Ecología integral

¿Vives según tus valores o te domina el placer inmediato?

Alfred Sonnenfeld explica cómo el corazón debe equilibrar el instinto y la razón para tomar decisiones libres y alineadas con los valores. Solo así se puede vivir con autenticidad, trascendiendo el placer y alcanzando el verdadero amor.

Teresa Aguado Peña·17 de marzo de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
placer

Hoy en día está muy de moda la expresión ‘mi verdad’ como si hubiese tantas verdades como personas, como si algo está bien porque “lo siento así”. El 13 de febrero, Alfred Sonnenfeld, doctor en medicina, teólogo y escritor de “El Arte de la Felicidad” y “La sabiduría del corazón”, puso palabras a algo de lo que muchos somos esclavos: el sistema basal o ‘reptiliano’.

Por sistema basal, Alfred Sonnenfeld se refiere al Eros: todo aquello que te pide el cuerpo, el placer inmediato, un director ciego al que le falta la cabeza, que es la razón. Una persona que se guía únicamente por el eros es alguien dominado por las olas de sus caprichos, que busca el máximo placer sin pensar en las consecuencias. ¿Podemos responsabilizar al sistema basal de nuestras decisiones?

El conflicto entre el placer y la razón

Alfred Sonnenfeld deja muy claro que las acciones provienen del corazón, un rey que depende de dos consejeros para tomar decisiones: el sistema basal y la razón. El corazón sopesa las opciones que estos le brindan y valora lo que finalmente decide hacer. Su deber es armonizar los sentimientos y la cabeza. El problema es cuando uno de los consejeros se impone sobre el otro. Y es que muchas veces el sistema basal resulta vencedor.

Dejarse llevar por los placeres y las emociones puede ser contradictorio con los valores, que sobrepasan las necesidades del sistema basal por estar encauzados a algo mayor, más elevado que la consumación a corto plazo de pequeñas satisfacciones. Y la espontaneidad e impulsividad propios del sistema basal pueden interferir en la vida que queremos llevar. Alfred Sonnenfeld sostiene que hay muchas personas que llevan una doble vida porque no se han familiarizado con sus valores, les falta la connaturalización afectiva con el bien.

El doctor explica que, afortunadamente, no somos nuestro sistema basal. Esto es sólo una parte de la totalidad de la persona, por lo que no debemos reducir todo al eros. La sexualidad es un idioma del amor, que debe tener en cuenta el corazón y la razón. “Si sólo miro la parcialidad del sexo, lo carnal, soy como aquellos de la caverna de Platón: me pierdo la totalidad de la persona”.

El amor como entrega

El doctor también diferencia entre enamoramiento y amor, afirmando que muchos enamorados desconocen lo que es el amor de entrega, aquél que procede del corazón. “Enamorarse es idealizar a una persona sin contar con la razón, sin poner realmente la cabeza en ello. Permanece en el eros. Los enamorados parecen vincularse por completo, pero la imaginación domina esta etapa proyectando deseos, emociones y sentimientos y diseñando un futuro de fantasías románticas”. En caso de que vengan esas emociones, Alfred Sonnenfeld anima a hacerse las siguientes preguntas: ¿Es razonable? ¿Se corresponden esas acciones de dejarse llevar por las emociones con mis valores? ¿Qué valores pienso que he de seguir?

Para que las emociones y sentimientos no gobiernen tu vida haciéndote esclavo de tus impulsos, el escritor recomienda orden interior, poner prioridades, ser objetivo y realista, no engañarse a uno mismo echando la culpa a los demás, ser tolerante y olvidar los prejuicios. Pero, sobre todo, apunta la capacidad de trascenderse: “saber que tengo a Alguien por encima de mí”.

El camino hacia la verdadera libertad

No debemos olvidar que tenemos corazones frágiles, imperfectos. Y del mismo modo, no es lícito exigir perfección. El único perfecto es Dios. Sin embargo, estamos llamados a hacer el bien poniendo en práctica las virtudes: “el que hace el bien sabe disfrutar de la vida. Cuando hacemos el bien de modo habitual ya no estamos tiranizados por nuestro sistema basal o nuestra cabeza, y por tanto
somos más libres”.

Lejos de un corazón obstinado que busca el placer egoísta a corto plazo y se autoengaña a sí mismo y de un corazón débil que evita la reflexión profunda, Alfred Sonnenfeld anima a aspirar a un corazón abierto, con un deseo firme de buscar toda la verdad, aunque duela. Un corazón que se hace fuerte y supera las embestidas y atropellos del sistema basal.

El autorTeresa Aguado Peña

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