Escucha el podcast «Si de verdad me quieres», por José María Contreras Ir a descargar
Hay una película que a mí me pareció deliciosa, no sé si la habrán visto. Se llama El Violinista en el Tejado. Trata de un matrimonio de judíos en la Rusia de los zares. Casi al inicio de la pregunta, tras no pocos avatares, su hija mayor consigue la aprobación paterna para casarse con el amor de su vida. La chica está ilusionadísima con el hecho de contraer matrimonio y esta actitud parece sorprender a su padre al que, da la sensación de esos sentimientos tan positivos le diera cierta nostalgia. Parece algo así como: “esta niña, que conoce a su futuro marido hace poco tiempo y está tan contenta… Mi mujer ¿lo estará también?”.
Se encamina a comprobarlo y, de repente, le preguntó a su mujer: “¿Tú me quieres?”
La respuesta que ella le da es una de las más inteligentes y verdaderas que se pueden dar. Ella, mayor y “trabajada por la vida” le responde, utilizando el lenguaje de su época y la forma de decir de su cultura: “tú lo sabrás”. Y continúa: “Te he seguido durante veinticinco años a donde hemos tenido que ir, te he dado 8 hijos. Te he procurado obedecer. Te he cuidado cuando lo has necesitado. Te he atendido cuando has estado enfermo. Tu sabrás si te quiero”.
Lo maravilloso es que el marido le pregunta acerca del sentimiento que tiene hacia él. Si siente, más o menos, lo que su hija por su novio. Ella, sin embargo, no le contesta con un sentimiento, sino con un comportamiento. Con obras: “Si quieres saber si te quiero, mira lo que hago por ti”. Es el famoso refrán español, el cual podríamos cambiar por: Obras son amores y no intensas emociones. El amor se demuestra con obras.
¿Quién quiere más al abuelo? ¿El que va muchas veces a verlo a la residencia de ancianos donde vive, aunque le cueste, o el que no va nunca y dice que lo quiere mucho? Pues igual. El cariño de demuestra en el día a día, y no en momentos especiales en los cuales por lo emocionante del momento, uno siente mucho y por eso cree que quiere mucho.
Actualmente, la confusión entre sentimiento y amor, propiciada por nuestra cultura líquida y superficial, tiene como consecuencia que muchas personas no sepan, realmente, lo que es amar; y al no saberlo, lo lógico es que fracasen en sus cariños. Llaman cariño y amor a lo que no es y falta de cariño a lo que –en muchas ocasiones- es amor del bueno.
El amor está en la voluntad. La voluntad, lo sabemos, se alimenta de los sentimientos y de la inteligencia. Cuando los sentimientos no responden -algo que ocurre con cierta frecuencia en una relación de pareja- hay que recurrir a la inteligencia para seguir queriendo.
Si no lo hacemos, la voluntad se alimentará solamente del sentimiento negativo que nos envuelve y por tanto la respuesta además de equivocada puede romper nuestra relación porque estamos llamando amor o, en este caso, desamor a lo que no los es.