Su vida
San Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1499, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). A los 14 años comenzó los estudios de Leyes en la Universidad de Salamanca, que abandonó al acabar el cuarto curso a causa de una experiencia espiritual de conversión, por lo que decidió volver al hogar familiar.
Con el propósito de hacerse sacerdote, en 1520 comenzó los estudios de Artes y Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, y fue ordenado en 1526. Decidió marchar como misionero a América y con este fin se trasladó a Sevilla para embarcarse hacia el Nuevo Mundo.
Sin embargo, el obispo de esta ciudad, convencido de las grandes cualidades del joven sacerdote le pidió que permaneciera a su servicio. A causa de una predicación mal interpretada, en 1531 fue denunciado a la Inquisición y encarcelado. Una vez absuelto en 1533, se trasladó a Córdoba, incardinándose en esta diócesis. Preocupado por la formación de los candidatos al sacerdocio, fundó varios Colegios menores y mayores que, después del Concilio de Trento, se convirtieron en Seminarios. Fundó también la Universidad de Baeza (Jaén), que fue durante siglos un importante punto de referencia para la formación de clérigos y seglares.
Después de haber recorrido Andalucía y otras regiones de España predicando, en 1554 se retiró definitivamente a Montilla (Córdoba). Acompañado de sus discípulos y amigos, con un Crucifijo entre las manos, falleció en dicha ciudad el 10 de mayo de 1569.
Fue beatificado por León XIII el 6 de abril de 1894. Nombrado Patrono del clero secular español por Pío XII el 2 de julio de 1946. Canonizado por san Pablo VI el 31 de mayo de 1970. El 7 de octubre de 2012 Benedicto XVI proclamó a san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia.
Sus escritos
Aunque fue sobre todo un gran predicador y director espiritual, usó también magistralmente la pluma para exponer sus enseñanzas. Su principal obra se titula Audi, filia, un tratado sistemático y completo sobre la vida espiritual, que ha llegado a ser un clásico de la espiritualidad. El Catecismo o Doctrina cristiana, es una síntesis pedagógica del contenido de la fe. En el Tratado del amor de Dios, penetra con profundidad en el misterio del Verbo Encarnado y Redentor. El Tratado sobre el sacerdocio es un compendio de espiritualidad sacerdotal.
Los escritos de reforma son dos Memoriales al Concilio de Trento y las Advertencias al Concilio de Toledo. Los Sermones y Pláticas, así como el Epistolario, abarcan todo el año litúrgico y la amplia cronología de su ministerio sacerdotal. Sus comentarios bíblicos —desde la Carta a los Gálatas hasta la Primera Carta de san Juan— son exposiciones sistemáticas de notable profundidad bíblica y de gran valor pastoral.
Influjo eclesial de su magisterio
San Juan de Ávila ha ejercido un gran influjo eclesial, no sólo mediante sus escritos, sino también por medio de sus discípulos, un grupo numeroso de casi cien, que se ha denominado «la escuela sacerdotal del Maestro Ávila», los cuales difundieron la doctrina del Maestro con su predicación y catequesis por toda España. Su discípulo más importante es Fray Luis de Granada (†1588), que lo cita a menudo y ampliamente. Fue quien escribió 19 años después de la muerte del santo su primera biografía: «Vida del Padre Maestro Juan de Ávila» (Madrid 1588).
San Juan de Ávila fue el sacerdote más consultado en la España del siglo XVI. Casi todos los grandes santos españoles del Siglo de Oro recibieron sus consejos y en algunos casos, él fue su director espiritual. Por ejemplo, santa Teresa de Jesús, en momentos difíciles, le pidió su parecer sobre el «Libro de la Vida» (1562). Después de haber leído el manuscrito le escribió una carta donde aprueba su doctrina y reconoce el origen divino de los fenómenos místicos extraordinarios de la santa. Esta carta la consoló mucho y después de haberla recibida, escribe: «El Maestro Ávila me escrive largo, y le contenta todo; sólo dice que es menester declarar más unas cosas y mudar los vocablos de otras, que esto es fácil».
El Maestro Ávila fue invitado a participar en la segunda convocación del Concilio de Trento (1551), por el Arzobispo de Granada, pero no pudo asistir a causa de su enfermedad. La influencia de su doctrina en este Concilio fue puesta de relieve por san Pablo VI en la homilía de la Misa para la Canonización (31-V-1970), donde afirmó: «No pudo participar personalmente en el Concilio a causa de su precaria salud; pero es suyo un Memorial, bien conocido, titulado Reformación del Estado Eclesiástico (1551), que el Arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, hará suyo en el Concilio de Trento, con aplauso general. El Concilio de Trento adoptó decisiones que él había preconizado mucho tiempo antes».
Los escritos de San Juan de Ávila han dejado una huella indeleble en la vida de la Iglesia. De su libro más difundido, Audi, filia, decía el Cardenal Astorga, Arzobispo de Toledo: «Este libro ha convertido más almas que letras tiene».
Sobre el sacerdocio
Su doctrina sobre el sacerdocio ha tenido una gran difusión, tanto directa como indirectamente, por medio de un tratado que tuvo un éxito enorme, titulado Instrucción de sacerdotes, sacada de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Santos Doctores de la Iglesia (Burgos 1612), del cartujo Antonio de Molina (†1619). En este libro, el autor cita continuamente las obras del santo y copia enteros párrafos sin citarlo explícitamente, y dice del Maestro Ávila: «Santo y venerable varón, hombre de grande perfección, y altísimo espíritu, y rara sabiduría, santo y apostólico varón, el cual con el altísimo espíritu que tuvo, y la gran luz con que el Espíritu Santo le alumbró, echó bien de ver cuán importante y necesaria es a los sacerdotes ser muy dados al espíritu de oración».
El influjo del Maestro Ávila se puede constatar también en otros autores espirituales de gran éxito, como el jesuita Luis de la Puente (†1624), que en el tercer tomo de su obra De la perfección del cristiano en todos sus estados (Pamplona 1616), toma muchas cosas de la doctrina del santo. También san Francisco de Sales (†1622) cita a menudo párrafos del Audi, filia, en su Introducción a la vida devota. Asimismo es citado con frecuencia en las obras de san Alfonso María de Ligorio (†1787). Finalmente, un ejemplo más de este influjo se encuentra en las obras de san Antonio Maria Claret (†1870), quien cita abundantemente al Maestro Ávila.