La emigración marfileña a Europa

La autora reflexiona sobre quiénes y por qué emigran desde Costa de Marfil a Europa, sobre la base de una investigación científica con organizaciones locales. Curiosamente, el 90 % de los que emigraron y el 100 % de los migrantes potenciales son personas con educación.

1 de mayo de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

Mientras Europa y sus miembros debaten acaloradamente, entre aperturas y rechazos, sobre el cuerpo y la presencia de migrantes, no todos saben que en Costa de Marfil, uno de los países desde donde parte un mayor número de personas, desde hace algunos años se realizan campañas de sensibilización para contrarrestar la migración ilegal. 

El gobierno trató también de convencerlos para que no se fueran ilegalmente, proponiendo mensajes de calado como “¡Eldorado está aquí!”. Pero los marfileños tienen buenos ojos, pueden reconocer si el paraíso es o no el barrio de barro sin alcantarillado o agua corriente en el que viven en chozas. 

Ahora, la experiencia pasada se ofrece como una nueva base sobre la que construir intervenciones más estructuradas para combatir la emigración irregular. Una de éstas se llama New Hope, financiada por la UE e implementada por la ONG internacional Avsi ong, con seis organizaciones locales de Costa de Marfil. 

El punto de partida de este proyecto es una investigación científica sobre quién y por qué emigran de este país africano, que hoy tiene una alta tasa de crecimiento del PIB. Uno de los datos más interesantes de la investigación indica que el 90 % de los que emigraron y el 100 % de los migrantes potenciales que han tenido la oportunidad de salir, son personas con educación.

La reacción a este dato es doble. Por un lado, se puede interpretar fácilmente de la siguiente manera: aquellos que han estudiado tienen una mayor conciencia de sí mismos y desean intentar obtener una vida mejor, encontrar un trabajo decente. Por otro lado, sin embargo, se subraya que la educación por sí sola no es suficiente para favorecer el desarrollo de la persona. La educación sin un medio de trabajo empuja a querer huir, a arriesgar la vida en el Mediterráneo y confiar en los traficantes de personas, solo para tener una oportunidad. De modo provocativo, ¿podría deducirse que, si se cerraran todas las escuelas de África, se detendrían los flujos de migrantes?

La verdad que emerge al escuchar el testimonio de un joven migrante que regresa, como Claude, a su choza de madera y de láminas de plástico en el suburbio más pobre de Abidjan, es que en el corazón de cada hombre se encuentra un deseo irreductible que empuja a encontrar un bien mayor. para él mismo y sus propios hijos. Este deseo es saludable, y con él, todo proyecto de ayuda debe hacerse realidad. Este deseo no puede ser traicionado, ni siquiera capturado por mensajes ilusorios, sino que debe ser tomado en serio y encaminado a ser real. 

El autorMaria Laura Conte

Licenciada en Letras Clásicas y doctora en Sociología de la Comunicación. Directora de Comunicación de la Fundación AVSI, con sede en Milán, dedicada a la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria en todo el mundo. Ha recibido varios premios por su actividad periodística.

FirmasJosé María Beneyto

Recuperar lo mejor de Europa

La reafirmación de las raíces de Europa en la realidad de la política diaria es una condición absolutamente necesaria para que los políticos europeos persigan sin descanso el bien común, y así Europa pueda volver a ser un faro en el concierto de las naciones.

30 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

¿Qué es lo que está en juego con las elecciones al Parlamento Europeo? El curso de la política europea de los próximos cinco años. Pero también se harán más visibles los cambios que están experimentando nuestras sociedades. Vivimos claramente en un momento de profunda transición. Lo difícil es discernir los elementos positivos de entre el aparente mar de confusión en el que nos movemos. 

Por ejemplo, es previsible que se produzca una mayor fragmentación del voto y por tanto más partidos con representación parlamentaria. Es el resultado de una Europa cada vez más pluralista, y donde hay un fantasma que recorre todos los países de una u otra forma: el desencanto y la frustración con lo establecido, con las “élites”, la sensación de miedo y angustia ante situaciones que no se comprenden. 

La política europea de los próximos años debería también dar respuestas a esos ciudadanos europeos que se sienten desplazados, carentes de recursos morales e intelectuales ante las consecuencias negativas de la globalización, el desarraigo, la pérdida de las seguridades que daba un trabajo continuado, la familia, un entorno conocido. La inmigración, la aceleración tecnológica, o las incertidumbres sobre el futuro, unidas al vértigo que produce la desaparición de referentes de autoridad, son algunas de las causas de ese malestar. Es un malestar más que de la civilización, de los civilizados. Una falta de fe ante la que todo el enorme potencial que esconden la idea y las raíces de Europa parece quedar oculto. Los líderes políticos no lo pueden todo, muchas veces se ven muy limitados en su actuación, pero también es cierto que convicciones claras y habilidad para tejer alianzas con la sociedad civil pueden tener una enorme eficacia.     

¿Hacia dónde va Europa? Europa ha perdido en el siglo XX la posición dominante que tuvo en el mundo durante los últimos cinco siglos. En términos relativos, su población, su producto interior bruto, su influencia en el planeta van a seguir reduciéndose. Hay que contar con un G-2, con dos países muy poderosos compitiendo entre sí, Estados Unidos y China. Es preciso rehacer el orden internacional con la inclusión de continentes y países, como la India, Asia, o Brasil, cuya influencia aumenta, y de otras regiones, como el África Subsahariana, que estaban marginadas.  El cristianismo, como afirmó tantas veces san Juan Pablo II, no depende de una determinada forma cultural, pero qué duda cabe que Europa históricamente ha llevado a la realidad muchas de las aspiraciones de la fe cristiana.

El autorJosé María Beneyto

Instituto de Estudios Europeos. Universidad San Pablo CEU

Experiencias

Católicos en salida. Por qué marcar la X a favor de la Iglesia

Llegan los meses de mayo y junio, y desde abril se puede hacer la declaración del Impuesto de la Renta. Marcar la X de la asignación es una forma sencilla de colaborar con la Iglesia, es gratuito, y muestra el compromiso y adhesión a la Iglesia y a la labor que realiza. La Iglesia es hospital de campaña, viene diciendo el Papa, y atiende a las necesidades espirituales, pero también a las angustias materiales.

Omnes·30 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 9 minutos

Las personas tendemos a ser volubles, y los periodistas no estanos lejos de esa volubilidad, entendida como inconstancia, o tendencia a cambiar, tal como señala el diccionario.

El comentario viene a cuento del reportaje que abre el periódico Xtantos de mayo de este año, que edita el Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia de la Conferencia Episcopal Española, y que pueden encontrar en las parroquias. El título del reportaje es Punto de apoyo: contra la soledad de los mayores. 

La tarea es bonita. Más de trescientas personas se benefician y más de sesenta voluntarios están detrás de esta labor en beneficio de personas de la tercera edad, que han encontrado en sus parroquias un lugar para combatir la soledad, gracias a una iniciativa  de los Padres Capuchinos de Gijón.

Da alegría encontrar ésta y numerosas iniciativas que intentan paliar la soledad de tantas personas. La volubilidad viene a cuento de lo siguiente: en primavera del año pasado, la soledad se convirtió en foco mediático, a raíz de que el gobierno británico tomó la decisión de crear un ministerio o una secretaría de Estado para la soledad, debido al gran número de ingleses que viven solos. Concretamente, más de nueve millones de personas, mayores, pero también jóvenes. En torno al 13,7 por ciento de la población. 

Palabra se hizo eco de la noticia, y publicó un amplio trabajo sobre la soledad. Porque los expertos aseguran que otras naciones, incluida España, van en la misma dirección. Pero pasa el tiempo, y parece que nadie se acuerda de los mayores. Pero sólo lo parece. La Iglesia, los católicos, sí, como acabamos de ver, mediante ésa y otras muchas iniciativas, eclesiales y civiles.

Desempleados, migrantes, presos

Con el drama del paro sucede muchas veces lo mismo. En días como éstos los medios informativos se llena de cifras.  Por ejemplo, en España hay más de 3,3 millones de parados, el 14,7 por ciento de la población, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). ¿Hemos pensando en su sufrimiento? ¿En cómo viven, o mejor, sobreviven, sus familias? Seguro que sí. Pero también es cierto que pasa el tiempo y se nos olvida ese sufrimiento, hasta que surge de nuevo una nueva catarata de datos. 

Sin embargo, hay numerosas instituciones de la Iglesia que no olvidan esos datos, porque tras ellos ven rostros dolientes. Y hacen una labor, callada tantas veces, que intenta paliar ese drama, sin mirar raza, sexo, religión, ideología o condición social. Por ejemplo, Cáritas lleva tiempo desarrollando talleres de inserción para excluidos laborales, que es casi lo mismo que decir sociales. En el número de noviembre, Palabra informó en un reportaje de la apuesta por los desfavorecidos del fondo ético de Banco Sabadell, que ayuda a proyectos sociales en el exterior y en España. Algunos se han centrado en las diócesis de Coria-Cáceres, Asidonia-Jerez y Seu de Urgell.

Hospital de campo

¿Y qué decir de tantos miles de personas con enfermedades como ELA, Alzheimer, Parkinson, tumores de todo tipo? ¿Y de personas en prisión que apenas o nunca reciben visitas? ¿O familias de migrantes que huyeron de la miseria y el hambre en sus países, o no encuentran un acomodo mínimo en el país de destino?

Cuando el Papa Francisco se refería a la Iglesia como un hospital de campo o de campaña no se refería tan solo a necesidades materiales, es decir, a las que podrían considerar obras de misericordia corporales, sino también, y quizá primariamente, a las espirituales. Pero en todo caso a todas. Así se expresaba en febrero de 2015 en Santa Marta: “Ésta es la misión de la Iglesia: la Iglesia que sana, que cura. Algunas veces, he hablado de la Iglesia como hospital de campo. Es verdad: ¡cuántos heridos hay, cuántos heridos! ¡Cuánta gente necesita que sus heridas sean curadas! Ésta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es Padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre”.

Creados “a imagen de Dios”

Conviene, por tanto, en la medida de lo posible, actualizar nuestro compromiso para atender a los demás, tantas veces excluidos, necesitados. En lo que nos afecta, la cuestión podría plantearse de este modo. ¿Si no lo hago yo, quien lo hará? Los ejemplos citados, y otros muchos, nos permiten reflexionar un poco más sobre nuestro papel como cristianos en el sostenimiento de la Iglesia. 

Porque de él depende en tantas ocasiones la posibilidad de atender a tantas necesidades de las personas. Cada una de ellas ha sido creada “a imagen de Dios”, por lo que “el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas, y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador”, tal como señala el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 108).

Ejemplo del Papa

Cuántas veces hemos visto o leído que el Papa Francisco sale un viernes o un domingo por la tarde a visitar pobres y enfermos, o presos, en los alrededores de San Pedro, o en lugares más alejados d Roma. Podría dedicarse a leer o a descansar, lleva ya unos cuantos viajes en este año, y tiene 82 años. Pero deja el sofá, y patea las calles. Hace pocos meses, Ecclesia informó sobre este trasiego del Santo Padre: “El Papa Francisco visita el hospital de campaña de la plaza vaticana”.

“Eran alrededor de las 16,15 cuando el Papa Francisco salió caminando, por sorpresa, por entre las columnas de la Plaza San Pedro. Desde la Casa Santa Marta se trasladó al ambulatorio médico que dará asistencia a los pobres, en ocasión de la próxima Jornada Mundial dedicada a ellos del próximo 18 de noviembre”.

“Una sorpresa del Papa para todos los médicos y enfermeros que a partir del lunes pasado y hasta el próximo domingo ofrecen asistencia a las personas sin hogar, a los necesitados, a los migrantes. Todas las consultas médicas son gratuitas. Francisco, como hizo el año parado con el mini-hospital que se instaló en la Plaza San Pedro por el mismo motivo, quiso ir a visitarlos y agradecerles personalmente este servicio del que ya se han beneficiado más de 200 personas en estos cinco días”.

Iglesia en salida

Ya en Exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Papa Francisco apuntaba este programa: “La Iglesia ‘en salida’ es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad”.

Y más adelante, se refería a la tentación de mirar los toros desde la barrera: “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo”.

Atendidos casi 5 millones de españoles

Muchos cristianos se dan cuenta, perciben la inmensa labor que realiza la Iglesia en todo el mundo a favor de tantos millones de personas. Numerosos españoles valoran la aportación de la Iglesia al sostenimiento del Estado del bienestar. “Toda esa labor social no aparece en las estadísticas y es tan básica y nuclear que a veces no somos conscientes, pero si no existiera sería sería una asfixia para la sociedad porque habría mucha más gente sola y abandonada”, ha afirmado Alejandro Navas, profesor de sociología en la Universidad de Navarra, en un reportaje publicado por Laura Daniele en ABC.

“La presencia real de la Iglesia en medio de la sociedad es indiscutible. De todas las instituciones que trabajan por los demás, la Iglesia es la que más peso tiene. Sin esta labor social que llega a millones de personas, la sociedad tal como hoy la conocemos sería insostenible”, señaló al diario Fernando Fuentes, director de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

En efecto, la Iglesia consigue cubrir cada año cada año las necesidades básicas de 4,8 millones de españoles, en torno al 10 por ciento de la población, y sus centros sociales y asistenciales han aumentado en un 71 por ciento. Casi en cada barrio hay un despacho de Cáritas y sus más de ochenta mil voluntarios acompañan diariamente a millón y medio de ciudadanos vulnerables.

Más declaraciones a favor de la X

Buena prueba de que la sociedad española valora la labor de la Iglesia, es el aumento del número de personas que marcan la X en su declaración de la Renta, según informaron responsables de la CEE el pasado 5 de febrero. 

Estos son los datos más relevantes de la asignación tributaria 2017-2018: aumentaron en más de 51.000, las declaraciones que marcan la X a favor de la Iglesia católica; se incrementó en 51.658 el número de declaraciones en que se marcó la X de la Iglesia, en su mayoría nuevos cotizantes; los contribuyentes asignaron a la Iglesia 267,83 millones de euros, 11,6 millones más que en 2017, lo que supone un incremento del 4,4 % con respecto al año anterior, y es la cifra más alta desde el comienzo del actual sistema de asignación tributaria en 2007. En síntesis, un tercio de los contribuyentes marcan la X a favor de la Iglesia católica (33,3 %).

Información práctica y transparencia

Con la asignación tributaria realizada por los españoles, la Iglesia católica cuenta ahora con más recursos para el servicio que presta a la sociedad en sus dimensiones religiosa, espiritual y social, informa el portal https://www.portantos.es/, que puede resolver las dudas que se tengan sobre la cuestión de la X.

Los portavoces de la CEE han querido agradecer la colaboración de todos los que contribuyen a esta misión con el gesto de marcar la X, así como a los que ayudan en las otras campañas realizadas a lo largo del año o la apoyan con su colaboración personal en tiempo y oración, porque “se sostiene así la labor religiosa, espiritual y social al servicio de millones de españoles”.

Así mismo, la Iglesia mantiene su esfuerzo por dar a conocer el mecanismo por el que los contribuyentes pueden decidir el destino de una pequeña parte de sus impuestos, el 0,7 %, a la Iglesia católica y a otros fines de interés social. Con esa decisión, el contribuyente ni tiene que pagar más, ni se le devuelve menos. 

Por otra parte, para subrayar la transparencia, la Conferencia Episcopal Española presenta cada año una Memoria de Actividades donde se publica con claridad a qué se dedica el dinero de la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta; cómo se distribuye el dinero entre todas las diócesis españolas desde el Fondo Común Interdiocesano, y cuál es la amplia labor de la Iglesia. Desde el año 2011 estos datos reciben el aval de la auditora Price Waterhouse Coopers.

Además, la CEE ha renovado recientemente el acuerdo de colaboración con la ONG Transparencia Internacional Española, donde adquiere compromisos para dotar a la propia CEE y a las diócesis españolas de herramientas de gestión, técnicas de información y supervisión.

En cuanto a algunas críticas parlamentarias sobre un supuesto trato de favor en materia fiscal en lo relativo al Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), por ejemplo, del que se ha ocupado Palabra en varias ocasiones, Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario de asuntos económicos de la CEE, ha manifestado que “la Iglesia goza del mismo régimen fiscal en materia de IBI, Impuesto sobre Sociedades, IVA, Transmisiones Patrimoniales, Sucesiones y Donaciones o Actos Jurídicos Documentados del que tiene cualquier partido político, cualquier sindicato o ONG al desarrollo, o, por supuesto, cualquier otra confesión religiosa” (cfr. Expansión, 31-X-2018).

¿Cómo se sostiene la Iglesia Católica?

El dinero que recibe la Iglesia, y que dedica a desarrollar toda su labor, en el marco de sus fines —“la evangelización, la vivencia de la fe y el ejercicio de la caridad”, como señala la Memoria Anual de Actividades de la Iglesia Católica en España del año 2016—, tiene distintos orígenes: las aportaciones directas de los fieles, ya sea por medio de colectas o de donativos y suscripciones; de herencias y legados y, también, de la asignación tributaria. La cantidad que se recibe del porcentaje de los impuestos de los contribuyentes que así lo de dicen se reparte solidariamente desde el Fondo Común Interdiocesano. ¿Y qué es este Fondo?

La financiación de la Iglesia católica en España se consigue gracias al Fondo Común Interdiocesano que es, como su propio nombre indica, un fondo común desde el cual se reparten solidariamente los fondos recaudados por la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta.    

Este dinero es distribuido solidariamente entre todas las diócesis españolas, de forma que las que menos posibilidades más reciben proporcionalmente. 

Supone de media el 25 % de la financiación básica de las diócesis, aunque depende del tamaño de cada una, por lo que puede llegar a suponer hasta el 70 % de los recursos de las diócesis más pequeñas. Este fondo se obtiene de dos fuentes principales: las aportaciones directas de los fieles y la asignación tributaria.

Las aportaciones directas y voluntarias de los fieles se obtienen por diferentes cauces como colectas, donativos, legados, herencias. Con todo, fuentes de la CEE señalan la suscripción periódica (mensual, trimestral, semestral o anual) como el modelo más deseable de sostenimiento de la Iglesia. Gracias a esta periodicidad en la financiación, se puede administrar el presupuesto de forma más eficaz para ir afrontando los distintos problemas que día a día van surgiendo en las diócesis.

Las aportaciones directas y voluntarias de los fieles son la principal fuente de financiación de las diócesis y suponen más de un tercio de los recursos disponibles. n

Teología del siglo XX

Étienne Gilson y las fronteras entre la teología y la filosofía

Étienne Gilson (1884-1978) fue, sobre todo, un gran historiador de la filosofía medieval. Pero su obra tiene un alto interés teológico, porque se mueve en las fronteras entre la teología y la filosofía.

Juan Luis Lorda·15 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 7 minutos

Étienne Gilson destaca en el campo donde los teólogos cristianos, además de usar de la filosofía, la desarrollan, dando lugar a lo que puede llamarse “filosofía cristiana”.  Se requiere bastantes precisiones para entender bien esta expresión. Y tuvimos ocasión de recordar el famoso debate de la Sociedad Francesa de Filosofía, en 1931.  

Gilson y Heidegger

La expresión “filosofía cristiana” no era particularmente querida por Gilson, aunque, por así decir, se le quedó pegada, por la mucha atención que le prestó a lo largo de su vida. De entrada parece una contradicción: o es filosofía o es teología, son métodos distintos. Y por eso Heidegger se la ventila de un plumazo en su Introducción a la metafísica. En un pasaje donde, por cierto, argumenta que los cristianos no pueden hacer verdadera metafísica, porque no pueden ponerse ante el ser de las cosas con la misma radicalidad que un ateo. Solo el ateo se pregunta radicalmente por qué las cosas están ahí, y por qué es el ser y no más bien la nada. Un cristiano da por supuesta la explicación del ser en Dios y le parece obvia. No siente el misterio y la extrañeza del ser. 

Para leer más

Título: El espíritu de la Filosofía Medieval
Autor: Étienne Gilson
Páginas: 448
Editorial y año: Rialp, 2004

Gilson (o Maritain) estarían a medias de acuerdo con Heidegger. Aceptarían que el cristiano no puede evitar pensar “en cristiano”. Sin embargo, añadirían que es capaz de hacer verdadera filosofía, porque es capaz de distinguir lo que puede obtener por la razón de lo que sabe por la revelación. Pero evidentemente su “posición” (como diría Maritain y recoge Fides et ratio) es diferente; en eso coinciden con Heidegger. Como le gusta repetir a Gilson, el que piensa no es la razón sino la persona.  

Gilson asistió a varias conferencias de Heidegger y, según cuenta su biógrafo (Shook), se emocionaba hasta las lágrimas al oírle hablar sobre el ser. Pero también pensaba que a Heidegger le faltaba mucha erudición histórica y que su Aristóteles venía de Franz Brentano, y por tanto de la tradición escolástica, y estaba retocado y cristianizado. Por eso, como otros filósofos e historiadores de la filosofía (Brehier, por ejemplo), no era capaz de apreciar la aportación filosófica cristiana en metafísica. Pensaban que el cristianismo se había limitado a asumir categorías griegas y se había helenizado, pero no apreciaban cuánto habían cambiado esas categorías y enfoques al entrar en contacto con el cristianismo: Dios (ser supremo), ser, escala de los seres, causa, finalidad, conocimiento, voluntad, libertad, amor. La gran aportación teológica de Gilson será precisamente mostrar esa frontera y esas influencias.

La historia y las fuentes del tomismo

Gilson fue, sobre todo, un gran historiador de la filosofía medieval. Y contribuyó de manera muy importante a hacerle un hueco en la Sorbona, a que se le reconociera como materia, porque produjo un conjunto admirable de estudios sobre san Agustín, san Buenaventura, Abelardo, san Bernardo, Duns Scoto y Dante, además de muchos artículos; y compuso finalmente una gran Historia de la Filosofía medieval

Además dedicó muchísima atención a la filosofía de Santo Tomás con tres obras sintéticas: la más importante, El tomismo (primera edición en 1918), que amplía y mejora a lo largo de toda su vida; la segunda, Elementos de filosofía cristiana, síntesis para sus alumnos del Instituto de Filosofía Medieval en Toronto. La tercera y última, a modo de ensayo y sin citas, es la Introducción a la Filosofía cristiana

Conviene notar que hizo la “filosofía” y no la teología de estos autores. Pero esos autores eran teólogos y no filósofos. Su filosofía está inserta y desarrollada en su teología: hacen filosofía al hacer teología, porque la necesitan. Este va a ser el centro de su matizada idea. Al hacer teología, inspiran las transformaciones de la filosofía que usan; y ese es precisamente el sentido aceptable de “filosofía cristiana”. 

La expresión “filosofía cristiana” no era particularmente querida por Gilson, aunque, por así decir, se le quedó pegada, por la mucha atención que le prestó a lo largo de su vida.

En este punto, Gilson polemizó un poco con los miembros del Instituto de Filosofía de Lovaina (de Wulf, Van Steenbergen), que los trataban realmente como filósofos. Y, además, en el caso de De Wulf defendían la existencia de una “filosofía escolástica” más o menos unitaria. A Gilson, como buen historiador, le chocaba mezclar las fuentes, porque era consciente de sus diferencias, y, al final, prefería sencillamente a Santo Tomas, leído en sus fuentes, y no recibido de una tradición o escuela tomista o escolástica independizada.

La escolástica a través de Descartes

Gilson cuenta sus primeros pasos intelectuales en un pequeño prefacio a un libro genial pero poco conocido, Dios y la filosofía, que reúne cuatro conferencias publicadas por la Universidad de Yale (1941). 

“Fui educado en un colegio católico francés [en el colegio y también seminario menor de Notre-Dame-des-Champs], de donde salí tras siete años de estudios, sin haber oído ni una sola vez, al menos en lo que recuerdo, el nombre de santo Tomás de Aquino. Cuando me llegó la hora de estudiar filosofía, asistí a un colegio del Estado cuyo profesor de filosofía –un discípulo tardío de Victor Cousin- jamás había leído, evidentemente, ni una sola línea de santo Tomás de Aquino. En la Sorbona ninguno de mis profesores conocía la doctrina tomista y todo lo que supe de ella fue que, si hubiera alguien tan tonto como para ponerse a estudiarla, solo hallaría en ella una expresión de esa Escolástica que, desde los tiempos de Descartes, pasó a ser mera pieza de arqueología mental”.

De paso, hay que apuntar que fue en ese ambiente donde más tarde conseguiría que se pusiera una cátedra de filosofía medieval. No es poco el mérito. 

En la Sorbona quedó fascinado por un curso del filósofo judío Lucien Lévi-Bruhl, sobre Hume. Le encantó la seriedad de su método basado en los textos. Y quiso hacer la tesis doctoral con él. “Me aconsejó estudiar el vocabulario –y, de paso, los conceptos que Descartes había tomado de la Escolástica”. Y efectivamente hizo la tesis sobre La Libertad en Descartes y la Teología y la publicó en 1913, con un Index escolástico-cartesiano, que es una colección de las nociones importantes de Descartes donde se nota la influencia escolástica.

Descubrimientos y proyectos

Y aquí empezó todo. Descartes tenía una formación escolástica, porque no había otra donde estudió. Aprendió lo que es la inteligencia, la voluntad y la libertad en el colegio La Flèche, de los jesuitas, con todas las evoluciones que estos conceptos habían sufrido en el debate sobre gracia y libertad (controversia De Auxiliis).  Pero también la idea de Dios y de causa y de ser. Cuando quiso separarse de lo aprendido por poco seguro y refundar la filosofía, no pudo desprenderse de los conceptos que su mente manejaba naturalmente. Para Gilson fue una doble revelación. La primera, de una evidente influencia cristiana en el considerado fundador de la filosofía moderna. La segunda: “Descubrí que las conclusiones metafísicas de Descartes solo tienen sentido cuando coinciden con la metafísica de Santo Tomás de Aquino”

Su itinerario vital le llevaría a conocer mejor a los teólogos medievales, extrayendo su aportación filosófica. Y después a intentar explicar la evolución de los grandes conceptos desde la filosofía griega hasta la filosofía moderna.

Esto suponía la superación del prejuicio ilustrado de que entre la filosofía griega y Descartes no hay nada de filosofía, sino en todo caso, teología. Y esto marcaría las líneas de desarrollo de su inmensa obra. 

Su itinerario vital le llevaría, primero, a conocer mejor a los teólogos medievales, extrayendo su aportación filosófica, especialmente, de santo Tomás.  Y después, con toda esa erudición histórica, intentar explicar la evolución de los grandes conceptos desde la filosofía griega hasta la filosofía moderna. Es decir, a estudiar en concreto por áreas cómo se produce esa transformación. Hasta llegar al libro más emblemático de Gilson, El espíritu de la filosofía medieval. Que, aunque no sea un libro formalmente teológico, es importantísimo para la teología del siglo XX; porque el espíritu que anima esa filosofía y produce esa transformación es el espíritu cristiano. 

El index de conceptos escolásticos que había preparado para estudiar a Descartes le serviría como primera guía tanto para sintetizar la filosofía de los autores escolásticos como para elegir los conceptos de los que había que contar la historia. Y de todas estas sutiles relaciones entre personalidad, filosofía y teología surgiría su matizada comprensión, recogida, con tono autobiográfico, en otro de sus grandes libros, El filósofo y la teología (1960).

El espíritu de la filosofía medieval

En 1930, Gilson tenía ya 47 años. Estaba en la plenitud de su carrera. Había conseguido un reconocimiento académico casi unánime y un respeto por la filosofía medieval. Había fundado el Instituto de Filosofía medieval en Toronto (1929). Y había dado muchos cursos en muchas universidades americanas, siendo particularmente querido en Harvard. Esto se debía a que era un gran trabajador y que daba cursos excelentes, desarrollando constantemente sus grandes temas. Una erudición tan grande le permitía componer síntesis y comparaciones muy atractivos. Siempre originales, pero  también rigurosas y basadas en los textos. Nunca olvidó lo aprendido con Lévi-Bhrul. 

En esas circunstancias le llegó la invitación a pronunciar las Gifford Lectures en la Universidad de Aberdeen, en dos años sucesivos, 1930 y 1931. Lord Adam Gifford (1820-1887) fue un exitoso y reconocido abogado escocés que legó su fortuna para que todos los años se dieran cursos sobre Teología natural en las principales universidades escocesas (Edimburgo, Glasgow, Aberdeen y St. Andrew). Desde 1888, estas conferencias han dado lugar a una impresionante colección de ensayos de primera fila y muchos clásicos en el área de humanidades. Vale la pena ver las listas (y hay mucha documentación online).

En los dos cursos de Gilson, reunidos en El Espíritu de la filosofía medieval, cuenta, punto por punto, cómo se han transformado las grandes nociones de la filosofía, desde su forma griega a su forma moderna, por el impacto de la revelación cristiana, detallando especialmente la aportación medieval en toda su variedad. Es un libro genial, que solo podía hacer una persona que reuniera tantas cualidades de método y erudición, además de grandes dotes narrativas.  

Después de estudiar la idea de sabiduría o filosofía, se aborda, primero, la ontología, con la idea del ser, de su causalidad, analogía, participación, y de Dios, con su providencia. Después, la antropología: desde el valor del espíritu y del cuerpo, pasando por el conocimiento y la inteligencia hasta el amor, la libertad y la conciencia. Termina con el estudio transversal de tres nociones en la edad media: la naturaleza, la historia y la filosofía. 

El filósofo y la teología

Este otro libro, escrito cuando tenía 75 años tiene también un alto interés teológico. Comienza contando la soledad y extrañeza que puede notar un filósofo cristiano en un entorno poco cristiano, aunque siempre se sintió respetado y con muchos amigos. Describe también ese peculiar estatuto de seguridad que un cristiano tiene sobre los temas fundamentales. Reconoce que, en un católico practicante, la filosofía se instala normalmente después y que, espontáneamente, ocupa siempre un segundo lugar en sus convicciones. 

Recuerda los años universitarios, con mucho agradecimiento hacia Bergson, que animó a tantos en el camino de la filosofía, y que parecía cercano a convertirse al cristianismo, aunque Gilson matiza. Agradece también a tantos profesores y matiza juicios que le parecen exagerados o injustos sobre ellos (por ejemplo, de Péguy). 

Recorre los matices de la “filosofía cristiana”. Y en el último capítulo, sobre “El futuro de la filosofía cristiana”, señala  tres cosas: primero, que “el futuro de la filosofía cristiana dependerá, en primer lugar, de la presencia o de la ausencia de teólogos dotados de formación científica”, para que puedan situarse y dialogar con el pensamiento actual. Advierte que “todas las metafísicas envejecen por su física”; y esto obliga a ser precavidos, a no intentar concordias demasiado rápidas. Y a no equivocarse sobre el fundamento, que está en la fe y en las convicciones metafísicas (el realismo y el ser). Recuerda, entonces,  el valor que tiene en este punto la filosofía de Santo Tomás. 

Gilson tiene otros libros de interés teológico, como La metamorfosis de la ciudad de Dios, y Las tribulaciones de Sofía, con algunas impresiones sobre derivas posconciliares. Además está la correspondencia que mantuvo con grandes teólogos, entre otros De Lubac (ya editada) y Chenu, que eran amigos suyos, y a los que apoyó cuando encontraron incomprensiones y dificultades. 

La gran biografía autorizada de Laurence Shook, Étienne Gilson (1984), es magnífica, y en la versión italiana lleva un excelente prologo del teólogo Inos Biffi. Además, Vrin ha publicado otra voluminosa, de Michel Florian, Étienne Gilson. Une biographie intellectuelle et politique (2018).

Actualidad

En servicio religioso permanente

Hay profesiones cuya razón de ser es la disponibilidad y prestan servicios cuya eficacia reside precisamente en poder acudir a ellos en el momento en que se necesita. Hay farmacias de guardia, servicios mínimos de transporte, teléfono de emergencias… ¿Y quién se ocupa de las cosas del alma en momentos de necesidad? 

Javier Peño Iglesias·9 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 5 minutos

¿A quién acudir cuando te encuentras cerrada la iglesia y requieres de una palabra de consuelo, o notar la cercanía de Dios a través de los sacramentos de modo inaplazable? Desde hace casi dos años en Madrid existe un servicio así. Uno de sus voluntarios nos cuenta cómo trabajan.

Desde el inicio de su pontificado, con la Exhortación Evangelii Gaudium, Francisco nos llamó a todos a la conversión misionera: la Iglesia tiene que ser una madre de corazón “abierto”, “con las puertas abiertas en todas partes”. Esta llamada se concreta en iniciativas pastorales que hacen más visible al mundo su rostro maternal. Como la que puso en marcha la archidiócesis de Madrid el 15 de mayo de 2017 y que consiste en una red de sacerdotes que están disponibles para toda persona que necesite un presbítero entre las 10 de la noche y las 7 de la mañana. Se conoce como el Servicio de Asistencia Religiosa Católica Urgente (SARCU). Y está activo todos los días del año. En caso de catástrofes hay un servicio de activación urgente por el cual todos los sacerdotes que integran el Servicio, a través de un grupo de WhatsApp, quedarían para movilizados.

SARCU, dígame. ¿En qué puedo ayudarle?

Los sacerdotes de guardia están para ayudar casos urgentes y graves que requieran de la asistencia presbiteral: moribundos, situaciones de peligro vital físico o psicológico, grandes accidentes o catástrofes, violaciones de los derechos humanos que requieren una rápida actuación, etc. Y esto con apenas una llamada al 91 371 77 17, que responde un sacerdote al que se le ha de explicar la situación concreta que motiva la petición de auxilio y que tratará de canalizar la respuesta adecuada. 

En ocasiones se trata de casos que se pueden trasladar a algún hospital donde siempre hay capellanes de guardia. Otras veces requerirá una ayuda específica que el SARCU tratará de proporcionar. Afortunadamente, la ayuda no queda en una asistencia puntual, ya que, tras el servicio nocturno, el mismo sacerdote que haya atendido a la urgencia procura completar la ayuda en los días siguientes si fuera preciso. Por tanto, una de las características del SARCU es el saber acompañar, con la continuidad que requiera cada caso.

Esta iniciativa de la Vicaría de Pastoral Social e Innovación de Madrid, con el vicario, José Luis Segovia, al frente, no sería posible sin esas personas que, desde el comienzo han estado ahí. Desde el director, Bienvenido Nieto, al coordinador, Pablo Genovés, pasando cada uno de los voluntarios que hacen del SARCU una realidad que funciona. En el momento de la redacción de este artículo ya eran 57 sacerdotes. “¡Pero necesitamos más!”, reclama Nieto. Para apuntarse, es tan sencillo como mandar un correo electrónico a [email protected]. El modo de trabajar incluye, en caso de hacerse una visita, la figura del acompañante: un seglar que acompaña al presbítero y que hace presente al necesitado que la Iglesia es mucho más que los sacerdotes. Somos todos.

Un servicio pastoral de evangelización

Uno de los presbíteros que asiste al Servicio es Fernando Bielza, que ya antes de ordenarse quiso participar en SARCU: “Desde hace años he sufrido con impotencia el panorama de las iglesias cerradas casi a cualquier hora del día o de la noche. Por eso, cuando, siendo todavía diácono, me enteré de la creación de este Servicio, inmediatamente sentí que el Señor me llamaba a ser la Iglesia abierta en aquellas horas en que casi todos duermen. Antes de mi ordenación, no hace todavía un año, me ofrecí para ofrecer alguna de mis noches como sacerdote para ser la presencia de Cristo en las horas más oscuras de la vida de muchas personas”, afirma.

Y en ello está: “Llevo ya cuatro guardias y sucede de todo. Por ejemplo, el último lunes que estuve disponible recibí 4 llamadas, más una unción a una moribunda. Otras veces, en cambio, el teléfono se mantiene en silencio toda la noche”, señala. En cualquier caso, las estadísticas dicen que hay llamadas en dos de cada tres días aproximadamente.

Fernando nos cuenta cómo es su jornada SARCU: “Empieza con un WhatsApp del coordinador del servicio a las 21.30h, que te recuerda que esa noche estás operativo. A partir de ahí haces tu vida normal, pero sabiendo que tienes que estar atento al teléfono durante casi 12 horas, porque en cualquier momento tienes que dejar a la gente con la que estés cenando, o incluso levantarte de la cama a la hora que sea para atender al que te lo pide. Algunos sacerdotes han acudido a celebrar bodas in articulo mortis. Yo, en mi caso, únicamente he tenido que salir un par de veces a administrar la santa unción o el viático a un moribundo. 

Pero la mayor parte de las llamadas que he atendido proceden de gente que se angustia en las horas profundas de la vigilia. Visto desde fuera, con frecuencia parecería que se trata, simplemente, de gente con un desequilibrio mental: un hombre al que le surgen dudas de fe inaplazables en mitad de la noche; una mujer que dice tener apariciones de la Virgen y no ser comprendida por sus sacerdotes; un joven que se da cuenta de que necesita confesarse con urgencia ante ‘el espanto nocturno’ (cfr. Sal 90, 5); una anciana que se siente sola y por no molestar a su familia a las 5 de la mañana te llama a ti… Pero, ¿de qué es signo ese desequilibrio nocturno de tantos hombres y mujeres, que de noche gritan a la presencia del Señor? Hoy, como siempre, el espíritu humano es asediado de noche por los asmodeos (cfr. Tob 3, 8) que rondan, ‘como león rugiente, buscando a quién devorar’ (1P 5, 8)”. 

Para Bielza, servir en el SARCU es, ante todo, “otra señal más de la gracia de Dios a los hombres. Es ser la puerta abierta del ‘hospital de campaña’ que quiere ser la Iglesia. Es ser el guardián del pueblo de Dios, que ‘no duerme ni descansa’ (Sal 120, 4). Una visita, si es cosa factible, para dar un abrazo a alguien que no has visto en tu vida y seguramente no volverás a ver; media hora de conversación al teléfono a las 3 de la mañana, sobre la belleza de la vida; quedarte a veces dormido cuando alguien te cuenta y te cuenta sus penas mientras en la ventana apunta la aurora; una hora consolando una tristeza…”.

Dar un abrazo, llevar la comunión o arreglar un matrimonio

Bienvenido Nieto, diácono permanente, es el director desde el comienzo del servicio. Destaca que, sobre todo, la función de los voluntarios del SARCU es la de la “escucha activa”, ya que mucha gente que llama por soledad. Haciendo balance de este tiempo, reconoce el Servicio de Atención Religiosa como algo “novedoso y extraordinariamente satisfactorio”. Y lo justifica: “Es llevar la luz de Cristo a esas personas que necesitan ánimo y cercanía que sólo el plano espiritual puede dar. Es la realización viva de la Iglesia en salida. Esa que tantas veces se hace presente en el dolor. Y precisamente por eso no podemos poner horarios de funcionarios”

Pablo Genovés, sacerdote también, es coordinador del SARCU, por decirlo de algún modo, quien lleva las cuestiones prácticas del Servicio. Organizando horarios, sustituciones y demás. También se ocupa de gestionar con el Ayuntamiento los permisos para circular por espacios de acceso restringido. Además, la experiencia de colaborar con otros servicios públicos de atención está siendo muy productiva: por ejemplo, para dar respuesta a la realidad del suicidio, el año pasado se organizó un curso de formación específica con voluntarios del SAMUR y algunos psicólogos.

En medio de situaciones dramáticas también hay espacio para la anécdota. “Tenemos llamadas de toda España e, incluso, de Sudamérica. ¡Incluso una llamada pidiendo un matrimonio por teléfono!”, afirma. También, una vez llamó una persona preocupada por una cuestión con su mascota: “El cura que le atendió fue uno que trabajaba con perros de rescate. Son como guiños de Dios”, afirma.

El autorJavier Peño Iglesias

Sacerdote, periodista y peregrino a Santiago.

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Actualidad

Silvia Librada: “Que cada persona tenga una atención adecuada a todas sus necesidades”

El proyecto Ciudades Compasivas se engloba dentro de New Health Foundation, una institución sin ánimo de lucro de observación y optimización de los sistemas de salud, sanitarios, atención social y apoyo familiar y del entorno.  El objetivo último es mejorar la calidad de vida en los procesos de enfermedad avanzada, alta dependencia y las últimas etapas de la vida.

Omnes·8 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 7 minutos

Silvia forma parte del proyecto desde que, en 2013, naciera la fundación. Ella habla de la experiencia tan maravillosa que supone formar parte de un proyecto que se preocupa por que cada persona con enfermedad crónica, avanzada y/o al final de vida tenga una adecuada atención a todas sus necesidades físicas, sociales, espirituales, emocionales, de amor y acompañamiento. Ya en Europa se estaban llevando a cabo distintas iniciativas de esta índole que se estudiaron desde New Health Foundation y en las que se basó el proyecto Ciudades Compasivas. Silvia nos cuenta el proceso y los frutos de esta iniciativa. 

¿Qué son las Ciudades Compasivas?

—Una ciudad compasiva es una ciudad que gira sobre los tres ejes de la compasión: identificar el sufrimiento ajeno, empatizar con él y movilizarse para aliviarlo. Una ciudad compasiva hace visibles las situaciones de adversidad de las personas con enfermedades avanzadas y de final de vida, se capacita para disponer de recursos con los que atender a las personas, y moviliza a toda la comunidad para cuidar a las personas que se encuentran en esa situación.

Una ciudad compasiva involucra a todos los ciudadanos en los cuidados y acompañamiento de las personas en el final de la vida, en el trato digno, humano y compasivo, y les provoca un cambio en la forma en la que miramos y actuamos con estas personas. Involucra a colegios, institutos, universidades, empresas, centros de ocio, hospitales, centros de salud,  ayuntamientos, etc, poniendo en el centro a la persona para satisfacer todas sus necesidades físicas, emocionales, sociales, espirituales y de amor y acompañamiento.

¿Por qué surge esta iniciativa?

—El movimiento vino impulsado por la Sociedad Internacional de Salud Pública y Cuidados Paliativos (PHPCI), que definió las características de una ciudad compasiva alrededor de estas personas con enfermedad avanzad y final de vida. La Fundación New Health, tras revisar modelos en la literatura y de diversas organizaciones que ya venían impulsando estas ciudades, lo que hizo fue desarrollar un método propio (Todos Contigo) para el desarrollo de ciudades y comunidades compasivas que comenzó a implementarse en el año 2015 en la ciudad de Sevilla, en España, con el objetivo de que pudiera ser replicado en otros ámbitos geográficos. 

Este método reúne los componentes de sensibilización, capacitación de la sociedad e intervención comunitaria, que es cuando ya nos movilizamos para encontrarnos con aquellas personas que están en situación de enfermedad avanzada, y creamos a su alrededor redes comunitarias de apoyo.

¿Para qué han servido o están sirviendo las ciudades compasivas?

—Para aliviar de verdad el sufrimiento en el momento de mayor vulnerabilidad de la vida de los seres humanos, que es cuando hemos de afrontar que vamos a morir. Somos únicos y podemos vivir con intensidad y con calidad de vida hasta el último día de nuestra vida. Las personas no deberían morir en soledad o mal atendidos o con dolor o sufrimiento emocional. Tenemos la oportunidad de cambiar la mirada hacia la muerte, porque es ésta la que nos enseña de la vida. Disponemos de muchos recursos para que ese tránsito sea el mejor posible, aprendemos de cada experiencia, y en cada uno de nosotros está esa compasión que nos permite acercarnos a la otra persona y hacer algo por aliviarle en el sufrimiento. Y cada vez aparecen más iniciativas que apuestan por dignificar realmente la vida hasta el final.

La palabra compasión no se comprende bien… Por eso tuvimos la oportunidad con este proyecto de explicarla casi todos los días. Aún suena a condescender, a debilidad o fragilidad, a lástima o pena, y en esta época en que la utilidad material condiciona cualquier acción, se comprende mucho menos. Nuestras sociedades prefieren no ver, como si no ver fuera a evitar el hecho incontestable de que todos vamos a morir y que se van a morir las personas que queremos. Vivir de espaldas a la muerte no hará que la muerte desaparezca, solo nos va a hacer el camino mucho más difícil. La compasión es la salida y la solución porque cuidar es un verdadero privilegio cuando lo convertimos en amor hacia los demás. En la Fundación New Health, gracias al desarrollo y al impulso de Comunidades y Ciudades Compasivas eso es lo que conseguimos: mover a toda la comunidad alrededor de la persona con enfermedad avanzada y en final de vida para satisfacer sus necesidades.

Lo que pretendemos es sensibilizar a la sociedad de que cada persona es importante y de que se puede aportar mucho en sus últimos momentos. Cada acción que se haga es una acción que permanece para siempre, porque es un acto de bondad, de amor y de compasión. Y cambia la manera de entender la vida.

¿Qué acciones se llevan a cabo, y dónde?

—El proyecto tiene tres tipos de acciones, y siempre pivotan sobre el triple C: Cuidados, Compasión y Comunidad. En primer lugar, de sensibilización -donde damos a conocer qué son los cuidados paliativos, cómo acceder a ellos, por qué hacerlo, la importancia del cuidado, las necesidades de las personas en situación de enfermedad avanzada, la fuerza de la comunidad, la compasión, etc-. En segundo lugar, de formación: hacemos talleres para familiares, voluntarios, profesionales, jóvenes, mayores, para la ciudadanía en general sobre técnicas para el acompañamiento y el cuidado, redes comunitarias, habilidades de comunicación y de gestión emocional, afrontamiento de la muerte y del duelo y, en general, todos los aspectos que son necesarios conocer para aliviar el sufrimiento de las personas en esta situación. 

Y, en tercer lugar, realizamos acciones de intervención comunitaria donde ponemos a disposición de los familiares y de las personas que se encuentran en esta situación de enfermedad avanzada la figura del “promotor comunitario” que detecta las necesidades y articula las redes comunitarias (con los familiares, vecinos, asociaciones, voluntarios, etc) para cubrir esas necesidades y que la persona y su cuidador principal reciban todos estos cuidados y acompañamiento.

El servicio es gratuito para todos los participantes, al igual que las acciones de sensibilización y de formación que se dan en diferentes puntos de la ciudad para conseguir que participen el mayor número de personas. En cuanto a las personas que se encuentran en esta situación, éstas son derivadas al programa por diversas vías: profesionales de los centros de salud y profesionales de cuidados paliativos, trabajadores sociales del ayuntamiento, organizaciones y centros que atienden a personas en esta situación, o a veces incluso de la propia comunidad. Son muchas las personas y entidades implicadas en este proyecto, es gracias a ellos que el proyecto crece y se consigue llegar cada día un poco más lejos. Estamos consiguiendo construir gracias a la cohesión de todos estos actores, ciudades compasivas, ciudades que cuidan y que cambian vidas.

Cuantas más personas e instituciones se involucren, mucho mejor. Todos tienen algo que aportar. Este es un proyecto de cooperación, de coordinación, de motivación y de corazón. En las ciudades ya hay muchos recursos para atender a las personas, mucha gente que quiere hacer algo por los demás, y asociaciones que se implican, pero en muchas ocasiones no están bien conectados. Por eso, desde la Fundación y desde el modelo Todos Contigo, creamos una red de todos estos agentes para conseguir que cada persona con enfermedad avanzada o final de vida reciba una atención integral, compasiva y de alta calidad.

La propuesta de Comunidades y Ciudades Compasivas de la Fundación New Health se ha implementado en ciudades de diferentes tamaños de España y Latinoamérica con óptimos resultados en todas las experiencias. Todas estas iniciativas se hacen visibles en un mapa de ciudades de la web www.todoscontigo.org desde donde se pretende dar a conocer el impulso  que la fuerza de la compasión está tomando en cada una de estas comunidades y ciudades.

¿A quiénes va dirigido este proyecto?

—A cualquier persona que quiera mejorar su vida desde la compasión, que esté dispuesta a ayudar a otros, que quiera vivir con intensidad cada día de su vida y que quiera estar preparada para cuidar a sus seres queridos cuando se encuentren en esta situación.

Es un proyecto que llega a todos, porque todos vamos a vivir esta experiencia de cuidar y ser cuidados.

¿Quién se encarga de gestionarlo?

—En Sevilla lo gestiona la Fundación New Health, pero desde la Fundación estamos además acompañando a otras entidades para la puesta en marcha en otras ciudades. Hablamos de empresas del sector salud (aseguradoras y hospitales), instituciones públicas (ayuntamientos, consejerías, etc.), organizaciones privadas o del tercer sector del ámbito sanitario, social o comunitario (asociaciones, fundaciones, centros residenciales, empresas de prestación de servicios de cuidados, organizaciones de voluntariado, etc.), colegios de profesionales, sociedades científicas, y empresas de las ciudad que quieren apoyar al proyecto desde su Responsabilidad Social Empresarial. 

Así en cada ciudad donde se encuentra el proyecto en marcha lo gestiona una entidad promotora diferente junto con la Fundación New Health. Nuestra ilusión es que se extienda cada vez más y que se ponga en marcha en muchas ciudades.

¿Qué historias se han encontrado en el desarrollo del proyecto?

—Son muchas las historias que emergen cada día y cada una de ellas está llena de vida y de esperanza. Como ejemplo, el pasado mes de diciembre lanzábamos, en el marco del proyecto, el libro 20 Historias de Compasión, en el que se narran relatos con testimonios reales de personas que han participado en Sevilla Contigo, relatos en torno a experiencias sobre la fuerza de la compasión en el final de la vida. Para esta motivadora apuesta, la Fundación New Health tuvo el honor de contar con la ayuda y colaboración del ayuntamiento de Sevilla y del Servicio Andaluz de Salud, así como de todas las personas que facilitaron sus testimonios. La  interesante repercusión de este ejemplar se prolonga ahora con la puesta en marcha de una exposición itinerante homónima que se va a mostrar en enclaves de Sevilla durante 2019.

Las historias que nos encontramos son cotidianas y nos llena de alegría comprobar como con muy poco, se hace mucho. Estas historias ponen en valor la vida de la gente hasta el final. Historias como las que nos comparte Johnatan de su experiencia como voluntario: “Decir adiós a quien amas profundamente es una manera de dar valor al tiempo que ha permanecido en tuvida, cada persona que está a tu lado es una aportación. Estar en el final de quien amas es un privilegio, triste, duro, difícil, pero siempre un privilegio”. O Amparo sobre su hijo Jesús y como sus amigos le acompañaron hasta el final: “Aquellos chicos, aprendieron a reír en el hospital, a ser donantes de sangre, a dar compañía durante largas tardes en casas cuando las fuerzas mermaban. Jesús y sus amigos, conocieron lo que era el honor, la dignidad, el compromiso, la responsabilidad, el respeto y por supuesto ser amigo. Fueron hermanos escogidos en un momento puntual de la vida”.

Las personas y las experiencias que nos encontramos a diario nos enseñan que se puede hablar de la muerte, que en nosotros está la fuerza de ayudar a los demás. El proyecto en realidad es sencillo, se trata solo de eso, de conectar: necesidades con ayuda, personas con personas, vida con vida. Esa es la comunidad que queremos construir, en la que queremos vivir hasta el último día. La fuerza de la compasión es muy grande, junto nos protegemos, juntos nos cuidamos, juntos nos vivimos.

A nivel personal, ¿qué le supone formar parte de un proyecto como este?

—Vivirlo en lo profesional y en lo personal ha sido y es una experiencia maravillosa porque recibes una respuesta de la sociedad que se mueve por cuidar, por acompañar, que quiere conocer, que tiene necesidades y busca respuestas. 

La devolución de este proyecto día a día es ver que es posible. Ver día a día que hay personas dispuestas a ayudar, que la mayor satisfacción percibida es la de ayudar a otros, que los niños y jóvenes son la respuesta a este cambio, y que todo ello mejora la atención, calidad de vida y satisfacción de familiares y redes. Además, es un proyecto innovador, adaptado a cada comunidad, a cada ciudad. Al impulsarlo vimos que era necesario conocer muy a fondo como hacerlo, incluso me animé a desarrollar mi tesis doctoral en el desarrollo de comunidades compasivas y está siendo toda una experiencia de conocimiento y realidad. 

Nos lo imaginamos, nos ilusionamos y nos decidimos a hacerlo. Cuando un proyecto así te apasiona, no te confundes. Sabes que estás en el camino. Y mi mayor satisfacción es ver la respuesta de la sociedad y de quienes lo están haciendo posible día a día. n

Vaticano

“Cristo es la más hermosa juventud de este mundo”

Firmada por el Papa en el santuario de Loreto la exhortación apostólica bajo forma de Carta a los Jóvenes que recoge los frutos del último sínodo de los obispos sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.

Giovanni Tridente·2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Como se había anunciado, el 25 marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, el Papa Francisco ha firmado en el santuario mariano de Loreto la exhortación apostólica post-sinodal bajo la forma de Carta a los Jóvenes Vive Cristo, esperanza nuestra.

De esta manera tan inusual –fuera del Vaticano, para entendernos- el Santo Padre ha querido confiar a la Virgen los frutos del Sínodo de los Obispos que se desarrolló el pasado octubre sobre el tema Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Esta elección lo liga en cierto modo con su predecesor san Juan XXIII, que también acudió a Loreto para confiarle la marcha del Concilio Vaticano II, convocado por él…

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Vaticano

Gabriella Gambino: “La Iglesia es mujer, es esposa, es madre”

La jornada del 8 de marzo, dedicada internacionalmente a la mujer, ha sido ocasión de debate y reflexión. He aquí un punto de vista.

Giovanni Tridente·2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: < 1 minuto

El pasado 8 de marzo, jornada universalmente dedicada a la mujer, la Facultad de Comunicacion de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, de Roma, ha acogido una mesa redonda para reflexionar precisamente sobre el papel de la mujer en la Iglesia. En la iniciativa, dirigida principalmente a periodistas que se ocupan de la información religiosa, han intervenido como relatoras tres importantes exponentes con encargos de relieve en la Santa Sede: la directora de la sección teológico-pastoral del Dicasterio para la Comunicación, Nataša Govekar; la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta; y la Subsecretaria para la sección dedicada a la vida del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Gabriella Gambino.

Dossier

España sigue siendo cuna de santos

En 2018 el Papa ha autorizado la aprobación de varios decretos relativos a procesos de beatificación y canonización de españoles. Algunos proceden del tiempo de la guerra que ensangrentó a España en los años 30 del siglo XX. Todos, muy cerca de nosotros en la geografía y en el tiempo.

Alberto Fernández Sánchez·2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 7 minutos

El 12 de marzo del año 1622 el Papa Gregorio XV elevó a la dignidad de los altares a Francisco de Javier, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Isidro Labrador y Felipe Neri. Los ciudadanos de Roma, con cierta ironía, dijeron aquel día que el Papa había canonizado a cuatro españoles y a un santo. Y es que España ha sido a lo largo de la historia, y sigue siendo, tierra fecunda en la que han florecido grandes santos que han iluminado la vida de la Iglesia.

Un proceso riguroso y exhaustivo

El sueño de Dios para cada uno de los cristianos es la santidad, vivir y transparentar la vida divina en la propia vida. Y la Iglesia, que es santa, no deja de engendrar hijos que vivan en santidad, proporcionándoles en cada momento medios sobreabundantes para alcanzar esta meta. De entre todos sus hijos santos, propone a algunos como modelos e intercesores para todo el pueblo de Dios, mediante el acto solemne de la canonización.

Este acto viene precedido de un largo y minucioso proceso, en el que cuidadosamente se investiga acerca de la vida, la muerte y la fama de santidad después de la muerte de cada uno de los Siervos de Dios que son propuestos como candidatos a la canonización. El proceso comienza en la diócesis en que ha fallecido el Siervo de Dios, recopilando toda la información posible, tanto documental como testifical, acerca de la persona y de las circunstancias históricas en que se desarrolló su vida. Una vez recopilada toda esta información, se envía a la Congregación de las Causas de los Santos en Roma, donde se estudia con detenimiento por grupos de historiadores, teólogos, obispos y cardenales, antes de emitir un voto, que es presentado al Papa, único juez en las Causas de los Santos, para que apruebe la publicación del correspondiente decreto que permita bien la beatificación de un Siervo de Dios, bien la canonización de un beato.

En el caso de martirio, cuando se demuestra que el Siervo de Dios sufrió la muerte de modo violento en odio a la fe, se permite inmediatamente la beatificación. En los casos distintos del martirio (por vía de virtudes o de entrega de la vida movida por la caridad), es necesario que antes de la beatificación el Papa apruebe, también después de un exhaustivo proceso, un milagro atribuido a la intercesión del Siervo de Dios. Para la canonización de un beato, sea o no mártir, es necesario un nuevo milagro.

Españoles cerca de los altares

Desde el año 2018 el Papa Francisco ha autorizado la aprobación de varios decretos de martirio, de virtudes y de milagros relativos a procesos de beatificación y canonización de Siervos de Dios españoles. Además del milagro atribuido a la intercesión de Madre Nazaria Ignacia March Mesa, por el que fue canonizada el 14 de octubre, y del milagro que permitirá la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri en Madrid el próximo 18 de mayo, el Santo Padre ha reconocido el martirio de las ya beatas españolas Esther Paniagua y Caridad Álvarez, Agustinas Misioneras beatificadas el 8 de diciembre de 2018 en Argel; de Ángel Cuartas Cristóbal y 8 compañeros, seminaristas de Oviedo; de Mariano Mullerat y Soldevila, laico y padre de familia; y de María del Carmen Lacaba Andía y 13 compañeras, Concepcionistas Franciscanas. 

Y junto a estos martirios, las virtudes vividas en grado extraordinario de dos carmelitas descalzas, la madre María Antonia de Jesús y la hermana Arcángela Badosa Cuatrecasas; de sor Justa Domínguez de Vidaurreta e Idoy, Hija de la Caridad; de Francisca de las Llagas de Jesús Martí y Valls, monja profesa de la Segunda orden de san Francisco; de Manuel García Nieto, sacerdote jesuita; de don Doroteo Hernández Vera, sacerdote diocesano y fundador de la Cruzada Evangélica; y de Alexia González Barros, joven laica de 14 años.

“Una nube ingente de testigos que nos rodea”, en palabras de la Carta a los Hebreos; hermanos nuestros, que han crecido y madurado en santidad en diversos estados y circunstancias de la vida, muy cerca de nosotros en la geografía y en el tiempo, y que nos siguen mostrando, en palabras del Papa Francisco en su última exhortación Gaudete et exsultate, “la santidad, el rostro más bello de la Iglesia”.

No es el siervo más que su Señor

Como afirma Andrea Riccardi en la recién presentada edición española del libro El siglo de los mártires (Encuentro, p. 422), “el martirio de muchos cristianos no es solo un episodio de la terrible guerra que ha ensangrentado a España, dejando heridas profundas. Hay una particularidad que no puede ser olvidada ni allanada: los mártires fueron asesinados por ser cristianos y ministros del culto, expresiones de una Iglesia, cuya presencia debía ser borrada de la sociedad española mediante métodos violentos y rápidos”. Se cuentan por decenas de miles las víctimas que murieron por su condición de cristianos en la persecución religiosa de España en los años 30 del pasado siglo.

Entre ellos están los seminaristas mártires de Oviedo, beatificados en la Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador el pasado 9 de marzo por el representante del Papa Francisco, el cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos. En su homilía señaló que eran jóvenes “de familias cristianas sencillas y de una clase social humilde, hijos de la tierra de Asturias”, “entusiastas, cordiales y devotos, que se dedicaron por completo al estilo de vida del Seminario, hecho de oración, de estudio, del compartir fraterno, de compromiso apostólico. Siempre se mostraron decididos a seguir la llamada de Jesús, a pesar del clima de intolerancia religiosa, siendo conscientes de las insidias y de los peligros a los que se enfrentarían. Supieron perseverar con particular fortaleza hasta el último instante de sus vidas”

Tenían entre 18 y 25 años, y se preparaban con ilusión para el sacerdocio, para la entrega de la vida en el ministerio pastoral. Sin embargo, el Señor tenía preparada para ellos una entrega más radical, el derramamiento de la sangre para testimoniar a su Señor y Maestro. Uno de ellos, el beato Sixto Alonso Hevia, les pedía a sus padres: “Si a mí me pasa algo, ustedes tienen que perdonar”. Es la respuesta propia del mártir ante el odio que le quita la vida.

El 23 de marzo el cardenal Becciu presidió, en la catedral de Tarragona, la beatificación del mártir Mariano Mullerat i Soldevila, laico, esposo, padre de cinco hijas y médico muy querido en Arbeca y las ciudades de alrededor, fusilado el 13 de agosto de 1936. Un valiente testigo de la fe, que días antes de ser arrestado y asesinado, ante el clima de tensión y persecución religiosa que se palpaba en las calles, y consciente del peligro que corría como destacado católico, contestaba a un vecino que le preguntó si no temía por su vida: “¡Peret, confianza en Dios! Y, si no nos vemos más, ¡hasta el cielo!”.

Dios mediante, el Prefecto de las Causas de los Santos visitará de nuevo nuestro país para la beatificación de María del Carmen Lacaba Andía y 13 compañeras de la orden de las Concepcionistas Franciscanas, que tendrá lugar el sábado 22 de junio en la catedral de la Almudena de Madrid. Un nuevo acontecimiento de gracia que permitirá venerar a partir de entonces como mártires a estas 14 valientes mujeres, que no se acobardaron ante las amenazas, los golpes ni las torturas, ni siquiera ante la misma muerte. Diez de ellas, expulsadas de su monasterio de Madrid, se refugiaron en la casa de unos benefactores, en un piso de la calle Francisco Silvela. Delatadas por una de las porteras de un edificio cercano, sufrieron durante varias semanas, a diario, torturas, vejaciones y humillaciones a manos de los milicianos, hasta que fueron fusiladas el 8 de noviembre de 1936. Una de ellas, sor Asunción Monedero, estaba paralítica. Otras dos de las futuras beatas pertenecían al monasterio de El Pardo (Madrid), de donde fueron expulsadas. Refugiadas también en la casa de un matrimonio amigo, fueron descubiertas el 23 de agosto, y posteriormente fusiladas.

Las otras dos religiosas que forman el grupo pertenecían al monasterio de Escalona, en Toledo. Fueron trasladadas a una checa de Madrid donde sufrieron torturas y fueron fusiladas en el mes de octubre. Es tal la devoción que tiene a estas mártires el pueblo de Madrid que la antigua calle Sagasti, donde se encontraba el monasterio, pasó a llamarse calle Mártires Concepcionistas.

Amor hasta el extremo en la vida ordinaria

El Papa Francisco ha declarado venerables desde comienzos de 2018 hasta la fecha a 7 españoles. Con ello se afirma que cada uno de estos Siervos de Dios han vivido de modo extraordinario las virtudes teologales (la fe, la esperanza y la caridad), las virtudes cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza), y las virtudes de la pobreza, la obediencia, la castidad y la humildad, según su condición y estado de vida. Si se demuestra un milagro atribuido a su intercesión podrán ser entonces proclamados beatos.

La historia de la venerable madre María Antonia de Jesús (1700-1760) es una prueba evidente de que para cada persona Dios guarda un camino de santidad único e irrepetible. Casada y madre de dos hijos, siente cómo el deseo de amar al Señor es en su corazón cada vez más fuerte. Mujer a la que el Señor le regaló grandes gracias místicas, fue maestra de jóvenes que se le unían deseando llevar la vida de oración y penitencia que veían en ella. Fundó el Carmelo Descalzo de Santiago de Compostela. También la venerable Francisca de las Llagas de Jesús Martí y Valls (1860-1899) recibió grandes gracias místicas, que siempre vivió con profunda humildad en lo oculto de su convento de Badalona. Sin haber cumplido 39 años Dios había hecho crecer en ella de modo extraordinario el espíritu de penitencia, la reparación por los pecados del mundo, y una caridad exquisita hacia sus hermanas.

La venerable hermana Arcángela (1878-1918), carmelita descalza, cuya fama de caridad y servicio a los enfermos llega hasta el día de hoy, es otra de las religiosas españolas cuyas virtudes han sido reconocidas por el Papa Francisco. Durante las noches se llegaba a levantar hasta ocho veces para atender a los más necesitados. Incluso el día antes de su fallecimiento, a pesar de estar prácticamente consumida por la tuberculosis, se levantó por si los enfermos a los que atendía necesitaban algo. Y es que la caridad es signo inconfundible de la santidad, como en el caso de la venerable sor Justa Domínguez de Vidaurreta e Idoy (1875-1958), Superiora provincial de España de las Hijas de la Caridad, que dedicó su vida a la formación de las religiosas, a la expansión misionera de la Congregación, y en definitiva a hacer presente el amor de Cristo hacia los pobres y necesitados siguiendo el carisma vicenciano.

Dos sacerdotes han sido reconocidos en los últimos meses como venerables. El padre Manuel Nieto SJ (1894-1974), fue un excelente maestro espiritual, y quienes le conocieron coinciden en la profunda huella que este sacerdote de apariencia humilde dejó en sus vidas. En su epitafio puede leerse: “Vida de continua oración. Penitencia por amor a Cristo. Entrega generosa al pobre. Corazón sacerdotal”. Y don Doroteo Hernández Vera (1901-1991), fundador del Instituto Secular Cruzada Evangélica. Dejó escritas, entre otras muchas cosas, unas líneas que sin él saberlo iban a resultar autobiográficas: “Si hemos de ser apóstoles, lo primero que tenemos que hacer es vivir lo que enseñamos. Encarnar lo que después vamos a enseñar. Por eso Jesucristo primero obró y luego enseñó”

Y como colofón, poco antes de celebrarse el Sínodo sobre los jóvenes en Roma, fue declarada venerable Alexia González Barros, madrileña que con 14 años mostró al mundo la madurez de saber aceptar con alegría la dura prueba de una enfermedad por amor al Señor.

De todos estos hermanos nuestros, tan cerca de ser declarados beatos, se podría escribir muchísimo más. Pero sirvan estas breves pinceladas para mostrar cómo la santidad sigue presente en la vida de la Iglesia que peregrina en España. Las próximas beatificaciones, y los Siervos de Dios que hemos presentado son muestra de ello. Y quién sabe si dentro de unos años no estará también entre estos testigos de la fe, la esperanza y la caridad quien ahora está leyendo estas páginas. ¿Por qué no? n

El autorAlberto Fernández Sánchez

Delegado episcopal de las Causas de los Santos de la archidiócesis de Madrid

La misión del cristiano

La Misión de la Iglesia es, por tanto, profética. Comprende la evangelización (el anuncio) y la responsabilidad social (la denuncia)

2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

La Iglesia tiene la tarea de hacer lo que Jesús hizo. Y Jesús fue profeta de su tiempo. Pero ¿qué es un profeta? La palabra griega prophetes puede significar “uno que habla” o “defiende”. Un profeta es una persona que habla la verdad de Dios a otros sobre temas contemporáneos.

Algunos, además, al mismo tiempo revelan detalles sobre el futuro. Isaías, por ejemplo, tocó tanto el presente como el futuro; denunció valientemente contra la corrupción en sus días (Is 1, 4) y entregó grandes visiones del futuro de Israel (Is 25, 8).

La Biblia nombra a más de 133, entre ellos 16 mujeres. El primero que aparece es Abraham (Gen 20, 7). Luego, en el nuevo testamento, Juan el Bautista (Mt 3, 1) que anunció la venida de Jesús como profeta, sacerdote, rey y mesías. La iglesia primitiva también tuvo sus profetas (Hech 21, 9). Y en el final de los tiempos, el Apocalipsis 11 dice que habrá dos “testigos” que profetizarán desde Jerusalén.

La Misión de la Iglesia es, por tanto, profética. Comprende la evangelización (el anuncio) y la responsabilidad social (la denuncia). El profeta denuncia: Reclamando ante todo la exclusividad en el amor de Dios; denunciando la injusticia social, defendiendo los derechos de los pobres y desvalidos; y, en lo político, interviniendo cuando los líderes políticos desatienden lo que Dios quiere para su pueblo. El profeta anuncia: Genera esperanza; abre la historia y los horizontes del pueblo hacia un futuro de salvación y plenitud.

No podemos ser auténticos cristianos si no somos profetas. Pero el profeta es perseguido, rechazado y humillado. Si su anuncio y denuncia no son de Dios, no resiste. Por eso, tiene que estar lleno de Espíritu Santo. Los poderosos de este mundo querrán eliminarlo de muchas maneras porque la verdad que viene de Dios les resulta demasiado incómoda. 

Superar el chisme y la cultura del adjetivo

La contracara de la sociedad plural es un montón de gente pensando y sintiendo muy distinto sobre asuntos fundamentales de la vida. Cuando esos temas neurálgicos entran al debate público, suele pasar que se polarizan las posturas y aparecen rótulos que definen cada posición reduciendo al otro a una etiqueta.

2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

 El Papa Francisco pronunció una homilía memorable en la liturgia penitencial con jóvenes presos en Panamá y se detuvo sobre este punto, llevado a la lógica de la vida cotidiana: “Le ponemos etiquetas a la gente: este es así, este hizo esto. Estos rótulos, en definitiva, lo único que logran es dividir: acá están los buenos y allá están los malos; acá están los justos y allá los pecadores. Y eso Jesús no lo acepta, eso es la cultura del adjetivo. Nos encanta adjetivar a la gente, nos encanta. ¿Vos cómo te llamás? Me llamo ‘bueno’. No, ese es un adjetivo. ¿Cómo te llamás? Ir al nombre de la persona: quién sos, qué haces, qué ilusiones tenés, cómo siente tu corazón. A los chismosos no les interesa, buscan rápido la etiqueta para sacárselos de encima. La cultura del adjetivo que descalifica a la persona, piénsenlo eso, para no caer en esto que se nos ofrece tan fácilmente en la sociedad”.

Jack Valero, fundador del proyecto Catholic Voices, estuvo en marzo en Uruguay ofreciendo seminarios, conferencias y entrevistas. En el programa Esta boca es mía explicó su propuesta para abordar temas polémicos: “Nuestro método se basa en hablar desde el punto de vista del otro”. Cuando alguien critica a la Iglesia, “en el corazón de eso hay una cosa buena: nosotros lo buscamos, vamos allí y hablamos de eso”. Se propone “unir y explicar, no batallar; no tener dos lados luchando”.

Esta perspectiva relacional engancha con la propuesta del Papa para la superación de los rótulos: “Comiendo con publicanos y pecadores, Jesús rompe la lógica que separa, excluye, aísla y divide falsamente entre ‘buenos y malos’.. ¿Cómo lo hace Jesús? Lo hace creando vínculos capaces de posibilitar nuevos procesos”.

Los nuevos procesos que surgen de los vínculos son, entre otros, nuevas conversaciones, más abiertas, en las cada uno puede expresar su identidad con una disposición de escucha: para aprender, para entender y, también, para responder. Una conversación puede distanciar o acercar; por eso, a la hora de abordar temas polémicos, de esos fundamentales de la vida, conviene evaluar si la relación con el otro es lo suficientemente fuerte como para contener las tensiones y encauzarlas hacia caminos fructíferos de entendimiento y amistad.

El autorJuan Pablo Cannata

Profesor de Sociología de la Comunicación. Universidad Austral (Buenos Aires)

El camino de la santidad

2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

-Texto MAURO LEONARDI

—Sacerdote y escritor @mauroleonardi3

Al agradecer a Dom Gianni, abad de San Miniato, los ejercicios predicados a la Curia, el Papa subrayó el itinerario que cada creyente está llamado a seguir. “La fe”, dijo, es abandonarse firmemente en lo que aún no ves, esperanza es esperar lo que crees firmemente, amar es estar en la presencia”.

El camino de la santidad no es llenarse de teoremas, ni siquiera de los de la teología, sino recorrer los caminos que se abren ante nosotros. Durante su predicación, Dom Gianni mencionó muchas referencias culturales importantes: no debemos olvidar, sin embargo, que el tiempo de la santidad es vivir el presente vigilante, especialmente el que parece que no tiene relevancia.   

“Presente vigilante” porque Dios es el presente eterno, y si queremos vivir sobre sus pasos debemos vivir en el presente a su imagen. La vigilancia consiste en vivir sin melancolías y sin bloqueos hacia el pasado y sin huidas hacia adelante. Sí a la memoria y a la esperanza; sí a la capacidad de tener proyectos, pero sin revoluciones que quieran derribarlo todo inmediatamente con la intención radical de “recomenzar de cero”.

El camino de la santidad se convierte así en una oración para conocer la belleza y la grandeza de un camino en el que Dios se nos manifiesta de un modo particular, no por lo que sucede sino por cómo escuchamos lo que sucede en el instante presente. Es necesario por tanto orar para estar abierto a todo lo que Dios obra a través de nosotros y para poder, en un segundo momento, agradecer y regocijarse por lo mucho que obra en nuestra vida y a través de nosotros. La vida es un sendero que recorremos de noche, cuando aún no ha amanecido. Entonces, la linterna que llevamos con nosotros debe iluminar el camino y debemos vencer la tentación de examinar el valle con nuestra pequeña luz. Si cometiéramos este error, el valle no se iluminaría y, además, no sabríamos dónde poner los pies.

El autorMauro Leonardi

Sacerdote y escritor.

Los archivos de Pío XII

Según van pasando los años y se van dedicando fondos públicos y privados a aportar recursos y personas, se van abriendo y clasificando los archivos particulares e institucionales. De ese modo aumentan los documentos necesarios para poder redactar la verdadera historia, la que se hace con fuentes.

2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

Lógicamente, los investigadores que se dedican a la historia contemporánea van publicando artículos y libros y dictando conferencias y, de ese modo, poco a poco, van llegando al público no especializado unos análisis algo más completos de la realidad histórica, aunque siempre provisionales. En cualquier caso, la historia contemporánea requiere, además de la publicación de fuentes, que hemos mencionado, el necesario tiempo hasta poder adquirir la perspectiva necesaria, la agudeza de la morada y el conocimiento hondo de los hechos y sus posibles repercusiones.

Así pues, en pocos años, con lo que se va publicando se está dando un giro la historiografía provisional y se van conociendo mejor y de modo más documentado los hechos de la reciente historia reciente de Europa y de la Iglesia en Europa y, por tanto, deshaciendo tópicos, lugares comunes y leyenda negras que tanto influyen en la confianza en la Iglesia y en las familias, a la que tienen particular derecho las personas y las instituciones.

Un ejemplo de lo que acabamos de explicar, ha tenido lugar con la reciente apertura de la extensa documentación de los archivos vaticanos acerca del pontificado del Papa Pío XI, que ha proporcionado a la historiografía contemporánea una documentación muy importante. 

En esa línea, el profesor Vicente Cárcel Ortí, gran conocedor de esos fondos, ha ido publicando de ese fondo documental algunos trabajos relativos, por ejemplo, a la postura de la Santa Sede respecto al gobierno de la segunda república en España, y a las relaciones con el gobierno durante la guerra civil y, finalmente, acerca del largo trámite y las dudas romanas para la aceptación de las relaciones de la Iglesia con el régimen de Franco. Es interesante, por tanto releer la introducción que hace Vicente Cárcel a su volumen para entender el significado de la apertura de esos archivos, el trabajo que exige y también las medidas que toma el Archivo Vaticano para el uso de esos fondos (cfr. Vicente Cárcel Ortí, Pío XI. Entre la República y Franco, Madrid 2008).

En esa línea, se enmarca esa decisión de la Santa Sede de abrir parte de los archivos del pontificado del Papa Pío XII. Como es sabido, la Iglesia había abierto recientemente los archivos vaticanos hasta Pío XI, es decir hasta 1939, por lo que abrir hasta 1945, por ejemplo, daría pie a dejar claro para siempre cómo tanto Pío XII como sus colaboradores contribuyeron a la paz en el mundo, a la defensa del pueblo judío y cómo se enfrentaron a las ideologías totalitarias que asolaron Europa, tanto el nazismo como el comunismo.

El autorJosé Carlos Martín de la Hoz

Miembro de la academia de historia eclesiástica. Profesor del máster de Causas de los Santos del Dicasterio, asesor de la Conferencia Episcopal Española y director de la oficina de las causas de los santos del Opus Dei en España.

Tribuna

No es un día más ¡Es el Día Internacional de la Vida!

El 25 de marzo se celebró en España y en numerosos países, en especial hispanoamericanos, el Día Internacional de la Vida. La autora describe la multitudinaria marcha del día 24 en Madrid y sus mensajes. El lema Sí a la Vida refleja la fuerza de la cultura de la vida.

Alicia Latorre·2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

No es una marcha cualquiera, no es un día más. ¡Es el Día internacional de la Vida! Es la celebración de todos, el momento de unirnos sin excepción por la más justa y urgente de las causas. Y por eso, un año más, hemos salido a la calle. Y ha sido maravilloso. Si estuviste, no necesito explicártelo. Si no pudiste ir, busca las imágenes y el video en www.sialavida.es Es tanto bueno lo que se sembró, que sólo podemos dar gracias a Dios y a tantas personas que lo han hecho posible con su trabajo, paciencia y entusiasmo.

¿Por qué el 25 de marzo y desde cuándo en España? En 2003 se celebró en Madrid el primer Congreso Internacional Provida. En él participaron y ayudaron a su preparación asociaciones con una larga trayectoria de ayuda a las mujeres embarazadas en dificultades integradas en la Federación Española de Asociaciones ProVida. En este Congreso y tras una encuesta mundial realizada a más de 20.000 grupos y asociaciones distintos países, se acordó por abrumadora mayoría declarar el 25 de marzo como el Día Internacional de la Vida. Esta jornada ya se celebraba en algunos países y a partir de entonces, en muchos más. Primero El Salvador en 1993; más tarde, Argentina, con el Día del Niño por nacer; y también Guatemala, Chile y Costa Rica. Le siguieron Nicaragua y República Dominicana. Y actualmente se celebra este día en Venezuela, Uruguay, Perú, México, Cuba, Ecuador, Filipinas, Austria, etc. 

En España, en 2011 se dio un paso más y definitivo. Las asociaciones existentes, junto con otras de reciente creación, decidieron que cada año, en torno al 25 de marzo, saldrían juntos a la calle para dar un testimonio unitario en defensa de toda vida humana. Se unieron también asociaciones del ámbito de la investigación, de la sanidad y educación, de la defensa de la familia y el trabajo con personas de capacidades y necesidades distintas. Con el fin de garantizar la unidad y la continuidad, fijaron unos acuerdos mínimos. Así eligieron el verde como símbolo de la esperanza. El lema elegido fue Sí a la Vida que implicaba una respuesta positiva y constructiva en todas las situaciones y dilemas personales y sociales relativos en la vida humana y su dignidad. Entre todos financiarían el acto. Así se formó la plataforma Sí a la Vida que agrupa a unas quinientas asociaciones que en España defienden la vida desde su concepción hasta su fin natural. También cuenta con adhesiones internacionales. Llevamos nueve años de andadura.   

¿Cuál es el mensaje? ¿Qué se pretende? En primer lugar, mostrar la grandeza de la vida humana.  Por eso afirmamos en el primer punto del manifiesto que toda vida humana es valiosa, única e irrepetible y tiene una dignidad que no pierde con la edad, la enfermedad o las circunstancias adversas. Por eso tiene derecho a que se le reconozca, sin excepción, su derecho a la vida, tanto en la ley como en la vida cotidiana, con unas condiciones acordes a su dignidad, especialmente en los momentos de mayor vulnerabilidad”.

También “apoyamos una investigación y medicina avanzadas, que respetan y cuidan la vida humana de principio a fin, la procreación natural y la humanización a todos los niveles. Por tanto, rechazamos las técnicas que destruyen, manipulan y comercian con vidas humanas en cualquier fase de su existencia”.    

No nos gusta nada que se desvíe el objetivo de esta convocatoria o se utilice como propaganda electoral ni que se resalte más si ha ido éste o aquel político. Pero no querer banderas políticas no implica pasividad ante la política, ni mucho menos. Por eso “pedimos a los políticos  de todo signo, que la defensa de la vida humana y su cuidado, sea un asunto prioritario y urgente, en el que se impliquen con conocimiento y convencimiento y legislen sin  fisuras ni excepciones, por el derecho a la vida de todos, por ayudar a las embarazadas en dificultades, por permitir el acceso a los cuidados paliativos a quienes lo precisen y por atender adecuadamente a las personas con necesidades especiales, a las que se encuentran enfermas, son ancianas o  sufren violencia de cualquier tipo”.

No estamos solos en estas peticiones. Especialmente en Hispanoamérica están librando una crudelísima batalla ante quienes quieren introducir el aborto en sus leyes. Hemos estado muy en contacto con ellos y en el acto tuvimos unas palabras de unión y de aliento. Todo salió realmente bien, y estamos muy contentos. Casi setecientos voluntarios jóvenes son una muestra de la vitalidad de la iniciativa: un inmenso gracias a todos.                                

El año que viene, si Dios quiere, la cita es el 22 de marzo, siempre buscando el domingo más cercano al 25. El último punto del manifiesto que resume nuestro pensamiento y compromiso:“Estamos convencidos de la fuerza arrolladora de la cultura de la vida y su poder transformador y terapéutico. Por ello estamos aquí un año más, dispuestos a seguir trabajando por ella día a día, a mostrar la verdad y generosidad que encierra. Por eso seguiremos fieles a esta cita del Día internacional de la Vida. Por eso decimos unidos un fuerte y firme ¡Sí a la Vida!”.

El autorAlicia Latorre

Presidenta de la Federación Española de Asociaciones Provida, coordinadora de la Plataforma Sí a la vida

América Latina

Mons. Juan Ignacio González Errázuriz: “El encuentro sobre los abusos ha puesto los fundamentos para una acción eficaz”

La reciente reunión sobre la tutela de los menores celebrada en Roma “ha resultado ser un bien inmenso para la Iglesia y para el mundo”, señala el obispo de San Bernardo Juan Ignacio González, quien subraya las prioridades del Papa Francisco. El prelado chileno tiene una amplia trayectoria jurídico. Se licenció en Derecho en la Universidad Católica, fue profesor del mismo centro, procurador, abogado, y más tarde, doctor en Derecho Canónico.

Omnes·2 de abril de 2019·Tiempo de lectura: 6 minutos

El drama de los abusos a menores ha azotado a la Iglesia en Chile, hasta el punto de que los obispos chilenos pusieron su cargo a disposición del Papa Francisco en mayo del año pasado. Al mismo tiempo, el Santo Padre recibió en Roma a algunas víctimas de los abusos sexuales. En enero de este año, la cúpula de la Conferencia Episcopal fue recibida por el Papa en un largo encuentro, que se prolongó en un almuerzo en Santa Marta.

En estos últimos encuentros, más selectivos, estuvieron presentes el cardenal Ezzati, el presidente, el vicepresidente y el secretario general de la Conferencia Episcopal –los obispos Santiago Silva, René Osvaldo Rebolledo y Luis Fernando Ramos, respectivamente–, y el obispo de san Bernardo, Juan Ignacio González. Al cierre de esta edición, el Papa ha aceptado la renuncia del cardenal Ezzati, que cumplió en enero 77 años, como arzobispo de Santiago de Chile, y ha nombrado administrador apostólico al actual obispo de Copiapó, Mons. Celestino Aós Braco (Artaiz, Navarra, 1945). 

   Días antes, al concluir el encuentro romano, Palabra pudo conversar con Juan Ignacio González, obispo desde 2003, licenciado en Derecho y doctor en Derecho Canónico, quien junto al obispo Luis Fernando Ramos fue portavoz de los obispos chilenos tras el histórico encuentro de los prelados con el Papa Francisco en mayo de 2018. He aquí su breve análisis.

Hace unas semanas ha concluido el Encuentro celebrado en Roma sobre el drama de los abusos y la tutela de los menores en la Iglesia. ¿Cómo lo valora?

—La reunión convocada por el Papa Francisco en Roma, para estudiar y tomar acuerdos que permitan poner fin al mal vergonzoso del abuso sexual de menores por parte de consagrados, ha resultado ser un bien inmenso para la Iglesia y para el mundo. Es el inicio de un nuevo momento. No solo desmiente las críticas y comentarios acerca de la falta de voluntad de la Iglesia, del Papa y de los obispos y superiores para extirpar este mal, sino que ha puesto los fundamentos para una acción nueva y eficaz en todos los niveles. La Iglesia se ha visto afectada gravemente por este mal, pero sabe que desde su propia herida debe alumbrar a todos los hombres y mujeres, que sólo desde la potente luz de Cristo, pueden llegar a la Verdad (Lumen Gentium,1), reparar hasta donde sea posible los males causados a personas concretas que los han sufrido y adoptar las medidas para que no ocurra en el futuro.

   El desarrollo del encuentro, la publicidad y claridad con que se han expresado las cosas, hace evidente esa voluntad. Algunas naciones que han sufrido ya momentos particulares de crisis (Estados Unidos de América, Australia, Irlanda, Chile) y donde se han adoptado medidas muy radicales y concretas, son, de alguna manera, la huella a seguir para otras: líneas guías, procedimientos, protocolos, acuerdos con autoridades civiles, etc. son una parte del camino a seguir, pero no suficientes, porque los males espirituales deben ser combatidos con armas de la misma índole.

¿Qué destacaría del discurso del Papa Francisco?

—El discurso de cierre del Papa ha sido fuerte y valiente, sin ahorrarse palabras, sin temores. Hizo públicamente algo que pocos se atreven. Ubicó el abuso sexual de menores en su contexto verdadero. “La primera verdad que emerge de los datos disponibles es que quien comete los abusos, o sea las violencias (físicas, sexuales o emotivas) son sobre todo los padres, los parientes, los maridos de las mujeres niñas, los entrenadores y los educadores. Además, según los datos de Unicef de 2017 referidos a 28 países del mundo, 9 de cada 10 muchachas, que han tenido relaciones sexuales forzadas, declaran haber sido víctimas de una persona conocida o cercana a la familia”. 

   Y luego ofreció datos oficiales de diversos organismos, sin dejar de recordar la pornografía con menores en la web, el turismo sexual, etc. Pero el Papa no se escudó ni le hizo el quite a lo que ha pasado en la Iglesia: “La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños. No hay explicaciones suficientes para estos abusos en contra de los niños”.

Utilizó las palabras “misterio del mal”.

—En efecto. Textualmente, dijo: “Humildemente y con valor debemos reconocer que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús. Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la conciencia de que se debe no solo intentar limitar los gravísimos abusos con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia”.

Hablemos de las causas, y de las soluciones…

—El Papa tampoco rehuyó buscar las causas, las verdaderas causas. ¿Cuál es, por tanto, el “significado” existencial de este fenómeno criminal? Teniendo en cuenta su amplitud y profundidad humana, hoy no puede ser otro que la manifestación del espíritu del mal. Si no tenemos presente esta dimensión estaremos lejos de la verdad y sin verdaderas soluciones […]. Detrás y dentro de esto está el espíritu del mal que en su orgullo y en su soberbia se siente el señor del mundo y piensa que ha vencido. Esto quisiera decíroslo con la autoridad de hermano y de padre, ciertamente pequeño y pecador, pero que es el pastor de la Iglesia que preside en la caridad: en estos casos dolorosos veo la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los pequeños. Y esto me lleva a pensar en el ejemplo de Herodes que, empujado por el miedo a perder su poder, ordenó masacrar a todos los niños de Belén. Detrás de esto está satanás”. 

El Papa sabe bien que las soluciones en la Iglesia no son obra de la sociología, la psicología o la medicina, que lógicamente ayudan, pero no sanan completamente el mal. Y por eso va a ellas directamente. “Y de la misma manera que debemos tomar todas las medidas prácticas que nos ofrece el sentido común, las ciencias y la sociedad, no debemos perder de vista esta realidad y tomar las medidas espirituales que el mismo Señor nos enseña: humillación, acto de contrición, oración, penitencia. Esta es la única manera para vencer el espíritu del mal. Así lo venció Jesús”. 

Es el camino de la centralidad de Cristo, tantas veces reiterado por el Papa en sus cartas al pueblo de Dios en este tiempo. Si no se va por ahí, no se va a ninguna parte. Se habla, se escribe, pero sólo Dios convierte, cuando encuentra un corazón abierto.

El Papa pidió alejarse de las ideologías.

—Francisco ve también peligros en las actitudes a adoptar para el combate del mal, que pueden sintetizarse en “estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños”. En esta línea, solicitó seguir el camino de la colaboración: “Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial. Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia, evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el sentido de culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y de una autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos graves delitos”.

¿Cuáles serían, a su juicio, las prioridades que ha señalado el Papa?

—Plenamente consciente de su responsabilidad, el Papa diseña y propone un camino para toda la Iglesia, saliendo de nuevo al paso de los que dicen y escriben que se habla pero no se hace nada. Son como prioridades en las que debemos fundar normas, procedimientos y conductas comunes: 1. La protección de los menores: 2. Seriedad impecable en los procedimientos. 3. Una verdadera purificación. 4. La formación. 5. Reforzar y verificar las directrices de las Conferencias Episcopales. 6. Acompañar a las personas abusadas. 7. El mundo digital. 8. El turismo sexual. 

Cada una de estas medidas está seguida de una explicación que precisa su contenido, por lo que conviene ver el texto completo del Papa sobre os temas propuestos. Al día siguiente del término del encuentro, comenzaron a adoptarse las resoluciones necesarias para ponerlas en práctica. Vuelven una y otra vez a hacerse reales las palabras de san Ambrosio en los primeros tiempos de la Iglesia: “Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los Apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos de la mar (cfr. Mt 16, 18). Está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación”.

Cultura

Vivir el amor humano

Lo que comenzó como un proyecto de acompañamiento a madres solteras y enfermos de sida, se ha convertido hoy en una formación de vida para niños, jóvenes y adultos en cualquier situación.

Omnes·27 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

-TEXTO Alicia Gómez-Monedero

Fernando del Castillo conoció a Nieves Tomillo en noviembre de 1991, en un congreso sobre familia organizado en Roma. En ese momento, san Juan Pablo II convocó a líderes de todos los países dedicados al tema de la familia y de la vida e instó a dedicarse a tiempo completo a la tarea de cuidar la familia y la vida mediante testimonios, charlas y cursos.
Por eso Fernando (licenciado en Filosofía y Letras y Máster en Terapia de pareja y familia), dejó su trabajo como profesor en un instituto. Nieves (Licenciada en Filosofía y Letras y Letras y en Psicopedagogía), que entonces trabajaba en la Comunidad Europea en Bruselas, volvió también a España después de dejar su puesto. “Empezamos a reunirnos como asociación de la mano de Alfonso López Quintás, pedagogo y profesor. Nuestra oficina era una cafetería y comenzamos por la parte asistencial, es decir, acompañar a madres solteras y enfermos de sida”, cuenta Fernando. “Era algo totalmente vocacional, compartíamos lo nuestro, nuestros conocimientos, nuestro tiempo, nuestro ser y con la antropología de López Quintás empezamos a dar charlas a jóvenes, mayores y profesores. El boca a boca fue lo que nos dio a conocer en distintos colegios y parroquias”, continúa el profesor.

¿Por qué no os conocí antes?
Un punto de inflexión lo supuso el viaje que realizaron a Sevilla, invitados por las religiosas Adoratrices a su casa de acogida para hablar a las mujeres que estaban allí. Fue en el año 1992, poco después de comenzar esta aventura. Ellos hablaron de su vivencia del noviazgo, del amor humano. “¿Por qué esto no me lo habían contado antes?”, es la pregunta que le hizo una joven. Estaba saliendo de las drogas después de prostituirse para conseguirlas y, tras meterse en una reyerta, cometer un crimen de homicidio. A su salida de la casa de acogida se enfrentaría a varios años de cárcel. En ese momento Fernando y Nieves se dieron cuenta de que, además de acompañar a madres solteras y enfermos de sida, era necesario prevenir y hacer lo posible para evitar que los jóvenes de ese momento fueran los enfermos y madres solteras del futuro. “Con aquella anécdota vimos que había que ir a la gente joven antes de que se metiera en campos de prostitución y así empezamos, contando nuestro propio testimonio, cómo nosotros veíamos que era el amor humano”, recuerda Fernando. Y poco después, surgieron los talleres de educación afectivo-sexual. Estos fueron los comienzos de lo que hoy es la Fundación Solidaridad Humana.

Un tabú
En los años 1992-1993 hablar abiertamente de sexualidad no era frecuente. Sin embargo, y viendo la necesidad de responder a campañas publicitarias que animaban a los jóvenes a utilizar métodos anticonceptivos (intentando así que no hubiera embarazos precoces, pero consiguiendo lo contrario), Nieves y Fernando comenzaron a hablar sobre la sexualidad ordenada y bien vivida. Ya no solo a jóvenes, también a padres, a profesores e incluso a sacerdotes. Entraron así en la Subcomisión de familia de la Conferencia Episcopal (donde han estado 12 años) y hablaron también a los obispos.
Dando charlas en colegios y en grupos de jóvenes en parroquias, se daban cuenta de que los chavales de 14 y 15 años quedaban impactados por su testimonio porque les hacía reflexionar y ver que la solución no era el preservativo. “Empezamos con los jóvenes pero enseguida nos dirigimos también a padres y profesores porque vimos que si no el mensaje era inconsistente en el tiempo”, explica Fernando. “También nos pusimos a dar formación en seminarios y noviciados”, porque este es un área de la vida que afecta y abarca a todos.

Para todos
“Hemos llegado a muchos miles de personas: hemos intervenido ante 14.000 alumnos al año, y con nuestras publicaciones hemos alcanzado mucha más gente, y por nuestros cursos han pasado miles de personas”, es el balance que hace Fernando después de 27 años de andadura.
Dentro de su programación hay talleres para todas las edades y todas las situaciones. El acompañamiento en cualquier etapa de la vida que lo requiera, es fundamental. Así por ejemplo, el Curso de Amor Humano va dirigido a parejas de novios o matrimonios, “porque la vida en pareja no es fácil y porque cuando el matrimonio no va a una, empiezan las humedades y las grietas. La parte afecta al todo, si el matrimonio no está bien, los hijos lo notan y lo sufren”. Después, existen también talleres para saber cómo hablar a los hijos sobre sexualidad, para hacerlo bien y que no se adelante “la pornografía o un ‘experto’ que les pueda confundir”.

Recibir mucho más
Para Fernando, también como hombre casado y padre de familia, la Fundación “ha sido de muchísima ayuda. Puedo decir que recibo más de lo que doy, porque al dedicarte a esto experimentas mucho en cabeza ajena y estás viendo cosas que te pasan a ti y que me dan una lección de vida. A mí me ha ayudado mucho en mi familia a expresarme, a abrir el corazón, a vivir una sexualidad sana y a muchísimas cosas más”. Para participar en los cursos y talleres de la fundación, obtener más información y ver sus publicaciones, pueden entrar en su página web: www.fsh.es

FirmasSergio Requena Hurtado

El seminario, misión de todos

En cada seminario hay un futuro que se está fraguando y es responsabilidad de todos mantenerlos y animarlos para que cada día sean más los pastores buenos que allí se forman.

7 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

El 6 de diciembre de 2016 la Congregación del Clero hizo pública la nueva edición de la Ratio Fundamentalis -el documento en el que se basan los planes de formación de los Seminarios Mayores de todo el mundo-. Vino a sustituir a la anterior de 1985, que a su vez era una actualización de la que se promulgó en 1970. Nuestro actual plan de formación para los Seminarios de España, está inspirado precisamente en ese documento, y data de 1996. Han pasado muchos años, y los cambios se han sucedido a un ritmo vertiginoso, el mundo que estamos llamados a servir ya no es el de entonces.

Los cambios se han dado no solo en los medios de comunicación donde quizá han sido más evidentes, también están siendo significativos en la manera y en el cómo nos relacionamos. Llama la atención la misma percepción que tiene la sociedad de hoy en día de la figura del sacerdote, muy alejada de la que se tenía hasta hace tan solo unos pocos años. El contexto histórico es diverso, y la sociedad y cultura en la que están inmersos los sacerdotes también. Cada uno de ellos se pregunta cómo servir mejor a los hombres y a la sociedad en la que vive, la Iglesia también se interroga en este momento histórico, sobre cómo formar mejor a los sacerdotes de hoy y de mañana, para que sean mejores servidores.

Desde la Comisión Episcopal de Seminarios, con la ayuda de expertos y del Consejo Asesor de Rectores se lleva trabajando desde hace un tiempo, en un nuevo Plan de formación para los Seminarios Mayores. Estamos llegando a la recta final, esperamos que dentro de no mucho los rectores y formadores de nuestros Seminarios, puedan disponer de esta valiosa herramienta en la tarea de formar a las futuras generaciones de sacerdotes. En este documento se describe el proceso formativo que deben vivir, desde los años del Seminario –formación inicial-, hasta los posteriores a la ordenación –formación permanente-. Son dos momentos de un único camino “discipular y misionero”, que atraviesa toda su existencia, desde el bautismo y demás sacramentos de iniciación cristiana, que pasa por el momento de su ingreso en el Seminario, y que llega hasta el final de sus vidas.

El panorama actual de las vocaciones en España, en un tiempo y unas circunstancias nada fáciles, nos muestra que en los Seminarios españoles se forman en torno a novecientos seminaristas menores y más de mil doscientos seminaristas mayores, que, si bien son números similares a los de los últimos años, nos siguen hablando de la urgencia que tenemos de rezar y trabajar por las vocaciones.

El lema del día del Seminario de este año El Seminario, misión de todos, nos recuerda que tenemos que hacer nuestra esta institución diocesana. Nuestros Seminarios, pequeños o grandes, encierran un futuro que se fragua en el hoy de cada una de estas instituciones. Es responsabilidad de todos mantenerlos y animarlos para que cada día sean más los pastores buenos que allí se formen. Desde mi etapa de seminarista hasta hoy -llevo 24 años de vida sacerdotal- más allá de los cambios que se han dado, y de los que he hablado arriba, reconozco en estos jóvenes el hambre de Dios y el deseo de dar la vida por sus hermanos, están envueltos en las dichas y frustraciones de sus contemporáneos. Su testimonio es, por así decirlo, una llama que no se apaga, un fuego que enciende otros fuegos, un testimonio que no deja a nadie indiferente, verlos, me llena de esperanza.

¿Por qué es necesario celebrar el día del seminario? Yo creo que por tres cosas fundamentalmente: primera, para concienciar a la comunidad cristiana de que el Seminario es misión de todos, responsabilidad nuestra. Segundo, es necesario recordar que tenemos que crear en nuestras familias y parroquias un ambiente favorable en el que pueda escucharse y crecer la llamada de Dios. Y tercero, porque hemos de agradecer la vida de tantos sacerdotes que han sido importantes para nosotros, que nos han hecho presentes el amor y la misericordia de Dios, y sin los cuales no seríamos quienes somos.

El autorSergio Requena Hurtado

Director del Secretariado de la Comisión de Seminarios y Universidades, CEE

Vaticano

Fortunato Di Noto: “Vigilancia y acción; se lo debemos a los niños”

La Asociación Meter es una de las primeras y más activas organizaciones de lucha contra la pedofilia. Su fundador, el párroco siciliano Fortunato Di Noto, habla para Palabra.

Giovanni Tridente·7 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

Don Fortunato Di Noto es sacerdote des- de 1991, y desde 1995 guía la parroquia de Nuestra Señora del Carmen en su ciudad natal de Avola, en la provincia de Siracusa, en la isla de Sicilia. Algunos años antes, junto a un grupo de personas de buena voluntad fundó la Asociación Meter –del griego “madre”, y de ahí “acogida” y “vientre”– (https://www.associazionemeter.org) que desde el primer momento se aplicó con decisión en el ámbito de la tutela de los minores, en la lucha contra la pedofilia y la pedopornografía online, convirtiéndose en un punto de referencia en Italia, donde colabora también con los órganos investigadores y judiciales. En esta entrevista a Palabra nos explica algunos aspectos de su experiencia y de este triste fenómeno.

—Don Fortunato, hace 30 años fue Usted uno de los pioneros en la lucha contra la triste plaga de los abusos a menores. ¿Cómo nació su misión?
La llegada de internet me ofreció la posibilidad de ver las primeras imágenes (vídeos y fotos de abusos) de niños que sufrían, y así comencé en la parroquia con un empeño que no quería ser sólo ocasional o secundar una moda, sino que muy pronto se habría convertido en permanente.
Al principio estábamos aislados, se reían de nosotros, nos vejaban y condenaban: nadie se creía lo que denunciábamos día tras día. Tampoco había tampoco las leyes ni la sensibilidad que hoy aún tarda en crecer. La primera moción en el mundo, del Parlamento italiano, se remonta al año 1997.
En ese momento dio comienzo un compromiso contras las nuevas formas de esclavitud. La pedofilia y la pedopornografía son un crimen contra la humanidad. Esperemos que todos estén de acuerdo en esto.

—En tantos años de lucha contra la pedocriminalidad, ¿qué idea se ha hecho del trágico fenómeno que afecta, en primer término, a amplios sectores de la sociedad civil?
¿Me creerá si le digo que hemos denunciado que miles de recién nacidos han sido víctimas de abusos? ¿Y si le contase que en los últimos 16 años hemos denunciado alrededor de 30 millones de fotos y vídeos con niños de edades que van desde los pocos días hasta los 12 o 13 años? ¿Y que hemos acogido y acompañado a más de 1600 víctimas? Son 23 las operaciones nacionales e internacionales de policía que entre 2003 y 2018 ha comenzado como fruto de las señalaciones hechas por Meter. 
Los números del fenómeno son impresionantes: 134.222 páginas web correspondientes a enlaces a más de 30 millones de fotos y vídeos; 2.639 personas denunciadas; 1.066 personas investigadas; alrededor de 400 arrestos en Italia y en el mundo. Sin contar que miles de denuncias no han sido proseguidas por las fuerzas la policía. No lo digo por vanidad, sino por recoger la acción concreta para detener todo abominable acto predador contra los pequeños y los débiles. Muchas veces, para ayudar a comprender el fenómeno hemos tenido que mostrar concretamente el trabajo de Meter, que se desarrolla 24 horas al día. Los protocolos oficiales con la Policía Postal Italiana, y con otras en diversas partes del mundo, traen a la luz que el número de niños implicados en este torpe mercado es enorme, con un negocio no cuantificable y por la falta concreta de intercambio y de colaboración internacionales.

—La Iglesia, evidentemente, no ha estado inmune de este drama. ¿Dónde anidan, en su opinión, las raíces de tal horror?
A la Iglesia hay que amarla, porque a pesar de los escándalos –lamentables y condenables según la justicia y la tolerancia cero– es una madre amorosa y acogedora, donde los pequeños han encontrado siempre acogida y protección. La Iglesia no es una multinacional que produce abusadores de pequeños y vulnerables. El abuso es abuso, venga de la parte que venga. Y desde siempre la Iglesia ha afrontado la perversión de sus fieles, sacerdotes y laicos bautizados. Aquel “renuncio a Satanás y a todas sus obras, y a todas sus seducciones” es un combate constante. Y quizá hay que partir de los formadores y de la conciencia del tipo de sacerdote que queremos hoy.

—A finales de febrero el Santo Padre ha reunido en el Vaticano a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo para reflexionar sobre esta tragedia. Por su parte, ¿qué considera fundamental para derrotar a este “monstruo”, como alguien lo ha definido?
La suerte es que no estamos en el año cero. Los monstruos se reconocen, y es posible conocer concretamente el fenómeno. Los actos de abuso sexual parten de la seducción de un amor enfermo y perverso, seductivo y manipulador, que en lugar de dar vida ofrece la muerte y un trauma devastador. Hay que escuchar a las víctimas, devastadas y con señales permanentes del daño sufrido. No venceremos, pero tenemos que combatir. No salvaremos a todos los niños, pero por alguno tenemos que hacerlo. Vigilar y actuar: vigilar y actuar sobre la normalización de la pedofilia y del consumo de la pedopornografía, y en el aceptar que en el amor no hay edad. También en la Iglesia.

Vocaciones

Mons. Ladislav Hučko: “Debería darse mayor espacio al celibato y favorecer la vida común de los sacerdotes”

En ocasiones se aduce la diferente disciplina en las Iglesias orientales para sugerir cambios en la regulación de la Iglesia romana sobre el celibato sacerdotal. Pero la realidad de los orientales es poco conocida, también en lo relativo al sacerdocio.

Alfonso Riobó·5 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 9 minutos

Para conocer la disciplina de los grecocatólicos sobre el celibato y las orientaciones que puedan resultar de su experiencia, hemos acudido a Mons. Ladislav Hučko, Exarca Apostólico para la República Checa. Nació en Prešov (Eslovaquia oriental) en una familia donde se habían sucedido las generaciones de sacerdotes casados. Excluido de los estudios teológicos por los comunistas, se doctoró en Física, y más tarde se ordenaría sacerdote. Ha sido formador de seminaristas. Es también doctor en Teología y profesor de Teología dogmática. Ordenado obispo en 2003 en Praga, ha sido Secretario General de la Conferencia Episcopal Checa.
En la conversación que sigue, Mons. Hučko explica la regulación del celibato en las Iglesia orientales; apunta los aspectos positivos y negativos, tal como los muestra la experiencia; y, entre otras cosas, avanza la propuesta de que se amplíe el espacio concedido al celibato, a la vez que se favorece la vida común de los sacerdotes.

¿Cuál es la disciplina del celibato en la Iglesia grecocatólica?
—La disciplina sobre el celibato en la Iglesia grecocatólica (que se unió a la Iglesia latina por medio de la Unión del año 1596) se rige por los mismos principios que en la Iglesia ortodoxa actual, si bien no es fácil comparar- las con exactitud, porque las formas prácticas pueden ser diferentes. Sin embargo, esa disciplina consiste básicamente en que se pueden ordenar hombres casados, pero ya no se pueden casar los célibes ordenados.
Se plantea un gran problema cuando la mujer muere o abandona al sacerdote; entonces, la situación se soluciona caso por caso. Si muere la mujer… el sacerdote puede ser reducido al estado laical y casarse de nuevo. Y si lo abandona, la situación es peor, porque el matrimonio es válido.

¿Por qué se señala que los obispos (entre los grecocatólicos, los eparcas y exarcas) deban ser célibes? ¿Hay algún motivo teológico o práctico?
—Ni lo uno ni lo otro. Es consecuencia del desarrollo histórico. Probablemente estamos de acuerdo en que es más fácil elegir el celibato (al menos en ese momento concreto) que dar la vida por la fe, por fidelidad a Cristo, como era frecuente en los primeros siglos de cristianismo. Después de que la
religión cristiana alcanzar la libertad en el siglo IV, muchos sustituyeron el martirio de la sangre por el sacrificio por Cristo en su ser- vicio exclusivo. San Pablo también escribe con claridad sobre eso, diciendo que para el cristiano o la cristiana es mejor quedarse soltero que casarse (entonces se pensaba que la segunda venida de Cristo estaba cerca). Y eso por varias razones, que no eran solamente prácticas.
Los primeros concilios exigían el celibato de los sacerdotes y de los diáconos. Tras la división del Imperio romano en un Imperio oriental (sobre bajo la influencia de Constantino el Grande) y un Imperio occidental (Roma) comenzaron a imponerse diferentes influencias culturales y civilizatorias en cada una de las dos zonas. En Occidente gobernaba un emperador más débil, y allí el Papa asumió el poder y el gobierno progresivamente, y le reconocía todo el mundo cristiano, aun- que no siempre en la misma medida ni con el mismo grado de obediencia. Por su parte, en Constantinopla imperaba un soberano y se implantó el modelo que hoy llamamos cesaropapismo. Por ejemplo, entre otras cosas, el césar decidía también sobre quién había de ser arzobispo, y más tarde patriarca. Por lo que se refiere al celibato eclesiástico, el cardenal Alfons M. Stickler lo estudia de manera muy científica en una publicación (Der Klerikerzölibat. Seine Entwicklungsges- chichte und seine theologischen Grundlagen, Taschenbuch, 23 de julio de 2012; traducción checa: O církevním celibátu. Jeho dějiny a teologické základy, Conferencia Episcopal Che- ca, Praga 2008); en lo sucesivo me basaré en sus datos y argumentos. Los primeros testimonios expresos sobre la continencia de los clérigos proceden de los Papas Siricio (carta del Papa Siricio a Anicio, obispo de Tesalónica, el año 392; también, a la pregunta sobre la continencia obligatoria de los clérigos mayores, en la carta Directa del año 385 Siricio responde que muchos sacerdotes y diáconos, que engendran hijos también después de la ordenación, actúan contra una ley inviolable que obliga a los clérigos mayores desde el comienzo de la Iglesia) e Inocente I. El Papa León Magno, en 456, escribe sobre esta cuestión al obispo Rústico de Narbona: “La ley de la continencia es igual para los servidores del altar (diáconos) que para los sacerdotes y los obispos…”. Por tanto, es seguro que la continencia se exigía desde el comienzo (aunque había sacerdotes y diáconos casados antes de la ordenación), pero después de la ordenación ya no se les permitía hacer uso del matrimonio. De ahí que cuando se publica en algún lugar que este o aquel santo obispo era casado, es cierto, pero eso sólo en cierta medida y hasta cierto momento. Que hoy haya sacerdotes orientales casados es una consecuencia de esta praxis de que se ordenaban hombres casados, que luego no podían hacer uso del matrimonio. Después de un cierto tiempo, sin embargo, lo cambió el II Concilio trullano en el año 691. Este II Concilio trullano, o Quinisexto, fue un concilio sólo de la Iglesia bizantina. Lo convocaron y asistieron a él sus obispos, fue promovido por su autoridad y se apoyó decididamente en la autoridad del César. La Iglesia occidental nunca ha reconocido este concilio como ecuménico, y eso a pesar de los repetidos intentos y la presión ejercida por parte del César. La Iglesia romana reconoce los cánones del trullano como un derecho particular que se tomaba en consideración sin reconocerlo más que en lo que no contradice la praxis ro- mana vigente, a pesar de que para los investigadores es claro que los textos del Sínodo de Cartagena del año 419 que emplea estaban manipulados y se usaron en sentido contrario al significado original. En consecuencia, de acuerdo con las conclusiones del Concilio trullano los obispos siguieron siendo celibatarios obligatoriamente (si estaban casados, tenían que separarse de su mujer…), pero lo sacerdotes podían estar casados y continuar viviendo con su esposa también después de la ordenación. Es decir, podían estar casados antes de la ordenación, pero no podían casar- se después de la ordenación. La diferencia entre la praxis de la Iglesia oriental y la occidental se basa también en diferentes razones prácticas y teológicas. En la Iglesia oriental el sacerdote era desde el principio (aunque a muchos no les gusta oírlo) más administrador de los sacramentos que director espiritual y maestro. Esto lo era sobre todo el obispo. Y el administrador de los sacramentos a menudo se consideraba en la Iglesia ortodoxa más un funcionario o gestor que un padre espiritual. Por eso lo eran los monjes, los religiosos, entre los que luego se escogían los candidatos a obispo.

Entonces,  ¿puede  decirse  que  la  exclusión de la posibilidad de que contraigan matrimonio los sacerdotes  ya  ordenados,  obedece a una razón puramente disciplinar?
—Hacerlo estaría en contradicción con la historia y con la praxis tanto de la Iglesia oriental originaria como de la Iglesia occidental. No se ha hecho hasta que lo introdujeron las Iglesias protestantes separadas.

La admisión al sacerdocio de un hombre casado, ¿depende solamente de la decisión personal del candidato?
—La admisión de un hombre casado al sacerdocio depende de su preparación, de su nivel espiritual y de sus estudios, y está regulada por las necesidades, así como por las exigencias, del Derecho canónico oriental (el Código de Cánones de las Iglesias Orientales). Como norma general, una persona joven primero se prepara en el seminario durante cinco o seis años, y luego decide si casarse o no. Antes, el obispo y los superiores deciden si es un candidato digno, es decir, si reúne los requisitos morales e intelectuales necesarios. Se intuyen dificultades prácticas en el caso de los sacerdotes casados. Por ejemplo, salvo los dos o tres primeros años, mi abuelo estuvo toda su vida en una parroquia (1913-1951). Y lo mismo sucedía con casi todos los sacerdotes. No se les trasladaba muy a menudo.
Hoy es distinto, pero eso no quiere decir que sea fácil. Durante mis dieciséis años de servicio en Chequia quizá he trasladado a dos o tres sacerdotes, de treinta y cinco.

¿Asume también la Iglesia el sustentamiento de las familias de los sacerdotes?
—No se puede separar una cosa de la otra. Pero a veces es un problema complicado, por lo menos en lo que se refiere a la República Checa. Aquí, por lo general no tenemos nuestras propias iglesias y casas parroquia- les, sino que tenemos que alquilarlas, y las alquilamos a parroquias romano-católicas, pagándoles una pequeña renta, además de una renta para la vivienda parroquial.
Hasta hace poco el Estado pagaba de su presupuesto a los empleados de las parroquias, pero desde que en el año 2013 se llegó a un acuerdo con el Estado en cuya virtud éste restituyó sus propiedades a la Iglesia (a las Iglesias) y continuará pagando durante 30 años más una indemnización por el patrimonio no restituido, las Iglesias deben vivir de sus propias fuentes, aunque durante un tiempo determinado el Estado financiará a la Iglesia durante 17 años con una suma cada vez más reducida.
Es un proceso un poco complicado, y actualmente lo combaten en el parlamento checo los comunistas, que exigen que las indemnizaciones sean gravadas con un impuesto del 19 %. Tienen el apoyo de la actual coalición de gobierno. Bastantes de nuestros sacerdotes, sobre todo los que tienen parroquias más pequeñas, tienen además algún otro empleo para poder mantener a su familia.
Cuando el sacerdote tiene una parroquia grande y con bastantes fieles, ellos también se preocupan de mantener al sacerdote. Un ejemplo: Ucrania. En Chequia cada diócesis tiene a su disposición unas cantidades para sostener a los sacerdotes. Pero si la parroquia es pequeña y nosotros queremos atender a esos determinados fieles, o bien elevamos el salario del sacerdote (no sucede muy a menudo) o bien se busca alguna otra fuente de ingresos. En los últimos tiempos algunos sacerdotes que están en parroquias más pequeñas ayudan además a parroquias de rito latino (que lo necesiten por la escasez de vocaciones) y a cambio reciben una ayuda. Pero antes deben obtener la autorización de la Congregación para las Iglesia Orientales, que se llama la facultad del “birritualismo”. En este sentido, depende mucho de cómo sea de grande la parroquia que tenga el sacerdote. Si es grande y tiene buenos fieles, estos nunca dejan que el sacerdote lo pase mal… Y no sólo eso, sino que aportan a la parroquia en la medida de sus posibilidades.

¿En qué sentido influye lo anterior en el número de vocaciones? ¿Hay vocaciones suficientes?
—Hasta el momento sí, pero no es seguro lo que pasará en el futuro, porque ser sacerdote en las condiciones actuales no es fácil y, aunque a veces pueda parecer más fácil, servir fielmente es más difícil teniendo una familia. Si el sacerdote asume su misión con un planteamiento sincero y piadoso y quiere esforzarse por la santidad, ha de ser un padre santo y un marido santo, a la vez que un sacerdote santo. Tiene dos familias: su familia y la parroquia. Y no todos lo consiguen. O bien da preeminencia a una y descuida la otra… Los que lo consiguen son realmente santos. Y debo decir que en la actualidad no son pocos.

En función de la experiencia, ¿consideran este sistema satisfactorio, o piensan que debe evolucionar en algún sentido?
—Este sistema tiene sus lados débiles, pero en ciertas circunstancias también sus aspectos fuertes. Es objetivo que el sacerdote casado no puede dedicarse a sus fieles tanto como el soltero, y sus deberes familiares con frecuencia también obstaculizan parcialmente su preparación intelectual. Tiene que preocuparse más por alimentar a su familia, sobre todo si tiene varios hijos. En caso de dificultades con los hijos, sufre mucho personalmente, y también la parroquia se ve afectada. Hay dificultades con los traslados a otra parroquia. Muchas veces la familia se ve perjudicada por la ausencia del padre, especialmente durante las fiestas litúrgicas más importantes.
No se puede negar, por otro lado, que en determinadas circunstancias este sistema tiene también una influencia muy positiva sobre los fieles, así como sobre la persona del sacerdote o de la familia. Pero solamente en caso de que como familia den un ejemplo a los demás, a su entorno, de vida cristiana. Sabemos que en los años cincuenta, cuando se forzaba a los sacerdotes a aceptar el paso obligatorio a la Iglesia ortodoxa, a menudo eran precisamente las esposas las que les servían de apoyo para que perseveraran y no firmaran aceptando, y marchaban al exilio con ellos con ánimo dispuesto. Así sucedió en el caso de mi padre.
Es muy positivo también que el sacerdote no vive solo, y no se convierte en un individualista o en una persona solitaria o rara. En la Iglesia oriental (también en la católica) son pocos los sacerdotes que vivan o trabajan en soledad. Bien viven en el celibato, y de estos la mayoría en congregaciones religiosas, o bien en una familia. El hombre es una ser social, y es para él natural vivir con otros, aunque no se puede negar -lo conocemos por muchas biografías de santos, pero también de nuestro mismo Salvador- que dedicar espacios breves de tiempo a la meditación en soledad es muy necesario y provechoso para la dimensión humana de la persona.
El futuro mostrará qué aspecto prevalecerá en la vida en la Iglesia. En mi familia fueron sacerdotes grecocatólicos mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo; y sin duda a partir de esta tradición familiar, cuando yo quería ir al seminario mi padre me decía que si que- ría ser sacerdote (grecocatólico) lo mejor era casarse.
En mi opinión lo ideal sería que, siguiendo la tradición inicial de la Iglesia, se diera mayor espacio al celibato, y a la vez se favoreciera la vida común de los sacerdotes. Y que la eventual ordenación de hombres casados -donde no hubiera suficiencia de sacerdotes- se limitara solamente a aquellos que son ya mayores y cuyos hijos llevan ya una vida independiente, los llamados viri probati. La decisión sobre si volver o no al sistema inicial debería corresponder a los concilios o al Papa.

¿Podría decirnos si rige la misma regulación en las Iglesias ortodoxas?
—La disciplina de los ortodoxos es sustancialmente la misma, aunque entre ellos hay bastantes cosas que son mucho más libres (disciplina matrimonial, confesión en común, preparación intelectual de los sacerdotes…), mientras que en otras son, en cambio, más estrictos (ayunos exigidos, duración de las oraciones…).
Por lo que sé, en la cuestión del matrimonio de los clérigos tienen en principio los mismos principios generales que nosotros. En relación con su praxis concreta no puedo pronunciarme con fundamento suficiente

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Vaticano

Menores: “Que las actividades y lugares de la Iglesia sean siempre plenamente seguros”

Del 21 al 24 de febrero se ha desarrollado en el Vaticano un importante encuentro de todos los presidentes de las conferencias episcopales, los superiores de las congregaciones religiosas y diversos miembros de la Curia romana para reflexionar sobre el drama de los abusos de menores en la Iglesia.

Giovanni Tridente·5 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 6 minutos

“Queremos que todas las actividades y los lugares de la Iglesia sean siempre plenamente seguros para los menores; que  se tomen todas las medidas posibles para que semejantes crímenes no se repitan; que la Iglesia vuelva a ser absolutamente creíble  y  fiable  en su  misión de servicio y de educación para los pequeños según la enseñanza de Jesús”.

Con estas palabras, pronunciadas al termino del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, el Papa Francisco ha cerrado simbólicamente el significativo encuentro sobre la “tutela de los menores”, que se ha celebrado en el Vaticano desde el 21 hasta el 24 de febrero, y que ha contado con la participación de alrededor de 200 miembros de la jerarquía eclesiástica, entre presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, representantes de los superiores de las congregaciones religiosas y diversos colaboradores de la Curia romana.

Se trataba de una clausura “simbólica”, porque en sustancia es el comienzo de una nueva aproximación al fenómeno de los abusos de menores por parte de miembros de la Iglesia, que sigue sin duda un recorrido iniciado hace muchos años, ya bajo el pontificado de san Juan Pablo II, y proseguido denodadamente por el Papa emérito Benedicto XVI, pero que ahora entra en la fase más dinámica y proactiva.

Durante cuatro días, lo que podríamos llamar el “vértice” de la Iglesia ha llevado a cabo un doloroso recorrido penitencial, y ha tenido que mirar a la cara aquel “demasiado” mal al que por demasiado tiempo se le ha permitido herir hasta las vísceras profundas de la comunidad eclesial, arruinando la existencia de aquellos que Jesucristo consideró siempre el tesoro más privilegiado a salvaguardar: los niños.

Ciertamente, los problemas no desaparecerán mágicamente, porque el mal entró en el mundo con el “primer hombre” y porque Dios quiere que sus hijos sean siempre libres. Pero hacer dado este gran paso de humillación, que no ha esquivado la mención de las peores responsabilidades también de quien hubiera debido supervisar para que determinados crímenes no ocurrieran, permite esperar que se haya finalmente emprendido la dirección justa.

Testimonios

Ha sido significativo que los numerosos cardinales y obispos que representaban a las Iglesia en todo el mundo pudieran escuchar, de la viva voz de los heridos de por vida, los dramáticos testimonios de los abusos que han sufrido por parte de quienes más bien hubieran debido cuidarlos.

Y es un bien que finalmente haya dejado de estar en el centro del problema la obsesiva salvaguardia del buen nombre de la Iglesia, de la diócesis, del obispo o de la comunidad parroquial, sino la víctimas, las víctimas, a las que ante todo se les ha de garantizar que se les creerá (tomando en serio lo que tengan que decir) y un total apoyo. No sirve de nada esconder, y la experiencia del pasado ha demostrado que eso es incluso causa de otros males, otros abusos, otros e infinitos dramas físicos y morales.

El Papa Francisco ha estado presente toda la duración del encuentro, en el que se ha puesto en primer lugar la oración, una oración ciertamente penitencial pero también de invocación del Espíritu Santo, para que en este pequeño cenáculo eclesial pudiese entra la luz de la curación para todos y de la necesaria acción de reparación y salvaguardia.

Se han dicho muchas cosas, se ha escucha- do mucho, se ha rezado, se ha rectificado, se ha debatido. Ahora cada uno, cuando vuelva a su comunidad en los diversos rincones del planeta, deberá transmitir a los que quedaron allí esta nueva mentalidad de hacerse cargo del problema de manera activa y proactiva, de manera que, como ha repetido el Papa Francisco, “todas las actividades y lugares de la Iglesia sean siempre plenamente seguras para los menores”.

Concreción

Es tanto el material manejado en el encuentro, que el comité organizador ha decidido justamente reunirse después en los días sucesivos, para realizar un necesario y oportuno seguimiento, que puede ir en la línea de la “concreción” que el Santo Padre había pedido precisamente en el discurso de apertura de la reunión sobre los abusos.

Porque es verdad que las diagnosis son necesarias para encuadrar honestamente los fenómenos, pero una vez conocidos los problemas y las causas hay que pasar a las terapias y curar los cuerpos rotos y tristemente marcados por el mal. Además de por otras razones, al menos porque “el santo Pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no condenas simples  y  obvias,  sino  medidas  concretas y eficaces a adoptar”, ha dicho el Papa.

Entre las primeras iniciativas concretas que se adoptarán, ha declarado a los periodistas en el último briefing organizado por la Sala Stampa vaticana el moderador del encuentro, Federico Lombardi, estará un Motu proprio del Papa “para reforzar la prevención  y la lucha contra los abusos  en la Curia  romana y en el Estado de la Ciudad del Vaticano”, acompañando a una nueva ley del Estado y las oportunas líneas guía.

Por su parte, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicará un vademécum que ayudará a los obispos del mundo a comprender claramente cuáles son sus deberes y sus competencias.
Por deseo del Santo Padre, se crearán además task forces de personas competentes para ayudar a las conferencias episcopales y a las diócesis que encuentren dificultades al afrontar estos problemas, o para realizar las iniciativas convenientes.

El programa de los trabajos ha previsto tres jornadas intensas de conferencias –dedicadas a tres temas específicos: responsability, accountability e transparency–, con dos relatores por la mañana y uno por la tarde, introducidas siempre por la oración inicial y jalonadas de espacios para las preguntas y los trabajos en grupo, cuyas conclusiones han sido presentadas al final de cada día.

Como decíamos, han sido impactantes y al mismo tiempo necesarios los testimonios de víctimas de abusos, provenientes de varias naciones y continentes, que han sido ofrecidos cada día, también como motivo para acompañar la oración de grupo.dos relatores por la mañana y uno por la tarde, introducidas siempre por la oración inicial y jalonadas de espacios para las preguntas y los trabajos en grupo, cuyas conclusiones han sido presentadas al final de cada día.

Los encargados de las relaciones han sido los cardenales y obispos, pero también tres mujeres, una monja y dos laicas, de diversas proveniencias para demostrar que se trata de un fenómeno global.

Penitencia

El lavacro de la “liturgia penitencial”, celebrada al término de la tercera jornada, ha tenido asimismo su fuerte impacto emotivo, también por la claridad con que todos los obispos reunidos en la Sala Regia ante la imagen del Crucificado sangrante han pedido perdón, confesando las violencias cometidas “respeto de los menores y los jóvenes”, la incapacidad de proteger a “los que más tenían necesidad de nuestra atención”, la cobertura dada a los culpables y la reducción de las víctimas al silencio, omitiendo la “ayuda cuando era necesaria”.

En el discurso final del encuentro, pronunciado al final de la Santa Misa con todos los participantes también en la Sala Regia, para mantener el clima de recogimiento y de oración necesario, el Papa Francisco ha subrayado que aunque se trata de un fenómeno ampliamente difundido a nivel mundial –como demuestran una serie de estadísticas de cualificados organismos– en el caso de la Iglesia adquiere mayor gravedad y escándalo “porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética”.

Misterio del mal

Es difícil encontrar una explicación plausible sobre por qué ocurre eso, pero una respuesta puede alcanzarse seguramente reconociendo “humildemente y con valor”, “que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús”. “Satanás”, ha añadido el Santo Padre fuera del texto previsto. Sin reconocer esta dimensión “estaremos lejos de la verdad y sin verdaderas soluciones”.

Por tanto, junto a las medidas prácticas sobre todo hay que tomar “medidas espirituales que el mismo Señor nos enseña: humillación, acto  de  contrición,  oración,  penitencia. Esta es la única manera para vencer el espíritu del mal. Así lo venció Jesús”.

Después, el objetivo será “escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren”, y la Iglesia lo hará –ha sugerido el Papa Francisco– en cuatro dimensiones específicas, que van desde el objetivo primario de la tutela de los niños, con un cambio de mentalidad para “combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución, en beneficio de una búsqueda sincera  y  decisiva del bien de la comunidad”, y cultivar “seriedad impecable” en el afrontar el fenómeno; pasando por la exigencia de una correcta y equilibrada selección y formación de los candidatos al sacerdocio; reforzando aún más las líneas guía de cada una de la conferencias episcopales, y acompañando a las personas que han sufrido abusos; esto, sin descuidar el inmenso fenómeno del “mundo digital”, que facilita a menudo el acceso a este mal, y el “turismo sexual”, plaga mundial a combatir y reprimir.

Conversión y humildad

No obstante, el Papa ha querido dar las gracias a tantos sacerdotes y religiosos que se gastan por anunciar el Evangelio, y educan y protegen a los pequeños e indefensos, dando su vida en el seguimiento de Jesús; y ha concluido afirmando que el mejor resultado y más eficaz en este renovado camino al servicio del bien y de la verdad podrá venir solamente de una “conversión personal y colectiva” y de “la humildad de aprender, escuchar, asistir y proteger a los más vulnerables”.

Cultura

«Mi misión es dejar huella»

Se puede ser emprendedora, apasionada del arte y madre de diez hijos. Se puede, y además se puede hacer con alegría. Nos lo demuestra Pilar Gordillo.

Alicia Gómez-Monedero·5 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

“Definirse es muy difícil, muy complejo”, dice Pilar cuando le pido que se presente. “Soy muchas cosas: mujer, esposa, madre y profesional del sector del mundo de los eventos, del ocio cultural”, explica.
Pilar vive en Toledo, está casada con Santiago y son padres de 10 hijos.

En más de una ocasión ha visto caras de sorpresa al decir que sí, que son diez, pero es que “para mí un hijo no es una decisión, sino que es el fruto de que Dios es grande y puede con todo y regala eso y más”.

No puedo evitar preguntarle cómo se conjuga ser madre de familia numerosa y emprendedora. Y su respuesta es deliciosa: “Porque el fruto de una persona que tiene un motor de amor dentro, que se lo regalan cada día del cielo, es dar más frutos”.

Así de simple y así de complejo. “Es totalmente lógico”, me dice, “tener una criatura, no tener miedo a tener otra, estar feliz cuando viene la cuarta, lanzarnos juntos a la piscina y sorprenderte en el camino porque viene la sexta”.

Lejos de crear agobio y confusión, “cada vez hay más amor en casa, más comunión, más presencia de Él. Entonces ¿qué miedos puede haber?”.

Arte y pasión
Pilar habla con pasión de su familia. Pero esta misma pasión que lleva dentro es la que le ha lanzado al emprendimiento, porque Pilar es también una apasionada del arte. Por eso mismo, estudió la carrera de historia del arte.

En la ciudad de Toledo encontré la gran oportunidad de comunicar el arte al gran público que son los turistas, que tiene tiempo y se mueven en un ambiente de relajación suficiente para escuchar y tienen además una necesidad de entender el por qué y el para qué de las obras de arte que contemplan”, explica ella.

Y de aquí nace el emprendimiento y nace Evocarte, “de la pasión, de estar llena de vida y de fuerza interior”,  porque esta fuerza lleva a dar fruto, “a dar vida, que es mantener una familia, que es buscar lo mejor para mis hijos, que es hacer cosas por los demás, es el fruto lógico tener una empresa, dar cosas buenas a los demás”.

Evocarte se dirige concretamente al ocio corporativo. Se ofrece a empresas que piden un ocio con sentido, cultural; para ellas, cuando finalizan una reunión a las siete de la tarde en una ciudad que está totalmente cerrada, gracias a Pilar, “se abren monumentos en exclusiva para ser visitados con cuidado, con mimo, con música en vivo, acompañados de gastronomía, de pequeñas teatralizaciones, de recitales de poesía. No son complementos sino que es un todo, es la masa que aúna y da sentido y deja huella, porque mi misión es dejar huella, cultivar a las personas, suscitar el talento y la cultura eso lo garantiza”.

Todo tipo de experiencias

Pero, ¿cómo es posible suscitar todo esto viendo, por ejemplo, el Entierro del Conde Orgaz, del Greco? “Porque yo alcanzo el sentido profundo de este arte”, responde Pilar. Está especializada en arte sacro y en más de una ocasión le han dicho que se nota que es creyente, “porque vivo esas verdades existenciales, conozco a Dios y lo comparto como lo experimento, como lo saboreo y como lo valoro en mi vida. Esto es lo que ofrezco y se nota”.

No hay más que escucharla, porque ya en su voz y en su manera de expresarse se intuye todo esto. Pilar dice además que ha tenido todo tipo de experiencias después de realizar estas visitas: “Hay quién me cuenta que les he ayudado a rezar o que, por un momento, han tocado el cielo escuchándome. Incluso gente no creyente me ha dado abrazos porque les he hecho sentir cosas que nunca habían sentido. Y yo veo cómo se les iluminan los ojos. He estado con directoras de revistas femeninas que no se querían levantar de dónde estábamos, y me pedían que continuara contando más, porque experimentan que hay profundidad en esa obra de arte, que hay un deleite más allá de lo que ellos conocían”.

Para poder llevar a cabo todo esto, Pilar me revela que su secreto es la oración, “que es como el comer todos los días”.  Puede parecer realmente complicado tener un rato a solas con Dios, pero ella me contesta que, en último término, “es cuestión de prioridades, así que, aunque llegue tarde a la oficina un día no me puedo mantener en pie sin la oración”.

El autorAlicia Gómez-Monedero

Actualidad

Perspectivas pastorales en un ámbito rural

Desde hace casi dos años atiendo pastoralmente, como párroco, 9 pueblos de la Ribera del Duero burgalesa, una hermosa zona de la provincia de Burgos, en España... Me corrijo: cuando estaba redactando estas líneas, me llaman del obispado para decirme que me añaden dos pueblos más. Así que con Roa, el más grande, son ya 11 pueblos.

Alfredo Pérez Bustillo·21 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 5 minutos

En este aún corto espacio de tiempo estoy teniendo la oportunidad de acercarme a una realidad pastoral peculiar, que antes no conocía de manera tan directa. Digo peculiar y no difícil, pues la dificultad es una característica común hoy día en toda labor de evangelización.

Si los fieles “ya no vienen”

Si en algunos lugares cabe encontrar bien patente la característica de “Iglesia en salida” que tanto le gusta al Papa Francisco, puede ser éste uno de ellos. Por dos razones fundamentalmente.

El primer motivo es que la gente de aquí vive en núcleos de población dispersos; en realidad, son muchos pueblos para tan poca gente.

Y la segunda razón es porque, con excepción de las cofradías, han desaparecido prácticamente todas las formas de apostolado organizado (movimientos apostólicos, grupos de liturgia, etc.). Así ha sucedido incluso en el núcleo poblacional más grande de los que atiendo, la localidad de Roa (con unos 2.300 habitantes), a excepción de la catequesis infantil y de Cáritas.

En cuanto a las cofradías, son muy numerosas sobre todo en este último pueblo, pero en general están muy desmarcadas de la vida de la parroquia. Es en tal tesitura donde entraría en juego la calificación de “Iglesia en salida”. Una característica de la actitud pastoral que ahora se ha hecho necesaria viene dada por la constatación de que los fieles ya no “vienen”: hay que salir a su encuentro y aprovechar cualquier oportunidad para “hacerse presente”.

En este sentido, he encontrado que la forma más directa y eficaz de alcanzar ese objetivo es la visita a los enfermos. Siempre lo agradecen, y además, se crea la oportunidad de que se acerquen a los a los sacramentos y de poder conocer sus familias. Otra ventaja es que de ese modo el sacerdote se “obliga” a no encerrase en un despacho.

Demasiadas tareas para el párroco

Lamentablemente, y aunque pareciera lo contrario, atender tanto pueblo ocupa mucho tiempo en realizar tareas administrativas que desde mucho tiempo atrás se han dejado demasiado exclusivamente sobre los hombros de los párrocos: el cuidado de templos, la administración de los pocos ingresos, el estar al tanto de propiedades de las parroquias…, y de las calefacciones, y del “surtido” de pequeñas cosas y material que demanda la liturgia.

En estas tareas, echo en falta por parte del obispado la puesta a disposición de personal laico que se encargue de todo (pero del tema de conservación de templos fundamentalmente), posibilitando así que el sacerdote ponga su corazón y su cabeza sólo en la pastoral de las personas.

Despertar evangelizadores

Pero la visita a los enfermos no es suficiente. Salta a la luz que se necesitan nuevas experiencias de pastoral que llamamos de “primer anuncio”, de ir al núcleo del Evangelio, como hicieron los Apóstoles y los primeros cristianos. Yo lo resumiría en la urgentísima necesidad de despertar por todos
los medios el evangelizador que lleva dentro cada bautizado. En este sentido me he propuesto, de momento, dos tareas

La primera es acercarme a las cofradías, para implicarlas más en la vida de las parroquias. Hemos organizado encuentros periódicos de cofrades, que realizamos cada segundo lunes de mes. Y en perspectiva está acudir a las cofradías penitenciales, para que se sientan más responsables de la Cuaresma y de la Semana Santa. Paralelamente, nos renimos también con las cofradías marianas en los meses de mayo y octubre. Evidentemente, todo esto en el pueblo más grande de los que atiendo.

¿Qué problemas pastorales surgen en los pueblos más pequeños? En estos las visitas a los enfermos y mayores son siempre posibles. La dificultad principal es la cantidad de Misas dominicales, y las abundantes fiestas populares.

Hasta la fecha, cada pueblo sigue teniendo su Misa dominical (me ayuda un sacerdote que está en la diócesis estudiando), porque ha sido así siempre. Se celebran Misas cada domingo en pueblos entre los que hay distancias entre sí irrisorias (solamente 5, 6, o 7 kilómetros). No es fácil encontrar la solución, por la firme resistencia de la gente a desplazarse: la mayoría son muy mayores y argumentan que siempre han tenido la Misa.

Tengo en perspectiva concretar la idea de realizar un encuentro con una o dos personas de cada pueblo, aquellos que sientan más con su parroquia, para dar a conocer la labor que recae sobre los pocos sacerdotes, y para que vean las necesidades pastorales de este pequeño territorio. La mayoría casi no sabe lo que pastoralmente pasa en el pueblo de al lado. Y así, una vez que veamos la situación clara, espero poder organizar juntos una atención pastoral más coherente con la realidad y más realista con las posibilidades. Además, puede ser la forma de ayudarnos unos a otros.

El tú a tú

Muy probablemente se podrán tener muchas más iniciativas que las expuestas. La vida te va llevando, y procuro estar al día sobre experiencias pastorales de Nueva Evangelización, como es el caso de los Cursos Alpha, que quizá se pudieran realizar en este entorno también.

Sin embargo, el método que nunca falla es el del encuentro personal e informal con la gente, en la calle, en los mercados o en las mil y una ocasiones que te proporciona vivir ente ellos. Cuando te haces amigo de la gente es cuando la oportunidad de acercarles a Dios se hace verdaderamente real. En los dos años que han pasado ya, entre los fieles de estas parroquias he conocido más, muchas más, situaciones personales que, por ejemplo en cuatro años que pasé en una parroquia de Burgos de 7.000 habitantes.

Aquí está uno a pie de calle. Yo procuro buscar cualquier excusa para salir, sobre todo en verano.

Siempre te encuentras con alguien conocido, a casi todos saludas y te saludan. Me acerco a los corrillos de mayores sentados a la fresca. Y, ¡cómo no!, muchas veces sale el tema religioso. Brevemente, de pasada, se te da la oportunidad de decir una palabra aclaradora, una invitación, una palabra de ánimo, una broma, etc. Pero en esta “pastoral callejera” hay aún algo más de interés. La gente no se acerca al despacho para casi nada. Son varios los que, tras varios encuentros-saludo en la calle, me preguntan, surge una inquietud, etc. Así he entablado amistades con fieles a quienes procuro ayudar de modo regular en sus situaciones personales que requieren orientación. Evidentemente, todos nos hemos dado cuenta ya que son los problemas de la familia lo que más hace sufrir a la gente. Y hasta, ¡oh, milagro gordo!, me veo con los muchachos y muchachas que se han confirmado en estos dos años. Digo “gordo” porque la mayoría de los párrocos dicen que ni los ven. Yo los veo en la calle, a varios, y me acerco de vez en cuando y los saludo y les recuerdo que Dios también les es- pera a ellos en la Misa dominical, por ejemplo. Procuro no hacerme pesado, ni ser un “chapas”, como dicen a veces, ni con ellos ni con nadie.

Porque resulta que en muchas ocasiones, al verte, algunos te abordan y te dicen más o menos: “Yo quería hablar con Usted, o contigo”. Y me exponen su inquietud, o su problemón. Entiendo, con todo esto, que aún la figura del sacerdote despierta cierto interés. Representa lo religioso, a veces lo eclesial, otras veces una persona de fiar, a quien se le pueden contar problemas que ni a los amigos se contarían. No es la última maravilla pastoral pero, a la postre, este modo de encuentro con las gente es muy eficaz, da oportunidades maravillosas para hacer amistad y para tener un “despacho en la calle” en el que, aunque sea durante unos breves minutos, se puede hacer un verdadero seguimiento de la vida de las personas. Por supuesto que también han surgido amistades más consolidadas y ocasión por eso de profundizar en los temas más a fondo. Por poner un solo ejemplo, de aquí nació el caso de una persona que está tramitando su nulidad matrimonial. Desde que me contó su caso vi, sin ser experto, que era de libro. Va bien, y así podrá regularizar su situación actual. Lo mismo habría que decir de haber podido acercarme a la vida de las cofradías, un mundo peculiar y del que no sabía nada. Intento que sean más pastorales y sirvan a la evangelización de sus miembros

Luz del Espíritu Santo

Creo que habrá que encomendar estas cuestiones mucho más al Espíritu Santo, para que ilumine a todos, a fin de encontrar caminos que conduzcan a una atención pastoral más eficaz que no se reduzca sólo al domingo.

Hay que pensar que también durante la semana se puede y se debe realizar otras iniciativas pastorales. Oportunamente, será necesario hacer turnos para las Misas dominicales. Y, si es viable, el domingo que no acuda el sacerdote, convendrá poder tener celebraciones de la Palabra.

El autorAlfredo Pérez Bustillo

párroco en 11 pueblos de la diócesis de Burgos

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Dossier

Formar en Religión es transmitir conocimientos

La clase de Religión no es un privilegio de la Iglesia, sino un derecho de los padres, que proporciona conocimientos y formación a los alumnos.

Alberto Cañas·13 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 9 minutos

No sé si se han dado cuenta, pero cuando los políticos no saben de qué hablar, necesitan tapar alguna de sus corruptelas o tienen la necesidad de cambiar de discurso, acuden siempre al socorrido tema de “la clase de Religión” o de los Acuerdos Iglesia–Estado de 1979, es decir, de sacar de la escuela la primera y de revisar los segundos, e incluso revocarlos. Todo en nombre de la libertad, la laicidad y el progresismo. Momento que ahora estamos viviendo intensamente.

Pero, ¿qué es la ERE (Enseñanza Religiosa Escolar)? ¿Por qué la asignatura de Religión en los colegios? ¿Es lo mismo que la catequesis? ¿Es la ERE voluntaria u obligatoria? ¿Y en la escuela pública? ¿Qué y cómo se evalúa? ¿Quién la imparte? ¿Por qué quieren acabar con ella? ¿Qué dificultades tenemos en el día a día los profesores de Religión? Procuraré responder con sencillez y claridad a estas preguntas, desde mi experiencia como profesor de Religión en la escuela pública durante los últimos 24 años.

La ERE en la Constitución y los acuerdos de 1979

Como no son pocos los ataques, comentarios y todo tipo de argucias en contra de la ERE, los profesores de Religión en la escuela pública hemos tenido que aprender algo de legislación básica para defendernos. Hay dos artículos fundamentales en la Constitución Española de 1978, el artículo 16 y el 27.

El artículo 16 dice: “1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades sin más limitación en sus manifestaciones que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley”. Y en el apartado 3: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.
Está en sintonía con lo que dice el Concilio Vaticano II: “Entre el Estado y la Iglesia debe existir un mutuo respeto a la autonomía de cada parte”.

El artículo 27 de la Constitución proclama: “Todos tienen derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”, y “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
Finalmente, el artículo 10 sentencia: “Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”.

Y la Declaración Universal de Derechos Humanos dice en su artículo 26.3: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. En resumen: España es un Estado aconfesional, no laico y mucho menos laicista. Esto significa que no hay una religión oficial en España, pero sí una obligación de hacer posible el derecho constitucional de los padres a elegir el tipo de formación y de educación que crean oportuna para sus hijos, respecto a sus creencias religiosas e ideologías. La clase de Religión católica no es un privilegio de la Iglesia, sino un derecho de los padres reconocido en nuestra Constitución (arts. 16 y 27) y en la Declaración de los Derechos Humanos.

La práctica habitual con la ley vigente La legislación vigente, de acuerdo con los acuerdos Iglesia–Estado de 1979, dice que la mencionada ERE, (enseñanza religiosa escolar) es de oferta obligatoria para los centros y optativa para los alumnos. Es decir, los colegios tienen obligación de ofrecerla, pero los alumnos no tienen obligación de cursarla.

Los padres tienen que decidir al principio de curso o cuando inscriben a sus hijos en el colegio si optan por la asignatura de Religión o por la asignatura de Valores. Hasta hace un par de cursos la otra opción era “Atención educativa”. Este último término, más conocido como alternativa, era confuso y malicioso, pues hacía pensar a muchos padres que los niños que no cursaban Religión iban a recibir algo parecido a clases “particulares”. Y no era así. En el mejor de los casos, la atención educativa se ocupaba de un plan de fomento a la lectura (en la Comunidad de Madrid) o trabajar en un libro de valores; pero la realidad era muy distinta: juegos, películas, sala de ordenadores, estudio libre…. Una competencia bastante desleal.

Con la actual Ley de Educación (LOMCE), la optativa a la Religión es una asignatura llamada Valores éticos y sociales, que es evaluable pero muy abierta a la libre interpretación del docente que la imparta, con lo que volvemos a una situación parecida. E incluso en algunos colegios bilingües la asignatura de Valores se dan en inglés, mientras la Religión es en español, lo que hace que muchos padres se decanten por la primera. Después de mucho “pelear”, estamos consiguiendo que no sea así.

El tiempo empleado para la asignatura de Religión es de dos sesiones semanales con un total de hora y media en educación primaria y un tiempo proporcional en educación infantil. Pero la LOMCE no ha sido desarrollada por los Reales Decretos necesarios para regular un sin fin de detalles para su funcionamiento, y ha dejado la puerta abierta a reducir el horario a una sola sesión e incluso para la desaparición de la asignatura en alguna etapa educativa. Habrá que esperar a ver qué sucede con el nuevo gobierno.

El profesorado encargado de impartirla debe tener la misma formación y titulación que el resto de los profesores del centro. Es decir, la diplomatura en Magisterio (actualmente Grado) en cualquiera de sus especialidades (para educación Infantil y Primaria), la licenciatura en Teología o Ciencias Religiosas (para ESO y Bachiller), y la DEI (Declaración Eclesiástica de Idoneidad), hoy conocida como DECA en ambos casos. El profesor es propuesto por el obispo y contratado por la autoridad educativa competente (en el caso de Madrid, por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid).

ERE y catequesis

La asignatura de Religión asegura la formación integral de la persona. Para que una educación sea de verdad integral, debe trabajar todos los ámbitos de la persona: el físico, mediante la Educación Física, la psicomotricidad y los deportes; el mental, con las asignaturas tradicionales, Lengua, Matemáticas, Ciencias, Sociales, Música, etc.; el de las emociones y sentimientos y la relación con los demás; y por último, el espiritual con la clase de Religión.

Evidentemente, estos ámbitos no son totalmente estancos e interactúan unos con otros, formando un todo que es la persona, creada a imagen y semejanza de Dios. Si trabajamos los tres primeros y olvidamos el cuarto, la formación de la persona queda manifiestamente incompleta. Se trata de la formación integral del alumno, favoreciendo las inteligencias múltiples y desarrollando todas las dimensiones de la persona, incluidas la espiritual y la emocional.

En el lenguaje pedagógico actual, se desarrolla en lo que se llama “competencias” (competencia en comunicación lingüística, competencia social y cívica, competencia cultural y artística, competencia de aprender a aprender, competencia de autonomía e iniciativa personal, competencia en el conocimiento e interacción con el mundo físico). No me entretendré en explicar cómo trabaja y como encaja la asignatura de Religión en cada una de estas competencias.

La clase de Religión no es catequesis. Son aprendizajes distintos, pero complementarios entre sí. El ámbito de la clase de Religión es el colegio. El de la catequesis, la parroquia, las comunidades cristianas y sobre todo, la familia. En la catequesis se reciben los conocimientos necesarios para vivir la fe y celebrarla. De ahí, que gran parte de las catequesis traten sobre la preparación para recibir los sacramentos.

En las catequesis, los niños (me referiré a las catequesis infantiles por la comparativa con la ERE, aunque existe catequesis de adultos) aprenderán las oraciones, gestos y significados litúrgicos; estudiarán el cate- cismo, los sacramentos y participarán en las celebraciones religiosas. Así mismo, deberán tomar conciencia de pertenencia a la comunidad cristiana, a la Iglesia. Es cierto que algunos de los temas que se tratan en las catequesis son comunes a los de la ERE, pero su enfoque y metodología deben ser, por definición, distintos.

Nuestras raíces

En la enseñanza religiosa escolar, trabajamos el diálogo fe-cultura. Ambos conceptos no son excluyentes como señalan algunos. El niño en el colegio aprende a conocer el entorno que le rodea y a entender el mundo en el que va a vivir y se le dota de las “herramientas” (conocimientos y estrategias) para ser capaz de adaptarse a él y sobrevivir con éxito. Y nos guste o no, llevamos 2000 años de cristianismo y 4000 de judaísmo. La base, las raíces de nuestra sociedad actual es Grecia (Filosofía), Roma (Derecho) y el cristianismo (que a su vez tiene sus raíces en el judaísmo).

Y todo esto no se puede obviar. Algunos ejemplos: nuestras fiestas son cristianas -en Madrid, de todas las fiestas que tenemos, sólo la Constitución, el día del trabajo o de la Comunidad no son fiestas religiosas–; nuestros nombres, los de nuestras calles y los de algunas localidades tienen una etimología cristiana o de un hecho o personaje religioso; muchos de nuestros saludos, fórmulas sociales, dichos y refranes son de origen religioso, por su referencia bíblica o de la historia del cristianismo; nuestros paisajes, urbanos o rurales, están salpicados de edificios y símbolos religiosos: iglesias, catedrales, monasterios, ermitas, monumentos, cruceros…; nuestra historia, literatura, arte, música, tienen multitud de hechos, personajes y obras religiosas o relacionada con la Religión.

El diálogo fe–cultura es un diálogo, valga la redundancia, con el resto de asignaturas para comprender el mundo desde la cosmovisión cristiana. Se enseña la aportación del cristianismo a nuestra cultura: a la ciencia, a la historia, al arte, a la filosofía, a la literatura…

Y en cuanto a los valores… ¿de dónde salen los valores que se dan en la asignatura con el mismo nombre? Solidaridad, empatía, generosidad, perdón, tolerancia, perdón, paz, amor… Son valores evangélicos. ¡Si la educación en valores es un pilar esencial del currículo del área de Religión!

Objetivos generales del área de Religión

  • Para concretar un poco más, he aquí los objetivos generales del Área de Religión para Educación Primaria, desde los 6 a los 12 años:
  • Conocer los aspectos básicos de las religiones, relacionándolas con el cristianismo. Reconocer a los fundadores y algunos elementos distintivos de las grandes religiones vigentes.
  • Conocer la Biblia, su estructura y sentido.
  • Descubrir la acción de Dios en la naturaleza y en la persona.
  • Identificar algunos personajes fundamentales de la historia de la salvación y su respuesta de fe, en particular la persona de Jesucristo y la Virgen María.
  • Valorar la novedad del amor de Dios que nos salva del pecado y de la muerte.
  • Identificar el significado de algunas formulaciones, expresiones y textos básicos del mensaje cristiano.
  • Identificar la Iglesia, conocer la presencia de Dios y su gracia en los sacramentos, y el servicio eclesial prestado por los apóstoles y sus sucesores.
  • Comprender y distinguir el sentido sagrado, festivo y celebrativo de las fiestas y sus ritos. Analizar la jerarquía de valores, actitudes y normas que conforman el ser cristiano, y aplicarlos a las distintas situaciones de la
  • vida.
  • Valorar que la fe cristiana implica asumir responsabilidades, el sentido de la acción y del compromiso cristiano, y una actitud de tolerancia y respeto ante los sistemas éticos de las distintas religiones.
  • Conocer, valorar y respetar el patrimonio religioso, artístico y cultural.
  • Descubrir que el destino eterno del hombre empieza aquí como don que surge de la victoria de Cristo sobre la muerte.

Conocimientos multidisciplinares

En la enseñanza religiosa no se evalúa la fe (imposible por definición), como aseguran los detractores de la asignatura. Se evalúan conocimientos y contenidos concretos y científicos: nombre de los profetas mayores, los reyes de Israel, localización del Mar Rojo o del Monte Sinaí, libros de la Biblia y su localización en el Antiguo Testamento o en el Nuevo, saber dibujar un mapa de Israel del siglo I y situar el Río Jordán, el lago Genesaret y las principales ciudades de la vida de Jesús, por citar algunos ejemplos.

Este diálogo fe–cultura convierte la asigna- tura de Religión en un área multidisciplinar, en un compendio de muchos saberes: historia, geografía, literatura, arte, música, cine, filosofía, moral, ética, ciencia… Así pues, el alumno que asiste y aprovecha las clases de Religión estará mejor preparado que otro que no la curse.

Y no sólo para los que estudien historia del arte, como me comentaba no hace mucho una licenciada en esta materia, sino que yo mismo lo he podido experimentar en una salida cultural con niños de 9 ó 10 años de un colegio en el que trabajé hace años, al Museo del Prado.

La ignorancia, gran enemigo

Además, la fe necesita de formación, siendo la ignorancia uno de sus grandes enemigos. La ignorancia y la falta de formación hacen de nuestra fe un gigante con pies de barro, que con nada se derrumba.

Cuántos jóvenes de familia religiosa, que durante su infancia y adolescencia incluso han acudido a la parroquia y frecuentado los sacramentos, llegan a la universidad o empiezan a trabajar, y en pocos meses abandonan su vida de piedad y se alejan de la Iglesia porque algún compañero o profesor les ha dicho que en la Religión es todo mentira, mitos que la ciencia ha superado.

Les hablan de la teoría de la evolución de las especies, del Big Bang, o cualquier teoría del origen del universo, les recomiendan lecturas de filósofos ateos bien argumenta- dos, les hablan de las riquezas de la Iglesia, la Inquisición… Y entonces ese joven, o esos jóvenes, sin la formación adecuada, se sienten defraudados, estafados, timados, engañados… ¡derrotados!

Con una buena formación religiosa que incluya una exégesis seria y rigurosa, el joven tendrá la fortaleza y la seguridad suficiente para rebatir todo este bombardeo con argumentos serios y científicos y salir victorioso en la defensa de su fe sin complejos.

Pero volviendo al tema del presente artículo, podemos decir que es frecuente encontrar muchos cristianos adultos (incluso con formación universitaria) con la misma formación que recibieron cuando se prepararon para recibir la primera Comunión. Imagínense qué pasaría si las personas nos quedáramos con el nivel académico adquirido a los ocho o nueve años en Lengua o en Matemáticas. Pues así estamos en materia religiosa.

Y si no me creen, ahí están los concursos de televisión y lo que ocurre cuando preguntan algo sobre Religión: desde contestar que los tres primeros reyes de Israel fueron los “reyes magos”, a decir que los mandamientos son doce.

El autorAlberto Cañas

Profesor de Religión

Mundo

Democracia y religión a diálogo en el Congreso Mundial del Derecho

El tema Democracia, Constitución y libertad será el eje del Congreso Mundial del Derecho, que se celebrará en Madrid este mes de febrero convocado por la World Jurist Association. También se tratará sobre el papel social de la religión.

Omnes·8 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 4 minutos

—TEXTO Carlos de la Mata Gorostizaga
Abogado, Secr. Gral. de la Fundación Madrid Vivo

Son muchos los momentos en los que, en la historia se ha tratado de quitar, incluso erradicar, el papel de la religión en la vida pública. Ejemplos hay desde la revolución francesa, hasta su persecución durante todo tipo de conflictos bélicos, pasando por el régimen comunista de la antigua URSS, la Alemania nazi o la China de Mao Tse Tung. En todos ellos son numerosos los casos en los que las religiones han sido perseguidas y condendas al ostracismo, o incluso su desaparición. Pero en pleno siglo XXI, no debe tener cabida la falta de diálogo con las distintas religiones en un marco de convivencia y fraternidad. Tal y como expresó el Papa Francisco en su reciente discurso ante el Cuerpo Diplomático en Roma, “las particularidades [de las distintas religiones] no son obstáculo para el diálogo, sino la savia que lo alimenta con el deseo común de conocer la verdad y la justicia”. Ambas cuestiones, verdad y justicia, son intrínsecas en la persona humana, y han sido tratadas y analizadas a lo largo de la historia por filósofos desde Platón, con “su idea de lo bueno” a Hegel. Pero si bien estas ideas de verdad y justicia pueden tener un cierto carácter de idealismo, la experiencia a lo largo de la historia nos ha demostrado que es en la democracia donde mejor se ha plasmado los conceptos de verdad y justicia, porque es en este sistema político, tal y como lo entendemos, el lugar en el que los hombres pueden expresarse con libertad.
Es el diálogo, y la comprensión mutua, el mejor camino para trabajar las diferencias.En un Estado democrático debe tener cabida todas las religiones, y por lo tanto, se debe trabajar con ellas. España es un ejemplo claro de cómo tras un conflicto tan doloroso como una guerra civil y 40 años de dictadura, se ha podido establecer una democracia con- solidada, bajo el amparo de una constitución que garantiza la plena libertad del ejercicio religioso, tal y como indica su artículo 16, “se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”. Numerosos Organismos Internacionales que promueven los valores democráticos, contemplan la libertad religiosa como uno de sus pilares. Desde la Convención Europea de Derechos Humanos del Consejo de Europa, en su artículo 9, al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas, en los apartados 1 y 2 de su artículo 18.
Vivimos en una sociedad en la que la “modernidad líquida” acuñada por Zygmunt Bauman cada vez se impone más. Una sociedad individualista, hedonista, en la que no tienen cabida los valores comunitarios y por lo tanto, se pretende hacer que prevalezca el egoísmo individual, sobre el bien común de la sociedad, y en la que la falta de convicciones morales y la ausencia de valores parece tener más éxito que el darse a los demás. El siglo XXI teme y abjura del concepto del prójimo. El mismo presidente Macron destacaba que en sociedades como la francesa “pesan” no sólo los efectos de la crisis económica, sino el relativismo y el nihilismo, coincidiendo en esto con el papa Benedicto XVI.
La cuestión de la Democracia y la Religión, en no pocas ocasiones, sobre todo en Europa, se ha expresado como algo contrapuesto; y esto ha sido históricamente visto de forma muy distinta en sociedades como la norteamericana, que ha venido considerando siempre el hecho religioso como algo positivo. Allí la libertad religiosa ha sido siempre la primera libertad. Y sigue siendo la primera libertad recogida por la primera enmienda de la Constitución americana. Sin duda otro ejemplo de cómo democracia y religión pueden y deben ser compatibles.
Sin duda en una sociedad hiperconectada como la actual, en la que la inmediatez de las redes sociales nos llevan a acceder a todo tipo de noticias en cuestión de minutos, se ha logrado que la mentira de toda la vida, la llamada “posverdad”, se convierta en realidad y en creencia para no pocas personas a golpe de clic.
Por eso son tan necesarios en la sociedad moderna una democracia y una constitución que garanticen no sólo el derecho de las personas, sino que garanticen el cumplimiento de unos deberes que supongan un marco de convivencia para todos.
Como recordó recientemente el presidente Macron, “la Iglesia [extrapolémoslo a todas las religiones], que intentara desentenderse de las cuestiones temporales no respondería al fin de su vocación”. Porque el bien común de la sociedad pasa también por el compromiso de todas las religiones con esta. Sea cual sea la creencia del individuo.
El papel de las confesiones y su compromiso con la democracia en España está fuera de toda duda. La solución a muchos de nuestros problemas actuales está en los hombres y las mujeres y en su compromiso, en tanto personas, con la sociedad y la democracia que nos ampara. En no pocas ocasiones se ha enmascarado el ataque a las distintas religiones y su papel en la sociedad con la defensa de la secularidad, y por ende, la discriminación de no pocas personas por el mero hecho de ser católicos, musulmanes, judíos, etc.
Si entendiéramos que la defensa de la laicidad pasa porque los hombres y las mujeres que practiquen una confesión religiosa no pueden participar en la vida pública estaríamos cayendo, y por lo tanto justificando, los numerosos casos de dictaduras que en nombre del “pueblo”, han perseguido, encarcelado y asesinada a millones de personas a lo largo de la historia.
Tal y como dijo Macron, cuando habló de la muerte del coronel Beltrame durante un ataque terrorista, “el ejemplo del coronel Bel- trame […] algunos vieron en este gesto la aceptación del sacrificio arraigado en su vocación militar […] y otros, especialmente su esposa, interpretaron este acto como la traducción de su ardiente fe católica preparada para la prueba suprema de la muerte. […] Algunos podrán considerar propósitos entran enconflicto con el laicismo. […] La laicidad no tiene como función negar lo espiritual en nombre de lo temporal, ni desarraigar de nuestras sociedades la parte sagrada que nutre a tantos de nuestros conciudadanos”.
Sin duda este espacio de diálogo que pretende dar la Fundación Madrid Vivo, durante el Congreso Mundial del Derecho, consideramos que es el ideal para demostrar, que la unión entre democracia y religión, no sólo es intrínseca de la persona humana, sino que cada vez es más necesaria para dotar de va- lores a una sociedad cada vez más carente de ellos.

España

Estuve preso y vinisteis a verme

El acompañamiento a las personas privadas de libertad es uno de los pilares fundamentales de la pastoral. Con el tiempo, este acompañamiento se ha ido perfeccionando y materializando en otras acciones como los talleres y las casas de acogida.

Alicia Gómez-Monedero·7 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 5 minutos

“Atendemos todo tipo de situaciones sin importar lo que haya hecho la persona”, afirma Mariola Ballester Siruela, directora de la Pastoral Penitenciaria de la diócesis de Orihuela-Alicante. Mariola lleva 24 años formando parte de la pastoral y este es su cuarto curso al frente de ella. Ballester cuenta a Palabra que una vez que entra por la puerta de la prisión “lo que tengo delante son personas y no delincuentes, porque si los viese así, estaríamos etiquetando y eso no es justo”.

La labor de la Pastoral Penitenciaria en España “es la acción de la Iglesia en el mundo de la cárcel que se divide en tres áreas: religiosa, social y jurídica”, explica el padre Florencio Roselló, mercedario y Director del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE: “La religiosa como presencia de la Iglesia; la social porque hay muchas realidades que afectan a la persona que está en la cárcel: familia, trabajo, alimentación…; y la jurídica que orienta y ayuda a los presos en sus procesos judiciales, y trabaja porque las leyes sean cada vez más justas y más humanas”, explica el director.

“Trabajamos también en prevención, yendo a institutos y colegios para contar experiencias con personas que han salido de prisión como manera de sensibilizar a los jóvenes con esta realidad”, continúa Roselló.

 Voluntariado y talleres

El voluntariado es la base sobre la que se sustenta esta labor, ya que se nutre de personas que ofrecen su tiempo de manera altruista para dedicarse a los tallares en la cárcel. Roselló explica que “dentro se trabaja el área religiosa con talleres de catequesis, formación, Biblia… y en el área social con programas de resolución de conflictos, valores, autoestima, etc. Pero el fin no es el tema que se trata, sino que el taller es el medio para llegar a la persona”, cuenta el padre Florencio.

También se realizan talleres de lectura o cine-fórum en los que los internos se reúnen en la hora y el día establecidos, ven una película y luego la comentan con el voluntario encargado. “Estos talleres propician otro tipo de relación y, en muchos casos, los internos se abren de manera distinta porque saben que están hablando con gente de la calle, no es lo mismo que con sus compañeros en el patio o con los funcionarios”, explica Mariola, que es responsable, junto con otro voluntario, de un taller de mediación. “Son espacios de acercamiento, es una relación más libre porque saben que allí no hay nadie que les juzgue”, continúa.

Cada dos años, las pastorales de cada diócesis realizan un programa en el que establece los talleres que se van a llevar a cabo. Éstos se presentan en los centros penitenciarios, dirigidos por la Junta de Tratamiento y es el subdirector/a de tratamiento, una vez aprobados por la Junta, quien los manda a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior en Madrid donde se aprueban para llevarse a cabo.

El ofrecimiento a las personas internas en las distintas prisiones distribuidas por España se hace tanto a través de los trabajadores sociales de la cárcel, “con los que tenemos una colaboración estrecha”, como por anuncios en los distintos módulos de la prisión.

 Acompañamiento

«La presencia más constante es la del capellán”, dice el padre Florencio. “Visita los distintos módulos y hay quien se acerca para hablar, otros para confesar y otros no se acercan pero la presencia del sacerdote está ahí, se hace presente el acompañamiento”. También, gracias a este acercamiento, se ofrecen a los internos la participación en los distintos talleres.

“Estar en la cárcel conlleva la privación de libertad pero no de vivir el credo de su fe”, explica Roselló, “y la Pastoral penitenciaria hace presente en prisión a la Iglesia y el mensaje libertador de Jesús. Visitar la prisión, es visitar al mismo Cristo que está preso”.

Casas de acogida

Otra preocupación de la Pastoral Penitenciaria es la situación de los presos que salen de la cárcel, ya sea por permisos o por tercer grado, cuando el interno pasa a cumplir condena en un centro de régimen abierto, en semilibertad. Para ello tienen preparadas casas de acogida en cada diócesis.

“En muchas ocasiones, cuando la familia del preso está lejos o los vínculos familiares están deteriorados, durante el permiso no tiene donde ir. Para ello están habilitadas las casas de acogida”, explica Mariola.

En la diócesis de Orihuela-Alicante cuentan con dos de ellas, una para hombres, de la Fundación Obra Mercedaria (de los Mercedarios de la provincia de Aragón), y otra para mujeres, cedida por las Hijas de la Caridad.

Estas casas, en el caso de la diócesis de Orihuela-Alicante, se sustentan gracias a los donativos. Por ello, cada Navidad la diócesis pone en marcha una campaña para recaudar fondos y seguir manteniéndolas abiertas. Lo recaudado se utiliza también para becar a las familias de los presos en cuanto a alimentación, comedor escolar, libros, medicamentos y otras necesidades urgentes, para facilitar la comunicación telefónica con la familia y que éstas puedan visitar a los presos en la cárcel y para ayudar a que la inserción laboral les ayude a construir su vida desde los valores del trabajo, el esfuerzo y la responsabilidad social.

Respuestas

En algunos casos, la pastoral tiene el papel de ayudar a valorar si la cárcel es el lugar para ciertas personas con situaciones muy complicadas. Fue el caso de Ana (nombre ficticio). Extranjera, joven, universitaria, pintora y cristiana, tuvo que huir de su país por persecución. Su familia pagó a una mafia para conseguir pasaportes falsos que le permitieran salir del país. Precisamente por esto fue detenida al llegar a España y, mal aconsejada por la mafia, no pidió asilo al llegar a nuestro país. Tras intentar salir de nuestras fronteras varias veces, fue detenida de nuevo y enviada a la prisión de Fontcalent. Desde allí avisaron a Mariola para que fuese a visitarla.

Ana casi no hablaba español y les costó trabajo entenderse. El centro penitenciario pidió a la Delegación de Pastoral que firmase su acogida en la casa de mujeres y Ana pasó a ser clasificada en tercer grado. Abandonó el módulo de la prisión y pasó al centro de inserción social. La prisión pidió su asilo político, y le fue concedido. Ana pasa los fines de semana en la casa de acogida de la diócesis de Orihuela-Alicante, podrá estudiar español y buscar un trabajo.

El trabajo de la Pastoral Penitenciaria en toda España es “enormemente bueno y creo que sí que estamos dando respuesta a muchas situaciones que de otra manera serían mucho más dolorosas para las personas y sus familias”, resume Mariola.

¿Por qué preocuparse?

“Porque queremos una sociedad que funcione mejor”, dice el padre Florencio. Sabemos que los internos en prisión están allí por sus delitos, pero no conocemos todo lo que les rodea y lo que les ha llevado a cometer esa falta, sea más o menos grave. “Es muy reveladora la pregunta del Papa Francisco cuando va a visitar una prisión: ¿Por qué ellos y no yo?, ¿acaso soy mejor que ellos? El Papa hace una reflexión, si él hubiese nacido en la familia de muchos que están en prisión, posiblemente él también estaría en la cárcel”, afirma el director de la Pastoral. “Como decía Concepción Arenal, penalista del siglo XIX, ‘odia el delito y compadece al delincuente’. Quien está en prisión es hijo del mismo Padre que yo, es mi hermano y  merece respeto y ayuda para salir de la situación en la que se encuentra”, asegura el padre Roselló.

Frutos

“Yo parto del sembrador”, dice el padre Florencio. “Los frutos muchas veces no los vemos porque cuando salen de prisión perdemos el contacto con ellos. Es lógico porque sería hacerles recordar una historia  que normalmente se quiere olvidar. Pero sí entendemos que lo que la Iglesia siembra luego da sorpresas agradables y positivas”.

El autorAlicia Gómez-Monedero

Siria, una herida dolorosa que requiere solidaridad y paciencia

Han vuelto decenas de miles de refugiados, pero muchas familias huyen todavía de Siria. La reconstrucción siria, económica, social y moral, requiere mucha ayuda y será lenta.

7 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 6 minutos

Si hay un tema que en todas las latitudes tiene un poder de ruptura y división es hoy día el de los migrantes y refugiados. Separa profundamente, y crea conflictos entre quienes se abren a la aceptación y el desafío integrador, y quienes creen que la única solución es el cierre de puertos y fronteras, el rechazo.

Pero si existe un lugar en el mundo donde este problema se entrelaza con complejas dinámicas geopolíticas, hasta convertirse en el campo de batalla de potencias enfrentadas, ese es Oriente Medio. De modo particular, el caso de los sirios que han vivido fuera de su patria durante años es un grito al que el mundo parece haberse acostumbrado. Alrededor de 6 millones de sirios han sido desplazados en el propio país, mientras que en este momento están registrados como refugiados en ACNUR, la agencia de la ONU para este inmenso colectivo de personas, 5,6 millones de personas. La mayoría están en Turquía, que alberga a 3,6 millones, a los que hay que su- mar alrededor de un millón de refugiados en el Líbano, unos 700.000 en Jordania y 250.000 en Irak, según datos de la citada agencia.

La prensa internacional, que trata de evitar las lecturas partidistas, se asoma periódica-mente sobre el tema con títulos emblemáticos que ayudan a delinear el alcance y el impacto de esta presencia prolongada durante años de huéspedes no deseados.

Descripción de la crisis

En los últimos meses, The Economist ha abordado el drama de con estos titulares: “Los sirios refugiados pueden convertirse en los nuevos palestinos”, “Los sirios refugiados, un peón en el tablero de ajedrez de Siria” o “El largo camino a casa”. Todos los artículos insistieron en que los retornos voluntarios son algo sencillo de hablar, pero complicado de llevar a la práctica debido a una serie de obstáculos que no eluden mencionar.
Incluso el New York Times ha vuelto a ser contundente con el tema de la migración a finales de 2018, y países de la Unión Europea se unieron a su calificativo: “Es un acto de asesinato”, afirmaron para referirse a la gestión de los gobiernos soberanos en los flujos en el Mediterráneo.

La situación de los sirios en el extranjero se discutió también en la cumbre económica y social de los países árabes celebrada en Beirut a mediados de enero de este año. La prensa libanesa y la regional destacaron las diferencias entre los representantes de los países. Contrariamente a lo que esperaba el Líbano, no fue posible adoptar una posición común sólida sobre el regreso de los refugiados sirios a sus hogares, sino que solo se hizo una referencia general a los países árabes para abordar el asunto con responsabilidad, y un llamamiento “a la comunidad internacional para redoblar sus esfuerzos” con el fin de permitir que todos regresen a sus hogares y aldeas.

1,5 millones de sirios en Líbano

El gobierno libanés esperaba algo más. En los medios de comunicación árabes puede leerse a menudo que, según el ejecutivo libanés, hay que ayudar a volver a casa a los 1,5 millones de sirios presentes en el Líbano, un número mayor que el de las estadísticas de ACNUR, que equivale a un tercio de la población libanesa.

El patriarca de los maronitas, cardenal Bechara Boutros Raï, se ha referido a esta cuestión: “Las consecuencias económicas, sociales, culturales y políticas son desastrosas. Fue correcto responder en caso de emergencia, pero esta situación continúa a expensas de los libaneses y del Líbano”, dijo durante una visita oficial a Francia en 2018, llegando a hablar del riesgo de “desequilibrio demográfico” y del “cambio de identidad”, que corroboran en su país con general indiferencia: “A veces nos sentimos un poco extranjeros en nuestro propio país”.

Ya en 2013, año en el que el Papa Francisco invitó a una vigilia de paz mundial para detener una amenaza de Estados Unidos, la situación de los sirios en el Líbano fue calificada por los analistas “bombe àretardement” o bomba retardada, que todavía nadie ha des- activado, por cierto.
A finales de diciembre, el periódico libanés L’Orient-LeJour publicó la noticia del retorno voluntario de unos mil sirios. Había prepara- do el terreno, publicando antecedentes sobre la fatiga de la diplomacia en la gestión del expediente de “repatriación”, con división entre aquellos que sostienen que el régimen actual no tendría la intención de recuperar a los exiliados, y los que alegan evidencias de lo contrario.

¿Mil repatriaciones sobre un millón y medio de sirios en el Líbano son muchas o pocas? Para L’Orient-LeJour fue especialmente importante detallar la lista: 70 refugiados abandonaron Ersal, una localidad de Békaa en la frontera con Siria; 60 dejaron Tiro, 55 eran de Nabatiyé, 27 de Saïda, otros de Trípoli y Abboudiyé, etc., una lista que parecía casi un consuelo para el libanés medio (incluso hoy, el más solidario está agotado).

Pobres, hambrientos, sin hogar…

Al mismo tiempo, se presentó en Beirut el estudio anual realizado por los tres organismos de la ONU (ACNUR, UNICEF y PMA, World Food Programme), sobre la situación de los refugiados sirios en la tierra de los cedros: a pesar de mejoras en algunas áreas debido a la respuesta humanitaria, la situación de los refugiados sigue siendo precaria, y ésta es una afirmación lapidaria.
Los porcentajes presentados fueron desastrosos: el 69 % de las familias de los refugia- dos sirios están por debajo del umbral de la pobreza; y más del 51 % viven con menos de 2,90 dólares al día, el umbral de supervivencia. ¿Cómo se las arreglan? O encuentran comida barata, o no comen y mandan a los niños a trabajar.
El 88 % de los refugiados sirios están endeudados: en 2018 el promedio fue una deuda de 800 dólares, en 2018 de más de 1.000. La tasa de matrimonios precoces está creciendo y si, por un lado, los niños entre 6 y 14 años están aumentando, el 80 % de los jóvenes de 15 a 17 años no van a la escuela.
A esto se suman los problemas asociados con la obtención de certificados de residencia y nacimiento: en 2018, el 79 % de los niños sirios nacidos en el Líbano no estaban registrados. Finalmente, el número de familias que viven en instalaciones no permanentes crece: en 2017 eran el 26 %, en 2018 llegaron al 34 %.
Pobre, endeudado, hambriento, sin hogar y trabajo. Es esta incertidumbre de su destino la que alimenta el funcionamiento de la bomba retardada. Se puede escuchar o no, pero afecta a todos.

¿Por qué no regresan?
Hablamos ahora de una Siria casi completamente pacificada, nuevamente bajo el control del presidente Assad. ¿Y por qué no regresan? Las razones de los refugiados son diferentes: temen, una vez más, las represalias, ser arrestados como desertores; no tienen un lugar para regresar a las aldeas destruidas, ni un trabajo esperándolos. Quien voló sobre el mar o el océano, o subió hacia el norte de Europa, ¿por qué debería dejar la situación de “seguridad” alcanzada para volver a la incertidumbre de Oriente Medio? El presidente Assad ha estado defendiendo durante meses que los sirios, especialmente los empresarios, son bienvenidos si regresan, pero hay quienes le acusan de utilizar la fase de reconstrucción para liquidar cuentas pendientes y favorecer a aquellos que han sido leales a su gobierno. Además, como informó The Economist el verano pasado, el propio Assad comentó: “Siria ha ganado una sociedad más segura y más homogénea”, refiriéndose a la nueva composición de la población.

¿Cómo se presenta este año?

Para ACNUR, si regresaran 37.000 sirios en 2018, en 2019 podrían llegar a ser 250.000. Una predicción que será válida si los principales obstáculos dejan de existir: la obtención de documentos y certificados de propiedad de tierras y casas, la historia de la amnistía anunciada para aquellos que han abandonado el servicio militar, pero también la seguridad de áreas rurales minadas, y el reconocimiento del millón de pequeños sirios nacidos en el extranjero.

Mientras tanto, la agencia de la ONU ha pedido a los donantes 5.500 millones de apoyo a los países vecinos para proporcionar atención médica, alimentos, educación y apoyo psicosocial a los refugiados, ayuda a la reconstrucción de casas, puentes, carreteras, fábricas y centrales eléctricas a la sombra de la gran ambición rusa y china, dos potencias interesa- das en hacerse con este mercado prometedor. Tampoco la UE quiere quedarse fuera de la partida humanitaria y de la reconstrucción, en vista de su posicionamiento geopolítico.

Al tratar de calcular el valor de la reconstrucción material, estamos hablando de unos 300.000 millones de dólares, que escapa al costo exorbitante de la reconstrucción de un tejido social desgastado por 8 años de guerra. Cada enlace, cada red, cada relación entre las diferentes comunidades que mantuvieron el extraño equilibrio de la sociedad siria ha fracasado.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, estuvo el vera- no pasado en Duma, la ciudad principal de Guta del Este, a 10 kilómetros de la capital, Damasco. Durante años de batalla, el área fue completamente devastada, culminando en una intensa batalla cuando el gobierno retomó el control de la ciudad.

Miles de familias tuvieron que huir de la ciudad; actualmente, 125.000 personas vi- ven en la zona, en comparación con una población que rondaba los 300.000 antes de la crisis. A pesar de los edificios derrumbados y las pilas de escombros, algunos de los desplazados regresan a reconstruir sus hogares y vidas. No obstante, en vista de que muy pocas viviendas se mantuvieron en pie, y con escasos servicios básicos, Grandi advirtió que las necesidades de ayuda humanitaria en la población seguían siendo inmensas.
“En medio de las ruinas, hay niños que necesitan ira la escuela, que necesitan ser alimentados, que necesitan vestirse”, agregó. “Lo que debemos hacer es ayudar a la gente, más allá de la política; como todos sabemos, la situación política en este conflicto es ya bastante compleja. Por el momento, las necesidades básicas son las que deben ser atendidas urgentemente”.

Una actuación capilar y paciente

Por otra parte, quien está fuera de su hogar y ha criado hijos que nunca han visto su país, ¿puede confiar en que su vecino ya no se volverá contra él? Incluso aquellos que se quedaron en su patria, y pasaron años despiertos mientras dormían, o sufrieron cada día con el rugido de los morteros, aquellos que perdieron amigos, hermanos, padres en la guerra, quienes han quedado marcados en el cuerpo por heridas profundas, todos ellos ¿podrán comenzar de nuevo?

Una herida dolorosa atraviesa estas tierras y ninguna inversión multimillonaria externa puede suturarla porque es demasiado pro- funda. Solo un nuevo trabajo a partir de lo más básico, una paciente actuación capilar a partir de la escuela, desde la educación de los más pequeños, puede ofrecer alguna posibilidad. Pero en un plazo largo, muy largo.

El autorMaria Laura Conte

Licenciada en Letras Clásicas y doctora en Sociología de la Comunicación. Directora de Comunicación de la Fundación AVSI, con sede en Milán, dedicada a la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria en todo el mundo. Ha recibido varios premios por su actividad periodística.

Experiencias

El uso responsable y social de los bienes de la Iglesia. Una llamada a la transparencia

El buen uso de los bienes de la Iglesia va acompañado por un esfuerzo de transparencia cada vez más decidido. El autor analiza algunos aspectos de la gestión económica de instituciones eclesiales y aporta sugerencias de futuro, con referencia a las prácticas que suelen englobarse en la “responsabilidad social corporativa”.

Ángel Galindo García·7 de febrero de 2019·Tiempo de lectura: 10 minutos

Con esta breve exposición intento acercarme, para ser fiel al título asignado, a aquellas necesidades de la Iglesia, con sus problemas, soluciones y retos que puedan ayudar a conocer las acciones de la misma Iglesia en sus diversas instituciones (obispados, órdenes religiosas, parroquias, Cáritas, grupos de voluntarios) cuya organización, gestión y objetivos se acercan o pueden aproximarse a lo que hoy llamamos Responsabilidad Social de la Empresa. Nos fijaremos de forma particular en las estrategias para dar respuesta a los retos de futuro.

Introducción

Es difícil hacer un estudio pormenorizado de las instituciones de la Iglesia con conclusiones generales en materia económica o propia del campo de la administración de los bienes. Cada Diócesis e Instituto Religioso tiene sus propios métodos y modos de administrar atendiendo al lugar, país y contexto sociocultural al que pertenezca. Por ello, nos referiremos de forma concreta al ámbito español, aportando datos que tienen en parte su origen en la reflexión realizada a partir de la experiencia adquirida por el contacto di- recto con la Administración de una Diócesis concreta y al ámbito de teología moral social, donde me situó como especialista.

De entrada, estoy convencido que son mu- chas las acciones de la Iglesia que se organizan en este sentido, aunque no se hayan acogido a las ofertas organizativas que las instituciones oficiales actuales ofrecen para que estas acciones eclesiásticas puedan considerarse propias de la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa.

En muchos casos, como ocurre con la legislación europea dirigida desde su sede en Bruselas, existen innumerables trabas para reconocer instituciones de Responsabilidad Social Corporativa que lleven un adjetivo calificativo “eclesial” o “religioso”.

El laicismo europeo es una barrera casi infranqueable a las peticiones de organizaciones de la Iglesia católica. Asimismo, aunque los términos “empresarial” o “corporativo” parece que no encajan bien en la función socio-religiosa de la Iglesia, sin embargo tanto en la práctica como en la historia funcionan como acciones sociales organizadas empresarialmente y responden a motivaciones nacidas de una responsabilidad social grupal o comunitaria.

Por otra parte, en la historia de la Iglesia han existido siempre continuas acciones, que demuestran esa dimensión social caracterizada por la responsabilidad grupal comunitaria: en muchos casos creadas por ella misma, y en otros puede considerarse pionera.

Estrategias a utilizar de cara al futuro

Pero la Iglesia, como otras instituciones, tiene dificultades para poner en práctica acciones solidarias en un contexto económico caracterizado por la corrupción y la competencia. Por eso, a continuación nos acercamos brevemente a contemplar algunos problemas con los que se encuentra y algunas propuestas de futuro que respondan a los retos que en la Iglesia vayan surgiendo.

1. Problemas: errores y debilidades

Partimos en nuestra reflexión de algunos datos sociológicos. Uno de los grandes problemas con los que la Iglesia se encuentra es la imagen que de ella se ha creado en España.

La imagen de la Iglesia puede explicar en parte las actitudes de los españoles hacia la presunta riqueza de la misma y el buen vivir del clero.

El estudio más completo que se ha realizado en España sobre las relaciones de la Iglesia española con la sociedad llegó a la conclusión de que la mayor parte de los españoles, un 63 %, opinan que la Iglesia es rica (muy o bastante rica), mientras que algo más de la cuarta parte opinan lo contrario.

Esta percepción generalizada puede ser errónea y carecer de todo fundamento, puede ser heredera de estereotipos ya hoy vacíos y producto de una memoria histórica falseada, pero su influencia en las actitudes y comportamientos de los españoles difícilmente puede discutirse. El aforismo socio-lógico se cumple una vez más: “Cuando la gente define las instituciones como reales, se hacen reales en sus consecuencias” (cfr. González-Blasco y González-Anleo, informe presentado para el estudio social en orden a organizar la aportación de los fieles católicos españoles al sostenimiento económico de la Iglesia, folios fotocopiados pp. 139-144, 1992).

Aunque es de difícil identificación, sin embargo, cabe decir que los críticos son más frecuentes entre los “de dentro”, los propios fieles católicos, entre los que casi la mitad, el 47 %, se declaran molestos.

Esto es debido a la falta de formación y de información o de ambas, o quizás a que el mensaje eclesial de una Iglesia pobre y de los pobres les ha calado más, como es lógico, que a los poco o
nada religiosos.

Sea transparente o no la economía de la Iglesia, hay que denunciar aquí la versatilidad de los españoles en relación con la financiación económica de aquella.

En 1990, sólo un 25 % afirmaba que la aconfesionalidad era incompatible con la ayuda económica del Estado a la Iglesia católica. Opinaban así incluso el 19 % de los creyentes.

En 1996, algo más de la mitad de los españoles pensaban que la Iglesia debía renunciar a las ayudas del Estado, proporción que se inflaba considerablemente si las respuestas provenían de Izquierda Unida o eran arreligiosos.

En este mismo año de 1996, el estudio de SIGMA 2 para la Conferencia Episcopal Española relataba que más de la mitad de los declaran- tes opinaba que la Iglesia disponía de recursos suficientes para desarrollar su labor, y el 17% que tales recursos eran excesivos. No era, pues, de extrañar que el 57 % sostuviera que la Iglesia debía financiarse con las aportaciones de los católicos.

Sea lo que fuere, lo cierto es que la Iglesia católica en España ahorra al Estado y a la Sociedad solamente con los gastos en el cuida- do del patrimonio artísticos más de lo que la Sociedad ayuda a la Iglesia para su mantenimiento. Y esto sin incluir el ahorro inmenso que la Iglesia hace a la sociedad en el campo sanitario, educativo, del voluntariado, etc.

2. Propuestas y soluciones de futuro

Introducimos ahora alguna propuesta y so- lución de futuro que han de partir de algunos principios básicos y métodos hacia el buen uso de los bienes de la Iglesia, de las subvenciones y de la gestión de las mismas.

2.1. Principios básicos

1º. Para abrirse a la Responsabilidad Social Corporativa, se han de crear unas formas generalizadas de cuota personal, familiar e institucional. Los individuos y las instituciones, eclesiales o sociales, han de ser conscientes de su aportación a la Iglesia y a la sociedad.

2º. Todas las instituciones diocesanas han de ser conscientes de ello, ya que todas tienen una relación directa o indirecta con la cuestión económica.

3º. Es importante que los consejos económicos de las parroquias estén formados por seglares, pero no cualquier seglar, sino aquellos que entiendan en cuestiones económicas con diversos niveles de participación: administración, inversión, etc.

4º. Hoy es fundamental, tanto como valor moral como estratégico, la información de la situación económica de todo tipo de institución eclesial (parroquia, cofradía, etc.). Se ha de intentar que los modelos de información sean similares a los que se usan en el campo civil para que la información sea transparente y clara.

5º. La gestión y el sostenimiento económico de las Diócesis ha de correr a cargo de las personas jurídicas de la misma: hermandades, asociaciones, cofradías, santuarios. Para ello, es necesario crear “un ordenamiento económico”.

6º. En orden a su mayor claridad, eficacia e incorruptibilidad es conveniente que se utilicen certificados de las aportaciones a efecto de desgravación y similares en el orden civil.

7º. No ha de olvidarse que la comunicación de bienes es algo esencial en la Iglesia, no sólo de las Iglesias locales entre sí, sino especialmente con las Iglesias más pobres
del mundo.

2.2. Algunas propuestas concretas

Brevemente hacemos alusión a algunas pro- puestas concretas que podrán variar atendiendo al país, la cultura y el contexto social en que la comunidad cristiana se desenvuelva. En todo caso, deberían considerarse en su sentido histórico y dinámico.

1ª. La cuota personal y familiar. El deber de la financiación de la Iglesia depende en gran medida de sus componentes católicos. Esta cuota puede establecerse por los me- dios ordinarios: entidad bancaria, recogida personal, etc. Este tipo de aportación puede completarse con una colecta mensual. Asimismo, deberá existir un soporte especial para aquellos que no han podido asistir al momento de la colecta o aquellos que no sean creyentes y deseen colaborar.

2ª. Supresión de algunas formas de financiación. La razón de esta supresión, según cultura y regiones, radica en la poca relación de las mismas con el estilo propio de la Responsabilidad Social. Se trata de formas que marcan una responsabilidad personal más que comunitaria, históricamente aceptables por el desprendimiento personal que con- lleva: colectas en las misas de los días laborales; colectas con motivo de la celebración de sacramentos; colectas en la celebración de exequias; cepillos; lampadarios a precio superior al del coste.

3ª. Nuevas formas de financiación. Estas nuevas formas reflejan una responsabilidad social y comunitaria más genuina: donativos y ofrendas en las eucaristías de forma anónima; suscripciones periódicas; implantación de cuota familiar, facilitando el medio bancario; utilización de terminales de los bancos; tarje- ta de afinidad para participar en el porcentaje que las entidades bancarias entregan para uso de la misma; mecenazgo de empresas y fundaciones; estimular las donaciones a la Iglesia de legados y herencias de sacerdotes y seglares; homologar los sistemas de colaboración de los movimientos, asociaciones, cofradías, etc.

4ª. Caminos de reflexión. En todo caso, es preciso hacer una reflexión sobre varios aspectos: sobre la necesidad que la Iglesia tiene de medios económicos para cumplir sus fines. Hacer análisis de las necesidades a las que la Iglesia puede hacer frente hoy. Buscar ventajas e inconvenientes de las nuevas formas de colaboración.

En este sentido, la Iglesia necesita buenos asesores en el campo de la inversión. Aun- que hay dificultad existente para encontrar el lugar idóneo para invertir. Es difícil encontrar unos fondos de inversión que sean totalmente limpios. Por ello, en muchas ocasiones será preciso seguir el eslogan que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. La Iglesia ha de promover inversiones mixtas: unirse a otras instituciones para invertir sus bienes.

2.3. Las subvenciones económicas a la Iglesia católica

Asimismo se encuentra dificultad, en el caso español, en lo que se refiere a las subvenciones que recibe del Estado. Se ha de reconocer que la Iglesia católica no es solamente la que recibe una financiación directa por parte del Estado. Pero esto no quiere decir que las financiaciones indirectas que reciben otras confesiones sean proporcionalmente inferiores o estén peor reguladas.

En el caso de la Iglesia católica, el mecanismo ideado para ello tiene formales similitudes con un sistema de “impuesto religioso” que en realidad no es tal, ya que siempre está asegurada la financiación directa independientemente del resultado de dicho impuesto, ya que se establece que el Estado podrá asignar a la Iglesia católica un porcentaje del rendimiento de la imposición sobre la renta o el patrimonio neto u otra de carácter personal.

Para ello será preciso que cada contribuyente manifieste expresamente, en la declaración respectiva, su voluntad acerca del des- tino de la parte afectada. En ausencia de esta declaración, la cantidad correspondiente se destinará a otros fines (art 2.2).

Esta última parte queda reformada en la última gestión, distinguiendo y separando los dos destinos. Es claro que no es una cantidad añadida a la que se debe pagar por el impuesto sobre las rentas de las personas físicas, sino que se detrae de dicho impuesto, con lo cual es evidente que no estamos ante un impuesto autónomo.

El mecanismo es artificioso en extremo, sin que tenga ninguna trascendencia práctica, ya que finalmente la Iglesia recibe el mismo dinero, actualizado, que recibía con anterioridad a la implantación de este sistema.

Pero esta no es la única ayuda que la Iglesia recibe del Estado. A esta hay que añadir entre otros el pago de los sueldos de los profesores de religión católica, los capellanes de las fuerzas armadas, en prisiones y en hospitales de lo que nada reciben oficial- mente otras confesiones.

En todo caso, es- tas ayudas son consideradas en proporción a los servicios que dicho personal presta a la sociedad. Por ello, no deberían considerarse ayudas propiamente tales, sino pagos por prestaciones realizadas.

Cuestión distinta es la consideración de las valoraciones económicas que la Iglesia aporta a la sociedad por estos servicios, expresión de la Responsabilidad Social que la misma Iglesia practica desde hace siglos.

Asimismo, en el ordenamiento jurídico y en la praxis social encontramos exenciones fiscales de diversos tributos que se pueden encontrar tanto en la legislación fiscal como en los acuerdos con las otras confesiones religiosas. Esta costumbre supone un reconocimiento por parte de la Sociedad de la acción social y solidaria de la institución eclesial.

Por último, es digno de señalar una referencia a las donaciones. Tanto en el supuesto de que la donación se realice a la Iglesia católica o a favor de las confederaciones que han suscrito acuerdos, un porcentaje (10 %, 15 %) de lo donado podrá ser deducido de la propia declaración del impuesto sobre la renta de las personas físicas.

Hay que tener en cuenta que si se trata de instituciones eclesiásticas sin ánimo de lucro no entran dentro del derecho eclesiástico sino que se acogen al derecho general aplicado a otras instituciones civiles.

3. Retos y conclusiones

Para terminar esta aportación, únicamente me voy a referir a un reto en forma de conclusión, y es aquel que se deduce de la responsabilidad social que nace de la legislación canónica: legislación eclesiástica sobre la responsabilidad de los fieles en el sostenimiento económico de la Iglesia.

Con esta legislación, las posibilidades que la Iglesia tiene de activar y potenciar la responsabilidad social empresarial entre sus instituciones y fieles son enorme.

La historia es testigo de las grandes obras solidarias y responsables que se han hecho y se están haciendo. De todos modos falta poner en funcionamiento la capacidad de imaginación y de generosidad de muchos de sus agentes pastorales y sacerdotes.

El Código de Derecho Canónico señala ante todo el derecho que asiste a la Iglesia de exigir a sus fieles los bienes materiales necesarios para la consecución de sus fines propios: “La Iglesia tiene el derecho nativo de exigir de los fieles los bienes que necesita para sus propios fines” (c. 1260). Este será el marco jurídico desde donde la Iglesia institucional puede fomentar la Responsabilidad Social Empresarial.

Estos fines propios de la Iglesia vienen a coincidir con la misión que le ha sido encomendada por Jesucristo, su Fundador y se despliegan en cuatro ámbitos (cfr. c. 1254,2):

a) dar culto a Dios, principalmente mediante la oración pública de la Iglesia y los sacramentos: son necesarios lugares para el ejercicio del culto y diversos medios materiales bienes muebles para su ejercicio

b) sustento de aquellas personas que se dedican por entero a un ministerio en la Iglesia, principal- mente los clérigos;

c) obras de apostolado, tendentes a la predicación del Evangelio y a la formación en la fe;

d) obras de caridad, especialmente con los más necesitados, testimoniando así el modo de vida propio de los discípulos de Jesús.

A este derecho, lógicamente, corresponde la obligación de todo fiel cristiano de colaborar económicamente al sostenimiento de la Iglesia. Así, el c. 222, § 1, ubicado en los derechos fundamentales de los fieles, dice: “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades. De modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad y el conveniente sustento de los ministros”. Este canon es una expresión del quinto mandamiento de la Santa madre Iglesia: “Ayudar a la Iglesia en sus necesidades”.

Y el obispo diocesano debe urgir a los fieles este deber (cfr. c. 1261, § 2). En cuanto a la forma concreta de contribución, aparte de señalarse un principio de libertad (c. 1261, § 1) para que puedan hacer las aportaciones que crean oportunas, se determina que la Conferencia Episcopal puede dictar normas al respecto: “Presten ayuda a la Iglesia los fieles mediante las subvenciones que se les pidan y según las normas establecidas por la Conferencia Episcopal” (c. 1262).

La Conferencia Episcopal no ha dado ninguna norma al respecto. A tenor del canon citado, puede hacerlo sin pedir mandato especial a la Santa Sede, pero el Decreto deberá ser revisado por ella (cfr. c. 455).

Por otra parte, el Obispo diocesano puede, en caso de grave necesidad y oído el Colegio de Consultores y el Consejo de Asuntos Económicos, imponer una contribución extraordinaria y moderada a las personas físicas sometidas a su jurisdicción (c. 1263). En todo caso, al recibir ofrendas de los fieles debe tenerse en cuenta que ha de respetarse escrupulosamente la voluntad del donante, por lo que no es lícito destinarlas a un fin distinto: “Las obligaciones hechas por los fieles para un fin determinado sólo pueden destinarse a ese fin” (c. 1267, § 3).

En conclusión, son muchas las actividades responsables que la Iglesia y sus instituciones están realizando en el presente. Son más las que podría realizar en el marco de la Responsabilidad Social Empresarial teniendo en cuenta la capacidad solidaria que ha demostrado a lo largo de los siglos.

Pero la Iglesia necesita tener confianza en sí misma, valorar lo que está haciendo, eliminar complejos en su relación con la sociedad y hacer que los poderes consideren la acción social de la Iglesia como una aportación eficaz para construir la sociedad participativa.

En este sentido, deberá saber utilizar los instrumentos propios de la sociedad civil, aun consciente de que se expone a los riesgos propios de una sociedad económica salvaje y compleja. Por este camino podrá equivocarse, como huma- na que es, pero acertará si se une al proceso potenciado por las instituciones que valoran y promueven la Responsabilidad Social Empresarial.

El autorÁngel Galindo García

Vicario general de la diócesis de Segovia

España

El hilo de Ecclesia, nueva etapa tras 80 años

Con el hashtag #renovadosparaevangelizar, y tras casi 80 años de periodismo, la revista Ecclesia presentó el pasado día 22 una nueva etapa en su andadura informativa, ante numeroso público presente en la Fundación Pablo VI, en Madrid.

Omnes·25 de enero de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

Al acto asistió una amplia representación de diferentes instituciones eclesiales, entre ellos los obispos miembros de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación, además de los delegados de Medios de las diócesis españolas, que se encontraban en Madrid para participar en su asamblea anual.
Irene Pozo, directora de Contenidos de TRECE, moderó un animado debate entre Jesús de las Heras, director de Ecclesia, y los directores de Palabra, Alfonso Riobó, y de Vida Nueva, José Beltrán, que analizaron diversos aspectos relacionados con la información religiosa y la forma en que pueden afrontarse retos como el auge de los contenidos digitales o las fake news.

Tanto el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, como el presidente de la Comisión Episcopal de Medios, Mons. Ginés García Beltrán, tuvieron palabras de apoyo, reconocimiento e impulso para el equipo de Ecclesia. “Son dos órganos de los que dependemos”, señala el último número de la revista, que recoge el deseo del secretario general: “Una renovación que vaya más allá de la estética para narrar de una manera nueva el Evangelio y convocar desde ella a la sociedad a la cultura del encuentro”.

“Ecclesia es un hilo, pero hay otros como Palabra o Vida Nueva, y ojalá que juntos podamos hacer una red para este discernimiento eclesial que convoque a nuestros conciudadanos a la cultura del encuentro y que Ecclesia ayude a difundir la Palabra para una Vida Nueva”, añadió Luis Argüello haciendo un juego de palabras.

Por su parte, Ginés García Beltrán recordó que Ecclesia es “el órgano oficioso de los obispos españoles y quiere seguir siéndolo”. “No quiere ser, como tampoco la Iglesia —añadió—, “un elemento de biblioteca, sino una realidad viva, porque lo que queremos es que siga en fidelidad a la Iglesia y respondiendo a los retos que esta tiene hoy, abriendo caminos nuevos y, como hasta ahora, siendo instrumento de sinodalidad, con una doble misión: comunicar y transmitir la voz del Papa y los pastores, pero también recoger la vida de las 70 Iglesias particulares que hay en España, con su rica realidad de asociaciones, movimientos y congregaciones”.

El director de Ecclesia, Jesús de las Heras, señaló entre otras cosas que “El Concilio Vaticano II es deudor de Ecclesia. Es más, la recepción del Concilio fue más posible gracias a Ecclesia”. Según De las Heras, “ahora llegamos con una nueva piel, pero el alma tiene que seguir siendo la misma porque somos Ecclesia, no ocultamos nuestra seña de identidad. Lo veréis en el logo: no ocultamos la cruz. Como tampoco podemos ocultar nuestro para qué. ¿Para mirarnos a nosotros mismos? ¿Para autorreferenciarnos? No, para evangelizar”.

Pañuelos de colores

La “pañuelización” en Argentina, entre quienes estaban a favor de la legalización del aborto (pañuelos verdes) y en contra (pañuelos azul celeste), puede levantar muros, escribe el autor. El Evangelio invita a la solidaridad comunicativa: no aspira a vencer sino a convencer e inspirar, se propone argumentar sin derrotar. 

 

11 de enero de 2019·Tiempo de lectura: 2 minutos

El debate por la legalización del aborto en Argentina no dejó una ley —el proyecto fue rechazado por el Senado en agosto tras largos meses de discusión pública—, pero sí una nueva forma de activismo social: los pañuelos de colores. La campaña por el aborto legal, seguro y gratuito, ganó las calles en los cuellos, muñecas y mochilas de miles de mujeres, allá por marzo, cuando todo estaba empezando. La marea en expansión generó su adversario: el pañuelo celeste de “salvemos las dos vidas”. Entre consignas y colores, los medios hablaron de la ola verde feminista y la ola celeste sumergida.

Esta dinámica del activismo, a la vez folklórica y eficiente, construye unas máscaras en serie que ocultan el rostro único e irrepetible de cada persona, con su historia, sus emociones, sus posturas y sus matices. Y cuando los pañuelos devienen en “pañuelización” se levantan muros y se destruyen puentes: la lógica binaria del debate político-legislativo secuestra la complejidad de la vida cotidiana y la encasilla en un simplista a-favor/en-contra que se vuelve excluyente.

Personas usualmente predispuestas a reconocer la buena intención del otro, a escuchar para entender motivos y a dialogar para buscar soluciones superadoras, quedan atrapadas en la reducción bicromática, alimentada casi siempre por las posturas más extremas del todo o nada.

La descalificación cruzada está siempre al alcance de la mano y la convivencia se resquebraja: se tensan amistades, se rompen ambientes familiares. La tentación de la guerra cultural despliega todo su encanto y los llamados a la cultura del encuentro suenan como campanadas lejanas, propias de un mundo ideal o ficticio, habitado por ingenuos o tibios. La lógica de los pañuelos enciende la militancia, pero entraña el riesgo de deshumanizar al militante: convertirlo en enemigo y esconder su rostro, sus dudas, sus intenciones, su necesidad de ayuda.

La descalificación cruzada está siempre al alcance de la mano y la convivencia se resquebraja: se tensan amistades, se rompen ambientes familiares. La tentación de la guerra cultural despliega todo su encanto y los llamados a la cultura del encuentro suenan como campanadas lejanas, propias de un mundo ideal o ficticio, habitado por ingenuos o tibios. La lógica de los pañuelos enciende la militancia, pero entraña el riesgo de deshumanizar al militante: convertirlo en enemigo y esconder su rostro, sus dudas, sus intenciones, su necesidad de ayuda.

Hace poco escuché que el diálogo es como una mesa: nos une a la vez que nos separa. Estamos juntos, pero cada uno en su sitio. Hay un lugar común, compartido, de apertura. La pañuelización obliga al monólogo, es insular y autorreferencial. Funciona para la política de la grieta, pero no para la trascendencia del Evangelio, que invita a un camino de solidaridad comunicativa: no aspira a vencer sino a convencer e inspirar, y se propone argumentar sin derrotar. Imagina un mundo de mil rostros, en el que los pañuelos de colores son accesorios anecdóticos.

El autorJuan Pablo Cannata

Profesor de Sociología de la Comunicación. Universidad Austral (Buenos Aires)

Vaticano

Las felicitaciones a la Curia Romana: “La luz es siempre más fuerte que la oscuridad”

En su discurso a los cardenales y colaboradores, el Papa ha expresado su disgusto por el drama de los abusos de menores y el compromiso definitivo de afrontarlos con seriedad y prontitud.

Giovanni Tridente·10 de enero de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

“La luz es siempre más fuerte que la oscuridad”. De esta constatación ha partido la de- tenida reflexión que el Papa Francisco ha dirigido también este año a todas las personas que prestan servicio en la Curia Romana, desde los cardenales a los colaboradores de las nunciaturas, con ocasión del intercambio de felicitaciones navideñas.

El mismo nacimiento de Jesús, que ocurrió en un contexto sociopolítico cargado de tensiones y oscuridad, resume la lógica divina que no se para ante el mal, sino que lo transforma radicalmente en bien, dando la Salvación a todos los hombres, ha explicado el Papa.

Francisco ha mencionado a continuación los momentos difíciles que han caracteriza- do el último año de la Iglesia, “embestida por tormentas y huracanes” y por la consiguiente pérdida de confianza de algunos que han terminado por abandonarla; otros que por miedo, o en beneficio de otros fines, han in- tentado golpearla; y también otros que se han mostrado satisfechos por estas tensiones. No obstante, ha recordado el Papa, hay muchísimos que continúan aferrándose a ella con la certeza de que “el poder del infierno no la derrotará”.

Son muchas las “aflicciones” que caracterizan la peregrinación de la Esposa de Cristo en el mundo. El primer pensamiento lo ha dirigido a los inmigrantes, víctimas de miedos y de prejuicios, circundados por tanta “inhumanidad y brutalidad”. Luego ha hablado de los nuevos mártires, de tantos cristianos perseguidos, marginados y discriminados, que a pesar de todo “siguen abrazando valientemente la muerte para no negar a Cristo”. Gracias a Dios existen “numerosos buenos samaritanos”, jóvenes, familias, movimientos caritativos y de voluntariado.

El testimonio de estos últimos, por desgracia, no puede ocultar la infidelidad de algunos hijos y ministros de la Iglesia, particularmente responsables de “abusos de poder, de conciencia y sexuales”. Y es este el gran nervio descubierto, que el Papa ha afrontado sin medios términos en su discurso. “También hoy hay ‘ungidos del Señor’, hombres consagrados, que abusan de  los  débiles,  valiéndose de su poder moral y de la persuasión. Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si  nada  hubiera  sucedido”. Se trata de personas que “no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados”, y haciendo así “desgarran el cuerpo de la Iglesia”, causando escándalos y desacreditando su misión de salvación.

Palabras durísimas, pronunciadas con un nudo en la garganta, precisamente porque se trata de una maldición “que grita la venganza del Señor”, el cual no olvida el sufrimiento de las numerosas víctimas. Ante estos hechos abominables, la Iglesia hará de todo para entregar a la justicia a quien los haya cometido y afrontará siempre –a diferencia de en el pasado – con seriedad y prontitud estos casos, sirviéndose también de expertos e intentando transformar los errores en oportunidades. El objetivo es erradicar este mal no sólo de la Iglesia, sino también de la sociedad. El Para ha lanzado a continuación un llamamiento a los abusadores: “Convertíos y entregaos a la  justicia humana, y  preparaos a la justicia divina”.

Entre otras aflicciones, la de la infidelidad de aquellos que “traicionan su vocación, su juramento, su misión, su consagración a Dios y a la Iglesia”, sembrando cizaña, división y desconcierto, como modernos Judas Iscariotes que se venden por treinta monedas de plata.
La última parte del discurso Francisco la ha dedicado a las alegrías del año transcurrido, desde el Sínodo sobre los jóvenes, hasta los pasos dados en la reforma de la Curia Roma- na, pasando por los nuevos beatos y santos “que adornan el rostro de la Iglesia e irradian esperanza, fe y luz”, entre ellos los 19 mártires de Argelia.

Es igualmente motivo de alegría “el gran número de personas consagradas, de obispos y sacerdotes, que viven diariamente su vocación en fidelidad, silencio, santidad y abnegación”. Con su testimonio de fe, amor y caridad “iluminan la oscuridad de la humanidad”, trabajando en favor de los pobres, de los oprimidos y de los últimos.

Para llevar luz –ha concluido el Papa Francisco- hay que tomar conciencia de la oscuridad, ser todos vigilantes y custodios con la voluntad e purificarse continuamente, reconociendo humildemente los errores para corregirlos, levantándose de las caídas y abriendo en definitiva el corazón a la única verdadera luz, Jesucristo, que puede transformar las tinieblas y vencer el mal.

Es la Navidad, en efecto, la que da “la certeza de que la Iglesia saldrá de estas tribulaciones aún más bella, purificada y espléndida”.

América Latina

El istmo del continente americano prepara la JMJ 2019 como llamada a la alegría

Del 22 al 28 de enero tiene lugar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Panamá 2019. Miles de jóvenes acudirán al evento junto al Papa. Panamá, Istmo centroamericano, suma fuerzas.

Eduardo Soto·9 de enero de 2019·Tiempo de lectura: 6 minutos

Cuando se le pregunta al arzobispo de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, por qué se aceptó el reto de organizar una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), con todas las complicaciones logísticas y el desgastante esfuerzo humano e intelectual que significa, él responde con brevedad y lucidez: “Porque los jóvenes (todos, sin distingo de credo, raza o condición social) son  el  presente y al mismo tiempo la esperanza de un futuro mejor. Sin ellos, el cambio no será posible”.

Monseñor Ulloa coincide así con el Papa Francisco, quien está empeñado en mostrar la capacidad de los más pequeños para hacer grandes transformaciones. Sí, los pequeños, ésos son los que están en el punto de mira de Su Santidad. En ese grupo también están los jóvenes, a quien el Papa identifica como víctimas de una “cultura del descarte”, donde solo importa quien se deja manipular y moldear al tuntún de la “globalización de la indiferencia”.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es un encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa, en un ambiente festivo, religioso y cultural, que muestra el dinamismo de la Iglesia y da testimonio de la actualidad del mensaje de Jesús. Fue creada con el objetivo de favorecer el encuentro personal con Cristo, que cambia la vida; promover la paz, la unidad y la fraternidad de los pueblos y las naciones del mundo, a través de la juventud como embajadora y; desarrollar procesos de nueva evangelización destinada a los jóvenes.

Por eso, resulta mezquino mirar la JMJ como una oportunidad exclusivamente de reactivación económica. Esos 300.000 jóvenes que podrían llegar a territorio panameño traen un avivamiento mucho más abarcador, sobre todo de ilusión, a un istmo centroamericano azotado por la guerra, la tiranía y la corrupción.

Es cierto que por cada dólar que se invierta, el retorno puede ser tres o cuatro veces esa cantidad, asumiendo un presupuesto en el que el 80 % de los fondos proviene de los jóvenes peregrinos, quienes costean su inscripción, alimentación y transporte. También es verdad que el turismo y la imagen—país serán los grandes ganadores materiales.

Con la protección de la Virgen

La JMJ se celebra cada año el Domingo de Ramos, y cada dos años el Papa elige un lema y una sede en donde jóvenes de todas partes del mundo se encontrarán y celebrarán su juventud, sus creencias, su cultura y mucho más. La inminente JMJ tiene como sede Panamá y será del 22 al 27 de enero de 2019, bajo el lema “He aquí la sierva del Señor; hágase en mi según Tu palabra” (Lc 1, 38). Por supuesto, este magno evento involucra una gran organización y preparación. Por eso se ha designado un Comité organizador local con diferentes direcciones que apoyan, en su mayoría voluntariamente, a la formación del esquema que se trabajará en esta importante semana.

Actividades: catequesis

Dentro de la JMJ hay actividades que son propias del evento, tanto religiosas como de recreación. El primer día empiezan a llegar los peregrinos a su lugar de hospedaje, ya sea con una familia de acogida o en algún colegio o gimnasio que se haya designado para este propósito.El martes empiezan las catequesis, que son impartidas por obispos y cardenales de todas partes del mundo, y además estarán en los idiomas oficiales de la JMJ, que son español, inglés, italiano, portugués y francés. Las catequesis solo tienen lugar durante las horas de la mañana; en la tarde los peregrinos deciden qué tipo de actividad quieren realizar. Pueden hacer un poco de turismo, peregrinación en las iglesias y monumentos conocidos del país sede, o asistir a la Feria vocacional o Festival de la juventud que explicaremos más adelante.

 Eventos con el Papa
El Santo Padre llega al país el miércoles día 23, y el jueves se realiza su primer encuentro con los jóvenes. Seguido de ello, el viernes se realiza un Vía Crucis, elemento característico de las JMJ, para recordar la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

El evento más concurrido es la vigilia que ocurre entre el sábado y el domingo. Cien- tos de miles de jóvenes y adultos asisten y se mantienen en oración, vigilantes, y con el Santísimo Sacramento expuesto. Es costumbre que se levanten carpas y las personas lleven bolsas de dormir para quedarse toda la noche en esta vigilia y estar listos para la Misa de envío presidida por el Santo Padre el domingo por la mañana.

Festival de la juventud y feria vocacional

Dos de las actividades que caracterizan a la JMJ y que son importantes para la recreación y conocimiento de los peregrinos son el Festival de la juventud y la Feria vocacional. El Festival de la juventud fue creado con el propósito de unir a los jóvenes de alrededor del mundo a través del compartir de sus talentos artísticos, religiosos y experiencias de fe y vida. Esta expresión se manifestará en una variedad de eventos artísticos, musicales, teatrales, exposiciones de arte, encuentros y mucho más. El mismo se realizará en diferentes puntos estratégicos y turísticos de la Ciudad de Panamá de manera que todos los peregrinos puedan disfrutar del festival, sin importar la distancia de su hospedaje.

El festival comenzará el lunes 22 de enero de 2019, antes del inicio de las actividades principales de la JMJ, y durará hasta el do- mingo después de la Misa final, en horas de la tarde y noche.

Por su parte, la Feria vocacional es un evento que promueve todos los carismas y vocaciones que ofrece la Iglesia católica, y además participan de ella congregaciones religiosas y movimientos eclesiales y asociaciones laicales. La misma se realizará en un parque de la ciudad muy conocido, llamado el Parque Omar, que también servirá de sede para el Parque del Perdón donde se efectuarán el sacramento de la reconciliación.

Días en las diócesis

Una semana antes de la Jornada Mundial de la Juventud tendrán lugar los Días en las Diócesis o la pre-jornada, creada con el pro- pósito de dar a conocer un poco más del país sede y de todas las diócesis que lo forman. En el caso de Panamá, por ser un país pequeño, con solo 8 jurisdicciones eclesiásticas en su territorio geográfico, se ha unido Costa Rica.

La pre-jornada es una actividad opcional a la que no asisten la misma cantidad de peregrinos que asisten a la JMJ. Sin embargo, es una oportunidad excelente para crear una experiencia bella, hacer una misión evangelizadora y conocer a personas que quedarán en nuestros corazones por el resto de nuestras vidas.

Los voluntarios, claves

Uno de los elementos que hace posible una jornada es el trabajo voluntario que miles de personas ofrecen por amor a Dios y a la JMJ. Para la jornada de Panamá, las inscripciones cerraron con más de 30.000 voluntarios en lista, de los cuales 5.000 son internacionales. Hay varios tipos de voluntariado, entre los que se destacan el voluntariado local, que se enfoca en las parroquias de Panamá, empresas, universidades y organizaciones no gubernamentales; el voluntariado diocesano, que incluye todas las personas que quieren ser voluntarios en las diócesis de Panamá y Costa Rica; el voluntariado internacional, que puede ser tanto de corta estancia, es decir, durante el período de la JMJ, y de larga estancia que están en el país varios meses antes de la jornada y son validados por sus conferencias episcopales.

Por otro lado, el Comité Organizador local está aceptando ayuda de manera virtual en lo que concierne a traducciones, diseño gráfico, edición, y cualquier otro trabajo que consideren que se pueda hacer a larga distancia.

Todo estos aspectos tiene al istmo centroamericano como electrificado. Todos los días miles de correos electrónicos, chats y post en redes sociales estremecen a decenas de miles de muchachos que están en la recta final para una reactivación espiritual. Saben que la historia en sus países cambiará, y que será así en la Iglesia entera, con ellos como protagonistas.

Promoción de los muchachos

Para el Papa Francisco y el arzobispo Ulloa, el rédito más importante está en la promoción humana y espiritual de los muchachos. En agosto del año pasado, durante su visita a Colombia, Su Santidad señaló: “He escogido Panamá, el istmo del continente  americano, para realizar la Jornada Mundial de la Juventud del 19. Estoy seguro que en todos los jóvenes se esconde un istmo; en el corazón de todos nuestros chicos hay un pequeño y alargado pedazo de terreno que se puede recorrer para conducirlos a un futuro que solo Dios conoce, y a Él le pertenece. […] Nos toca a nosotros pre- sentarles nuevas propuestas para despertar en ellos el coraje de arriesgarse, junto a Dios, y hacerlos, como la Virgen, disponibles”.

En una región centroamericana donde la mayoría son jóvenes, estas palabras del Papa, además de consuelo, traen consigo la esperanza de mejores días en el contexto de la JMJ. A estos muchachos y muchachas, el Papa les reitera: “Estoy seguro que, si bien el ruido y el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada [la de Jesús] continúa resonando en el corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena”.

La “revolución” del servicio

En el video mensaje de preparación a la JMJ de Panamá, el Papa ha exhortado también a los jóvenes a desbaratar los poderes de este mundo con la “revolución del servicio”, en diálogo con Dios y actitud de escucha, como María.

El “sí” valiente y generoso de la Virgen María, es el ejemplo que toma el Santo Padre para explicar el significado de “salir de uno mismo” y “ponerse al servicio de los demás”. Francisco subraya que el deseo de muchos jóvenes de “ayudar a otros”, de “hacer algo por los que sufren” es la “fuerza de los jóvenes”, capaz de cambiar el mundo y “desbaratar los grandes poderes de este mundo: la ‘revolución’ del servicio”.

Y es en el “trato con Dios y en el silencio del corazón” donde se descubre “la propia identidad y la vocación a la que el Señor llama”, expresada de diferentes formas, explica el Papa, subrayando que “lo importante es des- cubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir sí”. Al referirse a la Virgen María, “mujer feliz porque fue generosa con Dios que se abrió al plan que tenía para ella”, el Papa explica que “las propuestas de Dios son para hacer que nuestra vida fructifique y haga brotar muchas sonrisas y alegre muchos corazones”.

El autorEduardo Soto

Director de Comunicaciones en la JMJ Panamá 2019

Recursos

Clericalismo y teología de la libertad

Dejar espacio a la conciencia de los fieles, sin pretender sustituirla, y ayudarles al mismo tiempo en la formación de la conciencia, es una tarea apasionante y posible.

Ángel Rodríguez Luño ·9 de enero de 2019·Tiempo de lectura: 10 minutos

Esta reflexión nace de la crítica que el Papa Francisco ha dirigido al clericalismo, una mentalidad y una actitud viciada que es causa de no poco males. Francisco se ha referido a esa mentalidad deformada en varias ocasiones y en diferentes contextos, algunos de ellos bien tristes, como es el de la Carta al Pueblo de Dios del 20 de agosto de 2018.

No se tratará aquí de estos problemas, ni se pretende hacer una exégesis de las palabras del Papa. Estas han sido solo la ocasión para reflexionar sobre un problema más amplio del que el clericalismo es solo una parte. A mi modo de ver, la raíz más profunda del clericalismo -y de otros fenómenos relacionados o asemejables a él- es la incomprensión del valor de la libertad o, quizá, la subordinación de su valor a otros que parecen más importantes o más urgentes, como pueden ser, por ejemplo, la seguridad y la igualdad. El fenómeno no se da solamente, y tal vez ni siquiera principalmente, en ámbito eclesiástico, sino que tiene múltiples manifestaciones en la esfera civil.

La libertad es una realidad difícil de comprender, que tiene no pocos aspectos de misterio. Dos cuestiones de importancia fundamental son particularmente complejas: la libertad de la creación y la creación de la libertad; es decir, que el acto creador de Dios sea enteramente libre y que sea posible crear una verdadera libertad. Aquí voy a ocuparme solo de la segunda cuestión.

Dios creó libre al ser humano
No es fácil comprender de qué modo Dios puede crear una auténtica libertad. La Iglesia lo ha enseñado incansablemente. Así, por ejemplo, la Constitución Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II, afirma que “la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección” (n. 17)

Sin embargo, muchos piensan que, enmarcada en los planes generales de la providencia y del gobierno divinos, son muy pocas las cosas que realmente dependen de la libertad humana. A fin de cuentas, como se suele decir, Dios es capaz de escribir derecho con renglones torcidos. Esto es, aunque los hombres obren mal, Dios consigue arreglarlo todo y que el resultado sea bueno. Por otra parte, desde el punto de vista teórico no es fácil concebir como definitivo un poder de elección y de acción que es causado o donado por otro.

Los debates sobre el concurso divino y la predestinación, así como la famosa controversia de auxiliis, son un suficiente botón de muestra. Desde una perspectiva filosófica diferente, esa misma dificultad hizo pensar a Kant que la autonomía humana es incompatible con cualquier tipo de presencia de Dios y de su ley en el comportamiento moral humano. En mi opinión, la teología cristiana de la creación debería llevar a ver las cosas de otra manera.

Al crear al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, Dios realiza el designio de poner frente a sí verdaderos interlocutores, capaces de participar de la bondad y de la plenitud divinas. Para eso era necesario que fueran realmente libres, esto es, capaces de reconocer y afirmar de modo autónomo el bien porque es bueno (lo cual comporta inevitablemente la posibilidad de negar lo bueno y afirmar lo malo). Para obedecer forzosamente y con toda exactitud las leyes cósmicas que manifiestan la grandeza y la potencia de Dios ya están los astros del cielo; solo con la libertad aparecen la imagen y semejanza divinas, cuyo valor es muy superior al de las fuerzas del universo.

En efecto, la libre adhesión del hombre a Dios vale más que el cielo estrellado. Hasta tal punto es así, que Dios prefiere aceptar el riesgo de que el hombre use mal la libertad, antes que privarle de ella. Ciertamente, la supresión de la libertad evitaría la posibilidad del mal (y, con él, todo sufrimiento); sin embargo, también haría imposible el bien más valioso, el único que refleja de verdad la bondad divina.

Por eso, Dios asume la libertad humana con todos sus riesgos. La literatura sapiencial del Antiguo Testamento lo expresó con gran belleza: “Él fue quien al principio hizo al hombre, y le dejó en manos de su propio albedrío. Si tú quieres, guardarás los mandamientos, para  permanecer  fiel a su beneplácito. Él te ha puesto delante fuego y agua,  a donde quieras puedes llevar tu mano. Ante los hombres está la vida y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará” (Eclesiástico 15, 14-17). El hombre es libre de preferir la vida o la muerte, pero lo que prefiera se le dará.

Libres, con todas las consecuencias

Porque Dios crea una verdadera libertad y asume sus riesgos, no consta que haya querido dar al hombre una red de seguridad -como la que protege a los equilibristas en el circo- para neutralizar las graves consecuencias de su posible mal uso. Es cierto que Dios nos cuida con su providencia, pero lo hace concediéndonos una participación activa en ella. Con nuestra inteligencia somos capaces de conocer cada vez mejor la realidad en que vivimos y de distinguir lo que nos hace bien de lo que nos hace mal. A la libertad está unida la capacidad y la obligación para cada uno de proveer por sí mismo, y nuestra provisión es respetada.

Para ser más exactos -y por lo que se refiere sobre todo a la culpa moral y no tanto a las penalidades que tienen su origen en ella-, la misericordia de Dios nos ha dado una cierta red de seguridad: la Redención. De hecho, la modalidad dolorosísima en que se llevó a cabo, mediante la sangre de Cristo (cfr. Efesios 1, 7-8), deja bien claro que no es sencillamente un “borrón y cuenta nueva”. Al contrario, el Creador se toma radicalmente en serio la libertad del hombre. No se trata de un juego, y por ello Dios no impide el despliegue de las consecuencias que tienen nuestras acciones en su conexión con las de los demás y con las leyes que rigen el mundo material, el equilibrio psíquico y moral, y el orden social y económico. Es verdad que la benevolencia y la gracia de Dios nos ayudan, pero presuponen la libre decisión humana de colaborar con ellas. Como se lee en la Carta a los Romanos: “Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios” (Romanos 8, 28).

Por más que desde el punto de vista teórico sea difícil comprenderlo, la libertad humana representa un punto verdaderamente absoluto, enmarcado en un contexto relativo y dependiente de Dios. A mi libertad se debe que no existan algunas cosas, que podrían haber existido si yo hubiera tomado otra decisión. Y a mi libertad se debe también que existan algunas cosas que podrían no haber existido, si mi decisión hubiese sido diferente.

Tampoco la natural sociabilidad del hombre puede servir como coartada para oscurecer el valor de la libertad. La sociedad humana es sociedad de seres libres. Por lo que se refiere a la solidaridad, la teología de la creación subraya que todos los hombres son iguales ante Dios. Son igualmente hijos suyos, y por eso hermanos entre sí. De modo particular en el Nuevo Testamento, la solidaridad es reforzada y sobrepasada por la caridad, que constituye el núcleo del mensaje moral de Cristo. Ahora bien, es preciso hacer dos observaciones para mostrar que la interpretación de la solidaridad y de la caridad no puede ir en detrimento de la libertad y de la responsabilidad, que comporta la obligación de proveer por sí mismo a no ser que circunstancias como la enfermedad, la vejez, etc. lo impidan. La primera es que la caridad hacia los que padecen necesidad no se puede entender como licencia para que, voluntariamente, unos vivan a costa de otros. San Pablo lo dice en términos inequívocos: “Pues también cuando estábamos con vosotros os dábamos esta norma:   si alguno no quiere trabajar, que no coma. […] Ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo a que coman su propio pan trabajando con sosiego” (2 Tesalonicenses 3, 10.12).

La segunda es que la caridad cristiana presupone las enseñanzas de Cristo sobre la distinción entre el orden político y el orden religioso: dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (cfr. Mateo 22, 21). Una con- fusión en este campo impediría la existencia de la caridad que, por su misma esencia, es un acto libre. La parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro contiene una dura condena de quienes hacen un uso egoísta e insolidario de sus bienes, incumpliendo su grave obligación de ayudar a quien padece necesidad. Sin embargo, no dice -ni sugiere- que se deba emplear la fuerza coercitiva del Estado para privar de sus bienes a los afortunados, de modo que después la pública autoridad pueda redistribuirlos. Cristo enseña, en definitiva, que debemos querer ayudar voluntariamente a quien lo necesita. En ningún pasaje del Nuevo Testamento se autoriza la supresión violenta de la legítima libertad en orden a la solidaridad o a la caridad.

El clericalismo

Llegamos así a la cuestión que abría estas páginas. El diccionario de la Real Academia Española conoce tres acepciones de la palabra “clericalismo”: 1) influencia excesiva del clero en los asuntos políticos; 2) intervención excesiva del clero en la vida de la Iglesia, que impide el ejercicio de los derechos a los demás miembros del pueblo de Dios; 3) marcada afección y sumisión al clero y a sus directrices. Estas acepciones dan una idea suficiente del fenómeno, pero necesitarían una actualización. No parece que hoy en día el clero pueda influir excesivamente en los asuntos políticos. Ni siquiera lo desea, entre otras cosas porque esos asuntos han asumido una complejidad demasiado grande y pesada para los que no son políticos de profesión.

Más significativa es, en cambio, la palabra con la que se califica la intervención clerical: se trata de intervenciones “excesivas”. Y el exceso no es esencialmente cuestión de cantidad o amplitud, sino de dirección. El clericalismo es excesivo porque es iliberal: invade y anula la legítima libertad de otras personas o instituciones, en la esfera civil o en la eclesiástica. Así, en lugar de hacer posible el ejercicio de la libertad personal, pretende dirigirla de modo casi forzado hacia lo que se considera -quizá por buenos motivos- mejor, más verdadero y deseable. Por eso he dicho al principio que, a mi juicio, el clericalismo presupone una comprensión deficiente de la teología de la libertad (de su valor a los ojos de Dios), y por consiguiente de la teología de la creación.

Si he de ser justo, debo aclarar que en mis más de 40 años de sacerdocio he visto pocas veces la mentalidad clerical entre los sacerdotes que, a causa de sus encargos pastorales, están en estrecho contacto con los fieles. Más fácil es encontrarla entre los que por una razón o por otra viven entre libros o entre papeles, y tienen pocas ocasiones de apreciar la competencia humana y la sabiduría cristiana de la que muchas veces dan muestra los fieles laicos. A continuación voy a referirme a unos pocos aspectos del clericalismo; un tratamiento completo del tema requeriría, como es lógico, mucho más espacio.

Algunas expresiones de clericalismo

La primera expresión, que ha aparecido ya en estas páginas, es la escasa valoración de la libertad humana. Puede que se considere un bien, un don de Dios, pero desde luego no sería el más importante. En su relación al bien, la libertad contiene una paradoja: sin bien, la libertad es vacía o incluso nociva; sin libertad no es posible un bien humano. La mentalidad clerical siempre inclina la balanza en favor del bien, y en casos extremos se muestra disponible a sacrificar la libertad sobre el altar del bien. De este modo parece olvidar que la lógica de Dios es diferente, pues Él no ha querido suprimir nuestra libertad para evitar su mal uso. Se tiende a ver la libertad como un problema, cuando en realidad es el presupuesto que permite resolver bien cualquier conflicto.

A la infravaloración de la libertad sigue una subestimación del pecado. Y esto, no a causa de la creencia en la compasión divina (que gracias a Dios es muy grande, y a ella se acoge quien escribe estas páginas), sino porque no se advierte que el respeto que Dios nos tiene no le permite tratarnos como a chiquillos inconscientes. Si así fuera, los hombres ofenderían, matarían, destruirían… pero luego vendría el padre a arreglar lo destruido, y el juego terminaría bien para todos, tanto para las víctimas como para los criminales. El Nuevo Testamento no nos permite pensar así. Basta leer el pasaje del capítulo 25 de san Mateo sobre el juicio final. Precisamente porque nos ha creado verdaderamente libres, Dios no nos trata ni como a niños, ni como a marionetas irresponsables. La actitud que criticamos nada tiene que ver con el “camino de infancia espiritual” del que hablan santos como Teresa de Lisieux o Josemaría Escrivá, y que se coloca en el contexto muy diferente de la teología espiritual. Este “camino” nada tiene de blandenguería ni de superficial irresponsabilidad, y es perfectamente compatible -como demuestra la vida de estos dos santos- con una afirmación radical de la libertad humana.

En tercer lugar, la infravaloración de la libertad se da también en la esfera civil. Para algunos, los ciudadanos serían pobres incapaces a los que el Estado habría de dar una protección universal, lo más amplia posible, sin preguntarles siquiera si la necesitan o la desean. Con esa protección, aparentemente se da gratuitamente algo, pero en realidad tiene unos altísimos costes, tanto económicos como, sobre todo, antropológicos. Al Estado omnipresente e invasivo lo describe Tocqueville como “un poder inmenso y tutelar que se  encarga  sólo  de  asegurar los goces de los ciudadanos y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril;  pero,  al contrario,  no trata  sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar […]. De este modo,  hace  cada  día menos útil y más raro el uso del libre  albedrío,  encierra  la acción  de la libertad en un espacio más estrecho, y quita poco a poco a cada ciudadano hasta el uso de sí mismo” (La democracia en América, III, IV, 6). No es una imagen del pasado. Incluso hoy es muy frecuente que los partidos pretendan realizar los propios ideales políticos pisoteando la libertad de los que piensan de modo diferente, a los que a veces se llega incluso a querer eliminar. El respeto de la libertad del adversario político es una piedra preciosa que raramente encontramos en el panorama actual.

El último punto que voy a tratar se refiere a la idea de que, en virtud de nuestras buenas intenciones, Dios va a detener las consecuencias de los procesos naturales que libremente ponemos en marcha. Algo así como si la cari- dad pudiera ahorrarnos el conocimiento de las leyes y va- lores de las cosas creadas —y, en particular, de la sociedad humana—, a los que el Concilio Vaticano II se refirió con la expresión “justa autonomía de las realidades terrenas”. Según Gaudium et spes: “Por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio  orden  regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte” (n. 36). La mentalidad clerical, en cambio, habla de las cosas terrenas sin conocer bien su génesis, su consistencia y su desarrollo; aplica a esas realidades unos principios que corresponden a otros ámbitos de la realidad y, así, propone medidas que acaban produciendo lo contrario de lo que se pretendía. Un ejemplo de esto último se observa cuan- do se pasa del plano religioso al plano político -y de este a aquel- con una facilidad asombrosa. Problemas políticos o económicos se intentan resolver sin tener en cuenta principios básicos del quehacer político o de la realidad económica, violentando así la realidad de las cosas.

A esto se añade la tendencia a explicar todo solo por sus causas últimas. Si se abre un libro de historia universal, veremos que han existido numerosas guerras. Afirmando que todas ellas tienen su causa en la malicia humana o en el pecado original, se dice algo verdadero, pero que, por explicar todo, acaba no explicando nada (al menos, si tenemos interés por comprender lo que sucedió y por prevenir conflictos futuros). Por una razón semejante se incurre en un lenguaje hecho de palabras de significado vago, como por ejemplo “la dignidad humana”, que establecen consensos vacíos. Por seguir con el ejemplo de la dignidad, se da el caso de que todos la defienden, pero los distintos sujetos (o grupos) lo hacen para defender comportamientos que resultan contradictorios entre sí. De este modo se puede llegar a un acuerdo nominal sobre la dignidad, pero se trata en definitiva de un falso consenso entre personas que, en realidad, no están de acuerdo en casi nada. El resultado de esto es que, al final, el discurso público queda reducido a pura retórica.

No he querido señalar más que algunas consecuencias del clericalismo. Las suficientes para comprender que es precisa una seria reflexión sobre estos problemas. Esta redundará en bien de todos, y en primer lugar de la Iglesia. En efecto, la reivindicación de la libertad, en la que se refleja la imagen de Dios en el hombre, no puede significar sino un empuje para el Pueblo de Dios y para todos los que formamos parte de él. Afortunadamente, se dan ahora un conjunto de circunstancias que nos permiten esperar que una reflexión de ese tipo se va a llevar a cabo.

El autorÁngel Rodríguez Luño 

Profesor ordinario de teología moral fundamental
Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma)

Ecología integral

Una ley de eutanasia “desfavorece a los más vulnerables” ante la presión social

En algunos países está planteado un debate para legalizar la eutanasia, que se presenta como una solución compasiva. Sin embargo, expertos convocados por el ForoPalabra han ofrecido consistentes argumentos para defender a los pacientes y “dar vida al final de su vida” mediante los Cuidados Paliativos, en un coloquio celebrado en Madrid.

Rafael Miner·8 de enero de 2019·Tiempo de lectura: 10 minutos

El delegado de la Santa Sede en la Asociación Médica Mundial (AMM) y miembro de la Academia Pontificia para la Vida, Pablo Requena, afirmó en el debate organizado por el ForoPalabra que una ley de eutanasia como la que se impulsa en España va a “desfavorecer” a los “más vulnerables”.

A su juicio, “no es una cuestión de derechas o izquierdas. Es más, una persona de izquierdas tendría que darse cuenta de que los más vulnerables van a quedar desfavorecidos con una ley de este tipo”, aseguró Requena en el coloquio sobre ¿Qué es morir con dignidad?, celebrado en la sede del Banco Sabadell en Madrid, y presentado por Alfonso Riobó, director de la revista Palabra, convocante del acto.
“A veces, estas leyes se presentan como un modo de construir una sociedad más libre… pero, ¿es verdad? Más libre quizá para algunos pocos, pero menos libre para muchos que se encuentran en una situación de desamparo, solos, sin las condiciones necesarias para ‘vivir dignamente’ esos últimos tiempos de su vida”, añadió el médico y teólogo Pablo Requena.

A su juicio, esta ley “pretende dar la posibilidad a unos pocos de elegir libremente el momento de su muerte” y “pone un peso muy grande a miles de personas que, si esa ley existe, tendrán que preguntarse cada día por qué seguir siendo un peso para su familia y la sociedad”, con lo que supone de “carga y fuerte presión”. Según Requena, este tipo de leyes se presentan como normativas que “hacen más libre al país ya las personas”, pero invitó a preguntarse “si realmente es así”.

No ayuda a morir mejor

El ponente, profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, reflexionó
de este modo en otro momento: “Cuando se habla de dignidad viene enseguida a la cabeza la idea kantiana, por la que es digno aquello que no tiene precio, que no se puede comprar y vender, y por tanto algo muy característico de la persona humana, algo que nos distingue de los animales y de las cosas. De ahí debería arrancar el discurso”.

“La eutanasia no ofrece morir con dignidad, simplemente anticipa el momento de la muerte, pero no te ayuda a morir mejor. Lo que sí ayuda a morir mejor es una atención médica adecuada, un equipo asistencial competente y compasivo, la familia y la sociedad”, señaló. Al mismo tiempo, subrayó con igual intensidad que “no es necesario hacer todo lo posible por conserva la vida: a veces se piensa que la eutanasia es necesaria para hacer frente a la obstinación terapéutica ya la medicalización extrema de la muerte, como si no tener una ley que permite la eutanasia supone que tendremos que vivir rodeados de tubos y maquinarias. No es verdad. La Medicina moderna se plantea desde hace ya más de 40 años el límite a la actuación terapéutica agresiva”.

Pablo Requena contó además algunas historias relativas a ilustres médicos belgas, holandeses y británicos con lo que ha tratado en los últimos años, con el fin de apoyar la tesis de que la eutanasia no es buena para la sociedad. Entre otros, Theo Boer, quien tras apoyar durante años las políticas de eutanasia del gobierno holandés —casi el 5 por ciento del total de muertes del año pasado en Holanda fueron por eutanasia—, ha manifestado ahora que “quien se oponía a la ley tenía razón”. En Holanda “la caridad ha desaparecido” y “la ley tiene efectos sobre toda la sociedad”, ha declarado arrepentido Boer. “Viéndolo retrospectivamente, digo que nosotros estábamos equivocados. La eutanasia se ha convertido lentamente en algo cada vez más normal y difundido”, añade.

Médicos pro-eutanasia se arrepienten

Durante el coloquio, Requena reconoció que es “muy difícil” responder a la pregunta “¿Qué es morir dignamente?” porque “la dignidad se utiliza tanto para defender como para atacar” la eutanasia. Por otra parte, al referirse a las historias mencionadas, que le han ayudado a reflexionar sobre la cuestión, comentó que un expresidente de la Asociación Médica Holandesa, a quien conoció en las reuniones de la Asociación Médica Mundial, le contó que su padre había muerto con grandes dolores. “Esta historia me hizo pensar que cada historia es única e irrepetible y uno nunca se puede meter en este paciente concreto que quizá pide que le ayuden morir. Esto me ha ayudado a saber diferenciar entre la situación personal del que puede pedir la eutanasia en un momento dado y la situación social y política de interés de un país”, señaló.

Pablo Requena formuló dos conclusiones. Primera, “los paliativos han conseguido lo que no ha logrado la bioética: unir en la práctica clínica ordinaria la mejor competencia técnica con una visión profunda del hombre y de su misterio”. Y segunda: “Los médicos en su mayoría se oponen a la eutanasia porque no es parte de la medicina”. Requena recordó que ésta es la posición de la AMM, adoptada por la 39 asamblea celebrada en Madrid, en octubre de 1987, reafirmada por la 170 Sesión del Consejo en Divonne-les-Bains, en Francia, en mayo de 2005, confirmada por la 200 sesión del Consejo de la AMM que tuvo lugar en Oslo, Noruega, en abril de 2015.

En el panorama europeo de los últimos meses, el parlamento de Finlandia, paradigma de la sociedad del bienestar, ha rechazado la legalización de la eutanasia tras cinco años de debate. También la ha rechazado Portugal, aunque por escaso margen. Y en Francia, como informó Palabra, con un debate sobre la eutanasia y suicidio asistido en pleno apogeo, 175 asociaciones han llegado a un acuerdo para suscribir doce razones contra su legalización.

“Que nos tomen más en serio”

El presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), Rafael Mota, que intervino también como ponente invitado, comenzó diciendo que venía al foro “a hablar de la vida, no de la muerte”, y aseguró por su larga experiencia diaria que “la gente no quiere morir, pero no quiere sufrir, y si no se le dan opciones…”. Con los Cuidados Paliativos afirmamos a las personas que “les vamos a ayudar a vivir hasta que se mueran”.

El doctor Mota, reelegido presidente de Secpal en junio pasado, y director médico de Programas Integrados de Cuidados Paliativos de la Fundación New Health de Sevilla, pidió a los políticos que “nos tomen más en serio”, y reveló que en los inicios de uno de los proyectos de ley, el partido político Ciudadanos les llamó para pedirles asesoramiento. Sin embargo, se han sentido “engañados” porque las sugerencias que presentaron no se han tenido en cuenta. “No nos han tomado en serio”, reiteró. Una de las alegaciones que plantearon es que las personas puedan pedir más tiempo de permiso en sus lugares de trabajo para acompañar a sus familiares moribundos, ya que actualmente solo disponen de tres días para este fin. Ahora, “muchos tienen que pedir una baja por depresión”, aseguró. “Dar vida al final de la vida”, así definió el doctor Mota los Cuidados paliativos que ofrecen los equipos de profesionales de esta especialidad, que no debe reservarse para los últimos momentos, sino que se debe solicitar “de forma más temprana” para que sea más eficaz, añadió. Rafael Mota se refirió entonces al proyecto de “ciudades compasivas”. que pretende dar formación a todos los sectores sociales: en la familia, en colegios, asociaciones, etc. Se trata de sensibilizar y formar a las personas de la calle en los procesos del final de la vida y cómo pueden ayudar a personas en su entorno. Surge en el Reino Unido y se está desarrollando por todo el mundo, también en España. A su juicio, “tenemos que crear una red para garantizar al paciente que recibirá nuestro apoyo, no solo a morir en paz, sino ayudarle a vivir con dignidad hasta que muera”, señaló.

Que cale en la sociedad

En declaraciones a Palabra, Rafael Mota recordó que desde su Asociación deseamos “transmitir un mensaje que cale en la sociedad, transmitir las múltiples experiencias profundas de vida, de intensidad de vida, que todos los que trabajamos en Cuidados Paliativos vivimos en primera persona a diario. Tenemos que hacerlo desde la Secpal, pero también desde numerosas instancias, porque juntos y unidos tendremos más fuerza”.

“Si somos capaces de llegar a la gente de la calle, transmitiendo esos valores que hemos ido aprendiendo en nuestro día a día, acompañando a miles y miles de pacientes en el final de sus vidas y a sus familias, la propia sociedad exigirá a nuestros gobernantes, una atención de máxima calidad científica y humana. Sólo entonces, conseguiremos nuestros objetivos de acreditación y reconocimiento de nuestro trabajo”, señala.

Contactos después de navidades

El presidente de Secpal avanzó que se reunirán con el Partido Socialista después de Navidades para dialogar sobre los últimos flecos de la ley que está pendiente de revisión. “Entre otras cosas, pedimos que haya una voluntad política de desarrollar en todas las comunidades autónomas los cuidados paliativos, ya sean domiciliarios como hospitalarios, de tal manera que en España, para morir bien, no dependa de una ciudad determina- da, sino que sea algo que toda persona pueda recibir una atención de calidad en su proceso de final de vida, que todavía hay mucho déficit”, afirmó Mota a Religión Confidencial.

“España tiene grandes profesionales en cuidados paliativos pero están sobrecargados”, señaló Rafael Mota. El médico internista ase- gura que “la sociedad necesita este derecho, y elevar a categoría de especialidad los cuidados al final de la vida”. “No llegamos a todas las enfermedades, ni a todos los públicos, por ejemplo, a los niños. Tenemos que crear una red para garantizar al paciente que recibirá nuestro apoyo, no solo a morir en paz, sino a ayudarle a vivir con dignidad hasta que muera”, subrayó.

La obstinación terapéutica

Una de las cuestiones que se argumentan con mayor énfasis para intentar legalizar la eutanasia es que sin esta ley no sería posible limitar el denominado “encarnizamiento terapéutico”. En parte de su intervención, como se ha señalado, y en varias conversaciones durante su rápida estancia en Madrid, el médico y sacerdote Pablo Requena se refirió a ello, puesto que es reciente la publicación de un libro suyo con el provocativo título “¡Doctor, no haga todo lo posible!”. Se refiere así a esa petición habitual a los médicos para que hagan todo lo posible para salvar la vida de una persona, normalmente un familiar.

El médico y profesor explica el motivo del libro. “Intento mostrar, a partir de la bibliografía reciente en ámbito clínico, que la limitación del esfuerzo terapéutico es algo habitual en la práctica médica. Desde un punto de vista bioético se trata de una manifestación de buena praxis, pues no siempre es adecuado utilizar todo el arsenal terapéutico disponible. La limitación es una concreción del clásico principio de la ética médica ‘primum non nocere’, del que el principio de no-maleficencia es su versión moderna”. El delegado de la Santa Sede ante la AMM explicó a Palabra sus puntos de vista, y remitió a una explicación detallada en una entrevista concedida a medicos y pacientes.com, web de la Organización Médica Colegial. Esta es en síntesis su argumentación sobre este asunto. “Pienso que la Medicina ha cambiado, y mucho, en los últimos 100 años… y ésa es una de las razones del nacimiento de la bioética en la década de los sesenta del siglo XX. Hoy en día son muchos los contextos en los que se plan- tea la posibilidad de la limitación, desde la reanimación cardiopulmonar hasta el ECMO (soporte artificial del sistema respiratorio y cardiopulmonar), pasando por la quimioterapia”.
Entonces, ¿qué papel juega el creciente avance científico y tecnológico ante situaciones que, en algunos casos, llegan al denominado encarnizamiento terapéutico? Responde Requena:

“La entrada de la tecnología en Medicina ha comportado ciertamente un gran beneficio para el paciente en muchas patologías. Al mismo tiempo, ha generado interrogantes éticos que antes no existían, y que no siempre han encontrado al operador sanitario en condiciones de afrontarlos. Personalmente no me gusta el término de ‘encarnizamiento terapéutico’, pues el médico muy raramente se ‘encarniza’ con el paciente…, aunque reconozco que ha entrado en el modo habitual de hablar de estos temas. Pero es cierto que, en ocasiones, encontramos lo que algunos denominan ‘obstinación terapéutica’: el intento de seguir luchando hasta el final, también en situaciones donde lo más adecuado sería dejar de lado las terapias en vistas de una curación, y concentrarse en la paliación del paciente”.

Los límites

La pregunta ahora es obligada. ¿cuáles serían los límites? ¿Cómo saberlo? Dice Pablo
Requena: “Esta es justamente la pregunta a la que intenta dar respuesta el libro. Me parece que, en la determinación de esos límites, que en ocasiones es verdaderamente complicado, pueden ser de ayuda tanto algunos conceptos de la reflexión clásica de ética médica, como el principio de proporcionalidad, como las categorías propias de la reflexión bioética, entre las que destacan la autonomía y la calidad de vida. Tengo la impresión de que es necesario un esfuerzo para manejar todos estos conceptos, y evitar la tentación de acudir a ‘recetas éticas’ demasiado simplistas”.

Ante la duda o la pregunta sobre quién debe tomar decisiones en las situaciones críticas, el delegado de la Santa Sede ante la AMM es nítido: “En modo muy sintético podemos resumir diciendo que al médico corresponde establecer los límites de la buena praxis clínica para la patología del paciente que están tratando. Es el médico quien establece si un hipotético tratamiento es fútil o no. En un segundo momento, cuando ya ha establecido cuáles serían los posibles tratamientos que se consideran razonables, deberá conversar con el paciente para ver qué recorrido terapéutico prefiere”.

Concluye Pablo Requena: “Cada vez es más frecuente encontrar en la literatura médica y bioética la expresión ‘share decision making’. La considero una buena síntesis entre dos extremos que no ayudan a la buena praxis: el paternalismo médico que considera al paciente como si fuera un menor, y la autonomía decisional que reduce el médico a un técnico que debe ejecutar los propios deseos”.La última cuestión se refiere al supuesto de que el paciente no tenga ya capacidad de decidir. ¿Quién debería hacerlo entonces? Su respuesta: “Ante pacientes incapaces de decidir se deberá acudir al representante legal, que en muchas ocasiones es un miembro de la familia. Esta persona podrá decidir lo que considere mejor para el paciente dentro de los límites que el médico de referencia le propone como adecuado”.


GLOSARIO DE TÉRMINOS

Eutanasia

“Conducta (acción u omisión) intencional- mente dirigida a terminar con la vida de una persona que tiene una enfermedad grave e irreversible, por razones compasivas y en un contexto médico” (Sociedad Española de Cuidados Paliativos). “El acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque sea por voluntad propia o a petición de sus familiares, es contrario a la ética. Ello no impide al médico respetar el deseo del paciente de dejar que el proceso natural de la muerte siga su curso en la fase terminal de su enfermedad” (Asociación Médica Mundial).

Cuidados Paliativos

Los Cuidados Paliativos, o cuidados tipo Hospice, como se denominaron en muchos
países anglosajones en sus orígenes, son un tipo especial de cuidados diseñados para proporcionar bienestar o confort y soporte a los pacientes y sus familias en las fases finales de una enfermedad terminal. Los Cuidados Paliativos procuran conseguir que los pacientes dispongan de los días que
les resten conscientes y libres de dolor, con los síntomas bajo control, de tal modo que los últimos días puedan discurrir con dignidad, en su casa o en un lugar lo más parecido posible, rodeados de la gente que les quiere.

Más sobre Cuidados Paliativos

Los Cuidados Paliativos ni aceleran ni detienen el proceso de morir. No prolongan la vida y tampoco aceleran la muerte. Solamente intentan estar presentes y aportar los conocimientos especializados de cuidados médicos y psicológicos, y el soporte emocional y espiritual durante la fase terminal en un entorno que incluye el hogar, la familia y los amigos.

Enfermedad terminal

En la situación de enfermedad terminal concurren algunas características importantes. Los elementos fundamentales son: presencia de una enfermedad avanzada, progresiva, incurable; falta de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico; presencia de numerosos problemas o síntomas intensos, múltiples, multifactoriales y cambiantes; gran impacto emocional en paciente, familia y equipo terapéutico, muy relacionado con la presencia, explícita o no, de la muerte; pronóstico de vida limitado. Es fundamental no etiquetar de enfermo terminal a un paciente potencialmente curable (Sociedad Española de Cuidados Paliativos).

Suicidio asistido o con ayuda

“El suicidio con ayuda médica, como la eutanasia, es contrario a la ética y debe ser condenado por la profesión médica. Cuando el médico ayuda intencional y deliberadamente a la persona a poner fin a su vida, entonces el médico actúa contra la ética” (Asociación Médica Mundial). En el suicidio asistido es el propio paciente quien activa el mecanismo que termina con la vida, aunque necesite de otro u otros para llevar a cabo su propósito. En la eutanasia es otra persona, la mayoría de las veces un médico, quien le proporciona los fármacos para
que él mismo se los administre.

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Actualidad

Hans Zollner, SJ: “Necesitamos personas que se tomen en serio el tema de la salvaguardia de los menores”

Entrevista al P. Hans Zollner, miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, y presidente del Centro de Protección de los Menores de la Pontificia Universidad Gregoriana.

Giovanni Tridente·31 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 12 minutos

Por decisión del Papa, el sacerdote jesuita se cuenta también entre los organizadores del encuentro de febrero con los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, convocado por Francisco sobre el tema de la protección de los menores. Palabra lo ha entrevistado con motivo de esta convocatoria.

Del 21 al 24 de febrero, el Papa Francisco ha convocado en el Vaticano a los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo para debatir juntos sobre el tema de la protección de los menores y sobre la prevención de los casos de abuso sobre menores y adultos vulnerables.

Se trata de una verdadera novedad, dado que por primera vez la cuestión es afrontada de manera sistemática y con los máximos representantes del episcopado mundial. Para la ocasión, los participantes en el encuentro han recibido la exhortación a seguir el ejemplo del Santo Padre y reunirse personalmente con víctimas de abusos antes de la reunión de Roma, con el fin de tomar conciencia de la verdad de lo sucedido y palpar el sufrimiento que estas personas han soportado.

En la perspectiva de esta convocatoria, Palabra ha entrevistado al P. Hans Zollner, jesuita, miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores y presidente del Centro de Protección de los Menores de la Pontificia Universidad Gregoriana, al cual el Papa ha confiado la Secretaría organizativa del encuentro del próximo mes.

El sacerdote, que es también psicólogo, afronta la cuestión en toda su amplitud, narrando su experiencia y puntualizando los aspectos verdaderamente importantes para una prevención eficaz, a partir de la formación del clero y de la salvaguardia de los más débiles, para una definitiva toma de conciencia del fenómeno.

P. Zollner, en 2002 san Juan Pablo II, hablando a los cardenales de los Estados Unidos de América sobre el escándalo de los abusos que estallaba en aquellos meses, expresaba su deseo de que todo aquel dolor y malestar llevara a un sacerdocio y a un episcopado “santo”. ¿Se puede decir que se remonta a aquel periodo una toma inicial de conciencia de la gravedad del fenómeno?

A decir verdad, la conciencia de algunas personas de la Iglesia respecto a este fenómeno comenzó mucho antes. Por ejemplo, el Concilio de Elvira, en España, hace 1.700 años, ya había escrito en relación con los escándalos que provienen de abusos sexuales. El canon 71 afirma: “Los hombres que violentan a los muchachos no recibirán la comunión, ni siquiera al final”. Sin embargo, desde 2002, como se ha observado, sucede algo distinto.

El problema del abuso sexual sobre menores ha pasado de una condición de tabú al espacio del discurso público en la Iglesia, y también en la sociedad. Eso se debe a muchas razones, y entre ellas no es la última la atención que los medios de comunicación han dirigido a este problema.

Hoy son relevantes las palabras de Juan Pablo II con motivo de la reunión con los cardenales estadounidenses: “Los abusos sobre los jóvenes son un grave síntoma de una crisis que golpea no sólo a la Iglesia, sino también a la sociedad en su conjunto”.

En aquella ocasión, el Pontífice polaco habló de un auténtico crimen, reconociendo la necesidad de establecer criterios útiles –hasta entonces conocidos de manera generalizada– para asegurar que semejantes errores no se verifiquen más. ¿Realmente ha sido así?

Podemos notar muchos cambios tras la reunión de 2002, de manera particular en la Iglesia en los Estados Unidos.

Después de la rigurosa actuación de la llamada Dallas Charter, las auditorías privadas han mostrado que diócesis como la de Boston han creado ambientes católicos que están hoy entre los lugares más seguros para los niños.

Los adultos que trabajan con los niños han recibido una formación rigurosa, y hay una mayor atención en la selección de los que pueden trabajar con los niños. Allí donde han sido tomadas precauciones de prevención, podemos ver resultados mensurables y positivos.

En el pontificado de Benedicto XVI se asiste a un desvelamiento de escándalos, provenientes esta vez de Europa, y en particular de Irlanda. Es conmovedora la carta que el Papa emérito dirigió en 2010 a los obispos de aquella región…

Como decía el Pontífice precisamente en aquella carta: “Nadie se imagine que esta penosa situación se resolverá en un tiempo breve. Se han dado pasos adelante positivos, pero quedan muchos más por hacer”.

Benedicto XVI ha sido también el primer Papa en reunirse en varias ocasiones con las víctimas de abusos. Ha manifestado así la importancia de que la Iglesia atienda a cuantos han sufrido estos crímenes…

Podemos decir que, sin duda, el liderazgo de la Iglesia no siempre ha funcionado con plena conciencia de la magnitud del problema. Lo comprobamos constantemente. Benedicto XVI hizo mucho para luchar contra los abusos, también antes de convertirse en Papa, durante su actividad al frente de la Doctrina de la Fe. Tuvo el valor de actuar, contra los deseos de muchos, con el fin de sacar a la luz los crímenes de Marcial Maciel, por ejemplo, y de otros. Sin embargo, cuando se le preguntó por qué no había sido más agresivo al tratar el problema como arzobispo de Múnich, respondió: “Para mí… fue una sorpresa que también en Alemania existieran abusos en esta escala”, como contó en el libro La luz del mundo.

El Papa Francisco ha proseguido en esta atención a las víctimas, recibiendo regularmente en Santa Marta, de forma estrictamente privada, a quienes llevan las heridas de los abusos. ¿Cree que este tipo de encuentros puede aliviar de alguna manera los sufrimientos de estas personas?

He sido testigo, cuando acompañé a dos personas que habían sufrido abusos sexuales por parte de sacerdotes. El 7 de julio de 2014 el Papa Francisco invitó a Santa Marta a dos ingleses, dos irlandeses y dos alemanes, todos ellos víctimas de abusos sexuales del clero. Una de estas personas entregó al Santo Padre una tarjeta postal que reproducía la imagen de la Pietà. Fue el último en hablar con el Santo Padre. Estaba contando la historia en presencia de su esposa, y comenzó a llorar. Dijo: “Veo esto [la Pietà] como un signo: María estaba con su hijo, pero yo no tenía a nadie a mi lado”.

El Papa Francisco tomó el tarjetón, y no dijo mucho. Al final prometió al hombre que rezaría por él. Un año después, en octubre de 2015, después de la Misa, el Papa dijo: ¿Cómo están las dos personas [de las que se abusó]? Di al señor Tal que su tarjetón está  en el  rincón de mi habitación donde rezo todas las mañanas”. Esas dos personas regresaron a la Iglesia, y las dos colaboran en la vida parroquial.

Ambas concuerdan en el trauma espiritual que fue la parte más difícil de su experiencia. No podían rezar, no habían encontrado ningún sentido ni creían en el Dios representado por los sacerdotes que abusaron de ellas. Se debe decir que esto se debía sobre todo a la inercia, y al rechazo de las autoridades de la Iglesia a escucharlos verdaderamente.

En 2014, un año después de su elección, el Papa Francisco instituyó la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, de la que Usted es Secretario. ¿De qué se ocupa exactamente este organismo?

Me parece importante destacar que el trabajo de la Pontificia Comisión no se centra en los casos individuales, que siguen estando bajo la jurisdicción de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Conforme a la misión que le ha señalado el mismo Santo Padre, sus miembros se focalizan principalmente en tres áreas principales: escucha a las víctimas, dar líneas guía, y ofrecer educación y formación del personal de las Iglesias, sean clérigos, religiosos o laicos.

¿Cuál es el grado de conciencia que ha podido registrar sobre este fenómeno en el nivel de las Iglesias locales?

En estos últimos años, viajando a más de 60 países para promover la actividad de Safeguarding (salvaguardia), he experimentado la profunda unidad que puede traer la fe católica: compartimos un credo, celebramos la misma Eucaristía, enseñamos un sólo catecismo. He experimentado también la unidad que compartimos en los problemas que afrontamos como Iglesia. Ciertamente, es inquietante saber que los abusos sexuales sobre menores han sido cometidos en todas las provincias y territorios de una diócesis. Al mismo tiempo, mientras levantamos acta de esta realidad, convenimos en el común interés de contribuir a una cultura de salvaguardia. Es claro que hay factores culturales que hacen imposible crear una solución unívoca para todos los lugares. Recuerdo, por ejemplo, cuando estuve en Bangkok, en Tailandia, en un encuentro de la Federación de las Conferencias Episcopales asiáticas. Estaban representados 11 países, cada uno con sus problemas en relación con el comportamiento del clero, pero todos con enormes diferencias en la conciencia y en la voluntad de hablar del problema, en parte a causa de una cultura de la vergüenza muy pronunciada, que circunda la sexualidad en Asia. Allí la Iglesia se enfrenta con el desafío de hacer llegar a una comprensión de las cuestiones de comportamiento y superar las inhibiciones que circundan el tema.

Muy distinta es la cultura de Suecia, un país con raíces puritanas, que ahora promueve en cambio una comprensión muy liberal de cómo expresar y vivir la sexualidad. En este caso el desafío está en comunicar cómo la libertad de expresión y la autodeterminación tienen límites en relación con los derechos de un niño.

En Malawi, en el África meridional, he dado una serie de seminarios para los religiosos. En este caso, el factor importante es la pobreza. Por ejemplo, muchas personas pueden compartir una pequeña habitación: los padres, seis hijos, un primo y un abuelo. Los límites de las relaciones están difuminados. La actividad sexual no se esconde, y las chicas pueden ser fácilmente objeto de abuso dentro de la familia.

Los ritos tradicionales de iniciación a la edad adulta se han desdibujado, mientras que en otro tiempo eran un factor cultural que daba indicaciones sobre cómo vivir la sexualidad en el interior de la comunidad. A esto se añade la corrupción de la policía y un sistema jurídico en quiebra.

Por consiguiente, aquí el reto consiste en difundir conciencia e instrucción, para permitir a los jóvenes conocer sus derechos y poder auto-determinarse, así como en ayudar a los padres a intervenir para construir comunidades fuertes, en las que se impida el abuso.

En los últimos meses han llegado noticias desagradables: nuevamente de los Estados Unidos, con el informe Pennsylvania, de Alemania y de Irlanda o Australia. Es evidente que se trata de casos del pasado, pero, ¿por qué salen al descubierto precisamente ahora?

Sin duda estamos ante un cambio cultural. En el último año, y en particular en los Estados Unidos y en Alemania, ha habido un amplio movimiento de personas que se han unido en torno al hashtag #MeToo. Este movimiento se concentra principalmente en el abuso sexual como abuso de poder.

Si en los Estados Unidos en 2002, y en Alemania en 2010 la crisis se refería a una cultura de la “omertà”, del silencio, la segunda ola está más focalizada sobre el poder utilizado en el abuso sexual sobre aquellos que se encuentran en desventaja en una relación de poder.

¿Qué ha sido del Tribunal interno en el Vaticano para juzgar los casos en que están implicados obispos y eclesiásticos acusados de no haber protegido adecuadamente a las víctimas?

Como aclaran las indicaciones del Motu Proprio Como una Madre amorosa, no es necesario otro Tribunal en el Vaticano, sino la ejecución de los procedimientos internos de las Congregaciones competentes respecto a los superiores (que son muchas: la Secretaría de Estado, las Congregaciones para los Obispos, para los Religiosos, para los Laicos, para las Iglesias Orientales, para la Evangelización de los Pueblos), cuando llega una denuncia de negligencia o de abuso de poder.

Usted es también presidente del Instituto de Psicología dela Pontificia Universidad Gregoriana. ¿Qué contribución pueden dar las ciencias humanas en la prevención de este fenómeno?

Aquí se podrían dar muchas indicaciones, pero mencionaré tres cosas que se cuentan entre las más importantes para una buena estrategia de prevención.

La primera es la de formar personas para que sean formadores para las diócesis, personal competente que pueda dirigir una oficina de Safeguarding (salvaguardia) diocesana y estar en condiciones de gestionar las preguntas y necesidades que surgen en el nivel local. Deberían conocer bien las leyes civiles y las leyes canónicas que se refieren a este ámbito; estar en contacto con aquellas organizaciones y agencias locales que pueden ser vistas como aliadas para prevenir los abusos. La segunda cosa, conectada con la anterior, es tener una política clara sobre las condiciones en que las diversas personas pueden trabajar con los jóvenes, qué procesos de screening (cribado) se están aplicando, qué comportamientos y situaciones deben ser evitados, y qué debe hacerse si alguien tiene noticia de comportamientos discutibles o alarmantes en cualquier sentido.

Finalmente, y esto es lo más importante, el Safeguarding de los más necesitados debe convertirse en una cuestión que esté en el corazón de todos: necesitamos modelos de personas que se toman en serio el tema de la salvaguardia y muestran a la comunidad, con su entusiasmo y su convicción, que este es un aspecto integral del mensaje del Evangelio.

¿Es central, entonces, la formación a partir de los primeros años del seminario?

En la formación en el seminario son particularmente importantes dos cosas. En primer término, una actitud de compromiso para un crecimiento interior y de interiorización. Sin una profunda fe y una personalidad integra que abrace todos los aspectos emotivos, relacionales y sexuales, la persona no está en condiciones de avanzar por el sendero de la vocación con un compromiso serio y sostenible, que dure en el tiempo.

La segunda actitud es la perspectiva del don de sí. La vocación sacerdotal y religiosa no deberían apuntar a la autocomplacencia: “Me siento bien conmigo mismo y con mi Dios”. Sólo sobre bases sólidas y maduras la persona puede comenzar a seguir la llamada del Señor, que pide renunciar a todo, incluidas las certezas creadas en el interior de la Iglesia, las expectativas de poder y de roles, así como las posibles cerrazones.

A menudo se liga el escándalo de los abusos sobre menores con la obligación del celibato. ¿Cómo valora este debate?

No hay ningún efecto causal directo entre el celibato y los abusos sexuales sobre menores. El celibato por sí mismo no conduce a comportamientos abusivos en sentido mono-causal; lo dicen todos los informes científicos y los encargados por los gobiernos en los tiempos recientes. Puede, en cambio, convertirse en un factor de riesgo cuando el celibato no se vive bien en el curso de los años, llevando a las personas a varios tipos de abusos: de dinero, de alcohol, de pornografía en internet, de adultos o de menores de edad.

El punto clave es que casi ninguno de los que molestan a menores vive una vida de abstinencia de relaciones sexuales. Y en segundo lugar, el 95 % de todos los sacerdotes no son violentadores, y por tanto el celibato obviamente no conduce a comportamientos abusivos en cuanto tal, sino solo en el tiempo. Estadísticamente se observa que un sacerdote abusador abusa de media por primera vez –este es un hecho científicamente establecido– a la edad de 39 años; si observamos los datos relativos a otras categorías de personas, notamos que un entrenador, un enseñante o un psicólogo son condenados por abusos por primera vez a la edad de 25 años. Por tanto, el celibato resulta un problema si no se vive, si no está integrado en un estilo de vida sano.

Hay Conferencias episcopales que van por delante de otras en estos asuntos. Si tuviese que hacer un balance de la conciencia del fenómeno, a nivel mundial y después de quince años desde una primera toma de conciencia, ¿qué diría?

En los últimos años –especialmente desde 2011-2012, tras la carta de la Congregación para la Doctrina de la Fea las Conferencias Episcopales del 3 de mayo de 2011, y del simposio Hacia la curación y la renovación de febrero de 2012 en la Universidad Gregoriana– ha crecido mucho la conciencia de la gravedad de los hechos y de la necesidad de actuar.

Los encuentros de los Papas Benedicto XVI y Francisco con las víctimas, la creación de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, las recientes cartas del Santo Padre a la Conferencia Episcopal Chilena y al Pueblo de Dios durante los últimos meses: todo eso ha contribuido enormemente a un cambio de actitud en todo el mundo. Y soy testigo de ello en primera persona, porque he sido invitado a hablar en países como Papúa Nueva Guinea, Malawi o San Salvador, por citar sólo algunos.

A propósito de la reciente Carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios, sobre los sufrimientos que estos crímenes provocan al cuerpo dela Iglesia, en el texto se atribuye al “clericalismo” la causa principal de su perpetuarse. ¿Está de acuerdo?

Hay sin duda un problema con el clericalismo, si se entiende como una tendencia de algunas personas a definirse y a vivir más en base al cargo y a la posición que tienen, que en base a su propia personalidad y a sus capacidades individuales.

El clericalismo no existe sólo en el clero. Me lo han enseñado algunos laicos, que a menudo me hablan de iguales suyos que muestran actitudes “clericales”, y también esto es un problema. Se comprueba cuando alguna persona se aferra al prestigio, y mide su importancia en base al número de secretarios que tiene, al tipo de coche que conduce, etc.

En cambio, algunos consideran que la causa de los abusos debe buscarse en el fenómeno de la homosexualidad difundida entre los sacerdotes. Usted, que ha estudiado ese fenómeno, ¿hasta qué punto considera plausible esta afirmación?

Hoy se habla mucho de eso. Algunos dirían que tenemos una cierta proporción de homosexuales entre el clero; esto es ya claro, y no debemos negarlo. Pero es igualmente claro que la atracción hacia una persona del mismo sexo no lleva automáticamente a comportamientos de abuso. Y, atendiendo a mi experiencia y a lo que he leído, añadiría que no todas las personas que han cometido abusos, sean sacerdotes u hombres de cualquier otro tipo, se identifican como homosexuales, más allá de su comportamiento.

Sin embargo, sea éste homosexual o heterosexual, al sacerdote se le pide que viva con coherencia el compromiso del celibato. La pregunta central respecto del abuso de menores (y de adultos) no es, por tanto, sobre la orientación de la propia sexualidad, sino sobre el poder: así lo describen las víctimas, e igualmente lo verificamos en las personalidades y en las dinámicas de los abusadores.

En febrero, el Papa Francisco ha convocado a todos los presidentes de las Conferencias Episcopales sobre el tema de la protección de los menores, y a Usted le ha nombrado referente del Comité organizador. ¿Por qué es importante esta iniciativa?

La reunión de febrero es importante porque, por primera vez, se hablará de manera focalizada y sistemática del aspecto sistémico-estructural del abuso y de su cobertura, del silencio y de la inercia en la acción contra este mal. El Papa mismo nos ha invitado a afrontar el nexo entre “abuso sexual, de poder y de conciencia”. La sexualidad es siempre, también, expresión de otras dinámicas, entre otras cosas de poder.

¿Puede anticiparme cómo se desarrollarán los trabajos y si se esperan decisiones particulares al término del encuentro?

Habrá conferencias, grupos de trabajo y líneas temáticas. Los tres días de trabajo tendrán como tema “responsibility, accountability, transparency”, temáticas muy discutidas en los últimos meses y que, de algún modo, el Papa Francisco ha puesto en la agenda de la Iglesia con las cartas a los obispos en Chile y al Pueblo de Dios.

Resumiendo toda su experiencia en este ámbito, ¿tiene Usted confianza?

Pienso que nos estamos dando cuenta de que los modos, los instrumentos y nuestros pensamientos sobre lo que Dios quiere de nosotros ya no son adecuados, ni para responder a lo que ha sucedido en los últimos años y decenios, ni para continuar nuestro camino de fe en el mundo de hoy, buscando a Dios y siguiendo el Evangelio de Jesucristo. Estoy confiado porque Dios ha puesto muchas personas en movimiento para que puedan nuevamente dar testimonio de Él de modo creíble y convincente.

Tengo confianza porque he conocido a tantas personas que se gastan completamente por un servicio más sincero, por una atención a los más vulnerables, por una Iglesia que siga a su Señor, el Señor que elegía morir por la salvación en lugar de reinar según los criterios políticos y de poder.

No obstante, la confianza reposa, en última instancia, en el Señor de la historia, que nos acompaña y nos guía, a su manera y según sus planes.

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Adviento, tiempo de misericordia

La misericordia es al mismo tiempo, un don (un regalo de Dios), un signo de la unidad entre la verdad y el amor; y, en nuestro tiempo, una cultura que, especialmente los cristianos, hemos de promover.

17 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 5 minutos

Al acercarse la Navidad podemos decir: Dios a las puertas. La salvación de Dios ha sido comparada con una puerta. La puerta tiene un arco y la misericordia puede considerarse como la piedra principal, clave de bovéda, que sujeta el arco. La misericordia como don, signo y cultura es un buen modo de situarse a las puertas de la Navidad.

Lo que ya san Juan XXIII llamaba “la medicina de la misericordia” (cf. Discurso de apertura del Concilio Vaticano II, 11-X-1962) es una de las claves del papa Francisco para la renovación de la Iglesia.
De esto escribe Piero Coda en un ensayo sobre el pensamiento de Francisco (La Chiesa è il Vangelo, Città del Vaticano 2017): “La misericordia –don de Dios– es el prisma para mirar y testimoniar la verdad gozosa y liberadora y la fuerza transformadora del Evangelio” (p. 111).

De acuerdo con R. Cantalamessa, “la misericordia no es un sustitutivo de la verdad y de la justicia, sino una condición para ponerse en condición de encontrarlas” (en “L’Osservatore Romano”, 30-III-2008).

Para san Agustín –observa Coda–, mientras no se comprende que el significado de toda verdad y mandamiento expresado en la Sagrada escritura es la caridad, se está lejos de comprender la verdad (cf. De Doctrina Christiana, I, 36.40).

Y así, piensa Coda que el primado de la misericordia –como estilo de vida y de misión propuesto por Francisco– es ante todo “un crisol de purificación para la vida de la Iglesia y para el discernimiento de la vida de su presencia en la historia” (p. 112).

Esta es –entiende el teólogo italiano–, si se ve bien, la verdadera clave de bóveda o piedra angular de la exhortación apostólica Amoris laetitia: “No se trata de descuentos sobre la verdad de la llamada a la perfección evangélica, sino de hacerse uno con cada persona para abrir con el amor, desde el interior de cada situación, el camino que lleva a Dios” (Ibid., cf. 1 Co 9, 22).

De ahí que, podamos ver nosotros la misericordia, al mismo tiempo, como un don (un regalo de Dios), un signo de la unidad entre la verdad y el amor; y, en nuestro tiempo, una cultura que, especialmente los cristianos, hemos de promover. Veamos un poco más cada uno de estos tres aspectos.

2. La misericordia, don y signo. Por tanto, cuando Francisco dice que la Iglesia a un “hospital de campaña”, se trata de una imagen elocuente que traduce el estilo de Jesús expresado en la parábola del buen samaritano, como señalaba Pablo VI al final del Concilio Vaticano II y recogía el papa argentino en su documento de convocación al Año de la Misericordia. Vale la pena releer esta larga cita: “Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad… La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio… Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas… Otra cosa debemos destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades” (Pablo VI, Alocución, 7-XII-1965).

En nuestros días sostiene Piero Coda que, ante las heridas que nos afectan –no solo las físicas y materiales, sino también las que infectan el corazón, el alma y el espíritu, la inteligencia y la voluntad–, “hablar de hospital de campaña hace intuir la gravedad de la situación en la que se encuentra la humanidad, desgarrada por una guerra ideológica en la que están en juego la verdad y la belleza misma de la imagen de Dios en el hombre, creado como varón y mujer para reflejar en las criaturas la vida de comunión fecunda de la Santísima Trinidad” (pp. 113 s).

Se trata de hacer frente, “con la medicina más fuerte que es la misericordia en cuanto testimonio de la verdad del amor”, al constante intento, presente en la historia de la humanidad, de torcer el designio creador de Dios.

Y piensa que si la misericordia llegara a ser interiorizada en la mente y en el corazón y asumida como criterio de juicio y de acción, facilitaría una visión realista de la política, de la economía y del derecho.
Hasta aquí la reflexión de Piero Coda. Es bien interesante ese modo de ver la misericordia como testimonio o signo que comunica eficazmente la unión entre la verdad y el amor.

3. Cada día de nuestra vida es tiempo de misericordia y los cristianos debemos trabajar por una cultura de la misericordia.

Ha señalado el Papa al final del Año de la Misericordia: “Este es el tiempo de la misericordia. Cada día de nuestra vida está marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos con el poder de la gracia que el Espíritu infunde en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar. Es el tiempo de la misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura. Es el tiempo de la misericordia, para que los débiles e indefensos, los que están lejos y solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus necesidades. Es el tiempo de la misericordia, para que los pobres sientan la mirada de respeto y atención de aquellos que, venciendo la indiferencia, han descubierto lo que es fundamental en la vida. Es el tiempo de la misericordia, para que cada pecador no deje de pedir perdón y de sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre” (Carta ap. Misericordia et misera, 20-XI-2016)

Si esto es “cada día”, ¿qué no será en un tiempo como el del Adviento, que desemboca en la Navidad; pues en la Navidad se ha hecho visible la Encarnación del Hijo de Dios y con ello nuestra salvación?

Finalmente, ¿cómo plasmar o hacer posible una cultura de la misericordia? Así responde Francisco:
“La cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres. Es una invitación apremiante a tener claro dónde tenemos que comprometernos necesariamente. La tentación de quedarse en la ‘teoría sobre la misericordia’ se supera en la medida que esta se convierte en vida cotidiana de participación y colaboración” (Carta Misericordia et misera, al concluir el Año de la Misericordia, n. 20).

Cuando habla de la cercanía a los pobres, conviene tener en cuenta “nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente (…): los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados; los migrantes (…); las diversas formas de trata de personas (…); las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia” (Evangelii gaudium, nn. 210-212).

Es decir que debemos atender a los pobres, sean pobres tanto desde el punto de vista material, moral y cultural, o también espiritual. Y en la práctica esto nos dara muchas ocasiones para ejercitar las obras de misericordia corporales y espirituales.

En definitiva, la misericordia es un don de Dios que nos llega continuamente si estamos dispuestos a recibirlo. Y así, cada día es tiempo de misericordia. Es también un signo: recordando la clásica definición de sacramento (signo e instrumento de la gracia salvadora) se podría decir que la misericordia es un “signo eficaz” de la unidad entre la verdad y el amor.

Y parafraseando lo que Juan Pablo II señalaba sobre la fe, podría decirse que la misericordia debe hacerse cultura para que pueda ser una misericordia plenamente acogida, totalmente pensada y fielmente vivida.

El autorRamiro Pellitero

Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.

Firmas invitadasAugusto Sarmiento

La familia, bien y referencia permanente

La familia responde a la verdad más profunda de la humanidad del hombre y de la mujer, a la intrínseca constitución del hombre, como don e imagen de Dios. La calidad de la sociedad está ligada al ser y existir de la familia, que es como una iglesia en miniatura.

10 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

 El documento final del Sínodo dedicado a los jóvenes sintetiza, en una breve frase, una convicción compartida desde siempre en todos los tiempos y lugares. “La familia” –se lee en el n. 32— “es un principal punto de referencia para los jóvenes”. Es un bien y una referencia para todos como testimonia suficientemente la historia de los pueblos y culturas en los diversos tiempos y lugares.

Familia y sociedad

Es un bien y referencia que no puede faltar en la vida de la sociedad. En la familia nace y se desarrolla el cimiento mismo de la sociedad. Es en la familia donde, por ley común y universal, la persona humana comienza y lleva a cabo su integración en la sociedad. Tan importante es la vinculación de la familia con la sociedad que se puede concluir que la calidad de la sociedad está ligada al ser y existir de la familia. La sociedad será lo que sea la familia.

De esta relación de la sociedad con la familia son testimonio claro expresiones como que la familia es la primera sociedad natural, la célula primera y vital de la sociedad, etc. La familia responde a la verdad más profunda de la humanidad del hombre y de la mujer, a la intrínseca constitución del hombre, como don e imagen de Dios. Pero solo realiza esta función en la medida que el espacio familiar se convierte en una experiencia de comunión y participación, mediante la formación en el verdadero sentido de la libertad, la justicia y el amor.

Familia e Iglesia

La función “insustituible” de la familia en el desarrollo de la sociedad, como espacio fundamental para la persona humana, es también imprescindible para la iglesia. Hasta el punto de que, “entre los numerosos caminos que la Iglesia sigue para salvar al hombre, «la familia es el primero y más importante” (Juan Pablo II).

Una de las claves para penetrar en la relación familia-Iglesia es la consideración de la familia, como iglesia doméstica. Entre la Iglesia y la familia hay una relación de tal naturaleza que se puede decir que la familia es como una iglesia en miniatura. Y como se fundamenta en el sacramento del matrimonio, la relación que origina es de naturaleza sacramental. Se mueve en la línea del misterio y determina necesariamente la participación de la familia cristiana en la misión de la Iglesia. Es “una actuación particular de la Iglesia”, que se debe considerar como propia y original. No es un encargo recibido de la Jerarquía de la Iglesia. Esa es también la razón de que la familia, en el desempeño de su misión, haya de proceder siempre en comunión con la Iglesia.

   Qué familia. Asistimos a cambio cultural que hace necesario determinar con claridad la realidad que se quiere designar con los términos “matrimonio” y “familia”. No pocas veces se usan para señalar formas de convivencia incluso contrapuestas entre sí.

Se hace necesario, por eso, determinar bien el camino para identificar y acceder a la verdad o identidad de la familia. Y ese no es otro que el del “significado que el matrimonio y la familia tienen en el plan de Dios, creador y salvador”.  Porque “cualquier concepción o doctrina que no tenga suficientemente presente esta relación esencial del matrimonio y la familia con su origen divino y su destino, que trasciende la experiencia humana, no comprendería su más profunda realidad y no podría encontrar el camino exacto para resolver sus problemas” (Pablo VI).

Un designio de Dios sobre la familia cuyo conocimiento está alcance de las solas luces de la razón: “hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo a partir de ella puede encontrar su respuesta”. Pero es claro también que el hombre no está solo en ese acceso a la verdad. Cuenta con la ayuda de la Revelación que hace más fácil y seguro llegar a la verdad.  Con esa finalidad el Magisterio reciente de la Iglesia se sirve de expresiones como “el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer” o “el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, que es, además, el origen de la familia”.

El autorAugusto Sarmiento

Firmas invitadasMaría Lacalle Noriega

Ayudar a los jóvenes a vivir el amor verdadero

En el Sínodo, los jóvenes han mostrado que tienen una inmensa necesidad de sentirse amados, y de amar de verdad. Buscan algo grande, hermoso. Se dirigen a la Iglesia para encontrar respuestas. No les defraudemos. Y no seamos ingenuos, porque necesitan mucha ayuda.

10 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

El Sínodo de los jóvenes ha puesto de manifiesto, una vez más, que la institución que más valoran es la familia. Lo cual podría parecer sorprendente dada la crisis que atraviesan el matrimonio y la familia desde hace décadas. Pero los jóvenes intuyen –algunos a pesar de no haberlo vivido nunca– que la familia es el lugar idóneo para un desarrollo personal pleno. Y en su corazón está el anhelo de un hogar, de una acogida plena, de un amor incondicional como el que solo se puede vivir en el seno de una familia.

Desde los años 60 se han ido minando los pilares básicos del matrimonio y la familia y se ha impuesto un estilo de vida basado en un individualismo feroz, en el rechazo de todo compromiso y de cualquier referencia a la verdad y en una concepción de la libertad como algo absoluto, sin contenido. En lo que se refiere a la sexualidad, se ha desvinculado del amor, del compromiso y de la apertura a la vida, pasando a ser considerada una mera fuente de placer, algo privado y puramente subjetivo, algo propio única y exclusivamente de la intimidad de cada uno, quedando al arbitrio del sujeto dotar de cualquier significado a su propia sexualidad y a las relaciones que pueda establecer.

Pero este estilo de vida no ha traído más felicidad ni vidas más plenas sino todo lo contrario. Ha traído soledad y desarraigo, mucho sufrimiento y profundas heridas afectivas.

En el Sínodo, los jóvenes han mostrado que tienen una inmensa necesidad de sentirse amados, y de amar de verdad. Buscan algo grande, hermoso. Se dirigen a la Iglesia para encontrar respuestas sobre las que edificar su vida y fundar su esperanza. No les defraudemos. Y no seamos ingenuos. Los jóvenes, que han nacido inmersos en el ambiente cultural que hemos descrito más arriba, y con frecuencia sin haber vivido una experiencia de amor verdadero, necesitan mucha ayuda.

Debemos ayudarles a confirmar su esperanza, a superar el pesimismo antropológico en el que muchos están inmersos debido a las heridas afectivas que hay en su interior, haciéndoles ver que es posible el amor verdadero. Que no se trata de un ideal reservado a unos pocos, que está al alcance de aquellos que se propongan “querer querer”, especialmente si se abren a la ayuda de Dios.

Debemos ayudarles a escapar de la cultura de los derechos individuales, que va radicalmente en contra de una cultura del amor y la responsabilidad y que está destruyendo a las familias.

Debemos ayudarles a superar la falsa idea de que la libertad es una fuerza autónoma e incondicionada, sin vínculos ni normas. Debemos ayudarles a superar la absolutización del sentimiento y a redescubrir que la dinámica interior del amor matrimonial incluye y necesita de la razón y de la voluntad y se abre a la paternidad y la maternidad, armonizando la libertad humana con el don de la Gracia.

El matrimonio, aunque sea la unión de un solo hombre y una sola mujer, difícilmente puede ser vivido en la soledad de los dos, y menos que nunca en esta sociedad nuestra tan volcada en las apetencias y en lo provisional. Los cónyuges necesitan ser acompañados, muy especialmente en los primeros años de matrimonio (el 40 % de las rupturas matrimoniales se produce en los siete primeros años). Las familias pueden y deben acompañar a otras familias construyendo auténticas comunidades que fortalezcan a sus integrantes y que sean testimonio del amor verdadero en medio del mundo.

Debemos ayudarles a no tener miedo, porque el Buen Pastor está con nosotros como estaba en Caná de Galilea como Esposo entre los esposos que se entregan recíprocamente para toda la vida. En el corazón del cristiano no debe haber lugar para la apatía, ni para la cobardía, ni para el pesimismo. Porque Cristo está presente. Por eso san Juan Pablo II se dirigía a los esposos cristianos con estas palabras: “¡No tengáis miedo de los riesgos! ¡La fuerza divina es mucho más potente que vuestras dificultades!” (GrS, 18).

El autorMaría Lacalle Noriega

Directora del Centro de Estudios de la Familia. Universidad Francisco de Vitoria (UFV).

Firmas invitadasFernando Vidal

Los jóvenes y la conyugalidad positiva

La familia es la dimensión personal y social más importante y profunda de los jóvenes, que aspiran a que la familia y la conyugalidad se expresen con la mayor transparencia, hondura y autenticidad posible.

10 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 2 minutos

No es fácil hacerse una imagen real de la relación y parecer que actualmente sostienen los jóvenes sobre la familia. Son muchos los interesados en que los jóvenes opinen una cosa u otra. Los medios de comunicación y la publicidad comercial están continuamente conformando la imagen pública de los jóvenes y quieren orientarla según sus intereses.

Existe una gran distancia entre la familia de la opinión –aquella que se mantiene en los discursos, en las conversaciones o en los medios- y la familia de la experiencia –la que verdaderamente vive la gente, la que tiene en el corazón y sus anhelos. Es algo que hemos estudiado ampliamente en el informe familia (www.informefamilia.org).

La principal nota que caracteriza a la relación de los jóvenes con la familia es muy positiva. La familia es la dimensión personal y social más importante y profunda de los jóvenes. Todas las encuestas e investigaciones demuestran que es la principal fuente de confianza y es un aspecto imprescindible de su vida.

Los jóvenes expresan una gratitud inconmensurable hacia sus familias y quieren construir una familia propia en su futuro.

La familia es el componente más original, universal y profundo de la condición humana, así que no debería sorprender que los jóvenes manifestaran un aprecio tan potente.

Y, sin embargo, sorprende porque la familia es una comunidad contracultural en la sociedad actual. Tanto cuanto la cultura dominante está invadida por el individualismo y el utilitarismo, las lógicas de solidaridad y donación de la familia constituyen su más fuerte resistencia.

Los vínculos familiares son los más persistentes y algunos de ellos son irreversiblemente para siempre. Eso también es contradictorio con lo que el papa Francisco llama la cultura del descarte, efímera e incapaz de dar sostén al compromiso y lo duradero, tal como se dice en la exhortación apostólica Amoris Laetitia.

Sin embargo, los jóvenes anhelan no un trocito de vida sino la vida entera. La juventud no quiere un poquito de vida sino la vida plena. Su corazón late con anhelos de totalidad y grandeza, dispuestos a entregarlo todo y aún más. Por eso se resisten a prescindir de la fuente de experiencias y vínculos más profundos, la familia.

También por eso mismo aspiran a que la familia y la conyugalidad se expresen con la mayor transparencia, hondura y autenticidad posible. La crisis de las institucionalizaciones convencionales de la conyugalidad en favor de nuevas fórmulas –como las parejas de hecho- expresan dicha búsqueda.

También operan otros intereses, como los que debilitan los vínculos comunitarios –nuestra sociedad ha sufrido lo que Bauman ha denominado “la Gran Desvinculación”- y las propias dimensiones del derecho y la institucionalidad. Quizás excesivamente identificadas con el poder del Estado y de los grandes potentados del capital, la cultura y las religiones, se considera que son dimensiones coactivas y no suficientemente genuinas.

Sin embargo, los jóvenes continúan poniendo el amor conyugal –una pareja de vida- como la mayor aspiración que pueden sentir. Continuamente lo cantan, lo escriben, lo muestran por todos los medios a su alcance. En cualquier caso, la conyugalidad siempre encuentra una forma de institucionalizarse, aunque sea en modos informales.

La mayor amenaza contra la familia es el debilitamiento de los vínculos, incluso de los más cruciales como los paterno-materno-filiales y los conyugales. Para resistir la ola de desvinculación los jóvenes no solamente necesitarán sus deseos, sino reconstruir instituciones –que no son principalmente un fenómeno de poder sino un fenómeno de universalidad y comunicación intergeneracional-, entre ellas la comunidad conyugal, que es la mayor amistad posible entre seres humanos. Es momento de reconstruir la conyugalidad positiva.

El autorFernando Vidal

Director del Instituto Universitario de la Familia, Universidad Pontificia Comillas

Firmas invitadasPablo Velasco Quintana

La lógica vocacional en la familia

El artículo 72 del documento final del Sínodo tiene un párrafo que recuerda a la familia la lógica vocacional de la familia. Es duro, porque nos pone delante de nuestra debilidad, pero es un reto vital.

10 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

No me choca nada que el artículo más votado del documento final del sínodo sobre los jóvenes haya sido el referido a la familia, que “tiene la tarea de vivir la alegría del Evangelio en la vida cotidiana y compartir a sus miembros según su condición”.

Qué liberador pensar en un lugar donde nos quieren por nosotros mismos, en cuanto tales. Donde no hay que llevar el currículum ni nos tenemos que ganar el puesto en una competición. Esto es maravilloso, porque entonces podemos afirmar que efectivamente la familia es el fundamento del amor, la educación y la libertad.

Lo explica precioso el filósofo francés Fabrice Hadjajd cuando alerta del peligro de tratar a la familia como una realidad secundaria, de “fundamentar la familia en el amor, la educación y la libertad, porque no son factores para distinguirla de otras formas de comunidad”, porque una comunidad puede ser un lugar de amor, o un colegio es también, y mucho más profesional, un lugar de educación; o una empresa puede ser, incluso con soporte jurídico, un lugar donde se respeten las libertades. “Como consecuencia, considerar la familia solamente a partir del amor, de la educación, y de la liberta, fundamentarla en el bien del hijo en tanto que individuo, uno en tanto que hijo, y en los deberes de los padres en tanto que educadores y no en tanto que padres, es proponer una familia que ya está desfamiliarizada”.

A esta definición hay que añadir dos experiencias de los padres cuando nacen nuestros hijos o cuando les acogemos. 

La primera es la alegría ante ese don recibido e inmerecido, que supera nuestras expectativas.

La segunda, retos nuevos para los que no estamos bien preparados, una inadecuación enorme, una incapacidad respecto de la tarea, que viene con el tiempo subrayada por nuestra torpeza y nuestro mal. Chesterton lo explicaba de maravilla con ese ejemplo de la madre que recibe al hijo en casa después de una buena sesión de juego fuera un día lluvioso. El hijo está embarrado hasta la coronilla, y la madre lo lava, porque sabe que delante de sí no tiene solo el fango, sino que debajo de esa suciedad está su hijo. Porque la educación tiene más que ver con la ontología que con la ética, con la naturaleza de la relación filial.

Pero este artículo 72 del Sínodo tiene un segundo párrafo que recuerda a la familia la lógica vocacional en la familia. Es un párrafo duro, porque nos pone delante de nuestra debilidad y de nuestra tentación “a determinar las elecciones de los niños” invadiendo el espacio de discernimiento. La vida de santidad es una historia personal con Dios, personal e intransferible.

No se trata de imitar a los santos al pie de la letra, porque eso será imposible. No se dan las circunstancias exactas y además el Señor solo sabe contar hasta uno. Es reconocer que nuestra conversión debe conquistarse continuamente poniéndose a merced de nuestra experiencia humana única.

Además, ese camino es totalizante, no solo será aplicable a algunos compartimentos estancos de nuestra vida, y es universal porque afecta a todos los demás. No le da igual a mi prójimo mi vida de santidad.

En esto me acuerdo de una expresión veneciana que el escritor Claudio Magris explicaba una vez en un artículo:  “far casetta”, decía, “tengo familia” que representa esta falsa y pequeña armonía familiar basada en el rechazo a los otros: “Y entonces la familia puede convertirse verdaderamente en un Teatro del Mundo y del universo humano: cuando, jugando con los hermanos y amándoles, damos el primer y fundamental paso hacia una fraternidad mayor, que sin la familia no habríamos aprendido a sentir tan vivamente”.

De este modo, la lectura del citado artículo 72, “La historia evangélica del adolescente Jesús (ver Lc 2, 41-52), sujeta a sus padres, pero capaz de separarse de ellos para cuidar las cosas del Padre”, nos encuadra en un reto vital, y aunque se nos ponga un nudo en la garganta, entenderemos que la familia es llevar de la mano por la jungla del mundo, que sigue apoyando a nuestros hijos incluso cuando ya no nos aferren físicamente.

El autorPablo Velasco Quintana

Editor de CEU Ediciones. Universidad CEU San Pablo

Firmas invitadasM. Pilar Lacorte Tierz

Acompañar a las familias jóvenes desde la escuela

A pesar de las evidentes señales de crisis por las que pasa la familia en nuestra sociedad, son muchas las familias que responden con generosidad, alegría y fe a su vocación, aun con obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. Las familias jóvenes necesitan acompañamiento.

10 de diciembre de 2018·Tiempo de lectura: 4 minutos

Los jóvenes siguen valorando y percibiendo la familia como comunidad de referencia, y así se recoge artículo 32 del Documento Final del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes, la Fe y el discernimiento vocacional. Además, dos de los artículos aprobados por unanimidad (nn. 72 y 95), hacen referencia a la necesidad de la familia y al acompañamiento como elementos clave de la nueva evangelización.

No cabe duda de que el primer acompañamiento que recibe el ser humano se desarrolla en su propia familia. Las relaciones familiares no son meramente “funcionales”. Las relaciones personales que se tejen en el día a día, con la vida compartida en el seno de las familias son relaciones identitarias. Y es precisamente esa vida cotidiana compartida, el medio por el que los seres humanos crecemos en nuestros dinamismos personales y aprendemos la capacidad más personal, aprendemos a amar. Ciertamente las diversas crisis en las familias pueden dificultar que las relaciones familiares desplieguen su potencia educadora. Muchos jóvenes que ya han crecido en una familia y en una sociedad que no ha sabido acompañarles en este aprendizaje natural de la incondicionalidad del amor familiar, pueden tener carencias que aumenten las normales dificultades en su vida familiar, cuando estos jóvenes forman su propia familia. De esta forma, podríamos entrar en una situación “de bucle”, pues podría pensarse que irremediablemente reproducirán en sus propias familias los desamores vividos en sus familias de origen. Sin embargo, no es así. Precisamente esa experiencia de desamor es la que les lleva a anhelar algo distinto para ellos y para sus hijos. Pero necesitan saber cómo hacerlo, puesto que les falta la experiencia.

En Amoris Letitia se apunta la necesidad de un acompañamiento a las nuevas familias especialmente en los primeros años de vida familiar (n. 211). Como afirma Juan José Pérez Soba, “no es bueno que la familia esté sola”. Por eso es preciso buscar, con creatividad, nuevos “espacios de acompañamiento” en los que las familias jóvenes puedan recibir formación, apoyo y experiencia compartida. Los primeros años de una familia son una etapa de grandes esfuerzos para adaptarse y compatibilizar muchos ámbitos en una realidad nueva y todavía desconocida: trabajo, amigos, familias de origen, paternidad etc. Los nuevos esposos y padres con frecuencia viven esta primera etapa de vida en común con sensación de aislamiento y agobio ante numerosas dificultades y retos que no habían alcanzado a imaginar. Cada vez más, estas jóvenes parejas carecen del acompañamiento del entorno familiar, o de la formación que proviene de la experiencia vivida en sus familias de origen.

Se trata además de una etapa en la que los esposos, normalmente, tienen poca disponibilidad de medios y tiempo; por eso es necesario buscar los medios en los que puedan ser acompañados en su tarea como padres y esposos en el entorno de la vida cotidiana. Un lugar en el que los padres jóvenes buscan de forma natural ese apoyo es la escuela. Es precisamente en los primeros años de vida escolar -que coinciden con los primeros años de las familias- cuando los padres acuden más a la escuela pidiendo ayuda, también para su vida familiar. Proponer el acompañamiento desde la escuela cristiana es una llamada a contemplar desde otros ojos la realidad de las familias.

Aunque puede parecer que es algo que no corresponde, o que supone complicar ulteriormente la función específicamente docente de los centros educativos, desde la escuela se puede y se debe apoyar a las familias. La confianza que todo acompañamiento necesita se da de forma natural en la relación familia-escuela. Además, la escuela de inspiración cristiana tiene un factor añadido que me parece importante: puede ser un entorno natural de convivencia, en el que las familias acompañen a otras familias, favoreciendo así un clima en el que se valora la vida de familia como enriquecimiento personal, y la dificultad no se entiende como fracaso, sino como algo connatural a cualquier relación interpersonal, que es posible superar y que es camino para amar.

Hacer realidad esta propuesta de acompañamiento es una exigencia que pide tratar a las familias según son, es decir, de forma familiar. No se trata de suplir a los padres o “dirigirlos” desde la escuela en su tarea educadora. Se trata más bien de “empoderarles” y devolverles su protagonismo en la tarea educadora en el contexto familiar. Acompañar desde la escuela es ayudar a que cada familia descubra su especificidad, su originalidad.    No se trata de dar recetas, de dar consejos o soluciones. Se trata más bien de reforzar su papel y ayudarles a descubrir las herramientas naturales de la educación en el contexto familiar. Es una tarea que necesita partir de lo vivencial, para percibir los conflictos como algo natural, y ayudar a desarrollar las capacidades para superar las crisis.

El acompañamiento que se propone no es una técnica ni requiere un espacio o un tiempo adicional, es una actitud, un hábito, un modo de entender la docencia y el papel de la escuela, al servicio de las familias. Exige sobre todo formación y compromiso para que no se abandone a las familias, que muchas veces viven sus crisis solas, en un ambiente de superficialidad, sin que nadie las cuide. El Papa Francisco ha recordado en varias ocasiones la brecha que se está abriendo entre familia y escuela, y la necesidad de que ambas vayan al unísono. La escuela puede ser un buen punto de apoyo, un “ángulo de reposo” que ayude a que cada familia sea lo que puede llegar a ser.

El autorM. Pilar Lacorte Tierz

Instituto de Estudios Superiores de la Familia, Universitat Internacional de Catalunya (UIC)

Argumentos

Los sínodos en la vida de la Iglesia

La realización de la decimoquinta Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos este año, del 3 al 28 de octubre, en el Vaticano, en la ciudad de Roma, suscita una breve reflexión sobre el Sínodo de los Obispos en la Iglesia Católica.

Geraldo Luiz Borges Hackman·19 de noviembre de 2018·Tiempo de lectura: 9 minutos

La sugerencia de una posible institución de Sínodos fue presentada al Papa Pablo VI durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II. En el origen de esta propuesta está la experiencia de la Iglesia antigua, que se reunía para tratar de cuestiones pertinentes a su vida eclesial, y el deseo de colaborar más estrechamente con el sucesor de Pedro en el cuidado pastoral de la Iglesia universal. Desde el punto de vista etimológico, la palabra sínodo aparece a partir de dos palabras griegas, syn (juntos) y hodos (caminos), que significa “caminar juntos”, para indicar que los obispos “caminaban juntos”, entre sí y en comunión con el Papa, en cuestiones de relevancia para sus Iglesias particulares. La sugerencia de los obispos solicitaba, por tanto, retomar esta práctica tradicional de la Iglesia.

Breve historia de los Sínodos después del Vaticano II

Al aceptar esta petición, el Papa Pablo VI, el 14 de septiembre de 1965, anunció a los Padres conciliares, re-unidos en la sesión de apertura del cuarto período del Concilio, la decisión de instituir, por iniciativa propia y por medio de su autoridad, un organismo denominado Sínodo de los Obispos, que estaría compuesto por obispos nombrados en su mayoría por las Conferencias Episcopales y aprobados por el Papa, y convocado, según las necesidades de la Iglesia, por el Romano Pontífice, con la finalidad de consulta y colaboración con el ministerio petrino, cuando, para el bien general de la Iglesia, esto le pareciera oportuno. Al día siguiente, el Papa Pablo VI, con el Motu Proprio Apostolica sollicitudo (cfr. AAS 57 [1965], pp.775-780), instituía el Sínodo de los Obispos en la Iglesia católica como institución permanente, por medio del cual obispos, elegidos de las diversas partes del mundo, prestarían una ayuda más eficaz al Pastor supremo de la Iglesia, estableciendo su constitución: 1) es una institución eclesial central; 2) debe representar a todo el episcopado católico; 3) debe ser, por su naturaleza, perpetua; 4) en cuanto a su estructura, desempeñará sus funciones, al mismo tiempo, de modo temporal y ocasional.
En este mismo año, el Decreto conciliar Christus Dominus, en el número 5, reitera la importancia que la nueva institución tendrá en la vida de la Iglesia al contar con la colaboración del episcopado católico, de tal modo que pueda representar y manifestar con más eficacia la solicitud por la Iglesia universal, como parte de la vocación de todo obispo. El primer reglamento del funcionamiento del Sínodo fue publicado el 8 de noviembre de 1966, y fue revisado y ampliado con el decreto de 24 de noviembre de 1969, seguido por normas posteriores. El 29 de septiembre de 2006, con el Ordo synodi episcoporum, se publicaron nuevas normas que regulan la organización y el funcionamiento del Sínodo de Roma. Sin embargo, el marco general legislativo del Sínodo se encuentra en los cánones 342-348 del Código de Derecho Canónico latino, así como en el canon 46 del Código de Cánones de las Iglesias Orientales.

Recientemente, el 15 de septiembre de 2018, el Papa Francisco, con la Constitución Apostólica Episcopalis communio, ha determinado algunos cambios en el funcionamiento del Sínodo. En primer lugar, el Papa Fran- cisco reconoce los beneficios que el Sínodo de Roma ha traído a la vida de la Iglesia desde su institución, en estos cincuenta años de su realización, como un instrumento válido “de conocimiento mutuo entre los obispos, oración común, confrontación leal, profundización de la doctrina cristiana, reforma de las estructuras eclesiales, promoción de la actividad pastoral en el mundo entero. De esta manera, tales Asambleas no sólo se han configurado como un lugar privilegiado de interpretación y recepción del rico magisterio conciliar, sino que también han ofrecido un impulso notable al sucesivo magisterio pontificio” (n. 1). Después, amplía la participación en el Sínodo, además de los expertos y auditores, con la inclusión de “delegados fraternos”, que son los invitados pertenecientes a las Iglesias y comunidades eclesiales que aún no están en plena comunión con la Iglesia católica, y algunos invitados especiales, que serán designados en virtud de su reconocida autoridad.

Naturaleza, características y tipos de Sínodo de los Obispos

El Sínodo de los Obispos es una institución de la Iglesia universal, que es convocado en determinadas ocasiones y que manifiesta la colaboración colegial de los obispos con el Papa y de los obispos entre sí, de tal modo que pueden reflexionar sobre determinados temas que afectan a la Iglesia en todo el mundo o en algún país o continente. Así se expresa el Vaticano II: “Los obispos elegidos de entre las diversas regiones del mundo, en la forma y disposición que el Romano Pontífice ha establecido o tengan a bien establecer en lo sucesivo, prestan al Supremo Pastor de la Iglesia una ayuda más eficaz constituyendo un consejo que se designa con el nombre de sínodo episcopal, el cual, puesto que obra en nombre de todo el episcopado católico, manifiesta, al mismo tiempo, que todos los Obispos en comunión jerárquica son partícipes de la solicitud de toda la Iglesia” (Christus Dominus, 5).

Las características fundamentales del Sínodo son cuatro: la universalidad, la colegialidad episcopal, las formas diversas de su convocatoria y su actividad consultiva. La iniciativa del Papa Pablo VI de instituir los Sínodos, acatando el deseo y la sugerencia de los obispos durante los trabajos del Concilio Ecuménico Vaticano II, muestra la intención de que la nueva institución exprese la colegialidad episcopal, es decir, contribuya a la colaboración de todos los obispos del mundo entero con la tarea pastoral universal de la Iglesia ejercida por el Pa- pa, el pastor universal, compartiendo con él la solicitud pastoral por toda la Iglesia. La colegialidad episcopal fue uno de los temas importantes recuperados por el último concilio (cfr. Lumen Gentium, 22, Christus Dominus, 4), superando la comprensión de los obispos como meros representantes del Papa en sus Iglesias particulares o en rivalidad con él, y afirmando la comunión jerárquica de todo el colegio episcopal —los obispos del mundo entero— con la solicitud pastoral del Papa para con toda la Iglesia (véase Nota Explicativa Previa, apartados 1 y 2). La colegialidad episcopal está unida a la universalidad, como muestra que el Sínodo sea una institución tanto de la Iglesia latina como de las Iglesias orientales católicas. Esta nota de la universalidad se comprueba de modo particular en las asambleas generales del Sínodo, pues en ellas hay representación de todo el mundo católico en su composición y en su funcionamiento.

De acuerdo con la reciente Constitución Apostólica del Papa Francisco, puede haber tres tipos de Sínodo: la Asamblea general ordinaria, que trata asuntos relativos al bien de la Iglesia universal; la Asamblea general extraordinaria, si los asuntos a tratar, que se refieren al bien de la Iglesia universal, requieren una consideración urgente; y la Asamblea especial, cuando se tratarán asuntos concernientes principalmente a una o más áreas geográficas concretas (véanse los artículos 1, § 2, 1o, 2o y 3o). Y añade en el § 3: “Si lo considera oportuno, particularmente por razones de naturaleza ecuménica, el Romano Pontífice puede convocar una Asamblea sinodal según otras modalidades por él mismo establecidas”. El Papa es el Presidente del Sínodo, y éste le está directa- mente sometido (véase el artículo 1, § 1). Se mantiene el carácter consultivo del Sínodo, pero puede llegar a ser deliberativo, si el Papa así determina, conforme al artículo 18, parágrafo 2. Las fases del Sínodo son las siguientes: la fase de preparación, la fase de celebración de la asamblea de los obispos y la fase de aplicación de las determinaciones del Sínodo.

Las celebraciones del Sínodo hasta hoy

Hasta el momento han tenido lugar quince asambleas ordinarias de los Sínodos de Roma, siendo catorce las que cuentan con documentos ya publicados. A continuación se indican las fechas, el tema debatido y el documento final de cada asamblea sinodal:

• 1a: del 29-IX a 29-X-1967. Tema: Principios a observar en la revisión del CIC; opiniones peligrosas y ateísmo; renovación de los seminarios; matrimonios mixtos y reforma litúrgica. Documento final: Principia quae.

• 2a: del 30-IX al 6-XI-1971. Tema: El sacerdocio ministerial y la justicia en el mundo. Dos documentos finales: Ultimis temporibus (sacerdocio ministerial) y Convenientes ex universo (justicia).

• 3a: del 27-IX al 26-XI-1974. Tema: La evangelización en el mundo contemporáneo. Documento final: Evangelii nuntiandi (18-XII-1975).

• 4a: del 30-IX al 29-X-1977. Tema: La catequesis en nuestro tiempo. Documento final: Catechesi tradendae (16-X-1979).

• 5a: del 26-IX al 25-X-1980. Tema: La misión de la familia cristiana en el mundo actual. Documento final: Familiaris consortio (22-XI-1981).

• 6a: del 29-IX al 29-X-1983. Tema: La penitencia y la reconciliación en la misión de la Iglesia. Documento final: Reconciliatio et paenitentia (2-XII-1984).

• 7a: del 1-X al 30-X-1987. Tema: La vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo a veinte años de la celebración del Concilio Vaticano II. Documento final: Christifideles laici (30-XII-1988).

• 8a: del 30-IX al 28-X-1990. Tema: La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales. Documento final: Pastores dabo vobis (25-III-1992).

• 9a: del 2-X al 29-10-1994. Tema: La vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo. Documento final: Vita consecrata (25-III-1996).

• 10a: del 30-IX al 27-X-2001. Tema: El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo. Documento final: Pastores gregis (16- X-2003).

• 11a: del 2-X al 23-X-2005. Tema: La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. Do- cumento final: Sacramentum caritatis (22-II-2007).

• 12a: del 5-X al 26-X-2008. Tema: La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Documento final: Verbum Domini (30-IX-2010).

• 13a: del 7-X al 28-X-2012. Tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Documento final: Evangelium Gaudium (24-XI- 2013).

• 14a: del 4-X al 25-X-2015. Tema: La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo con- temporáneo. Documento final: Amoris laetitia (19- III-2016).

• 15a: del 3-X al 28-X-2018. Tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.

Las asambleas extraordinarias han sido tres:
• 1a: del 11-X al 28-X-1969. Tema: La cooperación entre la Santa Sede y las Conferencias Episcopales. Documento final: Prima di concludere.

• 2a: del 25-XI al 8-XII-1985. Tema: Vigésimo aniversario de las conclusiones del Concilio Vaticano II. Documento final: Ecclesia sub Verbo Dei mysteria Christi celebrans pro salute mundi.

• 3a: del 5-X al 19-X-2014: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. No hubo documento final.

El Papa Juan Pablo II convocó a algunas Asambleas Especiales del Sínodo, con finalidad particular. Son las siguientes:

• 1a: del 14 al 31-I-1980. Sínodo particular para los Países Bajos. Tema: La situación pastoral en los Países Bajos. Documento: Reconnaissants envers Dieu (31-I-1980).

• 2a: del 28-XI al 14-XII-1991. Primera Asamblea especial para Europa. Tema: Somos testigos de Cristo que nos liberó. Documento: Tertio millennio iam (13-XII-1991).

• 3a: del 10-IV al 8-V-1994. Primera Asamblea especial para África. Tema: La Iglesia en África y su misión evangelizadora de cara al año 2000: “Seréis mis testigos” (Hch 1,8). Documento: Ecclesia in Africa (14-IX-1995).

• 4a: del 26-XI al 14-XII-1995. Asamblea especial para el Líbano. Tema: Cristo es nuestra esperanza: reno- vados por su espíritu, solidarios somos testigos de su amor. Documento: Una nueva esperanza para el Líbano (10-V-1997).

• 5a: del 12-XI al 11-XII-1997. Asamblea especial para América. Tema: Encuentro con Jesucristo vivo, ca- mino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América. Documento: Ecclesia in America (22-I-1999).

• 6a: del 19-IV al 14-V-1998. Asamblea especial para Asia. Tema: Jesucristo el Salvador, y su misión de amor y de servicio en Asia: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Documento: Ecclesia in Asia (6-XI-1999).

• 7a: del 22-XI al 12-XII-1998. Asamblea especial para Oceanía. Tema: Jesucristo y los pueblos de Oceanía: siguiendo su camino, proclamando su verdad y viviendo su vida. Documento: Ecclesia in Oceania (22-XI-2001).

• 8a: del 1-10 al 23-X-1999. Segunda Asamblea Especial para Europa. Tema: Jesucristo viviente en su Igle- sia, fuente de esperanza para Europa. Documento: Ecclesia in Europa (28-VI-2003).

• 9a: del 4-X al 25-X-2009. Segunda Asamblea Especial para África. Tema: La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz. Do- cumento: Africae Munus (9-XI-2011).

• 10a: del 10-X al 24-X-2010. Asamblea especial para Oriente Medio. Tema: La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. “La multitud de los creyentes tenía no tenía sino un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32). Documento: Ecclesia in Medio Oriente (14-IX-2012).

La contribución de los Sínodos a la Iglesia

Los Sínodos de los Obispos han contribuido eficaz- mente a la renovación eclesial y se han consolidado como una recepción efectiva de la eclesiología post- conciliar, particularmente como medio de colaboración estrecha con el ministerio petrino, reflejando así la naturaleza del oficio pastoral de los obispos y de la comunión jerárquica , pues estos Sínodos, en cuanto representan el episcopado católico, contribuyen a que todos los obispos en comunión jerárquica participen en la solicitud por la Iglesia universal (cfr. Christus Dominus, 5). De ese modo, realizan la colegialidad episcopal —el afecto colegial—, reafirmada por el Vaticano II como una de sus características fundamentales. Por eso, afirma el Papa Francisco: “De modo providencial, la institución del Sínodo de los Obispos se llevó a cabo en el contexto de la última Asamblea ecuménica. De hecho, el Concilio Vaticano II, ‘siguiendo las huellas del Concilio Vaticano I’ y en el surco de la genuina tradición eclesial, ha profundizado la doctrina sobre el orden episcopal, concentrándose de forma particular en su naturaleza sacramental y colegial. Se ha visto así definitivamente claro que cada Obispo posee simultánea e inseparablemente la responsabilidad por la Iglesia particular confiada a sus cuidados pastorales y la preocupación por la Iglesia universal” (Constitución Apostólica Episcopalis communio, 2).

Los temas abordados hasta hoy en las Asambleas Generales ordinarias, así como también en las Asambleas Extraordinarias y Especiales, han representado en cada época una necesidad pastoral, y así han favorecido el crecimiento de la vida de la Iglesia, al apuntar la dirección hacia la cual la Iglesia debería caminar con

el fin de realizar su misión de evangelización (cfr. Evangelii Nuntiandi, 14) y, también, determinar directrices para la acción pastoral en estas diversas regiones.

Los debates durante la realización de los Sínodos constituyen información actualizada para el Papa y, quizá, sugerencia para el ejercicio del oficio petrino, constituyéndose en un momento privilegiado para el gobierno de la Iglesia en comunión. La praxis de las exhortaciones post-sinodales retrata los desafíos planteados a la Iglesia y las coordenadas por las que la Iglesia debe caminar para lograr realizar una evangelización más eficaz y capaz de alcanzar a las personas a las cuales el Evangelio de Jesucristo debe llamar a la conversión.

Así, la intención del Papa Pablo VI al instituir los Sínodos está alcanzando su objetivo. Para los fieles católicos cabe, ahora, agradecer a Dios los frutos traídos por los Sínodos y rezar para que éstos continúen siendo momentos preciosos para la vida de la Iglesia de Jesucristo.

El autorGeraldo Luiz Borges Hackman

Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Soul (PUCRS), Brasil ([email protected])

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Actualidad

ForoPalabra: ¿Qué es morir con dignidad? Perspectivas de la eutanasia y los cuidados paliativos

ForoPalabra organiza el coloquio  “¿Qué es morir con dignidad? Perspectivas de la eutanasia y de los cuidad paliativos”, con la intervención del Dr. Rafael Mota, médico y presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, y de Mons. Pablo Requena, delegado de la Santa Sede en la Asociación Médica Mundial y miembro de la Academia Pontificia para la Vida, así como profesor de bioética en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma).

Omnes·19 de noviembre de 2018·Tiempo de lectura: < 1 minuto

ForoPalabra organiza el coloquio  “¿Qué es morir con dignidad? Perspectivas de la eutanasia y de los cuidad paliativos”, con la intervención del Dr. Rafael Mota, médico y presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, y de Mons. Pablo Requena, delegado de la Santa Sede en la Asociación Médica Mundial y miembro de la Academia Pontificia para la Vida, así como profesor de bioética en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma).

El coloquio tendrá lugar el día 13 de diciembre de 2018, a las 19.30 horas, en el salón de actos del Banco Sabadell, calle Serrano 71, 28006 Madrid.

Como es sabido, en diferentes países está planteado con intensidad un debate, incluso con iniciativas parlamentarias, sobre la posibilidad de legalizar la provocación de la muerte de personas que sufren como consecuencia de la enfermedad. La sensibilidad con las situaciones que provocan dolor ha aumentado, y la eutanasia se presenta como una solución compasiva.

Sin embargo, numerosos médicos y otros profesionales de la salud subrayan que lo que es preciso eliminar es el dolor y el sufrimiento, mediante los denominados cuidados paliativos, no la vida de estas personas que, con los oportunos cuidados, podrán tomar decisiones con mayor libertad.

Sobre éstas y otras cuestiones en torno al acompañamiento en momentos críticos de la vida versará el coloquio organizado por el ForoPalabra el 13 de diciembre.

Por razones de seguridad y de aforo, rogamos confirmación en la dirección: [email protected]. Escríbanos también a esa dirección si desea que asista alguna otra persona.

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Teología del siglo XX

San Juan Pablo II, teólogo

Un pontificado tan largo y tan intenso como el de Juan Pablo II (1978-2005) dejó una inmensa huella en todos los aspectos de la vida de la Iglesia y también en la teología. Pero se puede avanzar un poco más y preguntarse: ¿era realmente un teólogo?

Juan Luis Lorda·19 de noviembre de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

Vamos a intentar hacer un panorama del impacto teológico de san Juan Pablo II y responder a esa interesante pregunta. Si no hubiera sido Papa, es poco probable que un arzobispo de Cracovia del siglo XX hubiera llegado a ocupar un papel de relieve en la historia universal de la Iglesia o de la teología.

En primer lugar, porque pocos caben en esa cima: la memoria cultural colectiva apenas puede man- tener arriba una docena de autores, que se van renovando. Y la de los más cultos puede llegar, quizá, a un centenar. Es prácticamente imposible que un autor que escribía en polaco en un momento en que esa nación estaba sometida al bloqueo general de un régimen comunista hubiera llegado a ser conocido, traducido y leído en todo el mundo. No había cauces.

Una comparación con Pablo VI

La elección pontificia supuso situarle en la primera fila de la historia y dar a su persona y pensamiento un significado universal. Y, desde luego, él mismo jugó ese papel con plena conciencia. Y aquí es oportuna una comparación. Cuando Pablo VI fue elegido Papa, asumió la responsabilidad del pontificado. Para él, el cambio de nombre significaba que tenía que desaparecer Giuseppe Montini para que pudiera actuar Pablo VI como pastor de la Iglesia. Todo lo personal, incluida su familia, quedó relegado a un segundo plano. Empleó su mucha experiencia de gobierno en llevar a término el Concilio y ejerció allí y después, por ejemplo en Humanae vitae (1968), una honda labor de criterio buscando siempre la mente de la Iglesia. Y para eso, consultaba mucho.

En comparación, la figura de Juan Pablo II tiene algo singular: habiendo experimentado en su vida grandes cuestiones y tragedias del siglo XX, piensa que la Providencia ha forja- do en su alma convicciones y orientaciones que debe llevar a la Iglesia universal, que vive un momento difícil. No porque se le hayan ocurrido a él, como sería lo propio de un megalómano, sino porque son luces del Espíritu. Y estos puntos, me parece, son claves de su pontificado y donde va a tener mayor impacto teológico. Vamos a intentar recorrerlos.

El espíritu y la letra del Concilio

En primer lugar, en orden de categoría, está su intensa y directa participación en la elaboración de Gaudium et spes, el documento que quería reflejar cómo se sitúa la Iglesia en el mundo moderno. Esto le convirtió en testigo e intérprete autorizado del Concilio, acontecimiento milenario de la Iglesia, en un momento en la que se planteaba “la lucha de las interpretaciones” y la opción entre “re- forma y ruptura”, como lo llamaría después Benedicto XVI. Piénsese, por ejemplo, en el inmenso trabajo del historiador Giuseppe Alberigo para reconstruir un “espíritu del Concilio” perfectamente al margen de la letra aprobada en los documentos: convirtiendo las intenciones e intuiciones de los teólogos y padres con los que simpatizaba, en el verdadero Concilio.

La experiencia de Wojtyla, en cambio, se forjó haciendo la letra, junto con grandes teólogos (De Lubac, Congar, Daniélou, Moeller, entre otros) y con los padres conciliares. Y esa forja de Gaudium et spes dio una orientación general a su pontificado: ¿qué tenía que hacer la Iglesia en el mundo?, ¿qué tenía que hacer él como Papa?; precisamente lo que había indicado Gaudium et spes. De ahí la constante atención a ese documento en los grandes actos de su pontificado, desde el primero al último.
Es una suerte muy grande, una Providencia de Dios, que en un tiempo tan confuso para la Iglesia, como fue el posconcilio, el Papa fuera un testigo tan cualificado del Concilio. Y esto quedaría reforzado con Benedicto XVI, también testigo y partícipe del Concilio.

Amor y responsabilidad

La segunda aportación doctrinal y teológica de Karol Wojtyla a la Iglesia universal tiene un recorrido más amplio, desde sus primeras experiencias como sacerdote en su trabajo con los jóvenes de Cracovia. Muy pronto se dio cuenta de que la Iglesia necesitaba una doctrina positiva sobre la sexualidad que sirviera de base para la moral sexual. No era suficiente e incluso resultaba contraproducente una moral sexual basada en lo que es o no es pecado. La doctrina de la sexualidad se tenía que basar en la antropología de la sexualidad considerada cristianamente. De sus charlas y cursos a los jóvenes surgiría un libro tan original como Amor y responsabilidad, publicado mientras trabajaba en Concilio (la versión francesa llevaría un prólogo de De Lubac). Pero hasta ahí es solo una aportación privada

El argumento de Humanae vitae

La cuestión dio un giro con la decisión de Pablo VI, durante el Concilio, de reservarse el estudio sobre el control de la natalidad (anticoncepción). Pablo VI nombró varias comisiones en Roma para estudiarlo. Mientras el arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla formó también una en su diócesis con colaboradores y profesores. Y estuvieron en contacto hasta el último momento. La encíclica Humanae vitae dictamina que no es lícito el uso de medios anticonceptivos no naturales y apunta a la idea de que es inmoral separar el significado unitivo y procreativo del acto conyugal. La decisión no se basa en ese argumento, pero lo presenta. Se puede comprobar que era el argumento que mantenía el cardenal Wojtyla con su equipo cracoviense.

A partir de ese momento el arzobispo y cardenal Wojtyla se empeñó en varias conferencias en defensa de Humanae vitae, desarrollando el argumento y basándolo…

América Latina

Arzobispo de Maracaibo: “Evangelizar a tiempo y a destiempo es el primer reto”

La crisis general de Venezuela desgasta a la población: más de tres millones de personas han dejado el país. En este contexto, ¿cuál es el primer desafío para los obispos venezolanos? El Papa Francisco les pide cercanía con la gente, y fomentar la con- fianza en Dios. Mons. José Luis Azuaje, presidente de la Conferencia Episcopal, aplica esta cercanía: la evangelización es el primer reto.

Marcos Pantin·19 de noviembre de 2018·Tiempo de lectura: 8 minutos

En la antesala del despacho del arzobispo hay un ambiente de cordial rivalidad. Somos muchos los que aspiramos a una audiencia con Mons. José Luis Azuaje Ayala, presidente de la Conferencia Episcopal venezolana y arzobispo metropolitano de Maracaibo. La crisis general del país ha desgastado a los venezolanos. Más de tres millones han emigrado en los últimos años. Las cifras publicadas por Cáritas Internacional dan vértigo: los niveles de pobreza, la hiperinflación, la escasez de alimentos y medicinas son inauditos. Y siempre bajo la incesante amenaza de una criminalidad desatada e impune.
El gobierno permanece sordo al clamor del pueblo. Las protestas se han alzado en todo el territorio nacional y han sido reprimidas sin piedad. Aumenta de día en día el número de presos políticos que, salvo contadas excepciones, son tratados en forma inhumana. Todo tiende a radicalizar la tristeza y minar la esperanza de un pueblo desconcertado.
En este panorama sombrío el venezolano desconfía tanto de las promesas del gobierno como de los llamados de la oposición. Sin embargo, acude a las iglesias para oír hablar
de Dios. Es un delicado desafío para nuestros Pastores.

¿Cómo responde la acción pastoral en Venezuela al rápido deterioro social del país?
—La Iglesia que peregrina en Venezuela ha hecho un gran esfuerzo para renovarse. Ex- presión de este empeño ha sido el Concilio Plenario de Venezuela realizado entre los años 2000 y 2006. Desde entonces estamos trabajando en la puesta en práctica de sus resoluciones.
No ha sido tarea fácil. Estos años han sido minados por la problemática política, económica y social que ha entorpecido la realización de muchos de los objetivos propuestos. Por ejemplo, un alto porcentaje de los que conformaban los equipos de trabajo en las áreas de pastoral han emigrado. No obstante, la Iglesia sigue trabajando, quizás no como proyectada a las multitudes, sino hacia las catacumbas donde se vierte la fe y la esperanza como un torrente de gracia.

¿Cuáles son los principales retos de la Iglesia en Venezuela?
—Desde esta realidad hemos asumido serios retos pastorales que podemos formular como preguntas: ¿cómo evangelizar en medio de un desastre político y económico que ha sumergido a la mayoría de nuestra población en la pobreza y en la desesperanza que trae consigo? ¿Cómo transmitir lo esencial del mensaje cristiano mostrando a Jesucristo como Luz del mundo y centro de nuestra historia de vida, en una realidad social donde no se respetan los derechos humanos y la dignidad humana es pisoteada? ¿Qué medios utilizar para que el mensaje llegue y sostenga al hombre y la mujer en medio de sus sufrimientos?
Evangelizar a tiempo y a destiempo: este es el primer reto en medio de tanta confusión para la sociedad e instituciones. Para esto necesitamos una profunda renovación de la Iglesia que nos permita dialogar desde el Evangelio con las diversas realidades del mundo actual. Vivimos entre tantas circunstancias que contradicen el Evangelio de Jesucristo… Es necesario auscultar la realidad para encontrar espacios de diálogo y discernimiento que propicien un proceso de evangelización creíble y perdurable.

¿Puede mencionar otros desafíos actuales?
—La promoción de la dignidad humana es un reto que atañe a la Iglesia en general. El Evangelio tiene una relación muy estrecha con la vida de cada persona. El centro del Evangelio es el amor misericordioso de Dios manifestado en Jesucristo enviado a redimirnos, a salvarnos, a liberarnos de las ataduras del pecado personal y social. El Evangelio de la dignidad choca con tantas manifestaciones de las estructuras injustas para salir en defensa de los más afectados y vulnerables.

¿Cómo debemos vivir la solidaridad en este contexto?
—Otro desafío de la Iglesia es enseñar a ser solidarios en un mundo que promueve el individualismo y la cultura del sálvese quien pueda. La solidaridad es expresión cristiana de la caridad activa. Solidaridad es sostener, es permanecer en apertura constante de servicio al otro. Ante la tendencia al individualismo y al relativismo, encontramos en la solidaridad un núcleo de elementos bien dispuestos para generar comunidad en acción, que propicia también la implantación de la justicia.
América Latina es una gran región. Posee todos los elementos necesarios para proyectarse como la realización de la esperanza en plena luz del día. Debemos volver al amor, al respeto por el otro, a la decencia en el manejo de lo público, a la ética, a la moralidad en las instituciones.
La corrupción y las malas políticas hacen estragos en nuestra realidad día a día. Debemos volver a Dios. Nuestra mirada debe centrarse en quien se jugó el todo por el todo para salvarnos: Jesucristo.

¿Qué le sugieren los 50 años de la conferencia del CELAM de Medellín?
—Las propuestas de Medellín son una luz que ha iluminado la conciencia eclesial y la historia de fe de nuestros pueblos. Son un punto de arranque de transformaciones eclesiales a gran escala: doctrinal, pastoral, promoción humana, renovación de estructuras eclesiales. En Medellín se propuso una lectura actualizada del Concilio Vaticano II, y desde él se han abierto posibilidades de servicio y de creatividad en el ámbito evangelizador y pastoral, junto con la promoción humana y la lucha por la justicia y la paz en una permanente opción por los pobres.
Las propuestas de entonces se han actualizado en cada una de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y el Caribe. La más actual es la de Aparecida en el año 2007. Los tiempos cambian, la cultura se transforma y, por tanto, la Iglesia debe bus- car las mejores formas de hacer llegar el único mensaje que no cambia: la persona de Jesús, su palabra y su obra. El mensaje de siempre es reflexionado desde el reverso de la historia, desde los pobres y excluidos, desde los que se sienten necesitados de Dios. La espiritualidad que brota de Medellín nos permite testimoniar con mayor claridad el amor y la misericordia de Dios en medio de nuestra realidad.

En el exterior muchos se preocupan por lo que sucede en nuestro país.  ¿Qué puede decirles de la Iglesia en Venezuela?
—Puedo decir que es una Iglesia humilde y sencilla, que realiza la vivencia religiosa de Dios desde la experiencia de lo cotidiano. Es una Iglesia madre, porque acompaña a sus hijos e hijas en los distintos procesos de crecimiento en la fe.
Es una Iglesia misericordiosa que socorre a millones de personas que pasan necesidad y claman justicia ante la situación de pobreza y de violencia en la que nos encontramos. Simultáneamente, es una Iglesia que reflexiona y es analítica ante la realidad global de la sociedad y de todo lo que afecta a la persona. Somos una Iglesia que ha sido empobrecida junto con el pueblo, pero que desde esa misma pobreza y con plena libertad sacamos la fuerza para socorrer al que necesita de nuestro auxilio sin hacer distinciones.

¿Ve la fe arraigada en el pueblo?
—La Iglesia venezolana, desde la religiosidad popular, manifiesta su amor a la santidad en la persona de los santos y santas. Las fiestas patronales son realmente fiestas por la alegría de saberse copartícipes de la santidad de su santo protector. Las diversas tradiciones se transforman en experiencias religiosas animadas por la fe.
Tenemos una Iglesia sinodal que ha convocado a todo el pueblo de Dios para deliberar y proponer los elementos pastorales necesarios para la evangelización a través del Concilio Plenario de Venezuela y las Asambleas nacionales y diocesanas de Pastoral. Es una Iglesia que mantiene viva la comunión con las demás Iglesias de la región y con el Santo Padre Francisco. Es una Iglesia que no cierra el cauce de la gracia de Dios a nadie, sino que motiva al encuentro con el Señor en cada experiencia de vida.

¿Qué valores considera vitales en la recuperación del país y sus instituciones?
—La comunión es un valor fundamental. Cara al futuro debemos mantenernos unidos desde la fe. No bastan los postulados sociológicos, sino sobre todo, comunión desde lo que creemos y en Quien creemos. La comunión genera la fraternidad, el sentido profundo de reconocer al otro tal como es, con sus diferencias, pero siempre buscando los puntos comunes. Un valor que se ha generado en profundidad en estos tiempos es la solidaridad. Hablo desde mi país. En tiempos de pobreza y desigualdades florece el valor de la solidaridad. Ser solidario es salir de uno para asumir al otro en sus propias necesidades, no es sólo dar de lo que tengo, sino principalmente darme como ser humano y cristiano en el acompañamiento
del caminar histórico del pueblo.

¿Podría hablarnos del sentido cristiano de la lucha por la justicia?
—Continuamente estamos fomentando la confianza en Dios. Él no se ha ido de nuestro país, porque está donde están los que sufren y se identifica con ellos: con los pobres y los que sufren y ponen su confianza en el Señor. La Cruz es un signo salvífico para ellos. Ahí se aferran porque saben que después de ella viene la Resurrección, la liberación.
Debemos fomentar el respeto a la dignidad de la persona humana como valor permanente que alimenta la lucha por la justicia en búsqueda de la libertad. La persona y su dignidad es el foco precioso que Dios ama, por lo que invita a toda persona a construir su reino de paz, justicia y amor. Pero no de cualquier manera, sino enarbolando la bandera de la libertad y la justicia.

¿Cómo ve proyectado en el tiempo el aporte del Papa Francisco?
—Considero que el Papa Francisco está abriendo una nueva etapa en la vida de la Iglesia. Con su vida y su magisterio nos impulsa a ir a lo esencial, evitando distracciones o superficialidades que distraen a la Iglesia de lo que le es propio y permanente: evangelizar en lo esencial y desde lo esencial: la persona de Jesucristo.
El Papa Francisco nos enseña que lo que antes parecía de poco valor —las periferias—, ahora son esenciales para la renovación de la Iglesia y de las culturas. Nos lo muestra con sus viajes apostólicos: no al centro sino a las peri- ferias, como para sacar fuerza de la debilidad. Insiste en dar valor a lo que parecía secundario, desprendiéndose de seguridades humanas que impiden procesos continuos, para ir a la realidad sentida, que brota del corazón humano y del corazón de la cultura. Es poner a la Iglesia en estado permanente de misión, renovando estructuras y dando paso a todo aquello que privilegia la misión misericordiosa.

Conduce hacia lo esencial…
—Creo que el Papa Francisco está haciendo lo que debe hacer un Papa: animar, yendo a lo esencial del mensaje. Además, está librando la Iglesia de ciertos males que se han cernido sobre ella y de forma profética la está preparando para entrar en diálogo con un mundo que trata de obviarla, de no tomarla en cuenta. Con parresía el Papa lleva el peso de la renovación, y lo hace mirando el futuro con esperanza. Eso lo vemos en la convocación al sínodo de los jóvenes, en el convenio con China y su permanente ir a las minorías. To- do es hecho con alegría, porque el cristiano no se puede quedar contemplando la riqueza que ha recibido, tiene que darla, tiene que
anunciarla, estar en permanente salida.

¿Cuál fue su experiencia durante la reciente visita ad limina?
—La visita ad limina fue para nosotros una extraordinaria experiencia de comunión y fraternidad. En estos años nuestro episcopado se ha renovado: muchos de ellos acudían por primera vez a esta cita. La vivencia de estos días ha sido un signo profundo de unidad como Iglesia. Esta comunión la experimentamos de modo especial con el Santo Padre Francisco, que nos atendió con mucha serenidad y paz interior. Verdaderamente es un hombre de Dios. El encuentro de todo el episcopado con él se transformó en un signo de esperanza para nuestro ministerio: hemos palpado que es- tamos sostenidos por esa roca firme en el ministerio petrino.

Entonces, ¿el Papa está pendiente de Venezuela?
—El Papa Francisco conoce muy bien nuestra realidad. Nos ha animado a seguir atendiendo a nuestro pueblo pobre, a estar con él, a no declinar por nada nuestra presencia donde nos necesiten, a mantener la cercanía con la gente y a saber resistir los embates de la injusticia y el mal que azotan nuestras comunidades. Nos impulsa a fomentar la con- fianza en Dios y la Virgen; a formar y hacer comunidad de vida en la solidez que brinda la cercanía al hermano; a orar y mantener viva la llama de la esperanza.
Visitar y orar en las cuatro basílicas mayores nos permitió renovar nuestro servicio con un sentido universal. El obispo sirve a la humanidad, sin distinción ni preferencias. Igualmente, la visita a las congregaciones y dicasterios de la Santa Sede nos ha permitido dar a conocer los esfuerzos que hace la Iglesia en Venezuela para servir al pueblo de Dios en la extensión del Reino de los cielos. En fin, fue un kairós, lleno de alegría y compromiso.

¿Cuál ha sido la última petición del Papa a los obispos venezolanos?
—Toda la visita se realizó de una manera muy sencilla, pero con mucha profundidad, especialmente en las reflexiones que sostuvimos en cada uno de los dicasterios. Ha sido un verdadero impulso para la acción de la Iglesia en Venezuela en cuanto a la evangelización, el sentido de comunión, el sentido del servicio a la caridad, y el sentido de la formación.
La audiencia con el Santo Padre duró cerca de dos horas y media. Su última petición, que nos llenó de mucha alegría. Nos pidió estar cerca de la gente: mantenernos siempre cerca, no abandonar nunca al pueblo de Dios a pesar de los problemas que se puedan suscitar a nivel social, político, económico, cultural, religioso o de cualquier tipo.

El autorMarcos Pantin

Caracas

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Sínodo: una invitación a caminar juntos

Han concluido hace pocos días los trabajos de la XV Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada al tema de los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, y a este evento reservamos el Dossier de apertura de este número.

Giovanni Tridente·19 de noviembre de 2018·Tiempo de lectura: 2 minutos

Un intenso mes, en el que más de 300 padres sinodales y auditores, han debatido sobre la posibilidad de renovar el rostro de la Iglesia a partir de las necesidades, las inquietudes y los sueños de las nuevas generaciones, para acompañarlas en el camino de la vida y recibir de ellas impulso evangelizador.

Recogemos tres importantes aportaciones de personas que han seguido de cerca los trabajos, y acerca de los tres aspectos cardinales del trabajo de la Asamblea: el dinamismo juvenil, la importancia del discernimiento vocacional y la renovación de la pastoral. Escriben Chiara Giaccardi, que ha trabajado en la redacción del documento final; Gonzalo Meza, sacerdote y periodista, que ha seguido de cerca la comunicación de los trabajos; y Giuseppe De Virgilio, asimismo colaborador de la Secretaría del Sínodo de los Obispos. A continuación, otro artículo pone de relieve los aspectos más sobresalientes del documento final, aparecido cuando la revista estaba ya en fase de imprenta, y algunos eventos complementarios que han caracterizado el camino asamblear, incluidas las canonizaciones del 14 de octubre, entre ellas las del pontífice Pablo VI y del arzobispo Óscar Romero.

UN CAMINO CON LOS JÓVENES, PARA UNA IGLESIA GENERATIVA

TEXTO – Chiara Giaccardi. Docente de Sociología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán; colaboradora del Secretario Especial del Sínodo de los Obispos.

Un estilo nuevo para una Iglesia generativa, que ponen en el centro a los jóvenes, asume su atención y les deja ir con responsabilidad a llevar su contribución a la nueva evangelización. Es uno de los aspectos que, según la socióloga Chiara Giaccardi, han surgido en el curso de la Asamblea sinodal, que ha visto a los jóvenes convertirse también en sus protagonistas.

La Iglesia en estos días camina con los jóvenes, y les confía la tarea de ayudar a su renacimiento: jóvenes como “mayeutas” de una Iglesia nueva, de una conversión pastoral más necesaria que nunca, después de tan- tos escándalos sexuales y financieros, pero más simplemente después de tantos cansancios o intelectualismos que…

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50 años de Sant’Egidio: “amigos de Dios, de los pobres y de la paz”

Meses antes de mayo del 68, el 7 de febrero, Andrea Riccardi inició en Roma con un grupo de estudiantes el movimiento de Sant’Egidio. Han pasado 50 años, y el Papa les ha animado a continuar siendo “amigos de Dios, de los pobres y de la paz”, en expresión de su responsable en Madrid, Tíscar Espigares.

Rafael Miner·18 de noviembre de 2018·Tiempo de lectura: 5 minutos

Hace poco más de un mes, Tíscar Espigares, la persona que comenzó la comunidad de Sant’Egidio en Madrid en 1988, asistió con emoción a una Eucaristía de acción de gracias por los 50 años del movimiento, celebrada en la catedral de la Almudena por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
Les acompañaban el presidente del Pontificio Consejo para la Familia, monseñor Vincenzo Paglia; el nuncio de Su Santidad en España, Mons. Renzo Fratini; el obispo auxiliar Mons. José Cobo; el nuncio de Su Santidad en España, Mons. Renzo Fratini; vicarios y presbíteros.

Allí estaban numerosos laicos, familias y niños de las Escuelas de la Paz, ancianos, refugiados, nuevos europeos, los Jóvenes por la Paz, y multitud de amigos y representantes de diversas instituciones y de otras religiones.

Espigares, como responsable del movimiento en la capital española, se dirigió a todos. Seguiremos siendo “amigos de Dios, de los pobres y de la paz”, dijo. “La amistad es una palabra de gran valor para Sant’Egidio y el lazo que une a todos con esta comunidad presente en Madrid. La amistad con los pobres nos ha ayudado a ser, a la vez, realistas y soñadores. Realistas porque nos hacen ver la realidad tal y como es, con enorme crudeza en muchas ocasiones; pero también soñadores porque su dolor nos empuja cada día a luchar y soñar para que el mundo cambie”.

Tíscar agradeció de modo especial a Andrea Riccardi, fundador de Sant’Egidio “su gran amor por la Palabra de Dios, un amor que nos ha transmitido siempre con gran pasión, y que ha hecho posible que creciese esta familia de Sant’Egidio aquí en Madrid”.

El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, denunció en su homilía que “el mayor escándalo de este mundo” es “permanecer impasibles ante la miseria e injusticia de millones de seres humanos, la agresividad, la violencia, las descalificaciones destructivas, las guerras, la experiencia de millones de hombres y mujeres sin trabajo, sin sueldo”. Y agradeció a la comunidad de Sant’Egidio que combata estas situaciones con obras y palabras desde la “radicalidad del seguimiento de Jesucristo”.

El Papa en el Trastévere

Pero el momento cumbre de la celebración de los 50 años para la comunidad de Sant’Egidio , a escala global, fue la emotiva visita del Papa a la basílica de Santa María in Trastévere, de la que es titular precisamente el cardenal de Madrid.

Allí, en el mes de marzo, el Santo Padre se dirigió al fundador, a los responsables y a todos los presentes relacionados con el movimiento internacional: “No habéis querido hacer de esta fiesta solo una celebración del pasado, sino también y sobre todo una manifestación gozosa de responsabilidad hacia el futuro. Esto nos hace pensar en la parábola evangélica de los talentos […]. También a cada uno de vosotros, cualquiera que sea su edad, se le otorga al menos un talento. En él está escrito el carisma de esta comunidad, un carisma que, cuando vine aquí en 2014, resumí en estas palabras: plegaria, pobres y paz. Las tres ’p’”.

El Santo Padre se refirió a la siembra de la amistad: “Caminando así ayudáis a hacer crecer la compasión en el corazón de la sociedad —que es la verdadera revolución, la de la compasión y de la ternura—, a hacer crecer la amistad en lugar de los fantasmas de la enemistad y de la indiferencia”.

Nada más llegar, Francisco había dado las gracias por el recibimiento, con mención especial hacia Andrea Riccardi ,y Marco Impagliazzo: “Me alegra estar aquí con vosotros en el cincuentenario de la Comunidad de Sant’Egidio . Desde esta basílica de Santa María in Trastevere, corazón de vuestra oración diaria, me gustaría abrazar a vuestras comunidades esparcidas en todo el mundo. Os saludo a todos, en particular al prof. Andrea Riccardi, que tuvo la feliz intuición de este camino, y al presidente prof. Marco Impagliazzo por las palabras de bienvenida”.

El testimonio de Jafar, un refugiado de 15 años, huido de Siria con su madre y llegado a Italia desde Líbano en uno de los corredores humanitarios impulsados por la institución, conmovió al Papa. La metralla de una bomba caída en Damasco dejó ciega a su madre mientras intentaba proteger a su otro hijo pequeño.

Con mucha fuerza, aseguran los corresponsales vaticanos, el Santo Padre les animó a “continuar al lado de los ancianos, a veces descartados, que para vosotros son amigos. ¡Continuad abriendo nuevos corredores humanitarios para los refugiados de la guerra y del hambre! ¡Los pobres son vuestro tesoro!”.

Los corredores humanitarios

Una de las iniciativas por las que es más conocido el movimiento de Snt’Egidio son, como recordó el Papa, los corredores humanitarios en ayuda de migrantes y refugiados. El Papa manifestó en su visita al Trastévere: “Para mucha gente, especialmente los pobres, se han levantado nuevos muros. Las diversidades son ocasiones de hostilidad y de conflicto. Todavía hay que construir una globalización de la solidaridad y del espíritu. El futuro del mundo global es vivir juntos: este ideal exige el compromiso de construir puentes, mantener abierto el diálogo, continuar encontrándose».
También se refirió a “los grandes miedos frente a las vastas dimensiones de la globalización” y a que los miedos “se concentran a menudo contra quien es extranjero, diferente de nosotros, pobre, como si fuese un enemigo”.

Estos corredores han permitido en estos años trasladar legalmente a Italia a cientos de refugiados procedentes de países en conflicto, sobre todo Siria. Se trata de un proyecto impulsado por Sant’Egidio, la Federación de las Iglesias evangélicas y la Iglesia Valdese, que ofrece a las personas que huyen de sus países en conflicto vías legales y seguras para llegar a Europa, evitando que se pongan en manos de traficantes de personas.

Una vez en el Viejo Continente, reciben asistencia diaria, viven en parroquias, institutos religiosos, apartamentos privados o con familias, aprenden el idioma y las costumbres, e inician un proceso de integración social y laboral en el país de acogida.

El primer acuerdo de estos corredores humanitarios se firmó en Italia en diciembre de 2015 y permitió hasta 2017 traer al país trasalpino mil refugiados. El pacto fue renovado con las autoridades italianas para volver a repetir esta cifra hasta 2019.

Siguiendo al Papa Francisco, la comunidad de Sant’Egidio ha asegurado estos años que “no podemos consentir que el mar Mediterráneo se haya convertido en un muro, un muro de agua que engulle la vida de hombres, mujeres y niños”, “ni en un nuevo cementerio de Europa”, en palabras del Papa.

Como síntesis, señalemos que la realidad de Sant’Egidio no se limita a los corredores. Hay que recordar aquí los acuerdos de paz en varios países (Mozambique es emblemático), y el mantenimiento del espíritu de Asís —encuentros interreligiosos de oración iniciados por san Juan Pablo II—, la ayuda a miles de pobres en tantos lugares —Sant’Egidio está presente en setenta países—, los programas de formación de miles de muchachos en naciones y ciudades en crisis…

Los pobres son familia
Las iniciativas en todo el mundo se han multiplicado. Tíscar Espigares, joven estudiante universitaria en 1988, hoy bióloga y profesora de Ecología en Alcalá, comenzó en Madrid con unos amigos “llevando cariño y amistad —porque no teníamos nada— al barrio de Pan Bendito, donde arranca la carretera de Toledo: había muchos problemas, drogodependencia…”. Fue la primera Escuela de la Paz en la capital madrileña.

Hoy, el servicio puede prestarse a miles de personas, como en Roma y en tantas ciudades del mundo, con el mismo espíritu: “Para nosotros los pobres son familia, no son sólo cuerpos que vestir, que alimentar, son personas con las mismas necesidades que tenemos nosotros, de cariño, de amistad, de dignidad, de alguien que te llame por tu nombre. Es muy importante. Y nos reuníamos para rezar. Era la Escuela de la Paz, que es el nombre que le damos a este servicio”, explica a Palabra en los aledaños de la iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas, en la madrileña calle del 2 de mayo. Si desean saber más, vayan allí.

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Pablo VI, del Concilio Vaticano II al diálogo con el mundo

Impulso ecuménico y renovación pastoral del Concilio, reformas eclesiales, diálogo con todos, encuentro con el Patriarca Atenágoras I, históricas intervenciones en la ONU, Bombay o Medellín, y encíclicas como Ecclesiam Suam, Populorom Progressio o Humanae Vitae. Así fue el pontificado de Pablo VI, persona de oración profunda y serena reflexión.

Mª Teresa Compte Grau·15 de octubre de 2018·Tiempo de lectura: 7 minutos

“El pontificado de Pablo VI ha quedado ya definido ante la Historia, sean cuales fueren sus últimos resultados, tanto si fracasa como si triunfa ya que, en todo caso será el pontificado de un Papa que intentó verdaderamente dialogar con todos los hombres”. Estas palabras las escribió el filósofo y amigo de Pablo VI, Jean Guitton, en su libro Diálogos con Pablo VI, publicado en 1967.
Era la primera vez que un Papa dialogaba abiertamente con un laico. Y, en este caso, con un laico a quien L’Osservatore Romano, el periódico del Papa, había afeado el atrevimiento de escribir un libro sobre la Virgen María. Pero al Papa no le importó. Se había tomado en serio el diálogo Iglesia-mundo y el papel de los laicos en el seno de la Iglesia.

Recorrido biográfico

Nacido el 26 de septiembre de 1897, Giovani Battista Montini, creció viviendo de cerca el fragor de la batalla periodística y política. Su padre, Giorgio Montini, periodista y abogado, fue además, parlamentario por el Partido Popular fundado por Dom Sturzo y presidente de la Acción Católica. A los 23 años, Montini fue ordenado sacerdote; a los 25 se incorporó a la Secretaría de Estado y solo un año después fue destinado a Polonia. De regreso a Roma, y desde su trabajo en la Secretaría de Estado, fue tejiendo una relación estrecha y de confianza con el cardenal Pacelli. Cuando éste fue nombrado Papa en 1939, Montini se convirtió junto al cardenal Tardini en uno de los más estrechos colaboradores de Pío XII.

En 1954, Pío XII nombró arzobispo de Milán a Montini. Desde esta archidiócesis, entabló numerosos encuentros con trabajadores y sindicatos, políticos, artistas e intelectuales, lo que le valió las primeras críticas de aquellos que siempre le miraron con recelo por liberal y progresista. Fue Juan XXIII quien le nombró cardenal en diciembre de 1958, lo que le llevó en varias ocasiones a África y Estados Unidos. En 1961, cuando Juan XXIII había anunciado ya la convocatoria del Concilio Vaticano II, fue nombrado para la Comisión Preparatoria Central, así como miembro de la Comisión de Asuntos Extraordinarios. Solo dos años más tarde, en 1963, sería elegido Papa.

Renovación y reformas

Cuentan que cuando Juan XXIII anunció la convocatoria del Concilio Vaticano II, Montini, entonces arzobispo de Milán, exclamó: “Este muchacho no sabe el nido de avispas que está despertando”. A Pablo VI le correspondería, a partir del mes de junio de 1963, hacer posible que la convocatoria que cuatro años antes había hecho Juan XXIII diera frutos, y frutos que perduraran. Y así, fue Pablo VI quien hizo posible la culminación del Concilio Vaticano II y su clausura en diciembre de 1965. Y si ardua fue esta tarea, no lo sería menos la de acompañar, alentar y conducir la ingente obra que fue el posconcilio.

A Pablo VI debemos el impulso ecuménico y la renovación pastoral del Vaticano II, las reformas eclesiales en materia de sinodalidad, la creación de las Conferencias Episcopales, así como las reformas de las elecciones papales y la definitiva reforma litúrgica que alentó el Concilio. Las reformas que Pablo VI fue orientando hacia el interior de la Iglesia católica fueron acompañadas de reformas muy importantes también por lo que se refiere a las relaciones Iglesia-mundo según las enseñanzas de la constitución pastoral Gaudium et Spes.

Pablo VI fue el Papa del diálogo, así lo atestigua si primera Encíclica Eclesiam Suam (1964). Fue el primer Papa en realizar viajes internacionales. Recordemos la visita a la Organización de Naciones Unidas en el 20 aniversario de su fundación, su discurso ante la sede de la OIT durante su viaje a Suiza, así como sus viajes a Bombay, con motivo del Congreso Eucarístico Internacional, y a Medellín para celebrar la II Asamblea General del CE. No se puede olvidar su trascendental viaje a Tierra Santa en el que se encontró con el Patriarca de Constantinopla Atenágoras I y con el que ex-presaba su apuesta decidida por el camino del ecumenismo, o los viajes a Uganda, Irán, Hong Kong, Sri Lanka, Filipinas e Indonesia, entre otros.

Pablo VI instituyó la Jornada Mundial de la Paz, creó el Pontificio Consejo Justicia y Paz, recon-dujo la Doctrina Social de la Iglesia en la línea iniciada por el Concilio Vaticano II, reformó la Diplomacia Vaticana, ahondó en la Ostpolitik iniciada durante el pontificado de Juan XXIII, y celebró seis consistorios cardenalicios en los que profundizó en la internacionalización del cardenalato, tal y como habían hecho sus antecesores.

Digno de ser tenido muy en cuenta es la presencia y aliento del Papa en el III Congreso Mundial de Apostolado Seglar, encuentro de un alto valor para el laicado español sumido en una profunda crisis como consecuencia de las resistencias episcopales a profundizar en la autonomía del laicado, o la convocatoria de la primera Comisión Vaticana de estudio sobre la mujer a comienzos de la década de los setenta.

Pablo VI fue un Papa reformador que en quince años de Pontificado publicó seis encíclicas, catorce exhortaciones apostólicas, y más de cien cartas apostólicas. De entre todos sus documentos magisteriales destacan de manera sobresaliente su primera encíclica, Ecclesiam Suam, publicada el día 6 de agosto de 1964; Populorum Progressio, publicada el día 26 de marzo de 1967 y, con toda seguridad, Humanae Vitae, publicada el 25 de julio de 1968.
Junto a estos tres grandes documentos, hay otros dos que han tenido un importante impacto para el gran público: la exhortación apostólica Evangeli Nuntiandi, publicada el día 8 de diciembre de 1975, y la carta apostólica Octogesima Adveniens que, en conmemoración de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, fue publicada el día 14 de mayo de 1971.

Una mirada a su Magisterio

Ecclesiam Suam, conocida como encíclica del diálogo, es, de algún modo, la que marca el pontificado de Pablo VI, si nos atenemos, entre otras, a las palabras del filósofo Jean Guitton que se recogen al comienzo de estas páginas. Pablo VI creyó y trabajó desde el Papado para que el encuentro entre la Iglesia y el mundo, en la estela teológico-doctrinal del Vaticano II, permitiera un conocimiento recíproco del que pudieran brotar relaciones sinceras de amistad.

Pablo VI creyó firmemente en el diálogo como camino y como estilo que permite buscar la verdad en el otro y en uno mismo. La claridad, la mansedumbre, la confianza y la prudencia son las características de un coloquio que permite hacerse entender desde la humildad y que solo es posible si se confía plenamente en la propia palabra y en la acogida del otro para avanzar en el camino de la verdad.

Es desde la lógica del diálogo desde donde avanzó Pablo VI en su Magisterio social. El diálogo con el mundo exige estar atento a los signos de los tiempos y a las injusticias que comprometen la dignidad humana. Populorum Progressio, la “magna carta del desarrollo”, es una respuesta a la llamada que el Concilio Vaticano II hace a toda la Iglesia, especialmente en su constitución pastoral Gaudium et Spes (GS), para que se haga respuesta a los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y las mujeres de su tiempo.

La década de los sesenta, rica en contrastes y paradojas, permitió que el mundo conociera los profundos desequilibrios y desigualdades entre un mundo rico instalado en la estabilidad y la riqueza y un mundo empobrecido en el que los seres humanos carecían de los bienes más básicos para su supervivencia. En un mundo en el que se imponía la lógica del crecimiento económico, Populorum Progressio se atrevió a cuestionar el nuevo evangelio desarrollista. Si el crecimiento económico es necesario, escribía el Papa recordando GS, si nuestro mundo necesita técnicos, añadía, más aún necesita hombres de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo. El desarrollo, el verdadero desarrollo para todos los seres humanos y para todos los pueblos, es el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas. Porque la razón de ser del desarrollo no reside en el tener, sino en el ser y, por lo tanto, en el desarrollo pleno de la vocación a la que todos y cada uno estamos llamados.

Y a esta tarea, a la tarea de la humanización plena, sirve el cristianismo. Como recogía la Exhortación Evangelii Nuntiandi, “(…) entre Evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar”. Porque la salvación y la santificación, no lo olvidemos, pasa también por liberarse de aquellas situaciones de injusticia que impiden el desarrollo pleno de nuestra humanidad o, lo que es lo mismo, el desarrollo pleno de nuestra vocación que, en último término es la llamada a la santificación.

La buena prensa de la que gozaron los tres documentos citados pareció ensombrecer con la publicación de la Encíclica Humanae Vitae. Razones históricas y culturales explican que todas las mira-das que se lanzaron sobre este documento se centraran en la cuestión de la moralidad o inmoralidad de los medios artificiales para la toma de decisiones responsables en la cuestión de la maternidad y la paternidad. Creo, sinceramente, que es injusto. Y que la injusticia la cometieron y la siguen cometiendo, a partes iguales, quienes siguen empeñados en reducir ese documento a esta cuestión cuando, en realidad, se trata de cuestiones previas.

Pablo VI habló del amor conyugal, de la transmisión de la vida y del cuidado de la vida. Humanae Vitae ha sido un documento secuestrado durante decenios que marcó profundamente al Papa Pablo VI y que ha marcado también profundamente a la Iglesia católica hacia su interior. La cuestión merece, después de la atención que el Papa Francisco le ha dedicado en su 50 Aniversario, una nueva mirada en un mundo en el que la vida humana corre el riesgo de quedar reducida a una fuerza cuyo valor reside en su productividad y, por lo tanto, en los beneficios y la rentabilidad que esta pueda producir.

Amistades y diálogo

Quizás merecería la pena releer Humanae Vitae a la luz de lo que solo tres años más tarde publicó Pablo VI en Octogesima Adveniens con relación al paradigma tecnocrático y al modo invasivo que la razón científico-técnica despliega sobre la existencia humana. En el fondo esa misma crítica era la que subyacía en Populorum Progressio al denunciar el desarrollismo basado en el dominio técnico y el crecimiento económico. Abordar la cuestión de la vida humana desde estas perspectivas nos ayudaría en nuestros días a vincular vida humana y justicia social para así responder mejor a las angustias y las tristezas, las alegrías y los gozos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo.

Pablo VI, como algunos malévolamente han sostenido, no fue un Papa hamletiano, sino un hombre de oración profunda y serena reflexión, que cultivó la amistad de filósofos e intelectuales. Fue un amigo que lloró y suplicó en el secuestro y asesinato de Aldo Moro, que supo encontrarse y dialogar con quienes, aparentemente o de manera declarada, estaban lejos de la fe cristiana y de la Iglesia católica, un hombre de una profunda devoción mariana al que gustaba recitar los hermosos versos del Canto XXXIII de la Divina Comedia y que dicen así: “Vergine Madre, figlia del tuo figlio, umile e alta più che creatura, termine fisso d’etterno consiglio, Donna, se’ tanto grande e tanto vali, che qual vuol grazia e a te non ricorre, sua disïanza vuol volar sanz’ ali. In te misericordia, in te pietate, in te magnificenza, in te s’aduna quantunque in creatura è di bontate” (Dante, Divina Comedia, Canto XXXIII): “Virgen Madre, hija de tu Hijo, humilde y alta más que otra criatura, término fijo del consejo eterno. Señora, eres tan grande y vales tanto, que quien quiere gracias y a ti no se acoge, su deseo quiere que sin alas vuele. En ti misericordia, en ti piedad, en ti magnificencia, en ti se aduna cuanto en la criatura hay de bondad” (Dante, Divina Comedia, Canto XXXIII).

El autorMª Teresa Compte Grau

Fundación Pablo VI

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Mi experiencia sobre un aspecto de la vida de Mons. Romero

La canonización de Monseñor Romero está muy cerca. El cardenal Rosa Chávez, Obispo auxiliar de San Salvador, tuvo la oportunidad y el placer de compartir momentos de su vida con el sacerdote salvadoreño. Así, documenta algunos aspectos de la vida de Óscar Romero, a partir de su conocimiento personal y de una fuente de gran riqueza, aún por explorar: los apuntes que tomaba Romero con motivo de sus retiros espirituales.

Cardenal Gregorio Rosa Chávez·11 de octubre de 2018·Tiempo de lectura: 7 minutos

He pensado varias veces si sería interesante compartir mi experiencia junto a Monseñor Romero en un punto concreto: su relación con el Opus Dei.

Pretendo sólo ofrecer algunos retazos y detalles que sólo yo conozco y creo que vale la pena compartirlos en vísperas de su canonización. Para ello utilizaré también una fuente casi inédita: sus apuntes de retiros espirituales desde antes de ser obispo hasta un mes antes de su asesinato.

Monseñor Romero y Don Fernando

El Padre Óscar Romero, como todos los obispos del país en aquel tiempo, recibió la visita del entonces Padre Fernando Sáenz Lacalle -Don Fernando- para pedirle que pusiera por escrito su apoyo a la canonización del fundador del Opus Dei. Es conocido el texto tan laudatorio que escribió el futuro arzobispo de San Salvador. Por cierto que cuando fue nombrado obispo de Santiago de María, suscribió a todos los sacerdotes de esta pequeña diócesis a la revista Palabra.

Siendo yo seminarista acompañé al Padre Romero un par de veces a la Residencia Doble Vía, en San Salvador, donde vivían estudiantes universitarios, la mayoría de la zona oriental del país, dirigida por la Obra. Él era muy cercano a la Obra y tenía como director espiritual a un sacerdote del Opus Dei. Creo que el último fue Don Fernando y con él consultó antes de aceptar la elección como obispo auxiliar de San Salvador. Consta que pidió a Don Fernando consejo en relación con el arzobispo de entonces, Luis Chávez y González y, sobre todo, con su auxiliar Arturo Rivera Damas. Y, por su parte, la Nunciatura le encomendó estar atento a la actuación de estos prelados e informar oportunamente al Vaticano si advertía algo en la línea pastoral de estos jerarcas que no estuviera acorde a las normas de la Iglesia.

Años más tarde, cuando Monseñor Romero sucedió a Monseñor Chávez en la sede arzobispal, entramos en un escenario muy diferente: Monseñor Romero, en su carta pastoral programática La Iglesia de la Pascua (abril 1977), hace un elogio bellísimo de su antecesor al afirmar que empuña el timón de la nave arzobispal “con el respeto y delicadeza de quien siente que ha recibido una herencia de incalculable valor para continuar llevándola y cultivándola a través de nuevos y difíciles horizontes” (p. 5).

En la misma carta pastoral, justamente a la mitad del texto, describe su utopía de Iglesia, tomándola de los documentos de Medellín: “Que se presente cada vez más nítido el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombre” (Juventud, 15). La palabra “pascual” aparece toda ella en letras mayúsculas en el texto. Estamos al inicio de su ministerio arzobispal y ya ha tenido que recoger el cadáver del primer sacerdote asesinado, el Padre Rutilio Grande.
Esa utopía la hizo realidad, firmándola con su sangre: nos dejó una Iglesia martirial, libre ante todo poder y totalmente comprometida con los pobres y los que sufren. Monseñor Romero fue, como reza la bula de beatificación, “pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios”.

Esta bella descripción del testigo de Cristo el mismo Papa Francisco la completó al día siguiente, a la hora del Regina Coeli, al señalar que “este diligente pastor, siguiendo el ejemplo de Jesús, eligió estar en medio de su pueblo, especialmente de los pobres y los oprimidos, incluso a costa de su vida” (24 de mayo 2015).

Estamos al inicio de tres años dramáticos marcados por una profunda polarización incluso dentro de la Iglesia. En El Salvador abundaban las “relecturas” de Medellín; es bueno recordarlo cuando acabamos de celebrar los cincuenta años de este acontecimiento capital para la Iglesia en América Latina. Y es oportuno subrayar que sólo en este continente se dio una “recepción” oficial de los documentos conciliares. Era una época en la que los matices apenas existían: “Tienes que definirte”, decían los más radicales apóstoles de la liberación, “o estás con el pueblo oprimido o estás con los opresores”.

Con esta realidad le tocó bregar al venerable pastor. Y en este contexto me confió que estaba recibiendo fuertes presiones para que obligara al Opus Dei a asumir de lleno esos planteamientos, que algunos consideraban “la línea de la arquidiócesis”. A pesar de todo, Monseñor Romero mantuvo la amistad y el trato con los miembros de la Obra, escuchando con atención sus observaciones y sugerencias. Prueba de ello es que el día de su muerte había pasado toda la mañana, por invitación de Don Fernando, que lo llegó a recoger al arzobispado, junto al mar. Les acompañaron varios sacerdotes y se dedicaron sobre todo a estudiar documentos relacionados con la formación sacerdotal. Al regresar del paseo, Monseñor Romero pasó por la casa de los jesuitas en Santa Tecla, y se confesó. Esto consta por varios testimonios, siendo el más fehaciente el de su confesor, el jesuita Segundo Azcue. Una hora después ocurrió el sacrílego asesinato.

El Opus Dei aparece de nuevo en escena cuando, después de la inesperada muerte de Monseñor Arturo Rivera Damas, inmediato sucesor de Romero, es elegido como arzobispo de San Salvador Monseñor Fernando Sáenz Lacalle, quien nació en España pero llegó a El Salvador recién ordenado sacerdote. Recordemos que la primera reacción de mucha gente no fue favorable a Monseñor Sáenz. En este contexto la revista Palabra publicó una breve nota de Rutilio Silvestri en la que sostenía que era obvio que el cargo recayera precisamente sobre uno de los mejores amigos del pastor asesinado, ya que por largo tiempo había sido su confidente e incluso su director espiritual. Sería interesante explorar en forma crítica esta faceta del sacerdote y obispo Óscar Romero, así como su relación con la Obra en los tres años de su intenso y difícil pastoreo de esta porción de la Iglesia de Dios.

La espiritualidad del Opus Dei en los escritos espirituales de Monseñor Romero

Como una contribución inicial voy a acudir a una fuente prácticamente inédita: sus apuntes de ejercicios espirituales, los cuales abarcan desde el año 1966, cuando aún no era obispo, hasta el retiro que realizó un mes antes de su muerte, en febrero de 1980. Estos apuntes ya están a disposición del público, aunque todavía en forma selectiva. Son en total 324 páginas. En cada página encontramos las notas escritas con su puño y letra, y, en la parte superior, la transcripción en letras de imprenta para facilitar la lectura del texto escrito a mano.

En el retiro que realiza junto al lago de Ilopango en septiembre de 1968 – el año anterior ha celebrado sus bodas de plata sacerdotales-, hay varias alusiones a Camino, el célebre librito de san Josemaría. En la meditación sobre el pecado anota estos propósitos:
“Más vida interior, más servicio a los demás. Negativamente: estrategia. Alejarse del peligro (Camino). Plan de vida. Luchar contra el pecado venial: sed perfectos. Ansia de reparación y penitencia (Camino). Hora de espiritualidad (…). Yo moriré. Otoño… yo seré hoja muerta (Camino). Humildad. El mundo seguirá. Nadie se acuerda de los que pasaron”. Y al hacer el examen de conciencia, anota: “Lo más importante, un acto de amor (Camino)”.

En estos detallados apuntes, encontramos al final varias referencias a la revista Palabra, una al meditar el evangelio de Marta y María (Camino: el sagrario en Betania). En la parte final transcribe esta cita de una carta del Prelado escrita en 1950: “Cada uno debe santificar su profesión, santificarse en su profesión, santificar con su profesión”. Hay espacio incluso para una anécdota de San Josemaría, que dijo en una charla, al saber que acababa de morir su madre: “La madre del sacerdote debe morir tres horas después del hijo”.

Del 10 al 14 de noviembre de 1969 participó en el retiro predicado por el Padre Juan Izquierdo, del Opus Dei. En este momento, Romero se desempeña como Secretario General de la Conferencia Episcopal de El Salvador y sólo puede estar presente en forma intermitente porque debe cumplir tareas que le encomienda Monseñor Pedro Arnoldo Aparicio, presidente del episcopado. Sin embargo, deja constancia de su decepción porque no hay un clima adecuado para el encuentro con Dios: “Falta de recogimiento. La ‘mancha brava’ rompió definitivamente el silencio… Interrumpo mi retiro el 11, que lo dedico todo a preparar la agenda […]. El 12 amanezco de nuevo en Apulo. Haré lo que pueda estos tres días”. E

n la página siguiente, anota brevemente: “26 de enero (de 1970). Confesión con el Padre Javier”.
Pocas líneas más abajo encontramos esta frase, escrita el 21 de abril de 1970: “El Señor Nuncio me notifica voluntad del Papa. Debo responder mañana. Consulta con el Padre Fernando”. Al día siguiente anota lo que éste le dice; vale la pena transcribirlo íntegramente: “Elementos positivos: línea de dirección espiritual. a) Frente al problema base: tomarlo como sacrificio, expiación y tomar en serio la enmienda: fuga de ocasiones, vida intensa de oración y mortificación. b) Frente a la tentación de triunfalismo: ver una seria responsabilidad, un servicio nada fácil, un trabajo en la presencia de Dios. c) Frente a la tentación de pusilanimidad: verlo como trabajo ante Dios, servicio y orientación a millones de almas. El Buen Pastor da su vida por sus ovejas”.

A renglón seguido, con fecha 8 de junio de 1970 (Colegio Belén), escribe: “El 21 de abril (¡21 tenía que ser!) como a las 6 p.m. me notificó el Señor Nuncio mi designación p. obispo auxiliar de Monseñor Arzobispo. Debía responder al día siguiente. Consulté al P. Sáenz, al Dr. Dárdano, al P. Navarrete”. Sigue un breve resumen de lo que cada uno de los consultados le dice.

Un guía seguro en medio de la tormenta

Lo que anota a continuación marcó a fuego al obispo novato: “La Asamblea Plenaria del Episcopado de Centro América y Panamá en Antigua Guatemala: 27 de mayo – 2 de junio. Asamblea plenaria del Episcopado de Centro América y Panamá en Antigua Guatemala. Verdadera gracia de primer orden: la convivencia con tanto obispo bueno, la reflexión de Mons. (Eduardo) Pironio, la liturgia, mi trabajo…”.

El querido obispo argentino, cuya causa de canonización ha sido introducida hace varios años, predicó en 1974, por invitación de Pablo VI, el retiro en el Vaticano. Este mismo retiro lo repitió al año siguiente, en julio, ante los obispos del Istmo centroamericanos en Antigua Guatemala. Monseñor Romero era en ese momento secretario adjunto del SEDAC (Secretariado Episcopal de América Central) y tomó nota en forma detallada de cada una de las doce meditaciones predicadas por Pironio.

Allí comprendió Monseñor Romero el verdadero sentido de Medellín como acontecimiento salvífico que encarna en la dramática realidad latinoamericana las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Y allí se fortalece una amistad que convertirá al obispo argentino en su consejero, en su confidente e incluso en su paño de lágrimas en cada una de las visitas que el arzobispo mártir realizará al Vaticano. Esto aparece con toda claridad en el Diario de Monseñor Romero y es conocido por todos.

Sirvan estas líneas para entender mejor al primer santo salvadoreño. Que el aroma de su santidad -el romero es una planta aromática- se expanda a lo largo y a lo ancho del mundo.

El autorCardenal Gregorio Rosa Chávez

Obispo auxiliar de San Salvador

Evangelización

Kerstin Ekbladh: No nos avergoncemos «de que se sepa que somos cristianos»

Kerstin Ekbladh, mujer luterana que trabajó 28 años en la eléctrica nacional de Suecia, y diácono de la Iglesia luterana desde 2005, será recibida en la Iglesia católica en diciembre, en Malmö. En la entrevista señala que cada vez hay más conversiones en su país, que algunos amigos comentan que “en un par de generaciones de Papas todos seremos una sola Iglesia”, y que “muchas personas parecen tener todo lo necesario en la vida, y no sienten que necesitan a Dios”.

Richard Hayward·1 de octubre de 2018·Tiempo de lectura: 2 minutos

Ha sido diácono en la Iglesia sueca, y ahora ha decidido hacerse católica. Me encuentro con Kerstin Ekbladh en la iglesia de Nuestro Salvador, donde será recibida en la Iglesia católica dentro de unas semanas.

Cuando llego a la iglesia, está fuera charlando con un ex colega suyo de la Iglesia sueca, que por casualidad pasaba por allí en ese momento. Parece un poco sorprendido por la decisión de Kerstin de convertirse en católica, pero le desea buena suerte.

¿Podría contarnos algo sobre usted? Dónde nació, en qué religión le educaron, cuándo se convirtió en diaconisa luterana, o si está casada o soltera.

—Nací en 1955 en Limhamn, Malmö, y soy hija única. Mis padres asistían a la iglesia una o dos veces al año, por ejemplo en Navidad y Pascua, pero no eran particularmente religiosos. Sin embargo, me dieron mucho apoyo y me hicieron sentir segura. Como resultado, no fui muy a menudo a la iglesia, aunque fui bautizada y confirmada en la Iglesia Sueca. Luego, más tarde, una compañera casada con un sacerdote en la Iglesia Sueca me invitó a cantar en el coro de la iglesia. Lo disfruté tanto que creo poder decir que canté para mí misma a través de la Iglesia, la liturgia y la fe.

Obtuve el título de profesora, pero luego trabajé durante 28 años en algo bastante diferente, Elverket, compañía nacional de electricidad. Pero alrededor del año 2000 se hicieron cambios en la compañía, y todos fuimos despedidos y tuvimos que buscar nuevos trabajos. En mi caso, finalmente comencé a enseñar en una escuela primaria cristiana en Malmö.

Un día, cuando estaba hablando con uno de nuestros sacerdotes, me sugirió que podía trabajar en la Iglesia Sueca. Me gustó la idea y me formé para convertirme en un församlingspedagog (educadora parroquial). Y unos años después, el 4 de septiembre de 2005, fui ordenada diácono (cuando sucedió, habían pasado exactamente 50 años desde mi bautismo).

Nunca he estado casada. En cierto sentido, se puede decir que he estado “casada” con la música y las canciones. Y siempre he tenido muchos amigos, tanto en el trabajo como fuera de él. Conozco a muchos católicos, y una de mis mejores amigas es una católica muy activa en la parroquia. Y cada vez que la acompañaba a los servicios católicos, siempre me sentía muy a gusto con la liturgia.

La mayoría de los suecos son luteranos. El obispo católico de Estocolmo, el cardenal Anders Arborelius, ha señalado en Palabra que el número de católicos en Suecia aumenta, debido a los inmigrantes y a las conversiones. ¿Qué es lo que le atrajo del catolicismo?

—Sí, estoy de acuerdo en que cada vez más personas se están convirtiendo a la Iglesia católica. Un sacerdote de la Iglesia Sueca que ha sido muy cercano a mi familia me dijo recientemente que todos sus hijos, sus cónyuges y sus nietos se habían hecho católicos.

mi caso, creo que puedo decir que he vivido el espíritu del catolicismo sin darme cuenta. Siempre me he sentido muy inspirada por la Madre Teresa de Calcuta.

Empecé a ir a sesiones de estudios bíblicos dirigidas por Björn Håkonsson (un diácono católico) en los años 90; en ese momento eso significaba viajar 80 kilómetros desde Malmö hasta Helsingborg, donde tenían lugar las clases. Ahora las clases se llevan a cabo aquí en Malmö.

El autorRichard Hayward

Malmö (Suecia)

Liturgia y educación en la afectividad

Junto con la oración y el combate espiritual, la liturgia es un medio importante para la formación de la personalidad del cristiano.

1 de octubre de 2018·Tiempo de lectura: 6 minutos

¿Cómo ayuda la liturgia a formar la personalidad, los valores auténticos, la afectividad?
Junto con la oración y el combate espiritual (cf. Exhort. Gaudete et exsultate, capítulo V, nn. 150-175), la liturgia es un medio importante para la formación de la personalidad del cristiano. Hoy muchos lo desconocen. La educación de la fe necesita una buena formación litúrgica y catequético-sacramental (“mistagógica”).

En un libro de Dietrich von Hildebrand (“Liturgia y personalidad”, ed. Fax, Madrid 1963), escrito en los años treinta, este filósofo alemán proporciona argumentos que siguen siendo actuales. Subraya que la formación de la personalidad no es fin primario de la liturgia. La finalidad de la liturgia es la gloria y alabanza de Dios y, derivadamente, la de implorar gracias de Dios. A la vez, la liturgia bien vivida tiene un efecto pedagógico sobre las personas: transforma nuestro interior y nos abre a los valores (contenidos valiosos) que se nos presentan en la liturgia para que los hagamos nuestros: la glorificación de Dios Padre, la revelación del rostro de Cristo, la acción de su Espíritu sobre nosotros, precisamente para transformarnos en Cristo.

La liturgia –continúa– nos enseña a responder adecuadamente, también con nuestros afectos ¬–el asombro y el agradecimiento, el querer y el gozo, el entusiasmo y el amor– ante esos valores objetivos (no se trata de “gustos”) que se nos ofrecen en la Misa y los demás sacramentos; valores que tienen que ver con Dios y sus obras (la creación del mundo, la redención y la santificación del hombre). No se trata, por tanto, de agrados subjetivistas, sino de una respuesta a lo que en sí mismo es valioso.

De esa capacidad de respuesta por nuestra parte, que la liturgia educa, depende la diferencia entre el hombre egocéntrico y el teocéntrico. El primero, en su versión más radical, está dominado por el orgullo y la concupiscencia: es ciego, indiferente u hostil ante los valores y sobre todo ante Dios. En otros casos, el egocéntrico –aunque posea cierta espiritualidad– podrá prestar ayuda a otra persona o dirigirse incluso a Dios. Pero lo hace con un propósito “moral”, para crecer espiritualmente él mismo, y no por amor hacia el otro o por amor a Dios.

El egocéntrico, si se arrepiente de un mal cometido o se detiene ante la belleza de un valor moral que descubre en otra persona o ante la grandeza de Dios, lo hará como paladeando su propia (y no del todo verdadera) “piedad“, por “merecer más” o por “hacerse más perfecto”, en lugar de entregarse totalmente a eso que vale de por sí. Y entonces, precisamente por esa reacción egoísta, se ve privado de una auténtica transformación.

Por tanto –y son reflexiones que podemos aprovechar hoy para formar a los que participan de los sacramentos–, una buena educación litúrgica enseña también a librarse de lo que el Papa Francisco llama mundanidad o corrupción espiritual (cf. Exhort. Evangelii gaudium, nn. 93-97; Exhort. Gaudete et exsultate, nn. 164-165). Así es, porque lo más importante en la liturgia no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios hace.

Explica Hildebrand que quien se forma en el espíritu de la liturgia (en las oraciones, las aclamaciones y los cantos, los gestos y las palabras) se verá inclinado a dar una respuesta adecuada a todo lo valioso: la belleza de la naturaleza creada, la belleza moral del amor a prójimo…, como resplandor de la gloria de Dios. Todo ello, como un gozoso agradecimiento y una feliz aceptación. No como una penosa exigencia de quien se siente obligado a tal respuesta. No por egoísmo, sino por amor. Un amor que se ve colmado en la comunión eucarística, pues Cristo ha prometido: “El que come mi carne y bebe mi sangre en mi permanece y yo en él” (Jn 6, 56). No será egocéntrico sino teocéntrico.

Al mismo tiempo, el filósofo alemán advierte de una visión equivocada del teocentrismo, por el otro extremo: pensar que solo vale lo de Dios, mientras que “lo nuestro”, lo personal, “nuestras” acciones de gracias y actos de adoración o sacrificios (podriamos añadir: nuestros trabajos, las alegrías y las penas de la vida ordinaria) no tendrían valor.

Ante esto, una buena educación litúrgica –por medio de un verdadero espíritu de oración: dar gracias, pedir perdón, unirnos a la voluntad de Dios– nos enseña toda una jerarquía de valores: nos enseña lo que valen las distintas realidades (la amistad, la belleza de las criaturas, etc.) ante Dios y por amor a Dios. Nos enseña que, a través de los valores de la realidad (de sus auténticos valores), Dios nos llama continuamente. Nos saca de una actitud –frecuente al menos en su tiempo, según el autor– de meros espectadores o estetas que se quedan contemplando una cosa “bonita” o “interesante”, sin sentirse interpelados por lo que vale realmente la liturgia.

Mirando hoy nuestra situación, tendríamos que reconocer que, al ser la liturgia tan desconocida y poco valorada, muchos se ven privados de esa educación en la afectividad y en los valores propios de un cristiano. A esto se podría añadir el redescubrimiento, tras el Concilio Vaticano II, del valor santificador de las realidades ordinarias, cuando se viven con espíritu cristiano.

En efecto, el Concilio declaró que, especialmente en el caso de los fieles laicos, “todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 P 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a Dios” (Lumen gentium, 34).

Volviendo a las reflexiones de nuestro autor sobre la necesidad de responder adecuadamente a los valores objetivos, entre ellos los de la liturgia, Hildebrand es muy claro: “Precisamente en esta adecuación interna con la jerarquía objetiva de los valores está el misterio de la verdadera personalidad” (p. 90, subrayado nuestro). Aduce como ejemplo aquel personaje del Evangelio que vende cuanto tiene para conseguir una sola perla de gran valor (cf. Mt 13, 45-46). No todo vale lo mismo. Y esto –propone– ha de traducirse luego en todos los niveles de la conducta personal: la adoración a Dios, el respeto debido a los demás, el valor del trabajo bien hecho, la libertad y la salud, el contacto con la naturaleza y el arte, el sentido de los bienes materiales, la diferencia entre placer y felicidad, etc.

Argumenta el filósofo que la verdadera personalidad se mide o se define por lo que amamos, por los bienes que nos atraen, por la capacidad de sacrificar lo que vale menos por lo que vale más; en ultimo término, por el anhelo de Dios, que da alas a todo nuestro ser y hace realmente plenos todos los valores. La liturgia –no solo en la Misa sino también, por ejemplo, en el “año litúrgico”, donde unas fiestas dejan paso a otras que celebran “lo más valioso”, los misterios centrales de la fe cristiana– nos enseña esa jerarquía de valores que, en la perspectiva cristiana, rige objetivamente la realidad.
Hasta aquí las observaciones de Von Hildebrand.

Pasando de nuevo a nuestra época, cabe recordar cómo el ahora emérito Papa Ratzinger ha señalado que en la liturgia, además del aspecto mistérico (la actualización del Misterio pascual de la pasión y resurrección de Cristo), ha de considerarse el aspecto existencial. Es decir, el hecho de que al recibir la Eucaristía dejamos de ser individuos separados y nos hacemos Cuerpo de Cristo –Iglesia–: ya no somos muchos “yo” separados, sino que nos unimos en el mismo “yo” de Cristo. Por eso la liturgia es el corazón del ser cristianos: porque al abrirnos a Cristo nos abrimos a los otros y hacia el mundo, rompemos el pecado original del egoísmo y podemos llegar a ser verdaderamente justos. La liturgia nos transforma y con ello comienza la transformación del mundo que Dios desea y de la cual quiere que seamos instrumentos (cf. Encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Roma, 26-II-2009; enc. Deus caritas est, nn. 12 ss.).

Hace pocos días, en un videomensaje a un congreso internacional de catequistas, Francisco les ha recordado que su tarea consiste en “la comunicación de una experiencia y el testimonio de una fe que enciende los corazones, porque mete el deseo de encontrar a Cristo”. Y en el conjunto de la vida cristiana la educación de la fe “encuentra su linfa vital en la liturgia y los sacramentos”. En los sacramentos, cuyo centro es la Eucaristía, Cristo se hace contemporáneo con la Iglesia, y por tanto, con nosotros:

“Se hace cercano y próximo con cuantos lo reciben en su Cuerpo y en su Sangre, y los hace instrumentos del perdón, testigos de la caridad con los que sufren, y partícipes activos en crear la solidaridad entre los hombres y los pueblos”. Así “actúa y obra nuestra salvación, permitiéndonos experimentar desde ahora la belleza de la vida de comunión con el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Videomensaje, 22-IX-2018). Así también vemos como la liturgia educa nuestros valores y nuestros afectos.

El autorRamiro Pellitero

Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.