El origen de las Fiestas de la Santa Cruz data del 2 de mayo del 1787, cuando un gran temblor de tierra azotó a Puerto Rico, víspera de la fiesta de la invención (=hallazgo) de la Santa Cruz. Desde ese tiempo comenzó esta costumbre en nuestro pueblo puertorriqueño, la cual fue muy popular en el siglo XIX. Aunque hay vestigios de fiestas en honor a la Cruz en España, la forma de celebrarse en Puerto Rico es autóctona.
Estas fiestas constan -esencialmente- de 19 cánticos entonados ante un altar presidido por una cruz sin el Cristo, bellamente adornada con flores y cintas (como ampliaremos más adelante). Se desconoce la autoría de estos cánticos, aunque probablemente los mismos descienden de los motetes medievales. Los cantos no se conocen más que en Puerto Rico, a excepción de un estribillo (el del quinto cántico: Dulcísima Virgen…), que se ha hallado en México. Con todo podemos afirmar que los cantos de estas Fiestas de Cruz son propios de la Isla del Encanto.
Aunque no se sabe quién o quiénes compusieron estos cánticos, sí se reconoce quien recopiló, inscribió y difundió una de las muchas versiones existentes de los mismos, quizás la más popular de todas. Fue el ponceño Augusto Coen, quien a mediados del siglo XX llevó a cabo esta singular tarea de perpetuar en papel por primera vez en la historia las melodías de estos cánticos.
Aunque se les suele llamar Rosarios a la Santa Cruz o Rosarios de Cruz no estamos hablando del rosario católico meditando los misterios de la vida de Jesucristo y la Virgen María, con sus Padrenuestros, Avemarías y “Gloria al Padre”, pues no consta en la tradición puertorriqueña la inserción del rosario tradicional en las Fiestas de Cruz, o que estas fiestas consistiesen exclusivamente en uno o varios rosarios tradicionales. Las “rosas” de este “rosario” no son las Avemarías, sino estos cánticos en honor a la Virgen María, a la Cruz, a Jesucristo y al mes de mayo. Los Rosarios a la Santa Cruz son uno de los tres tipos de “rosarios cantaos” de la piedad puertorriqueño-católica, según Francisco López Cruz, a saber: el de difuntos (con ocasión de aniversarios de la partida de seres queridos o al final de los novenarios de estos rosarios); el de promesas hechas a alguna advocación mariana o de algún santo (p.e. a la Virgen del Carmen, a los Tres Santos Reyes, etc.); y los de la Cruz de Mayo.
A pesar de que cada comunidad tiene su modalidad de celebrar las Fiestas de Cruz, hay elementos que son comunes en todos los lugares en donde se celebran. Las Fiestas de Cruz se celebran en la noche (aún hoy, según una estrofa: Santísima Cruz / no te canto más / mañana en la noche / se te cantará). Era tradición celebrarla en el interior o en el patio de una casa. Rara vez se celebraba en una plaza pública o en una iglesia, como se hace en algunos lugares en la actualidad. Originalmente las Fiestas de Cruz son un “novenario”, pues se cantaban por nueve noches consecutivas, por lo que la decoración incluía nueve escalones que representaban estas nueve noches (Los nueve cajones / de la Santa Cruz / son los escalones / del Niño Jesús). Los escalones estaban adornados con cintas y flores, encabezados por una cruz sola, también bellamente decorada. Hoy son pocos los lugares que celebran el novenario per se; en muchos lugares celebran un “triduo” (o tres noches consecutivas de Fiestas de Cruz) o una sola noche. Aún hoy es costumbre tener uno o dos recesos para agasajar a los presentes con refrigerios típicos: gofio, arroz con dulce, galletas, dulces de lechosa (o de naranja, coco o ajonjolí), café, agualoja, chocolate, etc., según las costumbres de la comunidad. Lo tradicional era que una persona fuese anfitriona con los agasajos de alguna de las noches de Fiestas de Cruz, por lo que desde la primera hasta la octava noche se llevaba a cabo la ceremonia de “echar la capia”, es decir, escoger quién apadrinaría la noche siguiente. En algunos lugares esta “ceremonia” consistía en improvisar una copla a la persona capiada, como la que recoge Francisco López Cruz:
Antonia Vega
fue la capiada;
arroz con dulce,
dulce y naranja.
En otros lugares se le colocaba una flor a la persona seleccionada. En muchos lugares las Fiestas concluían con un baile que se prolongaba hasta el amanecer.
Los cantos de estas fiestas son tradicionalmente antifonales: 1 ó 2 cantores cantan las estrofas y el pueblo canta el estribillo. Si hay 2 cantores los mismos suelen cantar a voces. Normalmente se utilizan instrumentos típicos. En Ponce, pueblo que más ha cultivado las Fiestas de Cruz, se acostumbraba a usar instrumentos de orquesta, como la flauta y el violín. Era tradición el incluir otros instrumentos en la novena noche, como clarinetes, saxofones y/o trompetas. Los instrumentos más comunes en cualquier lugar en donde se canten estos rosarios son la guitarra y el cuatro puertorriqueño.
¿Qué ritmos predominan en estos rosarios? La marcha festiva, la guaracha y, sobre todo, el vals. De los 19 cánticos componentes de las Fiestas de Cruz, 11 son valses, 2 son marchas festivas, 4 son guarachas. Las primeras 2 canciones recurre a las fermatas y al rubato produciendo un ritmo libre con alargamiento de notas y compases un tanto peculiar.
Las Fiestas de Cruz se celebran en el mes de mayo, mes en que se celebraba la antigua fiesta de la Invención de la Santa Cruz (el 3 de mayo), mes que la tradición católica dedica a la Virgen María. Las Fiestas de Cruz sintetizan estos tres elementos, la santa Cruz, la Virgen María y el mes de mayo, temas principales de los cánticos. De los 19 cánticos, 7 están dedicados a la santa Cruz, 7 a la Virgen y 3 al mes de mayo, 1 a la pasión del Señor y 1 que es una invocación a Dios contra el mal.
Las Fiestas de Cruz están expuestas al mundo moderno y tecnológico, y corren el peligro de languidecer ante la generación incipiente de puertorriqueños. Ciertamente no es común el que estas Fiestas sean promovidas por nuestros municipios (salvo Bayamón o algún otro), quienes ya no hablan de “fiestas patronales”, sino de “fiestas de pueblo”; son las comunidades católicas de generaciones menos jóvenes quienes se han encargado de mantener viva esta tradición centenaria. Ojalá estos Rosarios a la Santa Cruz sigan siendo fuete espiritual para esta generación y aquellas que vendrán después, preservando de esta manera nuestras tradiciones católicas que como pueblo creyente hemos forjado.