Evangelización

Simeón Stachera: «‘Reza por mí’, pedimos a los musulmanes»

Simeón Stachera es un franciscano polaco director de Obras Misionales Pontificias en Marruecos. En esta entrevista, nos habla de los proyectos de Infancia Misionera que se están llevando a cabo en este país.

Loreto Rios·14 de enero de 2024·Tiempo de lectura: 6 minutos

Siméon Stachera ©OMP

Simeón Stachera es un franciscano polaco, director de Obras Misionales Pontificias desde hace 10 años en Marruecos. Lleva residiendo allí 22 años, un contexto diferente porque la ley del país no permite hablar directamente de Jesucristo. El padre Siméon estuvo trabajando antes en Bolivia, desde donde le enviaron como misionero a Marruecos, y se muestra “con ganas de servir en lo que el Señor me pida”.

Además, el 11 de noviembre de 2012 fue condecorado con la Cruz de Oro del Servicio de Polonia por el servicio que presta a los más necesitados, especialmente a los presos en cárceles de Tánger y Tetuán.

En esta entrevista, nos habla de una de las obras de OMP, la Infancia Misionera, y de los proyectos que se están llevando a cabo en Marruecos en este ámbito.

¿En qué consiste la jornada de Infancia Misionera y cuáles son sus objetivos?

En Marruecos tenemos una jornada muy especial porque aquí nuestros niños son musulmanes, con una pequeña comunidad cristiana católica. El objetivo es sobre todo hacer entender al niño que la Iglesia es una gran familia, donde todos somos necesarios. En esta gran familia entran también los niños musulmanes. Somos, como dice nuestro cardenal, Cristóbal López Romero, “para el reino de Dios”. La Iglesia es para todos, en todos los lugares, pero aquí creo que de una manera especial.

Aquí tenemos dos diócesis, la de Tánger, que vive la jornada de modo parecido a España y en la misma fecha, y la de Rabat, que lleva un ritmo diferente y con otra fecha.

En la Infancia Misionera es muy importante la oración, una de las obras en las que sabemos que a los niños les gusta mucho participar, con los rosarios de los cinco continentes. Esto les ayuda a tomar conciencia de que el mundo está en nuestras manos, en manos de Dios, pero también en nuestras manos pequeñas, y que las queremos ofrecer para orar. Además, estas manos pequeñas pueden ofrecer alguna ayuda. Los niños participan sobre todo en la «operación kilo», ofreciendo algo de sí mismos, de su comida. Se llama así porque por lo menos se ofrece un kilo de arroz, azúcar, fideos…

También entra aquí mucho en juego la creatividad: los niños pueden pintar, poner algo de su parte y ofrecerlo a los demás. Aquí hay bastante creatividad para eso, lo hacemos con lo poco que aquí tenemos. Quiero también remarcar que a los niños musulmanes, cuando entramos en contacto con ellos, les decimos que “esto llega del corazón de los que aman a Dios”, o “del corazón de los que oran a Dios”.

Es una comunión visible e invisible, porque a los niños musulmanes no les hablamos de en qué consiste nuestra religión, pero les estamos también concienciando para que ellos den gracias a Dios, que oren por las gentes que les ayudan, o por otros niños que les ayudan en el mundo entero. A veces los niños que reciben las ayudas escriben cartas o pintan algún dibujo en agradecimiento. Y, claro, esta ayuda que ofrecen los niños llega por medio de sus papás, que también participan en esto.

¿De qué modo pueden ser los niños misioneros?

Cada niño está invitado a desarrollar todas sus capacidades y cualidades. Los niños musulmanes desde muy pequeños están aprendiendo a orar, con 3 o 4 años comienzan a aprender de memoria algunas citas del Corán. Cuando las hermanas religiosas visitan a estos niños, agradecen esto: ”Qué bien que la familia tenga espíritu religioso”. El niño ya se acostumbra a estar en un ambiente espiritual. Esto lo vivimos también con nuestros niños cristianos. Cuando sus papás llegan a la iglesia, les compartimos que estamos en manos de Dios y que otros niños también rezan. Repartimos los rosarios de los continentes, con diferentes colores de continentes, y esto les gusta mucho. Los niños rezan por cada continente, y eso les da también una alegría: “Hoy he rezado por África, mañana por Oceanía…”. Es una manera de hacer saber al niño que el mundo es grande, diferente, y que el mundo es bello.

Por tanto, la oración es lo primero, y hay diferentes actividades de oración. Por otra parte, está la solidaridad: un pequeño sacrificio, una renuncia, una aceptación de algo que pasa, una sonrisa, un saludo. Además, en nuestras catequesis tenemos niños de diferentes colores: hay niños africanos, europeos… Y ven esta diferencia, pero no sienten todavía en su conciencia que alguien sea diferente a ellos, sino que son todos niños.

A los papás también les transmitimos que son misioneros frente a sus hijos. En la familia son importantes todos los momentos y actos, porque un momento en la catequesis o en la Eucaristía es poco, la misión es una colaboración con la familia.

Además, los niños son misioneros simplemente porque están en esta realidad en Marruecos. Aquí nuestros niños católicos están en una realidad diferente a la suya. Marruecos ayuda mucho a sentir la misionariedad. Los niños marroquíes a los que llegamos son de un ambiente muy austero y pobre, y les compartimos esta idea de que ellos también son misioneros, que están en nuestras oraciones, que formamos una familia, y es un bello momento de compartir juntos, de convivencia y de sentirse misioneros.

¿Cuáles son los proyectos de Infancia Misionera que se están llevando a cabo en Marruecos?

Hay diferentes campos en los que se está trabajando. Por una parte, en nuestra prefectura de Laayoune hay un centro para niños y jóvenes discapacitados. Lo lleva y lo fundó un musulmán, Mohamed Fadel, y tiene 60 niños y jóvenes. Este musulmán agradece mucho el apoyo de Infancia Misionera, porque es como la columna vertebral de nuestro centro y de donde viene la ayuda más importante. En general, recibimos esa ayuda de España.

En Rabat tenemos diferentes proyectos, uno de ellos es en Temara, donde las hermanas trabajan con personas con diferentes quemaduras, entre ellas muchos niños. Allí, reciben tratamiento, un tratamiento único, se podría decir, y salen adelante. También en Temara se proporciona apoyo nutritivo a los niños mal alimentados. Son familias, madres en general, muy pobres, que no tienen para comprar. En Marruecos existe todavía la “pobreza escondida”, que no la ven los ojos de los gobernantes, sino los ojos de los que aman, que van a estos lugares y la descubren.

En Rabat también hay un centro para huérfanos, de Lalla Miriam, una princesa que ayuda a este centro, e Infancia Misionera participa en diferentes actividades, con las hermanas Franciscanas Misioneras de María.

En Tánger hay muchos proyectos, en general llevados por las Hijas de la Caridad y las hermanas de Jesús-María, que llevan guarderías y casas de acogida de niños de familias pobres, que necesitan apoyo escolar, ayuda para hacer los deberes, alimentación, enseñarles lo básico de higiene, etc. No les hablamos directamente de la Infancia Misionera ni a estos niños ni a los papás, pero indirectamente les hacemos partícipes del sentido tanto espiritual como solidario del que todos participamos.

Estos proyectos se llevan a cabo tanto en Tánger como en Tetuán, Nador, Ksar El Kebir, y en su tiempo Larache, aunque hace un año se fueron las hermanas por falta de personal. Ahora estamos intentando apoyar estas actividades con las hermanas Franciscanas Terciarias de Casa Riera, que llevan dos proyectos importantes con niños con falta de audición y sordomudos y una guardería de niños con familias necesitadas. Estos son a grosso modo los proyectos que llevamos adelante gracias a Infancia Misionera, con la ayuda sobre todo de España, que cada año nos apoya con toda la colaboración necesaria.

¿Es más difícil transmitir la fe en un contexto donde los cristianos son minoría?

Creo que no, porque la transmisión de la fe sale del corazón, va de corazón a corazón, y Dios está presente en todos los corazones: los que lo buscan, los que lo quieren, los que lo necesitan… Por eso yo diría que en este ambiente todas las hermanas lo hacen de manera excelente, porque entran en contacto con los demás a través de su fe alegre, de una alegría interior. Esta alegría es la primera que evangeliza: evangeliza al pueblo musulmán, entra en los corazones de los niños, en las situaciones difíciles. Y lo comprobamos cada día. La ley del país no nos permite hablar directamente de nuestra fe, de Jesucristo, pero lo hacemos a través de diferentes maneras, sobre todo con obras sociales, con la palabra, con la sonrisa, las visitas, el acompañamiento a las personas que están con grandes necesidades…

Vivo aquí desde hace más de 20 años, y veo que todo está en el corazón de la persona, las dificultades externas que se presentan más que nada le dan a uno la posibilidad de ser creativo, dinámico, de moverse, de no descansar y sentarse porque todo está hecho, todo es fácil… Eso nos invita a una dinámica de la misión que sale de Jesucristo, que siempre iba al encuentro de la persona. Por eso remarco que la alegría misionera se lleva dentro del corazón, y con eso evangelizamos. Nuestra oración la llevamos dentro, la transmitimos en el encuentro, y con las palabras: “Que Dios te bendiga”, “Que Dios te acompañe”, “Reza por mí”, pedimos a los musulmanes, y aquí esto se recibe muy bien, y decimos que somos hermanos, que vivimos juntos en el camino de Dios, cada uno en la tradición que recibió de su familia.

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