Ecología integral

Vicente Aparicio: “El sentido del dolor debe descubrirlo cada uno”

El sábado 21 de octubre comienzan en la Clínica Universidad de Navarra, en Madrid, unas Jornadas sobre “Nociones de medicina para sacerdotes”, con el tema ‘Sufrimiento y dolor’, soluciones que aporta la Medicina, y cómo acompañar a los enfermos. Los próximos enfoques serán diversos. Omnes entrevista con este motivo a Vicente Aparicio, capellán de esta clínica en Madrid.

Francisco Otamendi·21 de octubre de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
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Vicente Aparicio ha impulsado en la Clínica Universidad de Navarra, en Madrid, unas jornadas denominadas ‘Nociones de medicina para sacerdotes’, y ésta es ya la cuarta edición. “No se trata de que los sacerdotes actúen como médicos; sino de facilitar que los sacerdotes actuemos como lo que somos, pero con más formación en temas complicados a los que nos enfrentamos con frecuencia”, ha explicado a Omnes.

El primer sábado, el contenido se centra en el sufrimiento y el dolor, un asunto universal, con los doctores Francisco Leal, director de la Unidad del Dolor del centro médico en Madrid, y especialista en Anestesiología y Reanimación; Agustín Martínez, especializado en la misma materia; y Borja Montero, de la Unidad de Cuidados Paliativos de la Clínica Universidad de Navarra.

El 11 de noviembre se abordará el encarnizamiento terapéutico, y el 2 de diciembre, las patologías que pueden condicionar la vida conyugal, y qué puede aportar ahí la Medicina. Conversamos con el capellán Vicente Aparicio, geólogo de profesión antes de ordenarse sacerdote, y capellán de esta Clínica de la Universidad de Navarra desde 2017.

Primero, algún dato personal. Dónde nació y dónde estudió.

– Mi familia es de Valencia, aunque nací en Cartagena. Estudié Ciencias Geológicas en Madrid. Ejercí mi profesión durante ocho años. Más tarde me trasladé a Roma, con una beca del CARF, para completar mis estudios en Teología; y, fui ordenado sacerdote en 1996.

Luego, los inicios de mi labor sacerdotal fueron en Italia, en Nápoles y en Salerno, mientras completaba el doctorado en Teología. Estuve tres años en Valencia, y en el año 2000 regresé a Madrid. En 2017 recibí el encargo de atender la Capellanía de la sede madrileña de la Clínica Universidad de Navarra, que comenzaría su actividad en noviembre de ese año. 

¿Cómo surgió la idea del Ciclo sobre “Nociones de medicina para sacerdotes”? ¿Puede ayudarles un mejor conocimiento de cuestiones médicas?

Precisamente, atendiendo esa labor –de la que no sabía nada; pues nunca había recibido encargos parecidos–, en conversaciones con médicos y en la tarea diaria, al consultarles algunas dudas y recibir también sus consultas, surgió la idea. Tengo suerte de poder contar con tantos profesionales de buen criterio ético y gran altura profesional, que pueden aclararme las cuestiones médicas, para poder afrontar tantas cuestiones morales que nos llegan a los sacerdotes, y no sólo a los capellanes de hospital.

No se trata de que los sacerdotes actúen como médicos; sino de facilitar que los sacerdotes actuemos como lo que somos, pero con más formación en temas complicados a los que nos enfrentamos con frecuencia. Sería una pena que, cuando nos planteen cuestiones importantes, por desconocimiento, no demos importancia a algo que sí la tiene, o dar un consejo equivocado y, por tanto, no estaríamos ayudando a quien, necesitado, acude a nosotros. Pensé que podría hacer partícipes de esa suerte a otros sacerdotes que tuvieran esta preocupación. Si se miran las ediciones precedentes, puede apreciarse que son temas que debemos conocer, al menos, tener unas “nociones”. 

Dígame algunos temas tratados.

– Por ejemplo, ¿qué ofertan las clínicas de fertilidad?; cómo ayudar a las personas que padecen algunas enfermedades psiquiátricas; el mundo de las adicciones, depresiones, etc., y cómo cambia la valoración moral de sus actos; hombre y mujer: diferencias para un proyecto matrimonial equilibrado; los problemas derivados de una familia desestructurada en la formación de la personalidad de los hijos; el desarrollo de la afectividad en la adolescencia.

Hablemos del sufrimiento y el dolor. Le pregunto por el sentido del sufrimiento, probablemente difícil de explicar si no se es creyente, y aun para los creyentes.

– El sufrimiento y el dolor son realidades presentes en la vida de todos. Antes o después los encontramos en el alma. Pero también hay aspectos muy subjetivos, sobre todo en el sufrimiento. Me he encontrado con personas destrozadas ante la posibilidad de que su enfermedad tuviera un pronóstico negativo; y, también, personas que se han acercado a la muerte con alegría, como quien se acerca a la fecha de un gran acontecimiento deseado: sabían que se iban al Cielo, al encuentro con Dios, con el Amor de su vida…; y estoy hablando de distintas personas, algunas solteras, otras casadas y con hijos; pero era Dios quien realmente daba el sentido más profundo a sus vidas, el sentido que da sentido a todo lo demás. 

Claro, quien no cree en la vida eterna, o no confía más que en sí mismo, al comprobar que nada está realmente en sus manos o que la vida se acaba, siente angustia. Pero quien confía en Dios, puede admitir que, como dice San Pablo, “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan al bien” (Rom 8, 28), que Dios es Padre maravilloso, que nadie nos quiere más que Él,

Pienso que el sentido del dolor es algo que cada uno debe descubrir personalmente; por eso me atrevo a decir que el libro perfecto no existe; aunque hay algunos muy buenos y que aportan grandes ideas. En mi opinión, contemplando y meditando la Pasión del Señor, las enseñanzas del Evangelio y la realidad de la vida, podrá cada uno encontrar ese sentido de su existencia y de su dolor. Desde luego, los no creyentes lo tienen mucho más difícil.

El acompañamiento como capellán. Con los enfermos que sufren, y con los familiares. ¿Entienden el ofrecimiento pastoral de un capellán?

– Sí, los pacientes y sus familias, en general, entienden y agradecen nuestra presencia, nuestras visitas, el acompañamiento espiritual de un sacerdote cerca de la familia y del enfermo. Naturalmente, nos encontramos con algunas personas que, educadamente, lo rechazan; pero en general, lo agradecen y lo aprovechan.

En la primera sesión del curso Nociones de Medicina para Sacerdotes, este sábado, se hablará mucho del acompañamiento. El Dr. Agustín Martínez ha hecho un estudio muy interesante sobre qué dicen las revistas médicas acerca de la presencia del capellán en las UCI. Las conclusiones son muy animantes. El Dr. Montero, especialista en Cuidados Paliativos es un maestro en ese arte difícil de acompañar y seguro que nos puede dar consejos muy útiles. 

Yo, por ahora, sólo me atrevo a dar un consejo: si quieres acompañar, no tengas prisa: procura dedicarles tiempo, tanto al enfermo como a los familiares. Son conversaciones en las que poco a poco irá saliendo todo lo que cada uno lleva en el corazón.

Un breve comentario sobre las sesiones del 11 de noviembre y del 2 de diciembre

–En la segunda sesión, el 11 de noviembre, trataremos el “encarnizamiento terapéutico”. Puede parecer un tema casi cerrado: todos tenemos un criterio mínimo acerca de “los medios extraordinarios”; pero, cuando llegamos a la realidad de la práctica médica y, por lo tanto a la situación real de un familiar o feligrés enfermo, las cosas cambian; ya no es tan fácil encontrar la justa medida de las cosas. 

En la última sesión, el 2 de diciembre, afrontaremos un problema muy extendido y silenciado: las patologías que pueden condicionar la vida conyugal. Tanto en el varón como en la mujer, hay patologías que hacen que resulte molesto, doloroso, o imposible mantener relaciones sexuales. 

Lógicamente, es un problema importante en el matrimonio. En primer lugar hay que entender el problema y sus consecuencias; pero también saber qué soluciones ofrece la Medicina; y, en este campo –como en casi todos– se está avanzando mucho. Es muy triste que algunos matrimonios tengan frecuentes desencuentros y tensiones por este tema sin conseguir comprenderse el uno al otro, y sin acudir al médico que les puede ayudar y, quizá también, al sacerdote que les pueda entender.

El autorFrancisco Otamendi

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