Nació y murió en Roma (291-304). Entre las primeras mártires cristianas, santa Inés, virgen, es de las más veneradas. En griego su nombre significa “pura”, “casta”. Su nombre latino, Agnes, es asociado a Agnus, que significa cordero. En el año 324 se construyó la Basílica de Santa Inés Extramuros, construida a instancias de Constanza, hija del emperador Constantino, sobre las ruinas de catacumbas en las que se encontraban los restos de santa Inés.
Cuenta la tradición que la joven, que tenía solo trece años, quería ser casta por amor a Cristo y rechazó al hijo del Prefecto de Roma que, en represalia, la quiso hacer entrar en el círculo de las vestales que daban culto a la diosa protectora de Roma. Ante su nuevo rechazo, tuvo que pasar del templo a un prostíbulo, pero Inés logró custodiar su pureza.
La iconografía suele representar a Inés con un cordero porque su destino es el reservado a los pequeños corderos. Cada 21 de enero, fiesta litúrgica de la santa, una pareja de corderos criados por las hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, es bendecida. Con su lana, las religiosas confeccionan los sagrados palios que el Papa impone a los nuevos arzobispos metropolitanos cada 29 de junio.