Su vida
San Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti, una pequeña población cercana a Turín, en una familia de campesinos, pobre y muy cristiana. Su padre falleció cuando él tenía menos de dos años, por lo que su educación corrió exclusivamente a cargo de su santa madre, Margarita Occhiena.
El 30 de octubre de 1835 entró en el Seminario de Chieri. Fué ordenado sacerdote el 5 de junio de 1841 en Turín, donde ejerció su ministerio sacerdotal en las cárceles, en las calles y en los lugares de trabajo. Pronto reunió en torno a sí a un grupo de jóvenes, a los que puso bajo el patrocinio de san Francisco de Sales. En 1846 alquiló un local en Valdocco, zona periférica al norte de Turín, que constituyó el primer núcleo estable de su labor con los jóvenes.
San Juan Bosco entendió con claridad que, cuando nacía el nuevo mundo industrial, la juventud tenía que estar preparada para la vida, no sólo moralmente, sino también profesionalmente, por lo que fundó las primeras escuelas profesionales y sucesivamente otras numerosas escuelas. El 28 de diciembre de 1859, con 17 jóvenes, fundó la Sociedad de san Francisco de Sales, por lo que a sus miembros se les denomina “Salesianos”. Sus Constituciones fueron aprobadas definitivamente por la Santa Sede el 3 de abril de 1874. El 5 de agosto de 1872 fundó la rama femenina, la Congregación de las “Hijas de María Auxiliadora”.
Murió el 31 de enero de 1888, a la edad de 72 años. Fué beatificado por Pío XI el 2 de junio de 1929, y canonizado por el mismo Papa el 1 de abril de 1934. El 24 de mayo de 1989 fue proclamado Patrón de los jóvenes, por san Juan Pablo II.
Sus obras
San Juan Bosco escribió muchas obras, pero no tratados sistemáticos, sino más bien de carácter pastoral, movido siempre por las circunstancias por las que atravesaba su vida y su apostolado. Se pueden clasificar en los siguientes géneros: escritos pedagógicos, de entretenimiento, teatrales, hagiográficos, biográficos, autobiográficos, de instrucción religiosa, de oración, documentos de gobierno y epistolario.
Sus enseñanzas
San Juan Bosco fue ante todo un gran pedagogo, que propugnó en sus escuelas el llamado “sistema preventivo”, que consistía en prevenir las faltas, en una época en que el sistema educativo era todavía “represivo”, consistente en reprimir y castigar los errores cometidos por los alumnos.
Además de ello, fue un gran maestro de la vida espiritual, que basaba en una sólida piedad sacramental. La frecuencia en recibir los sacramentos constituye un elemento imprescindible en su pedagogía para encaminar a los jóvenes hacia la santidad, y es la clave de su proyecto educativo: la Comunión y la Confesión frecuentes, la Misa cotidiana.
Enseñaba que la Comunión frecuente en muy recomendable, porque la Eucaristía es al mismo tiempo medicina y alimento del alma: «Dicen algunos que para comulgar frecuentemente hay que ser santos. No es verdad. Esto es un engaño. La Comunión es para quien desea hacerse santo, no para los santos; las medicinas se dan a los enfermos, el alimento se da a los débiles». La Comunión, por tanto, es necesaria para todos los cristianos: «Todos tienen necesidad de la Comunión: los buenos para mantenerse buenos, los malos para hacerse buenos: y así, jóvenes, adquiriréis la verdadera sabiduría que viene del Señor».
San Juan Bosco insistía mucho en la necesidad de la oración mental. Un recuerdo personal del beato Felipe Rinaldi, que en 1922 llegó a ser el Rector Mayor de la Sociedad Salesiana, y que trató a su fundador durante los últimos años de la vida de éste, demuestra la importancia que daba a la meditación: «Acercándome a confesarme con él durante el último mes de su vida, le dije: “No debe cansarse, no debe hablar, hablaré yo; usted me dirá al final sólo una palabra”. El buen Padre, después de escucharme me dijo una sola palabra: ¡Meditación!. No añadió más, ninguna explicación o comentario. Una sola palabra: ¡Meditación! Pero esa palabra valía para mí más que un largo discurso».
La espiritualidad de san Juan Bosco era eminentemente mariana. Decía que, junto a la Sagrada Comunión, María es la otra columna sobre la que se apoya el mundo. También afirmaba: «María Santísima es la fundadora y la que sostiene nuestras obras». Por ello dispuso colocar la imagen de la Virgen en todos los rincones de las casas salesianas, para que se la invocase y se la honrase come inspiradora y protectora de la Sociedad Salesiana. Él no dudaba en decir y en asegurar: «El multiplicarse y extenderse de la Sociedad Salesiana se puede decir que se debe a María Santísima».
San Juan Bosco fue el apóstol de la devoción a María Auxilium Christianorum, pero acabó por preferir a este título el de María Auxiliadora. En diciembre de 1862 comunicó su decisión de erigir una iglesia en Turín bajo al advocación de María Auxiliadora, cuya primera piedra se puso el 27 de abril de 1865.
Sin embargo, en su lecho de muerte no es la invocación “Auxiliadora” la que surgió de sus labios, sino la de “Madre”, pues falleció diciendo: «In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum…Madre…Madre, abridme las puertas del Paraíso».