El impulso espiritual suscitado por San Vicente de Paúl en el año 1625 continúa hasta nuestros días. La Familia Vicenciana, de la que forman parte casi 4 millones de personas involucradas en obras de caridad hacia los más pobres, se prepara para su 400° aniversario en abril de 2025.
Las iniciativas para celebrar esta efeméride son variadas. Entre ellas destaca la Maison Mère (casa madre) en París, recién restaurada y que permitirá hospedar a peregrinos y a diversos grupos que quieran ir a rezar ante las reliquias de su fundador, san Vicente, y además visitar el lugar de las apariciones de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en la Rue du Bac, y los santuarios de la capital francesa.
¿Cuál es la salud de la congregación, cuáles son las perspectivas, cómo es el carisma ayer y hoy? Quién mejor para entender esto, que el superior general de la Congregación de la Misión, el padre Tomaž Mavrič, que ha conversado con Omnes sobre estos aspectos.
Una vida en las periferias
Nacido en Buenos Aires, su familia llegó de Eslovenia huyendo del régimen de Tito. Mavrič ha trabajado en diversos países en los últimos años: Canadá, Eslovenia, Ucrania… De 1997 a 2001 fue misionero en un territorio casi siberiano, en una ciudad cerrada, fuertemente marcada por la antigua URSS, en el Oeste de Siberia, Niznij Tagil.
De esta ciudad el padre Tomaž recuerda a una misionera laica, «la señora Lidia, ahora con más de noventa años, que fue, por así decir, ‘el párroco’ durante la persecución. Ella acabó prisionera en un gulag por su fe católica y cuando fue liberada comenzó a reunir un grupo de católicos”.
Recuerda también que la señora Lidia “viajaba durante dos días en tren para llevar la eucaristía a muchas personas”. Este grupo de laicos “fue la base que permitió nuestra llegada», dijo.
Sin embargo, la presencia de los misioneros vicentinos en Rusia terminó hace dos años cuando fueron expulsados por el gobierno de Putin (a excepción de las monjas de las Hijas de la Caridad).
Volver a las raíces
Ahora, en vísperas del cuarto centenario de la congregación, los vicencianos tienen un deseo: “ser una Iglesia en salida”, señala el padre Tomaž Mavrič. Por ello, “cada año – como le prometimos al Papa Francisco- invitamos a los integrantes de la congregación a partir a las misiones, y una treintena se proponen”. Recuerda también que el Papa Francisco durante una visita les dijo “mi corazón es de Vicentino”.
Otro de los deseos, como apunta Mavrič es que “la Maison Mère que, jurídicamente es de la Provincia de Francia, reciba un nuevo estatus: el de Casa madre de toda la congregación. Allí está el cuerpo de san Vicente y de dos mártires del siglo XIX en China. Y se halla a dos pasos la Casa madre de las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paul, en la Rue du Bac, donde se apareció la Virgen a Catalina Labouré”.
Un proyecto que tiene como fin el de convertirse en “un centro de evangelización y preparación donde pueda acudir todo aquel que esté interesado, porque es una fuente de gracia. En ese sentido, cuando acabemos los trabajamos de restauración tendremos unas 80 habitaciones disponibles para recibir a un centenar de personas”.
El superior general de la congregación, que cuenta con más de 2.900 miembros alrededor del mundo, considera que actualmente “Europa es tierra de re-evangelización, un lugar de muchas migraciones donde tenemos un grupo misionero con personas que acompañan y ayudan a integrarse a los inmigrantes que llegan de diferentes países”. Por ello “deseamos tener más de estos centros en otras ciudades de Europa”.
Mavrič destaca que “estamos presentes en muchas parroquias pero queremos recuperar nuestras raíces. Hoy, las parroquias con estructuras sólidas, que están en las ciudades, ya no son una prioridad. Sí lo son, en cambio, las iglesias de los lugares más lejanos porque queremos estar en salida”. Y añade “No olvidemos que no por nada fue la gente quien nos empezó a llamar misioneros, ni siquiera nos había definido así nuestro fundador”.
La familia vicenciana
San Vicente fundó en 1617 las “Damas de la Caridad” todas ellas laicas, hoy Asociación Internacional de Caridad; en 1625 fundó la Congregación de la Misión; y en 1633 con Luisa de Marillac a las Hijas de la Caridad, por primera vez como monjas no de clausura y muy presentes en la sociedad, como lo había autorizado la Santa Sede.
Uno de los grupos más numerosos es la Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada en 1833 por el italiano Federico Ozanam, además de otras congregaciones con el espíritu y carisma de los vicentinos, que tomaron a san Vicente como padre espiritual, junto a las reglas comunes de congregación.
La familia vicenciana está conformada en la actualidad por 170 congregaciones y grupos de laicos, pasando de “familia” a “movimiento”. Hay personas que no pertenecen a grupos o congregaciones de vida consagrada, pero que viven el espíritu de san Vicente, su espiritualidad y carisma; son voluntarios, están en las parroquias, colegios, hospitales y tantos lugares.
Tomaž Mavrič apunta que “si hablamos de las 170 congregaciones, se podría calcular unos dos millones de personas involucradas, en cambio si hablamos de movimiento podríamos calcular el doble”.
La fecha de fundación, el 25 de enero día de la conversión de San Pablo, fue elegida por san Vicente como un nuevo inicio, tras su conversión a los 36 años, que le llevó del deseo de ser un sacerdote ‘acomodado’, a «ser un místico de la caridad», que no vio más los lados sucios de la pobreza sino “a Jesús en la otra cara de la medalla”. El carisma es «la evangelización y la ayuda material a los pobres, y la formación del clero diocesano y de los laicos».
En 1617 inició así su nuevo apostolado y en 1625 recibió la aprobación de la Santa Sede. Además de las “misiones populares”, san Vicente consideró que era necesario contar con grupos de voluntarios que trabajaran de forma organizada para ayudar a los necesitados con un trabajo silencioso pero profundo, que se extiende hasta nuestros días en casi cien países”.