En 2013 indicábamos que el verdadero inicio de los procedimientos que llevarían a completar la reforma de la Curia Romana -solicitada en las Congregaciones Generales antes del Cónclave que eligió al Papa Francisco- se encontraba en el nombramiento del nuevo Secretario de Estado, que tomó posesión el 15 de octubre de ese mismo año.
Y es notable que ya en aquella ocasión, al comentar su nombramiento, el entonces arzobispo Pietro Parolin, Nuncio Apostólico en Venezuela, hablara de su plena disposición a colaborar por el bien de la Iglesia y «por el progreso y la paz de la humanidad, para que ésta encuentre razones para vivir y esperar». Hace ya nueve años, de hecho, había varios conflictos que sacudían el mundo, empezando por las regiones de Oriente Medio, y el Papa Francisco había convocado una primera «vigilia de oración por la paz». Eso fue el 7 de septiembre de 2013.
Son circunstancias que vienen a cuento y plantean interrogantes, precisamente porque, mientras se ha mantenido el compromiso asumido al inicio del pontificado de reformar y racionalizar la estructura operativa central de la Iglesia de Roma, en el mundo, sin embargo, seguimos en el «año cero» de la paz, con un enorme conflicto aún más exacerbado a las puertas de Europa. Una Europa, casualmente, que el año anterior (2012) había sido galardonada precisamente con el Premio Nobel de la Paz.
También en aquellas semanas de septiembre de 2013, el Papa Francisco había concedido su primera entrevista a la revista jesuita La Civiltà Cattolica, y hablando del verdadero papel de los dicasterios de la Curia Romana, había reiterado que estaban «al servicio del Papa y de los obispos: tienen que ayudar a las Iglesias particulares y a las conferencias episcopales. Son instancias de ayuda».
Y, en efecto, sobre esta premisa se ha elaborado la Praedicate Evangelium , entregado a toda la Iglesia en la solemnidad de San José, el pasado 19 de marzo. Omnes ya publicó un detallado análisis el mismo día de su publicación, a cargo del canonista Jesús Miñambres.
Aquí conviene recordar que se trata de una reforma que llega 38 años después de la anterior Constitución Pastor Bonus deseada por san Juan Pablo II. Al formalizar en un único texto jurídico las numerosas «pequeñas reformas» llevadas a cabo por el Papa Francisco en el curso de su pontificado, el documento expresa también ese principio de sinodalidad y de escucha tan querido por el Pontífice, habiendo adquirido, tras el borrador inicial, observaciones, opiniones, sugerencias y peticiones de los jefes de Dicasterio de la Curia Romana, de los Cardenales reunidos en Consistorio e indicaciones de los Episcopados locales.
Observando las apariciones de las palabras más citadas en el texto, además de las inevitables de dicasterio, Iglesia y obispos, surgen claramente servicio, competencia, fe, pastoral, colaboración, misión, formación, comunión, doctrina, laicos, relaciones, Evangelio y justicia. Sólo con estos términos se esboza rápidamente la base de esta Reforma, que busca fortalecer el proceso de anuncio del Evangelio en la época contemporánea. No se trata, en definitiva, de un simple maquillaje -procedimientos que son, entre otras cosas, muy desagradables para el Papa- sino de una verdadera regeneración de procesos, competencias y visión.
Ahora estamos esperando la Editio Typica en latín, con su publicación en L’Osservatore Romano, para tener el texto definitivo del documento (y también el legalmente válido), del que saldrán las traducciones a las demás lenguas principales. Se entiende que la reforma entrará en vigor el 5 de junio, día de Pentecostés.