La doctora Irene Kyamummi (Kampala, Uganda, 1983), es la cuarta de ocho hermanos. Pertenece a la tribuna Baganda que, con tres millones de personas, conforma el grupo étnico más grande de Uganda, en el África subsahariana. Desde pequeña quiso ser médico, “no fue una decisión del momento, sino de toda la vida. Siempre quise ser médico. Quería ayudar a los enfermos, y me atraía la bata blanca de los médicos. Somos africanos, amamos nuestra tierra, y queremos que nuestros niños puedan vivir y servir”, explica.
En su decisión influyeron varios factores. Sus padres, profesores de primaria, animaban a sus hijos a seguir sus sueños, aunque faltasen medios para hacerlos realidad. “Mis padres nos apoyaron a mi hermana Sanyu, un año mayor que yo, y a mí; estaban contentos de que quisiéramos estudiar medicina”, señala a Palabra.
Otro factor era el panorama de salud, bien cercano. Irene y su familia veían morirse o sufrir desnutrición grave a muchos niños. En Uganda, según datos de CIA World Factbook, el índice de mortalidad infantil registrado en 2019 es de 55 bebés menores de un año por cada mil nacimientos, un porcentaje que comparado con el de España —tres fallecidos por cada mil nacidos—, “resulta abrumador”, señala la doctora ugandesa, porque “se incrementa en las zonas rurales y más pobres”.
El hecho es más significativo, si cabe, “porque la mitad de la población en Uganda son niños, unos 23 millones. Además, vemos con preocupación otros datos, que son todavía más relevantes en las zonas rurales: 3 de cada 10 niños menores de 5 años sufren desnutrición. Y dos millones de niños tienen retraso en el crecimiento”.
Colegas que se marchan
“El año 2008, comencé a trabajar en el Mulago Hospital, el hospital público más grande del país, con 1.500 camas, y entre 80 y 100 nacimientos al día. La Fundación Kianda me propuso ir a Kenia para dirigir el proyecto Child Health Project (CHEP) de Kimlea, lo que suponía dejar un trabajo consolidado, pero me atraía la idea de poner al servicio de niñas y niños todo lo que sabía”. “No me acercaba al premio Nobel, pero sí a niños que necesitaban un médico”, comenta la doctora, al explicar que “un tercio de mis colegas están fuera. Buscan más dinero, una vida un poco mejor. De los médicos que despuntan, muchos se van”.
“Allí en Kenia, en las afueras de Nairobi, nació el proyecto CHEP, traté a niños que enferman y no saben que enferman. Niños que pertenecen a familias que no saben cuándo hay que acudir al médico. Algunos padecían malnutrición, o enfermedades que se pueden curar fácilmente en una clínica. En muy poco tiempo, me metí en el proyecto y quería llegar a más y más niños”. En unos años, han atendido a más de tres mil niños. También allí, la doctoraIrene Kyamummi tomó una decisión, que germinaba desde antes: atender y curar a los niños ugandeses: “impulsar el mismo proyecto en Uganda, porque siento la necesidad urgente de acercar la sanidad a la población, para dar a las familias una cultura de la sanidad. Creo que el panorama es entusiasmante”.
Ahora, la doctora Kyamummi acaba de visitar España para recibir el premio Harambee 2020 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana por su proyecto CHEP, que patrocinan los laboratorios René Furterer, con el fin de proporcionar asistencia sanitaria a la población infantil más vulnerable de Uganda.
Como pueden imaginar, Irene Kyamummi pide ayuda para la construcción de un dispensario en Kampala, que “nos permita centralizar el trabajo y facilitar la atención. Con sólo 50 euros un niño es atendido médicamente durante 10 años. Necesitamos 25.000 euros para una primera fase de ese dispensario”.