No es muy común encontrar personas que se convierten en la selva amazónica y luego pasan años trabajando con inmigrantes en la “selva de cemento” que conforman los grandes edificios e innumerables calles de Los Ángeles. La historia de Juan Carlos Montenegro es una de esas excepciones.
La vida de este quiteño está marcada por un compromiso profundo con la fe y el servicio a los demás.
Con una pasión inquebrantable por ayudar a los jóvenes a descubrir su potencial Juan Carlos se ha dedicado a ser un guía y mentor, inspirado por el lema de Don Bosco de formar buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Se describe a sí mismo como un ser humano con una misión clara: “Ayudar a que los jóvenes que Dios le pone en su camino descubran su potencial”.
Desde joven se vio atraído por la vocación de servicio, la cual ha manifestado en diversas iniciativas y actividades que buscan el desarrollo integral de la juventud, ahora como Director ejecutivo del Salesian Family Youth Center.
Conversión en la selva
Cultivó la fe desde temprana edad, principalmente gracias a sus padres y la educación recibida en el colegio técnico salesiano de su ciudad.
Sin embargo, su verdadera conversión espiritual ocurrió durante un voluntariado Salesiano en la mitad de la Selva Amazónica del Ecuador, entre los Achuaras. Los miembros de esta la tribu achuar habitan en la región del Alto Amazonas en un gran territorio ubicado en ambos lados de la frontera entre Ecuador y Perú. Actualmente, hay unos 22.000 achuaras entre ambos países y la mayoría son de religion católica.
“Realmente hubo un sustancial crecimiento en la fe cuando realicé el voluntariado salesiano”, comenta Juan Carlos, subrayando la importancia de esta experiencia transformadora.
Reflexiona sobre cómo su relación con Dios ha evolucionado a lo largo del tiempo. “Pienso que ese camino ha cambiado muchas veces, desde una relación de solo pedir a una relación de dar y de saber recibir lo que venga”, explica.
Esta evolución le ha permitido comprender que Dios está siempre presente, acompañándonos en cada paso del camino, independientemente de las circunstancias.
Experiencias imborrables
La vida de Juan Carlos está llena de experiencias que han dejado una marca imborrable en su corazón, cada una está relacionada con un rostro.
Desde dar de comer a personas sin hogar en la iglesia en el centro histórico de Quito, hasta visitar orfanatos en la Amazonía o crear un programa de apoyo juvenil en los Estados Unidos, en respuesta a la crisis existencial de los hijos de los migrantes.
Tal vez, una de sus experiencias más memorables fue constatar el impacto en las vidas de los asistentes al campamento de verano, con más de 600 niños y jóvenes. Lo que más destaca de todas estas vivencias con las personas que ha conocido y ayudado a lo largo de su camino es “encontrar a Dios en las personas”.
Es un ejemplo de cómo una vida centrada en la fe y el servicio puede tener un impacto profundo y duradero en la comunidad. Es posible hacer una diferencia significativa en el mundo.