Esclavo en Colosas tras haber robado a su patrón Filemón, discípulo de san Pablo, huyó a Roma. Alli conoció a san Pablo, que estaba prisionero. El Apóstol de las Gentes le convirtió y le envió de vuelta a Filemón, pidiéndole en una Carta, escrita desde la cárcel, que le acogiera no como esclavo sino como hermano querido. Onésimo evangelizó Asia.
Merece la pena ver la humanidad reflejada en la breve Carta de san Pablo y Timoteo a Filemón. He aquí un párrafo: “Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión (…). Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo (…). Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor”.
San Claudio de la Colombière, nacido en Saint-Symphorien-d’Ozon (Francia), en 1641, fue presbítero jesuita, y siendo persona entregada a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios. Fue canonizado el 31 de mayo de 1992 por san Juan Pablo II.
Los santos Faustino y Jovita eran descendientes de una familia pagana de Brescia, y se convirtieron al cristianismo gracias al obispo Apolonio, que ordenó sacerdote a Faustino y diácono a Jovita. Fueron decapitados durante la persecución de Adriano entre el 120 y el 134, y se les representa con la espada y la palma del martirio.