América Latina

Uruguay: «¡hay que sobrevivir en un país laico!»

La Iglesia en Uruguay siempre ha respondido a los ataques formando a sus fieles, enseñando a rezar, con una liturgia bien celebrada y, en ocasiones, con demostraciones públicas de fe.

Jaime Fuentes·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos

Sobrevivir. La Real Academia define este verbo como “vivir con escasos medios o en condiciones adversas”.“¡Hay que sobrevivir!”, me animó Benedicto XVI aquella mañana inolvidable de 2011, cuando supo que venía de Uruguay, “¡un país laico!”, exclamó.

Las leyes de separación de la Iglesia y el Estado, en 1918, y de los feriados religiosos, un año más tarde, marcan los momentos culminantes del esfuerzo secularizador de José Batlle y Ordóñez, presidente en dos oportunidades (1903 a 1907 y 1911 a 1915).  En 1906 se habían retirado los crucifijos de los hospitales. En 1907 se aprueba la ley de divorcio por mutuo consentimiento.

En 1909 se suprime toda clase de enseñanza religiosa en las escuelas públicas. En 1913 se legaliza el divorcio por la sola voluntad de la mujer…Y suma y sigue. Desde el diario El Día, por él fundado en 1867, Batlle y Ordóñez hacía una prédica fervorosa, para que la religión fuera relegada exclusivamente a la esfera privada y para convertir el laicismo en la nueva religión cívica. (El anticlericalismo llevaba a los de El Día a escribir dios con minúscula, a referirse a Pío XII como “el señor Pacelli”, a no dar la noticia del fallecimiento de ¡Pablo VI!… Dejó de publicarse en 1993).

En las antípodas de la masonería

No hay testimonios de que Batlle y Ordóñez fuera masón, pero sí los hay de que muchos de sus más cercanos colaboradores, miembros del Partido Colorado, que gobernó el país durante 93 años (1865 a 1959) pertenecieron a la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, fundada en el lejano 1856. En su página web, el actual Gran Maestro, José Gartchitorena, se explaya en la explicación del ideario de la institución:

“A través de la divisa Libertad, Igualdad, Fraternidad, la Masonería toma posición activa en contra de la opresión del ser humano en todo terreno; rechaza todo sectarismo y la imposición de todo dogma que limite la libre expresión del pensamiento. […] Es necesario trabajar por sociedades libres, tolerantes, que aseguren los derechos a partir del cumplimiento de los deberes y que garanticen la libertad de conciencia de los individuos, reivindicando y promoviendo el Estado de Derecho, la laicidad y una Ética, pública y privada, que vele por el interés general”. En las “Preguntas frecuentes” se explica también que “la Masonería es una institución iniciática, universal, humanista y cultural… […] El dogma, como verdad revelada o principio innegable, está en las antípodas de la Masonería, que no reconoce otro limite que la razón para acceder al conocimiento”…

La persecución laicista

Sobrevivir, decía, es vivir con escasos medios o en condiciones adversas. Mariano Soler, primer arzobispo de Montevideo, supo hacerlo de la mejor manera. Ocupó esta sede desde 1897 hasta su fallecimiento, en 1908, y debió enfrentarse al furor anti Iglesia de Batlle y Ordóñez y de su Partido Colorado. 

Soler fue un campeón de la fe. Por medio de cartas pastorales, folletos, libros, conferencias y diferentes iniciativas de prensa, consiguió pertrechar doctrinalmente a su grey. Formó bien al laicado, trajo al Uruguay a muchas congregaciones dedicadas a la enseñanza, creó una conciencia católica enraizada en la fe y en la fidelidad al Papa. Cuando fallece, la labor que él comenzó se prolonga en la llamada “causa católica”, es decir, en el empeño de los laicos, acompañados por sacerdotes bien preparados, para resistir el embate anticlerical que, de diversos modos, continuó luchando contra la Iglesia.

Yo estudié en Montevideo, en un colegio de los Hermanos Maristas. Siendo niño, tuvimos que aprender un Himno a Artigas -prócer de la independencia- que cantábamos en las fiestas patrias sin caer en la cuenta de su contenido blasfemo: “El Padrenuestro Artigas, Señor de nuestra tierra, que como un sol llevaba la libertad en pos. Hoy es para los pueblos el verbo de la gloria, para la historia un genio, para la Patria un Dios…”. Los Hermanos Maristas seguramente eran conscientes de que semejante himno era un absurdo, pero había que obedecer al organismo oficial de la enseñanza…

También recuerdo que hubo una disposición del gobierno que rebajaba el billete de autobús, solamente a los escolares de las instituciones públicas, no de las privadas. Tan discriminatoria medida provocó fuertes protestas y, finalmente, se nos concedió el “boleto escolar” a los “privados”, siempre que encima del guardapolvo blanco nos colocáramos la moña azul propia de la escuela pública…

Los buenos frutos de la persecución

El mismo Jesucristo anunció que la persecución sería una nota propia de su Iglesia: “Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15, 20). Es lo que hace el laicismo desde su nacimiento: de múltiples maneras, ayer y hoy, con mayor o menor virulencia, a cara descubierta o cínicamente.

La Iglesia, en Uruguay, respondió a los ataques formando a sus fieles, enseñando a rezar, con una liturgia bien celebrada y, en ocasiones, con demostraciones públicas de fe. ¿Cómo no recordar la procesión anual del Corpus, en la que participaban los alumnos de todos los colegios católicos, congregaba multitudes y, sin duda, fortalecía la fe de los fieles?

Será también que en los tiempos difíciles, puesta a prueba la fe, florecen los deseos de entrega de la gente joven… En las décadas de los cuarenta y los cincuenta, abundaron las vocaciones sacerdotales, tanto para el clero secular como para el religioso. Recuerdo bien la inauguración, en 1961, del edificio del nuevo y enorme Seminario Interdiocesano, cuya construcción fue posible con la colaboración de todos los católicos. (Sirvió hasta 1968; los vientos post conciliares aconsejaron que los seminaristas vivieran en pequeñas comunidades. El notable edificio se vendió al ejército uruguayo y en él funciona hoy la Escuela Militar, en la que estudian los futuros oficiales).

En los tiempos difíciles es necesario combatir con todas las armas, sin bajar los brazos. En 1952, un salesiano, el P. Eduardo Pavanetti, publicó el libro El laicismo superado, en su historia y en sus dogmas. Se trataba de un estudio serio, documentado, que ayudó no poco a la formación doctrinal sobre la realidad-real, por así decir, de lo que es el laicismo y contribuyó a despertar energías que estaban apagadas.

En 1973 se abrió una herida grande en la convivencia uruguaya: con el fin de terminar con la alteración del orden público provocado por la guerrilla urbana de los Tupamaros, las Fuerzas Armadas disolvieron el parlamento. El llamado gobierno “cívico militar” por unos y “dictadura militar” por otros, se extendió hasta 1985, cuando fue elegido democráticamente, como presidente de la república, Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado. 

El anticlericalismo y el laicismo en estado puro de Batlle y Ordóñez ya era cosa de tiempos pasados. Al presidente Sanguinetti, un hombre culto, que siempre ha declarado que es agnóstico y que no pertenece a la Masonería, se le debe la ley que ha permitido crear universidades privadas (hasta entonces solamente estaba autorizada la Universidad de la República estatal, laica y gratuita), como la Universidad Católica del Uruguay, dirigida por la Compañía de Jesús; la Universidad de Montevideo, obra corporativa de la prelatura del Opus Dei; la Universidad ORT, afín a la colectividad judía; la Universidad de la Empresa, promovida por la Masonería del Uruguay…  

Cuando el Papa nos visitó

Asimismo, fue durante la presidencia de Sanguinetti cuando se produjo un hecho que marcaría un hito en la historia de la laicización del Uruguay: por primera vez (y hubo una segunda) nos visitó el Papa san Juan Pablo II y sin proponérselo, naturalmente, con su visita provocó un temblor de escala mayúscula.  

La Iglesia y el Estado separados desde 1919, pero el parlamento aprobó por unanimidad la visita del Papa. El Estado no ayuda en nada a la Iglesia, pero la preparación de la visita de Juan Pablo II fue un permanente “¿qué más necesitan?”, de manera que saliera todo perfecto, como debía ser y así fue.

Pocas horas estuvo el Papa en Uruguay: llegó a las 6 de la tarde del 31 de marzo de 1987, celebró la Santa Misa ante 300.000 personas felices en la mañana del día siguiente, y a la una del mediodía estaba volando hacia Chile: apenas 19 horas que, pocas semanas más tarde, provocaron unas discusiones parlamentarias realmente históricas.

La Cruz, nada menos que la Cruz fue el objeto de esas sesiones: el senador Gonzalo Aguirre, del Partido Nacional (uno de los dos partidos tradicionales, junto con el Colorado), había presentado un proyecto de ley para que, donde había tenido lugar la Misa presidida por el Papa, quedara de forma permanente la enorme Cruz que la presidía. No exagero al hablar de “temblor”, ya que fue la primera y única vez que vi publicado en la prensa un suelto de la Gran Masonería del Uruguay, que instaba con todas sus fuerzas a “que se retire de su emplazamiento la cruz levantada con motivo de la visita del Jefe del estado vaticano”… 

Tiene 59 páginas el Diario de Sesiones del Senado, donde están recogidas las intervenciones de los señores senadores a favor y en contra de la propuesta, aprobada después de un debate de muchas horas. Y tiene un interés muy particular lo que dijo el senador Jorge Batlle Ibáñez, del Partido Colorado, sobrino nieto de José Batlle y Ordóñez e hijo de Luis Batlle Berres, que también fue presidente de la república (1947-1951). 

Jorge Batlle, agnóstico, sin bautizar, que ocuparía asimismo la presidencia (2000-2005), dio sin embargo una lección sobre cómo entender hoy la laicidad del Estado. Los tiempos han cambiado; no es lo mismo sobrevivir hoy que hace un siglo. Lo veremos.

El autorJaime Fuentes

Obispo emérito de Minas (Uruguay).

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Reverendo SOS

Unidos y en desacuerdo

Todos somos personas corrientes, y no nos faltan defectos. Además, también dentro de lo correcto hay muchas perspectivas. Las diferencias saltan a la vista, y a veces también los comportamientos “censurables”. ¿Cómo enfocarlos, para ayudar y ayudarnos?

Carlos Chiclana·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

En muchas ocasiones apreciarás cuestiones de personas, de la Iglesia o de la propia institución, que no te parecen bien. Surgen emociones sin elegirlas: ira, pena, miedo, rebeldía o ganas de huir, que avisan de que algo no va bien. En esos momentos, los pensamientos distorsionados o errores cognitivos pueden sesgar nuestra capacidad de captar la realidad y llevarnos al blanco o negro, a etiquetar a las personas o a personalizar.

Tener sentido crítico es necesario, ayudará a crecer tanto a ti mismo como a los demás y a las instituciones. Para facilitar que sea sano y que no se convierta en un juicio condenatorio o en murmuración basura, sugiero que le pases diez filtros antes de que salga de ti.

1. Sobrenatural. Si estás en la Iglesia, necesitas este marco; si no, casi nada tiene sentido y es todo una locura, ya empezó la cosa regular con unos traidores, un suicidio y una exprostituta. Sugiero tres capas: primero, la cruz para entender el sufrimiento / malestar / limitaciones / pecado de esa persona o situación; después, la Eucaristía, para hacer sagrada y de amor fraterno esa intervención que pretendes; en tercer lugar, la Resurrección para abordarlo con la intención de llevar a las personas, situaciones e institución a la plenitud, la alegría y la felicidad. Tu psicología te lo agradecerá enormemente.

2. Familiar. Lee entre líneas, observa y describe con ojos de madre, padre, hijo/a, amiga/o muy íntimo, que quiere querer y absolver. Así comprenderás mejor porque hay amor en esa mirada, la disculpa que no justifica y que atenúa la dureza de la visión, contemplación para buscar lo bueno, la mejora y no la condena; te dará equilibrio en el sistema límbico.

3. Agradecimiento. A no ser en casos extremos, es probable que esas personas busquen un bien, con mayor o menor acierto, y que se hayan preocupado de pensar, rezar, escribir, compartir, contrastar, corregir, etc., para intentar conseguirlo. Haz un acto interno de agradecimiento hacia ellos, y así separas los actos de las intenciones, lo que ha ocurrido de cómo te ha hecho sentir a ti. También es probable que en otras ocasiones lo hayan hecho bien, aunque ahora lo estén haciendo mal. Regulará emociones.

4. Perspectiva. Para verlo con equilibrio, distancia, conocimiento de dónde se viene y a dónde se va, cuáles son las circunstancias, en qué ambiente de trabajo, pastoral, cultura o social están esas personas o se han tomado esas decisiones. Probablemente verás una realidad caleidoscópica, multidimensional y que tiene más de una explicación. Date un poco de tiempo, espera antes de hablar, que reposen las emociones.

5. Análisis detallado. Puedes escribir todo lo que se te ocurra, que salga todo a borbotones, sin pensar. Déjalo reposar en un cajón para releerlo después más sereno y templado y extraer lo que tiene sentido, escoger lo interesante, matizar los argumentos e ir a favor de las personas.

6. Personal. El mismo juicio que haces aplícatelo a ti, saca conclusiones para mejorar justo en eso, valora si alguna vez te comportaste igual y por qué, si puedes comprenderlo. De esta manera ya estarás sacando al menos un beneficio de ese sentido crítico. Y servirá para entender por qué pudo ocurrir, igual que a ti te pasó. Esto no justifica ni exculpa, pero sí mejorará el modo en que haces la crítica y las propuestas.

7. Comunicación. Para comunicarse de forma efectiva y eficiente con quién vaya a recibir la crítica, propuesta o idea nueva, considera quién es, qué “idioma” habla, en qué estado se encuentra, qué preocupaciones tiene, cómo te podrá entender mejor, por qué vía: directa o indirecta, hablada o escrita. Busca el lugar de unión y conexión dónde esa persona o institución pueda acoger lo que quieres decir.

8. Detección del mal. Busca qué es realmente lo erróneo o dañino: ¿los hechos en sí, el contenido, las formas, el modo, el formato, el vocabulario, la falta de formación, las carencias o defectos de una persona concreta? Así evitas hacer una enmienda a la totalidad, deshacerte de las personas de un plumazo o perderte lo bueno de esa situación.

9. Amigo sincero. Comparte todo tu malestar y crítica con alguien que te quiera y que pueda escuchar todo sin escandalizarse porque sabe que sólo estás “ventilando” la habitación. Además de que te acoja y acompañe, pídele que te corrija el punto de mira, te matice y lime las asperezas de tu criterio.

10. Novedad. ¿Se podría haber hecho de otra manera? ¿Tienes una propuesta? ¿Ideas nuevas para hacerlo mejor? El buen sentido crítico aporta mejora y avance, con optimismo, en sentido positivo y que abra vías de crecimiento y desarrollo. Sugiero que lo escribas, lo dejes reposar y lo corrijas más adelante para darle este tono.

Es probable que después de pasar estos filtros tú seas mejor y estés con el ánimo de permanecer unido, aunque estés en desacuerdo.

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TribunaAnders Arborelius

Suecia: una Iglesia variada, pero unida en la fe

La inmigración y otros factores están dando riqueza y vida a la Iglesia católica en Suecia. El cardenal Arborelius lo expuso en un reciente Foro organizado por Omnes, y lo sintetiza en este artículo.

7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

El hecho de que los católicos en Suecia seamos sólo alrededor del 2% de la población tiene una explicación histórica: la Iglesia fue destruida en la época de la Reforma y estuvo prohibida durante varios siglos. Ahora es reconocida como una parte de esta sociedad multicultural y multirreligiosa. 

El proceso de secularización comenzó hace más de cien años, cuando la iglesia luterana perdió el contacto con mucha gente. Ahora la mayoría de los luteranos sólo acude a la Iglesia para los funerales y, aunque hay pequeños grupos de protestantes con una fe muy grande, son pocos. Cuando ven una misa católica se asombran: “¡cuánta gente hay aquí!”, “¿de dónde salen?”. Les llama la atención encontrar personas de todo el mundo. En una parroquia sueca corriente puede haber entre 50 y 100 nacionalidades. No es fácil de mantener unida una realidad así, pero lo cierto es que personas tan variadas pueden vivir juntas, compartir sus problemas y sentir que como católicos tienen en Suecia la tarea de anunciar su fe. 

Cuando llega aquí, un católico suele percibir la disyuntiva: avanzar en la fe y profundizar su relación personal con el Señor, o exponerse el peligro de desaparecer. Intentamos que los que vienen de países de tradición católica descubran su vocación a vivir la fe junto con católicos de todos los países. Hay diferencias entre las personas, pero saben dejarlas de lado; lo importante es una Iglesia que reúne a gente de todas las clases sociales, nacionalidades, opciones políticas… Precisamente en la sociedad sueca, donde la inmigración a veces constituye un problema social, esto es un testimonio. Suecia era un país muy homogéneo antes de la segunda guerra mundial, pero luego fueron llegando refugiados que huían de situaciones de guerra o conflicto, gente en busca de trabajo y también “inmigrantes de amor”, los que se casan aquí. La inmigración está cambiando la geografía religiosa. En Estocolmo hemos comprado dos iglesias luteranas, que nuestros hermanos protestantes ya no necesitaban: una la usan los maronitas y otra los siro-católicos. Hay muchos polacos y decenas de miles de cristianos del medio oriente: Suecia es el país de Europa con más caldeos procedentes de Iraq. 

Las relaciones con las otras iglesias y confesiones son en general muy buenas, y el movimiento ecuménico es importante. Muchos aprecian la tradición y la espiritualidad católicas: los pastores luteranos hacen con normalidad los ejercicios espirituales de san Ignacio, que también han llegado a las prisiones, donde los presos pueden hacerlos sobre una base ecuménica. 

El número de católicos de Suecia no es muy grande, cada año se hace católico alrededor de un centenar de suecos. Suelen tener formación universitaria: son profesionales, doctores, artistas… de modo que hay una cierta influencia católica en el mundo cultural y académico. La rectora de la Universidad de Estocolmo es una sueca, terciaria dominica. En cambio, en el mundo político hay todavía pocos católicos.

Pienso que la Iglesia católica en Suecia muestra lo que será la Iglesia en otros países de Europa. Las migraciones cambian su rostro, pero tenemos que valorar lo que ofrecen. Muchas veces los migrantes son los grupos más activos en las parroquias. Pueden dar vida a las comunidades religiosas europeas, y son una señal de esperanza. La fuerza unificadora de la fe, que permite que los suecos convivan con inmigrantes tan variados, aporta la unidad que falta a las sociedades secularizadas. La Iglesia puede construir puentes, ser ella misma un pequeño puente. Somos pocos, pero podemos mostrar que la unidad es posible a partir de lo que tenemos en común: nuestra fe en Jesucristo. Por eso queremos ayudar a los fieles a interiorizar su fe, a cuidar una relación personal con el Señor, a tener vida de oración, para que puedan vivir su fe y hablar de ella.

Hoy en Suecia la gente está más abierta a la fe. En la pandemia muchos han reflexionado sobre lo importante y se han hecho preguntas, y las Misas online han ayudado a muchos a descubrir la Iglesia católica. Los viejos prejuicios desaparecen sobre todo en los jóvenes, más abiertos que la generación anterior. 

Nos podemos dirigir a estos paganos de buena voluntad, que aprecian la voz del Santo Padre cuando habla de fraternidad entre los pueblos, de diálogo con los creyentes de otras religiones, de justicia y paz, de espiritualidad. Espiritualidad y doctrina social de la Iglesia: he aquí dos elementos importantes en nuestro trabajo de evangelización. 

Somos una Iglesia pequeña, pero llena de esperanza, aun viviendo en un ambiente secularizado. Sabemos que el Señor está con nosotros para que podamos vivir nuestra fe y proclamarla de manera humilde, sencilla, sincera. Siempre habrá alguien que nos escuche. Que haya a veces voces críticas y hasta agresivas, también es señal de interés: algo les atrae en la fe del creyente. 

Esta es mi esperanza para el futuro de la Iglesia. Juntos, como católicos, podemos avanzar hacia el futuro con esperanza.

El autorAnders Arborelius

Obispo de Estocolmo, Suecia.

Teología del siglo XX

Yves-Marie Congar, el despliegue de un teólogo

A la vuelta de cuatro años en campos de prisioneros de guerra (1940-1945), Yves Congar va a desarrollar su teología sobre el ecumenismo y la Iglesia, que ya había trazado, y contribuir notablemente al Concilio Vaticano II.

Juan Luis Lorda·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 7 minutos

“En los años 46 al 47, nos fue dado vivir momentos bastante excepcionales en un clima eclesial de libertad reencontrada”, recuerda Congar en su larga entrevista con Jean Puyo (Le Centurion, Paris 1975, capítulo 4). Se mezclaba la alegría de la victoria y la paz en Francia, con las ganas de hacer un mundo nuevo y una Iglesia renovada y en misión. 

Él ya estaba muy involucrado en el movimiento ecuménico. Entre 1932 y 1965, todos los años, incluso alguno de los de cautividad, predicó, donde le llamaron, el Octavario de la Unidad de los Cristianos, que había dado lugar a su libro pionero Cristianos desunidos (1937).

Para leer más

Título: Jean Puyo interroge le Père Congar
Autor: Jean Puyo
Editorial y año: Le centurion, 1975
Páginas: 239

El libro había suscitado algunas reticencias, ahora renovadas ante la segunda edición. 

“A finales del verano de 1947, se pueden situar las primeras manifestaciones de inquietud de Roma. Comenzamos a recibir una serie de advertencias, después de amenazas en relación a los sacerdotes-obreros. No se me concedieron los permisos que pedía (nunca dejé de solicitar los permisos de mis superiores cuando era necesario)”. No pudo acudir a las reuniones ecuménicas preparatorias para la creación del Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra (1948). 

Comprender la época 

Era entonces nuncio en Francia Roncalli, después Juan XXIII (1944-1953). Y se presentaban dificultades de distinta naturaleza e importancia. De algunas ya hablamos. Por un lado, estaba la susceptibilidad de un sector católico tradicional bastante herido y la incomodidad e incomprensión de la teología que llamamos manualística ante las nuevas corrientes teológicas. Ambas promovían sospechas y denuncias en Roma. Por otro, la Santa Sede veía nacer el movimiento ecuménico y quería que no se le fuera de las manos. Y, sobre todo, estaba conmovida y alertada por los acontecimientos históricos. 

Se ha dicho que Pío XII vivía obsesionado por el comunismo. Es desconocer mucho la historia. Entre 1945 y 1948, con una colección de violencias y pucherazos electorales, la URSS impuso regímenes comunistas en todos los territorios ocupados: Alemania oriental, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía y Bulgaria, además de incorporarse directamente Estonia, Letonia y Lituania y una parte de Polonia. Los comunistas locales tomaron Yugoslavia y Albania. En 1949, Mao se hizo con China. En 1954, los comunistas se quedaron con la mitad norte de Vietnam e iniciaron la invasión del sur, hasta tomar Saigón en 1975. 

En esos años, millones de católicos y cientos de diócesis quedaron sometidos a la represiones y trapacerías comunistas. Todos los días llegaban a Roma noticias tristes, algunas tremendas. Se había creado un Iglesia martirial, una “Iglesia del silencio”. Tanto silencio que muchos no lo recuerdan cuando describen ingenuamente esta época. 

Y en Francia, Italia y Austria existía una tremenda presión comunista política, propagandística y cultural, que afectaba a todo, y a la Iglesia también. Y que tapaba lo que pasaba al otro lado. Vale la pena leer a Stephen Koch, El fin de la inocencia. ¿Cómo podía Pío XII, en los años cincuenta, no estar muy preocupado por el comunismo? Solo cuando aquellos regímenes estaban sólidamente establecidos, Pablo VI pudo intentar un diálogo de buena voluntad que no encontró buena voluntad. Y hoy se sigue intentando con China, Vietnam… Cuba… Venezuela. 

Los años malos de Congar

Frente esto, a Pío XII no podían parecerle muy graves otras cuestiones. Presionado por las quejas y denuncias ante la “nouvelle Théologie”, compuso la encíclica Humani generis (1950), describiendo genéricamente algunas posibles desviaciones, pero no quiso nombrar ni condenar a nadie. Contenía una línea desaconsejando el falso irenismo. Se tomaron algunas medidas disciplinares, se puso algún libro en el índice (Chenu) y, sobre todo, se suspendió el experimento de los curas obreros (1953), que con aquella presión y manipulación comunista no podía salir bien, por más que realmente tuviera una inspiración evangélica. 

En 1954, la Santa Sede hizo cambiar a los tres provinciales dominicos de Francia y exigió que se alejara de sus lugares y de la docencia a cuatro profesores, entre los cuales Chenu y Congar. En realidad, Congar apenas había tenido relación con el movimiento, salvo algún escrito ocasional. Y, quizá por eso, no estaba claro qué se le podía objetar. 

A finales de 1954 fue llamado urgentemente a Roma para entrevistarse con el Santo Oficio. Pero pasaron seis meses sin entrevista. De distintos lados le aconsejaron corregir Cristianos desunidos, pero nunca supo qué debía corregir. “Cambie algo”, le sugirió, en algún momento, el general de los dominicos. Y lo mismo sucedió con Verdadera y falsa reforma en la Iglesia, que había publicado en 1950. También, ya por ósmosis, encontró reticencias otro ensayo pionero suyo: Jalones para una teología del laicado (1953), que ha sido muy importante en la historia del tema. 

Para leer más

Título: A la escucha del cardenal Congar
Autor: Juan Bosch
Editorial y año: Edibesa, 1994
Páginas: 291

Tras volver de Roma en 1954, se le envió unos meses a Jerusalén y después a Cambridge, donde se sentía muy aislado. En 1956, le acogió el obispo de Estrasburgo, que lo conocía bien. Allí desempeñó una labor pastoral normal, con limitaciones de docencia y censura de publicación. Para él fueron diez años (1946-1956) muy malos, por esa sensación de rechazo sin información, como se ve en su Diario de un teólogo, escrito en vivo. Los recuerda con más distancia y mesura en su diálogo con Puyo. Pero también escribió mucho: en 1960, apareció un poderoso ensayo en dos volúmenes, sobre La Tradición y las tradiciones, en su aspecto teológico e histórico. La Tradición, en realidad, no es otra cosa que la misma vida de la Iglesia en la historia, animada por el Espíritu Santo. 

Y llegó el Concilio

A la muerte de Pío XII (1958), el antiguo nuncio Roncalli es elegido Papa y convoca el Concilio. En 1961 nombra a Congar consultor de la Comisión preparatoria. Era una rehabilitación. Al principio, se trataba de asistir a sesiones con otros muchos. Pero, desde marzo de 1963, incorporado a la Comisión Central, jugó un papel muy activo, en la inspiración, redacción y corrección de muchos textos.

En su presentación de conjunto A la escucha del cardenal Congar (Edibesa, Madrid 1994), el teólogo dominico Juan Bosch recoge puntos redactados directamente por Congar, como los números 9, 13, 16 y 17 del capítulo II de Lumen Gentium, y parte del cap. 1 de Presbyterorum ordinis o el capítulo primero del Decreto Ad Gentes, sobre la evangelización. También trabajó mucho en Gaudium et spes, en Unitatis redintegratio (sobre el ecumenismo) y Dignitatis humanae (sobre la libertad religiosa). 

Los grandes temas del Concilio eran sus temas. Se movió para impulsarlos: describir la Iglesia como Misterio y como Pueblo de Dios; entender mejor su comunión, reflejo de la comunión de Personas de la Trinidad, base de la comunión del Colegio episcopal y de las Iglesias particulares y horizonte del ecumenismo; profundizar en la misión “sacerdotal” de los laicos en el mundo, elevando a Dios las tareas temporales. Además, el empeño ecuménico, en cuanto se presentó a los Padres, ganó su corazón y cambió la actitud de la Iglesia católica para afrontar las divisiones históricas. Fue una gran alegría. 

En esos años, escribió regularmente crónicas del Concilio para revistas, que después recogió en libros anuales (El Concilio, día tras día): y llevó también un diario personal detallado, que es una fuente de primer orden para la historia del Concilio (Mon journal du Concile, 2 volúmenes). Y tuvo mucho trato con los jesuitas franceses De Lubac y Daniélou, y los teólogos de Lovaina, Philips, Thils y Moeller. También conoció al obispo Wojtyla. Recuerda que, cuando hablaba, durante los trabajos de la redacción de Gaudiun et spes, impresionaba por su aplomo y convicción. 

Años de trabajo

El Concilio resultó un trabajo agotador, ya que las comisiones trabajaban muchas veces de noche para poder presentar los textos corregidos al día siguiente. Pero él era un gran trabajador. Habitualmente dedicaba 10 horas a escribir, durante muchos años. Así se explica la extensión de su producción. 

En 1964, reúne algunos artículos sobre el ecumenismo en Cristianos en diálogo, y le antepone unas memorias muy interesantes y bastante largas sobre sus trabajos y vocación ecuménica.

Compone para el curso teológico Mysterium salutis (1969), un escrito muy extenso sobre las cuatro notas de la Iglesia, con su fundamento histórico: una, santa católica y apostólica. Y prepara dos extensos tomos sobre la Iglesia para la historia de los dogmas de Schmaus. Es una obra mayor y también pionera, aunque no haya podido recogerlo y sintetizarlo todo. 

Múltiples tareas 

Desde el final del Concilio, era invitado por todas partes para dar conferencias y cursos. Y lo siente como un deber. Si se puede transmitir, hay que transmitir. Era su servicio a la Iglesia. Pero se le empieza a desplegar una esclerosis que ya se había manifestado un poco en su juventud. 

En 1967, en un viaje intensísimo por varios países americanos, donde a veces tiene que usar un carrito, sufre un colapso en Chile. Y necesita meses de recuperación. En adelante, las limitaciones crecerán y la movilidad se complica, pero no para de trabajar y viaja lo que puede. Como necesita más atención física, en 1968 se traslada de Estrasburgo a Le Saulchoir, cerca de París. 

Desde 1969 hasta 1986, es miembro de la Comisión Teológica Internacional y participa en los trabajos. Forma parte de la redacción de la revista Communio, en la que permanecerá a pesar de los problemas que percibe (considera a Küng un buen teólogo, más bien protestante).  Pronto nota, como otros teólogos responsables y amigos, lo que no va bien en el posconcilio. Y hace unas llamadas a la responsabilidad, tanto en la teología: Situación y tareas de la teología hoy (1967), como sobre la vida de la Iglesia: Entre borrascas. La Iglesia de hoy afronta su futuro (1969). Analiza también el cisma de Mons. Léfebvre: La crise dans l’Église et Mgr Léfebvre

Le preocupa la mala interpretación del Concilio, las derivas teológicas y la banalización de la Liturgia. Aunque mantiene un tono confiado en los frutos del Concilio. Él se sitúa en la tradición: “No me gusta mucho el título de conservador, pero yo espero ser un hombre de la tradición”. En esa tradición viva a la que ha dedicado tanta atención.  

Últimos años

Con una limitación creciente, que llega a paralizarle los dedos, sigue trabajando. Es bonito que, en el ocaso de su vida, todo su trabajo sobre la Iglesia le conduce a escribir sobre el Espíritu Santo. Con todos los grandes temas esbozados, compone tres volúmenes (1979-1980) que luego se reunirán en uno solo, El Espíritu Santo. Sin ser un tratado sistemático completo, es una amplia panorámica de los puntos principales: su papel en la Trinidad, en la Iglesia y en el interior de cada creyente. Con ese estilo característico suyo, muy suelto, que combina luces temáticas con desarrollos históricos.  

La enfermedad avanza. Unos años antes había conseguido una pensión de invalidez argumentando que la enfermedad se debía a las penurias de su larga prisión durante la guerra. Se la conceden. Con ese mismo título, en 1985, cuando necesita atención especializada, ingresa en el gran hospital que fundó Napoleón para los heridos de guerra: Los Inválidos, de París. Allí pasará sus últimos años, dictando porque ya no puede escribir, respondiendo al correo, recibiendo visitas. 

En 1987 concede otra larga entrevista autobiográfica, muy interesante, aunque más breve que la de Puyo, a Bernard Lauret, con el título Entretiens d’automne (Conversaciones de Otoño). Ese mismo año escribe una introducción a la Encíclica Redemptoris Mater, de Juan Pablo II. Y, como si fuera un símbolo de su vida, su último artículo de revista, sobre Romanidad y catolicidad. Historia de la conjunción cambiante de dos dimensiones de la Iglesia

En 1994, Juan Pablo II lo nombra cardenal; muere al año siguiente, 1995. 

Otras consideraciones

La obra de Congar es tan extensa que no es posible ni siquiera recoger los títulos significativos. Se han señalado algunos más principales. La nota bibliográfica que aporta Juan Bosch en su panorámica recoge 1.706 trabajos. Entre los cuales está, por ejemplo, su participación en el gran diccionario Catholicisme, al que contribuyó con cientos de voces. Y una curiosa colaboración con la revista española Tribuna médica (1969-1975). 

Las entrevistas con Puyo y Lauret son interesantísimas al verle razonar en vivo. Sus tres diarios sobre la primera guerra (1914-1918), sus tiempos duros (Diario de un teólogo) y su participación en el Concilio también lo son. Y está bien construida la biografía de Fouilloux. Además, hay que contar ya con un gran número de tesis y ensayos sobre su obra. No cabe duda de que ha dejado un patrimonio teológico muy importante.

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Editorial

Debatir sobre laicidad

Omnes·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Hace pocas semanas terminó la visita del Papa a Irak, con tantos momentos significativos que han quedado bien impresos en la memoria histórica del mundo; a los principales se refiere una columna de opinión en este número. Uno de esos momentos singulares fue la oración “de los hijos de Abraham”, pronunciada por Francisco en presencia de varios representantes musulmanes y en unión ideal, también, con los creyentes del judaísmo, precisamente en la ciudad de Ur, de donde partió Abraham. Pidió el Santo Padre que Dios “nos haga instrumentos de reconciliación, constructores de una sociedad más justa y más firme”. 

Aludía así el Papa al papel -y la responsabilidad- que tienen las religiones en la edificación del orden social, naturalmente desde su perspectiva propia, que no es exclusivamente terrena. En efecto, la religión no es una cuestión tan sólo privada o interna, escondida en la conciencia de los creyentes, sino que tiene una consustancial dimensión externa y colectiva. También hace tres años, asimismo en un contexto interreligioso, hablaba el Papa de la actualidad de este planteamiento “frente a esa peligrosa paradoja que persiste en nuestros días, según la cual por un lado se tiende a reducir la religión a la esfera privada, sin reconocerla como una dimensión constitutiva del ser humano y de la sociedad y, por el otro, se confunden la esfera religiosa y la política sin distinguirlas adecuadamente” (El Cairo, 28 de abril de 2017). Esos son precisamente los dos extremos a los que termina conduciendo, en la práctica, el laicismo. 

Pero existen otras maneras de conformar y encauzar normativamente la aportación de las religiones a la vida social que evitan esos riesgos. Es el caso de lo que suele llamarse “laicidad”, de la que es ejemplo la Constitución española; ésta, más concretamente, lo ha formulado de un modo que el Tribunal Constitucional ha llamado “laicidad positiva”. Concuerda con lo señalado por otros sistemas democráticos, sea porque así lo definen de manera expresa sus textos constitucionales, o también como resultado de una prudente reconducción de planteamientos originariamente menos colaborativos con las confesiones religiosas.

Omnes ha organizado un Foro para tratar de estas cuestiones y sus traducciones prácticas. Han participado representantes destacados del catolicismo (el Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello) y del judaísmo (don Isaac Querub, de las comunidades judías), moderados por la profesora Montserrat Gas. El diálogo no sólo ha contribuido a aclarar conceptos teóricos, sino que también da luz y aporta argumentos sobre debates y propuestas de mucha actualidad. Los interesados pueden verlo en cualquier momento en YouTube.

Lecturas del domingo

Lecturas del domingo II de Pascua, domingo de la Misericordia

Andrea Mardegan comenta las lecturas del domingo II de Pascua y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo. 

Andrea Mardegan·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Cuando Jesús explica a los doce que Lázaro ha muerto y quiere irlo a ver, Tomás dice a los otros discípulos: “Vamos nosotros también a morir con él”. El amor por Jesús le impulsa, pero está demasiado seguro de su voluntad, no sabe que no es capaz sin la ayuda de Dios. Cuando Jesús es capturado, le entra el miedo y huye como todos. Y lo deja solo a su destino. 

Después de la muerte y sepultura de Jesús, los demás se reencuentran en el cenáculo, con María. Pero Tomás no está. Ha tenido una crisis más profunda y se ha alejado. Aturdido por los acontecimientos y por el colapso de su propósito de morir con Jesús. Aquella noche en el huerto de los olivos: “Soy yo”, dijo Jesús y se cayeron por tierra los soldados. Podía vencer, y sin embargo se dejó capturar. Todo está perdido. Se apodera de él un sentido de derrota total, la impresión de haber perdido los ideales, la vida, a sí mismo. Solo cuenta salvar el pellejo. Pierde la fe en las palabras de Cristo. La resurrección prometida después de la muerte es una ilusión, aquello que cuenta son los hechos vistos: la tragedia del suplicio; y escuchados: el grito de la cruz. Todo se acabó. 

Sin embargo, Jesús resucita el primer día de la semana y se aparece a los apóstoles en el cenáculo. Pero sólo había diez, Tomás no está, quién sabe dónde se habrá ido. Jesús lo confía a la premura de los demás. Lo buscan y lo encuentran, pero Tomás tiene cabeza dura: le quema el fracaso de Jesús delante del pueblo, la propia fuga, el no haber estado ahí aquella tarde, la sensación de haber sido dejado fuera. Se obceca y no quiere creer sin haber visto. 

Es necesaria una intervención tuya, Jesús, todavía una. Jesús escucha la oración silenciosa de María, el deseo de Pedro, el corazón de Juan. Va a ellos después de ocho días, a puerta cerrada. “Tomás, ha llegado el momento de que cambie también tu mente y tu corazón. No seas incrédulo, sé creyente. Mete aquí tu mano, para experimentar la verdad y la fuerza de mi carne resucitada. Es mi cuerpo entregado por vosotros y es mi sangre derramada por vosotros, de la que te alimentarás en la Eucaristía. Es mi mano llagada, que tú mismo impondrás en la cabeza de tantos para cancelar los pecados y curar a los enfermos del espíritu”. 

Tomás hace lo que Jesús le manda, por sí mismo y por nosotros. Hace aquello que todos querríamos hacer: tocar con la mano. Aquellas heridas de Jesús que con la resurrección no han desaparecido, siempre están frescas, contemporáneas, vivas. Felices nosotros que lo encontramos, sin verlo, si lo vemos en los hermanos, en la Iglesia, su cuerpo. Tomás toca a Jesús, que le fulgura con la fe más grande y más pura: “¡Señor mío y Dios mío!”. Acto de fe, de dolor y de amor. 

Vaticano

¿Qué es la comunión de los santos? El Papa lo explica

Francisco reflexiona en la primera audiencia de esta Pascua sobre la relación entre la oración y la comunión de los santos.

David Fernández Alonso·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

En la primera audiencia general de la Pascua 2021, el Papa Francisco reflexiona sobre la relación entre la oración y la comunión de los santos.

Francisco comenzó la catequesis afirmando que nunca rezamos solos: «Hoy quisiera reflexionar sobre la relación entre la oración y la comunión de los santos. De hecho, cuando rezamos, nunca lo hacemos solos: aunque no lo pensemos, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que nos precede y continúa después de nosotros.

La oración es difusiva

«En las oraciones que encontramos en la Biblia» dice el Papa, «y que a menudo resuenan en la liturgia, vemos la huella de historias antiguas, de liberaciones prodigiosas, de deportaciones y tristes exilios, de regresos conmovidos, de alabanzas derramadas ante las maravillas de creación… Y así estas voces se difunden de generación en generación, en una relación continua entre la experiencia personal y la del pueblo y la humanidad a la que pertenecemos. En la oración de alabanza, especialmente en la que brota del corazón de los pequeños y los humildes, resuena algo del cántico del Magnificat que María elevó a Dios ante su pariente Isabel; o de la exclamación del anciano Simeón que, tomando al Niño Jesús en sus brazos, dijo así: «Ahora Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz» (Lc 2,29)».

Ha recordado en la audiencia que «las oraciones —las buenas— son “difusivas”, se propagan continuamente, con o sin mensajes en las “redes sociales”: desde las salas del hospital, desde las reuniones festivas y hasta desde los momentos en que se sufre en silencio… El dolor de cada uno es el dolor de todos, y la felicidad de uno se derrama sobre el alma de los demás».

Rezar con los santos

«Las oraciones siempre renacen: cada vez que juntamos las manos y abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en compañía de santos anónimos y santos reconocidos que rezan con nosotros, y que interceden por nosotros, como hermanos y hermanas mayores que han pasado por nuestra misma aventura humana. En la Iglesia no hay duelo que se quede solo, no hay lágrima que se derrame en el olvido, porque todo respira y participa de una gracia común. No es una casualidad que en las iglesias antiguas las sepulturas estuvieran en el jardín alrededor del edificio sagrado, como para decir que la multitud de los que nos precedieron participa de alguna manera en cada Eucaristía. Están nuestros padres y abuelos, nuestros padrinos y madrinas, los catequistas y otros educadores…»

Los santos nos remiten a Jesucristo, añade el Papa, «los santos todavía están aquí, no lejos de nosotros; y sus representaciones en las iglesias evocan esa “nube de testigos” que siempre nos rodea (cf. Hb 12, 1). Son testigos que no adoramos —por supuesto—, pero que veneramos y que de mil maneras diferentes nos remiten a Jesucristo, único Señor y Mediador entre Dios y el hombre. Nos recuerdan que también en nuestra vida, aunque débil y marcada por el pecado, la santidad puede florecer. Nunca es tarde para convertirse al Señor, bueno y grande en el amor (cf. Sal 102, 8)».

Nuestros fallecidos nos cuidan desde el Cielo

«El Catecismo explica», continúa Francisco, «que los santos «contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquéllos que han quedado en la tierra. […] Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero» (CCE, 2683). En Cristo hay una solidaridad misteriosa entre los que han pasado a la otra vida y nosotros los peregrinos en esta: nuestros seres queridos fallecidos continúan cuidándonos desde el Cielo. Rezan por nosotros y nosotros rezamos con ellos».

El vínculo de oración ya lo experimentamos aquí, dice el Papa, en la vida terrena: «Oramos los unos por los otros, pedimos y ofrecemos oraciones… La primera forma de rezar por alguien es hablar con Dios de él o de ella. Si lo hacemos con frecuencia, todos los días, nuestro corazón no se cierra, permanece abierto a los hermanos. Rezar por los demás es la primera forma de amarlos y nos empuja a una cercanía concreta».

Pedir ayuda a los santos

«La primera forma de afrontar un momento de angustia es pedir a los hermanos, a los santos sobre todo, que recen por nosotros. ¡El nombre que nos dieron en el Bautismo no es una etiqueta ni una decoración! Suele ser el nombre de la Virgen, de un santo o de una santa, que no desean más que “echarnos una mano” para obtener de Dios las gracias que más necesitamos. Si en nuestra vida las pruebas no han superado el colmo, si todavía somos capaces de perseverar, si a pesar de todo seguimos adelante con confianza, quizás todo esto, más que a nuestros méritos, se lo debemos a la intercesión de tantos santos, unos en el Cielo, otros peregrinos como nosotros en la tierra, que nos han protegido y acompañado».

Concluye el Papa la catequesis rezando precisamente al Señor: «Bendito sea Jesucristo, único Salvador del mundo, junto con este inmenso florecimiento de santos y santas, que pueblan la tierra y que han hecho de su vida una alabanza a Dios. Porque —como afirmaba san Basilio— «el santo es para el Espíritu un lugar propio, ya que se ofrece a habitar con Dios y es llamado templo suyo» (Liber de Spiritu Sancto, 26, 62: PG 32, 184A; cf. CCE, 2684)».

España

Misiones salesianas, comprometidas con el acceso a la salud

Más de 11 millones de personas de 121 países se han podido beneficiar de los programas de sensibilización sobre la enfermedad, distribución de alimentos y de kits de higiene en los que Misiones Salesianas ha trabajado especialmente durante este año de pandemia

Maria José Atienza·7 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Ante la celebración del Día Mundial de la Salud, Eusebio Muñoz, director de Misiones Salesianas advierte que las consecuencias de la pandemia serán visibles a largo plazo especialmente en los más vulnerables: «Tras la pandemia ya nos alertan de que habrá más hambre y más desigualdad. Al menos 150 millones de personas más van a pasar al listado de la pobreza».

Muñoz ha señalado como el «coronavirus ha ampliado las desigualdades y ha puesto de manifiesto que la salud es cuestión de las oportunidades y del lugar en el que se nace».  En esta línea, ha destacado el trabajo de las misiones Salesianas que este último año han atendido a más de 11 millones de personas de 121 países que se han podido beneficiar de los programas de sensibilización sobre la enfermedad, distribución de alimentos y de kits de higiene en los que se ha trabajado especialmente.

Entre las acciones llevadas a cabo, desde Misiones Salesianas destacan los «más de 2,5 millones de personas en India han podido comer gracias a los kits de alimentación y raciones preparadas que se han distribuido. En Lesotho se han repartido más de 2.400 “paquetes de supervivencia con alimentos y kits de higiene”. Los gimnasios de varios centros educativos salesianos en América se han convertido en estos meses en almacenes de alimentos que se han distribuido a miles de familias vulnerables. En Myanmar, 500 familias han comido gracias a los repartos de comida que han realizado las comunidades salesianas. Los menores de la calle, como en Etiopía, han sido recogidos para que pasaran el confinamiento en lugares seguros. También en Togo o en Costa de Marfil, hemos trabajado para apoyar a los niños y niñas en riesgo de exclusión. En Filipinas, los misioneros salesianos y jóvenes de los centros educativos salesianos repartieron Equipos de Protección Personal a los trabajadores en primera línea y consiguieron diseñar ventiladores para los pacientes graves. En Perú, hemos visitado a las personas que viven en el basurero. Hemos estado acompañando a las personas migrantes, las familias vulnerables, las personas mayores, las discapacitadas, los refugiados…».

Misiones Salesianas ha querido reafirmar su compromiso con la erradicación de las desigualdades que, aún hoy, son patentes en el acceso a la salud.  

Educación

Competencias y memoria, claves en la maduración personal y educativa

Un aprendizaje para la vida, desde las competencias clave, no ha de oponerse a la adquisición de conocimientos que queden en la memoria.

Javier Segura·6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

En estos días en los que se han presentado las claves pedagógicas de la LOMLOE se está repitiendo como un mantra que la ley Celaá es revolucionaria porque abandona el aprendizaje memorístico enciclopedista de la ley Wert para optar por un aprendizaje basado en competencias que sirva verdaderamente para la vida. Más allá del debate comparativo entre una ley y otra, merece la pena reflexionar sobre el valor del aprendizaje de contenidos y del uso de la memoria.

Llevamos muchas décadas minusvalorando el aprendizaje de conocimientos y el uso de la memoria desde distintas claves pedagógicas. En la actualidad el más oído entre los propios jóvenes es que no tiene sentido un aprendizaje de conocimientos cuando tenemos al alcance de un click toda la información que necesitamos. ¿Para qué memorizar las rutas de carreteras cuando podemos obtener la ubicación en google maps y elegir el camino más rápido para ir a cualquier lugar? ¿Para qué aprender un idioma si hay muchos y buenísimos programas informáticos de traducción? ¿Por qué memorizar datos que voy a tener constantemente actualizados al alcance de mi mano en Wikipedia?

Esta revolución tecnológica está provocando que el ser humano tenga parte de sus capacidades en dispositivos electrónicos externos que, en realidad, son una prolongación de él mismo. Un móvil guarda nuestros contactos personales, pero es también el medio por el que nos relacionamos con esas personas. El reconocimiento personal nos viene en forma de likes. Nuestra memoria tiene muchos gigas o teras, pero están fuera de nuestro cerebro. Y sin embargo son nuestros, pues ahí tenemos nuestros recuerdos, nuestras creaciones, nuestra formación.

En verdad estamos ante un cambio antropológico de primera envergadura. Por eso el uso de la memoria es uno de los aspectos de nuestra humanidad que está en juego. No estamos ante una simple cuestión pedagógica. Es un tema que va más allá de la escuela, que trasciende cualquier ley educativa.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es cómo funciona nuestro cerebro. Nuestra memoria no es un cajón que voy llenando de conocimientos, para los que puedo encontrar un trastero externo si ya no me caben más. Nuestra mente funciona de otra forma. Los conocimientos que retengo en mi memoria, se parecen más a los ingredientes de un plato de cocina. Los recibo, pero luego se convierten en los ingredientes de un suculento manjar, en algo distinto a los propios elementos. En mi interior, a fuego lento, con otros ingredientes previos, sufren un proceso de transformación, de interiorización y metabolización que acaban transformándome a mí mismo. La memoria, el recuerdo, la resonancia que tiene lo que aprendo, es parte de ese proceso de maduración humana e intelectual que jamás se realiza con una memoria externa en un USB, por muchos teras que tenga. No es una mera cuestión de dependencia o no de las máquinas lo que está en juego, sino de cómo nos configuramos nosotros mismos.

La memoria es esencial para la maduración intelectual de la persona. Y lo es para todo un pueblo que no puede dejar de recordar todo lo que ha vivido si no quiere dejar de ser él mismo. Esto tiene una implicación muy especial en el ámbito de la enseñanza religiosa en la escuela y de la transmisión de la fe en la familia y la parroquia. Es el Shemá Israel y el recuerdo de las maravillas que Dios hizo lo que mantiene la conciencia al pueblo elegido a lo largo de la Historia.

Sin memoria no hay conciencia de historia de salvación. Sin recuerdo colectivo no hay auténtico pueblo que trasciende el momento actual y se une con el pasado y el futuro. Es precisamente ésa la llamada que el papa Francisco está haciendo a los jóvenes para que no crezcan sin raíces. Necesitamos memoria de la historia y de la geografía, porque somos seres ubicados en el espacio y en el tiempo, no virtuales.

Evidentemente hará falta hacer una selección correcta de contenidos que los alumnos tienen que aprender y, sobre todo, habrá que aportar a los alumnos principalmente claves de interpretación de la realidad que les permitan desarrollarse en las distintas circunstancias en las que vivan. Pero todo ello no se ha de hacer en detrimento de los conocimientos y de la memoria, sino en una mutua sinergia que lleve a la maduración de la persona. Por ello un aprendizaje para la vida, desde las competencias clave, no ha de oponerse a la adquisición de conocimientos.

Hemos de prevenir ese Alzheimer espiritual antes de que la misma pérdida de la memoria nos haga olvidar que necesitamos de esa memoria y se difuminen paulatina e irremediablmente los contornos de nuestra identidad.

Actualidad

Hans Küng y Joseph Ratzinger, una amistad difícil

En la muerte de Hans Küng, el profesor Pablo Blanco Sarto recorre los vericuetos de la amistad entre Küng y Ratzinger, que refleja asimismo las disyuntivas de la teología católica reciente, sobre todo en el ámbito de habla alemana.

Pablo Blanco Sarto·6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 14 minutos

A los 93 años ha fallecido en Tubinga el teólogo suizo Hans Küng, tras una larga enfermedad. Se trata de una figura determinante del panorama teológico en la segunda mitad del siglo XX. Entre 1960 y 1996 enseñó en la Universidad de Tubinga; en 1979 la Santa Sede le retiró la autorización para enseñar teología católica, debido a que sus enseñanzas eran contrarias a verdades definidas de la fe. En los últimos treinta años Küng se había centrado en la promoción del diálogo entre las religiones, para lo que había dado origen al proyecto “Ethos mundial”. Sus libros alcnzaron una gran difusión. Su última gran aparición fue en primavera de 2018, en un simposio científico convocado por la Fundación “Weltethos” y la Universidad para festejar su 90 cumpleaños.

Sus tensiones con la Iglesia se reflejaron, a su vez, en su relación con otros teólogos contemporáneos. Las diferencias con Joseph Ratzinger, con quien inicialmente compartió algunos proyectos de investigación, no impidieron una amistad que el Papa emérito Benedicto XVI recuperó al recibirlo en audiencia en Roma en 2005, lo que despertó gran expectación.

El profesor Pablo Blanco Sarto recorre los vericuetos de esa amistad, que refleja asimismo las disyuntivas de la teología católica reciente, sobre todo en el ámbito de habla alemana.

Una amistad difícil

Hans Küng (nacido en 1928 y fallecido el 6 de abril de 2021) y Joseph Ratzinger –un año mayor- eran dos jóvenes sacerdotes cuando se encontraron en 1957, en Innsbruck, para hablar a fondo de teología. Concretamente, de la tesis doctoral de Küng, sobre la que Ratzinger acababa de escribir una recensión. Después coincidieron en el Concilio Vaticano II, en el que ambos trabajaron como peritos o expertos. Ahí Küng tenía muy buena acogida con los medios de comunicación (era suya la imagen de que el concilio suponía abrir la ventana para que entrara el aire fresco) y vestía unos revolucionarios jeans. En aquel momento nació una larga y comprometida amistad entre ambos. 

El teólogo suizo había estudiado a Sartre y a Barth en París y Roma. En efecto, había escrito una tesis sobre Karl Barth, aunque curiosamente sus escritos derivarían después hacia los planteamientos del protestantismo liberal del siglo XIX. Este cambio de postura será la que separará después a ambos teólogos, aunque afirma Ratzinger: “nunca he tenido un conflicto personal con él, ni por asomo” (La sal de la tierra, p. 85).

Küng se había ocupado en un primer momento de la eclesiología, aunque sus indagaciones sobre la naturaleza de la Iglesia encontraban ciertas diferencias con las enseñanzas del magisterio. Proponía una Iglesia en la que todo consiste en puro devenir histórico, con el que todo puede cambiar dependiendo de las variadas circunstancias. Si existe una forma estable de Iglesia que responda a su esencia –seguirá diciendo–, es la forma carismática y no institucional, anterior a todo posible clericalización. Así opondrá acérrimamente una Iglesia jerárquica frente a la carismática y verdadera. Junto a esto, su posterior “teología ecuménica universal” ocasionará que en 1979 le sea denegada la facultad de enseñar teología católica. 

Ratzinger se encontraba a gusto en Münster, en el norte, y por fin había acabado el concilio. “Empecé a amar cada vez más esta bella y noble ciudad” –declara Ratzinger en sus memorias-, “pero había un hecho negativo: la excesiva distancia de mi tierra natal, Baviera, a la que estaba y estoy profunda e íntimamente unido. Tenía nostalgia del sur. La tentación se hizo irresistible cuando la universidad de Tubinga […] me llamó para ocupar la segunda cátedra de dogmática, instituida desde hacía poco. Hans Küng era quien había insistido en mi candidatura y en conseguir la aprobación de otros colegas. Le había conocido en 1957, durante un congreso de teólogos dogmáticos en Innsbruck […]. Me agradó su simpática franqueza y sencillez. Había nacido así una buena relación personal, si bien poco después […] hubo entre nosotros dos una discusión más bien seria sobre la teología del concilio. Pero ambos considerábamos esto como legítimas diferencias teológicas […]. Encontraba con él un diálogo extremadamente estimulante, pero cuando se esbozó su orientación hacia la teología política, sentí que las diferencias crecían y que podían llegar a tocar puntos fundamentales” (Mi vida, pp. 111-112) en lo que a la fe se refiere.

Mientras tanto, el teólogo suizo iba a bordo de un Alfa Romeo por las calles de Tubinga –esa ciudad con tanta tradición filosófica y teológica–, al mismo tiempo que Ratzinger circulaba por ellas en bicicleta (cfr. J.L. Allen, Cardinal Ratzinger, p. 91). “Comencé mis clases en Tubinga ya al comienzo del semestre estival de 1966, por lo demás en un precario estado de salud […]. La facultad tenía un cuerpo docente de altísimo nivel, si bien algo inclinado a la polémica […]. En 1967 pudimos celebrar todavía espléndidamente los ciento cincuenta años de la facultad católica de teología, pero se trató de la última ceremonia académica al viejo estilo. El ‘paradigma’ cultural con el que pensaban los estudiantes y parte de los profesores cambió casi de un modo fulminante. Hasta entonces, el modo de razonar había estado marcado por la teología de Bultmann y la filosofía de Heidegger; de repente, casi de la noche a la mañana, el esquema existencialista se derrumbó y fue sustituido por el marxista. Ernst Bloch enseñaba entonces en Tubinga y en sus clases denigraba a Heidegger, catalogándolo de pequeño burgués. Casi al mismo tiempo de mi llegada, fue llamado a la facultad evangélica de teología Jürgen Moltmann que, en su fascinante libro Teología de la esperanza, repensaba la teología a partir de Bloch. El existencialismo se desintegraba completamente y la revolución marxista se extendía a toda la universidad” (Mi vida, pp. 112-113), incluidas las facultades de teología católica y protestante. El marxismo había tomado el relevo del existencialismo.

La revuelta estudiantil se hizo dueña de las aulas. Ratzinger recuerda la violencia que pudo apreciar en aquellos años de Tubinga con auténtico terror. “He visto cara a cara el rostro cruel de esta devoción atea, el terror psicológico, el desenfreno por el que se llegaba a renunciar a toda reflexión moral –considerada como un residuo burgués–, allí donde el único fin era el ideológico. […] He vivido todo esto en mi propia carne, pues, en el momento de mayor enfrentamiento, era decano de mi facultad […]. Personalmente no he tenido nunca dificultades con los estudiantes; al contrario, en mis cursos he podido siempre hablar a un buen número de atentos asistentes. Me parecía, sin embargo, una traición retirarme a la tranquilidad de mi aula y dejar el resto para los demás” (Mi vida, p. 114).

Alguien difundió la noticia de que le habían arrebatado en una ocasión el micrófono en alguna de sus clases en Tubinga, a lo que respondió el ya cardenal: “No, a mí nunca me quitaron el micrófono. Tampoco tuve dificultades con los estudiantes, sino más bien con los activistas que procedían de un fenómeno social extraño. En Tubinga las clases estuvieron siempre muy concurridas y fueron bien acogidas por los estudiantes, y la relación con ellos fue irreprochable. Sin embargo, fue entonces cuando percibí cómo se iba infiltrando una tendencia nueva que –fanáticamente– se servía del cristianismo como instrumento al servicio de su ideología. Y aquello sí que me pareció una auténtica mentira. […] Por concretar un poco más los procedimientos utilizados en aquella época, me gustaría citar unas palabras que recordaba recientemente en una publicación un colega protestante, el pastor Beyerhaus, con quien yo trabajaba. Son citas que no proceden de un opúsculo bolchevique de propaganda atea. Se publicaron en octavillas en el verano de 1969, para repartirlas entre los estudiantes de teología evangélica de Tubinga. El encabezamiento rezaba así: ‘El Señor Jesús, guerrillero’, y seguía diciendo: ‘¿Qué otra cosa puede ser la cruz de Cristo sino una expresión sadomasoquista de ensalzamiento del dolor?’. O esta otra: ‘El Nuevo Testamento es un documento cruel, ¡una gran superchería de masas!’ […] En la teología católica no se llegó tan lejos, pero la corriente que estaba surgiendo era exactamente la misma. Entonces comprendí que el que quisiera seguir siendo progresista, tenía que cambiar su modo de pensar” (La sal de la tierra, 83-84).

Ratzinger seguía con su intensa carga docente. Sin embargo, las circunstancias van a cambiar sensiblemente en los años siguientes. Uno de sus biógrafos cuenta los recuerdos de uno de sus discípulos: “Veerweyen empezó su formación bajo el cuidado de Ratzinger en Bonn; después le siguió hasta Münster, y finalmente a Tubinga, donde estuvo con él hasta 1967. Veermeyen conserva claros recuerdos de Ratzinger en el aula. ‘Era un profesor excelente –recuerda– tanto académicamente como didácticamente. Siempre muy bien preparado. Ya en Bonn se podía publicar prácticamente todo lo que salía de su boca’. Veermeyen afirma que los cursos en Bonn y Münster estaban siempre llenos. ‘Los estudiantes estábamos orgullosos de él, porque era uno de los peritos más importantes del Concilio Vaticano II’, dice Verweyen. Según él, el declive en la popularidad de Ratzinger empezó en 1967” (J.L. Allen, Cardinal Ratzinger, p. 105). 

En aquellos años difíciles escribió Ratzinger uno de sus libros más conocidos. “Dado que en el año 1967 el curso principal de dogmática lo había impartido Hans Küng, tenía libertad para realizar por fin un proyecto que acariciaba desde hacía diez años. Me atreví a experimentar con un curso que se dirigía a estudiantes de todas las facultades, con el título Introducción al cristianismo. De estas lecciones nació un libro que ha sido traducido a diecisiete lenguas y reeditado muchas veces, no solo en Alemania, y que continúa siendo leído. Era y soy plenamente consciente de sus limitaciones, pero el hecho de que este libro haya abierto una puerta a muchas personas es para mí un motivo de satisfacción” (Mi vida, p. 115).

Este libro constituye el comienzo de lo que parecía un cambio, aunque en realidad tan solo supone un caminar en la misma dirección. ¡Había cambiado tanto el ambiente desde los años en que empezó a hacer teología!

En el prólogo a la primera edición, el entonces profesor en Tubinga se preguntaba si los teólogos no habrán hecho lo mismo que le ocurrió en un cuento a Hans-con-Suerte (nunca Hans Küng, aclarará después, cfr. La sal de la tierra, p. 85), cuando cambió todo el oro que tenía por vulgares baratijas. En efecto, tal vez en algunos momentos ha podido ocurrir algo así, insinúa. A pesar del evidente fraude, esto tiene un aspecto positivo, ya que se dan algunas ventajas en el hecho de que el oro se haya relacionado con las baratijas. La teología habría bajado de las nubes, pero a veces se había conformado con los espejuelos y las baratijas.

Vientos de borrasca se cernirán sobre la Iglesia. Aquel 1966 –el mismo año en que se publicará el incompleto Catecismo holandés–, la tradicional reunión de los católicos alemanes, el Katholikentag, había presentado momentos de fuerte tensión en Bamberg, como ocurrirá de igual modo en Essen dos años después. Más adelante, Hans Küng publicará Veracidad por el futuro de la Iglesia (1968), donde replantea la figura del sacerdote y pone en cuestión el celibato. Al mismo tiempo se abría el duro debate en torno a la encíclica Humanae vitae, promulgada ese mismo año por Pablo VI. Salían además a la luz pública varias iniciativas que iban en contra de la letra y el espíritu del concilio. La Iglesia alemana, privilegiada con un generosísimo sistema de recogida de impuestos, colaboraba con las misiones y las iniciativas solidarias en el Tercer Mundo. Sin embargo, la confusión entre los cristianos resultaba patente. De este modo, progresistas y conservadores, filomarxistas y apolíticos, ‘papólatras’ y cristianos con ‘complejo antirromano’ debatían entre sí de modo continuo. Rahner escribirá en 1972, al juzgar toda esta situación: “La Iglesia alemana es una Iglesia en la que existe el peligro de la polarización” (K. Rahner, Transformazione strutturale della Chiesa come compito e come chance, Brescia 1973, p. 48).

Por otro lado, el sínodo de obispos alemanes en Würzburg (1971-1975) propondrá una fidelidad total al concilio (cfr A. Riccardi, Europa occidentale, en AA.VV., La Chiesa del Vaticano II (1958-1978), Storia della Chiesa, XXV/2, San Paolo, Cinisello Balsamo 1994, pp. 392-396). “Un concilio” –dirá Ratzinger en 1988– “es un desafío enorme para la Iglesia, pues origina reacciones y provoca crisis. A veces, un organismo tiene necesidad de ser sometido a una operación quirúrgica, después de la cual se produce la regeneración y la cura. Lo mismo sucede con la Iglesia y el concilio” (Ser cristiano en la era neopagana, p. 118). Los años que siguieron fueron, por tanto, confusos y difíciles. En efecto, en 1968, el mismo año en que Pablo VI publicaba la Humanae vitae, Joseph Ratzinger vive y sufre las revueltas estudiantiles en la universidad de Tubinga (a la vez sin embargo suscribe la Declaración de Nimega, firmada por 1360 teólogos y dirigida al ex-Santo Oficio, en la que se pide un mayor pluralismo religioso, cfr. J.L. Allen, Cardinal Ratzinger, pp. 67-68). Dos años antes Hans Urs von Balthasar había publicado Cordula, una crítica a las desviaciones posconciliares respecto a la misma doctrina del concilio, especialmente de la teología de Karl Rahner. Una abierta reacción frente a los dogmas progresistas se estaba empezando a formar.

De modo que en Balthasar se dará un giro y una evolución en su postura, que también se manifestará en sus obras. La defensa de la verdad en la Iglesia en este segundo momento le hará merecedor del capelo cardenalicio (aunque murió pocos días antes de recibirlo). De modo que el profesor de Basilea estaba todavía con posibilidades de promover una ambiciosa iniciativa. “Balthasar (que no había sido llamado al concilio, y que enjuiciaba con gran agudeza la situación que se había creado) buscaba nuevas soluciones que sacaran a la teología de las fórmulas partidistas a las que se tendía cada vez más. Su preocupación era reunir a todos los que pretendían hacer teología no desde una serie de prejuicios derivados de la política eclesiástica, sino que estaban firmemente decididos a trabajar a partir de sus fuentes y sus métodos. Nació así la idea de una revista internacional que debía operar a partir de la communio en los sacramentos y en la fe […]. De hecho, era una convicción nuestra que este instrumento no podía ni debía ser exclusivamente teológico; sino que, frente a una crisis de la teología que nacía de una crisis de la cultura, […] debía abarcar todo el campo de la cultura, y ser publicado en colaboración con laicos de gran competencia cultural. […] Desde entonces, Communio ha crecido hasta publicarse hoy día en dieciséis idiomas, y se ha convertido en un importante instrumento de debate teológico y cultural” (Mi vida, p. 121).

El que había sido uno de los fundadores de Concilium en 1965 (y que ahora esta revista había tomado una dirección anticonciliar) estará también en estos momentos en los comienzos de Communio. Ratzinger no lo ve como un viraje personal. “No soy yo el que ha cambiado, han cambiado ellos. Desde los primeros encuentros puse a mis colegas dos condiciones. […] Estas condiciones [de servicio y fidelidad al concilio], con el tiempo, fueron teniéndose cada vez menos presentes, hasta que se produjo un cambio –que se puede situar en torno a 1973– cuando alguien empezó a decir que los textos del Vaticano II no podían ser un punto de referencia de la teología católica” (Ser cristiano en la era neopagana, p. 118).

Todo había empezado unos años antes. “Se reunían en vía Aurelia. Corría el año 1969; Pablo VI seguía denunciando la ‘autodestrucción’ de la Iglesia, y los intelectuales católicos seguían indiferentes soñando con la Iglesia del mañana. En aquel restaurante, a dos pasos de la Cúpula [de la basílica de san Pedro], se sentaban Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y Joseph Ratzinger. Frente a un plato de spaghetti y un vaso de buen vino, nacía la idea de una nueva revista internacional de teología. En aquellos años borrascosos del posconcilio era otra la revista que ejercía su hegemonía en la Iglesia, Concilium, surgida en 1965 y [ahora] en las manos de Küng y Schillebeeckx. Había que contrarrestar la hegemonía progresista en nombre de una teología nueva más segura” (L. Brunelli, Presentación a Teólogos de centro, “30 días” VI, 58-59 (1992) p. 48). En efecto, como Balthasar no había podido participar en el concilio, esto ofrecía algunas ventajas. “La distancia desde la que Balthasar pudo observar el fenómeno en su conjunto le confirió una independencia y una claridad de ideas imposibles de obtener si hubiese vivido durante cuatro años en el centro de las controversias. Vio la grandeza indiscutible de los textos conciliares y la reconoció, pero también advirtió que alrededor de estos revoloteaban espíritus de escasa categoría que trataban de aprovechar la atmósfera del concilio para imponer sus ideas” (Teólogos de centro, “30 días” VI, 58-59 (1992) pp. 48-49).

En esta iniciativa tuvo también bastante que ver el movimiento eclesial ‘Comunión y Liberación’. “En los jóvenes reunidos en torno a monseñor Giussani [la nueva revista] encontró el empuje, la alegría del riesgo y la valentía de la fe, de la que enseguida se sirvió” (Teólogos de centro, p. 50). Recuerda a este propósito Angelo Scola, luego patriarca de Venecia y arzobispo de Milán: “La primera vez que vi al cardenal Ratzinger fue en 1971. Era Cuaresma. […] Un joven profesor de derecho canónico, dos sacerdotes estudiantes de teología que por aquel entonces no llegaban a los treinta años, y un joven editor estaban sentados alrededor de una mesa, invitados por el profesor Ratzinger, en un típico restaurante a orillas del Danubio […]. La invitación la había procurado von Balthasar con la intención de discutir la posibilidad de hacer la edición italiana de una revista que más tarde sería Communio. Balthasar sabía arriesgar. Los mismos hombres que se sentaban a la mesa de aquel típico mesón bávaro, unas semanas antes habían perturbado su quietud de Basilea, con cierto atrevimiento, pues no le conocían. […] Así, al terminar nuestro coloquio, dijo: ‘¡Ratzinger, tenéis que hablar con Ratzinger! Él es el hombre decisivo para la teología de Communio. Es la clave de la edición alemana. De Lubac y yo estamos viejos. Id a ver a Ratzinger. Si él está de acuerdo…’” (A. Scola, Introducción a Mi vida, pp. 7-8).

Sin embargo, si volvemos por un momento a finales de los años 70, debemos recordar que entonces se había extendido en parte de la Iglesia centroeuropea un ambiente enrarecido. La polémica envolvió esta vez a Hans Küng, un viejo conocido del nuevo arzobispo. Ya en 1977 el teólogo suizo había sido convocado ante los obispos alemanes para discutir sobre su libro Ser cristiano (1974), y fue entonces cuando rechazó a Ratzinger como interlocutor. Poco después, su antiguo colega en Tubinga era consagrado obispo y, más adelante, en 1978, los obispos alemanes pensaban haber llegado a un acuerdo con el controvertido teólogo. Sin embargo, un año después, Küng faltaba a su palabra y volvía a escribir de un modo poco sereno sobre la infalibilidad del Papa. Ratzinger criticó esta postura, tanto en la radio como desde el púlpito. Las gestiones se sucedieron una detrás de otra (cfr J.L. Allen, Cardinal Ratzinger, pp. 129-130).

El 15 diciembre de 1979 Hans Küng recibe la prohibición de enseñar teología católica. El 31 de ese mismo mes, el arzobispo y cardenal de Múnich predica una homilía en la que defiende la “fe de los sencillos”. Refiriéndose a esa fe de los primeros cristianos, que a algunos les parecía demasiado “simple”, afirmaba: “Les parecía una ingenuidad imposible que ese Jesús de Palestina fuera el Hijo de Dios, y que su cruz hubiera redimido a los hombres de todo el mundo. […] De manera que empezaron a construir su cristianismo ‘superior’, a ver a los pobres fieles que aceptaban simplemente la letra como apsíquicos, como personas en un estadio preliminar respecto a espíritus más elevados, hombres sobre los que había que extender un velo piadoso” (Contra el poder de los intelectuales, “30 días” VI, 2 (1991) p. 68). 

Continuaba Ratzinger en su predicación en el Liebfrauendom, la catedral de Múnich: “No son los intelectuales los que dan la medida a los sencillos, sino los sencillos los que mueven a los intelectuales. No son las explicaciones eruditas las que dan la medida a la profesión de fe bautismal. Al contrario, en su ingenua literalidad, la profesión de fe bautismal es la medida de toda la teología” (Contra el poder de los intelectuales, pp. 68-69). El credo sabe más que los teólogos que lo ignoran. Por tanto, “al magisterio se le confía la tarea de defender la fe de los sencillos contra el poder de los intelectuales. [Tiene] el deber de volverse la voz de los sencillos, allí donde la teología deja de explicar la profesión de fe para apoderarse de ella. […] Proteger la fe de los sencillos, es decir, de los que no escriben libros, ni hablan en la televisión, ni escriben editoriales en los periódicos: ésa es la tarea democrática del magisterio de la Iglesia” (Contra el poder de los intelectuales, p. 69). Concluye recordando que la palabra de la Iglesia “no ha sido nunca amable y encantadora, como nos la presenta un falso romanticismo sobre Jesús. Por el contrario, ha sido áspera y cortante como el verdadero amor, que no se deja separar de la verdad y que le costó la cruz” (Contra el poder de los intelectuales, p. 71).

Años después añadirá sobre este controvertido caso: “Aquí habría que desmontar un mito. A Hans Küng se le retiró en 1979 la facultad de dar doctrina en nombre y por encargo de la Iglesia. Esto no debió de gustarle nada. […Sin embargo,] en una conversación que mantuvimos en 1982, él mismo me confesó que no quería volver a su situación anterior, y que se había adaptado muy bien a su nuevo status. […] Pero eso [=la prohibición de enseñar en nombre de la Iglesia] no era lo que esperaba: su teología tenía que ser reconocida como fórmula válida dentro de la teología católica. Pero en vez de retractarse de sus dudas acerca del papado, radicalizó su postura y se distanció todavía más de la fe de la Iglesia en la cristología y [en la doctrina] sobre Dios trino” (La sal de la tierra, p. 103). El caso Küng parece que marcó profundamente la visión teológica y pastoral de Ratzinger.

Castelgandolfo acogió en 2005 un encuentro histórico entre dos teólogos enfrentados desde hace décadas: Hans Küng, crítico implacable de Juan Pablo II, y el Papa Benedicto XVI. La cita fue calificada por Küng como “señal esperanzadora”. El teólogo “disidente” reconoció al diario el diario alemán Süddeutsche Zeitungque pidió una audiencia semanas antes con “la esperanza de poder entablar un diálogo pese a todas las diferencias”. El Pontífice le contestó “rápidamente y en un tono muy amable”, relata el antiguo compañero de Joseph Ratzinger en la Universidad de Tubinga. Se habló de ética y de la razón humana al trasluz de la fe cristiana. Tanto Küng como Benedicto XVI eran conscientes de que “no tenía sentido entrar en una disputa sobre las cuestiones doctrinales persistentes”. Por ello, se evitó entrar en los puntos de conflicto y se dirigió la conversación por derroteros más amables, tratando particulares en los que la visión del Papa y la del teólogo entran en sintonía. Küng aseguró que Benedicto XVI fue un interlocutor “abierto y que escucha con atención”. Añadió que “ha sido una alegría mutua volver a vernos después de tantos años. No nos abrazamos sencillamente porque los germánicos no somos tan expansivos como los latinos”. Todavía bajo el efecto de la sorpresa, reconoció que “el Papa está abierto a nuevas ideas”, y aclaró que Benedicto XVI “no es un Papa que mira al pasado, encerrado en sí mismo. Observa la situación de la Iglesia tal como es. Es capaz de escuchar y de mantener la actitud del estudioso o el investigador”. 

La sorpresa del teólogo suizo la habían experimentado ya el mes de julio anterior un grupo de sacerdotes del Valle de Aosta, cuando Benedicto XVI les dijo que “el Papa es infalible sólo en contadísimas ocasiones”, y reconoció ante ellos problemas serios de la Iglesia que antes no se mencionaban en público y todavía menos en una tertulia informal. Hans Küng había enviado de antemano al Papa su último libro sobre el origen de la vida y documentos sobre sus proyectos para definir una ética mundial basada en los principios morales de las grandes religiones. Para su delicia, Benedicto XVI “se declaró felicísimo de que un teólogo aborde en Alemania estas cuestiones, pues sabe que son muy importantes. Y en el comunicado del Vaticano menciona que aprecia mi trabajo”. De mutuo acuerdo, no abordaron los conflictos con Roma sino sólo los proyectos de futuro, pero el mero hecho de que Benedicto XVI le recibiese durante dos horas en Castelgandolfo y le invitase a cenar “es un signo de esperanza para muchos hombres de Iglesia”.

España

CONFER anuncia los galardonados con los ‘Premios Carisma’

Los galardones tienen reconocen el trabajo que personas o instituciones realizan acorde al fin fundamental de la CONFER: animar, servir y promover la vida religiosa.

Maria José Atienza·6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

La Conferencia Española de Religiosos ha anunciado los ganadores de sus ‘Premios Carisma’. Entre los galardonados en esta edición se encuentran la Fundación Madrina, los capellanes de los hospitales o el tuitero Jordi Sabaté, enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Estos galardones tienen como finalidad reconocer el trabajo que diferentes personas o instituciones realizan acorde al fin fundamental de la CONFER: animar, servir y promover la vida religiosa.

En esta edición, los Premios Carisma han recaído sobre las siguientes personas e instituciones:

  • Premio Carisma de Formación y EspiritualidadJosé Ramón Busto Saiz, sacerdote de la Compañía de Jesús. Por su dedicación incansable, inspiradora y de calidad, a la formación e investigación en el campo de la exégesis bíblica durante cuarenta y tres años, desde 1978, en la Universidad Pontifica de Comillas y en innumerables ámbitos de formación no reglada.  
  • Premio Carisma de Justicia y SolidaridadFundación Madrina. Por su apoyo y protección a la infancia más vulnerable y a la mujer en su maternidad frente a la exclusión social, educativa y laboral.    
  • Premio Carisma de Misión y CooperaciónLa Iglesia en Canarias y en particular a Antonio Viera. Por su denuncia de las condiciones en las que se encuentran los extranjeros que llegan al CIE Barranco Seco en Las Palmas de Gran Canarias, así como su lucha incansable hasta conseguir su cierre.  
  • Premio Carisma de EducaciónRaquel Pérez Sanjuan, Secretaria técnica de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura. Por su trabajo para la defensa de la asignatura de Religión como necesaria para una completa formación de los niños, adolescentes y jóvenes españoles.  
  • Premio Carisma de Pastoral Juvenil VocacionalJóvenes Dehonianos. Por sus campañas de publicidad creativas y actuales con el objetivo de impulsar el conocimiento y promoción de la Vida Religiosa en nuestra sociedad.  
  • Premio Carisma de Salud : A los Capellanes de Hospitales durante la COVID. Por su labor de acompañamiento y consuelo a las víctimas del coronavirus que se encontraban solas en los hospitales. Por sus oraciones en el Palacio de Hielo y los cementerios sin la presencia de las familias. Ha sido una labor silenciosa pero fundamental para el consuelo de las familias.   
  • Premio Carisma de ComunicaciónMabel Lozano, escritora, actriz y directora de cine. Por su compromiso en la lucha contra la prostitución, la explotación sexual y la trata de seres humanos.  
  • Premio Carisma Fe y CulturaLa Fundación Pablo VI , Institución cultural y de estudios superiores creada por el Cardenal Herrera Oria. Por su diálogo con la política, la cultura y la sociedad; la ciencia, la tecnología y la bioética; la justicia social, la promoción humana, el desarrollo y la ecología sobre la base del humanismo cristiano.   
  • Premio Carisma de ImpactoJordi Sabaté, enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Por su campaña “Mueve un dedo por la vida” y por el incansable empeño en acercar el conocimiento de esta enfermedad degenerativa a la sociedad e impulsar su investigación, todo ello a través del humor y siempre en defensa de la vida.    
  • Premio Carisma Especial : José Luis Pinilla, religioso sacerdote de la Compañía de Jesús. Por su labor encomiable en materia migratoria y defensa de los derechos humanos haciéndose amigo y hermano de los pobres a ejemplo de Pedro Arrupe; vocación religiosa que se hace entrega sobre todo en el desamparado.  

El jurado que conforma estos premios está formado por: Jesús Miguel Zamora, Secretario General de la CONFER; Eva Silva, Responsable Servicio de Comunicación de la CONFER; José María Legorburu, Vicepresidente de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIPE); Elsa González, Consejo de Administración de Telemadrid; Santiago Riesco, Periodista de RTVE; José Beltrán, Director de Vida Nueva; Silvia Rozas, Directora de Ecclesia; Manolo Bretón, Presidente de Cáritas Española; Mayte Ortiz, Directora Fundación SM y Eva Fernández, Corresponsal del Grupo COPE en Italia y Vaticano.

España

Treinta nuevos hijos para la Iglesia de Getafe

Treinta personas recibieron los Sacramentos de Iniciación Cristiana en la diócesis de Getafe.

Paloma Fernández·6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

En la noche del Sábado Santo, treinta “elegidos” de la Diócesis de Getafe recibieron los Sacramentos de Iniciación Cristiana en la Vigilia Pascual. Por razones de aforo, las celebraciones tuvieron lugar en la catedral Santa María Magdalena, presidida por el obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, y en la basílica del Sagrado Corazón, en el Cerro de los Ángeles, por el obispo auxiliar D. José Rico Pavés.  

Llegados desde diferentes países -España (más de la mitad), Perú, Colombia, Honduras, Cuba, Guinea Ecuatorial, Angola o Gana- y de diferentes edades –5 años la más pequeña y 54 el mayor- el Señor ha renovado sus historias y les ha otorgado la Gracia de la vida eterna, acogiéndoles como Hijos.

Renacer a una vida nueva

“En mi juventud hice muchas cosas de las que me arrepiento profundamente pero el Señor me ha permitido renacer a una vida nueva, ha sido un regalo maravilloso”: así cuenta, entre lágrimas, Leidy Camacho, lo que ha sentido al recibir los Sacramentos de la Iniciación Cristiana el pasado sábado 3 de abril, en la Vigilia Pascual que se celebró en la Basílica del Cerro.

Camacho nació en Cali, conflictivo territorio colombiano, hace 30 años. Educada en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, esta neófita vivió una convulsa adolescencia que la llevó a dejar su casa a los 15 años y a un embarazo no deseado a los 20. 

“Dejé mi casa, me fui a Ecuador con mi novio, luego nos separamos y viajé por medio mundo, hasta que en el año 2017 aterricé en España y llegué a Arroyomolinos”. recuerda con cierto dolor. “Quería que mi hija hiciera la Comunión y la apunté en la Parroquia Santa Ángela de la Cruz, en Arroyomolinos, y fue allí, en ese lugar de la Diócesis de Getafe, donde el Señor se encontró conmigo, a través de una religiosa”. 

A partir de ese momento, la vida de Leidy Camacho cambió por completo, conoció a sus catequistas, y comenzó el proceso de formación en la fe que culminó con su Bautismo junto al Sagrado Corazón. Leidy relata que “en la Vigilia Pascual se unieron en su mente y en su corazón muchos recuerdos y muchos sentimientos; era como si alguien a quien quieres muchísimo y has esperado durante largo tiempo, llegara hasta ti y te abrazara fuertemente contra su pecho, así me sentí”.

foto grupo bautizados cerro

“La Iglesia es mi familia”

Algo parecido sintió Felicia Fátima en su Bautismo en el Cerro de los Ángeles: “Como si me limpiarán el alma. Sentí algo que nunca antes había experimentado”.

Llegada desde Ángola hace tres años y medio, esta neófita que perdió a sus padres en la infancia y recuerda su vida pasada con mucho sufrimiento se encontró con Cristo a través de las Oblatas de Ciempozuelos y de los sacerdotes de la Parroquia Santa María Magdalena que la ayudaron desde el principio: “Ellos me propusieron un camino de formación cuando apunté a mi hija a las catequesis de Primera Comunión”.

“Ahora tengo esperanza. Aunque estoy sola con mis tres hijas y no tengo trabajo sé que Dios está conmigo, y la Iglesia es mi familia y me ayuda”, subraya contenta.

Desde Cuba llegó hace diez años a la Diócesis de Getafe Mailín Serrano, que vivió en primera persona el deterioro progresivo de su país bajo la dictadura de Fidel Castro, experimentando, en medio de su vida, cómo Dios la llamaba para algo diferente. 

“Cuando tenía veinte y pocos años, caminaba por una avenida de La Habana y algo dirigió mis pasos hacía un templo: el templo de Santa Rita de Casia.  Ese fue el día y el lugar en que sentí, a través de Santa Rita, la presencia de Dios”.

Su camino de crecimiento en la fe y el conocimiento del Señor fue paralelo a su integración social en España: “Hace casi diez años dejé mi país, mi casa, mi madre, mi familia, mis amigos. Uno se siente sin tierra bajo los pies. Pero allí estaba Dios dándome casa, comida, cariño, dignidad, fuerza y esperanza”. 

Un intenso proceso de formación

Después de un intenso proceso de formación y acompañada de padrinos y sacerdotes, dejaba atrás el hombre viejo para resucitar junto a Cristo al hombre nuevo y destaca que: “Dios ha puesto en mi vida a personas que son regalos divinos. Me trajo a Móstoles, a la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción, donde conocí al párroco Pablo de Haro que recuerda siempre mi difícil nombre y me mira a los ojos. Dios en Móstoles me ha dado un gran amigo y a su familia cristiana, que han robustecido mi fe”. Ese camino culminaba en la Vigilia Pascual en la catedral, donde acompañada del obispo de la Diócesis de Getafe, D. Ginés García Beltrán, Mailín sentía que empezaba una nueva vida junto a Cristo.  

“Por primera vez vais a llamar a Dios, Padre. Habéis comenzado una historia de amor que os transforma y os salva. Ahora sois de Cristo. Ser cristiano es ser de Cristo y ser de Cristo es una Gracia”, les dijo el prelado antes de ser bautizados.

Bautizados junto con su hija

Unas palabras que conmovieron profundamente a Amanda Moreno y a Cristian Astillero, una pareja de jóvenes novios veinteañeros unidos por el amor y por una hija, Samara, de cinco años que, junto a ellos, recibió también el Sacramento del Bautismo.

Amanda y Cristian han iniciado juntos el camino de formación en la fe que les conducirá a un próximo matrimonio por la Iglesia. Los padres de Amanda no la bautizaron porque querían que ella eligiera de mayor lo que quería en su vida, así que el Señor salió a su encuentro en la Parroquia Nuestra Señora de Butarque, en Leganés, a través de un noviazgo y una hija. 

“Aunque no estaba bautizada siempre me he sentido cerca de la Iglesia y quería casarme en esta parroquia. Pero para eso teníamos que recibir antes el Bautismo y formarnos, para emprender los tres juntos este camino”, explica emocionada Amanda. Su futuro marido, Cristian, también está feliz y agradecido: “Gracias a Dios que puso en mi camino a buenos maestros pude reconducir mi vida, ellos me han ayudado mucho a recobrar la paz. También estoy muy agradecido por mi pareja y por mi preciosa hija que han recibido conmigo el Bautismo”.

La ayuda de los amigos y de la parroquia

Aunque sus padres no lo bautizaron, Jorge Ugaz recibió formación cristiana en el colegio. En un momento de vacío cuando era ya estudiante universitario decidió entrar en una iglesia; se celebraba la Misa, y cuando la señora que estaba a su lado le dio el signo de la paz, percibió una paz verdadera, no sólo humana. Decidió seguir asistiendo todos los domingos y continuó dando pasos hacia la fe.

Sobre todo, le ha ayudado el apoyo de los amigos y la dedicación de su catequista en la parroquia de San Josemaría, en Alcorcón. En la Vigilia Pascual, le conmovió sobre todo recibir la Eucaristía, y sentir que, como hijo de Dios, ahora la Iglesia es para él una familia.

  En el camino de todos los neófitos ha tenido un papel fundamental el Catecumenado de Adultos de la Diócesis de Getafe, a cuyo frente está el sacerdote Óscar Martínez y los catequistas, sacerdotes y padrinos que les acompañan en este proceso, como representantes de toda la Iglesia. 

El autorPaloma Fernández

Directora del Gabinete de Prensa de la diócesis de Getafe.

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Cine

Lupin

La serie de Netflix está inspirada en el libro sobre el caballero ladrón Arsène Lupin, de las novelas de Maurice Leblanc (1864-1941). En verano de 2021 podremos ver estrenada la segunda temporada de la serie.

Jaime Sebastián·6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Maurice Leblanc (1864-1941) fue un novelista y escritor francés de relatos cortos. Nacido en Ruan, Leblanc se muda a París, en donde comienza su carrera literaria, desde 1892 aproximadamente hasta 1904. Publica unos diez libros.

Serie

Título: Lupin
Año: 2021
País: Francia
Productora: Gaumont Télévision y Netflix
Distribuidora: Netflix

En 1904 Pierre Laffite, director de Je sais Tout, le encargó un cuento para su revista recién fundada. Al poco tiempo le entregó un original titulado «El arresto de Arsène Lupin». Según palabras del propio autor, este era el único cuento que tenía planeado de Lupin. Sin embargo, a Pierre Laffite el personaje le causó una fuerte impresión y animó a Leblanc a desarrollar al personaje. Así nace de la mano de Leblanc: Arséne Lupin, un ladrón de guante blanco. Las novelas sobre Lupin suman casi 20 libros. Se podría decir que Arsène Lupin es una héroe paralelo al Sherlock Holmes inglés.

Pasando a la serie que nos ocupa, su protagonista no es el personaje imaginado por Leblanc en 1905 sino Assane Diop (interpretado por Omar Sy), un admirador de Arsène Lupin. Assane es el único hijo de un inmigrante de Senegal que había llegado a Francia para buscar una vida mejor. El padre de Assane es incriminado por el robo de un costoso collar de diamantes por parte de su empleador, el rico y poderoso Hubert Pellegrini. Estando en la cárcel, se ahorca en su celda por vergüenza, dejando al adolescente Assane huérfano. Veinticinco años después, inspirado por un libro sobre el caballero ladrón Arsène Lupin que su padre le había regalado en su cumpleaños, Assane, convertido en un ladrón profesional, se propone vengarse de la familia Pellegrini, usando su carisma, para exponer los crímenes de Hubert.

La serie ha sido estrenada en Netflix el 8 de enero de 2021. Consta de 10 episodios, divididos en 2 partes. Por ahora solo ha salido la primera parte compuesta por 5 episodios.

Es fácil que la serie resulte atractiva en base a su buen ritmo y se la puede considerar dentro del género thriller. Por supuesto, incluye momentos cómicos muy propios de su actor protagonista.

Otro de los méritos de la serie radica en su ambientación y, en particular, en las localizaciones icónicas de las que se sirve: Louvre, Jardines de Luxemburgo, la banlieu parisina de Montreuil, la emblemática ciudad normanda de Étretat,…

Su punto fuerte no es la credibilidad (muchos cabos sueltos e inconsistencias), pero a pesar de ello es entretenida si no eres muy exigente. En definitiva, una serie entretenida, para pasar un rato agradable sin ser riguroso.

El autorJaime Sebastián

España

Cardenal Parolin: “La situación actual puede compararse a los primeros siglos de la Iglesia”

El Secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Pietro Parolin, ha comparado el momento actual con los primeros siglos de la Iglesia, y asegura que “el problema fundamental es la razón, no la fe”, en una entrevista en ‘El Espejo’, de cadena Cope.

Rafael Miner·6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

“Siento mucho la pérdida de la fe en nuestra Europa, en nuestra cultura, en nuestros países, y estos cambios antropológicos que se están dando, perdiendo la identidad de la persona humana; antes que una pérdida de fe, yo diría que es una pérdida de razón”.

En estos términos respondió el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, en una entrevista realizada por José Luis Restán, director de ‘El Espejo’ y director editorial de la cadena Cope, a una pregunta sobre la vieja Europa, nuevas legislaciones sobre temas éticos que se alejan cada vez más de la raíz cristiana, como la ley de eutanasia en España:

“Lo dice muchas veces el Papa. Me impactó mucho”, prosiguió el cardenal. “Dice por ejemplo: la cuestión del aborto no es una cuestión religiosa. Lo es ciertamente, también para nosotros cristianos desde el principio, desde los primeros documentos de la Iglesia hay un rechazo total del aborto, pero es un argumento de razón”.

“Probablemente hoy, ya lo decía Benedicto XVI, el problema fundamental es la razón, no es la fe”.

En la entrevista, el cardenal Parolin, señaló que “se puede comparar la situación que estamos viviendo con los primeros siglos de la Iglesia cuando llegaron los apóstoles y los primeros discípulos en una sociedad que no tenía valores cristianos, pero a través del testimonio de las primeras comunidades lograron cambiar la mentalidad e introducir los valores del Evangelio en la sociedad de entonces. Creo que éste es el camino que tenemos que hacer hoy todavía”.

En cuanto a la fe, lo más importante a su juicio, es “el testimonio. Por supuesto, es un testimonio, cómo decirlo, global, entonces tenemos que testimoniar nuestra fe, tenemos que testimoniar nuestra esperanza, tenemos que testimoniar nuestra caridad. Pero la línea es ésta. Hoy día no se puede imponer nada, sino ofrecer a partir de un testimonio coherente y convencido de vida cristiana”.

En la conversación, el cardenal se refirió a Irak, a China y a diversos temas de actualidad. Además, reveló que ha experimentado hace mucho que “ser diplomático de la Santa Sede es una forma de ejercer el propio sacerdocio. Sobre todo, porque hoy en día, después del Concilio Vaticano II, la tarea de los nuncios es una tarea pastoral entonces es de estrechar los lazos entre la Santa Sede y las iglesias locales. Estamos al servicio de la comunión y también la defensa, la promoción de la libertad de la Iglesia, de la libertad religiosa. Además de la tarea de la paz en el mundo. Imagine usted cuánto trabaja la Iglesia por la paz. Es mi manera de considerar la diplomacia”.

El cardenal Parolin comentó también que “esa manera de entender la diplomacia vaticana quedará plasmada más o menos, después de la publicación de la constitución apostólica sobre la Curia Romana, que por ahora se titula, aunque pienso que seguirá siendo este título, ‘Predicate Evangelium’”.

En su trabajo junto al Papa Francisco, el cardenal señaló que “lo que me impacta primero es la gran sencillez que manifiesta. Cuando uno se acerca a él se da cuenta de que es un hombre sencillo, sin protocolo. El contacto es inmediato. Cuida mucho la relación y la cercanía con la gente. Busca encontrar la gente. Es otra característica de su manera de trabajar. Y también me impacta mucho este deseo suyo de ayudar a hacer la Iglesia más creíble en el anuncio del Evangelio”.

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Bautismos en la noche de Pascua

La incorporación de adultos a la Iglesia católica manifiesta como la gracia suele abrirse paso en la normalidad de la vida de cada persona.

6 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Dieciocho personas, adultos jóvenes, recibieron el bautismo en la Vigilia Pascual en la que participé. Cada uno tendrá una historia diferente y personal. Probablemente pocos son resultado de una conversión repentina, o han buscado una experiencia religiosa particular. La vida habrá sido su camino.

En pocos momentos como en la Vigilia Pascual se percibe tan bien la novedad de la fe cristiana, a través de la expresividad de cada rito. Pero la incorporación a la Iglesia de algunas personas, por la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía), da a esa noche una plenitud particular.

Aquellos dieciocho hombres y mujeres jóvenes (Jorge, David, Elías, Ruth…), y los que ocupan cada año su mismo lugar en tantos sitios, son una muestra de la vitalidad de la fe y un ejemplo de la máxima elocuencia para el entorno en el que viven. La decisión que cada uno ha tomado, tras su propio recorrido personal y después de una larga preparación, ha sido bien consciente; y se ha formado en el deseo y en la inteligencia por medio de la catequesis y del acompañamiento. Su alegría, bien perceptible tras la Vigilia, tenía una energía que “ningún batanero” podría volver más blanca. Pienso que cada uno debería ser para su entorno un verdadero “motivo de credibilidad”.

La catequesis y la incorporación de adultos ha sido siempre una ilusión de la Iglesia, desde los primeros días. En nuestro país, debido a la predominancia “sociológica” del catolicismo, quizá ha tenido menor importancia numérica durante algún tiempo. Ahora se ha convertido en el nuevo horizonte. Una ilusión para la Iglesia y para cada uno, porque la gracia suele abrirse paso en la normalidad de la vida de cada persona, y pasa por cada familiar, cada amigo o compañero que orienta o apoya al que quizá sólo “intuye” a Dios. Muchas veces la ayuda es inconsciente, y otras consiste en oración, en tiempo que se dedica, en aliento para sostener los primeros pasos o en transmitir de la luz de la doctrina.

Enhorabuena a todos los bautizados en la noche de Pascua.

Ecología integral

Desplazados por la crisis climática: ¡los católicos están llamados a «ver»!

Se presentan las Orientaciones Pastorales para orientar la actuación ante la crisis climática que afecta a derechos humanos fundamentales, especialmente de los más pobres y vulnerables.

Giovanni Tridente·5 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos

«Es evidente la conexión entre la fragilidad ambiental, la inseguridad alimentaria y los movimientos migratorios». Fue el Papa Francisco quien dio la voz de alarma en un discurso ante la FAO en 2019, en relación a la crisis climática que afecta desde hace tiempo a los derechos humanos fundamentales (la vida, el agua, la alimentación, la vivienda y la salud) especialmente de los más pobres y vulnerables.

Se trata de una cuestión de calado moral, que no puede dejar indiferente a la Iglesia, que también se ha preguntado por las consecuencias pastorales de esta situación. Este es el objetivo con el que han nacido las Orientaciones Pastorales sobre el Desplazamiento Climático, presentadas en los últimos días en una rueda de prensa en el Vaticano y elaboradas por la Sección Migrantes y Refugiados – Sector Ecología Integral, del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

51 millones de personas desplazadas en el mundo

Según los datos disponibles, más de 33 millones de personas se encontraron desplazadas solo durante 2019, lo que supone un total de casi 51 millones de desplazados en todo el mundo; 25 de ellos se deben a catástrofes naturales (inundaciones, tormentas, sequías, incendios, desertificación, agotamiento de los recursos naturales, escasez de agua, aumento de las temperaturas y del nivel del mar).

En muchos casos, la crisis climática es también un factor de conflictos y guerras, por lo que las amenazas suelen multiplicarse, y siempre son principalmente los más débiles los que sufren.

Las proyecciones para el futuro no son nada alentadoras. Según un informe del Banco Mundial, se calcula que en 2050 alrededor del 3% de la población mundial podría verse obligada a emigrar dentro de sus propios países debido al cambio climático. Esto afectaría sobre todo al África subsahariana, al sur de Asia y a América Latina.

Acompañamiento y sensibilización

Ante este «panorama», la Iglesia se propone, por un lado, seguir asistiendo y acompañando a las personas, pero también sensibilizarlas hacia la adopción de aquellas políticas económicas sostenibles que prefieran «soluciones basadas en la naturaleza» que permitan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, causa del aumento de la temperatura media de la Tierra y, por tanto, base de las «alteraciones en los sistemas humanos y naturales».

Por ello, las Orientaciones Pastorales sobre los Desplazados Climáticos pretenden, en primer lugar, sensibilizar sobre el fenómeno, tratando de superar la «ceguera» generalizada que, en muchos casos, es también una muestra de indiferencia y egoísmo, por no hablar de «la negación intencionada de la realidad para proteger intereses creados». La respuesta en este caso es intentar superar la «falsa polarización entre el cuidado de la creación, por un lado, y el desarrollo y la economía, por el otro».

Alternativas al desplazamiento

Otro aspecto que debe abordarse, según las Directrices, es ofrecer alternativas al desplazamiento. Pero esto depende de los gobiernos, los dirigentes y las instituciones encargadas de los intereses de las poblaciones, mostrándoles que hay soluciones «creativas y sostenibles para aliviar el sufrimiento y alternativas al trauma del desplazamiento».

Proporcionar información válida y certificada

Sin embargo, cuando el desplazamiento es inevitable, es bueno que la gente no caiga en «una aceptación fatalista de un viaje sin esperanza». La Iglesia, por su parte, está llamada en este caso a proporcionar «información correcta y fiable» y a poner a los próximos desplazados en contacto con organizaciones y agencias internacionales que puedan proporcionarles apoyo, colaboración y redes de solidaridad.

Formación y sensibilización de los anfitriones

En cuanto a las sociedades de acogida, hay que implicarlas y animarlas para que estén «dispuestas y deseosas de extender su solidaridad a los desplazados climáticos». En este sentido, también hay que abordar el miedo, la indiferencia y los riesgos de xenofobia que puedan existir en la comunidad de acogida, por ejemplo, centrándose en la formación y a través de campañas de sensibilización, organizando viviendas seguras, proporcionando asistencia social y jurídica e invirtiendo en proyectos que creen puestos de trabajo y pequeñas empresas, para una verdadera inclusión.

El documento de la Santa Sede considera que también es útil involucrar a estas personas vulnerables en los procesos de toma de decisiones de los Estados, para que no sean «invisibles» y puedan disfrutar de una asistencia humanitaria completa, además de participar en las políticas y programas de reubicación y reasentamiento.

Integración pastoral

Desde el punto de vista pastoral, esto requiere ser consciente de tener que responder a las diferentes necesidades, tanto de los creyentes católicos como de los que pertenecen a otras religiones. Por ello, los programas pastorales deben integrar «la asistencia humanitaria, la educación para la reconciliación, la protección efectiva de los derechos y la dignidad, la oración y la liturgia, así como el apoyo espiritual y psicológico», indican las Orientaciones.

Promoción de la investigación académica

Finalmente, las indicaciones del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral señalan el deseo de una mayor cooperación en la planificación y acción estratégica en colaboración con diversas organizaciones, tanto a nivel nacional como regional; la promoción de la formación profesional en ecología integral; y la promoción de la investigación académica, especialmente en las Universidades Pontificias, sobre la crisis climática y los desplazamientos.

En el Prefacio del Documento, el Papa Francisco espera que todos puedan «ver» la tragedia del desarraigo prolongado de millones de personas y preocuparse por ello, actuando colectivamente. En efecto, al igual que en la crisis pandémica que estamos viviendo, no saldremos de ella «encerrándonos en el individualismo», sino «mediante el encuentro, el diálogo y la colaboración».

Consciente de que incluso en este ámbito hay una gran necesidad de hacer cosas, y de hacerlas juntos.

Vaticano

Regina Coeli del Papa: «Encontrar a Cristo significa descubrir la paz del corazón»

El Papa Francisco ha rezado la oración del Regina Coeli en este lunes de Pascua, donde ha mostrado su deseo de que todos experimenten la alegría de las mujeres del Evangelio, que "experimentan una gran alegría al reencontrar vivo al Maestro".

David Fernández Alonso·5 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Durante el tiempo de Pascua, que empieza con el Domingo de Resurrección y termina el Domingo de Pentecostés, el rezo del Angelus se sustituye por la oración del Regina Coeli.

El Papa Francisco ha rezado el Regina Coeli el llamado Lunes del ángel, o Lunes de Pascua, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico.

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El lunes después de Pascua se llama también Lunes del ángel, porque recordamos el encuentro del ángel con las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús (cfr. Mt 28,1-15). A ellas, el ángel les dice: «Sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado» (vv. 5-6).

La expresión “ha resucitado” va más allá de las capacidades humanas. Incluso las mujeres que habían ido al sepulcro y lo habían encontrado abierto y vacío, no podían afirmar: “ha resucitado”; sino solamente que el sepulcro estaba vacío. Que Jesús había resucitado podía decirlo tan solo un ángel, así como un ángel pudo decir a María: «Concebirás un hijo […] y será llamado Hijo del Altísimo» (Lc 1,31).

El evangelista Mateo narra que en aquel amanecer de Pascua «hubo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella» (cfr. v. 2). Aquella gran piedra, que hubiera debido ser el sello de la victoria del mal y de la muerte, fue puesta bajo los pies, se convirtió en escabel del ángel del Señor. Todos los proyectos y las defensas de los enemigos y los perseguidores de Jesús han sido vanos.

La imagen del ángel sentado sobre la piedra del sepulcro es la manifestación concreta, visual, de la victoria de Dios sobre el mal, de la victoria de Cristo sobre el príncipe de este mundo, de la luz sobre las tinieblas. La tumba de Jesús no fue abierta por un fenómeno físico, sino por la intervención del Señor. El aspecto del ángel, añade Mateo, «era como el de un relámpago, y sus vestiduras eran blancas como la nieve» (v. 3). Estos detalles son símbolos que afirman la intervención de Dios mismo, portador de una era nueva, de los últimos tiempos de la historia.

Ante esta intervención de Dios, sucede una doble reacción. La de los guardias, que no consiguen afrontar la fuerza arrolladora de Dios y están trastornados por un terremoto interior: quedaron como muertos (cfr. v. 4). La potencia de la Resurrección abate a quienes habían sido utilizados para garantizar la aparente victoria de la muerte. La reacción de las mujeres es muy distinta, porque son invitadas expresamente por el ángel del Señor a no temer: «¡No teman!» (v. 5) y a no buscar a Jesús en la tumba.

De las palabras del ángel podemos recoger una valiosa enseñanza: no nos cansemos nunca de buscar a Cristo resucitado, que dona la vida en abundancia a cuantos lo encuentran. Encontrar a Cristo significa descubrir la paz del corazón. Las mismas mujeres del Evangelio, después de la turbación inicial, experimentan una gran alegría al reencontrar vivo al Maestro (cfr. vv. 8-9). En este tiempo pascual, deseo a todos que hagan la misma experiencia espiritual, acogiendo en el corazón, en las casas y en las familias el alegre anuncio de la Pascua: «Cristo resucitado no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre Él» (Antífona de la Comunión).

Esta certeza nos induce a rezar, hoy y durante todo el periodo pascual: «Regina Caeli, laetare – Reina del Cielo, alégrate». El ángel Gabriel la saludó así la primera vez: «¡Alégrate, llena de gracia!» (Lc 1,28). Ahora la alegría de María es plena: Jesús vive, el Amor ha vencido. ¡Que esta pueda ser también nuestra alegría!»

Firmas invitadasÁlvaro de Juana

Los nuevos ‘Teóforos’ de 2021

¿Cuál es la identidad del cristiano? Ser 'teóforos’, ‘portadores de Dios’, que iluminaban a la sociedad entera y cuya fe llevaban hasta el extremo. 

5 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Es un paso, o un salto, pero uno de esos que marcan profundamente. De la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de Egipto a la Tierra Prometida. Eso es lo que, en definitiva, significa “Pascua”, que viene del hebreo “Pésaj”. Y en eso se resume, o se debería resumir, la experiencia del cristiano.

La propia vida del cristiano, la de todos los cristianos. O al menos es a lo que se debería aspirar. Porque la meta a la que estamos llamados y nos invita la Iglesia cada Pascua es la vida eterna. El anuncio de la Buena Noticia, el Kerygma se nos presenta estos días de forma concreta en este tiempo litúrgico con una invitación concreta a «ir a Galilea», es decir, a evangelizar y a testimoniar que hemos dado ese salto a la vida y a la libertad que nos ofrece la muerte y la resurrección de Cristo.

Habrá quien piense que no estamos para pascuas, que la pandemia tienetodavía muchos coletazos que dar y mucho con lo que golpear. Y seguramente no se equivoque. Pero, por eso, mismo es urgente ser conscientes de lo que significa. De lo que conlleva que Cristo haya resucitado y esté vivo. Como ha dicho el Papa Francisco en la Vigilia Pascual de este año, la resurrección de Cristo “nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza”. En la homilía de la Vigilia del año pasado lo dijo de otro modo: “en esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera”.

Los problemas no desaparecerán como por arte de magia, el sufrimiento seguirá ahí y la enfermedad y la muerte quizás nos toquen de cerca. Los efectos de la crisis quizás se recrudezcan y la inestabilidad política y social seguirá alcanzando cuotas máximas. Pero todo ello es posible elevarlo a una nueva dimensión. Es posible ‘caminar sobre las aguas’. Así al menos lo han testimoniado a lo largo de la historia millones de cristianos en todo el mundo. Así lo hicieron los primeros cristianos. Así lo demostraron los cristianos perseguidos en la Iglesia primitiva, y también lo hacen los perseguidos por su fe en la actualidad.

Una de las obras maestras más destacadas de la apologética cristiana, escrita posiblemente en el siglo II, es la Carta a Diogneto en la que se ofrece una radiografía precisa de lo que significa ser cristiano: «Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble”.

Y continúa: “Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida”. 

Es decir, los cristianos eran verdaderos ‘Teóforos’, ‘portadores de Dios’, que iluminaban a la sociedad entera y cuya fe llevaban hasta el extremo. 

¿Es posible volver a esta fe de los primeros cristianos? La Pascua es una nueva ocasión de enarbolar la bandera de una esperanza basada en el acontecimiento por excelencia del hombre: la resurrección de Cristo. Y así los cristianos de 2021 se transformará en los nuevos ‘Teóforos’ de una sociedad que necesita embalsamar sus heridas.

El autorÁlvaro de Juana

Periodista y presentador de TRECE. A lo largo de su amplia trayectoria ha trabajado y colaborado en diferentes medios como el Alfa Omega, la revista Misión o la revista Vida Nueva. Ha sido corresponsal en Roma para ACIPrensa y EWTN, así como para La Razón, diario en el que también cubrió información social y política de Italia.

Vaticano

Mensaje de Pascua en la bendición Urbi et Orbi: «Somos curados en las llagas de Cristo»

El Papa Francisco ha dirigido el Mensaje de Pascua desde la Basílica de San Pedro, y ha recordado que "las heridas de Cristo son el sello perpetuo de su amor por nosotros".

David Fernández Alonso·5 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

Este año no hemos podido ver al Papa Francisco impartir la bendición «Urbi et Orbi» -a la ciudad y a todo el mundo- desde el balcón de la Logia de las bendiciones. Sin embargo, lo hemos visto hacerlo desde el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, desde donde ha dirigido el Mensaje de Pascua a todos los fieles que le escuchan por radio, televisión y otros medios.

A continuación, tras el anuncio de la concesión de la indulgencia realizado por Su Eminencia el Card. Mauro Gambetti, Arcipreste de la Basílica de San Pedro, el Papa impartió la bendición «Urbi et Orbi» a todos los que seguían el momento.

Publicamos a continuación el Mensaje de Pascua del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!
Hoy resuena en cada lugar del mundo el anuncio de la Iglesia: “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”.

El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando. La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan.

Ante esto, o mejor, en medio a esta realidad compleja, el anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: “Jesús, el crucificado, ha resucitado”. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús. El Evangelio atestigua que este Jesús, crucificado bajo el poder de Poncio Pilato por haber dicho que era el Cristo, el Hijo de Dios, al tercer día resucitó, según las Escrituras y como Él mismo había anunciado a sus discípulos.

El Crucificado, no otro, es el que ha resucitado. Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, es el Señor.

Y los testigos señalan un detalle importante: Jesús resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado. Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda.

Cristo resucitado es esperanza para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido. Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios. Esto es aún más evidente en este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha. Por lo tanto, en el espíritu de un “internacionalismo de las vacunas”, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres.

El Crucificado Resucitado es consuelo para quienes han perdido el trabajo o atraviesan serias dificultades económicas y carecen de una protección social adecuada. Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas.

«Es necesario que los pobres de todo tipo recuperen la esperanza», decía san Juan Pablo II en su viaje a Haití. Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza.

Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad. Me siento cercano a los jóvenes de todo el mundo y, en este momento, de modo particular a los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor.

Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día. Agradezco a los países que acogen con generosidad a las personas que sufren y que buscan refugio, especialmente al Líbano y a Jordania, que reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio.

Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.

Que Cristo, nuestra paz, silencie finalmente el clamor de las armas en la querida y atormentada Siria, donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas, así como en Yemen, cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso, y en Libia, donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos. Que todas las partes implicadas se comprometan de forma efectiva a poner fin a los conflictos y permitir que los pueblos devastados por la guerra vivan en paz y pongan en marcha la reconstrucción de sus respectivos países.

La Resurrección nos remite naturalmente a Jerusalén; imploremos al Señor que le conceda paz y seguridad (cf. Sal 122), para que responda a la llamada a ser un lugar de encuentro donde todos puedan sentirse hermanos, y donde israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad.

En este día de fiesta, mi pensamiento se dirige también a Irak, que tuve la alegría de visitar el mes pasado, y que pido pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos.[1]

Que la fuerza del Señor resucitado sostenga a los pueblos de África que ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional, especialmente en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado. Que continúen los esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, en el respeto de los derechos humanos y la sacralidad de la vida, mediante un diálogo fraterno y constructivo, en un espíritu de reconciliación y solidaridad activa.

¡Todavía hay demasiadas guerras y demasiada violencia en el mundo! Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra. Que conceda a cuantos son prisioneros en los conflictos, especialmente en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista. Hoy, 4 de abril, se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año e impiden «que los hombres caminen juntos por los senderos de la vida, sin temer las asechanzas de destrucción y muerte».[2] ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!

Queridos hermanos y hermanas: También este año, en diversos lugares, muchos cristianos han celebrado la Pascua con graves limitaciones y, en algunos casos, sin poder siquiera asistir a las celebraciones litúrgicas. Recemos para que estas restricciones, al igual que todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente.

En medio de las numerosas dificultades que atravesamos, no olvidemos nunca que somos curados por las llagas de Cristo (cf. 1 P 2,24). A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos. Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz Pascua a todos!

Enseñanzas del Papa

La verdadera religiosidad

Marzo nos mantuvo pendientes del viaje de Francisco a Irak, marcado por riesgos y cansancio. De allí volvió el Papa lleno de gratitud y esperanza. Declara que sintió sobre sus hombros el peso de la cruz y, por tanto, un sentido penitencial de su peregrinación como sucesor de Pedro.

Ramiro Pellitero·5 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

Precisamente en Irak promovió una “cultura de hermanos” opuesta a la “lógica de la guerra” (cfr. audiencia general 11-III-2021). Con ello ha impulsado asimismo el diálogo interreligioso en la estela del Concilio Vaticano II. En su conferencia de prensa durante el vuelo de regreso (8-III-2021), reconoció haber experimentado la “eficacia” de los sabios y de los santos, como se refleja también en sus enseñanzas. 

La “vacuna” de la esperanza

En el encuentro con sacerdotes y religiosos en la catedral siro-católica de Bagdad (5-III-2021), regada por la sangre de modernos mártires y ahora bajo el signo de la pandemia, el Papa propuso la “vacuna eficaz” de la esperanza. Esperanza que surge de la oración perseverante y de la fidelidad al apostolado, del testimonio de los santos. “No olvidemos nunca que Cristo se anuncia sobre todo con el testimonio de vidas transformadas por la alegría del Evangelio. […] Una fe viva en Jesús es ‘contagiosa’, puede cambiar el mundo”

Les agradeció haber estado cercanos de su pueblo en medio de tantas dificultades: guerra, persecuciones, escasez económica, migraciones. 

Entre las alfombras y las estrellas

Para hablar de la fraternidad puso el ejemplo de una alfombra, y de sus nudos. Dios mismo es el artista que la ha ideado. Las incomprensiones y tensiones que a veces experimentamos “son los nudos que dificultan el tejido de la fraternidad”. Son nudos que llevamos dentro, porque somos todos pecadores

“Pero estos nudos pueden ser desatados por la Gracia, por un amor más grande; se pueden soltar por el perdón y el diálogo fraterno, llevando pacientemente los unos las cargas de los otros (cfr. Gal 6, 2) y fortaleciéndose mutuamente en los momentos de prueba y dificultad”

Recordando el atentado terrorista que costó la vida a cuarenta y ocho cristianos en esa catedral el 31 de octubre de 2010, y que están en proceso de beatificación, señaló Francisco: “La religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios”. Y apeló a cuidar especialmente a los jóvenes, quienes, junto con los ancianos son “la punta del diamante del país, los mejores frutos del árbol”

Al día siguiente, en la llanura de Ur, tierra de Abraham, celebró el Papa un encuentro interreligioso. Nosotros, les dijo, somos el fruto de la llamada y del viaje de Abraham hace ahora unos cuatro mil años. Un viaje que, en el horizonte de las promesas divinas, cambió la historia. Contemplaba las estrellas que eran la expresión de su descendencia y que hoy que siguen siendo las mismas. Iluminan las noches más oscuras porque brillan juntas. Así nosotros. 

E insistió en el lema fundamental de su viaje: Vosotros sois todos hermanos (Mt 23,8). La raíz de la fraternidad está en la verdadera religiosidad. “La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo. En el mundo de hoy, que a menudo olvida al Altísimo y propone una imagen suya distorsionada, los creyentes están llamados a testimoniar su bondad, a mostrar su paternidad mediante la fraternidad” (Encuentro religioso, Llanura de Ur, 6-III-2021).

También nosotros, continuó, hemos de mirar al cielo mientras caminamos en la tierra. Y como Abraham, hemos de desprendernos de aquellos vínculos que, por encerrarnos en nuestros grupos, nos impiden nos impiden que acojamos el amor infinito de Dios y que veamos hermanos en los demás. 

“Sí, necesitamos salir de nosotros mismos, porque nos necesitamos unos a otros”. De hecho, también la pandemia nos ha hecho comprender que “nadie se salva solo” (Fratelli tutti, 54). Ni el aislamiento, ni la idolatría del dinero o del consumismo nos salvarán. Nuestro camino del cielo es el de la paz. “La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad”.

Y concluyó: “Quien tiene la valentía de mirar a las estrellas, quien cree en Dios, no tiene enemigos que combatir. […] El que mira las estrellas de las promesas, el que sigue los caminos de Dios no puede estar en contra de nadie, sino en favor de todos. No puede justificar ninguna forma de imposición, opresión o prevaricación, no puede actuar de manera agresiva”. Un mensaje especialmente para la educación de los jóvenes: “Es urgente educarlos en la fraternidad, educarlos para que miren a las estrellas. Es una auténtica emergencia; será la vacuna más eficaz para un futuro de paz”.

Sabiduría, debilidades, purificación del corazón

El mismo día, 6 de marzo, durante la homilía de la misa celebrada en rito caldeo en la catedral de san José, Francisco se explayó sobre la sabiduría. 

La sabiduría que Jesús propone no depende de los medios humanos (las riquezas materiales, el poder o la fama), sino de la pobreza de espíritu. “La propuesta de Jesús es sabia porque el amor, que es el corazón de las bienaventuranzas, aunque parezca débil a los ojos del mundo, en realidad vence”. Y las bienaventuranzas piden un testimonio cotidiano. Ni la huida ni la espada resuelven nada. 

Jesús cambió la historia “con la humilde fuerza del amor, con su testimonio paciente”. Es así como Dios cumple sus promesas, a través de nuestras debilidades. “A veces podemos sentirnos incapaces, inútiles. Pero no hagamos caso, porque Dios quiere hacer maravillas precisamente a través de nuestras debilidades”.

En Qaraqosh les animó a reconstruir no solo las ciudades y los edificios, destruidos por la guerra y el terrorismo, “sino ante todo los vínculos que unen comunidades y familias, jóvenes y ancianos” (Discurso 7-III-2021). Y para ello, apoyarse en la santidad, el perdón y la valentía. “Desde el cielo los santos velan sobre nosotros: invoquémoslos y no nos cansemos de pedir su intercesión. Y están también ‘los santos de la puerta de al lado’, ‘aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios’ (Exhort. Gaudete et exsultate, 7)”

Respecto al perdón (el Papa se sintió especialmente conmovido por la experiencia del perdón en Qaraqosh) y la valentía, reconoció: “Sé que esto es muy difícil. Pero creemos que Dios puede traer la paz a esta tierra. Nosotros confiamos en Él y, junto con todas las personas de buena voluntad, decimos ‘no’ al terrorismo y a la instrumentalización de la religión”. El Papa se despidió apelando a la conversión la reconciliación entre todas las personas de buena voluntad, sobre el trasfondo de la fraternidad. “Un amor fraterno que reconozca ‘los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer’” (Fratelli tutti, 283).

Más tarde, en la Eucaristía celebrada en el estadio de Erbil, la sabiduría de la cruz volvió a ser protagonista. San Pablo dice que “Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1, 24). Pues bien, observó el Papa: “Jesús reveló esta fuerza y esta sabiduría sobre todo con la misericordia y el perdón” (Homilía en Erbil, 7-III-2021). En las circunstancias actuales, sostuvo Francisco, todos necesitamos purificar el corazón. Es decir: “Necesitamos ser limpiados de nuestras falsas seguridades, que regatean la fe en Dios con cosas que pasan, con las conveniencias del momento. Necesitamos eliminar de nuestro corazón y de la Iglesia las nefastas sugestiones del poder y del dinero. Para limpiar el corazón necesitamos ensuciarnos las manos, sentirnos responsables y no quedarnos de brazos cruzados mientras el hermano y la hermana sufren”. Y para todo eso necesitamos a Jesús. “Él tiene el poder de vencer nuestros males, de curar nuestras enfermedades, de restaurar el templo de nuestro corazón”.

Vaticano

El Papa en la Vigilia Pascual: «Siempre es posible volver a empezar»

El Papa Francisco ha celebrado la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro casi vacía, donde ha recordado que el Señor nos invita a "empezar de nuevo".

David Fernández Alonso·4 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

«Siempre es posible volver a empezar«. Este ha sido uno de los mensajes del Papa durante la Vigilia Pascual de este año, marcado una vez más por la pandemia. La celebración ha tenido lugar a las 19:30 horas de la tarde del sábado, en el Altar de la Cátedra de la Basílica de san Pedro. La nave estaba completamente vacía, salvo algunos fieles congregados en los bancos del ábside de la Cátedra.

Por este motivo, el rito de la Bendición del Fuego, que ha tenido lugar al pie del Altar de la Confesión, ha estado más cargado de simbolismo que otros años. La procesión inicial ha iniciado desde el Altar de la Confesión hasta el Altar de la Cátedra pasando por el lado del «Altar de San José».

Con el canto del Gloria, la Basílica se iluminó progresivamente hasta quedar completamente iluminada. En el transcurso de la ceremonia se omitió la preparación del cirio pascual y no ha habido bautismos, sino sólo la renovación de las promesas bautismales, precedida de la bendición del agua lustral.

Publicamos a continuación el texto de la homilía que el Papa pronunció durante la Vigilia Pascual, tras la proclamación del Santo Evangelio:

«Las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio, encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida. Por eso, dice el Evangelio que aquellas mujeres estaban «asustadas y desconcertadas» (Mc 16,8). Desconcierto: en este caso es miedo mezclado con alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro removida y dentro un joven con una túnica blanca.

Es la maravilla de escuchar esas palabras: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el crucificado, resucitó» (v. 6). Y después esa invitación: «Él irá delante de ustedes a Galilea y allí lo verán» (v. 7). Acojamos también nosotros esta invitación, la invitación de Pascua: vayamos a Galilea, donde el Señor resucitado nos precede. Pero, ¿qué significa “ir a Galilea”?

Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y del primer amor. Desde aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús, escuchando su predicación y siendo testigos de los prodigios que realizaba. Sin embargo, aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo.

A pesar de este fracaso, el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más, los precede en Galilea; los precede, es decir, va delante de ellos. Los llama y los invita a seguirlo, sin cansarse nunca. El Resucitado les dice: “Volvamos a comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas.

Este es el primer anuncio de Pascua que quisiera ofrecerles: siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.

Ir a Galilea, en segundo lugar, significa recorrer nuevos caminos. Es moverse en la dirección opuesta al sepulcro. Las mujeres buscaban a Jesús en la tumba, es decir, iban a hacer memoria de lo que habían vivido con Él y que ahora habían perdido para siempre. Van a refugiarse en su tristeza. Es la imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero terminado, sólo para recordar. Muchos viven la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía al catecismo. Una fe hecha de costumbres, de cosas del pasado, de hermosos recuerdos de la infancia, que ya no me conmueve, que ya no me interpela.

Ir a Galilea, en cambio, significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios. Vayamos a Galilea para descubrir que Dios no puede ser depositado entre los recuerdos de la infancia, sino que está vivo, siempre sorprende. Resucitado, no deja nunca de asombrarnos.

Luego, el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo “ya visto”. Aunque todo te parezca perdido, déjate alcanzar con asombro por su novedad: te sorprenderá.

Ir a Galilea significa, además, ir a los confines. Porque Galilea es el lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí que Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de cada día, a los excluidos, a los frágiles, a los pobres, para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido.

Es allí donde el Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy. Es el lugar de la vida cotidiana, son las calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las dificultades y las esperanzas.

En Galilea aprendemos que podemos encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo la grandeza de Dios se revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los sencillos y en los pobres.

Por último, el tercer anuncio de Pascua: Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida. Él ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y gobierna la historia.

Hermano, hermana, si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque el Señor te precede, camina delante de ti. Y, con Él, la vida comienza de nuevo».

FirmasLourdes Grosso García, M.Id

Via Lucis

De la mano de la Virgen y con los textos preparados por Lourdes Grosso, recorremos este Via Lucis 

4 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 9 minutos

Ahora, de la mano de María, empezamos el recorrido de nuestro Via lucis.

1ª Estación: ¡Cristo vive!: ¡ha resucitado!

Si nos acercamos al relato del Evangelista san Marcos contemplamos cómo nos introduce, desde lo cotidiano, al gran acontecimiento que hoy conmemoramos. Dice así:

“Pasado el sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande…” (Mc 16, 1-4).

¡Qué clave tan sencilla cuanto importante para la vida espiritual!: reconocer el poder de la gracia más allá de nuestros límites. Cuando el corazón nos lleva a actuar en nombre de Cristo, por amor a Él, no temamos, su gracia nos precede y nos asiste.

2ª Estación: Jesús se aparece a María Magdalena

San Juan (20, 10-18) relata que María se quedó allí, “junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, volvió a asomarse al sepulcro. Entonces vio dos ángeles, vestidos de blanco, que le preguntaron: —Mujer ¿por qué lloras? —Porque se han llevado a mi Señor y no sé donde lo han puesto.

Dicho esto se volvió hacia atrás y entonces vio a Jesús que estaba allí, pero no le reconoció y Jesús le preguntó: —Mujer, ¿mujer por qué lloras? ¿A quien estás buscando? Ella creyendo que era el jardinero le contestó: —Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo misma iré a recogerlo”. Entonces Jesús la llamó por su  nombre: “—¡María! Ella se acercó y exclamó —¡Maestro!”.

¿Por qué no te vemos, Señor? Tú nos llamas a cada uno por nuestro nombre. Estoy convencida de que es posible oír esta llamada directa, personal e intransferible, pero para ello hay que “tener limpias las razones de la vida de toda escoria” como dice Fernando Rielo en su poema Vírgenes mundos; para ello tengo que liberar mi embotado corazón que me impide oír adecuadamente, dejar de lamentarme por tu ausencia, de llorar porque no sé dónde te han puesto, porque las lágrimas nublan mi visión… y sobre todo, porque ¡estás aquí!

3ª Estación: Jesús se aparece a las mujeres

Mateo (28, 8-10) narra cómo los ángeles anuncian a las mujeres que Cristo ha resucitado, y ellas salen a toda prisa del sepulcro y, con temor pero con mucha alegría, corren a llevar la noticia a los discípulos. Jesús les sale al encuentro y les saluda. Ellas se echaron a sus pies y le adoraron.

Ahí están los ángeles del sepulcro de Jerusalén, uniendo su voz a los ángeles de la noche de Belén. Adquiere plenitud aquel anuncio: del “Alegraos, os ha nacido un Salvador” (Lc 2, 10), hoy es “Alegraos, he aquí al Salvador”…; “¿por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí; ha resucitado” (Lc 24, 5). Aquel anuncio de “paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14), resonará nuevo en boca de Nuestro Señor resucitado cuando apareciéndose a los suyos les diga: “la paz sea con vosotros” (Jn 20, 19).

Nos inunda una alegría indescriptible porque se ha cumplido la promesa; nuestro Dios ha vencido a la muerte, el mal no tiene poder sobre el Amor. “La muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?” (I Cor 15, 55).

Su resurrección es preludio de la nuestra; su presencia resucitada que irrumpe en nuestro tiempo, transcendiéndolo, nos sitúa en una nueva forma de vivir con Él, da sentido, contenido nuevo a la existencia, es una clara convocatoria a que nuestra vida, tu vida y la mía, salga de las garras de la muerte, para ir pasando “de la muerte a la vida”. Es la esperanza certera de que también a nosotros nos espera ese destino.

4ª Estación: Los soldados custodian el sepulcro de Cristo

Pero incluso el momento más sublime de la historia está acechado por el mal y la mentira (Mt 28, 11-15). Los soldados se dejan comprar; ellos que podían haber sido, junto con las mujeres, los primeros testigos de la resurrección, prefieren mentir a cambio de una buena suma de dinero y decir que sus discípulos le robaron de noche.

¡Cuán grande es la terquedad humana! La poca fe, la soberbia de la que ya hemos hablado, que impide aceptar lo que no constatemos con nuestra pequeña y pobre razón: nos cuesta aceptar el poder de Dios y cómo, si se lo permitimos, va llevándonos de la muerte a la vida, nos va resucitando. Queremos gobernar la propia historia, aunque a menudo ni nos demos cuenta de ello. Pero el poder sólo es de Dios. Su signo es la potestad sobre la vida y sobre la muerte. El nuestro la dependencia, la creaturalidad. Él puede darse la vida a sí mismo; a nosotros sólo nos la da Él.

En este contexto me parece intuir el significado de un proverbio de Fernando Rielo: “Cada mañana despertamos en resurrección / para la muerte. / Si lo entiendes… / no saldrás de tu asombro”.

La gran tentación del ser humano es la autonomía, el no aceptar la dependencia total respecto de Él; por eso,la clara respuesta de los santos es la consagración. Consagrarse es zambullirse totalmente en la dependencia de “otro” renunciando definitivamente a la autonomía que nos seduce tanto (Luzbel, Eva, Adán…). Aquí se conjugan maravillosamente la muerte a sí y la resurrección, que es vida en Él.

Tenemos que suplicar la limpieza de corazón y una razón formada por la fe para reconocer la verdad y no ceder nunca al engaño, a la manipulación por propios intereses, en definitiva, a una falsa autonomía.

5ª Estación: Pedro y Juan contemplan el sepulcro vacío

Un relato que me resulta de especial ternura es cuando Pedro y Juan se dirigen al sepulcro (Jn 20, 3-10). Es fácil imaginar cómo latiría el corazón de ambos y qué ideas pasarían por sus mentes. Corrían los dos juntos, pero Juan corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Cuando llegó Pedro entraron, vieron y creyeron.

Pueden darse muchas explicaciones de este episodio; para mí es representativo de la virtud del honor. La inmensa conmoción que sienten no impide que Juan reconozca la primacía a quien le ha sido dada aun cuando Pedro, siendo mayor que él, haya corrido menos y llegado después al sepulcro. ¡Qué lección respecto del trato que nos debemos! En primer lugar a nuestros superiores, dándoles siempre el honor y la consideración que les corresponde; y también sabiendo atender a cada hermano y hermana en sus características, en sus tiempos. Esta forma de proceder no viene de la carne ni de la sangre, sí de la acción de Cristo resucitado en mí.

6ª Estación: Jesús en el Cenáculo muestra sus llagas a los apóstoles

(Lc 24, 36-43) “Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz con vosotros. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?

Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. ¿por qué dudáis todavía?” ¡Cuánta ternura y cuánta premura de amor en esas palabras! Mira, toca mis llagas… ¡qué otra prueba puedo darte de mi amor, de mi permanencia a tu lado en cada momento y para siempre!… ¿qué más quieres?

“Yo estaré con vosotros siempre” (Mt 28, 20). Yo estoy contigo siempre. Yo soy la resurrección y la vida. Ya no hay lugar para el temor, la decepción, la soledad, el desasosiego. Mi presencia está asegurada; éste es el sentido de mis apariciones, de la forma en que me estoy mostrando a ti, a vosotros: no te turbes, ¡soy yo mismo!

7ª Estación: En el camino de Emaús

(Lc 24, 13-32)Todos recordamos bien la historia de aquellos dos que iban deJerusalén a un pueblo llamado Emaús, entristecidos, conversando entre sí sobre todo lo que había pasado.

El camino de Emaús es el camino de las esperanzas perdidas, de la decepción, del sentimiento de abandono, el camino de los que piensan que es mejor dejarlo todo, marcharse de la ciudad donde quedaron sepultados los últimos sueños juveniles… ¡Cuántas veces estamos tentados de recorrer ese camino!

Y es ahí donde Cristo se hace el encontradizo, no como el Maestro lleno de gloria que desvela de golpe el misterio de lo que ha sucedido, sino como un viajero más, un compañero que camina a mi lado y paso a paso me va comentando los hechos, iluminando la verdad, el porqué de lo que está ocurriendo para, finalmente, darse a conocer en la fracción del pan, en su eucaristía, y hacer que se abran mis ojos y arda mi corazón. Pero para que llegue ese momento hay que caminar con él, dejarse acompañar, creer, esperar, y escuchar…  escuchar mucho…

Una vez constatada su presencia, aunque de nuevo desaparezca de nuestra vista, nos deja en un estado de alegría y fortaleza suficientes para volver a la ciudad de antes, a la de siempre, pero con los ojos abiertos del amor renovado, redimido, resucitado; nos hace capaces de releer la propia historia y recuperarla para dar testimonio de él, para darle gloria.

La vivencia de esta presencia de Cristo Resucitado es la plenitud del tiempo abierto a la eternidad, en esta vida. En la vida eterna es estado beatífico. “Se dijeron uno a otro: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.

8ª Estación: Jesús da a los apóstoles el poder de perdonar los pecados

(Jn 20, 19-23) Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.

Uno de los mayores regalos del cristianismo es el perdón. Jesús lo practicó durante toda su vida, y es su primera palabra en la cruz: “Padre, perdónales”. Ahora transmite ese poder a los suyos, confiriéndoles el carácter sacramental de perdonar los pecados, algo que, bien sabemos, sólo puede hacer Dios. Por eso, cuando en el episodio de la curación del paralítico le dice “Hijo, tus pecados te son perdonados”, algunos escribas pensaban entre sí: “¿Cómo habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Mc 2, 5-7).

Ahora, da a los apóstoles este poder como vía ordinaria de sanación, ¿puede haber mayor compasión? Y todos, de alguna manera, participamos de este rasgo divino cuando ejercemos el perdón. Un fruto de la resurrección de Cristo ha de ser en mí, en nosotros, la disposición total para el perdón. Cualquier rencor, prejuicio, desconfianza, que manche la figura de mi hermano ha de ser purificada en mi corazón. Esto sólo es posible por la obra de la gracia, y tenemos la gracia suficiente para ello.

9ª Estación: Jesús fortalece la fe de Tomás

(Jn 20, 26-29) Esta forma de perdonar, de proceder de Jesucristo, se manifiesta una vez más en su aparición a Tomás. “Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: La paz con vosotros. Luego dice a Tomás: Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío. Le dijo Jesús: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”.

Dichosos, sí, porque ¿puede haber alguien más libre y más feliz que quien lo ha apostado todo por Cristo, a fondo perdido y sin reserva alguna, de verdad, y vive con total confianza en la Providencia del Padre? A los que aún no hemos llegado a ese santo y bendito despojo, nos sigue asaltando la añoranza, el temor, la sombra de la duda.

Sí. Son felices los que creen sin ver.

10ª Estación: Jesús resucitado en el lago de Galilea

(Jn 21, 1-7)Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Recordamos bien ese episodio. “Les dijo Jesús: Muchachos, ¿no tenéis pescado? Le contestaron: No. El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el Señor. Pedro se puso el vestido, pues estaba desnudo, y se lanzó al mar”.

Fernando Rielo, aplicando este pasaje evangélico a la vocación, decía que esta requiere dos elementos: que haya unos apóstoles que se lancen a pescar y que Cristo esté presente, como en Tiberíades, para dirigir esa pesca. Podemos estar muy afanados incluso en las cosas más sagradas, dedicar esfuerzo, tiempo, creatividad, todas nuestras energías; pero la bendición y la fecundidad no está sujeta a la propia capacidad, ingenio o profesionalidad, viene del saberse enviados por Cristo, humildes instrumentos de su gracia. Aquél que dijo a San Pedro: “Te haré pescador de hombres”, nos enviará el Espíritu Santo para indicarnos la forma adecuada de actuar en cada momento, dónde hemos de echar nuestras redes.

11ª Estación: Jesús confirma a Pedro en el Amor

(Jn 21, 15-19)Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?”.

Pregunta que nos evoca aquel “¿Ves que hago nuevas todas las cosas?”. Cristo resucitado restaura el amor de Pedro. No hay en Él palabra alguna de recriminación, ni siquiera de advertencia para el futuro, ese “ya te lo había dicho” tan humano con el que nos echamos en cara las cosas unos a otros. No. Dios no actúa así. Él restaura, eleva, porque su justicia es severa ante el malvado que conscientemente, soberbiamente, se le opone, pero infinitamente misericordiosa ante los débiles, los necesitados. Él, que pasó su vida curándonos, también lo hace ahora, ya resucitado, restaurando con su triple pregunta “Pedro, ¿me amas?”, la triple negación que tenía herido de profundísimo dolor el corazón del pobre Pedro. Y con la restauración el paso a otra forma de amor, a la verdadera, que va más allá del sentimiento, del afecto y de las buenas intenciones, al amor que —imagen del amor divino— es donación, misión corredentora: “Apacienta a mis ovejas”.

12ª Estación: Jesús encarga su misión a los apóstoles

(Mt 28, 16-20)Y he aquí la misión: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Id y predicad lo que habéis visto y oído, lo que vive vuestro corazón, para que todas las gentes lleguen a ser mis discípulos. Es el momento de la misión, del imperativo apostólico para que la alegría del Evangelio llegue a todos los rincones de la tierra y del corazón humano.

Vamos finalizando nuestro via lucis, que culminará con dos estaciones en las que se nos invita a meditar en las correspondientes festividades litúrgicas: la Ascensión y Pentecostés.

13ª Estación: Jesús asciende al cielo

(Hch 1, 9-11)Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.

14ª Estación: La venida del Espíritu Santo en Pentecostés

(Hch 2, 1-4) “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.  De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso […] quedaron todos llenos del Espíritu Santo”.

Hasta entonces, recorramos gozosos este camino de luz que la Pascua ha iniciado, recogiendo estas enseñanzas que brevemente he descrito y tantas otras que Cristo mismo irá depositando en nuestro corazón mientras nos acompaña por el camino de la vida.

El autorLourdes Grosso García, M.Id

Directora de la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española

FirmasRafael Vázquez Jiménez

El álbum de viaje de Francisco a Irak

Las fotografías que componen el álbum del viaje del Papa Francisco a Irak quedarán en el recuerdo de todos los cristianos. Un álbum que muestra el modo de ser Iglesia hoy en el mundo.

3 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Todo viaje tiene un álbum donde conservamos recuerdos que se graban en el alma. La histórica visita del Papa Francisco a Irak, la Ur de los Caldeos, patria de Abrahán, la Nínive del profeta Jonás o la Babilonia de Jeremías y Ezequiel, con sus canales regados por las lágrimas del pueblo judío en el exilio; también tiene su álbum, que muestra un modo de ser hoy Iglesia en el mundo.

Primera foto

La oración entre las ruinas de Mosul, donde se reunieron cristianos y musulmanes. El sufrimiento no distingue entre religiones y etnias. Todos sufrieron y el dolor los hermanó en un mismo llanto. El Papa Francisco mostró una Iglesia que sale a consolar no solo a sus hijos, alimentando sectarismos y enfrentamientos entre pueblos, sino que acompaña la fragilidad en su desnudez. El enemigo de la minoría cristiana no ha sido el islam. Chiitas, sunitas, cristianos, yazidíes… han tenido un enemigo común: un grupo terrorista y criminal con objetivos nada religiosos.

Segunda foto

El encuentro de Francisco con Al-Sistani. El Papa se descalza para entrar en la humilde morada del líder espiritual del islam chiita, en Nájaf, junto a la tumba del Imán Alí; Al-Sistani rompe el protocolo y se pone en pie para acogerlo. Dos hombres que saborean el gusto de la sencillez, dos líderes que se respetan y se abren el corazón, y en ellos dos tradiciones religiosas que se dan la mano y desean trabajar juntas por la paz en el mundo. Una Iglesia que se descalza, abandona prejuicios y aúna esfuerzos al servicio de la humanidad. ¿No hubo firma de documento? No. El gran Documento sobre la Fraternidad fue esa foto.

Tercera foto

El encuentro interreligioso en Ur de los Caldeos. La fe no es elemento de división, sino de hermandad. “La auténtica religiosidad es la adoración a Dios y al prójimo”. Quien usa la violencia en nombre de Dios, profana su Santo Nombre, no es un auténtico creyente. Cristianos y musulmanes denunciaron la instrumentalización de la religión, y miraron juntos a las estrellas, como Abrahán, confiando en la promesa de la fraternidad. Y allí se mostró el rostro de una Iglesia que profetiza y defiende el valor sagrado de la vida humana.

Última foto

El encuentro en la catedral siro-católica, Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad. Allí con la imagen de una alfombra elaborada con hilos de múltiples colores, que se entrelazan y dan lugar a una bella composición, nos presentó una Iglesia que aprecia la diversidad y dispuesta a aportar su colorido a la sociedad para construir la fraternidad, cuya fuente y origen está en Dios.

El autorRafael Vázquez Jiménez

Director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales

FirmasLourdes Grosso García, M.Id

Pascua: Camino de Luz, el Via Lucis

Con el Via Lucis recorremos algunas claves que nos presentan los relatos evangélicos de las siete semanas pascuales. Tras haber recorrido en estos días de la Semana Santa el “camino de la cruz” vamos a adentrarnos en el “camino de la luz”, para acompañar a Cristo.

3 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos
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Es Pascua, hoy se ha manifestado la gloria de Dios en todo su esplendor, hoy la fe se hace visión y la esperanza se reviste de consuelo. Todo el camino de dolor recorrido florece hoy y se hace vida la afirmación de Cristo: “No temáis, yo he vencido al mundo”. Hoy florece el árbol de la cruz.

La resurrección es el fundamento de la fe cristiana, pues creemos en Cristo vivo y resucitado de la muerte: si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía es también nuestra fe, dirá San Pablo (I Co 15, 14).

Fernando Rielo, Fundador del Instituto Id de Cristo Redentor, misioneras y misioneros identes, lo explica comentando que “si es vana nuestra fe, sería en todo aquello, efectivamente bueno, de las muchas cosas que Cristo habla… carecería de fundamento… carecería de sentido. Lo vano significa eso, no tiene sentido, sería pura vaciedad” (20-1-1991).

La resurrección es confirmación de la veracidad de todo lo que Cristo mismo ha hecho y enseñado, de la autoridad de sus palabras y de su vida, de la verdad de su misma divinidad, pues sólo Dios puede vencer a la muerte. Por eso decían de Él quienes le insultaban al pie de la cruz: “Ha resucitado a otros, ¡que se baje de la cruz a sí mismo!”. Precisamente no es tanto el hecho de “resucitar a otro” sino la realidad de “salvarse a sí mismo”, “resucitarse a sí mismo” lo propio de Dios. Así san Pablo afirma de Cristo: “Se resucitó a sí mismo”. El ser humano no puede salvarse a sí mismo; necesitamos la salvación que viene de Dios.

Benedicto XVI se hizo eco de esta necesidad de salvación cuando en la homilía de un jueves santo expresaba: “¿Qué hace al hombre inmundo? El rechazo del amor, el no querer ser amado, el no amar. La soberbia que cree que no tiene necesidad alguna de purificación, que se cierra a la bondad salvadora de Dios. […] La soberbia no quiere confesar ni reconocer que tenemos necesidad de purificación. [En cambio] el amor del Señor no conoce límites, pero el hombre puede ponerle un límite. […] Sólo el amor tiene esa fuerza purificadora que nos limpia y nos eleva a las alturas de Dios (13-4-2006).

El resucitado, que no es otro que el crucificado, sana las heridas de la humanidad desolada. La resurrección de Cristo es la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que traspasa el sufrimiento y la muerte, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, lo que es signo distintivo del poder de Dios, nos decía el Papa Francisco el Domingo de Resurrección del pasado año.

Ésta es la realidad de la presencia salvadora de Cristo que hoy celebramos: la salvación, que nos introduce en una vida nueva que consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia. Esta verdad se refleja en la enseñanza paulina sobre el bautismo: “Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rm 6, 4).

Y esta vida nueva se caracteriza por la posibilidad de nuevas relaciones con Dios: es la hora de un nuevo  culto, como desveló Jesús a la samaritana: “Llega la hora —ya estamos en ella— en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23).

“El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría” (Francisco, Evangelii gaudium 5). La alegría, el gozo de una vida nueva ha de traducirse en una nueva forma de mirar la realidad. ¿Qué lección extraemos para nuestra vida de la Resurrección de Jesucristo?

Vamos a recoger algunas claves que nos presentan los relatos evangélicos de las siete semanas pascuales. Tras haber recorrido en estos días de la Semana Santa el “camino de la cruz” vamos a adentrarnos en el “camino de la luz”, para acompañar a Cristo también en su Via lucis.

Via lucis: Un camino de luz que culmina en Pentecostés

Desde la edad media existe muy enraizada en la devoción popular el Via Crucis, en el que se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo: desde la oración en el huerto hasta la sepultura de su cuerpo. Pero la historia no acaba en un sepulcro, continúa en la mañana de la Resurrección y se extiende durante cincuenta días llenos de acontecimientos, inolvidables y trascendentales, hasta la efusión del Espíritu Santo.

El Via Lucis es una devoción reciente. Es una devoción que va extendiéndose y seguro que arraigará, porque está llena de contenido. Si para los cristianos son cruciales los acontecimientos, palabras, gestos y hechos de Jesucristo durante los tres años de vida pública, ¡cómo no tomar en especial consideración los signos que quiso poner ya resucitado, en los cuarenta días que transcurren hasta su ascensión y el envío del Espíritu Santo diez días más tarde! Creo que ésta ha de ser materia de íntima oración y contemplación para cada uno de nosotros.

El camino del Via Crucis, impregnado de profundo dolor e impotencia, ha podido dejar en nuestro interior una imagen de fracaso. Permitidme que introduzca aquí un relato infantil: yo era una niña, no recuerdo que edad tuviera, pero tengo grabado el recuerdo de la lectura del evangelio de la Pasión que se hace el domingo de Ramos. Escuchaba muy atentamente siguiendo con la imaginación la narración: la cena, el huerto de los olivos, ante Pilatos… y esperaba ansiosa el final repitiendo en mi interior a manera de súplica y esperanza: ¡a ver si este año no le matan! Pero seguía el relato y finalmente un año más le mataban. Recuerdo con ternura aquella mezcla de tristeza e incomprensión ante la muerte de Cristo, el no resignarme a que la historia acabara siempre así… Hoy entiendo que mi éxtasis había quedado en suspenso, como herido, esperando otro desenlace… y es que en aquellos tiempos nuestra vivencia de la semana santa se centraba tanto en la tragedia y el dolor de la muerte que casi ocultaba la última victoria de la Vida. ¡Cuánto bien me hubiera hecho entonces conocer el via lucis, el camino de la luz!

Porque, como intuía y esperaba mi corazón de niña, efectivamente la historia de Jesús no acaba ahí: triunfa sobre el pecado y sobre la muerte. Resucitado, desborda su amor en encuentros llenos de intimidad, llevando la paz, devolviendo la fe y la esperanza a los suyos para, finalmente, darles la fuerza del Espíritu que les capacite para cumplir la misión que El les ha confiado.

Todo se ilumina de una luz nueva. Verdaderamente Él hace nuevas todas las cosas. Vamos a dejarnos iluminar con la presencia y acción de Cristo resucitado que vive ya para siempre entre nosotros. Vamos a dejarnos llenar por el Espíritu Santo que vivifica el alma. Vamos a recorrer, a manera de un relato iconográfico, estas escenas del Nuevo Testamento, mostrando unas pinceladas de su contenido.

Pero antes de adentrarnos en las escenas pascuales, una mención de un testigo de excepción. 

La primera testigo: su madre

Nada impide pensar que antes de las apariciones “públicas” Jesús se apareció a su madre. No en vano María, desde que Jesús es colocado en el sepulcro, “es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección” (san Juan Pablo II, Catequesis, 3-4-1996). San Juan Pablo II resaltará que “la espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas” (Catequesis, 21-V-1997, 1).

“Es legítimo pensar —continúa diciendo san Juan Pablo II— que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16,1; Mt 28,1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe. […] La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19,25) y en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1,14), fue probablemente testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos” (Catequesis, 21-5-1997, 3-4).

Mañana, de la mano de María, en una segunda parte de este artículo empezaremos el recorrido de nuestro Via lucis.

El autorLourdes Grosso García, M.Id

Directora de la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española

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Vaticano

«La Iglesia está llamada a cultivar el don de la unidad»

El Papa Francisco ha presidido la celebración de la Pasión del Señor en los oficios del Viernes Santo. El cardenal Cantalamessa, quien predicó la homilía, advirtió de la causa más común de división entre los católicos: la opción política.

David Fernández Alonso·2 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos

De nuevo el silencio y el vacío protagonizaban el ambiente en la inmensa basílica de San Pedro en la tarde de este Viernes Santo. A las seis de la tarde, el Papa Francisco presidió en el Altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro, la celebración de los oficios de la Pasión del Señor.

Después de la procesión inicial, el Papa se ha postrado bajo la escalinata del presbiterio, dejando una imagen icónica, así como la que veríamos más tarde cuando besó la Cruz. El triple descubrimiento de la Cruz ha precedido al acto de adoración, y, después de adorar la Cruz, el Santo Padre la ha presentado a la adoración silenciosa de la reducida asamblea congregada. Durante la Liturgia de la Palabra se ha leído el relato de la Pasión según san Juan, y ha sido el Predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap. quien ha pronunciado la homilía:

«El 3 de octubre pasado, en la tumba de san Francisco en Asís, el Santo Padre firmó su encíclica sobre la fraternidad «Fratres omnes». En poco tiempo, su escrito ha despertado en muchos corazones la aspiración hacia este valor universal, ha puesto de relieve las muchas heridas contra ella en el mundo de hoy, ha indicado caminos para llegar a una fraternidad humana verdadera y justa y ha exhortado a todos —personas e instituciones— a trabajar por ella.

La encíclica está idealmente dirigida a un público amplísimo, dentro y fuera de la Iglesia: en la práctica, a toda la humanidad. Abarca muchas áreas de la vida: desde lo privado a lo público, desde lo religioso a lo social y a lo político. Dado su horizonte universal, con razón evita restringir el discurso a lo que es propio y exclusivo de los cristianos. Sin embargo, hacia el final de la encíclica, hay un párrafo donde el fundamento evangélico de la fraternidad se resume en pocas palabras pero vibrantes. Dice:

‘Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos’ (FO 277).

El misterio de la cruz que estamos celebrando nos obliga a centrarnos precisamente en este fundamento cristológico de la fraternidad, que fue inaugurado precisamente en la muerte de Cristo.

En el Nuevo Testamento, «hermano» (adelphos) significa, en el sentido primordial, la persona nacida del mismo padre y de la madre. Se denomina «hermanos», en segundo lugar, a los miembros del mismo pueblo y nación. Así, Pablo dice que está dispuesto a convertirse en anatema, separado de Cristo, en beneficio de sus hermanos según la carne, que son los israelitas (cf. Rom 9,3). Está claro que en estos contextos, como en otros casos, «hermanos» indica a hombres y mujeres, hermanos y hermanas.

En esta ampliación del horizonte se llega a llamar hermano a toda persona humana, por el hecho de ser tal. Hermano es lo que la Biblia llama el «prójimo». «Quien no ama a su hermano…» (1 Jn 2,9) significa: quien no ama a su prójimo. Cuando Jesús dice, «Todo lo que habéis hecho a uno solo de estos hermanos menores míos, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25,40), significa toda persona humana necesitada de ayuda.

Pero junto a todos estos significados, en el Nuevo Testamento la palabra «hermano» indica cada vez más claramente una categoría particular de personas. Hermanos entre sí son los discípulos de Jesús, aquellos que acogen sus enseñanzas. «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? […] Quien hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, es para mí hermano, hermana y madre» (Mt 12,48-50).

En esta línea, la Pascua marca una etapa nueva y decisiva. Gracias a ella, Cristo se convierte en «el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29). Los discípulos se vuelven hermanos en un sentido nuevo y muy profundo: comparten no sólo la enseñanza de Jesús, sino también su Espíritu, su vida nueva como resucitado.

Es significativo que sólo después de su resurrección, por primera vez, Jesús llama a sus discípulos «hermanos»: «Ve a mis hermanos —le dice a María Magdalena— y diles: «Subo a mi Padre y a tu Padre, a mi Dios y a vuestro Dios»» (Jn 20,17). En este mismo sentido, la Carta a los Hebreos escribe: «Quien santifica y los que son santificados todos provienen de un mismo origen; por esto [Cristo] no se avergüenza de llamarlos hermanos» (Heb 2,11).

Después de la Pascua, este es el uso más común del término hermano; indica al hermano de la fe, miembro de la comunidad cristiana. Hermanos «de sangre» también en este caso, ¡pero de la sangre de Cristo! Esto hace que la fraternidad de Cristo sea algo único y trascendente, en comparación con cualquier otro tipo de fraternidad, y se debe al hecho de que Cristo también es Dios.

Esta nueva fraternidad no reemplaza a otros tipos de fraternidad basados en la familia, la nación o la raza, sino que los corona. Todos los seres humanos son hermanos en cuanto criaturas del mismo Dios y Padre. A esto la fe cristiana añade una segunda razón decisiva. Somos hermanos no sólo a título de creación, sino también de redención; no sólo porque todos tenemos el mismo Padre, sino porque todos tenemos al mismo hermano, Cristo, «primogénito entre muchos hermanos».

A la luz de todo esto, ahora debemos hacer algunas reflexiones actuales. La fraternidad se construye exactamente como se construye la paz, es decir empezando de cerca, por nosotros, no con grandes esquemas, con metas ambiciosas y abstractas. Esto significa que la fraternidad universal comienza para nosotros con la fraternidad en la Iglesia católica. Dejo de lado también, por una vez, el segundo círculo que es la fraternidad entre todos los creyentes en Cristo, es decir, el ecumenismo.

¡La fraternidad católica está herida! La túnica de Cristo ha sido desgarrada por las divisiones entre las Iglesias; pero —lo que es peor— cada trozo de la túnica está dividido a menudo, a su vez, en otros trozos. Hablo naturalmente del elemento humano de la misma, porque la verdadera túnica de Cristo, su cuerpo místico animado por el Espíritu Santo, nadie la podrá nunca herir. A los ojos de Dios, la Iglesia es «una, santa, católica y apostólica», y permanecerá como tal hasta el fin del mundo. Esto, sin embargo, no excusa nuestras divisiones, sino que las hace más culpables y debe impulsarnos con más fuerza para que las sanemos.

¿Cuál es la causa más común de las divisiones entre los católicos? No es el dogma, no son los sacramentos y los ministerios: todas las cosas que por singular gracia de Dios guardamos íntegras y unánimes. Es la opción política, cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial y defiende una ideología, olvidando del todo el sentido y el deber de la obediencia en la Iglesia.

Esto, en muchas partes del mundo, es el verdadero factor de división, incluso si es silenciosa o desdeñosamente negada. Esto es un pecado, en el sentido más estricto del término. Significa que «el reino de este mundo» se ha vuelto más importante, en el propio corazón, que el Reino de Dios.

Creo que todos estamos llamados a hacer un examen serio de nuestras conciencias sobre este asunto y a convertirnos. Esta es, por excelencia, la obra de aquel cuyo nombre es «diábolos», es decir, el divisor, el enemigo que siembra cizaña, como Jesús lo define en su parábola (Cf. Mt 13,25).

Debemos aprender del Evangelio y del ejemplo de Jesús. Había una fuerte polarización política a su alrededor. Había cuatro partidos: los fariseos, los saduceos, los herodianos y los zelotas. Jesús no se alineó con ninguno de ellos y se resistió enérgicamente al intento de arrastrarlo a un lado o al otro.

La primitiva comunidad cristiana lo siguió fielmente en esta elección. Este es un ejemplo especialmente para los pastores que deben ser pastores de todo el rebaño, no de una sola parte de él. Por eso, son los primeros en tener que hacer un examen serio de conciencia y preguntarse a dónde están llevando a su rebaño: si a su lado, o al lado de Jesús.

El Concilio Vaticano II confía en particular a los laicos la tarea de poner en práctica, en las diversas situaciones históricas, las enseñanzas sociales, económicas y políticas del Evangelio. Estas pueden traducirse en opciones incluso diferentes, cuando sean respetuosas con los demás y pacíficas.

Si hay un carisma especial o un don que la Iglesia católica está llamada a cultivar para todas las Iglesias cristianas, es precisamente la unidad. El reciente viaje del Santo Padre a Irak nos ha hecho sentir de primera mano lo que significa para quienes están oprimidos o han sobrevivido a guerras y persecuciones sentirse parte de un cuerpo universal, con alguien que pueda hacer que el resto del mundo escuche su grito y reviva la esperanza. Una vez más se ha cumplido el mandato de Cristo a Pedro: «Confirma a tus hermanos» (Lc 22, 32).

A Aquel que murió en la cruz «para reunir a los hijos de Dios dispersos» (Jn 11,52) elevamos, en este día, «con corazón contrito y espíritu humillado», la oración que la Iglesia le dirige en cada misa antes de la Comunión:

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy». No mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Un nombre con contenido

Con una mirada retrospectiva a ocho años de pontificado, resulta evidente que la misión de Francisco ha sido devolver al corazón de la Iglesia un aspecto central del Evangelio: el amor por los pobres.

2 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

El 13 de marzo se cumplió un nuevo aniversario del momento en que un obispo de Roma llegado “desde el fin del mundo” se asomó por primera vez a la logia de la basílica vaticana. En esa tarde de lluvia rezamos junto al Papa de nombre Francisco y escuchamos la frase que ha llegado a ser el ritornello con el que concluye cada una de sus intervenciones: “recen por mí”.

Quizá no percibimos entonces la trascendencia que tenía la elección del nombre. Ahora, con una mirada retrospectiva a ocho años de pontificado, resulta evidente que la misión de Francisco -como hiciera nueve siglos antes il poverello di Assisi– ha sido devolver al corazón de la Iglesia un aspecto central del Evangelio: el amor por los pobres. Alrededor de este eje de misericordia han girado todas sus palabras, sus gestos y su acción pastoral.

El Santo Padre nos ha regalado imágenes únicas como la Misa que celebró en Lampedusa, en su primer viaje como pontífice y en plena crisis migratoria, portando un báculo hecho con la madera de un cayuco naufragado. O la apertura de la puerta santa en la catedral de Bangui, la capital de la República Centroafricana, durante el Año jubilar de la Misericordia. O su recorrido por el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, junto al Patriarca Bartolomé y al Arzobispo Ieronymos. Por no hablar de la bendición urbi et orbi que impartió en una Plaza de San Pedro desierta, el 27 de marzo de 2020, ante el azote de una pandemia que -en poco más de un año- se ha cobrado millones de vidas.

En su primer encuentro con la prensa, el 16 de marzo de 2013, el Papa expresó este deseo: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres!”, y habló de san Francisco como “el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”. Tomando al santo mendicante como modelo, ha firmado encíclicas como la Laudato Si’ o la Fratelli Tutti. 

Vaticano

El Papa en la Misa Crismal: «La Cruz no se negocia»

El Santo Padre Francisco he presidido la Misa Crismal del Jueves Santo, donde recordó que "el Señor abrazó la Cruz en toda su integridad".

David Fernández Alonso·1 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 8 minutos

A las 10:00 de la mañana del Jueves Santo, el Santo Padre Francisco ha presidido en el Altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro, la Misa Crismal, liturgia que se celebra en todas las iglesias catedrales. En cambio, la Misa vespertina no la ha presidido Francisco, como estaba inicialmente previsto, sino el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto emérito de la Congregación para los Obispos y presidente emérito de la Pontificia Comisión para América Latina.

La Misa Crismal ha sido presidida por el Santo Padre y concelebrada por algunos Cardenales y Obispos, con los superiores de la Secretaría de Estado y los miembros del Consejo Presbiteral de la diócesis de Roma. Durante la Celebración Eucarística, los sacerdotes han renovado las promesas hechas en el momento de la sagrada ordenación.

A continuación ha tenido lugar la bendición del óleo de los enfermos, el óleo de los catecúmenos y el crisma.
Publicamos a continuación la homilía que el Papa ha pronunciado tras la proclamación del Santo Evangelio:

«El Evangelio nos presenta un cambio de sentimientos en las personas que escuchan al Señor. El cambio es dramático y nos muestra cuánto la persecución y la Cruz están ligadas al anuncio del Evangelio. La admiración que suscitan las palabras de gracia que salían de la boca de Jesús duró poco en el ánimo de la gente de Nazaret. Una frase que alguien murmuró en voz baja se “viralizó” insidiosamente: «¿Acaso no es este el hijo de José?» (Lc 4,22).

Se trata de una de esas frases ambiguas que se sueltan al pasar. Uno la puede usar para expresar con alegría: “Qué maravilla que alguien de origen tan humilde hable con esta autoridad”. Y otro la puede usar para decir con desprecio: “Y éste, ¿de dónde salió? ¿Quién se cree que es?”. Si nos fijamos
bien, la frase se repite cuando los apóstoles, el día de Pentecostés, llenos del Espíritu Santo comienzan a predicar el Evangelio. Alguien dijo: «¿Acaso no son Galileos todos estos que están hablando?» (Hch 2,7). Y mientras algunos recibieron la Palabra, otros los dieron por borrachos.

Formalmente parecería que se dejaba abierta una opción, pero si nos guiamos por los frutos, en ese contexto concreto, estas palabras contenían un germen de violencia que se desencadenó contra Jesús. Se trata de una “frase motiva”, como cuando uno dice: “¡Esto ya es demasiado!” y agrede al otro o se va.

El Señor, que a veces hacía silencio o se iba a la otra orilla, esta vez no dejó pasar el comentario, sino que desenmascaró la lógica maligna que se escondía debajo del disfraz de un simple chisme pueblerino. «Ustedes me dirán este refrán: “¡Médico, sánate a ti mismo!”. Tienes que hacer aquí en tu propia tierra las mismas cosas que oímos que hiciste en Cafarnaún» (Lc 4,23). “Sánate a ti mismo…”. “Que se salve a sí mismo”. ¡Ahí está el veneno! Es la misma frase que seguirá al Señor hasta la Cruz: «¡Salvó a otros! ¡Que se salve a sí mismo!» (cf. Lc 23,35); “y que nos salve a nosotros”, agregará uno de los dos ladrones (cf. v. 39). El Señor, como siempre, no dialoga con el mal espíritu, sólo responde con la Escritura.

Tampoco los profetas Elías y Eliseo fueron aceptados por sus compatriotas y sí por una viuda fenicia y un sirio enfermo de lepra: dos extranjeros, dos personas de otra religión. Los hechos son contundentes y provocan el efecto que había profetizado Simeón, aquel anciano carismático: que Jesús sería «signo de contradicción» (semeion antilegomenon) (Lc 2,34).

La palabra de Jesús tiene el poder de sacar a la luz lo que cada uno tiene en su corazón, que suele estar mezclado, como el trigo y la cizaña. Y esto provoca lucha espiritual. Al ver los gestos de misericordia desbordante del Señor y al escuchar sus bienaventuranzas y los “¡ay de ustedes!” del Evangelio, uno se ve obligado a discernir y a optar. En este caso su palabra no fue aceptada y esto hizo que la multitud, enardecida, intentara acabar con su vida. Pero no era “la hora” y el Señor, nos dice el Evangelio, «pasando en medio de ellos, se puso en camino» (Lc 4,30).

No era la hora, pero la rapidez con que se desencadenó la furia y la ferocidad del encarnizamiento, capaz de asesinar al Señor en ese mismo momento, nos muestra que siempre es la hora. Y esto es lo que quiero compartir hoy con ustedes, queridos sacerdotes: que la hora del anuncio
gozoso y la hora de la persecución y de la Cruz van juntas.

El anuncio del Evangelio siempre está ligado al abrazo de alguna Cruz concreta. La luz mansa de la Palabra genera claridad en los corazones bien dispuestos y confusión y rechazo en los que no lo están. Esto lo vemos constantemente en el Evangelio. La semilla buena sembrada en el campo da fruto —el ciento, el sesenta, el treinta por uno—, pero también despierta la envidia del enemigo que compulsivamente se pone a sembrar cizaña durante la noche (cf. Mt 13,24-30.36-43).

La ternura del padre misericordioso atrae irresistiblemente al hijo pródigo para que regrese a casa, pero también suscita la indignación y el resentimiento del hijo mayor (cf. Lc 15,11-32).

La generosidad del dueño de la viña es motivo de agradecimiento en los obreros de la última hora, pero también es motivo de comentarios agrios en los primeros, que se sienten ofendidos porque su patrón es bueno (cf. Mt 20,1-16). La cercanía de Jesús que va a comer con los pecadores gana corazones como el de Zaqueo, el de Mateo, el de la Samaritana…, pero también despierta sentimientos de desprecio en los que se creen
justos.

La magnanimidad del rey que envía a su hijo pensando que será respetado por los viñadores, desata sin embargo en ellos una ferocidad fuera de toda medida: estamos ante al misterio de la iniquidad, que lleva a matar al Justo (cf. Mt 21,33-46). Todo esto nos hacer ver que el anuncio de la Buena Noticia está ligado misteriosamente a la persecución y a la Cruz.

San Ignacio de Loyola, en la contemplación del Nacimiento, expresa esta verdad evangélica cuando nos hace mirar y considerar lo que hacen san José y nuestra Señora: «como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza, y al cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí. Después —agrega Ignacio—, reflexionando, sacar algún provecho espiritual» (Ejercicios Espirituales, 116). ¿Qué reflexión podemos hacer para sacar provecho para nuestra vida sacerdotal al contemplar esta temprana presencia de la Cruz —de la incomprensión, del rechazo, de la persecución— en el inicio y en el centro mismo de la predicación evangélica? Se me ocurren dos reflexiones.

La primera: nos causa estupor comprobar que la Cruz está presente en la vida del Señor al inicio de su ministerio e incluso desde antes de su nacimiento. Está presente ya en la primera turbación de María ante el anuncio del Ángel; está presente en el insomnio de José, al sentirse obligado a abandonar a su prometida esposa; está presente en la persecución de Herodes y en las penurias que padece la Sagrada Familia, iguales a las de tantas familias que deben exiliarse de su patria.

Esta realidad nos abre al misterio de la Cruz vivida desde antes. Nos lleva a comprender que la Cruz no es un suceso a posteriori, ocasional, producto de una coyuntura en la vida del Señor. Es verdad que todos los crucificadores de la historia hacen aparecer la Cruz como si fuera un daño colateral, pero no es así: la Cruz no depende de las circunstancias.

¿Por qué el Señor abrazó la Cruz en toda su integridad? ¿Por qué Jesús abrazó la pasión entera, abrazó la traición y el abandono de sus amigos ya desde la última cena, aceptó la detención ilegal, el juicio sumario, la sentencia desmedida, la maldad innecesaria de las bofetadas y los escupitajos gratuitos…? Si lo circunstancial afectara el poder salvador de la Cruz, el Señor no habría abrazado todo. Pero cuando fue su hora, Él abrazó la Cruz entera. ¡Porque en la Cruz no hay ambigüedad! La Cruz no se negocia.

La segunda reflexión es la siguiente. Es verdad que hay algo de la Cruz que es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad. Pero también es verdad que hay algo, que sucede en la Cruz, que no es inherente a nuestra fragilidad, sino que es la mordedura de la serpiente, la cual, al ver al crucificado inerme, lo muerde, y pretende envenenar y desmentir toda su obra. Mordedura que busca escandalizar, inmovilizar y volver estéril e insignificante todo servicio y sacrificio de amor por los demás. Es el veneno del maligno que sigue insistiendo: sálvate a ti mismo. Y en esta mordedura, cruel y dolorosa, que pretende ser mortal, aparece finalmente el triunfo de Dios.

San Máximo el Confesor nos hizo ver que con Jesús crucificado las cosas se invirtieron: al morder la Carne del Señor, el demonio no lo envenenó —sólo encontró en Él mansedumbre infinita y obediencia a la voluntad del Padre— sino que, por el contrario, junto con el anzuelo de la Cruz se tragó la Carne del Señor, que fue veneno para él y pasó a ser para nosotros el antídoto que neutraliza el poder del Maligno.

Estas son las reflexiones. Pidamos al Señor la gracia de sacar provecho de esta enseñanza: hay cruz en el anuncio del Evangelio, es verdad, pero es una Cruz que salva. Pacificada con la Sangre de Jesús, es una Cruz con la fuerza de la victoria de Cristo que vence el mal, que nos libra del Maligno. Abrazarla con Jesús y como Él, “desde antes” de salir a predicar, nos permite discernir y rechazar el veneno del escándalo con que el demonio nos querrá envenenar cuando inesperadamente sobrevenga una cruz en nuestra vida.

«Pero nosotros no somos de los que retroceden (hypostoles)» (Hb 10,39) es el consejo que nos da el autor de la Carta a los Hebreos. Nosotros no nos escandalizamos, porque no se escandalizó Jesús al ver que su alegre anuncio de salvación a los pobres no resonaba puro, sino en medio de los gritos y amenazas de los que no querían oír su Palabra.

Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que sanar enfermos y liberar prisioneros en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien. Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que dar la vista a los ciegos en medio de gente que cerraba los ojos para no ver o miraba para otro lado.

Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús de que su proclamación del año de gracia del Señor —un año que es la historia entera— haya provocado un escándalo público en lo que hoy ocuparía apenas la tercera página de un diario de provincia. Y no nos escandalizamos porque el anuncio del Evangelio no recibe su eficacia de nuestras palabras elocuentes, sino de la fuerza de la Cruz (cf. 1 Co 1,17).

Del modo como abrazamos la Cruz al anunciar el Evangelio —con obras y, si es necesario, con palabras— se transparentan dos cosas: que los sufrimientos que sobrevienen por el Evangelio no son nuestros, sino «los sufrimientos de Cristo en nosotros» (2 Co 1,5), y que «no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús como Cristo y Señor» y nosotros somos «servidores por causa de Jesús» (2 Co 4,5).

Quiero terminar con un recuerdo. Una vez, en un momento muy oscuro de mi vida, pedía una gracia al Señor, que me liberara de una situación dura y difícil. Fui a predicar Ejercicios Espirituales a unas religiosas y el último día, como solía ser habitual en aquel tiempo, se confesaron. Vino una hermana muy anciana, con los ojos claros, realmente luminosos.

Era una mujer de Dios. Al final sentí el deseo de pedirle por mí y le dije: “Hermana, como penitencia rece por mí, porque necesito una gracia. Si usted la pide al Señor, seguro que me la dará”. Ella se detuvo un largo momento, como si rezara, y luego me dijo esto: “Seguro que el Señor le dará la gracia, pero no se equivoque: se la dará a su modo divino”. Esto me hizo mucho bien: sentir que el Señor nos da siempre lo que pedimos, pero lo hace a su modo divino. Este modo implica la cruz. No por masoquismo, sino por amor, por amor hasta el final».

Cultura

Reliquias de Nuestro Señor: los lugares santos

La tierra que pisó Jesucristo constituye una auténtica reliquia, y nos ayuda a acercarnos más a su persona y mensaje. Repasamos algunos de los lugares relacionados con su vida, unidos a las escenas de su biografía. 

Alejandro Vázquez-Dodero·1 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 7 minutos

Los lugares en los que vivió Jesucristo, o los que visitó, constituyen auténticas reliquias. Como señalábamos en un fascículo anterior, cualquier elemento que haya formado parte de su vida o con el que haya estado en contacto, invita a acercarse con mayor piedad a su persona y mensaje y se tiene por reliquia. Así sucede igualmente con cualquier santo de la Historia del Catolicismo: lo que usó o donde vivió adquiere ese carácter de reliquia.

En esos lugares relacionados con la biografía de Nuestro Señor se han ido edificando iglesias a lo largo del tiempo, para conmemorar su presencia e invitar a contemplar el paso del Hijo de Dios por esos lugares y, de algún modo, orar y agradecer tales gracias.

De entre los diversos criterios que caben de exposición de esos lugares, hemos optado por el cronológico. Es decir, nos referiremos a los lugares en los que estuvo Cristo, por orden, desde su nacimiento hasta su crucifixión, muerte y resurrección. Además, para contextualizar, nos referiremos a algún acontecimiento de la vida del Señor en cada uno de esos lugares. 

Nazaret

La ciudad árabe de Nazaret, hoy día la más grande de Israel, se encuentra en un valle natural a 320 metros por encima del nivel del mar, a unos 25 kilómetros del Mar de Galilea. 

Se trataría, en la época de Jesús, de una ciudad discreta, de bien pocas casas cueva de las de ese entorno. Actualmente tendrá unos 50 mil habitantes, musulmanes y cristianos. Estaría ya habitada en la edad de bronce, y se han descubierto varias casas-cuevas que serían viviendas con las dependencias propias de entonces. Con el tiempo, tras la muerte de Jesús, surgiría la comunidad judeo-cristiana, transformando algunas de esas casas-cueva en iglesias en las que se reunirían los primeros discípulos del Señor para el culto.

En Nazaret tuvo lugar el milagro de la Encarnación del Señor. Allí Miriam, una joven judía, tendría el honor de pasar a ser la Madre de Dios concibiendo en sus entrañas a Jesucristo por obra y gracia del Espíritu Santo. El arcángel san Gabriel se le aparecería con esa misión única, que Ella acogió en plenitud.

Angelus Domini nuntiavit hic Mariae

En esa ciudad destaca la basílica de la Anunciación, conmemorativa de la Encarnación del Señor y donde la tradición sostiene vivió la Virgen María. Esta basílica es el centro de Nazaret, y dentro de ella la gruta, en la que se permite una variación al texto de la oración del ángelus: se significa que ahí mismo anunció el ángel del Señor a María su embajada con el Angelus Domini nuntiavit hic Mariae. Esa inclusión del “hic”, que consta grabada en el frontal del altar de la basílica, significa que ahí mismo tuvo lugar ese misterioso acto de amor de Dios con la humanidad encarnándose en su seno inmaculado.

En Nazaret vivirá Jesús su infancia junto a José y María. Trabajaría en el taller de su padre, ya que se le conocía como “el hijo del carpintero” (cfr. Mt. 13:55).

Además de la gran basílica de la Anunciación contamos también con la iglesia de San José, donde el santo tendría su taller; y la iglesia Sinagoga, donde el Señor predicaría, dentro de la sinagoga o templo judío de la época.

La casa de Nazaret donde, según la tradición, tuvo lugar la Anunciación y luego vivirían Jesús, María y José, se encuentra en Loreto. Durante las Cruzadas, ante el avance de los musulmanes, los cristianos pensaron que el mejor modo de proteger la “santa casa” sería trasladarla de lugar. La familia Angeli a finales del siglo XIII se encargaría del traslado, en primer lugar a la actual Croacia, luego a Ancona y finalmente a Loreto, donde se halla en la actualidad. Científicamente parece descartado que la casa fuera trasladada por hombres, y las pruebas realizadas sobre la misma confirman que se trata de una edificación del siglo I. Así, la tradición sostiene que fue traslada por ángeles, y de ahí que la Virgen de Loreto sea la patrona de los aviadores.

Aim Karim

Es una antigua población del distrito de Jerusalén, donde según la tradición cristiana se produjo la visitación de María –ya en estado y a la espera de la llegada de Jesús– a su prima santa Isabel, embarazada de Juan el Bautista.

Así, refiriéndonos a ese episodio de la vida de Jesús, situamos al Señor allí porque estuvo su Madre aguardando su nacimiento en su seno.

Belén

Ciudad palestina situada en la región de Cisjordania, en los montes de Judea. Es el lugar atribuido al Nacimiento de Jesús. Además, es el lugar atribuido al nacimiento y coronación del rey David.

Actualmente se halla rodeada por murallas instaladas por el gobierno de Israel, y varios pasos de control, como medida de seguridad frente al pueblo palestino.

A Belén llegaron los Reyes Magos para adorar al Niño Jesús recién nacido. Desde Belén huiría san José con María y el Niño a Egipto, habida cuenta la orden decretada por Herodes de matar a los niños de menos de dos años, tras sentirse engañado por los Reyes Magos tras interpelarles acerca de su presencia en sus dominios y la respuesta recibida.

Caná

Ciudad situada a 10 km al sur de Tiro –actual Líbano– y a doce de la frontera norte de Israel.

Famosa por ser el lugar donde Jesús realizó el primer milagro: la transformación de agua en vino durante la celebración de una boda. Muchas parejas cristianas acuden a esa ciudad para renovar su matrimonio.

Río Jordán

Este río nace en las estribaciones septentrionales del monte Hermón, atraviesa el sureste del Líbano hacia el sur, entra en Israel y desemboca en la costa norte del mar de Galilea.

En él san Juan Bautista bautizó a Jesús justo antes de comenzar éste su ministerio público.

Mar de Galilea o lago de Tiberíades o de Genesaret

Es un lago de 21 km de longitud norte-sur y 12 km este-oeste, a una altura de 212 m bajo el nivel del mar, lo que le convierte en el lago de agua dulce más bajo del mundo.

Es importante para los cristianos ya que Jesús desarrolló buena parte de su actividad pública en torno a él, fijando su residencia en la ciudad de Cafarnaúm, al norte del lago.

Allí escogió a sus primeros discípulos, en su mayor parte pescadores. Además, en él realizó Jesús muchos milagros, como la calma de la tempestad o el caminar sobre el agua.

Cafarnaúm y el monte de las Bienaventuranzas

Cafarnaúm es un poblado pesquero ubicado en la antigua Galilea, Israel, a orillas del mar de Galilea.

Muy cerca de Cafarnaúm se halla el monte donde Jesús pronunció el discurso referido a las Bienaventuranzas o síntesis de la moralidad del mensaje de Cristo.

Betania

Se trata de una aldea situada en la falda oriental del Monte de los Olivos, en el camino de Jerusalén a Jericó, actualmente denominada Al Azariyeh.

En Betania vivían los hermanos Lázaro, Marta y María, amigos de Jesús, a quienes visitó en varias ocasiones. Desconocemos cómo se originó esa amistad, pero sí sabemos que les unía una sincera y gran amistad, por los varios detalles de cercanía que muestran los santos Evangelios. Esos tres hermanos hospedarían en repetidas ocasiones al Señor en su hogar.

En esa ciudad tendría lugar precisamente el gran milagro de la resurrección de ese amigo suyo, Lázaro. Fue tal la devoción que tuvieron en la época a ese santo lugar que se construyó un santuario junto a la tumba de Lázaro. En él se representan diversas escenas de esos encuentros de Jesús con esa familia amiga.

En Betania también vivía Simón el leproso, en cuyo hogar una mujer –María hermana de Lázaro, ya comentada, u otra María, la de Magdala– ungió a Jesús con perfume sobre su cabeza como muestra de veneración.

Jerusalén

La ciudad santa de Jerusalén se sitúa en Oriento Próximo, en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y la ribera norte del mar Muerto. Ciudad afligida desde antiguo por continuas diputas sobre su soberanía y capitalidad, a fecha de hoy es la capital del Estado de Israel, si bien el Estado de Palestina reivindica la parte oriental como su propia capital. En 1980, como consecuencia de una resolución del consejo de seguridad de la ONU y en respuesta al intento de anexión a sus dominios por parte de Israel de esa zona oriental, varios países resolvieron trasladar sus embajadas de Jerusalén a la ciudad de Tel Aviv, que administrativa y políticamente vendría a ser la capital de Israel.

Jerusalén tiene un profundo significado religioso, y las tres grandes religiones monoteístas –Judaísmo, Cristianismo e Islam– la tienen por ciudad sagrada. Para el Judaísmo es allí donde el rey David estableció la capital del reino de Israel, donde se asentó el Arca de la Alianza y se construyó el templo hacia donde deben dirigirse las plegarias. Para los cristianos es allí donde fundamentalmente predicó Jesús, fue crucificado y resucitó. Para el Islam es la tercera ciudad sagrada, desde ella el profeta Mahoma subió al cielo, y allí dirigían su mirada al inicio los musulmanes al orar, antes de pasar a hacerlo a La Meca, en Arabia Saudita.

Lugares destacados en Jerusalén

En la ciudad de Jerusalén hay multitud de iglesias, que conmemoran algún acontecimiento ligado a la vida del Señor. Para los cristianos destacan, entre otras, las siguientes:

  • Basílica del Santo Sepulcro: en ella se encuentra el Calvario, donde fue crucificado Jesús, y el sepulcro donde fue sepultado. También es conocida como la basílica de la Resurrección, pues en ese sitio tuvo también lugar la resurrección del Señor.
  • Cenáculo: donde celebró Jesús la Última Cena, instituyendo la Eucaristía; además, fue donde se apareció a los apóstoles y donde recibieron en Pentecostés al Espíritu Santo.
  • Basílica de la Agonía: sita en el Monte de los Olivos, conmemora el momento en que Jesús pasó sus últimos momentos antes de emprender la Vía Dolora camino del Calvario.
  • Iglesia del Domus Flevit: conmemora el lugar desde donde el Domingo de Ramos el Señor contempló Jerusalén y lloró afligido por ella.
  • Iglesia de la Flagelación: se encuentra en la Ciudad Vieja de Jerusalén, y en su ubicación fue flagelado el Señor al inicio de su ascensión al Calvario.
  • Iglesia del Padrenuestro: en ese lugar Jesús enseñó a los discípulos esa oración dominical.
  • Iglesia de San Pedro in Gallicantu: recuerda el lugar donde estaba la casa de Caifás, quien juzgó a Cristo para su posterior condena de muerte en la Cruz.
  • Litostrotos: donde Jesús fue coronado de espinas y ultrajado por los soldados romanos.
  • Vía Dolorosa: se refiere al camino que siguió Jesús hasta el Calvario, con la cruz a cuestas. A lo largo de ese camino constan marcadas las estaciones o momentos de su suplicio hacia el lugar en el que sería crucificado. 
  • Abadía de la Dormición: esta abadía recuerda el sitio donde tuvo lugar la dormición de María antes de ser asunta al cielo.
  • Iglesia de santa Ana: conmemora el lugar donde nació la Virgen María, dedicando el nombre del templo al de su madre, Ana.
  • Edículo de la Ascensión: desde allí Jesús ascendió al cielo.
Actualidad

Consolar a Jesús, acompañar a María

Estos días no podemos acompañar por las calles a la Dolorosa, para paliar de algún modo su dolor, su desamparo, su soledad, al ver a su Hijo cosido al madero. Pero podemos hacerlo con el corazón.

Rafael Miner·1 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Cada año cobran nueva luz las estaciones del Vía Crucis. Unas veces son unas escenas del Calvario; en ocasiones, otras. La Pasión de Nuestro Señor es fuente inagotable. El otro día me entretenía mirando La Piedad de Miguel Ángel, con una Madre de Jesús sorprendentemente joven; La Dolorosa, de Murillo, y tantas Dolorosas y Soledades que han sido llevadas a hombros de costaleros por la geografía española. ¡Cómo no conmoverse ante las lágrimas de nuestra Madre!

Me detengo ahora en alguna pincelada de tres estaciones: Jesús encuentra a su Santísima Madre (lV estación), Muerte de Jesús en la Cruz (XII estación), y Desclavan a Jesús y lo entregan a su Madre (XIII estación). Lo intentaremos hacer de la mano de dos santos universales, santa Teresa de Jesús y san Josemaría Escrivá, y un arzobispo recién fallecido a causa de la pandemia, don Juan del Río, a buen seguro uno de esos “santos de la puerta de al lado”, como los denomina el Papa Francisco.

Gemidos en la epidemia de 1580

En 1580, una epidemia de gripe asoló Europa, y se llevó por delante a muchas personas; entre ellas, varios amigos de Teresa de Ávila, como el caballero don Francisco de Salcedo, el arzobispo de Sevilla don Cristóbal de Rojas, y el P. Baltasar Álvarez, su antiguo confesor, a quien lloró mucho Teresa. También falleció ese mismo año su hermano e hijo espiritual, Lorenzo de Cepeda. 

“La herida fue honda y le arrancó gemidos”, escribe Marcelle Auclair en su biografía sobre la santa. “No sé para qué me deja Dios sino para ver muertes de siervos de Dios, que es gran tormento”, escribió Teresa de Jesús a los 65 años, enferma casi siempre y sin embargo de asombrosa resistencia.

Llegó a estar decaída, sin ánimos, como tantos hoy, y se resistía a fundar los monasterios de Palencia y de Burgos. Hasta que “un día, después de comulgar, el Señor le repuso con tono de reproche: ‘¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado?  El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones’. A lo que la Madre exclamó: ‘¡Oh, gran Dios, y cómo son diferentes vuestras palabras a las de los hombres! Así quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastara a ponerme contradicciones”.

“Teresa de Jesús pronunció su palabra favorita: determinación”, señala la biógrafa. “La voluntad se ha fortalecido tanto en ella que cuanto decide una cosa puede darse por hecha”, porque “el Señor ayuda a quieres determinan servirle y glorificarle”. Son palabras de Teresa de Jesús.

“No queremos dejarla sola”

En estos días intensos, en los que revivimos los misterios de nuestra fe, muchos nos preguntamos cómo consolar a Jesús, y acompañar a Santa María. El encuentro de Jesús con su Santísima Madre en la vía dolorosa, por las calles de Jerusalén, nos da una pista. Es la IV estación. 

A esa voluntad de Dios se refiere san Josemaría en su libro Vía Crucis: “En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad: un sí a la voluntad divina. De la mano de María, tú y yo queremos consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre”, escribe.

En el Calvario, cuánto querríamos tener la fortaleza del joven apóstol Juan, para estar al pie de la Cruz con María, y recibirla como Madre. Porque “la Virgen Santísima es nuestra Madre, y no queremos ni podemos dejarla sola”, exclama el fundador del Opus Dei en esta obra póstuma, que vio la luz en 1981, seis años después de su muerte.

Anegada en dolor con su Hijo en brazos, queremos acompañarla estos días, con el amor.

“Nuestra soledad, derrotada”

El 1 de enero de 2018, el Papa Francisco decía en la solemnidad de la Madre de Dios: En su Madre, el Dios del cielo, el Dios infinito se ha hecho pequeño, se ha hecho materia, para estar no solamente con nosotros, sino también para ser como nosotros. 

He aquí el milagro, la novedad: el hombre ya no está solo; ya no es huérfano, sino que es hijo para siempre. El año se abre con esta novedad. Y nosotros la proclamamos diciendo: ¡Madre de Dios! Es el gozo de saber que nuestra soledad ha sido derrotada”.Estas palabras nos traen a la memoria tantas soledades de nuestro mundo. Don Juan del Río, el arzobispo castrense recién fallecido, se refería hace unos años al drama de la soledad. “De ahí que la familia deba ser rehabilitada en la primacía del amor y la unidad; también sintiéndonos parte de esa otra familia, la Iglesia, que nos acompaña en todas nuestras soledades y vacíos existenciales, ofreciéndonos la compañía de Alguien que nunca nos abandona, hasta más allá de la muerte: Jesucristo, el Señor”. Santa María, Madre Dolorosa, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

Vencedores y vencidos

Entramos en el Triduo Pascual. El punto álgido de toda vida cristiana. ¿Qué tendrá que ver la supuesta muerte de uno en Jerusalén con mi vida en este abril de 2021? Es un misterio, pero es así: la fe es un don.

1 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Entramos en el culmen del año cristiano. El triduo pascual nos sumerge en los acontecimientos históricos de los que brota el cristianismo: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, Jesucristo, el hijo de Dios. 

Es la síntesis de la fe, a cuyo anuncio denominamos kerygma y que consiste en una buena noticia: que la muerte ha sido vencida, que hay alguien que nos ha amado tanto que ha sido capaz de dar la vida por nosotros para salvarnos de las garras de la muerte.

¡Que no nos morimos! ¡Que la muerte se ha convertido en un paso hacia la vida!

La noticia es buena ¿verdad? La pena es que no todos se la creen. Piensan que es una fake new, una de esas leyendas que, por repetidas, no se convierten en reales. ¿Qué tendrá que ver la supuesta muerte de uno en Jerusalén con mi vida en este abril de 2021? Es un misterio, pero es así: la fe es un don.

Jesús hablaba en cuentecillos, en parábolas «para que, viendo, no vean, y oyendo no entiendan». Es una forma de dejarnos en libertad, de no obligarnos a creer. Siendo Dios, podría explicarnos su misterio de forma tan evidente que no tuviéramos más remedio que creer, pero lo explica con analogías porque hace falta libertad para amar de verdad y, la fe, es, eminentemente amar a Dios. En este sentido, la vida de Jesús es la gran parábola. Te puedes quedar en la historia y ser un mero espectador de la vida de Jesús, como quien solo va a ver las procesiones de Semana Santa por su espectacularidad y belleza, o dar el paso, creértela y que tu vida cambie en estos días y para siempre.

En una siniestra coincidencia, el pasado jueves 25 de marzo, Día de la Anunciación del Señor y Jornada por la Vida, el BOE publicó la nueva ley que regula la eutanasia y el suicidio asistido en España y que entrará en vigor en unos meses. Es una nueva victoria de la cultura de la muerte, que afirma que hay vidas que no merecen la pena. Si una vida no sirve, se tira; porque, si no hay vida más allá, solo vale lo que es útil acá.

Por eso, la fe en la Resurrección es trascendental, porque nos abre las puertas del cielo, nos da una dignidad infinita como eterna es la vida nueva que se nos regala. Este concepto de que cada persona es infinitamente valiosa es por el que los cristianos han sido siempre punta de lanza en el acompañamiento a los que, según la sociedad, menos importan: los pobres, los enfermos, los ancianos, los huérfanos, los presos, las mujeres prostituidas… Es la cultura de la vida, que proclama que todo ser humano tiene una dignidad irrenunciable.

La aprobación de la ley de la eutanasia fue acogida con cuatro minutos de aplausos de los diputados. Eran conscientes de que aquello era un momento histórico. Y desde luego que lo fue. Creyendo vencer, estaban siendo derrotados por la muerte. Viendo, no ven.

En la vigilia pascual celebraremos la victoria definitiva de la vida. ¿Seremos capaces de celebrarlo de forma que el mundo entero se dé cuenta de ello? En nuestras manos está ser testigos de esto: ¡Que somos vencedores, y no vencidos!

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

Evangelización

Jacques Philippe: “Orar es, ante todo, acoger una presencia”

Jacques Philippe es, sin duda, uno de los autores espirituales más conocidos de nuestro tiempo. A través de sus numerosas obras y retiros, este autor ha llevado a miles de personas, laicos, sacerdotes, conversos o incluso no creyentes por caminos de oración y vida cristiana en el mundo de hoy.

Maria José Atienza·31 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Omnes recoge en su número impreso de este mes de abril de 2021, una entrevista con este francés, miembro de la comunidad de las Bienaventuranzas que responde a cuestiones de actualidad como el dolor, la libertad o la necesidad de oración en nuestro mundo.

La experiencia de la pandemia ha “descolocado” a muchas personas no creyentes pero también a otras muchas, con fe pero que, en estos momentos, se preguntan:»¿cómo puede Dios permitir esta situación?»

Nos enfrentamos a la eterna cuestión de la existencia del mal en el mundo. La verdadera pregunta que hemos de hacernos, en mi opinión no es, «¿Por qué esta situación?», ya que siempre hay una parte desconocida… sino: «¿Cómo puedo vivir esta situación de manera positiva y acogerla como una posibilidad de crecimiento humano y espiritual?”

He constatado que esta situación ha hecho a muchas personas dar un salto espiritual, una mayor intensidad de oración, un compromiso más fuerte para anunciar el Evangelio, gracias a Internet, por ejemplo. Corresponde a cada uno descubrir cómo esta situación le invita a progresar en la fe, en la esperanza, en la caridad.

Como sociedad, ¿pensábamos que éramos capaces de realizar todo lo que nos viniera en gana? Esta experiencia humana ¿no la habíamos llevado, también, al ámbito de la vida cristiana?

A veces sí. La fragilidad, incluso la impotencia, que experimentamos nos recuerda que la fe no es el ejercicio del poder, sino la entrega de nuestra debilidad y fragilidad en manos de Dios. Esta situación de debilidad que estamos atravesando nos invita no a encontrar nuestra seguridad en nuestro poder, en nuestra capacidad para resolverlo o para entenderlo sino a poner nuestra seguridad en el abandono confiado en manos de nuestro Padre Celestial, tal como nos propone el Evangelio.

¿Cómo habla con Dios una persona como Jacques Philippe, que dedica su vida a hablar de Dios?

Suelo utilizar, muy a menudo las palabras de la Escritura, en particular los salmos, y las oraciones que nos ofrece la Iglesia. Creo que la oración más profunda no se trata tanto de hablar con Dios, sino simplemente de estar en su presencia en un acto de fe, acoger su amor y ofrecerse a Él a cambio. Todo esto, a través de una actitud muy sencilla del corazón, más allá de las palabras y las experiencias sensibles. Orar es, ante todo, acoger una presencia.

Una de las características de nuestro mundo es la cultura del selfie: nos miramos a nosotros mismos continuamente. ¿Cómo evitar que esto suceda en nuestra relación con Dios?

Existe una cierta obsesión por la imagen de uno mismo en nuestro mundo. Tratamos de darles a los demás una buena imagen de nosotros mismos. Terminamos existiendo sólo a los ojos de los demás. La oración nos ayuda a vivir bajo la mirada de Dios. Nuestra verdadera identidad, nuestra profunda belleza, no es algo que tenemos que producir, fabricar, algo de lo que tenemos que convencer a los demás sino que es algo que recibimos gratuitamente de Dios

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Evangelización

Los santos: evangelio vivo

La vida de los santos constituye un poderoso argumento de credibilidad, ya que ellos demuestran de modo concreto y eficaz la veracidad del evangelio.

José Miguel Granados·31 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Decía el joven Carlo Acutis, recientemente beatificado: “Estoy feliz de morir, porque he vivido mi vida sin perder un minuto en aquellas cosas que no agradan a Dios”. La vida de los santos constituye un poderoso argumento de credibilidad. Ellos demuestran de modo concreto y eficaz la veracidad del evangelio, que no se queda meramente en doctrina teórica ni menos aún en ideología, sino que contiene la semilla divina para desarrollar la excelencia en la existencia personal, en las sociedades y en las culturas. 

Cercano y poderoso

Sus vidas intensas, impulsadas por la fe, muestran de modo cercano y poderoso el humanismo definitivo contenido en el mensaje cristiano, que hace presente en el mundo la novedad sobrenatural del Reino de Dios. Su existencia, llena del fuego del Espíritu, refuta no solo la impostura de un pretendido humanismo ateo, desmentido además por los terribles regímenes totalitarios del mundo contemporáneo, sino también la pretensión de un cristianismo tibio y mediocre, mundanizado, incapaz de transmitir la vida de fe.

Evangelio vivo

Los santos son realmente evangelio vivo, vivido, expresado en la historia de personas de todas las condiciones: son prolongación o continuación de Cristo mismo y de su obra en el tiempo y en el espacio, en la amplísima variedad de circunstancias, formas y opciones. La Iglesia presenta todos estos testimonios asombrosos pero asequibles, tangibles, -los santos “de la puerta de al lado” (Francisco), “de la vida ordinaria” (san Josemaría)- como motor fundamental de su misión evangelizadora.

Atracción hacia Jesús

Las vidas luminosas y sencillas, verdaderamente virtuosas, de los santos, convencen de la plenitud que ofrece Cristo. Son “el rostro mas hermoso de la Iglesia, esposa de Cristo” (Francisco); son destello de la belleza divina encarnada. Atraen fuertemente hacia Jesús, causa de redención universal y modelo acabado para todos, mediante su sabiduría superior, eterna; influyen poderosamente con su vida de oración, de intercesión y de sacrificio escondido; regeneran los pueblos con su ejemplo de caridad generosa, audaz y heroica.

Así oraba santa Faustina Kowalska: “Ayúdame, Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.”

Los santos y las santas “han sido siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia” (san Juan Pablo II). Ellos se perfilan como “estrellas de esperanza”, y señalan a Cristo como el único Salvador (Benedicto XVI). Son luminaria clara y guía segura en la peregrinación terrena hacia el cielo. 

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Lecturas del domingo

Lecturas del domingo de Resurrección

Andrea Mardegan comenta las lecturas del domingo de Resurrección 

Andrea Mardegan·31 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

En la Vigilia Pascual leemos la resurrección según Marcos. María de Magdala, María la madre de Santiago el menor, y Salomé, habían seguido y servido a Jesús desde Galilea, han visto su cruz y su sepultura. Los hombres se han escapado y están consternados. Las mujeres, portadoras de vida, van hacia donde les lleva el corazón, hacia el sepulcro, con la fuerza del amor que quieren manifestar hasta el final, con el deseo antiguo de toda la humanidad de llenar de afecto el cuerpo ya frío de una persona amada, con los aceites aromáticos comprados con anticipación, quién sabe cuándo. Con el ingenio del amor, que es más fuerte que la muerte. 

Pero la muerte hasta aquel día tenía la palabra definitiva. Habían observado a José de Arimatea que envolvía el cuerpo de Jesús en una sábana nueva, lo deponía en un sepulcro excavado en la roca y hacía rodar una piedra para cubrir su entrada. Habían memorizado todo. 

Van al amanecer: se citaron, se levantaron de noche y, en cuanto pudieron moverse, van. Fuertes por el amor a Jesús, y por la amistad entre ellas. No las detiene la imposibilidad física de mover la piedra, la imposibilidad de la humanidad de mover la certeza granítica de la muerte. Y así el gesto de su cuerpo “levantando la mirada” se convierte para los creyentes en un gesto de fe: si miras hacia arriba, verás que la piedra de la muerte ha sido destruida por este día de la resurrección. Entran sin miedo, es más, con el deseo de acariciar con el aceite aromático aquel cuerpo tan amado: son expertas en la muerte, como toda la humanidad. Y en lugar de un cadáver destrozado, encuentran a un joven, no tendido, sino sentado; no desnudo, sino vestido de gloria, y entonces les entra el miedo. 

Aquella voz joven de cielo sobre la tierra, las anima: “No tengáis miedo”. ¡El crucificado ha resucitado! Mirad su sepulcro, está vacío. Sed vosotras quienes los anunciéis a los discípulos y a Pedro, que es el jefe. No importa que haya renegado de él, porque Dios no echa el traidor, sino que lo perdona y rehabilita. Vosotras, mujeres, que no podéis ser testigos, sois las elegidas por Dios como testigos de la resurrección de su Hijo, delante de los jefes de la Iglesia. Jesús Nazareno os espera a todos en Galilea, donde ha iniciado este Evangelio. Recordad todo lo que ha hecho y dicho con la luz de esta mañana. En el evangelio de la Vigilia no se lee un versículo como el siguiente: “Ellas salieron y huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí. Y no dijeron nada a nade, porque estaban atemorizadas”. Que nuestro miedo humano frente al misterio de la vida nueva en Cristo se convierta en valor, que el silencio se transforme en palabra, y que la fuga se cambie en regreso y cercanía. 

España

“Vivir la Semana Santa con todos los sentidos”, exhortan los pregoneros

Mientras en 2020 se suspendieron la mayoría de los pregones de Semana Santa en España, este año han cobrado nueva vida, también por las redes, a pesar de la pandemia y los cierres perimetrales.

Rafael Miner·31 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos

El confinamiento en el que los españoles vivimos la Semana Santa el pasado año, en medio de una primera ola de contagios y fallecidos en máximos, ha dejado paso este año, con el comienzo de la vacunación, a retomar los pregones de Semana Santa, aunque las procesiones o las pasiones vivientes se hayan suspendido debido a las medidas sanitarias de prudencia. 

Entre las fórmulas elegidas en 2021 se encuentran la tradicional del conferenciante o pregonero en un templo, normalmente la catedral, como la del cardenal Carlos Amigo en Madrid, o el de la historiadora y profesora universitaria de Historia del Arte, María Antonia Fernández del Hoyo, en Valladolid; el pronunciado a través de las redes, como fue el caso de la periodista Cristina del Olmo en la diócesis de Barbastro-Monzón, que dictó el pregón desde su parroquia de Santa María la Antigua de Vicálvaro (Madrid); o las de Sevilla y Córdoba, que tuvieron lugar en sendos teatros. 

En la capital hispalense, se organizó en el teatro de la Maestranza un acto de homenaje al pregón de la Semana Santa, en el que participaron varios de los grandes pregoneros de los últimos treinta años, además de Julio Cuesta, nombrado para el año pasado. Y en Córdoba, el gran Teatro fue escenario de un pregón ciertamente original, presentado por Rafael Fernández, quien iba a pronunciar el suspendido de 2020, y compuesto por textos seleccionados de los pregones de diversos años.

“La creatividad del amor”

Como señaló Cristina del Olmo, presentada por la redactora jefe de la revista Ecclesia, Sara de la Torre, “esta Semana Santa que, por segundo año consecutivo se celebrará con más o menos presencia en las iglesias, según las restricciones establecidas por la evolución de la pandemia, nos lleva a poner en práctica más que nunca la ‘creatividad del amor’”. 

Será una Semana Santa sin procesiones”, añadió Del Olmo, “pero estoy segura que saldrá vuestro corazón cofrade a las calles y seguiréis dando testimonio de la fe en la resurrección con vuestros gestos de alegría y de ternura hacia los demás”, añadió la periodista, que trabaja actualmente en la Conferencia Episcopal Española (CEE).

“Os he llevado todo este año en mi corazón con una especial emoción. Me gustaría citar aquí a todos y cada uno de vosotros que habéis perdido a un familiar, que estáis pasando por situaciones duras por falta de trabajo, de soledad o de enfermedad. Para vosotros especialmente la vivencia de la Pasión y la Resurrección tendrá más sentido que nunca”, añadió, para terminar con esta llamada a la evangelización: “Seamos apóstoles de calle, capaces de anunciar al Dios vivo, al que camina con nosotros. Seamos apóstoles que alegren la vida al prójimo”.

“Unirse a los sentimientos de Cristo”

“Aquí y ahora, pondremos gratitud en la celebración de ayer y viviremos la de hoy con fe y devoción”, con “normas que hemos de acatar”, porque “si queremos ser buenos cristianos tendremos que ser honrados ciudadanos”, comenzó señalando en la catedral de la Almudena el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla. En sus palabras, subrayó que la Semana Santa enlaza con la “Buena Noticia de la Pasión, Muerte y Resurrección”, y que “un cristiano se une a los sentimientos de Cristo y quiere identificarse con Él”.

Su consejo práctico se centró la vivencia de estos días santos. “La Semana Santa hay que vivirla con todos los sentidos”, encontrándonos con el Señor. “Veremos sus gestos, su rostro herido, oiremos sus palabras, que hablan de su sumisión a la voluntad de Dios Padre, tocaremos sus heridas y haremos nuestro su dolor”, manifestó.

El cardenal Amigo, que es gran prior de la Lugartenencia de España de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, añadió que la Semana Santa es una ocasión para “reencontrarse con lo mejor de nuestra condición de creyentes” y destacó que el “rostro maltratado” de Cristo “no deja indiferente”, sino que lleva a ser “testigo” en medio del dolor y la incertidumbre, también en este tiempo de pandemia, con “incomprensiones, tropiezos y resbalones de todo tipo”, tal como han recogido la cadena Cope y la web del arzobispado de Madrid.

“Preparad mentes y corazones, sentimientos y fe para honrar y vivir con la devoción más sincera y profunda la Pascua del Señor Resucitado. Y que todo sea para alabanza de Dios, de Jesucristo el Salvador y Redentor, y de su bendita Madre la Virgen María”, concluyó.

En su presentación, el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, destacó del cardenal Amigo, entre otras cosas, que sabe “establecer lazos de comunión con las personas”, hasta el punto de que es “el obispo de España que más ha hecho por las relaciones interconfesionales”.

“Nos regaló la libertad”

Junto a la figura del Ecce Homo de Gregorio Fernández, perteneciente a la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz, la historiadora María Antonia Fernández manifestó en la catedral de Valladolid: “La Semana Santa es recuerdo y vivencia de quien con su muerte nos regaló la libertad, la vida auténtica. Pregonamos en voz alta el amor frente al egoísmo, la esperanza frente al pasotismo. Pregonamos un mundo nuevo, siempre haciéndose, en transformación, donde el hombre es pieza clave, por ser redimido por Jesús”.

“La Semana Santa tiene un profundo significado para los cofrades y para todos los creyentes mucho más”, a juicio de la historiadora, a la que le “parece absurdo contraponer el sentido devocional, el contenido religioso de una escultura, a su interés artístico. Cuanto más hermosa sea una obra de arte, tanto más llegará a la sensibilidad de quien la contempla”.

“Es mucho lo que la historia del Arte debe a la religión católica”, señaló, como recoge El Norte de Castilla. “El mecenazgo de la Iglesia, también de tantos creyentes laicos, ha permitido la creación de un inmenso patrimonio artístico”, añadió María Antonia Fernández en un acto en el que estuvo presente el alcalde de la capital vallisoletana, Oscar Puente, junto al arzobispo y cardenal Ricardo Blázquez, y el obispo auxiliar, Luis Argüello, secretario general y portavoz de la CEE.

España

Card. Cañizares: «El reto de la Iglesia de hoy es que la gente crea»

Antonio Cañizares Llovera es uno de los prelados que mejor conoce la Iglesia, tanto universal como española. Pastor de diócesis como Granada, Toledo o Valencia, su trabajo en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos le hizo “ver la Iglesia tal y como es: misterio de unidad y conocer las Iglesias jóvenes y necesitadas del Tercer Mundo”. 

Maria José Atienza·30 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Omnes recoge, en su versión impresa de este mes de abril, una extensa entrevista con el Cardenal Arzobispo de Valencia quien, en los últimos meses ha protagonizado no pocos titulares con iniciativas como la salida de Nuestra señora de los Desamparados en un coche por las calles de Valencia o la creación de la Fundación Pauperibus a través de la que el Obispado se desprenderá de varios bienes para poner el dinero al servicio de los más necesitados. 

“La Virgen salió porque ella quería salir”

En las últimas semanas, le hemos visto recorrer hospitales y otros lugares de Valencia junto a la imagen peregrina de la Virgen de los Desamparados en el llamado Mare-Móvil ¿De dónde surgió la idea de esta peculiar salida mariana? 

La Virgen salió porque Ella quería salir. Quería visitar a la gente, estar con la gente y hemos hecho caso a la Virgen. Lo que hemos hecho, sencillamente, es aquello que Nuestra Madre quería y lo que el pueblo valenciano quería también. Al inicio de la pandemia ya me lo pidieron, pero, en estas últimas semanas, era tan insistente la llamada que nos hacía la Virgen, ese deseo suyo de ver a su pueblo, que me dije “Hemos de consentir esa petición, porque no es nuestra, es de Nuestra Madre”. Eso es lo mas bonito de esta salida. No ha sido una salida sin más. Yo pude acompañarla un día y fue, para mí, una jornada de gracia, de luz y de esperanza.

Ha habido anécdotas preciosas. Anécdotas que expresan cómo es el pueblo valenciano y cómo vive aquello que se dice en nuestro himno a la Virgen “la fe per Vos no mor”: la fe no muere gracias a Ella. 

Una de las iniciativas que usted ha anunciado es la creación de de la fundación Pauperibus, a través de la que se venderán algunos bienes patrimoniales de la diócesis para destinar el dinero a los más pobres. ¿Cuál es la razón de una nueva iniciativa de este tipo?

En Valencia tenemos los ejemplos de santos obispos como santo Tomás de Villanueva o el beato cardenal Ciriaco María Sancha, quien murió tras visitar a los más pobres en una helada en Toledo… ¿Cómo yo, siendo sucesor de estos obispos, no iba a hacer algo semejante? Pauperibus es eso: una fundación para los más pobres. Por eso ha sido acogida estupendamente por sacerdotes y fieles. Se trata de hacer rendir unos bienes del obispado, en concreto, varios cuadros. ¿Dónde está mejor el dinero de los pobres? ¿colgado?, ¿o puesto al servicio de los más necesitados, haciendo negociar lo que hemos recibido del Señor? 

Todo lo hemos recibido, nada es nuestro, todo es de Dios, y Dios ama a los últimos. La Iglesia es pobre y ha de aparecer como lo que es: pobre. Su riqueza es Dios y nada más que Dios. 

«En Roma ví la Iglesia como es: misterio de comunión»

Usted ha desarrollado su labor pastoral en el corazón de la Iglesia, entreo otras, como Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. ¿Qué recuerda del trabajo de aquellos años?

Recuerdo todo. Mi comunión profunda con el papa Benedicto XVI, también con el Papa Francisco. Allí vi la Iglesia como es: misterio de comunión, misterio de unidad. 

Para mi ha sido un regalo mi paso por Roma, conocer de cerca las iglesias del tercer mundo, las iglesias pobres, las iglesias necesitadas.

¿Cuáles son, a su juicio, los retos principales de la Iglesia?

El reto principal de la Iglesia hoy es que la gente crea. Que las personas conozcan y sigan a Jesucristo. Es el reto de los primeros tiempos, evangelizar, hacer discípulos, seguidores de Jesús que realmente sigan esa vida nueva que encontramos con Cristo.

La version íntegra de esta entrevista la puedes encontrar en el número impreso de Omnes correspondiente al mes de abril de 2021
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España

“Ten esperanza, un ladrón se salvó”: la campaña de la ACdP para estos días

El testimonio de conversión de Ángel López Berlanga será visible en 400 marquesinas y anuncios en el Metro de más de cuarenta ciudades españolas. Un traficante de drogas que cambió su vida a raíz de una procesión en el centro donde estaba preso.

Maria José Atienza·30 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Es el buen ladrón del siglo XXI, que se encontró con la Cruz sin quererlo en las peores condiciones, pero, a raíz de ese encuentro por procesión en el centro donde estaba preso se inicia su proceso de conversión con las mismas palabras de hace mas de 2000 años «Acuérdate de mi,….». 

La creatividad de la campaña es una ilustración del Gólgota, con el mensaje Ten esperanza, un ladrón se salvó y, a través del código QR se puede acceder al testimonio de Ángel López Berlanga. Es un mensaje de esperanza para recordarnos que todos estamos llamados a la vida eterna, igual que san Dimas, el buen ladrón.

La campaña estará presente durante toda la Semana Santa hasta el martes de Pascua en las ciudades de Santander, Vigo, Sevilla, Málaga, Salamanca, Burgos, Valencia, Zaragoza, Alicante, Almería, Cádiz, Castellón, Oviedo, Murcia, Pontevedra, Vitoria, Gijón, Granada, Huelva, Valladolid, Pamplona, León, Logroño, Gerona, Lérida, Cuenca, Albacete y Madrid. Además, también estará en las localidades de Sabadell, Badalona, Elche, Alcoy, Lorca, Alcobendas, Boadilla del Monte, Coslada, Getafe, Leganés, Móstoles, Pozuelo de Alarcón, San Sebastián de los Reyes, Torrejón de Ardoz y en el Metro de Madrid.

Vía Crucis las marquesinas de Málaga:

Además, en el centro de la ciudad de Málaga, la ACdP ha dispuesto un Vía Crucis. En sus calles estarán disponibles las estaciones en varias marquesinas con un código QR que enlaza a los textos que propone el Vaticano para esta práctica de piedad propia de los días de Semana Santa.

Actualidad

Alejandro Arellano, nuevo Decano del Tribunal de la Rota

El Santo Padre ha publicado hoy el nombramiento de Mons. Alejandro Arellano Cedillo que ejercía como Auditor este mismo Tribunal hasta el momento.

Maria José Atienza·30 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: < 1 minuto

Alejandro Arellano Cedillo, natural de Olías del Rey, fue ordenado sacerdote el 25 de octubre de 1987 en Toledo. Es Doctor en Derecho canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Entre las tareas que ha llevado a cabo se cuentan la de Vicario Judicial adjunto en la Archidiócesis Metropolitana de Madrid y Juez del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España. Es profesor de Derecho Canónico y Jurisprudencia. Desde 2007 es Prelado Auditor del Tribunal de la Rota Romana. Es además profesor visitante de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Como Decano de la Rota,  sustituye a monseñor Pío Vito Pinto, de 79 años de edad. 

Educación

¿Cambiaría la clase de Religión si se basa en las competencias?

Dependiendo de la aplicación de uno u otro modelo pedagógico, esto afectaría al enfoque del propio currículo de la Religión.

Javier Segura·29 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Estos días la educación ha vuelto a estar en el centro de las noticias. El motivo es que se ha propuesto el modelo de nuevo currículo en el marco de la ley educativa LOMLOE. Hemos podido leer en la prensa que el Gobierno planea un vuelco a la educación para que no sea memorística o y que el eje central de la educación sea el proceso de aprendizaje por competencias. También se está hablando en los medios de comunicación de cómo la ministra Celaá quiere  impulsar en el sistema educativo el modelo de ámbitos de aprendizaje, rompiendo de alguna manera el concepto de asignatura. Y con estos otros muchos temas y debates propios del ámbito educativo están ocupando las páginas de los periódicos como la codocencia, los proyectos de aprendizaje-servicio y otros tantos.

Todo ello afectará a la enseñanza de la Religión en la escuela. No puede ser de otra manera, ya que se inserta en el ámbito escolar plenamente. ¿Qué repercusiones puede tener este nuevo modelo? ¿En qué cambiaría la enseñanza religiosa escolar si se basa en las competencias o si se propone dentro de un ámbito de aprendizaje y no como asignatura?

Desde luego que habría consecuencias de tipo organizativo, laboral o de enfoque del propio currículo de la Religión, dependiendo de la forma en la que se apliquen esos modelos pedagógicos.

La utilización de nuestra memoria, no solo en el aprendizaje sino en la vida en general, es un aspecto lleno de matices que merece la pena una reflexión mucho más amplia.

Javier Segura

Me gustaría analizar el que quizás sea el planteamiento más medular de la nueva ley, que es el aprendizaje por competencias. En distintos medios de comunicación se ha presentado como contrario un  aprendizaje contrapuesto al memorístico. De entrada habría que señalar que esa dialéctica es totalmente falsa. No se contraponen, sino que deben potenciarse mutuamente. Y en cualquier caso, el tema de la utilización de nuestra memoria, no solo en el aprendizaje sino en la vida en general, es un aspecto lleno de matices que merece la pena una reflexión mucho más amplia.

¿En qué consiste el aprendizaje por competencias? La idea central es que es un aprendizaje en el que el niño debe ser capaz de aplicar a la vida esos contenidos que aprende en el aula, de forma que lleguen a ser transformadoras de su propia persona. Pasar de los simples contenidos abstractos y desconectados de la vida, a un aprendizaje en el que el alumno sea capaz de aplicarlos a su cotidianeidad de manera natural. La unión europea propone ocho competencias clave para todo el sistema educativo, pero la propia dinámica de aprendizaje competencial es el modelo a seguir en las distintas asignaturas.

Dos conclusiones se desprenden de este planteamiento. La primera es que es necesario tener una serie de conocimientos si se han de aplicar a la vida. Los contenidos intelectuales y su memorización no sólo no son contrarios al aprendizaje sino que son necesarios. La segunda conclusión es que el aprendizaje por competencias es otra forma de referirnos a esa educación para la vida que, desde la asignatura de Religión, hemos tenido siempre como objetivo. Un aprendizaje que no se quede solo en los conceptos sino que se lleve al día a día, que transforme nuestra forma de estar en el mundo. Que nos lleve a comprender el mundo y a interactuar con él con la mirada y los criterios de Jesús de Nazaret.

La asignatura de Religión ha tenido siempre como objetivo la educación para la vida

Javier Segura

Este planteamiento, en realidad, no es novedoso. Ha sido la clave que han utilizado los grandes educadores cristianos a lo largo de la historia. Siempre se ha hablado de la necesidad de formar la inteligencia, pero también de educar el corazón y los afectos. Y así tener en cuenta la totalidad de la persona, también de su esquema de valores y cómo los aplica en su vida ordinaria.

La LOMLOE con su propuesta de aprendizaje competencial nos ofrece en este aspecto un respaldo pedagógico y legal para una educación integral en la que propongamos sin miedo y de forma renovada la formación integral de la persona desde el humanismo cristiano y su interacción en la sociedad acorde a la visión que parte del evangelio.

Un auténtico reto. Una verdadera oportunidad.

América Latina

Uruguay: sobrevivir en un país laico

Aunque con una tasa muy elevada de personas que dicen no tener afiliación religiosa, así como una cultura secularizada que está calando en la sociedad, no obstante la Iglesia en Uruguay está viva.

Jaime Fuentes·29 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

Fue el jueves 15 de septiembre de 2011, en Castelgandolfo. Éramos 119 los obispos que terminábamos el curso para nuevos prelados y ninguno esperaba la noticia que nos dio el Cardenal Ouellet cuando terminó la audiencia con el Papa Benedicto XVI, apenas terminó su discurso: el Santo Padre quería saludarnos personalmente, qué honor. Por la cantidad que éramos, haríamos una fila y, al llegar hasta él, le diríamos al secretario, monseñor Monteiro de Castro, el país y la diócesis de procedencia, que él comunicaría al Papa; lo saludábamos y enseguida debíamos retirarnos para dejar paso al siguiente.

Con gran afabilidad

Fuimos ordenadamente. Benedicto XVI sonreía a cada uno con gran afabilidad; algún obispo no respetaba del todo las indicaciones recibidas; inmediatamente, un gentiluomo lo tomaba amablemente del brazo…

“Uruguay, diócesis de Minas”, le dije a monseñor Monteiro, que no entendió bien y debí repetirlo. Él lo transmitió al Papa. Inclinándome, tomé su mano derecha y besé su anillo. Entonces, mirándome a los ojos, Benedicto XVI me dijo: “È un paese laico… È necessario sopravvivere!”. No pude decir nada, fue una completa sorpresa; quise preguntarle algo…, pero ya estaba el gentiluomo, cumpliendo con su deber…

¡Hay que sobrevivir! Lo recuerdo siempre, también ahora, que ya soy obispo emérito de este querido país laico. Pero tampoco olvido que le debo muchísimo a España y la llevo en el corazón: estudiando en Navarra descubrí mi vocación y en Madrid, en 1973, fui ordenado sacerdote. Sigo su actualidad, lo que pasa… y lo que queda. Y veo que el proceso de secularización, que están sufriendo, tiene no pocas semejanzas con lo que ocurrió en Uruguay, sobre todo a comienzos del siglo XX. Contaré algo que quizás interese conocer.

La Semana de Turismo

Escribo estas líneas cuando faltan solamente tres días para que comience la Semana Santa. Confieso que tengo envidia de que todo el mundo se refiera a ella llamándola como es, Semana Santa. Aquí, oficialmente, es la Semana de Turismo, así, con mayúsculas, desde el 23 de octubre de 1919, cuando fue promulgada la ley de feriados. Mediante esta ley se secularizaron las fiestas religiosas que hasta entonces se celebraban en Uruguay.

El cardenal Sturla, actual arzobispo de Montevideo, en su libro ¿Santa o de Turismo? Calendario y secularización en el Uruguay, comentando lo sucedido dice: “Mediante esta ley se secularizaron las fiestas religiosas que se celebraban en nuestro país hasta entonces. Pero, en una solución muy ‘uruguaya’, quedaron las mismas fechas cambiando su denominación”. En efecto, además de otros días de fiesta (2 de mayo, Día de España, 20 de septiembre, Día de Italia, etcétera), el 8 de diciembre pasó a ser el Día de las playas, y el 25 de diciembre, el Día de la Familia. Estos dos últimos cambios no han enraizado en la cultura uruguaya; la semana de turismo, en cambio…

Una solución «muy uruguaya»

La “solución” a la que se refiere Sturla hace referencia a las fuertes discusiones parlamentarias que precedieron la votación de la ley; cuando califica la solución como “muy uruguaya”, piensa en el carácter dialogante, “arreglador”, que nos ha distinguido siempre: no somos amigos de tremendismos, sabemos encontrar soluciones a las diferencias…

Pero el paso de Semana Santa a Semana de Turismo (creo que es el único país del mundo donde se da semejante dislate) causó una profunda herida en el cuerpo de la Iglesia católica. Con el paso de los años y de las generaciones, se ha hecho normal la denominación y su contenido, de manera que la pregunta “¿qué vas a hacer en Semana de Turismo?” resulta espontánea, tan familiar como el estado del tiempo…

El proceso secularizador empezó en 1861 con el decreto que secularizaba los cementerios, pero fue en la reforma constitucional de 1918 cuando quedó consagrada para siempre la completa separación de la Iglesia y el Estado en Uruguay. “Sin embargo”, dice Sturla, “la ley de feriados, al tocar elementos fundamentales de la cultura de un pueblo, como son las fiestas y su calendario, introducía un cambio en nuestras costumbres que tendría hondas repercusiones y daba una estocada grave a la religiosidad uruguaya. Nuestra ‘semana de turismo’, con sus múltiples ofertas de semana de la cerveza, semana criolla, semana de la vuelta ciclista, etc., es un claro ejemplo de lo que significa un cambio cultural que tiene consecuencias concretas en la cultura de una nación”.

El diagnóstico de Eugenio d’Ors

Así es. De la mano de ese suceso, y con el oculto y tenaz trabajo de la masonería, la cultura uruguaya se fue empapando de racionalismo, de liberalismo… Eugenio D’Ors, que visitó Montevideo en la segunda década del siglo XX, escribió en el Nuevo Glosario“No hemos encontrado en ningún lugar del mundo auditorios de más evidente, rápida, casi tangible inteligencia que los auditores de la universidad, en Montevideo. ¡Qué estudiantes, que muchachos de oro, con qué pura y ardiente vocación de espiritualidad, los que se nos acercaban! ¡Qué profesores jóvenes, de curiosidad abierta, de cultura personal perfecta, de seguro buen gusto, de talento vivaz!”.

No obstante, después de tamaños elogios, en el “Debe” señalaba: “La gran superioridad uruguaya es política […]; la gran inferioridad uruguaya es cultural y estriba en la falta de una verdadera Universidad, es decir, de un Centro siquiera, de estudios superiores de Letras, Ciencias, Filosofía… También en el bachillerato las humanidades brillan por su ausencia”… Y habla del “positivismo de tercera o cuarta agua” que se enseñaba en los estudios preparatorios a la universidad…

Del vacío filosófico al escepticismo

El vacío filosófico fue llenado con marxismo y con un relativismo que lleva a un cerrado escepticismo. Sí, este es “un país laico”, al punto que es el menos religioso de toda América. (Una investigación del Pew Research sobre la religiosidad en los países de América Latina, informaba que “Uruguay es el único país encuestado donde el porcentaje de adultos que dicen no tener afiliación religiosa (37 %) rivaliza con la porción que se identifica como católica (42 %)”). 

El Papa nos calificaba como “país laico”, fruto de un laicismo masónico, agresivo en otros tiempos, que ha permeado la cultura de escepticismo: si se debe a la ausencia de Dios, ¿cómo explicar que Uruguay tenga el mayor número de suicidios de todo el continente?

Ignorancia religiosa obligatoria

El proyecto laicista de nuestro país llegó hasta la médula de la sociedad: la educación. Más de una vez me ha ocurrido acompañar a alguien que llega a Uruguay por primera vez y manifiesta su extrañeza al ver por la calle grupos de niños que visten guardapolvo blanco y una moña azul… Son alumnos de la escuela pública, que mantienen religiosamente ese uniforme, objetivamente pasado de moda pero que es, desde comienzos del siglo pasado, el símbolo de la escuela pública, “laica, gratuita y obligatoria”, como así fue definida y hoy es dogmáticamente celebrada como orgullo nacional. 

En la escuela pública se educa más del 80 % de nuestra población. La educación laica se expresa en el respeto de todas las opiniones y creencias…, siempre que no haya ninguna mención del nombre de Dios. Sobran las anécdotas: una niña ha escrito en su cuaderno: “Dios es amor”.  La maestra lo ve y le dice: “Eso, aquí, no”. Otra niña lleva una pequeña crucecita en el cuello y lo mismo: la maestra la obliga a quitársela.

Tenía toda la razón monseñor Miguel Balaguer, antiguo obispo de Tacuarembó, cuando afirmaba: “La educación laica, gratuita y obligatoria nos ha condenado a la ignorancia religiosa obligatoria”. Así es, los alumnos de la escuela pública nunca oirán ni una palabra acerca de Jesucristo, de la Iglesia, de la fe, de la esperanza… Los chicos crecen sin ninguna mención sobrenatural, ajenos a la existencia de Dios y, después de tantos años transcurridos (sus padres y sus abuelos también fueron a la escuela pública), indiferentes frente a su existencia: no se la plantean.

La Iglesia en Uruguay está viva

¡Hay que sobrevivir!, me dijo con animosa energía Benedicto XVI. En esto estamos. No es fácil: la Iglesia en Uruguay es una Iglesia pobre; los sacerdotes no reciben ninguna retribución de parte del Estado, así como tampoco las instituciones educativas, todo ha de sacarse adelante “a pulmón”.

Y de tal manera ha llegado la prédica laicista a las mentes, que no pocos católicos piensan: la educación privada confesional es libre, cualquiera puede dar la enseñanza que quiere; pero los dineros del Estado deben ir solamente a la escuela pública. No es fácil sobrevivir, pero gracias a Dios la Iglesia, en Uruguay, “está viva”, como gustaba decir Benedicto XVI. ¿Cómo?… Esto podrá ser objeto de otra crónica.   

El autorJaime Fuentes

Obispo emérito de Minas (Uruguay).

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Lecturas del domingo

Lecturas Jueves Santo (B)

El sacerdote Andrea Mardegan comenta las lecturas del Jueves Santo (B) 

Andrea Mardegan·29 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Recordamos la institución de la Eucaristía, pero leemos el inicio del capítulo 13 de Juan, que es el comienzo de la narración de la “hora de Jesús”, para la que Él se estaba preparando desde el inicio del evangelio. Una “hora” que dura veinticuatro horas, narrada en siete capítulos de Juan. 

La “hora de pasar de este mundo al Padre”: un pasaje inmerso en el extremo amor que siempre ha tenido por nosotros y que, en esa hora, se manifiesta hasta el extremo, éis telos, hasta el cumplimiento total: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Juan no habla de la Eucaristía, pero describe el lavado de los pies. Nos dice que podemos comprender la Eucaristía a través del lavado de los pies, y viceversa. Cita a Judas, que lleva el nombre de una tribu de Israel, y a Simón Pedro, elegido por Jesús como piedra sobre la que fundar su Iglesia. Jesús lava los pies de todo el pueblo de Israel y de toda la Iglesia. En Judas y Pedro estamos representados todos, el género humano al que Dios ha venido a salvar.  

Dios nos salva lavándonos los pies. Es el gesto de un esclavo que no pertenecía al pueblo elegido, pero es también el gesto lleno de amor de una esposa con su esposo. En la Historia del hermoso José y de su esposa Aseneth, una obra del siglo I d. C. que cuenta la historia de amor entre José de Egipto y su esposa, se lee que Aseneth lleva agua para lavarle los pies, y José le dice: “Que venga una de las criadas y me lave los pies”. Aseneth le responde: “No señor, porque mis manos son tus manos, y tus pies son mis pies, y ninguna otra te lavará los pies”. “Entonces José tomó su mano derecha y la besó, y Aseneth besó su cabeza”. En el gesto de Jesús contemplamos el amor total que Dios tiene por nosotros. 

Por ocho veces Juan cita el “lavar los pies”, y con ocho verbos describe la acción de Jesús. Es el número de la plenitud. Por ocho veces, porque como a Pedro, nos cuesta aceptar que Dios nos ame así. No se humilla, sino ama y el amor es humilde. Jesús es Dios en su potencia: “Sabía que todo lo había puesto el Padre en sus manos”; y responde a Pedro, que no acepta esa imagen verdadera de Dios, con la autoridad de Dios: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. En el “todo” que Jesús tiene en sus manos, están también nuestros pies, todo nuestro caminar, nuestros cansancios y el polvo. Quitándose sus vestidos, hace libremente lo que harán los soldados sobre el Calvario, abandona toda defensa humana y se ciñe con las vestiduras de un siervo y con una toalla, que no abandonará nunca, ni siquiera cuando se vuelva a vestir. Porque ha comenzado a lavar nuestros pies y a secarlos, y no terminará hasta que no acabe la historia humana. 

España

Una Semana Santa de diferente contemplación y vivencia

Maria José Atienza·28 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos

La pandemia ha dejado «en casa» las habituales y esperadas procesiones de Semana Santa en toda la geografía española. Sin embargo, la semana de Pasión, muerte y resurrección del Señor no pasará en balde: diócesis, hermandades y cofradías, asociaciones.., ofrecen este año diferentes posibilidades de vivir, interna y exteriormente estos días a los fieles.

Oración y celebraciones litúrgicas

Los cinco propósitos de Mons. Cerro

Mons. Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo, dirigió una carta a sus fieles titulada  “Una Semana Santa para volver a lo esencial”. En ella, propone tres claves para la próxima Semana Santa “para identificarnos en el Corazón de Cristo con la humanidad más sufriente y vulnerable”. El Primado anima a sus sacerdotes a preparar templos, iglesias, etc. con delicadeza, «para que cada persona, familia que acuda a las celebraciones, viva por dentro una Semana Santa distinta, pero no distinta de lo esencial”. Asimismo, el Arzobispo de Toledo propone cinco propósitos concretos para estos próximos días: una buena confesión, celebrar los misterios de la fe en la comunidad parroquial, preparar la riqueza litúrgica, visita de los monumentos y vivir las distintas celebraciones y ejercicios de piedad como “el viacrucis, la hora santa, el sermón de las siete palabras, etc.”

Sevilla: Meditar la Pasión por el patrimonio catedralicio

La Archidiócesis de Sevilla ha lanzado, para este tiempo de Semana Santa “Passion del Hombre-Dios”:  se trata de una serie de contemplaciones del misterio de la Redención a partir del patrimonio de la Catedral de Sevilla, es el título de ocho reflexiones en formato audiovisual para profundizar en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor durante esta Semana Santa 2021.

Los vídeos, realizados por la Delegación de Medios, han contado con la documentación técnica elaborada por la Delegación de Patrimonio Cultural en colaboración con la Institución Colombina de la Archidiócesis de Sevilla y tienen una duración aproximada de cinco minutos.

Las meditaciones recorren un centenar de obras seleccionadas con planos, meditaciones y textos bíblicos en torno a los siguientes temas La Entrada de Jesús en JerusalénLa Última CenaGetsemaní, el Proceso a JesúsJesús camino al CalvarioCristo en la Cruzde la Cruz al Sepulcro y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Mediante las percepciones sensoriales, el espectador dispondrá de un valioso recurso que resultará provechoso para ahondar en la reflexión y en la oración personal, estos días en los que la liturgia propone el recogimiento y el silencio interior.

Valencia: “Manual para vivir la Semana Santa 2021”

La delegación diocesana de Liturgia del Arzobispado de Valencia ha elaborado materiales para preparar y vivir la Semana Santa y la Pascua este año, que se incluyen en el “Manual para vivir la Semana Santa 2021”. Se trata de textos, guías, oraciones y lecturas, que ayudarán a los fieles a preparar la Semana Santa de forma presencial en los templos y en las parroquias y también desde casa – siguiendo las retransmisiones por internet- en aquellos casos de personas impedidas, enfermas, o mayores o que por circunstancias de la pandemia deben permanecer en sus hogares.

La procesión más complicada

Todas las Hermandades y Cofradías de nuestro país viven estos días momentos complicados. Las restricciones sanitarias han obligado a suspender las estaciones de penitencia propias de la Semana Santa. Los cultos en sus templos y la especial preparación del Triduo Pascual están marcando una Semana Santa de nuevo atípica.

Exposiciones y muestras

Numerosas ciudades con un amplio patrimonio ornamental y devocional ofrecen estos días exposiciones abiertas a todos los que deseen visitarla en la que se muestran imágenes, textiles, ornamentos y elementos diversos propios de las procesiones de Semana Santa.

Un ejemplo lo encontramos en Cádiz, con la exposición cofrade «Una historia de fe«, organizada por la Fundación Cajasol en colaboración con el Consejo Local de Hermandades de Cádiz y la delegación de Cultura de la Junta, que se puede visitar ya desde este miércoles y hasta el próximo 4 de abril en el patio del museo provincial de Cádiz. Asimismo, Sevilla cuenta con una muestra cofrade estos días. «In Nomine Dei», también iniciativa de la Fundación Cajasol y del consejo de Hermandades de Sevilla, reúne unas 250 piezas de las 70 hermandades de penitencia de la capital andaluza y que muestra desde trabajos de orfebrería o joyería así como escultura ornamental y figuras secundarias de los pasos hispalenses. De entra las capitales castellanas, el Palacio Real de Valladolid acoge hasta el próximo 4 de abril la exposición “Semana Santa de Valladolid 2021″. La muestra está compuesta por dos exposiciones fotográficas y una maqueta de la procesión del Viernes Santo vallisoletano. El punto fuerte de esta exposición es sin duda la presencia del “Cristo de la Misión”, propiedad de la Agrupación de Apoyo Logístico 61, que se venera en el Palacio Real.

Itinerarios

Madrid

La Archidiócesis de Madrid es una de las que anima a peregrinar a los distintos lugares de culto de la capital en las que se encuentran las imágenes que tradicionalmente, procesionan por las calles de la capital estos días. De hecho, estas imágenes pueden visitarse hasta el Sábado Santo, 3 de abril y la Archidiócesis ha elaborado un pequeño mapa para consultar la localización de los templos. Imágenes tan queridas como Jesús el Pobre, el Divino Cautivo, los Dolores o el Cristo de los Alabarderos pueden ir a verse y rezar ante ellas durante estas jornadas.

Guía de Madrid Procesional de Nártex

También en Madrid se desarrolla la iniciativa puesta en marcha por la Asociación Nartéx, especializada en proyectos y actividades orientadas a profundizar en el auténtico sentido del arte cristiano, con su Guía de Madrid Procesional a través de la que se puede seguir un itinerario compuesto por seis paradas, en las que se pueden conocer seis obras que abordan la pasión del Señor en la capital madrileña. La guía explica, desde el punto de vista artístico, devocional y con detalles poco conocidos la obra pictórica de la Última Cena, del Monasterio del Corpus Christi (Carboneras) y las imágenes del Santísimo Cristo de la Salud, que se halla en la Real Parroquia de San Ginés, Nuestro Padre Jesús de la Salud, custodiado en la Iglesia del Carmen y San Luis obispo, la talla de María Santísima de la Esperanza Macarena de la Colegiata de San Isidro, el Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón, que se puede ver en la Basílica de San Miguel y el Cristo Yacente que se encuentra en las Benedictinas de San Plácido.

Málaga Nazarena

También Málaga ha cambiado sus salidas procesionales por la visita a los titulares en sus templos. En esta línea se enmarcan los itinerarios recogidos en Málaga Nazarena, realizados por el Área de Turismo del Ayuntamiento de Málaga y por la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, a través de los que se procura promocionar, dar a conocer y poner en valor, de manera permanente, el universo cofrade que la capital malacitana atesora. Todo ello a través de 6 circuitos que, debidamente señalizados y en los que a través de códigos QR se ofrecen datos, reseñas históricas… etc.

Paso a Paso, por Burgos

Algunas de las cofradías que integran la Junta de la Semana Santa de Burgos exhiben estos días algunos de sus pasos en sus respectivas iglesias parroquiales. De esta manera, los burgaleses podrán venerar las tallas más significativas de la Semana Santa. Entre las parroquias que de momento se han sumado a la iniciativas figuran San José Obrero (quien ya tiene de modo permanente su imagen del descendimiento expuesto), San Gil Abad (con la Virgen de los Dolores y el Santo Cristo de las Gotas), San Lorenzo, San Cosme y San Damián (con el Cristo de la Salud, la Virgen de las Angustias y el Cristo Chamarilero), San Pedro de la Fuente (con la Oración en el Huerto y su Virgen de los Dolores), San Lesmes (con su Cristo crucificado y su Cristo Negro), Santa Águeda (con la Virgen de la Soledad), San Nicolás (con el paso de la Flagelación y la Virgen de la Alegría), el Círculo Católico (Cristo atado a la columna), San Martín de Porres (con el beso de Judas), Nuestra Señora de Fátima (con la talla de la Virgen de la Misericordia y la Esperanza), Sagrada Familia (Cristo Resucitado) y la Catedral (con el Santo Cristo de Burgos).

Evangelización

Renovación parroquial. No des el cante

El canto es una importante parte de la liturgia. No es para entretener ni para rellenar vacíos, el canto es para rezar de un modo más sublime.

Juan Luis Rascón Ors·28 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec… (Canon Romano).

… Caín ofreció al Señor frutos del campo; y Abel, por su parte, los primogénitos y la grasa de su ganado. El Señor miró complacido a Abel y su ofrenda, pero no a Caín y la suya. (Gn 4, 3-4).

Aprendí a rezar el rosario en misa. Como me aburría, le pedía a mi madre llevar juguetes o tebeos, pero mi madre me decía que ni hablar del tema (no me he recuperado todavía del tremendo trauma). Y como seguía aburriéndome, mi madre me ponía a rezar el rosario, en bajito, durante la misa. Y así aprendí a rezar el rosario, bien tempranito.

A pesar del aburrimiento, la misa me impresionaba. El silencio, los gestos de la gente,… de pie, de rodillas,… un pantocrátor enorme encima del altar, las velas, el sacerdote, tan solemne, hablando de cosas incomprensibles, pero con aquella voz… sus gestos, tan solemnes. Allí evidentemente ocurría algo misterioso, aburrido pero misterioso, y grande, muy grande.

La aceptación por parte de Dios de la ofrenda de Abel y el rechazo de la ofrenda de Caín no fueron arbitrarios. Dios no es arbitrario. Abel ofreció las primicias de su ganado, quizá esos animales que el ganadero espera con ansia; Caín ofreció frutos del campo, unos frutos cualesquiera. ¿Los primeros que encontró por ahí? Quizá dijo: “A ver qué encuentro por ahí para llevar”.

Como los ricos del evangelio, Caín dio de lo que le sobraba. Abel se dio a sí mismo, como la mujer que dio lo que tenía para vivir. Este es el sacrificio que a Dios agrada. Es el sacrificio de Cristo, su Cuerpo y su Sangre. Pero no es el cuerpo y la sangre, como no eran los ganados de Abel, ni la moneda de la viuda: es el mismo Hijo de Dios quien se ofrece a sí mismo. Estamos hablando de algo de valor infinito.

La renovación pastoral de las parroquias pasa por que nuestras celebraciones de la Eucaristía reflejen todo esto. Especialmente los domingos.

La solemnidad no está reñida con la sencillez. Todo lo que se hace en misa debe tener un nivel de excelencia. No solo lo material, los ornamentos, objetos, adornos, el mismo edifico de la Iglesia, la limpieza, el orden. Se trata también de que la acogida sea excelente, que no sea lo mismo ir a la iglesia que ir al futbol: busco mi localidad y me siento. La Iglesia se ha de parecer más a una reunión de familia que a un supermercado donde cada uno va a buscar lo que le interesa, paga y se va sin saludar a nadie, si se puede. La prisa no debería caber en la celebración; acabemos pronto la de 11 para que entren los de 12. 

Hay algo particularmente que tenemos que replantear: el canto. Se dice que “hay que cantar”. ¿Por qué? Si no cantamos bien o no sabemos canciones dignas, mejor no cantar. El silencio acerca más a Dios que ciertas canciones “sesenteras” cambiadas de letra. Si buscamos lo mejor para el culto, ¿por qué admitimos, incluso con entusiasmo, canciones cursis pasadas de moda? El canto no es para entretener ni para rellenar vacíos, el canto es para rezar de un modo más sublime. ¿Cómo rezar con esas canciones que más parecen el desuello de un gato meningítico? 

En nuestras parroquias tenemos que explorar la llamada música “worship”, música contemporánea, creada para el culto a Dios. No se trata sólo de cantar canciones bonitas o de calidad musical. Se trata de aprender a adorar a Dios con la música. Como ha hecho siempre la Iglesia.

Vaticano

Domingo de Ramos. El asombro de ver a Dios amando

También este año, como el pasado, las celebraciones de la Semana Santa en Roma con el Papa tendrán una expresión peculiar motivada por la pandemia. Así ha sido el Domingo de Ramos, el pórtico de la semana que conduce a la Pascua. 

David Fernández Alonso·28 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

El altar de la Cátedra de San Pedro ha sido el escenario de la Misa del Domingo de Ramos, en la que se conmemora la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén pero también se proclama el Evangelio de la Pasión del Señor. Esa combinación suscita siempre un “sentimiento de asombro”, que ha servido al Papa Francisco como hilo conductor de su homilía. 

En esta ocasión no ha habido la procesión solemne con las Palmas o Ramos antes de la Misa que suele hacerse en la plaza partiendo del obsleisco central, sino que la entrada del Señor en la ciudad santa se ha conmemorado más brevemente en el interior, al pie del altar de la Confesión; y el número de participantes ha sido reducido.

Pasar de la admiración al asombro

En el contexto de la Pascua, Jesús nos sorprende de varias maneras, ha explicado el Santo Padre. Ante todo, porque la victoria que los suyos esperan no llega por medio de la espada, sino de la cruz, y esa diferencia muestra que “el asombro es distinto de la simple admiración”, y sus partidarios “admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse sorprender por Él”.

Admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro

Papa FranciscoDomingo de Ramos

Hoy, como en todas las épocas, hay muchos que admiran a Jesús por diversos motivos -sus obras, su ejemplo, su enseñanza- sin que por eso cambie su vida; sin embargo, “admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro”.

En cada herida

La cruz equivale para nosotros a humillación. Ahora bien, en palabras de san Pablo en la carta a los Filipenses, que afirman que Jesús “se despojó de sí mismo, […] se humilló a sí mismo” (Flp 2, 7.8). Francisco las ha recordado, y ha calificado la cruz de Jesús de “cátedra” en la que el redentor “nos enseña en silencio” con su misma humillación, asumida voluntariamente. No era necesario, pero deseaba “descender a nuestro sufrimiento” para así recuperarnos. Probó todo lo nuestro, hasta lo más doloroso o vergonzoso, transformándolo. “Ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra”.

Dejarnos sorprender por el amor de Dios

En definitiva, para experimentar la alegría de ser cristiano hemos de dejarnos “sorprender cada día por su amor admirable, que nos perdona y nos hace comenzar de nuevo”, sentir “la maravilla de la gracia” y percibir “la belleza de los hermanos y el don de la creación”.

Miremos al Crucificado y digámosle: ‘Señor, ¡cuánto me amas, qué valioso soy para Ti!’

Papa FranciscoDomingo de Ramos

Por eso el Papa ha invitado, al final de su homilía en este Domingo de Ramos, a “comenzar desde el asombro”: “Miremos al Crucificado y digámosle: ‘Señor, ¡cuánto me amas, qué valioso soy para Ti!’”. En eso está la grandeza de la vida, en “descubrirse amados. Y en la belleza de amar”.

De este estupor, ha dicho el Papa Francisco, hay un primer ejemplo en el Evangelio. Se trata del centurión que al verlo “morir así” exclamó: “¡Realmente este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15, 39). Se trata del asombro porque “lo había visto morir amando. Sufría, estaba agotado, pero seguía amando”. En la cruz, “Dios se ha revelado y reina sólo con la fuerza desarmada y desarmante del amor”.

Por segunda vez

Al finalizar la Santa Misa del Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Santa, el Papa Francisco rezó el Angelus. Precisamente, hizo referencia a la situación que vivimos en el contexto de la pandemia, que por segunda vez nos lleva a vivir una Semana Santa particular: «Hemos entrado en la Semana Santa. Por segunda vez la vivimos en el contexto de la pandemia. El año pasado estábamos más conmocionados, este año estamos más probados. Y la crisis económica se ha hecho más pesada».

Jesús toma la cruz, es decir, asume el peso del mal que implica dicha realidad, el mal físico, el psicológico y sobre todo el mal espiritual

Papa FranciscoAngelus del Domingo de Ramos

«En esta situación histórica y social, ¿qué hace Dios?», se pregunta el Santo Padre, y la respuesta es clara: «Toma la cruz. Jesús toma la cruz, es decir, asume el peso del mal que implica dicha realidad, el mal físico, el psicológico y sobre todo el mal espiritual, porque el Maligno aprovecha las crisis para sembrar la desconfianza, la desesperación y la cizaña».

Responder como la Virgen

Esto tiene que llevarnos a nosotros a responder a ese amor de Dios. «¿Y nosotros? ¿Qué debemos hacer?» exclama Francisco. El modelo «nos lo muestra la Virgen María, la Madre de Jesús, que es también su primera discípula». Ella siguió a su Hijo. Ella asumió su propia cuota de sufrimiento, de oscuridad, de desconcierto, y recorrió el camino de la pasión, manteniendo la lámpara de la fe encendida en su corazón.

Un don inmerecido

Con la gracia de Dios, «nosotros también podemos hacer este camino. Y, a lo largo del Vía Crucis cotidiano, nos encontramos con los rostros de tantos hermanos y hermanas en dificultad»: El Papa Francisco nos anima a no pasar de largo, a dejar que nuestro corazón se mueva a compasión y a acercarse. «En este momento, como el Cireneo, podemos pensar: «¿Por qué justamente yo?». Pero luego descubriremos el don que, sin merecerlo, se nos ha concedido».

El Santo Padre ha hecho una conmemoración especial antes de rezar la oración del Angelus a las víctimas de la violencia, en particular a las del atentado acaecido esta mañana en Indonesia.

Actualidad

Comienza la Semana Santa

La semana más importante del año litúrgico comienza con el Domingo de Ramos: son unos días para armonizar las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad.

Arsenio Fernández de Mesa·27 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Los días de Semana Santa son deseados por todos para hacer un parón en el ritmo cotidiano de vida, algo bien necesario. Pero los cristianos no debemos olvidar que se trata de días santos, no meramente ociosos. Días en los que se conmemoran los misterios centrales de nuestra fe. Días en los que nos hacemos contemporáneos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Resulta llamativo a este respecto cómo muchos creyentes descuidan la vivencia intensa del Triduo Pascual, que es el centro del año litúrgico.

Obras de fe

Parece como si aprovechar la Semana Santa consistiera en ir a procesiones, que aunque son una bellísima manifestación de la devoción popular no constituyen la sustancia de lo que la Iglesia ofrece para este tiempo. Tendemos quizá a quedarnos en un mero sentimentalismo que no se traduce en obras de fe. O a mantener una serie de tradiciones que no van más allá de las paredes de nuestra casa.

Pero muchos, por pereza o por ignorancia, no sienten la necesidad de acudir a la iglesia. Y los días de Semana Santa son días de iglesia. Días para alimentarse con la riqueza de la gracia divina que se derrama sobreabundantemente en la liturgia. 

Los oficios

“¿Los oficios? Ah, los oficios. Esas Misas que hay en Semana Santa. Pero no son de precepto: son para gente muy beata”. Esta reflexión, que puede provocar gracia, suelen hacerla muchos cristianos sin apenas ruborizarse. Curiosamente el miércoles de Ceniza llenamos las iglesias y tampoco es un día de precepto. Y en esa Misa, inicio del tiempo de Cuaresma, se nos exhorta a la conversión.

Una conversión que debería traducirse en un deseo de vivir con profundidad la Semana Santa. Algunos pasan del Domingo de Ramos –el de la entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un borrico, para consumar la salvación del género humano- al Domingo de Resurrección –cuando se actualiza la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte- sin solución de continuidad. Dos domingos que algunos simplemente sitúan al comienzo y al fin de las vacaciones. Y, en medio de todo eso, cuánta gracia de Dios se están perdiendo. 

La liturgia Pascual

El Oficio del Jueves Santo conmemora la última cena de Jesucristo con sus apóstoles, en la que instituye la Eucaristía y el orden sacerdotal y consagra el mandamiento nuevo del amor con el lavatorio de los pies. Después de la Misa se traslada el Santísimo Sacramento al monumento donde queda reservado para su adoración durante esa noche y la mañana siguiente.

El Oficio del Viernes Santo, día de ayuno y abstinencia, comienza con la postración del sacerdote ante el altar. Este día no se celebra la Eucaristía: Cristo crucificado es el centro de la liturgia. La Liturgia de la Palabra está centrada en la Pasión y Muerte del Señor. Después de una extensa y profunda oración universal, se adora la cruz y al final se distribuye la Sagrada Comunión. Toda la acción litúrgica de este día está impregnada de un silencio que conduce a la contemplación. Tras este oficio se deja desnudo el altar con la cruz encima. 

El Sábado Santo es un día en el que la Iglesia permanece en oración junto al sepulcro de Cristo, con esa actitud contemplativa de su Pasión y Muerte. Es el único día del año en el que no se celebra la Misa. En torno a la medianoche -aunque este año por las restricciones de la pandemia será necesario adelantar los horarios- tiene lugar la Vigilia Pascual, que quizá sea la Eucaristía más bella de todo el año.

Sorprende que la Misa con mayor riqueza litúrgica del año –la entrada del cirio y el paso de la oscuridad a la luz, un largo y profundo pregón, siete lecturas y siete salmos, celebración del Bautismo y renovación de las promesas bautismales- sea tan desconocida incluso entre muchos cristianos. La Iglesia espera en esta Misa la Resurrección de Jesús del sepulcro con las lámparas encendidas: el templo está en tinieblas hasta que la luz de Cristo, con el Cirio Pascual, va alumbrando a cada uno de los fieles. 

Armonizar la liturgia y la piedad

El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia se refiere a la necesidad de armonizar las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad, sin que se trate de vivencias paralelas. Son un medio maravilloso para vivir la Semana Santa tanto las procesiones como las prácticas cristianas en familia. Pero si quedan separadas de lo que sucede en los templos -donde se actualiza la obra redentora de Cristo en el alma de los fieles- pierden todo su sentido. Los días de Semana Santa son días de Iglesia y conviene que los cristianos no lo olvidemos. 

Vaticano

El humanismo de Dante, aún vigente y actual

Cuando se cumplen los 700 años de la muerte de Dante, el Papa Francisco reflexiona sobre el legado cultural y espiritual que dejó el escritor florentino.

Giovanni Tridente·26 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos

Al cumplirse 700 años de la muerte del gran poeta Dante Alighieri, autor de la famosa Divina Comedia, en el día en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación del Señor, el Papa Francisco ha firmado una nueva Carta Apostólica en la que reflexiona sobre la vigencia y relevancia para la humanidad actual del legado cultural y espiritual que dejó el escritor florentino.

Se titula Candor Lucis aeternae (Resplandor de la Luz eterna) precisamente en referencia a la encarnación del Verbo eterno de Dios en el seno de la Virgen María y en homenaje al poeta italiano que con su obra supo expresar «mejor que tantos otros», «la profundidad del misterio de Dios y del amor».

En una decena de páginas, el Papa Francisco repasa el mensaje de esperanza, el papel de la misericordia, el camino de la libertad, el misterio de la Trinidad, la autoridad de la mujer y la unicidad de cada criatura que se desprenden de la obra del poeta, tal y como se han transmitido hasta nuestros días, incluyendo la necesidad de ser redescubiertos y potenciados.

Se entiende muy bien, recorriendo la Carta Apostólica, que se trata de un autor muy apreciado y no es secundario que el Papa Francisco lo califique desde las primeras palabras como «profeta de la esperanza», de hecho, con mayor razón por los dramáticos acontecimientos que le tocó vivir y respecto a los cuales nunca se resignó ni cedió ante la injusticia, la hipocresía, la soberbia o el egoísmo.

Tesoro cultural y moral

Sin embargo, más allá del aspecto biográfico, lo importante para el Papa Francisco es que el acceso a toda la obra de Dante sirva de estímulo para que nosotros, la humanidad de hoy, realicemos el «itinerario de la vida y de la fe de manera consciente», acogiendo todo ese tesoro cultural, religioso y moral que él transmitió.

Un patrimonio que antes que nada -leído, comentado, estudiado, analizado- debe ser «escuchado» e «imitado», escribe el Papa Francisco, para poder satisfacer plenamente «nuestra humanidad, dejando atrás las selvas oscuras donde perdemos la orientación y la dignidad.»

¿Y cuál sería la herencia que el autor de La Divina Comedia dejó a la humanidad, ahora con siete siglos de antigüedad?

En las raíces de Europa

Según el Papa Francisco, la obra de Dante es ante todo «parte integrante de nuestra cultura, nos remite a las raíces cristianas de Europa y de Occidente». Se trata, por tanto, de una riqueza de ideales y valores que aún hoy la propia Iglesia y las sociedades civiles «proponen como base de la convivencia humana, en la que todos podemos y debemos reconocernos como hermanos».

Dante -escribe el Santo Padre- «sabe leer en profundidad el corazón humano y en todos, incluso en las figuras más abyectas e inquietantes, sabe descubrir el deseo de alcanzar una cierta felicidad, una plenitud de vida». Es un proceso que surge en primer lugar de forma autobiográfica, que luego se extiende a cualquier otra persona que tenga el deseo de encontrar «la verdad, la respuesta a los porqués de la existencia».

Libertad y misericordia

Otro aspecto a destacar en la obra del poeta florentino es el de la libertad, fundamentalmente ligada también a la misericordia divina, como condición «tanto de las opciones de vida como de la misma fe». El hombre es en esencia su libertad, e incluso esos gestos aparentemente insignificantes de la vida cotidiana «tienen un alcance que va más allá del tiempo», proyectado en la dimensión eterna.

El Papa Francisco destaca entonces el contenido de «divinización» presente en la Divina Comedia, la centralidad del misterio de la Encarnación que resulta estar en el centro y núcleo esencial de todo el poema. En el relato de Dante, en definitiva, «la humanidad, en su realidad concreta, con los gestos y las palabras cotidianas, con su inteligencia y sus afectos, con el cuerpo y las emociones, es elevada a Dios», donde encuentra su plena y última realización, «meta de todo su camino».

Las mujeres como guías

En Candor Lucis Aeternae el Papa Francisco también destaca la centralidad del papel de las mujeres en la Comedia: María, Beatriz y Lucía. Una presencia femenina significativa, que realiza una labor de intercesión y guía: «María, la Madre de Dios, figura de la caridad; Beatriz, símbolo de la esperanza y santa Lucía, imagen de la fe». Confirmando que es el amor el que sostiene en el camino de la vida y conduce a la salvación, a la renovación de la vida y por tanto a la felicidad.

Por último, hay una referencia al Santo de Asís cuyo nombre lleva el Papa, elegido como figura entre los muchos santos que en la trayectoria de Dante alcanzaron la plenitud de su vida y vocación. Con San Francisco -escribe el Pontífice- Dante hace gala de una «profunda sintonía», de salir del propio espacio y de las propias «costumbres» para llegar al pueblo, el primero yendo entre la gente y predicando en las aldeas, el segundo utilizando el lenguaje del pueblo -el vulgar-. Sin contar con «la apertura a la belleza y el valor del mundo de las criaturas» que ambos han favorecido siempre.

Dar contenido a los mensajes de libertad

A propósito de la belleza, la Carta Apostólica concluye con una invitación explícita a los artistas «para que den voz, rostro y corazón, que otorguen forma, color y sonido a la poesía de Dante» para que logren comunicar, como él, las verdades más profundas del hombre, difundiendo «mensajes de paz, libertad y fraternidad».

Una llamada que se hace aún más urgente en el particular momento histórico que vive la humanidad, marcado por muchas sombras y situaciones que la degradan, carente de confianza y perspectivas de futuro. A través de Dante, por tanto, «profeta de esperanza y testigo del deseo humano de felicidad», podemos obtener una ayuda real para seguir avanzando «con serenidad y valentía en la peregrinación de la vida y de la fe», alegres y en paz.

Actualidad

Interrumpen el día y hieren la noche

A partir de un episodio presenciado, el autor hace una reflexión, muy personal, sobre la edad más adecuada para comenzar a utilizar un teléfono móvil.

Juan Ignacio Izquierdo Hübner·26 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Nos reíamos entre amigos recordando el “snake”, ese juego que venía en los móviles Nokia de nuestra adolescencia y que consistía en dirigir una culebrita hambrienta para evitar que chocara con las paredes o con su cola. Desde entonces las cosas han cambiado mucho, hasta el punto de que ahora son los móviles quienes juegan con nosotros. 

Virtuosamente administrado, el móvil es una maravilla. Pero cuando nos descuidamos, se transforma en un reptil difícil de domesticar que lucra con nuestro tiempo. Debajo de las redes sociales serpean softwares diseñados para volvernos dependientes de sus servicios, que esperan a que bajemos la guardia para envenenarnos: nos difuminan la noción del tiempo, anestesian la voluntad, interrumpen el día y hieren la noche. 

¿Y los niños?, ¿qué angustia vital padecen con estos móviles seductores, que les reclaman horas y horas de rifirrafe banal?

Hace unas semanas vi a una madre joven paseando con su hija de 11 o 12 años en un centro comercial. De pronto, la niña descubrió la tienda de tecnología, arrugó el rostro y gritó: “Mamá, ¡necesito un móvil!, ¡hasta cuándo te lo tengo que repetir! ¡En mi clase todas tienen uno!”

“Todas” tienen uno, repetía la pequeña. Y aunque las encuestas le dan la razón, su argumento disfraza un chantaje: “Si no me lo das, me condenarás al naufragio social”, querría decir. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Quién decidió que los niños necesitan un móvil, los padres o el mercado tecnológico?  

Mientras padres y profesores se desloman educando a los niños en el gobierno racional de sus deseos, los móviles conspiran con el propósito contrario. Y cuando los padres se arrepienten de haber hecho este regalo demasiado pronto, comprueban con horror que ya no lo pueden quitar, o que las limitaciones de horario son difíciles de aplicar, pues sus hijos han integrado el móvil en su vida como una extensión de su propio cuerpo. 

¿A qué edad regalar el móvil? La solución depende de la prudencia de cada familia y de su capacidad de gestión de la presión social. Pero la presión es inmensa, no los podemos dejar solos contra un adversario multinacional. Debemos pensar, coordinar estrategias, idear soluciones y apoyarnos entre todos. Si defendemos a los niños con valor, podremos acostarlos por la noche con la conciencia de que estamos haciendo caso a la advertencia de Jesucristo: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Por eso, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. Pero si tu ojo es malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas” (Mt 6, 22-23).

¿Y qué pasó con la madre joven? Se acuclilló a la altura de su hija, le acarició el pelo, calmando poco a poco su temblor y la abrazó. “Te entiendo, voy a conversarlo con papá, mientras tanto, yo te presto el mío cuando lo necesites…”, le susurró, dubitativa y añorando quizá la inocencia de los “ladrillos” Nokia y el snake.

El autorJuan Ignacio Izquierdo Hübner

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Vaticano

La Santa Sede seguirá vacunando a pobres y marginados

El Vaticano continúa la vacunación de los más necesitados al adquirir más dosis proporcionadas por el Hospital Lazzaro Spallanzani.

David Fernández Alonso·26 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Para concretar los varios llamamientos del Papa Francisco para que nadie quede excluido de la campaña de vacunación anti Covid-19, la Limosnería Apostólica vuelve a estar cerca de las personas más frágiles y vulnerables.

En el período previo al Domingo de Resurrección, precisamente durante la Semana Santa, el Vaticano destinará más dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech, compradas por la Santa Sede y ofrecidas por el Hospital Lazzaro Spallanzani, a través de la Comisión Vaticana Covid- 19, que estarán destinadas a vacunar 1200 personas entre los más pobres y marginados, que son los más expuestos al virus por su condición.

Donaciones para vacunas

Además, para seguir compartiendo el milagro de la caridad hacia los hermanos más vulnerables y darles la oportunidad de entrar a este derecho, será posible realizar una donación online de un “vaccino sospeso”, en la cuenta de la caridad del Santo Padre administrado por la Limosnería Apostólica (www.elemosineria.va).

Vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del planeta. En primer lugar, ¡los más vulnerables y necesitados!

Papa FranciscoMensaje para la Navidad 2020

En el Mensaje para la Navidad de 2020, el Papa Francisco hizo un sentido llamamiento: «Pido a todos: a los jefes de Estado, empresas, organismos internacionales, que promuevan la cooperación y no la competencia, que busquen una solución para todos»: vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del planeta. En primer lugar, ¡los más vulnerables y necesitados!”. “Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras. Estamos todos juntos en esto».

El Papa anima a vacunarse

Sobre el uso de la vacuna, además, el Papa ha animado repetidamente a las personas a vacunarse, porque es una forma de ejercer la responsabilidad hacia los demás y el bienestar colectivo, reiterando con fuerza que todos deben tener acceso a la vacuna, sin que nadie esté excluidos debido a la pobreza.

El pasado mes de enero, cuando comenzó la campaña de vacunación anti-Covid-19 en el Vaticano, el Papa Francisco quería que entre las primeras personas en vacunarse fueran más de veinticinco pobres, en su mayoría sin hogar, que viven en los alrededores de San Pedro y que diariamente son atendidos y acogidos diariamente por las estructuras asistenciales y de residencia de la Limosnería Apostólica.

La misma vacuna que el Papa

La vacunación de los pobres durante la Semana Santa se llevará a cabo en las instalaciones especialmente destinadas dentro del Aula Pablo VI del Vaticano, y se utilizará la misma vacuna administrada al Papa y a los empleados de la Santa Sede.

Los médicos y trabajadores de la salud serán los voluntarios que trabajan permanentemente en el consultorio «Madre di Misericordia», ubicada bajo las columnas de Bernini, los empleados de la Dirección de Salud e Higiene del Governatotato de la Ciudad del Vaticano y los voluntarios del Instituto de Medicina Solidaria y el Hospital Lazzaro Spallanzani.

España

Los obispos españoles animan a cuidar las celebraciones de Semana Santa

Los prelados han dirigido una carta para explicar las adaptaciones de las directrices que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó en relación a las celebraciones de la Semana Santa y del Triduo Pascual.

Maria José Atienza·26 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos

Los obispo españoles pertenecientes a la Comisión Episcopal para la Liturgia han querido dirigirse a sacerdotes y fieles para explicar las adaptaciones que se han realizado para España de las directrices que La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó en relación a las celebraciones de la Semana Santa y del Triduo Pascual en este año 2021. En este sentido, los obispos han recordado que “se ha hecho un esfuerzo para adaptarlas a la realidad y circunstancias de nuestro país”.  

Cuidado de las celebraciones presenciales

La nota de los obispos recomienda «siempre que sea posible, desde un discernimiento responsable la participación presencial en la celebración, formando parte activa de la asamblea». Evidentemente, quedan exentos «aquellos fieles que, por razón de edad, enfermedad, o de prudencia sanitaria, no puedan participar presencialmente en las celebraciones», y se aconseja seguirlas por los medios de comunicación.

En todas las celebraciones se deberán respetar las normas emanadas de las autoridades sanitarias en la lucha contra el virus: el aforo de los templos, las recomendaciones sanitarias e higiénicas para hacer de los lugares de culto espacios sanos y seguros, el uso de la mascarilla, disponibilidad de gel hidroalcohólico, distancia social, ventilación de los espacios, etc. Además recomiendan reducir al mínimo necesario el número de ministros, evitar el reparto de subsidios o folletos y cuidar que el canto, si se realiza, se haga con las medidas de precaución adecuadas.

Los prelados señalan la necesidad de preparar las celebraciones «eligiendo bien las alternativas que propone la Liturgia». Asimismo, señalan que si existen circunstancias de real necesidad y problemas de aforo «el Obispo diocesano puede autorizar a que se hagan varias celebraciones en el mismo templo en horas sucesivas».

Celebraciones virtuales, en directo

Desde la Comisión Episcopal de Liturgia se anima además a que se retransmitan en directo las celebraciones presididas por el Obispo en la catedral, como signo de unidad de la diócesis para que los fieles que se encuentren impedidos puedan participar desde sus casas. Además, señalan la posibilidad de ofrecer a los fieles la posibilidad de celebrar la Liturgia de las Horas, especialmente las Laudes y las Vísperas de cada día y el Oficio de Lectura.

Indicaciones para los sacerdotes

Los miembros de la comisión indican en la nota además que «los sacerdotes que estén afectados por el virus y estén confinados procuren también celebrar los distintos ritos, en la medida de lo posible y si su salud se lo permite».

Por otro lado, a aquellos sacerdotes que estén en activo, han de cuidar especialmente el Sacramento de la Penitencia teniendo «una mayor disponibilidad para que los fieles puedan celebrar este Sacramento, con todas las medidas de precaución, distancia social y discreción».

Celebraciones litúrgicas propias

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

Para la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén se evitará la forma primera descrita por el Misal –procesión–.

En las catedrales se utilizará la forma segunda –entrada solemne–, al menos en la misa principal. Los fieles permanecerán en sus lugares y se hará la bendición y la proclamación del evangelio desde un lugar, dentro de la iglesia, en el que los fieles puedan ver el rito. En la procesión al altar puede participar una representación de los fieles junto con el Obispo y los ministros.

En las parroquias y demás lugares de culto se utilizará la forma tercera –entrada simple–.

Misa crismal.

A juicio del Obispo la fecha de la Misa crismal puede trasladarse al día que parezca más adecuado.

Si las normas sobre aforos no permiten la asistencia de todos los sacerdotes de la diócesis y es necesario también limitar el número de fieles, procure el Obispo que al menos pueda hacerlo una representación del presbiterio –por ejemplo, el consejo episcopal, o el consejo presbiteral, o los arciprestes– y un grupo de fieles, y que la celebración sea retransmitida, de modo que quienes hubiesen querido asistir, muy en particularmente el resto del clero, puedan al menos seguirla por estos medios.

Jueves Santo.

De forma excepcional, al igual que el año pasado, los sacerdotes tienen la facultad de celebrar este día la Misa sin el pueblo, si concurren circunstancias que así lo aconsejen –por ejemplo, el contagio con el virus del propio sacerdote o el confinamiento de una población–. Quienes no tengan la posibilidad de celebrar la Misa rezarán preferentemente las Vísperas.

Ha de omitirse el rito del lavatorio de los pies.

Dado que este año la celebración se hará, en la mayor parte de los casos, con alguna participación del pueblo, no se omita la procesión y la reserva del Santísimo Sacramento para la adoración y la comunión al día siguiente. Facilítese, en la medida de lo posible, que los fieles puedan dedicar un tiempo de adoración, respetando siempre los horarios de restricción de la libre circulación de los ciudadanos que se establezcan en cada lugar.

Si se van a celebrar varias Misas de la Cena del Señor en la misma iglesia, háganse siempre por la tarde, y omítase, salvo en la última, la reserva solemne del Santísimo.

Si no se va a celebrar el Triduo completo en alguna iglesia, no se haga la reserva eucarística solemne. Además, si no se ha celebrado la Misa vespertina de la Cena del Señor, evítese una adoración eucarística desvinculada de dicha celebración.

Si la celebración es sin participación del pueblo, se omite la procesión, y la reserva se hace en el sagrario habitual.

Viernes Santo.

Se ha de asegurar la celebración de la Pasión del Señor, por lo menos, en la Catedral, en los templos parroquiales, al menos en los principales, y en aquellos de mayor capacidad dentro de las zonas pastorales establecidas en cada Diócesis.

En la oración universal se utilizará el formulario habitual con el añadido de la intención especial que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el pasado año (Decreto Prot. N. 155/20). El texto de la intención, que se añade entre la IX y la X, es el siguiente:

IXb. Por quienes sufren en tiempo de pandemia.

Oremos también por todos los que sufren las consecuencias de la pandemia actual: para que Dios Padre conceda la salud a los enfermos, fortaleza al personal sanitario, consuelo a las familias y la salvación a todas las víctimas que han muerto.

Oración en silencio. Prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, singular protector en la enfermedad humana, mira compasivo la aflicción de tus hijos que padecen esta pandemia; alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quienes los cuidan, acoge en tu paz a los que han muerto y, mientras dura esta tribulación, haz que todos puedan encontrar alivio en tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

En el momento de la adoración de la cruz el celebrante lo hará con una genuflexión o una inclinación profunda. El resto de la asamblea lo hará por medio de una genuflexión o inclinación profunda cuando la cruz sea mostrada, y lo harán cada uno sin moverse de su lugar. Se podría invitar, también, a todos los participantes a la liturgia a que hagan un momento de oración, en silencio, mientras se contempla la cruz. Se evitará, en cualquier caso, la procesión de los fieles en este momento de la celebración.

Vigilia Pascual

Se procurará su celebración al menos en la Catedral y en las iglesias parroquiales principales, que posean un aforo suficiente para que puedan participar los fieles con seguridad.

Dependiendo de las normas civiles que se hayan establecido en cada lugar sobre restricción de la libre circulación de los ciudadanos, elíjase una hora adecuada para el comienzo de la celebración que facilite a los fieles la participación en la misma y el regreso a sus casas al finalizar.

El “inicio de la vigilia o lucernario” se puede hacer a la entrada del templo. El celebrante principal deberá estar acompañado por un número limitado de ministros, mientras todos los fieles se mantendrán en sus lugares. Se bendice el fuego, se hacen los ritos de preparación y se enciende el cirio tal como indica el Misal. El sacerdote y los ministros, manteniendo la distancia de seguridad, hacen la procesión por el pasillo central y se cantan las tres invocaciones “Luz de Cristo”. No es recomendable repartir entre los fieles las velas y que las vayan encendido del cirio y luego pasen la luz unos a otros. Después de las invocaciones se canta el Pregón Pascual.

Sigue la “Liturgia de la palabra”. Por razones de brevedad puede acortarse el número de las lecturas, pero procúrese darle la relevancia adecuada a este momento de la celebración. En ningún caso se debería reducir a una Liturgia de la Palabra normal de un domingo, únicamente con tres lecturas.

La “Liturgia bautismal” se celebra tal y como viene indicada en el Misal. La presencia de la asamblea aconseja no omitir el rito de la aspersión después de la renovación de las promesas bautismales. Tómese la precaución, sin embargo, de evitar el contacto con el agua que se va a bendecir cuando esta se prepare, y que el sacerdote higienice las manos con gel hidroalcohólico antes de la aspersión.

No parece aconsejable, dadas las circunstancias, celebrar el bautismo de niños durante la Vigilia Pascual. Si se han de administrar los sacramentos de la Iniciación Cristiana a adultos o si al final se celebra el bautismo de algún niño, hágase con todas las medidas higiénicas y sanitarias que garanticen que los signos y ritos se hagan adecuadamente, pero de forma segura, especialmente los que implican el contacto, como las unciones.

Quienes no puedan participar en la solemne Vigilia Pascual pueden rezar el Oficio de lectura indicado para el Domingo de Pascua en la resurrección del Señor, con el deseo de unirse a toda la Iglesia en la celebración del misterio pascual.

Cirineos de pasillo

Tú y yo, en este tiempo, estamos llamados a llevar a Cristo por los pasillos de casa, a cargar ese peso sin reconocimiento, sin cirios, ni incienso… La procesión va, como nunca antes, por dentro.

25 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Probablemente hayas visto esa instantánea. La tomó el pasado año Alessandro Garofalo, fotógrafo de Reuters. En ella dos hombres portan una imagen de Cristo Crucificado por el interior de un pasillo. Sucedió en Taranto, Italia. Allí, Amedeo Basile, el sacerdote de la iglesia de Santa Maria Addolorata, en el momento más duro del confinamiento, subió las imágenes de un Cristo y de Santa María Dolorosa y, junto a sus fieles asomados a los balcones, rezaron el Via crucis al atardecer del Viernes Santo. 

Aquella foto (¡búscala si puedes!) cuando ya trasladaban la imagen a su emplazamiento original, dio la vuelta al mundo y fue elegida entre las prestigiosas «Fotos del Año». Quizás porque no inmortalizaba tan sólo un momento determinado en un lugar del mundo; aquella imagen era la “foto del mundo” en ese momento: el mundo que se topó con la cruz, con la incertidumbre, con la debilidad, en el interior de su casa.

Tú y yo, en este tiempo, estamos llamados a llevar a Cristo por los pasillos de casa, a cargar ese peso sin reconocimiento, sin cirios, ni incienso… La procesión va, como nunca antes, por dentro.  La misma imagen contiene toda la fuerza de la salvación. La de Cristo-Dios que se deja llevar a la Cruz por ti y por mi, la de Cristo, perfecto Hombre, que no puede con el peso del madero y que pide ayuda al hombre para salvarlo… 

Esos modernos cirineos con vaqueros y tatuajes, que ayudan a Cristo a llegar a todos los hombres, que se sienten torpes ante las dimensiones del madero, que se saben débiles y temerosos ante el dolor y el sufrimiento, esos inútiles, somos tú y yo: la nada de la que Dios se sirve para hacer la redención, también, o quizás especialmente, en tiempos de pandemia.

Ahora que se acerca la hora de llevar la cruz, de llevarla por los pasillos de casa, del hospital, sin ayuda muchas veces, tenemos el mejor momento para orar sobre esa elección de Dios con nosotros. Escogidos por casualidad, no por nuestros méritos, como los cirineos de ese Jesús que pasa por lo más profundo de nuestra intimidad.

Sí. Esta Semana Santa, otra vez es Cristo el que vendrá a casa. No podremos verle representado por las calles, en esa catequesis plástica que cada año ponen por nuestras ciudades tantas Hermandades y Cofradías, no veremos las lágrimas de otros, ni rezaremos hombro con hombro con nuestros hermanos bajo un costal o en silencio, desconocidos e ignorados bajo un antifaz de nazareno.

Lo haremos, otra vez, en el territorio de nuestra vida ordinaria, y este año no será por sorpresa. A pocas horas de los días de pasión, vuelvo a contemplar esa foto de Garofalo, para recordar que, con la esperanza de volver a cruzar la mirada con Cristo en las calles, la primera procesión, el primer encuentro con Cristo, se recorre en los pasillos de nuestra alma, solos, en silencio, en el confinamiento elegido de la oración. 

El autorMaria José Atienza

Directora de Omnes. Licenciada en Comunicación, con más de 15 años de experiencia en comunicación de la Iglesia. Ha colaborado en medios como COPE o RNE.

América Latina

Chile: triunfo para la libertad religiosa

Después de varios vaivenes respecto al derecho de ejercicio de culto, que está contemplado en la Constitución del país, la Corte Suprema de Chile ha emitido un fallo unánime en favor de la asistencia a Misa.

Pablo Aguilera·25 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Durante la fase más dura de la pandemia de Covid los obispos de la Iglesia en Chile, siguiendo las instrucciones del Ministerio de Salud, han dado una serie de indicaciones sobre las ceremonias litúrgicas: los fieles han quedado eximidos del precepto dominical, se han establecido medidas de prevención como el uso obligatorio de mascarilla, distancia física en el interior de los templos, suprimir el saludo de la paz, administrar la Comunión en la mano, respetar aforos en las celebraciones, etc. 

Una vulneración de derechos

En la denominada fase 1 (cuarentena), todos los ciudadanos deben permanecer en sus casas toda la semana, excepto los que tienen permiso expreso por razón de trabajo o para realizar actividades esenciales (compras en el supermercado y farmacia, funerales, hora médica, etc.) y, además, están prohibidas las Misas con presencia de fieles. 

El pasado 12 de marzo el Gobierno extendió la prohibición de Misas presenciales a las comunas que se encontrasen en fase 2 (libertad de circulación de lunes a viernes y cuarentena los fines de semana y festivos). Inmediatamente la Conferencia Episcopal elevó una fuerte protesta pública por considerar que se vulneraba injustamente la libertad religiosa. Al día siguiente el Ministerio de Salud reconoció su error y revirtió la medida.

Pidiendo protección

Paralelamente la Corporación “Comunidad y Justicia” acudió a una Corte de Apelaciones pidiendo que se protegiera la libertad religiosa asegurada en la Constitución del país, pues la prohibición de que los católicos vayan a Misa vulnera “el derecho al libre ejercicio del culto”. Dicha Corte rechazó el recurso, señalando que era suficiente que los católicos participaran en Misa por internet.

Comunidad y Justicia recurrió, entonces, a la Corte Suprema en contra del ministro de Salud por el acto ilegal y arbitrario de extender la prohibición de celebrar eventos con público, aplicable a las comunas en cuarentena y, en días laborales en comunas en fase 2, a las Misas y demás cultos religiosos. Señalaron que, aunque el Ministerio de Salud puede restringir ciertos derechos, “ello no autoriza a suspenderlos o afectarlos en su esencia, como en los hechos ocurre al impedir a los católicos asistir a la Misa (…), lo cual vulnera su derecho al libre ejercicio del culto, garantizado en la Constitución”.

El fallo de la Corte Suprema

El obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, elaboró, como abogado, un informe a la Corte para rechazar las prohibiciones. Solicita que se precise “si puede la misma autoridad de los tribunales, como ha sucedido (en Arica y Concepción), señalar que la asistencia telemática a un acto religioso es suficiente para satisfacer la necesidad espiritual de una persona”. 

Coincide el decano de la Facultad de Derecho de la U. Finis Terrae, Ignacio Covarrubias, quien señala que la libertad de culto “en el caso de los católicos es un derecho sensible que no puede ser puesto a un nivel similar a otros derechos como la libre circulación o el comercio”.

El 24 de marzo la Corte Suprema en un fallo unánime determinó que las  personas que se encuentren en fase 1 (cuarentena) o fase 2 podrán asistir a tales ceremonias religiosas, siempre y cuando se respete el aforo dispuesto por la autoridad sanitaria.