Natural de Huambo-Angola, en el municipio de Caála, en África, Francisco Eusébio Vinumo es el sexto y último hijo de una familia profundamente cristiana que cuenta, entre sus seis hijos, con otro sacerdote además de Francisco Eusébio.
¿Cómo nace su vocación?
—Todo comenzó con costumbres cristianas que nuestra madre nos inculcó desde pequeños: catequesis, el rezo del Rosario, -que a veces hacíamos en casa-, y por supuesto, la asistencia a la Santa Misa. Aquello despertó en mí el deseo de estar donde estaba el sacerdote, porque su forma de celebrar me cautivaba. En la inmensidad y diversidad con que Dios llama a las personas a su viña, yo también me sentí llamado a servirle.
Otra figura no menos importante en el descubrimiento de mi vocación fue mi hermano, que entonces ya era seminarista. Su testimonio influyó mucho en mi elección. Por la gracia de Dios, ahora es sacerdote.
¿Cómo es la vida de las comunidades cristianas angoleñas?
—Angola tiene una fe muy arraigada. A pesar de los diversos problemas políticos y socioeconómicos a los que se enfrenta el país, la población sigue firme en su fe, con Dios como único apoyo y consuelo.
La comunidad cristiana de Angola alimenta y refuerza su fe, sobre todo, mediante la práctica de devociones populares, como el rezo constante del Rosario, la participación en procesiones, peregrinaciones y las vigilias de oración. Es un país muy mariano, y sin la Virgen María, creo que la fe se habría debilitado mucho.
Por otra parte, hay una gran participación en las misas, tanto semanales como dominicales.
¿Cómo ayuda la Iglesia a la población en un país con una pobreza acentuada?
—Por desgracia, la pobreza es uno de los mayores problemas del país. Paradójicamente, somos uno de los países más ricos de África en recursos naturales, estamos cubiertos de riquezas sin beneficiar en nada a la población, porque el bien común no se gestiona con verdad y transparencia, siempre se reserva para unos pocos que se aprovechan personalmente, empobreciendo cada vez más a la gente pacífica.
La Iglesia recuerda constantemente a los gobernantes que su papel es garantizar el bienestar de la población, defenderla, proteger y promover la dignidad de la persona humana, garantizando la distribución universal del bien común. Además, promueve diversas acciones sociales y garantiza la formación intelectual y espiritual de la población, la llamada formación humana integral.
¿Qué aporta la Iglesia en África al mundo?
—En primer lugar, debemos dar gracias a Dios por el crecimiento de muchas vocaciones en África. Son países jóvenes en la fe, es decir, que no tienen muchos siglos de evangelización como Europa, por lo que esto aporta alegría y consuelo a la Iglesia africana y más allá. La Iglesia africana lleva un mensaje muy fuerte de esperanza y avivamiento de la fe al mundo y, como signo de gratitud, envía misioneros a Europa, no como signo de orgullo de que tenemos muchos y no necesitamos a nadie más, sino simplemente para ver a la Iglesia como una sola.
Los misioneros que salen de África van a ayudar a sus “antepasados en la fe” en Europa, que tanto hicieron por nosotro. Ahora somos nosotros los que debemos corresponderles, como un hijo agradecido siempre apoya a sus padres.
¿Qué significa para ti la posibilidad de estudiar en Roma?
—Roma es única, singular, irrepetible y enriquecedora. Tener contacto con una realidad distinta es enriquecedor.
Estar aquí es tocar las raíces de nuestros antepasados, nuestros patriarcas en el cristianismo, convivir y socializar con santos, mártires, papas y todos aquellos que han dejado su huella en la historia del cristianismo.
Estar en Roma es experimentar la universalidad de la Iglesia. Te hace ver y vivir verdaderamente la naturaleza “una, santa, católica y apostólica” de la Iglesia, y así estar unido en la diversidad. Roma es la ciudad eterna, no porque nunca muera, sino porque te eterniza. Este tiempo ha contribuido mucho a mi vida futura como sacerdote, especialmente con la formación que estoy recibiendo, que me permitirá transmitir la fe cristiana para que muchos de mis hermanos en Angola puedan santificarse.