadores que perciban las cosas buenas que hay en tantas personas y sintonicen con ellas, porque anunciamos el Reino de Dios que “ya está entre vosotros” (Lc 17, 21). Se requieren sacerdotes que hablen un lenguaje comprensible, que “toquen” con misericordia la realidad de todas las personas, que se pongan al servicio donde se les necesite y sin ambigüedades, que sean libres ante cualquier otro interés, que vivan un profundo desprendimiento de las cosas materiales, que ofrezcan un ejemplo de madurez humana y cristiana, que sepan amar a todos, especialmente a quien no es amado. Estos rasgos, que son los de la vida y el ministerio sacerdotal de siempre, son actuales, porque el mundo de hoy necesita sacerdotes.

Cuando se dirige a los sacerdotes, el Papa es también exigente. ¿Qué les pide? 

–Es lógico que el Santo Padre se preocupe por los sacerdotes y tenga hacia ellos gestos de cercanía y a la vez de exigencia. Pero he observado que él comparte su propia experiencia en el ministerio sacerdotal. 

Y como para prueba basta un botón, quisiera dejarle hablar a él mismo sobre un punto que tiene mucho que ver con la formación permanente: “Pero sobre todo quisiera hablar de una cosa: el encuentro entre los sacerdotes, entre vosotros. La amistad sacerdotal: esto es un tesoro, un tesoro que se debe cultivar entre vosotros. La amistad sacerdotal. No todos pueden ser amigos íntimos. Pero qué hermosa es una amistad sacerdotal. Cuando los sacerdotes, como dos hermanos, tres hermanos, cuatro hermanos se conocen, hablan de sus problemas, de sus alegrías, de sus expectativas, tantas cosas… Amistad sacerdotal. Buscad esto, es importante. Ser amigos. Creo que esto ayuda mucho a vivir la vida sacerdotal, a vivir la vida espiritual, la vida apostólica, la vida comunitaria y también la vida intelectual: la amistad sacerdotal. Si me encontrase a un sacerdote que me dice: ‘Yo jamás he tenido un amigo’, pensaría que este sacerdote no ha tenido una de las alegrías más hermosas de la vida sacerdotal, la amistad sacerdotal. Es lo que os deseo a vosotros. Os deseo que seáis amigos de quienes el Señor te pone delante para la amistad. Deseo esto en la vida. La amistad sacerdotal es una fuerza de perseverancia, de alegría apostólica, de valentía, también de sentido del humor. Es hermoso, hermosísimo” (Encuentro con sacerdotes y seminaristas, 12 de mayo de 2014).

¿Qué es exactamente la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis?

–La Ratio Fundamentalis es un documento que establece los cauces generales para la formación de los sacerdotes. Incluye todo un proceso, que inicia con el acompañamiento vocacional, se intensifica durante los años del Seminario y continúa a lo largo de toda la vida sacerdotal. Lo más importante es que el sacerdote siempre está en formación y que esta formación es integral. 

Se trata sólo de cauces generales, que después cada nación y cada Seminario deben adaptar a su realidad, siempre en diálogo con la cultura y considerando las características de la Iglesia en cada lugar; por eso se le llama Normativa fundamental. La publicación de la Ratio Fundamentalis es apenas el punto de partida de un proceso de renovación de la formación sacerdotal que continuará en cada Conferencia Episcopal y en cada Seminario, siempre con la ayuda de la Congregación para el Clero.

¿Qué contiene la nueva Ratio, y qué la distingue de la anterior?

–La nueva Ratio establece el “mapa” para la formación de los sacerdotes desde una perspectiva interdisciplinar. El texto es más amplio que el anterior porque ha incorporado el contenido de muchos documentos que la Iglesia fue publicando sobre la formación sacerdotal durante los últimos cuarenta años, y está en plena continuidad con él. 

Al mismo tiempo se renueva la propuesta formativa incorporando las experiencias positivas y alentadoras que en las últimas décadas se han realizado en muchos Seminarios, ofreciendo una mediación pedagógica adecuada, para facilitar su aplicación práctica. Si se quieren señalar algunas insistencias, serían cuatro: la formación es del hombre interior, es siempre integral, se hace de manera gradual y exige un acompañamiento y discernimiento cuidadosos.

Por tanto, la formación de los sacerdotes no pretende sólo capacitarlos intelectualmente o en unas destrezas prácticas…

–Dios consagra a toda la persona mediante la ordenación sacerdotal, para que se convierta en un signo en medio del pueblo de Dios. Este hecho exige que se forme a toda la persona en sus múltiples facetas. 

Antes que nada es formación del corazón de un discípulo de Jesús que se configura con Cristo Siervo, Pastor, Esposo y Cabeza en la forma concreta de la caridad pastoral. Movido por este amor al pueblo de Dios, el candidato al Seminario y después el seminarista y el sacerdote permanecen atentos a diversos aspectos de su vida que les ayudan a prestar un mejor servicio evangelizador: el aspecto humano, el aspecto espiritual, el aspecto intelectual y el aspecto pastoral. Cada una de estas dimensiones tiene su lugar en la formación. A la integración de todas ellas nos referimos cuando utilizamos la expresión “formación integral”.

¿Es importante el acompañamiento personal, antes y después de la ordenación?

–El camino de la fe es personal, pero no se hace en solitario. Todos necesitamos la ayuda de hermanos que nos escuchen, que en ocasiones nos corrijan y nos ayuden a discernir la voluntad de Dios. El acompañamiento personal tiene diversas características en la pastoral vocacional, en la formación inicial y en la formación permanente, pero siempre es necesario. 

La regularidad y profundidad del acompañamiento determinan en buena medida la calidad de la formación. Es un servicio que prestan los formadores, los directores espirituales y confesores. También ayudan profesionistas, como los médicos y los psicólogos, pero lo que es realmente importante es que el candidato al sacerdocio aprenda a confiar en la ayuda de otros en su proceso de maduración con toda libertad y guiado por el amor a la verdad. El acompañamiento también es grupal, ayuda a que las relaciones entre los seminaristas o sacerdotes constituyan un clima formativo.

¿Puede ser sacerdote todo el que se siente llamado por Dios para serlo? ¿Cómo se distingue una verdadera vocación?

–En varios párrafos de la Ratio Fundamentalis se insiste en la importancia del discernimiento de la vocación, que se debe hacer durante cada una de las etapas del Seminario y después siempre en la vida sacerdotal. Hay una época en la que el objeto del discernimiento es qué vocación, es decir, para qué me llama Dios. Hay otra época en la que el acento se pone en el cómo, es decir, cómo quiere el Señor que ejerza el ministerio sacerdotal. 

Siempre es importante discernir las actitudes formativas, de modo que la persona realmente se implique en su proceso de crecimiento. Es normal que, más tarde o más temprano, algunos seminaristas salgan del Seminario. Lo que realmente importa es que hayan crecido como hombres y como cristianos y encuentren un camino de vida en el que puedan cumplir la voluntad de Dios. Acompañar a los que han salido es una de las tareas más delicadas que habitualmente hacen los formadores. Lo normal es que un joven que ha dejado el Seminario quede agradecido por todo el bien recibido y haya tomado determinaciones hacia una mayor madurez en su vida de fe. De modo que su estancia en el Seminario no ha sido un tiempo perdido, sino un verdadero regalo de Dios.

¿Qué ayudas necesita el sacerdote en su formación, en su vida espiritual, en su actividad apostólica?

–Los sacerdotes cuentan con muchos medios para su formación permanente. El primer medio es cada uno de ellos, que está llamado a vivir con fidelidad su vocación y a ser el primer responsable de su formación. Después está la fraternidad sacerdotal, porque los presbíteros son co-responsables de la formación de sus hermanos. ¡Cuánto ayuda un clima sano, de relaciones positivas marcadas por los valores cristianos y sacerdotales! El examen de conciencia y la confesión sacramental son medios maravillosos que están al alcance de todos. En todas las diócesis hay sacerdotes con cierta experiencia, que ayudan a sus propios hermanos por medio de la dirección espiritual. 

Una gran ayuda es ofrecida por la comunidad. Podríamos decir que la comunidad es confiada al cuidado del sacerdote y el sacerdote es, a su vez, confiado al cuidado de la comunidad. Es estupendo contar con laicos, religiosos y religiosas que oran por los sacerdotes, les ayudan en distintos aspectos de su vida y ministerio e incluso los corrigen fraternalmente cuando es necesario. En cada diócesis hay una comisión para la atención de los sacerdotes que emprende muchas acciones a su favor. El Obispo tiene una delicada misión al respecto que le exige cercanía con todos los sacerdotes y una gran capacidad de discernimiento.

En el documento se lee que la castidad “no es un tributo que se paga al Señor”, sino un don de Dios. ¿Podría explicarlo?

–Se trata de una cita de un documento sobre el celibato sacerdotal. Justo antes viene la idea central: se trata de “un camino para la plenitud del amor” (RFIS, 110). En la vida matrimonial la capacidad de amar se concentra en una persona que es elegida para siempre, pero en la opción por el celibato la capacidad de amar se amplía y se abre a muchos destinatarios, especialmente a quienes no son amados. De modo que ser célibe no implica amar menos, sino amar más. Se renuncia a un amor exclusivo para vivir un amor incluyente capaz de abrazar a todos. Esta experiencia afectiva profunda se expresa en las palabras de la consagración que el sacerdote repite todos los días: esto es mi cuerpo que se entrega por todos

Vivir esta plenitud en el amor no puede ser más que un don de Dios, porque es él quien mira misericordiosamente a todos. A esta disposición a amar a todos con un amor que viene de Dios la llamamos “caridad pastoral” y es como el alma y el motor de la vida y la actividad de los presbíteros.

El sacerdote sirve a un grupo preciso de personas, pero ha de tener espíritu misionero ¿Cómo se combinan ambas cosas?

–El sacerdote no es solo el capellán de un grupito de personas. Es verdad que se le encomienda una porción del pueblo de Dios, pero su misión va más allá de las paredes del templo y del grupo de fieles católicos, porque es una misión universal. 

Un ejemplo cercano lo tenemos en el P. Jacques Hamel, asesinado en Francia el 26 de julio de 2016. Ciertamente tenía encomendada una parroquia, pero él había establecido una corriente de simpatía con toda la sociedad, donde la mayoría de las personas eran no católicas o no cristianas. Su muerte fue llorada por todos ellos, al grado de que recientemente han levantado un monumento en su honor. Como el P. Hamel, hay muchísimos sacerdotes que hacen el bien a todos, participan creativamente en las redes sociales y son ciudadanos de pleno derecho en la aldea global. La razón profunda es que en la Iglesia y en cada creyente y especialmente en los sacerdotes existen dos fuerzas que se equilibran: la comunión y la misión.

¿Se adaptarán estas indicaciones a las condiciones de cada lugar, tan variadas?

–Evidentemente es necesaria una adaptación, esta es la tarea de las Conferencias Episcopales que, ayudadas especialmente por los formadores de los Seminarios de cada país, elaborarán durante los próximos años su Ratio nacional. Esto es, las normas para la formación sacerdotal para ese territorio. Allí se concretarán y matizarán muchos aspectos. Por otro lado, la Ratio Fundamentalis pretende ofrecer seguridad a todos en lo que en la experiencia de la Iglesia y desde una visión general se considera que es oportuno para la formación. 

En la elaboración de las normas nacionales, la Congregación para el Clero colaborará con cada Conferencia Episcopal, de modo que se pueda ayudar a cada Seminario y a cada seminarista en la respuesta vocacional personal y comunitaria. Para este fin, la Congregación para el Clero está organizando un Congreso que se realizará en octubre de 2017, en el cual participarán los Obispos y formadores que después elaborarán las Ratio nacionales.

¿Desea añadir alguna cosa más?

–El público de Palabra son personas creyentes y no sólo sacerdotes. Quisiera subrayar que todos los cristianos se hallan en un camino de formación permanente, que todos deben discernir su vocación y ponerla en práctica de acuerdo a la voluntad de Dios y para ello requieren un acompañamiento adecuado. Con esto deseo subrayar que lo que se dice sobre la formación de los sacerdotes de alguna manera vale para todos e invita a toda la comunidad cristiana a ponerse en un camino de continua formación.

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Recursos

La era de la posverdad, la posveracidad y la charlatanería

Los hechos objetivos no están de moda. Lo que importa es la "posverdad", es decir, las emociones o sentimientos personales en la percepción de la audiencia. La consecuencia inmediata es la posveracidad desconfiada, y en ocasiones la charlatanería.

Omnes·8 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 8 minutos

Martín Montoya Camacho

El año que ha concluido hace pocas semanas ha sido catalogado por muchos periodistas y analistas políticos como el año de la posverdad. Éste termino es la traducción de post-truth elegida en noviembre como palabra del año 2016 por Oxford Dictionaries. Su significado se refiere a algo que denota unas circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes, en la formación de la opinión pública, que la apelación a las emociones y creencias personales. Bajo estos términos, quien desee influir en la opinión pública deberá concentrar sus esfuerzos en la elaboración de discursos fáciles de aceptar, insistir en lo que puede satisfacer los sentimientos y creencias de su audiencia, más que en los hechos reales.

La introducción de esta palabra en el diccionario de Oxford se debe su gran uso público durante los procesos democráticos que dieron lugar al Brexit, y las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Su admisión en el citado diccionario provocó miles de artículos en varios idiomas en los medios periodísticos, especialmente en Internet, provocando un nuevo incremento de sus estadísticas. Así, al poco tiempo, la Sociedad de la Lengua Alemana declaró que postfaktisch sería elegida como la palabra del año 2016. Y en español, la Fundéu BBVA nominó la palabra posverdad para un galardón similar.

En los meses pasados se ha identificación la posverdad con la mentira. Se ha concluido, en muchos medios, que la posverdad no es nueva, las mentiras han existido siempre y, por tanto, nos encontramos frente a un neologismo fruto del capricho. Entonces, ¿debemos tomarnos en serio esta palabra? Me parece que esta apreciación puede ser apresurada, y que la normalización del término posverdad merece un análisis más fino, aunque sea por el simple hecho de su gran influencia. El estudio propio de esta cuestión desborda sin duda estas líneas, por lo que sólo puedo limitarme a hacer algunas observaciones.

¿Cómo surge esta era?

La palabra posverdad fue utilizada por primera vez en la prensa norteamericana en 1992, en un artículo de Steve Tesich para la revista The Nation. Tesich, al escribir sobre los escándalos de Watergate y la Guerra de Irak, indicó que ya en ese momento habíamos aceptado vivir en una era de la posverdad, en la que se miente sin discriminación y se ocultan los hechos. Sin embargo, fue en el libro The Post-Truth Era (2004) de Ralph Keyes que el término encontró un cierto desarrollo conceptual.

Keyes indicó en su momento que vivimos en la época de la posverdad porque su credo se ha asentado entre nosotros: la manipulación creativa puede llevarnos más allá del reino de la mera exactitud hacia un reino de la narrativa de la verdad. La información embellecida se presenta como verdadera en su espíritu, y más verdad que la misma verdad. La definición de Keyes ofrece una cierta clave para comprender los hechos ocurridos en los meses pasados. Volveremos a ella en breve. Pero antes debemos preguntarnos ¿cómo llegó hasta nosotros esta era de la posverdad?

Para comprender cómo es posible que nos encontremos en una época como ésta hay que tener en cuenta algunos factores de los medios de comunicación por los que se ha propagado. Pare empezar, la era de la posverdad hace referencia a la proliferación de noticias falsas por Internet, a comentarios insultantes que rozan la difamación volcados todos los días en las plataformas de comunicación on line, y al descrédito de las instituciones a través de comentarios –muchas veces anónimos– en esos mismos medios.

La directora de The Guardian, Katharine Viner, en su artículo “How technology disrupted the truth”, indicó que detrás de todo esto está la intencionada tergiversación de los hechos de algunos medios digitales que abogan por una determinada postura social y política. Pero, junto con lo anterior, se encuentran también los esfuerzos de este tipo de medios para atraer visitantes hacia sus plataformas, sin más intención que mantener un negocio que vende lo que el público desea encontrar. Viner explica que esto es posible por los algoritmos que alimentan las fuentes de noticias de buscadores como los de Facebook, o Google, que están diseñados para ofrecer al público lo que éste quiere. Para la directora de The Guardian esto significa que la versión del mundo que encontramos cada día al ingresar a través de nuestros perfiles personales, o en las búsquedas que hacemos en Google, ha sido invisiblemente filtrada para reforzar nuestras propias creencias.

Consumo de información al alza

Se trata, por tanto, de un esfuerzo por amoldar los medios de información, y los contenidos, al gusto de los usuarios. Siguiendo la definición de Keyes, podemos decir se nos muestra una verdad embellecida y configurada a nuestro gusto, algo que aceptamos como más verdadero que la propia verdad de los hechos.

Hace unos años nos sorprendía encontrar, en una web cualquiera, anuncios para la compra de productos que habíamos visto en Amazon, tan sólo unas horas antes. Hoy esto es algo usual.

Parece que en nuestros días, la estrategia que se aplica a la venta de productos por Internet se utiliza también para el caso de las noticias que deseamos consumir. Esto no puede extrañarnos.

El informe del Pew Research Center reveló hace unos meses que la mitad de los norteamericanos entre dieciocho y treinta años consume noticias a través de las plataformas de Internet, y que esta tendencia es creciente. Por tanto, el mercado de consumo de información no dejará de ir en alza, y la estrategia de darle al cliente lo que desea es un modo de alcanzar su fidelidad. Es cierto que la compra de noticias en este tipo de medios no es abundante, pero es ahí donde se ofrece la máxima posibilidad de influir en el futuro público consumidor.

Lo anterior significa que, por parte de las plataformas electrónicas, cada vez será menos probable que encontremos información que nos desafíe, que amplíe nuestra cosmovisión, o que encontremos hechos que refuten la información falsa que personas de nuestro entorno hayan compartido.

Incluso para una red social tan flexible como Twitter este puede ser el caso, debido al constante anuncio de los tweets que más gustan a las personas que cada uno sigue.

Sin embargo, sería absurdo imputar toda la culpa de caer en la era de la posverdad a los medios de comunicación y sus estrategias para transmitir información. Está claro que ésta debe atribuirse a las personas que  mienten, tergiversado la verdad de los hechos.

Pero parece que también es importante examinar, aunque sea brevemente, una actitud que se puede dar en los usuarios o consumidores, y que nos compete directamente.

Posveracidad y desconfianza

Ralph Keyes indicó, en The Post-Truth Era, que la consecuencia inmediata de la posverdad es la posveracidad. Esto es, una desconfianza frente a los discursos públicos pero no por su contenido que puede ser cierto, e incluso científicamente demostrado. La desconfianza que genera la posverdad se fundamenta en que el mensaje puede servir a un fin oculto, no deseado por la audiencia. ¿Refleja esta idea algo real sobre nuestra sociedad y el modo como nos conducimos en ella? Parece que la posveracidad sólo puede surgir en momentos como el que vivimos actualmente, en que existe una actitud de descrédito hacia los discursos públicos porque esperamos, después de todo lo revelado en los meses pasados, que tal información no transmita toda la verdad. Podríamos pensar que debemos evitar el dramatismo, puesto que seguimos consumiendo noticias, y éstas aún siguen transmitiendo muchas verdades. Sin embargo, grandes sectores de la sociedad creen que la verdad ha perdido valor, que ha sido derribada y yace en el suelo herida de muerte.

La cuestión de la posverdad

Pensar que la verdad puede ser asesinada puede dejarnos perplejos, pero esto ha venido ocurriendo para el caso de su valor en la sociedad. Por este motivo la cuestión de la posverdad no es superflua. Para Keyes el problema radical es que podemos vivir gobernados por ella, y participar activamente en su dinámica sin darnos cuenta. Esto se daría a través de una actitud derivada de la justificación de nuestras propias mentiras, y por acostumbrarnos a vivir en un ambiente en el que se discrimina la verdad en función de los intereses personales.

Esto puede ocurrir cuando no reflexionamos sobre las fuentes de las noticias que consumimos o, en una visión más amplia de las circunstancias, cuando apartamos la mirada ante aquellos puntos de vista que nos desagradan.

A veces, huimos de todo esto sin detenernos a pensar en cómo se pueden ver las cosas desde otra perspectiva, simplemente porque no queremos ser engañados, como si todo lo que no coincidiera con nuestras ideas pudiese catalogarse de propaganda engañosa.

Jason Stanley, en su libro “How Propaganda Works” (2015), explica que cierto tipo de propaganda autoritaria puede destruir los principios de la confianza en la sociedad, minando así la democracia. Pero también es verdad que no todo uso del lenguaje que altera la realidad es una mentira. Siempre hay algo de verdad.

Pero, para abordarla, es importante tener capacidad crítica y la actitud de acercarnos a ella no con desconfianza, sino con un espíritu libre que se refuerza con el estudio cuidadoso de la realidad. Aun cuando la era de la posverdad haya llegado a nuestro tiempo con cierta fuerza, la última palabra la tienen los usuarios o consumidores, personas libres que pueden decidir restablecer el valor de la verdad. Esto significa evitar la mentira, propia y ajena, evitando acostumbrarse a vivir en circunstancias donde la falsedad es algo usual. Dejar de lado cualquier modo, por sutil que sea, de faltar a la verdad.

Charlatanería superficial

En una entrevista que concedió al semanario católico belga Tertio, el Papa Francisco hizo referencia a varias de estas cuestiones. Especialmente condenó el mal que pueden provocar los medios de comunicación que caen en la difamación al publicar noticias falsas. Con su modo directo de hablar, el Santo Padre explicó que la desinformación de los medios es un mal terrible, aún cuando lo que se dijese fuese cierto, puesto que el gran público tiende al consumo indiscriminado de esta desinformación. De este modo, explicó, se puede hacer mucho daño, y asimiló esta tendencia de consumir falsedades, y medias verdades, a la coprofagia.

Las palabras del Papa no son anecdóticas y tienen un calado más profundo del que se puede observar a simple vista. Esto se aprecia mejor si comparamos la coprofagia con el término que se usa en inglés para designar uno de los modos más sutiles de tergiversación de la verdad, el bullshit. Este término se ha traducido recientemente al español como charlatanería en la obra del filósofo norteamericano Harry Frankfurt. Éste indicó, en su libro Sobre la charlatanería (2013), que ésta es menos intencionada de lo que podemos pensar. Cuando mentimos nos concentramos para hacerlo, pero la charlatanería no requiere esfuerzo porque es inadvertidamente espontánea: simplemente se descuida la presentación de los hechos. El charlatán mantiene clara la distinción entre lo verdadero y lo falso pero, como anda despreocupado por el valor de la verdad, puede usar un hecho para defender una postura y su contraria.

El charlatán no tiene intención de tergiversar la realidad, sino que carece de intenciones con respecto a ella. Su intención se centra exclusivamente en sí mismo, en la superficialidad de sus proyectos o, como determinados medios o usuarios, en su propia propaganda. La mentira ha acaparado desde siempre nuestra atención. Esto es comprensible. El acto de mentir presenta una malicia que nos repele. Para decir una mentira hay que tener la intención de decirla. No es un simple descuido, hay que trabajarla. Para el mentiroso la verdad tiene un valor en función de sus propios fines, de ahí su interés por manipularla. Pero el charlatán no la cuida, y con esa actitud puede hacer mucho daño, tal como ocurre en esta era de la posverdad.

Frankfurt indica que la charlatanería es contagiosa. Algo de esto se puede haber extendido a nosotros como consumidores de información cuando no prestamos atención a las noticias que podemos propagar por las redes sociales.

Ante esto, no estamos eximidos de responsabilidad por participar, de algún forma, en actos difamatorios, aún cuando nos parezca que lo que hacemos no es significativo, o consideremos que lo transmitido es cierto.

Cuando esto ocurre, es porque hemos dejado de considerar que el lenguaje no es sólo vehículo de hechos, cifras, estrategias, demostraciones y refutaciones, sino también portador de valores.

Es importante tener en cuenta que el conocimiento de lo verdadero y lo falso, aún siendo muy importante, no define suficientemente lo que se necesita para hacer justicia a los demás, y para actuar con verdadera caridad.

La figura del charlatán, esté encarnada en algún medio que transmite noticias, o en un usuario que las consume y redistribuye, es el máximo contribuyente a la posveracidad: potencia la desconfianza y la tensión en la sociedad. Por esto, lo importante es reconocer la relevancia de las cosas a las que se refiere la información que manejamos. No todo nos puede dar igual. Reflexionar sobre si respetamos la verdad, evitando manipularla a nuestro antojo, permitirá que empecemos a devolverle su valor real.

Recursos

Misericordia y nueva sensibilidad. Acerca de la revolución de la ternura

En un momento histórico en que los sentimientos parecen tener frecuentemente más peso que la razón, donde quizá se hace difícil razonar y hacer razonar, puede resultar sorprendente la llamada del Santo Padre a una “revolución de la ternura”. Se diría más bien que lo que hace falta es un poco de sensatez, fuerza de voluntad y capacidad de sacrificio. Cosas que no parecen en sintonía con la ternura.

José Ángel Lombo·8 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 10 minutos

En cualquier caso, no parece que la racionalidad sea el único recurso de los seres humanos, al menos si la consideramos como cálculo o como reflexión, tanto en el plano teórico como en el práctico. Capacidades como la intuición, la empatía, el sentido de la oportunidad, el buen gusto o el sentido del humor no parecen identificarse con la racionalidad en el sentido mencionado.

Por ello, nos parece que la llamada a una “revolución de la ternura” no es una invitación a la sensiblería o a la irracionalidad, sino a construir nuestra propia humanidad desde el “amor de Dios derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5).

Sin duda, este modo de entender y proponer la caridad no es una novedad en la predicación del Papa. Ya como Arzobispo de Buenos Aires, se refería abundantemente a la ternura en su predicación. Las referencias son innumerables y comparten algunas notas en común, sin llegar a ser idénticas. Al hablar de la ternura, el Cardenal Bergoglio aludía sobre todo al amor de Dios por nosotros, el cual se hace especialmente patente en la Navidad, “Dios hecho ternura”. En esta misma línea, se refería a un “Dios que perdona siempre” como síntesis de ternura y fidelidad. Junto a esto, apuntaba también a la “ternura como actitud humana”, en respuesta a la ternura de Dios.

La revolución de la ternura

Sin embargo, aunque la ternura tuviera ya un relieve importante en su predicación anterior, quizá la nota más novedosa de su magisterio pontificio sea la propuesta programática de la ternura como “revolución”. Las siguientes palabras de la Evangelii gaudium son elocuentes: “El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” (EG 88). En la sencillez de esta frase, se contiene la clave para entender la “revolución” que nos propone el Papa Francisco. No es, desde luego, una indicación aislada ni anecdótica, sino una idea que aparecerá en varios momentos y contextos de la misma Evangelii Gaudium, como también en otras intervenciones.

En esta propuesta, se entrelazan dos perspectivas complementarias. De una parte, se pone de manifiesto la relación entre la ternura del amor de Dios y la ternura del corazón humano más allá de toda circunstancia, pues la primera es, en toda época, modelo y causa de la segunda. Pero, además, hay una particular invitación dirigida al hombre actual, un estímulo y una propuesta apremiantes en nuestra peculiar situación. Por eso, la fórmula —por así decir— empleada por el Santo Padre pone de relieve el entrelazamiento de lo divino y lo humano, de lo eterno y lo temporal. El centro de esas dos líneas es sin duda Jesucristo, Dios encarnado, “rostro de la misericordia del Padre” (Misericordiae vultus, 1), “el mismo hoy, ayer y siempre” (Heb. 13,8).

La articulación de estos dos enfoques quizá se entienda mejor si reconocemos su convergencia en la virtud y en el sentimiento de la misericordia. En ésta se dan, en efecto, dos niveles o ámbitos conectados entre sí: el don gratuito de Dios hacia la humanidad y la comunión de afectos entre los seres humanos, la “compasión” (El nombre de Dios es misericordia, VIII). A su vez, ambos aspectos pertenecen esencialmente a la caridad (la misericordia es su fruto o “efecto interior”: cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1829; Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 28, pról.), e interpelan concretamente la sensibilidad del hombre de hoy, especialmente necesitado de vínculos profundos y estables “en estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales” (Amoris laetitia, 28; cfr. Evangelii gaudium, 91).

La ternura de Dios

A este tenor, hay una frase del libro del Eclesiástico que el Romano Pontífice cita en varias ocasiones (Evangelii gaudium, 4 y Amoris laetitia, 149) y que evidentemente pertenece al acervo de su oración personal: «Hijo, trátate bien […] No te prives de pasar un día feliz» (Si 14,11.14). En estas palabras, el Papa descubre la ternura de Dios Padre, que se acerca a sus criaturas con un lenguaje accesible al corazón humano, “como un niño a quien consuela su madre” (cfr. Is 6,13). Él es el “Dios de toda consolación” (II Cor 1,3) y su ternura enardece el corazón de sus criaturas (Homilía 7.VII.2013). “La misericordia tiene también el rostro de la consolación” (Misericordia et misera, 13).

Expresión eminente de la ternura divina es el perdón de los pecados (Homilía 20.XI.2013), “el signo más visible del amor del Padre, que Jesús ha querido revelar a lo largo de toda su vida” (Misericordia et misera, 2). Esta manifestación de la ternura divina se encarna paradigmáticamente en el encuentro entre la Misericordia y la miseria, entre Jesús y los pecadores (la adúltera, la pecadora que unge sus pies: Misericordia et misera, 1-2).

Así pues, el amor tangible del Padre se nos comunica de manera perfecta en Jesucristo, Dios y hombre, cuyas manifestaciones de afecto llenan las páginas del Evangelio. El Papa Francisco señala que la misericordia del Señor no es sólo un sentimiento (Angelus 9.VI.2013), pero se expresa en una concreta “sensibilidad” hacia las necesidades humanas (Misericordiae vultus, 7). En continuidad con la ternura del Salvador, la Iglesia como Madre transmite el amor de Dios a la Humanidad, de manera que “todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes” (Misericordiae vultus, 10).

La ternura humana

Elemento esencial de esta visión es la conexión de la ternura de Dios con la ternura humana. Si la ternura de Dios “se abaja y me enseña a caminar” (Homilía 12.VI.2015), la ternura humana es correspondencia filial a ese don, la respuesta adecuada a Su amor misericordioso. La primera modalidad de esta respuesta es la aceptación, el “no tener miedo a Su ternura” (cfr. Ibídem); pero se expresa también como don hacia los demás. Por ello, en cuanto guiada por el amor divino, la ternura humana “no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor” (Homilía 19.III.2013).

El amor de Dios purifica el amor humano y lo asemeja al Suyo para hacernos “misericordiosos como el Padre” (Homilía 13.III.2015; cfr. Lc. 6, 36), capaces de “dar consuelo a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo” (ibidem). Así, la ternura humana se hace “respetuosa” (Amoris laetitia, 283) y “se libera del deseo de la posesión egoísta” (ibidem, 127). En este plano, el Papa Francisco se refiere abundantemente a la catequesis de San Juan Pablo II sobre el amor humano (ibidem, 150 y ss.).

Caridad hecha carne

La ternura es, pues, una dimensión de la caridad: la expresión concreta e indefectible de la misericordia de Dios y la respuesta humana a esa donación con un amor integral, en cuerpo y espíritu. Por eso, el Santo Padre afirma que los cristianos de nuestro tiempo están llamados a hacer “visible a los hombres de hoy la misericordia de Dios, su ternura hacia cada creatura” (Discurso 14.X.2013).

Esa visibilidad significa el carácter real, tangible y omniabarcante de la caridad, y encuentra su manifestación plena en Jesucristo, “la Misericordia hecha carne” (Audiencia general 9.XII.2015). Como discípulo de Cristo, el cristiano está llamado a encarnar el amor de Dios en su vida y en la de quienes le rodean, pues éstos son para él “la carne de Cristo” (Palabras 18.V.2013). El Papa se refiere con frecuencia a esta idea de la “carne del hermano” para subrayar la índole real y cercana de la caridad. Es precisamente a través de la carne del hermano, de los pobres, de los necesitados, como se entra “en contacto con la carne del Señor” (Homilía 30.VII.2016).

Desde el tema de la “carne del hermano”, se entienden algunas indicaciones que el Romano Pontífice formula en palabras profundamente cercanas. Así, habla de “la ternura del abrazo” (Amoris laetitia, 27-30), de las emociones y goces físicos en las relaciones matrimoniales (ibidem, 150-152), de las expresiones de la caridad conyugal al hilo del “himno a la caridad” (ibidem, 89-141), de las heridas afectivas (ibidem, 239-240), de la urbanidad del lenguaje en la familia (Audiencia general 13.V.2015), etc.

La “nueva sensibilidad”

¿En qué medida esta invitación del Santo Padre es adecuada al hombre contemporáneo? Cabe preguntarse, en efecto, si esta propuesta alcanza la sensibilidad del momento histórico presente. En este sentido, es un secreto a voces que vivimos en una sociedad cada vez más compleja y variable, una sociedad globalizada y —en cierto modo— desarraigada. El Papa apunta a este contexto en innumerables ocasiones.

Desde esta situación, se ha venido generando lo que algunos pensadores han dado en llamar “nueva sensibilidad” (vid. A. Llano, La nueva sensibilidad, Espasa Calpe, Madrid 1988). Se trata, obviamente, de una categoría marcadamente relativa —como todo lo “nuevo” o “moderno”—; pero refleja, en su propio carácter provisional, un posicionamiento concreto ante un mundo siempre cambiante (lo que Zygmunt Bauman llama “sociedad líquida”).

Pienso que la invitación del Romano Pontífice a una “revolución de la ternura” se encuentra en sintonía con este modo de ver la realidad. Para mostrarlo, es preciso caracterizar la “nueva sensibilidad” en sus trazos esenciales. El filósofo Alejandro Llano ha señalado cinco principios inspiradores de esta mentalidad: el principio de gradualidad, el principio de pluralismo, el principio de complementariedad, el principio de integralidad y el principio de solidaridad. Hagamos una breve descripción de cada uno de ellos.

  1. El principio de gradualidad implica reconocer que la realidad no se agota en la alternativa del “blanco o negro”, sino que está llena de matices y se encuentra siempre en un proceso de cambio. Se hace preciso reconocer, por ello, que los logros culturales, científicos, etc. se enmarcan siempre en un contexto histórico —no son inteligibles separados de su historia—; de aquí la importancia de cultivar las tradiciones, de trabajar en grupos y redes, y de valorar las llamadas “habilidades blandas”, particularmente la capacidad comunicativa.
  2. El principio de pluralismo se halla en continuidad con el anterior, pues la comprensión de una realidad siempre cambiante requiere una flexibilización y modulación del conocimiento: la convergencia de distintos puntos de vista, pero, sobre todo, de formas diversas o analógicas de racionalidad (Daniel Goleman habla de “inteligencia emocional” y Howard Gardner de “inteligencias múltiples”). Esta elasticidad se opone a un punto de vista único y homogéneo, a favor de la inclusión de distintas visiones y aptitudes.
  3. El principio de complementariedad es una ulterior consecuencia de los precedentes. Si la realidad es cambiante y requiere una amplitud de perspectivas, se descubre que entre las cosas no hay sólo diferencias, sino también complementariedad. Es decir, hay relaciones armónicas y no simple irreductibilidad entre eventos singulares. Esto implica que no deba confundirse lo distinto con lo contrario, sino buscar la “com-posibilidad de las diferencias”. De aquí se siguen importantes consecuencias en varios campos: por ejemplo, en la economía (transformar los límites en oportunidades), en la política (transformar la dialéctica en diálogo), etc.
  4. El principio de integralidad expresa que el ser humano es una unidad en su estructura espiritual-corpórea y en su actividad. Por ello, esta propuesta conduce a superar la fragmentación en los diversos ámbitos de la vida. Concretamente, ante la compartimentación del saber y el excesivo especialismo, se propone el antídoto de la interdisciplinariedad. En general, este principio plantea un “humanismo integral” frente a toda reducción unidimensional de la vida humana (como sería, por ejemplo, considerar al hombre como mero productor o mero consumidor).
  5. El principio de solidaridad es una cierta aplicación del anterior al intercambio de bienes entre los individuos, de manera que se planteen como relaciones interpersonales y no como engranajes de producción y consumo. Algunas consecuencias deseables de este enfoque son la humanización del mercado y de la economía en general, diversas formas de cooperación al desarrollo, la consolidación de la convivencia pacífica y la formación de una conciencia ecológica.

La ternura y el hombre contemporáneo

Como hemos señalado, El Santo Padre entiende la ternura como caridad “hecha carne”, misericordia hecha visible. A mi entender, sin embargo, su visión no acaba ahí, sino que añade un elemento de novedad o, si se prefiere, de “contemporaneidad”. Esto significa que su propuesta de una “revolución de la ternura” es un mensaje particularmente adecuado al hombre de hoy y encuentra en él una profunda resonancia.

Esta contemporaneidad se pone de manifiesto en muchos elementos del magisterio del Papa Francisco. En primer lugar, insiste en “partir de nuestra miseria” y recordar “de dónde venimos, qué somos, nuestra nada”. De aquí, concluye: “es importante no creernos autosuficientes” (El nombre de Dios es misericordia, VI). En efecto, “no vivimos, ni individualmente ni como grupos nacionales, culturales o religiosos, como entidades autónomas y autosuficientes, sino que dependemos unos de otros, estamos confiados los unos a los cuidados de los otros” (Discurso 21.IX.2014).

De aquí surge la necesidad de acompañar a cada persona, en su camino de respuesta a Dios, “sin necesidad de imponerse, de forzar al otro”, porque “la verdad tiene su propia fuerza de irradiación” (Discurso, 21.IX.2014). Por eso, afirmará que, “a pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación, y a respetarnos, protegernos y ayudarnos unos a otros como miembros de una única familia humana” (Discurso 27.XI.2015).

En continuidad con este enfoque, el Santo Padre sostiene que “la diversidad de los puntos de vista debe enriquecer la catolicidad, sin perjudicar la unidad” (Discurso 5.XII.2014). En efecto, la comunión de los miembros de la Iglesia depende de la unidad de la fe, y esto no se opone a la libertad de pensamiento, sino que “precisamente en el amor es posible tener una visión común” (Lumen fidei, 47). Por ello, es preciso que el diálogo entre diferentes posiciones tenga, al menos, tres características: debe fundarse sobre una identidad, debe estar abierto a una comprensión recíproca y debe estar orientado al bien común. Desde estas bases, la propia diversidad de perspectivas —no sólo buena, sino necesaria— es considerada por él como un enriquecimiento (Discurso 11.VII.2015).

Pero el diálogo no es sólo un método, sino que se hace cultura y constituye la base misma de “la convivencia en los pueblos y entre los pueblos”, “el único camino para la paz”. Es lo que el Santo Padre llama la “cultura del encuentro” (Angelus 1.IX.2013). Esa cultura no se basa en la uniformidad, sino en la armonía de las diferencias, que es obra del Paráclito (Audiencia a todos los Cardenales 15.III.2013). fundar

Por otra parte, si se pierde de vista la unidad, la diferencia de perspectivas puede conducir a una sectoralización del conocimiento. En efecto, aunque “la fragmentación de los saberes cumple su función a la hora de lograr aplicaciones concretas”, en realidad “suele llevar a perder el sentido de la totalidad” (Laudato si’, 110). El Papa aboga así por un “humanismo cristiano”, un “humanismo que brota del Evangelio”, el cual “convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora” (ibidem, 141). Este enfoque se aplica de manera particular a la educación y al trabajo, ámbitos en los que es necesario “no sólo enseñar alguna técnica o aprender nociones, sino hacernos más humanos a nosotros mismos y la realidad que nos circunda” (Discurso, 16.I.2016).

Al “desarrollo humano integral” se opone “un superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora” (Laudato si’, 109; cita de Caritas in veritate, 22). Consecuencia de esta situación es que “grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas” y, al mismo tiempo “se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”. Se llega, de esta manera, a lo que el Santo Padre ha llamado la “cultura del descarte”.

Por el contrario, hacer llegar la ternura de Dios a todos los hombres equivale a alcanzar para todos un desarrollo integral, especialmente “a los más alejados, a los olvidados, a quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda” (Homilía 27.III.2013). Se trata de alcanzar las “periferias del mundo y de la existencia” (Homilía 24.III.2013), esto es, aquellas personas que se encuentran en “situaciones persistentes de miseria deshumanizadora”.

La propuesta de una “revolución de la ternura” se hace así “contemporánea”, toca la sensibilidad del hombre de hoy. Se hace sensible, pero supera la angostura del sentimentalismo y se abre a la totalidad de la persona y a todas las personas.

Esta revolución implica un cambio de paradigma. No comporta una negación de normas generales de conducta, de acuerdo con el bien humano; pero sí rechaza la identificación de ese bien con formulaciones universales. De aquí, el estímulo a entender el bien como bien de la persona concreta, que se encuentra siempre en situaciones que «exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto” (Amoris laetitia, 243). Por eso, hacer espacio a la ternura en la propia vida y en las relaciones humanas no significa negar la justicia ni las exigencias del Evangelio, sino acoger “la invitación a recorrer la via caritatis” (Amoris laetitia, 306), que es precisamente la plenitud de la justicia y lo que nos dispone a recibir la misericordia de Dios.

El autorJosé Ángel Lombo

Profesor asociado de Ética. Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

Familia

Cristianismo y emotividad: de las lágrimas medievales a Amoris Laetitia

“¿Por qué no detenernos a hablar de los sentimientos y de la sexualidad en el matrimonio?”, se pregunta el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia (n. 142). La cuestión ha inquietado a antropólogos e historiadores desde que Roland Barthes denunció la postergación de los sentimientos en la Historia: “¿Quién hará la historia de las lágrimas? ¿En qué sociedades, en qué tiempos se ha llorado?”

Álvaro Fernández de Córdova Miralles·8 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 6 minutos

Recientes investigaciones han revelado la influencia del cristianismo en la emotividad occidental. Su historia, olvidada y laberíntica, debe rescatarse.

Pocas frases han tenido mayor repercusión que la exhortación de san Pablo a los Filipenses “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Jesús” (Fl 2, 5). ¿Cabe un análisis histórico de esta singular propuesta?

Hace setenta años, Lucien Febvre se refería a la historia de los sentimientos como a “esa gran muda”, y décadas después Roland Barthes se preguntaba: “¿Quién hará la historia de las lágrimas? ¿En qué sociedades, en qué tiempos se ha llorado? ¿Desde cuándo los hombres (y no las mujeres) ya no lloran? ¿Por qué la “sensibilidad” en cierto momento se ha vuelto ‘sensiblería’?”.

Tras el giro cultural experimentado por la historiografía en los últimos decenios, se ha abierto una nueva frontera para los investigadores que ha recibido el nombre de giro emocional (emotional turn). Aunque sus contornos son aún difusos, la historia del dolor, la risa, el temor o la pasión, permitiría conocer las raíces de nuestra sensibilidad, y advertir la huella del cristianismo en el paisaje de los sentimientos humanos. El período medieval se ha revelado, en este sentido, un lugar privilegiado para estudiar el paso de las estructuras psíquicas del mundo antiguo a las formas de la sensibilidad moderna. Para ello ha sido necesario sustituir las categorías de “infantilismo” o “desorden sentimental” adjudicadas al hombre medieval (M. Bloch y J. Huizinga), por una lectura más racional del código emocional que dio forma a los valores occidentales (D. Boquet y P. Nagy).

De la apatheia griega a las novedades evangélicas (s. I-V)

La historia de los sentimientos medievales parte de la“cristianización de los afectos” en las sociedades paganas de la Antigüedad Tardía. El choque no pudo ser más drástico entre el ideal estoico de la apatheia (liberación de toda pasión concebida en términos negativos) y el nuevo Dios que los cristianos definían con un sentimiento: Amor. Un amor que el Padre manifestó a los hombres entregando a su propio Hijo, Jesucristo, que no ocultó sus lágrimas, ni su ternura, ni su pasión por sus hermanos los hombres. Conscientes de ello, los intelectuales cristianos promovieron la dimensión afectiva del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, considerando que suprimir los afectos suponía “castrar al hombre” (castrare hominem), como afirma Lactancio en expresiva metáfora.

Fue San Agustín –padre de la afectividad medieval– quien mejor integró la novedad cristiana y el pensamiento clásico con su teoría del “gobierno” de las emociones: los sentimientos debían someterse al alma racional para purificar el desorden introducido por el pecado original, y distinguir los deseos que conducen a la virtud de los que llevan al vicio. Su consecuencia en la institución matrimonial fue la incorporación del deseo carnal –condenado por los ebionitas– al amor marital (Clemente de Alejandría), y la defensa del vínculo frente a las tendencias disgregadoras que lo banalizaban (adulterio, divorcio o segundas nupcias).

No se trataba de una austeridad moral más o menos admirada por los paganos. Era el camino hacia la “pureza de corazón” que llevó a vírgenes y célibes a las más altas cotas del liderazgo cristiano por el autodominio y la reorientación de la voluntad que suponía.

Eros destructor y Eros unitivo (s. V-VII)

El nuevo equilibrio psicológico tomó forma gracias a las primeras reglas que promovían el ejercicio ascético y la práctica de la caridad en aquellas “utopías fraternales vivientes” que fueron los primeros monasterios. Clérigos y monjes se afanaron por cartografiar el proceso de conversión de las emociones, y reconstruir la estructura de la personalidad humana actuando sobre el cuerpo: éste no era un enemigo a abatir, sino un vehículo para unir a la criatura con el Creador (P. Brown).

El ideal de la virginidad, fundado en la unión con Dios, no estaba tan lejos del ideal del matrimonio cristiano asentado en la fidelidad y refractario a las prácticas divorcistas y poliándricas extendidas entre las sociedades germánicas de Occidente. Así lo revela la alianza entre los monasterios irlandeses y la aristocracia merovingia, que grababa en sus lápidas funerarias los términos carissimus (-a) o dulcissimus (-a) referidos a un marido, una esposa o un hijo; signo de la impregnación cristiana de aquellas “comunidades emocionales” que pretendían escapar a la cólera y al derecho de venganza (faide) (B. H. Rosenwein).

La mentalidad común no evolucionó tan rápidamente. Las prohibiciones eclesiásticas contra el rapto, el incesto, o lo que hoy llamaríamos “violencia doméstica”, no se asumieron hasta el siglo X.

En ningún texto, ni laico ni clerical, se emplea la palabra amor en sentido positivo. Su contenido semántico estaba lastrado por la pasión posesiva y destructora que desembocaba en los crímenes descritos por Gregorio de Tours.

Poco se sabía entonces de la extraña expresión charitas coniugalis, usada por el papa Inocencio I (411-417) para describir la ternura y amistad que caracterizaba la gracia conyugal. La dicotomía de ambos “amores” se refleja en las notas de aquel escolar del siglo XI: amor, deseo que trata de acapararlo todo; caridad, tierna unidad” (M. Roche). Idea que reaparece en Amoris laetitia: “El amor matrimonial lleva a procurar que toda la vida emotiva se convierta en un bien para la familia y esté al servicio de la vida en común” (n. 146).

Lágrimas carolingias (s. VIII-IX)

Apoyándose en el optimismo antropológico cristiano, los reformadores carolingios reivindicaron la igualdad de los sexos con una insistencia casi revolucionaria, considerando la conyugalidad el único bien que Adán y Eva conservaron de su paso por el Paraíso (P. Toubert).

En este contexto emergió una nueva religiosidad laica, que invitaba a una relación menos “ritual” y más íntima con Dios, enlazando con la mejor plegaria agustiniana.

Comenzó a valorarse el dolor o la compunción por los pecados cometidos, que llevaba a gestos tan ampulosos como la penitencia pública de Luis el Piadoso por el asesinato de su sobrino Bernardo (822). Aparecieron entonces las misas “de petición de lágrimas” (Pro petitione lacrimarum): lágrimas de amor de Dios que mueven el corazón del pecador y purifican sus pecados pasados.

Este sentimiento, solicitado como gracia, está en la base del don de lágrimas, considerado signo de la imitación de Cristo que lloró tres veces en las Escrituras: tras la muerte de Lázaro, ante Jerusalén y en el huerto de los Olivos. Mérito o don, virtud o gracia, habitus (“disposición habitual” según Santo Tomás de Aquino) o carisma, los hombres píos van en busca de las lágrimas que, a partir del siglo XI, se convierten en criterio de santidad (P. Nagy).

La revolución del amor (s. XII)

Los hallazgos psicológicos más audaces  se  produjeron  en  dos ámbitos aparentemente antitéticos. Mientras los canonistas defendían el libre intercambio de consentimiento para la validez del matrimonio, en las cortes provenzales se inventó el fin d’amors (“amor cortés”) – tantas veces adulterino– que explotaba los sentimientos de alegría, libertad o angustia, frente a los casamientos impuestos por el linaje. Clérigos y segundones de la aristocracia descubrieron entonces el amor de elección (de dilection) donde el otro es amado en su alteridad por lo que es, y no por lo que aporta al cónyuge o al clan. Un amor libre y exclusivo que facilitaba la entrega de cuerpos y almas, como expresó Andrea Capellanus y experimentaron aquellos trovadores occitanos que pasaron del amor humano al divino profesando en un monasterio (J. Leclercq).

Los nuevos descubrimientos tardaron en impregnar la institución matrimonial, plegada a los intereses políticos y económicos del linaje. Entre los siglos XI al XIV la familia extensa (parentela de distintas generaciones) fue progresivamente sustituida por la célula conyugal (los esposos con sus hijos), debido en buena parte al triunfo del matrimonio cristiano elevado ahora a sacramento. Los canonistas más audaces desarrollaron el concepto de “afecto marital” (affectio maritalis) que contemplaba la fidelidad y las obligaciones recíprocas de la unión conyugal, más allá de la función social que se le venía asignando.

El camino hacia la santidad fue más lento. Se impulsó en el siglo XIII al ser canonizados cuatro laicos casados (san Homobono de Cremona, santa Isabel de Hungría, santa Eduvigis de Silesia y san Luis de Francia), que retomaban la santidad laical del cristianismo antiguo, aunque el ideal esponsal no se reflejara en los procesos conservados como camino específico de perfección (A. Vauchez).

De la emoción mística a los debates de la modernidad (s. XIV-XX)

La crisis socio-económica del siglo XIV modificó la cartografía sentimental del Occidente europeo. La devoción religiosa comenzó a identificarse con la emoción que encarnaba. Fue la conquista mística de la emoción. Mujeres laicas como Marie d’Oignies († 1213), Angela da Foligno († 1309) o Clara de Rímini († 1324-29) desarrollaron una religiosidad demostrativa y sensorial, cargada de un misticismo arrebatador. Se buscaba ver, imaginar e incorporar los sufrimientos de Cristo, pues su Pasión adquirió el lugar central de las devociones. Nunca hasta entonces las lágrimas se hicieron tan plásticas, ni se representaron con la fuerza de un Giotto o un Van der Weyden.

Las emociones medievales dejaron un profundo surco en el rostro del hombre moderno. El protestantismo radicalizó las notas agustinianas más pesimistas, y el calvinismo reprimió sus expresiones con una estricta moralidad centrada en el trabajo y la riqueza (M. Weber). En esta encrucijada antropológica, los sentimientos oscilaron entre el menosprecio racionalista y la exaltación romántica, mientras la educación se debatía entre el naturalismo roussoniano y el rigorismo que introducía en los cuentos infantiles la consigna “los niños no lloran”.

No fue por mucho tiempo. El romanticismo amoroso barrió al puritanismo burgués de la institución matrimonial, de manera que hacia 1880 las uniones impuestas –tan combatidas por los teólogos medievales– se convirtieron en una reliquia del pasado. El sentimiento se erigió en garante de una unión conyugal progresivamente fracturada por la mentalidad divorcista y una afectividad contaminada de hedonismo que triunfó en mayo del 68. No todo fue positivo. El desconcierto emocional de los adolescentes, el vagabundeo sexual o el aumento de abortos son consecuencia de aquel sistema idealista y naif  que ha dado paso a otro realista y sórdido llamado a replantearse el sentido de sus conquistas.

La Amoris laetitia es una invitación a hacerlo escuchando la voz de aquellos sentimientos que el cristianismo rescató de la atonía clásica, orientó a la unión familiar y proyectó a las cimas de la emoción mística. Paradójicamente, la grandeza de su historia espejea en la superficie de sus sombras: las lágrimas de agua y de sal descubiertas por los mismos carolingios que apuntalaron la unión conyugal. El papa Francisco ha querido rescatarlas, consciente quizá de aquellas palabras que Tolkien puso en boca de Gandalf: “No os diré: no lloréis; pues no todas las lágrimas son amargas”.

El autorÁlvaro Fernández de Córdova Miralles

Experiencias

Por muchos – por todos: Elementos para una catequesis

La traducción española de la tercera edición del Misal Romano cuenta entre sus principales novedades con un cambio en la liturgia eucarística. La expresión “por todos los hombres” que aparece en la consagración del vino, será sustituida a partir del primer domingo de cuaresma de 2017 por la expresión “por muchos”.

Antonio Ducay·7 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 11 minutos

Para entender este cambio es útil considerar la historia reciente del tema. Desde antiguo la expresión latina que usaba la liturgia romana era “pro multis” y así seguía apareciendo en el Misal promulgado por Pablo VI tras la reforma del Vaticano II. Pero al verter los textos latinos a las lenguas vernáculas, la expresión pro multis de la consagración fue traducida, en algunos casos, con un cambio de matiz: “por todos los hombres” (for all, per tutti, für alle…), con el deseo de expresar el valor universal del sacrificio redentor de Cristo. Esta traducción es la que ahora ha sido objeto de revisión y de cambio.

Traducción más precisa

Con el paso de los años se ha visto que la opción de traducir “por todos los hombres” no se ajustaba al deseo de la Santa Sede de elaborar las traducciones con una mayor literalidad respecto de los textos originales. Por este motivo, entre otros, la Congregación para el Culto Divino hizo en julio de 2005 una consulta a los presidentes de las conferencias episcopales acerca de la traducción del “pro multis” en la fórmula de consagración de la Sangre de Cristo en las distintas lenguas. Fruto de esta consulta fue la Carta circular del cardenal Arinze, entonces prefecto de dicha Congregación, en la que se exponían breve y ordenadamente los “argumentos a favor de una versión más precisa de la tradicional fórmula pro multis (17-X-2006: n. 3). En ella se hacía particular hincapié en que la fórmula usada en la narración de la institución es “por muchos” y en que “el rito Romano, en latín, ha dicho siempre pro multis. La Carta circular instaba a las Conferencias de Obispos de aquellos países donde la fórmula “por todos” estaba en ese momento en uso a introducir una traducción precisa, en lengua vernácula, de la fórmula “pro multis”. Deseaba también que se preparase a los fieles para ese cambio con una adecuada catequesis.

En este contexto, en marzo de 2012, el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana informó a Benedicto XVI de que algunos sectores del ámbito lingüístico alemán deseaban mantener la traducción “por todos”, a pesar del acuerdo en la Conferencia Episcopal de traducir “por muchos”, tal y como había sido indicado por la Santa Sede. Ante esta situación, el Papa, con el fin de prevenir una división en la iglesia local, elaboró una carta en la que explicaba por qué la nueva traducción resultaba conveniente (Benedicto XVI, Carta al presidente de la conferencia episcopal alemana sobre la traducción de “pro multis”, 14-IV-2012, Pastoral litúrgica. Documentación. Información 328-329, 2012, 81-86). Apremiaba también a los obispos alemanes a poner definitivamente en marcha las indicaciones de la Carta circular del año 2006.

También en este marco, y como fruto de un largo trabajo de revisión y actualización, la Conferencia Episcopal Española ha presentado recientemente la nueva edición oficial en español del Misal Romano. Se trata, pues, de la versión castellana de la editio typica tertia emendata del Missale Romanum, publicada en 2008, en la que se modifica la traducción de las palabras de la consagración: la expresión “por todos los hombres” que hasta ahora se utilizaba queda sustituida por la traducción más literal del texto latino “por muchos”.

Última Cena

Los evangelios nos han trasmitido lo que hizo Jesús en la Última Cena, cuando “tomó pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio [a los discípulos] diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros»”, y luego, tras la cena, con el cáliz en sus manos: “«Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros»” (Lc 22, 19.20). Los relatos evangélicos al narrar esta escena aluden también a cómo interpretarla. Mencionando la “alianza en la sangre”, Jesús evoca lo que, muchos siglos antes, había hecho Moisés para confirmar la alianza con Dios. Había leído las palabras de la Ley al pueblo y lo había aspergido con la sangre de los novillos ofrecidos en sacrificio, mientras decía: “Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras” (Ex 24, 8). De ese modo Israel había pasado a ser el pueblo elegido, la propiedad de Dios entre todas las naciones.

Con el paso de los años, sin embargo, Israel no había seguido rectamente la ley de Dios y, en la práctica, con las obras, había negado el Pacto. Sin embargo, Dios, que es perseverante en su amor y en sus elecciones, no había cedido a la desafección de los suyos. Los abandonó en manos de sus enemigos, los cuales les deportaron y les privaron de sus tradiciones, los purificó con el sufrimiento, pero no los rechazó. Más aún, precisamente en esos momentos difíciles para Israel, Dios infundió en algunos de sus siervos su deseo de establecer una alianza nueva y definitiva. “He aquí que vienen días –oráculo de Yahveh– en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza”: así predicaba el profeta Jeremías hacia el año 600 a.C. De ese modo se formó la idea de que esa alianza nueva y definitiva tendría lugar, por deseo de Dios, cuando llegaran los tiempos del Mesías Rey.

Las palabras de Jesús en el Cenáculo se encuadran en este contexto. Tiene ante Él a sus discípulos, a los que ha elegido como columnas del nuevo pueblo de Dios, y declara ante ellos que el sacrificio de su vida, que se iba a cumplir al día siguiente en Jerusalén, tendría por objeto fundar aquella alianza nueva y eterna. Pero, a diferencia del antiguo, este nuevo Pacto no se destinaba a una raza o a una nación particular, pues iba a tener un carácter universal. Dando a comer su cuerpo y a beber su sangre, Jesús invitaba a los discípulos a entrar en esa alianza definitiva, que no se limitaba sólo a ellos, pues se prolongaba en el espacio y en el tiempo hasta abrazar intencionalmente a toda la humanidad. Así lo manifestó Jesús cuando, tras su resurrección, se despidió de los suyos con estas palabras: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).

Transmisión de las palabras de Jesús

Al transmitir las palabras de Jesús en la Última Cena, los evangelistas tienen en cuenta todo este horizonte interpretativo. Jesús se dirige a sus discípulos y dona su vida por ellos, pero también por la multitud, es decir, por todos aquellos que son llamados a ese nuevo pueblo de Dios, y que son, en definitiva, todos los hombres. Cristo, como afirma san Juan, ha entregado su cuerpo y su sangre por “la vida del mundo” (Jn 6, 51). En este sentido, los destinatarios del sacrificio de Cristo se pueden considerar desde distintos puntos de vista; por eso es natural que los relatos de la Última Cena y, en particular, las palabras esenciales de Jesús en aquella ocasión, se hayan trasmitido con pequeñas diferencias que no afectan al contenido principal. Concretamente, Jesús habla de “la Alianza en mi sangre” derramada por “vosotros” en el evangelio de san Lucas (también san Pablo se refiere al cuerpo entregado por “vosotros”), mientras para los otros dos sinópticos, Jesús alude a la “sangre de la Alianza” derramada por “muchos”.

Los especialistas en el campo de la exégesis bíblica notan, en general, que ese “muchos”, proviniendo del arameo, no puede tener un sentido partitivo: no se debe entender como opuesto a “todos” (“muchos” en sentido de “no todos”), sino más bien como opuesto a “uno”. En este sentido es un término abierto e indeterminado que significa “un gran número”, “la muchedumbre”, la “multitud”; y que, en sí mismo, no tiene porqué excluir a nadie. En todo caso, entendidas en su contexto, las dos formas de expresión (por vosotros / por muchos) son justas y se complementan, porque la primera considera los presentes, los que están en aquellos momentos con Jesús y que representan en germen el nuevo Pueblo de Dios, y la segunda mira a todos los que se beneficiarán a través de los tiempos del sacrificio de Jesús, ese nuevo Pueblo en su desarrollo universal.

En la celebración eucarística

Cuando el rito romano de la celebración eucarística incorpora este momento fundamental de la vida del Hijo de Dios en la tierra –el don de su Cuerpo y de su Sangre no desea perder nada de lo que trasmiten los evangelios. Considera que se trata de un acontecimiento único y decisivo de la historia de la salvación. Así que, simplemente, en lugar de elegir entre las dos tradiciones narrativas (Mateo/Marcos y Lucas/Pablo), se queda con las dos y las reúne en la medida en que se dejan integrar en una única fórmula. Por eso el texto original latino, al consagrar el cáliz, pone en boca del celebrante las consabidas palabras: “hic est enim calix Sanguinis mei novi et aeterni testamenti, qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem…”, fórmula del canon romano, presente también, por deseo explícito de Pablo VI, en todas las nuevas Plegarias Eucarísticas surgidas con motivo de la reforma litúrgica del Vaticano II.

Es natural que las fórmulas de consagración del pan y del vino hayan apurado los relatos evangélicos, precisamente en esos momentos cruciales en los que el celebrante actúa in persona Christi. Por eso se entiende que exista unidad entre las palabras de Jesús que se leen en los relatos y las que se pronuncian en la celebración. Concretamente el canon romano, vigente en la Urbe desde tiempos remotos, expresa los destinatarios de la sangre derramada por Jesús con la locución “pro vobis et pro multis”. Y algo análogo se puede decir de las principales biblias latinas (la Vulgata de san Jerónimo, la Vulgata Sixto-Clementina propagada tras el concilio de Trento, la más reciente Neovulgata), que también han puesto siempre en boca de Jesús los términos “vobis” y “multis”. Por tanto, es bastante razonable que este acuerdo terminológico entre la celebración eucarística y la narración bíblica se mantenga también al traducir del latín a las lenguas modernas, de modo que las palabras que pronuncia el sacerdote, al consagrar el cáliz, respondan a lo que cualquiera puede leer en las mejores ediciones de la Biblia, las cuales traducen casi unívocamente “vobis” con “vosotros” y “multis” con “muchos”.

Celebrando la Eucaristía con la nueva formulación se lee que la sangre de la Alianza “será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”. Al poner de nuevo en sincronía los textos bíblicos y la recitación litúrgica, la fórmula se ajusta mejor a la realidad, porque la celebración eucarística reenvía naturalmente al relato de los gestos de Jesús en el Cenáculo, y ambas acciones, la histórica y la celebrativa, tienen el mismo contenido: el sacrificio de Jesús en la Cruz. En el fondo, el cambio de formulación testimonia la veneración de la Iglesia a la Palabra revelada y su fe en que la celebración eucarística es “memoria Christi”, presencia sacramental del acontecimiento pascual narrado en los evangelios.

Contexto de las primeras traducciones

Pocos años después del Concilio Vaticano II vio la luz el nuevo Misal. A continuación, se hicieron las traducciones del texto latino a las lenguas modernas. Se quiso entonces tener en cuenta la intención universal de Jesús al derramar su sangre, y se valorizó para ello el carácter abierto e indeterminado de la expresión “por muchos”, que, como hemos dicho, indica la muchedumbre.

Se deseaba seguir los pasos del Concilio, que había sostenido con fuerza la doctrina de la llamada universal a la santidad. Los textos conciliares habían subrayado la cercanía de Dios para con los hombres. Su gracia alcanza a todos, porque todos fueron creados para vivir en comunión con Él y por todos dio su vida Jesús. Se tenían también presentes las críticas que las corrientes ilustradas y anticlericales dirigían a la religión cristiana, a la que acusaban de fundarse en un acontecimiento particular del pasado, la historia de Jesús y, como tal, no plenamente alcanzable por muchos. De ahí se concluía que la salvación no podía venir de la religión, salvo que se admitiera que Dios era un ser parcial que daba los medios de salvación a algunos hombres y no a otros. Se buscaba así dar protagonismo a la razón y sacudirse de la tutela moral impuesta por los credos religiosos.

El Concilio tuvo presente estas objeciones y, en cierto modo, trató de responder a ellas, cuando presentó a Jesús como culmen de la realidad humana y afirmó el carácter universal de su redención, que se ofrece a todos. Dios obra en las personas de modo invisible, afirma el Concilio, y su voz resuena en lo más íntimo de la conciencia humana; por eso no hay nadie que sea ajeno a Cristo. El sacrificio redentor, que es fuente de salvación para los bautizados, no limita sus efectos sólo al cuerpo de la Iglesia, a sus miembros, sino que implica a todos los hombres, pues “el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (Gaudium et Spes 22).

Además, y siempre dentro del periodo moderno, la Iglesia había tenido que combatir contra las tendencias rigoristas, que se habían hecho fuertes con Jansenio y habían dejado trazas en la mentalidad popular, de modo que no era infrecuente encontrar concepciones de Dios en las que la severidad del Juez eterno prevalecía ampliamente sobre la misericordia del Padre solícito y amante. En este contexto era natural que la traducción del “pro multis” tuviera un corte universalista: la sangre de Jesús se derramó por todos los hombres. Traducir, siguiendo al Concilio, quería decir entonces subrayar el alcance universal de la llamada y de la acción de Dios en Jesucristo, un Dios que no deja a nadie abandonado.

Contexto actual

Hay que reconocer, sin embargo, que el contexto actual es, en ciertos aspectos, profundamente distinto del que conoció el Vaticano II. Tras varios decenios subrayando la universalidad del mensaje cristiano desde perspectivas cristocéntricas, e insistiendo en el diálogo y en la apertura de la Iglesia hacia el entero panorama de las realidades humanas, los cristianos no dudan de que Dios es un Padre amoroso que no deja a ninguno sin abundantes oportunidades de acoger su gracia. El problema hoy es, más bien, el contrario: que esa salvación se entiende en muchos ambientes como algo necesario, porque Dios es tan bueno y tan Padre que no puede dejar a nadie sin la felicidad eterna.

Si se atiende a lo que han escrito los teólogos de mayor prestigio en el siglo XX, se encontrará una clara indicación en este sentido. Con frecuencia han sostenido posiciones que, aun cuando no siempre afirmaran la tesis de la salvación humana universal, se aproximaban bastante a ella. Los filósofos y teólogos ortodoxos Nikolaj Berdjaev y Sergej Bulgakov, el luterano Dietrich Bonhoeffer, el calvinista Karl Barth, el católico Hans Urs von Balthasar…, todos ellos, en distinta medida, han compartido la esperanza de una salvación última y definitiva para todos los hombres.

Unas palabras del conocido teólogo calvinista que acabo de mencionar pueden servir de botón de muestra de lo dicho. Escribe Barth en su Ensayos Teológicos: “Lo cierto es que no existe ningún derecho teológico por el que nosotros podamos poner límite alguno a la filantropía de Dios que apareció en Jesucristo. Nuestro deber teológico es el de verla y entenderla siempre más grande de como lo hemos hecho hasta ahora”. Palabras justas, pero que encierran también el riesgo de gravar de tal modo la misericordia de Dios, su filantropía, que se lleguen a hacer insignificantes las luchas y las batallas de los hombres en pro o en contra de la voluntad divina. ¿Acaso no se tiene hoy la impresión de que el hombre es un ser tan relativo y pequeño que a nadie pueden importar sus miserias? Y, por tanto, ¿no parece que la obligación de un Dios bueno no pueda ser otra que la de apiadarse de todos, cerrando uno o los dos ojos ante lo que fue la vida de cada uno? Pero entonces, ¿dónde quedó la tradición de los discípulos de Cristo, de los mártires y de los santos que dieron su vida por Jesús, e iluminaron sus tiempos encarnando el evangelio con firmeza?

Tal vez hoy vuelva a ser necesario explicar que Dios, ciertamente, se dirige y busca a todos, pero también desea, como en épocas pasadas, la correspondencia intrépida y hasta heroica de los hombres; que, en definitiva, lleva razón el viejo axioma escolástico cuando afirma: “facienti quod in se est, Deus non denegat gratiam”: quien, con el auxilio de la gracia, se dispone libremente a recibir la voluntad de Dios, obtendrá de Él luz y fuerza para realizarla. En definitiva, la misericordia de Dios, que circunda al hombre, también lo involucra y lo compromete en ella. Y esto es lo que está también presente en el cambio de la fórmula de consagración, que Dios se toma en serio al hombre y que espera de cada uno correspondencia a su infinita misericordia.

En este sentido el paso del “por todos los hombres” a “por muchos” contiene una saludable admonición, y creo que así será percibida, porque no hay duda de que el nuevo lenguaje es formalmente más restrictivo que el precedente.

Lo que habrá que explicar al pueblo fiel son dos cosas: primero, que esa restricción no obedece a cambio alguno en lo doctrinal –porque ni había, ni hay duda de que Jesús ha muerto por todos los hombres; y segundo, que “los muchos”, “la multitudpor los que Jesús se entrega, distinguiéndose de “todos los hombres”, aluden discretamente a la posibilidad de que la sangre ofrecida sea rechazada, y no pueda ejercer en algunos toda su fuerza salvadora. Manteniendo una cierta distancia de las dos expresiones, “por todos los hombres” y “por muchos hombres”, la nueva traducción “por muchos” recoge, en su aparente indeterminación, los dos aspectos de la obra salvadora de Cristo: el objetivo y el subjetivo, la intención universal del Señor de fundar una alianza nueva con toda la humanidad, y la necesidad de que el hombre contribuya, con su amor y con su lucha, a realizar en el mundo el proyecto de Dios. De este modo, la nueva traducción es también una palabra que orienta hoy a la Iglesia en su caminar histórico.

El autorAntonio Ducay

América Latina

Un muro contra la realidad

La intención del presidente Trump de ampliar vallas y muros en la frontera mexicana es complicada de llevar a cabo y se basa en prejuicios. Los lazos actuales, barreras físicas, millones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos, ciudades transfronterizas y el coste, son algunos obstáculos.

Omnes·6 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos

El 25 de enero de este año, el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, firmó el decreto titulado “Mejoras en la seguridad fronteriza y en la aplicación de las leyes de inmigración”. Su objetivo es “garantizar la seguridad y la integridad territorial de los Estados Unidos y velar para que las leyes de inmigración se cumplan fielmente”.

Las medidas para su puesta en marcha incluyen, entre otras, la planificación, el diseño y la construcción en la frontera sur con México de una “barrera”, definida en el texto como un “muro contiguo físicamente infranqueable”. El plan de acción prevé también el control y la construcción de centros de detención para extranjeros adicionales a los ya existentes; el incremento en la detención de extranjeros indocumentados y la contratación de 5.000 agentes fronterizos adicionales.

El segundo punto ha comenzado a ejecutarse. En febrero, la Policía de Inmigración y Aduanas efectuó redadas en varios Estados, que terminaron con la detención de cientos de extranjeros indocumentados, o sin papeles, para su deportación. Varios diarios hablaron de “pánico”. Las acciones tuvieron lugar en viviendas y lugares de trabajo de Atlanta, Nueva York, Chicago, Los Angeles, Carolina del Norte y Carolina del Sur.

A mediados de mes, el ministro de Exteriores de México, Luis Videgaray, informó que todavía no se habían producido deportaciones masivas desde Estados Unidos. Por otra parte, el domingo día 12 se produjeron en distintas ciudades mexicanas marchas de protesta contra las políticas migratorias del presidente Trump.

México, un gran desconocido

Aunque la relación bilateral México-Estados Unidos es una de las más importantes para ambas naciones (unidas por su geografía, historia, comunidades y el comercio), para el norteamericano medio, particularmente para aquellos que votaron por el magnate neoyorquino, el vecino del sur es el gran desconocido.

El presidente Trump ha decidido dejar de lado los datos, la historia de la relación y su realidad para basarse en prejuicios antimexicanos y raciales, muchos de ellos bien enraizados en el imaginario colectivo del norteamericano común. Dentro de ese imaginario, México no es ni socio, ni amigo, ni vecino, sino el lugar donde hay gente pobre y buena, pero también muchos “bad hombres” (Trump dixit), que van a EEUU a vulnerar leyes, robar trabajos a los americanos, cruzar drogas por la frontera y cometer crímenes. Por ello, según el presidente, la única solución es una “muralla capaz de detener todos los males provenientes del vecino del sur”.

Con vida laboral

El dato real es que a lo largo de la historia nunca ha habido un ataque militar o terrorista proveniente de México (la única incursión fue la de Pancho Villa a Columbus, Nuevo México, en 1917).

Otro dato ignorado por Trump es que una parte de los 11 millones de indocumentados viviendo actualmente en Estados Unidos entraron legalmente con visas de turistas. Y aunque efectivamente, ellos infringieron los términos y condiciones de su permanencia en el país, con muro o sin muro hubieran entrado.

Y ahora se han incorporado a la vida laboral de los Estados Unidos. Son personas que con su trabajo e impuestos contribuyen a la grandeza de la nación, la que según el presidente Trump se ha esfumado pero él se la podrá devolver (Make America Great Again,hacer América grandiosa nuevamente” fue el lema de su campaña).

Adicionalmente, de los millones de personas que cruzan diariamente la frontera, solamente un mínimo porcentaje lo hace sin documentos, pero en su mayoría son aprehendidos y repatriados a sus países de origen.

La construcción de un muro es impensable en muchas partes de la frontera sur. Una buena parte de los 3.140 kilómetros de frontera cuenta ya con algún tipo de valla alámbrica o de cemento. En otras zonas, la barrera física es la propia naturaleza: el río Bravo, el desierto u otras zonas naturales, algunas de las cuales son reservas ecológicas protegidas por la ley federal.

Otro factor es que una buena parte del terreno donde se tendría que construir la barda es propiedad privada, principalmente en Texas. Para su edificación, el gobierno federal tendría que comprar miles de kilómetros o proceder a la expropiación, en cuyo caso  afrontaría largas y costosas batallas legales no solo con los dueños, sino con condados enteros y ciudades fronterizas. Sería una lucha del poder ejecutivo contra los poderes federales, estatales, municipales y privados.

Ciudades transfronterizas

Otro obstáculo es la existencia de decenas de regiones en ambos lados de la frontera que son “ciudades transfronterizas”, es decir, regiones tan integradas económica y socialmente que funcionan como si fueran una sola ciudad. Es el caso de Tijuana, Baja California y San Diego (California); Nogales, Sonora y Nogales (Arizona); Ciudad Juárez, Chihuahua y el Paso (Texas); Nuevo Laredo, Tamaulipas y Laredo (Texas); Matamoros, Tamaulipas y Brownsville (Texas).

La frontera de México con Estados Unidos es la más transitada del mundo. Sus ciudades son lugares donde cientos de trabajadores mexicanos trabajan legalmente en un lado pero viven en el otro, y por ello la cruzan diariamente. Lugares donde ciudadanos norteamericanos acuden a obtener servicios médicos a México, pues llegan a ser hasta un 80 % más económicos, de alta calidad y sin el inconveniente de la burocracia gubernamental americana.

La integración en esas ciudades transfronterizas no solo es económica, sino social y cultural. En muchas regiones se celebran festivales cada año para reconocer su amistad y cooperación. En estos eventos se resaltan las tradiciones, el arte y la cultura de los dos pueblos. Un caso típico es el festival de la amistad, que se festeja cada año en la ciudad de Del Río (Texas), en el que participan cientos de personas y carros alegóricos provenientes de la ciudad contigua, Ciudad Acuña, del Estado de Coahuila.

Debate sobre el coste

Quizá el mayor obstáculo con el que se enfrentará el muro de Trump será el coste. Para construirlo se podrían requerir, según algunos cálculos, más de 20.000 millones de dólares. Un costo que no incluye todas las partidas que el presidente Trump menciona en su decreto, tales como la edificación de más centros de detención de indocumentados, la escalada en las deportaciones, y sobre todo los cientos de demandas que tendrá que afrontar en caso de llevar a cabo expropiaciones de terrenos.

¿Quién lo pagará? La realidad señala que el bolsillo de los ciudadanos norteamericanos, aunque Trump ha dicho en repetidas ocasiones que “México pagará totalmente el costo del muro”. El magnate afirma que eso se podría hacer imponiendo un impuesto del 20 % a todas las mercancías mexicanas. Algo que hoy en día no podría llevarse a cabo debido a que ambos países son signatarios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Además, ambas naciones forman parte de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta práctica de imponer tarifas impositivas contra un solo país constituiría una violación a los estatutos de la OMC.

A mediados de mes, el presidente Trump salió al paso de las cifras que ofreció Reuters, recogidas en un informe interno del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense. El coste llegaría a 21.600 millones de dólares, por encima de los 12.000 de los que habló Trump en campaña. Sin embargo, el presidente aseguró que, una vez “se implique” en su diseño, “el precio bajará muchísimo”. “Estoy leyendo que el gran muro trasnsfronterizo costará más de lo pensado por el gobierno, pero aún no estoy implicado en negociaciones o el diseño. Cuando lo haga, tal como pasó con el caza F-35 o el programa Air Force One, el precio bajará muchísimo”, escribió el mandatario.

Experiencias

¿Para qué casarse? El matrimonio cristiano en el siglo XXI

El autor propone a los jóvenes adentrarse en el fondo de su conciencia y hacerse preguntas que faciliten llegar a un matrimonio válido, firme y duradero. Hay que entrar en su mundo y evangelizar desde allí. Eso supone horas, sobre todo con otras familias, esposos y novios empeñados en el mismo ideal de vida.

Javier Láinez·6 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 11 minutos

 “Antes los curas casábamos a la gente porque era lo más normal del mundo. En menos de dos generaciones nos hemos dado cuenta de que de normal, nada. Ahora el que se casa es un campeón que nada contracorriente”. Esta frase de un párroco veterano en nuestro país es una percepción generalizada.

Recientemente la prensa ha publicado estadísticas que muestran que la caída del número de bodas es abismal. Es cierto que a menudo se han divulgado cifras cocinadas que falsean la realidad, mezclando las bodas con las segundas nupcias y otras circunstancias. Pero a pesar del sesgo con que algunos pretenden ilustrar la pérdida de influencia de la Iglesia en la sociedad, la estadística confirma una realidad que todos –en particular los párrocos– percibimos: mucha gente ha abandonado el sueño de formar un hogar cristiano y dar hijos a la Iglesia, como decían los viejos catecismos.

La desorientación reinante y las tendencias impuestas por el relativismo han empujado a muchas personas a modos alternativos de vida al margen de la familia. Para hacernos una idea general, del conjunto de parejas que conviven “more uxorio” –es decir, como esposos sin serlo– sólo un tercio accede al matrimonio, y de éstos, menos de un tercio lo hace por la Iglesia. Se ha pasado de un 75 % de bodas canónicas a principios del año 2000  a poco más del 22 % en 2016. Son cifras que no presentan un panorama entusiasta.

Convivir sin casarse

San Juan Pablo II advertía en Novo millenio ineunte (n. 47) “que se está constatando una crisis generalizada y radical de esta institución fundamental. En la visión cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer —relación recíproca y total, única e indisoluble— responde al proyecto primitivo de Dios, ofuscado en la historia por ‘la dureza de corazón’, pero que Cristo ha venido a restaurar en su esplendor originario, revelando lo que Dios ha querido ‘desde el principio’”.

Ahora se ha puesto de moda hablar de posverdad, es decir, la percepción afectada por las emociones y sentimientos subjetivos de un fenómeno del tipo que sea. Y la batalla cultural que ha provocado la eclosión de las posverdades pretende sustituir toda antropología basada en la ley natural por otra asentada en el consenso social de hechos no pocas veces contrarios a la recta razón. Es –dicen– la victoria de la libertad.

En su libro Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios (Rialp, 2014), Mary Eberstadt señala que “desde el principio, el cristianismo reguló mediante la doctrina y la liturgia los asuntos fundamentales del nacimiento, la muerte y la procreación. Es más, algunos dirán que el cristianismo (al igual que el judaísmo del que bebió) centra su atención en estos asuntos más aún que otras religiones, lo cual nos lleva a la importante cuestión de la obediencia. Cuántas veces se dice que la Iglesia no es otra cosa que un rebaño de pecadores. Pero, ¿son pecadores que no cumplen las normas en las que creen o personas que no se sienten obligadas por esas normas?

Parece indudable que ha calado en la opinión pública que no hay regla moral que impida la convivencia más o menos libre antes o en lugar de casarse. Las leyes civiles de numerosos países de tradición cristiana han terminado equiparando cualquier tipo de convivencia que tenga como fundamento un vínculo sexual o afectivo.

El matrimonio ha dejado de considerarse una institución de interés social prioritario y, como consecuencia, los parlamentos han derogado las disposiciones que le dotaban de protección jurídica. Apenas tiene ya relevancia jurídica estar o no casado. Es más, estarlo puede ser con frecuencia desfavorable. Se percibe el desinterés de muchas personas, jóvenes o mayores que afrontan unas segundas nupcias, por la fórmula del matrimonio.

En particular, muchos jóvenes católicos se dejan llevar por algún tipo de unión libre que tantas veces se camufla con el eufemismo “vivir juntos”. Y las familias han terminado aceptando que sus hijos se emancipen de este modo, pensando las más de ellas que será un paso previo a la boda y la estabilidad familiar. Pero no siempre es así.

La primera característica de este tipo de vida en pareja es la ausencia de compromiso. No hay suelo bajo los pies. En el motor interno de la relación todo está preparado para la ruptura que llegará o no, pero que se pretende sea lo menos traumática posible. Además, como el único sustento de la relación es el vínculo afectivo, ambos están expuestos a una frágil cohabitación que dependerá en tantos casos de factores externos a la pareja, lo que les hace muy vulnerables a enamoramientos con terceros o a vaivenes emocionales relacionados con la proyección profesional o el éxito en los negocios. En segundo lugar, no suele haber un proyecto común, un plan personal de vida que implique a la pareja. Es frecuente por tanto que se excluyan los hijos (21 % de los casos).

Pastoral del matrimonio y la familia

Desde siempre, pero con una urgencia acentuada en las últimas décadas, la Iglesia ha buscado el modo de salir al paso de esa desertificación tan dañina.

Pablo VI, con la encíclica Humanae Vita,e y Juan Pablo II con la Familiaris consortio, dieron vida a un entramado de instituciones que han proliferado al servicio de todos los países del mundo, desde los Institutos para la Familia, hasta los Consejos Pastorales de la Familia y los Centros católicos de orientación familiar de universidades, diócesis y parroquias.

En muchos lugares, los obispos han implementado itinerarios y catequesis para que los jóvenes accedan al matrimonio y los casados fortalezcan su vínculo y saneen la vida familiar. Los consejos pastorales establecidos por ejemplo en Italia, han contribuido seguramente a que éste sea uno de los países de la Unión Europea con menor índice de divorcios. Muchas diócesis y parroquias se han empeñado con seriedad y desvelo en preparar a los novios para dar el paso al matrimonio o han invitado a demorarlo cuando se apreciaba la falta de un compromiso real que lo mostrase viable.

Este es el rumbo indicado de nuevo por el Papa Francisco en la Amoris laetitia (2016): “Tanto la preparación próxima como el acompañamiento más prolongado, deben asegurar que los novios no vean el casamiento como el final del camino, sino que asuman el matrimonio como una vocación que los lanza hacia adelante, con la firme y realista decisión de atravesar juntos todas las pruebas y momentos difíciles.

   La pastoral prematrimonial y la pastoral matrimonial deben ser ante todo una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros. Estos aportes no son únicamente convicciones doctrinales, ni siquiera pueden reducirse a los preciosos recursos espirituales que siempre ofrece la Iglesia, sino que también deben ser caminos prácticos, consejos bien encarnados, tácticas tomadas de la experiencia, orientaciones psicológicas”.

   “Todo esto” –añade el Papa–, “configura una pedagogía del amor que no puede ignorar la sensibilidad actual de los jóvenes, en orden a movilizarlos interiormente. A su vez, en la preparación de los novios, debe ser posible indicarles lugares y personas, consultorías o familias disponibles, donde puedan acudir en busca de ayuda cuando surjan dificultades. Pero nunca hay que olvidar la propuesta de la Reconciliación sacramental, que permite colocar los pecados y los errores de la vida pasada, y de la misma relación, bajo el influjo del perdón misericordioso de Dios y de su fuerza sanadora” (AL, 211).

Nuevos modos de pensar y de vivir

Amoris laetitia contiene claves preciosas que muchos párrocos están calificando también de proféticas. Ha dado muchísima luz a tantas almas y han roto los prejuicios de quienes miran con sospecha a la Iglesia. El Papa Francisco propone un reto de dimensiones inéditas: entender esta nueva mentalidad y empeñarse en evangelizarla. Es sabido que ya no resulta fácil argumentar con raciocinios, y que ni la exposición de la armonía de la ley natural ni el argumento de autoridad de los Papas o del Magisterio ayuda hoy día a llevar a los novios al altar.

El Santo Padre sugiere un camino que sí que ha demostrado tener un singular índice de acierto: “De nuestra conciencia del peso de las circunstancias atenuantes —psicológicas, históricas e incluso biológicas— se sigue que, ‘sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día’, dando lugar a ‘la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible’. Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, ‘no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino’ (AL, 308).

En las iglesias en las que se celebran muchas bodas o se realizan numerosos cursillos prematrimoniales –como es mi caso– se ha comprobado que el itinerario señalado por el Papa es el correcto. Hay que ayudar a los jóvenes a adentrase en el fondo de su conciencia y hacerse preguntas trascendentales que les faciliten dar los pasos adecuados hasta la meta deseada de llegar al matrimonio válido, firme y duradero.

La tarea del buen pastor

Casarse, según confiesan los que lo hacen en la Iglesia, es un impulso que sale del corazón. No es simple tradición, ni el resultado de haber vencido el miedo al compromiso. Es algo que “te pide el cuerpo”, dicen, “porque necesitas estabilidad”. A los que tienen algo de fe (con frecuencia, sólo uno de los dos), esa exigencia interior les devuelve a la Iglesia que en muchos casos abandonaron en la adolescencia. Aquí es donde destaca el papel de quien socorre a los náufragos que regresan a casa. ¿Cómo acoger a tantos que aspiran al matrimonio, pero están desorientados, atrapados por una vida frenética con opciones morales equivocadas y mal preparados para recibir los sacramentos?

La tarea del pastor que sale a buscar no a una oveja perdida sino a noventa y nueve y media que se le han dispersado, requiere en la actualidad la creatividad y el entusiasmo de un artista. Hay que entrar en su mundo –en su extravío– y evangelizar desde allí.

A muchos jóvenes les retrae enormemente verse juzgados por su modo de vivir. Al no aceptar otras normas que las que impone el ambiente social, consideran con frecuencia a la Iglesia como una especie de super-suegra que les afea hoscamente su conducta.

Cuántos novios convivientes han respirado aliviados al apreciar que el sacerdote no sólo no frunce el ceño cuando se descubre que llevan años de “amancebamiento”, sino que les anima a ilusionarse con el paso que va a llenar de plenitud su vida por el sacramento del matrimonio.

Conversión personal

¿Cómo afrontar entonces la conversión previa al sacramento? Un buen porcentaje están dispuestos a confesarse y rehacer su vida. Pero el paso de una vida alejada de las normas morales a un modo de vida cristiano es espinoso. Supone un cambio tan radical que asusta o da pereza. Muchos añorarán las “ollas de carne” de la liberalidad sexual, como los israelitas echaban de menos el tranquilo bienestar de la esclavitud.

Es cierto que, desde un punto de vista técnico, la misión del párroco consiste en asegurar la validez del matrimonio que se va a contraer. En cuanto se constata la madurez psicológica, la sinceridad y rectitud de la intención, y la ausencia de dolo o de impedimentos, se tienen las mimbres para tejer el cesto de un pacto conyugal basado en la fidelidad para toda la vida y la apertura a los hijos que Dios pueda mandar.

La experiencia de las últimas décadas confirma que hay que dedicar mucho tiempo a estimular la firmeza de la “vuelta a la fe”, o del despertar de una vida cristiana que ha permanecido hibernada.

Lo ideal sería comenzar la catequización en edades tempranas. Pero cuando no se cuenta con tanto tiempo, hay que plantearse una pastoral matrimonial a un medio plazo, en realidad brevísimo. El objetivo es que el proyecto contemple un plano inclinado capaz de situarles en la verdadera dimensión del paso que van a dar.

El anuncio del Evangelio a los que se van a casar es, con frecuencia, una proclamación kerigmática. Al igual que los oyentes de san Pedro en Pentecostés, los novios preguntan “¿qué hemos de hacer?” (Hechos 2, 37). Y como “la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional” (AL, 72), la revelación del plan divino sobre el matrimonio supone horas. Muchas horas de trato. No sólo con el sacerdote sino sobre todo con otras familias, esposos, prometidos y novios empeñados en el mismo ideal de vida. Llegar a crear una familia cristiana, verdadera iglesia doméstica, en un mundo que ha dado la espalda a los planteamientos de lo que se denomina –a veces despectivamente– familia “tradicional”, necesita apoyos.

En muchas diócesis del mundo están funcionando muy bien los grupos de matrimonios y de jóvenes parejas que dedican tiempo no sólo a la catequesis o a los cursos de orientación familiar, sino también a rezar y a compartir juntos experiencias. De todo ello hay ejemplos muy positivos en Italia o Estados Unidos.

Castidad antes del matrimonio

En el caso de los novios que cohabitan o que mantienen relaciones sexuales con frecuencia sin estar casados, hay que hacerse planteamientos profundos.

Es sencillamente un hecho que para muchos católicos el sexo ha pasado de ser un jardín prohibido a ser una jungla sin más leyes que las del capricho personal. A muchos novios que acuden a los cursillos prematrimoniales les llama la atención el descubrimiento de que la doctrina cristiana no considere lícito el ejercicio de la sexualidad entre solteros.

La reflexión aquí consiste en ayudar a los novios a entender que el matrimonio es fundamentalmente comunicación. La única regla por la que se sostiene la comunicación, sea cual sea el ámbito en el que se desarrolle, es la veracidad. Pues bien, lo que es la veracidad a la comunicación es la castidad al sexo.

La castidad, lejos de ser simple abstinencia carnal, es el requisito para dotar a la relación sexual de la autenticidad que la hace real y santa. No son solo los graves atentados contra la castidad los que muestran la malicia de la lujuria. En las patologías como la pornografía o la prostitución, la inautenticidad de la relación es tal que manifiesta brutalmente su mentira. Además, los confesores sabemos que el pecado que de verdad daña a las familias de un modo inmisericorde es el adulterio. Es la suprema mentira de la sexualidad entre esposos.

La veracidad de la relación, la castidad en el caso del sexo, es un continuo. Si no se ha querido ser casto de joven es probable que la trampa torne a cerrarse en la madurez. La castidad, que a decir del Catecismo “no tolera ni la doble vida ni el doble lenguaje” (n. 2338) es una virtud, que como todas supone un proceso de aprendizaje y asimilación, sobre todo en la sinceridad de la relación y ante la propia conciencia.

 Llamada a la santidad

¿Y qué proponer a los novios que conviven para los meses previos al matrimonio?, ¿Deberán suspender la cohabitación para que sea totalmente sincera la confesión sacramental que les devolverá la paz con Dios y les encaminará a una vida conyugal santa? Sin duda, hay que llegar a esta propuesta.

El verdadero arte es lograr que la iniciativa parta de ellos. Además de rezar mucho –todo camino de conversión lo exige– hay que entender la llamada a la santidad que supone la vocación matrimonial. La unión carnal de los esposos es un icono de Dios, como san Juan Pablo II desglosó en la Teología del Cuerpo: “La relación sexual es la revelación principal en el mundo creado del misterio eterno e invisible de Cristo” (audiencia 29-IX-1982).

Entre los cientos de parejas que he acompañado en su proceso hasta el casamiento, hay una gran cantidad de casos. Desde sonoros fracasos, hasta quienes antes de la boda vuelven a la casa de sus padres para, como se decía antiguamente, ser desde allí conducidos al altar.

En parejas impensables –ateo él; con escasa formación, ella–  he asistido al esfuerzo de los que han sido capaces de habitar “como hermano y hermana”, incluso un año entero antes de la boda, porque querían un matrimonio sincero. La tarea de obrar cara a Dios corresponde a la conciencia de los novios, y el sacerdote puede ayudar desde fuera a formar e iluminar. Sin duda, es algo a lo que los pastores habrán de dedicar energías y tiempo, con el fin de ayudar a los matrimonios cristianos en el siglo XXI.

La apertura a la vida

A los que deciden casarse suele hacerles ilusión ser padres. Pero con frecuencia es peliagudo ayudarles a entender que los hijos no son un derecho de la pareja, sino un don de Dios. El ideal es ambicioso: “Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa” (AL, 167).

Si son jóvenes, a veces se plantean pasar un par de años disfrutando del matrimonio sin “cargarse” con un bebé. ¿Qué harán durante ese tiempo? A otros, la responsabilidad de educar en cristiano a la prole se les hace un mundo si se va más allá de festejos con ocasión de bautizos y primeras comuniones. No saben en qué consiste educar en la fe.

Si la naturaleza les pone dificultades para concebir, no pocos recurrirán sin traba de conciencia a cualesquiera técnicas de fertilidad que les conceda el niño deseado, sea cual sea la distancia entre el fin y los medios.

Por desgracia, la mentalidad antinatalista y la facilidad de las técnicas de contracepción se han popularizado tanto que desmontar prejuicios y ayudar a pensar en cristiano se hace complicado. Pero no hay otro camino: “Una mirada serena hacia el cumplimiento último de la persona humana, hará a los padres todavía más conscientes del precioso don que les ha sido confiado” (AL, 166).

Para el amor y para la fecundidad, el desafío de los esposos es la santidad. Ahí es nada.

El autorJavier Láinez

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Vaticano

Mons. Ocáriz: “El contacto con la pobreza, con el dolor, ayuda a relativizar los problemas”

El 23 de enero fue elegido y nombrado por el Papa Francisco nuevo Prelado del Opus Dei el sacerdote español Fernando Ocáriz, hasta entonces “número 2” de la Prelatura. Palabra le ha entrevistado en Roma.

Alfonso Riobó·6 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 15 minutos

El objetivo acordado era dedicar buena parte de la entrevista a acercar al lector la persona de Mons. Fernando Ocáriz. El nuevo Prelado del Opus Dei lo ha cumplido fielmente, superando su notable reticencia a centrar la conversación en sí mismo. La reserva es parte de su carácter, como la sobriedad expresiva, aunque no le faltan cordialidad ni apertura. Por lo que se refiere a la sesión fotográfica, fue para él un deber poco grato pero asumido con buen humor.

El encuentro tiene lugar en la sede de la Curia de la Prelatura del Opus Dei, el edificio donde vivieron y trabajaron san Josemaría Escrivá, el beato Álvaro del Portillo y Javier Echevarría. Aunque Fernando Ocáriz pasó al primer plano del gobierno de la Obra en 1994, cuando fue nombrado vicario general (desde 2014 era vicario auxiliar), reside aquí desde hace 50 años, conoce cada detalle de la actividad del Opus Dei y actúa en plena identificación con sus predecesores.

Agradecemos al Prelado esta entrevista, la primera de esta amplitud, apenas dos semanas después de su elección y nombramiento el 23 de enero de 2017.

PRIMEROS AÑOS

-Usted nació en París en 1944, de una familia española. ¿Cuál era el motivo de que residieran en Francia?

La guerra civil. Mi padre era militar en el lado republicano. Nunca quiso contar detalles; pero tengo entendido que, por su posición como comandante, tuvo ocasión de salvar a gente, y dentro del mismo ejército republicano acabó por estar en una situación arriesgada. Como no era partidario de Franco, pensó que convenía marcharse a Francia, y aprovechó la cercanía de la frontera de una parte del ejército, y se pasó allí, a través de Cataluña. Era veterinario militar, pero se había dedicado sobre todo a la investigación en biología animal. No era lo que podría considerarse un político, sino un militar y un científico.

-¿Conserva algún recuerdo de esa época?

Lo que sé de esa época es por haberlo oído contar. Cuando la familia se marchó a Francia yo aún no había nacido, y tampoco mi séptima hermana, la anterior a mí (no llegué a conocer a mis dos hermanas mayores, que murieron siendo muy pequeñas, mucho antes de que yo naciera). Los dos menores nacimos en París. Yo nací en octubre, justo un mes después de la liberación por parte de las tropas americanas y las francesas del general Leclerc.

-¿Se hablaba de política en casa?

No tengo recuerdos acerca de París. Ya en España, se hablaba poco; más bien se hacían comentarios sueltos y breves, no favorables, aunque no violentos, al régimen de Franco. De todos modos hay que reconocer que, a partir de esa época, mi padre y la familia llevaron una vida pacífica: mi padre fue readmitido más adelante en un centro oficial de investigación, dependiente del Ministerio de Agricultura, en Madrid, donde trabajó hasta la jubilación.

-¿Y de religión? ¿Recibió la fe en la familia?

Recibí la fe fundamentalmente en la familia, sobre todo de mi madre y mi abuela materna, que vivía con nosotros. Mi padre era una persona muy buena, pero en aquella época estaba bastante alejado de la religión. Con el tiempo volvería a la práctica religiosa, y llegó a ser supernumerario del Opus Dei. En el hogar familiar aprendí lo básico de la vida de piedad.

-De París, volvieron a España.

Yo tenía entonces tres años, y sólo conservo un vago recuerdo, como una imagen grabada en la memoria, del viaje en tren de París a Madrid.

-¿En qué colegio estudió?

En Areneros, el colegio de los jesuitas. Allí estuve hasta el final del bachillerato. Era un colegio bueno y con una disciplina bastante seria. A diferencia de lo que he oído contar de otros colegios de la época, jamás vi a un jesuita pegarle a nadie, en los ocho años que estuve allí. Es algo que me suscita agradecimiento. Me acuerdo de bastantes profesores, sobre todo de los de los últimos años; por ejemplo, en el último curso tuvimos como profesor de matemáticas a un laico y padre de familia, de apellido Castillo Olivares, una persona verdaderamente valiosa, a la que admirábamos mucho.

ENCUENTRO CON EL OPUS DEI

-Estudió la carrera de Ciencias Físicas en Barcelona. ¿Cuál fue el motivo del traslado?

En realidad, el primer año de la Universidad lo hice en Madrid. Era el “selectivo”, que introducía a todas las ingenierías y facultades de ciencias. Había sólo cinco asignaturas, comunes a todas esas carreras: matemáticas, física, química, biología y geología. Éramos un curso muy numeroso; varios grupos, cada uno de más de cien alumnos.

Ese primer año tuve de profesor de matemáticas a don Francisco Botella [catedrático, sacerdote y uno de los primeros miembros del Opus Dei]. Cuando después se enteró de que yo era de la Obra y de que pensaba estudiar Físicas, me dijo: “¡Cómo haces Físicas! ¿Por qué no haces Matemáticas? Si quieres ganar dinero, hazte ingeniero; pero si es porque te interesan las ciencias, ¿por qué no estudias Matemáticas?”.

Cuando fui a Barcelona ya era miembro del Opus Dei. Viví en el Colegio Mayor Monterols, donde compatibilicé los estudios de Física con la formación teológica y espiritual que reciben las personas que se incorporan a la Obra.

-¿Cuándo conoció el Opus Dei?

Por conversaciones entre mis hermanos mayores y mis padres, yo había oído la expresión “Opus Dei” siendo muy pequeño. Aunque no tenía ni idea de lo que era, esa palabra me resultaba familiar.

Estando en quinto de bachillerato, fui a un centro de la Obra que estaba en la calle Padilla número 1, esquina con Serrano, y por eso se llamaba “Serrano”; ya no existe. Fui pocas veces. Me gustaba el ambiente y lo que se decía, pero en el colegio ya teníamos actividades espirituales y quizá no acababa de ver la necesidad. También fui alguna vez a jugar al fútbol con los de “Serrano”.

Más adelante, en el verano de 1961, después del bachillerato y antes de la universidad, mi hermano mayor, que trabajaba como ingeniero naval en uno de los astilleros de Cádiz, me invitó a pasar unas semanas allí con su familia. Muy cerca de su casa había un centro del Opus Dei, y empecé a acudir. Estaba de director un marino e ingeniero de armas navales que me animaba a que aprovechara el tiempo: ¡hasta me dio un libro de química para estudiar, cosa que yo jamás había hecho en verano! Allí se rezaba, se estudiaba, se charlaba y, entre una cosa y otra, fui asimilando el espíritu del Opus Dei.

Acabó hablándome de la posibilidad de tener vocación a la Obra. Yo reaccioné como hacen muchos, diciendo: “No. En todo caso, como mi hermano, que es padre de familia”. Di largas al tema, hasta que me decidí. Recuerdo el momento preciso: estaba oyendo una sinfonía de Beethoven. Naturalmente, no es que me decidiera a causa de la sinfonía, sino que coincidió que estaba oyéndola cuando me decidí, después de haber pensado y rezado mucho. A los pocos días volví a Madrid.

-Por tanto, ¿le gusta la música?

Sí.

-¿Cuál es su músico preferido?

Quizá Beethoven. También otros: Vivaldi, Mozart…, pero si hubiera que elegir uno, me quedaría con Beethoven. La verdad es que desde hace años oigo muy poca música. No sigo un plan preciso.

-¿Le importaría describir esa decisión de entrega a Dios?

No hubo un momento preciso de “encuentro” con Dios. Ha sido una cosa natural, gradual, desde que era pequeño y me enseñaron a rezar. De una manera progresiva me fui luego acercando a Dios en el colegio; allí teníamos la oportunidad de recibir la comunión diariamente, y pienso que eso ayudó a que la decisión posterior de hacerme de la Obra fuera relativamente rápida. Pedí la admisión en la Obra cuando me faltaba un mes para cumplir 17 años, por lo que me incorporé ya con 18.

-¿Qué podría contar de los años de Barcelona?

En Barcelona estuve cinco años, dos como residente en ese centro de estudios y tres como parte de la dirección del Colegio Mayor. Allí estudié los otros cuatro años de carrera, y luego seguí un año más dando clases en la Facultad como ayudante. Todos los recuerdos de Barcelona son estupendos: de amistad, de estudio… Un recuerdo especial son las visitas que hacíamos a pobres y enfermos, como es tradición en la Obra. Muchos de los universitarios que acudíamos nos dábamos cuenta de que el contacto con la pobreza, con el dolor, ayuda a relativizar los propios problemas.

-¿Cuándo conoció a san Josemaría Escrivá? ¿Qué impresión le produjo?

El 23 de agosto de 1963. Fue en Pamplona, en el Colegio Mayor Belagua, durante una actividad formativa de verano. Tuvimos con él una tertulia muy larga, por lo menos de hora y media. Me produjo una impresión estupenda. Me acuerdo que, después, comentamos entre varios que habría que ver al Padre –así llamábamos al fundador– mucho más frecuentemente.

Llamaba la atención su simpatía y su naturalidad: no era una persona solemne, sino natural, de buen humor, que contaba anécdotas con frecuencia; y a la vez decía cosas muy profundas. Era una síntesis admirable: decir cosas profundas con sencillez.

Lo volví a ver poco después, creo que al mes siguiente. Fui a pasar unos días en Madrid, y coincidió que el Padre estaba en Molinoviejo, así que fuimos a verle desde varios lugares.

En ninguna de esas ocasiones llegué a hablar con él personalmente. Luego, aquí en Roma sí, claro: muchas veces.

CINCUENTA AÑOS EN ROMA

-A Roma se traslada en 1967…

Vine para realizar los estudios teológicos, y también conseguí una beca del gobierno italiano para investigar en Física durante el curso 1967-1968, en la Universidad La Sapienza. En realidad, de investigación pude hacer poco, lo indispensable exigido por la beca. Cuando vine, no tenía expresamente la perspectiva de seguir una carrera académica en Teología. Las cosas fueron rodando solas. No tenía planes en ese sentido.

-Su ordenación sacerdotal fue en 1971.

Sí. Me ordené el 15 de agosto de 1971, en la basílica de San Miguel, en Madrid. El obispo ordenante fue don Marcelo González Martín, todavía obispo de Barcelona, poco antes de trasladarse a Toledo.

Decían, en broma, que en la promoción éramos cuatro franceses: dos eran franceses “completos”, Franck Touzet y Jean-Paul Savignac; luego estábamos Agustín Romero, español que estaba en Francia desde hacía muchos años; y finalmente yo, que había nacido en París y vivido allí tres años.

No puedo decir que hubiera sentido desde siempre la llamada al sacerdocio. Cuando vine a Roma manifesté una disposición de principio, y luego dije abiertamente a san Josemaría: “Padre, estoy dispuesto a ordenarme”. Me tomó del brazo, y me dijo, entre otras cosas, más o menos: “Me das mucha alegría, hijo mío; pero cuando sea el momento tienes que hacerlo con total libertad”. Esa conversación fue en la Galleria della Campana, pienso que al terminar alguna de las tertulias que entonces teníamos con él con mucha frecuencia.

-¿Recibió en España alguna tarea pastoral, tras la ordenación?

No. Tres días después de la ordenación dije la primera misa solemne en la basílica de San Miguel, e inmediatamente volví a Roma. Aquí había colaborado antes en las actividades de apostolado con jóvenes en Orsini, que entonces era un centro para universitarios, dando clases de formación cristiana y participando en otras actividades.

Siendo ya sacerdote, en Roma, colaboré varios años en la parroquia del Tiburtino (San Giovanni Battista in Collatino), y después en la de Sant’Eugenio; atendí sacerdotalmente varios centros de la Obra, tanto de mujeres como de hombres; y trabajaba aquí en las oficinas de la sede central. En fin, una trayectoria normal.

-Se sabe que le gusta el tenis. ¿Cuándo adquirió la afición?

Empecé con el tenis relativamente pronto, en Barcelona. Me enseñó mucho un italiano, Giorgio Carimati, ahora sacerdote y ya anciano, que entonces jugaba al tenis muy bien; en Italia había sido casi profesional. Pero ha habido idas y venidas con lo del tenis, porque me lesioné el codo derecho y algunas épocas me dediqué a la bicicleta. Ahora procuro practicarlo; intento jugar todas las semanas. Pero no siempre es posible, por el clima, por las ocupaciones, etc.

-¿Juegan partidos…“de verdad”, a ganar?

Sí, claro. En cuanto a ganar, depende de con quién juegue.

-¿Le gusta leer?

Sí, pero no hay mucho tiempo… No tengo un autor preferido. He leído también clásicos. Por la falta de tiempo he tardado años en terminar algunos libros grandes; hace ya bastante tiempo tardé un año en acabar Guerra y paz. De Teología he tenido que leer mucho, porque he dado clases hasta el año 1994, y porque también para la Congregación para la Doctrina de la Fe tengo que estudiar temas teológicos.

-En lo teológico, ha estudiado aspectos centrales del espíritu del Opus Dei como la filiación divina. ¿Considera necesario ahondar en esas reflexiones?

Ya se ha hecho mucho en ese campo. Lo que hay que hacer es continuar, y habrá que hacerlo siempre. El espíritu del Opus Dei es, solía decir el filósofo y teólogo Cornelio Fabro, “el Evangelio sine glossa”. Es el Evangelio, puesto en la vida ordinaria; siempre hay que profundizar más.

En ese sentido, no es que haya ahora una nueva época, porque ya se ha hecho muchísimo. Basta leer, por ejemplo, los tres “tomazos” de Ernst Burkhart y Javier López titulados Vida cotidiana y santidad.

-En un artículo en esta revista, hablando de Mons. Javier Echevarría, ha usado la expresión “fidelidad dinámica”. ¿Con qué significado?

La expresión “fidelidad dinámica” no es una originalidad, ni mucho menos. Se trata de lo que afirmó expresamente san Josemaría: cambian los modos de decir y de hacer, permaneciendo intocable el núcleo, el espíritu. No es asunto de ahora. Una cosa es el espíritu, y otra es la materialidad del funcionamiento en cosas accidentales, que pueden ir cambiando con los tiempos.

La fidelidad no es pura repetición mecánica; es aplicar la misma esencia a diversas circunstancias. Muchas veces es preciso mantener también lo accidental, y otras veces cambiarlo. De ahí la importancia del discernimiento, sobre todo para conocer cuál es el límite entre lo accidental y lo esencial.

-¿Qué parte tuvo en el nacimiento de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz?

No tuve nada que ver en lo jurídico o institucional. Simplemente fui uno de los primeros profesores. Había sido profesor en el Colegio Romano de la Santa Cruz durante bastantes años, en conexión con la Universidad de Navarra, y desde 1980 hasta 1984 di clases en la Pontificia Universidad Urbaniana; como tenía también las publicaciones suficientes, la autoridad competente de la Santa Sede consideró mi cualificación adecuada para entrar directamente como profesor ordinario. Fuimos tres los que entramos como ordinarios, en esas condiciones: Antonio Miralles, Miguel Ángel Tabet y yo.

-¿Quiénes han sido sus maestros, en lo intelectual?

En Filosofía, Cornelio Fabro y Carlos Cardona. En Teología, no sabría decir uno concreto. Por una parte, están santo Tomás de Aquino, san Agustín, y Joseph Ratzinger más tarde. Pero sobre todo señalaría a san Josemaría Escrivá: en otro nivel distinto, lógicamente, no académico; pero sí por su profundidad y originalidad. Si hubiera que poner uno en lo teológico, sería él.

RECUERDOS DE TRES PAPAS

-¿Cuándo conoció a san Juan Pablo II?

En una de las reuniones multitudinarias con el clero en el Vaticano, al inicio del pontificado. Luego le vi en bastantes ocasiones, y acompañando a Mons. Javier Echevarría comí con él algunas veces, junto con tres o cuatro personas más.

También almorcé con él otras dos veces, por razón del trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En la primera ocasión, tuvimos una reunión en el apartamento pontificio en la que estaban, además del Papa, el Secretario de Estado, el Sustituto, el cardenal Ratzinger como Prefecto, y tres consultores. Después de un buen rato de reunión, fuimos al comedor las mismas personas, y durante la comida cada uno iba dando su parecer, por orden, sobre el asunto que se trataba. Mientras tanto, esta vez y también la segunda, el Papa fundamentalmente escuchaba. Al principio pronunció unas palabras de agradecimiento por nuestra presencia, luego dijo al cardenal Ratzinger que dirigiera la reunión, y al final él hizo un resumen sintético y de valoración de conjunto de lo que había oído.

Creo que fue en la segunda ocasión cuando, tras escuchar y agradecer todo lo que se había expuesto, llevándose la mano al pecho, dijo: “Pero la responsabilidad es mía”. Se vio que realmente aquello le pesaba.

-Y a Benedicto XVI, ¿cuándo lo conoció?

Conocí al cardenal Ratzinger cuando fui nombrado consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1986. Luego coincidí con él con alguna frecuencia, en reuniones con pocas personas. Otras muchas veces he ido a verle para diversos asuntos.

-¿Recuerda alguna anécdota de esos encuentros?

Un detalle percibí siempre en él: escuchaba mucho, y nunca era él quien daba por terminadas las entrevistas.

Recuerdo varias anécdotas. Por ejemplo, cuando el famoso affaire de Lefebvre, yo estuve en las conversaciones con el obispo francés, si no recuerdo mal, en 1988. En una reunión participaban el cardenal Prefecto Ratzinger, el Secretario de la Congregación, el mismo Lefebvre con dos consejeros, y uno o dos consultores más de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Lefebvre había aceptado, pero luego se echó para atrás. Estando yo un momento solo con Ratzinger, le salió del alma decir con pena: “¡Cómo no se dan cuenta de que sin el Papa no son nada!”.

Como Papa, pude saludarle varias veces, pero no tener propiamente una conversación. Después de su renuncia le he visto en dos ocasiones, acompañando a Mons. Echevarría al sitio donde vive ahora: le noté muy cariñoso, anciano pero con la mente plenamente lúcida.

-Ya que ha mencionado el problema de los lefebvrianos, ¿le ve salida?

No he tenido contactos desde las últimas reuniones teológicas con ellos, de hace poco tiempo, pero por las noticias que hay, parece que podría estar próximo a arreglarse.

-¿Cuándo conoció al Papa Francisco?

Le conocí en Argentina, cuando era obispo auxiliar de Buenos Aires. Yo acompañaba a Mons. Javier Echevarría. Volví a verle en 2003, cuando ya era cardenal arzobispo. Causaba la impresión de ser una persona seria, amable, cercana a las preocupaciones de la gente. Luego su rostro ha cambiado: ahora lo vemos con esa sonrisa continua.

Siendo Papa le he visto varias veces. Ayer recibí una carta suya. Yo le había mandado una carta agradeciendo el nombramiento, la prontitud con que lo llevó a cabo y el detalle de una imagen de la Virgen que me mandó ese día. Y me ha contestado con una carta muy bonita en la que, entre otras cosas, me pide que rece por él, como siempre hace.

PRIORIDADES      

–En su primer día como Prelado, se refirió a tres prioridades actuales del Opus Dei: juventud, familia y personas necesitadas. Empecemos por la juventud.

En la labor del Opus Dei con la gente joven se comprueba cómo la juventud de hoy –al menos, buena parte– responde con generosidad a los ideales grandes, por ejemplo a la hora de involucrarse en actividades de servicio a los más desfavorecidos.

Al mismo tiempo se percibe en muchos una falta de esperanza, por la ausencia de ofertas laborales, por problemas familiares, por una mentalidad consumista o por distintas adicciones que oscurecen esos ideales grandes.

Es preciso favorecer que los jóvenes se hagan preguntas profundas que, en realidad, sólo encuentran plena respuesta en el Evangelio. Un reto, por tanto, es acercarles al Evangelio, a Jesucristo, ayudarles a descubrir su atractivo. Ahí encontrarán motivos para sentirse orgullosos de ser cristianos, para vivir la fe con alegría y para servir a los demás.

El desafío es escucharlos más, entenderlos mejor. En esto juegan un papel principal los padres, los abuelos y los educadores. Es importante tener tiempo para los jóvenes, estar de su lado. Dar cariño, derrochar paciencia, ofrecer compañía y saber plantearles retos exigentes.

– ¿Cuál es, en su opinión, la prioridad para la familia?

Desarrollar lo que el Papa Francisco ha llamado “el corazón” de Amoris Laetitia, es decir, los capítulos 4 y 5 de la exhortación apostólica, sobre los fundamentos y el crecimiento en el amor.

En nuestros días se hace necesario redescubrir el valor del compromiso en el matrimonio. Podría parecer más atractivo vivir alejado de cualquier tipo de vínculo, pero una actitud así suele terminar en la soledad o en el vacío. En cambio, comprometerse es utilizar la libertad a favor de un empeño valioso de gran alcance.

Además, para los cristianos, el sacramento del matrimonio da la gracia necesaria para hacer fructífero ese compromiso, que no es cosa sólo de dos, pues Dios está por medio. Por eso, es importante ayudar a redescubrir la sacramentalidad del amor matrimonial, especialmente en el periodo de preparación al matrimonio.

-En los viajes pastorales acompañando a Mons. Echevarría, ha conocido muchas iniciativas en favor de personas desfavorecidas. ¿Ha visto de cerca esa necesidad?

Es impresionante la pobreza en el mundo. Hay países que tienen, por un lado personas de altísimo nivel, científicos, etcétera, pero también una tremenda miseria, que conviven juntas en grandes ciudades. En otros lugares, te encuentras con una ciudad que parece Madrid o Londres y, a pocos kilómetros, con barriadas de una miseria material impresionante, que forman alrededor de la ciudad todo un cordón de chabolas. El mundo es distinto de unos sitios a otros. Pero lo que impresiona en todas partes es la necesidad de servir a los demás, de que la Doctrina Social de la Iglesia vaya haciéndose realidad.

– ¿En qué sentido son las personas necesitadas una prioridad para la Iglesia y, como tal, para el Opus Dei?

Son una prioridad porque están en el centro del Evangelio y porque son amadas de un modo especial por Jesucristo.

En el Opus Dei hay como un primer aspecto más institucional: el de las iniciativas que personas de la Prelatura promueven con otras personas para paliar necesidades concretas del momento y del lugar en que viven, y a las que la Obra presta asistencia espiritual. Algunos casos concretos y recientes son, por ejemplo, Laguna, en Madrid, una iniciativa sanitaria para atender a personas que necesitan cuidados paliativos; Los Pinos, un centro educativo situado en una zona marginal de Montevideo, que promueve el desarrollo social de los jóvenes; o el Iwollo Health Clinic, un dispensario médico que ofrece atención gratuita a cientos de personas de zonas rurales de Nigeria. Esas y otras muchas obras similares deberían continuar y crecer porque el corazón de Cristo lleva a eso.

La otra vertiente, más profunda, es ayudar a que cada fiel de la Prelatura y cada persona que se acerca a sus apostolados descubra que su vida cristiana es inseparable de la ayuda a los más necesitados. Si miramos a nuestro alrededor, en nuestro lugar de trabajo, en la familia, encontraremos tantas ocasiones: ancianos que viven en soledad, familias que atraviesan dificultades económicas, pobres, parados de larga duración, enfermos del cuerpo y del alma, refugiados… San Josemaría se volcaba en el cuidado de los enfermos, pues veía en ellos la carne sufriente de Cristo redentor. Por eso solía referirse a ellos como “un tesoro”. Son dramas que encontramos en la vida ordinaria. Como decía la Madre Teresa de Calcuta, ahora santa, “no hace falta ir a la India para atender y dar amor a los demás: se puede hacer en la misma calle en la que vives”.

– En la sociedad actual la evangelización plantea nuevos retos, y el Papa recuerda que la Iglesia está siempre «en salida». ¿De qué manera participa el Opus Dei de esta invitación?

El Papa llama a una nueva etapa evangelizadora, caracterizada por la alegría de quienes, habiendo encontrado a Jesucristo, se ponen “en salida” para compartir este don entre sus iguales.

Sólo puede dar verdadera alegría quien tiene experiencia personal de Jesucristo. Si un cristiano dedica tiempo a su trato personal con Jesús, podrá dar testimonio de fe en medio de las actividades ordinarias, y ayudar a descubrir ahí la alegría de vivir el mensaje cristiano: el obrero con el obrero, el artista con el artista, el universitario con el universitario…

Las personas del Opus Dei -con todos nuestros defectos- deseamos contribuir a la edificación de la Iglesia desde el propio lugar de trabajo, en la propia familia… esforzándonos por santificar la vida ordinaria. Muchas veces se tratará de ámbitos profesionales y sociales que todavía no han experimentado la alegría del amor de Dios y que, en este sentido, son también periferias a las que es necesario llegar, de uno a uno, de persona a persona, de igual a igual.

-Una preocupación generalizada en la Iglesia son las vocaciones. ¿Qué aconsejaría, a partir de la experiencia del Opus Dei?

En el Opus Dei se experimentan las mismas dificultades que todos en la Iglesia, y pedimos al Señor, que es el “dueño de la mies”, que envíe “trabajadores a su mies”. Quizá un reto especial es fomentar la generosidad entre los jóvenes, ayudándoles a comprender que la entrega a Dios no es sólo renuncia sino don, regalo que se recibe y que hace feliz.

¿Cuál es la solución? Me viene a la cabeza lo que decía el fundador del Opus Dei: “Si queremos ser más, seamos mejores”. La vitalidad en la Iglesia no depende tanto de fórmulas organizativas, nuevas o antiguas, sino de una apertura total al Evangelio, que lleva a un cambio de vida. Tanto Benedicto XVI como el Papa Francisco han recordado que son sobre todo los santos los que hacen la Iglesia. Por tanto, ¿queremos más vocaciones para toda la Iglesia? Esforcémonos más por corresponder personalmente a la gracia de Dios, que es quien santifica.

-Desde su elección ha pedido con frecuencia oraciones por la Iglesia y por el Papa. ¿Cómo fomentar esa unidad con el Santo Padre en la vida de las personas corrientes?

Me pide un consejo. Todos los que han saludado personalmente al Papa Francisco, y desde el 2013 habrán sido miles, han escuchado esta petición: “Rece por mí”. No es una frase hecha. Ojalá en la vida de un católico no falte cada día un pequeño gesto por el Santo Padre, que lleva mucho peso encima: recitar una oración sencilla, realizar un pequeño sacrificio, etc. No se trata de buscar cosas difíciles, sino algo concreto, diario. A los padres y madres de familia les animo también a que inviten a sus hijos, desde pequeños, a rezar una breve oración por el Papa.

Las decisiones de Trump, un desafío

1 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

Responder con eficacia a las decisiones del presidente Donald Trump está siendo un desafío para los obispos de Estados Unidos. Sus tuits diarios, órdenes ejecutivas, llamadas a líderes extranjeros, y el caos de su propio personal, ofrecen convulsión y cambio.

En las últimas semanas se ha visto una extraordinaria serie de declaraciones de los obispos que encabezan comités en la Conferencia de Obispos católicos de Estados Unidos, así como de su presidente, el cardenal Daniel DiNardo, de Houston, y el vicepresidente, el arzobispo José Gómez, de Los Ángeles.

Los obispos han manifestado su apoyo a posiciones de la Administración Trump que se alinean con la enseñanza católica, y han criticado las que consideran incompatibles.

Por ejemplo, los obispos aplaudieron la decisión de Trump del 23 de enero por la que el gobierno de Estados Unidos no financiará organizaciones que promuevan o realicen abortos en el extranjero. Vuelve de este modo a la senda del presidente Ronald Reagan, conocida como la “política de la ciudad de México”.

Los obispos han instado también a que se progrese en la paz entre israelíes y palestinos y se establezcan objeciones de conciencia para los proveedores de atención médica. Asimismo, han iniciado una campaña pidiendo a los católicos estadounidenses que presionen a los políticos para que apoyen la libertad religiosa. Muchas organizaciones católicas están aún envueltas en una batalla legal por las regulaciones gubernamentales de la era Obama, que les obligarían a pagar la anticoncepción, la esterilización y las drogas que inducen el aborto.

El obispo Joe Vásquez ha asumido el liderazgo para criticar agudamente las decisiones de Trump de construir un muro más largo entre México y Estados Unidos; su negativa temporal a admitir a más refugiados, y la prohibición de viajar al país a los ciudadanos de siete naciones predominantemente musulmanas.

En cuanto a los refugiados y la prohibición de viajar, los obispos estadounidenses han expresado su solidaridad con los refugiados de Oriente Medio: “La Iglesia no vacilará en su defensa de nuestras hermanas y hermanos de todas las creencias que sufren a manos de perseguidores despiadados”. Además, “dar la bienvenida al extraño y a los que están huyendo es el cristianismo mismo”.

Los obispos estadounidenses han aplaudido más tarde decisiones judiciales que han suspendido temporalmente las decisiones sobre refugiados y la prohibición de viajar.

El autorGreg Erlandson

Periodista, autor y editor. Director de Catholic News Service (CNS)

¿Quién cuida de la familia?

La familia debe ser reconocida como un bien público que debemos cuidar entre todos: administraciones públicas, empresas, entidades. La Iglesia no puede estar sola en esta tarea. 

1 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

En julio de 2015, el Papa afirmaba en Ecuador que “la familia es el hospital más cercano, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”. La familia cuida de todos, pero ¿quién cuida de la familia? ¿Quién se preocupa de sus necesidades reales para que pueda seguir realizando sus funciones?

Son muchos los desafíos que la sociedad tiene ante sí respecto a la familia: ayudar a los jóvenes a crear vínculos familiares estables; ayudar a los padres que se han “exiliado” del hogar a retomar la tarea de educar a sus hijos; apoyar a familias en los momentos de dificultad; devolver la esperanza a las familias rotas.

Es preciso recuperar la confianza en la hoy devaluada institución familiar. Para hacer frente a la situación actual es necesario emprender una acción orgánica y organizada, con el fin de prestar apoyo a todas las familias, y de modo especial a las que se encuentran en dificultad.

La tutela de la estabilidad familiar, el cuidado y promoción de la infancia, la visibilidad de la aportación social de la familia y el respeto a la función parental son algunas de las cuestiones clave. La familia necesita hoy más que nunca ser ella misma y es esencial que los diversos agentes ‒administración pública, empresas, entidades y sociedad en su conjunto‒, creen las condiciones que favorezcan su misión de acogida, cuidado y educación de las nuevas generaciones. Posiblemente sea éste uno de los retos más urgentes en un momento en que nadie pone en duda que la sostenibilidad de nuestra sociedad se apoya en gran medida en la familia.

La Iglesia no debe tratar de afrontar sola los problemas de la familia, sino emplear su autoridad moral para poner a trabajar a toda la sociedad, empezando por los poderes públicos, en favor de la institución familiar. La familia debe ser reconocida como un bien público que debemos cuidar entre todos. Nadie está eximido de proteger a la familia desde su ámbito de responsabilidad: la Iglesia, la administración pública, la empresa, la escuela, la universidad, etc. Cuidemos entre todos de la familia, demasiadas cosas dependen de ella.

El autorMontserrat Gas Aixendri

Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.

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Cultura

Juan González de la Higuera. Volver a nacer

Juan ha vivido doce años en la mendicidad y sabe lo que es ser “invisible” ante la sociedad. Su vida ha estado llena de obstáculos, pero ha sabido salir adelante como mejor ha podido. Aunque le han ayudado, su fuerza de voluntad ha sido la causa principal para salir del pozo.

Jaime Sánchez Moreno·24 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

Mayor de ocho hijos, en su infancia tuvo que hacerse cargo de sus hermanos ejerciendo la responsabilidad de sus padres, ya que su madre trabajaba mucho y su padre acababa a menudo en el hospital y maltrataba física y psicológicamente a la madre y a los hijos. Él, que era teniente de policía y tenía contactos en el mundo militar, buscó el modo de que Juan trabajara en el Ejército y hubiera de residir en casa. Sin embargo, Juan tuvo la suerte de que la Brigada Paracaidista buscaba un voluntario. Esa oferta era la puerta para escapar de ese ambiente hostil en el que vivía. Finalmente, fue aceptado y salió de su casa, que es lo que deseaba después de las penurias padecidas en ella.

Me enseña una foto del escudo de la Brigada Paracaidista con el lema “triunfar o morir”. En la imagen, al lado del escudo, se puede apreciar un cuaderno donde está escrito un relato suyo. Porque escribir y contar historias, algo que ya hacía a los 14 años, ha sido siempre su pasión.

Durante su larga trayectoria como militar, viajó a lugares como Córcega, Yibuti, Kenia, Sáhara Occidental y Brasil. Al volver a España, en vez de regresar a Madrid, decidió ir a Barcelona, porque no quería ver a su familia, ni ésta a él. En la ciudad condal alquiló un departamento, y estuvo deambulando allí hasta que se quedó con poco dinero. Después volvió a la capital, donde trabajó como camarero y conoció a su mujer. Dice que era complicada, pero también reconoce que él era impaciente. Vivían en constante tensión. “Un día, mi hijo, con 9 años, me pilló mal”, comenta Juan. De esta manera, se decidió ir de casa. Tuvo una depresión tan fuerte que le dejó fuera de juego. Y, al principio, no conocía ningún comedor social ni otros lugares en los que poder ser acogido.

Dice que su experiencia militar le ayudó a atravesar doce años el infierno de la mendicidad. Los entrenamientos psicológicos que recibió en los centros de combate por los que pasó le prepararon para cualquier adversidad, ya que “hay que tener en cuenta que en el día a día te estás jugando la vida”, comenta. Añade que “no hay ningún soldado en fuerzas especiales que sea consciente de que mañana va a seguir viviendo”. Además, considera que el hecho de que no haya caído ni en el alcoholismo ni en la drogadicción se debe a esos entrenamientos que recibió como soldado y a su lucidez.

Durante su vida en la calle fue atendido por RAIS Fundación, que entre varios servicios, como ayudarle en su renta mínima, le facilitó psicólogos y psiquiatras que se sorprendieron por su buena salud, a pesar de encontrarse en la calle. “Cuando caes al fondo del pozo, dejas de sufrir, porque nada de lo que te pase te hace daño. No puedes sentir más. Sabes que te va a costar cien veces más subir que lo que te ha costado bajar. Una vez que sales del pozo tienes que saber mantenerte. Para tu familia y tus amigos has estado siempre en el pozo. Y en cualquier discusión que tengas con ellos, tus controversias salen a relucir, recordándote tus defectos del pasado”, explica.  “El 80 % de las personas que salen del pozo lo hacen por las personas que les ayudan. No quería nada, vivía bien como vivía. Me daban bocadillos y ropa, y me conformaba con eso. No quería enfrentarme a una vida normal, porque había perdido la familia, todo. Pero, veía la ilusión que ponían las personas que estaban a mi lado para ayudarme a salir, y lo hice”. Y añade que “a partir de aquí empecé a hacer varios cursos, como informática o locución de radio. Además, tengo muy buena memoria”.

Un amigo suyo recibía ayuda de Bokatas, una ONG que reparte bocatas a mendigos. Le propuso a Juan ir a una cena de Navidad convocada por dicha asociación. Juan aceptó, y de esta forma conoció Bokatas. Cuando esta ONG abrió el Centro Tándem, él empezó a colaborar allí. Siente mucha satisfacción porque lucha para que otras personas que viven en la calle puedan salir de su cruda situación.

A menudo, hace charlas en escuelas para explicar cómo son los sin techo y los problemas que tienen. Me enseña una foto en la que todos los niños le miran mientras habla, sin estar ninguno distraído. Reconoce que las personas que le escuchan le dicen que tiene una retórica excelente y que es un hombre comprometido cuando se trata de ayudar a los demás.

El autorJaime Sánchez Moreno

España

Campaña de Manos Unidas: el problema del hambre, una escandalosa paradoja

Omnes·15 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: 4 minutos

El 9 de febrero se lanza en toda España la nueva Campaña de Manos Unidas 2017 contra el hambre en el mundo bajo el lema: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”.

Clara Pardo. Presidenta de Manos Unidas

La FAO asegura que se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial. Sin embargo, unos 800 millones de personas siguen pasando hambre a día de hoy y no se les reconoce de manera real su derecho fundamental a alimentarse de manera segura, suficiente y nutritiva. Estamos ante la “paradoja de la abundancia”, decía san Juan Pablo II: hay alimentos para todos, pero no todos pueden acceder a ellos. El Papa Francisco define la situación como un “grave escándalo”. De hecho, cada año el hambre mata a más personas que el sida, la malaria y la tuberculosis juntos.

Por eso el jueves 9 de febrero se lanza en toda España la Campaña contra el Hambre en el mundo 2017 promovida por Manos Unidas con el lema: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida” y dentro del marco global de la “Campaña Trienal de Manos Unidas contra el hambre 2016-2018”. Al día siguiente se celebrará el Día del Ayuno Voluntario. Y el domingo, 12 de febrero, tendrá lugar en todas las parroquias la colecta para Manos Unidas, Organización No Gubernamental para el Desarrollo, de voluntarios, católica y seglar, y Asociación de fieles de la Iglesia católica en España para la ayuda a los pueblos desfavorecidos.

A lo largo del resto de febrero en las 71 delegaciones diocesanas se tendrán actos, conferencias y testimonios misioneros y misioneras, laicos y especialistas para sensibilizar a la sociedad frente al escándalo/paradoja del hambre y la necesidad de personas comprometidas, generosas y solidarias.

La Campaña contra el hambre viene celebrándose desde hace casi 60 años, cuando un grupo de mujeres de Acción Católica de España hizo suya la declaración de “guerra contra el hambre en el mundo” y lanzó la primera Campaña en sintonía con el manifiesto de la Organización Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC). Pero a pesar de los esfuerzos realizados, el hambre sigue siendo un complejo y acuciante problema. Manos Unidas lo afronta desde la reflexión concreta y en el marco ético-jurídico compartido con instituciones relevantes como la FAO, pues en realidad el hambre escapa a una mera reflexión estadística y se convierte en una llamada a la conciencia universal ante un problema humano que a todos debería apremiar.

La geografía del hambre señala, principalmente, a los países en desarrollo, donde casi el 13% de la población está desnutrida. Dos tercios del total de personas que pasan hambre se encuentran en Asia. Sin embargo, es África subsahariana la región del mundo donde se sitúa el porcentaje más alto de personas hambrientas: una de cada cuatro personas está desnutrida y esta es la causa del 45 % de las muertes de niños y niñas menores de cinco años; más de tres millones cada año. Uno de cada cuatro niños y niñas en el mundo padecen retraso en el crecimiento; esta cifra se incrementa a uno de cada tres en los países en desarrollo. En esos pueblos hay 66 millones de niños y niñas que acuden al colegio con hambre. Son datos inaceptables que piden a gritos un compromiso firme y decidido.

La reducción de los alimentos a “mercancías”, un sistema de producción que privilegia el beneficio económico sobre las personas y su derecho a la alimentación, y el problema de la pérdida y desperdicio de alimentos son algunas de las causas fundamentales del hambre. Causas que están ligadas a unos estilos de vida individualistas, centrados en el consumo y en sistemas comerciales y de distribución inadecuados.

Es en el mundo desarrollado y en los hogares donde se produce el escandaloso volumen de desperdicio. En España, de los 8 millones de toneladas desperdiciadas anualmente, más del 60 % procede del ámbito doméstico (¡63 kg anuales por persona!). El hambre es un hecho real, un problema ético-social que necesita el compromiso de todos: Estados, Administraciones y ciudadanos, con solidaridad, sin egoísmos.

Manos Unidas basa su acción en el Evangelio, en la Doctrina Social de la Iglesia y en las directrices de los Papas. Y fundamenta su lucha contra el hambre y las causas que la provocan, consciente de que son pluricausales, desde el análisis de la insostenibilidad del modelo actual, manifestando la urgencia de un modelo global de producción agrícola y consumo sostenibles, al margen de las redes de especulación, pero abierta al comercio justo. Además, una producción agrícola que sea respetuosa con el medioambiente, que garantice el consumo local. Y un aprovechamiento integral de la producción agrícola que minimice las pérdidas de alimentos, especialmente en los países en desarrollo, sobre todo en la cosecha, el almacenamiento y el transporte, y controle el desperdicio de alimentos sobre todo en los países desarrollados a través de la mejora de la distribución, el etiquetado y las pautas de consumo.

Para combatir el hambre que condenan la vida presente y futura de millones de personas, en 2015 Manos Unidas materializó 595 nuevos proyectos por un valor de 38.903.487€ que, sumados a los iniciados en años anteriores, dan un total de 938 proyectos en ejecución en 58 países de África, Asia y América, de los que se benefician más de dos millones de personas. El sector más apoyado fue el educativo con 219 proyectos, seguido del de promoción social (104), salud (103), promoción de la mujer (85) y agrícola (84).

Y para poder continuar con esta batalla, Manos Unidas apela, desde estas líneas, al compromiso de la sociedad española, porque “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”.

 

Cine

Cine: “Loving”, el amor en el matrimonio

Omnes·13 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

“Loving”, el amor en el matrimonio
Director: Jeff Nichols
Guión: Jeff Nichols
Año: 2016
País: Estados Unidos

Texto — Jairo D. Velásquez

Contra la injusticia, sembrar la paz con el amor, y más si es en el matrimonio. Un mensaje simple y al grano que plantea y mantiene hasta el final este maravilloso film. Loving es la última película de Jeff Nichols (Mud), que trata de encontrar un camino diferente para explicar la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. Se aleja de la crudeza de Selma o Malcom X, no tiene el humor de Historias Cruzadas, ni la ambición histórica de El Mayordomo. Es una historia que concentra su fuerza en la sencillez y profundidad de la relación de sus dos personajes principales. Una joya.

La historia nos lleva a finales de la década de los cincuenta. Comienza sin pretensiones con una conversación entre Mildred (Ruth Negga), una mujer afroamericana de suave temperamento e inquebrantables convicciones, y Richard (Joel Edgerton), un hombre sencillo cuya única ilusión es hacer feliz a su amada.

Parece una historia de amor común y corriente. Los cambios vienen cuando se suma la otra coordenada espacio-temporal. Estos dos maravillosos personajes se enamoran, se casan y viven en el Estado de Virginia, Estados Unidos. Y ese es el problema: allí, en la época en que se sitúa la película, era ilegal que dos personas de razas distintas se casaran; y si tenían hijos, las autoridades no tenían ningún problema en considerarlos bastardos.

Después de la paz del primer encuentro, el camino se llena de espinas. Los esposos las superarán con una sola verdad: lo único que importa es estar juntos. Con esa máxima construirán su familia, superarán el destierro, sobrellevarán la tensión de la persecución, se enfrentarán al sistema e intentarán vencerlo.

Para no decir que todo es perfecto, la historia presenta problemas en sus saltos temporales: hay eventos en la vida de los personajes que quedan sin explicar. Y hay personajes que desaparecen sin explicación. Sigo sin entender, por ejemplo, la importancia que se da a los carros en la historia. Sin embargo, a pesar de estas pequeñas deficiencias, la película que está llamada a llamar la atención en esta temporada de premios. Seguro que será protagonista en los próximos Oscar.

En una época de agendas culturales invasivas y dictatoriales, Loving tiene una intención clara. En medio de la celebración de la vida y obra de Martin Luther King y despidiéndonos de la presidencia de Barack Obama, deja claro que frente a la injusticia y la discriminación la respuesta está siempre en el amor. Una pieza que no puede faltar en su filmoteca.

Dossier

Historia negra de la medicina, José Alberto Palma

Omnes·13 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Historia negra de la medicina
José Alberto Palma
206 páginas
Ciudadela Libros. Madrid, 2016

Texto — Antonio Jiménez

El doctor Palma nos introduce en los grandes mitos y leyendas oscuras, truculentas y erróneas de la medicina del pasado, como el ahogamiento para hacer desaparecer enfermedades mentales o las sangrías, enemas, trepanaciones que se llevaron por delante, por ejemplo, a René Descartes o a George Washington.

Esta larga lista de prácticas terapéuticas equivocadas formaban el manual de medicina básico del galeno premoderno. Hoy las consideramos, si no un delito, sí al menos grandes insensateces. Varias de estas prácticas llegaron incluso a mediados del siglo XX. Otros, menos conocidos, pueden sorprendernos de una manera inimaginable, como la “cura de la suspensión” o la “cura con imanes”.

Historia negra de la medicina es, sin duda alguna, un libro sorprendente en cada una de sus páginas, en primer lugar por la fácil comprensión de lo que expone el autor; en segundo lugar por el interés que despierta a causa de los ejemplos concretos y reales; y en tercer lugar por su mezcla de divulgación e investigación. Una obra que no puede faltar en las bibliotecas de toda persona curiosa y ávida de conocer la historia desde el punto de vista de la medicina y la salud.

Reverendo SOS

Alimentación y cáncer

Existe una íntima relación entre cáncer y dieta: se estima que alrededor de un 35 % de los tumores están relacionados con factores alimentarios. Serían evitables si se siguiera una alimentación adecuada.

Pilar Riobó·9 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

En general, los productos vegetales reducen el riesgo de cáncer, puesto que contienen sustancias con efecto antioxidante que previenen los carcinomas. No se trata de excluir toda ingesta de carne, pero sí de dar cabida a una mayor cantidad y variedad de alimentos vegetales. Las verduras reducen el riesgo de cánceres de boca y faringe, esófago, pulmón, estómago, colon y recto, laringe, páncreas, hígado, ovario y endometrio. Las frutas, por su parte, minimizan el de boca y faringe, esófago, pulmón y estómago. En consecuencia, se recomienda consumir al menos cinco raciones de frutas y verduras cada día.

Pero conviene considerar de forma individual cada tipo de carcinoma. 

Primero hay que aludir al cáncer de colon y recto (CCR), segunda causa de muerte por cáncer en España y primera en la población no fumadora (entre los fumadores, el cáncer de pulmón ocupa el primer puesto). Hay enfermedades que predisponen a padecer un CCR, como los pólipos, que pueden crecer y malignizarse, y enfermedades intestinales inflamatorias como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. A veces hay raíces genéticas: el 25% de los pacientes tiene un familiar afectado.

Los alimentos con un alto contenido en fibra juegan un papel protector frente al CCR: la fibra acelera el tiempo de tránsito intestinal y la exposición de la mucosa colónica a carcinógenos, además de contribuir a que haya una mayor acidez en el colon. Aunque todas las verduras están recomendadas, destaca la eficacia de las crucíferas como el brócoli, repollo o coliflor. Otros alimentos con efecto protector son el pescado (que contiene omega 3), el aceite de oliva, la leche (por su calcio), y los que contienen vitamina D, folatos, flavonoides, vitaminas antioxidantes (A, C y E) y selenio. La carne blanca (pollo, ternera, pavo) tienen un efecto neutro.

Por el contrario, la carne roja (buey, vaca, cerdo) o procesada (fiambres, salchichas) supone un aumento de riesgo. Su cocinado a altas temperaturas hace que se formen sustancias (fecapentanos, 3-cetoesteroides) con capacidad para producir mutaciones en las células y, en presencia de una relativa escasez de sustancias protectoras y una base genética adecuada, favorecer la transformación maligna de los pólipos. Más en general, están también asociadas a la mortalidad global de origen no canceroso. También están implicados en el CCR los nitritos contenidos en los alimentos ahumados y los productos cárnicos procesados y salados. 

El estilo de vida condiciona la aparición y el desarrollo de los diversos carcinomas. Hay tres factores determinantes. El tabaco incrementa el riesgo de CCR, incluso con un consumo reducido, y tiene una directa relación con otros cánceres como los de pulmón, laringe y vejiga. El alcohol (en cualquier cantidad) es otro factor de riesgo. Finalmente, el ejercicio físico representa una medida de prevención ideal, a la vez que beneficia en otros aspectos a la salud.

En relación con el cáncer de próstata, parece que existen células cancerosas en este órgano en casi todos los hombres de edad superior a 50 años. Afortunadamente, sólo evolucionan a enfermedad clínica en algunos casos, posiblemente dependiendo de factores ambientales y de la alimentación. Alejan el riesgo la ingesta de soja, la grasa omega 3 y el tomate, gracias a su contenido en licopeno, un potente antioxidante. En cambio, la ingesta de calcio aumenta el riesgo (es cuatro veces mayor en los varones que consumen 2.000 mg de calcio al día frente a los que solo consumen 500 mg al día, equivalentes a dos vasos de leche).

El cáncer de páncreas se ha asociado a dietas de índice glucémico alto, es decir, muy ricas en azúcares o almidones de absorción rápida (exceso de patatas, arroces, pan). Y el cáncer de mama suele responder más a factores genéticos y hormonales, aunque tiene una asociación positiva con el consumo de alcohol, la obesidad y la falta de ejercicio físico.

En resumen, desde el punto de vista de la alimentación, para prevenir el cáncer conviene evitar el exceso de calorías y disminuir ciertas formas de cocinar como la barbacoa, ahumados, salazón, etc. Por el contrario, la fibra, las vitaminas y algunos minerales y sustancias antioxidantes ejercen un efecto protector frente a los tumores.

El autorPilar Riobó

Médico especialista en Endocrinología y Nutrición.

TribunaMons. Brian Farrell

El significado de Lund, a quinientos años de la reforma

La conmemoración conjunta del aniversario de la Reforma en Lund (octubre de 2016) supone un punto de llegada y de partida en las relaciones ecuménicas de mutua confianza y fraternidad entre católicos y luteranos.

8 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

La Semana de oración por la unidad de los cristianos se ha centrado en el quinientos aniversario de la Reforma. Se ha resaltado la herencia teológica y eclesial de la experiencia histórica de la Reforma en su país de origen y, a la vez, las buenas relaciones actuales entre católicos y luteranos, a cincuenta años del inicio del diálogo ecuménico. La expresión más acreditada del nuevo clima se tuvo el 31 de octubre pasado en la ciudad de Lund, Suecia, durante el encuentro ecuménico entre el Papa Francisco y el Presidente de la Federación Luterana Mundial, el obispo Younan.

¿Cómo ha sido posible, tras siglos de contienda entre católicos y protestantes, que representantes de ambas Iglesias hayan dado gracias a Dios, juntos, por “los dones espirituales y teológicos recibidos por la Reforma”, deplorando el hecho de que luteranos y católicos hayan herido la unidad visible de la Iglesia? Quizás la frase que lo explica mejor se encuentra en la Declaración Conjunta: “Si bien el pasado no puede cambiarse, la memoria y el modo de hacer memoria pueden transformarse”. Se trata de aquel proceso indispensable del diálogo ecuménico llamado“purificación de la memoria”o búsqueda de un modo nuevo de comprender las discordias que causaron la separación.

El Concilio Vaticano II, al reconocer que las divisiones han ocurrido “a veces no sin responsabilidad de ambas partes”, y que “los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación” (Unitatis Redintegratio, 3), inauguró el camino de esa profunda purificación de la memoria. Una mirada desapasionada ha permitido descubrir en las disputas del siglo XVI las verdaderas intenciones de los reformadores y sus oponentes. Cuando Lutero publicó sus tesis contra las indulgencias, era un monje agustino con una intensa vida espiritual, aunque escrupulosa e incluso atormentada, ciertamente escandalizado de cómo la salvación de las almas se subordinaba casi a una especie de comercio administrado por hombres de Iglesia. Era de prever que su crítica levantase una fuerte reacción. Lo que no era posible prever fue la revuelta religiosa, social y política que siguió y la división de la misma Iglesia.

Más de cuatro siglos de conflicto y desconfianzas sólo pueden superarse con una profunda conversión, que permita a las Iglesias alejarse de errores y exageraciones. San Juan Pablo II lo sugería así: “Sólo adoptando, sin reservas, una actitud de purificación mediante la verdad, podemos encontrar una interpretación común del pasado y alcanzar un nuevo punto de partida para el diálogo de hoy” (Mensaje al cardenal Willebrands, 31 de octubre de 1983).

En consecuencia, el camino ecuménico requiere una mejor comprensión de la verdad histórica de los hechos, una interpretación compartida de lo justo y lo erróneo en las personas y en los hechos y, sobre esta base, la voluntad de orientarse en una dirección nueva. Tal ha sido la trayectoria seguida por el diálogo católico-luterano en las últimas cinco décadas, cuyos resultados se recogen en el documento “Del conflicto a la comunión” (2013), de la Comisión internacional para el diálogo católico-luterano.

La historiografía del último siglo ha llevado a un juicio menos polémico de la figura de Lutero y ha contribuido a la creación del nuevo clima de comprensión mutua. Esta revisión de la figura y obra de Lutero ha encontrado eco en pronunciamientos de los últimos Papas, a partir de Pablo VI. Por ejemplo, en una entrevista del 26 de junio de 2016, el Papa Francesco decía: “Yo creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas: era un reformador… La Iglesia de entonces no era precisamente un modelo a imitar; había corrupción, mundanidad, apego al dinero y al poder. Por eso él protestaba”.

El evento de Lund ha llevado al mundo ecuménico a asumir la conciencia clara de que se puede modificar el modo en que el pasado influye sobre el presente. “La clave no está en narrar una historia distinta, sino en contar esa historia de manera distinto” (Del conflicto a la comunión, 16). Y el ecumenismo “vivido”, y no sólo pensado y discutido, está dando frutos positivos, que son una promesa y una esperanza sólida para el camino aún por recorrer.

En armonía con el reciente Año de la Misericordia, la conmemoración común de la Reforma en Lund ha recalcado cómo, en una sociedad dominada por la economía y la eficiencia, apremia hacer entender la trascendencia de la cuestión de Dios. Y el significado de Lund es también éste: que los cristianos, aunque todavía divididos, no podemos permanecer por más tiempo incomunicados o en conflicto, cuando se trata de testimoniar la fe. Hace poco el Papa lo subrayaba al Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos: “Mi reciente visita a Lund me ha hecho recordar la actualidad de aquel principio ecuménico formulado allí por el Consejo Ecuménico de las Iglesias en 1952, que recomienda a los cristianos ‘hacer juntos todas las cosas, salvo en aquellos casos en que las dificultades profundas de sus convicciones les impongan actuar separadamente’ “.

El autorMons. Brian Farrell

Secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

España

“El Papa nos pide que vivamos con hondura y alegría nuestra vocación religiosa”

El 2 de febrero se celebra la Jornada de la Vida Consagrada. Palabra ha dialogado sobre la vida religiosa con María del Rosario Ríos, primera mujer presidenta de la Confederación Española de Religiosos (CONFER).

Enrique Carlier·31 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 6 minutos

 María del Rosario Ríos, superiora de la Compañía de María desde 2010, era hasta hace poco la vicepresidenta de CONFER. En abril del año pasado se convirtió en presidenta interina, al ser nombrado obispo de Mondoñedo-Ferrol el anterior presidente, Luis Ángel de las Heras. Luego, en noviembre, la Asamblea general de CONFER la ha elegido como presidenta para los cuatro próximos años.

Mariña (así es conocida familiarmente) nació en A Coruña en 1960. Es licenciada en Psicología por la Universidad de Santiago y Bachiller en Teología por la Universidad de Comillas. Ha trabajado entre jóvenes de Colegios Mayores y Residencias universitarias, como maestra de novicias y en diversos servicios de gobierno.

De vuelta de La Rioja y horas antes de coger el avión hacia Roma, hace un hueco para atender a los lectores de Palabra.

María del Rosario, ¿cómo se vivirá este año la Jornada mundial de la Vida Consagrada? 

Destacaría el acento que sugiere el lema escogido:“Testigos de la esperanza y de la alegría”, que evoca las palabras del Papa Francisco a la Iglesia y a la Vida consagrada.

Evoca la Carta apostólica Testigos de la alegría, que el Papa nos dirigió a los consagrados en el Año de la vida consagrada. En esa carta nos anima a ser testigos de esperanza y a contagiar esperanza a todos en medio de las dificultades de nuestro tiempo y también de las dificultades en nuestra propia vida religiosa.

También destacaría el mismo sentido que tiene la celebración de la Jornada, no sólo para la vida consagrada, sino para todo el Pueblo de Dios. Lo que se pretende con ella es agradecer, testimoniar, renovar el carisma religioso y ahondar en lo que es. Estas jornadas ayudan a que el Pueblo de Dios experimente la vida consagrada como lo que es: un don en la Iglesia.

¿Cómo han acogido las distintas instituciones eclesiales, y también los institutos integrados en la CONFER, el hecho de que la presidenta sea una mujer?

En la CONFER se ha acogido positivamente, como algo normal y como un servicio.

En las instituciones religiosas ya vivimos la realidad de que hombres y mujeres realizamos servicios de gobierno o de formación a distintos niveles: locales, provinciales, generales. Por eso se ha vivido como algo normal, positivo y como una entre las diversas aportaciones de la mujer a la Iglesia.

El Papa Francisco invita a que las mujeres puedan aportar también desde lugares donde a veces no hemos aportado tanto, por la misma trayectoria de la Iglesia o porque, por distintas razones, no nos hayamos atrevido.

Respecto a otros ámbitos de la Iglesia, también me he sentido acogida positivamente.

Añadiría que se corre el peligro, cuando es noticia, de insistir demasiado en el hecho de ser mujer. Es verdad que es la primera vez que se ha elegido una presidenta, pero hay que entrar en categorías evangélicas, aunque también haya que ocupar puestos.

Estos nombramientos pueden ser signo expresivo de la aportación de la mujer a la Iglesia, pero la aportación de la mujer no se limita a eso. No nos tenemos que quedar ahí, porque al final lo importante es realizar un servicio a la Iglesia, desde la tarea de gobierno y también desde otras tareas que son igualmente servicio.

¿Le ha sorprendido algo en este tiempo al frente de CONFER? ¿Cómo ve la situación actual de la vida religiosa en España?

En la Confederación Española de Religiosos están integradas un total de 408 congregaciones religiosas. De ellas, 301 son femeninas y 107 masculinas, con un total de unos 42.000 miembros (con la misma proporción de 3 a 1 entre mujeres y varones que entre el número de congregaciones femeninas y masculinas). Y un total de más 5.400 comunidades. No están integradas, por lo general, las comunidades religiosas contemplativas.

La presidencia de CONFER me permite ver la gran riqueza de la vida religiosa en España y la pluralidad de sus carismas. Es una realidad muy viva, muy activa, muy creativa, muy ocupada y preocupada por la evangelización.

Me ha permitido descubrir muchas cosas que a veces en el día a día pueden pasar inadvertidas.

¿Cómo afrontan ese envejecimiento de algunos institutos religiosos?

Es verdad que la media de edad de los religiosos en España es mayor que en otros países, como ocurre también en el conjunto de la sociedad española. Pero eso no le resta vitalidad. Nos encontramos en nuestros institutos religiosos con personas que en la sociedad civil serían personas jubiladas y que en la vida religiosa es gente muy activa y comprometida. Dios hace maravillas con estas personas. Quizás no salen en los periódicos, pero tampoco es lo que queremos, sino ser fieles a Jesús.

Hay varias líneas de actuación. Una es formar y formarnos para acompañar esa etapa importante de la vida y de la vocación en la vejez; también los superiores locales y los responsables de comunidades.

Es verdad que la esperanza de vida ha aumentado. Por otro lado, el envejecimiento en algunas congregaciones –no en todas es igual, pero es verdad que la media de edad media es mayor que en otros tiempos– nos está llevando a buscar creativamente cómo mantener el servicio a la misión de otra manera.

Hace cuarenta años un religioso de setenta años era un anciano. Hoy no. A lo mejor no puede seguir como docente en un colegio religioso, pero sí seguir activo siendo una referencia en esa obra apostólica o seguir acompañando a jóvenes.

Diría que lo estamos afrontando con realismo y con esperanza, porque al final –y ahí el Papa nos ha hecho una llamada importante– nuestra confianza no está en los números, las cifras, ni en la juventud, sino en el Señor, que puede hacer cosas grandes con lo que somos. Si lo evangélico a veces es lo pequeño y lo débil, también puede serlo una media de edad elevada.

Lo afrontamos con una mirada, a la vez, creyente y agradecida. Porque los mayores han acumulado sabiduría y experiencia y son un testimonio de fidelidad al Señor.

¿También puede ser una línea de actuación reducir el trabajo con la reducción de provincias de un Instituto?

La agrupación de provincias, que supone reducir estructuras de funcionamiento, no es tanto para reducir la misión, sino justo lo contrario, para potenciar la misión.

Estoy pensando, por ejemplo, en mi congregación, la Compañía de María. Nosotras hicimos una reducción de provincias hace más de doce años. De cinco provincias pasamos a una, pero no tanto para reducir la misión cuanto para tener más gente activa en la misión y menos en las estructuras de funcionamiento provinciales. Muchas de estas medidas se toman para ajustar la organización a la realidad y para poder seguir potenciando la misión.

Otra cosa es que haya que hacer discernimiento sobre determinadas presencias, haya o no reducción de provincias, por la misma realidad o por las demandas de la realidad. Cuesta mucho decir esta obra hoy o se transforma o nuestra presencia sanitaria, educativa o pastoral tendría que ser de otro modo para responder mejor a la realidad.

¿Cuáles vienen siendo los puntos en los que el Papa Francisco insiste más a los religiosos?

En primer lugar, los religiosos nos sentimos interpelados por lo que el Papa dice a toda la Iglesia, no sólo a nosotros. Pero, además, es verdad que al dirigirse a los religiosos se observan unas constantes, que me parece van en la línea de que vivamos con hondura y con alegría nuestra vocación religiosa. Nos llama a ser expertos en comunión y testigos de esperanza, de alegría y, en definitiva, del Señor. Y a ser parte de esa Iglesia en salida, desde nuestra propia vocación. Por ahí me parece que van las claves de lo que nos pide el Papa.

Otra de sus insistencias es que no nos pongamos en el centro, ni siquiera nuestras dificultades, sino que el centro sea el Señor y los demás.

Creo, además, que estas llamadas son significativas, porque el Papa nos habla conociendo la vida religiosa desde dentro. Su palabra es certera, por ejemplo, al insistirnos en la fraternidad, la comunión, no sólo entre los religiosos. No son teorías, sino insistencias de quien quiere bien la vida religiosa y la conoce desde dentro con todas sus riquezas y dificultades.

Hace unos pocos años se habló de aumentar el tiempo del noviciado para un mejor discernimiento vocacional. ¿Hay alguna novedad al respecto?

En efecto, alguna Congregación que tenía un año de noviciado lo ha ampliado a dos. Otras órdenes o institutos ya teníamos dos años de noviciado. Lo que se está haciendo es cuidar mucho los previos al noviciado y los procesos de discernimiento. Algunos Institutos, además, han ampliado el tiempo del postulantado, antes del noviciado.

Lo que sí está claro es que hoy la formación y los procesos son mucho más personalizados que hace treinta o cuarenta años. La situación es distinta hoy, porque la sociedad es distinta y las procedencias de las vocaciones son diferentes.

La idea es asegurar un buen proceso del discernimiento vocacional y de formación que confirme la vocación a un instituto religioso.

El autorEnrique Carlier

Cultura

Dorothy Day. La larga soledad

El pasado 24 de septiembre en su memorable discurso ante el Congreso norteamericano el Papa Francisco mencionó por cuatro veces a Dorothy Day (1897-1980), “hija de esta tierra” que “luchó por la justicia y la causa de los oprimidos con incesante trabajo”, que “soñó en la justicia social y los derechos de las personas”.

Jaime Nubiola·24 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos

“En estos tiempos” –decía el Papa el 24 de septiembre– “en que las cuestiones sociales son tan importantes, no puedo dejar de nombrar a la Sierva de Dios Dorothy Day, fundadora del movimiento Catholic Worker. Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos”.

Estas palabras del Papa me llevaron a leer su autobiografía de 1952, La larga soledad, la magnífica biografía de Jim Forest All is Grace: A Biography of Dorothy Day (Orbis, 2011), y varios de sus escritos, entre ellos, la reciente traducción Mi conversión. De Union Square a Roma, de 1938. Me parece que, en esta época nuestra de secularización, Dorothy Day resulta un personaje fascinante por su íntima unión con Dios y por su compromiso con los más necesitados. En la vida de Day se advierte una honda experiencia mística que le lleva a la conversión, a las más altas cotas de espiritualidad, y a descubrir el rostro de Jesucristo en los más necesitados.

Escribe, por ejemplo, en un pasaje de La larga soledad: “Si te falta tiempo, siembra tiempo y recogerás tiempo. Ve a la iglesia y pásate una hora rezando tranquilamente. Tendrás más tiempo que nunca y conseguirás sacar adelante tu trabajo. Siembra tiempo con los pobres. Siéntate y escúchalos, derrocha tu tiempo con ellos. Recibirás el céntuplo de ese tiempo. Siembra amabilidad y recogerás amabilidad. Siembra amor y recogerás amor. Y, una vez más, decía con san Juan de la Cruz: ‘Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor’” (p. 268). ¡Cuánta sabiduría práctica encerrada en estas breves líneas!

Una biografía significativa
Dorothy Day había nacido en el año 1897 en Brooklyn, Nueva York, hija de un periodista deportivo. Con su familia se trasladó a San Francisco y luego a Chicago; desde sus primeros años trabajó cuidando de sus hermanos y en múltiples trabajos fuera de casa. Estudia con una beca en la Universidad de Illinois y tras dos años abandona sus estudios. Se traslada a Nueva York donde lleva una vida bohemia y desarrolla su activismo social en contacto con grupos anarquistas: “Yo oscilaba entre la lealtad al socialismo, el sindicalismo y el anarquismo. Cuando leía a Tolstoi era anarquista; Ferrer con sus escuelas, Kropotkin con sus comunas agrarias, los hombres de Industrial Workers of the World con su solidaridad y sus sindicatos: todos ellos me atraían” (p. 71). En su obituario publicado en la revista Time en 1980, se recordaba que para sus admiradores, como el historiador David J. O’Brien, Dorothy Day había sido “la persona más significativa, interesante e influyente del catolicismo americano”. Y era así, porque en el movimiento del Catholic Worker se combinaban su celo por reformar por entero la sociedad y su preocupación práctica por ayudar singularmente a cada una de las personas pobres. Fue arrestada una docena de veces, la primera como sufragista en 1917, la última con ocasión de una manifestación en California en 1973, y tomó parte en muchísimas protestas laborales y anti-bélicas.

Benedicto XVI dijo de ella el 13 de febrero de 2013: “En su autobiografía, confiesa abiertamente haber caído en la tentación de resolver todo con la política, adhiriéndose a la propuesta marxista: ‘Quería ir con los manifestantes, ir a prisión, escribir, influir en los demás y dejar mi sueño al mundo. ¡Cuánta ambición y cuánta búsqueda de mí misma había en todo esto!’. El camino hacia la fe en un ambiente tan secularizado era particularmente difícil, pero la Gracia actúa igual, como ella misma subrayó: ‘Es cierto que sentí más a menudo la necesidad de ir a la iglesia, de arrodillarme, de inclinar la cabeza en oración. Un instinto ciego, se podría decir, porque no era consciente de orar. Pero iba, me introducía en la atmósfera de oración…’. Dios la condujo a una adhesión consciente a la Iglesia, a una vida dedicada a los desheredados”.

A raíz del nacimiento de su hija se convierte al catolicismo en diciembre de 1927. Abandona a su pareja el anarquista Forster Batterham, que no quería contraer matrimonio, y se concentra en la educación de la niña. Marcha a México para alejarse de Forster, pero al enfermar la hija de malaria regresa definitivamente a Nueva York. En 1933 conoce al radical católico Peter Maurin, con el que funda el periódico Catholic Worker que será en adelante el eje dinámico de su vida, junto con los centros de acogida a pobres en ciudades y las granjas rurales. El periódico tuvo gran difusión durante décadas. Ahora hay más de 200 comunidades del Catholic Worker en Estados Unidos y otras 30 en diversos países.

Actualidad
Llama la atención al lector español la admiración de Day hacia Ferrer Guardia, el anarquista fundador de la Escuela Moderna, condenado y ejecutado en 1909 por su supuesta participación en la Semana Trágica de Barcelona. Sorprende que los ideales pedagógicos de Ferrer tuvieran un notable impacto en los Estados Unidos, aunque algunos de sus textos sean burdamente antirreligiosos. “¿Dónde estaban” –escribe Dorothy Day en su autobiografía (p. 162)– “los sacerdotes que tenían que haber salido en busca de hombres como el anarquista español Francesc Ferrer i Guardia, actuando con ellos como el Buen Pastor lo había hecho con la oveja perdida, dejando a las noventa y nueve –los buenos feligreses– para ir en pos de la que estaba extraviada, para curar a la que estaba herida? No es de extrañar que en mi mente y en mi corazón hubiera un conflicto muy agudo”. También es llamativo su activo pacifismo en el Catholic Worker durante la guerra civil española frente al apoyo de la Iglesia norteamericana al bando nacional a raíz del martirio de tantos sacerdotes y monjas y frente al apoyo de las instancias oficiales al bando republicano.

En este Año de la Misericordia la figura y el pensamiento de Dorothy Day cobran nueva actualidad, aun con cierta polémica: “Entre las obras de misericordia están: enseñar al que no sabe, reprender al pecador, consolar al afligido y soportar pacientemente a los injustos; a estas nosotros siempre hemos añadido: formar piquetes y distribuir propaganda”, escribe, por ejemplo, en su autobiografía (p. 235).

Merece la pena cerrar esta breve noticia del libro con unas hermosas líneas del epílogo: “La palabra final es amor. […] No podemos amar a Dios, si no nos amamos unos a otros, y para amar tenemos que conocernos unos a otros. A Él le conocemos en el acto de partir el pan, y unos a otros nos conocemos en el acto de partir el pan y ya nunca estamos solos. El cielo es un banquete y la vida es también un banquete, aun con un mendrugo de pan, allí donde hay comunidad. Todos hemos conocido la larga soledad y todos hemos aprendido que la única solución es el amor y que el amor llega con la comunidad”  (p. 303).


 

Para saber más

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La larga soledad, Dorothy Day. 312 páginas. Editorial Sal Terrae, 2000.

Mi conversión, Dorothy Day. 176 páginas. Ediciones Rialp, 2014.

Dorothy Day: una periodista comprometida con la igualdad social  camino de ser santaRome Reports (2013).

Dorothy Day, una santa de nuestro tiempo, Ron Rolheiser. Ciudad Redonda. 7-IX-2015

La fuerza de un ángel (película) . Título original: Entertaining Angels: The Dorothy Day Story (1996).

Cultura

Robert H. Benson: “Señor del mundo”

Al menos dos veces ha sido mencionada por el Papa Francisco en su predicación de estos últimos años la novela futurista de Robert Hugh Benson (1871-1914) Señor del mundo, publicada originalmente en 1907. El autor la considera, además, una de las claves de la encíclica Laudato si y como una obra que “da mucho que pensar”.

Jaime Nubiola·24 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos

Desde los primeros tiemposSon varios los autores que han detectado la presencia del pensamiento y los textos de Romano Guardini (1885-1968) en la predicación del Papa Francisco y, en concreto, en su reciente encíclica Laudato si’ de mayo de 2015. Se sabe que ya en el noviciado el joven Bergoglio era lector de El Señor de Guardini y que en 1986 estuvo un año en Alemania trabajando en un proyecto doctoral sobre la dinámica del desacuerdo y el encuentro en Guardini.

En cierto sentido, algo de aquel proyecto aflora ahora en esta luminosa encíclica cuando el Papa recuerda que se tiende a creer “que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores”, aunque “el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto” (n. 105). Las palabras de El ocaso de la edad moderna de Guardini son citadas al menos en ocho ocasiones (notas 83, 84, 85, 87, 88, 92, 144 y 154): “Cada época tiende a desarrollar una escasa autoconciencia de sus propios límites. Por eso es posible que hoy la humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan, y ‘la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente’ cuando no está ‘sometido a norma alguna reguladora de la libertad, sino únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la seguridad’” (n. 105). Y un poco más adelante añade: “La técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de su férrea lógica, y ‘el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra’” (n. 108). Merece la pena una lectura detenida de El ocaso de la edad moderna (1950) pues da mucha luz para interpretar con hondura la encíclica y el tiempo actual.

Sin embargo, me parece a mí que hay una segunda clave de la encíclica que remite a una fuente muy distinta y que ha sido pasada por alto. Me refiero a la novela futurista de Robert Hugh Benson (1871-1914) Señor del mundo [The Lord of the World], publicada originalmente en 1907 y mencionada al menos dos veces por el Papa Francisco en su predicación de estos últimos años. La figura de Julian Felsenburgh, que en la novela se convierte en el amo efectivo del mundo, parece resonar en el fondo de la denuncia del abuso de poder tecnocrático que formula la Laudato si’: “Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no solo con la política sino también con la libertad y la justicia” (n. 53).

Robert H. Benson, el hijo menor del arzobispo de Canterbury Edward W. Benson (1829-1896), había sido educado en Eton y en el Trinity College de Cambridge. Fue ordenado sacerdote anglicano en 1895 y, tras un largo proceso de reflexión y de oración –del que da noticia en Memorias de un converso–, sería recibido en la Iglesia católica en 1903 y ordenado sacerdote al año siguiente. Benson tenía unas excelentes dotes literarias. Además de Señor del mundo (1907), publicó en su corta vida –murió a los 43 años– otras catorce exitosas novelas, cuatro obras de teatro y muchos otros libros de tipo religioso o apologético.

Señor del mundo da mucho que pensar, como pasa tantas veces con las buenas obras de ciencia ficción. Sin duda, “merece un lugar” –ha escrito Joseph Pearce– “junto a Un mundo feliz (Huxley) y 1984 (Orwell) entre los clásicos de la distopía de ficción”. Es la narración de cómo en torno al año 2000 la peor pesadilla –una distopía es una anti-utopía– se ha adueñado del mundo y se apresta a la eliminación final de la religión.


Para saber más:

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Confesiones de un converso, R. H. Benson. Ed. Rialp, 1998. Testimonio personal en el que Benson describe el arduo camino que le llevó a la Iglesia Católica.

Escritores conversos, Joseph Pearce. Ed. Palabra, 2006. Intelectuales y artistas anglosajones que manifiestan la fuerza creadora del cristianismo.

Señor del mundo, R. H. Benson. Ed. Palabra, 2015. Un libro que da mucho que pensar, como pasa tantas veces con las buenas obras de ciencia ficción.


Tal como explicó el jesuita Cyril Martindale, biógrafo de Benson, el americano Felsenburgh, el protagonista de Señor del mundo que representa al Anticristo, no es tanto una encarnación de Satán, sino más bien la quintaesencia de la perfección humana, el político pacificador a escala mundial que encarna al Hombre por excelencia, al Espíritu del Mundo. En contraste, el sacerdote Percy Franklin que representa a la Cristiandad es una persona modesta que, cuando es elegido Papa tras la caída de Roma en manos de Felsenburgh, vive en la pobreza y el anonimato en Nazaret a la espera del terrible final. Para el lector de hoy esta conducta no puede menos que evocar el estilo personal del Papa Francisco.

Dos citas bastan para mostrar la actualidad de este libro. Una, la argumentación de Oliver Brand, funcionario del nuevo orden, a su esposa Mabel, que conserva todavía restos de religiosidad: “En el fondo de tu corazón sabes que los administradores de eutanasia son los auténticos sacerdotes”. Y esta otra: “‘Bajo cada católico hay un asesino’, decía uno de los artículos destacados en Pueblo Nuevo. Cuando se pretende administrar la eutanasia como si fuera la Unción de los enfermos o cuando defensores del ateísmo como Sam Harris sostienen que una persona religiosa es un terrorista en potencia, se hace del todo patente que esta obra escrita hace más de cien años es plenamente actual.

El propio Benson advirtió del carácter sensacionalista de su novela en una nota introductoria. Con exquisita flema británica señala: “Soy plenamente consciente de que este es un libro tremendamente sensacionalista, abierto por tanto a innumerables críticas por esa razón, así como por muchas otras. Sin embargo no he tenido otra forma de expresar los principios que deseaba transmitir (y en cuya verdad creo de manera apasionada), salvo llevando el argumento hasta un extremo sensacional. Sin embargo, he procurado no desgañitarme de un modo impropio”. Me parece a mí que el Papa en la Laudato si’ hace lo mismo cuando alerta de que “la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (n. 21) y que estamos sumergiéndonos en “una espiral de autodestrucción” (n. 163). Realmente –me parece a mí– hay una sintonía profunda entre el papa Francisco y el Señor del mundo de Robert Benson.

Es un acierto que Ediciones Palabra haya publicado una nueva edición de la traducción que hizo en 1988 Rafael Gómez López-Egea con una hermosa ilustración en la cubierta. El amo del mundo fue traducida al castellano muy pronto por el sacerdote Juan Mateos de Diego y publicada  por primera vez en España en 1909 por la editorial Gustavo Gili de Barcelona, y vería hasta seis ediciones sucesivas en esta editorial a lo largo del pasado siglo. No sabemos si el joven Bergoglio leería esta traducción o la que hizo el polémico Leonardo Castellani en Argentina (Itinerarium, 1958). En los últimos años han visto la luz otras traducciones al castellano: la de Miguel Martínez-Lage (Homo Legens, 2006), y las de San Román (2011) y Stella Maris (2015). Se ha reeditado además la de Castellani con un prefacio de Ralph McInerny y una introducción de C. John McCloskey, III (Cristiandad, 2013).

Vaticano

Card. Filoni: “Hay necesidad de una Iglesia abierta a todos los pueblos de la tierra”

El 22 de enero se celebró la Jornada de la Infancia Misionera, campaña de Obras Misionales Pontificias para implicar a los niños en la misión de la Iglesia. Gracias a ellos, se sostienen 2.795 proyectos de ayuda a la infancia en territorios de misión. Precisamente de la vitalidad de las jóvenes Iglesias en tierras de misión habla en esta entrevista el cardenal Filoni.

Giovanni Tridente·23 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 10 minutos

Originario de Manduria, en Puglia, en el sur de Italia, Fernando Filoni fue creado cardenal en febrero de 2012. Ha sido Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, Nuncio apostólico en Filipinas y luego en Jordania e Irak. Precisamente el Papa Francisco le envió a Irak, como representante suyo, en 2014, después de la grave situación creada tras la proclamación del Estado islámico. En 2015 publicó la monografía La Iglesia en Irak, editada por la Libreria Editrice Vaticana.

Nos describe con gran lucidez la situación del Medio Oriente desde su perspectiva histórica, pero también desde una visión esperanzada en el futuro de aquellos territorios y de las minorías que los pueblan, hoy tristemente atormentadas por la guerra. Nos habla también de la necesidad que tenemos de ser cada vez más una “Iglesia en salida”, algo que el Papa Francisco viene encarnando en su pontificado. Finalmente, analiza el papel y las competencias de la Congregación que dirige, en la perspectiva de un servicio pleno a la misión evangelizadora de toda la Iglesia. El retrato que emerge, como él mismo afirma, es el de una Iglesia “abierta en toda su riqueza a todos los pueblos de todos los continentes”.

Eminencia, en los primeros meses del pontificado Usted iba con frecuencia a dar “lecciones” al Papa –así se ha publicado– sobre la “Iglesia misionera”. ¿Cómo ha vivido aquellos momentos?

—Sigo yendo, y sigo teniendo aquellos encuentros que mi cargo me lleva a tener con el Santo Padre. Fue el Papa mismo, con aquel simpático sentido del humor suyo, el que dijo: “Aquí está el cardenal que me da lecciones”; pero yo no doy lecciones a nadie. El Papa justamente consideró que le era necesario comenzar a tener más familiaridad con los ambientes de África o de Asia. Y es algo importante, porque demuestra cómo el Papa entra en este diálogo con las realidades de una Congregación suya, para dar después una respuesta adecuada a las necesidades de la Iglesia. El elemento de estima y de relación sigue siendo fundamental.

Jóvenes iglesias

¿Cuál es la situación general de la Iglesia en las tierras de misión?

—En términos generales, se puede decir que, sobre todo en África y en Asia, se trata de Iglesias casi siempre jóvenes. En el tiempo del Concilio la evangelización se encontraba en pleno desarrollo y las Iglesias locales estaban todavía dirigidas por nuestros misioneros. Hoy, a distancia de cincuenta años, se puede afirmar que casi todas las Iglesias de aquellas tierras están dirigidas por clero autóctono, con plena responsabilidad sobre sus Iglesias locales.

Los problemas que han surgido son las dificultades típicas de todo crecimiento: por una parte encontramos un gran entusiasmo, pero también han surgido problemas de estabilidad. Evidentemente, estamos todavía en la fase del primer anuncio del Evangelio. Como Congregación, tomamos en consideración este rápido cambio, que no solo abarca el aspecto espiritual, sino también el desarrollo integral de estos territorios.

¿Qué mensaje particular lleva cuanto visita los territorios de misión?

—No hay un mensaje específico de la Congregación. Depende mucho de la realidad que vamos a visitar. El anuncio es de tipo real, en el contexto de la gran realidad de la Iglesia, del Concilio Vaticano II y del desarrollo sucesivo a través de los grandes Papas que hemos tenido hasta el momento presente.

Se trata de hacer sentir a estas Iglesias particulares que son parte del todo de la Iglesia, llamándolas a la corresponsabilidad en su propio futuro y también como participación en la gran misión de la Iglesia. Es importante que una Iglesia tenga siempre conciencia de sí y se pregunte el tipo de futuro que quiere para el país en que se encuentra. Lo relevante, en mi opinión, es estimular a estas Iglesias a que tengan un papel activo dentro de la evangelización y de su propio desarrollo. Son ellas ya las que deben evangelizar, ya no hay misioneros que vengan de fuera… Eso lleva evidentemente a una asunción de responsabilidad, y deberíamos hacerlo todos. Lo mismo habríamos de preguntarnos en Europa: ¿qué Iglesia queremos, y por qué?

A propósito, ¿qué ha de aprender Europa de estas otras experiencias?

—Siempre me ha llamado la atención aquella expresión que utilizó el Papa Benedicto XVI durante sus viajes, por ejemplo a África, y que después ha hecho suya el Papa Francisco: la alegría de la fe de la gente de estas tierras.

A pesar del nivel y de un tenor de vida no fácil –desde luego no a la altura del europeo–, logran manifestar su fe de modo alegre. Benecito XVI decía que a menudo nuestra fe parece un poco triste, de personas resignadas…. En cambio, en estos otros continentes, sobre todo en estas jóvenes Iglesias, se percibe un gran entusiasmo, una gran vivacidad. Son aspectos que nosotros quizá hemos perdido. De modo que es preciso redescubrir el sentido de una fe alegre, de una fe participada.

Se habla mucho de los prófugos y refugiados. ¿Qué falta por hacer en este ámbito por parte de la comunidad internacional?

—Considero que el Papa ha indicado ya en muchas circunstancias y modos cuáles son las carencias fundamentales. No creo pueda añadir nada distinto. Lo que falta es la capacidad de comprender, cuando se trata de prófugos y refugiados, cuáles son sus exigencias reales. No se trata de números; son personas, y a sus espaldas tienen verdaderamente situaciones de gran dificultad. Cuando miro a los ojos a un refugiado, que es una persona y no un número, no puedo permanecer indiferente. Tenemos que aprender, por tanto, a tener una actitud que no sea de miedo, de condicionamientos o lugares comunes que a su vez generan otras dificultades, y mirar más a los ojos de esas personas.

Usted ha sido enviado personal del Santo Padre en Irak, donde ha sido también nuncio. ¿Qué sucede allí?

—Para simplificar, podría decir esto: Irak es una tierra antigua, rica en culturas, en historia, en lenguas; pero en cuanto país es relativamente joven, con poco más de noventa años de vida, con fronteras trazadas por los occidentales, que se han repartido las zonas de influencia de un imperio otomano colapsado. Por consiguiente, no es la expresión de un pueblo, sino de muchos pueblos con culturas muy diversas, que se han encontrado en la situación de manifestar, dentro de ciertos confines, una visión nacional que, sin embargo, había que construir. Esta construcción ha sido muy difícil, y no se ha conseguido. Existen distintos grupos, desde los chiítas, sunitas, cristianos y kurdos hasta otras minorías antiquísimas, pero numéricamente más limitadas, que no se han amalgamado; no ha surgido un único sentimiento, y ha predominado quien tenía el poder.

¿Ve alguna solución?

—Es claro que no se puede imponer la democracia. Además, ¿qué democracia? Es difícil, porque las culturas y los modos de concebir una comunidad son distintos. También es arriesgada la llamada democracia numérica, porque indica que una mayoría puede dominar a una minoría, aunque ésta sea relevante, e imponerle cosas que generan insatisfacción, si no lucha. En un territorio complicado como es Irak no se puede pensar en uniformar todo de manera simplista; hay que dar paso a aquella necesaria entidad nacional que ciertamente hay que ayudar a crecer, pero hay que respetar también las entidades particulares. Se trata de superar planteamientos de dominación del otro, y eso requiere mucha ayuda y mucha buena voluntad.
En su último libro “La Iglesia en Irak” habla Usted de una “Iglesia heroica”…

—Es la historia de la Iglesia caldea, de la Iglesia asiria que la muestra… Desde el momento de su nacimiento, a raíz de la evangelización apostólica, se ha convertido siempre en tierra de conflicto: según se han sucedido los enfrentamientos por el poder, los cristianos se han ido haciendo objeto de contraposición y han sido quienes sufrían más.

Desde los primeros siglos, por tanto, la religión ha sido sustancialmente un elemento de discriminación, y lo mismo ha ocurrido en los siglos sucesivos con las diversas invasiones. Esta Iglesia de Oriente, que se ha esparcido sobre todo hacia el Asia Central y el Extremo Oriente –hasta contar incluso con 20 sedes metropolitanas y decenas de sedes episcopales y llegar a China y Pekín–, ha sido luego completamente suprimida. Son historias de sufrimientos, por no relatar las más recientes. Esta estela de padecimientos es la que me ha llevado a escribir el libro.

Oriente Medio

¿Qué otra contribución pueden ofrecer los cristianos con respecto a los conflictos y guerras?

—El Papa Francisco lo ha indicado muy bien. El cristiano, por ejemplo, no piensa que lo primero que hay que hacer cuando un Estado tiene riquezas, que son parte de la vida de un pueblo, es comprarse armas. Otra actitud es la de no ver las relaciones entre los Estados solamente en términos de conflicto; esa conflictividad es, en efecto, la que lleva a armarse, y cuando se tiene un arma uno se siente dispuesto a usarla.

Un tercer aspecto se refiere al derecho. Se sea mayoría o minoría, no se trata de rivalizar por ser el más fuerte. En cuanto miembros de una realidad humana, social y política, todos tienen el derecho de vivir y profesar aquello en lo que creen, que puede ser un ideal, una fe, una profesión libre, pero también un modo de coordinarse o de organizarse. Hasta que no entremos en esta perspectiva, tendremos siempre conflictividad. Después de todo, la visión del cristiano, en el plano de un sano pensamiento social, no es diferente de la que también se tiene en el mundo. Pero con una carga más, según la cual el respeto al otro, su valor y su importancia es un aspecto profundamente cristiano, y es la enseñanza que nos viene también de la fe.

¿Cómo ve el futuro del Medio Oriente?

No tengo una bola de cristal, pero quiero hablar esperanzadamente del Medio Oriente, que es una tierra compuesta de pueblos, culturas y civilizaciones. ¿Por qué no habría de ser posible encontrar una convivencia fundada sobre el respeto al otro, sobre el derecho y sobre el desarrollo de los pueblos? ¿Por qué hacer prevalecer siempre elementos de tipo religioso, de intolerancia hacia el otro pueblo, hacia el otro grupo…? Esta mentalidad debe ser absolutamente superada, o de otro modo la conflictividad permanecerá latente. Mi deseo es pasar a esta nueva visión, que implique no sólo a los diferentes países presentes en estas tierras, sino también a esas realidades en las que se vive la fe, empezando por el islam y el cristianismo.

¿Las tierras de misión son también escenario del martirio de cristianos? ¿Qué debemos aprender de esos testimonios?

—A propósito del martirio, en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos publicamos todos los años las estadísticas de ese fenómeno, por medio de la Agencia Fides. Por ejemplo, en 2015 han sido asesinados al menos 22 agentes pastorales: sacerdotes, religiosos, laicos y obispos; desde 2000 a 2015 los mártires en el mundo han sido casi cuatrocientos, entre ellos 5 obispos.

Es casi imposible que el anuncio de la fe no requiera a veces el sacrificio de la propia vida. Esto nos lo dice Jesús en el Evangelio: “Si me han perseguido a mí, os perseguirán también a vosotros”. El anuncio del Evangelio es siempre incómodo, más allá incluso de la vida humana. La fe misma a veces es objeto de martirio, por lo que anuncia, por la justicia que reclama, por la defensa de los pobres…

Caridad es proximidad

Uno de los lemas del pontificado del Papa Francisco es el de una “Iglesia en salida”. ¿Cómo vivir este dinamismo?

—El Santo Padre no sólo habla de Iglesia en salida, sino que él mismo muestra lo que esto significa. Venimos de un año tan importante como el Jubileo de la Misericordia y, casi como un gran párroco de toda la Iglesia, el Papa nos ha hecho ver cómo entiende él este dinamismo. Después, cada uno de nosotros está llamado a traducirlo, de acuerdo con la tarea que desarrolla en la Iglesia. Como Prefecto de esta Congregación, considero que estamos en salida en el momento en que nos hacemos próximos a todas aquellas situaciones que encontramos en las diversas diócesis, y no sólo en el servicio de comunión que de modo recíproco nosotros les prestamos y también ellas ofrecen a la Iglesia universal.

¿Cómo son percibidos desde tierras lejanas “Roma” y el pontificado del Papa Francisco?

—Cuando viajo compruebo un gran afecto. En América Latina, por ejemplo, se percibe una toma de conciencia respecto al hecho de que lo que comunica y manifiesta el Papa es fruto de una profunda experiencia de vida que proviene de ese mismo continente.

Igualmente sucede en África: la gente está profundamente admirada por este modo con que el Papa interpreta su visión pastoral de sacerdote, de obispo, de Papa, hacia todos y sin fronteras. También en continentes que son culturalmente diversos hay una profunda admiración. No lo digo por adulación y quizá quien no aprecia mucho estos aspectos ve problemáticas en ellos. No olvidemos que también ante lo que hacía Cristo, por ejemplo una obra buena, había quien lo admiraba y quien, en cambio, lo despreciaba.

Servicio a la evangelización

¿Cuál es el “estado de salud” de su Congregación como organismo de la Curia Romana?

—Resulta obligado estar siempre en plena sintonía. Nuestra Congregación no existe en cuanto organismo, sino en cuanto instrumento por la solicitud del Papa en orden a la evangelización. Esta es la finalidad por la que nosotros nos guiamos y por la cual existimos: ser verdaderamente diaconía, servicio, en las manos del Papa y de las Iglesias territoriales para su crecimiento.

A menudo Propaganda Fide es percibida como un gran ente de poder que mueve muchos recursos: ¿qué responde?

—No sé si hay un mito en torno a esta realidad. No podemos negar que los fieles en el curso de los siglos siempre han visto la obra misionera como algo que les pertenece, y han querido participar en ella de algún modo. Quien no ha podido hacerlo personalmente ha sostenido esta obra materialmente, dejando sus bienes. Nosotros tenemos una tarea, y es la de una buena, sana y transparente administración de estos bienes.

La cuestión no se refiere a la cantidad sino a la finalidad que tenemos, y ésta guarda relación con el desarrollo de la Iglesia misionera en todas sus formas, desde la humana a la cultural, social, evangélica, o hasta aquella en la que hay necesidad de proveer a un buen edificio, una buena escuela, un buen dispensario y tantas cosas más.

¿En qué punto están las relaciones con el continente asiático en general?

—Considero que el Papa san Juan Pablo II, cuando quiso el Sínodo extraordinario para Asia, trazó bien el camino a seguir en cuanto a este enorme continente tan variado, donde los cristianos  son minoría. Señaló que el tercer milenio debe mirar a Asia y al anuncio del Evangelio en este continente. Pienso que esto es todavía profundamente válido y debe inspirar nuestro servicio.

La evangelización, como dice el Papa Francisco, se ha de hacer apoyándose en dos grandes manos: mediante el anuncio verdadero del Evangelio, que es primario, y al mismo tiempo con el testimonio, el contacto. En el contacto, en efecto, testimoniamos lo que somos.

Hace poco que ha terminado el Año Santo de la Misericordia. ¿De qué aspectos de este año jubilar guarda un recuerdo especial?

—Dos aspectos. Por un lado, el hecho de que el Papa Francisco haya vuelto a poner en el centro y en el corazón de toda la Iglesia la misericordia, como elemento central de la fe. El otro elemento se refiere a cómo esta misericordia se hace cercana, y el modo en que el Santo Padre lo ha interpretado como persona y como sacerdote y obispo. Esto ha impresionado muchísimo a los fieles.

En cualquier lugar al que acudo noto un desarrollo enorme de esta dimensión: no de una obra social a realizar, sino de un amor que es misericordioso y se ocupa de los demás.

¿Cómo ve a la Iglesia hoy?

—En lo que a mí se refiere, debo decir que, así como en el gran plan de la Providencia ha habido un periodo en el que la Iglesia llamada occidental ha tenido un papel preeminente en todos los campos –cultural, teológico, filosófico, humano, social… que todavía permanecen, aun en manera numéricamente reducida–, hoy nos encontramos integrados en una realidad vivísima expresada por las Iglesias africana, asiática, de Oceanía, de América Latina. Gracias a Dios, tenemos ahora una visión de la Iglesia más global. Me gusta pensar en aquella bonita imagen que muestra al Papa Juan XXIII con el mapamundi, y pensar que mientras lo mueve mira como en perspectiva a una Iglesia transformada en una realidad global, ya no quieta en un continente o en un lugar particular de la tierra. Esta es la Iglesia que veo hoy, abierta en toda su riqueza a todos los pueblos de todos los continentes.

Argumentos

El sacerdote y la Eucaristía (y III)

Como anuncié al comienzo de estos artículos para PALABRA sobre “El sacerdote y la Eucaristía”, me he referido sucesivamente a la Eucaristía como lugar donde el sacerdote se ofrece a Dios y se configura con Cristo, y a la santificación como finalidad de la Eucaristía. En esta ocasión me centraré en las disposiciones para participar en ella.

Cardenal Robert Sarah·20 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 6 minutos

¿Cómo celebrar fructuosamente la Eucaristía?
Concretamente: en lo que se refiere al sacerdote y a los fieles, ¿cuáles son las disposiciones sacerdotales y espirituales requeridas para celebrar y participar fructuosamente en la Eucaristía? La Epístola a los Filipenses recuerda el carácter irreprochable y puro que define la identidad cristiana. San Pablo exhorta a los filipenses diciéndoles: “Cualquier cosas que hagáis… así seréis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una generación perversa y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo… Y si mi sangre se ha de derramar, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría; por vuestra parte estad alegres y alegraos conmigo” (Fil 2, 14-18). Pablo no pide a la comunidad de Filipos que se alegre por los sufrimientos que soporta, ni ante la posibilidad de sufrir una muerte violenta, como si para el Apóstol se tratase de algo bueno; les pide que se alegren en la medida en que sus sufrimientos y todas las pruebas de la vida son signo de su oblación real en el Amor del Señor y por Amor a Él. El sacerdote debe aceptar con alegría los sufrimientos y las pruebas sufridas en nombre de la fe en Jesús, y ha de estar dispuesto a llegar hasta la entrega de su vida por el rebaño, en unión con Cristo, que ha dado su vida por nuestra salvación.

La gracia sacerdotal suscita, en efecto, la caridad pastoral del sacerdote. Ciertamente el sacerdote celebra válidamente la Eucaristía por virtud del Orden, del carácter que ha recibido el día de su ordenación presbiteral y que permanece –a causa de la indefectible fidelidad de Cristo a su Iglesia– cualquiera que sea su situación espiritual o el peso de sus pecados personales. Pero repito: la fecundidad de sus celebraciones eucarísticas se verá gravemente obstaculizada si su situación espiritual es mala. El escándalo del sacerdote puede dañar mucho al Pueblo de Dios, y se vería gravemente entorpecida la santificación personal y la de los fieles, que es su finalidad.

Sacramento del Orden y santidad de vida
Pero no podemos separar esta finalidad santificante y el sacramento del Orden. El sacerdote debe buscar ardientemente y debe esforzarse por llevar una vida santa. Tiene que procurar con constancia llegar a ser Ipse Christus, conocer la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es nuestra santificación (cfr. 1 Tes 4, 3). Ha de tener una gran veneración al Sacramento del Orden, y recordar que el sacerdocio es un Sacramento: comunica la gracia santificante a quien tiene el privilegio de ser ordenado sacerdote. Como decía con fuerza el Papa Francisco dirigiéndose a los sacerdotes y religiosos de Kenia, “la Iglesia no es una empresa, no es una ONG, la Iglesia es un misterio, es el misterio de la mirada de Jesús sobre cada uno, que le dice: ‘Vení’. Queda claro, el que llama es Jesús. Se entra por la puerta, no por la ventana, y se sigue el camino de Jesús” (26-XI-2015).

Además, el sacramento del Orden aumenta la gracia bautismal, haciendo que crezcan en el sacerdote el Amor a Dios y la caridad pastoral, a imitación de Jesucristo, el Buen Pastor. San Juan Pablo II ha desarrollado esta caridad pastoral de modo claro y admirable en la Exhortación Apostólica post-sinodal “Pastores Dabo Vobis”, apoyándose en la primera Carta de San Pedro: “Mediante la consagración sacramental, el sacerdote se configura con Jesucristo, en cuanto Cabeza y Pastor de la Iglesia, y recibe como don una ‘potestad espiritual’, que es participación de la autoridad con la cual Jesucristo, mediante su Espíritu, guía la Iglesia.

Gracias a esta consagración obrada por el Espíritu Santo en la efusión sacramental del Orden, la vida espiritual del sacerdote queda caracterizada, plasmada y definida por aquellas actitudes y comportamientos que son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia y que se compendian en su caridad pastoral… La vida espiritual de los ministros del Nuevo Testamento deberá estar caracterizada, pues, por esta actitud esencial de servicio al Pueblo de Dios (cf. Mt 20, 24ss; Mc 10, 43-44), ajena a toda presunción y a todo deseo de ‘tiranizar’ la grey confiada (cf. 1 Pe 5, 2-3). Un servicio llevado como Dios espera y con buen espíritu. De este modo los ministros, los ‘ancianos’ de la comunidad, o sea, los presbíteros, podrán ser ‘modelo’ de la grey del Señor que, a su vez, está llamada a asumir ante el mundo entero esta actitud sacerdotal de servicio a la plenitud de la vida del hombre y a su liberación integral” (Pastores dabo vobis, 21).

Entrega desinteresada
Como Buenos Pastores, dice Pedro, los “ancianos” (presbyteroi) deben mantener la cohesión y la comunión fraterna del rebaño, así como garantizarle seguridad y el necesario alimento. Las dificultades de la tarea podrían conducir al desánimo o al desaliento. Hay que volver siempre a adoptar la resolución de servir de manera entregada y desinteresada. “Todo el que se dejó elegir por Jesús es para servir, para servir al pueblo de Dios, para servir a los más pobres, a los más descartados, a los más humildes, para servir a los niños y a los ancianos, para servir también a la gente que no es consciente de la soberbia y del pecado que lleva dentro, para servir a Jesús. Dejarse elegir por Jesús es dejarse elegir para servir, no para hacerse servir” (Francisco, 26-XI-2015).

Por eso, a ejemplo del “Pastor Supremo”, Cristo mismo, que ha lavado los pies a sus discípulos (Jn 13, 15-17), los “ancianos” –es decir, los sacerdotes– deben evitar todo espíritu de codicia y de dominación (Mt 20, 25-28) y ponerse con sencillez y dedicación, en cambio, al servicio de la comunidad que les ha sido confiada, “convirtiéndoos en modelos del rebaño” (1 Pe 5, 3). Así recibirán la recompensa de quien es el Único Pastor de la comunidad cristiana. Por tanto, necesitamos intentar conformarnos con Cristo, el Pastor Supremo. Nuestra configuración con Cristo nos permitirá actuar sacramentalmente en nombre de Cristo, Cabeza y Pastor. “Pedro llama a Jesús el ‘supremo Pastor’ (1 Pe 5, 4), porque su obra y misión continúan en la Iglesia a través de los apóstoles (cf. Jn 21, 15-17) y sus sucesores (cf.1 Pe 5, 1ss), y a través de los presbíteros. En virtud de su consagración, los presbíteros están configurados con Jesús, buen Pastor, y llamados a imitar y revivir su misma caridad pastoral” (Pastores dabo vobis, 22).

Preparación para la celebración
Para concluir, querría compartir una convicción que me parece esencial: siendo la Eucaristía tan vital para todo cristiano, y particularmente para todo sacerdote, es importante que nos preparemos bien antes de cada celebración eucarística, en el silencio y la adoración. En nuestra preparación debemos implicar a toda la comunidad cristiana.

Y cuando el sacerdote preside la celebración eucarística, debe servir a Dios y al pueblo con dignidad y humildad, y debe hacer sentir a los fieles la presencia vida de Cristo con su manera de comportarse y de pronunciar la palabra divina. Debe tomar a los fieles de la mano e introducirlos en la experiencia concreta del rito; conducirlos al encuentro con Cristo a través de los gestos y las oraciones. No podemos olvidar que la liturgia, “al ser acción de Cristo, impulsa desde dentro a revestirse de los mismos sentimientos de Cristo, y en este dinamismo toda la realidad se transfigura” (Francisco, 18-II-014). De ahí que el sacerdote, ejerciendo la tarea de mistagogo –pues la catequesis litúrgica tiene como objetivo introducir a los fieles en el misterio de Cristo e iniciarlos en las riquezas que en cada cristiano significan y realizan los sacramentos–, no habla en su propio nombre, sino que se hace eco de las palabras de Cristo y de la Iglesia.

Un gran estupor y admiración “ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística. Pero, de modo especial, debe acompañar al ministro de la Eucaristía. En efecto, es él quien, gracias a la facultad concedida por el sacramento del Orden sacerdotal, realiza la consagración. Con la potestad que le viene del Cristo del Cenáculo, dice: ‘Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros… Éste es el cáliz de mi sangre, que será derramada por vosotros’. El sacerdote pronuncia estas palabras o, más bien, pone su boca y su voz a disposición de Aquél que las pronunció en el Cenáculo y quiso que fueran repetidas de generación en generación por todos los que en la Iglesia participan ministerialmente de su sacerdocio” (Ecclesia de Eucharistia, 5).

Tomémonos tiempo para prepararnos, antes y después de cada celebración eucarística, y concedámonos unos instantes preciosos para dar gracias y adorar. Como recordaba el Papa Francisco, a vivir la Santa Misa “nos ayuda, nos introduce, estar en adoración delante del Señor eucarístico en el sagrario y recibir el sacramento de la reconciliación” (30-V-2013). En realidad la Adoración eucarística es la contemplación del Rostro radiante de Cristo resucitado, y a través del Resucitado podemos contemplar la belleza de la Trinidad y la dulzura divina presente en medio de nosotros. Que haya un tiempo de silencio y de oración intensa antes y después de cada celebración eucarística, para conversar con Cristo. Y al reclinarnos sobre el pecho de Jesús, como el discípulo que Él amaba, experimentaremos la profundidad de su corazón (cf. Jn 13, 25). Entonces cantaremos con el salmista: “Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre… Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él” (Ps 34, 4.6.9).

El autorCardenal Robert Sarah

Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desde 2014 hasta el 2021

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Teología del siglo XX

Las tres explicaciones sobre todo

La idea que tenemos del universo ha sido transformada por las ciencias experimentales en el último siglo. Esto afecta directamente al pensamiento filosófico y también interesa directamente al teológico.

Juan Luis Lorda·12 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 7 minutos

Sobre el origen del hombre y del mundo, antes sólo teníamos el relato del Génesis y algunos mitos y fábulas antiguos. Desde mediados del siglo XIX, tenemos otro relato sobre el origen de las especies y del hombre, el que inició Charles Darwin, que ha sido completado y perfilado a medida que hemos conocido mejor la genética. Y, desde mediados del siglo XX, tenemos también un nuevo relato sobre el origen del mundo: el Big Bang, la gran explosión. Según los indicios que tenemos, el universo actual procede de la explosión de un punto enormemente denso, y todavía está en expansión.

Ambas teorías científicas son más que hipótesis porque han acumulado pruebas en su favor que parecen suficientes para sostener que ambos procesos conforman la historia de nuestro universo.

Un universo unificado

Con esto nuestra idea del universo es muy distinta de la que podían tener, por ejemplo, hace cien años. Hoy podemos contar una “historia del universo” desde un momento original hasta el momento actual. Ciertamente, no podemos contar los detalles, y desconocemos muchas transiciones, pero podemos contar las líneas generales y sabemos que se trata de una única historia: una historia donde ha surgido todo lo que hoy existe: todas las estructuras de la materia y todos los organismos vivos. Todo se ha hecho a partir de un punto original y todo está hecho de lo mismo. Cabe la posibilidad de que hubiera habido algo antes, pero, aparte de que no tenemos ningún indicio de eso, no afecta a la afirmación de que todo el universo que hoy conocemos ha tenido una historia única y está compuesto de lo mismo.

Nunca hemos tenido una idea tan unitaria de la realidad. Las gentes de otras épocas vivían en un mundo lleno de misterios aparentemente inconexos. Había muchas explicaciones parciales y muchos misterios desconocidos. Hoy no lo sabemos todo, pero sabemos que todo procede de un mismo proceso y que está relacionado. Es un dato en cierto modo nuevo en la historia del pensamiento y quizá uno de los datos más importantes de la historia del pensamiento. Algunas personas con mentalidad, por así decir solo “de letras”, tienden a considerar las afirmaciones científicas como afirmaciones demasiado circunstanciales y, por eso mismo prescindibles. Pero las afirmaciones que hemos hecho son realmente universales, sobre todo el conjunto de la realidad visible y, por eso mismo, tienen realmente un rango filosófico y, en esa misma medida, teológico.

Un mundo maravilloso

El relato de la historia del universo actual es mucho más maravilloso que un cuento de hadas e incluso podría ser contado como un cuento de hadas: “Érase una vez que había un punto muy pequeño pero enormemente denso, y, de repente, estalló irradiando una cantidad fabulosa de energía. Y entonces…”.

Para un cristiano, esta historia es una manifestación casi evidente del poder de Dios. En cambio, para personas que tienen una visión materialista,  es un puro despliegue de “azar y necesidad”, por mencionar el célebre libro de Monod, premio Nobel de medicina y representante moderno del materialismo biológico. Todo ha sucedido sin sentido alguno y de manera imprevista.

Tres modelos de explicación del universo

Como nuestra imagen científica moderna del universo se ha hecho tan unitaria, se han reducido mucho las explicaciones posibles: quedan muy pocas cosmovisiones posibles, muy pocas visiones globales del mundo. De entrada, caben tres:

El mundo viene “ de abajo”: no hay Dios y el mundo se ha hecho solo a sí mismo, por el surgimiento casual de leyes internas que han dirigido el crecimiento. Es la tesis materialista, que es defendida por mucha gente, incluido expertos científicos, aunque, generalmente, sin llegar a sus últimas consecuencias.

El mundo viene “de arriba”: lo ha hecho un ser inteligente, Dios. Por tanto, la explicación de su orden interno, del surgimiento de estructuras y de sus mismas leyes, es que ha sido pensado por un ser inteligente. Galileo dijo que la naturaleza tiene entraña matemática, pero ese orden maravilloso merece una explicación.

El mundo mismo es Dios o, por lo menos divino. Es la tercera posibilidad. Aunque, de entrada, puede parecer sorprendente, por inusual, esta postura está bastante extendida. La defienden algunos panteísmos antiguos y algunos importantes científicos modernos, como el premio Nobel de física Schrödinger o el gran divulgador que fue Karl Sagan. Lo característico de esta postura es transmitir al universo la característica más importante que conocemos en el universo, la conciencia humana. Dan al todo una cierta conciencia o al menos lo consideran como el fundamento de todas las conciencias. A ese “todo”, se le puede llamar «Dios», aunque, generalmente, no piensan en un ser personal. Es más algo que alguien.

Tres modelos distintos de hombre

Las tres explicaciones globales dan lugar a tres modelos de ser humano :

-Si el mundo es una casualidad sin sentido, el ser humano es también una casualidad sin sentido. Y no vale más que el resto. Esto tiene consecuencias prácticas insostenibles. Nuestra cultura occidental y nuestras instituciones democráticas están basadas en la idea de que todo hombre tiene una especial dignidad que debe ser respetada. Pero si es  un poco de materia acumulada por casualidad no se ve por qué hay que respetarla especialmente.

-Si el mundo lo ha hecho Dios, el ser humano puede ser, como defiende el mensaje bíblico, “imagen de Dios”. Es persona a imagen de las personas divinas. Un ser inteligente y libre, capaz de bien y de amor, y que se realiza amando, a imagen de las personas divinas. La explicación radical de la singularidad de la conciencia humana vendría de Dios.

-Si el mundo mismo es Dios o una especie de todo divino, todo es parte de lo mismo. Todo es divino o emanación unida a lo divino. Entonces, el ser humano sólo puede ser un chispazo transitorio del todo, una parte que se ha separado temporalmente y que manifiesta temporalmente una conciencia personal, pero que está llamada a unirse y fundirse en el Todo, como defienden los panteísmos orientales (se aprecia en la tradición budista o hinduista). No puede haber una identidad personal fuerte, sino transitoria. Por eso, es frecuente encontrarse en estas posturas con la creencia en la reencarnación o transmigración de las “almas”.

 El problema de las «mayúsculas»

Estamos acostumbrados a hablar de grandes dimensiones humanas, como el amor, la justicia, la libertad y la belleza. Nos parecen tan importantes que las podemos escribir con mayúsculas: Amor, Justicia, Libertad, Belleza.

Pero si el mundo es azar y necesidad, estas dimensiones humanas no pueden tener mucho fondo ni mucho sentido. ¿Qué sentido puede tener el amor o la justicia en un mucho surgido de partículas elementales por casualidad? En la física, existe la masa o la carga, pero no existe el amor o la justicia. Si no son dimensiones de la materia, y no hay más que materia, sólo pueden ser ilusiones del espíritu. El amor no puede ser nada más que instinto y, en el fondo, física. Y la justicia, una convención humana sin ningún fundamento en la física, que sólo sabe de atracciones y repulsiones, ni en la biología, donde prima la ley de la selva.

Sólo si el mundo lo ha hecho Dios, estas dimensiones tan humanas pueden ser reflejos de un Dios personal. Solo, en la medida que el ser humano sea “imagen de Dios”, puede existir en la vida humana algo que realmente sea amor y justicia y libertad y belleza.

El problema práctico del materialismo

Es fácil hacer afirmaciones materialistas, pero es muy difícil vivir como un materialista consecuente, porque contradice las aspiraciones y los usos más elementales de la condición humana. Todo materialista debería cuestionarse seriamente si tiene sentido que quiera a sus hijos, a su cónyuge, a sus padres o a sus amigos. Y otro tanto en relación con sus aspiraciones o sus reclamaciones de justicia: ¿por qué hay que aspirar al amor o defender la justicia en lugar de aceptar el azar y la necesidad?

Y si el materialismo, que parece tan serio, resulta tan inhumano, ¿no habrá algún error de planteamiento? Si partiendo de nuestra idea reductiva de la materia acabamos negando lo humano ¿no será que nos equivocamos de método? ¿No habrá que partir de la existencia de estas dimensiones humanas, que son tan reales por lo menos como las de la materia, para demostrar que el mundo es más rico que la visión materialista? ¿O es que la justicia no existe porque no tenemos un termómetro para medirla?

El problema de la libertad

El tema de la “mayúscula” de la libertad es especial. La Libertad es una gran dimensión humana, muy enaltecida en la historia de nuestro mundo moderno. Incluso se han erigido importantes estatuas a la Libertad en París y, sobre todo, en Nueva York (regalo del Estado francés).

Pero, si el mundo es sólo materia evolucionada por azar y necesidad, no puede haber realmente libertad. Azar quiere decir pura casualidad; y necesidad quiere decir determinación, ausencia de libertad. Si la materia no es libre y el ser humano es sólo materia, no puede tener libertad, al menos tal como se ha entendido en la tradición occidental. Entonces toda la cultura moderna, incluso toda la cultura humanista, habría caído en un error fundamental. Seguiría viviendo en el mito y no en la ciencia.

Paradojas materialistas ante la libertad

Claro es que también aquí es imposible ser consecuentes. Si pensamos que la libertad no existe y que todo lo que hacemos está dominado por el azar y la necesidad, habría que cambiar muchas cosas. Pero todo intento de tomarse en serio esta afirmación desemboca en una paradoja, incluso en un chiste. Porque si pensamos que el azar y la necesidad es la explicación de todo, tenemos que aceptar también que esto mismo lo pensamos por puro azar y necesidad, y no porque sea lógico. En realidad, nos dejaría sin argumentos.

El Papa Benedicto XVI desarrollaba muy bien esta paradoja: “Al final, se presenta esta alternativa: ¿Qué hay en el origen? O la Razón creadora, el Espíritu creador que lo realiza todo y deja que se desarrolle, o la Irracionalidad que, sin pensar y sin darse cuenta, produce un cosmos ordenado matemáticamente, y también el hombre con su razón. Pero entonces, la razón humana sería un azar de la Evolución y, en el fondo, irracional” (homilía en Ratisbona, 12.IX.2006).

Confusiones sobre la indeterminación

Pero vayamos al núcleo de la cuestión. Si el ser humano es sólo materia, dominada por el azar y la necesidad, no puede ser realmente libre. La única salida materialista de este argumento (intentada por muchos) es refugiarse en la mecánica cuántica. Resulta que toda la física es determinista, menos la física de las partículas subatómicas, la física cuántica, donde no podemos determinar exactamente la posición y velocidad de las partículas elementales (electrones, fotones) ni tampoco su comportamiento (como onda o como corpúsculo). Esto es, en definitiva, el principio de indeterminación de Heisenberg. Según la visión científica actual, la materia está totalmente determinada, menos en esa esfera. La solución sería, entonces, intentar relacionar la libertad humana con esa esfera de indeterminación. Es lo que hizo, por ejemplo, Penrose (La mente del emperador). Y le siguen otros.

Pero se trata de un malentendido. Indeterminación significa que no sabemos determinar dónde está algo ni cómo se va a comportar. Pero libertad es más que no poder prever lo que va a pasar. Es, precisamente, decidir y crear lo que va a pasar. Visto desde lejos, el comportamiento de las personas puede parecerse al de las partículas subatómicas porque es imprevisible. Pero las personas libres piensan lo que van a hacer y lo que sucede a continuación está guiado por la inteligencia y no por la  indeterminación. Se puede decir que la catedral de Toledo estaba indeterminada antes de hacerla, porque nada hacía suponer que en ese terreno habría una catedral. Pero la catedral de Toledo no es el fruto de la indeterminación, sino de la inteligencia y la libertad humanas: es fruto de proyectos y de imaginación y de decisiones creativas. Por eso, está llena de pensamiento, cosa que no sucede en el comportamiento de las partículas elementales ni en ninguna otra esfera de la materia.

Conclusión

Somos libres porque somos inteligentes. Y la inteligencia es un misterio casi tan grande como la libertad. Es la prueba más evidente de que en el universo hay algo más que materia: hay inteligencia. Pero también, en el mundo humano, hay verdad, justicia, belleza y amor. Para un cristiano, todas estas dimensiones son reflejos de la imagen de Dios. Y no tienen otra explicación posible.

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España

Qué pacto educativo es posible hoy en España

Una futura nueva ley de enseñanza debiera ser el resultado de un diálogo con los verdaderos agentes educativos y no sólo un acuerdo de mínimos entre los grupos políticos.

Javier Hernández Varas / Enrique Carlier·10 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

La Comisión de Educación del Congreso de los Diputados aprobó el 1 de diciembre la propuesta de crear una subcomisión encargada de elaborar, en el plazo de seis meses, un informe de diagnóstico sobre un gran pacto de Estado por la educación. El documento serviría de base para que el gobierno impulse una nueva ley de Educación que aporte estabilidad a la política educativa. Mientras, ha quedado en suspenso el calendario de implantación de todos los aspectos de la actual Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa que aún no hayan entrado en vigor.

Para la elaboración del informe se llevarán a cabo cuantas comparecencias sean necesarias. La subcomisión llamará a diversas organizaciones, instituciones, personas de reconocido prestigio, agentes sociales, plataformas educativas, sindicatos, etcétera. Y la Conferencia Sectorial, el Consejo Escolar del Estado y los Consejos Escolares Autonómicos podrán emitir informes específicos.

La estabilidad del Pacto, si se alcanza, dependerá del apoyo de esa mayoría parlamentaria. Pero, como bien señala José Miguel García, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, ese pacto educativo debe ser, sobre todo, resultado de un diálogo con los verdaderos sujetos educativos, no sólo un acuerdo de mínimos entre los grupos políticos. Cuanto más se impliquen profesores y padres, mayor será la posibilidad de llegar a un pacto duradero. Y difícilmente se podrá suscribir un Pacto estable y definitivo si no garantiza varios derechos y libertades. Nos referimos, claro está, a la libertad de educación y al derecho a la enseñanza de la Religión.

Además, cualquier Pacto tendrá como límite la Constitución y su artículo 27, que reconoce el derecho a la educación, la libertad de enseñanza y el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Y deberá afianzar la complementariedad de las redes de centros pública y privada-concertada, sin considerar a la escuela concertada como subsidiaria de la pública, garantizando definitivamente su financiación y su estabilidad.

La voz de la Iglesia

Una representación de los obispos españoles mantuvo el 18 de octubre un encuentro con el ministro de Educación, entonces en funciones, Iñigo Méndez de Vigo, para dar su opinión sobre la conveniencia del Pacto Educativo y solicitar, a su vez, participar en él de forma activa y con una sola voz. Así lo confirmó el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, quien ha recordado el pleno apoyo de la Iglesia a que “la educación sea una cuestión de Estado”, y no esté al albur de las “alternancias partidistas”. En España se han aprobado 11 leyes de educación en 35 años y esto “no hay quien lo resista; hay que dejar de hacer de la escuela un tablero de controversia política e ideológica”, opinó Gil Tamayo. Y consideró también necesario que la voz de la Iglesia “se tenga en cuenta en el momento en el que se empiece a hablar de pacto educativo”, dada su notable presencia en el ámbito de la enseñanza, con 2.600 centros específicamente católicos, que cuentan con 125.000 trabajadores y cerca de un millón y medio de alumnos; y considerando que 3 millones y medio de alumnos escogen libremente la Religión y son 25.000 los profesores de esa asignatura.

En el encuentro con el ministro, al que acudieron el presidente y secretario de la Comisión de Enseñanza –Mons. César Franco, obispo de Segovia, y José Miguel García–, además del propio Gil Tamayo, se insistió en que el pacto no conlleve la eliminación de la Religión del currículum. Al querer que esta materia esté en el nuevo marco educativo, la Iglesia no pretende defender ningún privilegio, pero tampoco quiere ser marginada. Se trata de un derecho constitucional y un derecho fundamental de los padres. Y en el caso de la enseñanza católica, se trata, además, de un derecho protegido por los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede. La posibilidad de poder elegir libremente la Religión es un indicativo de esa “plena inserción de la Iglesia en la España constitucional” a la que aludió el rey Felipe en su reciente visita a la Conferencia Episcopal.

Para Gil Tamayo, el problema con la asignatura de Religión radica en que hay gente que todavía vive con planteamientos muy rancios, que piensa que el espacio público tiene que ser aséptico de toda convicción religiosa” y que el católico tiene que “colgar en una percha sus convicciones religiosas” al entrar en lugares públicos.

Con la creación de la subcomisión se ha dado un paso importante y positivo, pero queda mucho trecho por recorrer. A nadie se le escapa la existencia de escollos ideológicos y políticos, por eso es tiempo de mostrar altura de miras, generosidad y preocupación por el interés general, en el convencimiento de que es urgente mejorar el sistema educativo y darle la continuidad y la estabilidad necesaria para el bien de los alumnos.

El autorJavier Hernández Varas / Enrique Carlier

Mundo

Líbano abre una página de estabilidad con fuerte inmigración siria

La experiencia de la guerra civil en los años 80 ha impulsado a llegar a acuerdos que faciliten la estabilidad. Líbano, que no quiere ser arrastrado por la guerra en Siria, tiene nuevo presidente, el cristiano Michel Aoun.

Ferran Canet·9 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos

Con el torbellino de acontecimientos que han sucedido en el mundo en los últimos meses, y en particular en Oriente Medio con Siria, la noticia de que Líbano tiene nuevo presidente, Michel Aoun, abre una página de prudente optimismo y estabilidad.

Michel Aoun fue elegido con el apoyo de 83 de los 128 parlamentarios el pasado 31 de octubre, cerrando así más de dos años en los que el país estuvo sin presidente. La grave situación que se vive en Oriente Medio podía hacer temer que el Líbano se vería inmerso directamente en el conflicto, pero hasta ahora ha conseguido que los problemas en el interior del país sean muy esporádicos.

Sin embargo, la tensión entre Irán y Arabia Saudita, la guerra en Siria, el conflicto en Irak, y hasta los problemas en Yemen, han influido en la situación libanesa, aunque sólo sea porque Hezbollah (partido político a la vez que milicia), apoya a Irán en los distintos conflictos en los que éste interviene.

Con todo esto, que el Líbano siga en paz no deja de ser sorprendente. No se puede olvidar, además, que desde que estalló la guerra en Siria, los libaneses han visto como más de 1,5 millones de sirios buscaban refugio en el Líbano (con más de 1 millón de refugiados inscritos oficialmente desde abril de 2014).

Debate sobre asentamientos

Si se tiene en cuenta que la población local del Líbano es de unos 4,5 millones de habitantes, hay una proporción de refugiados sirios de unos 200 por cada mil habitantes (la más alta del mundo, triplicando la de Jordania, el segundo país en ese triste ranking). A estos habría que añadir unos 450.000 palestinos.

Algunos expertos han ofrecido claves sobre la capacidad de acogida de Líbano. Por ejemplo, el país tiene una tradición de no encerrar a los refugiados en campos, en parte por una larga historia de relaciones laborales. Desde los años 90, muchos sirios venían a trabajar al Líbano, y esto ha facilitado una cierta integración.

La política de no alojar a la gente en campos de refugiados se debe a motivos de seguridad, afirma Tamirace Fakhoury, profesora universitaria de Ciencias Políticas. El gobierno teme que los campos se conviertan en santuarios para el terrorismo, aunque es un asunto a debate. Existen algunos asentamientos informales en la zona fronteriza. Y Acnur (la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados), y algunas ONG consideran que unos campos gestionados por ellos proporcionarían mejores condiciones de vida a los refugiados sirios.

En realidad, el Líbano no tiene capacidad para integrar por completo a un número tan grande de refugiados, y está realmente desbordado, por lo que hay restricciones. Por otra parte, los municipios suelen quejarse de que no existe una política nacional coherente, y formulan sus propias reglas.

Los expertos señalan asimismo que sería positiva una respuesta mejor coordinada con Europa a la hora de analizar vías legales para estos flujos migratorios. Se necesita un enfoque de gobernanza legal para tratar una crisis migratoria como la provocada por Siria.

Estabilidad en el Líbano

Si los datos ofrecidos anteriormente no fueran suficientes para describir una situación potencialmente explosiva, quizás lo sea un recuerdo histórico. Hasta el año 2005, las tropas sirias ocupaban el Líbano, después de que al principio de la guerra civil libanesa (en 1976) entraran en el país bajo mandato de la Liga Árabe. Durante casi treinta años, muchos libaneses vieron a los soldados sirios como invasores, y al gobierno de Damasco como responsable de todo tipo de abusos y asesinatos.

A pesar de todo, la situación social no ofrece la tensión que podría imaginarse. Aunque es cierto que parte de la población no ve con buenos ojos la presencia de tantos refugiados. Principalmente por temor a que la situación se prolongue durante años, lo que desfiguraría el equilibrio ya bastante inestable entre los distintos grupos sociales, conformados por la pertenencia a una religión determinada.

Ley electoral

Desde hace unos años, se está hablando de cambiar la ley electoral para adecuarla a una situación demográfica distinta a la que había en el momento en que se hizo la ley actual (1960). Sin embargo, esta reforma se presenta lenta y complicada, y no parece que la solución vaya a conseguirse en los próximos meses, antes de las siguientes elecciones parlamentarias (que deberían haberse celebrado en 2013, pero se han retardado en dos ocasiones, y ahora deberían ser en mayo de 2017).

Para entender por qué el país no se ha visto arrastrado por el problema sirio, hay que tener en cuenta en particular un factor. La experiencia de la guerra civil de los años 80 hace que, ante una situación realmente tensa, los responsables del país hagan un esfuerzo para llegar a acuerdos que eviten que el fuego prenda y pueda arrasarlo todo. Otro elemento importante es que un 40% de la población libanesa es cristiana, de manera que el conflicto sunita­-chiíta (Arabia Saudita-Irán) encuentra un intermediario de peso, ausente en los otros países de la región.

Los cristianos, esenciales para la estabilidad

El Líbano es una excepción en Oriente Medio por varias razones, pero una de las principales es que los cristianos no sólo no son una pequeña minoría, ni simplemente están tolerados o reconocidos, sino que son una parte esencial en el entramado social y en el juego político.

En una época en la que hemos asistido a la reducción casi total de la presencia de cristianos en Irak, y ahora en Siria, el Líbano insiste en su deseo de ser un ejemplo de convivencia (no perfecto, cierto, pero mucho mejor de lo que podría pensarse) para toda la región.

El último viaje de Benedicto XVI antes de su renuncia fue precisamente al Líbano, y supuso una ocasión para los libaneses de presumir de esa capacidad de convivir y de acoger.

Sin embargo, los desafíos actuales pueden exceder las capacidades del Líbano en solitario. Por eso no son infrecuentes las críticas hacia la manera de gestionar la situación por parte de las potencias occidentales, y en especial frente a la indiferencia con que se ha reaccionado a la rápida desaparición de los cristianos de la región (cuando no se ha directamente provocado).

La voz del Patriarca del Líbano

El cardenal Bechara Raï, Patriarca de Antioquía y metropolitano de la Iglesia maronita, ha sido una de las voces que no ha cesado de reclamar una actitud responsable por parte de los políticos, para dejar de lado intereses personales, de partido y de comunidad, para ponerse al servicio de todo el país y de todos sus ciudadanos.

Pero sus esfuerzos, por ahora, han conseguido efectos reducidos. Quizá el más destacable sea la reconciliación entre el general Michel Aoun y Samir Geagea. Son dos de los líderes cristianos más importantes, que se enfrentaron durante los últimos años de la guerra civil, escribiendo una de las páginas más tristes de la historia libanesa. Pero su reconciliación ha sido clave para la llegada a la presidencia del general Aoun.

Sin embargo, más allá de algunos pocos hechos, continúa la sensación de que las decisiones importantes del país se toman considerando sobre todo los beneficios económicos que los políticos pueden obtener, o los intereses de los países que apoyan a esos políticos.

Se ha abierto una nueva página, aunque las palabras, por ahora, son las mismas, y el hilo narrativo tampoco ha variado mucho. Los mismos apellidos, las mismas familias, dominan el mundo político y económico, y al ciudadano que no está alineado con ninguna de esas familias, le queda, por ahora, seguir esperando.

El autorFerran Canet

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Reverendo SOS

El papel del ejercicio físico

Se ha dicho que “si el ejercicio físico pudiera recetarse en forma de pastillas, sería el medicamento más recetado”. En efecto, se trata de uno de los aspectos más importantes para la salud; y tiene un efecto claro en la prevención de determinadas enfermedades. 

Pilar Riobó·9 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

Utilizamos la expresión “ejercicio físico” para incluir tanto los deportes y la actividad física de tiempo libre, como otras formas de ejercicio realizadas en el contexto de las actividades diarias, familiares y comunitarias. Recomendar un ejercicio físico no supone pretender que todos nos convirtamos en deportistas de élite. 

La vida en las ciudades occidentales no suele favorecer la realización de ejercicio: usamos el coche para ir a trabajar (e incluso utilizamos un botón en vez de manivela para bajar la ventanilla), subimos en ascensor a los pisos altos, estamos varias horas sentados frente al televisor, trabajamos en la oficina con el ordenador, y desarrollamos otras ocupaciones sentados.

La falta de actividad tiene una directa relación con la aparición de determinadas enfermedades. En primer término, favorece la obesidad, mientras que, al contrario, el ejercicio ayuda a perder peso. Pero si el esfuerzo de adelgazamiento se basara únicamente en el ejercicio su eficacia sería muy pequeña. Ayuda a perder grasa e hipertrofia el tejido muscular; podríamos decir que cambia el tejido graso por tejido magro y, al ser menor el volumen de este último, hace que los obesos pierdan volumen; los que observan una dieta a largo plazo consiguen mantenerse en el peso perdido si cambian sus hábitos de conducta y se acostumbran a hacer ejercicio. Asimismo, en presencia de obesidad el ejercicio físico reduce la posibilidad de diabetes o mejora la sensibilidad a la insulina; y es beneficioso para los obesos con colesterol elevado.

El ejercicio físico produce un aumento del colesterol HDL o colesterol “bueno”. Se ha demostrado que las personas que realizan algún ejercicio físico tienen menor incidencia de diabetes; mantienen mejor la salud ósea y previenen la osteoporosis; mejoran la aptitud cardiorrespiratoria y muscular. Además, la actividad conlleva efectos psicológicos positivos: produce una sensación de bienestar, mejora la autoestima y el estado de ánimo, ayuda a relajarse, controla la ansiedad y evita la depresión.

Pueden aconsejarse algunos hábitos de conducta que favorecen la actividad física, atendiendo a las circunstancias actuales de vida.

Pueden aconsejarse algunos hábitos de conducta que favorecen la actividad física, atendiendo a las circunstancias actuales de vida. Digamos primero que, en cualquier forma de actividad que se elija, conviene empezar por lo más fácil e ir aumentando poco a poco. Sobre todo en los obesos, el propio exceso de peso supone un obstáculo que, unido al bajo nivel de entrenamiento y a los posibles problemas osteo-articulares asociados, lleva a los pacientes a abandonar el ejercicio, de manera que para ellos son especialmente importantes la constancia y la regularidad.

Una idea es realizar los desplazamientos a pie, evitando el coche siempre que sea posible; se puede hacer todo el recorrido andando o dejar el automóvil aparcado lejos del punto de destino. Si el trabajo está situado tan sólo a unos minutos de casa, o si se vive en una localidad pequeña, se puede programar un paseo de una hora al día. Puede ser muy útil bajarse alguna aplicación de móvil (las hay gratuitas) que cuentan los pasos y los kilómetros que se camina al día; muchos se sorprenderán de lo poco que se mueven.

Es útil bajar (y subir) las escaleras andando. También ayuda la realización de las tareas del hogar, los juegos en familia, las tareas de jardinería, incluso el baile. Actualmente se recomienda romper el sedentarismo durante la jornada de trabajo cada 30 minutos, con un minuto de movilización de articulaciones, y evitar acumular muchas horas seguidas sentado.

Cualquier deporte moderado es bueno, con cuidado con no lesionarse y prudencia para no querer alcanzarlo todo desde el principio; algunos poco complicados son la natación, la bicicleta o el senderismo. Muchas de estas actividades son, por otro lado, una oportunidad de relación social. Realizarlas con amigos, disfrutando de ellas, favorece la continuidad a lo largo del tiempo.

Si decidimos apuntarnos a un gimnasio, pero hay que ser prudentes y aconsejarse acerca de los ejercicios y aparatos que nos convienen; también hay quien opta por tener un aparato de gimnasia en casa, como la bicicleta estática. 

Un persona mayor, o que no hay tenido la posibilidad de cuidarse y estar en forma, no debe preocuparse. Siempre hay alguna posibilidad, y lo más adecuado es un buen paseo, de alrededor de 1 hora al día, que se puede realizar en 2 paseos menores de unos 30 minutos.

El autorPilar Riobó

Médico especialista en Endocrinología y Nutrición.

FirmasXiskya Valladares

La fe como experiencia es la clave

Ante la dificultad que plantean los extremismos de hoy en día, es urgente y necesaria la educación para el diálogo que sugiere el Papa Francisco, y seguir el criterio que estableció el propio Jesús.

9 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

Dice el Papa Francisco que “dialogar ayuda a las personas a humanizar las relaciones y a superar las incomprensiones”. Lo tenemos muy claro en nuestras relaciones diarias, aunque admitamos que no siempre sabemos hacerlo. Pero ¿lo tenemos igual de claro cuando nos referimos a terroristas, a suicidas, a extremistas? La cosa se complica. 

El recién publicado informe sobre la libertad religiosa en el mundo, encargado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, llega a la conclusión de que el islam extremista es la principal amenaza a la libertad religiosa y la principal causa de persecución. Pero no afecta solo a los cristianos practicantes, sino a las sociedades occidentales de raíces cristianas, aunque hoy sean ateas: uno de cada cinco países ha sufrido ataques islamistas radicales. Son 38, de 196 analizados, los países del mundo donde se han registrado graves violaciones contra la libertad religiosa. 

Está claro que el extremismo, en general, genera violencia. Los estudios demuestran que la religión es un gran factor de cohesión intragrupal, algo positivo, pero también que puede incrementar la agresividad intergrupal hacia quien no pertenece al grupo. De ahí la urgencia de profundizar en nuestra fe para saber dar razón de ella, pero sobre todo, para fundamentarla en una relación personal fuerte con Jesús. Si los cristianos reducimos la religión tan solo a una ideología o a un grupo social, corremos el peligro de caer también nosotros en fundamentalismos. 

No solo es posible, sino que es urgente y necesaria una educación para el diálogo, como dice el Papa Francisco. Otros momentos históricos nos han demostrado que musulmanes, judíos y cristianos pueden convivir pacíficamente. En la actualidad, ante el islam extremista, oímos muchos cuestionamientos a esta posibilidad. ¿Se puede dialogar con terroristas? ¿Debemos dar una respuesta de acogida ante el drama actual de tantos desplazados por la guerra? Lo que está claro es que no todos los musulmanes son terroristas, y que es en el tú a tú, desde el relato de las vidas que conviven, cuando se crea el encuentro. También es muy claro que nuestro criterio debe ser el de Jesús: ¿qué respondería Él hoy ante estas situaciones? “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).

Francisco: “El diálogo derriba los muros de las divisiones y de las incomprensiones; crea puentes de comunicación y no permite que nadie se aísle, encerrándose en su pequeño mundo. Dialogar es escuchar lo que me dice el otro y decir con docilidad lo que pienso yo”.

El autorXiskya Valladares

Evangelizar en Twitter, Xiskya Valladares

5 de enero de 2017·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Buenas prácticas para evangelizar en twitter
Xiskya Valladares
117 páginas
San Pablo. Madrid, 2016

Texto — Jesús Ortiz López

De 7.000 millones de habitantes en el planeta, 3.000 son usuarios activos de internet. La mayoría utilizan redes sociales y twitter es la quinta más utilizada. Pero la cuestión es: ¿cómo se puede dar testimonio cristiano en twitter?

Los creyentes somos gente que interactuamos con nuestros iguales también en las calles digitales, como era el deseo de Juan Pablo II: “Si hay que ir donde está la gente, tenemos que ir a internet. Y la Iglesia lo sabe”.

La autora de este libro, colaboradora de Palabra y cofundadora de iMision, invita a utilizar más internet, del mismo modo que habría que sugerir a un sacerdote que use el micrófono para que se le oiga. Y explica, además, cómo hacer de internet un lugar de comunión, no sólo una nube impersonal. En la segunda parte del libro añade treinta buenas prácticas para evangelizar en twitter y transmitir información, promover iniciativas y generar comunidad.

El libro es práctico y fruto de la ya larga experiencia de la autora. Está bien documentado, tiene buenas ilustraciones y es fácil de leer. Y sobre todo abre horizontes. Al final de su lectura es fácil que uno concluya: “Tengo que utilizar más las redes”.

Cine

Cine: Silencio, una película de Martin Scorsese

Omnes·2 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 2 minutos

La fe no tiene dos caras. Al menos eso es lo que intenta mostrar Martin Scorsese en su última película, Silencio. Es la historia, ficticia, de tres sacerdotes jesuitas durante el proceso de evangelización del Japón en el siglo XVII.

Silencio

Dirección: Martin Scorsese

Guión:  Jay Cocks, Martin Scorsese (basado en la novela de Shusaku Endo)

Año: 2016

País: Estados Unidos

 

La fe no tiene dos caras. Al menos eso es lo que intenta mostrar Martin Scorsese en su última película, Silencio. Es la historia, ficticia, de tres sacerdotes jesuitas durante el proceso de evangelización del Japón en el siglo XVII.

Es un film en el que Scorsese comenzó a trabajar hace más de veinte años. La idea surgió tras la polémica suscitada por su película La última tentación de Cristo. Fue entonces cuando leyó la novela Silencio, obra del escritor japonés Shusaku Endo (que presenta algunos inconvenientes para el creyente). Desde ese momento inició un proceso de investigación y de estudio del guión para contar bien esta historia. Y no parece descabellado pensar que en la cinta el propio director deje entrever sus propios interrogantes ante la fe.

Cuenta el viaje a Japón de los sacerdotes Sebastián Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver). Van en busca de su mentor, Cristóbal Ferreira (Liam Neeson), de quien se asume que habría renunciado a la fe. En esa travesía se encuentran una sociedad que, aunque rechaza los principios cristianos, deja algún espacio para que las enseñanzas de los dos sacerdotes obtengan algunos frutos.

Sin embargo, los problemas surgen cuando entra en escena el inquisidor Inoue, un personaje calculador y maquiavélico, que descubre en la incoherencia su principal arma para remover las almas de quienes dudan. Este personaje, interpretado de manera magistral por Issei Ogata, aprovecha la interpretación equivocada del martirio de los primeros cristianos para presionar a los sacerdotes, especialmente al padre Rodrigues, a que abandonen su tarea.

El dolor, la angustia y lo que la película plantea como el silencio de Dios, termina generando un ambiente de ambigüedad tal que llevará a los personajes a ver removidos sus cimientos religiosos, y a entrar en una profunda batalla entre lo que les exige la fe y lo que demanda la sociedad en la que desarrollan su misión.

Sin embargo, al final y obviando unas cuestionables decisiones del director, la película termina volviendo al principio y abriendo una ventana para entender eso que Dios sugiere con su silencio.

En esta cinta de corte clásico, el director no rehúye ningún interrogante. Es patente su destreza tanto en lo que muestra la cámara como en el montaje y en la edición. Y como se centra en la historia que quiere contar, termina por no dar apenas descanso al espectador a lo largo de sus 160 minutos de metraje.

-Jairo Darío Velásquez Espinosa

FirmasJohn Allen

El firme y discreto liderazgo de Javier Echevarría

John Allen repasa los años transcurridos en la vida del Opus Dei desde la muerte del fundador. Subraya el significado de la tarea de Javier Echevarría, sobre todo en lo relativo a la gestión informativa, y esboza el reto que corresponderá al sucesor.

2 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 4 minutos

Con la pérdida de quien lo ha dirigido durante más de veinte años, el obispo Javier Echevarría Rodríguez, que murió el 12 de diciembre a los 84 años, el Opus Dei, una de las organizaciones católicas de mayor influencia y notoriedad del mundo, afronta ahora una transición generacional.

Sin embargo, lo hace desde una base de fortaleza, en parte gracias a las dos décadas en que Echevarría ha ocupado su cabeza.

Echevarría asumió la tarea de prelado del Opus Dei en abril de 1994, tras la muerte del obispo Álvaro del Portillo. Casi con seguridad será el último confidente personal de san Josemaría Escrivá de Balaguer –que fundó el Opus Dei en España en 1928 y murió en 1975– en dirigir la institución.

Javier Echevarría trabajó como secretario personal de Escrivá desde 1955, y se convirtió en secretario general de la organización en 1975. Cuando en 1982 el Opus Dei pasó a ser una “prelatura personal”, es decir, una entidad que incorpora tanto a clérigos como a laicos en torno a una espiritualidad específica más que sobre la base de los límites geográficos de una diócesis, Echevarría fue nombrado su vicario general.

Desde el fundador

Como sucede prácticamente en todas las nuevas fuerzas en la vida católica, sean una orden religiosa, un movimiento u otra cosa diversa, el Opus Dei se vio ante el reto de demostrar su permanente validez más allá de la muerte de su carismático fundador.

Para el Opus Dei, en cierto sentido ese reto se ha retrasado casi 40 años, porque tanto a Álvaro del Portillo como Echevarría, colaboradores personales de Escrivá, internamente se les ha considerado ante todo como intérpretes autorizados de su pensamiento, de manera que era casi como si el fundador continuara llevando las riendas desde más allá de la tumba.

Ahora el Opus Dei tendrá que sostenerse por sí mismo, con un liderazgo que no necesariamente llega con el mismo sello personal de aprobación por parte del mismo san Josemaría.

Durante sus casi 90 años, el Opus Dei ha sido un actor poderoso en la Iglesia católica, aunque también controvertido; elogiado por su dedicación a la formación del laicado y por sus buenas obras, pero también visto con recelo por críticos que le reprochan una estricta cultura interna, así como objetivos políticos y teológicos profundamente conservadores.

Esas impresiones quizá eran más marcadas cuando Echevarría comenzó su mandato en 1994, poco después de la beatificación de Escrivá bajo el pontificado de Juan Pablo II en 1992, un acontecimiento que alimentó polémicas casi infinitas, y bastante antes de la canonización del fundador en 2002 o la publicación en 2003 de la infame chapuza novelística de Dan Brown, el Código Da Vinci.

En aquel tiempo ejercían un gran atractivo las teorías de la conspiración y la especulación sobre el Opus Dei, tanto en círculos seculares como en algunos ambientes de la propia Iglesia católica.

Hubo un vivo debate sobre el supuesto imperio financiero del Opus Dei, su actitud respecto a las mujeres, sus prácticas de mortificación corporal, su supuesto sectarismo y muchas otras cosas, todo ello apuntalado por la suposición de que el propio Escrivá y otros primeros miembros del Opus Dei habían apoyado el régimen fascista derechista de Francisco Franco.

En esa atmósfera, los expertos en el Opus Dei señalaban que había una fisura de fondo en la organización entre una política de cerrazón, en lo relativo a la adaptación a las reglas del mundo exterior, y la transparencia, en el sentido de abrirse y dar cuenta de la vida interna y la filosofía de la institución, en la convicción de que todo contacto con la realidad era preferible a la mitología y a la “leyenda negra” que se había difundido.

Como prelado, Echevarría zanjó sustancialmente el debate en favor de la transparencia, y el resultado ha sido una rápida “normalización” del estatus del Opus Dei dentro de la Iglesia católica y una caída correlativa del nivel de controversia y de animosidad.

Gestión informativa de Javier Echevarría

Cuando Echevarría comenzó su mandato, había aún muchos obispos católicos que miraban con desconfianza la idea de que se estableciera en su diócesis una iniciativa relacionada con el Opus Dei, pero en 2016 ese temor ha desaparecido casi por completo. Ahora, la mayoría de los obispos y otros dignatarios de la Iglesia miran al Opus Dei como mirarían a Caritas o a la orden de los Salesianos, es decir, simplemente como una pieza más en el mobiliario de la sala de estar católica.

Bajo la dirección de Echevarría, el Opus Dei ha pasado de tener lo que muchos consideraban como la gestión informativa más disfuncional de la Iglesia católica –rehusando por principio incluso responder a preguntas legítimas, y por tanto alimentando imágenes negativas– a la que ahora se valora como la mejor de Roma.

Hoy, la Universidad de la Santa Cruz, que dirige el Opus Dei en Roma, promueve un curso de formación para periodistas de todo el mundo sobre la cobertura del Vaticano y el catolicismo, llamado “Church Up Close”, y probablemente todo responsable católico que necesite ayuda para enfocar sus problemas de mala prensa debería hacer su primera llamada telefónica a alguien del Opus Dei.

Todo esto ha sido el resultado de una política iniciada y confirmada por Echevarría, consistente en que si no tenemos nada que ocultar, tampoco tenemos nada que temer.

Un pastor entregado

Por otro lado, Echevarría era también un pastor entregado, que se preocupaba hondamente por las personas confiadas a su atención. Los amigos dicen que pasaba más tiempo del que nadie podrá computar rezando por los miembros del Opus Dei en todo el mundo que habían perdido a sus personas queridas, que estaban enfermos, que habían perdido el trabajo o que sufrían de otro modo, y hacía cercano a ellos en lo personal.

Quienquiera que suceda a Echevarría a la cabeza del Opus Dei se enfrentará a un reto difícil, pero al mismo tiempo heredará una organización preparada para durar mucho tiempo.

Eso se debe principalmente a la visión del fundador, pero también al firme y sobre todo discreto liderazgo ejercido por sus dos inmediatos sucesores, de los cuales uno falleció hace dos décadas, y el otro ha abandonado el mundo este año.

El autorJohn Allen

Actualidad

En recuerdo de Mons. Javier Echevarría

Transcurridos muy pocos días desde el fallecimiento de Mons. Javier Echevarría, el Vicario auxiliar de la Prelatura del Opus Dei redacta para Palabra estas líneas de recuerdo. En ellas señala dos características destacadas de la personalidad del Prelado.

Fernando Ocáriz·2 de enero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

Como es natural, he experimentado y sigo experimentando una pena muy grande –como todos los fieles de la Obra y muchísimas otras personas– por el inesperado fallecimiento de quien durante 22 años ha dirigido como Prelado el Opus Dei y llamábamos, con toda propiedad, Padre. A la vez, el Señor da serenidad, porque gracias a la fe sabemos que, con la muerte, la vida no se pierde sino que se cambia en otra mejor: en la existencia bienaventurada que Jesucristo prometió a quienes le aman. Y el amor de Mons. Javier Echevarría a Nuestro Señor y, por Él, a todas las criaturas, era grandísimo, sincero, lleno de consecuencias prácticas.

Fidelidad dinámica

En estas breves líneas, quisiera subrayar sólo dos rasgos fundamentales. El primero es su sentido de la fidelidad: una lealtad sin fisuras a la Iglesia, al Papa, al Opus Dei, a los fieles de la Prelatura, a sus amigos, que era consecuencia o expresión de su fidelidad a Jesucristo, nuestro Dios y Señor. Toda su existencia, desde que pidió la admisión en el Opus Dei en el lejano año 1948, estuvo marcada por esta virtud humana y sobrenatural, que fue creciendo gracias a la estrecha relación que mantuvo, primero, con san Josemaría, y luego con el beato Álvaro del Portillo, con quienes colaboró durante muchos años en el gobierno de la Prelatura. Como manifesté a las pocas horas de su fallecimiento, el haber vivido durante tantos años al lado de estos dos santos, dejó una impronta incancelable en el alma de Mons. Echevarría, que da razón –al menos en parte– de su profundo sentido de la fidelidad.

Era la suya una fidelidad dinámica, que, conservando intacta la sustancia, el espíritu, buscaba también la Voluntad de Dios ante las necesidades cambiantes de los tiempos y las personas.

Pocos minutos antes de su fallecimiento quiso legarnos este anhelo. Como recogió de sus labios quien le asistía más inmediatamente en esos momentos, la intención de su oración al Señor fue la fidelidad de todas y de todos.

Amor al Papa

Una particular manifestación de fidelidad se refiere a la oración por el Romano Pontífice. Siguiendo las exhortaciones de sus predecesores, era constante su estímulo a rezar más y más por el Vicario de Cristo en la tierra. También de este modo, hizo realidad la aspiración del Fundador de la Obra: servir a la Iglesia como la Iglesia desea ser servida, dentro de las características que Dios mismo comunicó a san Josemaría. Una manifestación de esa comunión con todo el Cuerpo místico de Cristo es la ordenación de algo más de 600 presbíteros en los años de su servicio como Prelado del Opus Dei.

En este contexto, me place señalar la generosidad con que Mons. Echevarría acogía las peticiones de los Obispos de muchos lugares, para que algunos sacerdotes incardinados en la Prelatura colaborasen directamente en oficios o encargos pastorales diocesanos. Y esto a pesar de que el número de sacerdotes de la Prelatura, siendo alto, no basta para subvenir tantas necesidades de la pastoral ordinaria.

Interés por cada persona

La segunda característica que deseo destacar es la dedicación generosa a cada persona que le pedía un consejo, una orientación, una plegaria; o simplemente le dirigía un saludo o un comentario al encontrarse por un pasillo. No se limitaba a escuchar; se involucraba en lo que oía, atento, reposado, nunca con prisa, siempre con un interés cuya autenticidad resultaba evidente.

Su afán de Pastor no se limitaba al cuidado de la pequeña parte del Pueblo de Dios que es la Prelatura. Su corazón se había ido ampliando más y más. Como sacerdote y como obispo, sentía el peso de las almas, sobre todo de las más necesitadas. ¡Cuánto rezaba!: por las víctimas de calamidades naturales o del terrorismo; por los refugiados; por los enfermos; por la paz en Siria, en Irak, en Venezuela y en cualquier país que estuviera atravesando momentos difíciles; por las personas que se hallaban sin empleo o con dificultades familiares de cualquier tipo… Cada semana, en Roma, recibía a grupos de personas procedentes de todo el mundo, que le pedían oraciones por sus necesidades espirituales y materiales. Todos tenían un lugar en su corazón, como había aprendido de san Josemaría y del beato Álvaro del Portillo.

Caridad

Una manifestación más de su preocupación por los demás: el día anterior a su fallecimiento, Mons. Echevarría me comentó que le apenaba que tantas personas tuviesen que ocuparse de él, atendiéndole en sus necesidades. Me salió de dentro responderle: ¡No, Padre!, es usted quien nos sostiene a todos. En este nuevo período que se abre ante nosotros, me gustaría repetirle estas palabras y pedirle que, con su intercesión, nos sostenga, y nos ayude a ser buenos hijos de la Iglesia, con la ayuda de san Josemaría y del beato Álvaro.

Mons. Echevarría llevaba cada día a la Santa Misa todas esas intenciones. El Sacrificio del Altar es como el molde donde las aspiraciones y las obras de los hombres adquieren su verdadero sentido, por su unión al sacrificio de la Cruz. Ahora, me consuela pensar que, desde el Cielo, su Misa se ha hecho eterna: no ya bajo los velos del sacramento, sino en la visión cara a cara de la gloria divina, con su intercesión sacerdotal por todos. Así lo pido al Señor por la mediación materna de la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra.

El autorFernando Ocáriz

Vicario auxiliar y general del Opus Dei

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La ética de las instituciones políticas

El artículo subraya la especificidad de la ética política respecto de la ética personal. Para la primera, el problema real no es el fin que se quiere alcanzar, sino los medios a emplear, con los recursos disponibles y teniendo en cuenta las condiciones reales.

Ángel Rodríguez Luño ·30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 10 minutos

Puesto que se me ha invitado de nuevo a escribir sobre los desafíos que la teología moral tiene hoy ante sí, querría proponer algunas consideraciones de orden general sobre la ética política, una rama de la moral que está bastante descuidada.

Ética personal y ética política

En el lenguaje ordinario, cuando se habla de ética se suele pensar en una reflexión que valora como bueno o malo el modo de vivir de las personas singulares según su conformidad u oposición al bien global de la vida humana. Con ese modo de pensar en realidad se está tomando la parte por el todo. Del modo de vivir de los individuos se ocupa la éti­ca personal, pero la ética tiene también otras partes como son, por ejemplo, la ética económica, la ética médica, la ética social o la ética política.

La ética política se ocupa de las acciones mediante las cuales los individuos reunidos en una comunidad políticamente organizada (el Estado, el municipio, etc.) dan forma a su vida en común desde el punto de vista constitucio­nal, jurídi­co, administrativo, económico, educacional, sanitario, etc. Es­tas accio­nes proceden de organismos legislativos o de gobierno, o bien de individuos que ejercen una función de gobierno, pero propia­mente son acciones de la comunidad política, que es la que, median­te repre­sentantes elegidos por ella, se da a sí misma una forma u otra. Así, por ejemplo, las leyes que regulan la ense­ñanza universitaria, o el sistema sanitario, o los impuestos, etc., son le­yes del Estado, y no de los diputa­dos Juan y Pablo, aunque estos hayan sido sus promotores.

El criterio por el que la ética política valora estas acciones de la comunidad es su mayor o menor conformidad con el fin por el que los individuos quisieron y siguen queriendo vivir juntos en una sociedad or­ganizada. A este fin se le llama bien común político (de modo más sen­cillo, pero mucho menos exacto, se le podría llamar tam­bién bienestar ge­neral). En pocas palabras, la ética política considera moralmente bue­nas las acciones del aparato público (estatal, autonómico, municipal, etc.) que son conformes y pro­mueven el bien común político, mientras que consi­dera moralmente malas las que dañan o se oponen a ese bien.

Na­turalmente se habla ahora de la moralidad política, que no coin­cide exactamente con la mo­ralidad de la que trata la ética perso­nal, aunque sí se relaciona con ella, a veces de modo muy estrecho. En efec­to, las acciones políticamente inmo­rales proceden a veces de la fal­ta de honestidad per­sonal… pero no siempre. Pueden ser también conse­cuencia de la simple incompeten­cia, o bien de catego­rías ideológicas, o de concepciones económicas poco acertadas que al­gunos sostienen de buena fe. Para la ética política lo determinante no es tanto la buena (o mala) fe, sino más bien la conformidad y la promoción del bienes­tar ge­neral.

De lo anterior se despren­den algunos principios de distinción entre la ética personal y la ética política. El más evidente es que cada una de estas ramas de la ética se ocupa generalmente de diferentes tipos de acciones: las individuales y las de la comunidad políticamente organizada (instituciones legislativas y de gobierno). Cuando una y otra parecen ocuparse de un mismo tipo de accio­nes, consideran en realidad dos dimen­siones de la moralidad formal­mente diferentes. Pensemos, por ejem­plo, que los dipu­tados que votan una ley en el parlamento están sincera­mente convencidos de que la nueva ley es conforme al in­terés general de su país. Pasado un año y medio, la experiencia de­muestra con toda eviden­cia que la nueva ley ha sido un mal. ¿Se pue­de decir que la aprobación de esa ley fue un mal moral? Pues depende. Desde el punto de vista de la ética personal, los que, después de haberse informado, votaron en buena fe carecen de culpa personal, y no se puede decir que obraran mo­ralmente mal. En cambio, desde el punto de vista de la ética política, ha surgido un mal ético: independientemente de lo que sucediera en la conciencia de quienes votaron a favor de aquella ley, su contrarie­dad al bien común es un hecho (y lo seguirá siendo cuando, con el transcurso de los años, todos los diputados que la votaron hayan pasa­do a mejor vida). La cuali­dad moral positiva o negativa de la forma que se da a nuestra vida en común y a nuestra colaboración –que es formalmente distinta del mé­rito y de la culpa moral personales– es el objeto específi­co de la éti­ca po­lítica.

El bien personal y el bien común político

El fin que se propone la ética personal es enseñar a los hombres a vivir bien; o, dicho con otras palabras, ayudar a cada uno a proyectar y vi­vir una vida buena. Esto suscita inmediatamente unas cuantas pregun­tas: ¿con qué autoridad puede “la ética” introducirse en mi existencia para decir­me cómo debo vivir?; ¿puede una instancia ex­terna a mí im­ponerme un modo de vivir?

En realidad, la ética no es una instancia externa que quiera impo­nernos algo, sino que está dentro de cada uno de nosotros. Atendamos un momento a nuestra propia experiencia. Conti­nuamente pensamos qué nos conviene hacer y qué nos conviene evitar; trazamos nuestros pla­nes; proyectamos nuestra vida; decidimos qué profesión queremos ejercer, etc. A ve­ces, poco o mu­cho tiempo después de haber tomado una decisión, uno mismo se da cuenta de que se ha equivocado, se arrepiente, y se dice a sí mismo que, si fuese posible volver atrás, daría a la pro­pia vida un rum­bo bas­tante diferente. La experiencia del arrepentimiento nos hace ver la con­veniencia de reflexionar sobre los razonamientos interiores que prece­den y preparan nuestras decisio­nes.

Y esa reflexión es la ética. Esta, en efecto, no es otra cosa que una reflexión que trata de ob­jetivar nuestras deliberaciones inte­riores, examinándolas con la mayor objetividad posible, controlan­do críticamente nuestras in­ferencias, va­lorando las experiencias pasa­das y tratando de prever las consecuen­cias que un determinado comporta­miento puede tener para nosotros y para los que nos rodean. La ética personal es, por tanto, una reflexión que nace en una con­ciencia libre, y sus hallazgos se proponen a otras conciencias igual­mente libres.

Volviendo a la cuestión que estamos analizando, esto plantea a la ética política una difícil cuestión. Si, como ya hemos dicho, su punto de referencia fundamental es el bien común político, ¿qué relación existe entre éste y la vida buena a la que mira la ética perso­nal? No nos de­tendremos ahora en revisar las diversas respuestas que se han dado a lo largo de la historia. Vamos a poner de relieve sola­mente una especie de antinomia que plantea esta relación.

Por una par­te, si la vida buena es el fin que la ética propone a la libertad, y sólo puede hacerse realidad en cuanto querida libre­mente, ¿cómo podría ser también el principio regulador de un conjunto de instan­cias, como son las políticas, que usan la coacción, y que de la coacción tienen el monopolio? Si la vida buena de los ciudadanos fue­se también el fin de las instituciones políticas, ¿no sucedería que el Esta­do podría conside­rar obligatorio todo lo que es bueno, y prohibido todo lo que es malo? Y si entre los ciudadanos hubiera distintas concepcio­nes de la vida bue­na, ¿correspondería al Estado determinar cuál de ellas es la verdadera y por tanto la obligatoria?

Por otra parte, dado que vivi­mos juntos para hacer posible me­diante la colaboración social nuestro vivir y nuestro vivir bien, no cier­tamente nuestro vivir mal, ¿pueden las instituciones políticas no consi­derar en absoluto lo que es bueno para nosotros? Si se hiciera caso omiso de nuestro bien, ¿qué otros criterios podrían inspirar la vida de la sociedad políticamente organiza­da? Además, la idea de un Estado “éticamente neutro” no parece realista ni acertada, sencillamente por­que no es posible. En efecto, los ordenamientos jurídicos de los Estados civiliza­dos prohíben el homicidio, el fraude, la discriminación por moti­vo de raza, sexo o religión, etc. Tienen, por tanto, un contenido ético. Otra cosa es que no se considere lícito que la coacción política invada la conciencia y sus convicciones íntimas, pero esto es una exigencia éti­ca sustancial, ligada a la libertad característica de la condición huma­na, y no una ausencia de ética. Por esa razón, un ambiente político del que se hubiesen expulsado todas las consideraciones éticas en nombre de la libertad se volvería contra la libertad misma, pues el “vacío ético” generaría en los ciudadanos un conjunto de hábitos anti-sociales y anti-solidarios que acabarían por hacer imposible el respeto de la libertad ajena y el acatamiento de las reglas de justicia que permiten resolver de modo civil los conflictos que surgen inevitablemente entre personas libres. Terminaría imponiéndose el más fuerte. Ejemplos históricos no faltan.

¿Cómo hay que entender, entonces, la relación entre vida bue­na y bien común político? Ahora no disponemos de espacio para dar una respuesta completa. Pero es posible proponer dos consideraciones. La primera es que el bien común político ni coincide completamente con la vida bue­na, ni es totalmente heterogéneo respecto a ella. La segunda es que las instituciones políticas (el Estado) están al servicio de la cola­boración so­cial (la sociedad), y esta última existe en función de que las personas puedan li­bremente alcanzar su bien (no digo que efectiva­mente lo alcancen, sino que puedan li­bremente alcanzarlo). Para malvi­vir y hacernos miserables no buscaría­mos la ayuda de los demás.

De estas dos consideraciones se siguen importantes consecuen­cias. En primer lugar, permiten comprender que algunas exigencias del bien personal sean absolu­tamente vinculantes para la ética política. Así, por ejemplo, nunca sería ad­misible, desde un punto de vista políti­co, una ley que declarase positivamente conforme al dere­cho una ac­ción considerada por la mayor parte de la sociedad como ética­mente negativa (cosa bien diversa es la “tolerancia de hecho” o el “silen­cio le­gal”, que en ciertas circunstancias puede ser conveniente). Menos aún cabría admitir una ley que prohibiese de forma explícita un comportamien­to per­sonal que comúnmente se considera como éticamente obligato­rio, o que declarase obligatorio uno que la ge­neralidad de los ciudadanos piensa que no se puede realizar sin come­ter una cul­pa mo­ral.

A la vez, la no plena coincidencia entre la vida buena y el bien co­mún político comporta que, cuando se quiere argumentar que un deter­minado acto debe ser prohibido y sancionado por la ley, de poco sirve demostrar que constituye una culpa mo­ral. En efecto, se admite gene­ralmente que no todo lo que es moralmente malo para la persona ha de ser prohibido por el Estado. En pocas palabras, no todo pecado es –ni debe ser– un delito. Sólo deben ser prohibidos por el Estado aquellos comportamientos que inciden nega­tivamente de modo notable sobre el bien común. Es esto lo que se debe demostrar, si se quiere argumentar que tal o cual modo de obrar debe prohibirse.

En tercer lugar, la buena organización y el buen funcionamiento del aparato público son necesarios, pero no suficientes. La buena política establece instancias e instrumen­tos de control, divide el poder entre diversos organismos con el propó­sito de que el ejercicio del poder sea siempre limitado. Sin em­bargo, estas medidas –que podríamos llamar estructurales– necesitan del complemento de la virtud personal. No es difícil compren­der el porqué: por muchos sistemas de control y de división del poder que se establezcan, si la corrupción se introduce masivamente en todos los ni­veles de una estructura política, la corrupción prevalece, y en tal caso, como dijo san Agustín, sería imposible distinguir al Es­tado de una ban­da de la­drones.

La importancia del punto de vista políti­co

La experiencia enseña que a veces los problemas políticos se plan­tean y se tratan de resolver sin haber conseguido encuadrarlos debida­mente en lo que es el punto de vista específico de la ética política. A menudo se propone una u otra solución sobre la base de razonamientos que po­drían ser apropiados para la ética personal, pero que no rozan ni si­quiera la sustancia política del problema estudiado. Con más frecuen­cia todavía se insiste en la necesidad de obtener algunas finalidades, que se presentan como bandera de una posición ideológica, sin advertir que sobre ellas no existe ningún problema. Y no lo hay, sencillamente, porque sobre la mayoría de los fines que salen a relucir en los debates públicos estamos todos de acuerdo: todos queremos que desaparezca el paro, que ningún ciudadano carezca de una asistencia sanitaria de cali­dad, que haya crecimiento económico, que mejore el nivel de vida de las cla­ses económicamente débiles, que mejore el nivel medio de ins­trucción; por no hablar del deseo que haya paz en las regiones más conflictivas del mundo, que se encuentre una solución para el problema de los emi­grantes y de los refugiados procedentes de los países en gue­rra, etc. Sobre lo que no estamos tan de acuerdo es sobre el modo de alcanzar esas finalidades.

En pocas palabras, el problema real que la política debe resolver no es el del fin que se quiere alcanzar, sino el de los medios concre­tos que permitan resolver esas delicadas cuestiones, con los recursos disponibles, y teniendo en cuenta las condiciones rea­les en que nos en­contramos.

Por ello, mientras no se propongan solu­ciones concretas razonables para el problema de los medios, tanto quienes han de tomar las decisiones como los ciudadanos que les han de dar o negar su voto, se encontra­rán a la hora de la verdad sin saber qué hacer. Es como si el piloto de un avión no supiera adónde tiene que llevar a los pasajeros o, peor toda­vía, si ni siquiera estos últimos supie­ran adónde tienen que ir.

La ética política y los procesos sociales

Ya hemos dicho que la ética política se ocupa de la actividad de las instituciones políticas de diverso nivel (estatal, comunitario, munici­pal). Estas instituciones tienen las características típicas de las organi­zaciones: poseen una estructura jerárquica y están reguladas por un conjunto de normas precisas en función de los fines que buscan. Ahora bien, es necesario que estos últimos estén bien definidos, y no se pier­da de vista que, en último término, consis­ten en servir a la sociedad y los ciudadanos. De otro modo, lo que era un medio (la organización) se convertirá en algo importante por sí mismo. Eso es lo que sucede cuan­do, en lugar de favorecer la colaboración social, las instituciones políti­cas caen en la tentación de la autorreferencialidad: la tendencia a ali­mentarse a sí mismas y a aumentar de tamaño, a convertir lo inútil en necesario, y a obstaculi­zar burocráticamente los procesos sociales.

Los procesos políticos y los procesos sociales son muy diferentes. En los primeros hay una mente (puede ser también un grupo de exper­tos) que los dirige en función del fin que se busca: se concibe un orden y se dispone de la coacción para hacerlo respetar. Los procesos socia­les, en cambio, nacen de la libre colaboración entre los hombres y, ade­más, generalmente no responden a un designio intencional. Frente a la coacción y la previsión milimétrica, típica de los procesos políticos, los procesos sociales se caracterizan por ser espon­táneos. Tanto los ámbi­tos como los instrumentos de estos procesos –como pueden ser el mer­cado, el dinero y el mismo lenguaje– han surgido sin responder al or­den impuesto por una mente directiva. De igual modo, el conocimiento que los regula se forma en la mente de millones de hom­bres a medida que estos interactúan. Por eso, es un conocimiento disperso, difícilmen­te formalizable. En estos procesos se ponen en relación per­sonas que no se conocen, con intereses diferentes, pero que en un de­terminado momento pueden beneficiarse recíprocamente.

Desde el punto de vista de la ética política, es muy importante no sólo conocer, sino sobre todo respetar esta diferencia entre procesos políticos y procesos sociales. No es deseable controlar política­mente estos últimos. Y no es deseable, sobre todo, porque no es posible. Nin­gún experto o grupo de expertos puede poseer el conocimiento nece­sario para hacerlo. Los intentos de ingenie­ría social acaban en el más ro­tundo fracaso, dañan la libertad, inhiben la creatividad y desperdi­cian los recursos humanos y materiales. La idea de orden social como orden espontáneo, propuesta brillantemente por F.A. Hayek, me sigue pare­ciendo plenamente váli­da, aunque requiera tal vez algún ligero re­toque.

Incluso en el ámbito estrictamente político, que ya hemos conside­rado más afín a una organización, la idea de proyecto de ingeniería sus­cita dudas y temores. Querer alterar instituciones seculares sin la debida reflexión, sin que preceda un debate social sereno, reposado y profundo, sin tener en cuenta la sensibilidad y las convicciones de buena parte de los ciudada­nos, así como las dinámicas espontáneas de la libertad, únicamente porque se posee la mayoría parlamentaria para hacerlo, es signo de la presunción que suele acompañar a la poca inteligencia y a la ceguera ideo­lógica. Dos fenómenos que, por desgracia van casi siempre juntos. La política ha de res­petar y favorecer la libre colaboración social, sin pretender encorsetar­la o adecuarla a las intuiciones del “experto” que detenta el poder. Some­ter el conocimiento colectivo y secular a las ideas de un gobernante o grupo de gobernantes supon­drá siempre, cuando menos, un gran empobrecimiento de la vida so­cial, y, muchas veces también, un irrespe­tuoso e injusto atropello, sea cual sea la intención a la que responda. Atropellar y empobrecer es precisamente lo que la buena política nunca hace.

El autorÁngel Rodríguez Luño 

Profesor ordinario de teología moral fundamental
Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma)

Mundo

Quiénes son los cristianos perseguidos de Oriente Medio

Omnes·30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 11 minutos

Óscar Garrido Guijarro*, profesor de Relaciones Internacionales

Los acontecimientos en Oriente Medio forman parte de la actualidad informativa que envuelve nuestras vidas. En medio de las dolorosas e inquietantes noticias que nos llegan desde allí aparecen términos como coptos, caldeos o maronitas que nos resultan familiares, pero posiblemente no sepamos bien dónde situarlos o de dónde provienen. Óscar Garrido, autor de Arrancados de la Tierra Prometida (San Pablo, 2016), analiza en estas páginas la delicada situación de los cristianos en el mundo árabe.

En ese complejo mosaico étnico-religioso del Oriente Medio, muchos desconocen que hay países que no son completamente musulmanes, o se ignora que alrededor del 40 % de la población libanesa es cristiana, que los cristianos suponen el 10 % de la población en Egipto, o que representaban hasta hace bien poco un 10 % en Siria y un 5 % en Irak.

Por lo general, los árabes cristianos en Oriente Medio son ciudadanos de segunda clase en su propia tierra –en términos de libertades, igualdad y derechos sociales y políticos– y han sido y son objeto de ataques, discriminaciones y persecuciones, aunque con diversa intensidad dependiendo de la época y del país que se trate. Los cristianos han sido discriminados de manera clara, y así ha quedado “legislado” a lo largo de la historia del islam, y lo sigue siendo ahora en nuestra época contemporánea.

Con respecto a su influjo en Occidente, los cristianos árabes, por ejemplo, nunca han ocupado un papel significativo en la política de Estados Unidos, principal valedor de los valores occidentales en Oriente Medio. Y aunque entienden que Europa ha mostrado en ocasiones sensibilidad hacia su delicada situación, sin embargo saben de las limitaciones europeas. Europa se ha convertido en un continente post-cristiano que, además, carece del poder militar necesario. Y la actuación de las potencias europeas en defensa de los árabes cristianos a lo largo de la historia ha conllevado problemas para estas comunidades. Las circunstancias de peligro se han incrementado para los árabes cristianos cuando se han visto envueltos en medio de conflictos entre musulmanes y europeos, porque a veces los musulmanes han percibido a los árabes cristianos como colaboradores del enemigo.

Presente y perspectivas de futuro

Los recientes acontecimientos que han causado o están causando cambios en el devenir político y social de Irak, Siria y Egipto afectan sin duda al estatus de las comunidades árabes cristianas en estos países. El auge del islamismo político –fundamentalista y moderado–, que propone volver a una estructura política basada en la tradición legal islámica –sharía– está conduciendo a las comunidades árabes cristianas a una marcha atrás en términos de libertades y derechos; y lo que es más grave: el derecho más básico, el derecho a la vida, se ve amenazado para muchos cristianos. La noción de ciudadanía y de igualdad de derechos, tal como es considerada en la cultura política occidental, todavía está sin resolver en la tradición cultural y política musulmana, donde esta noción de ciudadanía sigue descansando en la filiación religiosa y no en la filiación al Estado.

En los últimos años la dictadura laica de Irak ha sido derrocada, la de Egipto peligró con la llegada de los Hermanos Musulmanes al poder y la de Siria está tocada de muerte. Como acertadamente ha descrito M. A. Bastenier, “el régimen tiránico y sanguinario de Sadam Hussein era la hermética tapa que cerraba la caja de Pandora. En su territorio no prosperaba Al Qaeda porque entre las gravísimas taras del dictador –como Assad en Damasco– no figuraba el integrismo religioso, y su dictadura no consentía competidores”. Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, ha subrayado también que “la primavera árabe que transformaría democráticamente Oriente Próximo ha resultado ser un periodo de violentas incertidumbres y realineamientos geopolíticos inesperados. Los optimistas estrategas de la promoción de la democracia no previeron que la caída de los dictadores podría generar una fragmentación violenta de la región”.

 Mártires del siglo XXI

La instauración del Califato por parte del grupo terrorista Daesh en zonas de Irak y Siria en junio de 2014 ha hecho visible ante los ojos de la opinión pública mundial las violentas persecuciones que sufren los cristianos en Oriente Medio. Las macabras fotografías y vídeos de torturas y crucifixiones de cristianos aireadas por los propios terroristas para sembrar el pánico han supuesto un toque de atención a las conciencias de muchos líderes políticos y sociales del planeta. El impactante vídeo de los terroristas de Estado Islámico decapitando a cuchillo en una playa de Libia a 21 cristianos coptos egipcios dio la vuelta al mundo en febrero de 2015. Lo mismo las imágenes de las casas de los cristianos marcadas con la letra árabe nun –inicial de la palabra “nasrani” (“nazarenos”)–, que nos recuerdan las prácticas nazis para estigmatizar y aterrorizar a los judíos, y que han hecho caer en la cuenta al mundo entero de este fenómeno de salvaje persecución contra los cristianos denunciada en tantas ocasiones, también antes de la irrupción de Daesh.

Por aquel entonces la activista somalo-holandesa Aayan Hirsi Ali publicaba un artículo en el semanal norteamericano Newsweek titulado La guerra global contra los cristianos en el mundo musulmán. Aayan Hirsi Ali denunciaba que “los cristianos están siendo asesinados en el mundo islámico a causa de su religión. Es un creciente genocidio que debería provocar la alarma global […]. La conspiración del silencio que rodea esta violenta expresión de intolerancia religiosa debe detenerse. Nada menos que el destino de la cristiandad –y en última instancia de todas las minorías religiosas en el mundo musulmán– está en juego”.

En otro artículo, el secretario ejecutivo del American Jewish Committee, David Harris, ha resaltado la pasividad y el mutismo ante este fenómeno de intolerancia y violencia: “Lo que ha habido es silencio. Como judío encuentro ese silencio incomprensible. Los judíos sabemos muy bien que el pecado del silencio no es una solución ante los actos de opresión. […] ¿Cuántos ataques más, cuántos más fieles muertos, cuántas iglesias destruidas más y cuántas familias más tendrán que huir antes de que el mundo encuentre su voz, manifieste su indignación moral, exija algo más que fugaces declaraciones oficiales de aflicción y no abandone a las comunidades cristianas en peligro?”.

Según la organización Open Doors, en la actualidad alrededor de cien millones de cristianos sufren algún tipo de persecución en más de sesenta países, y más de siete mil cristianos murieron en 2015 por causa de su fe. International Society for Human Rights, una ONG alemana, estima que el 80 % de la discriminación religiosa que actualmente tiene lugar en el mundo está dirigida contra los cristianos.

El 13 de marzo de 2015, cincuenta países firmaron una resolución en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que se reunía en Ginebra, “en apoyo de los derechos humanos de los cristianos y otras comunidades, sobre todo en Oriente Medio”. La resolución, cuyos principales impulsores fueron Rusia, Líbano y la Santa Sede, pide a los países que apoyen la presencia histórica arraigada de todas las comunidades étnicas y religiosas en Oriente Medio, y recuerda que las comunidades cristianas en esta región se encuentran en particular peligro: “Oriente Medio está viviendo una situación de inestabilidad y conflicto que recientemente se ha visto agravada. Las consecuencias están siendo desastrosas para la región. La existencia de muchas comunidades religiosas está seriamente amenazada. Los cristianos están viéndose ahora especialmente afectados. Estos días incluso su supervivencia está en cuestión […]. La situación de los cristianos en Oriente Medio, una tierra en la que llevan viviendo durante siglos y donde tienen derecho a permanecer, es motivo de grave preocupación”.

Tres días después de la aprobación de la mencionada resolución, el representante diplomático del Vaticano ante la Naciones Unidas en Ginebra, Silvio Tomasi, afirmaba: “Tenemos que parar esta especie de genocidio. De lo contrario, en el futuro nos preguntaremos por qué no hicimos nada, por qué permitimos que una tragedia tan terrible sucediera”. Más recientemente el obispo sirio de Homs, Mons. Jean Abdou, ha denunciado la existencia de un verdadero genocidio en Siria y que “a algunos países no les preocupan los cristianos de Oriente Medio”.

Entre las conclusiones del informe sobre libertad religiosa en el mundo en 2016 publicado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el sacerdote sirio católico Jacques Murad

–secuestrado en mayo de 2015 por Daesh y que logró escapar tres meses después, como cuenta en la sección Gente que Cuenta–, subraya que “nuestro mundo vacila al borde de la completa catástrofe desde que el extremismo amenaza con borrar todo rastro de diversidad en la sociedad. Pero si hay algo que nos enseña la religión es el valor de la persona humana, la necesidad de respetarnos unos a otros como un don de Dios”. Y explica cómo, de vuelta a su ciudad, Al Qaryatayn, pudo recuperarse con la ayuda de un amigo musulmán. “Lo más fácil para mí habría sido caer en la ira y el odio, pero Dios me mostró otro camino. A lo largo de toda mi vida de monje en Siria he buscado puntos de encuentro con los musulmanes”.

            El citado informe destaca “el surgimiento de un nuevo fenómeno de violencia religiosa que podríamos llamar ‘hiperextremismo’ islamista”, que se caracteriza por su “credo extremista y el sistema legal y de gobierno radicales, su intento sistemático de aniquilar o expulsar a cualquier grupo que no comparta sus opiniones, su trato cruel a las víctimas, el uso de las redes sociales para reclutar a sus seguidores o intimidar al contrario y la búsqueda de repercusión mundial favorecida por grupos extremistas asociados”.

Los efectos perversos de este hiperextremismo para los cristianos árabes son patentes: “En algunas zonas de Oriente Medio, entre ellas Siria e Irak, está eliminando toda forma de diversidad religiosa”. Debido al radicalismo islamista, según Naciones Unidas el número de refugiados en el mundo ha crecido de 5,8 millones en 2015 a 65,3 millones en 2016.

 Egipto y los coptos

El término “copto” se usa con sentidos diferentes, no sólo en el habitual, que es el religioso. Para la mayoría de los coptos el término no es simplemente una designación religiosa; le dan también un sentido cultural e incluso étnico. Subrayan que el término procede del griego “Aygyptos” y sostienen que la identidad copta está intrínsecamente unida a la identidad, historia y cultura egipcias. Constituyen la mayor comunidad árabe cristiana de Oriente Medio.

La violencia contra los coptos por motivos de identidad religiosa es un fenómeno reciente. Apareció por primera vez en 1972 cuando los musulmanes de la ciudad de Khankah quemaron una iglesia ilegal y destruyeron propiedades coptas. La violencia ha continuado desde entonces. A lo largo de las últimas décadas han sido asesinados unos 1.800 coptos y se han perpetrado cientos de actos de vandalismo contra propiedades de cristianos sin que casi nadie haya sido juzgado por ello, y mucho menos castigado.

El ataque más cruento contra los cristianos tuvo lugar en Alejandría el 1 de enero de 2011 cuando un terrorista suicida atentó contra los coptos que participaban en una iglesia en los oficios religiosos de Año Nuevo. Murieron 21 cristianos y 97 sufrieron heridas. En julio de 2013, tras las protestas que acabaron con el derrocamiento del presidente islamista Mursi, se desencadenaron jornadas de intensa violencia que enfrentaron al ejército con seguidores de los Hermanos Musulmanes. Los coptos fueron violentamente perseguidos por los islamistas, que les acusaban de estar detrás del golpe contra Mursi. Durante el verano de 2013, medio centenar de iglesias y varios centenares de propiedades cristianas fueron atacadas o quemadas y decenas de coptos fueron asesinados. Jordi Batallá, coordinador del trabajo sobre Norte de África de Amnistía Internacional, denunció entonces la pasividad de las fuerzas de seguridad del Estado.

 Irak: asirios y caldeos

Las principales comunidades árabes cristianas en Irak son los caldeos y los asirios. En las últimas décadas del siglo XX los cristianos de Irak, lo mismo que sus compatriotas musulmanes, sufrieron bajo el régimen totalitario de Sadam Hussein, que no toleraba ninguna forma de organización o institución colectiva sin el control directo por parte del Estado. A pesar del reconocimiento constitucional de la libertad religiosa, la religión y la práctica religiosa estaban muy vigiladas. Tras la caída de Sadam Hussein en 2003, Al Qaeda, primero, y Daesh, después, han desatado la caza del cristiano. Sólo entre 2004 y 2009 se registraron unos 65 atentados contra iglesias cristianas en Irak. En octubre de 2010, un centenar de cristianos fueron secuestrados por un grupo de yihadistas en una iglesia asiria cristiana de Bagdad. El resultado fue la muerte de 58 rehenes y 67 heridos. Los secuestradores entraron a tiro limpio durante la misa de víspera del día de difuntos. En la Navidad de 2013, Daesh perpetró una matanza de cristianos en Bagdad. Un coche bomba estalló frente a una iglesia, mientas se celebraba la Misa del gallo. Murieron 38 personas y 70 resultaron heridas.

El 9 de junio de 2014 Daesh se hizo con el control de una considerable parte del centro y del oeste de Irak, y del este de Siria. El 29 de junio publicó una grabación en la que anunciaba la constitución del califato desde Alepo (Siria) hasta Diyala (Irak). Unos días más tarde, Daesh se dirigía en un mensaje por escrito a los cristianos de Mosul a los que amenazaba con la muerte si no se convertían al islam.

En septiembre de 2014, el patriarca caldeo, Louis Raphael Sako, en un encuentro con el embajador de Estados Unidos ante la ONU, Keith Harper, hizo un llamamiento para que se protegiera a los cristianos iraquíes. El patriarca advirtió de que si los cristianos iraquíes no podían retornar a sus lugares de procedencia en la llanura de Nínive, cerca de Mosul, tendrían el mismo destino que los desplazados palestinos. Y añadió: “Los cristianos en Irak tendremos un futuro si la comunidad internacional nos ayuda inmediatamente. La población está decepcionada por la poca ayuda que se ha recibido hasta ahora. Actualmente están desplazados en Irak unos 120.000 cristianos. Necesitan de todo, porque los terroristas de Daesh les han quitado todo.

Siria: melquitas y siriacos

En Siria, las dos principales comunidades cristianas son los melquitas y los siriacos. El Estado sirio se configura como una república bajo una dictadura militar presidida por Bashar Al Assad. Bajo esta dictadura, las comunidades árabes cristianas en Siria son supervisadas por el régimen, pero el gobierno les da libertad para comprar tierras y construir iglesias. Las iglesias dirigen sus asuntos internos con libertad. El gobierno se encarga además de proporcionar a las iglesias luz y agua. Los cristianos practican su fe libremente y las liturgias de las fiestas religiosas son emitidas por los medios de comunicación públicos.

Esta situación ha variado sustancialmente en los últimos cinco años. Inspirada por los levantamientos populares ocurridos en Túnez y Egipto, en marzo de 2011 una multitud de manifestantes sirios se movilizó en la calle contra el régimen sirio. Al Assad respondió utilizando la fuerza militar. Todavía hoy, tras más de cinco años de guerra civil, el régimen sirio continúa desmoronándose sin que existan expectativas de que una intervención externa o una rebelión armada puedan acelerar su caída y poner fin a la represión, que ya ha causado centenares de miles de muertos, desplazados y refugiados.

Con la entrada en el conflicto sirio del Daesh, que lucha por el derrocamiento del régimen de Al Assad y trata de atraer a las fuerzas rebeldes que actúan contra el régimen, la situación del conflicto ha cambiado radicalmente. Así lo experimentan los cristianos sirios, y así también lo perciben Estados Unidos y los aliados occidentales, que pasaron de barajar una intervención armada en Siria contra el régimen de Al Assad, en el verano de 2013, a desarrollar, desde finales de septiembre de 2014 y hasta hoy, una intervención contra Daesh, en colaboración con Al Assad, en suelo sirio.

Entre 2011 y 2013, un millar de cristianos sirios perdieron la vida y unos 450.000 han sido desplazados, según declaraciones del patriarca de Antioquía para los melquitas católicos, Gregorio III Laham. En dos años, la ciudad de Alepo, que anteriormente contaba con la comunidad cristiana más grande de Siria, había perdido la mayor parte de sus miembros. El éxodo de cristianos de Siria es una repetición de lo que ha venido ocurriendo en Irak durante los últimos diez años. En 2014, Daesh se lanzó a la persecución de los cristianos en el territorio que controlaba en el norte de Siria. Según el informe de 2015 de la organización Open Doors, desde que comenzó la guerra el 40 % de la población cristiana ha abandonado el país: alrededor de 700.000 personas. 

Líbano y los maronitas

Los maronitas son la principal comunidad árabe cristiana en Líbano, el único país de Oriente Medio en el que los cristianos –el 40 % de la población– no son una minoría. Es el único país de la zona cuyo Jefe de Estado ha de ser, según establece la Constitución, un cristiano. Este hecho convierte a Líbano en un país singular, aunque también hay que decir que la reciente elección de Michel Aoun ha requerido un año de intensas negociaciones.

Los cristianos en Líbano, como pueblo libre, han tenido la capacidad de liderar el renacimiento cultural e intelectual árabe de la primera parte del siglo XX, y han trabajado como agentes de progreso en Líbano en todos los terrenos: educativo, medios de comunicación, innovación comercial, banca o industria del entretenimiento. Beirut, a pesar de casi tres décadas de guerra civil, es todavía la ciudad más libre del mundo árabe, y continúa además siendo el pulmón para muchos cristianos que han emigrado de Turquía, Armenia, Siria o Irak.

Las revoluciones y cambios de régimen que han sacudido Oriente Medio en los últimos años no han afectado a nivel institucional al país, aunque las consecuencias se hacen notar habida cuenta de la oleada de refugiados sirios que acoge Líbano, más de un millón, en un país de sólo cuatro millones de habitantes.

Palestina e Israel

Las comunidades árabes cristianas que viven en territorio palestino-israelí no son numéricamente tan importantes como las de Líbano, Egipto, Siria o Irak.

En Israel viven unos 161.000 cristianos, el 80 % de origen árabe. La mayoría residen en el norte. Las ciudades con más cristianos son Nazaret (alrededor de 15.000), Haifa (15.000); Jerusalén (12.000) y Shjar’am (10.000).

En territorio palestino (Cisjordania y Gaza) viven unos 52.000 cristianos árabes, en su mayoría melquitas greco-ortodoxos. El resto son siriacos, católicos romanos, greco-católicos, armenios, coptos y maronitas.

 

TribunaCardenal Carlos Osoro Sierra

Después del Año de la Misericordia diseñemos la época nueva

Recién elevado a la dignidad cardenalicia, el arzobispo de Madrid realiza un balance del año jubilar de la misericordia e invita a mirar al futuro, llamando a ser diseñadores y protagonistas de una nueva época de la misericordia.

30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 3 minutos

Siguiendo las huellas de sus predecesores, en el Año de la Misericordia, el Papa ha querido ofrecer a la Iglesia un tiempo de gracia para tomar y asumir un camino claro, atractivo, radical; lo que él mismo nos decía en la bula de convocatoria: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (Misericordiae vultus 10). Francisco nos lo ha recordado permanentemente en estos meses y ha logrado poner en el corazón de los hombres el deseo del Señor: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7).

Ya en los primeros momentos de su pontificado, nos dijo de formas diferentes que la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. Recuerdo que, cuando celebró su primera Misa con el pueblo de Roma, en marzo de 2013, señaló que “el mensaje más contundente del Señor” es la misericordia. ¿Por qué? ¿Nos damos cuenta del mundo en el que vivimos? ¿Percibimos los efectos de trazar fronteras y permanecer siempre en juicio sobre los otros?

Ahora que hemos clausurado el Año de la Misericordia creo que Jesucristo nos volvería a decir más o menos: “No hagáis eso entre vosotros ni con los que os rodean, inclinaos ante cada persona que os encontréis por el camino. Tened el atrevimiento de comenzar la época nueva inaugurada por Mí; lo viejo ha pasado, ha comenzado algo nuevo”. La mejor respuesta a la gracia de este año es imitar al Dios que se hizo hombre para decirnos quién es Él y quiénes somos los hombres: perdona no con decretos sino con caricias, acaricia las heridas de nuestros pecados para sanarlos. Si hemos tenido la experiencia de dejarnos sanar por Dios, salgamos a cambiar este mundo con la gracia y la fuerza que Él nos da.

Como aseguraba san Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II, “la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad”. Y como subrayaba el beato Pablo VI: “Miseria mía, misericordia de Dios. Que al menos pueda honrar a Quien Tú eres, el Dios de infinita bondad, invocando, aceptando, celebrando tu dulcísima misericordia” (Meditación de Pablo VI ante la muerte).

San Juan Pablo II, teniendo presente a santa Faustina Kowalska, intuyó después que nuestro tiempo es precisamente el tiempo de la misericordia. En la encíclica Dives in misericordia, nos decía que “la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia –el atributo más estupendo del Creador y del Redentor–” (n. 13). Y en esta línea, su sucesor, el Papa Benedicto XVI, incidió en que “la misericordia es en realidad el núcleo central del mensaje evangélico” (Domingo de la Divina Misericordia, 30 de marzo de 2008).

Hoy es el Papa Francisco quien, con sus numerosos gestos –con refugiados, ancianos, personas sin techo, etc.– y ahora en la carta apostólica Misericordia et misera, nos vuelve a recordar que “este es el tiempo de la misericordia”. “Cada día de nuestra vida está marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos con el poder de la gracia que el Espíritu infunde en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar. Es el tiempo de la misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura, […] para que los débiles e indefensos, los que están lejos y solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus necesidades, […] para que cada pecador no deje de pedir perdón y de sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre” (n. 21).

Tengamos la osadía de dejarnos conducir por el Señor, en esta nueva época, en este nuevo tiempo, para diseñar el mundo con la misericordia. Prestemos la vida para hacerlo. ¿Os imagináis a todos los hombres del mundo en la comunión y amistad sincera y abierta con Nuestro Señor Jesucristo, dando al mundo la medicina de la misericordia de Dios revelada en Él? Siempre he comprendido esta medicina desde la fidelidad de Dios a todos los hombres: “Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo” (Tim 2, 13). Tú y yo podemos renegar de Dios, darle la espalda e incluso pecar contra Él, pero Dios no puede renegar de sí mismo. Él permanece fiel, siempre fiel, pase lo que pase. No se cansa, espera, alienta, ayuda a levantarse, nunca reprocha nada.

La humanidad tiene profundas heridas, fruto del descarte, los enfrentamientos o tantas esclavitudes nuevas. Muchos creen que no hay soluciones, que no hay posibilidad de rescate. Hombres y mujeres de todas las edades y situaciones sociales necesitan un abrazo que los salve, que los perdone en la raíz y los inunde de un amor infinito. Esta es la misericordia que te ofrece Jesucristo y la que te devuelve al camino. Prueba. No cuesta nada. Basta simplemente con que dejes que te abrace y te perdone. Nunca te pasa cuentas, pues te hace experimentar lo que el hijo pródigo vio y vivió: “Era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15, 32).

Atrevámonos a ser diseñadores y protagonistas de la época de la misericordia, teniendo muy presente todo lo que hemos vivido a lo largo de este año.

El autorCardenal Carlos Osoro Sierra

Arzobispo de Madrid

Experiencias

Consejos prácticos a los profesores de Religión

Omnes·30 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 6 minutos

Ante el inicio del curso escolar, la incertidumbre política reinante está generando gran inestabilidad educativa. No se sabe qué será de la LOMCE, pero con ella o sin ella el encaje académico de la Religión sigue sin estar bien resuelto. Y el profesorado padece la reducción de horarios por opciones ideológicas poco respetuosas con la voluntad de los padres. ¿Qué recomendaciones prácticas cabría hacer?

– Dionisio Antolín Castrillo

Delegado diocesano de Enseñanza de Palencia

Al ponerme a escribir este artículo dirigido a los profesores de Religión y ante el inicio del curso escolar, que está la vuelta de la esquina, resulta que España ha pasado ya por dos elecciones generales, y los resultados habidos y la posterior composición y distribución de escaños en la Parlamento dibuja una situación compleja de verdad: un gobierno en funciones y el mandato popular para que los partidos políticos dialoguen, negocien y acuerden y, desde el pacto, den un gobierno a España.

Del gobierno que se forme va a depender en gran medida la continuidad en la aplicación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). No hay buenas perspectivas. Y es difícil pensar que se mantenga tal y como está.

Hubo un momento en el que los partidos políticos parecían dispuestos a tender puentes y consensos en el campo educativo, dando así respuesta a las demandas sociales. Pero ese tiempo ya pasó y son muy variadas las actitudes. Si forma gobierno el Partido Popular (PP), su LOMCE es y debe ser el punto de partida, pero tendrá que repensar y retrasar su aplicación en aspectos que en algunas  autonomías no están todavía desarrollados, en otras están siendo ralentizados  y, desde luego, se aplican con muchas dificultades, incluso en aquellas comunidades con gobierno del PP. Si forma gobierno el Partido Socialista (PSOE), la LOMCE es lo primero que derogará, como ha anunciado reiteradamente, aunque tendría serias dificultades para sacar adelante una nueva ley, también por la mayoría absoluta del PP en el Senado,

Encaje académico

Me disgusta oír en tertulias televisivas o leer en artículos de periódicos el soniquete de que es necesario eliminar el encaje académico de la asignatura de Religión como condición para mejorar el sistema educativo. Paradójicamente, por lo que he leído recientemente, las propuestas educativas van por otro lado: los países que integran la OCDE proponen que la prueba PISA de 2018 incluya, junto a las pruebas ya conocidas de Matemáticas, Lectura y Ciencias, un cuestionario que analice la actitud de los alumnos de 15 años y evalúe la competencia global de los alumnos para vivir en un mundo inclusivo en el que se reconozca y respete la diversidad cultural y religiosa. Ciertamente, debemos ponernos ya de acuerdo sobre la necesidad de dotar a los alumnos de herramientas para gestionar un futuro cambiante en el que no van a ser suficientes las soluciones científico-técnicas y donde se exigen unas opciones éticas claras. Hoy tiene más sentido y es más necesaria que nunca la presencia de la Religión en la escuela pública.     La escuela es el espacio en el que debe articularse curricularmente, en diálogo parejo con las demás asignaturas, el reconocimiento de la diversidad religiosa. Hay que seguir reivindicando que no es mejor sistema educativo el que prescinde de la dimensión espiritual o aquel que no tiene hueco académico para acoger la diversidad cultural y religiosa.

Calendario de aplicación de la LOMCE

Por otro lado, la LOMCE avanza y cumple su calendario con los cursos que faltaban.

Ya conocemos la regulación estatal y autonómica para todos los niveles de la enseñanza obligatoria y, por tanto, la diferente carga lectiva para cada uno de los cursos. El trato tan diferente proporcionado a la asignatura en cada una de las Comunidades Autonómicas ha llevado a maestros, profesores, padres, delegados diocesanos y obispos a un desconcierto-hastío descorazonador. Los recursos ante los tribunales han sido numerosos; y las sentencias, favorables. Pero hemos de seguir denunciando para que, desde el Ministerio, se cumpla la ley  reclamando de las autonomías una carga lectiva digna y que se imparta la Religión con la calidad pedagógica que se exige para las demás asignaturas.

Estabilidad del profesorado

Los maestros-profesores que imparten religión, trabajadores de lo público como los demás con igual preparación e implicación, no pueden convertirse en prescindibles en función de opciones ideológicas unilaterales, no consensuadas con la comunidad, y claramente no compartidas por tantos padres y madres que, como señalan las estadísticas, eligen cada curso de forma mayoritaria la asignatura de religión para sus hijos.

En medio estamos los delegados diocesanos de Enseñanza, a quienes los departamentos de recursos humanos de cada Comunidad Autónoma comunican las necesidades educativas para los centros educativos de aquella diócesis y les piden sus propuestas de profesorado. Con auténticos juegos de muñeca y gran dolor de corazón buscamos cómo hacer compatibles la reducción de horas lectivas en Primaria con el número de profesores que tenemos en plantilla. A veces, las jubilaciones han sido la solución. Pero realmente ha sido la solidaridad entre el profesorado, el perder todos para que nadie se quede sin trabajo, lo que ha abierto camino. Todo ello con el peligro de tener profesionales sólo a media jornada.

Currículo

Ya disponemos de currículo de Religión católica para todos los niveles educativos (Primaria/Secundaria/ Bachillerato), que se ajusta perfectamente al marco pedagógico de la LOMCE. Un currículo que subraya la legitimidad y fundamentación de la Religión en el marco de la educación integral y de su contribución educativa (esta perspectiva es más pedagógica y no se basa tanto en los acuerdos Iglesia-Estado y el derecho de las familias).

Es un currículo que asume el marco curricular de la LOMCE, al vincular las aportaciones de la enseñanza de la Religión a la finalidad propia de la Escuela, al presentar el aprendizaje por competencias y al afirmar que la Religión asume como punto de partida los objetivos que se fijan para cada etapa en el desarrollo de las diversas capacidades.

Un currículo que estructura los contenidos en cuatro bloques que recogen el saber antropológico cristiano acumulado a lo largo de los siglos. Se explica que en los cuatro bloques se incluyan conceptos, procedimientos y actitudes que están orientados al logro de los objetivos de la etapa.

Por cierto, en la resolución ministerial del 13 de febrero de 2015, que ordena la publicación del nuevo currículo, se dice que el alumnado de Bachillerato que así lo solicite tiene derecho a recibir la enseñanza de Religión católica; que a la jerarquía le corresponde señalar los contenidos de dicha enseñanza, así como la determinación del currículo y de los estándares de aprendizaje evaluables que permitan la comprobación del logro de los objetivos y la adquisición de las competencias correspondientes a la asignatura de Religión; que se incluirá la Religión católica como área o materia en los niveles educativos que corresponda; que será de oferta obligatoria para todos los centros y de carácter voluntario para los alumnos; que las decisiones sobre utilización de libros de texto y materiales didácticos y, en su caso, la supervisión y aprobación de los mismos es competencia de la autoridad religiosa.

El turno del profesor

Ahora la tarea corresponde a cada profesor. Es él el último peldaño en el que se concreta el currículo. Sobre él y su dedicación recae, en gran medida, lo que representa la asignatura en los centros educativos. Es, por tanto, necesario hacer la actualización pedagógica que reclama el momento. Ahí debiéramos estar atentas las delegaciones diocesanas de Enseñanza. Y propongo algunas tareas posibles:

-Pienso que es necesario conocer el nuevo marco curricular de la LOMCE por las consecuencias e impacto significativo en las programaciones didácticas y en el modo de impartir clase a partir de ahora. En concreto la Orden ECD/65/2015, del 21 de enero de 2015, sobre la relación entre los componentes del currículo, ayudará a comprender el lugar de las asignaturas, Religión incluida, en el nuevo marco pedagógico de la LOMCE, donde aparecen todas ellas vinculadas al logro de los objetivos de etapa y de las competencias clave.

-El nuevo currículo de Religión para las tres etapas en las que ha sido renovado con motivo de la LOMCE trata de justificar los porqués de la enseñanza de la Religión en el sistema educativo. Creo conveniente leer o releer el documento episcopal de 1979 sobre la identidad escolar de la enseñanza de la Religión. Es un documento clave, elaborado en un momento clave.

-Como es lógico, un reto siempre esencial en la formación, tanto inicial como permanente  del profesorado de Religión, debe tener presente una buena síntesis teológica del mensaje cristiano. Hay materiales muy buenos; al lado de los de la Conferencia Episcopal Española, ya conocidos, hay otros que abren nuevas perspectivas de acceso. Me parece muy bueno el del editorial Verbo Divino, Un Dios que actúa en la historia (son tres libritos: Antiguo Testamento; Jesucristo; Iglesia. Aborda el tema desde los textos, en un lenguaje sencillo, en perspectiva de trabajo en grupo, etc.).

En fin. Estoy convencido de ello. Por encima de las incertidumbres políticas, de la legislación, de los neologismos pedagógicos con los que se justifican las reformas, de los recortes, de tantas cosas… lo que el  profesor de religión encuentra son alumnos, vidas en construcción que reclaman lo mejor de ellos, y sé que la mayor parte de ellos –si no todos– hacen todo lo posible por darlo. Y están convencidos de que la educación sirve de preludio, acompañamiento y siembra, para poder recoger luego una respuesta personal y madura a la transcendencia o la adhesión a Jesucristo.

Experiencias

Artesanía religiosa: las manos ocupan el lugar fundamental

La reciente restauración de la monumental custodia de la Catedral de Toledo, llevada a cabo por Talleres de Arte Granda con un equipo multidisciplinar compuesto por historiadores, plateros, gemólogos, etcétera, trae a la actualidad la insustituible contribución de artesanos orfebres y textiles al desarrollo de la liturgia, a la adecuada riqueza del culto y a la misma devoción religiosa. Estas páginas describen el momento actual y el futuro de estos oficios artesanos.

Omnes·29 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 10 minutos

El orfebre Enrique de Arfe realizó la custodia eucarística de la catedral de Toledo entre 1515 y 1523. La reciente restauración de esta gran pieza de orfebrería, de estilo gótico flamígero, ha exigido desmontar sus 5.500 piezas, entre ellas un total de 260 estatuillas. La restauración coincide, además, con que los talleres madrileños encargados de estos trabajos –Talleres de Arte Granda, fundados en 1891 por el sacerdote asturiano Félix Granda– celebran 125 años de existencia. PALABRA ha conversado varios de sus artesanos para acercar a nuestros lectores al mundo de la artesanía religiosa, sin la cual la liturgia perdería su esplendor y la devoción se resentiría. Así nos lo sugería Juan Carlos Martínez Moy, escultor: “Las imágenes religiosas y los objetos de culto no hay que verlos como ídolos, sino como ventanas que dan al cielo”.

Bordadoras y confeccionistas

Uno de los oficios artesanales fundamentales es el de bordadoras y confeccionistas de casullas, capas pluviales, albas, manteles, etcétera. En el taller de Los Rosales, en Villaviciosa de Odón, dependiente de Talleres de Arte Granda –explica la diseñadora Pilar Romero–, “llevamos a cabo tres tipos de bordados: bordado en aplicación; bordado matizado, que reproduce imágenes con hilos de seda natural; y bordado clásico español en hilo de oro, con el que se adornan los mantos de la Virgen, tan característicos en Andalucía”.

Los bordados en los manteles se suelen hacer a máquina, pero son artesanales porque el dibujo se guía con las manos. “Todo lo que hacemos es artesanal, ya que las manos ocupan un lugar fundamental”, subraya Pilar. Reconoce que cada vez más se emplea el bordado a máquina, por ordenador, que transforma en puntadas el diseño digitalizado. Resulta más económico, pero el ideal del oficio es la calidad, la belleza y que el producto sea litúrgicamente adecuado.

De unos años acá ha cambiado la mentalidad y el futuro está, opina Pilar, “en introducir tecnologías; pero el bordado a mano y la confección artesanal no creo que se pierdan, no es conveniente incluso técnicamente. Los buenos talleres, como el nuestro, ponen mucho empeño en la calidad de su trabajo artesanal”. Una señal de esto es, a su juicio, que los jóvenes seminaristas siguen encargando para su primera Misa buenas casullas. Hace poco “un seminarista español encargó una casulla del catálogo, pero bastante rica, con bordados a mano. Y como no disponía de dinero, propuso a su familia y a sus parroquianos que, en lugar de regalarle otras cosas, participaran todos en esa compra”.

En casi todos los oficios que sirven a lo sagrado hay gran escasez de artesanos y la edad media de las bordadoras que conocen el oficio es alta. El propio taller, comenta Pilar, “se ha convertido en estos 58 años en escuela de formación. Ahora nuestra cantera proviene de escuelas de formación profesional con las que colaboramos. Alumnas de patronaje, confección y moda hacen sus prácticas en el taller”.

Pilar es historiadora del arte, pero “siempre quise trabajar en algo manual, porque desde pequeña tengo facilidad. La carrera me ha dado formación estética y me ayuda mucho a la hora de diseñar, que es mi trabajo fundamental”.

En otro orden de cosas, comenta que “las personas con fe tenemos una visión más completa de ese trabajo”. El trabajo es similar a confeccionar un buen vestido civil, pero “lo nuestro tiene como destino la Misa, el culto, la liturgia. Creo que nunca comprenderemos del todo lo que significa esto”.

Al final de nuestra conversación nos enseña las casullas que ha diseñado para los tres últimos Papas. Mostrándome la foto del Papa Francisco con la más reciente, sobria y con bordados a máquina, concluye con orgullo y una amplia sonrisa: “Sí, los últimos tres Papas han sido mis mejores clientes”

Plateros

Juan Tardáguila es platero y fabrica piezas de orfebrería: cálices, custodias, viriles, navetas, incensarios… Trabaja el latón, la plata, el oro y el acero para los vástagos de los vasos sagrados, materiales todos ellos de una cierta pureza que no se oxidan. Explica que se metió en el oficio a los 15 años, más por necesidad que por vocación, y que el aprendizaje ha sido largo: “Manejarlo todo es muy difícil; se necesita casi toda una vida. Exige, además, gran creatividad”.

Le preocupa el futuro porque formar gente joven resulta difícil. Hay escuelas, pero la formación que imparten es insuficiente y hay que completarla en el taller. Antes había más sitios donde trabajar, pero ahora el mercado se ha reducido. En Andalucía es donde hay más plateros.

Para Juan la calidad de una pieza, aparte de los materiales, está en su diseño. Es diferente una pieza exclusiva, fuera de catálogo, de la que se reproduce en serie. En la primera no se usan moldes y se hace a medida. Requiere más dedicación y es más cara.

Juan se siente orgulloso de haber trabajado en la restauración de la custodia de Toledo: “Me ha impresionado cómo en el siglo XVI pudieron hacerla. Hoy nos ayuda la tecnología, pero entonces tenían que hacer la misma materia prima en el propio taller: chapa, hilo, tornillos y tuercas de plata… De allí vienen tantos procedimientos orfebres”. Le motiva hacer bien su trabajo y que la gente lo aprecie: “A veces nos llegan las enhorabuenas de los clientes, y es una gran satisfacción”.

Por último, se muestra escéptico con la mecanización de su oficio: “En las piezas exclusivas no pueden entrar demasiado las máquinas. Casi todo hay que hacerlo a mano. En la repetición de piezas sí, pero se corre el peligro de desplazar a los artesanos. Es lo que ha pasado con los grabadores: quedan ya muy pocos y dependemos casi por completo de las máquinas que, sin embargo, no son válidas o rentables para algunos trabajos, como grabar una fecha. Y al no compaginar hombres y máquinas se acaban perdiendo las técnicas artesanales”.

Broncistas

Juan Carriazo es broncista especializado en hacer sagrarios. Explica que son normalmente de latón, pero tienen partes recubiertas con oro de 24 quilates o plata, y suelen tener dos carcasas: una interior, donde se depositará el Santísimo, y la exterior. Luego se añaden los elementos decorativos. También se instala la cerradura. “Cada vez nos piden más cerraduras de caja fuerte y planchas de acero de refuerzo por motivos de seguridad”.

Un sagrario bueno lo es por su diseño exclusivo y bonito, y por el enriquecimiento que se le añade: esmaltes, grabados, columnas, joyas…, aunque éstas las suele aportar el cliente. Y está también la mano de obra: “Hay sagrarios que exigen más de tres meses de trabajo: unas 400 horas”, asegura Juan.

Juan comenta con enorme satisfacción: “Tengo sagrarios hechos por mí en los cinco continentes. De todos conservo una fotografía. El mejor fue el de la Catedral de Alabama, de estilo gótico, con brillantes en su interior de plata  y con esmaltes: ¡espectacular! Tardamos dos años en realizar ese encargo de la catedral”. Y explica que trabaja en esto “por tradición familiar, no lo aprendí en la escuela.  Mi padre trabajó aquí durante cincuenta años, y un tío mío también estuvo aquí 50 años. Al entrar a trabajar a los 14 años me gustó el oficio, y hasta hora”.

Y para que me haga una idea del reto que supone cada sagrario, me cuenta el caso de un cliente que vino con una puerta de sagrario peculiar –tenía un mecanismo de apertura–, y le pidió un sagrario para esa puerta.

Juan se jubilará pronto, pero afirma que el futuro de su tarea está asegurado con sus dos aprendices. Pero advierte que “la artesanía tiene que gustar mucho. Si no, la acabas dejando. Y te tienes que implicar. Pero es un oficio precioso del que estoy muy orgulloso”.

Esmaltistas

“El esmalte es una técnica artesanal muy antigua. No se conoce muy bien su origen, pero como los principales elementos del esmalte son el metal y el vidrio, exigen un grado de civilización importante”, explica Montse Romero.

Los primeros restos de esmaltes, añade, aparecen en Mesopotamia, pero fueron los egipcios quienes desarrollaron el vidrio coloreado e iniciaron esta técnica para adornar con color el metal. Se hacía también con piedras preciosas, pero los esmaltes dan mucha versatilidad a los adornos. Por eso el esmalte siempre ha ido en paralelo con la orfebrería religiosa, aunque también se hacen esmaltes para joyería y decorativos (con motivos religiosos o no), como el cuadro de la Virgen que Montse me señala frente a donde charlamos.

Ahora se hacen menos esmaltes, porque es una técnica cara, sobre todo por la mano de obra cualificada que exige. Por su gran dificultad técnica, hay muy poca gente que sepa hacerlos. Ahí el buen artista tiene que ser también un buen artesano, pues son procesos en los que “o se dominan los materiales o ellos te dominan a ti. Hay que dominar el fuego –con hornos a más de 800 grados–, el vidrio y el metal. Y aunque el metal y el vidrio parecen materiales muy diferentes, tienen dilataciones parecidas y se adhieren por la acción del calor sin llegar a fundirse. Pienso que con el tiempo esta artesanía se valorará más que ahora”.

“Lo que hace valioso un esmalte es la habilidad del artesano y la expresividad que consiga. Los materiales no son caros: el cobre, la plata y el vidrio, que es sílice con pigmentos. Y hay que tener en cuenta que no hacemos nada estándar: todos los esmaltes están hechos a mano. Me pueden encargar un cáliz con esmaltes de los evangelistas, pero al final cada evangelista que hago es distinto. No hay moldes con los que se puedan reproducir los mismos esmaltes. Es algo parecido a pintar a mano, pero sobre el cobre y con vidrio”.

Montse reconoce que la artesanía religiosa supone un plus de motivación. “Una vez pinté una Virgen y me invitaron a la bendición de la imagen. Me impresionó muchísimo cuando vi a todo un pueblo en fila para besar la imagen. Yo me quedé en un rincón sentada y conmovida. Imagino que Dios tendrá en cuenta un trabajo que es para su servicio. También los que no tienen fe se dan cuenta de que hay algo más, de que tienen que hacer el trabajo muy bien porque tenemos un cliente muy especial: la Iglesia”.

Mi empeño, observa Monte, es “conseguir que cada imagen transmita algo. Y eso, hoy por hoy, no lo hace la máquina”. Pero el oficio “tiene lógicamente que evolucionar. Se pueden introducir máquinas que quiten el trabajo duro, como conformar las piezas, o el lijado del metal, pero la esencia artesanal va a continuar, estoy convencida”.

La crisis ha afectado mucho a la cantera de esmaltistas y son los talleres los que funcionan como escuela de aprendices. Hoy, salvo en Cataluña, hay poca gente inclinada hacia el oficio. Montse, que es arquitecta de interiores, lo aprendió en el taller, en estos 18 años que lleva trabajando como esmaltista y policromadora en Granada.

 Pulidores

José Chicharro explica su oficio indicando que, al final, todas las piezas de orfebrería han de pasar por sus manos: “Yo les doy vida; sin mi trabajo, por muy bien que trabaje el orfebre, no lucirían”.

También este oficio se aprende en el taller: “Yo empecé a los 18 años. Aprendí mucho en una platería familiar. En este oficio se requiere bastante fuerza, porque hay que apretar y por el peso de algunas piezas. Y hay que saber algunos trucos, sobre todo para las piezas planas”.

Advierte que “las máquinas automáticas son rentables cuando se trata de muchas piezas iguales, pero las de orfebrería religiosa son muy diferentes y las máquinas no acaban de compensar. Un sagrario, por ejemplo, tiene unas cien piezas y hay que pulir cada pieza a mano. Por eso sale caro. Pero ahí está la calidad y el arte”.

También comenta su satisfacción al entrar en las iglesias y ver las cosas relacionadas con su oficio. Hace poco vio en la catedral de Granada un sagrario que había salido de su taller. Disfrutó mucho presumiendo con los que estaban allí de que lo había pulido él. Y sobre todo, “estoy muy contento del templete de plata que pulí para una custodia de Vigo. Cuando ves gente viendo tu trabajo sientes una gran satisfacción”.

A José le faltan pocos años para jubilarse. Por eso comenta: “Creo que he dejado un legado bastante importante a mi aprendiz. Para que no se pierda el oficio se necesita gente joven, pues muchos artesanos estamos cerca de la jubilación”.

Escultores y tallistas

El imaginero o tallista, explica Juan Carlos Martínez Moy, es un tipo de escultor dedicado a la talla en madera, policromada y de tema religioso. Algo muy específico. Él, sin embargo, se considera escultor: “Talla directa he hecho alguna, pero pocas en comparación al barro, que es lo que más trabajo. Casi todo lo que hago es figurativo y religioso, porque son los encargos que más llegan al taller”. En su opinión, “el folio en blanco de la escultura es el barro. A fuerza de trabajar con él, para mí se ha convertido en el material más noble: tiene una expresividad que no lo tiene ningún otro. Parto de un boceto de barro y luego se hace el molde del que se saca la pieza, o bien se digitaliza y se reproduce después en el tamaño que se quiera. El mundo digital facilita multitud de pasos, aunque en estos últimos diez años he repetido muy pocas cosas”.

Señala que “la cara de la figura es donde más me vuelco, porque es lo que más transmite, especialmente en el arte sacro. Puedes coger un tronco de árbol sin descortezar, hacer una cara y una mano bonitas, y no hace falta más”. También subraya que “mi mayor ilusión es que la Iglesia sea vanguardia artística, como lo fue antaño, y que el lenguaje del arte moderno sirva como expresión del Evangelio, que eso es el arte sacro. Joseph Ratzinger escribió que el icono está destinado a remover el eco de lo sagrado que todos llevamos dentro. Y ese es mi objetivo: que una obra mía conmueva, porque es la ventana al cielo. Por eso procuro cuidar mi vida espiritual: la necesito para mi trabajo. Muchas veces he tenido ideas artísticas rezando”.

Juan Carlos lamenta los pocos escultores que se dedican arte sacro: “Algunos hacen incursiones, pero no siempre afortunadas”. Donde hay más imaginería es en Andalucía, en Sevilla concretamente. Y no hay más artistas porque es difícil vivir de la escultura.

Policromadores

Begoña Espinos se dedica a policromar los objetos de arte religioso: “Este oficio artesanal es antiquísimo. Y ya en el románico y gótico aparece la técnica del estofado, que es la reina de la policromía. Se trata de una técnica difícil y para la que se requiere mucho pulso y, sobre todo, muchas horas. No sólo es cara por el material, sino porque se tiene que hacer a mano. De momento no es posible mecanizar la policromía, porque para dar ese toque que favorece la expresividad de una imagen hacen falta las manos del artesano”. Aunque explica que ahora se hace una policromía más neutra. Incluso se dejan las imágenes tal cual.

Hay buenos policromadores en Inglaterra. También abundan en el sur de España y en Madrid. Ella llegó al oficio por una clara vocación profesional y subraya que “cuando se trata de imaginería religiosa, lo haces con más cariño, porque sabes que detrás hay algo sagrado, que tienes que hacerlo muy bien para que a la gente le dé devoción. Yo, además, rezo mucho a las imágenes en las que estoy trabajando”.

Restauradores

Dulce Piñeiro explica que “el arte me ha gustado siempre, pero no me veía como artista, sino más bien como médico de las obras de arte”. Y la restauración, añade, “es un oficio muy necesario. Es importante que la gente se plantee la conservación de sus piezas más valiosas. Muchas veces no conocen su valor histórico-artístico y, más que adquirir otras nuevas, quizá lo oportuno sería restaurar aquellas y devolverlas al culto. Nosotros nos ocupamos de valorar si es oportuno el arreglo o la restauración, y cuál sería la limpieza adecuada.

Explica que “hay muchas obras de arte que se han estropeado por ignorancia”.

Y señala que “una restauración buena es la que respeta el original, está documentada, fotografiada, es reversible y da pistas a los restauradores que vengan detrás. Es el caso de la restauración de la custodia de la catedral de Toledo: las indicaciones de los anteriores restauradores nos han sido de gran ayuda. Trabajaron muy bien y ahora la custodia ha podido recuperar de nuevo su esplendor, que no significa que brille más. Pulirla de nuevo hubiera supuesto eliminar material. Sí se han eliminado arañados, imperfecciones y suciedad”.

Por último, Dulce insiste en que la principal dificultad en su trabajo es hacer ver a los clientes que a veces no es conveniente que la pieza quede como si fuera nueva.

Experiencias

Migrantes: los muros no son la solución

Primero fue Lampedusa, luego Lesbos; el Mediterráneo convertido en cementerio; sirios huyendo de la guerra; centroafricanos buscando las costas italianas desde Libia… Los flujos migratorios se multiplican, y encuentran muros. “Los muros no son la solución. El problema permanece con más odio”, afirma el Papa Francisco.

Rafael Miner·28 de diciembre de 2016·Tiempo de lectura: 8 minutos

El proceso de desmantelamiento del campamento de refugiados de Calais (Francia), donde han estado alojados miles de inmigrantes que deseaban llegar al Reino Unido, ha sido noticia estos días.

Muchos han sido redistribuidos en centros de acogida repartidos por toda Francia, aunque en torno a dos mil, bastantes de ellos menores, preferían quedarse como fuera posible para intentar alcanzar Gran Bretaña, donde aseguran tener familiares a los que no saben si alguna vez en su vida podrán ver y abrazar.

La mayoría de los analistas consideran que se trata de otro parche ante un tema de enorme envergadura, como el de los flujos migratorios, realmente poliédrico, pero que tiene como protagonistas a cientos de miles de personas -millones si se suman las cifras desde hace años-, completamente desesperadas por alcanzar un futuro mejor, más digno, y salir de la pobreza extrema.

Las cifras son tercas. Desde enero a primeros de octubre de este año 2016, en poco más de nueve meses, más de trescientos mil migrantes han llegado a Europa a través del Mediterráneo; casi 170.000 por Grecia, y 130.000 a través de Italia, y se han ahogado o han desaparecido más de 3.500 personas. En el momento de publicarse este número de Palabra, quizá la cifra ascienda a cuatro mil.

Hace muy pocos días, el país heleno, inmerso en una importante crisis económica y financiera, ha solicitado ayuda urgente para atender a 60.000 refugiados que han quedado atrapados en su país tras el cierre de las fronteras por el pacto entre la Unión Europea y Turquía. “Necesitamos mantas ahora”, dice el gobierno griego.

Lampedusa

Desde que fue elegido para llevar el timón de la barca de Pedro, el Papa Francisco ha seguido muy de cerca el drama de la inmigración.

Lo mostró en julio de 2013, al disponer que su primer viaje oficial fuera a la isla siciliana de Lampedusa, de apenas cinco mil habitantes, conocida por el desembarco continuo de inmigrantes, y por innumerables naufragios.

Allí, el Santo Padre golpeó los corazones y se refirió casi por primera vez a un fenómeno que haría reflexionar al mundo: la “globalización de la indiferencia”.“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias?”. “Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto… La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”, dijo el Papa.

¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Nadie. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita”.

Niños en la degradación humana

Tres años más tarde, el pasado 13 de octubre, el Papa Francisco ha hecho público el “Mensaje para la Jornada anual del Migrante y el Refugiado 2017”, en el que denuncia que “los niños emigrantes acaban en lo más bajo de la degradación humana”. El título específico de su mensaje es “Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz”. El texto advierte sobre todo del grave riesgo que corren los que viajan solos, y reclama su “derecho a jugar”.

El discurso del Santo Padre tenía lugar justo el día en que asociaciones humanitarias y ONG informaban sobre la desaparición de alrededor de diez mil menores inmigrantes tras haber llegado a Europa.

Sólo a Italia han llegado desde Libia 16.800 menores no acompañados en lo que va de año: acaban viviendo en la calle, desapareciendo, como clamó Francisco. Sólo los más afortunados, o más pequeños, son acogidos en hogares con familias.

El Papa criticó que “en lugar de favorecer la integración social de los niños emigrantes, o programas de repatriación segura y asistida, se busca sólo impedir su entrada, beneficiando de este modo que se recurra a redes ilegales”.

Los medios informan que desde que la Unión Europea firmó el acuerdo con Turquía, la llegada de sirios, y también de otros inmigrantes de otros países de Oriente Medio, a través del mar Egeo, ha disminuido.

Pero Libia ha tomado el relevo. A Libia llegan emigrantes en oleadas procedentes de otros países africanos, huyendo del hambre, de la sed, de la pobreza, de las guerras. Y la salida natural es hacia Italia.

Muros polémicos

La cuestión ahora podría centrarse en analizar si comienzan a surgir iniciativas que secunden de algún modo, aunque sea parcial, los llamamientos del Santo Padre.

Es cierto que la Unión Europea ha comenzado a firmar acuerdos con varios países africanos -Nigeria, Senegal, Mali, Níger y Etiopía-, como veremos enseguida. Sin embargo, la intensa actividad en la construcción de vallas y muros, o al menos en su anuncio, con el fin de evitar efectos llamada, no invita al optimismo.

En el otro lado del Atlántico, el candidato republicano Donald Trump, en plena recta final de campaña, reiteraba la promesa que ha molestado tanto al mundo hispano: “Quiero construir el muro, tenemos que construir el muro” (con México). Aunque ya no repetía lo que ha indignado aún más a los mexicanos estos meses: que tendrían que pagar ellos la factura de los más de tres mil kilómetros.

A este lado del océano, en simultáneo al desmantelamiento de “la jungla” de Calais, Francia y Reino Unido anunciaban en septiembre la construcción de un muro de cuatro metros de alto y un kilómetro de extensión en la misma localidad gala con el fin de prevenir la llegada de refugiados e inmigrantes a Gran Bretaña, informaba la CNN.

Ya hicimos la cerca. Ahora haremos un muro”, anunció el ministro de Inmigración británico Robert Goodwill. A pesar de las actuales medidas de seguridad –que incluyen una cerca–, Goodwill dijo que algunas personas aún se arriesgan a viajar a Reino Unido.

Sin embargo, han surgido ya algunas protestas y argumentos en contra del muro de Calais. Los conductores de camiones británicos han criticado su construcción por considerarlo “un uso pobre del dinero de los contribuyentes”, en palabras de Richard Burnett, líder de la Asociación de Mercancías por Carretera.

Y en declaraciones recogidas por el diario británico The Guardian, François Guennoc, de la ONG Auberge des Migrants, que trabaja en Calais, asegura que «este muro solo hará que los inmigrantes tengan que ir más lejos para atravesarlo». «Cuando levantas muros en cualquier lugar del mundo, la gente encuentra maneras de saltarlos. Es una pérdida de dinero. Puede hacer que las cosas sean más peligrosas. Aumentarán las tarifas de los traficantes de personas y la gente acabará asumiendo más riegos«, señaló Guennoc.

Sin embargo, también en países que han visto crecer y caer el muro de Berlín, por pertenecer a la antigua órbita soviética, se han comenzado a levantar cercas y muros, con el fin de frenar a los migrantes camino de Alemania.

Algunos de los Estados que han tomado iniciativas de este estilo son Bulgaria, en la frontera turca; Hungría, en sus fronteras con Serbia y Croacia; Eslovenia, con Croacia; Macedonia, con Grecia; y Estonia, que ha votado construir un muro en la frontera con Rusia, además de Grecia y de los citados Reino Unido y Francia.

Como es sabido, España tiene altas vallas con Marruecos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla desde hace años, de 8 y 12 kilómetros respectivamente, con el fin de disuadir de la entrada ilegal a migrantes por el país alauita. Y no hay que olvidar el muro de Israel en Cisjordania, de más de 700 kilómetros de barrera con los palestinos.

En definitiva, con la caída del muro de Berlín en 1989, y la economía globalizada, no pocos analistas pensaban que se acabarían los muros, pero los flujos migratorios y los conflictos los han puesto en marcha de nuevo.

Junto al levantamiento de estos muros, hay que mencionar también una reciente iniciativa con tintes positivos, aunque los matices no son conocidos en su totalidad: La Unión Europea ha comenzado a firmar acuerdos con países africanos. El motivo no es facilitar la acogida de migrantes, ni su integración en Europa, pero está llegando a compromisos. Se trata de Nigeria, Senegal, Mali, Níger y Etiopía.

El objetivo de la Unión es el control migratorio. Se acusa a los organismos de la UE de condicionar la ayuda al desarrollo de los Estados. Pero Bruselas lo niega. El tiempo dará o quitará razones, mientras el Papa Francisco llama a Europa a “recuperar la capacidad de integrar que siempre ha tenido”.

“Todos los muros caen, hoy o mañana”

Volviendo de Filadelfia el año pasado, un periodista alemán preguntó al Papa por la crisis migratoria, y por la decisión de varios países de blindar sus fronteras con alambres de espino. El Santo Padre Francisco fue tajante. La palabra crisis esconde detrás un proceso largo, provocado en buena parte por “la explotación de un continente contra África”, y por las guerras. Sobre las vallas y alambres, manifestó: “Todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. El problema permanece. Y permanece con más odio”.

Más adelante, reiteró la misma idea en una catequesis de los miércoles, ya en Roma: “En algunas partes del mundo surgen muros y barreras. A veces parece que la obra silenciosa de muchos hombres y mujeres que, de muchos modos, se ofrecen para ayudar y asistir a los prófugos y migrantes, sea opacada por el murmullo de dan voz a un instintivo egoísmo”.

La mayor solidaridad: Italia

La nación italiana se ha convertido en los últimos tiempos en el país de acogida por excelencia. No sólo rescata de morir ahogados a 160.000 migrantes al año, sino que parece querer acoger a los que Francia y Alemania no admiten.

Mario Marazitti, presidente de la Comisión de Asuntos Sociales de la Cámara de Diputados, asegura que Italia, al contrario que otros países de Europa, ya ha tomado una decisión. En declaraciones recogidas por El País, ha manifestado: “Europa es una vieja señora, casi sin descendencia, que tiene que decidir si quiere seguir envejeciendo sola, encerrada en su hermosa casa, rodeada de muebles, cuadros y joyas, o compartiendo el futuro con los que llegan. Las migraciones, en vez de un peligro, son una gran ocasión. Una transfusión de futuro y solidaridad para la vieja señora”.

El prefecto Mario Morcone, jefe del departamento de Inmigración del Ministerio del Interior, ha manifestado: “No hay conexión entre inmigración y criminalidad, como no hay ninguna conexión entre inmigración y terrorismo. Ninguna. Y no es una opinión mía. Lo dicen los datos. No hay ningún tipo de conexión”.

Nuestro país” -explica Morcone- “era hasta hace poco un lugar de paso para los migrantes, pero ahora, al ser rechazados por Francia o Alemania, no tienen más remedio que quedarse aquí. En la actualidad, son casi 160.000 las personas que tenemos en situación de acogida, distribuidas por todo el territorio, sostenidas por familias, asociaciones y Ayuntamientos. Pero hoy la apuesta no es tanto la acogida, sino la inclusión y la integración”.

Con este fin, el Estado italiano ha comenzado a buscar apoyos en la sociedad civil. Un ejemplo son los corredores humanitarios puestos en marcha por la Comunidad de San Egidio y la Iglesia Evangélica.

Cifras y datos en torno a los flujos migratorios

-Trescientos mil migrantes sólo este año. En lo que llevamos de 2016, más de trescientos mil migrantes han llegado a Europa por el Mediterráneo; casi 170.000 por Grecia, y 130.000 a través de Italia, y se han ahogado o desaparecido más de 3.500 personas. Grecia ha solicitado ayuda estos días para atender a 60.000 refugiados, atrapados en su país tras el cierre de las fronteras por el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. “Necesitamos mantas ahora”, dice el Ejecutivo heleno.

-Nuevos anuncios de muros. Con el fin de disuadir la llegada de migrantes, algunos países han anunciado o puesto en marcha cercas y vallas fronterizas, también muros, que se suman a los existentes en naciones como Israel o España. Son Francia y Reino Unido en Calais, Bulgaria, en la frontera turca; Hungría, en sus fronteras con Serbia y Croacia; Eslovenia, con Croacia; Macedonia, con Grecia; y Estonia en la frontera con Rusia. En Estados Unidos, Trump ha anunciado un muro en la frontera con México si gana las elecciones.

-Italia, un esfuerzo de solidaridad. La nación italiana se ha convertido en el país de con mayor acogida de migrantes. No sólo rescata de morir ahogados a 160.000 migrantes al año, sino que parece querer acoger a los que Francia y Alemania rechazan. Ahora tiene más de 160.000 personas alojadas por todo el país, y sostenidas por familias, asociaciones y ayuntamientos.