Cultura

Del Norte al Sur. Las raíces medievales cristianas de Europa

Una interesante exposición sobre el arte medieval (1.100-1.350) muestra la profunda unidad europea, basada en el hecho de compartir la misma fe y la misma cultura cristiana. La organiza el Museo Diocesano de Vic, en colaboración con destacados museos noruegos.

Josep M. Riba Farrés·17 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

El Museo Episcopal de Vic (Museu Episcopal de Vic, MEV) fue fundado en 1889 por el obispo Josep Morgades bajo el espíritu del pontificado de León XIII, para recoger los testimonios del pasado y, en el lenguaje de la época, defender las verdades de la fe y de su encarnación cultural en tierras catalanas. Ciento treinta años después, y al cabo de casi veinte del inicio de una nueva singladura fruto de la colaboración entre el obispado, la Generalitat de Cataluña y el ayuntamiento de Vic, el Museo, adaptado en los tiempos actuales, continúa siendo bajo la presidencia del obispo de Vic una gran herramienta para recordar de donde venimos, para mirar más allá de nuestros horizontes cotidianos y para abrirnos a este nuevo panorama que se abre ante nosotros. 

Una concreción de ello es la línea de exposiciones centrada en el mundo medieval que el MEV ha consolidado en estos últimos quince años, derivada de una seria investigación, de un trabajo en red con instituciones similares de todo el continente (como la Red de Museos de Arte Medieval de Europa) y de una tenaz tarea de comunicación, se basa en la propia colección, fundamentalmente integrada por objetos de arte litúrgico y una de las más importantes del mundo en su género.

La más reciente exposición de esta serie, titulada Nord & Sud. Art Medieval de Noruega i Catalunya 1100-1350, se inauguró el 15 de febrero de este año y es fruto de un proyecto común del MEV y el Museum Catharijneconvent de Utrecht (Países Bajos), con la colaboración de relevantes museos noruegos como los de Bergen, Oslo y Trondheim, entre otros. La muestra reúne por primera vez ejemplos destacados de la decoración del altar medieval procedentes de estas dos regiones en los extremos del continente europeo, con el propósito de transmitir un mensaje que va más allá de su belleza e interés científico: la conciencia de una profunda unidad europea basada en el hecho de compartir la fe y la cultura cristianas.

El eje argumental de la muestra gira alrededor de un tipo concreto de patrimonio medieval, el del mobiliario de altar mayoritariamente de madera, conservado de un modo muy desigual. En las regiones centrales de la Europa de rito latino los cambios de moda o las destrucciones causadas por las guerras o por la iconoclastia de ciertas confesiones protestantes, como el calvinismo, hizo desaparecer una gran proporción de este tipo de muebles. En cambio, tanto en Noruega como en Cataluña varios factores favorecieron la conservación de estos bienes: un cierto aislamiento geográfico (bajo la protección de los Fiordos en el norte, o de los Pirineos y de las regiones centrales de Cataluña en el sur), unas dinámicas culturales y económicas postmedievales que no siempre obligaron a reemplazar los muebles litúrgicos y unas tendencias religiosas que, aunque distintas (luteranismo en Noruega, catolicismo en Cataluña), no determinaron tampoco su destrucción. Finalmente, en ambos lugares desde el siglo XIX los museos se encargaron de recoger y proteger este patrimonio.

La exposición nos muestra que el altar cristiano de la Europa de rito latino se decoraba a grandes rasgos del mismo modo, con objetos que debieron ser mucho más abundantes en todo el continente de lo que hoy podría parecer. Un ejemplo lo revela de inmediato: de los 105 antipendios de madera pintados entre 1100 y 1350 que se conservan en Europa, 55 son catalanes y 32 noruegos: más del 80 % de ejemplos de esta tipología, pues, se conservan en las colecciones medievales de Noruega y de Cataluña. Es cierto que si nos referimos a otras clases de mobiliario litúrgico, como los crucifijos o las imágenes de la Virgen, la proporción de ejemplos conservados en otros países del centro europeo es mayor. Aún así, la comparación entre los ejemplos catalanes y noruegos, separados por más de 3.000 kilómetros, continúa proporcionando el testimonio inequívoco de una realidad esencial: todas estas imágenes encarnan un mismo horizonte artístico, cultural y espiritual.

La razón por la que unos mismos tipos de objetos y temas iconográficos existieron en toda Europa debe buscarse en primer lugar en la estandarización de la liturgia. Por todo el Occidente europeo, sobre todo desde el siglo XIII, se celebraba la misma misa en latín, se cantaban prácticamente los mismos cantos y el año litúrgico seguía el mismo curso; las variantes se limitaban principalmente a la veneración de los santos locales o regionales. Los rituales derivaban de la misma teología, que se predicaba en todas las iglesias y se enseñaba en todas las escuelas y universidades del continente. Un viajero noruego que entrase en cualquier iglesia catalana podía seguir sin grandes dificultades el rito de la misa y reconocer los objetos y las imágenes que lo rodeaban; lo mismo podríamos decir de un portugués en Polonia o de un inglés en Sicilia. La abundancia de artefactos preservados en Noruega y en Cataluña, los mismos que los clérigos tenían en sus manos y que los fieles contemplaban con temor reverencial, ofrece pues probablemente el mejor acceso posible a la experiencia de la misa tal como era entre los siglos XII y XIV.

El arte eclesiástico medieval conservado en estos lugares de la periferia continental proporciona por lo tanto una singular visión de unidad del legado europeo. Una unidad en la diversidad forjada bajo los auspicios de la Iglesia católica y, en último término, de la fe cristiana, en torno a la contemplación y celebración del Misterio Encarnado. También son testimonio de ello, es cierto, los abundantes restos arquitectónicos conservados en todo el continente, aunque su análisis por parte de las escuelas nacionales a lo largo del siglo XIX prefiriera acentuar las diferencias, por ejemplo, entre el gótico radiante francés o el perpendicular inglés. De todos modos, que los billetes de 10 y 20 euros estén decorados con la imagen, respectivamente, de un portal románico y de un ventanal gótico debe indicar, también, una cierta conciencia de unidad europea manifestada a través del arte religioso. Si los compromisos políticos han dificultado en ocasiones la admisión de las raíces cristianas de Europa, el patrimonio artístico religioso –y más aún el mobiliario de altar medieval mostrado en la exposición, que conseguía dotar del mismo aspecto a interiores arquitectónicos acaso distintos– continúa afirmándolas con tanta serenidad como contundencia.

Además de este mensaje concreto, sin embargo, existe otro más elemental que, quizás por ello, pueda pasar desapercibido, pero que resulta ser completamente fundamental. Es una constatación que sin un conocimiento básico de los principios fundamentales del cristianismo (teología, liturgia, espiritualidad) el patrimonio histórico-artístico europeo y el pasado medieval que este representa resultan incomprensibles, especialmente en unas sociedades occidentales contemporáneas cada vez más desconectadas de sus raíces cristianas. La exposición Nord & Sud. Art Medieval de Noruega i Catalunya 1100-1350 ha proporcionado en Vic una clave de lectura profunda del abundante patrimonio que el museo conserva. Y cuando la exposición tuvo lugar en Utrecht (octubre 2019-enero 2020), en cambio, sirvió para dar a conocer en esta ciudad del centro de Europa todo aquello que desapareció pero que manifestaba las mismas raíces cristianas y que permite completar la comprensión de lo que todavía subsiste, como si se tratara de la pieza perdida de un rompecabezas. 

Por todo ello fue una gran satisfacción poder inaugurar esta muestra en Vic después de años de trabajo. Y por las mismas razones resultó especialmente doloroso tener que cerrarla al público apenas un mes más tarde, el 13 de marzo pasado, cuando estalló la crisis sanitaria actual. Como respuesta, el equipo del Museo ha intensificado la presencia de la muestra en red -una vía ya iniciada anteriormente- mediante el volcado de numerosos contenidos en nuestro blog (https://museuepiscopalvic.com/blog125), así como a través de otras varias acciones en las redes sociales o de la participación en eventos reformulados en versión digital, como el Día Internacional de los Museos. 

No obstante, conscientes de que ninguno de estos recursos podrá reemplazar la visita presencial, se ha conseguido prorrogar la exposición hasta el próximo 15 de septiembre, gracias a la generosidad de los museos prestadores, con la previsión de volver a abrir las puertas al público próximamente y ofrecer así la posibilidad de visitar la exposición durante el verano. Así el MEV podrá tener la satisfacción de compartir un proyecto con el que se propone continuar avanzando en la difusión de este patrimonio medieval común europeo y, con él, de su mensaje de unidad en la diversidad arraigado en los valores del Evangelio.

El autorJosep M. Riba Farrés

Director del Museu Episcopal de Vic.

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Mundo

“Los HLD pretenden facilitar el diálogo entre las culturas”

Preguntamos a Luis Martín Lozano, de la Saxum Foundation, por la ediciones anteriores de los Holy Land Dialogues y por las ideas que los mueven.

Alejandro Vázquez-Dodero·17 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

¿Cómo surge la idea de los Holy Land Dialogues?

–Mons. Álvaro del Portillo quería acercar la Tierra Santa a muchas personas y promover la aspiración a la paz. El proyecto Saxum trata de materializar este deseo. Por eso en los Holy Land Dialogues (HLD) se pretende facilitar el diálogo entre las culturas. Es un proyecto que quiere unirse a tantas iniciativas que dan a conocer la tierra en la que nació Jesucristo, algunas de ellas con siglos de presencia en la región.

Tienen el aliciente de desarrollarse en el lugar en que vivió Jesús, además de ser un punto en el que confluyen diversos credos, cada uno con sus orígenes y nexos comunes. Por eso todo encuentro que se celebre allí queda envuelto en un clima que invita a diálogo.

La sinergia entre las visitas a los Lugares Santos y la dimensión cultural contribuye a una visión más amplia de los distintos modos de pensar y de abordar la realidad religiosa.

¿Cuáles fueron los temas tratados en ediciones anteriores a la de 2020?

–La primera edición se celebró en noviembre de 2016. Participaron unas 400 personas de una treintena de países, y el tema fue Promover la paz y el entendimiento. Se abordaron cuestiones como el impacto del pensamiento judeocristiano en la ciencia y el arte, la transformación personal en los Lugares Santos desde la época primitiva a la actualidad y la cultura del encuentro. Entre los ponentes principales se encontraban el Ministro de Turismo de Israel, Yariv Levin, Andrew Briggs, profesor de la Universidad de Oxford, y Eric Cohen, director ejecutivo de Tikva Fund.

La segunda edición, que tuvo lugar en febrero de 2018, congregó a unas 200 personas de una veintena de países. Los ponentes principales fueron Melanie Phillips, que disertó sobre la defensa de Occidente a través de la Biblia Hebrea, y Russell Ronald Reno, que disertó sobre Jerusalén como santidad encarnada.

¿Qué tipo de personas participan en los HLD?

–A la primera edición acudieron mayoritariamente benefactores del proyecto Saxum. Luego el proyecto se ha extendido como las ondas de la piedra lanzada en el lago, sobre todo entre amigos y conocidos. No hay que olvidar que quien peregrina a Tierra Santa vive una experiencia única, que desea comunicar a otros y repetir personalmente. Así, han surgido los Amigos de Saxum por todo el mundo, que comparten la misma misión, deseando que sean muchos los que peregrinen a Tierra Santa y que su estancia sea un motivo de renovación interior.

La edición de 2020 ha tenido un claro carácter interreligioso. ¿Es definitorio de los HLD?

–Tierra Santa es un espacio geográfico único, donde conviven las costumbres y la historia de cristianos, judíos y musulmanes. HLD trata de integrarse en esa realidad compleja, en la que los cristianos estamos llamados a ser como la levadura en la promoción de la paz.

Por esto la dimensión interreligiosa e intercultural es definitoria de los HLD. Añade un nuevo factor a la peregrinación y la convierten en algo complementario. Para los cristianos la religiosidad que se respira, las visitas a los Lugares Santos y las actividades culturales contribuyen a que muchas personas regresen a sus hogares con una fe más viva y un conocimiento más profundo de sus raíces culturales.

¿Qué es el Saxum Visitor Center?

–El Saxum Visitor Center – Camino de Emaús se encuentra a 12 kilómetros de Jerusalén, en el camino a Emaús-Nicópolis. Es un centro de interpretación que ayuda a los visitantes a conocer la tierra de Jesucristo. A través de recursos multimedia, como pantallas táctiles, maquetas y mapas, el peregrino comprende mejor los Lugares Santos que ha visitado o que va a visitar.

Incluye también una línea de tiempo que combina las fechas de la historia de la civilización humana con las del Antiguo Testamento.

Además, dispone de una capilla con un aforo de 80 personas, donde los peregrinos pueden celebrar la Santa Misa, con confesonarios a su disposición. En sus instalaciones cuenta también con una amplia terraza con vistas al valle y una cafetería donde el visitante puede reposar.

Desde ese centro se pueden recorrer los últimos 18 kilómetros del camino de Emaús. Es un modo de revivir la escena relatada en el Evangelio de Lucas, según la cual el domingo de Resurrección Jesús se apareció a dos discípulos procedentes de Jerusalén, quienes, decepcionados como estaban por la ausencia del Señor, finalmente le reconocieron al partir el pan.

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FirmasAquilino Castillo Álvarez

Llenar el vacío en Tierra Santa el Covid-19

El principal desafío tras la pandemia es, en Tierra Santa como en el resto del mundo, volver a lo que fue la vida cotidiana, a la rutina de una tierra por naturaleza bulliciosa, donde el trasiego y la algarabía de gentes venidas de todo el mundo es una constante. 

17 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

El 31 de mayo de este año la Iglesia universal ha celebrado Pentecostés, y la Tierra Santa se prepara con esperanza para cerrar el ciclo de la pandemia del Covid-19. El mundo deja atrás 3 duros meses, vividos aquí con muy pocos casos: los fallecidos no sobrepasan las 280 personas.

Las Pascuas, católica, ortodoxa y judía, discretas, apagadas. El Ramadán bajo desescalada, sin aglomeraciones y con la explanada de al-Aqsa también desierta, silenciosa, como toda Jerusalén: vacía.

La Tierra Santa se prepara para la vuelta a la normalidad, que ha sido paulatina durante todo el mes de mayo. Para la Ascensión la casi totalidad de escuelas y lugares de trabajo, ya están abiertos; sólo la hostelería queda, de momento, en letargo.

El principal desafío, como para el resto del mundo, es volver a lo que fue la vida cotidiana, a la rutina de una tierra por naturaleza bulliciosa, donde el trasiego y la algarabía de gentes venidas de todo el mundo es una constante. Israel entró en la etapa Covid con un aumento del 18 % de peregrinos en los dos primeros meses del año; se preveían más de 5 millones para el 2020. El turismo religioso es clave para las dos entidades políticas que constituyen Tierra Santa, Israel y Palestina. 

Volver a crear riqueza dependerá de la capacidad de ambos países, Israel y Palestina, para atraer un turismo que pueda sentirse seguro y sin contagios, con total garantía sanitaria.

En medio de este maremágnum queda latente una cuestión aún más importante: la crisis de las familias, sobre todo en Palestina, cuyos miembros quedan sin trabajo porque dependían directa o indirectamente del turismo, y donde a diferencia de Israel, no existe subsidio de desempleo. 

Desde el Christian Information Center, donde los franciscanos realizan las reservas de celebraciones en todos los santuarios de Tierra Santa, se constatan reservas para el mes de agosto por parte de grupos de Polonia. Y se prevé la posible llegada de otros peregrinos desde Grecia, Chipre o Ucrania. Con más esperanza, se puede pensar que Europa quizás tímidamente reaparezca en octubre.

El autorAquilino Castillo Álvarez

Profesor de Islamología (Jerusalén)

España

Las misiones piden ayuda urgente para afrontar la crisis del Covid-19

El virus no ha llegado a África y América del Sur con la misma fuerza que a Europa, pero los misioneros viven con gran preocupación una pandemia que suma hambre y miseria a los problemas sanitarios. El Papa Francisco quiere apoyarles mediante el Fondo de Emergencia de Obras Misionales Pontificias Covid-19.

Paula Rivas·16 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 6 minutos

Desde hace treinta años, Miguel Ángel Sebastián sirve en Chad como misionero comboniano. En la actualidad es obispo de Sarh, y allí está preparándose para la pandemia. Según explica, las autoridades están tomando medidas muy estrictas, para evitar que el virus se propague. “El sistema de salud es muy precario. En la capital del país, hay solo 36 camas de UCI”, explica. Por ello, en Sarh la Iglesia lleva adelante un hospital grande y varias clínicas. 

Aunque han tenido que cerrar los templos y las celebraciones públicas, la Iglesia no ha parado de trabajar. Muchos voluntarios de la diócesis se están reuniendo en 7 parroquias para coser mascarillas, que están entregando al gobierno para que las reparta en los hospitales y centros de salud. Además, a través de la radio de la diócesis, se dan clases a diferentes niveles (primaria, secundaria y bachillerato), para suplir la falta de educación ante las escuelas cerradas. También se transmiten las celebraciones litúrgicas. 

Pero hay una cosa que le preocupa especialmente. “Por esta crisis, en los hospitales se han decidido suspender otras cosas importantes como las vacunas a los niños, y tengo constancia de que están muriendo niños por sarampión”, afirma.

Sólo 4 respiradores

En la mayoría de las casas de Punta Negra (República del Congo), no hay corriente eléctrica, por lo que no hay neveras y no se puede almacenar comida. Los mercados tienen que seguir abiertos por necesidad, y allí no hay distancias sociales. Además, en muchas de las casas no hay tampoco agua ni jabón. Esto se suma a la falta de preparación sanitaria. Un dato: en la ciudad solo hay cuatro respiradores para un millón y medio de habitantes.

Al frente de la diócesis está el misionero español Miguel Olaverri. “Si la enfermedad se extiende, habrá muchos muertos”, explica. Este salesiano ha trabajado 40 años en el continente africano, y hace 7 años fue consagrado obispo de Punta Negra, una diócesis del tamaño de Bélgica, con un millón y medio de habitantes, y 39 parroquias, 17 de ellas en plena selva con difícil acceso. Estas parroquias albergan en muchos casos dispensarios de sanidad y escuelas.

Al misionero le preocupa la llegada del virus, pero también la situación de pobreza que está generando la prevención. “Por la situación de cierre de los negocios, mucha gente pierde el trabajo, no puede comer ni pagar alquiler, así que se quedarán en la calle. Las necesidades son muy grandes”, afirma.

El hambre matará más

Esta percepción es unánime en diferentes puntos de África. Así lo explica el misionero colombiano Luis Carlos Fernández, desde Kenia. “Las medidas contra el virus se están haciendo cada día más estrictas. Cerraron escuelas, y ahora cierran los mercados. El hambre, que es lo que más gente mata en el mundo, será más mortal que el coronavirus”, afirma. Este misionero, que ejerce su tarea pastoral en la tribu de los samburu, está visitando todas las comunidades para concienciar acerca de ese virus que les parece tan lejano, y está ofreciendo diariamente comidas a los niños pastores.

Esta situación se repite en muchas partes del globo. A miles de kilómetros, en la Amazonia ecuatoriana, el vicariato apostólico de Puyo está trabajando a fondo para acompañar a tantas personas que lo están pasando mal. “Aquí la Iglesia se ha movilizado para estar cerca de la gente, y que sepan que los pastores no les hemos abandonado. Hay un número muy grande de familias que no trabajan en esta situación de confinamiento, y si no trabajan, no cobran”, explica desde allí Mauricio Espinosa, sacerdote nativo. “El vicariato ha comprado alimentos, y en casa, los sacerdotes y religiosas que vivimos aquí, nos ponemos a hacer nosotros mismos las bolsas, con raciones para las familias”. 

Y es que la Iglesia católica está presente hoy en todo el mundo para anunciar a Cristo de múltiples formas en esta situación: atendiendo a los enfermos en sus hospitales, ofreciendo consuelo y acompañamiento pastoral, y proveyendo ayuda material a tantas familias que se han quedado en la pobreza. Las necesidades son inmensas, y los recursos propios no son suficientes.

A problemas universales, soluciones universales

El Papa Francisco ha querido estar cerca de los que más sufren las consecuencias de esta pandemia, en los países más pobres. Por ello, el pasado 6 de abril instituyó un Fondo de Emergencia para acompañar a las comunidades afectadas en los países de misión. Con estas ayudas, se pretende sostener la presencia de la Iglesia y acudir a las grandes necesidades a las que se enfrentan las personas ante la enfermedad en sí y ante el confinamiento. 

Él mismo fue el primero en colaborar con este fondo, con 750.000 dólares, y pidió a los fieles y a las entidades de la Iglesia que se sumen a la iniciativa. ¿Y cómo hace efectiva esta ayuda, para sostener toda y cada una de las diócesis de misión? A través de Obras Misionales Pontificias (OMP). ¿Por qué? Porque se trata del canal oficial del que dispone la Santa Sede para sostener a las Iglesias jóvenes en África, Asia, Oceanía y ciertas regiones amazónicas de América. 

Una gran red de caridad y evangelización

A través de OMP, este dinero llegará a todas las comunidades afectadas en los países de misión a través de las estructuras e instituciones de la Iglesia. Este Fondo es internacional, y cuenta con la capilaridad de la institución pontificia, que llega a 1.111 territorios de misión, y sostiene el trabajo de los misioneros y de cada una de las parroquias en estas zonas.

Estos territorios representan un tercio de las diócesis del mundo, y en ellos vive casi la mitad de la población mundial. La Iglesia hace allí un enorme trabajo de evangelización y promoción humana. De hecho, en estas grandes zonas la Iglesia sostiene 26.898 instituciones sociales (hospitales, dispensarios, residencias de ancianos, orfanatos…), y 119.200 escuelas —más de la mitad de las que sostiene la Iglesia en el mundo—. En los últimos 30 años, la Iglesia ha abierto en misiones una media de 2 instituciones sociales y 6 escuelas al día.

Este trabajo que realiza la Iglesia necesita apoyo económico, y lo recibe de forma habitual a través de OMP, en campañas tan conocidas como el Domund. Pero en estas circunstancias tan especiales, hay ya peticiones de ayuda extraordinarias.

Ayuda desde todo el mundo 

El Fondo de Emergencia OMP Covid-19 es internacional, y canaliza las ayudas recogidas en todo el mundo, para distribuirlas después. La gestión está centralizada en Roma, en la presidencia internacional de la institución, liderada por Mons. Gianpietro Dal Toso, a donde llegan peticiones de ayuda de todo tipo desde todo el mundo.

na de esas peticiones viene desde el centro St. Mary’s Maternity Hospital en Jartum (Sudán). Propiedad de la Iglesia local, aunque fundado y apoyado por las misioneras combonianas, ofrece la posibilidad de dar a luz a las mujeres con menos recursos, por un precio simbólico. De media, asisten 300 partos al mes. Sin embargo, por esta pandemia, las mujeres no están pudiendo aportar nada. Esto se suma al alto coste de los alimentos, la gasolina para el transporte del personal y las medicinas por el confinamiento. El hospital está asumiendo todos los gastos casi sin tener ingresos, pero esta situación es insostenible a largo plazo. Por ello, han decidido pedir ayuda a este Fondo. 

Si este proyecto fuera aprobado, la presidencia de OMP internacional daría orden a alguno de los países donantes, por ejemplo, España, para enviar el dinero a través de la Nunciatura, con el aval del obispo del lugar. 

Solidaridad que atraviesa fronteras

“Esa solidaridad que se está viendo a nivel de ciudad, de barrio, de casas, debe traspasar las fronteras, como el virus”, explica monseñor Cristóbal López, misionero salesiano español, y cardenal de Rabat. “Es cierto que hay necesidades en todas partes, pero hay unos países que se encontrarán y se encuentran en peores situaciones que otros”, afirma. 

Aunque la diócesis de Rabat es uno de los 1.111 territorios de misión que recibirán ayudas del Fondo de Emergencia, el cardenal no ha dejado de moverse para que los cristianos marroquíes también se sumen a este Fondo, con el fin de ayudar a otras iglesias hermanas. “Yo he hecho una llamada concretamente a los sacerdotes y a las comunidades religiosas, que no solemos colaborar demasiado cuando se hacen campañas, para que, de nuestro propio bolsillo personal o comunitario, colaboremos con este Fondo de Emergencia”

Sobre las enseñanzas que deja la pandemia, el cardenal de Rabat ha explicado en TRECE tv que encontramos “una lección de humildad enorme, saber que las tecnologías no lo son todo; un simple virus es capaz de poner de rodillas a una gran nación, y, además, el hecho de que el virus no conoce fronteras, lo que nos muestra que no podemos vivir los unos aislados de los otros, tenemos que ser una única familia, y no volver a los nacionalismos egoistas y cerrados de resolver el problema en mi país y a los demás que les parta un rayo. Es vergonzoso este mercadeo que ha habido con mascarillas y respiradores. Si no llegamos a comprender eso, habremos perdido una gran oportunidad de descubrir que somos una gran familia”.

OMP España se suma

En nuestro país, OMP España se ha sumado, como no podía ser de otra forma, a esta invitación del Papa, y ha lanzado la campaña #AhoraMásQueNunca. “Los misioneros ya nos están dando la voz de alarma… ¡Van a necesitar mucha oración y muchas ayudas por nuestra parte!”, afirma José María Calderón, director nacional de la institución. “OMP es el canal que el Santo Padre y la Iglesia tienen para hacerles llegar esa ayuda, tanto espiritual como material. Por eso hemos decidido sacar esta campaña. Gracias a todos los que decidan colaborar”, concluye. 

Para unirse al Fondo de Emergencia de OMP contra el coronavirus: donar por la web omp.es. Hacer una transferencia: BBVA: ES03 0182 1364 3300 1003 9555. Banco Santander: ES25 0075 0204 9506 0006 0866. Concepto: Ayuda Coronavirus Misiones.

El autorPaula Rivas

Responsable de prensa de OMP España.

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Mundo

Pastoral Social Cáritas ayuda a 1,5 millones de personas en Bolivia

Sebastián Ramos Mejía·16 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto cómo muchos cristianos han comprendido bien las palabras del Señor en el Evangelio de San Mateo: “Cada vez que lo hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (25, 40). En efecto, en todas partes se han multiplicado las iniciativas de solidaridad, especialmente en favor de los más necesitados. Bolivia no ha sido la excepción. 

Son muchas las parroquias, grupos juveniles y asociaciones de diverso tipo que se han volcado en favor de los más desprotegidos. Una manera de tomar conocimiento de estas iniciativas es a través del portal de la Red de Pastoral Social Caritas Bolivia (caritasbolivia.org), que trabaja en el país hace 61 años, atendiendo a la población desprotegida, desfavorecida y hasta despreciada de la sociedad como son las personas adultas mayores, migrantes, personas con discapacidad y personas privadas de libertad. Todas ellas se encuentran hoy en día en alto riesgo de vulnerabilidad. La Red de Pastoral Social Caritas ha contabilizado hasta la fecha más de un millón y medio de bolivianos en ayuda humanitaria de alimentos, insumos de higiene y bioseguridad y alojamiento.

Desde el comienzo de la cuarentena en Bolivia, se acrecentaron trabajos en favor de los más desprotegidos. Particular relevancia tiene la campaña #AlimentemoslaEsperanza. una iniciativa conjunta de la Pastoral Social Cáritas Boliviana, la Universidad Católica, el Gobierno Municipal Autónomo de La Paz, y las cadenas de supermercados Hypermaxi y Ketal. Se realiza, de este modo, una llamada a la solidaridad hacia las personas que no tienen acceso a alimentos.   

A través de diversos cauces se han ido recolectando alimentos y recursos para atender a los más desprotegidos. Cuando una persona realiza su compra en alguno de estos supermercados, puede hacer una donación. También se puede donar por medio de transferencia bancaria.  

Como resultado de este esfuerzo, el pasado 30 de abril fueron entregados más de 8 toneladas y 700 kilos de alimentos y artículos de higiene, respectivamente, para beneficio de la población más vulnerable de La Paz y El Alto, entre privados de libertad, adultos mayores, personas con discapacidad y migrantes, particularmente afectados durante esta pandemia del Covid-19. La campaña continuará.

Otra manera de conocer las iniciativas de los fieles es visitar la página Iglesia Viva (iglesiaviva.net). Personas comunes y corrientes, religiosos y voluntarios, acompañados por sus pastores, suman esfuerzos y han asumido un compromiso de ayuda al necesitado las 24 horas del día los 7 días de la semana. 

Voces Católicas Bolivia ha reunido los links de medios de comunicación del país, a través de los cuales la comunidad católica accede a noticias relacionadas con su fe y es acompañada por la Iglesia (iglesiaviva.net/2020/04/29/iglesia-digital-en-bolivia). 

El autorSebastián Ramos Mejía

Bolivia

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Mundo

Desplazados internos. Verbos para hacerlos protagonistas de su rescate

La Iglesia se interesa por la situación de los desplazados internos, y ha publicado unas Orientaciones pastorales. El Papa les dedica el Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.

Giovanni Tridente·16 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Existe una categoría social que generalmente es olvidada tanto por los medios de comunicación como por la sociedad en general, y por esta razón sufre una vulnerabilidad aún mayor: se trata de los llamados Desplazados internos, que según los últimos datos disponibles ascienden a casi 51 millones en todo el mundo.

Técnicamente se trata de personas o grupos “que se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual”, normalmente debido a conflictos armados, catástrofes naturales, eliminación de sus territorios por grupos armados o empresas multinacionales (minería, agricultura intensiva, etc.) o en general por violaciones de los derechos humanos, “que no han cruzado una frontera estatal internacionalmente reconocida”.

Su situación está recibiendo lentamente atención por parte de la comunidad internacional, en particular para favorecer su participación en la toma de decisiones que les conciernen, mediante la adopción de leyes de protección o tomando medidas para hacer frente al desplazamiento prolongado.

La Iglesia ha hecho suyas las preocupaciones de este pueblo de invisibles, forzado a la pobreza, y hace unas semanas lanzó unas pautas pastorales específicas para lidiar con el fenómeno. Dichas pautas han sido realizadas por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio Integral de Desarrollo Humano, confiado al cardenal Michael Czerny, S.J.

En particular, las Orientaciones Pastorales han sido pensadas para las diócesis católicas, las parroquias y congregaciones religiosas, las escuelas y universidades, las organizaciones católicas y demás organizaciones de la sociedad civil, y están organizadas de acuerdo con los cuatro verbos del Papa Francisco para los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar, con una sección dedicada también a la cooperación y al trabajo en equipo.

La solicitud maternal de la Iglesia también se muestra en el Mensaje del mismo Papa Francisco para la próxima Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, la número 106, que tendrá lugar el 27 de septiembre, y que se anticipó el 13 de mayo, fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Fátima. El tema elegido ofrece una similitud entre los desplazados internos y la experiencia que tuvo que vivir Jesús en la huida a Egipto junto con sus padres: una “trágica condición de desplazado y refugiado”, escribe el Papa Francisco, recordando una referencia que su predecesor, Pío XII, ya había indicado en la Constitución Apostólica Exsul Familia de 1952. Si las Orientaciones utilizan los famosos cuatro verbos lanzados por el Papa ya en 2017, el Mensaje actual los amplía hasta llegar a otros seis pares para una reflexión más profunda sobre el fenómeno y al mismo tiempo para llevar a cabo acciones muy concretas.

En primer lugar, escribe el Papa Francisco, debemos “conocer para comprender”, evitando así caer en la trampa de las estadísticas frías, ¡porque migrantes y desplazados “no son números, sino personas!” y “si las encontramos, podremos conocerlas” (precariedad, sufrimientos). Al mismo tiempo, “hay que hacerse prójimo para servir, especialmente para no caer en los prejuicios que nos hacen mantener las distancias estando también dispuestos a correr riesgos “como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses”. Aquí el Papa también se refiere al fenómeno de la pandemia de Covid-19, que en los últimos meses ha aumentado aún más el sufrimiento de estas personas. La tercera pareja de verbos recuerda que “para reconciliarse se requiere escuchar. Una escucha que ofrece la oportunidad “de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios”. “Para crecer hay que compartir, explica el Papa, como también ha demostrado la pandemia, que “nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco” (mismas preocupaciones, temores comunes) y que “nadie se salva solo”. Por último, “se necesita involucrar para promover, garantizando así el rescate de las personas a través de su propia participación como protagonistas, sabiendo que “es indispensable colaborar para construir, y esto a través de “la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie”.

Editorial

Medios económicos para poder ayudar

Omnes·15 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

Tanto la campaña del impuesto sobre la renta como los efectos de la epidemia de Covid-19 brindan la ocasión para una referencia a la economía de la Iglesia. Motivos de justicia y de transparencia obligan a presentar los detalles de las cantidades recibidas por diversos caminos, como hace la Iglesia en los diversos niveles, pero casi es más importante pensar en las necesidades que se atienden con esos medios, y que justifican su obtención.

En los últimos meses se han multiplicado los casos de personas y familias que se ven en situación de precariedad, y que se ven obligadas a esperar la ayuda de otras personas e instituciones. En particular, el esfuerzo de Caritas, con su red de voluntarios, se está intensificando, y vuelve a mostrar su necesidad y eficacia. Y, como una consecuencia de otro orden, los ingresos que suelen recibir las parroquias de las colectas y donativos de los fieles se han reducido drásticamente en los últimos meses, debido a las limitaciones a los desplazamientos durante muchas semanas. Por tanto, los recursos disponibles para atender a todas esas necesidades inmediatas, y muchas veces urgentes, son menores, de manera que resulta más difícil hacer frente del modo habitual a los diversos aspectos de la vida eclesial. Pues como es sabido a la actividad caritativa y asistencial se añaden, con no menor importancia, las dimensiones celebrativa, pastoral, evangelizadora, educativa y cultural.

Alegra saber que la confianza en la gestión que hace la Iglesia de los recursos ha crecido, como se deduce de los últimos resultados conocidos, los del ejercicio del año 2018 y el impuesto pagado en 2019. No parece del todo exacto hablar de un “referéndum” anual o de un “examen” que la Iglesia supera con éxito cada año, aunque esas expresiones puedan usarse con intención metafórica. Pero desde la perspectiva del servicio de la Iglesia a la sociedad en todas esas dimensiones, es obviamente un consuelo saber que fue compartido y apoyado por 8,5 millones de contribuyentes, un 6,19 por ciento más que el año anterior. Y refuerza la confianza de los ciudadanos conocer el destino que se da a sus aportaciones.

En este singular momento de la vida social y eclesial, se ofrecen de manera inmediata (entre otras) dos vías principales para compartir el servicio de la Iglesia a la sociedad aportando medios económicos: la declaración del IRPF que ha de presentarse hasta finales del mes de junio, con la posibilidad de marcar la X en la casilla para destinar un porcentaje a la Iglesia (y también a otros fines sociales), y la colaboración con las necesidades de las parroquias. De ambos caminos tratamos en este número, con sugerencias detalladas acerca del segundo, elaboradas por un experto.

También dirigimos la mirada a las necesidades de las misiones, en estos tiempos de pandemia en todos los continentes. El Papa Francisco ha instituido un Fondo de Emergencia para acompañar a las comunidades afectadas en los 1.111 territorios de misión, aportando él mismo una cantidad y solicitando a los fieles y a las instituciones de la Iglesia que se sumen a la iniciativa, a través de Obras Misionales Pontificias.

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Firmas invitadasJaime Palazuelo Basaldúa

Después de la pandemia

Yo destacaría 4 “legados” de la pandemia. Los voy a etiquetar usando 4 términos: familia, libertad, espiritualidad y solidaridad. A continuación, me refiero a cada uno de ellos por separado.

10 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Familia. La sociedad encuentra su razón de ser en la familia. Ante la pérdida de seres queridos y los problemas ocasionados por el confinamiento, la familia ha vuelto a ser comunidad de vida. Es interesante observar cómo, durante la pandemia, la familia ha conseguido aglutinar a todos sus miembros, protegiendo y ayudándoles a superar esta crisis. Por ejemplo, muchos enfermos, abandonados por miedo al contagio, reconocen el valor que ha tenido la familia para enfrentar la enfermedad.

Ser familia ha sido practicar la compasión, el consuelo y la ayuda mutua. Sus miembros han escuchado y han acogido. Y estas actitudes también se han ejercitado fuera del ámbito familiar, gracias a que antes han sido ensayadas en familia. Ésta ha funcionado como una excelente escuela para la práctica de dichas actitudes. ¿Qué hubiera sucedido sin la familia? Creo que bastante menos paz social. 

Libertad. Algunos Estados europeos han dado un margen de libertad amplio para que el ciudadano pudiera hacer suyas muchas de las recomendaciones sanitarias, sin que el gobierno tuviera que imponerlas. Es decir, apelando al sentido común. Esta fórmula, en Luxemburgo, país en el que vivo, ha dado un resultado excelente.

Aquí el margen de libertad del que han disfrutado los ciudadanos ha sido significativo. Ese ingrediente de libertad en la política luxemburguesa explica el éxito del país durante décadas. ¡Máximo respeto por el ciudadano! El luxemburgués es especialmente consciente de su identidad y de su independencia, incluso frente a su propio Estado. Éste asume con naturalidad que al ciudadano no se le puede sobrecargar con regulaciones, a veces contradictorias o imposibles de aplicar con la celeridad necesaria, por lo que le deja actuar en libertad.

Espiritualidad. En momentos de fuertes restricciones a las celebraciones religiosas, la relación con Dios es directa. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gn 1, 27), por lo que participa de atributos divinos, como inteligencia y voluntad, que le permiten trascenderse a sí mismo, conectando con aspectos inmateriales de su existencia. La espiritualidad es parte de esa inmaterialidad. Al ser contraria a la materia, se opone a destrucción, se opone a muerte, significa vida, fuerza y recuperación, equilibrio y bienestar emocional.

La Biblia se refiere al Espíritu Santo como soplo de vida. Es el “viento de Dios”. Y el viento, como aire puro, nunca antes fue más necesario que ahora, cuando todos, para seguir vivos, necesitamos respirar un aire menos contaminado. ¡Quien no respira está muerto! Y quien respira el “viento de Dios” se libra del sufrimiento y de la angustia que provoca la enfermedad.

Solidaridad. Otro “legado” de esta pandemia es la creciente conciencia social que ha desencadenado la crisis. ¡La enfermedad iguala! Algunos países de Europa tienen rentas per cápita que están entre las más altas del mundo, pero observan preocupados la brecha social que está provocando la epidemia.

Conviene recordar que una crisis sanitaria de esta envergadura es también una crisis financiera, que desencadena una transferencia de recursos, casi automática, de países más vulnerables hacia otros más ricos, aumentando de manera exponencial los efectos de la crisis. A veces, los políticos de países más vulnerables, con decisiones poco acertadas, contribuyen a aumentar esa transferencia de fondos, retroalimentando y ampliando los efectos de la crisis. Es como un círculo vicioso, en el que se repiten las malas prácticas y nunca salimos de la crisis. 

No olvidemos que países como Alemania o Luxemburgo pagan menos por sus deudas que antes de la crisis. El tipo de interés de su deuda pública hoy es negativo. Con ello ganan dinero, pues todo el que adquiere su deuda ha de pagar por ella. A esta importante ventaja financiera se ha referido el Primer Ministro de Luxemburgo para justificar la disposición de su país a ayudar más a aquellos países que, como España, carecen de estas condiciones de privilegio.

Recuperarse de la pandemia, sin olvidar a los más débiles, es el objetivo que se ha propuesto la Iglesia. Así lo ha manifestado el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) en su reunión anual del pasado 3-6 con el lema Una recuperación justa que no deje a nadie atrás.

Como conclusión, una sociedad que reconozca el valor de la familia, más libre, también más responsable, menos materialista y más solidaria, será la sociedad del futuro.

El autorJaime Palazuelo Basaldúa

Experiencias

El perdón: un diálogo necesario en Oriente Medio

“El perdón va más allá de las leyes de la justicia, y puede ayudar a recuperar la paz interior”. La iniciativa Holy Land Dialogues, de Tierra Santa, ha hecho posible lo que a veces parece imposible: un diálogo amistoso entre personas de las distintas religiones y países acerca del perdón.

Luis Martín Lozano·3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Holy Land Dialogues (HLD) es un viaje a Tierra Santa en el que, a las visitas diarias a los Lugares Santos –Santo Sepulcro, el monte Tabor, mar de Galilea, camino de Emaús, basílica de la Natividad, río Jordán y Cenáculo, entre otros– se incluye la celebración de una Jornada dedicada a profundizar en aspectos relacionados con la cultura del diálogo. Además, en distintos días, se ofrecen las HLD Talks, sesiones con invitados que viven en Tierra Santa y que comparten sus experiencias y análisis de la situación en Medio Oriente. 

Del 23 de febrero al 1 de marzo de 2020, ha tenido lugar la tercera edición de los Holy Land Dialogues, proyecto de la Fundación Saxum para fomentar el conocimiento de la Tierra Santa y el diálogo y la comprensión entre culturas. Se sumaron a la iniciativa unos 200 participantes de una veintena de países, entre otros, Bélgica, Estados Unidos, Brasil, Irlanda, Costa Rica, México, Italia y España. Acudió también un grupo de jóvenes profesionales principalmente de Estados Unidos y otros países de América. Los grupos de Singapur y Nueva Zelanda no pudieron viajar debido a que en esas fechas se expandía la alarma internacional por el Covid-19. La llegada a Nazaret de los asistentes el primer día mostró el carácter global y la oportunidad de relacionarse con gente de todo el mundo en el marco de Oriente Medio en un ambiente multicultural, con la presencia, también, de personas de distintas confesiones religiosas.

Diálogo sobre el perdón

El título de la Jornada fue El perdón. Se celebró el 26 de febrero en el Instituto Pontificio Notre Dame de Jerusalén. Por la mañana intervinieron como ponentes principales la profesora Ruth Fine, de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el profesor Mariano Crespo, de la Universidad de Navarra. El debate fue moderado por Daniel Johnson, editor de TheArticle.

Linda Corbi, secretaria general de la Fundación Saxum, presentó la Jornada, dio la bienvenida a los participantes e hizo memoria de las actividades de la Fundación. A continuación Carlos Cavallé, presidente del Social Trends Institute, copatrocinador de la Jornada, señaló que “el único objetivo en el Social Trends Institute es fomentar el entendimiento; si nos involucramos en un diálogo de culturas es porque queremos alcanzar sinergias que nos afectan a todos”.

El profesor Mariano Crespo desarrolló la lógica del perdón: “El perdón va más allá de las leyes de la justicia. Puede ayudar a recuperar la paz interior. El perdón es mucho más que una experiencia terapéutica. El perdón contiene un don dirigido a la persona que es perdonada”. Continuó diciendo que “el perdón implica que el ser del otro es más importante que la ofensa. El ofensor tiene un valor superior que trasciende el acto infligido. Reconocemos el acto inmoral. Pero al rechazar el acto, no rechazamos a la persona”.

Por su parte, la profesora Ruth Fine disertó sobre cómo la literatura y la narrativa pueden ayudarnos a recordar y a recuperarnos de un trauma. Se sirvió de ejemplos tomados principalmente de El Quijote de Cervantes. Argumentó que, para aprender realmente del pasado, se debe perdonar y al mismo tiempo conservar la memoria.

“En el judaísmo” –dijo Fine– “el perdón es una mitzvah, un mandamiento divino. La Torá nos ordena: ‘No odies a tu hermano en tu corazón’. La verdadera fuerza se expresa superando el instinto de venganza y siendo capaz de perdonar”. Añadió que “como judíos, se nos ordena recordar. La memoria tiene un lugar en el perdón. Porque sólo si recordamos tenemos la capacidad de aprender, perdonar y reconstruir el terreno común de nuestro pasado”.

Durante el coloquio posterior a las ponencias, surgieron algunas de las cuestiones más relevantes asociadas al perdón, como la ofensa, la reparación, la esfera emocional, el recuerdo y el relato.

Concluidas las conferencias y el debate, los participantes se desplazaron al Saxum Visitor Center donde durante el almuerzo continuaron compartiendo reflexiones sobre el perdón. Después disfrutaron de un tour multimedia en el mismo Centro y, quienes lo desearon, celebraron en la capilla la liturgia del Miércoles de Ceniza. También caminaron un rato por el inicio del Camino de Emaús, que nace muy cerca de Saxum, en Abu Ghosh.En los días siguientes, los participantes, asistidos por guías expertos, continuaron su peregrinación de una semana a los Lugares Santos.

Esperadas HLD Talks

Cada noche tuvieron lugar las HLD Talks: encuentros breves dialogados, impartidos por judíos y árabes de distintos ámbitos de la sociedad: empresarios, periodistas, activistas, académicos, etc.

La primera corrió a cargo de Imad Younis, árabe-israelí, cristiano y presidente de Alpha Omega, empresa de neurocirugía de alta tecnología de Nazaret. Imad aclaró la percepción errónea, pero común, de que los árabes en Tierra Santa son todos musulmanes, y habló de cómo ha contribuido al éxito de su empresa el hecho de contar con trabajadores de todos los entornos y religiones. “Los árabes cristianos han estado aquí desde el principio, desde el primer discurso de san Pedro. Debido a la cobertura mediática, mucha gente piensa que ‘árabe’ es sinónimo de ‘musulmán’, pero no es así”. Al día siguiente los participantes de HLD escucharon al israelí Gadi Gvaryahu, fundador de la ONG Tag Meir, cuya misión es luchar contra el racismo en el país. “Cualquier solución política en el futuro debe ayudarnos a respetarnos unos a otros y a saber al menos algo de la historia y de la cultura de los otros”, dijo Gvaryahu. “En otras palabras, tenemos que aprender a vivir juntos”

La tercera de las “HLD Talks” tuvo como protagonista a José Levy, corresponsal de CNN en español en Oriente Medio. Habló de la necesidad de objetividad en el periodismo, de algunas claves para comprender el mundo árabe y del histórico encuentro del Papa Juan Pablo II con Fidel Castro. “Soy uno de los que piensan que la religión o construirá o destruirá el mundo, mucho depende de nosotros”, dijo Levy. 

Por su parte Henri Gourinard, del Instituto Polis de Jerusalén, habló sobre la historia del Camino de Emaús, que pasa por Saxum y termina en Emaús-Nicópolis, y que él ha investigado. “Mi sueño”, dijo Gourinard, “es que, al final de su viaje por Tierra Santa, los peregrinos puedan caminar por la ruta hasta Emaús, darse una ducha e irse al aeropuerto”. Emaús se sitúa entre Jerusalén y el aeropuerto de Tel Aviv. Los amantes del senderismo y la bicicleta de montaña estaban muy interesados en ésta y otras rutas como una forma de explorar Tierra Santa. En la sesión que dirigió el sacerdote Joaquín Paniello, capellán del Instituto Polis, explicó algunas conexiones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. 

La última sesión de las HLD Talks estuvo a cargo de Yisca Harani, académica israelí experta en cristianismo. Actualmente es profesora titular del Instituto Avshalom de Estudios sobre la Tierra de Israel, del Ministerio de Turismo. Recordó la visión diferente de la historia que tienen judíos y cristianos. Los judíos son reconocidos como el pueblo de la memoria, y Harani señaló que esa memoria suele ir asociada a un trauma sufrido a lo largo de los tiempos. Por eso, una misma época o hecho histórico puede producir connotaciones diferentes en la memoria colectiva de los judíos y en la de otras naciones.

Al término de los HLD los participantes volvieron a sus países de origen enriquecidos por el peregrinaje a los Lugares Santos, los encuentros culturales y haber conocido gente de todo el mundo.

El autorLuis Martín Lozano

Saxum Foundation.

Compasión misionera

3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

En este tiempo de confinamiento todos hemos vivido con cierta intranquilidad y desasosiego esta pandemia: la incertidumbre de si estamos contagiados, pero seamos asintomáticos; de si el vecino que nos saluda puede contagiarnos sin darse cuenta; de si yo voy a llevar este dichoso bicho a mis padres, mayores, cuando les lleve la compra… incertidumbre al saber que un familiar, un amigo, un compañero, un vecino, ha sido llevado al hospital y ¡no sabemos si podrá volver a casa o no!

Todos hemos sentido en nuestra carne la pobreza y limitación de no poder ayudar, de no aportar más, de desear llevar a más gente paz y una sonrisa,  y descubrir que la situación nos ha superado en muchas ocasiones.

Hemos visto héroes y heroínas que se han entregado para ayudar a todos a vivir el confinamiento: personal sanitario, taxistas, policías y militares, gente en su puesto de trabajo en comercios, en bancos, en los camiones… y ellos se han sentido acompañados por nuestra oración y consuelo. Se nos ha hecho larguísimo este tiempo en el que no hemos podido recibir los sacramentos de la comunión y de la confesión. Sí, hemos asistido a Misas online o por la televisión… pero ¡no hemos recibido la eucaristía! Y el sacramento de la penitencia… ¡Qué necesario y qué alivio del corazón!

¡Hemos sentido en nuestro corazón compasión misionera! Porque eso que hemos vivido, es lo que viven los cristianos, nuestros hermanos, en tierras de misión con normalidad: incertidumbre ante la fragilidad de su salud; la impotencia para cambiar situaciones de dolor y sufrimiento; imposibilidad, muchas veces, de recibir los sacramentos con frecuencia; la heroicidad de los misioneros y de los sacerdotes y religiosos nativos, que están dando su vida por llevar hasta el último rincón, la Palabra de Dios y su infinita misericordia. Ojalá este sufrimiento nuestro nos haya servido para estar más cerca de nuestros hermanos de las Iglesias más jóvenes.

El autorJosé María Calderón

Director de las Obras Misionales Pontificias en España.

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La solidaridad postpandemia

El autor reflexiona sobre la “alianza entre ciencia y ética para la solidaridad postpandemia”. A su juicio, el coronavirus nos interpela, con Francisco, a rescatar el humanismo solidario frente a los riesgos del “virus todavía peor del egoísmo indiferente”.

3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

En el baúl de los recuerdos de algunas élites ilustradas duerme una leyenda que enfrenta a la Iglesia con la ciencia y el progreso. El contraste con ese mito escurridizo —que tenazmente evade su erradicación, especialmente entre los desatentos o los hiperseguros— se hacía notorio en los llamados de Benedicto XVI a “ampliar la razón” e introducir la lógica científico-instrumental en el marco más abarcador del conocimiento sapiencial, filosófico y teológico, como fuentes válidas de conocimiento y sentido para la vida en común. 

En esta línea, la expansión del Covid-19 encuentra a la Iglesia rezando a Dios por “el fin de esta prueba” desde la cercanía con los que sufren; pero, también, por agentes sanitarios, políticos, economistas y especialistas de todo tipo que buscan ofrecer soluciones a los múltiples problemas profundizados por el virus, todos a la espera del desarrollo de una vacuna. 

La encíclica Laudato Si’ —eldocumento más citado de la Paris Climate Conference 2015—, cumplió cinco años el 24 de mayo. Hoy, entre las cifras estremecedoras de la pandemia, se perciben con mayor nitidez las contradicciones y desbalances del autosuficiente paradigma tecnocrático criticado por el Papa. Sin embargo, “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada”, argumenta poéticamente, “la auténtica humanidad, que invita a una síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica”. Así, la bruma del coronavirus nos interpela, con Francisco, a rescatar el humanismo solidario frente a los riesgos del “virus todavía peor del egoísmo indiferente”.

Como respuesta para llevar a la práctica el espíritu de la encíclica en los desafíos que tiñen el horizonte, el Dicasterio para la promoción del desarrollo humano integral anunció el 16 de mayo, en conferencia de prensa, su respuesta a la crisis a alimentaria y ecológica del Covid-19. El cardenal Turkson recordó que el Papa los había convocado a superar un mero “prepararse para el futuro” para trabajar en “preparar el futuro”: el desarrollo de una interconexión ética y científica en busca del progreso multidimensional. Así nació la Vatican Covid-19 Commission, a partir de la colaboración de la Santa Sede y Cáritas Internacional, para brindar —como explicó Mons. Duffé— propuestas concretas y reflexión sobre “las relaciones entre las dimensiones sanitaria, ecológica, económica y social de la crisis”, en el acompañamiento de los que sufren, el apoyo a nuevas formas de cuidado de la naturaleza y los seres humanos, y en la apertura de nuestras puertas para ofrecer ayuda.

El autorJuan Pablo Cannata

Profesor de Sociología de la Comunicación. Universidad Austral (Buenos Aires)

Vaticano

Desplazados y migrantes: «son personas, no números»

La Iglesia se interesa por la situación de los desplazados internos, y ha publicado unas Orientaciones pastorales. El Papa les dedica el Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.

Omnes·3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

— Texto Giovanni Trindente

Existe una categoría social que generalmente es olvidada tanto por los medios de comunicación como por la sociedad en general, y por esta razón sufre una vulnerabilidad aún mayor: se trata de los llamados Desplazados internos, que según los últimos datos disponibles ascienden a casi 51 millones en todo el mundo.

Técnicamente se trata de personas o grupos “que se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual”, normalmente debido a conflictos armados, catástrofes naturales, eliminación de sus territorios por grupos armados o empresas multinacionales (minería, agricultura intensiva, etc.) o en general por violaciones de los derechos humanos, “que no han cruzado una frontera estatal internacionalmente reconocida”.

Su situación está recibiendo lentamente atención por parte de la comunidad internacional, en particular para favorecer su participación en la toma de decisiones que les conciernen, mediante la adopción de leyes de protección o tomando medidas para hacer frente al desplazamiento prolongado.

La Iglesia ha hecho suyas las preocupaciones de este pueblo de invisibles, forzado a la pobreza, y hace unas semanas lanzó unas pautas pastorales específicas para lidiar con el fenómeno. Dichas pautas han sido realizadas por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio Integral de Desarrollo Humano, confiado al cardenal Michael Czerny, S.J.

En particular, las Orientaciones Pastorales han sido pensadas para las diócesis católicas, las parroquias y congregaciones religiosas, las escuelas y universidades, las organizaciones católicas y demás organizaciones de la sociedad civil, y están organizadas de acuerdo con los cuatro verbos del Papa Francisco para los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar, con una sección dedicada también a la cooperación y al trabajo en equipo.

La solicitud maternal de la Iglesia también se muestra en el Mensaje del mismo Papa Francisco para la próxima Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, la número 106, que tendrá lugar el 27 de septiembre, y que se anticipó el 13 de mayo, fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Fátima. El tema elegido ofrece una similitud entre los desplazados internos y la experiencia que tuvo que vivir Jesús en la huida a Egipto junto con sus padres: una “trágica condición de desplazado y refugiado”, escribe el Papa Francisco, recordando una referencia que su predecesor, Pío XII, ya había indicado en la Constitución Apostólica Exsul Familia de 1952. Si las Orientaciones utilizan los famosos cuatro verbos lanzados por el Papa ya en 2017, el Mensaje actual los amplía hasta llegar a otros seis pares para una reflexión más profunda sobre el fenómeno y al mismo tiempo para llevar a cabo acciones muy concretas.

En primer lugar, escribe el Papa Francisco, debemos “conocer para comprender”, evitando así caer en la trampa de las estadísticas frías, ¡porque migrantes y desplazados “no son números, sino personas!” y “si las encontramos, podremos conocerlas” (precariedad, sufrimientos). Al mismo tiempo, “hay que hacerse prójimo para servir, especialmente para no caer en los prejuicios que nos hacen mantener las distancias estando también dispuestos a correr riesgos “como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses”. Aquí el Papa también se refiere al fenómeno de la pandemia de Covid-19, que en los últimos meses ha aumentado aún más el sufrimiento de estas personas. La tercera pareja de verbos recuerda que “para reconciliarse se requiere escuchar. Una escucha que ofrece la oportunidad “de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios”. “Para crecer hay que compartir, explica el Papa, como también ha demostrado la pandemia, que “nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco” (mismas preocupaciones, temores comunes) y que “nadie se salva solo”. Por último, “se necesita involucrar para promover, garantizando así el rescate de las personas a través de su propia participación como protagonistas, sabiendo que “es indispensable colaborar para construir, y esto a través de “la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie”.

Vaticano

Mensaje del Papa a las OMP. Realizar “una ‘inmersión’ más intensa en la vida real de las personas”

Un inesperado Mensaje del Papa Francisco dirigido a las Obras Misionales Pontificias (OMP) en el día de la Ascensión ofrece al organismo pontificio algunos consejos útiles en perspectiva de futuro, para hacer la misión de la Iglesia cada vez más cercana al pueblo.

Giovanni Tridente·3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 4 minutos

En el día de la Ascensión del Señor (donde no se ha trasladado al domingo siguiente), el Santo Padre se ha dirigido a las Obras Misionales Pontificas con un largo Mensaje que tiene un trasfondo programático muy fuerte, que pretende proyectar este importante organismo misionero hacia el futuro, para un servicio cada vez más cualificado y plenamente evangélico en favor de todos los pueblos. Se trata de una intervención no propiamente esperada, en cuanto que nadie estaba al corriente de que el mismo día, el 21 de mayo pasado, el Papa tenía la intención de participar en la asamblea general de las OMP, que luego se suspendió a causa del coronavirus. Por eso el Pontífice se ha dirigido a ellas por escrito.

La primera parte del Mensaje es una presentación muy puntual de algunos aspectos ligados a las Misiones que el Pontífice ya había esbozado con más amplitud en el otro documento programático del pontificado, la Evangelii gaudium, y que en esta ocasión ha querido repetir porque considera “inaplazable” para el camino de las OMP la asunción y la aplicación de aquellos mismos criterios y sugerencias de hace ya siete años.

Justo después, el Santo Padre se centra en los que podrían ser talentos a desarrollar, pero también tentaciones y enfermedades a evitar, lastres que amenazan con obstaculizar el camino, junto a verdaderas insidias. La última parte recoge, por otro lado, una serie de indicaciones prácticas que deben servir para reformular un nuevo rostro de las Obras Misionales de modo que sean un verdadero reflejo del amor a la Iglesia y a Cristo.

Es singular que el Mensaje se abra con tres pasajes, uno de los Hechos de los Apóstoles y dos de los Evangelios de Marcos y Lucas, que cuentan la despedida de Jesús de sus discípulos y de este mundo -precisamente la Ascensión-, indicando así el sustrato de lo que el Papa expresa a lo largo del texto. Mientras el Señor está dando inicio al cumplimiento del Reino, los suyos se pierden en conjeturas; pero apenas asciende al cielo, regresan “llenos de alegría”. La clave de este “cambio” está dictada por el Espíritu Santo, prometido y luego recibido en Pentecostés.

El secreto de una buena misión evangelizadora viene dado, por tanto, por esta alegría recibida, y también por el hecho de ser animada por el Espíritu Santo, que la preserva de presuntas autosuficiencias o deseos de poder que están siempre al acecho en todo proyecto eclesial, apunta el Papa Francesco.

Hay que partir, por consiguiente, del presupuesto de que la salvación viene para cada persona “a través de la perspectiva del encuentro con Él, que nos llama”, y sólo después es posible testimoniar “ante todo el mundo, con nuestras vidas”, porque hemos sido elegidos y predilectos, “la gloria de Cristo resucitado”

Los rasgos distintivos de la Misión

En este punto Francisco pasa a mencionar los “rasgos distintivos” de la misión animada por el Espíritu Santo. En primer término, debe ser atractiva: los demás deben percibir en quien los atrae que ha sido a su vez “atraído por Cristo y su Espíritu”: “cuando uno sigue a Jesús, contento por ser atraído por Él, los demás se darán cuenta”.

Una segunda característica es la “gratuidad” que brota de la “gratitud” por haber sido atraído; no sería, en efecto, apropiado presentar la misión y la evangelización como “un deber vinculante, una especie de ‘obligación contractual’ de los bautizados”.

Luego, el anuncio ha de hacerse con “humildad”, sin soberbia o arrogancia, y hay que “facilitar, no complicar” el proceso de acercamiento de las personas a la Iglesia, sin “añadir cargas inútiles a las vidas ya difíciles de las personas” y sin obstaculizar el deseo de Jesús, que “quiere curar a todos, salvar a todos”.

Las peculiaridades de las OMP

Entrando a tratar las características de OMP y de su posible “reinventarse” en el tiempo presente para un futuro más fecundo, Francisco ha recordado algunos de sus “rasgos distintivos”, originarios pero también adquiridos históricamente, que a menudo son descuidados y que, por el contrario, son de primera importancia. 

Ante todo, el haber nacido espontáneamente del fervor misionero del pueblo fiel; el haber sido impulsadas siempre sobre la base de la oración y de la caridad; reconocidas por la Iglesia y por sus obispos para su configuración simple y concreta; estructuradas como una red capilar que se integra en las demás instituciones y realidades eclesiales; en cuanto difundidas en todos los continentes, representan “una pluralidad que puede proteger de homologaciones ideológicas y unilateralismos culturales”, y en ese sentido es imagen de la universalidad de la Iglesia. 

Algunos riesgos 

A partir de estas peculiaridades, el Santo Padre pone en guardia al organismo pontificio respecto de algunas “patologías” que golpean también a otros organismos eclesiales -como denunció, por ejemplo, en los primeros encuentros con la Curia Romana para el intercambio de las felicitaciones navideñas-, y que son: la autorrefencialidad, que lleva a replegarse sobre sí mismo gastando energías en la propia auto-promoción o buscando espacios y relevancia en el seno de la Iglesia; el afán de mando, sobre todo en relación con las comunidades a las que se debería servir; el elitismo, una especie de “clase superior de especialistas” que compite con otras élites eclesiásticas; el aislamiento del pueblo, hacia el que incluso se muestra impaciencia o se desarrollan discursos persuasivos con objetivos de adiestramiento; la abstracción, perdiendo el contacto con la realidad y cayendo en estériles iniciativas intelectuales que terminan por domesticar la fe de las personas; finalmente, el funcionalismo, fiándolo todo a “modelos de eficacia mundana” y apagando la gracia.

Los consejos del Papa

Siguen los consejos del Papa para una reconsideración de las propias OMP. Como primer punto, una especie de retorno a los orígenes, con “una ‘inmersión’ más intensa en la vida real de las personas”, en sus circunstancias y condiciones concretas, dando respuestas a preguntas y exigencias reales. Este proceso siembre debe apoyarse en la oración y la caridad, que son preciosas en su condición elemental y concreta, expresando “la afinidad de las OMP con la fe del Pueblo de Dios”. Hay que alegrarse y sorprenderse de las historias de santidad ordinaria que se pueden encontrar por medio del contacto con tantas realidades y situaciones en las que se actúa, aprendiendo a escapar de la autorreferencialidad tanto por la realización de los programas como por la flexibilidad de las estructuras y por la elección de las figuras de referencia.

Es importante también que al reunir recursos no se caiga en mecanismos fríos y aparentemente más “remuneradores”, sino que se tenga siempre en cuenta la contribución, aunque sea pequeña, de la multitud de los bautizados; en cuanto al uso de las donaciones, han de redistribuirse teniendo en cuenta las “reales necesidades primarias de las comunidades”, evitando al mismo tiempo formas de asistencialismo o la selección de iniciativas poco concretas.

El Papa, por último, invita a no olvidar a los pobres –“una ‘preferencia divina’ que interpela la vida de fe de todo cristiano”–, a respetar la rica variedad de los pueblos en los que se trabaja, y a ser siempre el reflejo en el mundo de la caridad y gratuidad del Papa, “siervo de los siervos de Dios”.

América Latina

Las iniciativas humanitarias se multiplican en los países americanos

En Guatemala, economatos parroquiales y Brigadas Blancas que llevan alimentos a familias necesitadas que enarbolan banderas blancas. En Bolivia, la amplia red de Pastoral Social de Cáritas. Son ejemplos de iniciativas solidarias que se ponen en marcha por la pandemia en Centroamérica y América del Sur.

Juan Bautista Robledillo Ortega y Luis Felipe Alonso·3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Guatemala es tierra de volcanes, siempre hay algunos activos y, a veces, demasiado (hace 2 años el volcán de Fuego provocó 319 muertos, miles según los pobladores). Y también es una tierra donde hay una fe profunda y sencilla arraigada hasta en las remotas aldeas y expresada en 22 lenguas de origen maya. 

En estos tiempos de confinamiento y especial dificultad, y como un volcán en erupción, están surgiendo innumerables iniciativas de solidaridad en un país con un tanto por ciento muy elevado de trabajo informal (más del 60 %) y de pobreza. Llama la atención la pronta respuesta de gente joven universitaria y proyectos variados que llegan a cientos y cientos de personas. Es el espíritu cristiano que sale a relucir en momentos de necesidad. Incluso por las calles de la capital vemos gente con bandera blanca pidiendo alimentos. Es un despertador para todos y especialmente para las instituciones eclesiales, que se están empleando a fondo en esta temporada.

El Padre Luis Felipe Alonso, Vicario episcopal y párroco de la Inmaculada Concepción en Villa Nueva, una inmensa y poblada parroquia en las afueras de la capital, nos da una visión cercana de algunas iniciativas: “Recién salía de nuestro oratorio para ir a celebrar la Santa Misa cuando vi que alguien me llamaba a mi celular. En esas circunstancias no suelo contestar, pero algo me decía que tomara la llamada. Y así fue. Era una de esas señoras ‘campeonas’ de la caridad que me dijo entre sollozos: ‘Padre, necesito contarle algo. Venía para mi casa cuando vi en una ventana una bandera blanca, perdone, pero soy muy chillona (dícese en este país de la persona que llora mucho)’, continuó entre sollozos: fui y pregunté el por qué de la bandera blanca. Entre temor y desconfianza apareció el rostro de una joven mujer, a quien le pregunté sobre su situación y me dijo: ‘yo era monitora en un bus escolar, y ya hace tres quincenas que no recibo ni un centavo. Soy madre soltera y tengo tres niños pequeños. Ya no tengo qué comer’. Yo, padre —y seguía llorando—, no podía quedarme indiferente y le prometí ayudarla. Así que, usted, deme algo’. Yo no podía quedarme indiferente y le prometí ayuda. Me sentí profundamente tocado. Justo ese día, otro grupo de señoras que ayudan en nuestras obras de caridad habían hecho bolsas de víveres para necesitados. Y le di dos de esas bolsas para que se las llevara. Y así lo hizo, entre lágrimas”.

Banderas blancas

Las banderas blancas son un rostro más de los efectos devastadores que está provocando la pandemia de Covid-19 en nuestros países, continúa contando el párroco Luis Felipe Alonso. De por sí, la gente vive con la camisa levantada, no tienen ahorros, viven del trabajo del día. Si no hay trabajo, no hay ingresos. Si no hay ingresos, no hay comida. Le cedemos la palabra.

En nuestra parroquia, señala, hemos venido organizándonos para poder servir más eficazmente a los más necesitados. Entre otras iniciativas hemos dividido el territorio parroquial en 10 sectores. Cada sector tiene su organización local integrada por gente del lugar. Esta estructura sirve especialmente para la evangelización, pero también para la acción de caridad, por medio de lo que llamamos Pastoral Social. 

Cuando comenzamos estas ayudas al inicio de la pandemia en nuestro país se apuntaron 100 beneficiarios. A las pocas semanas se convirtieron en 300. Ayer se repartieron a 502 beneficiados. Esperamos que en 15 días llegue a 1.000 el número de solicitudes.

La Divina Providencia no nos deja. Aparte de lo que recolectamos entre nuestros fieles, otras personas, empresas y fundaciones nos ayudado de muchas formas. Hay mucha solidaridad. Por ejemplo, hace unos días le llamé a un amigo y le decía: “En tu barrio hay tantos ricos como en el mío pobres. Así que te nombro mi centro de acopio de leche y cereales”. Y así ha sido. Maravillosa generosidad de muchísimas personas. La leche y el cereal son para los beneficiarios que declararon tener niños menores de 8 años (ellos no lo saben).

Se vienen tiempos difíciles. Se presenta un gran reto para seguir ayudando a tantas personas. Para lograr una mejor entrega de los víveres y dignificar a las personas, estamos trabajando en impulsar lo que queremos llamar Economatos parroquiales. Se trata de organizar pequeñas tiendas de conveniencia, a la cual podrán llegar sólo los anotados en nuestros programas de ayuda.  

Ya están trabajando los ingenieros en sistemas que están diseñando los programas que permitan ser muy eficiente el control y la entrega de los víveres. No se manejará dinero. Sólo un teléfono celular. Las sedes tendrán red wifi para el que no pueda acceder fácilmente por carecer de servicio (en nuestro país hay dos teléfonos celulares por persona, según las estadísticas). 

Es una revolución de la caridad. Y puede ser que alguien se pregunte: ¿y qué ganan con todo esto? El mejor pago me lo contaba una chica de nuestra parroquia que ayuda en la distribución de bolsas de víveres. Me decía: “Me gusta ayudar.  Me hace feliz. Pero lo que más me gusta es ver la sonrisa de agradecimiento de quien recibe la ayuda, y siempre dicen gracias, Dios se lo pague”.

Son tiempos de misericordia. ¡Ensanchemos el corazón! Los pobres no pueden esperar.

El autorJuan Bautista Robledillo Ortega y Luis Felipe Alonso

Vicario Episcopal y párroco de la Inmaculada Concepción en Villa Nueva, Guatemala  

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España

Ideas para crecer en corresponsabilidad con las parroquias

Nuestras parroquias realizan una enorme labor social y ayudan a miles de familias en situación de necesidad, a través de las Cáritas parroquiales. Para esa ayuda hacen falta medios, y en estos meses no se han podido realizar las habituales colectas. Se exponen aquí algunas ideas, tomadas del Código de Derecho Canónico, para crecer en corresponsabilidad.

Diego Zalbidea·3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 10 minutos

Seguramente la situación de confinamiento y la crisis sanitaria que vivimos provocarán, si no ha comenzado ya, una crisis económica significativa. Ante este reto, las parroquias se preguntan cómo van a sobrevivir. Llevan casi tres meses sin poder recoger las ofrendas que los fieles depositan generosamente cada domingo en los cestillos. Aunque algunos han optado por bizum y donaciones online no todas las parroquias tienen estas posibilidades. Además, no todos los fieles son capaces de hacer donativos de este tipo. 

Para facilitar la corresponsabilidad, se sugieren en estas líneas algunas ideas tomadas del Código de Derecho Canónico. Aunque he tratado de que sean prácticas, existe un riesgo, y lo digo claramente: están pensadas desde el ámbito académico, desde la universidad. No son mías, sino que las he buscado y estudiado en parroquias de todo el mundo. 

Al final de cada idea se pone un ejemplo de una parroquia que la ha puesto en marcha. Puede que no sean muy aplicables a todas las parroquias, quizá a ninguna. Por eso están redactadas de forma breve para, al menos, no hacer perder el tiempo. Si alguna sirve o alguien quiere más información o ayuda, estoy disponible para intentar ayudarle. 

Implicación

La ley suprema de la Iglesia es la salvación de las almas. Así lo dice el canon 1752 al finalizar el Código, tratando de resumirlo. Es obvio y me da vergüenza hasta decirlo, porque es sabido y practicado: en esta época de recuperación progresiva de la normalidad lo que de verdad nos preocupa y sobre todo nos ocupa es la salvación de cada alma. Nos ilusiona hacer crecer la corresponsabilidad de cada fiel, su sentido de pertenencia al Pueblo de Dios, su compromiso con la misión de la Iglesia y su participación proactiva en la evangelización. Consecuencia de todo ello será que también quieran participar en el sostenimiento de las necesidades de la Iglesia. Si esa colaboración no es consecuencia de su encuentro con Jesucristo podemos dar por perdido el tiempo, y también el dinero. 

Si solo pedimos dinero, los fieles nos darán lo que les sobra. Si por el contrario les ayudamos a entregar su vida, se sentirán parte de una familia, de un proyecto de futuro y compartirán su tiempo, su talento y su dinero con la Iglesia. Habrán hecho suya la misión que Cristo les ha regalado. Quizá también por eso nuestras iglesias deben estar ahora más que nunca abiertas, limpias, ser acogedoras y seguras. Si tenemos cuentas en las redes sociales, o simplemente un correo electrónico, es fantástico que se responda a todo lo que los fieles soliciten por ese medio. No hace falta decirlo, porque se vive así y es obvio, que contestar al teléfono y devolver las llamadas es un medio estupendo de mantener activa la misión de la Iglesia 24 horas al día. 

Propuesta práctica: En este momento hay personas que no podrán reincorporarse inmediatamente a la vida de la parroquia presencialmente, por pertenecer a grupos de riesgo. Una buena forma de manifestar nuestra cercanía es que se rece por ellos expresamente en las celebraciones y se busque el modo de hacerles sentir nuestro cariño junto con el cuidado por su salud. Son la parte más frágil de nuestra comunidad y los que sostienen ahora con su entrega a los demás. Acompañarlos con cartas, mensajes, llamadas y que nos sientan cercanos es la mejor muestra de que nuestra prioridad es la salvación de las almas, de esas tan necesitadas en este momento. Por ejemplo: parroquiasarria.net/parroquia-gran-familia/

Necesidades: talento, tiempo…

Hablemos ahora del derecho-deber de sostener las necesidades de la Iglesia. El Código de Derecho Canónico anima a los fieles a sostener la misión de la Iglesia. Lo hace con una visión tan universal y global que el canon 222 § 1 es toda una catequesis sobre la identidad de los discípulos de Cristo. “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento de los ministros”.

Este canon ha sido muchas veces malinterpretado. Ha sufrido tres reducciones simplistas: a) se ha considerado esta participación en el sostenimiento solo como un deber, olvidando que está incluido en la parte del Código que recoge los derechos fundamentales del fiel; b) se ha interpretado como dirigido solo a los laicos, cuando el canon dice expresamente que el sostenimiento corresponde a todos y cada uno de los fieles; y c) por último, se ha interpretado esta participación como referida al sostenimiento económico cuando el canon no habla para nada de necesidades económicas. 

Lo que más necesita la Iglesia ahora es el talento y el tiempo de sus miembros, piedras vivas, para construir el Reino de Dios. Si los fieles solo colaboran económicamente, lo harán desde la distancia, sin “apego”. Será una aportación externa, no el sostenimiento de algo propio. Por eso es muy importante que nuestra petición de colaboración a los fieles esté centrada en su talento y en su tiempo. Si es verdadera su implicación, ellos se darán cuenta de que la Iglesia también agradece su dinero, pero solo cuando ya no puedan dar más talento ni más tiempo. 

Mecanismo de la generosidad

Por eso, en este momento es útil tener en cuenta que este derecho de los fieles no está limitado al momento de necesidad que vivimos ahora, sino que siempre podrán ejercerlo. La misión de la Iglesia les pertenece también a ellos, y a la hora de pedir su colaboración no podemos situarlos fuera de esa perspectiva. Si pedimos por necesidad, porque tenemos el agua al cuello, es muy fácil que lo hagamos de un modo que no ayude a los fieles a comprender la naturaleza de su aportación. Es normal que en esa situación pidamos con urgencia. Sin querer, podemos exigir a los fieles que colaboren para sostener un gasto necesario. 

También puede que centremos nuestro mensaje en el dinero. Además quizá tratemos de mostrar lo dramática que es la situación. Paradójicamente estas actitudes podrían provocar una reacción contraria a la que intentamos lograr. La generosidad tiene un mecanismo muy diferente. Ante la obligación se contrae. Ante las caras tristes se retira. Ante la exigencia se repliega. Ante una demanda exclusivamente económica entrega lo que le sobra. 

Propuesta práctica: Escribir una carta a los fieles en la que se les muestre el momento de gracia que la Iglesia afronta en estas circunstancias y lo valiosos que son ahora sus talentos para la nueva etapa: por ejemplo, su oración por las personas que están enfermas o han fallecido. Pedirles solo dinero puede transmitirles una idea desenfocada de su participación en la misión de la Iglesia. 

Por ejemplo: parroquiamaravillas.es/index.php/quiero-ayudar; parroquiacarballo.com/banco-de-tiempo-libre

Transparencia y rendición de cuentas

Pero continuemos con el hilo argumental. Si la Iglesia reconoce que los bienes no son suyos, entonces entiende y admite que debe rendir cuentas a los fieles por la ayuda que recibe de ellos. Lo comprende como parte de su misión. Lo realiza como un acto de agradecimiento y de correspondencia ante esa generosidad que han mostrado los fieles. Trata, en definitiva, de no interrumpir la dinámica del don. El término latino para la rendición de cuentas que utiliza el canon 1287 § 2 es reddere rationes. Reddere significa volver a dar, es decir, devolver. 

Se forma así un círculo virtuoso en el que los fieles ganan en confianza con la Iglesia y le ofrecen sus dones (tiempo, talento y dinero). Se convencen de que nadie hará un uso tan delicado y diligente de su propia vida entregada y puesta al servicio de Cristo. Por eso la transparencia es también evangelización, es mostrar la misión para que muchos más puedan entusiasmarse con llevarla a cabo. En estos meses habremos hecho frente a muchos gastos con los recursos que los fieles nos facilitaron y será bueno que ellos sepan en qué se utilizaron sus ofrendas. Así comprenderán que ahora la Iglesia necesita seguir trabajando por la salvación de las almas. 

Propuesta práctica: Encontrar a algún feligrés que se encargue de la web, para que refleje todo lo que hace la parroquia y cómo utiliza el dinero que recibe de los fieles. Si el presupuesto lo permite, sería más fácil contratar un gestor de páginas web. Por ejemplo:parroquiasantamaria.net/wp-content/uploads/

Pueden consultar aquí ejemplos de transparencia de la Conferencia Episcopal: conferenciaepiscopal.es/financiación-de-la-iglesia

Trabajar con un presupuesto

El canon 1284 § 3 recomienda encarecidamente la elaboración de un presupuesto para las necesidades materiales de la Iglesia. La palabra latina que utiliza la versión original del Código es “provisiones”. Una provisión es adelantarse a una necesidad. Dice el diccionario que proveer es preparar algo, reunir lo necesario para un fin. La Iglesia está siempre pensando en su misión y en cómo hacer que la Buena Nueva de Jesucristo Resucitado llegue hasta el último rincón. 

Para contar con la colaboración de los fieles en esa misión apasionante es muy oportuno involucrar a los fieles en esta provisión. Pero esto nos lleva a pedir su ayuda por adelantado, programando los gastos. No pedimos entonces para “pagar deudas”, sino para afrontar inversiones, proyectos. Es mucho más fácil involucrarse en una nueva obra que en evitar la ruina de otra. Si lo que necesitamos son recursos para la conservación sería bueno que logremos explicarlo como un crecimiento. La mera administración no genera entusiasmo, si no se ve detrás el impacto en la misión que genera esa colaboración. 

Propuesta práctica: Presentar el año que viene el presupuesto antes de aprobarlo para que hagan sugerencias los fieles y explicar bien de dónde proceden los recursos para hacer frente a esos nuevos proyectos. Por ejemplo: parroquiaclaret.org/2020/02/06/rendición-de-cuentas-2019-y-presupuesto-2020

La iniciativa y voluntad de los fieles

La voluntad del donante es norma fundamental para el uso de sus ofrendas. El canon 1267 § 3 establece una de las principales leyes que la Iglesia vive con respecto a sus bienes y recursos. Esta norma es significativa e impregna toda la regulación canónica sobre la administración de los bienes. La iniciativa de los fieles y donantes es crucial. Y la actividad de la Iglesia debe guiarse por esta voluntad porque interpreta, de algún modo, que allí está la Voluntad divina. 

Esas ofrendas son fruto del agradecimiento de los fieles por los dones recibidos de Dios, origen de todo bien. Es por ello POR LO que la Iglesia respeta dicha voluntad con medidas y normas muy estrictas. 

Propuesta práctica: Llevar un registro detallado de todas las donaciones y sus condiciones para dar cuenta de cómo se ha cumplido esa voluntad. Por supuesto, esto ya se hace con los estipendios para Misas. Por ejemplo: sanbartolomeysanesteban.org/vida-parroquial/liturgia-y-sacramentos/eucaristía/intenciones-de-misa

Asesoramiento de los laicos 

La opinión de los laicos en materias donde ellos son verdaderamente expertos. El canon 212 § 3 reconoce que tienen este derecho y que en ocasiones puede llegar a ser un deber. En materias económicas y complejas es muy útil y necesario este asesoramiento que nos ahorrará muchos quebraderos de cabeza.  Para ello es preciso un cambio de mentalidad.   

Así lo afirmaba el Papa emérito Benedicto XVI en una reunión con la diócesis de Roma para tratar sobre la corresponsabilidad: “Al mismo tiempo, es necesario mejorar los planes pastorales para que, respetando las vocaciones y las funciones de los consagrados y de los laicos, se promueva gradualmente la corresponsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios. Esto exige un cambio de mentalidad, en particular por lo que respecta a los laicos, pasando de considerarlos “colaboradores” del clero a reconocerlos realmente como ‘corresponsables’ del ser y actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido”.

Propuesta práctica: Cada vez que un fiel hace una sugerencia tomarla en serio, apuntarla y pensarla. Si no vamos a seguir la idea, compensa explicar por qué y agradecer muy de veras la iniciativa. De ese modo volverán a hacer sugerencias porque comprueban que las apreciamos. Por ejemplo: parroquialasfuentes.com/?page_idªªª=320

Facilitar el derecho a sostener a la Iglesia

No rechazar sin causa justa las oblaciones de los fieles. El canon 1267 § 2 obliga a contar con la licencia del Ordinario en el caso de que se considere necesario rechazar alguna ofrenda de los fieles. Aquí yace otro principio general del ordenamiento canónico. No está capacitada la Iglesia, salvo que una causa justa lo recomiende, para obstaculizar la misión de los fieles. Esta norma va muy al fondo de la concepción que el derecho canónico tiene de la generosidad. 

Está tan dentro de la esencia del ser discípulo el colaborar económicamente que no se puede rechazar esa ayuda salvo que haya otro bien mayor en juego. No podemos obstaculizar el agradecimiento de los fieles. No podemos poner barricadas al crecimiento de la misión de la Iglesia. No podemos construir muros frente a la incontrolable creatividad del Espíritu.  

Propuesta práctica: Facilitar a los fieles el ejercicio de su derecho al sostenimiento de la Iglesia mediante los medios técnicos y telemáticos que hagan falta —bizum, transferencia, NFC (tecnología inalámbrica Near Field Communication ó comunicación de campo cercano), móvil, plataformas, paypal, Terminales Punto de Venta (TPV), etc. —. Es posible que las monedas vayan desapareciendo poco a poco por cuestiones higiénicas y prácticas. Por ejemplo: smcana.es/donativos/

Una iniciativa que se extiende cada vez más son los atriles, huchas y lampadarios electrónicos que numerosas parroquias españolas han instalado a la entrada de los templos, y que permiten a los feligreses efectuar donativos contarjeta y móvil de modo instantáneo. Conforme los templos han ido normalizando su actividad, existe una gran ola de solidaridad, y “el importemedio ha subido más de un 35 por ciento, y se prevé que sea mayor ahora que se podrán hacer donativos en nuestros dispositivos de hasta 45 euros, sin necesidad de meter el pin de la tarjeta”, explica Santiago Portas. director de Instituciones Religiosas del Banco Sabadell.

Los sacramentos son gratuitos

A nadie le cabe ninguna duda de la gran verdad de la gratuidad de los sacramentos. El Código es tajante en este sentido. El canon 947 establece que “en materia de ofrendas de Misas, evítese hasta la más pequeña apariencia de negociación o comercio”. Siempre se han administrado así los sacramentos en la Iglesia. 

Otra cosa diferente es que el derecho canónico prevé la posibilidad de animar a los fieles a realizar con motivo de la recepción de algunos sacramentos una ofrenda voluntaria y espontánea. Los obispos suelen indicar la posible cantidad de dicha ofrenda, pero esto no hace que varíe su condición. De hecho, el Código es muy riguroso no permitiendo que nadie se quede sin sacramentos por no ofrecer este don voluntario. 

Quizá podemos hacer todavía mejor la catequesis sobre este punto. Muchos párrocos saben que las ofrendas más voluminosas provienen de esos momentos en los que los fieles han entendido de verdad de lo que se trata. A veces nos pueden preguntar cuánto vale una Misa, pero no debemos dejar de ayudar a los fieles a que entiendan la naturaleza de estas ofrendas. Así, la Iglesia nunca se parecerá a un supermercado. De nuevo está muy comprobado empíricamente que la obligación desincentiva la generosidad. La exigencia envenena las semillas de la gratitud que es la que verdaderamente sostiene la Iglesia. 

Propuesta práctica: No responder nunca a la pregunta de cuánto cuesta una Misa, un funeral o una boda sin explicar que su valor no se puede pagar. Tener algún material para explicar el sentido de esas ofrendas. Quizá basta con un sencillo folleto en el que se detalla el sostenimiento del clero.

Consejo de Asuntos Económicos

El propietario de los bienes eclesiásticos es la persona jurídica. Es muy llamativo que ninguna persona física sea propietaria de bienes eclesiásticos. Según el canon 1257 estos bienes pertenecen a las personas jurídicas públicas. Habitualmente una persona jurídica está formada por un grupo de fieles que desarrollan su actividad en nombre de la Iglesia. La misión no pertenece a nadie en exclusiva. No podemos desarrollarla solos y aislados. La comunión sirve para expresar con gran profundidad el misterio de la Iglesia y también se manifiesta en que ésta pertenece a todos por igual. 

Cada uno cumple su función pero todos son necesarios, desde el Papa hasta el último fiel (cfr. canon 208). 

Por ello nadie puede apropiarse los bienes, ni la misión, ni las decisiones sobre ellos. El derecho canónico establece una serie de controles y de ayudas para que el párroco pueda desarrollar esta función con profesionalidad. En concreto debe contar con un Consejo Parroquial de Asuntos económicos. 

Propuesta práctica: Publicar en la web las decisiones del Consejo de Asuntos económicos, así como los nombres de quiénes lo forman y las fechas en que se reúnen.

Por ejemplo: parroquiavalle.wixsite.com/misitio/consejo-parroquial-de-asuntos-econo

Agradecer a los fieles su generosidad

Este es un último punto, pero quizá es el más importante y el que resume todos. Si queremos que los fieles respondan a la llamada de Dios, que sean generosos, que correspondan a sus infinitos dones no hay nada mejor que ayudarles a ser agradecidos. Una forma de hacerlo es ser nosotros mismos muy agradecidos. No podemos dar por supuestos las ofrendas de los fieles, ni siquiera las más insignificantes. 

El agradecimiento es un camino recto para fidelizar a los donantes y sobre todo responde a una cuestión de justicia por la aportación insustituible que prestan. El agradecimiento multiplica los dones exponencialmente. 

Propuesta práctica: Escribir una carta periódicamente a los fieles agradeciéndoles sus ofrendas y guardar un registro de las donaciones más significativas, no solo desde el punto de vista cuantitativo, para agradecerlas personalmente. 

A lo largo del año sería bueno que haya más cartas de agradecimiento (y homilías) que aquellas en que se solicita su colaboración de tiempo, talento y dinero. Por ejemplo: sanmanuelgonzalez.archimadrid.es/carta-del-parroco-con-motivo-de-la-bendicion-de-obras.

El autorDiego Zalbidea

Profesor de Derecho patrimonial canónico, Universidad de Navarra

Actualidad

Pensar y ayudar a pensar: ItsTimeToThink!

Está demostrado que es posible salir de la desilusión en tiempos de coronavirus. Uno de los modos es poner en juego el talento que tenemos para ser mejores y hacer que muchos más también lo sean.

Arsenio Fernández de Mesa·3 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

La hora del aperitivo en las semanas de confinamiento ya no suponía tomar un refresco y unas patatas en una terraza. Para las reuniones de trabajo, de familia y de amigos había una pantalla de por medio y cada uno estaba en su casa. Abro Zoom, enciendo el micro y la webcam y paso un rato con Javi Fernández Contreras, graduado en ADE y Publicidad y Relaciones Públicas, que desde que se decretó el estado de alarma está inquieto por aprovechar el tiempo y no rendirse al desánimo. 

Es un joven sevillano, afincado en Pozuelo (Madrid) desde que dio el salto a la universidad, al que le preocupa que la sociedad se venza con tanto pesimismo: “Veo que muchos dan por perdidas estas semanas que llevamos encerrados y se limitan a rellenar los días”. Me cuenta que los primeros días quedó de forma online con otros cuatro amigos para charlar de lo divino y lo humano. En una de esas conversaciones surgió la gran idea: “Uno de nosotros propuso: ¿y si aprovechamos todo esto para pararnos y pensar de verdad, en vez de dedicarnos a matar el tiempo?”. La propuesta consistía en hacer directos en los que tratasen temas formativos. Pero ya no sólo entre ellos, sino invitando a algunos amigos que no tuvieran costumbre de participar en este tipo de encuentros. Crearon un grupo de whatsapp abierto. 

Creció el boca a boca. Empezó a sumarse gente. En menos de 24 horas tenían más de 2000 personas. “Esto nos obligó a crear rápidamente un logo, un nombre comercial, una página web y un canal de Youtube”.

En cada conexión invitaban a una persona que les aportaba su visión de la situación actual. Aquí nacía ItsTimeToThink, unas charlas en directo con el propósito de ayudar a crecer interiormente. “En principio éramos cinco, el invitado y el que quisiera apuntarse, pero cuatro semanas después más de 30.000 dispositivos se conectaron a alguna de las charlas”, reconoce Javi, sorprendido. Cuando el invitado termina su exposición, normalmente de unos 20 minutos, entra en contacto directo con el público: cualquier espectador puede aportar su punto de vista o enviar su pregunta. 

La idea ha ido evolucionando de manera orgánica y el abanico de temáticas se ha ampliado con temas como el futuro de la Iglesia, el relativismo moral, la necesidad de líderes revolucionarios o las raíces de Europa. Las charlas han sido impartidas por invitados conocidos como José Luis Martínez Almeida, Jaime Mayor Oreja, Carlos Chiclana, Jesús Higueras, José María Zavala, Fulgencio Espa o Nicolás Álvarez de las Asturias.

“Recibimos muchos emails a diario, lo mejor de todo es que se están conectando muchos que no creen en Dios. Con Ramón Goyarrola, sacerdote, un amigo ateo hizo una pregunta y terminada la charla nos escribió agradeciendo el inmenso bien que para él supuso la respuesta”, señala Javier. Intentan priorizar las preguntas de las personas que discrepen de la opinión del ponente, introduciendo cierta polémica para que puedan aclararse temas sobre los que habitualmente se entra poco al trapo. En una de las últimas charlas abordaron con Nicolás Álvarez de las Asturias las 16 cuestiones más preguntadas por los ateos hoy día. El resultado fue todo un éxito, con muchos feedbacks de personas que están cambiando su opinión sobre la Iglesia.

Más adelante hago un zoom con el resto de los amigos, ilusionados con los frutos de la iniciativa. Todos coindicen: “Muchas veces nos ponemos barreras mentales para no comenzar este tipo de proyectos, pero con la ayuda de Dios todo es mucho más sencillo de lo que pensamos. No hemos hecho nada extraordinario, simplemente hemos puesto iniciativa”. “Pensemos que el estado de shock en que se encuentra la sociedad está teniendo consecuencias positivas”, explica Tabo. “Muchas personas se plantean cosas que antes no se planteaban, y nosotros lo vemos de primera mano”, señala Álvaro. “Es curioso que se conecten tantos ateos o personas alejadas de Dios a este tipo de charlas y encima se lancen a preguntar y a agradecer las respuestas, eso denota una gran apertura”, valora Jose. 

“Hace tres meses esto sería impensable”, se sorprende Iñigo. Han conseguido lo que buscaban: no matar el tiempo durante el confinamiento sino aprovecharlo para crecer. n 

Reverendo SOS

Del confinamiento a la confianza

Tras meses de restricciones y confinamiento, nos enfrentamos a la difícil recuperación de nuestra actividad. No es una nueva normalidad, sino una realidad extraordinaria que pide respuestas psicológicas a situaciones novedosas.

Carlos Chiclana·2 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Hemos vivido una situación extraordinaria. Ahora, como quien desciende una montaña, necesitas saber el camino, apoyarte en lugares seguros y dejarte guiar. Cada día es una oportunidad para ser mejor, ser más uno mismo, crecer, avanzar, aprender, aceptar el misterio de estar vivos. Tiempo para descubrirse y desarrollar sensibilidad para el asombro ante lo que era acostumbrado. 

Quizá has descubierto cómo quieres conciliar tu vida, la importancia de la acción social, la solidaridad, la comunicación, la amistad, el contacto humano, decir que quieres a las personas o disfrutar de lo pequeño. O has descubierto lastres: querer controlar, creerte autónomo, la pregunta: ¿por qué a mí?

Sugiero que reflexiones, te responsabilices y tomes decisiones para “desescala” con optimismo, diversión y disfrute. La realidad te interpela, pon el foco en lo que hoy puedes hacer. Toma el poder y pelees con el gobierno o con “los otros”. Ve cada día a tu armario interior y elige qué traje quieres.

Utiliza el VAR

Valida, acoge y reflexiona tus emociones y estados mentales, agradables y desagradables. Hazte consciente de la situación real y acógela. Puedes sentir miedo, vulnerabilidad, incertidumbre, desconcierto, cansancio, aburrimiento, inapetencia. Ponlas en relación con la alegría, ilusión, serenidad, placer. Sí, hay dificultades; el optimismo y esperanza que propongo no es frívolo, sino con los pies en el suelo, sin el contagio social de ser un héroe o una víctima, y fuera del confinamiento mental.

Reconoce la denominación de origen

No eliges qué emociones tienes; sí puedes elegir reconocerlas: son mías. Así te comprendes y te das tiempo para procesarlas. Esto ayuda a aceptar la realidad y que el progreso en la adaptación sea verdadero. Habrá quien desee volver a la actividad previa con mil planes; otros han disfrutado de una vida serena y sin correr. Ambas son válidas y merecen reconocimiento.

¿Qué necesidades tengo para poder adaptarme?

Si las sabes, puedes conseguirlas: información, seguridad, ayudas con personas, descanso, apoyo psicológico, soporte familiar, dinero, trabajo, etc. Así evalúas los riesgos, las limitaciones y las ayudas a pedir.

¿Qué he perdido en estas semanas?

Hazte consciente de los duelos que necesitas hacer: personas, pérdidas económicas o laborales, proyectos, planes. Es el primer paso para elaborarlos con el sufrimiento, la expresión del dolor y el tiempo. Si te bloqueas o te activas desproporcionadamente pide ayuda a un profesional. Somos supervivientes, pero no te victimices porque te infantilizas y te someten.

Mira tu caja de herramientas

Hay competencias, habilidades, capacidades y virtudes que te dan seguridad y confianza en ti mismo, para adaptarte mejor porque ya eres competente, hábil y capaz. Utilízalas contigo y con los demás.

Coge el viento que se levanta

¿Qué has echado de menos y no lo sabías? ¿Qué no y creías que no podías vivir sin ello? ¿Qué creías que iba a pasar y no ha pasado? ¿Qué no esperabas y ocurrió? Es probable que hayas aprendido algo de ti durante el confinamiento que ha fortalecido tu estima y autonomía. 

Revisa la “despensa”

¿Qué ingredientes personales, familiares, sociales, económicos, laborales, etc., posees para avanzar? Observa qué te falta, qué necesitas y cómo conseguirlo. De lo que tengas en abundancia, da a otros y establece sistemas colaborativos.

Relaciones sanas

Puedes sentir ambivalencia al querer estar con tu gente, ayudar, y que aparezca miedo al contagio. Ayudará comunicar lo que quieres, piensas y sientes, y establecer un equilibrio sano entre darte-cuidarte, ayudar-ser ayudado. Cada uno procesa sus miedos y necesidades. Ayudarlos, quererlos, comprenderlos y ser solidarios es aceptar sus modos y tiempos de hacerlo.

Regulación emocional

Para todo lo anterior ayudarán las estrategias de regulación emocional de los estados desagradables, aceptar la vulnerabilidad, conectar con nosotros mismos, comprender las emociones propias y ajenas, y tender puentes emocionales para reforzar el tejido social. Pueden aprenderse mediante lecturas, audios, vídeos y podcast, y con un profesional.

Activa tu parte espiritual

Pero, ¿si soy sacerdote? Pues más: esperanza, dignidad, sentido, apertura al futuro, ayuda, perdón, cuidado, gratuidad, tolerancia al fracaso, elaboración del odio y la ira, cariño, posibilidad de recuperación, ganas de ser mejor, deseo de amar.

Todo esto con paciencia y con la confianza de que el ser humano tiene una grandísima capacidad de adaptación, de respuesta y de ser solidario. Si no tienes fuerzas ni optimismo, esta es tu desescalada, pide ayuda a quien te quiere y juntos será más asequible.

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Enseñanzas del Papa

El camino seguro de las Bienaventuranzas

Este mes de mayo ha transcurrido en varios países europeos coincidiendo con la segunda parte del confinamiento por el Covid-19. Durante este tiempo todos –especialmente las víctimas de la pandemia y sus familias– hemos estado acompañados por la oración y enseñanzas del Papa. 

Ramiro Pellitero·1 de junio de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

De entre esas enseñanzas, destacamos aquí la catequesis sobre las Bienaventuranzas, concluida precisamente en este mayo. Ellas son, dice Francisco, “el camino para alcanzar la alegría”, una senda bella y segura para entender la felicidad que el Señor nos propone.

Bienaventuranzas, carné de identidad del cristiano

Las Bienaventuranzas –señalaba el Papa al comienzo de su catequesis– son el carnet de identidad del cristiano, “porque delinean el rostro del mismo Jesús, su estilo de vida”. Es un mensaje dirigido a los discípulos, pero en el horizonte de la muchedumbre, es decir de la humanidad entera. 

Así como Moisés promulgó “la Ley” de los Mandamientos en el monte Sinaí, en este nuevo “monte” (un terreno algo elevado cerca del lago de Genesaret), Jesús proclama estos “nuevos mandamientos”, que son más bien ocho caminos hacia la felicidad.

Cada una de ellas comienza por la exhortación “Bienaventurados” (que significa agraciados), seguida de la situación en que se encuentran y el porqué son efectivamente bienaventurados: a causa de un don de Dios que reciben (suele usarse un futuro pasivo: serán consolados, saciados o perdonados, serán hijos de Dios, etc.), precisamente en esa situación humanamente difícil o costosa. Conllevan, por tanto, una paradoja o contradicción.

Ser pobre gente de espíritu es la condición humana

En la primera bienaventuranza se presentan, según el evangelio de san Mateo, los pobres de espíritu. Estos son –señala Francisco– “los que son y se sienten pobres, mendicantes, en lo íntimo de su ser”. Realmente cada uno debería darse cuenta de que es “radicalmente incompleto y vulnerable”. Más aún, debemos buscar la pobreza –el desprendimiento de los bienes materiales, usando solamente los necesarios– para ser verdaderamente libres con Cristo y como Él.

Son bienaventurados los que lloran por la muerte y el sufrimiento de los demás o por los propios pecados; no tanto por haber “fallado” sino por “no haber amado” suficientemente a Dios o a los demás. Ahí se inscribe –observa el Papa– el “don de lágrimas” y la belleza del arrepentimiento. Dios perdona siempre, pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, nos encerramos en nosotros mismos y no queremos ser perdonados. Por eso hemos de abrirnos a su misericordia y compasión y aprender de Él para tratar así a los demás: “amar con la sonrisa, con la cercanía, con el servicio y también con el llanto”.

Al predicar que son bienaventurados los mansos, Jesús nos presenta su propia mansedumbre, manifestada sobre todo en su pasión. En la Escritura se vincula la mansedumbre a la carencia de tierras, porque esto último suele ser origen de conflictos. Jesús promete a los mansos que “heredarán la tierra”, porque esta tierra se nos presenta como un don de Dios que prefigura la “nueva tierra” definitiva que es el Cielo.  

Por eso señala Francisco que el manso no es el que se conforma y no se esfuerza, sino al revés: el que defiende “la tierra” de su paz, de su trato con Dios. Y por eso “las personas mansas son personas misericordiosas, fraternas, confiadas y personas con esperanza”. En cambio, el que se enfada pierde la paz y el control, el trato con sus hermanos y la unidad con ellos. La mansedumbre es por ello una “tierra a conquistar”: la “tierra” de la paz y la fraternidad. 

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues se trata de una exigencia tan vital y diaria como el alimento. El hambre de justicia que hay en el corazón humano es reflejo del anhelo por la justicia más profunda, que viene de Dios (cfr. Mt 5, 20; 1 Co 1, 30). De ahí brota el deseo de unión con Dios, la inquietud y el ansia por conocerlo y amarlo (cfr. Sal 63, 2; San Agustín, Confesiones 1, 1, 5). Un deseo que está también en el fondo de todo deseo de amor y de ternura.

Todos estamos llamados –y quizá la crisis de la pandemia que padecemos nos puede abrir los ojos para esto– a descubrir lo que necesitamos de verdad, el bien que nos es esencial y de qué otras cosas secundarias podemos prescindir. 

No nos podemos permitir estar sin misericordia

La sexta bienaventuranza –Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia– es la única en que coinciden la causa y el fruto de la felicidad verdadera. Y esto es así, porque, observa el sucesor de Pedro, “la misericordia es el corazón mismo de Dios” (cfr. Lc 6, 37; St 2, 13; y sobre todo Mt 6, 12-15, Catecismo de la Iglesia Católica, 2838).

 Nuestra experiencia es que perdonar nos es a veces tan difícil como “escalar una montaña altísima”, algo imposible sin la ayuda de Dios. Pero necesitamos ser misericordiosos, perdonar, tener paciencia. Pues bien, considerando cómo es el perdón de Dios para nosotros, su misericordia, podemos aprender a ser misericordiosos (cfr. Lc 6, 36).

La misericordia, afirma una vez más Francisco, es “el centro de la vida cristiana”, “la única verdadera meta de todo camino espiritual”, “uno de los frutos más hermosos de la caridad” (cfr. san Juan Pablo II, Dives in misericordia; Francisco, Misericordae Vultus y Misericordia et misera; Catecismo de la Iglesia Católica, 1829).

Al llegar a este punto Francisco recuerda su primer Angelus como Papa: “Aquel día sentí tan fuerte que ese es el mensaje que debo dar, como Obispo de Roma: misericordia, misericordia, por favor, perdón”. Y añade ahora: “La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de misericordia y no nos podemos permitir estar sin misericordia: es el aire para respirar”.

La séptima bienaventuranza vincula la pureza del corazón –el espacio interior donde una persona es más ella misma– a la visión de Dios. La razón es que el origen de la ceguera es un corazón necio y torpe que no deja espacio a Dios. Solo si ese corazón se libera de sus engaños puede “ver” a Dios, incluso de algún modo en esta vida: reconocer su providencia y su presencia, especialmente en los hermanos más necesitados, en los pobres y en los que sufren. Pero no hay que olvidar que se trata de una obra de Dios en nosotros, que se sirve también de las purificaciones y pruebas de esta vida. 

Paz de Cristo; no falsas seguridades

La última bienaventuranza tiene que ver con la paz que es fruto de la muerte y resurrección del Señor. No es por tanto la paz simplemente una tranquilidad interior propia de una conciencia adormilada. La paz de Cristo, en cambio, nos remueve de nuestras falsas seguridades para llevarnos a esa paz que solo El puede darnos. Es la paz encarnada en los santos que siempre han encontrado nuevas formas de amar. Ese es el camino de la felicidad. 

En la última bienaventuranza se promete el Reino de los cielos a los perseguidos por causa de la justicia, es decir, por buscar una vida según Dios, aunque se encuentre el rechazo y la oposición, por parte de quienes no desean salir del pecado y de las “estructuras de pecado” (la idolatría del dinero, la codicia, la corrupción, etc.) 

Pero, atención –nos avisa Francisco–, esto no quiere decir dejarse llevar por un victimismo autocompasivo; porque a veces somos nosotros mismos –los cristianos– los culpables de que nos desprecien porque hemos abandonado el verdadero espíritu de Cristo. En cambio, san Pablo se sentía feliz y alegre por ser perseguido (cfr. Col 1, 24). Seguir el camino de Jesucristo lleva a la alegría más grande y verdadera, apoyada e impulsada por el Espíritu Santo.

También señalaba el Papa –en otro momento– la pandemia nos ha podido enseñar que “no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”. Y que por eso ya es “tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad” (Homilía en el Domingo de la Misericordia, 19-IV-2020).

Actualidad

Alfredo Llovet. Una gran sinfonía familiar

Estas líneas, dedicadas al Dr. Alfredo Llovet, suponen un pequeño homenaje a todos los que han perdido la vida por el Covid-19. Su hija Carmen recuerda vivencias profesionales y familiares.

Carmen Llovet·15 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Papá tenía 76 años. Era cardiólogo. Cuando se fue al cielo, el 2 de abril, cumpleaños de su madre, se puso en alto la felicidad que había sembrado en la tierra, vivida de primera mano por su mujer, tras 41 años casados, y por sus seis hijos. Sus compañeros de la CUN (Clínica Universidad de Navarra), hubieran querido cuidar de él durante la pasión que sufrió catorce días, como tantos otros enfermos, a causa de la pandemia. 

Sus residentes del Hospital 12 de Octubre, donde trabajó casi 40 años, nos compartieron la orfandad que sienten como familia cardiológica del “gran Alfredo Llovet”,“por el esfuerzo y el cariño invertidos en su crecimiento profesional y personal”, “por el gran peso y huella que ha dejado en todo aquél que ha tenido la suerte de cruzarse con él en la vida”. Emociones que papá guardaba en su humildad y que conocía personalmente, pues seguían manteniendo el contacto. Recuerdan también el ímpetu de su enseñanza: “sois los mejores”, “os lo sabéis todo”, “hay que mantener la capacidad de asombro”. Conmemoran su generosa colaboración, “siempre con ganas de escuchar”, porque “creía en ellos”. Muy bien le representan los rasgos del buen profesor publicados por una de las revistas a las que seguía suscrito, Nuestro Tiempo

Papá abrió camino a la profesión y a la investigación en métodos y publicaciones internacionales de primer orden, y leía la Revista Española de Cardiología para atender consultas médicas, muchas movidas por la cercanía y la amistad. Sus pacientes le buscaron hasta el final. Encontraron apoyo en su vasto conocimiento y luz en su bondadoso trato. Sus amigos y familiares le querían como a un hermano de sangre. Aprendían de un maestro siempre alegre y positivo, con buen humor e inteligente conversación. Descansaban con alguien que decía “siempre que lo necesites, llámame”.   

Todos se acuerdan de la última vez que hablaron con él, recientemente, tomando un aperitivo, en una conversación telefónica, recibiendo un evangelio. Preparaba con entusiasmo de enamorado catequesis de formación cristiana, charlas de matrimonios y el club de lectura. 

Desde Houston a St. Louis

Pocos padres saben tanto de sus hijos como papá. Nos enviaba diariamente llamadas, bromas, consejos, fotos para animarnos o recordarnos. ¡Cuántos pensamientos, y miradas de sonrisa para hacernos sentir que afrontamos cada reto junto a él, para ser agradecido con todos! Se sentía apelado de forma distinta por cada hijo —papón, puqui, “pá”, papito…—, especialmente unido con cada uno. A mamá le llamaba “mi rodrigón”, haciendo alusión a su apellido, pero, sobre todo, al palo que se clava al pie de una planta para sostener sus tallos y ramas. Sus detalles de fortaleza y optimismo para querer al máximo en cada momento hacen palpable al Padre bueno con el que se ha abrazado ya para siempre; lo imagino, apoyado en su hombro, mientras pasean. Junto a ellos estamos cuando rezamos, como el mejor regalo que nos ha dado. Ahora más juntos si cabe, en la reunión virtual del rezo del Rosario y en la Comunión espiritual.

Quizás si papá hubiera escrito una despedida, habría utilizado la misma dedicatoria que envió a la residencia de St. Louis donde viví una estancia de investigación. Allí me abrió camino en el año 74 cuando viajaba desde su puesto de fellow (periodo de formación de especialidad médica y gran mérito en el ámbito académico) en Houston para recibir formación cristiana: “Que la Virgen de Molinoviejo, Santa María Madre del Amor Hermoso, cuide, siempre, a todas las personas que viven en esa casa”. Iremos a la Ermita a dar gracias por su vida. Ella, recia, cercana, afable, nos dará la paz.

El autorCarmen Llovet

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Cultura

Svetlana Stalin. (1926-2011): Una “pequeña mariposa” volando hacia Dios

La vida agitada de Svetlana Stalin, la hija del sanguinario dictador comunista, pone en valor su prolongada búsqueda de Dios. Su biografía y sus textos reflejan una búsqueda a lo largo de los años de la que nosotros podemos aprender: nos alienta a creer en el triunfo del bien sobre el mal.

Graciela Jatib y Jaime Nubiola·15 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 4 minutos

Hace poco menos de diez años fallecía a los 85 años en una residencia en Richland County, Wisconsin (Estados Unidos) —bajo el nombre de Lana Peters— la hija de Stalin (1878-1953), el artífice de la más horrenda y sanguinaria dictadura comunista del siglo XX. Svetlana, nacida en 1926 de su segunda esposa Nadezhda Alliluieva, fue la única hija mujer de Stalin. Svetlana, niña de pelo rojizo y ojos azules, era llamada por su padre “la pequeña mariposa”. Su padre sentía debilidad por ella, la “princesa del Kremlin”. “La única persona que podía suavizar a Stalin era Svetlana”, pone en boca de su madre la reciente biógrafa Rosemary Sullivan (La hija de Stalin: la extraordinaria y tumultuosa vida de Svetlana Alliluieva, p. 188).

Nos resulta paradójica la imagen tierna de este aterrador personaje quien, además de haber construido un imperio de persecución ideológica y política, negó a las personas cualquier libertad religiosa. Como ha expresado Borges en su Evangelio Apócrifo: “Desdichado el pobre de espíritu porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra”. Nunca hubiera imaginado Stalin que las alas de su querida mariposa volasen finalmente hacia ese Dios cuyo rostro le habían negado conocer y amar. En sus Veinte cartas a un amigo escribe Svetlana en 1963 desde Zhúkovka, cerca de Moscú: “Yo creo que ahora, en nuestro tiempo, la fe en Dios es precisamente la fe en el bien, y que el bien es más poderoso que el mal, y tarde o temprano triunfará, vencerá” (Rusia, mi padre y yo, 1967, p. 111).

“La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, expresó Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura en 1982. Quizá por esto nos ha resultado impactante este libro autobiográfico de Svetlana Stalin. Mediante el recurso de las cartas a un amigo, las emociones puestas en juego y las palabras que ha elegido para narrarlas atrapan al lector. El clímax está en el suicidio de su madre con una pequeña pistola —cuando Svetlana contaba apenas seis años— a causa de un enfrentamiento con su marido. Nos conmueve profundamente que Svetlana haya podido vislumbrar en su interioridad algún atisbo de esperanza, en medio de una vida llena de conflictos y hostilidades.

Sus días transcurrieron dentro de los muros del Kremlin, con la policía secreta en la escuela, en las calles, en las reuniones de amigos, en los paseos por el jardín, a cada paso; a esto podemos agregar sus diversos matrimonios y amores desavenidos, ajetreadas y problemáticas mudanzas en busca de una vida más humana, una estampa de soledad adosada a su paso por la vida y la desaparición de muchos de los que amaba por ser opositores al régimen. En esta encrucijada de situaciones adversas, pudo forjar una fe genuina y una lírica relación con el Dios de la esperanza: “Señor, ¡cuán hermoso y perfecto es Tu mundo: cada hierbecita, cada florecilla y cada diminuta hoja! Y Tú aún sigues ayudando y sosteniendo al hombre en esta pavorosa y enloquecida aglomeración, donde únicamente la naturaleza, eterna y poderosa, le da fuerzas y consuelo, equilibrio espiritual y armonía” (p. 110).

En 1963 abandona el ateísmo en el que había sido educada y recibe el bautismo en la Iglesia ortodoxa rusa en la iglesia de la Deposición del Manto de la Virgen, de Moscú. “Cuando cumplí 35 años, después de haber vivido y visto no pocas cosas, pese a haber recibido de la sociedad y de mi familia una educación materialista y atea desde la infancia, me situé junto a aquellos para quienes es inconcebible vivir sin Dios. Y soy feliz de que así haya ocurrido” (p. 111). Svetlana siempre recordaría las palabras de consuelo del padre Nikolái Golubtsov: “Dijo que Dios me amaba, aunque fuera la hija de Stalin”.

“La hija de Stalin, siempre viviendo a la sombra del nombre de su padre, nunca encontraría un lugar seguro para aterrizar”, escribirá Sullivan (p. 25). En 1967 abandonaba la Unión Soviética para residir en Suiza y finalmente en Estados Unidos, con un trajín constante por distintos países, ciudades y casas, como referirá Olga, su hija menor: “Siempre nos estábamos mudando. Era un ir y venir” (p. 371). Aunque ganó mucho dinero con su obra Rusia, mi padre y yo, lo malgastó y nunca se acostumbró a vivir en un sistema capitalista. Se interesó por diferentes tradiciones religiosas.

Fue una gran lectora: “Leía mucho. En las habitaciones de mi padre había una enorme biblioteca que había comenzado a reunir mi madre, y que nadie utilizaba más que yo” (p. 209). Muchos años después leerá a Raissa Maritain (1883-1960), la rusa judía convertida al catolicismo, esposa del filósofo francés Jacques Maritain. 

En diciembre de 1982 Svetlana sería recibida en la Iglesia católica en la fiesta de santa Lucía, en Cambridge, Inglaterra. En una carta del 7 de diciembre de 1992 cuenta que acudía a diario a los sacramentos. Al final de su vida, ya con 85 años, internada en el Pine Valley Hospital y luchando con la enfermedad, le pidió a la enfermera que llamara a un sacerdote. “Cuando este llegó” —escribe Sullivan (p. 452)—, “le ofreció a Svetlana palabras de paz para reconfortarla”. Muchos años antes Svetlana había escrito en su autobiografía: “Cuando el Papa Juan XXIII exhortaba a la paz, llamaba a creer en el triunfo del bien y en que el bien vencerá en el hombre al mal” (p. 111). En el caso de la hija de Stalin, nos parece que el poder del mal fue decapitado en el centro mismo de su barbarie y que su alma de mariposa vuela hacia Dios proclamando con san Juan de la Cruz que “a la tarde te examinarán en el amor” (Dichos de amor y de luz, n. 59).

El autorGraciela Jatib y Jaime Nubiola

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España

Montornès del Vallès. Parroquias más virtuales

El confinamiento ha despertado la creatividad y ha multiplicado la conexión en la red de la gente con las parroquias. Un párroco de la diócesis de Terrassa cuenta iniciativas, incluida la ayuda a los enfermos de los hospitales.

Oriol Gil·14 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Voy a compartir cómo ha sido la génesis de nuestra web y cómo ha crecido sorprendentemente en esta época de pandemia. Todo surgió al ver que en las dos parroquias del pueblo, sobre todo en la de Sant Sadurní, la principal, desde hace un tiempo cada vez se estaba generando más vida y más sinergias con buenos frutos pastorales. Podemos decir que el big bang de la web fue a mediados de octubre de 2019, cuando vimos que podía ser una buena herramienta pastoral. Y nos pusimos manos a la obra. En noviembre empezamos a poner las bases: rezar, pensar, discernir, priorizar, programar y desarrollar. El último domingo de enero de 2020 la lanzamos, y hasta hoy. Desde el principio todo fue muy de Dios y para Dios. Y de hecho, si la web no la desarrolláramos con esta intención, la cerraríamos hoy mismo. 

La web ha crecido de forma muy acelerada en el último mes. Tanto es así que en un mes y medio, hemos pasado de tener 1.000 visitas a 10.000. Este crecimiento tiene una relación directa con la crisis del coronavirus, es evidente. De la misma forma que los acontecimientos están marcando nuestro día a día, están marcando la “vida” de nuestra web. El coronavirus y el confinamiento nos han cambiado. Todos hemos adaptado nuestras agendas, nuestros horarios, nuestras relaciones, nuestro trabajo… A su vez, han ido surgiendo necesidades y una de esas necesidades, para los cristianos, es la de vivir la fe en casa y desde casa. Entonces vimos claramente que nos debíamos adaptar y ayudarles. Una de esas necesidades ha sido la de comunicarse, y lo que hemos hecho a sido dar respuesta a esa necesidad. ¿Lo bueno? Teníamos la web creada, teníamos ganas, nos pusimos a crear. 

Debíamos dar una respuesta, pero no cualquier respuesta. Queríamos conectar con la gente. Conectar con sus necesidades, intereses o aspiraciones reales, también las más nobles del corazón. Para pensar y desarrollar las propuestas, al principio estábamos dos; la madre de un adolescente de la parroquia, profesional de la comunicación y la edición, y un servidor. Este era el núcleo duro, nunca mejor dicho. Si ya hacía tiempo que veíamos la necesidad de crear un equipo, esta era la ocasión perfecta. Entonces creé el equipo de la web, formado por los cinco miembros del equipo de Nueva Evangelización y dos personas más, coordinadoras de dos grupos importantes de la comunidad. Nos dimos cuenta de que este tiempo de confinamiento podía ser un tiempo de crecimiento.

Sostener los ánimos con esperanza

¿Qué hemos desarrollado? Pienso que lo mejor es entrar en la web y descubrirlo por uno mismo. La tienen en parroquiesmontornes.org Sin embargo, os comparto algunas de las iniciativas que han generado más impacto. La primera, el Diario de la Esperanza. Esta es una sección que incluye un escrito diario muy breve, de lectura rápida (2-3 minutos), pero que quiere dar aire mientras dure esta maratón del confinamiento. Este diario lo realizo con una intención: sostener los ánimos de los que lo leerán, con la poderosa arma que es la esperanza. No es una crónica personal sobre el pasado, sino una variada reflexión para vivir este tiempo, presente y futuro, con sentido, y siempre movidos por la esperanza.

En Herramientas virtuales hay vídeos breves de nuestro obispo de Terrassa y una sección de vídeos para niños en edad de Primera Comunión. Al ver que la catequesis podía perder el ritmo, decidimos que continuara en casa con su familia. Los vídeos de Juan Manuel Cotelo van de cine para que se sigan formando. 

Conectar con los hospitales

Vimos la necesidad que había en los enfermos y sanitarios, y quisimos conectar con la vida de los hospitales. Primero, como ayuda a los enfermos de coronavirus que pasan tantas horas solos, lanzamos la posibilidad de enviar cartas o dibujos para los enfermos. Nosotros las hacemos llegar al Hospital de Terrassa. Segundo, Las 24 horas para el Señor, promovidas por el Papa, en verdad marcan el curso pastoral en la vida de nuestra comunidad. Entonces, al no poder celebrar este acontecimiento, decidimos hacer durante tres sábados 12 horas de oración por los hospitales. Ha habido turnos de media hora y las personas de cada turno rezaban por el centro que les hubiera tocado, uno de los siete hospitales de nuestra diócesis. 

Pueden consultar más iniciativas en Youtube Parroquiès Montornès. Sigamos en la web creando todo desde la fe y por amor.

El autorOriol Gil

Párroco de Montornés del Vallés

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España

Médicos del cuerpo y del alma dan la vida por los demás ante el Covid-19

Junto a acciones más institucionales de la Iglesia, como miles de voluntarios de las Cáritas parroquiales, capellanes o religiosas que se entregan en la atención de enfermos y vulnerables, miles de médicos y enfermeras, camioneros o madres de familia, dan también la vida sirviendo.

Rafael Miner·14 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 7 minutos

Son historias fuertes, valientes, de valores, de virtudes. Gente que está dando lo mejor de sí, hasta la vida, en estas semanas. Son mujeres y hombres que, por cumplimiento del deber, de su vocación profesional, ofrecen un valioso ejemplo a todo el país. La sociedad española reconoce mayoritariamente este esfuerzo a los profesionales sanitarios —médicos, enfermeras, auxiliares y en general, personas relacionadas con el sector sanitario—, y aplaude sin descanso desde ventanas y balcones a los sanitarios a las 20,00 horas. 

Por esa cercanía con los enfermos, más de 33.000 profesionales de la sanidad se han contagiado del coronavirus en España desde que comenzó la pandemia, según los datos disponibles al escribir estas líneas. De ellos, habían fallecido al menos 26 médicos hasta el 20 de abril, según fuentes oficiales. 

Palabra ha conversado estos días con numerosos profesionales, la mayoría mujeres, y recoge sus testimonios, llenos de valentía y de fe. Por ejemplo, Margarita Díez de los Ríos, médico residente en el Hospital público Virgen de la Salud, de Toledo (en Castilla-La Mancha, una de las comunidades más castigadas por el virus); la doctora Marta Castro, del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Getafe (Madrid); la enfermera Mónica Sanz, de la UCI de la Fundación Jiménez Díaz; el transportista camionero Rubén Casasola, y otras personas, de las que recogemos algunas de sus impresiones.

Cuando se les pregunta si estas semanas sienten miedo, ansiedad o mucha preocupación, su respuesta coincide sustancialmente con lo que dice Margarita, la joven doctora madrileña que trabaja en Toledo, cuyo abuelo era médico militar: “No hemos tenido ni tiempo de sentir miedo o ansiedad, al menos en mi caso, ni de pensar mucho. Hemos seguido para adelante. Sí es verdad que a todos, porque lo he estado hablando con mis compañeros, nos preocupaba el tema de la familia, que nos ha dado mucho miedo. Muchos médicos están intentado pasar por casa lo mínimo posible, intentar aislarse mucho”.

“Yo también trabajo en Urgencias, aparte de la planta”, añade Margarita, “y creo que es muy importante establecer desde el primer momento un canal de comunicación de confianza, para dar buenas noticias y para dar malas noticias. Ahí te das cuenta que hay que tener vocación realmente, porque dar buenas noticias es más fácil, pero al dar malas noticias está en juego mucho, y te planteas muchas cosas”. “Lo más duro”, añade, “es dar la noticia a la familia de que el paciente está muy muy grave, y que muchas veces no pueden pasar. Darles la noticia y decirles que se tienen que ir a su casa, eso es duro”.

Batallas de un día y trato familiar

Marta, que está en contacto con el colectivo más castigado por el Covid-19, mayores y ancianos, confiesa: “El miedo lo trato de gestionar con más conocimientos sobre el virus y sus vías de contagio y sigo todas las recomendaciones de forma estricta (cuando nuestras equipaciones nos lo permiten, claro); la ansiedad ha ido cediendo poco a poco cuando he empezado a luchar batallas de un solo día: camino del Hospital, cada mañana, pienso sólo en lo positivo que voy a hacer ese día; la preocupación por saber que puedo infectar a mi familia sigue ahí cada minuto y por eso vivo aislada en mi habitación desde que todo esto empezó”. Y a continuación añade: “Llevo sin besar o abrazar a mi marido y a mis hijos desde el 6 de marzo, cuando empecé a tener pacientes Covid confirmados. A mis padres no les veo desde febrero”.

Para intentar transmitir esperanza y fortaleza en la UCI, Mónica señala que “al final la clave de nuestra profesión, también en condiciones normales, es que tratamos a los pacientes como si fuesen nuestros propios padres, abuelas, hermanos o tías. El pensamiento que gobierna nuestro trabajo es pensar cómo querríamos que se tratase a algún familiar que estuviese en la misma situación; eso nos lleva a llevar a cabo unos cuidados óptimos para cada uno. Somos conscientes de que somos los únicos rostros que ven, o más bien los únicos ojos por el EPI [equipo de protección integral] que tenemos que llevar, y eso nos hace pararnos, coger la mano y sonreír con los ojos para que se sientan acompañados”.

Apoyarse en la fe

Palabra también les ha preguntado si tienen fe, y si la confianza en Dios les ayuda en estas circunstancias. “Soy creyente y creo que sí ayuda mucho ser cristiano y tener formación”, contesta Margarita. “Tanto en lo que hemos hablado de situaciones positivas, cuando parece muy fácil todo, y que va sobre ruedas, como en las negativas y tristes, donde ayuda muchísimo”.

Marta añade: “Yo me apoyo en la fe, no me hago demasiadas preguntas sobre los porqués y simplemente me pongo en el lugar del enfermo, por ejemplo pienso que fuese mi padre o mi madre, y les cuido como a mí me gustaría que les estuviesen cuidando a ellos”. “Mis padres son creyentes y rezan por mí”, añade, “y yo les aseguro que hago todo lo posible para protegerme. Están orgullosos de mí, me educaron para servir a los demás. Y mi marido es mi principal soporte, me aporta la paz que a veces necesito y es él quien va descubriendo para mí cómo Dios dirige nuestras vidas cuando yo no lo veo tan claro”.

El caso de Mónica tiene una peculiaridad: “Cuando yo estaba en tercero de la ESO una hermana mía sufrió un accidente de coche del que salió con vida a duras penas. Yo soy creyente y creo firmemente que fue un milagro de Dios, pero también estuvo en su mano poner en nuestro camino a unos profesionales sanitarios magníficos, que trabajaron al 200 % para salvar su vida. En ese momento comprendí que yo me quería dedicar a ayudar como ellos ayudaron a mi familia; que en mi vida quería dedicarme a hacer sentir a la gente como nosotros nos sentíamos en ese momento: apoyados, comprendidos y rodeados del mejor equipo sanitario, tanto profesional como personalmente”.

En el camión

¿Cómo hacen los transportistas y camioneros estos días, para tener fortaleza en medio de la incertidumbre y los nervios? Contesta Rubén Casasola: “Pensando en la familia y en su bienestar”. “Lo más duro es que en el camión hay mucho tiempo para pensar y te puede llegar a angustiar. Siempre es duro estar lejos de la familia y más en estos momentos”. Lo más estimulante es “pensar que a la gente que veo en las colas de los supermercados les hacemos falta. Y que muchas de ellas te miran con agradecimiento”. Este hombre casado, padre de dos hijos, es devoto de “nuestro patrón san Cristóbal”, y destaca que “hay personas que nos están ayudando a que nuestro trabajo sea menos duro, como la Guardia Civil y algunos restaurantes que han decidido estar abiertos para que los camioneros podamos llevarnos un café”.

Capellanes, alto riesgo

Otro colectivo de alto riesgo estas semanas ha sido el de los capellanes, médicos del alma, y muchas ocasiones también del cuerpo. Entre los sacerdotes diocesanos y los religiosos con encomienda pastoral que han atendido a enfermos a petición de los ingresados o de sus familias en centros hospitalarios, habían fallecido hasta hace dos semanas “en torno a 70 en tareas de atención pastoral a enfermos Covid”, informó el obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello. El prelado añadió que “muchos otros” de edad avanzada han fallecido en residencias o casas de religiosas. 

Mons. Argüello no especificó más datos, pero el goteo es continuo. Al cierre de esta esta edición, fallecían dos sacerdotes más en Navarra, y elevaban a nueve los presbíteros muertos en la diócesis de Pamplona-Tudela, la segunda diócesis más golpeada por el Covid-19. Casi al mismo tiempo, Europa Press informaba de que Madrid es la más afectada, con un total de 100 sacerdotes contagiados de diversa gravedad, de los que 28 habían fallecido en la diócesis, desde el 11 de marzo. La archidiócesis elevaba la cifra hasta 130 el día 23, y ofrecía algunos perfiles de los fallecidos. 

El cardenal Osoro ha manifestado su “profundo dolor” y agradecimiento por su “entrega absoluta” en los lugares “donde es necesaria la presencia de Cristo”. Al mismo tiempo, lejos de amilanarse, el arzobispado informaba de la puesta en marcha de un servicio de capellanía en los hoteles medicalizados. El presidente de la CEE, cardenal Omella, respondía así a Efe: “Lamentablemente ya son unos cuantos los sacerdotes, religiosos y religiosas fallecidos por este virus. Esta pandemia nos está recordando la importancia de proteger a nuestros ancianos. Felicito a sanitarios y cuidadores de residencias de ancianos que tan gran servicio prestan a nuestros mayores. Gracias a las familias que cuidan a sus ancianos. Gracias de corazón”.

El Papa Francisco ha rezado en varias ocasiones por “los médicos, enfermeras y sacerdotes involucrados en el cuidado de los enfermos de Covid-19”, y ha calificado su comportamiento como “un ejemplo de heroísmo” (24 de marzo). El Jueves Santo, en la Misa de la Cena del Señor, señaló que “en Italia, casi 60 sacerdotes [más de 100 al escribir estas líneas], murieron atendiendo a los enfermos, en los hospitales, junto a los médicos y enfermeros: son los santos de la puerta de al lado”.  Casi simultáneamente, en una entrevista concedida a varios medios, entre ellos The Tablet y ABC, destacó a “los santos de la puerta de al lado en este momento difícil. ¡Son héroes! Médicos, religiosas, sacerdotes, operarios que cumplen con los deberes para que la sociedad funcione. ¡Cuántos médicos y enfermeras han muerto! ¡Cuántos sacerdotes, cuántas religiosas han muerto! Sirviendo”.

Lecciones de los enfermos

El capellán de la madrileña Fundación Jiménez Díaz, José Ignacio Martínez Picazo, lleva 19 años atendiendo a los enfermos del hospital, y en la fiesta de la Pascua de Resurrección estuvo “con una señora de fe, que sabe que quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta. Olga, ayúdeme a felicitar la Pascua a esta buena gente”. Y Olga dice: “Feliz Domingo de Pascua. Y siempre pensando en el Señor, todo nos va a ir bien. Agradezco que hoy haya venido el padre José Ignacio. Para mí eso es muy bonito”.

“Nosotros somos unos privilegiados porque estamos en casa, haciendo lo que nos dice el gobierno”, añade Olga, “pero el sacrificio de todos los sanitarios trabajando y exponiendo su vida, eso no tiene precio. Ellos dan vida a costa de la de ellos”. 

Juan Jolín, capellán del hospital instalado en IFEMA ante la avalancha de contagiados, fue entrevistado por Telecinco, y así lo contaron en su web: “En el hospital milagro de IFEMA hay un servicio religioso, y ‘Ya es mediodía’ ha podido hablar con su capellán, Juan Jolín. Nos ha contado cuál es su labor y la de su equipo: ‘Escuchar con cariño’. Este grupo de sacerdotes acude al hospital en varios turnos porque no pueden estar siempre. Una de las experiencias que más le ha emocionado es que son los propios pacientes los que le dan lecciones: te van contando lo que les preocupa, sus familias, la situación que están viviendo, el futuro…, ha contado el padre Juan”.

Con el individualismo no se sale

La protección del ambiente no se sostiene sobre un sistema de prohibiciones, sino sobre las necesidades y potencialidades de un territorio, la valoración de la justicia y de las comunidades. Deben construirse lugares y espacios de comunidad.

14 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

Imagínate una niña de 11 años, de provincias, y pregúntale qué le da más miedo. Cuando ella responde por este orden que el cambio climático, la muerte de su abuelo y la de su perro, tienes una medida de hasta qué punto el primer tema se ha metido en las venas de las nuevas generaciones, además de haberse hecho capaz de atraer la atención de las organizaciones internacionales. Porque el ambiente se ha vuelto exigente, con todos, y llama a un modo nuevo de trabajar: pide que se lo reconozca como uno de los elementos fundamentales de equilibro para el mundo que habitamos.

Para este fin sólo funciona un planteamiento sistémico que se funde en la certeza de que ambiente, desarrollo, derechos y paz son interdependientes. Deslizarse en la sectorialidad es una tentación fatal para quien sólo busca resultados inmediatos. Como también para quien consideraba que la tutela de los derechos humanos y de la naturaleza estaba en contradicción con el desarrollo económico, desmentido luego por los datos. De la acción sistémica es de donde obtiene provecho cada sector particular. La relación ambiente-desarrollo-derechos-paz tiene esta implicación práctica: defender el ambiente no consiste (sólo) en acciones de reforestación o difusión de paneles solares, o sea en “adaptación”. Son útiles, pero no bastan. Una región golpeada por la sequía puede necesitar instalaciones de irrigación, pero también escuelas y hospitales; es decir, necesita la promoción de los derechos fundamentales, el cuidado de las personas y de las comunidades. Es el cambio decisivo propuesto por la agenda 2030, que trabaja sobre la interconexión entre objetivos: o se alcanzan juntos todos los objetivos, o todos caen.

Se invierte la visión antigua: la protección del ambiente no se sostiene sobre un sistema de prohibiciones, sino sobre el conocimiento de las necesidades y de las potencialidades de un territorio, la valoración de la justicia y de las comunidades. Se rescata el valor de ser parte de una comunidad que habita en un espacio de naturaleza con sus especificidades, debilidades incluidas.

Si se pone atención a las palabras de algunos de los jóvenes exponentes de los movimientos ambientalistas, es esta la conciencia que lanzan a la cara de los adultos: la necesidad de comunidad. Propongo volver a empezar desde aquí, desde la construcción de lugares y espacios de comunidad, porque allí donde quedan sólo individuos que consumen de modo compulsivo-competitivo, sin una trama de relaciones, sin sentido de responsabilidad por los demás, comienza la emergencia ambiental.

El autorMaria Laura Conte

Licenciada en Letras Clásicas y doctora en Sociología de la Comunicación. Directora de Comunicación de la Fundación AVSI, con sede en Milán, dedicada a la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria en todo el mundo. Ha recibido varios premios por su actividad periodística.

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TribunaLeandro M. Gaitán

Menos futuro y más porvenir

Decía el escritor portugués Fernando Pessoa que “en todo momento puede arribar lo que nos cambia completamente”. Así sucedió con la pandemia. Nadie la vio venir. Ni la OMS, ni la Unión Europea, ni el gobierno, ni mucho menos, los ciudadanos de a pie.

13 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Todos creíamos que era un cuento chino, o como mucho, una peste que se autoconfinaría dentro de las fronteras del país de la Gran Muralla, los guerreros de terracota y el Kung Fu. Pero no fue así. Dotado con una clara vocación imperialista (¡tenía que ser chino!), el pequeño dragón coronavírico en pocos meses conquistó el mundo. Luego de unas fuertes escaramuzas provocadas -casi a modo de ensayo- en Irán, Corea, y Singapur, avanzó con paso firme sobre los países miembros de la OTAN (y adyacencias), y los ocupó casi sin encontrar resistencia. No podía ser de otra manera, los occidentales, cegados por nuestro “delirio de omnipotencia” (Raniero Cantalamessa dixit), subestimamos hasta la náusea al oriental microscópico, y semejante arrogancia nos pasó factura. El virus llegó repentinamente poniendo en evidencia nuestra vulnerabilidad y, aislándonos en nuestras casas (sí, al igual que como se aíslan los virus en los laboratorios), nos mandó al rincón de pensar.

Nos mandó al rincón de pensar y nos arrebató el futuro, porque tiró por la borda todos nuestros proyectos, planes, agendas, y cálculos de occidentales autosuficientes y con trastorno de hiperactividad. El futuro, en efecto, es una tensión hacia adelante, un movimiento desde lo que es hacia lo que será. El futuro se expresa en frases como “el próximo domingo iré a la manifestación” o “nunca burlaré el confinamiento”, y tiene relación con lo previsible, con lo programado, con la orientación de nuestras acciones. El futuro tiene que ver, en definitiva, con lo que podemos controlar. La civilización occidental, en su empeño por controlar la realidad, sólo pensaba en términos de futuro. Las políticas antinatalistas y de género, como así también la eutanasia, son ejemplos de esta obsesión por el control. Una obsesión que alcanza niveles extremos con el proyecto transhumanista que aspira a convertirnos en posthumanos (seres más parecidos a una divinidad que al hombre). 

La civilización occidental encerró la realidad en sus propios esquemas mentales partiendo del dogma de que todo es una construcción humana, un producto cultural… y se emborrachó de futuro. Inventó utopías/ideologías como el cientificismo, el liberalismo, el comunismo, el nacionalismo, la idea de “progreso”, etc., todas ellas sucedáneas de la religión, y destinadas a construir una especie de paraíso en la Tierra.  Mató a Dios, negó la naturaleza, y se empeñó en salvarse por, y desde sí misma. En otras palabras, se aferró al futuro sin más.  

Y en medio de ese infernal trasiego de agendas y programas que iban y venían -en ocasiones aliándose, en otras confrontando-, irrumpió sorpresivamente el pequeño dragón coronavírico para arrebatarnos el futuro y dejarnos desnudos ante el porvenir. Desnudos y ojipláticos como Adán después de engullir su tarta de manzana. ¿Y por qué nos dejó con esa sensación de desnudez? Porque en el desesperado intento por controlar nuestro destino habíamos condenado elporveniral ostracismo. Habíamos rechazado aquello que nos pone ante el horizonte de lo imprevisto y de lo no controlado. Porque eso es el por-venir, lo que viene hacia nosotros, lo que sale a nuestro encuentro. El porvenir es lo que irrumpe en nuestras vidas “…como el relámpago en cualquier tormenta, fracturando la noche”, según el filósofo Fabrice Hadjadj. 

Así es como salió a nuestro encuentro la pandemia. Ingresó abruptamente en este templo de adoración a la humanidad en que se convirtió Occidente (como hace la policía en los templos católicos europeos para suspender las misas), y nos recordó, de forma muy dolorosa, que el porvenir también existe. Que nuestra historia es resultado de un sofisticado juego dialéctico entre el futuro y el porvenir. Entre nuestros cómputos y previsiones, y lo que nos acontece desde un excedente de realidad que no dominamos. Precisamente por eso, a las personas de fe se nos insta a decir “mañana iré a tal lugar” o “el próximo semestre haré tal cosa”, pero con un añadido, “si Dios quiere” o “Dios mediante”. Porque ciertamente, no se trata de elegir entre el futuro o el porvenir, sino de entender que se implican mutuamente, aunque con una salvedad, como observa Hadjadj: es el futuro el que se encuentra subordinado al porvenir, y no al revés. Quizás este tiempo en el rincón de pensar nos ayude a entender que una civilización aferrada al futuro, una civilización que niega lo que proviene de más allá de sus propias estimaciones, como esa persona que se tapa los oídos y canta a los gritos para no escuchar lo que puede trastocar sus esquemas; decía, quizás podamos entender que una civilización así está condenada al fracaso. Y en el mejor de los casos, quizás podamos superar el amargo secularismo que nos corroe por dentro abriendo una ventana a Dios, que no está en el futuro, sino que es absoluto porvenir.

El autorLeandro M. Gaitán

Teología del siglo XX

La renovación en sus fuentes, de Juan Pablo II

La renovación en sus fuentes (1972) es un libro de san Juan Pablo II, escrito cuando era arzobispo de Cracovia. Y refleja su lectura de los textos del Concilio y su mente sobre cómo se debe aplicar. 

Juan Luis Lorda·10 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 7 minutos

Si Karol Wojtyła no hubiera llegado a ser Papa, este libro sería completamente desconocido. Podría decirse que pertenece a un género menor. No es un ensayo ni un conjunto de meditaciones. Es un esbozo o guía para los grupos de trabajo de un Sínodo diocesano para aplicar el Concilio Vaticano II en Cracovia. Pero no son unos sencillos esquemas, sino un texto largo, lleno de citas del Concilio y ocasionalmente, largos comentarios nada fáciles. 

Puede parecer que todo esto le quita interés. Y se podrían decir más cosas “negativas”. Por ejemplo, es probable que no lo haya escrito entero el propio Karol Wojtyła, sino con sus colaboradores, que prepararon el Sínodo. El arzobispo estaba demasiado atareado para hacer un escrito tan prolijo y largo (aunque sabía mucho del Concilio y se lo había trabajado). 

El contexto del libro

Era el año 1971. Ya habían transcurrido seis años desde la clausura del Concilio Vaticano II, habían aparecido muchas interpretaciones y no todos los esfuerzos por aplicarlo habían sido fructuosos. La Iglesia en Polonia no quería sufrir ni el desgaste que observaba en las Iglesias del Occidente europeo, ni la asfixia de otras Iglesias hermanas del Este, por las trapacerías de los gobiernos comunistas. Era vital mantenerse vivos y crecer como Iglesia desde las raíces y, en definitiva, desde la fe. El cardenal primado, Stefan Wyszynski, había lanzado un novenario de años, desde 1957 hasta 1966, para la preparación del milenario de la Iglesia en Polonia, apoyándose principalmente en la piedad tradicional. Y había fortalecido mucho la práctica cristiana, a pesar de la insidiosa oposición comunista.  

El arzobispo Wojtyła pensó en otro proceso: ahora era oportuno renovar la fe asumiendo el contenido del Concilio. La diócesis se preparaba para celebrar el noveno centenario del santo nacional, san Estanislao. Había sido obispo de Cracovia desde 1072 hasta 1079. Wojtyła decidió que se celebraría un Sínodo pastoral para estudiar el Concilio desde 1972 hasta 1979 (¡siete años de sínodo!). Participaron miles de personas en cientos de grupos, y lo concluiría el propio Karol Wojtyła el 8 de junio de 1979, siendo ya Juan Pablo II. Con toda seguridad, no se hizo una meditación tan intensa sobre la aplicación del Concilio Vaticano II en ninguna otra parte de la Iglesia católica. Hay que subrayarlo.

Según el testimonio de sus colaboradores (que menciona Weigel en su biografía), la idea había madurado durante años. Le decían que no se podía hacer, porque no había cauce jurídico para un sínodo diocesano. Pero él argüía que sería un sínodo “pastoral” y no jurídico; no para decidir medidas canónicas, sino para tomar conciencia y renovar la vida cristiana.

Tenía una idea muy clara de los textos conciliares, porque había participado intensamente en su elaboración. Además, había dado bastantes conferencias y escrito crónicas y artículos durante el Concilio. Tenía mucho material preparado, notas e ideas. Quizá no redactó todas las largas series de textos y comentarios que el libro contiene. Pero es evidente que son suyos el enfoque general, las introducciones y conclusiones, y muchas “mentes” o desarrollos que tienen un estilo inconfundiblemente suyo. Lo vamos a ver. 

El interés del libro 

Por eso, ese texto que, en una primera mirada, puede parecer secundario, en realidad es muy significativo. Hay una providencial relación entre la responsabilidad del obispo que siente el deber de asumir a fondo la doctrina conciliar para la renovación de su Iglesia en Cracovia, y el Papa que va a dirigir la Iglesia después de Pablo VI. Un Papa que, desde el principio, resultó inclasificable y superó las disputas posconciliares entre progresismo y tradicionalismo, porque tenía una idea clara del valor del Concilio y de su inserción en la tradición de la Iglesia. Y todo esto le salía natural, porque lo había vivido: había sido un activo participante del Concilio y un convencido “aplicador” en su diócesis, si vale el término, con un claro discernimiento. 

Y que él estuviera tan firmemente centrado en estos fundamentos ayudó a centrar toda la Iglesia cuando fue elegido Papa: la mayoría quedó pacífica y alegremente centrada, y los extremos se convirtieron en marginales. Una gracia de Dios. Todo podría haber sido de otra manera más dolorosa. En realidad, antes de que él llegara, era muy difícil prever cómo acabaría el posconcilio; lo mismo que era muy difícil prever cómo acabaría el comunismo en los países del Este de Europa.

La conciencia de un obispo

En primer lugar, el libro manifiesta el compromiso personal del propio obispo Wojtyła respecto al Concilio, como manifestación del Espíritu Santo. Lo refleja repetidamente en el prólogo, en la conclusión y en otros lugares: “Los obispos […] están especialmente obligados a ser conscientes de la deuda contraída ‘con la palabra del Espíritu Santo’ puesto que estaban allí para traducir al lenguaje humano la palabra de Dios” (La renovación en sus fuentes, BAC, Madrid 1982, p.4). “El obispo, testigo auténtico del Concilio, es aquel que conoce su ‘misterio’, razón por la cual carga principalmente con la responsabilidad de introducir e iniciar en la realidad del propio Concilio” (p. 5). “Al emprender este trabajo, el autor ha querido de algún modo corresponder a su deuda con el Concilio Vaticano II. Ahora bien, pagar una deuda al Concilio quiere decir ponerlo en práctica” (p. 335). Es un asunto de fe, y no de práctica o de política eclesiástica. 

El método

Por eso hay que vivirlo como una invitación a “enriquecer la fe”, con una mayor conciencia. Idea que traspasa el libro y que está en la base del “método” del Sínodo: enriquecer la fe es asumirla plenamente como respuesta a Dios.

Al mismo tiempo, esa fe plenamente asumida reclama y suscita unas actitudes. Esto da lugar a la estructura del libro en tres partes, y manifiesta un rasgo del pensamiento profundo de Karol Wojtyła. 

Por su historia personal, el obispo Wojtyła tenía una idea muy viva del papel que juega la verdad en la psicología humana, y sus conocimientos de fenomenología le habían ayudado a expresarla. El ensayo filosófico Persona y acción, de 1969, tres años antes, es una profunda meditación sobre cómo la conciencia humana construye a la persona cuando sigue a la verdad. A todo tipo de verdad: a la verdad teórica, con la que conocemos el mundo; a la verdad práctica, sobre cómo debemos obrar en cada caso; y también a la verdad de fe, que es guía para nuestra vida. La fenomenología le había enseñado (sobre todo, Von Hildebrand), que cualquier verdad conscientemente asumida produce actitudes, es decir, una manera de situarse. Si yo creo que Dios es Padre, eso producirá espontáneamente en mí una actitud de confianza filial hacia él. Si no la produce, es que esa verdad no ha sido plenamente asumida como tal verdad. Si realmente creo y asumo que el fin del ser humano es amar al prójimo, me producirá una manera de situarme. Si no la produce, es que sólo la he aceptado superficialmente, como una convención o un tópico.

Este es el método del libro y del Sínodo. El obispo Wojtyła está convencido de que es preciso renovar la fe apoyándose en la enseñanza del Concilio e integrándola en toda la tradición de la Iglesia. Así se desplegarán, casi espontáneamente, las actitudes cristianas que Espíritu quiere hoy en su Iglesia: los cambios en la manera de situarse y afrontar la vida personal y la historia. Esa es la iniciación que quiere lograr en su diócesis. 

Las tres partes del libro

En consecuencia, el libro tiene tres partes. Una especie de presentación, donde explica que se trata de responder a Dios, que eso es enriquecer la fe, y que esa fe se vive con una conciencia de Iglesia que, entre otras cosas, asume el Concilio como acto del Espíritu Santo. Y de diálogo evangelizador con el mundo. Esta presentación se llama “Significado fundamental de la iniciación conciliar”.

Después, viene una reflexión ordenada por los grandes misterios de la fe, ilustrados con textos del Concilio. Y la llama “formación de la conciencia”. Es conciencia de la creación y de la revelación salvadora de la Santísima Trinidad, y de la redención en Cristo, con María. Y de la “participación” (término importante) en la vida en la Iglesia como pueblo de Dios. 

La tercera parte se llama “Creación de actitudes”: “El enriquecimiento de la fe se expresa en cada persona y comunidad mediante la conciencia de la actitud. Por eso […]  ahora nos aprestamos a ir más lejos, viendo el aspecto de las actitudes a través de las cuales debe expresarse el enriquecimiento ‘conciliar’ de la fe” (p. 163).

Concluye: “Hemos dedicado este estudio al análisis de las enseñanzas del Vaticano II desde el punto de vista de la formación de la conciencia y de las actitudes del cristiano contemporáneo […]. Este es el proceso de ‘iniciación’ a través del cual la conciencia conciliar de la Iglesia debe ser compartida por todos” (p. 337)

El Credo y la formación de la conciencia 

Interesa observar que la segunda parte no es un repaso ordenado por los documentos del Concilio, sino un repaso de los misterios de la fe, aprovechando las luces del Concilio (que es lo único que cita). El obispo Wojtyła explica que el Concilio ha sido sobre todo eclesiológico, y está centrado en la última parte del Credo: sobre la Iglesia: “Iglesia, ¿quién eres?” e “Iglesia, ¿qué tienes que decir al mundo?”. Pero para renovar la fe es preciso contemplarla entera y ese es también el modo natural de insertar la doctrina del Concilio en la tradición de la Iglesia. Por eso va repasando los grandes misterios: Creación, Trinidad, Redención…

“Es necesario someter cuanto ha proclamado el Vaticano II al principio de integración de la fe […]. En efecto, el Concilio Vaticano II, que se ha ocupado particularmente de la verdad sobre la Iglesia […]  ha venido después de otros muchos concilios que se han ocupado especialmente de esas verdades de la fe que en el Credo profesamos antes de la verdad sobre la Iglesia” (p. 30). “No es una adición mecánica de los textos del Magisterio […]  se trata de una cohesión orgánica; […]  releemos el magisterio del último Concilio en todo el magisterio precedente de la Iglesia” (p. 31). “El Credo entero es reflejo en la conciencia de la Iglesia y a la vez la conciencia de la Iglesia se extiende a todo el Credo” (p. 32).

 La fe y las actitudes

También la tercera parte tiene su propio esquema. Se trata de las actitudes generadas por la fe. Ya en la primera parte ha dado una visión rica y profunda de la fe, como respuesta a Dios, advirtiendo que la fe cristiana es testimonial (apostólica) y eclesial: se vive “participando” en la vida y misión de la Iglesia. 

Ahora, de una manera natural y profunda, se insiste en la “misión”. La revelación y salvación cristianas proceden de las “misiones” de las Personas divinas, tema clásico y hermoso del tratado de la Trinidad: el Padre se manifiesta, y el Hijo y el Espíritu Santo son enviados como obra de revelación y redención. Esa misión se expresa y prolonga en la misión de la Iglesia y también en la de cada cristiano. Asumir la fe es entrar a participar en esa misión histórica y trinitaria de revelación y salvación.

Para articularlo, y de manera bastante original, escoge los tres munus, oficios o ministerios, de Cristo. El cristiano se inserta en Cristo, por eso, las actitudes que se desarrollan con la fe tienen que ver con su triple munus: el oficio sacerdotal, el oficio profético (testimonial) y el real, que, como explica Wojtyła, es el “fundamento de la moral cristiana”: cómo vivir cristianamente en el mundo.

Esto se completa con tres actitudes más que ya están implicadas en todo lo dicho: una actitud ecuménica, apostólica y de construcción de la Iglesia como comunidad o comunión. El desarrollo ecuménico es particularmente profundo. Y la conclusión sobre la vida de la Iglesia, aunque no lo menciona, no puede olvidar que en Polonia se trata de una cuestión de supervivencia. Sólo puede sobrevivir una Iglesia auténtica y unida. No es una cuestión coyuntural, evidentemente. La Iglesia es así. Pero en momentos difíciles su vida todavía depende más de su autenticidad. No se trata se sobrevivir con trampas o de mala manera.

Todo esto “lo llevará puesto” cuando sea elegido Papa, el 16 de octubre de 1978, tras seis años de Sínodo diocesano de Cracovia asumiendo el espíritu y la letra del Concilio Vaticano II.

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Mundo

Próxima beatificación del cardenal Wyszyński, testigo de la fe y del perdón

La beatificación del cardenal Stefan Wyszyński, primado del milenio de Polonia, prevista para el domingo 7 de junio en Varsovia, se ha aplazado por la pandemia, y está pendiente de nueva fecha. El Papa Francisco autorizó el decreto el 3 de octubre de 2019. 

Ignacy Soler·8 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Las circunstancias del coronavirus han sugerido el aplazamiento de la beatificación del cardenal Stefan Wyszyński, primado del milenio de Polonia, prevista para el 7 de junio, pero lógicamente se sigue hablando de él. Al cardenal Wyszyński se le distingue por haber celebrado con un novenario de años (desde 1957), los mil años del bautismo del príncipe Mieszko I, en el año 966, fundador de la dinastía de los Piastów, que da origen a lo que hoy es Polonia. 

Escribí hace unos meses una pequeña reseña biográfica del cardenal Wyszyński, que fue publicada en esta revista. Allí explicaba un poco el sufrimiento de este prelado que pasó tres años (1953-1956) encerrado en diversos lugares, violentados todos sus derechos, en una amenaza continua de ser condenado a muerte sin ningún tipo de juicio por las autoridades comunistas. De ese tiempo de sufrimiento, surgió su idea de hacer un novenario de años en todo el país, junto a la Virgen de Jasna Góra en Częstochowa, los mil años de la cristianización y fundación de Polonia, para que los gobernantes ateos de entonces tuvieran claro que la identidad propia de esa nación no puede prescindir de las raíces cristianas.

Ahora, con ocasión de su beatificación, quisiera escribir algo en relación con una característica fundamental del nuevo beato y de todo cristiano: saber perdonar. El cardenal Wyszyński perdonó siempre de todo corazón, no guardó ningún tipo de rencor y malquerencia hacia sus enemigos. No es algo que resulte fácil de alcanzar, más bien es casi imposible sin la ayuda de la gracia.

Como hemos señalado, un tiempo especialmente importante en la vida del primado Wyszyński fueron los tres años de cárcel, desde septiembre de 1953 hasta octubre del 1956. Perdonó a los agentes del servicio de la seguridad del Estado que le vigilaban y no le ahorraron todo tipo de humillaciones. Sobre todo perdonó a los dirigentes del Estado totalitario y antidemocrático comunista, que tomaron la decisión de su arresto y encarcelamiento. 

Gomulka, primer secretario comunista

En la vigilia de Navidad de 1953 escribió en su diario Pro memoria: “Nadie ni nada me obliga para que les odie”. Y en el último día de ese año, en su examen de conciencia según la virtud de la caridad, dejó anotado: “Quiero ser claro. Tengo una profunda conciencia de la ofensa que me está haciendo el gobierno. A pesar de ello no quiero tener sentimientos de enemistad en contra de ninguna de esas personas. No sabría hacerles el más mínimo daño. Tengo la sensación de que estoy en la verdad, de que persevero en el amor, de que soy cristiano e hijo de mi Iglesia que me ha enseñado a querer a todos, también a aquellos que se consideran mis enemigos, y a tratarles como hermanos”. Estas palabras escritas y vividas por el nuevo beato manifiestan su heroísmo.

De parte de la autoridad comunista polaca recibió el primado muchas ofensas antes y después de su encarcelamiento. Especialmente del primer secretario del partido comunista polaco, Władysław Gomułka (en los años 1956-1970), que tenía un odio particular hacia el cardenal, le atacaba frecuentemente de manera pública con desprecios y le acusó de traición nacional por firmar el tratado conjunto con los obispos alemanes de reconciliación. Dos veces le negó el pasaporte, lo que hizo que no pudiera viajar a Roma. Destruyó miles de ejemplares de sus libros impresos en Francia y llevados a Polonia. “Le perdono de todo corazón” –escribió Wyszyński en su diario– “y las más grandes ofensas y desprecios de Gomułka los voy a olvidar totalmente”.

El perdón significa la victoria de la sabiduría y del amor cristiano. Es algo que espera Dios de cada uno de nosotros y una de las principales enseñanzas de Jesucristo en la oración que nos enseñó para que repitiésemos continuamente: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

“Cuando buscamos el perdón hemos de estar dispuestos a perdonar primero”, decía, y fue consecuente con sus palabras. En 1966, al acabar el novenario de años de peregrinación y de predicación, sufriendo continuas ofensas y ataques de las autoridades comunistas, dijo solemnemente en Gnieźno: “Sería un mal pastor y no deberíais en justicia escuchar mi voz, si os exigiera amor y perdón para todos vuestros enemigos y yo no actuara de este modo”. Añadía que no había en su corazón lugar para el resentimiento y la enemistad hacia nadie. “¡Eso me enseñó mi Maestro y Señor, Jesucristo! Con la fuerza de esas enseñanzas procuro, queridos hijos, enseñaros a vosotros la caridad hacia todos, una caridad heroica: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian””.

Por los que luchan contra la Iglesia

Perdonó y rezó por los que le perseguían. En su breviario, que utilizaba durante su encarcelamiento, tenía anotadas sus intenciones: “por la Patria y por su presidente”, y también “por los que luchan contra la Iglesia” y tenía escritos los nombres: Bolesław Bierut; Franciszek Mazur, presidente del parlamento; Antoni Vida, jefe del Ministerio de Asuntos Confesionales, y también por “el partido, los agentes de seguridad y los vigilantes de las cárceles”. En marzo de 1956, al enterarse de la muerte de Bierut, primer secretario del partido y la máxima autoridad del gobierno comunista polaco, ofreció la santa Misa por su eterno descanso y manifestó su pesar en señal de luto prescindiendo por un cierto tiempo de los paseos dentro de su encerramiento en Komanczy, donde se encontraba arrestado por orden de ese mismo primer secretario fallecido. 

Lo que desde un punto de vista puramente humano parece absurdo, desde la perspectiva de la fe se puede entender y conseguir gracias a la ayuda divina. Amar a los enemigos, escribía Wyszyński, “ahí está la cumbre del cristianismo y del progreso de la civilización humana. Amar y poder rezar por ellos. ¿Y qué le pido a Dios? Le pido la fuerza de poder amarlos. Es difícil, muy difícil, pero es lo más importante que debemos pedir: el amor para los que nos ofenden”.

También dentro 

Perdonó también dentro de la Iglesia. En primer lugar, a los obispos a los que, después de su arresto, faltó valentía y fidelidad al primado, y por miedo a sufrir las mismas penas, se sometieron a las disposiciones del gobierno comunista. El fuerte Non possumus de Wyszyński no fue apoyado por el episcopado. Al salir del encerramiento, aunque le dolió mucho la falta de lealtad de sus hermanos en el episcopado, supo comprender las circunstancias, perdonar y olvidar. 

Tampoco tuvo rencor, sino agradecimiento, hacia el sacerdote y la religiosa, los dos colaboradores del sistema, que durante los tres años de aislamiento fueron sus continuos y únicos acompañantes. El primado, que no era en absoluto ingenuo, sabía probablemente que eran colaboradores y espías, como se demostró más tarde, pero nunca se quejó ni tuvo palabras que demostrasen falta de confianza en ellos o acusación de colaboracionismo. Un sacerdote de la curia admitió ser colaborador de los servicios secretos del Estado. Por la valentía de reconocerlo y de querer cambiar, Wyszyński no solamente le mantuvo en la curia sino que le nombró director de la secretaría general.  En uno de sus textos, escribió: “¡Qué gran cosa es olvidar y perdonar! Nos libera interiormente, y hace que el hombre sea en verdad grande, y al mismo tiempo cercano como un hermano. ¡Ahí está el verdadero amor, ahí está la verdadera amistad! El perdón nos devuelve la libertad, es la llave que todos tenemos cuando nos encontramos encerrados en el interior de nuestra propia cárcel”.

El autorIgnacy Soler

Cracovia

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Familia

Reciprocidad entre fe y matrimonio

Rafael Díaz Dorronsoro·8 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 6 minutos

Tras la presentación general del Documento realizada por el profesor Pellitero, nos detenemos en el punto cuarto que trata de la reciprocidad entre fe y sacramento del matrimonio. Esta particular atención se debe a la gran incidencia que la comprensión de tal reciprocidad está teniendo actualmente en el ámbito pastoral y canónico.

La teología tiene la tarea de orientar la actividad de los pastores y de los tribunales eclesiásticos esclareciendo precisamente la relación entre fe y sacramento del matrimonio. La reflexión teológica no ha alcanzado todavía una comprensión uniforme de la cuestión, y la Comisión se toma la tarea de contribuir al debate, afrontando el problema de la celebración de los bautizados no creyentes, a quienes define como “aquellas personas en las que no se da un atisbo de presencia de la índole dialogal de la fe, propia de la respuesta personal del creyente a la interlocución sacramental del Dios trinitario” (n. 144).

La Comisión fija la atención sobre dos principios doctrinales que conforman la praxis canónica actual. Según su parecer, si se aplicaran sin discriminación alguna a ese supuesto de los bautizados no creyentes, se caería en un “automatismo sacramental” (cfr. n. 132). De esos dos principios, el primero es que no se requiere la intención de celebrar un sacramento para que se celebre válidamente el sacramento del matrimonio, sino solamente la intención de contraer un matrimonio natural (cfr. n. 132). El segundo principio —consagrado en el canon 1055 § 2 del Código de derecho canónico— es que todo contrato matrimonial válido entre bautizados es por eso mismo sacramento, es decir, que no cabe que dos bautizados contraigan un verdadero matrimonio que no sea sacramento (cfr. n. 143).

Precisamente este segundo principio -comúnmente denominado con la expresión “inseparabilidad entre contrato y sacramento”- es objeto del actual debate teológico. Con el fin de contextualizar la propuesta de la Comisión presentamos brevemente las dos posturas teológicas más comunes. En primer lugar, los defensores del principio de inseparabilidad, que lo justifican señalando el bautismo como razón de la sacramentalidad: un matrimonio es sacramento porque los esposos están bautizados. En segundo lugar, quienes rechazan el principio de inseparabilidad al sostener que dos bautizados no creyentes pueden contraer verdadero matrimonio, pero no sería sacramental. Lo justifican indicando que la fe es elemento constitutivo de la sacramentalidad del matrimonio.

El Documento, tras presentar las intervenciones más relevantes del magisterio actual y de otras instancias oficiales, concluye con una propuesta teológica que se presenta como congruente con la reciprocidad entre fe y sacramentos sin renegar de la teología matrimonial vigente (cfr. n. 134). La propuesta se articula como sigue.

La Comisión asienta como punto firme que la fe de los esposos es necesaria para la celebración válida del sacramento del matrimonio. Respecto del bautismo, indica explícitamente que otorgarle la razón única de la sacramentalidad del matrimonio sería caer en el error de un automatismo sacramental absoluto (cfr. nn. 41-e y 78-e). ¿Acepta entonces que dos bautizados no creyentes puedan celebrar un verdadero matrimonio sin que sea sacramento por la falta de fe? La respuesta es negativa. El Documento afirma que “dado el estado actual de la doctrina católica, parece oportuno adherirse a la opinión más común hoy en día respecto a la inseparabilidad entre contrato y sacramento” (n. 166-e).

El Documento busca armonizar las tesis de la necesidad de la fe para la celebración válida del sacramento del matrimonio y la inseparabilidad entre contrato y sacramento a partir de la relación existente entre fe e intención de casarse según la realidad natural del matrimonio. La Comisión inicia señalando que la idea del matrimonio de un cristiano está fuertemente influenciada por la fe y por la cultura en la que vive; y que la sociedad contemporánea, fuertemente secularizada, presenta un modelo de matrimonio en fuerte contraste con las enseñanzas de la Iglesia sobre la realidad del matrimonio natural. La conclusión es que hoy no se puede garantizar que los bautizados no creyentes, debido a su falta de fe, tengan la intención de celebrar un matrimonio natural, aunque ésta tampoco se puede excluir de raíz (cfr. n. 179). La consecuencia práctica es que -en armonía con la praxis actual- los bautizados no creyentes no deben ser admitidos a la celebración del sacramento del matrimonio si, por su falta de fe, aparecen serias dudas de una intención que incluya los bienes del matrimonio natural, tal y como los entiende la Iglesia (cfr. n. 181).

Para la Comisión, estos hechos muestran que no se puede admitir el automatismo sacramental absoluto ya que la fe de los esposos configura la intención de querer hacer lo que la Iglesia hace. Por otro lado, los bautizados no creyentes no tienen la opción de casarse y que su matrimonio no sea sacramental, pues solamente no son admitidos a la celebración del sacramento del matrimonio si no quieren casarse conforme a la realidad natural del matrimonio. Los bautizados no creyentes, o se casan y el matrimonio es sacramento, o no se casan.

Esto sentado, y aceptando que el consentimiento válido supone la fe, a mi juicio el razonamiento de la Comisión para mostrar que la fe es constitutiva del sacramento del matrimonio no termina de convencer. 

En primer lugar, porque sólo se ha mostrado que la fe, como la cultura, influye en la formación del ideal que el cristiano tiene del matrimonio. El paso de esta premisa a concluir que la fe sea necesaria para casarse no parece que haya sido demostrado. 

En segundo lugar, por la razón que da de la necesidad de la fe para la celebración de los sacramentos en el capítulo segundo. En este capítulo, se reconoce que con la validez de la celebración “se transmite lo que la terminología técnica ha llamado res et sacramentum, un efecto distinto al de la gracia (por ejemplo, el carácter en el bautismo). Pero advierte que “una práctica eclesial que solamente atienda a la validez daña el organismo sacramental de la Iglesia, pues lo reduce a uno de sus aspectos esenciales”, al no tener en cuenta que “los sacramentos apuntan y obtienen su sentido pleno en la transmisión de la res, de la gracia propia del sacramento” (cfr. n. 66). La Comisión da a continuación un paso más: puesto que los sacramentos se ordenan a la salvación -a donar la gracia santificante- que se alcanza por la fe, “la lógica sacramental incluye, como constitutivo esencial, la respuesta libre, la acogida del don de Dios, en una palabra: la fe” (n. 67).

A este último paso parece faltarle algo. Si la celebración de un sacramento puede ser válida pero no fructuosa, y nunca fructuosa pero no válida, se sacan las siguientes conclusiones: a) que las condiciones necesarias para la validez son también necesarias para la fructuosidad; b) que las condiciones necesarias para la fructuosidad no siempre son necesarias para la validez. 

Por tanto, evidenciar la necesidad de la fe para la fructuosidad, tal y como lo hace la Comisión, no justifica de por sí que sea necesaria para la validez. Y precisamente, como recuerda san Juan Pablo II, “el efecto primario e inmediato del matrimonio (res et sacramentum) no es la gracia sobrenatural misma, sino el vínculo conyugal cristiano, una comunión en dos típicamente cristiana, porque representa el misterio de la Encarnación de Cristo y su misterio de Alianza” (Ex. Ap. Familiaris consortio, n. 13).

Además, sostener que la fe es constitutiva del sacramento del matrimonio abre las puertas a la siguiente paradoja. Recordemos que el matrimonio, formalmente, es la unión, y ésta ha sido elevada a sacramento. El sacramento del matrimonio no se reduce al momento celebrativo, sino que es un sacramento permanente. Si fundamentamos la sacramentalidad del matrimonio en la fe de los esposos, estaríamos entonces ante un sacramento intermitente y no permanente: si dos esposos cristianos abandonan su fe, convirtiéndose a otra religión, y terminan por rechazar las enseñanzas de la Iglesia sobre la realidad natural del matrimonio, en ese momento a su matrimonio le faltaría la base que sustenta la sacramentalidad, y no se distinguiría del matrimonio celebrado por paganos.

Un posible camino adecuado para afrontar este tema es partir del matrimonio como realidad permanente, y comprender su valor salvífico a lo largo de la historia de la salvación. Por este camino se alcanzan las siguientes ideas que iluminan la relación entre fe y sacramento del matrimonio:

a) que en la única historia de la salvación, así como Adán es tipo o figura de Cristo, la unión entre Adán y Eva es tipo o figura de la unión entre Cristo y la Iglesia; y así como todo hombre tiene una relación personal con Cristo —sea consciente o no—, porque Dios lo llama a la existencia y a la salvación en Cristo, todo matrimonio tiene relación con la unión entre Cristo y la Iglesia, porque tiene su origen en Dios para realizar en la humanidad su designio de amor creador y redentor; 

b) que el matrimonio -como los tipos de institución directa en el Antiguo Testamento- ha sido instituido por Dios como “sacramento” de la Antigua Ley, que dona la gracia no por virtud propia, sino por la fe implícita en el misterio de la encarnación de Cristo figurado por el matrimonio;

c) y que este valor salvífico permanece en el matrimonio entre los paganos tras la encarnación del Hijo de Dios, y entre los bautizados alcanza la dignidad de sacramento de la Nueva ley, por ser elevado a sacramento el mismo matrimonio de la creación.

El autorRafael Díaz Dorronsoro

Profesor de Teología Sacramentaria, Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma)

Familia

Relación entre fe y sacramentos. ¿Qué fe se necesita para casarse?

Dos expertos explican la relación entre fe y sacramentos y, más en particular, qué fe necesita un bautizado para casarse. Ofrecemos así un análisis del reciente documento de la Comisión Teológica Internacional sobre La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental.

Ramiro Pellitero·8 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

El núcleo de la argumentación seguida por el Documento de la Comisión Teológica Internacional (CTI), publicado en marzo, sobre La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental, es el doble carácter, sacramental y dialogal o dialógico, de la revelación cristiana. Este doble carácter pertenece también al modo en que Dios ha querido que accedamos a la salvación, es decir, a lo que llamamos la “economía” de la salvación.

Revelación: sacramental y dialogal 

Esto se desarrolla en el capítulo segundo del Documento, titulado: Índole dialogal de la economía sacramental de la salvación. De un modo que para muchos lectores resultará novedoso, se muestra el carácter de “diálogo” que tienen los sacramentos y, más en general, la vida cristiana: diálogo entre Dios y las personas, y viceversa. Diálogo que conduce a un diálogo de amistad y fraternidad entre los hombres. 

Antes de esto se evoca el tema, más conocido, de la sacramentalidad de la revelación. Es una perspectiva que viene de los Padres de la Iglesia y que, junto con la perspectiva dialogal, más personalista, se viene redescubriendo desde el Concilio Vaticano II. La noción de “sacramento” (=signo e instrumento de salvación) se utiliza en un sentido más amplio que el de los siete sacramentos, de modo que se puede aplicar a todo lo cristiano. 

Ya la misma creación y la historia de la salvación participan de este carácter “sacramental”, pues el Creador ha dejado en el mundo la huella de su amor y su sabiduría. Particularmente en la persona humana, imagen y semejanza de Dios (cfr. Gn 1, 26), creada según el “proyecto” de Cristo. El hombre está llamado, en Cristo, a la comunión y al diálogo con Dios y a darle gloria. Un proyecto y una llamada que se van desvelando a lo largo de la historia de la salvación: en la Alianza con el Pueblo de Israel, a la vez que se establecen muchos de los signos que inspirarán la liturgia cristiana. 

La encarnación del Hijo de Dios se constituye como centro, culmen y clave de la economía sacramental. Jesucristo es considerado por los Padres de la Iglesia como “sacramento” primordial u originario, signo e instrumento de su Amor por nosotros. “Jesucristo” –afirma el texto– “concentra el fundamento y la fuente de toda la sacramentalidad”. Esa “economía” de la sacramentalidad se despliega, a través de la Iglesia –llamada por el Concilio “sacramento universal de salvación” en Cristo–, sobre todo en los siete sacramentos particulares, que, a su vez, generan continuamente la Iglesia (cfr. n. 31).

Es así como Dios nos ofrece, a la vez, su diálogo de salvación en Cristo, Palabra eterna de Dios hecha carne por la acción del Espíritu Santo, que sigue actuando en y por la Iglesia, gracias al mismo Espíritu. 

 Todo ello requiere nuestra cooperación y respuesta libre mediante la fe personal. Sin la fe, los sacramentos serían como un automatismo o mecanicismo o una acción de tipo mágico, ajeno al carácter dialogal de la “economía divina”. Sin los sacramentos, la fe no bastaría para salvarnos, según la estructura misma de la economía divina. En palabras de Joseph Ratzinger, “la pérdida de los sacramentos equivale a la pérdida de la encarnación y viceversa”.

En definitiva –cabría resumir–, por la fe y los sacramentos los cristianos están llamados a ser “sacramentos vivos” y también “palabras vivas” de Cristo, signos e instrumentos al servicio del diálogo salvífico entre Dios y los hombres.

Conexión inseparable

En definitiva: “En la concepción cristiana no cabe pensar una fe sin expresión sacramental (frente a la privatización subjetivista), ni una práctica sacramental en ausencia de fe eclesial (contra el ritualismo)” (n. 51). 

El Documento señala, a modo de síntesis, algunos elementos concretos de esta relación entre fe y sacramentos: 1) además de ser signos e instrumentos de la gracia de Dios, los sacramentos poseen (también) un fin pedagógico porque nos enseñan cómo obra Jesús; 2) los sacramentos suponen la fe como acceso a los sacramentos (para que no se queden en un rito vacío o se interpreten como algo “mágico”) y como condición para que produzcan personalmente los dones que objetivamente contienen; 3) los sacramentos manifiestan la fe del sujeto (dimensión personal) y de la Iglesia (dimensión eclesial), como fe vivida y coherente, por lo que no cabe una celebración de los sacramentos ajena a la Iglesia; 4) los sacramentos alimentan la fe en cuanto que comunican la gracia y significan eficazmente el misterio de la salvación (cfr. n. 57).

De esta manera, “a través de la fe y los sacramentos de la fe –por la acción del Espíritu Santo– entramos en diálogo, en contacto vital con el Redentor, que está sentado a la diestra del Padre” (ibíd.). A esto se añade que la celebración sacramental nos pone en relación con la historia de la salvación. Y que implica, por nuestra parte, además del recurso asiduo a los sacramentos, un compromiso de fidelidad y de amor hacia Dios y de servicio a los demás, especialmente a los más necesitados (cfr. n. 59).

Consecuencias en la catequesis y la vida

La reciprocidad entre la fe y los sacramentos debe enseñarse en la catequesis a partir del “misterio pascual” de la muerte y resurrección del Señor. Por eso la catequesis debe ser “mistagógica” (introductora a los misterios de la fe). Debe preparar para la confesión de la fe (explicando sus contenidos), confesión que originariamente tiene forma de diálogo. Y debe preparar para participar fructuosamente en los sacramentos. 

Sin una formación adecuada, no se pueden vivir ni comprender bien los sacramentos. Por su carácter “dialogal”, en los sacramentos, a través de sencillos símbolos (el agua, el aceite, la luz y el fuego, etc.), Dios nos ofrece sus palabras de amor –¡en último término su Palabra misma hecha carne: Cristo!–, eficaces para darnos su gracia salvadora. Y espera nuestra respuesta amorosa con la coherencia de nuestra vida (cfr. n. 67).

Cuando se celebran del modo adecuado, los sacramentos siempre producen lo que significan (validez). Para que tengan todo su fruto, se requiere, además, la fe en el que los recibe –teniendo en cuenta que “no se exige la misma fe para todos los sacramentos ni en las mismas circunstancias de la vida” (n. 45)–, junto con la intención positiva de recibir lo que ahí se significa.

Por medio de los sacramentos, recibidos fructuosamente, el cristiano participa del sacerdocio mismo de Cristo (en una doble modalidad: “sacerdocio común de los fieles” y “sacerdocio ministerial”). Así se entiende otra afirmación central del Documento: que la persona está llamada a conducir a la creación, mediante un “sacerdocio cósmico”, hacia su verdadera finalidad: la manifestación de la gloria de Dios (cfr. n. 27). 

En otros términos: por medio de las personas, todo lo creado puede y debe ser un “libro” (libro de la naturaleza) y un “camino” (de amistad y de amor) para que Dios sea conocido y amado. Al mismo tiempo, los hombres y las mujeres, unidos en la vida divina, pueden ser, en la vida terrena y después de ella, felices. Los sacramentos, en efecto, permiten vivir esa “ecología integral” que reclama nuestra fe.

Esto comienza en los sacramentos de iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía). Ante nuestras deficiencias, heridas y pecados, la Iglesia nos administra los sacramentos de curación (Penitencia o confesión de los pecados y Unción de los enfermos).

La vida cristiana, que es vida sacramental, se desarrolla y crece en el contexto de la comunidad eclesial. Y al servicio de la comunión y de la comunidad eclesial se sitúan los sacramentos del Orden y del matrimonio. Así la Iglesia es familia y las familias cristianas pueden ser “Iglesias domésticas” (pequeñas Iglesias o Iglesias del hogar), donde se aprende la vida cristiana para el bien de la Iglesia y del mundo.

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Actualidad

El Papa invita a las familias a rezar el Rosario en casa

Redescubrir la belleza de rezar el Rosario a María, nuestra Madre, en casa. Es la invitación que dirige el Papa a los fieles, en una Carta en la que pide a María: “haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad”.

Francisco Otamendi·4 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 4 minutos

En mayo “es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia”, escribe el Santo Padre. Las restricciones de la pandemia nos han obligado a valorar esta dimensión doméstica también desde un punto de vista espiritual, dice el Papa. De ahí la propuesta de redescubrir “la belleza” de rezar el Rosario en casa.

“Ustedes pueden elegir, según la situación, rezarlo juntos o de manera personal, apreciando lo bueno de ambas posibilidades. Pero, en cualquier caso, hay un secreto para hacerlo: la sencillez; y es fácil encontrar, incluso en internet, buenos esquemas de oración para seguir”.

   En la breve Carta, el Papa adjunta también dos textos de oraciones, que invita a recitar al final del Rosario, y asegura que él mismo las rezará durante el mes de mayo, “unido espiritualmente” a los fieles.  

   La primera oración es la que dirigió a Nuestra Señora del Divino Amor al comienzo de la crisis, el 11 de marzo pasado, en un video mensaje que precedió a la celebración de la Misa. La segunda oración es una invocación que evoca la Salve Regina, en particular en la frase “vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus”, para detenerse luego en grupos de personas que han estado sufriendo y luchando de diversas maneras contra el Covid-19.

   El Santo Padre asegura que “contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba”. Y concluye: “Rezaré por ustedes, especialmente por los que más sufren, y ustedes, por favor, recen por mí. Les agradezco y los bendigo de corazón”.

Textos de las oraciones

Oración a María (1) :

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
   A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.

   Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.

   Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
   Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.

  Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

Oración a María (2) :

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

   Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

   Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

   Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

   Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

   Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

   Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

   Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

   Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.   Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

El autorFrancisco Otamendi

Argumentos

La encíclica Ut unum sint en sus 25 años

La encíclica Ut unum sint fue la primera sobre el ecumenismo en la historia de la Iglesia. Este mes de mayo celebramos su 25 aniversario. En ella, Juan Pablo II señalaba la centralidad de la tarea ecuménica con estas palabras: “El movimiento a favor de la unidad de los cristianos, no es un mero ‘apéndice’ que se añade a la actividad tradicional de la Iglesia. Al contrario, pertenece orgánicamente a su vida y a su acción” (UUS 20). 

Pablo Blanco Sarto·4 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 10 minutos

En la presente sociedad multicultural e interreligiosa, constituye una de las prioridades de todo cristiano el recuperar la unidad perdida en la Iglesia de Cristo, teniendo en cuenta que esta “subsiste en” la Iglesia católica (cfr. LG 8). “No se debe olvidar” –recordaba Juan Pablo II– “que el Señor pidió al Padre la unidad de sus discípulos, para que ésta fuera testimonio de su misión” (Ut Unum Sint 23). La división contradice la voluntad de Cristo y constituye una seria dificultad para la evangelización del “mundo entero” (Mc 16, 15). En concreto, “la falta de unidad entre los cristianos es ciertamente una herida para la Iglesia, no en el sentido de quedar privada de su unidad, sino en cuanto obstáculo para la realización plena de su universalidad en la historia” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Dominus Iesus, 6-8-2000, n. 17).

Principios

Como su antecesor san Juan Pablo II, Benedicto XVI quiso también recordar la importancia de esta dimensión esencial de la vida de la Iglesia: “Renuevo […] mi firme voluntad, manifestada al principio de mi pontificado, de asumir como compromiso prioritario el trabajar, sin ahorrar energías, en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo” (Discurso a la Comisión preparatoria de la III Asamblea Ecuménica Europea, 26-1-2006). La misión de la Iglesia es edificar la unidad de fe y de comunión entre todos los hombres y mujeres que forman parte de ella. El Papa Francisco no ha hecho más que intensificar el paso en esta misma dirección.

Ut unum sint

En estas líneas, recorreremos el texto de la encíclica de Juan Pablo II Ut unum sint (1995), para ver la perfecta continuidad con el decreto conciliar Unitatis redintegratio (1964). Seguimos pues los títulos de los diferentes capítulos de éste. 

Como se sabe, el Concilio no quiso hablar de un “ecumenismo católico”, sino de unos “principios católicos del ecumenismo”. “Al indicar los principios católicos del ecumenismo” –escribía Juan Pablo II–, “el decreto Unitatis redintegratio enlaza ante todo con la enseñanza sobre la Iglesia de la Constitución Lumen gentium, en el capítulo que trata sobre el pueblo de Dios. Al mismo tiempo, tiene presente lo que se afirma en la declaración conciliar Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa” (UUS 8). Establecidas estas premisas eclesiológicas y antropológicas, procede a recordar los principales principios católicos.

Juan Pablo II con el Patriarca de Constantinopla Bartolomé, en 1995.

Como premisa estaba la “unidad y unicidad de la Iglesia de Cristo”, junto con el origen sobrenatural de la Iglesia. El fundador y el fundamento son divinos, por lo que la Iglesia no es una mera agrupación humana con una dimensión meramente horizontal. Los vínculos que unen a unos cristianos con otros son también sobrenaturales.

“En efecto” –dice en el número 9–, “la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica”. Y en el número 10: “Los fieles son uno porque, en el Espíritu, están en la comunión del Hijo y, en El, en su comunión con el Padre: ‘Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo’ (1 Jn 1, 3)” (UUS 9).

La práctica del ecumenismo

El capítulo segundo de la Unitatis redintegratio versa sobre la dimensión práctica del ecumenismo. Allí habla de un ecumenismo “institucional” (n. 6), un ecumenismo “espiritual” (nn. 7-8) y un ecumenismo “teológico” (nn. 9-11), de los que surge una “colaboración ecuménica” (n. 12). Son los llamados ecumenismos “de la cabeza, del corazón y de las manos”, complementarios entre sí e igualmente necesarios. 

Como condición previa, ha de darse una renovación de la Iglesia en cuanto institución también terrena y humana. Pero no se trata sin más de una purificación de la memoria colectiva, sino de una reforma interior de cada cristiano: de una verdadera conversión personal, seguía diciendo Juan Pablo II. “El Espíritu los invita a un serio examen de conciencia, continúa más adelante. La Iglesia católica debe entrar en lo que se podría llamar ‘diálogo de conversión’, en donde tiene su fundamento interior el diálogo ecuménico. En ese diálogo, que se realiza ante Dios, cada uno debe reconocer las propias faltas, confesar sus culpas, y ponerse de nuevo en las manos de Aquel que es el Intercesor ante el Padre, Jesucristo” (UUS 82). 

Concilio Vaticano II y conversión

La centralidad de la conversión auspiciada por el Vaticano II es recordada de modo insistente en la primera encíclica sobre el ecumenismo en la historia de la Iglesia. “Esto se refiere, de modo particular, al proceso iniciado por el Concilio Vaticano II, incluyendo en la renovación la tarea ecuménica de unir a los cristianos divididos entre sí. ‘No hay verdadero ecumenismo sin conversión interior’ (UUS 15), concluye citando el n. 7 de la UR. De allí surgirá una reconciliación institucional, no al revés. “El ‘diálogo de conversión’ de cada comunidad con el Padre, sin indulgencias consigo misma, es el fundamento de unas relaciones fraternas diversas de un mero entendimiento cordial o de una convivencia sólo exterior” (UUS 82). La reconciliación con Dios puede llevar a la reconciliación con los demás. El Concilio llama así tanto a la conversión personal como comunitaria.

“Cada uno debe pues convertirse más radicalmente al Evangelio y, sin perder nunca de vista el designio de Dios, debe cambiar su mirada” (UUS 15). Por aquí empezará la conversión de cada comunidad, tal como se expresaba UR 6. La “conversión del corazón” constituye pues una premisa en toda acción ecuménica.

Así, junto a una valoración necesariamente positiva del movimiento ecuménico entendido según estos principios católicos, Juan Pablo II invitaba a todos los cristianos a una “necesaria purificación de la memoria histórica” y a “reconsiderar juntos su doloroso pasado” para “reconocer juntos, con sincera y total objetividad, los errores cometidos y los factores contingentes que intervinieron en el origen de sus lamentables separaciones” (UUS 2). Sin embargo, los cristianos que nacen en estos momentos en esas Iglesias y comunidades –como subrayó el decreto Unitatis redintegratio (n. 3)– no tienen culpa de la separación pasada y son amados por la Iglesia y reconocidos como hermanos.

Orígenes

Sí que pudo haberla en sus orígenes, por tanto, y esto requerirá un necesario proceso de purificación. Con esto hemos entrado de lleno en el “ecumenismo espiritual”, el llamado “ecumenismo de la oración” o “del corazón”.

En el n. 8 de la UR se habla de “la oración en común”. Juan Pablo II no se olvida del “alma del ecumenismo”, como afirma el decreto conciliar (UR 8). En el n. 21 habla de la “primacía de la oración”, citando así de nuevo el n. 8 de UR; tras esto, añade: “Se avanza en el camino que lleva a la conversión de los corazones según el amor que se tenga a Dios y, al mismo tiempo, a los hermanos: a todos los hermanos, incluso a los que no están en plena comunión con nosotros. […] El amor es la corriente profundísima que da vida e infunde vigor al proceso hacia la unidad. Este amor halla su expresión más plena en la oración común”.

La oración con otros cristianos puede llevar a crecer en comunión en toda la Iglesia. Pero también la oración lleva a ver las cosas de un modo distinto. “La comunión en la oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo”, concluye dos números después. Tras referirse al Octavario por la unidad de los cristianos, aludía también san Juan Pablo II por ejemplo a distintos encuentros de oración con el arzobispo de Canterbury, con obispos luteranos y en la sede del Consejo ecuménico de las Iglesias, en Ginebra.

Con el Patriarca ecuménico de Constantinopla, se refiere sin embargo a “mi participación en la liturgia eucarística”, lo cual denota un tono distinto en el modo de oración. Siguen por tanto vigentes los principios sobre la communicatio in sacris, expuestos en UR 8 y 15, y recordados explícitamente en UUS 46. “Ciertamente, a causa de las divergencias relativas a la fe, no es posible todavía concelebrar la misma liturgia eucarística. Y sin embargo, tenemos el ardiente deseo de celebrar juntos la única Eucaristía del Señor, y este deseo es ya una alabanza común, una misma imploración” (UUS 45).

Santidad individual y comunitaria

Como señala en fin la UR en su epígrafe sobre la “santidad individual y comunitaria” (n. 4, § 6), Juan Pablo II recordaba también la necesidad de la santidad de las personas, comunidades e instituciones como secreto del movimiento ecuménico. En primer lugar, está el llamado “ecumenismo de los mártires”, “más numerosos de lo que se piensa”.

Estas situaciones han sido siempre fecundas en frutos ecuménicos. “Si se puede morir por la fe, esto demuestra que se puede alcanzar la meta cuando se trata de otras formas de aquella misma exigencia. Ya he constatado, y con alegría, cómo la comunión, imperfecta pero real, se mantiene y crece en muchos niveles de la vida eclesial” (UUS 84). Pero será sobre todo el testimonio de la santidad lo que mueve a esa unidad querida por Cristo y obrada por su Espíritu. “En la irradiación que emana del ‘patrimonio de los santos’ pertenecientes a todas las Comunidades, el ‘diálogo de conversión’ hacia la unidad plena y visible aparece entonces bajo una luz de esperanza” (ibíd.). Los santos son también los mejores ecumenistas, quienes buscan siempre la unidad en la única Iglesia de Jesucristo.

Colaboración

Por último y como consecuencia de todo lo anterior (conversión y oración), surgirá la necesaria “colaboración práctica”, que ya auguraba la UR 12. Es lo que llamábamos “ecumenismo de las manos”. Tras la conversión y la contemplación, viene la acción. “Además, la cooperación ecuménica es una verdadera escuela de ecumenismo, es un camino dinámico hacia la unidad. […] A los ojos del mundo la cooperación entre los cristianos asume las dimensiones del común testimonio cristiano y llega a ser instrumento de evangelización en beneficio de unos y otros” (UUS 40). 

El testimonio cristiano común, ofrecido por medio de la solidaridad y la cooperación, puede ser un privilegiado agente evangelizador. Eso sí, hace falta que estas iniciativas en común estén uniformadas por el verdadero espíritu cristiano. “Una cooperación así fundada sobre la fe común, no sólo es rica por la comunión fraterna, sino que es una epifanía del mismo Cristo” (ibíd.).

El diálogo teológico

En cuanto al “ecumenismo teológico” o “de la cabeza”, Juan Pablo II recordaba la “importancia fundamental de la doctrina”. Hemos de ver qué nos une y qué nos separa en nuestra fe, buscando así juntos la plenitud de la verdad revelada. 

“No se trata en este contexto de modificar el depósito de la fe, de cambiar el significado de los dogmas, de suprimir en ellos palabras esenciales, de adaptar la verdad a los gustos de una época, de quitar ciertos artículos del Credo con el falso pretexto de que ya no son comprensibles hoy. La unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el Cuerpo de Cristo que es ‘camino, verdad y vida’ (Jn 14, 6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?” (UUS 18).

La verdad, junto con el amor, constituyen las claves del éxito en el diálogo ecuménico. “Sin embargo” –añade un número después–, “la doctrina debe ser presentada de un modo que sea comprensible para aquellos a quienes Dios la destina”. La presentación de la doctrina cristiana en su integridad ha de ser clara, pero no por eso polémica. A su vez, ha de ser también asequible a los cristianos que tengan unos ciertos presupuestos doctrinales, sin traicionar por esto la integridad de la doctrina. Así nacerá el necesario diálogo. “Si la oración es el ‘alma’ de la renovación ecuménica y de la aspiración a la unidad; sobre ella se fundamenta y en ella encuentra su fuerza todo lo que el Concilio define como ‘diálogo’” (UUS 28). Este diálogo girará en torno a los conceptos de verdad y amor, que se presentarán inseparables en todo diálogo ecuménico (cfr. UUS 29).

Principios eclesiológicos

En concreto, la encíclica de Juan Pablo II recuerda los principios eclesiológicos sobre “Iglesias y Comunidades eclesiales” expuestos en el capítulo tercero de la UR. En primer lugar se habla del diálogo con otras Iglesias y Comunidades eclesiales en Occidente (cfr. nn. 64-70). Tras aludir a las convergencias y las divergencias con ellas (cfr. UR 9), establece un diagnóstico realista de la situación: “El Concilio Vaticano II no pretende hacer la ‘descripción’ del cristianismo posterior a la Reforma, ya que ‘estas Iglesias y Comunidades eclesiales difieren mucho, no sólo de nosotros, sino también entre sí’, y esto ‘por la diversidad de su origen, doctrina y vida espiritual’. Además, el mismo Decreto observa cómo el movimiento ecuménico y el deseo de paz con la Iglesia católica no ha penetrado aún en todas partes” (UUS 66; cfr. UR 19). El diálogo ecuménico se presenta así con sus matices y complejidad.

Así, tras referirse al tesoro común del Bautismo y del amor a la Escritura –si bien con una comprensión distinta en la relación de esta con la Iglesia– (cfr. UR 21-22, UUS 66), Juan Pablo II recuerda también que “han surgido divergencias doctrinales e históricas del tiempo de la Reforma a propósito de la Iglesia, de los sacramentos y del ministerio ordenado” (UUS 67). Recuerda así la doctrina del defectus ordinis expuesta en UR 22, por la que estas Comunidades eclesiales carecerían de la sucesión apostólica, del verdadero ministerio y, por tanto, de la mayoría de los sacramentos. 

El bautismo común

Queda sin embargo en común el Bautismo y la palabra de Dios, por lo que se podría decir que la unidad está incoada, pero no ha llegado a la plenitud. “En esta amplia materia” –concluye– “hay un gran espacio de diálogo sobre los principios morales del Evangelio y sus aplicaciones” (USS 68). Quedan además por resolver unos cuantos problemas teológicos: el Bautismo (en aquellas comunidades que lo hayan perdido también), la Eucaristía, el ministerio ordenado, la sacramentalidad y la autoridad de la Iglesia, la sucesión apostólica. En fin, termina apelando una vez más al “ecumenismo espiritual” y a la necesidad de la oración como fundamento de cualquier ecumenismo posible.

Cismas pasados

De la misma manera UUS recuerda que las comunidades surgidas a partir de las primeras disputas cristológicas y del Cisma de Oriente (las llamadas antiguas Iglesias orientales), al conservar la sucesión apostólica, deben ser consideradas como verdaderas Iglesias particulares. Tras mencionar distintos acuerdos ecuménicos alcanzados en los últimos años (Patriarcado copto ortodoxo, Patriarcado de la Iglesia de Antioquía, Patriarcado asirio de Oriente, Patriarcado ecuménico de Constantinopla: cfr. UUS 50-54, 62), alude a la necesidad de mantener el principio del primado petrino como ministerio para la unidad y el amor.

“La Iglesia católica, tanto en su praxis como en sus documentos oficiales, sostiene que la comunión de las Iglesias particulares con la Iglesia de Roma, y de sus Obispos con el Obispo de Roma, es un requisito esencial –en el designio de Dios– para la comunión plena y visible” (UUS 97). De esta plena comunión se desprende también la plena eficacia en el cumplimiento de la misión encomendada por Cristo a su Iglesia (cfr. UUS 98).

Los dos pulmones

A la vez que clamaba para que Europa y el mundo entero respiraran con los “dos pulmones” de Oriente y Occidente (cfr. UUS 54), Juan Pablo II insistía en la importancia del “ministerio de unidad” del Obispo de Roma (cfr. LG 23).

Tras constatar que este podría ser en algún caso “una dificultad para la mayoría de los demás cristianos” (UUS 88), propone un estudio detenido de la función del sucesor de Pedro en la comunión de la Iglesia, en los niveles escriturístico y teológico (cfr. UUS 90-96); y la encíclica sobre el ecumenismo trae a la memoria que “todas las Iglesias están en comunión plena y visible porque todos los pastores están en comunión con Pedro, y así en la unidad de Cristo. El obispo de Roma, con el poder y la autoridad sin los cuales esta función sería ilusoria, debe asegurar la comunión de todas las Iglesias” (UUS 94). Ubi Petrus, ibi plena Ecclesia. El ministerio petrino se constituye de este modo en garantía de plena comunión en la Iglesia de Cristo.

Conclusión

En lo que se refiere a la relación con los demás cristianos, cabe considerar otra tarea, que es –con palabras de Unitatis redintegratio“el trabajo de preparación y de reconciliación de las personas singulares que desean la plena comunión católica” (UR 4), es decir, la atención a aquellos cristianos de otras confesiones que desean ser católicos. 

Es necesario distinguir, como hace el decreto conciliar, la actividad ecuménica y la atención a estas situaciones particulares. La primera –el ecumenismo– se orienta a la unión plena y visible de las Iglesias y comunidades eclesiales como tales. En segundo lugar, hay también personas concretas que, en conciencia, se plantean libremente la posibilidad de hacerse católicas. Las dos tareas se fundamentan en el deseo de colaborar con el designio de Dios y, lejos de oponerse, están íntimamente compenetradas (cfr. ibid.). De esta forma, el ecumenismo seguiría siendo perfectamente compatible con la incorporación plena de otros cristianos a la Iglesia católica (cfr. UR 22, UUS 66).

España

Entregar la vida por los demás

Junto a acciones más institucionales de la Iglesia, como miles de voluntarios de las Cáritas parroquiales, capellanes o religiosas que se entregan en la atención de enfermos y vulnerables, miles de médicos y enfermeras, camioneros o madres de familia, dan también la vida sirviendo.

Omnes·4 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 7 minutos

Son historias fuertes, valientes, de valores, de virtudes. Gente que está dando lo mejor de sí, hasta la vida, en estas semanas. Son mujeres y hombres que, por cumplimiento del deber, de su vocación profesional, ofrecen un valioso ejemplo a todo el país. La sociedad española reconoce mayoritariamente este esfuerzo a los profesionales sanitarios —médicos, enfermeras, auxiliares y en general, personas relacionadas con el sector sanitario—, y aplaude sin descanso desde ventanas y balcones a los sanitarios a las 20,00 horas. 

   Por esa cercanía con los enfermos, más de 33.000 profesionales de la sanidad se han contagiado del coronavirus en España desde que comenzó la pandemia, según los datos disponibles al escribir estas líneas. De ellos, habían fallecido al menos 26 médicos hasta el 20 de abril, según fuentes oficiales. 

Palabra ha conversado estos días con numerosos profesionales, la mayoría mujeres, y recoge sus testimonios, llenos de valentía y de fe. Por ejemplo, Margarita Díez de los Ríos, médico residente en el Hospital público Virgen de la Salud, de Toledo (en Castilla-La Mancha, una de las comunidades más castigadas por el virus); la doctora Marta Castro, del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Getafe (Madrid); la enfermera Mónica Sanz, de la UCI de la Fundación Jiménez Díaz; el transportista camionero Rubén Casasola, y otras personas, de las que recogemos algunas de sus impresiones.

Cuando se les pregunta si estas semanas sienten miedo, ansiedad o mucha preocupación, su respuesta coincide sustancialmente con lo que dice Margarita, la joven doctora madrileña que trabaja en Toledo, cuyo abuelo era médico militar: “No hemos tenido ni tiempo de sentir miedo o ansiedad, al menos en mi caso, ni de pensar mucho. Hemos seguido para adelante. Sí es verdad que a todos, porque lo he estado hablando con mis compañeros, nos preocupaba el tema de la familia, que nos ha dado mucho miedo. Muchos médicos están intentado pasar por casa lo mínimo posible, intentar aislarse mucho”.

“Yo también trabajo en Urgencias, aparte de la planta”, añade Margarita, “y creo que es muy importante establecer desde el primer momento un canal de comunicación de confianza, para dar buenas noticias y para dar malas noticias. Ahí te das cuenta que hay que tener vocación realmente, porque dar buenas noticias es más fácil, pero al dar malas noticias está en juego mucho, y te planteas muchas cosas”. “Lo más duro”, añade, “es dar la noticia a la familia de que el paciente está muy muy grave, y que muchas veces no pueden pasar. Darles la noticia y decirles que se tienen que ir a su casa, eso es duro”.

Batallas de un día y trato familiar

Marta, que está en contacto con el colectivo más castigado por el Covid-19, mayores y ancianos, confiesa: “El miedo lo trato de gestionar con más conocimientos sobre el virus y sus vías de contagio y sigo todas las recomendaciones de forma estricta (cuando nuestras equipaciones nos lo permiten, claro); la ansiedad ha ido cediendo poco a poco cuando he empezado a luchar batallas de un solo día: camino del Hospital, cada mañana, pienso sólo en lo positivo que voy a hacer ese día; la preocupación por saber que puedo infectar a mi familia sigue ahí cada minuto y por eso vivo aislada en mi habitación desde que todo esto empezó”. Y a continuación añade: “Llevo sin besar o abrazar a mi marido y a mis hijos desde el 6 de marzo, cuando empecé a tener pacientes Covid confirmados. A mis padres no les veo desde febrero”.

Para intentar transmitir esperanza y fortaleza en la UCI, Mónica señala que “al final la clave de nuestra profesión, también en condiciones normales, es que tratamos a los pacientes como si fuesen nuestros propios padres, abuelas, hermanos o tías. El pensamiento que gobierna nuestro trabajo es pensar cómo querríamos que se tratase a algún familiar que estuviese en la misma situación; eso nos lleva a llevar a cabo unos cuidados óptimos para cada uno. Somos conscientes de que somos los únicos rostros que ven, o más bien los únicos ojos por el EPI [equipo de protección integral] que tenemos que llevar, y eso nos hace pararnos, coger la mano y sonreír con los ojos para que se sientan acompañados”.

Apoyarse en la fe

Palabra también les ha preguntado si tienen fe, y si la confianza en Dios les ayuda en estas circunstancias. “Soy creyente y creo que sí ayuda mucho ser cristiano y tener formación”, contesta Margarita. “Tanto en lo que hemos hablado de situaciones positivas, cuando parece muy fácil todo, y que va sobre ruedas, como en las negativas y tristes, donde ayuda muchísimo”.

Marta añade: “Yo me apoyo en la fe, no me hago demasiadas preguntas sobre los porqués y simplemente me pongo en el lugar del enfermo, por ejemplo pienso que fuese mi padre o mi madre, y les cuido como a mí me gustaría que les estuviesen cuidando a ellos”. “Mis padres son creyentes y rezan por mí”, añade, “y yo les aseguro que hago todo lo posible para protegerme. Están orgullosos de mí, me educaron para servir a los demás. Y mi marido es mi principal soporte, me aporta la paz que a veces necesito y es él quien va descubriendo para mí cómo Dios dirige nuestras vidas cuando yo no lo veo tan claro”.

El caso de Mónica tiene una peculiaridad: “Cuando yo estaba en tercero de la ESO una hermana mía sufrió un accidente de coche del que salió con vida a duras penas. Yo soy creyente y creo firmemente que fue un milagro de Dios, pero también estuvo en su mano poner en nuestro camino a unos profesionales sanitarios magníficos, que trabajaron al 200 % para salvar su vida. En ese momento comprendí que yo me quería dedicar a ayudar como ellos ayudaron a mi familia; que en mi vida quería dedicarme a hacer sentir a la gente como nosotros nos sentíamos en ese momento: apoyados, comprendidos y rodeados del mejor equipo sanitario, tanto profesional como personalmente”.

En el camión

¿Cómo hacen los transportistas y camioneros estos días, para tener fortaleza en medio de la incertidumbre y los nervios? Contesta Rubén Casasola: “Pensando en la familia y en su bienestar”. “Lo más duro es que en el camión hay mucho tiempo para pensar y te puede llegar a angustiar. Siempre es duro estar lejos de la familia y más en estos momentos”. Lo más estimulante es “pensar que a la gente que veo en las colas de los supermercados les hacemos falta. Y que muchas de ellas te miran con agradecimiento”. Este hombre casado, padre de dos hijos, es devoto de “nuestro patrón san Cristóbal”, y destaca que “hay personas que nos están ayudando a que nuestro trabajo sea menos duro, como la Guardia Civil y algunos restaurantes que han decidido estar abiertos para que los camioneros podamos llevarnos un café”.

Capellanes, alto riesgo

Otro colectivo de alto riesgo estas semanas ha sido el de los capellanes, médicos del alma, y muchas ocasiones también del cuerpo. Entre los sacerdotes diocesanos y los religiosos con encomienda pastoral que han atendido a enfermos a petición de los ingresados o de sus familias en centros hospitalarios, habían fallecido hasta hace dos semanas “en torno a 70 en tareas de atención pastoral a enfermos Covid”, informó el obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello. El prelado añadió que “muchos otros” de edad avanzada han fallecido en residencias o casas de religiosas. 

Mons. Argüello no especificó más datos, pero el goteo es continuo. Al cierre de esta esta edición, fallecían dos sacerdotes más en Navarra, y elevaban a nueve los presbíteros muertos en la diócesis de Pamplona-Tudela, la segunda diócesis más golpeada por el Covid-19. Casi al mismo tiempo, Europa Press informaba de que Madrid es la más afectada, con un total de 100 sacerdotes contagiados de diversa gravedad, de los que 28 habían fallecido en la diócesis, desde el 11 de marzo. La archidiócesis elevaba la cifra hasta 130 el día 23, y ofrecía algunos perfiles de los fallecidos. 

El cardenal Osoro ha manifestado su “profundo dolor” y agradecimiento por su “entrega absoluta” en los lugares “donde es necesaria la presencia de Cristo”. Al mismo tiempo, lejos de amilanarse, el arzobispado informaba de la puesta en marcha de un servicio de capellanía en los hoteles medicalizados. El presidente de la CEE, cardenal Omella, respondía así a Efe: “Lamentablemente ya son unos cuantos los sacerdotes, religiosos y religiosas fallecidos por este virus. Esta pandemia nos está recordando la importancia de proteger a nuestros ancianos. Felicito a sanitarios y cuidadores de residencias de ancianos que tan gran servicio prestan a nuestros mayores. Gracias a las familias que cuidan a sus ancianos. Gracias de corazón”.

El Papa Francisco ha rezado en varias ocasiones por “los médicos, enfermeras y sacerdotes involucrados en el cuidado de los enfermos de Covid-19”, y ha calificado su comportamiento como “un ejemplo de heroísmo” (24 de marzo). El Jueves Santo, en la Misa de la Cena del Señor, señaló que “en Italia, casi 60 sacerdotes [más de 100 al escribir estas líneas], murieron atendiendo a los enfermos, en los hospitales, junto a los médicos y enfermeros: son los santos de la puerta de al lado”.  Casi simultáneamente, en una entrevista concedida a varios medios, entre ellos The Tablet y ABC, destacó a “los santos de la puerta de al lado en este momento difícil. ¡Son héroes! Médicos, religiosas, sacerdotes, operarios que cumplen con los deberes para que la sociedad funcione. ¡Cuántos médicos y enfermeras han muerto! ¡Cuántos sacerdotes, cuántas religiosas han muerto! Sirviendo”.

Lecciones de los enfermos

El capellán de la madrileña Fundación Jiménez Díaz, José Ignacio Martínez Picazo, lleva 19 años atendiendo a los enfermos del hospital, y en la fiesta de la Pascua de Resurrección estuvo “con una señora de fe, que sabe que quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta. Olga, ayúdeme a felicitar la Pascua a esta buena gente”. Y Olga dice: “Feliz Domingo de Pascua. Y siempre pensando en el Señor, todo nos va a ir bien. Agradezco que hoy haya venido el padre José Ignacio. Para mí eso es muy bonito”.

“Nosotros somos unos privilegiados porque estamos en casa, haciendo lo que nos dice el gobierno”, añade Olga, “pero el sacrificio de todos los sanitarios trabajando y exponiendo su vida, eso no tiene precio. Ellos dan vida a costa de la de ellos”. 

Juan Jolín, capellán del hospital instalado en IFEMA ante la avalancha de contagiados, fue entrevistado por Telecinco, y así lo contaron en su web: “En el hospital milagro de IFEMA hay un servicio religioso, y ‘Ya es mediodía’ ha podido hablar con su capellán, Juan Jolín. Nos ha contado cuál es su labor y la de su equipo: ‘Escuchar con cariño’. Este grupo de sacerdotes acude al hospital en varios turnos porque no pueden estar siempre. Una de las experiencias que más le ha emocionado es que son los propios pacientes los que le dan lecciones: te van contando lo que les preocupa, sus familias, la situación que están viviendo, el futuro…, ha contado el padre Juan”.

Reverendo SOS

Estrategias psicológicas para el acompañamiento espiritual (I)

Cuando acompañamos a alguien nos ayudará considerar algunos aspectos de contenido psicológico que sirvan de estructura para facilitar el desarrollo personal de quien nos pide dirección espiritual.

Carlos Chiclana·2 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Esto también servirá para cuidar de nosotros mismos y que sea una atención de mayor calidad. Podemos establecer el marco y los cimientos de esa relación; favorecer que sea una relación asimétrica que se crea bidireccionalmente; comunicar con efectividad y facilitar que haya aprendizaje y resultados.

1. Saber quién soy yo

Lo que nos lleva a establecer esa relación de ayuda es nuestro afán de servir a Dios y a los demás. Quien se nos acerca lo hace con la confianza de que un acompañante espiritual está cercano a Dios, de que tiene una vocación particular y de que, precisamente porque su corazón está muy unido al de Cristo y está entregado a Él, no sólo no hay riesgo de tonterías, sino que el acompañante va a ser extremadamente cuidadoso, va a mantener los límites necesarios y se va a quedar al margen de todo aquello que atente contra lo saludable y santo de esa relación.

Así, pondremos empeño sobrenatural y habilidades humanas para hacerlo lo mejor posible. Por eso, necesito saber si tengo las competencias adecuadas para ser acompañante, desarrollaras y enriquecerlas. Me formaré antes de dedicarme a acompañar.

Suele ayudar bastante que el acompañante se haya preparado con un trabajo personal psicológico, que consiste en conocer bien su estructura psicológica, su personalidad, los acontecimientos de vida y relaciones del pasado que han influido en su desarrollo personal, posibles heridas psicológicas, etc.; y disponer de estrategias psicológicas para que lo vivido previamente no interfiera en la atención de las personas. Servirá para tener su pasado, sus problemas personales y sus dinámicas interiores ordenadas, de forma que, en el futuro, en sus tareas de acompañamiento a otras personas, no confunda sus emociones o situaciones con las de la persona a quién ayuda. Este trabajo puede ser realizado con un director espiritual con cierta formación en psicología o por un psicólogo amante de la fe. 

Así, al igual que en otras profesiones, esta preparación personal ayuda para que la propia psicología no interfiera en el desempeño, para saber cuidarse personalmente y no caer en el síndrome del quemado. Será de mucho interés que quienes van a estar expuestos a acompañamientos normales y problemáticos, dinámicas grupales normales y problemáticas, escucha de grandes alegrías y de grandes problemas, etc., dispongan de la preparación humana suficiente para saber regularse emocionalmente, además de los medios sobrenaturales. 

2. Saber quién es y qué quiere

En principio, quien nos pide acompañamiento ha llegado hasta mí por diferentes motivos que es necesario conocer. Hemos de situarnos bien en su vida y su interés, para poder afrontar el inicio de la relación adecuadamente. Quién es, cómo ha llegado hasta aquí. Será de ayuda conocer su pasado, otras experiencias previas de acompañamiento, formación que tiene, vivencia de la fe, educación recibida, rasgos de personalidad, características de su familia de origen, etc. Cuánto mejor le conozcamos, con mayor finura podremos acompañar. Todo esto se hace forma progresiva, dándonos tiempo para establecer una relación humana real, con comunicación efectiva, que se hará más profunda con la dedicación de tiempo e interés. 

Progresivamente se clarificarán sus necesidades, y se verá si su petición inicial coincide con sus necesidades reales o no. En ocasiones ya nos dimos cuenta al inicio, y es muy beneficioso esperar hasta que sea el interesado quién lo perciba y aprecie, sin acelerar los tiempos.

3. Establecer un acuerdo de los objetivos de esas conversaciones

Será de interés establecer unas bases de esa conversación. ¿Para qué quieres que hablemos? ¿Por qué estás interesado en hablar conmigo? ¿Qué objetivos persigues tú y qué te puedo dar yo? El interesado debe ser quien solicita el acompañamiento. Tú puedes acceder a recordárselo, a reservarle el tiempo, pero perseguir a alguien para ser acompañado no suele ser de mucha ayuda a no ser que el interesado pida que se le ayude de esa manera y se vea que es beneficioso.

Pon de manifiesto para qué habláis -suele ser que se pueda acercar más a Cristo-, adaptándolo al estilo personal que cada cual pueda entender, según quién es; no es lo mismo un niño pre-Comunión, que un anciano en vida ascendente o un joven en discernimiento. Tú hablas conmigo porque te haces consciente de que vienes por aquí para ser mejor, para buscar la santidad; y yo te puedo ayudar a eso, porque sabes que yo respeto unos valores humanos y cristianos y eso te da confianza en que te voy a orientar adecuadamente.

Enseñanzas del Papa

En tiempos difíciles: solidaridad, memoria y esperanza

Durante el confinamiento por el Covid-19, Francisco se ha prodigado en entrevistas, mensajes y enseñanzas, mostrándose cercano con todos, especialmente con los enfermos y los moribundos. Nos centramos aquí en su meditación del 27 de marzo en la plaza de san Pedro y en la audiencia general del 8 de abril.

Ramiro Pellitero·1 de mayo de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Es miércoles santo, última hora de la tarde. Ante una plaza de san Pedro vacía y humedecida por la lluvia, respaldado por el crucifijo de San Marcello al Corso y la imagen de la Salus Populi Romani, Francisco se dirige a los millones de telespectadores que le contemplan con el alma en vilo, la mayoría confinados en sus hogares a causa del Covid-19.

Con Dios la vida nunca muere

Contempla el Papa la escena evangélica de los apóstoles en una barca agitada por la tempestad que se ha desatado en el lago de Genesaret. “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?… ¿Por qué tenéis miedo?”

“En esta barca estamos todos” –nos mira Francisco–. “Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: perecemos, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos”

“Es fácil” –observa el sucesor de Pedro– “identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús”. También les pasaba a ellos. No habían dejado de creer en su Maestro, pero no tenían la fe suficiente. ¿No te importa que perezcamos? “Pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención”. Y eso desató también una tempestad en el corazón de Jesús –porque siempre le importamos–, que se apresuró a salvarlos.

“La tempestad” –señala Francisco con argumentos que ha repetido durante estas semanas– “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”. Esta tempestad “nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado al que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”. Tercer punto, “la tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todos esos intentos de anestesiar con aparentes rutinas ‘salvadoras’, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacer frente a la adversidad”.

Nos pide el Papa que nos hagamos fuertes con el ejemplo de tantas “personas comunes” que, si bien no salen habitualmente en los periódicos ni en las pasarelas, escriben hoy acontecimientos decisivos de nuestra historia, porque han comprendido que “nadie se salva solo”; y sirven incansable y heroicamente: en los hospitales, en los trabajos, en los hogares, sembrando serenidad y oración. 

No somos autosuficientes, no podemos salvarnos solos. Pero tenemos a Jesús y con Él a bordo, no se naufraga. “Porque esa” –señala Francisco– “es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere”. Jesús nos invita a confiar en Él, a servir con la fuerza de la solidaridad y el ancla de la esperanza, abrazando en su Cruz las contrariedades del tiempo presente.

La omnipotencia del amor 

La imagen de Jesús dormido en la barca sigue presente cuando escuchamos frecuentes preguntas en tiempos de crisis (como el actual): ¿dónde está Dios ahora? ¿Por qué permite el sufrimiento? ¿Por qué no resuelve rápidamente nuestros problemas? 

Así es la lógica meramente humana, tal como planteaba el Papa en su audiencia general del 8 de abril. Contemplaba la entrada de Jesús el Domingo de Ramos en Jerusalén, manso y humilde, y el rechazo posterior de quienes pensaban: “El Mesías no es Él, porque Dios es fuerte, Dios es invencible”

Esa lógica contrasta con otra que aparece al final del relato de la Pasión. A la muerte de Jesús, el centurión romano, que no era creyente –no judío, sino pagano– después de verle sufrir en la cruz y oír que había perdonado a todos, es decir, después de haber palpado su amor sin medida, confiesa: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Es la lógica contraria, la lógica de la fe, que reconoce a Jesús como el Dios verdadero.

¿Cuál es –se preguntaba Francisco– el verdadero rostro de Dios? ¿Cómo es realmente, no cómo nos lo imaginamos? Él vino a nuestro encuentro en Jesús, y se nos reveló totalmente, tal cual es, en la Cruz. “Allí –en la cruz– aprendemos los rasgos del rostro de Dios. No olvidemos, hermanos y hermanas, que la cruz es la cátedra de Dios”. Por eso, para liberarnos de los prejuicios sobre Dios, el Papa nos invitaba en primer lugar a mirar el Crucifijo

En segundo lugar, nos animaba a tomar el Evangelio, para ver cómo actúa Jesús ante los que quieren hacer de Él un Mesías terreno: evita que le hagan rey, se esconde, enmudece, no quiere ser malinterpretado, tomado por “un dios falso, un dios mundano que da espectáculo y se impone con la fuerza”. ¿Y cómo muestra su verdadera identidad? La respuesta es: en su entrega por nosotros en la Cruz. Por eso el centurión reconoce: “Verdaderamente era Hijo de Dios”.

La conclusión es clara: “Se ve que Dios es omnipotente en el amor, y no de otro modo”. Así es Dios, su fuerza no es otra sino la del amor. Su poder es diferente al de este mundo. Si ya entre nosotros el amor es capaz de dar la vida por los demás –como vemos estos días al ver “los santos de la puerta de al lado”– el amor de Dios es capaz de darnos una Vida que sobrepasa la muerte. 

De esta manera la Pascua que sigue a la Semana Santa nos dice que “Dios puede convertir todo en bien”. Y esto no es un espejismo, sino la verdad. Aunque nuestras angustiosas preguntas sobre el mal no desaparecen de golpe, la resurrección de Cristo nos enseña, primero, que Dios ha cambiado la historia y ha vencido el mal y la muerte: “Del corazón abierto del Crucificado, el amor de Dios llega a cada uno de nosotros”.

La resurrección de Jesús nos enseña también cómo podemos actuar nosotros: “Podemos cambiar nuestras historias acercándonos a Él, acogiendo la salvación que nos ofrece”. Por eso, Francisco propone para estos días de Semana Santa y Pascua, y siempre: “Abrámosle todo el corazón en la oración […]: con el Crucifijo y con el Evangelio. No lo olvidéis: Crucifijo y Evangelio”. Así comprenderemos que Dios no nos abandona, que no estamos solos, sino que somos amados, porque el Señor no se olvida de nosotros jamás.

Desde ahí comprendemos, como ha dicho el Papa en una entrevista con Austen Ivereigh (publicada en ABC el mismo día que la audiencia general, 8 de abril), que ahora es tiempo de trabajar en lo que podamos por los demás. No es tiempo de bajar los brazos, sino de servir con creatividad. 

Ahora –seguía apuntando– es tiempo de crecer en la experiencia y en la reflexión que nos podrán llevar luego a mejorar en la atención a los más vulnerables, a fomentar una economía que replantee las prioridades, a una conversión ecológica que revise los modos de vivir, a rechazar la cultura utilitarista del descarte, a redescubrir que el verdadero progreso solo se logra desde la memoria, la conversión y la contemplación, contando con los sueños de los ancianos y las profecías –los testimonios y los compromisos– de los jóvenes. 

Poco después, durante la Vigilia Pascual –celebración de la noche en que Cristo resucitó– Francisco decía que es una noche en que hemos conquistado “el derecho a la esperanza”. No a una esperanza meramente humana en que “todo irá bien”: “No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia”; sino “una esperanza nueva, viva, que viene de Dios”, capaz de hacer salir de la tumba la vida.

Eso nos permite esperar, concluía, que terminen la muerte y las guerras: “Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario”.

Estado de alarma y libertad religiosa

El decreto del estado de alarma no puede suspender el derecho fundamental de libertad religiosa, si acaso limitar algunos aspectos del ejercicio.

28 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

El estado de alarma decretado por el Gobierno ha concitado las reflexiones de los juristas acerca de esta situación extraordinaria. Entre esas reflexiones destacaría aquí la del profesor Manuel Aragón Reyes quien, en un rotativo nacional, afirma que se ha hecho una “exorbitante utilización del estado de alarma” por parte del Gobierno. Para este ex-magistrado del Tribunal Constitucional el estado de alarma no permite la suspensión generalizada del derecho de libertad de circulación, esta especie de “arresto domiciliario” indiscriminado. La protección de la salud pública debe guardar un equilibrio con la libertad de movimientos, no anularla: es por ello por lo que se ha permitido que los ciudadanos puedan acudir a los supermercados para su abastecimiento, a los hospitales para recibir atención médica o a los trabajos esenciales para garantizar el funcionamiento de los servicios básicos.

Quizá teniendo en cuenta este equilibrio, el real decreto del estado de alarma condiciona las ceremonias religiosas a la adopción de medidas que eviten aglomeraciones garantizando una distancia entre asistentes de al menos un metro. Así, el derecho fundamental de libertad religiosa no se suspende, sino que se limita.

Por eso, cuando estos días pasados llegan noticias de la suspensión policial de ceremonias religiosas católicas en Granada y en San Fernando de Henares (ceremonias en las que se respetaban las medidas exigibles) es lógico concluir que estamos ante graves irregularidades jurídicas. Pero también estos sucesos sugieren que estamos ante una gran oportunidad para recordar a nuestra sociedad secularizada que, aparte de los bienes materiales del supermercado o de las medicinas, el alma reclama a Dios. Especialmente ahora. Los cristianos necesitamos la Eucaristía como el pan o el agua.     Aquellos 49 mártires de Abitina, a los que se refirió Benedicto XVI en el Corpus Christi de 2005, lo dijeron muy claro ante la autoridad romana: “Sine dominico non possumus”. Sin la Eucaristía, no podemos vivir. ¡Ojalá vuelva la normalidad pronto para que podamos experimentar de nuevo la grandeza del tesoro de la Eucaristía!

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Voluntarios de Cáritas en Vallecas

Los voluntarios de Cáritas de la parroquia de San Juan de Dios, en Vallecas (Madrid) ha preparado preparado las comidas destinadas al creciente número de personas necesitadas como efecto de la pandemia de coronavirus.

Juan Portela·25 de abril de 2020·Tiempo de lectura: < 1 minuto
Actualidad

Irene Kyamummi. Sanidad rural en Uganda

La médico ugandesa Irene Kyamummi, especializada en Anestesia y Cuidados Intensivos, percibió desde niña la atracción por “salvar vidas”, debido a la alta mortalidad infantil. Ahora acaba de recibir el premio Harambee 2020.

Rafael Miner·8 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

La doctora Irene Kyamummi (Kampala, Uganda, 1983), es la cuarta de ocho hermanos. Pertenece a la tribuna Baganda que, con tres millones de personas, conforma el grupo étnico más grande de Uganda, en el África subsahariana. Desde pequeña quiso ser médico, “no fue una decisión del momento, sino de toda la vida. Siempre quise ser médico. Quería ayudar a los enfermos, y me atraía la bata blanca de los médicos. Somos africanos, amamos nuestra tierra, y queremos que nuestros niños puedan vivir y servir”, explica. 

En su decisión influyeron varios factores. Sus padres, profesores de primaria, animaban a sus hijos a seguir sus sueños, aunque faltasen medios para hacerlos realidad. “Mis padres nos apoyaron a mi hermana Sanyu, un año mayor que yo, y a mí; estaban contentos de que quisiéramos estudiar medicina”, señala a Palabra.

Otro factor era el panorama de salud, bien cercano. Irene y su familia veían morirse o sufrir desnutrición grave a muchos niños. En Uganda, según datos de CIA World Factbook, el índice de mortalidad infantil registrado en 2019 es de 55 bebés menores de un año por cada mil nacimientos, un porcentaje que comparado con el de España —tres fallecidos por cada mil nacidos—, “resulta abrumador”, señala la doctora ugandesa, porque “se incrementa en las zonas rurales y más pobres”. 

El hecho es más significativo, si cabe, “porque la mitad de la población en Uganda son niños, unos 23 millones. Además, vemos con preocupación otros datos, que son todavía más relevantes en las zonas rurales: 3 de cada 10 niños menores de 5 años sufren desnutrición. Y dos millones de niños tienen retraso en el crecimiento”.

Colegas que se marchan

“El año 2008, comencé a trabajar en el Mulago Hospital, el hospital público más grande del país, con 1.500 camas, y entre 80 y 100 nacimientos al día. La Fundación Kianda me propuso ir a Kenia para dirigir el proyecto Child Health Project (CHEP) de Kimlea, lo que suponía dejar un trabajo consolidado, pero me atraía la idea de poner al servicio de niñas y niños todo lo que sabía”. “No me acercaba al premio Nobel, pero sí a niños que necesitaban un médico”, comenta la doctora, al explicar que “un tercio de mis colegas están fuera. Buscan más dinero, una vida un poco mejor. De los médicos que despuntan, muchos se van”. 

“Allí en Kenia, en las afueras de Nairobi, nació el proyecto CHEP, traté a niños que enferman y no saben que enferman. Niños que pertenecen a familias que no saben cuándo hay que acudir al médico. Algunos padecían malnutrición, o enfermedades que se pueden curar fácilmente en una clínica. En muy poco tiempo, me metí en el proyecto y quería llegar a más y más niños”. En unos años, han atendido a más de tres mil niños. También allí, la doctoraIrene Kyamummi tomó una decisión, que germinaba desde antes: atender y curar a los niños ugandeses: “impulsar el mismo proyecto en Uganda, porque siento la necesidad urgente de acercar la sanidad a la población, para dar a las familias una cultura de la sanidad. Creo que el panorama es entusiasmante”.

Ahora, la doctora Kyamummi acaba de visitar España para recibir el premio Harambee 2020 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana por su proyecto CHEP, que patrocinan los laboratorios René Furterer, con el fin de proporcionar asistencia sanitaria a la población infantil más vulnerable de Uganda. 

Como pueden imaginar, Irene Kyamummi pide ayuda para la construcción de un dispensario en Kampala, que “nos permita centralizar el trabajo y facilitar la atención. Con sólo 50 euros un niño es atendido médicamente durante 10 años. Necesitamos 25.000 euros para una primera fase de ese dispensario”.

España

“Ley de eutanasia”: estemos muy atentos para no confundirnos

El Dr. Tomás Chivato aborda la iniciada tramitación de una ley de eutanasia en España desde diversas perspectivas, mostrando las consecuencias médicas, culturales, sociales y morales de su eventual aprobación.

Tomás Chivato Pérez·8 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Estamos inmersos en una crisis sanitaria inédita en todo el mundo debida a la pandemia producida por el virus Covid19. Esta crisis sanitaria será superada como la humanidad ha superado con éxito otras pandemias. Padeceremos una crisis económica y social a continuación de la crisis sanitaria y que todavía no sabemos su alcance y profundidad, pero la humanidad ha superado crisis económicas y sociales de la envergadura de las Guerras Mundiales del siglo XX. Las crisis de valores son más silenciosas e invisibles, pero con efectos más duraderos y no siempre recuperables como los ocurridos y descritos las crisis sanitarias, económicas y sociales.

Recientemente se ha discutido y aprobado en el Congreso de los Diputados el inicio de la tramitación de la denominada “Ley de la eutanasia” que asegure o regule el derecho a una “muerte digna”. Se ha abierto de nuevo el debate en la sociedad española. No es un tema de debate cualquiera ni nuevo, sin duda es una cuestión crucial. 

Repasemos brevemente algunos aspectos científicos, legales, históricos, éticos y morales relacionados con la eutanasia.

Vida digna, más que “muerte digna”

La dignidad es algo intrínseco a todo ser humano y la percepción que las personas enfermas tienen de su dignidad depende en gran medida de cómo son tratadas. Es preferible hablar de vida digna y no de muerte digna. Si una persona se siente una carga o que es inútil puede sentir que ya su vida no tiene sentido. Por el contrario cuando alguien se siente querido, apreciado y acompañado no se siente como alguien “indigno”.

Recordemos el artículo 15 de la sección primera de nuestra Constitución: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes”. Parece por tanto evidente que la legislación vigente nos protege o al menos debería protegernos.

El debate reabierto no es un debate nuevo ya que desde los tiempos de Hipócrates (450 a.C.) la misión de los médicos ha sido defender y cuidar la vida desde su origen hasta su final tal y como refleja el Juramento Hipocrático: “Aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome. Del mismo modo, nunca proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo”. Es obvio que el médico está llamado a proteger la vida desde el inicio hasta el final de la misma.

Medicina humana

Los médicos somos conscientes que no siempre podemos curar, aliviamos mucho, consolamos siempre y en la actualidad además hemos de acompañar en muchos casos. Es evidente que conocemos cuando se acerca el final de la vida y precisamente en esos momentos cuando la faceta más humana del médico ha de aflorar. Evidentemente no se ha de caer en el denominado “encarnizamiento” terapéutico y se ha de atender al principio de autonomía del paciente, sin olvidar los otros principios éticos de hacer el bien y no hacer el mal. Nos ha costado 25 siglos de historia llegar al 2020 y desde luego la filosofía griega, el derecho romano y el humanismo cristiano son los pilares de esta Europa cuyos cimientos no deberían tambalearse.

Los códigos deontológicos y los principios de ética médica son muy claros. La Asociación Médica Mundial ha reiterado su firme oposición al suicidio con ayuda médica y a la eutanasia, ya que “constituye una práctica de la medicina contraria a la ética”.

Pendiente deslizable

Un peligro evidente observado es el de la “pendiente deslizable” observado en Holanda. Primero se despenalizó la eutanasia para tratar enfermedades incurables, posteriormente se autorizó el empleo de la eutanasia en caso de enfermedades crónicas con dolor intratable, evolucionó a pacientes con enfermedades mentales y, recientemente, se está contemplando la autorización en personas sanas mayores de 70 años que lo soliciten, aunque no se cumpla ninguno de los requisitos contemplados anteriormente. 

Además en ocasiones la eutanasia no es solicitada por el paciente con los evidentes conflictos de interés que pueden aparecer. Teóricamente la ley es garantista, pero en la práctica pueden producirse variaciones o desviaciones.

A pesar de la legislación holandesa vigente desde 2001 ya hay médicos que apoyaron la legalización y ahora se arrepienten y nos advierten. El Profesor Theo Boer, de la Universidad de Utrecht, describe la eutanasia como el “homicidio de una persona”, habla de una Holanda “en la que la caridad ha desaparecido” y de una “ley que tiene efectos sobre toda la sociedad”, explicando por qué sus adversarios tenían razón “cuando decían que Holanda se podría encontrar en un peligroso plano inclinado”, la denominada pendiente deslizable que hemos descrito anteriormente.

Otro caso interesante es el de la Dra. Berna van Baarsen, especialista en ética médica, que ha renunciado a formar parte de uno de los cinco comités regionales de evaluación de Holanda establecidos para supervisar la provisión de eutanasia. No podía apoyar un cambio importante en la interpretación de la ley de eutanasia de su país para respaldar la administración de inyecciones letales a un número cada vez mayor de pacientes con demencia.

Riesgo de mercantilización

Un riesgo evidente es la mercantilización de la muerte, convirtiéndose en “producto de consumo”. En Holanda ya puede solicitarse la realización domiciliaria de dicho “tratamiento”. El coste aproximado es de unos 3.000 euros. Sin comentarios.

El Papa Francisco acaba de remitir a los profesionales un mensaje en la XVIII Jornada Mundial del Enfermo: “Queridos agentes sanitarios: cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo ‘persona’ siempre está antes del adjetivo ‘enferma’. Por lo tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado la enfermedad sea irreversible”.

Curar y cuidar

Estamos en los tiempos de la medicina basada en la evidencia científica. La eficacia, la efectividad y la eficiencia se han incorporado a la rutina de la práctica diaria. Ahora más que nunca es importante la medicina basada en la afectividad, el paciente ha de estar en el centro de nuestra actividad desde el momento del embarazo, parto, pasando después por la infancia, juventud, madurez y llegar finalmente la senectud.

La experiencia clínica demuestra suficientemente que, para las situaciones de sufrimiento insoportable, la solución no es la eutanasia, sino la atención adecuada, humana y profesional, y a este fin se dirigen los cuidados paliativos. El problema es que, según el Atlas de Cuidados Paliativos en Europa, en España estamos en la cola de recursos humanos y profesionales de Europa en lo que a medicina paliativa se refiere.

Una situación creciente social es el de la soledad de las personas mayores con enfermedades crónicas que además son residentes en despersonalizadas ciudades. A alguien se le podría ocurrir que su vida no es digna de ser vivida.

Curar y cuidar han de ser las dos caras de la misma moneda científica y humana de los buenos médicos que además sean médicos buenos. Se está produciendo un movimiento de re-humanización de la relación médico-paciente que nos permite ser optimistas. 

En el futuro nos juzgarán las generaciones venideras. Recordemos este texto atribuido a Martin Niemöller relativo a lo ocurrido en la Alemania nazi del siglo pasado: “Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista, luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío, luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista, Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante, luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”. Podríamos aplicarlo en este debate de la eutanasia.

El autorTomás Chivato Pérez

Decano y Profesor de Ética y Comunicación Asistencial de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo

TribunaJuan Ignacio Arrieta

Profesor Javier Hervada, maestro de juristas de la Iglesia

A comienzos de marzo ha fallecido el prestigioso canonista Javier Hervada, considerado por muchos un “maestro”. Había nacido en Barcelona en 1934. El autor mantuvo estrecha relación con Hervada, tanto profesional como personal.

7 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

El 26 de noviembre de 2002, a petición de la Facultad de Derecho Canónico, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz confirió a Javier Hervada el doctorado honoris causa. Era una expresión formal académica, que apreciaba el eminente universitario que siempre fue Hervada, de la gratitud de cuantos en 1984 iniciamos la aventura de esa nueva Facultad romana, por su entusiasta aliento a las iniciativas que habían surgido aquí y por la personal dedicación que nos había concedido a cada uno en los casi dos lustros anteriores.

Como había sucedido con Pedro Lombardía, hasta su fallecimiento en 1986, la que comenzó siendo Sección Romana de la Facultad de Derecho canónico de la Universidad de Navarra encontró en Javier Hervada el seguro apoyo donde descargar juventud y afianzar seguridad, método y objetivos. El buen quehacer universitario de Lombardía y de Hervada, ampliamente reconocido, allanó el desarrollo de la nueva Facultad y cuanto ellos sembraron aquí representa, sin duda, una de las principales aportaciones de esta institución a la canonística romana: hacer derecho a partir de la realidad teológica de la Iglesia –fuertemente renovada con el Concilio Vaticano II– utilizando los instrumentos jurídicos que la ciencia canónica elaboró a lo largo de los siglos.

Durante veinte años Javier Hervada figuró entre los profesores invitados de la Facultad de Derecho canónico, con cursos regulares, seminarios de profesores y la dirección de muchos trabajos de investigación. Participó en nuestros Congresos, publicó monografías en varias colecciones de la Facultad, y la revista Ius Ecclesiae –que en parte debe a él su nombre– hospedó en esos años diversos de sus mejores trabajos. En Roma transcurrió, a veces, periodos prolongados de dos o tres semanas, cada año, residiendo en la actual Domus Paolo VI, adyacente a la sede de la Universidad en el Palazzo dell’Apollinare, o en alguna de las residencias de profesores. Pero el principal fruto de sus estancias romanas quedaba siempre en las conversaciones individuales con los entonces jóvenes profesores de la Facultad, mientras se saboreaba un café en Sant’Eustachio o dando un paseo por la cercana Piazza Navona.

Javier Hervada dedicó sus mejores energías a formar canonistas o, como acertadamente decía, juristas de la Iglesia. A sus discípulos brindó amistad y afecto, siempre con exquisito respeto por la libertad y autonomía lo que, no raramente, le retraía inicialmente de manifestar puntos de vista críticos, hasta que no era vivamente solicitado para que expresara su opinión, cosa que hacía luego con delicadeza extrema. Era esto lo normal, porque en ocasiones excepcionales, cuando entraban en juego aspectos centrales de derecho de la Iglesia, en públicos debates congresuales, sabía también manifestar con viveza sus observaciones críticas, como sucedió con el amigo Eugenio Corecco, entonces profesor de Friburgo en Suiza, durante el memorable Congreso que la Consociatio celebró en Pamplona en 1976.

Hervada era un amigo que hacía suyos los éxitos profesionales de los demás y gozaba escuchando aspectos novedosos y resultados de la investigación de otros, que frecuentemente enriquecía con aportaciones de su amplia formación cultural o con observaciones de una lógica jurídica excepcionalmente diáfana. Incluso en los últimos años de su vida, cuando en sus limitaciones físicas, Javier se mostraba más retraído, sus discípulos habíamos desarrollado un “arte” de saber “provocar” su vena canonística, obteniendo siempre clarividentes síntesis, frecuentemente inéditas que arrojaban nueva luz sobre cómo afrontar criticidades nuevas de la vida jurídica de la Iglesia. Probablemente una de sus últimas salidas al extranjero tuvo lugar con ocasión del breve curso que dictó el año 2006 en Venecia a los alumnos del Instituto de Derecho Canónico San Pío X, del Studium Generalem Marcianum, por entonces afiliado a la Facultad de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

Allí residió unos días en el apartamento de Piazza dei Leoncini que el Patriarca Scola nos había cedido a Arturo Cattaneo y a mí, disfrutando de Venecia y, sobre todo, de los frutos intelectuales que había sembrado durante toda su vida.

La actividad de Javier Hervada se edificó siempre en una ejemplar fidelidad a su vocación cristiana en el Opus Dei y en una sincera piedad a la Madre de Dios, a la Iglesia y al Papa. Como discípulo suyo de vieja data, y también amigo, me conmovía siempre, tras mi ordenación episcopal, la sencilla devoción con la que cuando me acogía en su casa se acercaba para besar el anillo episcopal, movido por lo que para él era la razón de su existencia.

Te echaremos muy de menos, Javier, pero aparte de en nuestras oraciones, quedas en nuestros corazones y en el modo de trabajar que tú nos has enseñado.

El autorJuan Ignacio Arrieta

Secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos

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Teología del siglo XX

Juan Pablo II, in memoriam. Sorpresa en la elección

Tras un brevísimo Juan Pablo I, sereno, sencillo y jovial, pero consciente de la seriedad de los problemas y falto de salud, llegó Juan Pablo II, sano y deportista, con buen humor y aplomo, mucha fe y una piedad que le salía natural. 

Juan Luis Lorda·7 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 7 minutos

La sensación de que todo en la Iglesia tenía que ir para abajo fue lo primero que quebró aquella frase del discurso inaugural del Pontificado: “No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo” (22-X-1978). La llamada no fue muy advertida ni comprendida entonces, pero resultó un punto de inflexión en la tendencia a la baja de la época posconciliar y abrió un horizonte de esperanza y juventud, que se desarrollaría en los siguientes 26 años de pontificado. La frase se convertiría en el lema del pontificado, como subraya el himno Non abbiate paura, que Marco Frisina compuso para la beatificación.

Con esas palabras, un tanto solemnes y poéticas, como a él le gustaba, Juan Pablo II se dirigía, en primer lugar, a los sistemas políticos y económicos, especialmente a las sociedades marxistas, pero también a las liberales, para pedirles que acogieran el mensaje de Cristo. Era el programa del pontificado: no tener miedo a proponer la salvación de Cristo, el Evangelio, a todos los hombres. Tener claro cuál es su valor y, por tanto, cuál es la misión de la Iglesia, su punto fuerte y su justificación en el mundo moderno. También era la justificación de su propia misión en el mundo, la del Papa, que no es solo un resto venerable de épocas pretéritas que atrae el turismo a Roma, lo mismo que los Museos vaticanos o el Foro romano. Juan Pablo II se sentía depositario de una misión, la de la Iglesia con su mensaje para todos los pueblos, y con la renovación y la urgencia que le había dado el Concilio Vaticano II. Le acompañaba entonces una convicción y una salud que subrayaban su propuesta. Después, fue perdiendo salud, pero no perdió convicción.

Juan Pablo II fue elegido Papa el 15 de octubre de 1978, con 58 años. Estaba en plenitud de facultades, fuerte, simpático y decidido. Venía de una Polonia que estaba entonces muy separada del resto de Europa por el telón de acero, y bajo un claro y severo dominio comunista. Quizá por eso no estaba en la lista de “papables”. Recuerdo que, cuando el cardenal Felici pronunció su nombre en la plaza de San Pedro, nadie sabía quién era y su foto no estaba en los periódicos. Además, como intentó pronunciar Wojtyła con acento polaco, con la “l” barrada que es una “u”, no se podía reconocer el nombre en las listas. A mi lado, alguien comentó que debía ser swahili y buscó entre los cardenales africanos. La elección fue una sorpresa total y cada paso posterior una nueva sorpresa: los gestos, los temas, el estilo, las propuestas. En casi 26 años no paró y no dejó parar. 

Quién era

Aunque no estaba entre los favoritos, era conocido por los cardenales electores y algunos se habían fijado en él. Había brillado en el reciente sínodo sobre la evangelización y catequesis. Había ayudado a redactar la encíclica Humanae vitae, del Papa Pablo VI (1968), y la había defendido en distintas conferencias por todo el mundo. Y había predicado los ejercicios espirituales a Pablo VI poco antes (1975). Se habla de la promoción que le hizo el entonces cardenal de Viena, Franz König.

Sin duda, tenía un perfil interesante. Había participado en la confección de Gaudium et spes del Concilio Vaticano II (1962-1964), a pesar de ser uno de los obispos más jóvenes. Tenía una fuerte formación e inclinación intelectual, por ser profesor de ética en Lublin, y haber promovido varias revistas de pensamiento cristiano y personalista. Pero también era pastor en una situación difícil y había impulsado la pastoral de Cracovia, en medio de un régimen comunista. Los más enterados conocían su intervención en cuestiones difíciles de la Iglesia en Roma. Se sabía mover en público. No era nada tímido. Además, se le veían dotes naturales de simpatía, decisión y capacidad de diálogo. Tenía una asombrosa capacidad para los idiomas. Podía dialogar en francés, inglés, alemán, español e italiano, además de su polaco natal. Y le encantaba. 

Un largo e intenso pontificado

Desde el principio, fue una sorpresa de estilo y de iniciativas. El estilo le salía de dentro. Los Papas cambian su nombre para expresar la nueva condición que adquieren. Karol Wojtyla cambió de nombre, pero asumió su misión, sin dejar de ser él mismo. Al contrario, estaba seguro -lo escribió- de que había sido elegido para que desarrollara lo que llevaba dentro. ¿Qué Papa se hubiera animado a escribir libros tan personales sobre su vida y pensamiento como: Cruzando el umbral de la esperanza; Don y misterio; Levantaos, vamos; y Memoria e identidad, además de las poesías? 

No eran ocurrencias personales. Le había tocado vivir en su carne muchas encrucijadas de la Iglesia en la historia. Le había tocado vivir bajo los regímenes totalitarios nazi y comunista, le había tocado explicar a los jóvenes la moral de la Iglesia, especialmente la moral sexual, y le había tocado buscar caminos de la conciencia personal en su enseñanza universitaria de ética y moral. Además, le había tocado defender Humanae vitae, de una manera que implicaba luna idea de la sexualidad y del ser humano, una antropología cristiana. 

Su aplomo, basado en fuertes convicciones y experiencias de fe, resultó inmensamente valioso en un momento de incertidumbres. Entró a todas las cuestiones difíciles, una tras otra, con una paciencia y una tenacidad verdaderamente asombrosas y propias de su carácter. Y, al mismo tiempo, con una característica holgura. No era un hombre tenso. Se daba tiempo para estudiar y hacer estudiar los asuntos y le gustaba dialogarlos. Esto podía dilatarlos, pero llegaron a puerto uno tras otro. Basta pensar en el Catecismo de la Iglesia Católica. Cuando se propuso, muchos pensaron que era una tarea imposible.

No tenía miedo a las cuestiones espinosas. Se enfrentó con muchas de ellas, muy consciente de su misión. Reunió a los obispos de países que atravesaban momentos difíciles o a las congregaciones con problemas. Intervino en las grandes cuestiones internacionales y multiplicó la actividad diplomática del Vaticano en pro de la paz y los derechos humanos. Eso, en paralelo con una gran cantidad de iniciativas doctrinales, de constantes viajes y de visitas a las parroquias de Roma y a las diócesis italianas. Porque también ejercía de obispo de Roma y primado de Italia.

Fue un claro protagonista en la disolución del comunismo en el Este de Europa. Aquello fue tan milagroso como la caída de los muros de Jericó, aunque también supuso una consciente e intensa actividad diplomática y un apoyo moral decidido y explícito a sus connacionales del sindicado Solidaridad. Un apoyo que no era emocional y oportunista, sino basado en los principios de la justicia social y en la dignidad de las personas. Y le valió un atentado que le hizo claramente partícipe de la cruz.

Proclamó una y otra vez los principios morales y sus aplicaciones prácticas (defensa de la vida y la familia, doctrina social, prohibición de la guerra), fueran o no políticamente correctas. Se opuso decididamente a la guerra del Golfo. Dio la cara ante el régimen sandinista o el de Castro, y encauzó la teología de la liberación. Hizo investigar a fondo el caso Galileo. Para preparar el cambio de milenio, quiso purificar la memoria histórica y pidió perdón por los fallos de la Iglesia y los pecados de los cristianos. Quiso una mayor transparencia en los asuntos vaticanos. Impulsó desde el principio el diálogo ecuménico con los protestantes y ortodoxos. Y tuvo gestos inéditos con los judíos, a los que apreciaba sinceramente; y también con los representantes de otras religiones, a los que reunió para rezar juntos. 

Un estilo y una conciencia

Tanto como su ánimo, llamaba la atención su desenvoltura. Cualquier autoridad consciente siente el peso de su oficio. Por eso, necesita también guardar distancias. Juan Pablo II no descansaba de su oficio. Lo llevaba siempre puesto. Lo ejerció día a día, delante de todo el mundo. De manera habitual, tuvo invitados a su Misa matutina y a su mesa, desayuno, comida y cena, además de múltiples audiencias. Buscó constantemente encontrarse con la gente y con frecuencia se saltaba el protocolo, con toda naturalidad. No era un hombre de curia y no le atraía el papeleo. Esto lo confiaba a sus subordinados. Y por allí, quizá, se le escaparon algunas cosas.

Estaba convencido de que su misión era transmitir el Evangelio como lo que es, un testimonio personal, y de que debía hacerlo unido a toda la Iglesia. De ahí, la importancia de los viajes y convocatorias, que, al principio, parecían una anécdota y, sin embargo, constituyen una de las claves del pontificado. Reunió millones de personas para rezar, para escuchar el Evangelio o para celebrar la Eucaristía. Algunas concentraciones fueron las mayores registradas en la historia humana. Pero lo más importante es que esto fue un ejercicio privilegiado de su ministerio papal y produjo un visible impacto de unidad y renovación en toda la Iglesia en una época difícil.

Se cumplió ante todos los ojos el principio de que la Eucaristía construye la Iglesia. Tras tantas divisiones e incertidumbres, la Iglesia se reunió en todos los continentes, alrededor del sucesor de Pedro para manifestar su fe, celebrar el misterio de Cristo y aumentar su unidad en la caridad. Muchísimos obispos y sacerdotes recuperaron allí la esperanza, la alegría y las ganas de trabajar. Hay testimonios son innumerables, además de suscitar una oleada de vocaciones sacerdotales. 

Un hombre de fe

Dio un testimonio constante y natural de piedad y de fe. Todos le vieron hablar con fe en la doctrina de la Iglesia, con fe también en los documentos del Concilio, en los que veía el camino de la Iglesia que él tenía que seguir. Tenía una doctrina que había madurado a fondo, con su mente de intelectual preocupado, desde que era profesor de universidad, por establecer un diálogo evangelizador con el mundo moderno. Y también una experiencia pastoral y una clara preocupación por los jóvenes y sus inquietudes. Desde allí desarrolló concienzudamente la doctrina matrimonial y social cristiana. Y las relaciones entre la fe y la razón.

Se le vio rezar, continuamente, año tras año. Lo comprobaron especialmente, los que vivían cerca de él, en las distintas etapas de su vida, que dejaron un testimonio unánime y un sinfín de anécdotas. Cuando tantas veces lo vieron en la capilla en las noches de aquellos viajes agotadores. Antes que nada, el Papa Juan Pablo II gobernó la Iglesia rezando. No fue un gestor de los asuntos eclesiásticos. No buscó la eficacia en el despacho, sino en la capilla. Se le vio celebrar con intensidad y concentración la Eucaristía en Roma, en privado y en público. Le vieron millones de creyentes en sus viajes y por la televisión. Especialmente, en sus gozosos encuentros con cientos de miles de jóvenes de todo el mundo.

Se le vio también acudir personalmente con su característico aplomo y conciencia de fe a los foros internacionales y también al diálogo con las grandes autoridades del mundo, para proponer la fe de Jesucristo, con la convicción de que es salvadora para todos los hombres y todas las culturas. Se le vio oponerse a todas las guerras y a todas las violencias, y defender la vida humana del inicio al fin, y la dignidad humana en todas las circunstancias. Todo esto ha sido historia, y se hizo a la vista de todos.

Dejó una notable cantidad de documentos, que cubren todos los aspectos de la vida de la Iglesia. Dejó un Catecismo, que es una piedra miliar en su historia. Y el Código de Derecho Canónico renovado. Dejó muchos escritos personales luminosos. Y, sobre todo, la impronta personal de un hombre de fe y de oración. Y cumplió la misión que él mismo creía haber asumido, con su conciencia providencial, de entrar con la Iglesia en el tercer milenio, “cruzando el umbral de la esperanza”.

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Sagrada Escritura

“Los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1)

Josep Boira·7 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

El versículo primero del capítulo 13 del Evangelio de San Juan forma como un solemne pórtico que nos introduce en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, o, tratándose del cuarto Evangelio, en el misterio de su glorificación: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

El amor

El evangelista destaca el amor de Jesús por los suyos: los ha amado hasta ese momento, y ahora se dispone a “completar” ese amor. Siguiendo la habitual división del cuarto Evangelio en dos partes (dicho resumidamente: “libro de los signos”, capítulos 1-12; y “libro de la gloria”, capítulos 13-21), el verbo “amar” (ἀγαπάω), que aparece pocas veces en la primera parte, es muy abundante en la segunda. Con esta palabra, el evangelista quiere expresar la relación entre el Hijo y el Padre, la del Hijo respecto a sus discípulos y la de los discípulos entre ellos mismos. 

Pero el escaso uso de ese verbo en la primera parte queda compensado en este primer versículo, pues el participio pasado “habiendo amado”, que resume la manifestación de Jesús al mundo como Mesías por medio de sus signos y palabras (capítulos 1-12). Ese amor va a tener una continuidad en una culminación máxima, pues ahora, “sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre”, Jesús dará la propia vida por los suyos. 

La totalidad

La expresión “hasta el extremo” (εἰς τέλος) podría interpretarse en dos sentidos: uno más bien temporal-cuantitativo, “hasta el final”. Así se dice, por ejemplo, de Moisés, cuando terminó de escribir la ley “hasta el final” (ἕως εἰς τέλος, Dt 31, 24), y otro más bien cualitativo, “absolutamente, del todo”. Es posible que el evangelista quiera expresar ambos sentidos, que de hecho se complementan o casi se identifican. Por un lado, el hecho temporal de amar hasta el final está expresando que esa entrega es voluntaria, según lo que Jesús dice en el discurso del “Buen Pastor”: “Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente” (Jn 10, 17). Esta unión de Jesús a la voluntad de su Padre del cielo a menudo en el Evangelio se indica con la expresión de que las cosas han de suceder “según las Escrituras”

Por ejemplo, estando Jesús con sus discípulos en Getsemaní, ante la agresión al criado del sumo sacerdote, Jesús dijo: “Envaina la espada: que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?” (Mt 26, 51-54). La respuesta de Jesús a Pedro en el cuarto evangelio va en la misma línea: “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?” (Jn 18, 11).

Obediencia y amor se funden, de tal modo que el término τέλος adquiere un valor máximo en el corazón de Jesús, pues cuando ese amor llega al final, en realidad es que ha llegado a la perfección, al acabamiento perfecto. Ese final es la muerte en la Cruz, cuando Jesús dice: “Está cumplido” (τετέλεσται, verbo de la misma raíz que τέλος, Jn 21, 30). Es el modo de “pasar de este mundo al Padre”, por medio del amor supremo manifestado en entrega de sí mismo hasta la muerte en la Cruz.

El lavatorio de los pies y la Eucaristía

Juan no relata la institución de la Eucaristía (los cuatro relatos están en la Primera Carta a los Corintios y en los tres Evangelios sinópticos) pero el contexto en el que se desarrollan los capítulos 13 a 17 es el de la Última Cena: así se dice en 13, 2: “Estaban cenando”. Por lo tanto, la expresión “los amó hasta el extremo” también habría que entenderla enmarcada en un contexto litúrgico-eucarístico. De hecho, si quitamos las oraciones subordinadas que están intercaladas en el versículo, la frase se queda así de clara: “Antes de la fiesta de la Pascua […] los amó hasta el fin”. La institución de la Eucaristía será “antes” de la Pascua, antes de la inmolación de los corderos, será una “anticipación” de la entrega de Cristo en la Cruz. 

Además, el relato del lavatorio de los pies (13, 4-12) está introducido por otra solemne afirmación que expresa el culmen de la relación de amor y unión de voluntades entre Jesús y el Padre: “Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita el manto…” (13, 3-4). La unión entre el Hijo y el Padre da paso a un gesto material. Señal de que ese gesto tiene un fuerte sentido: es expresión de ese amor hasta el extremo, un amor que purifica, que hace limpio al que lo recibe (“vosotros estáis limpios”, Jn 13, 10) y que está anticipado sacramentalmente en la Eucaristía que Jesús instituye en esa cena. Hay una nueva pureza, superior a la meramente ritual y externa. 

Enseñando en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús dirá: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 56). Así pues, con palabras de Joseph Ratzinger en Jesús de Nazaret, Jesús, “que es Dios y Hombre al mismo tiempo, nos hace capaces de Dios. Lo esencial es estar en su Cuerpo, el estar penetrados por su presencia”. Los sacrificios antiguos miraban al futuro, eran sacramentum futuri. Con el misterio pascual, anticipado sacramentalmente en la Eucaristía, ha llegado la hora de la novedad, y se podría decir que ha llegado “el amor hasta el extremo”. Por eso, puede decir san Juan Pablo II en su encíclica Ecclesia de Eucharistia: “Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega ‘hasta el extremo’ (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida” (n. 11). Y ese amor será el modelo de conducta para la existencia de los discípulos: “También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo…” (Jn 13, 14-15), de modo que el cristiano, de alguna manera, ha de ser pan para los demás.

Esta relación entre el “amor hasta el extremo” y la Eucaristía nos desvela otro sentido de esta expresión: “para siempre”, o “continuamente”. La Eucaristía es el amor para siempre, sin solución de continuidad, de Jesús por los suyos, manifestado en la celebración del sacramento eucarístico, que hace presente el sacrificio de Jesús en la Cruz, y en su presencia real en los Sagrarios bajo las especies eucarísticas. Este sentido también aparece en el Antiguo Testamento, por ejemplo, en el testamento de David a su hijo Salomón, en el que le dice que si él abandona al Señor, el Señor le abandonará “para siempre” (εἰς τέλος, 1Cr 28, 9; cf. también Est 3, 13g).

Conclusión

El amor de Jesús es incondicional. Por esos mismos “suyos” que no lo recibieron, Jesús da la vida viniendo a su casa en carne (cfr. Jn 1, 11.14), y manifestándose con signos y palabras (cap. 1-12) y luego de modo total y definitivo con la entrega de su vida en la Cruz y con su presencia sacramental entre nosotros, dando además ejemplo de conducta: el discípulo ha de mantener con su hermano una actitud de servicio abnegado, haciéndose pan para los demás.

El autorJosep Boira

Profesor de Sagrada Escritura

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FirmasXiskya Valladares

Amor en tiempos del coronavirus

7 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

De repente y con urgencia, el teletrabajo y las clases online tienen que normalizarse. Casi el planeta entero para y pasamos todos a confinamiento obligado. Los que tanto han criticado la digitalización tienen, incluso, que acabar asistiendo a misa por streaming. ¿Qué sentido podemos dar a todo esto? ¿Qué nos está diciendo el Señor en estas situaciones?  

El Papa Juan Pablo II, que conoció muy de cerca el sufrimiento físico y moral, decía: “En el programa del reino de Dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo” (Salvifici Doloris, 30). Quizás el coronavirus venga a recordarnos que solo el amor da sentido a nuestras vidas. El amor de Dios que nos acompaña, el amor fraterno que se renueva. 

Tomamos conciencia de que por amor decidimos y actuamos. Nos quedamos en casa para no contagiar ni contagiarnos. Continuamos conectados de otra manera porque vemos la importancia de cuidar los vínculos. Nos ofrecemos a cuidar a los más vulnerables; continuamos rezando desde casa; nos damos cuenta de que, aquello que hasta hace unos días considerábamos normal, tiene mucho más valor del que le dábamos: la Eucaristía, un beso o un abrazo, quedar con los amigos o compañeros, poder pasear, hacer deporte al aire libre, las risas con los compañeros de trabajo, etc. El amor pasa a ser el centro y el motor. 

Y seguro que volveremos el día del reencuentro más serenos, más maduros, con más alegría. Porque la experiencia de vivir en familia enriquece el alma, poder vivir con calma el tiempo nos permite reflexionar, descubrir que solo unidos podemos vencer al virus nos ayuda a renunciar al individualismo, relacionarnos en la distancia nos enseña qué es lo importante de la relación y darnos cuenta de la corresponsabilidad de vivir en sociedad nos hace solidarios.

El autorXiskya Valladares

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El reto de disminuir los cultivos de droga

El autor analiza los cultivos ilícitos de droga y el objetivo de frenar las plantaciones de coca en Estados Unidos y Colombia. Señala la necesidad de medidas que puedan cerrar el suministro de materia prima o sustituir cultivos por una reforma rural.

7 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

Con 212.000 hectáreas sembradas con coca el año pasado, este cultivo ilícito se ha estabilizado en Colombia, de acuerdo con una información recién publicada por la Casa Blanca sobre el comportamiento de los cultivos ilícitos. Frente al año 2018, en el que se registraron 208.000 hectáreas sembradas de coca, el incremento ha sido de 4.000 hectáreas. El informe destaca que los esfuerzos antinarcóticos de Estados Unidos y Colombia han demostrado resultados, puesto que “los niveles de cultivo de coca finalmente se estabilizaron en 2018 y 2019 por primera vez desde 2012”, ha señalado Kirsten Madison, subsecretaria de la Oficina de Asuntos Antinarcóticos y Aplicación de la Ley (INL) de Estados Unidos. 

El ministro de Defensa colombiano, Carlos Holmes Trujillo, precisa que esas cifras se refieren sólo a lo registrado hasta mayo del 2019, y no tienen en cuenta el esfuerzo que realizaron las autoridades durante todo el año. A su juicio, según el mecanismo de medición de la Policía, en todo el 2019 hubo una reducción de cerca de 21.000 hectáreas y se está pendiente de la medición de Naciones Unidas, que se conocerá en junio de este año. “Vamos a continuar trabajando. Se va a retomar la aspersión, haberla suspendido fue un gravísimo error político”, indicó el jefe de la cartera de Defensa. El informe mostró también que la producción potencial de cocaína se incrementó en un 8 por ciento, llegando a 951 toneladas en 2019, en comparación con las 879 registradas en 2018.
Estos datos se explican por la madurez a la que han llegado extensas zonas de cultivo, que ya no dan una sola cosecha al año, sino que llegan a dar hasta cuatro cosechas. A esto se suma la tecnología usada por los narcotraficantes para incrementar la productividad de los sembrados ilegales. Cerrar el flujo de la materia prima a los laboratorios podría tener un impacto muy importante sobre la productividad. En este sentido, Camilo González Posso, director del Instituto de Estudios por el Desarrollo y la Paz (Indepaz), añade que hay que dejar de persistir “en la estrategia equivocada de atacar al pequeño cultivador sin mirar el conjunto del problema en salud, macrocriminalidad, centros de lavado de activos…”. A su juicio, dar prioridad a las estrategias pactadas en el acuerdo de paz de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos y una reforma rural integral son “un camino mejor”. En todo caso, el reto de disminuir los cultivos ilícitos y la producción de droga es grande, y Estados Unidos y Colombia acordaron reducir tanto los cultivos de coca como la producción de cocaína en un 50 por ciento para 2023. 

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Actualidad

Encuentros entre jóvenes y mayores. Conectando generaciones

¿Cuántos jóvenes de nuestros días creen que los ancianos tienen algo significativo que aportarles en sus vidas? Ahora los problemas son otros, el mundo va muy deprisa… El proyecto Conectando generaciones, de la diócesis de Orense, ha conseguido que los jóvenes descubran las inmensas riquezas que pueden aportar a sus vidas las experiencias de los mayores.

Arsenio Fernández de Mesa·4 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Muchas veces a los mayores se los contempla con respeto pero con cierta distancia, como si fueran una reliquia de tiempos pasados que está de vuelta de la vida y no tiene nada que decir a la sociedad actual. Pues bien, el proyecto Conectando generaciones, de la diócesis de Orense y cofinanciado por la Xunta de Galicia y la Fundación Amigos de la Barrera, busca provocar un conjunto de encuentros entre adolescentes y mayores para que construyan vínculos de relación y afecto partiendo de la experiencia. 

Esta iniciativa, que acaba de celebrar la tercera edición, ofrece a los alumnos de los últimos cursos de la ESO (Educación Secundaria) y Bachillerato la oportunidad de un voluntariado social que les enriquezca como personas. A los mayores, por su parte, les brinda la ocasión de ser escuchados y valorados aportando lo más valioso y preciado que tienen, que es su propia experiencia vital. 

En estos encuentros las palabras no se las lleva el viento, pues con las historias contadas los jóvenes se encargan de elaborar un libro que recoge los aspectos biográficos de los que han sido hechos partícipes. Un libro que a esos adolescentes les desborda su horizonte en ocasiones estrecho y les conecta con valores humanos profundos que les enriquecen.

Participantes

El primer trabajo consiste en la selección de los alumnos. Para buscar a los participantes se realiza un concurso público, invitando a colegios a que lo oferten a los alumnos de 3º y 4º de la ESO y 1º de Bachillerato que estén dispuestos a pasar unos días de voluntariado social y que dispongan de ciertas habilidades literarias. También se selecciona al grupo de los mayores, que han sido desde inmigrantes hasta residentes en un asilo, pasando por los abuelos de los propios alumnos. La intención de los organizadores del proyecto es que en la próxima edición los protagonistas sean sacerdotes ancianos. 

Para que la actividad pueda alcanzar los frutos esperados se pone un límite a la participación, de forma que se manejan grupos de entre diez y veinte jóvenes, y diez y veinte mayores. Una vez efectuada la selección, se les da una formación a los jóvenes con talleres rigurosos y bien preparados, que incluyen nociones sobre el voluntariado social -enseñando a escuchar o a preguntar- y sobre aspectos literarios, que se concretan en explicar el modo de escribir una biografía, las diversas perspectivas para abordar el relato de la vida de una persona, cómo se estructuran los diversos tiempos o de qué modo pueden implicarse ellos mismos en la narración.

En los encuentros con los mayores, merienda de por medio, se cuida especialmente la acogida para lograr que todos estén cómodos y contentos. No se trata de hacer un proyecto mecánico, sino de lograr que sea una experiencia inolvidable, un encuentro que destruya posibles prejuicios iniciales de los adolescentes hacia los mayores y les facilite una apertura para la recepción de los valores de los que sus predecesores son depositarios. Una vez impartidos los talleres y realizados los primeros contactos se hace un sorteo, al estilo de la FIFA, en el que a cada joven le toca un mayor. A partir de ahí arrancan los días de encuentro y redacción de experiencias. 

Al terminar se les da forma a los textos originales presentados por los alumnos, se recoge todo en fotografía y en película, y se publica un libro con todas las biografías, las fotografías de cada uno de los biografiados y biografiantes e incluso, en ocasiones, las ilustraciones elaboradas por los propios jóvenes. En el acto final, en el que están presentes las familias de los jóvenes y de los mayores, se presenta el resultado de la obra y se entrega a cada uno el libro, incluyendo un momento para compartir algunas experiencias.

Ejemplo que impactan

“Nuestro objetivo es poner en el centro la intención ejemplificadora, pues buscamos que sea un camino a seguir, subrayando y visibilizando la importancia de contar con los mayores y de valorarlos”, señala orgulloso José Manuel Domínguez Prieto, director del Instituto de la Familia de la diócesis de Orense. “Los mayores no son obstáculo sino una riquísima fuente de cultura y sabiduría”, precisa. 

La experiencia de estas tres ediciones es que los ancianos se sintieron muy homenajeados y felices, mientras que los jóvenes experimentaron un fuerte impacto emocional y personal. “Es apasionante ver las sesiones de encuentro entre unos y otros”, afirma uno de participantes en el proyecto, “ya que a los jóvenes se les abren panoramas de experiencias vitales, escuchando las aventuras de labios del propio protagonista, y a los mayores les produce una gran emoción por sentir que tienen muchas riquezas que aportar a la sociedad actual”

El éxito de Conectando Generaciones ha provocado que la iniciativa se replique en las otras diócesis de Galicia, buscando la creación de vínculos extraordinarios a través de encuentros de calidad entre grupos humanos con tanta distancia de edad.

Historias concretas

Los que de un modo u otro forman parte de este proyecto señalan que lo más bello y emocionante son las historias concretas que suceden gracias a estos encuentros. Historias que descubren una intimidad ni siquiera sospechada. Historias que cambian vidas o que, al menos, hacen recapacitar sobre qué es lo esencial y qué lo accesorio. Como botón de muestra, he aquí una referencia a dos bellas historias del enriquecimiento que para un joven puede suponer este tipo de contacto más profundo e íntimo con un mayor. 

Una de esas personas era inmigrante, profesora universitaria en Venezuela y alguien muy relevante en el ámbito de la cultura, casada y con hijos. Tuvo que ir a Galicia absolutamente sola y pobre, ya viuda, dependiendo de Cáritas y teniendo en Venezuela, tan lejos, su vida y sus amistades, que no pueden salir de allí. A pesar de ello, vive alegre su situación, con una alegría contagiosa gracias a su fe cristiana. Esa alegría en medio de su precaria situación vital conmocionó a su entrevistador. “Para un joven español, que vive con toda la estabilidad que le proporciona un sistema educativo y sanitario, descubrir la experiencia de haberlo tenido todo y perdido todo es algo emocionante y tremendo, que hace recapacitar”, afirma Domínguez Prieto. El joven al que le tocó en suerte entrevistarse con esta anciana terminó llorando a lágrima tendida y no consiguió escribir nada el primer día.

Otro joven, alumno del bachillerato de ciencias que tenía grandes reticencias con respecto a estos encuentros, pudo penetrar en la intimidad de un jubilado que le abrió horizontes insospechados. Acudió invitado por el colegio, pero sin especial ilusión. Lo que no sabía es que la persona a la que entrevistó fue hasta su jubilación una de las máximas autoridades en física nuclear a nivel mundial, alguien muy sencillo pero que puso en marcha importantes a nivel nuclear en toda Europa. Ahora es un humilde jubilado que cuida de su esposa con alzhéimer. Cuando el joven descubrió quién era ese anciano, que con semejante autoridad a nivel mundial se dedicaba a cuidar de su esposa y encontraba en ello su felicidad, sufrió un impacto vocacional espectacular que le ha condicionado de manera definitiva. 

Los mayores tienen mucho que decir a esta sociedad, aunque muchas veces con nuestras prisas, nuestra superficialidad y nuestra cultura tecnológica obviamos la belleza de encontrarse tú a tú con alguien, sin pantallas de por medio, que tiene algo que contarnos para enriquecer nuestra vida. Iniciativas como Conectando generaciones muestran a los jóvenes hasta qué punto compartir la intimidad con personas que han vivido tantas experiencias puede suponer una gran riqueza para sus propias vidas.

El autorArsenio Fernández de Mesa

Enseñanzas del Papa

Conversión, compasión y confianza

La crisis sanitaria desencadenada en tantos lugares por el coronavirus incita a reflexionar sobre algunas enseñanzas de Francisco en las pasadas semanas, y las hace resonar ahora de modo singular.

Ramiro Pellitero·3 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Nos referimos a su mensaje para la Cuaresma, su mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud prevista inicialmente para primeros de abril en Roma; en tercer lugar, su discurso al clero romano con motivo de la Cuaresma.

Llamada a la conversión en una “cuaresma especial”

El mensaje del Papa se centraba en un texto paulino: “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Co 5, 20). Nos invita a mirar al Crucificado para redescubrir el Misterio pascual, fundamento de la conversión: “Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez” (exhortación apostólica Christus vivit, n. 123).

Este tiempo de gracia, que es siempre la cuaresma, se encuentra este año fuertemente teñido por las circunstancias –vinculadas a la pandemia del coronavirus– que nos rodean, que han llevado a la concesión de profusas Indulgencias (cfr. Decreto de la Penitenciaría Apostólica, 19-III-2020) por parte de la Santa Sede. 

Mucho se ha escrito ya y se escribirá sobre las “enseñanzas” que podemos extraer de este tiempo difícil, en el que tantas personas queridas se nos han ido y otras muchas están gravemente dañadas o amenazadas en sus vidas, en sus familias y sus economías. 

Por eso se vuelven particularmente dramáticas y significativas las palabras de Francisco, publicadas meses antes de que pudiera prever la situación en que nos encontramos, concretamente el 7 de octubre de 2019, el mismo día en que se abría el Sínodo de Amazonia: “Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría”

Tal vez ese afán por acumular –el tiempo y la investigación lo dirán, pero también nuestra conciencia de consumidores occidentales– es uno de los factores desencadenantes de los problemas que estamos padeciendo. 

A grandes males, grandes remedios, y la reacción de los cristianos en todo el mundo está siendo de oración y de penitencia, apiñados junto al Papa y los obispos. Anclados en la fe, protegidos por el manto de la Virgen. Sabiendo que, incluso de todo esto, Dios puede sacar grandes bienes, contando con nuestra oración y conversión, nuestra cercanía a los que sufren y nuestro trabajo.

Experimentar la compasión y levantarse siempre

El Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de la Juventud 2020 recoge las palabras del Señor al hijo de la viuda de Naín: “Joven, a ti te digo, ¡levántate!” (Lc 7, 14). Como continuación del sínodo sobre los jóvenes y preparación para la gran Jornada de Lisboa (2022), el Papa quiere que estos años los jóvenes se despierten, se levanten para vivir verdaderamente con Cristo. 

No se trata de un mensaje dulzón y contemporizador. El Papa les propone mirar, “ver el dolor y la muerte” en torno a ellos. No se refiere solo a lo que en estos días contemplamos; sino al amplio panorama –que afecta en gran medida a los jóvenes mismos– de la muerte también moral y espiritual, emotiva y social. Muchos están muertos porque han perdido la esperanza, viven en la superficialidad o el materialismo, saboreando ilusoriamente sus fracasos. Otros tienen motivos diversos para sufrir.

A todos el Papa invita a mirar directamente, con ojos atentos, sin poner por delante el teléfono móvil o escudarse en las redes sociales. Les propone derribar los ídolos, experimentar la compasión hacia los demás (cfr. Mt 25, 35 ss.)

Tantas veces hay que comenzar por levantarse uno mismo. No como un “condicionamiento psicológico” como el que pretenden ciertos consejos de “autoayuda”, tan de moda (¡cree en ti mismo, en tu energía positiva!), como si fueran “palabras mágicas” que deberían solucionarlo todo. Porque para el que está “muerto por dentro” esas palabras no funcionan. El dejarse levantar por Cristo supone realmente una nueva vida, un renacimiento, una nueva creación, un resucitar. Y eso se traduce –como sucedió con el hijo de la viuda de Naín– en que reconstruimos nuestras relaciones con los demás (“empezó a hablar”: Lc 7, 15).

Hoy existen muchos jóvenes “en conexión”, pero no tanto “en comunicación”. Muchos viven aislados, replegados en mundos virtuales, sin terminar de abrirse a la realidad. Y esto –advierte Francisco– “no significa despreciar la tecnología, sino utilizarla como un medio, y no como un fin”

En definitiva, propone: “‘Levántate’ significa también ‘sueña’, ‘arriesga’, ‘comprométete para cambiar el mundo’”. Levantarse significa apasionarse por lo grande, por lo que vale la pena. Y grande es “convertirse en testigo de Cristo y dar la vida por Él”.

Concluye el Papa con la que podríamos llamar pregunta del millón para los jóvenes: “¿Cuáles son vuestras pasiones y vuestros sueños?”. Les encomienda a María, Madre de la Iglesia: “Por cada uno de sus hijos que muere, muere también la Iglesia, y por cada hijo que resurge, también ella resurge”.

Esperanza, confianza en Dios, unidad

“Las amarguras en la vida del cura”, fue el tema del discurso del Santo Padre para el clero de Roma (leído por el cardenal De Donatis), el jueves 27 de febrero. Si bien la mayor parte de los sacerdotes están contentos con su vida y aceptan ciertas amarguras como parte de la vida misma, Francisco considera interesante la reflexión sobre las raíces y las soluciones de esas “amarguras”. Eso facilitará “mirarlas de frente”, tocar nuestra humanidad y poder servir mejor a nuestra misión. 

Para ayudar a mirar esas raíces, las divide en tres partes: en relación con la fe, con los obispos y con los demás. 

En relación con la fe, apunta la necesidad de distinguir entre “expectativas” y “esperanzas”. Los discípulos de Emaús (cfr. Lc 24, 21) venían hablando de sus expectativas, sin darse cuenta de que “Dios es siempre mayor” que nuestros planes, y que su gracia es la verdadera protagonista de nuestras vidas (para vacunarnos contra todo pelagianismo y gnosticismo). 

En nuestro caso –señala Francisco–, quizá nos falta “trato con Dios” y confianza con Él, recordarnos a nosotros mismos: “Dios me habló y me prometió el día de la ordenación que la mía será una vida plena, con la plenitud y el sabor de las Bienaventuranzas”. Y para eso es necesario escuchar no solamente la historia sino también aceptar –con la ayuda del acompañamiento espiritual– las realidades de nuestra vida: “Las cosas irán mejor no solo porque cambiemos de superiores, o de misión, o de estrategias, sino porque seremos consolados por la Palabra (de Dios)”

En relación con los obispos, la clave está en la unidad entre el obispo y los sacerdotes. Por parte del obispo, en el ejercicio de la autoridad como paternidad, la prudencia, el discernimiento y la equidad. Así enseñará a creer, a esperar y amar. 

En relación con los demás, Francisco promueve la fraternidad y la lealtad, el compartir rechazando el espíritu de cautela y de sospecha. Además –señala– se requiere una buena gestión de la soledad, necesaria para la contemplación, que es, en torno a la Eucaristía, el alma del ministerio sacerdotal. Pero todo ello, sin refugiarse en el aislamiento; no aislarse de la gracia de Dios (lo que lleva al racionalismo y al sentimentalismo) ni de los demás: de la historia, del “nosotros” del santo pueblo fiel de Dios (lo que abriría al victimismo, elixir del demonio), que espera de nosotros maestros del espíritu, capaces de señalar los pozos de agua dulce en medio del desierto.

América Latina

Puerto Rico contará con un Seminario Mayor Interdiocesano

La Congregación para el Clero ha aprobado un decreto para erigir el Seminario Mayor Interdiocesano Santa María de la Divina Providencia, en respuesta a una petición formulada por varios obispos de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico. 

Alejandro Zubieta·3 de abril de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Firmado por el cardenal Beniamino Stella, Prefecto de la Congregación, y por el arzobispo Secretario para los Seminarios, Mons. Jorge Patrón Wong, el decreto elogia el acuerdo entre los obispos que “han unido sus fuerzas con el fin de ofrecer a los futuros sacerdotes una formación en consonancia con la sana doctrina de la Iglesia católica”.

El documento de la Congregación para el Clero subraya que el seminario servirá para “fomentar la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral que viene exigida por la realidad cultural actual y en sintonía con la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis”.

El anuncio fue realizado hace poco de un mes por el arzobispo de Ponce y presidente de la Conferencia Episcopal puertorriqueña, Mons. González Medina, quien ha manifestado la “gran alegría” que significa para los obispos la realización de este proyecto. “Este es un anhelo que durante muchos años hemos atesorado en nuestros corazones y luego de un largo proceso de reflexión, consulta y oración, comenzaremos a partir del 15 de agosto de 2020”.

El arzobispo de Ponce señaló que el nuevo seminario “será el lugar donde se formarán los futuros pastores” de la nación e invitó a todos los fieles católicos a mantenerse en oración para que Santa María, Madre de la Divina Providencia, Patrona de Puerto Rico, los “favorezca con santas y abundantes vocaciones”.

El decreto aprueba la solicitud realizada por el propio Mons. Rubén González Medina; Mons. Roberto González Nieves, arzobispo de San Juan; Mons. Álvaro Corrada del Río, obispo de Mayagüez; y Mons. Eusebio Ramos Morales, obispo de Caguas y administrador apostólico de la diócesis de  Fajardo-Humacao. 

La sede y organización de los futuros sacerdotes en Puerto Rico tiene una larga historia de diálogo por causa de  circunstancias e intereses particulares de las distintas diócesis. Sin lugar a dudas, es un proyecto anhelado desde la erección de la primera diócesis. El reciente decreto de la Santa Sede es el resultado de la experiencia adquirida en ese camino y de una madurez en la comunión que da una gran esperanza para contar con un gran seminario.

Desde el siglo XVIII

El recorrido histórico recuerda que el planteamiento de un seminario en San Juan Bautista, nombre original de Puerto Rico, surgió del obispo Pedro de la Concepción en la segunda década del siglo XVIII. Su deseo fue más que ratificado, y en 1.768 la Corona española exigió que todas las diócesis contaran con un seminario. De esta manera, bajo el gobierno del primer obispo puertorriqueño, don Juan Alejo de Arizmendi, se comenzaron los preparativos para establecer el primer seminario. 

El apoyo y generosidad de los sanjuaneros permitió que don Pedro Gutiérrez de Cos, sucesor de Arizmendi, finalizara y estableciera en 1832 el Seminario Conciliar de San Ildefonso, que se construyó de planta en el casco del viejo San Juan a un lado de la casa arzobispal. 

En este seminario estudiaron no sólo los futuros sacerdotes sino aquellos estudiantes que aspiraban a una mejor formación. Además de desde la isla, los estudiantes provenían de Santo Domingo (actual República Dominicana), Venezuela y España (principalmente de las ciudades de Málaga y Barcelona). 

En San Ildefonso se formaron grandes hombres como el cardenal Luis Aponte Martínez, primer cardenal puertorriqueño, así como grandes próceres y padres de la patria como Román Baldorioty de Castro y Eugenio María de Hostos. Fue tan grande la influencia educativa de esta casa de estudios que durante sus primeras décadas el seminario fue el principal centro docente del país. En su larga existencia, el Seminario Conciliar pasó por cambios importantes de sus fines y regencia. La historia se puede resumir por los tres nombres que fue conocido: Colegio-Seminario, Seminario y Seminario Conciliar.

A partir de 1900, el seminario pasó por cambios de gobierno —uno de éstos fue la asociación política de Puerto Rico a Estados Unidos en el año 1898—, y serias dificultades económicas que aumentaron con el tiempo, y por no poder resolverse llevaron a su cierre definitivo. En 1915, el obispo Guillermo Jones lo reactivó nuevamente bajo la dirección de los Padres paúles. Un nuevo obispo, James Davis, decidió trasladar el seminario al pueblo de Aibonito, regido por los jesuitas. A mediados de los años 30 se cerró definitivamente.

Nuevas diócesis y recomienzo

El aumento de población y el establecimiento de nuevas ciudades y pueblos llevó a la Iglesia en Puerto Rico a la creación y división  de nuevas parroquias y diócesis por toda la isla. De la arquidiócesis de San Juan se crearon las diócesis de Ponce (1924), y de estas dos, otras nuevas diócesis: Arecibo (1960), Caguas (1964), Mayagüez (1976) y Fajardo-Umacao (2008).

Para recomenzar un nuevo seminario se buscó una solución de acuerdo a los tiempos.  Así, en 1948 se fundó en la ciudad de Ponce la Universidad Católica, iniciativa de los obispos James Davis, obispo de la arquidiócesis de San Juan Bautista, y el obispo E. McManus de la diócesis de Ponce. En sus comienzos, estuvo afiliada a la Universidad Católica de América en Washington. A finales de su primer año de fundación, la Universidad obtuvo la acreditación del Consejo de Educación Superior de Puerto Rico. La Universidad fue erigida canónicamente por la Santa Sede el 15 de agosto de 1972 y el  25 de enero de 1991 se le confirió el título de Pontificia.  

En la década de los 60, el obispo de Ponce, Mons. Fremiot Torres Oliver, decidió aprovechar la reciente Universidad Católica para fundar dentro de ésta un seminario diocesano: el Regina Cleri. Como sede, se dispuso del edificio de la facultad de Medicina. 

Más iniciativas

Al comprobar la experiencia de formación sacerdotal del Regina Cleri, algunos obispos propusieron una nueva sede en San Juan en colaboración con la diócesis de Ponce. De esta manera se fundó el Seminario Mayor Interdiocesano de Puerto Rico, con dos sedes: la facultad de filosofía en San Juan y la de teología en Ponce. Los rectores de las  respectivas sedes fueron Mons. Fernando Felices en San Juan, y Mons. Jesús Diez Antoñanzas en Ponce. De esta manera, además de Ponce y Mayagüez, contó el nuevo seminario con alumnos de San Juan, Cagüas y Arecibo. Esta experiencia se mantuvo en los años 1993 a 1996. A pesar de la corta edad de este seminario interdiocesano su existencia ayudó a crear lazos de fraternidad entre los sacerdotes de esa generación, lazos que perduran hasta nuestros días.

A partir de 1996, la arquidiócesis de San Juan fundó el Seminario Mayor Regional San Juan Bautista. Como sede se utilizó una propiedad de la Curia en la calle José de Diego, y se incorporaron al Mayor los seminaristas de la arquidiócesis de San Juan, los de la diócesis de Caguas y brevemente los de la Diócesis de Arecibo. Hasta la fecha, sus seminaristas  cursan las materias de teología en la Pontificia Universidad Católica en la ciudad de Ponce. En 2012, la diócesis de Arecibo busca otra solución y decide fundar un seminario en Pamplona.  

Después de este largo camino, Puerto Rico se llena ahora de esperanza por contar con esta nueva iniciativa, tan deseada por la Sagrada Congregación para el Clero. Pedimos que Dios bendiga copiosamente al nuevo Seminario Interdiocesano Santa María de la Divina Providencia con abuntandes vocaciones sacerdotales, tan necesitadas en la Isla.

El autorAlejandro Zubieta

Puerto Rico

Mundo

Centenario del nacimiento de san Juan Pablo II. Trazas de su legado

Hace 100 años nacía Karol Wojtyła, san Juan Pablo II. Con motivo de este aniversario, recogemos un reflejo del reconocimiento a un pastor, una enseñanza y una visión que han inspirado a nivel mundial a tantas instituciones, monumentos, espacios públicos y muestras artísticas. Doctrina, erudición, cultura, conjugadas santamente con su riquísima vida de piedad.

Alejandro Vázquez-Dodero·31 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 10 minutos

Si quieres la fuente encontrar, 
tienes que ir arriba, contra corriente.
Empéñate, busca, no cedas,
Sabes que ella tiene que estar aquí (…)

Dos versos sueltos del poema Fuente, escrito por “el caminante del Evangelio”, Karol Wojtyła, más tarde san Juan Pablo II. Nacido hace 100 años, el 18 de mayo de 1920, en Wadowice, un pueblecito polaco situado al sur de Polonia, a 50 kilómetros de Cracovia. Poesía que refleja una personalidad decidida, que dejaría una impronta cultural vastísima, de un hombre muy de Dios a la vez que muy humano, aclamado como uno de los líderes más influyentes del siglo XX. 

Quizá sea esa tenacidad, decisión, el atractivo de “Juan Pablo el Grande”, como también se le llamaría tras su fallecimiento, quien ha legado una influencia cultural global en todo el mundo.

Personalidad

¿Qué otros rasgos de su personalidad han podido atraer tanto a la cultura en estos ya cien años desde su nacimiento?

Cómo no, la alegría del “Papa peregrino”, que cautivaría a tantas instituciones y gentes. San Juan Pablo II integró el carácter medicinal del buen humor ante cualquier problema, y se convenció de que no valía la pena dejarse vencer por el desánimo ante los desastres del mundo que le tocó vivir, también los desvaríos internos de la Iglesia que lideró, y que tuvo que reconocer, pero con el firme propósito de sobreponerse a ellos.

Además, impresionaba su humildad, como reflejaba ese gesto de besar el suelo de los continentes que visitó en sus 104 viajes fuera de Italia, que, por cierto, supusieron casi 29 veces la vuelta a la Tierra –o 3 veces la distancia entre la tierra y la luna–. O su actitud desprendida ante tantos nombramientos y menciones, como la del hombre del año de la revista Time. Cuenta su portavoz que, al llevarle un ejemplar de la revista al comedor, durante la comida volteó la portada pronunciando un “no quiero alimentar mi vanidad, no me vaya a creer mucho”.

Podríamos abundar en la riqueza de la personalidad de este Papa viajero, pero basten esos trazos para situarnos ante quien dejaría un vasto legado cultural, parte del cual hemos querido destacar a continuación.

Otras informaciones y análisis sobre la persona y la obra de san Juan Pablo II se han recogido en números anteriores de la revista y, sobre todo, en el rico número especial con motivo de su fallecimiento, en 2005.

Algunas instituciones dedicadas a su legado

La magnitud del Juan Pablo el Grande imposibilita resumir las muchas iniciativas culturales inspiradas en su persona, en su mensaje. En este número especial hemos querido referirnos sólo a algunas de ellas que, en la celebración del centenario de su nacimiento podrán darnos luz sobre la huella tan firme y extensa que dejó su paso por esta vida.

En otro lugar podrán recordarse los principales aspectos del esfuerzo pastoral, de los desarrollos magisteriales o de las aportaciones filosóficas y el impacto histórico de esta gran figura.

Centro Juan Pablo II “No tengáis miedo”, Cracovia (Polonia). Se trata de una institución dedicada al estudio de la vida y obras del Papa polaco, instituida por la nación polaca en acción de gracias por el pontificado de Karol Wojtyła. El nombre está tomado de las palabras del Santo Padre pronunciadas en el año 1978 durante la misa de inauguración del pontificado: “No tengáis miedo. ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!”.

Su finalidad es difundir y desarrollar de modo creativo la herencia del papa polaco, promoviendo la espiritualidad, la cultura y las tradiciones relacionadas con su persona, y también con su actividad científica y educativa, así como la ayuda a los necesitados. Su sede se encuentra junto al Santuario de la Divina Misericordia, en los terrenos que fueron propiedad de la fábrica química Solvay, en Jugowicach.

El complejo contiene la iglesia de san Juan Pablo II, la casa (que alberga un museo, biblioteca, capilla, oratorio y centro de conferencias), el centro de retiros espirituales, el centro del formación del voluntariado, la torre con su terraza de vistas, servicio de hoteles, anfiteatro abierto, Vía crucis, parque móvil, etc. Como curiosidad, destacamos que en 2011 se colocó en la capilla baja del santuario de Juan Pablo II una reliquia del santo: un frasco con sangre, colocado dentro del altar. 

-Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, Madrid (España). La génesis de la institución se encuentra en el Instituto Pontificio Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, establecido por la constitución apostólica Magnum Matrimonii Sacramentum, del 7 de octubre de 1982, fundado por deseo de san Juan Pablo II. Este se extinguió después de los recientes sínodos de la familia y la exhortación Amoris laetitia, erigiéndose en su lugar el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia con motu proprio por el Sumo Pontífice Francisco, el 8 de septiembre de 2017, Summa familiae cura.

Su objetivo es promover la renovación de la evangelización de la familia planteada en los sínodos de 2014 y 2015 auspiciados por el Papa Francisco, aportando enseñanzas eclesiásticas de segundo y tercer ciclo acerca de la Familia. En concreto, ofrece una licenciatura en Teología del Matrimonio y de la Familia, una licenciatura en Ciencias del Matrimonio y de la Familia, y un diploma anual Experto en Ciencias del Matrimonio y la Familia.

Está vinculado a la institución del mismo nombre, en la Pontificia Universidad Lateranense, de Roma.

-Fundación Juan Pablo II, Ciudad del Vaticano. Creada para promover iniciativas de carácter educativo, científico, cultural, religioso y caritativo relacionadas con el pontificado de san Juan Pablo II, la preside el arzobispo de Cracovia. Sus actividades incluyen: programas de becas, como las destinadas a estudiantes procedentes de las repúblicas de la antigua Unión Soviética y del Este de Europa que estudian en la Universidad Católica de Lublin y en la Universidad Pontificia Juan Pablo II de Cracovia; una Casa en Roma para la acogida de peregrinos y la celebración de encuentros; y un Museo y un Centro de Documentación e Investigación sobre el Pontificado de Juan Pablo II, que están alojados en la misma Casa.

-Fundación Juan Pablo II para la Juventud, Roma (Italia). Institución erigida como persona jurídica pública el 29 de junio de 1991 por el presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, con la finalidad de “cooperar a la puesta en práctica de las enseñanzas del magisterio de la Iglesia católica en orden a la prioridad de la pastoral juvenil, particularmente manifestada en las jornadas mundiales de la juventud”, y de promover la evangelización de los jóvenes y sostener la pastoral juvenil en todo el mundo.

-Fundación Juan Pablo II para el Deporte, Ciudad del Vaticano. Es una fundación creada en 2008 e inspirada en el santo polaco, que afrontó el tema del deporte en unos 120 discursos y mensajes. 

-Fundación Juan Pablo II, Florencia (Italia). La fundación Juan Pablo II para el diálogo, la cooperación y el desarrollo, nace en el año 2007, y su acción general ha producido grandes resultados sobre todo en Israel, en Cisjordania y en la línea de Gaza, en Líbano y en Irak, con intervenciones y proyectos han procurado crear las condiciones para un desarrollo global y a largo plazo, en particular en lo que se refiere al social, educativo y sanitario. 

Uno de los objetivos constantes y prioritarios de la fundación ha sido crear nuevos puestos de trabajo, convencida de que solo la dignidad del trabajo contribuye a crear una verdadera justicia social.

El nombre de la fundación obedece a la simpatía hacia el Papa polaco, fallecido hacía un par de años a la fecha de su inicio. San Juan Pablo II tuvo una especial sensibilidad en relación con los cristianos en Oriente. 

-Santuario Nacional de San Juan Pablo II, Washington DC (Estados Unidos). Se trata de un lugar de peregrinación, que cuenta con una reliquia muy exclusiva: la sangre de san Juan Pablo II, que está disponible para su veneración.

Como destaca su página web, a través de la liturgia y la oración, arte, eventos culturales y celebraciones religiosas, los peregrinos pueden celebrar el profundo amor del santo polaco hacia Dios y el hombre. Una gran exhibición permanente destaca los eventos significativos en la vida de san Juan Pablo II y su influencia trascendental como el padre espiritual y como líder mundial.

Desde su origen, el santuario se pensó como respuesta a la llamada del Papa peregrino para una “nueva evangelización”, que repitieron los Papas Benedicto XVI y Francisco. La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos elevó el santuario a santuario nacional el 14 de marzo de 2014. 

Se trata de una iniciativa pastoral muy importante de Caballeros de Colón, una organización fraternal laica con casi dos millones de miembros alrededor del mundo. Fieles a la misión y el legado de san Juan Pablo II, en 2011 los Caballeros establecieron un santuario en su honor en la capital de los Estados Unidos.

-Universidad Católica Juan Pablo II, Lublin (Polonia). Fundada en 1918 por el episcopado polaco y establecida en Lublin, es una de las universidades más antiguas de Polonia (después de las de Cracovia, Wroclaw y Varsovia), y está confiada al Sagrado Corazón de Jesús. Cerrada durante la ocupación nazi, reabrió sus puertas en 1944, y más tarde volvería a ser constreñida por el régimen comunista instaurado en Polonia, clausurando su enseñanza y confiscando sus propiedades. Sin embargo, durante el período comunista polaco, KUL fue el centro universitario de pensamiento católico de mayor importancia en Polonia y la única universidad independiente en todo el bloque soviético.

En los años 70 y 80 del siglo pasado fue abriéndose al mundo y logrando contactos con otras universidades extranjeras, reabriendo varios de sus institutos que habían sido clausurados por el gobierno comunista.

Un hecho remarcable de la historia de esta institución universitaria fue la elección del cardenal Karol Wojtyła en 1978 como pontífice (desde 1954 era allí el director de la cátedra de Ética del departamento de Filosofía Cristiana). En 1987 el Papa Juan Pablo II visitó la Universidad, y en su homenaje se instaló una estatua, junto a otra del cardenal Stefan Wyszyński. Más tarde, en la ceremonia de inauguración del año académico 2005-2006, con motivo del fallecimiento de su antiguo profesor Karol Wojtyła, la Universidad Católica de Lublin adoptó el nombre de “Universidad Católica Juan Pablo II de Lublin”.

Asimismo existe en Cracovia la Universidad Pontificia Juan Pablo II. Así pasó a llamarse en febrero de 2010 la Pontificia Academia Teológica, en la que se constituyó la tradicional Facultad de Teología de la Universidad Jaguelónica.

-Instituto Karol Wojtyla – San Juan Pablo II, Madrid (España). Se trata de una asociación sin ánimo de lucro, formada por laicos e inscrita en el registro de asociaciones de la Comunidad Autónoma de Madrid. El Instituto es independiente de ideologías o partidos políticos. Otro rasgo del Instituto es la multidisciplinariedad de los temas; y también la disposición a colaborar con cualquier persona, sea cual sea su ideología o confesión religiosa.

Organiza actividades de reflexión y debate sobre temas relacionados con el Magisterio de san Juan Pablo II, tales como cuestiones de antropología, temas de bioética, ecumenismo, diálogo interreligioso, doctrina social de la Iglesia, relaciones Iglesia-Estado, etc. Todas las actividades del Instituto procuran ser fieles al Magisterio de san Juan Pablo II.

-Centro Juan Pablo II, Pennsylvania (Estados Unidos). Esta institución estadounidense está dirigida a menores y adultos con minusvalías o necesidades especiales educativas, y les ofrece una variedad de programas inspirados, según dice su página web, en la santidad de la vida humana.

-Centro Juan Pablo II para la Nueva Evangelización, Milwaukee (Estados Unidos). Se trata de una comunidad que pretende acercar a su público a Jesucristo a través de la vida sacramental de la Iglesia, para que estos a su vez hagan discípulos en sus hogares y en sus lugares de trabajo.

Para ello cuenta, entre otros, con programas de formación en Teología, matrimonio y vida familiar y dignidad de la persona humana.

-Centro Juan Pablo II para la Divina Misericordia, Ottawa (Canadá). La misión de este centro es la de anunciar la misericordia de Dios a toda persona, ayudando a las parroquias a ser más conscientes de este misterio de amor divino, bajo la protección de Santa María, Madre de Misericordia.

Fue fundado en 2006, y se inspira en el mensaje de misericordia que Nuestro Señor comunicó a la religiosa polaca Faustina Kowalska, canonizada por san Juan Pablo II. 

Santa Faustina, en uno de sus encuentros con Jesús, le preguntó cómo hacer llevar el mensaje de la misericordia divina al mundo entero. Nuestro Señor le dijo que desde Polonia se difundiría ese mensaje; el Papa polaco contribuyó a propagar esa difusión.

-Centro Juan Pablo II para las Mujeres, New York (Estados Unidos). Como destaca la presentación de esta institución en su página web, citando a san Juan Pablo II, “según cómo vaya la familia, así va la nación, así va el mundo en que vivimos”, con palabras que pronunció en Perth (Australia), el 30 de noviembre de 1986.

Pretende la atención de personas, matrimonios y familias, a quienes prestar formación en materias diversas, en especial en relación con el amor, la dignidad humana, y la fertilidad de la mujer –en particular los métodos naturales de su regulación–.

-Centro Juan Pablo II por la Vida, Canterbury (Nueva Zelanda). Este centro pretende la promoción de la cultura de la vida, el matrimonio y la familia. Todo ello a través de la oración, la educación y el servicio. Ofrece especial asistencia a las madres que hayan tenido embarazos indeseados y puedan plantearse el aborto.

Una de sus iniciativas es la creación del “Libro de la Vida”, en memoria de los niños no nacidos: quienes hayan perdido un hijo por causa de aborto natural pueden notificarlo para su inscripción y rezo particular en la santa Misa que se ofrece semanalmente por su alma.

Algunos monumentos y espacios públicos

Por razones de espacio en este apartado nos limitamos principalmente a España y algunas ciudades del mundo, sin pretender mencionarlos todos.

Muchas ciudades cuentan con monumentos dedicados a san Juan Pablo II, entre otras Madrid, Oviedo, Sevilla, Ciudad de México, Denver, Roma, San Cristóbal de La Laguna, Sidney y Posadas.

En varios lugares de España hay parques dedicados al santo papa polaco. Entre otras ciudades, en Madrid, donde destaca un monolito conmemorativo en el que aparece inscrita la frase de san Juan Pablo II: “Con mis brazos abiertos os llevo a todos en el corazón”, dedicada al pueblo de Madrid con motivo de su visita en el año 2003. Otras ciudades son Alcalá de Henares, Boadilla del Monte, Las Palmas de Gran Canaria, Ciudad Real, Alicante o Jaén.

En Medellín (Colombia), se encuentra el Aeroparque Juan Pablo II, un parque acuático con multitud de ofertas e instalaciones para sus visitantes. En 1995 el aeropuerto de Cracovia, que es el segundo aeropuerto del país en movimientos, cambió su nombre de Aeropuerto de Cracovia-Balice al de Aeropuerto Internacional Juan Pablo II Cracovia-Balice, en honor del Papa polaco que pasó muchos años de su vida en Cracovia. Por cuestiones comerciales, el nombre oficial fue abreviado en 2007 al de Aeropuerto de Cracovia Juan Pablo II.

También el aeropuerto de Isla Sao Miguel, en las Azores (Portugal), se llama actualmente Aeropuerto Juan Pablo II, en honor al Papa peregrino, que visitó las Azores en los años 90.

-Península Juan Pablo II, Isla Livingston (Antártida). Se trata de una península cubierta de hielo en la costa norte de la isla Livongston en las islas Shetland del Sur, Antártida, que limita con la bahía Hero al este y la bahía Barclay al oeste. El nombre fue elegido en honor al Papa san Juan Pablo II por su contribución a la paz mundial y la comprensión entre las personas.

-Puente Juan Pablo II, Gran Concepción (Chile). El puente Juan Pablo II, antiguamente llamado Puente Nuevo, es el puente carretero más extenso de Chile. Mide 2.310 metros y atraviesa en sentido transversal el río Bío-Bío a la altura de las comunas de Concepción y San Pedro de la Paz

Cine, teatro…

Existe una serie de películas dedicadas al papa polaco, en particular El baño del Papa, Karol: el Papa, el hombre, Un hombre que se hizo Papa, El niño y el Papa, No tengas miedo: la vida de Juan Pablo II.

El mismo san Juan Pablo el Grande, en virtud de ese talento comunicativo y artístico que le acompañó desde joven, en 1956 compuso una obra de teatro, El taller del orfebre, una “meditación sobre el sacramento del matrimonio expresada a veces en forma de drama”. Trata sobre el amor y el matrimonio a través de la historia de tres parejas. También ha sido filmada.

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Dossier

Avanza la inteligencia artificial

Se usan mucho los términos “inteligente” e “inteligencia artificial”, casi siempre suscitando admiración. Pero, ¿qué es la inteligencia artificial? ¿Tan sólo otro nombre de la informática? El autor es catedrático de Universidad, ingeniero e informático. Ha trabajado en IBM y es autor de numerosas publicaciones, tanto científicas como de divulgación.

Manuel Alfonseca·31 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 9 minutos

La inteligencia artificial es uno de los ejes de la actual transformación de los métodos de trabajo, los modos de relacionarse y la mentalidad, caracterizada por la rapidez y por la complejidad técnica. Este dossier quiere ayudar a comprender sus distintos aspectos y sus repercusiones, también éticas, con la ayuda de profesionales expertos y de las reflexionas ofrecidas por al Papa Francisco sobre estos desarrollos.

Casi desde el principio de la historia de la informática, las computadoras fueron programadas para actuar de forma inteligente. En 1956, Herbert Gelernter, del Laboratorio de IBM en Poughkeepsie, construyó un programa capaz de resolver teoremas de geometría plana, uno de los primeros ejemplos de inteligencia artificial. Ese mismo año, John McCarthy y otros pioneros de la informática se reunieron en un seminario en el Dartmouth College de Hanover (USA). Tras dar nombre a la nueva disciplina (inteligencia artificial) predijeron que en una década habría programas capaces de traducir entre dos lenguas humanas y de jugar al ajedrez mejor que el campeón del mundo. Después se construirían máquinas con inteligencia igual o superior a la nuestra, con lo que entraríamos en una nueva vía en la evolución humana. El viejo sueño de construir hombres artificiales se habría hecho realidad.

Pero las cosas no sucedieron como aquellos optimistas preveían. Aunque Arthur Samuel, de IBM, construyó un programa para jugar a las damas que guardaba información sobre el desarrollo de las partidas y la utilizaba para modificar sus jugadas futuras (es decir, aprendía), el ajedrez resultó ser un objetivo mucho más difícil. El objetivo de ganar al campeón del mundo se retrasó más de 30 años respecto a la fecha prevista.

La traducción de textos entre dos lenguas naturales resultó también más difícil de lo que se preveía. Nuestras lenguas son ambiguas, porque una misma palabra puede tener varios significados, que suelen ser distintos en lenguas diferentes, y además, en una misma frase, una palabra puede desempeñar diversos papeles sintácticos. 

El fracaso de las predicciones de los expertos desanimó a los investigadores en inteligencia artificial, que en gran número se dedicaron a otras investigaciones. Además, en 1969, Marvin Minski y Seymour Papert demostraron que las redes neuronales artificiales de una o dos capas, con las que se venía investigando desde los años cincuenta, no son capaces de resolver problemas muy sencillos. 

Durante los años setenta, el interés por la inteligencia artificial se renovó gracias a los sistemas expertos. De nuevo se lanzaron las campanas al vuelo y se predijeron avances inmediatos demasiado ambiciosos. El gobierno del Japón, por ejemplo, puso en marcha a finales de esa década el proyecto de la quinta generación, cuyo objetivo era desarrollar en diez años (siempre en diez años) máquinas capaces de pensar como los seres humanos, de comunicarse con nosotros en nuestra lengua, y de traducir textos escritos en inglés y en japonés.

Asustados por el proyecto, los Estados Unidos y la Unión Europea lanzaron sus propios programas de investigación, con objetivos menos ambiciosos. Los americanos enfocaron sus esfuerzos hacia programas militares, como la Iniciativa de computación estratégica (SCI), que se centró en la construcción de vehículos autónomos sin piloto en tierra y en el aire; armas “inteligentes”; y el proyecto apodado Star Wars, que debía proteger a los Estados Unidos de un ataque nuclear. Europa, en cambio, se centró en el problema de la traducción automática con el proyecto Eurotra.

A principios de los noventa, el proyecto japonés acabó en un fracaso rotundo. El programa militar de los Estados Unidos tuvo más éxito, como se vio durante la segunda guerra de Irak. Y aunque el proyecto Star Wars no llegó a ponerse en marcha, su anuncio presionó a la Unión Soviética, por lo que algunos analistas piensan que fue una de las causas del fin de la guerra fría. En cuanto al proyecto Eurotra, no dio lugar a un sistema autónomo de traducción automática, pero sí a la construcción de herramientas de ayuda al traductor humano que permiten aumentar su productividad, en la misma línea que Google Translate.

En 1997, 30 años después de lo previsto, un ordenador consiguió por fin vencer al campeón del mundo de ajedrez (Garri Kasparov) en un torneo a seis partidas. También ha avanzado mucho la conducción de vehículos automáticos (coches y aviones). Por eso, cada vez con más frecuencia se dice que estamos a punto de conseguir la verdadera inteligencia artificial, la de máquinas tan inteligentes (o más) que los seres humanos. ¿Es posible? ¿Está realmente tan cerca como parecen creer algunos expertos (no muchos) y los medios de comunicación? 

Definición de la inteligencia artificial

Los investigadores no siempre se ponen de acuerdo en la definición de esta rama de la informática, por lo que no es fácil distinguir de forma clara las disciplinas y aplicaciones que pertenecen a este campo. Últimamente se ha puesto de moda utilizar el término inteligencia artificial para referirse a cualquier aplicación informática, por lo que su delimitación es cada vez más borrosa y confusa. Se ha llegado a presentar como inteligencia artificial un sistema de bancos públicos callejeros que incorporan un repetidor de wifi y una placa solar que da energía para cargar un teléfono móvil. ¿Dónde está la inteligencia? En todo caso, en el ser humano al que se le ocurrió montar esos dispositivos.

La definición más extendida del campo de la inteligencia artificial es esta: conjunto de técnicas que tratan de resolver problemas relacionados con el proceso de información simbólica, utilizando para ello métodos heurísticos

Una aplicación de inteligencia artificial debería cumplir las tres condiciones siguientes: a) que la información a tratar tenga carácter simbólico; b) que el problema a resolver no sea trivial; c) que la forma más práctica de abordar el problema sea usar reglas heurísticas (basadas en la experiencia). El programa debería ser capaz de extraer esas reglas heurísticas de su propia experiencia, es decir, debe ser capaz de aprender.

Aplicaciones de la inteligencia artificial

Además de diseñar campeones para los juegos considerados generalmente como inteligentes, hay muchas más aplicaciones de la inteligencia artificial. En algunas, los resultados han sido espectaculares y se aproximan a lo que, intuitivamente, entendemos por una máquina que piensa.

Son muchos los temas en los que ha sido posible aplicar técnicas de inteligencia artificial, hasta el punto de que este campo se parece a un pequeño cajón de sastre. Veamos algunos:

-Juegos inteligentes. En 1997, el programa Deep Blue (una máquina dedicada de IBM) ganó al campeón del mundo, entonces Garri Kasparov. En la actualidad el mejor programa es AlphaZero, de la empresa DeepMind (propiedad de Google), que no se basa en reglas introducidas por seres humanos, sino en el autoaprendizaje (realizó cinco millones de partidas contra sí mismo). Otros juegos resueltos satisfactoriamente son el chaquete (backgammon), las damas, Jeopardy!, ciertas formas del póquer, y Go

-Realización de razonamientos lógicos. Existen tres clases de razonamiento lógico: deductivo (esencial en matemáticas), inductivo (usado por las ciencias experimentales) y abductivo (que se emplea sobre todo en ciencias humanas, historia y algunas ramas de la biología, como la paleontología). El problema de programar ordenadores para que realicen deducciones lógicas puede considerarse resuelto. En cambio, es mucho más difícil programar los procesos de razonamiento inductivo o abductivo, por lo que este campo de investigación en inteligencia artificial continúa abierto.

-Proceso de la palabra hablada. Se trata de conseguir que los ordenadores entiendan la voz humana, para que sea posible darles órdenes de forma más natural, sin tener que utilizar un teclado. La investigación en este campo encontró dificultades en el hecho de que cada persona tiene su propia forma de pronunciar, y en que el lenguaje hablado es aun más ambiguo que el escrito, pero últimamente se ha avanzado mucho, y a menudo se alcanza un porcentaje de comprensión superior al 90 por 100 de las palabras. 

-Proceso de textos escritos. Se subdivide en dos áreas principales: proceso del lenguaje natural y traducción automática. 

Un campo relativamente reciente es el de la minería de datos, cuyo objetivo es extraer información de textos escritos y tratar de comprender su significado. Para ello se utilizan métodos estadísticos y se construyen corpus anotados con información sobre los términos. Al utilizarlos, los programas mejoran o aceleran la comprensión de los textos que deben interpretar.

En el campo de la traducción automática, los problemas se multiplican, pues los programas han de enfrentarse con dos lenguas naturales en vez de una, ambas plagadas de ambigüedades e irregularidades, que además no suelen coincidir entre sí. Usualmente el objetivo de estos programas es realizar una traducción aproximada (no perfecta) de los textos de partida, sobre la que un traductor humano puede trabajar para mejorarla, aumentando así considerablemente su rendimiento.

-Proceso de imágenes y vehículos automáticos. Cuando observamos una escena a través de la vista, somos capaces de interpretar la información que recibimos e identificar los objetos independientes. Este campo de investigación tiene por objeto programar máquinas y robots para que reconozcan visualmente los elementos con los que han de relacionarse. Una de sus aplicaciones más espectaculares es el coche automático. Este proyecto, bastante avanzado en la actualidad por parte de varias empresas, tiene por objeto construir vehículos sin conductor que puedan desplazarse por las carreteras y las calles de una ciudad. Estas investigaciones, que comenzaron en la Universidad Carnegie Mellon a finales de los años ochenta, recibieron un fuerte impulso durante los noventa, cuando un coche sin conductor salió por primera vez a las autopistas alemanas. En lo que llevamos del siglo XXI, la investigación en el campo del coche sin conductor ha seguido avanzando, y no parece lejano el momento en que se autorice su comercialización.

-Sistemas expertos. Son programas que realizan deducciones lógicas para aplicar reglas de conocimiento proporcionadas por expertos humanos en el tema de que se trate, para resolver problemas concretos. 

El primer intento (un programa llamado DENDRAL, capaz de obtener la fórmula de un compuesto químico a partir de su espectrograma de masas) se construyó hacia 1965 en la Universidad de Stanford. Durante los años setenta y ochenta, la investigación en sistemas expertos se aplicó en diagnóstico médico, matemáticas, física, prospecciones mineras, genética, fabricación automática, configuración automática de computadoras, etcétera. Pero a finales de los años ochenta entraron en decadencia. Aunque no han desaparecido por completo, hoy no desempeñan el papel principal en la investigación en inteligencia artificial.

-Redes neuronales artificiales. Es una de las aplicaciones más antiguas de la inteligencia artificial, y también una de las más utilizadas en la actualidad. Las neuronas que componen estas redes están muy simplificadas, en comparación con las que forman parte del sistema nervioso humano y de muchos animales. Estas redes son capaces de resolver problemas muy complejos en muy poco tiempo, aunque la solución obtenida no suele ser óptima, sino sólo una aproximación, que a menudo es suficiente para nuestras necesidades. En la actualidad, las redes neuronales se utilizan en muchas aplicaciones de aprendizaje automático, como los traductores automáticos mencionados más arriba.

-Computación cognitiva y bases de conocimiento sobre el mundo. Uno de los problemas que han dificultado la investigación en inteligencia artificial ha sido el hecho de que las computadoras apenas poseen conocimientos sobre el mundo que nos rodea, lo que les pone en desventaja evidente respecto a cualquier ser humano, que sí posee esa información, pues la ha adquirido desde su infancia y puede utilizarla para resolver problemas de sentido común que parecen triviales, pero que son dificilísimos de resolver para las máquinas que no disponen de la información necesaria. IBM ha puesto en marcha un proyecto sobre computación cognitiva cuyo objetivo es construir programas que, a partir de datos muy abundantes (big data) y utilizando técnicas de inteligencia artificial y aprendizaje automático, sean capaces de hacer predicciones e inferencias útiles, y de responder a preguntas expresadas en lenguaje natural. 

Por el momento, estos sistemas no pueden compararse con los seres humanos, y normalmente se restringen a un campo de aplicación concreto.

¿Puede una máquina ser inteligente?

En 1950, adelantándose a su época, el matemático y químico inglés Alan Turing intentó definir las condiciones en que sería posible afirmar que una máquina es capaz de pensar como nosotros (la Prueba de Turing). Esto es lo que se llama inteligencia artificial fuerte, para distinguirla de la inteligencia artificial débil, que abarca todas las aplicaciones de las que disponemos hasta ahora, en las que está claro que la máquina no piensa. 

La prueba de Turing afirma que una máquina será tan inteligente como el hombre (o será capaz de pensar) cuando sea capaz de engañar a un número suficiente (30 %) de seres humanos, haciéndoles creer que están intercambiando información con otro ser humano, y no con una máquina. Turing no se limitó a plantear la prueba, sino que predijo que se cumpliría en unos cincuenta años. No se equivocó demasiado, pues en 2014 un chatbot (un programa que toma parte en una conversación de chat) consiguió convencer al 33 % de sus contertulios, tras cinco minutos de conversación, de que era un chico ucraniano de 13 años. Sin embargo, algunos analistas no ven las cosas tan claras. Evan Ackerman escribió: “La prueba de Turing no demuestra que un programa sea capaz de pensar. Más bien indica si un programa puede engañar a un ser humano. Y los seres humanos somos realmente tontos”.

Muchos investigadores piensan que la prueba de Turing no basta para definir o detectar la inteligencia. En 1980, el filósofo John Searle intentó demostrarlo mediante la propuesta de la habitación china. Según Searle, para que un ordenador pueda ser considerado inteligente, además de la prueba de Turing hacen falta dos cosas más: que comprenda lo que escribe, y que sea consciente de la situación. Mientras eso no ocurra, no podremos hablar de inteligencia artificial fuerte.

En todo esto subyace un problema muy importante: para construir una inteligencia artificial fuerte, hay que dotar a las máquinas de consciencia. Pero si no sabemos qué es la consciencia, ni siquiera la nuestra, ¿cómo vamos a conseguirlo? 

En los últimos tiempos se han realizado muchos avances en neurociencia, pero aún estamos muy lejos de poder definir lo que es la consciencia y saber de dónde surge y cómo funciona, así que mucho menos podemos crearla, ni siquiera simularla.

¿Es posible que los avances de la informática nos lleven en un plazo más o menos largo a crear en nuestras máquinas algo que se comporte como una superinteligencia? Ray Kurzweil lleva décadas pronosticándolo para un futuro casi inmediato que, como el horizonte, se va alejando a medida que nos acercamos a él. 

No sabemos si será posible, por medios informáticos, construir inteligencias iguales o superiores a la nuestra, con capacidad de auto-consciencia. Pero si la inteligencia artificial fuese practicable, se nos plantearía un problema importante: el “problema de la contención”.

Problema de la contención

Se trata de la pregunta siguiente: ¿es posible programar una superinteligencia de tal manera que no pueda causar daño a un ser humano?

Esencialmente, el problema de la contención es equivalente a la primera ley de la Robótica de Isaac Asimov. Pues bien, hay indicios matemáticos recientes de que no es posible resolver el problema de la contención. Si esto se confirma, tenemos dos posibilidades: a) renunciar a crear superinteligencias, y b) renunciar a estar seguros de que dichas superinteligencias no podrán causarnos daño. 

Siempre es arriesgado predecir el futuro, pero parece claro que muchos de los avances que se anuncian con ligereza como inminentes están bastante lejanos.

El autorManuel Alfonseca

Catedrático de Sistemas y Lenguajes Informáticos (retirado)

Actualidad

La comunión espiritual en tiempos de coronavirus

El autor explica qué es una comunión espiritual, y propone algunas fórmulas para realizarla. También en el caso de que se considere que no estamos en gracia de Dios.

Pablo Blanco Sarto·31 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 2 minutos

Cuando no se puede recibir la comunión sacramental, siempre puede recibirse el sacramento de modo espiritual. En la comunión espiritual se obtienen los efectos in voto, como promesa. Según santo Tomás de Aquino, consiste en hacer un acto de fe sobre la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, después un acto de amor, y contrición por haberlo ofendido; a continuación, el alma invita al Señor a venir a ella y a que la haga suya completamente; en fin, le da gracias como si lo hubiera recibido sacramentalmente (cf. STh IIIa, q 80). Es decir, sería equivalente, en cuanto a los frutos, a recibir directamente al Señor por medio de una comunión sacramental.

   El concilio de Trento recordó que la comunión no es solo espiritual sino que está íntimamente unida a la sacramental (c. 8: D 1648). La Eucaristía era no solo para ver, adorar y contemplar, sino también de modo especial para comer. Establece allí tres posibilidades: a) Los que la reciben solo sacramentalmente pero no espiritualmente, como los que comulgan en pecado; b) otros la reciben solo espiritualmente, como los que hacen una comunión espiritual  —con fe viva a través del amor (Ga 5, 6)— gozan de sus frutos y se benefician de ella; c) un tercer grupo la recibe tanto sacramentalmente como espiritualmente (c. 8): son los que se preparan antes para acercarse a la Eucaristía, vestidos con las vestiduras nupciales (cf. Mt 22, 11ss.) y la reciben en la sagrada Comunión.

   El Cura de Ars afirmó que «una comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse». Ronald Knox añade las siguientes palabras: “Sabemos que una comunión espiritual hecha sinceramente puede producir los mismos efectos que la comunión sacramental». A lo que añadía Juan Pablo II la siguiente recomendación: «Es conveniente cultivar en el ánimo, el deseo constante del Sacramento eucarístico” (Ecclesia de Eucharistia, n. 34).

¿Cómo hacer una comunión espiritual?

Se puede decir algo así: “Jesús, te echo de menos pues desearía recibir la comunión sacramental en este momento, pero ahora tengo que esperar, por eso te pido que vengas ahora espiritualmente a mi corazón”. Y entonces hacer un acto de fe y de confianza de que ya está dentro de nosotros. También se puede repetir la fórmula que enseñó un escolapio a san Josemaría: “Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y el fervor de los santos”.

¿Y si no estoy en gracia de Dios?

Como se requiere el estado de gracia para realizar la comunión espiritual, y así como existe el bautismo de deseo para el que está impedido de recibirlo sacramentalmente, de la misma manera puede existir la comunión de deseo. Esto sirve para disponerse a la conversión y posterior comunión —cuando se pueda confesarse y recibir la absolución— con el Cuerpo de Cristo.

Vaticano

Homilía del Papa en la Bendición Urbi et Orbi por la pandemia

El Papa Francisco volvió a rezar de modo especial ante la pandemia que azota a la humanidad. Fue el viernes pasado ante una impresionante plaza de san Pedro vacía.  He aquí el texto íntegro de su homilía. Al final impartió la bendición Urbi et Orbi.

Omnes·31 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

“Al atardecer” (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.

   Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, propio en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (v. 40)

   Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos” (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?” Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.

   La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.

   “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”.

   “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, volved a mí de todo corazón” (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.

   “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos, solos, nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.

El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.

   Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.

   “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: “No tengáis miedo” (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).

Evangelización

Los jóvenes y la liturgia

Precisamente cuando las circunstancias nos impiden acudir físicamente a la celebración de la Misa, nos damos cuenta de que la necesitamos. Ahora, y cuando todo se normalice, querríamos aprovecharla más. También los sacerdotes imaginan con creatividad modos de ayudar a los jóvenes a vivirla.

Juan Miguel Rodríguez·30 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 9 minutos

El célebre film Amadeus de Miloš Forman, recoge una escena singular. Mozart, ha conseguido, no sin esfuerzo, que el emperador le permita componer una ópera que finalmente logra presentar ante la corte. Se trata de Las bodas de Fígaro. La escena es narrada por Salieri, también compositor y músico, que asiste al estreno. A pesar de su animadversión hacia Mozart, la belleza de la música le impacta de modo notable, suscitando en él una mezcla de envidia y admiración. 

La tensión dramática se dirige, sin embargo, hacia el emperador, que en franco contraste con los sentimientos de Salieri, expresa su aburrimiento a través de un bostezo que es notado por todos. La película sitúa en este punto el declive de la carrera de Mozart que, a partir de ahí, perderá paulatinamente el aprecio de la corte. Poco después se ve a Mozart, tenso y preocupado por la poca acogida que su composición tuvo ante el emperador. Salieri, intenta explicarle lo sucedido. No se trata, dice, en modo alguno, de una deficiencia en la composición o de una melodía mal interpretada. La causa ha de buscarse en el mismo emperador, que al ser incapaz de mantener su atención durante tiempos prolongados, cae fácilmente en el aburrimiento, aunque se encuentre frente a una bellísima creación artística.

El nuevo marco cultural

Esta escena resume de alguna manera el desafío que implica la liturgia para el hombre de todas las épocas, porque la grandeza del encuentro con Dios a través de la celebración litúrgica, muchas veces está en franco contraste con la escasa acogida que se le dispensa.

La liturgia tiene una grandeza sublime: en ella, “Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual” un acontecimiento verdaderamente único, porque “todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado. El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte […] participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1085). “La liturgia constituye una experiencia viva del don de Dios y una gran escuela de la respuesta a su llamada. […]  Nos descubre el verdadero rostro de Dios; nos pone en comunicación con el misterio de la Pascua” (Pastores dabo vobis, n. 38). En la liturgia, y a través de su lenguaje sacramental, el hombre toca, por decirlo de alguna manera, la belleza del misterio de Dios. Pero estos tesoros no se abren si no es a través de un largo y paciente camino de oración.

Es preciso desarrollar la capacidad de adentrarse en el misterio de la liturgia. Se trata de una tarea para todas las épocas, porque la oración y la apertura hacia Dios requieren el pleno ejercicio de la libertad humana que siempre debe dar un “sí” decidido a los suaves impulsos de la gracia.

Este cometido asume unos rasgos particulares en el marco de una época en la que la tecnología marca una fuerte impronta en el modo de acercarse a la realidad. Las nuevas generaciones crecen en medio de interfaces rápidas e intuitivas; asisten a espectáculos en tiempo real, aunque no estén físicamente presentes; tienen, a través de las pantallas unas posibilidades de entretenimiento y diversión prácticamente innumerables y pueden conocer hechos de modo inmediato, aunque hayan ocurrido a miles de kilómetros de distancia.

La dificultad de la liturgia

Frente a este modo de relacionarse con el mundo que les rodea, la comprensión del lenguaje litúrgico presenta unas dificultades particulares. Captar la belleza de la liturgia requiere atención y paciencia, cultivar el recogimiento interno y externo, imbuirse de los símbolos y las realidades que significan, aprender a esperar y desarrollar el asombro ante una realidad que no nos pertenece y que al mismo tiempo nos comunica algo de lo divino. Desarrollar esta capacidad es un reto frente a una disposición en la que se buscan impulsos superficiales, inmediatos e impactantes. De todas formas, no todo el panorama es negativo. Ciertamente nuestra época tiene su problemática específica, pero las nuevas generaciones tienen también un potencial que la liturgia puede aprovechar. Por una parte, se puede mencionar, lo que, a falta de una expresión mejor, llamaríamos “sentido de globalidad”. 

La gente joven percibe con notable claridad que sus decisiones individuales no son nunca eventos aislados. Son particularmente conscientes de la influencia recíproca que es propia de toda interacción humana pero que en la era de la tecnología ha multiplicado su incidencia en términos de rapidez y difusión. Esta marca cultural que deja huella también en el ámbito de lo personal facilita enormemente la capacidad de entender a la Iglesia como el Cuerpo Místico de Cristo, en el que cada parte vive del todo y tiene una función única en insustituible en todo.

También cabe destacar la sensibilidad a problemas que quizá no les atañen directamente, pero en la que se sienten particularmente involucrados y dispuestos a colaborar. Se sienten implicados en ámbitos tan variados y diversos como el calentamiento global; la conservación de la biodiversidad; la guerra en regiones lejanas; la situación de los menos favorecidos.

El desafío de lograr que los jóvenes se involucren en la liturgia presenta en nuestra época unos retos particulares que ocupa y a veces preocupa a sacerdotes, catequistas y agentes de pastoral.

Enfrentar los retos

Cabe indicar, en primer lugar, un señalamiento evidente: la liturgia no puede, ni debe, competir con la industria de la diversión. Indudablemente, dentro de las posibilidades de elección hay que optar por aquellas que faciliten la participación fructuosa y activa del pueblo, tal como señala el Concilio Vaticano II. 

Sin embargo, nunca se debe perder de vista que el fin de la liturgia es el encuentro con Dios para rendirle culto en Cristo y con Cristo, y, por tanto, en la Iglesia. Desnaturalizar este principio fundamental en aras de una practicidad mal entendida, sería una traición a las personas que participan porque se les privaría de un encuentro con lo divino, sustraído subrepticiamente por un momento de entretenimiento. Aunque propuestas como estás puedan tener un éxito efímero, fracasan a la larga porque las personas siempre pueden encontrar otros espacios de diversión.

En no pocas ocasiones es necesario trabajar con paciencia, sin prisas, formar y educar lentamente, desarrollar la sensibilidad para la belleza y lo sagrado. Es necesario contar con la gracia, y atraerla con oración y un trabajo abnegado que tiene mucho de sacrificio.

Para ayudar a los demás, es necesario, en primer lugar, a vivir personalmente la liturgia. “El primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo” (Sacramentum caritatis, n. 38).

Nadie da lo que no tiene. Y, según un conocido principio litúrgico, nadie puede hacer rezar, si él mismo no reza primero. Se puede decir que la liturgia es una escuela de oración, no solamente para los jóvenes, sino para todos los que participan en ella, y de modo particular para el sacerdote, que actúa in persona Christi. Quien se adentra en el riquísimo mundo de la liturgia, pronto descubre que en este “arte de la oración” -la frase es de san Juan Pablo II- nunca se acaba de aprender. “En la liturgia el Señor nos enseña a orar, en primer lugar, dándonos su Palabra, después introduciéndonos en la Plegaria eucarística con el misterio de su vida de su cruz y de su resurrección”, señalaba Benedicto XVI en un encuentro con párrocos. 

Las dimensiones de esta formación abarcan lo intelectual, que llega a comprender cada vez mejor el sentido de los ritos, las oraciones y especialmente la Palabra de Dios; pero también abrazan las dimensiones afectivas, formando poco a poco al hombre para que ore con su sensibilidad; y llega también al ámbito de lo corporal, que también participa de la acción litúrgica. Solamente quien está verdaderamente imbuido de la liturgia puede transmitirla como una experiencia viva. Y esto es de particular importancia con los jóvenes, que siempre se caracterizan por una especial sensibilidad para lo auténtico y para responder a ello con energía.

Elementos a favor

La música juega un papel esencial en esta dinámica. Dice Aristóteles: “Nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como es posible […]  los sentimientos del alma”. A través de la música se pueden potenciar los sentimientos y con ello una participación que involucre tanto la inteligencia como los afectos. 

En este sentido, es particularmente elegir piezas adecuadas a través de unos criterios que dependen en gran medida de la celebración y de los asistentes. En todo caso, es necesario tener siempre presente que la música está en función de la liturgia, y no a la inversa. Además, debe considerarse que en nuestra época hay una considerable y abundante producción de música religiosa, pero esto no quiere decir toda ella pueda o deba incorporarse a la celebración. Para que la música religiosa pueda ser parte de la liturgia se requiere un discernimiento cuidadoso que permita integrarla en la celebración con el consentimiento de la autoridad eclesiástica.

También es importante cuidar la formación en el lenguaje simbólico. Dice el Catecismo que “toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo […]  las acciones simbólicas son ya un lenguaje”. Entender este aspecto de la dinámica de la liturgia es fundamental para que la participación sea activa y consciente. Como explica Guardini, “en la Liturgia, no se trata en primer término de conceptos, sino de realidades para hacerlas asequibles es necesario enseñar a descubrir en la forma corpórea el fondo, en el cuerpo el alma, en el suceso terreno la virtud sagrada oculta”.

Es necesario aprender a desentrañar, y cuando sea necesario, descubrir las riquezas de los textos y las ceremonias litúrgicas. Nos lo recuerda la Sacramentum caritatis: “En las comunidades eclesiales se da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia”. Se trata de la catequesis mistagógica, tan apreciada por los Padres de la Iglesia, en la que los tesoros de oración y de piedad que nos lega la oración de la Iglesia se vuelven accesibles a las nuevas generaciones. 

La riqueza simbólica de la Liturgia es inagotable. Tanto en lo elementos físicos, sagrario, templo, altar, crucifijo, cirios, lámparas votivas, etc., como los gestos: de rodillas, de pie, la procesión, el rito de la paz, la inclinación, etc., encontramos un tesoro invalorable de piedad y de oración que siempre ofrece luces nuevas a quien medita con asiduidad.

Un elemento que conviene desarrollar con extensión es todo lo relativo al tiempo litúrgico. De esta manera, los jóvenes pueden entender que la celebración litúrgica es más que un paréntesis sagrado en medio de los afanes cotidianos, sino que lo vivido y celebrado debe dejar su impronta también en la actividad ordinaria.

La Catequesis Mistagógica

En la catequesis mistagógica se pueden aprovechar todos los recursos que ofrece la técnica moderna: presentaciones, videos, colecciones musicales, conferencias a distancia usando internet, etc. Puede ser también muy útil e instructiva una descripción, más o menos detallada del Misal y de su estructura. Para muchas personas puede ser también una muy buena alternativa un misal de fieles –o su equivalente electrónico– que les permitirá seguir con atención la Eucaristía incluso en condiciones de una cierta precariedad.

Es importante tener la certeza de que por muy conocidos que puedan resultar algunos textos o ceremonias, siempre encierran riquezas insospechadas. Una idea ilustrativa nos la puede proporcionar un suceso de la vida de san John Henry Newman. Cuando pertenecía todavía a la confesión anglicana, recibió, como recuerdo de un amigo que había fallecido hacía poco, un Breviario Romano. Comenzó a rezar el oficio diariamente, comentando que la brevedad de las oraciones, la modulación majestuosa y austera de la liturgia romana y el tono meditativo y tranquilizador de los salmos, junto con la naturaleza precisa y metódica del Breviario, le gustaban extraordinariamente. Y todo esto, a pesar de la fuerte animadversión que en ese entonces todavía experimentaba en contra de la Iglesia católica. 

En este punto, la homilía puede tener una función importante. Es un desafío integrarla armónicamente con el resto de la celebración litúrgica; y que tenga un contenido profundo y asequible al mismo tiempo y todo esto, dentro de una duración temporal adecuada, de preferencia breve. En más de una ocasión, la homilía podrá centrarse en algún aspecto relevante de la liturgia. Esto posibilitará que los fieles puedan entender mejor el sentido de la celebración y, en consecuencia, disponerse a participar de mejor manera. Puede ser oportuno abordar brevemente algún aspecto litúrgico en cada homilía siguiendo un plan sistemático. De esta manera, los jóvenes que acudan a las celebraciones de modo regular acabarán aprendiendo un buen puñado de nociones básicas.

Encuentro con la belleza

El encuentro auténtico con la liturgia es siempre un encuentro con la belleza. “La verdadera belleza es el amor de Dios que se ha revelado definitivamente en el Misterio pascual. La belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra” (Sacramentum Caritatis, n. 35). Sin embargo, esto no quiere decir que sea inmediatamente perceptible para todos. Al igual de lo que sucede en el mundo de la literatura, del cine, de la música, etc., se requiere un cierto aprendizaje, que en una medida no pequeña depende de un contacto sereno y abierto con la realidad.

C. S. Lewis, en su célebre libro Cartas del diablo a su sobrino ha tratado este argumento. El mundo refleja de alguna manera las perfecciones de Dios. Contemplarlo, vivir y participar en él, permite al hombre aproximarse de alguna manera al Creador. El gran riesgo del mundo actual es imponer un gigantesco velo tecnológico a través del cual no llegamos a la realidad en sí misma, sino solamente a su representación en pantallas y dispositivos electrónicos. Esto puede resultar entretenido y útil, pero puede sumergirnos en un mundo totalmente ficticio, como sucede en los videojuegos y de modo destructor, en la pornografía. 

En esta burbuja no hay verdadera interacción con la realidad, sino más bien con la propia imaginación que está bajo estímulos potentes y de prolongada duración. Cuando finalizan, las construcciones imaginarias desaparecen y pueden provocar una dolorosa sensación de vacío que parece reclamar un nuevo estímulo. Es prácticamente que una persona esclavizada de esta manera pueda sujetarse seriamente a la sana disciplina de la oración.

Por eso, una parte importante de la educación litúrgica consiste en acercar a las personas a la realidad y aprender a disfrutar sanamente de ella. Las excursiones de montaña, el deporte, el tiempo dedicado a dominar un instrumento, la ayuda y el servicio a los demás, son experiencias muy valiosas, independientemente de que sus resultados puedan considerarse pequeños o insignificantes en relación a los problemas humanos. Independientemente de su efecto final en el exterior, cambian a las personas, motivan, abren horizontes y despliegan fuerzas dormidas, y crean hábitos internos y externos que son necesarios para participar con fruto en las celebraciones litúrgicas.

Uno de los apartados del Catecismo de la Iglesia Católica, como es bien conocido, se titula con estas palabras: “El combate de la oración”. En un sentido analógico, se pueden aplicar a la participación en la liturgia, que por otra parte, es también oración: la oración de Cristo y de la Iglesia. Es una tarea fundamental de todas las épocas enseñar a los cristianos a participar en la liturgia como un modo de corresponder a la gracia que siempre requiere la colaboración humana del esfuerzo y del interés sincero por acercarse a Dios.

El autorJuan Miguel Rodríguez

Ecuador

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