Natalio Paganelli es un misionero javeriano, de origen italiano, que fue ordenado sacerdote en 1980. Estuvo 22 años en México como misionero, tiempo que recuerda con mucho cariño porque estuvo “muy apapachado”, como él mismo dice. Después de un periodo en Londres, en 2005 llegó a Sierra Leona, donde estuvo hasta 2023. En esta entrevista, nos cuenta con su acento entre italiano y mexicano su paso por Sierra Leona y cómo su fase como obispo en la diócesis de Makeni fue una época de transición para dejar la diócesis en manos de un obispo local.
¿Cómo llegó a Sierra Leona, y cuál fue su labor allí?
Siempre tuve en mi corazón el deseo de África. Entré al seminario de los javerianos a los once años, después de primaria, y siempre en mi cabeza estaba África, por lo que había leído y visto en algunas películas. Después de mi destino en México, llegué a Sierra Leona el 15 de agosto de 2005.
En 2012, con mucha sorpresa, me llegó la petición de ser administrador apostólico de la diócesis de Makeni. ¿Por qué? La diócesis de Makeni fue fundada por los javerianos en 1950 como misión, como diócesis en 1962, aunque la primera evangelización fue hecha por los “Holy Ghost Fathers”, los “spiritans fathers”, pero con presencias esporádicas, no había una comunidad religiosa de sacerdotes presentes constantemente.
Cuando llegaron los javerianos, usaron una estrategia muy interesante. Como casi no había escuelas en el norte del país, empezaron a fundarlas, primero primarias, luego secundarias. A través de las escuelas, entró la evangelización en muchas familias.
El norte del país es musulmán, los católicos son el 5 %, pero hasta ahora, que ha empezado un poco, no ha habido nada de presencia de fundamentalistas. Se puede trabajar bien, y en la actualidad la diócesis de Makeni tiene unas 400 escuelas primarias, 100 escuelas secundarias, 3 escuelas profesionales, y, desde 2005, la primera universidad privada del país, con muchas facultades.
Los primeros obispos fueron extranjeros, hasta que se nombró en 2012 como obispo de Makeni a un sacerdote local, pero de otra diócesis, monseñor Henry Aruna, que era de la etnia mendé.
Hubo una reacción muy fuerte en la diócesis de Makeni, donde la mayoría temné, el segundo grupo, los limba, y el tercero, los loko, no aceptaron el nombramiento. No se pudo hacer el anuncio en la diócesis ni, un año después, la ordenación. Entonces la Santa Sede me escogió, no porque me conocieran, de hecho no me conocían en Roma, sino porque era el superior de los javerianos. Pienso que escogieron al superior de la congregación que había fundado la diócesis, para intentar arreglar el asunto. Se esperaba que en un corto plazo las cosas se resolverían, pero no fue posible. Después de 3 años, el Papa Francisco decidió cambiar al obispo electo de Makeni. Lo mandó como auxiliar a su diócesis, y poco después llegó a ser obispo, porque murió el obispo residente.
A mí me nombró administrador apostólico con carácter episcopal, para poder ejercer de obispo. Estuve 8 años como administrador apostólico y obispo. Mi tarea fue preparar el camino para que se ordenase obispo un sacerdote local, cosa que logramos el 13 de mayo del año pasado, 2023, con el obispo Bob John Hassan Koroma, que fue mi vicario general durante los ocho años de mi servicio. El 14 de mayo de 2023 tomó posesión de la diócesis.
Se escogió el día 13 porque es el día de Fátima y la diócesis y la catedral están dedicadas a Nuestra Señora de Fátima. Aquel día vino el obispo Henry Aruna, para concelebrar en la ordenación del nuevo obispo, y fue recibido con una gran aplauso, porque lo que pasó no fue algo contra él, contra su persona, porque él había sido profesor en el seminario de muchos de nuestros sacerdotes, y secretario de la Conferencia Episcopal durante casi diez años, había hecho un gran servicio. Era una cuestión étnica.
Es interesante que el nuevo obispo es converso, viene de una familia musulmana.
Sí, los papás eran musulmanes los dos. Él es limba, que es el segundo grupo étnico de la diócesis, pero habla bien el temné, el idioma del primer grupo, porque creció en Makeni. La mamá quedó viuda muy pronto y lo recogió una tía, hermana del papá, que era cristiana y de hecho tiene un hijo sacerdote, un poquito mayor que el obispo Bob John. Él recibió la educación cristiana de la tía, que era enfermera, una mujer muy generosa y muy sabia. Es habitual que, cuando los niños van a vivir con otros parientes, asuman la religión de la familia. Pero cuando él estaba estudiando en Roma, su mamá se convirtió sin que él interviniese, y prácticamente toda la familia son católicos ahora.
El obispo tiene una muy buena preparación académica. En Roma, estudió en el Pontificio Instituto Bíblico y después hizo un doctorado en Teología Bíblica en la Universidad Gregoriana. Hizo un servicio extraordinario como profesor en el seminario, y fue párroco en dos parroquias en la diócesis, entre ellas la catedral.
¿Supone alguna dificultad en el país la conversión a otra religión?
La mayoría de los sacerdotes son hijos de musulmanes. ¿Por qué? Por las escuelas. La mayoría de ellos, frecuentando nuestras escuelas, que tienen mucho prestigio, gracias a Dios, entran en contacto con el cristianismo, con los sacerdotes, y en cierto punto piden el bautismo y hacen un curso catecumenal en la escuela misma. Generalmente, no hay oposición por parte de los padres. De hecho, nosotros decimos que hay una muy buena tolerancia religiosa en Sierra Leona. Esta es una de las cosas más bellas que nosotros podemos exportar al mundo, no solamente diamantes, oro, otros minerales.
Hay que crecer en el respeto recíproco, y es la cosa más bella, lo importante es ser coherentes con la fe que uno profesa, y la fe propone siempre cosas buenas, todas las religiones. Yo nunca he tenido en 18 años un solo problema con los hermanos musulmanes. El único problema que he tenido fuerte ha sido con los jefes tribales musulmanes, porque querían escuelas católicas en cada aldea, pero yo no podía construir una escuela católica en cada aldea, era imposible, ya 400 era un número muy grande.
¿Hay muchas vocaciones en Sierra Leona?
Sierra Leona no tiene un número exagerado de vocaciones, pero ahorita tenemos más de cien sacerdotes en las 4 diócesis. Makeni tiene 45 sacerdotes, es un número no altísimo, pero consistente y destinado a aumentar. No es como en Europa, que los que llegan son menos que los que se van.
En Makeni están creciendo, sobre todo los sacerdotes, un poco menos las vocaciones religiosas, especialmente las femeninas. Eso es más complicado, porque en su cultura las mujeres no están muy consideradas, así que es más difícil para ellas pensar en la vida consagrada. Hay algunas, pero no un número alto. Por tanto, ahí deberíamos crecer, porque también la presencia de hermanas religiosas en las parroquias es muy útil. Era uno de mis objetivos, y logré, de las 26 parroquias que había, poner comunidades religiosas en diez, gracias a Dios.
¿Cómo se afronta la evangelización en un país donde los católicos son aproximadamente el 5 % de la población?
Usamos la escuela como instrumento de evangelización, con mucho respeto. Después, también la caridad: la diócesis tiene un hospital donde se atiende a todo el mundo, recuperando un mínimo para que no se hunda el hospital, y las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta sirven a los más pobres, los que nadie quiere, los que están en situaciones desesperadas.
Y, cuando hay situaciones muy difíciles, siempre interviene la Iglesia. Por ejemplo, con el ébola. He vivido los dos años de ébola, 2013-2015, que fueron muy muy dolorosos para nosotros. Perdimos, calculo, 1500 personas en la diócesis. Pero lo que más sufrimos fue no poderlos asistir, no poder hablar con ellos, no poderlos sepultar de una manera digna. Fue un drama para el país y para nosotros, y ahí vimos mucha solidaridad. Me gusta mencionar que todas las casas que estaban en cuarentena recibían ayuda de todos los que estaban fuera, musulmanes, cristianos, no había diferencia.
También, en las aldeas donde estaba en peligro la cosecha, las familias que no estaban en cuarentena iban a trabajar las “milpas”, los campos de los que estaban en cuarentena, para que pudiesen salvar la cosecha. Hemos visto cosas maravillosas que son fruto de la evangelización. Después, también es muy importante el contacto personal. Pongo un ejemplo: en algunas parroquias, después de Pascua, se hace la bendición de la casa con el agua que ha sido bendecida en la Vigilia Pascual, y también los musulmanes quieren que bendigamos su casa. Para ellos, toda bendición viene de Dios. Es algo muy bello, ellos participan con nosotros en la Navidad y hay familias que invitan a los vecinos. Y ellos, el último día de Ramadán, invitan a los cristianos a comer con ellos.
Hay una buena relación. En los encuentros oficiales de gobierno, también cuando se abre la sesión del Parlamento, se hace una oración cristiana y una oración musulmana. Y en las escuelas, en los encuentros de papás, también. Hay una aceptación recíproca, porque si no sería un problema serio. La mayoría de matrimonios en nuestra diócesis son mixtos, entre católicos y musulmanes. Dicen que el amor soluciona muchos problemas y crea mucha unidad, y es verdad. Lo dijo san Pablo, y lo vemos todos los días de manera concreta. Las vocaciones vienen mayoritariamente de las escuelas, eso sí. O de los hijos de familias cristianas que son monaguillos, como fuimos muchos de nosotros.
¿Qué dificultades pastorales se encuentran en la diócesis?
Es una opinión muy personal, pero creo que hay que ayudar a que las raíces de la fe sean más profundas. Hay todavía una fe un poco superficial, han pasado solamente 70 años, prácticamente, desde que empezó la evangelización. Estamos en la primera generación de cristianos, no podemos esperar que el Evangelio haya entrado profundamente en el corazón y en la mente de los cristianos. Tenemos muy buenos cristianos, muy buenos testimonios, pero todavía falta. Especialmente, a mi juicio, falta profundizar en el aspecto moral. Por ejemplo, está muy extendida, por el contexto cultural, la poligamia, y pasar a la familia monogámica no es fácil.
Otro reto pastoral que el obispo tiene, a mi juicio, es ayudar a las parejas a celebrar el matrimonio cristiano. Se casan cuando ya tienen hijos y ven que todo funciona. Mientras, en Europa, ya no se casan en absoluto, muchos ni siquiera por lo civil. En Sierra Leona lo toman en serio, más que nosotros, saben que después no se pueden volver a casar, y esto les da miedo, porque ya si hay un divorcio y encuentran otra pareja… Y la encuentran, él inmediatamente, y ella un poquito menos rápido, pero es que para ellos vivir sin pareja es imposible, no existe el concepto de los solteros como entre nosotros, que están aumentando en Europa. Este es otro reto muy fuerte.
Hay temas culturales, por ejemplo, hay un caso de un joven seminarista, que sus papás eran musulmanes los dos, y el papá tenía tres mujeres. Los hijos de una de las mujeres fueron todos católicos, porque la abuela era católica, y quería mucho a la Iglesia, de hecho donó ella el terreno para construir la capilla en la aldea.
El hijo mayor decidió ser seminarista javeriano, y trabaja en México en este momento. Fue a decirle a su madre que quería ser sacerdote, el padre ya había fallecido. Y la madre dijo: “Sí, cómo no, pero primero debes tener un hijo. Me lo das a mí, y tú te vas”. Porque en la cultura de ellos, que el hijo mayor no tenga hijos es un deshonor. Es algo que no entienden. El mayor tiene que contribuir con hijos a la familia, para que la familia continúe y no se acabe. El hijo no lo hizo, claro.
Sin embargo, el reto que me parece principal es que la fe ayude a romper las barreras tribales. Esto es un problema en Sierra Leona muy muy grande. No solamente por el caso del obispo de Makeni, que no fue aceptado por su pertenencia a otra etnia. Pero en la política es igual, ahorita hay una tensión política grave en Sierra Leona.
Esta división tribal, para mí, es lo que debilita el país. Sierra Leona es un país rico con un pueblo en la miseria. Para mí este es el compromiso más fuerte de los obispos: trabajar para destruir las barreras tribales.