La Iglesia celebra este día a santa Casilda, hija del emir de Toledo. Practicaba la caridad, y llevaba alimentos a los prisioneros cristianos. Más adelante, tuvo una grave dolencia. Le hablaron del poder curativo de las aguas de san Vicente, cerca de Briviesca, en Burgos. Allí se bañó y curó.
Santa Casilda se convirtió entonces al cristianismo, pidió el Bautismo, recibió la Eucaristía, decidió ser virgen y pasar su vida retirada, en oración y penitencia, en torno a una ermita que construyó.
El Martirologio Romano señala “en el lugar llamado San Vicente, cerca de Briviesca, en la región de Castilla, en España, santa Casilda, virgen, que, nacida en la religión mahometana, ayudó con misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y después, ya cristiana, vivió como eremita († 1075)”.
Ante el emir: ¡son rosas!
Viviendo en Toledo, se cuenta que su padre intentó sorprenderla cuando acudía a una cárcel llevando alimentos a los presos cristianos. Santa Casilda parecía llevar algo escondido (era comida para los presos). El emir preguntó qué era eso, pues estaba prohibido. Ella respondió: ¡Son rosas! El emir pidió verlas, y ella dejó caer un puñado de ¡rosas!
Entre otros santos del 9 de abril se encuentran el beato Tomás de Tolentino, mártir en la India con tres compañeros, y la brasileña beata Lindalva Justo de Oliveira, de las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl. San Demetrio de Tesalónica, Acacio, Edesio, Hugo de Ruán, arzobispo, y obispo de París y de Bayeux, y Máximo, obispo de Alejandría. Santa Valdetrudis, casada y con cuatro hijos, con padres y hermanos santos, y la religiosa polaca Celestina Faron, muerta en Auschwitz en 1944.