Traducción del artículo al italiano
El Santo Padre ha continuado este miércoles en la Audiencia general su catequesis sobre la ancianidad y, con la ayuda de la Palabra de Dios, según manifestó ante miles de fieles, reflexionó sobre lo que significa “honra a tu padre y a tu madre”.
“Este mandamiento no se refiere solamente a los padres biológicos, sino al respeto y el cuidado que se debe procurar a las generaciones que nos preceden, es decir, a todas las personas mayores. Además, consideremos que no se trata sólo de ‘honrar’ a los ancianos cubriendo sus necesidades materiales sino, sobre todo, de ‘honrarlos’ —de ‘dignificarlos’— con el amor, con la cercanía y con la escucha”, prosiguió el Papa Francisco.
“Muchas veces, lamentablemente, los ancianos son objeto de burlas, incomprensiones y desprecios. Incluso, llegan a ser víctimas de la violencia, pues se los considera material de descarte. Por eso, es importante que transmitamos a las jóvenes generaciones que el amor a la vida hay que manifestarlo siempre, en todas sus etapas, desde la concepción hasta su fin natural, e incluye de modo especial ‘honrar la vida vivida’ por nuestros mayores y honrarla con ternura y con respeto”, agregó el Papa.
“Este amor especial que se abre el camino en la forma del honor —es decir, ternura y respeto al mismo tiempo— destinado a la edad anciana está sellado por el mandamiento de Dios”, señaló el Romano Pontífice. “‘Honrar al padre y a la madre’ es un compromiso solemne, el primero de la ‘segunda tabla’ de los diez mandamientos”.
“No se trata solamente del propio padre y de la propia madre”, especificó el Santo Padre. “Se trata de la generación y de las generaciones que preceden, cuya despedida también puede ser lenta y prolongada, creando un tiempo y un espacio de convivencia de larga duración con las otras edades de la vida. En otras palabras, se trata de la vejez de la vida”.
“Recibimos amor, devolvemos amor”
Respecto al concepto de “honor”, el Papa quiso subrayar que “honor es una buena palabra para enmarcar este ámbito de restitución del amor que concierne a la edad anciana. Es decir, nosotros hemos recibido el amor de los padres, de los abuelos y ahora nosotros les devolvemos este amor a ellos, a los ancianos, a los abuelos. Nosotros hoy hemos descubierto el término ‘dignidad’, para indicar el valor del respeto y del cuidado de la vida de todos. Dignidad, aquí, equivale sustancialmente al honor: honrar al padre y a la madre, honrar a los ancianos y reconocer la dignidad que tienen”, señaló.
En Buenos Aires
En su alocución, Francisco recordó sus visitas a los ancianos y personas mayores en la capital argentina. “Os digo una cosa personal: a mí me gustaba en Buenos Aires visitar las residencias de ancianos. Iba a menudo y visitaba a cada uno. Recuerdo una vez que pregunté a una señora: ‘¿Usted cuántos hijos tiene?’ —‘Tengo cuatro, todos casados, con nietos’. Y empezó a hablarme de la familia. ‘¿Y ellos vienen?” —‘¡Sí, vienen siempre!’. Cuando salí de la habitación, la enfermera, que había escuchado, me dijo: ‘Padre, ha dicho una mentira para cubrir a sus hijos. ¡Desde hace seis meses no viene nadie!’.
“Esto es descartar a los ancianos, es pensar que los ancianos son material de descarte. Por favor, es un pecado grave. Este es el primer gran mandamiento, y el único que indica el premio: ‘Honra al padre y a la madre y tendrás vida larga en la tierra’”, subrayó el Pontífice.
“Este mandamiento de honrar a los ancianos nos da una bendición, que se manifiesta de esta manera: ‘Tendrás larga vida’. Por favor, custodiad a los ancianos. Y si pierden la cabeza, custodiadlos también porque son la presencia de la historia, la presencia de mi familia, y gracias a ellos yo estoy aquí, lo podemos decir todos: gracias a ti, abuelo y abuela, yo estoy vivo. Por favor, no los dejéis solos”.
“Una auténtica revolución cultural”
“Y esto, de custodiar a los ancianos, no es una cuestión de cosméticos ni de cirugía plástica, no. Más bien es una cuestión de honor, que debe transformar la educación de los jóvenes respecto a la vida y a sus fases”.
“El amor por lo humano que nos es común, e incluye el ‘honor por la vida vivida’, no es una cuestión de ancianos”, concluyó el Papa. “Más bien, es una ambición que iluminará a la juventud que hereda sus mejores cualidades. La sabiduría del Espíritu de Dios nos conceda abrir el horizonte de esta auténtica revolución cultural con la energía necesaria”.