San Patricio es una de las fiestas que más se celebran alrededor del mundo, a pesar de que es el santo patrono de Irlanda, un país bastante pequeño. Sin embargo, esta paradoja cobra más sentido si se tiene en cuenta que san Patricio no era siquiera irlandés, por lo que si en Irlanda lo celebran el resto también tiene excusa.
El patrón de Irlanda en realidad nació en Escocia, en un pueblo pequeño en el que estuvo hasta los 16 años. En ese momento, un grupo de piratas irlandeses raptó al joven para venderlo como esclavo. Por esta razón, durante los siguientes años de su vida Patricio cuidó las ovejas de su dueño en el norte de Irlanda, donde aprendió el idioma nativo y se familiarizó con las costumbres.
Las largas jornadas laborales permitieron a san Patricio dialogar durante muchas horas con Dios. Fue en esa época cuando aprendió el valor de la oración y aprovechó para pedir a Cristo que le ayudara a discernir su voluntad.
Francia y la llamada de Dios
Una noche, Dios le inspiró para que huyera y marchara a la costa. Al llegar a un puerto, después de kilómetros caminando sin saber realmente lo que iba a pasar, san Patricio encontró un barco con destino a Francia. De inmediato supo que allí era donde tenía que ir, pero el capitán del navío se negó a dejarle subir, probablemente al notar que aquel joven era en realidad un esclavo que se había escapado.
Tras orar con insistencia, Patricio logró convencer al capitán y viajó hasta Francia, donde conoció a san Germán. De nuevo, allí Dios le iluminó y le pidió que se hiciera monje. Bajo la tutela de su maestro, obispo de Auxerre, san Patricio profundizó en la Sagrada Escritura y, después de varios años, emprendió su camino a Roma para completar su educación.
Una vez en la Ciudad Eterna, el monje recibió la ordenación sacerdotal y el Papa Celestino se acercó a él con una propuesta: consagrarse como obispo y regresar a Irlanda para evangelizar a las tribus paganas del país.
San Patricio regresa a Irlanda
Olvidando lo mal que lo había pasado en Irlanda, san Patricio aceptó el encargo del Pontífice y puso rumbo a la isla, donde tampoco esta vez le quisieron recibir. Los miembros de las tribus hicieron prisionero a Patricio, le torturaron y trataron de asesinarle, pero el obispo se ganó poco a poco la confianza de los jefes. A través de una predicación muy sencilla, consiguió que aceptaran el mensaje del Evangelio.
Tras convertirse las autoridades de las comunidades, liberaron a san Patricio, quien comenzó a viajar por toda la isla de Irlanda siguiendo la misma estrategia: acercarse primero a los jefes y a sus familiares, para que luego los demás miembros de las tribus perdieran el miedo y se sentaran también a escucharle.
Como el sacerdote conocía bien las costumbres de los irlandeses, era capaz de adaptarse a ellos y, gracias a su labor, muchos habitantes recibieron la fe católica. San Patricio dejó constancia de su predicación en sus Confesiones, donde también narró su vida antes de fallecer el 17 de marzo del año 461.
Entre la leyenda y la historia
A pesar de estos escritos, muchos elementos de la vida de san Patricio forman parte de la leyenda. El más conocido de ellos es su hazaña de librar a Irlanda de la presencia de serpientes: animal que en realidad nunca habitó la isla. Otros detalles si son más plausibles, como su famoso uso del trébol de tres hojas como imagen para explicar la Santísima Trinidad. De aquí viene la famosa identificación de Irlanda con esta planta.
A pesar de que san Patricio nunca salió de Europa y pasó mucho tiempo prisionero, su fiesta es el evento nacional que más se celebra en todo el mundo. El hecho de que millones de irlandeses hayan abandonado a lo largo de la historia la isla para emigrar a otros países hace que hayan trasladado sus costumbres a nuevos lugares donde todavía hoy se recuerda con cariño (y cerveza de más) a san Patricio.
Desde hace años la Iglesia católica en Irlanda trata de devolver a la celebración del 17 de marzo su sentido religioso. Para los fieles del país se trata de un día de precepto en el que acuden a Misa para dar gracias por el valiente testimonio de aquel pastor que no tuvo miedo de volver a la isla para llevar el Evangelio a un país que todavía hoy es conocido mundialmente por su fe, a pesar de las dificultades que atraviesan los católicos en los últimos años.