Vocaciones

Obispo Cepeda: «La vocación es un reto para las familias»

El obispo Arturo Cepeda, de la arquidiócesis de Detroit, habla en esta entrevista con Omnes sobre los frutos del año dedicado a la oración por las vocaciones sacerdotales, la colaboración de los laicos con el clero y la importancia del discernimiento.

Paloma López Campos·5 de junio de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Bishop Cepeda

El obispo auxiliar de Detroit, Arturo Cepeda (CNS photo/Robert Duncan)

El obispo auxiliar Arturo Cepeda conoce muy de cerca el trabajo con los seminaristas y los jóvenes que se plantean la vocación al sacerdocio. Trabaja en la arquidiócesis de Detroit y ha sido el obispo más jóven de Estados Unidos, lo cual no le ha impedido dar muchos frutos en sus distintos destinos pastorales. Antes del episcopado en Detroit, ejerció el ministerio sacerdotal en la arquidiócesis de San Antonio (Texas). Allí estuvo como director vocacional durante siete años y después fue rector del seminario.

En esta entrevista con Omnes habla sobre las iniciativas de su arquidiócesis en esta materia, la colaboración entre el clero y los laicos, y la ayuda en el discernimiento.

La arquidiócesis de Detroit ha dedicado un año entero de oración por las vocaciones sacerdotales. ¿Por qué toman esta iniciativa? ¿Qué frutos esperan?

– Nuestro arzobispo Allen Vigneron termina su mandato en otoño de 2023. En 2016, convocó un sínodo con la participación de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Durante ese sínodo se enfatizó mucho el área de las vocaciones sacerdotales. Allí comenzó el trabajo de un documento que llamamos “Haz llegar el Evangelio”, donde se pone como prioridad marcar un año de oración.

Ahora que acaba ese año, lo que queremos hacer es continuar en la labor de búsqueda y petición de vocaciones. En definitiva, ser intencionales acerca de ello. Por ejemplo, a todas las parroquias en la arquidiócesis se les pide que en las Misas dominicales añadan la petición por el incremento de las vocaciones sacerdotales.

Ha sido toda una campaña y ahora estamos esperando, porque el Señor es el que llama. A la vez, queremos ayudar a nuestros jóvenes a tener en mente la idea.

La arquidiócesis ha puesto mucho énfasis en la oración pero, en última instancia, quienes tienen que dar una respuesta son aquellos que se plantean la vocación. ¿Cómo ayudan a los jóvenes a escuchar la llamada de Dios?

–Tenemos distintos programas establecidos dentro de la arquidiócesis. Por ejemplo, tenemos siempre una cena y un desayuno, con presencia del arzobispo, a la que invitamos a todos los jóvenes que están pensando en la vocación sacerdotal. Muchos de ellos, más del 75 %, son ya monaguillos y están dentro de ese círculo de servicio en el altar.

Por otro lado, tenemos un programa dentro del ministerio juvenil, en cada una de las parroquias, en el que por lo menos un día al año se hable exclusivamente de la vocación sacerdotal. Ese es el primer paso que debemos seguir. El Papa Francisco nos ha invitado a dar este paso con creatividad.

Los grupos juveniles en la arquidiócesis, especialmente durante el verano, hacen campamentos. Dentro de estos, un tema de discusión son las vocaciones sacerdotales.

Así que se ha hecho un gran énfasis, que yo creo que ha tenido muy buen impacto tanto dentro de la arquidiócesis como a nivel nacional.

Yo creo que tenemos una forma activa, creativa e intencional de llevar este mensaje a nuestros jóvenes.

En un estudio que salió hace unos meses sobre los seminaristas que se ordenan este año, se preguntó a los chicos sobre su participación en los servicios de las iglesias antes de ingresar en el seminario. Ahí pudo verse que, por ejemplo, la asistencia a Misa un día que no fuera el domingo no era muy alta, ¿qué piensa usted de un dato como este?

–Sabemos que nuestros jóvenes están muy ocupados en distintas actividades escolares. En Estados Unidos, los deportes, las bandas y otras actividades extracurriculares toman mucho del tiempo de los jóvenes.

Nosotros como Iglesia también estamos observando esa realidad. Es un reto que tenemos que enfrentar. Yo veo esas estadísticas y pienso que tenemos que seguir buscando maneras creativas de involucrarnos en estas actividades. Precisamente en los campamentos es donde más hemos podido hacer en este sentido.

Además, en el estado de Michigan se está estudiando la posibilidad de que nuestros jóvenes comiencen su día más tarde, que se retrase la entrada en el colegio, porque ahora mismo comienzan sus clases entre las 7:30 y las 8:00 de la mañana. Se está pidiendo que entren a las 10, lo cual tiene ventajas y desventajas, pero creo que puede tener sentido.

Por un lado, los jóvenes pueden dormir más. Además, podrían tener tiempo por la mañana para hacer sus trabajos y tareas, de tal manera que lleguen a las escuelas más preparados.

Puede pasar que un hombre que se siente llamado al sacerdocio se considere indigno o que le pese su propio pasado. ¿Cómo ayudan a quienes tienen estas dudas?

– El primer paso a seguir cuando una persona adulta se plantea la vocación al sacerdocio es tener a disposición a un sacerdote que le ayude a entrar en el proceso de discernimiento. Cada arquidiócesis está dividida, a nivel estructural, en regiones. Yo estoy encargado de la región del noroeste y aquí tenemos a un sacerdote asignado para poder esas pláticas con los hombres que tienen estas preguntas.

Tengo a mi cargo 57 parroquias y tan pronto sé de alguien que se está planteando el sacerdocio, le pongo en contacto con este sacerdote. Esto ha sido muy efectivo, porque lo más importante es que la persona pueda tener acceso a ese proceso de discernimiento.

Un reto al que se pueden enfrentar los seminaristas es la oposición de sus familias. El arzobispo Allen Vigneron, cuando convocó el año de oración, se dirigió a las familias para pedir generosidad y valentía en estas situaciones. Por un lado, ¿cómo se explica a los padres que Dios puede llamar a sus hijos a la entrega completa al servicio sacerdotal?

– Es un tema interesante porque las familias hispanas o latinas tienen una gran consideración de los lazos familiares. La mentalidad anglosajona estadounidense tiene un concepto más reducido de la familia.

El tema de la vocación es un reto para las familias. No tanto por dejar al hijo marchar al seminario, sino por preguntas en lo que respecta a su felicidad. Estamos hablando de un discernimiento acerca del celibato y para los latinos es muy importante la descendencia. Esta es una de las preguntas más importantes que hay que hacerse en el proceso de discernimiento.

Yo pienso, por ejemplo, en mi propio abuelo. No es que no estuviera de acuerdo con mi decisión, pero me recordaba que yo no iba a poder tener hijos, ni esposa. No es que no me apoyara, pero se planteaba esas cuestiones. Y también es bueno que un adolescente se las plantee porque estamos hablando de una vocación única.

Dios llama a quien quiere y puede llamar a un hombre que ya no sea tan joven. ¿Qué le diría a un adulto que se plantea la vocación sacerdotal?

– En primer lugar, pienso que tenemos que recordar siempre que estamos limitados en el tiempo y el espacio, pero para Dios no hay tiempo ni espacio. Para las personas más maduras, la vocación sigue siendo una pregunta existencial para todo hombre. Es lo mismo para entrar al seminario y para casarse, porque exige un compromiso muy grande.

Todos nos tenemos que preguntar: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Dónde estoy? ¿Qué me pide Dios que haga? También estoy convencido de que las personas que son más maduras en edad han tenido una batalla interna con esta pregunta por años.

Cambiando ahora el foco, ¿qué pueden hacer los laicos para ayudar tanto a los seminaristas como a los sacerdotes en su vocación?

– La labor de los laicos es esencial en el proceso de discernimiento de nuestros jóvenes y no tan jóvenes. Es esencial porque lo más importante en este proceso es el apoyo emocional y los laicos pueden invitar a las personas a plantearse la vocación. La invitación debe ser personal y directa.

Cuando voy a las parroquias, yo les digo a los laicos que hay que seguir orando por las vocaciones, pero también hay que invitar personalmente. Eso es un reto. Tenemos que ser intencionales, es una labor muy importante.

Los laicos tienen una labor esencial en la invitación a la vida sacerdotal. También necesitamos escuchar a nuestros laicos, porque nuestra familia es nuestra parroquia.

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