La tradicional inauguración del belén y el encendido del árbol de Navidad tendrán lugar en la plaza de San Pedro el sábado 3 de diciembre a las 17:00 horas. La ceremonia será presidida por el Cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Presidente del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, en presencia de Sor Raffaella Petrini, Secretaria General del mismo Governatorato. Por la mañana, las delegaciones de Sutrio, Rosello y Guatemala serán recibidas en audiencia por el Papa Francisco para la entrega oficial de los regalos. Detalles en el artículo de María José Atienza.
Para hacer el belén, escribe el Papa Francisco en su carta apostólica Admirabile signum (firmada en Greccio hace tres años, el 1 de diciembre de 2019), «se aprende como un niño: cuando el padre y la madre, junto con los abuelos, transmiten esta alegre costumbre, que contiene en sí misma una rica espiritualidad popular».
La maravilla y la emoción brotan del pesebre porque «el don de la vida, ya misterioso para nosotros cada vez, nos fascina aún más cuando vemos que Aquel que nació de María es la fuente y el soporte de toda la vida». […] A menudo los niños – ¡pero también los adultos! – les gusta añadir al belén otras figuritas que no parecen tener ninguna relación con los relatos evangélicos. Sin embargo, esta imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús, hay espacio para todo lo humano y para toda criatura. Desde el pastor hasta el herrero, desde el panadero hasta los músicos, desde las mujeres que llevan cántaros de agua hasta los niños que juegan…: todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer las cosas cotidianas de manera extraordinaria, cuando Jesús comparte su vida divina con nosotros».
Como siempre, subrayó el Santo Padre, «Dios desconcierta, es imprevisible, está continuamente fuera de nuestros esquemas. Así, el pesebre, a la vez que nos muestra a Dios tal y como entró en el mundo, nos provoca a pensar en nuestra vida inserta en la de Dios; nos invita a convertirnos en sus discípulos si queremos alcanzar el sentido último de la vida».
Ante el belén, escribe el Papa, «la mente se remonta de buen grado a cuando uno era niño y esperaba con ansia el momento de empezar a construirlo. Estos recuerdos nos inducen a ser cada vez más conscientes del gran regalo que nos ha hecho la transmisión de la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de compartir la misma experiencia con nuestros hijos y nietos».
Por eso, concluye Francisco, «el belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Desde la infancia y luego en todas las edades de la vida, nos educa para contemplar a Jesús, para sentir el amor de Dios por nosotros, para sentir y creer que Dios está con nosotros y nosotros con Él, todos hijos y hermanos gracias a ese Niño Hijo de Dios y a la Virgen María. Y sentir que en esto reside la felicidad».
La bendición de las imágenes del Niño Jesús
Fue el Papa Pablo VI, durante el Ángelus del 21 de diciembre de 1969, quien dio por primera vez la bendición a las estatuillas del Niño Jesús y a los belenes.
Desde entonces, cada domingo antes de Navidad, durante el Ángelus, la multitud reunida en San Pedro espera e invoca esa bendición. «Porque el pesebre», decía Montini, «revive el recuerdo del gran acontecimiento, el nacimiento de Jesús, el Salvador, el Hijo de Dios hecho hombre; y luego porque el pesebre representa con cándida e ingenua sencillez el cuadro de Belén; y se convierte en una escena evangélica, se convierte en una lección de espíritu cristiano, en un mensaje de costumbre». Y entonces porque el pesebre se calienta, «como un hogar de amor bueno y puro, y uno se siente un poco iluminado sobre todos los problemas de esta misteriosa aventura nuestra, que es nuestra vida en el tiempo, en la tierra».
Por último, una mención a uno de los lugares más visitados de Roma en Navidad: su construcción comenzó en 1972 con la idea del operador ecológico Giuseppe Ianni.
Desde hace 40 años, Ama (la empresa que se encarga del saneamiento urbano de la capital) pone a disposición del público un antiguo depósito para la reproducción fiel de Belén de hace más de 2.000 años, que cada año se hace más grande. Personalidades institucionales y religiosas, jefes de Estado, pontífices y miles de creyentes han pasado y rendido homenaje al Belén de los Basureros.
Con el tiempo, ha crecido mucho gracias a los regalos recibidos de todo el mundo: como las más de 2.000 piedras, 350 de las cuales proceden de diversos rincones del planeta, cada una con su propia etiqueta.
Con diversas escenas de la vida cotidiana de la época e innumerables referencias bíblicas: los pequeños sacos de lentejas recuerdan a Esaú, que renunció a su derecho de primogenitura por un plato de lentejas; la fuente de agua recuerda a Moisés, que con su bastón golpeó la roca de la que salió agua en abundancia para los israelitas; el saco de carbón es una referencia al profeta Isaías y, a continuación, el signo siempre presente del pan para representar la Eucaristía. Es Jesús quien se convierte en pan para todos nosotros.
El Papa Juan Pablo II, durante muchos años, visitó el Belén de los Recolectores de Basura. En la Navidad de 1985, dijo: «Soy peregrino en los distintos lugares del mundo, en los distintos países, también aquí en Italia, en las distintas regiones, y en Roma en las distintas parroquias. Pero entre todas estas peregrinaciones, está también la que es sistemática y se repite cada año, que comenzó en el 79, esta peregrinación aquí, en la casa donde los trabajadores de la limpieza de Roma encontraron una idea, un pesebre. Me invitaron la primera vez, y luego vengo incluso sin ser invitado, vengo todos los años. No sería cierto decir sin ser invitado, porque siempre estoy invitado, pero incluso sin invitación haría esta visita. Por eso, con esta peregrinación quiero encontrarme en un entorno muy cercano a aquel en el que nació Jesús».