Es sabido que la fe se fortalece cuando se comunica, como un profesor entiende mejor lo que explica en la medida en que procure explicarlo cada vez mejor, ser un comunicador más eficaz. Ciertamente la fe es un don de Dios y nadie puede darla como quien explica la teoría de la relatividad, sin embargo fides ex audito, es decir la fe -don de Dios- viene por lo oído, es decir, por su naturaleza exige la palabra.
Los niños aprenden el lenguaje de la fe como aprenden a hablar: por el continuo diálogo con sus padres. Pienso que algunos modos de transmitir la fe en Polonia y en otros pueblos eslavos puede enriquecer a otros países, para que ellos introduzcan esas u otras maneras parecidas con sabia prudencia y según la manera de hacer en otros pueblos cristianos.
En el tiempo de Adviento quiero destacar en Polonia las misas Rorate y, en el tiempo de Navidad, la costumbre de la visita pastoral a las casas llamada Kolenda. Empecemos hablando de la costumbre de las misas Rorate.
Como bien se sabe la misa Rorate toma su nombre propio de la primera palabra del Introito, es decir, de la antífona de entrada: Rorate caeli desuper et nubes pluant iustum – Derramad el rocío, cielos, desde arriba, y que las nubes lluevan sobre el justo (Isaías 45, 8). Se celebra antes del amanecer y siempre es la misa votiva de Santa María en Adviento. Con ornamentos blancos y con el canto del Gloria.
Me acuerdo que hace ya unos años un sacerdote amigo, párroco de un pequeño pueblo de seiscientas almas, me invitó a predicar y celebrar las misas Rorate durante tres días. Salí de Dworek, en donde residía, antes de las cinco de la mañana, para recorrer un trayecto de veinte kilómetros con nieve, hielo y un viento helador, estábamos a menos diez. Cuando llegué a Guzef me quedé impresionado: una multitud de niños con lámparas encendidas en sus manos, y el templo a oscuras. La pequeña, fría y bella iglesia, llena de fieles: esa era la única calefacción que tenía el templo. La misa empezó puntual: a las seis de la mañana. Cuando cantamos el Gloria, siempre con organista, todas las luces se encendieron: un espectáculo de luz y alegría. Me acuerdo que no podía mantener las manos abiertas durante el rezo de la plegaria eucarística, se me helaban, y de vez en cuando me recogía piadosamente en oración frotándome las palmas para calentarlas.
En Polonia, las misas Rorate en honor a Santa María tienen el sabor de la esperanza de la Navidad, de la venida del Señor, y son especialmente preparadas y dirigidas para los niños. Son misas en las cuales siempre hay sorpresas y pequeños recordatorios de la presencia infantil: como una especie de juego en el que se apuesta por el reto fiel de venir todos los días a la misa Rorate del Adviento, de lunes a sábado. Al terminar también se suele preparar algo caliente, leche o chocolate, para los niños en las salas parroquiales junto al templo.
Más de unos padres me ha comentado cómo son sus hijos, y a veces también los más pequeños de cinco o seis años, los que les despiertan a las cinco de la mañana tirándoles de las sábanas para decirles: “¡papá, mamá, despertaos: vamos a la misa Rorate!” No son solamente los padres los que llevan a sus hijos a la santa misa sino que también los niños arrastran a sus padres.
Las misas Rorate, votiva de Santa María en Adviento, se celebran todos los días de Adviento con excepción de los domingos y de la Solemnidad de la Inmaculada. Aunque como el ocho de diciembre es día lectivo en Polonia, la misa se celebra también al amanecer aunque, lógicamente, los textos son los de la solemnidad de la Inmaculada. En todas las misas Rorate siempre hay homilía para los niños: dialogada y con preguntas, de diez a quince minutos. Es una buena ocasión para la catequesis de niños y para instruir a los padres. Otro elemento característico de las misas Rorate es encender una vela especialmente adornada y grande, llamada Roratka. Esta vela se coloca cerca del altar solo durante el Adviento y simboliza a la Santísima Virgen María. Los niños vienen a misa con farolillos encendidos. La misa Rorate comienza solo con la luz de velas y faroles con las luces apagadas en el templo, y con el himno «Gloria a Dios en las alturas» se encienden todas las luces de la iglesia.
En segundo lugar quiero explicar en qué consiste la iniciativa pastoral de visitar las casas llamada ´Kolenda´. La Iglesia en Polonia siempre tiene algo que ofrecer a sus fieles, tiene un modo de ser que le lleva a salir de las parroquias, a buscar a los fieles -los de cerca y los de lejos- allí donde se encuentren.
Un ejemplo concreto de esta iniciativa parroquial son las visitas pastorales a las casas, con ocasión de la Navidad, llamada ‘Kolenda’. El periodo navideño dura -según una costumbre eslava- hasta el día de la presentación del Señor es decir hasta el 2 de febrero. En estos cuarenta días -en concordancia con la duración de los otros tiempos litúrgicos fuertes, como la Cuaresma y la Pascua-, se hace la visita pastoral a las familias. Todas las parroquias del país se preparan para estas visitas pastorales. El párroco y los vicarios visitan a sus feligreses yendo a sus casas. Las visitas se preparan detalladamente, se hace un plan de calles y casas con días y horas de visita, para que a nadie le pille desprevenido. El sacerdote va acompañado de algunos ayudantes, suelen ser monaguillos, que cantando villancicos -eso significa kolenda- se adelantan llamando a las casas y preguntando si están dispuestos a recibir al sacerdote que viene para la visita pastoral.
A nivel nacional un sesenta por ciento de los polacos abre sus puertas al sacerdote. Este dirige una pequeña oración, asperge la casa con agua bendita y se sienta en charla familiar. Pregunta si en algo les puede ayudar, se interesa por la catequesis de primera comunión, confirmación o matrimonio. Habla de la misa dominical y de la enseñanza de la religión en las escuelas, o de otros temas que salgan a colación. La familia le suele obsequiar con productos típicos de esas fiestas. Al final bendice la familia y la casa marcando en el dintel de la puerta las señas M+G+B 2012. No hay tiempo establecido de duración pero la media es de unos diez a quince minutos por familia. Las visitas suelen ser por las tardes de tres a nueve, en horario intensivo sin pausas, excepto los domingos, y así durante cuarenta días: algo exhaustivamente agotador y espectacularmente eficaz. No hay mejor manera de acercar las personas a Dios que yendo a sus casas, metiéndose en su sala de estar y hasta en su cocina.
Cracovia