San Francisco de Sales nace en 1567 en el castillo de Sales (Thorens, Saboya), en una de las más antiguas y nobles familias de Saboya. Estudió Derecho en la Universidad de Padua, alcanzando el grado de Doctor. Fue nombrado abogado del Senado de Saboya, pero decidió seguir su vocación sacerdotal, siendo ordenado en 1593.
Su vida
A petición de su obispo, inició con su primo Luis la reevangelización del Chablais, región situada al sur del lago de Ginebra, que se había pasado en masa al calvinismo. Se dedicó a imprimir hojas volantes con contenido doctrinal, que pegaba en los muros de las casas y hacía circular entre la población, por lo que Pío XI, con ocasión del tercer centenario de su muerte, lo nombró patrono de los periodistas católicos. En setiembre de 1598 volvieron a la fe católica más de 3.000 calvinistas.
En 1599 fue nombrado obispo coadjutor de Ginebra y en 1602 obispo residencial, con sede en Annecy, porque Ginebra era casi totalmente calvinista. En 1604 conoció a santa Juana Francisca Frémyot de Chantal, cofundadora con él de la Congregación de la Santísima Virgen, Madre de Dios de la Visitación, en 1610.
El 28 de diciembre de 1622 muere en el convento de la Visitación en Lyon, y el 23 de enero del año siguiente su cuerpo fue trasladado y sepultado en la Basílica de Annecy. Fue beatificado en 1662 y canonizado en 1665. El 19 de julio de 1877, Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia. Su fiesta se celebra el 24 de enero.
Sus obras
Escribió numerosas obras, que se pueden clasificar así: 1) Obras de controversia; 2) Tratados de vida espiritual; 3) Conferencias a las Visitandinas; 4) Sermones; 5) Epistolario; 6) Documentos de su ministerio episcopal; 7) Constituciones de la Congregación de la Visitación; 7) Opúsculos varios.
Sus obras más famosas son los tratados de vida espiritual: Introducción a la vida devota y el Tratado del amor de Dios. El primero, su obra maestra, es un auténtico best-seller de la espiritualidad cristiana, y sigue publicándose en la actualidad, porque el libro responde a los deseos religiosos más profundos del corazón humano. En él, su autor se dirige a todo cristiano que vive en el mundo y desea corresponder a las exigencias de santidad que comporta el haber recibido el Bautismo. Las verdades que allí propone palpitan de fe, amor y cordialidad.
El segundo libro, señala el santo en el Prefacio, se ha escrito para ayudar al cristiano ya devoto a progresar en su camino de santidad. En esta obra se presenta la historia de la incesante búsqueda del hombre por parte de Dios y de Dios por parte del hombre, y constituye una especie de comentario al Cantar de los Cantares.
San Francisco de Sales tiene fama de gran escritor. En la literatura francesa su prosa es citada y señalada como modelo de ductilidad, de delicadeza, de vivacidad de imágenes y de riqueza expresiva.
Sus enseñanzas sobre la santidad cristiana
Me limitaré a señalar aquí sus enseñanzas sobre la santidad cristiana, a la que según el santo obispo han de aspirar todos los cristianos. Por este motivo ha sido considerado como un precursor de la llamada universal a la santidad, proclamada por el Concilio Vaticano II.
En el Prefacio de Introducción a la vida devota, presenta el objetivo de este libro y los destinatarios del mismo: «Casi todos los que han escrito sobre la devoción, lo han hecho con vistas a la instrucción de las personas muy alejadas del mundo, o, al menos, han enseñado una suerte de devoción que conduce a este total retiro. Mi intento es instruir a los que viven en las ciudades, en familia, en la corte; a los que por su condición están obligados a vivir entre sus semejantes (…). A éstos les enseño que un alma enérgica y constante puede vivir en el mundo sin absorber sus venenos, encontrar sus manantiales de una dulce piedad en medio de las olas amargas de este siglo y volar entre las llamas de las concupiscencias terrenas, sin que se quemen las alas de los santos deseos de una vida devota».
Vida devota sin salir del mundo
Pero ¿en qué consiste concretamente esa devoción o vida devota, que se puede vivir sin salir del mundo? San Francisco de Sales lo explica en los dos primeros capítulos. El primero se titula: Descripción de la verdadera devoción, y el segundo: Características y excelencia de la verdadera devoción. He aquí el texto clave del primer capítulo: «La viva y verdadera devoción (…) presupone el amor de Dios; mas no un amor cualquiera, porque, cuando el amor divino embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual nos hace agradables a su divina Majestad; se llama caridad cuando nos da fuerza para obrar el bien; pero cuando llega a un tal grado de perfección, que no sólo nos hace obrar bien, sino además con cuidado, frecuencia y prontitud, entonces se llama devoción».
La devoción es, por tanto, un cierto estilo, un modo de practicar el amor de Dios, esto es, con diligencia, siempre y con prontitud. Por ello añade el santo obispo: «En una palabra, la devoción no es más que una agilidad y una viveza espiritual, por cuyo medio la caridad hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y afectuosamente», y concluye así este primer capítulo: «La caridad y la devoción sólo se diferencian entre sí como la llama y el fuego; pues siendo la caridad un fuego espiritual, cuando está bien encendida se llama devoción, de manera que esta llama de la devoción nada añade al fuego de la caridad, más bien la hace pronta, activa y diligente.
La dulzura de las dulzuras
Y al final del segundo capítulo ofrece esta definición de la devoción: «La devoción es la dulzura de las dulzuras y la reina de las virtudes, porque es la perfección de la caridad. Si la caridad es la leche, la devoción es la nata; si es una planta, la devoción es la flor; si es una piedra preciosa, la devoción es el brillo: si es un bálsamo precioso, la devoción es el aroma, el aroma de suavidad que conforta a los hombres y regocija a los ángeles».
Como se puede observar, para san Francesco di Sales la devoción o vida devota es sinónimo de perfección de la caridad, o sea, de vida cristiana perfecta: en último extremo, este concepto significa en sus enseñanzas la santidad cristiana.
Según la propia condición
En el capítulo tercero, titulado: La devoción se adapta a toda clase de vocaciones y profesiones, explica que la devoción o perfección de la caridad puede ser vivida de distinta manera según la propia condición o estado de vida. Éste es el texto clave: «De diferente manera han de practicar la devoción el noble y el artesano, el criado y el príncipe, la viuda, la soltera y la casada; y no solamente esto, sino que es menester acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular (…)
¿Sería cosa razonable que el obispo quisiera vivir en la soledad, como los cartujos? Y si los casados no quisieran ahorrar nada, como hacen los capuchinos, y el artesano estuviese todo el día en la iglesia, como los religiosos, y si el religioso tratase continuamente con toda clase de personas por el bien del prójimo, como lo hace el obispo, ¿no sería esta devoción ridícula, desordenada e insufrible? (…). No, la devoción nada echa a perder, cuando es verdadera; al contrario, todo lo perfecciona, y, cuando es contraria a la vocación de alguno, es, sin la menor duda, falsa (…). Es un error, y aun una herejía, querer desterrar la vida devota de las compañías de los soldados, del taller de los obreros, de la corte de los príncipes y del hogar de los casados».