En la catedral de San Esteban, de Viena, todos los días muchas personas rezan ante un icono pintado con trazos sencillos que representa a la Virgen María con el Niño Jesús. Se trata de la imagen milagrosa de la pequeña localidad de Máriapócs, en Hungría, que derramó lágrimas en 1.696. El icono fue entonces trasladado inmediatamente a la capital del Imperio de los Habsburgo; pero no terminaron ahí los extraordinarios acontecimientos en la pequeña población húngara donde se había producido la gracia.
Hungría, finales del siglo XVII. Gran parte del país acaba de ser liberada de la dominación turca, y amplias zonas estaban aún despobladas tras 150 años de guerras constantes. Ahora son dueños del país los Habsburgo austriacos, pero muchos de los nobles y gran parte del pueblo están descontentos porque el rey de Hungría ya no reside en el castillo real de Buda (una parte de la actual Budapest), sino en la lejana Viena.
En la pequeña iglesia de madera, de rito greco-católico, del pueblo de Pócs -hoy situado en el noreste del país- había entonces un sencillo icono de Santa María pintado por el hermano de un sacerdote. Pertenece al tipo de la “Hodegetria” (“la que muestra el camino”) y muestra a María mientras señala con el dedo al niño Jesús que está en su brazo. Un día, el 4 de noviembre de 1.696, un campesino que estaba presente durante la Sagrada Liturgia notó que de los ojos del icono brotaban lágrimas. El fenómeno, que se prolongó de manera intermitente hasta el 8 de diciembre, fue investigado inmediatamente por las autoridades eclesiásticas y civiles. Hungría está muy fragmentada confesionalmente, pero esta circunstancia resulta providencial en relación con examen del milagro: no sólo los católicos, sino también numerosos cristianos luteranos y calvinistas atestiguan la autenticidad del acontecimiento.
También el emperador Leopoldo I y, sobre todo, su esposa Leonor Magdalena, tuvieron noticia del suceso. Pronto se toma la decisión: ¡la imagen milagrosa debe ser llevada al centro del imperio, a la sede imperial de Viena! El 1 de marzo de 1.697, el icono es desmontado en Pócs contra la voluntad de la población y trasladado a Viena, donde es venerado durante meses con numerosas misas solemnes y procesiones. Finalmente recibió un lugar definitivo en la catedral de San Esteban. La veneración de la imagen milagrosa en el Imperio creció aún más cuando, tan solo unos meses después, el 11 de septiembre de 1.697, el príncipe Eugenio de Saboya obtuvo la victoria sobre los otomanos en la batalla de Zenta (entonces en Hungría, y hoy en Serbia). La familia imperial y los predicadores de la época atribuyeron el triunfo a la intercesión de Nuestra Señora de Pötsch, como se conoce en el ámbito lingüístico alemán a la ciudad húngara.
Los habitantes del lugar se sienten inicialmente decepcionados porque les hayan quitado “su” icono milagroso. Transcurridos no menos de diez años, Pócs recibirá una copia de la imagen milagrosa. Pero he aquí que, mientras el original de Viena no había derramado ni una lágrima desde entonces, el siguiente milagro de lágrimas se produjo en Pócs ya el 1 de agosto de 1.715, esta vez en los ojos de la copia. El obispo correspondiente hizo estudiar de nuevo el suceso y al cabo de muy poco tiempo aprobó ya la veneración del segundo icono milagroso de Pócs, que esta vez pudo permanecer en el pueblo.
El pueblo tomó pronto el nombre de Nuestra Señora, y desde entonces se llama Máriapócs. A mediados del siglo XVIII se construyó una iglesia santuario barroca para acoger a la gran multitud de peregrinos, y se erigió un monasterio de la orden de los Basilianos, grecocatólicos, para la atención pastoral. El comportamiento milagroso del icono alcanza incluso a los tiempos modernos: a partir del 3 de diciembre de 1.905, la imagen comenzó a llorar por segunda vez; el milagro continuó hasta finales de mes y de nuevo fue confirmado como auténtico tras un estudio.
En 1.991, el Papa san Juan Pablo II visitó Máriapócs y celebró allí la liturgia según la tradición de la Iglesia oriental. En la actualidad, cada año acuden varios cientos de miles de fieles a este lugar de gracia del nordeste de Hungría, lo que hace de él uno de los más importantes de la región.
Aunque el icono original de la catedral de San Esteban no ha vuelto a llorar desde 1696, su historia posterior no es menos significativa. En los últimos días de la segunda guerra mundial, cuando se incendió la vieja cercha del techo de la catedral de San Esteban, de 400 años de antigüedad, y se derrumbó la bóveda de la iglesia, el icono permaneció ileso. En 1.948 se colocó en un altar propio en el lado derecho de la nave, bajo el magnífico “dosel de Öchsel”, de principios del siglo XVI.
La imagen milagrosa adquirió más tarde fama internacional gracias a la visita de un santo: el 4 de diciembre de 1.955, san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, rezó ante la “Virgen de Pötsch”. Esta imagen de la Madre de Dios, procedente de un pueblo que entonces estaba detrás del “telón de acero” le conmovió de una manera peculiar. Era para él la puerta de entrada a la difusión de la fe en aquellas zonas que se encontraban bajo el dominio comunista. “Sancta Maria, Stella Orientis, filios tuos adiuva!” (¡Santa María, Estrella del Oriente, ayuda a tus hijos!), le implora. Esta jaculatoria se extiende por todo el mundo en las décadas siguientes. La petición de san Josemaría es atendida en 1.989-1.980, y cae el comunismo en la Europa del Este. El 9 de enero de 2.002, en el centenario del nacimiento de Escrivá, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, dedicó una placa conmemorativa situada junto al altar. Hoy, Nuestra Señora de Máriapócs une a los cristianos de Oriente y de Occidente, de Europa central y del mundo entero.