Evangelización

Sendas para acceder al misterio de Dios:Vías cosmológicas

En la Biblia, tanto los libros del Antiguo como los del Nuevo testamento explican que Dios como Creador es cognoscible para la razón humana como causa del universo.

José Miguel Granados·2 de julio de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
cosmos

Foto: Greg Rakozy / Unsplash

El salmista expresa acertadamente la experiencia universal del asombro ante la grandeza del cosmos, que nos lleva a pensar en su artífice: “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos” (Sal 19,1). Es el estupor ante la grandeza sublime, sagrada, que atisbamos en la experiencia del contacto con la hermosura del mundo. La mirada contemplativa nos conduce a maravillarnos ante la precisión, el orden y la armonía de la naturaleza, en la que se encuentra la huella del Creador, el “autor de la belleza” (Sab 13,3).

Este acceso sapiencial a Dios es propio de la inteligencia humana, y aparece en las grandes tradiciones culturales y religiosas de la humanidad. En la Biblia, tanto los libros del Antiguo como los del Nuevo testamento explican que Dios como Creador es cognoscible para la razón humana como causa del universo, y que cuando esto no ocurre se debe a la ignorancia o a la perversión moral, sea personal o social y cultural (cf. Sab 13,1-9; Rm 1,18-25).

Resulta imprescindible tener en cuenta un requisito intelectual para comprender estas vías de acceso al origen del mundo: hace falta razonar filosóficamente, desde la lógica metafísica de la causalidad. Para ello, es necesario superar las falacias irracionales del escepticismo y del relativismo, que abocan a la deshumanización y, al final, al caos nihilista. Asimismo, se ha de evitar el reduccionismo positivista, que desprecia de modo necio y arrogante todo saber que no sea sensorial o científico-experimental. Y más infundada resulta todavía la exaltación del emotivismo, que someta la razón a los vaivenes de los estados de ánimo.

Un resumen de la argumentación racional filosófica sobre la existencia y la esencia de Dios en la historia del pensamiento lo constituyen las famosas cinco vías de acceso al conocimiento de Dios formuladas con precisión escolástica por Santo Tomás de Aquino (cf. Suma teológica, primera parte, cuestiones 2-26): llegan a descubrir a Dios como causa no causada, motor inmóvil, ser necesario, perfección suma, fin último. El Dios vivo y verdadero es comprendido como el ser supremo que se da a sí mismo la existencia; el origen y fundamento último de todo cuanto existe; el creador del ser desde la nada; aquel que es la inteligencia diseñadora del cosmos; el gran artista, ingenioso autor de la obra maestra que es el cosmos; el sentido y la meta del universo, de la historia y de toda vida humana; el ser personal simple y perfecto, inmutable y eterno, infinitamente sabio, bueno, justo y misericordioso, poderoso y providente.

En definitiva, este conocimiento de Dios como razón de todo cuanto existe resulta una constante en la historia de los pueblos y constituye una experiencia personal universal que se plasma en múltiples y variadas manifestaciones de religiosidad, aunque éstas contengan muchas limitaciones. Pues, cuando se razona adecuadamente, se llega a conocer el misterio del Dios personal como el Ser supremo que fundamenta toda la realidad.

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