A cuatro semanas de la Solemnidad de la Natividad del Señor, el inicio del tiempo litúrgico de Adviento ha de ser para los cristianos, el momento de preguntarse dónde, cómo y cuándo buscamos y encontramos al Señor. Esta ha sido la línea de las palabras que el Papa, tras el rezo del Ángelus, ha dirigido a los fieles congregados en la plaza de San Pedro.
El Papa ha subrayado que «el Señor viene, Dios siempre viene» y ha animado a estar atentos para que evitar que “distraídos como estamos por tantas cosas, esta verdad nos queda sólo en teoría; o nos imaginamos que el Señor viene de una manera llamativa, tal vez a través de algún signo prodigioso”. De hecho, ha subrayado que “Dios se esconde en las situaciones más comunes y corrientes de nuestra vida. No viene en eventos extraordinarios, sino en cosas cotidianas. Y ahí, en nuestro trabajo diario, en un encuentro fortuito, en el rostro de una persona necesitada, incluso cuando afrontamos días que parecen grises y monótonos, justo ahí está el Señor.
Francisco ha alertado ante el “peligro de no darse cuenta de su venida y no estar preparados para su visita” y se ha referido al Evangelio propio de este primer domingo de Adviento en el que “Jesús dice que cuando Él venga, ‘habrá dos hombres en el campamento: uno será llevado y el otro dejado’ (v. 40). ¿En qué sentido? ¿Cuál es la diferencia? Simplemente que uno estaba vigilante, capaz de discernir la presencia de Dios en la vida cotidiana; el otro, en cambio, estaba distraído, «apartado», y no se daba cuenta de nada”.
El Papa ha concluido sus palabras animando a los presentes a sacudirse “el letargo” y a preguntarse, sinceramente, si están “tratando de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas”. El pontífice ha animado, además, a dirigir la vista a la “Virgen Santa, Mujer de la espera, que supo captar el paso de Dios en la vida humilde y oculta de Nazaret y lo acogió en su seno”.