Vocaciones

San Chárbel, ejemplo de ascética para la Iglesia actual

El Papa Pablo VI destacó durante la canonización de san Chárbel en 1977 que este monje maronita recuerda, con el testimonio de su vida, la importancia del recogimiento para buscar a Dios.

Paloma López Campos·24 de julio de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos

Mosaico que muestra a san Chárbel Makhlouf (CNS photo / Gregory A. Shemitz)

El Papa Pablo VI canonizó a Chárbel Makhlouf el 9 de octubre de 1977. Este monje maronita marcó profundamente las vidas de quienes le conocieron en el Líbano, y aún hoy son miles las personas que afirman recibir favores por intercesión del sacerdote.

San Chárbel nació en 1828 en el pueblo de Beqakafra, Líbano. A los 23 años ingresó en un monasterio maronita, realizando los votos solemnes en 1853 y recibiendo la ordenación sacerdotal a los 31 años.

Profundamente enamorado de Cristo, el monje maronita era conocido por su estilo de vida, dedicado a la oración y el ayuno. San Chárbel se retiró para vivir en soledad a una ermita que formaba parte del monasterio de Annaya. Sin embargo, su aislamiento se veía interrumpido por las visitas que recibía. Alcanzó fama de santidad ya en vida y, debido a su don para sanar enfermos, muchas personas se acercaban a él en busca de una cura para sus dolencias.

San Chárbel y la búsqueda de Dios

Sin embargo, estos acontecimientos no son lo más extraordinario. San Chárbel es el primer santo del Líbano, desde su canonización en 1977. El Papa Pablo VI calificó al monje como “paradójico artífice de la paz” y “digno representante de las Iglesias de Oriente y de su alta tradición monástica”. Más allá de los milagros realizados por san Chárbel, incluso en vida, lo que destaca de él es el impacto en la Iglesia católica e, incluso, en quienes tienen otros credos, por ejemplo, los musulmanes.

Pero el objetivo de este monje no era llamar la atención por su estilo de vida o su capacidad de interpelar a personas de distintas procedencias. La razón de sus actos, como expresó Pablo VI, “era la búsqueda de la santidad, es decir, la más perfecta conformidad con Cristo humilde y pobre”. Las decisiones de Chárbel estaban guiadas por “la búsqueda incesante solo de Dios, que es el distintivo de la vida monástica, acentuada por la soledad de la vida eremítica”.

Profunidad de la vida espiritual

Adelantándose a la mentalidad que impera hoy, el Papa Pablo VI se preguntó si el ejemplo de san Chárbel no llevaría a algunos “a sospechar, en nombre de la psicología, que esta austeridad sin concesiones es un desprecio abuso y traumático de los valores sanos del cuerpo y del amor, de las relaciones amistosas, de la libertad creadora, de la vida en una palabra”.

Considerar así el estilo de vida del monje y sus compañeros es, en palabras del Pontífice, “mostrar cierta miopía ante una realidad por lo demás profunda”. El mismo Cristo fue exigente con sus discípulos, señaló el Papa, aunque no por ello puede despreciarse la prudencia que deben ejercer y pedir los superiores y la Iglesia en su conjunto.

Ver un desprecio de la vida en el ascetismo de los monjes, explicó Pablo VI, “significa olvidar el amor de Dios que lo inspira, el Absoluto que lo atrae”. Es, en definitiva, “ignorar los recursos de la vida espiritual, que es capaz de aportar una profundidad, una vitalidad, un dominio del ser, un equilibrio que es tanto mayor cuanto que no se ha buscado por sí mismo”.

San Chárbel, un recordatorio para el mundo de hoy

A pesar de esto, Pablo VI destacó que la vocación de san Chárbel no es la única en la Iglesia, sino que esta se nutre de los distintos carismas. Sin embargo, el testimonio de vidas como la del monje libanés son necesarios para “la vitalidad de la Iglesia” y para encarnar “un espíritu del que ningún fiel a Cristo está exento”.

San Chárbel es para la Iglesia y la sociedad un testimonio muy importante. Como subrayó el Papa en su canonización, “la vida social actual está marcada a menudo por la exuberancia, la agitación, la búsqueda insaciable de la comodidad y del placer, unidas a una creciente debilidad de la voluntad: solo recuperará su equilibrio mediante un aumento del dominio de sí, de la ascesis, de la pobreza, de la paz, de la sencillez, de la interioridad, del silencio”.

Pablo VI concluyó su homilía indicando que la vida de Chárbel nos enseña que “para salvar al mundo, para conquistarlo espiritualmente, es necesario, como quiere Cristo, estar en el mundo, pero no pertenecer a todo lo que en el mundo aleja de Dios”.

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