Con el motu proprio «Spiritus Domini» el Papa ha modificado el canon 230 del Código de Derecho Canónico, estableciendo que las mujeres también pueden acceder a los ministerios del Lectorado y del Acolitado, con un acto litúrgico que las institucionaliza.
La decisión del Papa Francisco procede de las recomendaciones surgidas de varias asambleas sinodales y de un desarrollo doctrinal «que ha puesto de relieve cómo ciertos ministerios instituidos por la Iglesia tienen como fundamento la condición común de ser bautizados con el sacerdocio real recibido en el sacramento del bautismo«.
No es casualidad que la nueva ley lleve la fecha del 10 de enero, la fiesta del Bautismo del Señor.
Corresponsabilidad de todos los bautizados
En una carta enviada al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa explica también las razones teológicas de su elección, que se refieren a la renovación trazada por el Concilio Vaticano II y a la urgencia de redescubrir «la corresponsabilidad de todos los bautizados en la Iglesia, y en particular la misión de los laicos«.
Fue el reciente Sínodo para la Amazonia el que instó a conferir ministerios a hombres y mujeres, precisamente para aumentar la conciencia de la propia dignidad bautismal.
Aumento del reconocimiento
De hecho, explica el Papa, al ofrecer esta posibilidad de acceso al ministerio del Acolitado y del Lectorado a hombres y mujeres laicos de ambos sexos, «aumentará el reconocimiento, a través de un acto litúrgico (institución), de la preciosa contribución que desde hace tiempo muchísimos laicos, incluidas las mujeres, ofrecen a la vida y a la misión de la Iglesia«.
Y aclara: «la variación de las formas de ejercicio de los ministerios no ordenados, además, no es la simple consecuencia, en el plano sociológico, del deseo de adaptarse a las sensibilidades o a la cultura de los tiempos y de los lugares, sino que está determinada por la necesidad de permitir a cada Iglesia particular, en comunión con todas las demás y teniendo como centro de unidad la Iglesia que está en Roma, vivir la acción litúrgica, el servicio a los pobres y el anuncio del Evangelio en fidelidad al mandato del Señor Jesucristo«.