Eulogio nació en Córdoba a comienzos del siglo IX. Ordenado sacerdote, se dedicó a la contemplación en monasterios próximos a la ciudad y a la tarea pastoral. Un viaje por el centro y norte de la península le sirvió para conocer la experiencia y mentalidad de los cristianos que se habían liberado del yugo musulmán.
El malestar de la Iglesia en Córdoba por la situación religiosa y social se hizo notar de modo especial en el año 851. Era tolerada, pero amenazada de extinción. Hubo represión violenta, y muchos cristianos terminaron en la cárcel y en el martirio. San Eulogio supo mantenerse firme en la defensa de la fe y fue arzobispo electo de Toledo.
Historiador de los mártires y su apologeta, alivio y estímulo para la comunidad cristiana, san Eulogio alentó a todos a la hora del martirio, y murió en el 859, condenado por haber ocultado y catequizado a una joven conversa, llamada Leocricia (Lucrecia), a la que la Iglesia celebra el 15 de marzo, degollada cuatro días después que san Eulogio.