Hace exactamente un año, Omnes publicó un breve perfil de la primera santa nacida en Estados Unidos, Elisabeth Ann Seton, en el que se narraron las peripecias de la próspera familia Charlton, en la que nació Elisabeth, en 1774. Unos avatares en los que aprendió pronto que los bienes materiales no llenan el corazón.
Aquella casa episcopaliana sufrió un duro golpe en 1777: la madre falleció durante un parto, seguida poco después de la muerte de una de las menores de la familia. El padre de la niña volvió a casarse, pero el matrimonio se separó. El padre se marchó a Inglaterra y la madrastra se negó a acoger a Elizabeth. Junto a su hermana, la joven se marchó a vivir con su tío y durante esa época plasmó en un diario sus inquietudes espirituales.
A los diecinueve años se casó y tuvo cinco hijos, pero su marido se arruinó y decidieron viajar a Italia, donde él falleció. Viuda sin llegar a los treinta años y con cinco hijos, Elisabeth buscó ayuda en el socio de su esposo y su esposa, y se acercó al catolicismo. Al volver a Nueva York pidió el Bautismo, y pronto fundó la comunidad de las Hermanas de la Caridad de San José, para la educación de chicas pobres, y fue conocida como Madre Seton. Murió en 1821.