Ecología integral

“Somos seres corporales, y sin corporalidad no hay familia”

“El transhumanismo destruye todas las relaciones familiares básicas”, ha señalado a Omnes María Lacalle, vicerrectora de Profesorado y Ordenación Académica de la Universidad Francisco de Vitoria, y directora del Instituto Razón Abierta, que ha organizado el congreso sobre este movimiento.

Rafael Miner·20 de junio de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos

Foto: Jonas Weckschmied / Unsplash

El profesor de la Universidad de Oxford, Anders Sandberg, afirmó en la conferencia inaugural del Congreso sobre Transhumanismo en la Universidad Francisco de Vitoria, que “el debate fundamental en torno a este tema radica en si a través del transhumanismo seguiremos siendo humanos, o, por el contrario, perderemos nuestra esencia humana”. Pues bien, desde diferentes enfoques y ángulos, varios ponentes fueron aludiendo a esta cuestión, de un modo u otro.

El último en hacerlo fue el catedrático de Filosofía Juan Arana, de la Universidad de Sevilla, quien en la clausura señaló que “nuestra lucha no es contra el transhumanismo, sino por la supervivencia del hombre”. Además, Juan Arana se preguntó por la esencia de lo humano ante las diferentes corrientes transhumanistas; y afirmó que “la filosofía del transhumanismo está llena de agujeros”, y que “es preciso medir las consecuencias de nuestras capacidades”.

“Todo el transhumanismo es un vaciamiento y trasposición en términos tecnocientíficos de lo que es el ser humano”. “Seguiremos pensando qué significa ser humanos y trabajando sobre transhumanismo y posthumanismo. De momento, no somos cyborgs sino sapiens”, señaló Elena Postigo, directora del Congreso Razón Abierta en las conclusiones. Postigo se refirió al deseo de inmortalidad y transcendencia al que está llamado el hombre y, tal como señaló en la entrevista concedida a Omnes, reiteró que “está en nuestras manos saber usar la ciencia y la técnica de forma prudente y responsable, al servicio de las personas y del bien común”.

María Lacalle

La profesora Elena Postigo reveló a Omnes que “fue María Lacalle quien hace un año exactamente, me propuso realizar este Congreso”. De modo que parecía lógico conversar con María Lacalle, vicerrectora de Profesorado y Ordenación Académica de la Universidad Francisco de Vitoria, y directora del Instituto Razón Abierta. Con ella conversamos, de modo particular sobre el tema de su especialidad, la familia, y el transhumanismo. Además de sus tareas universitarias, María Lacalle es madre de seis hijos y tiene cuatro nietos.

La primera pregunta es obvia. ¿Cómo ideó este Congreso? Normalmente, las intuiciones son fruto del trabajo.

̶ Tampoco es que fuera una iluminación mía, es de todo el equipo. Desde el Instituto Razón Abierta intentamos impulsar en la Universidad esa propuesta de Benedicto XVI de plantear el quehacer universitario desde una razón abierta. El decía que la universidad es la casa donde se busca la verdad, y para conocer la verdad hay que intentar ver la realidad completa, no sólo una partecita, huyendo especialmente del reduccionismo cientificista, que es tan frecuente en nuestros días. Uniendo esa aspiración a conocer la verdad completa, se trata de formular a la realidad las preguntas más relevantes para el ser humano, traspasando los límites de cada ciencia. Y teniendo también en cuenta aquello que nos decía Juan Pablo II, que la Universidad tiene que investigar sobre los desafíos de cada tiempo, tratando de ofrecer propuestas que sean para el bien de la persona y del bien común, Pensando en lo que hay alrededor, uno de estos desafíos es el transhumanismo, que además, como es transversal, impacta en todas las áreas de conocimiento y permite incluir a toda la comunidad universitaria.

Ha pasado el primer día del congreso. Acaba de comenzar el segundo. A riesgo de ser injustos, porque se necesita perspectiva, ¿puede comentar algo que le ha llamado la atención de este primer día?

̶ Algo que acabamos de comentar en el equipo es que a los ponentes de fuera les sorprende cómo planteamos las cosas de una forma intrínsecamente relacionada con la filosofía. Es decir, la reflexión filosófica no es una guinda que se pone al final de una charla puramente tecnológica, sino que aquí planteamos las cosas de forma integrada. Y nos ha encantado que la gente de fuera reconozca esa diferencia, porque es lo que intentamos hacer.

Hemos visto mesas redondas con un enfoque histórico, cultural, de medicina, ingeniería, etc. Usted participa en una sobre familia, con un título fuerte: ‘Hacia la disolución de la familia en una utopía post-humana’. ¿Cómo puede impactar el transhumanismo en una institución tan vital para la sociedad como la familia?

̶ Aquí podríamos preguntarnos sobre qué concepción antropológica subyace en el transhumanismo. A lo largo del día de ayer vimos que, por una parte, se ve un materialismo y un mecanicismo; por otro lado, como un espiritualismo, esa propuesta que nos hacía Sandberg al principio, la aspiración de escanear nuestro cerebro y subirlo a la nube. Sea como sea, las dos corrientes, aunque aparentemente contrapuestas, al final coinciden en algo, que es una injusta comprensión de la corporalidad.  Y desde una antropología realista hay que afirmar que somos seres corporales. Somos cuerpo, un cuerpo abierto al infinito, un espíritu encarnado, pero somos corporales; no tenemos un cuerpo, sino que somos cuerpo. Y sin corporalidad no hay familia, el amor conyugal es un amor carnal, es un amor que incluye la entrega sexual, la procreación es corporal.

¿Y qué nos encontramos en estas propuestas transhumanistas? Que en cierto sentido también convergen con las propuestas de género. Hay dos grandes cuestiones. Una, lo que llaman la libertad morfológica, para modificar o manipular el cuerpo según cada uno quiera, incluyendo la identidad sexual; y por otra parte, la aspiración de liberar a la mujer de esa ‘carga insoportable’ del embarazo y de la maternidad. Es una reivindicación antigua.

Parece que estas cosas surgen ahora, pero podemos recordar a Simone de Beauvoir, cuando decía que la mujer está aprisionada en un cuerpo molesto y que hay que liberarla de ese cuerpo; y sobre todo de la maternidad. Para lograrlo, se trabaja para conseguir una reproducción asexuada. Y nos suena la pretensión de conseguir úteros artificiales, generar gametos artificialmente, de tal manera que no sea la mujer la que tenga que llevar esa pesada carga. Y además, por cierto, se podrá prescindir de los hombres también… Bueno, esto es una broma…

A través de la fecundación in vitro hay ya algo de eso…

̶ Ya hay algo de eso. Vemos ya cómo en un momento dado se desvincula la sexualidad de la procreación, y ahora lo que vemos es que no es solo sexo sin procreación sino procreación sin sexo. ¿Qué impacto tiene todo esto en la familia? Obviamente, destruye todas las relaciones familiares básicas: la relación conyugal, la filiación, la relación de parentesco, No da tiempo ahora a profundizar en materia. Además, entre familia y persona hay una relación biunívoca, ¿no? La persona no se puede desplegar adecuadamente sin unas relaciones familiares sanas, y al mismo tiempo, sin una persona equilibrada, no se puede constituir una familia.

En la medida que una persona es más máquina y menos humana, ¿cómo serían esas relaciones? ¿Qué tipo de relación puede haber entre una persona y una máquina? ¿Qué pasa con los sentimientos, las emociones, etc.?

̶ Efectivamente, no sería una relación personal, y por tanto no podría haber relaciones de amor. En cualquier caso, no he investigado esa parte del transhumanismo que aspira al cyborg, o al híbrido hombre-máquina, sino más bien esa parte que converge con las antropologías de género, y que aspira a una autoconstrucción, manipulando nuestro cuerpo, hacia una sociedad genderless, como dicen, una sociedad en la que se ha acabado con el bimorfismo sexual, cada uno es libre para autoconstruirse, y por tanto la maternidad y la paternidad hay que sacarlas de la ecuación, hay que conseguir que sea por medios artificiales, que no nos estorben los niños…

Mis investigaciones no han ido tanto por la parte de ciencia ficción. Porque lo que estoy comentando ya está aquí, en parte. El útero artificial todavía no se ha conseguido. Ahora bien, ¿es una forma plenamente humana? ¿Qué pasará con los niños así gestados? Porque sabemos que en la gestación no hay una interacción muy grande entre la madre y el hijo. Si lo metemos en una bolsa de plástico, ¿cómo se va a desarrollar ese niño?

¿Qué podemos hacer para ayudar a que la ciencia y la técnica estén al servicio de la persona humana?

̶ Desde luego, hay una clave que es la formación. Las universidades tenemos una responsabilidad muy grande. En nuestra visión, nosotros queremos ser referentes en ciencias y profesiones centradas en la persona. Es decir, queremos formar a nuestros alumnos para que cuando salgan al mundo laboral desempeñen su profesión desde la centralidad de la persona, que quiere decir buscando el bien de la persona y el bien común. Si los científicos tuvieran esto en cuenta, seguramente abandonarían ciertas líneas que claramente van contra la dignidad de la persona. A veces la comunidad científica reacciona, como contra este chino que manipuló genéticamente a unas gemelas. A él parece que le han metido en la cárcel, aunque todo lo que viene de China es tan opaco…Pero hay otros pidiendo licencias en otras partes del mundo para investigar. La clave está en que los científicos pongan en el centro el bien de la persona, no intereses comerciales o de otro tipo.

¿Cómo fue este caso en China?

̶ Un científico chino manipuló genéticamente dos embriones de dos niños gemelas, para que fueran resistentes al virus VIH del Sida, porque el padre de las niñas tenía ese virus. Implantó los embriones, y las niñas nacieron. Hasta ahora se habían producido experimentos de este tipo, pero no habían llegado a implantar los embriones. En este caso se implantaron los embriones y las niñas nacieron. Son dos niñas que han sido manipuladas genéticamente, con todo lo que ello implica. Nos creemos Dios, pero no somos conscientes de lo que estamos haciendo. La vida es muy potente, y tocar cualquier cosa…. Aquí tendríamos que hablar con un genetista.

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