La congregación de las “Sisters of Life” es muy conocida en Estados Unidos por su labor a favor de la vida. Junto a los votos tradicionales de obediencia, pobreza y castidad, ellas realizan un cuarto para defender y promover la vida.
En esta entrevista con Omnes, hablan sobre el carisma de su orden, las vocaciones que hay ahora mismo y la esperanza que quieren ayudar a la juventud a recuperar.
¿Cómo definirían el carisma de su orden?
– Como diría nuestro fundador el cardenal O’Connor en su día: “Este es el carisma de las Hermanas de la Vida: ser madres de las madres de los no nacidos; ser madres de los no nacidos; ser madres de todos los que son frágiles, de todos los que son vulnerables, de todos los que están enfermos, de todos los que están en peligro de ser condenados a muerte, de todos aquellos cuyas vidas el mundo considera inútiles. Nuestro Señor le dice a cada Hermana de la Vida: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu hija’.
Y ciertamente, eso nos encontramos en la misión, madres embarazadas que no han tenido una madre, y a veces, ni una abuela. En muchos casos, faltan dos generaciones sin una figura materna a la chica que nos encontramos embarazada, bien porque falleció o la abandonó. Enseñarles a estas mujeres a ser hijas, para poder ser madre es uno de nuestro privilegio.
¿Cuántas hermanas forman parte de la congregación a día de hoy?
– Nosotras somos un Instituto Religioso aprobado en el 2004, de vida contemplativa activa, y hoy por hoy, somos 139, incluyendo 10 postulantes y 11 novicias. Dios sigue llamando.
¿Por qué están enfocadas en la protección de la vida? ¿En qué se concreta esto?
– Nosotras fuimos fundadas en 1991 por el cardenal de Nueva York, John O’Connor, tras una llamada que él experimentó visitando el campo de concentración de Dachau (Alemania) donde se propuso que daría su vida entera por promover la dignidad del ser humano.
Nosotras además de los 3 votos tradicionales -pobreza, obediencia y castidad- hacemos un 4 voto para defender y promover que la vida es sagrada.
Promovemos la cultura de la vida en todos los apostolados, pero de forma concreta, la vida del más vulnerable, el no nacido. Acompañamos a madres con embarazos de alto riesgo, a madres que han sufrido aborto, hacemos retiros para promover la dignidad del ser humano… entregamos nuestra vida a Dios para que otros tengan vida.
¿Cómo abordan el tema del aborto con las mujeres que consideran esta opción?
– Lo primero que hacemos cuando nos reunimos con ellas es escucharlas, conocer su historia, y saber cómo están planteándose qué hacer con su embarazo. En la mayoría de los casos, no es una decisión contra su hijo directamente, sino ante el miedo de perder su libertad, su vida, estar sin el apoyo del padre del bebé o de su propia familia, problemas en su entorno, y reconocer que un bebé hará que dejen de ser ellas mismas el centro de atención de sus vidas.
El deseo de aborto es una separación grande entre la mamá y su bebé. Todo el mundo habla de heridas, y necesidad de sanación… Sanación es realmente comunión, es acercamiento, y cerrar brechas. A veces cosas tan sencillas como decirle a la mamá que se ponga la mano en la barriga y le diga al bebé: “hijo mío, no tengas miedo, perdona el susto que te he dado, no estamos solos, aquí está tu madre que te quiere”… hace que se pongan a llorar y se mueva su corazón… El bebé en el vientre pasa de ser algo abstracto a su hijo realmente.
No hay que tener miedo de llamar a las cosas por su nombre, a dar su vida a un ser que es carne de su carne y sangre de su sangre.
Un test de embarazo es para saber si una mujer es madre o no, no es para ver si abortar o no.
¿De qué modo podemos ayudar a las generaciones futuras a construir una cultura de la vida?
– Tenemos que entender por qué la vida es sagrada y por qué defenderla. Tenemos que empezar a cuidarnos a nosotros mismos, a vivir una vida con esperanza, pensando que hay un Cielo. Sin conocer el significado de nuestra propia vida, nuestra humanidad, vamos dando tumbos sin rumbo… Reconocer que nuestra vida no es sólo en este valle de lágrimas, sino que estamos hechos para algo más. Estamos hechos desde y para la Eternidad…
Hay que promover el respeto al propio ser como antídoto para la cultura del cuerpo, no somos objetos de usar y tirar. Esto empieza desde muy niños y en nuestras propias familias, amigos, compañeros de trabajo, etc. Empieza en nuestro entorno: lavarse las manos antes de comer, usar una servilleta, no hablar con la boca llena, cuidar el vocabulario, dejarle el asiento al anciano en el autobús, mirar a los ojos cuando nos hablan… cosas muy básicas que hoy se han descuidado.
Es fundamental llamar a las cosas por su nombre, y no tener miedo de decir la verdad: somos persona aun cuando fuimos una sola célula, que nos dieron nuestros padres, y desde ese momento, teníamos alma y vida inmortal y un Ángel de la Guarda dados por Dios.
¿Cuáles son los desafíos más grandes que enfrentan en su labor?
– La confusión que se vive hoy en el ambiente es real. La falta de verdad está en el aire. La sociedad y los medios nos dirigen las acciones, estamos acostumbrarnos aceptar lo que nos proponen sin cuestionarlo, y hemos normalizado el mal, sin pensar y ser libres para conocer y decidir lo que realmente es un bien para nosotros.
Ayudar a una mujer embarazada a pensar y abrazar la realidad de la maternidad, es un desafío. Recuperar el valor de la persona en su totalidad, es un reto a nivel mundial hoy para todos.
¿Piensan que hoy en día hay menos vocaciones a la vida religiosa? ¿Por qué?
– Ciertamente hay comunidades con menos vocaciones. La cultura en la que vivimos ha sacado a Dios de la sociedad. El mundo de la tecnología y de las prisas en el que vivimos puede presentar la fe, el silencio, la paz, la verdad, la bondad y la belleza como algo aburrido o irrelevante. Con tanto ruido que hay en el ambiente es difícil oír la voz de Dios… pero Él sigue llamando.
Por otro lado, se habla mucho de los escándalos y de las separaciones matrimoniales, pero nadie tiene vocación al fracaso.
Por otro lado, muchos jóvenes no conocen la vida religiosa. Sin embargo, dar la vida proclamando que hay un Salvador real hoy, entre nosotros y que hay esperanza en la Vida Eterna, es una aventura apasionante.
Si conocieran que la vida es para darla, que Dios da el ciento por uno, y que la esperanza de la vida eterna al decir “sí” al Señor es real, habría colas en las puertas de los conventos y seminarios.
Pero no obstante, hay comunidades que crecen anualmente. Las comunidades que atraen vocaciones típicamente tienen en común que llevan hábitos tradicionales, viven y tienen el apostolado en comunidad, y además de los votos que profesan, tienen vida de oración en común, que incluye el Oficio Divino, Adoración, etc.
Ahora mismo tienen comunidades en Estados Unidos y Canadá, ¿tienen pensado empezar nuevas comunidades en otros países?
– Ahora mismo tenemos hermanas de Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Polonia, Inglaterra, Irlanda, Austria, El Salvador, y España.
Solo Dios sabe el plan, y nos abandonamos a Él. Lo que Dios quiera.
A continuación, un documental realizado por el «Council of Major Superiors of Women Religious» sobre la vocación a la vida religiosa: