Evangelización

San Isidro Labrador. 400 años de canonización y 850 de devoción

San Isidro Labrador, junto a su esposa, María de la Cabeza son hoy ejemplo de familia cristiana, de trabajadores y de santidad en una vida sencilla.

Alberto Fernández Sánchez·13 de febrero de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
san isidro labrador

El 12 de marzo de 1622 el Papa Gregorio XV canonizaba solemnemente a cinco santos que, con el paso del tiempo, serían reconocidos como grandes figuras de la historia de la Iglesia: san Felipe Neri, santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Isidro Labrador.

Corrió entre los italianos la noticia, quizá movida por cierta envidia, de que aquel día el Papa había canonizado a cuatro españoles y a un santo. Lo que es cierto es que, de los cinco nuevos santos, cuatro eran relativamente contemporáneos, mientras que el culto que se tributaba a san Isidro venía de siglos atrás.

En el presente año 2022 celebramos el cuarto centenario de este gran acontecimiento para la Iglesia, y, además, el 850 aniversario de la devoción popular que se tributó a san Isidro Labrador desde su muerte, que según las fuentes tuvo lugar en el año 1172.

Para celebrar esta efeméride, la Santa Sede ha concedido a la archidiócesis de Madrid un Año Jubilar de san Isidro, que se prolongará desde el 15 de mayo de 2022 hasta el 15 de mayo de 2023.

Madrid se une de este modo a las grandes celebraciones que tendrán lugar en torno al 12 de marzo, entre ellas, una solemne celebración de la Eucaristía presidida por el Papa Francisco en el Gesù de Roma, y un Año Jubilar de santa Teresa en la diócesis de Ávila, recientemente anunciado.

La santidad en la vida de la Iglesia se palpa en el sentir del pueblo fiel de Dios.

Los procesos de beatificación y canonización son quizá uno de los acontecimientos eclesiales donde más entra en juego el sensus fidelium, la sinodalidad de la que hoy tanto se habla, puesto que en ellos la Iglesia escucha la voz del pueblo fiel que, de modo espontáneo, movido internamente por el Espíritu, pide que se reconozca solemnemente lo que los fieles ya saben con certeza: que esa persona ha vivido y ha muerto santamente, cumpliendo la voluntad de Dios, y que puede ser tenida como modelo e intercesora ante el Padre.

Solo un siglo después de la muerte de san Isidro, el códice de Juan Diácono recogía toda esta fama de santidad del santo labrador madrileño, su abandono a la voluntad de Dios, su amor a los pobres y menesterosos, su oración confiada, su trabajo vivido bajo la mirada providente del Padre.

Lo que los cristianos de Madrid se transmitían unos a otros, se puso por escrito en este códice, y siglos después, como hemos dicho, el 12 de marzo de 1622, fue reconocido solemnemente por el magisterio pontificio. Su culto se extendió con rapidez a toda la Iglesia, y no es raro encontrar en rincones y aldeas de todo el mundo capillas y ermitas dedicadas a este santo, que fue además nombrado por el Papa Juan XXIII en el año 1960 patrono de los agricultores españoles.

En Madrid, además, se custodia y venera la insigne reliquia del sagrado cuerpo incorrupto de san Isidro Labrador, que se ha conservado de forma ininterrumpida desde su muerte, y que, más allá de los milagros de los que ha sido protagonista, es una muestra más de la devoción que el pueblo de Madrid, con los reyes y autoridades a la cabeza, han tributado a este gran santo.

Cuando los cristianos veneran las reliquias de los santos, lo hacen apoyados en la certeza de la resurrección de la carne prometida por el Señor: nuestros cuerpos están llamados a la gloria. En ocasiones de especial relevancia para la vida de la ciudad de Madrid y de la archidiócesis, se ha abierto la urna que contiene el cuerpo incorrupto del santo, para que los fieles pudiesen venerar de cerca sus reliquias.

Uno de los actos centrales de este Año Jubilar será una solemne exposición pública del sagrado cuerpo incorrupto, durante toda una semana, hecho que no tiene lugar desde hace más de treinta años, puesto que la última se produjo en el año 1985, con motivo del centenario de la diócesis de Madrid.

Y, ¿qué tiene que decirnos hoy un pequeño trabajador que vivió y murió hace más de nueve siglos?

En una sociedad tan necesitada de modelos de vida familiar, san Isidro, junto con su esposa, santa María de la Cabeza, y su hijo, Illán, se nos regalan como ejemplo concreto de familia que vive en el amor mutuo. En una sociedad tan necesitada de estímulo y ejemplo para los trabajadores, el santo labrador se nos regala como modelo de trabajo confiado en la providencia de Dios Padre.

En una sociedad, en definitiva, hastiada de mentiras y vacía de sentido, en san Isidro se cumplen aquellas palabras del Señor: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor».

El autorAlberto Fernández Sánchez

Delegado episcopal de las Causas de los Santos de la archidiócesis de Madrid

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