Evangelización

San Bonifacio, apóstol de los alemanes

Al santo, de nacimiento anglosajón, se debe la organización de la Iglesia en la entonces Germania, subrayando la fidelidad a Roma

José M. García Pelegrín·5 de junio de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
bonifacio

San Bonifacio está considerado, al menos desde el siglo XVI, como “el apóstol de los alemanes”… si bien en la época en que vivió (673/675 – 754/755) aún no existía el “alemán” –y mucho menos “Alemania”–: el término que se emplea a finales del siglo VIII “theodiscus”, del que se deriva el italiano “tedesco” y los antiguos españoles “tudesco” o “teutón”, se refería principalmente a la persona que hablaba una lengua germánica, a diferencia del latín o de las lenguas románicas, y por extensión, a alguno de los pueblos germánicos, principalmente allí donde no había llegado la romanización y, con ella, el cristianismo.

Fue a esas tribus germánicas paganas o solo superficialmente cristianizadas adonde se dirigió la labor misionera de este monje anglosajón, nacido en el reino de Wessex al suroeste de Inglaterra hacia 673-675, con el nombre de Wynfreth, del que se deriva el actual nombre alemán Winfrid o Winfried. Ingresó de niño en el monasterio benedictino de Nursling, cerca de Southampton, donde fue ordenado sacerdote a los 30 años de edad aproximadamente.

Su actividad misionera se inscribe en el movimiento de cristianización anglosajona impulsado por el papa san Gregorio Magno a finales del siglo VI. Una vez afianzada ésta entre los anglosajones, comienza la oleada misionera en sentido contrario: de las islas al continente.

Uno de los más destacados misioneros anglosajones será Willibrord (658-739), quien fue enviado en el año 690 a los frisios. A Frisia viajará Bonifacio más tarde, si bien su primer viaje a esta tribu germana en 716 fracasará por la oposición del duque Radbod. Antes de que termine el año, Bonifacio regresa a su convento de Nursling, donde un año más tarde es elegido abad.

El obispo Daniel de Winchester envió a Wynfreth en el otoño de 718 a Roma, donde el papa Gregorio II le nombra apóstol de los gentiles para llevar la fe a los germanos y le ordena obispo el 15 de mayo de 719, al mismo tiempo que le da el nombre de Bonifacio. Tras pasar por Baviera y Turingia, se reúne con Willibrod en Frisia, de quien aprendió a tener en cuenta la situación política en su planificación, pero también a supeditar su labor a Roma.

A Roma volverá en sucesivas ocasiones; en 722 le llama el Papa, después de haberse separado de Willibrord y comenzado la misión en Hessen y Turingia: Gregorio le ordena obispo de misión y le confía una tarea de suma importancia: la reorganización de la Iglesia en Germania, lo cual conllevaba especialmente integrar las comunidades arianas e iro-escocesas en la Iglesia romana; Bonifacio encontrará resistencias no sólo entre éstos, sino también entre los obispos del reino franco, más interesados en su poder temporal que en la expansión del cristianismo.

En esa época, en el año 723 cuando regresa de Roma a Hessen, se produce una de las anécdotas más conocidas de la vida de san Bonifacio, la destrucción de santuarios paganos. Así, según narra el sacerdote Willibald de Maguncia en su Vita sancti Bonifatii, en Geismar (que actualmente forma parte de la ciudad de Fritzlar) taló un roble dedicado al dios de la guerra Thor (o Donar).

Según el cronista, las numerosas personas –entre ellos muchos frisones– quedaron impresionados al comprobar que el dios no reaccionaba de ningún modo. De este modo, Bonifacio mostró la superioridad del Dios de los cristianos frente a los dioses paganos. La tala del roble de Geismar se considera como un “mito fundacional” del nuevo orden religioso y de la reorganización eclesial logrados por Bonifacio.

La reorganización de la Iglesia en tierras germanas por parte de San Bonifacio cobra especial empuje tras un nuevo viaje a Roma, en 737/738, en el que el nuevo Papa Gregorio III le inviste con la función de Legado papal. Comienza con la reorganización de diócesis en Baviera y Sajonia (Salzburgo, Passau, Ratisbona y Freising); además funda las de Würzburg, Büraburg y Erfurt; en 744, también el monasterio que sería su preferido, Fulda. En 747 es sombrado obispo de Maguncia.

La creación de monasterios femeninos como focos de cristianización fue también una de las prioridades de san Bonifacio; para ello contó con la colaboración de, entre otras, dos monjas anglosajonas, que hoy en día están consideradas entre las principales santas “alemanas”: Walburga, hija de una de sus hermanas, y Lioba, que sería nombrada abadesa de Tauberbischofsheim, desde donde se fundarían otros monasterios en Würzburg y en diversos lugares de Turingia.

De la reorganización de la Iglesia en tierras germánicas forma parte asimismo su lucha por la defensa del celibato: en el Concilio alemán de 742 logró que se impusieran penas sensibles tanto a los sacerdotes como a monjes y monjas que no lo vivían

Al final de su vida, en 753, quiso hacer un último viaje, con algunos compañeros, para volver a la tierra de misión donde había comenzado su labor: a Frisia. Que era consciente de que el final estaba cercano habla no solo el hecho de que traspasara la sede de Maguncia a su sucesor Lullus, sino también que llevara en el equipaje una mortaja. Cuando, en la fiesta de Pentecostés del año 754 (o 755) se disponía a celebrar la celebración de unos bautismos en Dokkum, le atacaron salteadores de caminos; así encontró la muerte con sus 51 acompañantes. Sus restos mortales descansan en la catedral de Fulda.

La veneración de san Bonifacio experimentó un empuje especial hacia finales del siglo XIX: con la creación del Reich alemán, muchos católicos temieron la formación de una iglesia nacional alemana, que se quisiera independizar de Roma. Comenzó así la peregrinación anual al santo, “apóstol de los alemanes”. Además, desde 1867 los obispos alemanes se reúnen en su conferencia de otoño en Fulda, donde en la Misa de clausura son bendecidos cada uno de ellos con las reliquias del santo. Su fidelidad a Roma, frente a las diferentes fuerzas que en su época buscaban formar una iglesia paralela, reviste hoy en día, en que dichas tendencias vuelven a cobrar cierta fuerza, una especial actualidad.

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