Evangelización

Santos Simplicio, Macario de Jerusalén, Juan Ogilvie y Elías del Socorro

La liturgia del 10 de marzo acoge a numerosos santos y beatos. Se mencionan aquí a los santos Simplicio, Macario de Jerusalén, al escocés jesuita Juan Ogilvie y a la francesa Maria Eugenia de Jesús Milleret; a los mártires Cayo, Alejandro y Victor, y al beato mexicano Elías del Socorro.  

Francisco Otamendi·10 de marzo de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
Beato Elias del Socorro, mexicano.

Elías del Socorro Nieves, beato y mártir mexicano de la iglesia católica (Juan Carlos Fonseca Mata, Wikimedia commons).

Los santos Simplicio, Papa, Macario de Jerusalén, el escocés mártir Juan Ogilvie y el mexicano Elías del Socorro, también mártir, figuran en el santoral católico del 10 marzo. San Simplicio, cuando el Imperio de Occidente llegaba a los últimos días, fue obispo de Roma (468-483). Como Papa, consoló a los afligidos y confirmó en la fe a los fieles. Restauró y construyó iglesias en Roma, y evitó la destrucción de obras de arte. 

San Macario, obispo de Jerusalén, obtuvo que los Santos Lugares fueran restaurados y enriquecidos con basílicas por el emperador Constantino el Grande y su madre, santa Elena (325). Se opuso al arrianismo y participó en el Concilio de Nicea. El escocés san Juan Ogilvie, presbítero jesuita y mártir, vivió oculto y cuidó pastoralmente de los fieles, hasta que fue condenado y martirizado bajo el rey Jacobo I.

Santos Cayo, Alejandro, Victor, María Eugenia de Jesús

Los santos Cayo y Alejandro fueron martirizados en Frigia (actual Turquía), a finales del siglo II o principios del III. San Víctor sufrió el martirio en el norte de África, en la persecución del emperador Decio (250). San Agustín le dedicó uno de sus sermones. El beato Elías del Socorro, presbítero de la Orden de los Hermanos de San Agustín, fue perseguido y martirizado por desempeñar ocultamente el ministerio sacerdotal, cerca de la ciudad de Cortázar, en México. Al fusilarle gritaba: ¡Viva Cristo Rey! (1928).

La francesa santa María Eugenia de Jesús Milleret nació en Metz en 1817 y fue bautizada a pesar de que su familia no era creyente. Su padre se arruinó, el matrimonio se separó y, ya en París, su madre falleció y quedó sola con 15 años. A los 19 años se convirtió a Dios a raíz de las conferencias del P. Lacordaire en Notre-Dame. Tres años después fundó la congregación contemplativa y apostólica de las Religiosas de la Asunción para la educación humana y cristiana de las jóvenes. Murió en 1898 y fue canonizada por Benedicto XVI en 2007. 

El autorFrancisco Otamendi

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