Evangelización

Xavier Ilundain: «Llegamos a repartir 13 millones de estrellas»

Los premios de Obras Misionales Pontificias han recaído este año en la hermana Primitiva Vela, misionera en la India, y el sacerdote Xavier Ilundain, fundador de "Sembradores de Estrellas", que ha contado a Omnes su experiencia con esta iniciativa.

Loreto Rios·20 de octubre de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos

Xavier Ilundain ©OMP

Hoy, viernes 20 de octubre, se entregan los premios misioneros de Obras Misionales Pontificias. Se trata de la segunda edición de estos galardones, que este año han recaído en la hermana Primitiva Vela (Premio Beata Pauline Jaricot), Hermana de la Caridad de Santa Ana, misionera en la India, y el padre Xavier Ilundain (Premio Paolo Manna), jesuita, fundador de la iniciativa “Sembradores de Estrellas”.

“Sembradores de Estrellas” nació en el año 1977 como un modo de enseñar a los niños que se puede regalar algo sin esperar nada a cambio. El sábado antes de Navidad, miles de niños salían a las calles con unas estrellas que habían tenido que adquirir antes y en las que había un mensaje breve, como “Jesús nace para ti”, o “Jesús vive”. El proyecto consistía en regalar las estrellas a la gente, pero sin aceptar aguinaldos. Después, todos se reunían para compartir sus experiencias, al principio en plazas, y, posteriormente, cuando la iniciativa fue creciendo, en la Puerta del Sol.

Han sido millones las estrellas que se han repartido hasta la fecha, y la actividad continúa realizándose hoy en día.

Con motivo de la entrega de los premios de OMP, hemos hablado con Xavier Ilundain, que recuerda con cariño todo lo que “Sembradores de Estrellas” le ha aportado.

¿Cómo surgió la idea de “Sembradores de Estrellas”?

“Sembradores de estrellas” es un sueño largo, muchas de estas obras las vas incubando poco a poco y tienes que darles un tiempo de gestación, igual que pasa en la gestación humana. Y, después, sale la criatura, y así fue.

En el día del Domund se sale con huchas a pedir por las calles y el dinero se manda a las misiones a través del Vaticano. Yo estaba entonces en un colegio, Nuestra Señora del Recuerdo, y estaba dándole vueltas a cómo explicar a los chicos que se puede dar algo a cambio de nada, en el sentido de ser gratuito y no ir buscando recompensas.

Entonces, se me ocurrió que los mismos chicos que salían (o que salíamos, yo salí en mis tiempos también con las huchas) a hacer la recaudación, volviesen a salir para agradecer de parte de los misioneros la ayuda que habían recibido. Lo de las estrellas fue porque se me ocurrió la idea de que hiciesen un regalo y que cada uno tuviese que comprar las estrellas que iba a repartir. Salían en grupos, pero cada uno compraba las estrellas, por lo tanto eran un regalo de cada uno de los niños. Y no se podían recibir aguinaldos.

Se salía el sábado anterior a Navidad y las estrellas llevaban un mensaje, como “Jesús vive”, por ejemplo, lo que cabe en una estrella.

Al principio provocamos una sorpresa, porque la gente decía: “¿Pero eso para qué es?”. Y había que explicarles: “Esto es para usted, lo regalamos, nos gusta regalarlas como agradecimiento de los misioneros que han recibido ayudas de las recaudaciones que se han hecho aquí”.

Era bonito, al final de la jornada nos reuníamos en alguna plaza, según el sitio donde habían estado repartiendo estrellas, nos felicitábamos la Navidad y volvíamos a casa. El sentido era dar gratis: yo lo compro, lo reparto, y comparto una pequeña cosa mía.

Empezó en Madrid, pero luego pasó a toda España. Llegamos a repartir 13 millones de estrellas, es poco común una explosión así, salieron cantidad de niños. Fue creciendo, yo ensayaba con los chicos y sus responsables, para hacerlo de manera que fuese grato a las personas que paraban, que no les diesen la estrella y saliesen corriendo. Y después fuimos conquistando Madrid.

¿Con qué anécdota se quedaría después de estos años?

Pues, como habíamos empezado con los madrileños, decidimos ir al alcalde, que en aquel momento era Tierno Galván. Es una anécdota que he contado varias veces. Tierno Galván era un hombre muy respetuoso con la realidad en la que vivía. Era agnóstico, pero un hombre con una calidad humana muy grande. Estaba enfermo y llevaba un año con cáncer cuando nosotros fuimos a verle. Pedimos audiencia, nos la dieron, luego nos la quitaron, seguramente a causa de su salud, y a petición suya nos la volvieron a conceder.

Cuando entramos en la sala, dijo: “Chavales, un alcalde no tiene tiempo para pensar más que en las cosas que va a hacer en las dos horas siguientes, y no le queda tiempo para pensar en las cosas del espíritu. Vosotros me vais a ayudar a pensar en ellas”. Fue un testimonio de creencia muy bonito. Nos pidió que le cantásemos y le cantamos varios villancicos. También un chico le leyó un discurso, y al acabar le dijo: “Ven, chaval, que te dé un beso”. Vivió muy pocos días más, de modo que fue un testimonio a muy pocos días de su fallecimiento.

Después, empezamos a hacer las reuniones en la Puerta del Sol, y ahí ya nos reuníamos unos 5000. Habíamos hecho un ensayo antes en la Plaza Mayor. La Reina Sofía fue a comprar figuras de Navidad allí: salió en la portada de ABC y llevaba una de nuestras estrellas. Eso fue cuajando después en cosas más importantes. Cuando nos reuníamos en la puerta del Sol, el ayuntamiento ponía el tablado y la megafonía. Ahí hacíamos el lanzamiento de globos.

Un globo es un trozo de goma que no sirve para nada, pero, si se llena por dentro, es ágil, puedes jugar con él, y se mueve con facilidad. Y, si se le mete helio, se dedica a pasear por el cielo. Con esa simbología, explicábamos: “Nosotros hemos venido aquí, queridos madrileños que estáis en la Puerta del Sol, a llenaros por dentro de tal manera que viajéis muy alto y que vuestra vida esté llena de buenos sentimientos”.

Nos acompañaron unos años dos alcaldes, además de Tierno Galván: Rodríguez Sahagún y Álvarez Manzano. Vinieron a estar con nosotros, se dirigieron a los chicos, y se manifestaron muy contentos de estar con ellos. Al final lanzábamos los globos al aire. Llevaban una tarjetita con una frase para la persona que encontrase el globo cuando dejase de volar.

El fondo es: “Vale la pena dar algo a cambio de nada”. Y después, fuimos conquistando la ciudad. Hubo años que tuvimos en todas las salidas del metro gente, eso quería decir que todo el que cogía el metro, al salir, se llevaba nuestras estrellas.

¿Ha participado en otras iniciativas de este tipo?

Con Sembradores de Estrellas empezaron a salir otras muchas cosas. Había dos hermanas que tocaban muy bien el acordeón y empezaron a salir también con instrumentos musicales. Otros eran pintores y empezaron a pintar en las aceras. Seguías unas flechas, y, en un par de manzanas, acababan en uno de esos dibujos.

Empezamos a reunir a los niños también en Santo Domingo de Silos, en los Encuentros Misioneros de Silos. Tuvimos unos campamentos muy grandes, llegamos a tener 1800 acampados.

También estaba el Tren Misionero, los Festivales de la Canción Misionera o la creación de un movimiento que se llama Cristianos Sin Fronteras.

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